Julio López
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Caracterización de nuestro continente, por el Profesor J
Por P.I - Friday, Mar. 14, 2003 at 5:44 PM

Renvío un artículo publicado por el Prof. J en CMI Qollasuyu.

Consideraciones geo-históricas, culturales y socio-antropológicas para discutir el terreno de nuestras raíces.

El continente completo, o al menos el territorio conocido, es llamado de Abya Yala por las comunidades originarias centroamericanas, en especial los kunas, pero pensamos que también por los chocoes, los gauimíes y quizás los mizquitos y los garifunas, y significa Tierra fértil, Tierra generosa. La Pachamama o madre tierra se le denomina en muchas partes. La extensión del imperio inca se llamó Tawantinsuyu, una parte de él el qollasuyu y la tierra habitada por los mapuche o mapuce es el Wallmapu, siendo el lado oriental de la cordillera el Puelmapu y el lado occidental el Gulumapu. Mapu es tierra y che es gente, un plural, por lo que es incorrecto hablar de mapuches, utilizándose solamente los mapuche o los mapuce, gente de la tierra, pero no entendida ésta como granos de polvo, sino como la Pachamama, el vientre generoso de donde nunca se salen nuestras raíces, sino que se ahondan cada vez más, cosa que también sucede en otros lados y cuando hay que caminar para otra parte tenemos la capacidad de introducir las raíces en los nuevos parajes donde nos toca reconociendo a la madre tierra en cualquier lugar y ella nos reconoce como sus hijos donde quiera que vayamos.

Las comunidades originarias están presentes tanto en Alaska como en la Patagonia, esta última llamada así por las comunidades de los Patagones, que no recuerdo si eran los mismos Onas y Alacalufes. Entre una y otra región se extienden cientos y miles de comunidades con decenas de millones de miembros en total. El genocidio de los invasores no consiguió el objetivo de aniquilarlos, sólo en la actual isla de Cuba donde no dejaron ni tan siquiera un originario, y en Brasil, cuyo nombre original, al menos en la parte noreste, es Pindorama, donde de varios millones (se calculan 5 o más) hoy se contabilizan cerca de 400 mil pesonas. Es fácil percatarse de la magnitud de la masacre.

Ello configura un territorio concreto habitado por diversas comunidades cuyo desarrollo e historia vino a cortar bruscamente la invasión europea, sumando a las tierras y a la gente a la historia hecha a la fuerza y contada desde los colonizadores. El eurocentrismo y las divisiones territoriales y administrativas impuestas violentamente crearon las estructuras artificiales llamadas estados o países, desde las cuales se desencadenó un genocidio aún mayor de las comunidades primeras. David Croquett y otros exploradores famosos no eran las figuras heroicas y simpáticas pintadas por los carapálidas, sino feroces asesinos y depredadores, que bien merecían ser escalpelados por la resistencia de los pueblos locales. El capitalismo fue construyendo una nueva imagen de las tierras usurpadas y haciendo mapas con ello para santificar la división artificial de las tierras.

En realidad no fueron los europeos los que nos invadieron, aunque los enviados de Malinche eran de ese continente, sino los poderosos de allá, que por su vez le sacaban el cuero a los campesinos sometidos a la servidumbre de la gleba. Es igual que cuando se enfrentan los ejércitos de dos o tres países, como sucedió con el ejército chileno contra los ejércitos de Perú y Bolivia, donde no se enfrentaron chilenos contra peruanos y bolivianos, sino máquinas de guerra de cada poder que introducen en las filas armadas a los explotados de cada lugar, que mueren para enriquecer más a las capas poderosas, o sea, en nombre de sus propios verdugos.

De modo que al llegar las máquinas trituradoras del colonialismo traían también a nuestros hermanos, los explotados europeos, a los que seducían y corrompían ofreciendo nuestras tierras, muchos de ellos fueron verdaderos asesinos, pero también muchos otros se sumaron de una u otra forma a vivir la realidad local y a formar parte de los pueblos oprimidos de la región, en especial en las periferias de las ciudades, campos, minas y otros centros de trabajo oprobioso, y algunos fueron activos miembros de la resistencia. También los poderosos europeos trajeron a nuestros hermanos africanos y los sometieron a las tareas más humillantes asesinándolos por millones.

De esa forma el continente se caracteriza por una enorme multiplicidad, por lo que podemos definirlo como una red horizontal de identidades oprimidas que hoy luchan cada uno a su manera por sacarse el yugo de encima. Existen cientos de comunidades de afrodescendientes en todo el continente, salvo contadas excepciones.

Así la geografía del oprimido estaría compuesta a nivel continental por cuatro grandes sectores sociales marginados: las comunidades originarias, las comunidades afrodescendientes, las comunidades campesinas y las comunidades de las periferias de las ciudades. Deben ser en total cerca de las tres cuartas partes de la población, por lo que, por su condición de pobres y marginados del sistema, les cabe el perfecto derecho de organizar otro modelo social desde sus espacios geográficos-sociales, lo que podemos llamar un re-diseño de lo histórico social a partir de sus realidades específicas y del intercambio horizontal directo entre ellos, donde las actuales fronteras y aparatos de estado no tienen nada que hacer, muy por el contrario, pues se oponen a la expansión de su libertad encerrándolos en las convenciones del poder establecido.

Esta red de la diversidad de identidades es imposible apresarla en un pensamiento único o programas unitarios, lo que sería un proceso inútil, por lo que cabe a cada una de ellas proyectarse hacia adelante con su cosmovisión hacia el control y la administración de los territorios inmediatos, abandonando los criterios fronterizos, por ejemplo, una encuesta nacional sobre un tema significa un reconocimiento implícito de las fronteras dentro de las cuales se realiza la actividad, y, por lo tanto, la legitimación de sus instituciones. Resulta más conveniente concentrar toda la actividad pública en regiones determinadas de corto alcance, como son los ejemplos de Tambogrande en Perú o Esquel en Argentina o Lacandona en México.

Tampoco parece prudente a esta altura del campeonato establecer geograficamente los límites de las comunidades, pues sería meramente proposicional y no la manifestación de la capacidad real de cada comunidad para desarrollarse, lo que dependerá de su auto-organización, su cosmovisión, la autogestión, la horizontalidad y el respeto para el uso de la tierra, las aguas, los bosques, las empresas, etc. La relacion mapu – che, esto es, tierra – gente, no se establece por kilómetros cuadrados, lo que sería un factor cuantitativo, sino a través de las formas en que el agrupamiento se entrelaza internamente y de como todos juntos establecen esa relación con la Pachamama, pues de lo contrario se puede producir una relación de propiedad, o sea de exclusividad excluyente, de aquí hasta allí es nuestro, de allí para fuera de ustedes o de quien sea. Quien aprende en el grupo a relacionarse con la tierra, las industrias y las cosas como proyección de las propias relaciones internas, aprende también a cuidar y respetar a otros que también se entrelazan con otras partes de la Tierra fértil o de las ciudades o de la tecnología en otros lugares. No se trata de garantizar la sobrevivencia cerrando el paso a otros que puedan también venir y habitar un tiempo o para siempre con nosotr@s, sino de adaptarse al medio, pues también cada cierto tiempo la comunidad crece y nuevas personas presentan nuevas exigencias y necesidades.

Así el control de territorio, campo, barrio o ciudad, por parte del poder popular de una comunidad, no se determina por la extensión ni por la capacidad de abrir y cerrar el acceso de otros, sino por la acción que se realiza en dicho territorio, cómo podemos vivirlo plenamente, lo que hoy es imposible, y por eso la lucha de la resistencia no es sólo aguantar los embates del capital, sino imponer esas nuevas formas de relaciones y de vida en las localidades.

Esas discusiones de futuro, de como va a ser o de como debería ser o hasta donde va a llegar, ocupan mucho espacio en el papel y en la fibra óptica, y siempre va a ser un debate impropio, pues corresponde a los sujetos sociales en su cotidianeidad, cuya construcción o reconstrucción como tales es al mismo tiempo la auto-conciencia de ser y estar en el mundo, por lo que parece más adecuado establecer con todos ellos y entre todos ellos vínculos horizontales que no sólo intercambien ideas y experiencias, como receptores inteligentes de los mensajes llegados y que podemos procesar en nuestro chip, sino que se hagan dueños de los espacios y contenidos de la circulación de los mensajes, esto es, el campo de las comunicaciones. Así el fortalecimiento de las formas alternativas de contacto horizontal (comunicaciones, encuentros, etc) no sólo es de mútuo beneficio, sino que construye la constancia y la permanencia de la horizontalidad, hacen el tejido de la nueva sociedad, y, por lo tanto, contribuyen al desarrollo de la conciencia y de la comprensión general que cada comunidad se hace del mundo, lo que permite perfilar con más propiedad a los sujetos emergentes, no sólo ante los ojos de un observador externo o investigador para escribirlo y vender un libro, sino entre ellos mismos. La auto-conciencia de las comunidades como una realidad ontológico-cultural, o sea, una identidad, soy y existo, somos y existimos, pensamos y vivimos, es un paso fundamental para su proyección hacia la realización plena de su ser, no en el sentido cultural pequeño burgués de la proyección estrictamente individual, sino a través, claramente atravesando, del cuerpo social. El indidividuo no puede proyectarse, realizarse, crecer, alimentarse, ser feliz, en la soledad de su ombligo, que representa el corte de la unidad biológica y al mismo tiempo representa el inicio de la unidad en el vientre materno del colectivo, sino en el permanente toque de antenas unos con los otros, como las hormigas, o de vibraciones, como las abejas, o de miradas tiernas, como nosotr@s.

Sin eso no es posible enfrentar a la sociedad dominante, pues ya no somos soldados de nuevas máquinas de guerra, sino el agrupamiento combativo de lucha por la sobrevivencia, agrupamiento de seres que no pierden su carácter esencial amoroso para salir a destruir otros cuerpos y con ello otras sensibilidades, sino que entienden que para crecer es necesario tener suelo y raíz. Pero para entender eso hay que verlo y vivirlo.

Nosotr@s somos como los árboles, sin suelo y sin raíz no crecemos ni vamos a ninguna parte, o, para decirlo en gramática más consensuada, no vamos a parte alguna. El establecimiento de las estructuras artificiales institucionales de dominación que vinieron a destruir nuestras formas y ritmos históricos, por su vez dio forma a esa otra geografía que comentamos, la geografía del oprimido, una geografía de prisioneros, desde la cual, obviamente, hay que reconstruir las fuerzas y salir a destruir las cadenas para recuperar la luz del sol y el viento, los ríos y las montañas, las ciudades y las fábricas.

Además de esos cuatro sectores que hablamos más arriba (comunidades originarias, periferia de las ciudades, etc.) la geografía del oprimido cruza todas las partes del sistema, así tenemos la explotación, discriminación y represión contra los trabajadores, la juventud, las mujeres, los homosexuales y lesbianas, y hasta los policías, como se vio en Bolivia, que sin medias tintas apuntaron y dispararon contra los soldados. La geografía del oprimido se manifiesta también en las familias, las escuelas, las iglesias y en general al interior de todas las instituciones dominantes, así nuestra convocatoria, digamos nuestro grito de batalla, debe también considerarlos a ellos. De ese modo la opresión no es meramente nacional o racial, que son sólo distintas formas de manifestarse, sino que presentan muchas otras modalidades. El hecho concreto es que nos meten a todos en la misma prisión. Los antiguos esclavos eran obligados a luchar entre sí en el circo, pero a la hora de insurgirse, sumaban fuerzas y atacaban a los guardias, escapaban y levantaban sus comunidades con gente de diferentes orígenes, se cuidaban las heridas y se amaban entre ellos.

Por eso parece importante caracterizar mejor aún estas breves notas provocadoras, para conocer mejor nuestra geografía por donde circular, luchar, escondernos y salir de toda partes a golpear a los que nos dominan, para que así la fuerza de nuestra historia se sume a la fuerza de la historia de otros, podamos tomar el presente en nuestras manos y garantizar que nuestros hijos claven profundamente sus raíces en la parte del continente o del planeta que quieran, donde otros también preparan sus tambores de guerra contra la guerra, contra toda opresión, y sabrán acogerlos de brazos abiertos, como nosotros acogimos a nuestros hermanos, los hijos de África, los hijos de Catalunya, los hijos de Euskal Herria, los hijos de Asia, en fin, los hijos de la tierra y de sus madres, que son también las nuestras.

A recuperar la tierra, clavar con fuerza nuestras raíces, hacer crecer con vigor el tronco de cada una de nuestras identidades y proyectar nuestra resistencia en la forma de muchos árboles que hagan un gran bosque impenetrable desde donde salgan los guerreros de la libertad a destruir la gran prisión, derribar las fronteras y volar como el cóndor.

Ni la Madre de la Bombas podrá contra nosotr@s.

Marichiweu!!

Abrazos.
Profesor J
profesor_j@yahoo.com

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