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Pensamiento asambleario en Argentina
(12
herramientas de autoorganización social)
gradocero
gradocero@riseup.net
.: Una
introducción
Argentina.
19 y 20 de diciembre del 2001. Más que una fecha se trata, para nosotros, de un
acontecimiento, de un punto de ruptura, de una apertura formidable hacia
devenires aún activos.
Incluso
para experiencias tan periféricas como gradocero, una publicación
esporádica y un difuso colectivo de pensamiento de la ciudad de Rosario.
A partir
del 19 y 20 todos nosotros comenzamos a participar, de manera espontánea, en
las asambleas populares de los barrios en que vivíamos. Sin que mediara
decisión alguna, el colectivo editorial de nuestra publicación devino un
colectivo de asambleístas barriales, un efecto de las asambleas.
Casi inmediatamente
comenzamos a proyectar un nuevo número de la revista, concebido como una forma
de contagio asambleístico, de “crecimiento por multiplicación” de la lógica
asamblearia.
Nuestra
hipótesis de trabajo era la siguiente:
Hay
pensamiento asambleario.
¿Qué
queremos decir con esto?
Al menos
dos cuestiones:
01. que hay cosas que pudieron pensarse
a partir de la existencia de las asambleas que no se pensaban antes
02. que hay cosas que se piensa en
las asambleas que no son pensadas afuera
Desde este
punto de partida iniciamos un proceso de búsqueda, de relevamiento de los
momentos de emergencia de ese pensamiento múltiple, pero también singular e
irreductible.
La
investigación devino intervención en julio del 2002, cuando publicamos un nuevo
número de la revista, con ocasión de la realización del 1er. Encuentro Regional
de Asambleístas de nuestra ciudad. Un intento de transversalización y
colectivización de las herramientas militantes producidas por el movimiento
asambleario hasta el momento.
Más que
intentar representar lo que las asambleas piensan quisimos presentar
algunas ideas, retazos, piezas que podían ser combinadas entre sí para componer
“máquinas de pensamiento asambleario”.
La forma
breve y concisa de los escritos, el carácter fragmentario y abierto del
conjunto, nos parecieron las maneras más adecuadas de disponer estas ideas para
que pudiesen entrar nuevamente en conexión con la praxis cotidiana de las
asambleas, en cuyo contexto habían sido producidas. Más que un sistema
coherente, un conjunto abierto y heterogéneo: herramientas desordenadas
esperando volver a entrar en conexión con las prácticas.
El
pensamiento asambleario surge intermitentemente en los textos que presentamos a
continuación, en los momentos en que dejan de ser escritos sobre las asambleas
y se vuelven parte de la experiencia asamblearia. En el punto en el que son
retomados por una asamblea en particular, para intervenir sobre una cuestión
específica.
Al poner
estos textos en disponibilidad para otros movimientos y experiencias militantes
esperamos aportar al enriquecimiento de esa “caja de herramientas global” que
la autogestión de la comunicación de las luchas está constituyendo en el mundo
entero.
El colectivo editorial de la revista gradocero
Febrero del 2003
.
.:
Habitabilidad
Es posible
pensar los sucesos del 19 y 20 como experiencias de deserción masiva del campo
de la representación. Como el “punto de catástrofe” a partir del cual una gran
cantidad de individuos decidieron declarar inhabitable el espacio organizado
por la lógica representativa.
En este
sentido, la consigna “que se vayan todos” revela muchas más cosas si nos
concentramos no tanto en su significado intrínseco sino en las relaciones entre
lo que podríamos llamar “el enunciado” y su “lugar de enunciación”. ¿Desde dónde
es posible sostener un enunciado como este?
“Que se
vayan todos” es la marca de que muchos de nosotros, a partir del 19 y 20,
comenzamos a vivir fuera de la sociedad del espectáculo, que es también
el mundo de la representación (la separación público/espectáculo es correlativa
a la escisión representantes/representados).
Pero una
vez declarado inhabitable el campo de la representación, una vez afuera, nos
encontramos con un nuevo problema: Este afuera es un desierto. Es decir, un
espacio que, en sus actuales configuraciones, es también inhabitable.
Por lo
tanto, dos son las preguntas que pueden organizar la experiencia de las
asambleas.
01. ¿cómo volver a hacer habitable la
representación?
02. ¿cómo inventar una forma de habitar
el afuera de la representación?
La primer
pregunta organiza vías de retorno y reforma. La segunda, caminos de invención y
fidelidad a la consigna originaria de la experiencia.
Creemos
que, si bien no se trata de polarizar innecesariamente entre estas dos
preguntas, tendencialmente, la efectivización del retorno al lazo
representativo cancela las condiciones que hacen posible la segunda pregunta. Y
además, la primer pregunta deja impensado su “lugar de enunciación”, no puede
dar cuenta del hecho de que estos nuevos modelos de representación sólo pueden
ser pensados a partir de ese éxodo violento y masivo de la representación misma
que protagonizamos el 19 y el 20.
Por otra
parte, asumir una relación de fidelidad con este éxodo implica cierto
“desenganche” de los tiempos y los espacios de la representación. La
posibilidad de generar ritmos propios y de autonomizar los recorridos
subjetivos de los momentos y las instancias organizados por el poder
estatal/mercantil.
.: Crecimiento por
expansión y crecimiento por multiplicación
Una idea
surge en una reunión de la asamblea de la Plaza de la Cooperación. Era una
reunión para hacer el balance de una actividad realizada por la asamblea: una
kermés en la plaza donde ésta se reúne, con puestos de venta de productos
artesanales, juegos para chicos y actividades culturales varias (recitales,
obras de teatro y espectáculos circenses). En la reflexión sobre la experiencia
se va pensando cómo la asamblea va creciendo no tanto por expansión sino por
multiplicación: en la kermés comienza a involucrarse gente que no
necesariamente venía participando de la asamblea. La comisión de la kermés deja
de ser “una parte” de la asamblea para convertirse en un espacio autónomo que
funciona con la misma lógica asamblearia. Se abren toda una serie de preguntas
en relación a cómo la asamblea y la kermés se interrelacionan y se
retroalimentan. Va apareciendo esta idea de “crecimiento por multiplicación”,
donde la asamblea va ayudando a que surjan otros espacios que se organicen de
forma horizontal y autónoma, una especie de crecimiento en red, donde cada
“nodo” de la red se asocia con otros para crear nuevos nodos. Esta
multiplicación tiene como condición que estos nodos sean espacios abiertos a la
participación de cualquiera, con lo cual se promueve la circulación de saberes
e invenciones entre las distintas experiencias. Espacios localizados donde uno
asume una posición ética que luego quiere continuar en los demás lugares que
uno habita. De esta manera se va produciendo el contagio: a partir de
participar en una asamblea barrial, de hacer esa experiencia, uno luego intenta
que sea esa lógica la que funcione en el trabajo, en la facultad, etc. Para
continuar este movimiento de reapropiación de espacios de la vida que hace
tiempo que no nos pertenecían.
.: Una
vida no-policial
Decimos
que el escenario central de la política representativa (la del Estado y los
partidos), con la figura de los políticos hablando aquí y allá, es precisamente
eso, un “escenario”, un espectáculo que se mira por televisión, se lee en los
diarios, se escucha en la radio, se comenta en cada opinión al pasar.
Alejarse
de esta relación, la del espectador-espectáculo, significa enfrentarse con la
policía. No ya la policía del gatillo fácil que, sabemos, acecha en cada
manifestación, en cada esquina del barrio, pues es esta la expresión más brutal
de algo que convive mucho más íntimamente en cada uno de nosotros:
El miedo,
el escepticismo, las jerarquías, la desconfianza y la sospecha generalizadas,
etc.
Los
sucesos del 19 y 20 nos pusieron en situación de apagar el televisor y salir a
la calle. Una experiencia singular relatada por un asambleísta en una reunión
puede servirnos para pensar esto: “La noche del 19, al principio del
cacerolazo, yo estaba en mi casa, siguiendo los sucesos por televisión. Tardé
en darme cuenta de que en mi barrio también estaban empezando a sonar de a poco
las cacerolas, recién cuando el sonido comenzó a ser más fuerte que el del
televisor pude convencerme y salí corriendo a la esquina. Esa fue la manera en
la que me empecé a involucrar en lo que estaba pasando.”
Las
asambleas, como continuación del espacio abierto a partir de los cacerolazos,
pueden ser pensadas como un paso en la construcción de una vida autónoma, fuera
de la “representación”, fuera del “escenario” de la política tradicional, una
vida no-policial.
.: Autoorganización
abstracta y autoorganización específica
Las
asambleas barriales no son los únicos espacios de autoorganización hoy
existentes. Muchas organizaciones piqueteras, sindicales, estudiantiles,
sociales, cooperativas, etc. intentan hoy organizarse según esta misma lógica
¿Cuál es la singularidad de las asambleas entonces? Tal vez se trate de que no
tengan ninguna. La “singularidad” de la asamblea quizá sea, justamente, que es
un espacio de “autoorganización abstracta”, que no surge a partir de una tarea
específica. Nunca se sabe del todo qué rumbo puede ir tomando una asamblea, si
su próxima actividad será una compra comunitaria, un escrache, una encuesta o
la participación en una marcha. La asamblea puede funcionar como el espacio
donde uno va para encontrarse con otros y generar espacios de “autoorganización
específica” (p.ej. las comisiones de trabajo) surgidos, estos sí, a partir de
una actividad concreta.
.: La
asamblea como red
Cuando la
Asamblea Interbarrial comenzó a experimentarse más como un obstáculo al
desarrollo asambleario que como un factor de potenciación de los procesos en curso,
las asambleas comenzaron a pensar formas alternativas de coordinación
interbarrial, no ya a partir de la construcción de niveles verticales (asamblea
barrial-asamblea interbarrial-asamblea nacional) sino intentando complejizar la
horizontalidad, generando flujos de comunicación y cooperación transversales
entre las asambleas. Empieza a circular la idea de “construir en red”.
Intentando pensar esto con un grupos compuesto por asambleístas de distintos
barrios, durante una reunión zonal de asambleas, surge una idea interesante:
además de pensar la construcción interasamblearia en red, se abre la vía de
pensar a la asamblea misma como una red: un espacio de articulación y
entrecruzamiento de prácticas, saberes, experiencias. Incluso las comisiones de
asamblea pueden también pensarse según esta lógica. Se va componiendo entonces
un modelo “fractal” donde en cada escala se va multiplicando la misma figura
organizativa: la red como el potencial intercambio desjerarquizado entre todos
los puntos que la componen.
.: Las
asambleas como espacios de producción de afectos
En las
asambleas se debaten y se construyen proyectos, luchas, espacios pero también,
y esto tal vez no sea percibido de manera inmediata, se producen afectos. Hay
un tipo específico de afectividad que resulta del encuentro, el diálogo y el
trabajo en espacios horizontales, sin jerarquías (ni económicas, ni culturales,
ni sexuales, ni generacionales). En las asambleas no se ponen en suspenso las
identidades, sino el sistema de jerarquías que las organizaba. De este modo,
jóvenes y viejos, hombres y mujeres, trabajadores y desocupados, etc.
encuentran un espacio radicalmente distinto en el cual desarrollar relaciones
entre sí que van mucho más allá de las tareas puntuales que la asamblea desarrolla
en cada momento. Esto es lo que denominamos “un tipo específico de
afectividad”, una nueva manera de estar juntos, de ser con otros.
.:
¿quiénes somos “nosotros”?
En las
asambleas la gente se va encontrando. Y se va configurando un “nosotros” que no
opera por construcción de identidades homogéneas sino por agregación de
recursos diferenciados. Hablando de las compras comunitarias Ignacio Lewkowicz,
historiador de Bs. As., plantea una definición de ese “nosotros” que nos parece
muy cercana:
“La dimensión
del nosotros proporciona una potencia de enorme valor. Pero no es que se
reconozca lo que cada uno es sino que se valorizan las herramientas que cada
uno tiene, y eso subjetivamente es muy potente. Aquí se suman operaciones y no
personas: la cuestión no es uno o muchos sino que es la composición de las
operaciones. No se trata de un nosotros constituido por personas, por yoes.
En nuestro
libro,
al final, en Sobre las dificultades de un movimiento colectivo tratamos
de pensar qué es nosotros. Por un lado, “nosotros” es la persona
gramatical más ambigua porque puede ser “yo y tú”, “yo y él”, “yo y ellos”, “yo
y ustedes”. Pero el problema no es tanto qué personas entran sino ver cuáles
son las prácticas que se llaman nosotros, qué máquina se produce como nosotros.
Y a partir de todo esto habría que pensar esa máquina como composición de
operaciones y no como composición de personas.”
Frente a
esta forma de constitución colectiva, se opone algo que a nosotros nos gustaría
calificar como “obstáculo específico”: la subjetividad asistencial. La
subjetividad asistencial consistiría en pensar que siempre que hacemos algo,
tenemos que hacerlo no para nosotros sino “para otros”. La práctica asistencial
siempre organiza la experiencia dividiendo a quienes participan de ella según
dos categorías: el asistente y el asistido. De esta manera, siempre se está
buscando a quienes tienen “más necesidades que nosotros”, a alguien al que identificamos
con la carencia y con el desvalimiento, para poder ayudarlo. Esto ayuda a
cristalizar esto lugares diferenciados del asistente y el asistido. El par
asistente/asistido hace serie con los pares representante/representado,
dirigente/dirigido, etc., obstruyendo la lógica del proceso asambleario.
Esta
obstrucción (y las operaciones que se realizan para sortearla) aparece de
maneras muy concretas en la experiencia asamblearia: para nosotros no se trata
de oponer un “nosotros” de identidad asistencial con un nosotros de identidad
autosuficiente. En ambos casos, se trata de un nosotros cerrado que, a lo sumo,
intenta sostener ciertas relaciones con el exterior. En cambio, el nosotros
compuesto de prácticas es un nosotros abierto, sin configuración estable, que
es constantemente capaz de incorporaciones, que rompe con la lógica del
“adentro” y el “afuera”. Y esto tal vez sea una de las potencialidades más
interesantes de las asambleas como espacios de autoorganización.
Los nosotros
identitarios son nosotros constituidos por homogeneidades, nosotros que se
hacen fuertes cuando todos se parecen entre sí, cuando piensan lo mismo. El
nosotros de prácticas es un nosotros compuesto por diferencias. Si se
homogeneiza, pierde su potencia que se encuentra, justamente, en la riqueza que
producen personas diferentes, con recursos distintos, funcionando
cooperativamente. En este sentido, las relaciones con quienes no forman parte
de ese nosotros siempre se hace a partir de la siguiente pregunta: ¿bajo qué
condiciones ellos y nosotros podemos empezar a construir un espacio común en el
cual “ellos” dejen de ser “ellos” y “nosotros” dejemos de ser “nosotros”,
pudiendo componer nuestras diferencias?
Una
situación donde se ponen en juego estas lógicas:
En las
asambleas de los barrios céntricos, compuestas en su mayoría por gente que
solía ser “de clase media”, comienzan a ensayarse relaciones con gente que vive
en barrios periféricos pero que cirujean
en la zona. Algunas de estas experiencias de relación adoptan el modelo
asistencial, “hay que hacer algo por ellos”. Por ejemplo, la organización de la
basura, separando los residuos no comestibles de los restos de comida. O
recolectando ropa y alimentos que son distribuidos el día de reunión de la
asamblea.
Pero otras
experiencias intentan componer un nosotros entre “pobres” y “gente de clase media”,
experiencias de producción conjunta (por ejemplo, un proyecto de elaboración de
milanesas de soja) que tienden a que, a partir de las herramientas y saberes
diferentes que cada uno pueda aportar, se produzca una hibridación que suspenda
las identidades fijas y nos permita encontrarnos con las potencias propias y
ajenas, convertidas en potencias colectivas.
.: La
asamblea como espacio intergeneracional
“Eso es algo que al poder lo
aterroriza,
cuando los pibes se juntan
con la experiencia de los más
viejos.
No pueden hacer nada contra eso.”
Un asambleísta de Plaza de la
Cooperación
Desde el
principio, en muchas asambleas se pudo notar la confluencia en este espacio de
generaciones distintas. Jóvenes universitarios/desocupados/etc. y gente más
grande, de la “generación de los ´70”. Creemos que la asamblea permitió un
encuentro inédito entre estas dos generaciones. Inédito en el sentido de que
fuera de las asambleas estos encuentros se producen según un sistema de
jerarquías (familiares, laborales, etc.) mientras que en las asambleas, a
consecuencia de su horizontalidad, estos órdenes estaban trastornados. Si una
generación es, más que una franja etaria o intervalo de edades, un conjunto de
formas comunes de plantear problemas y soluciones, en las asambleas conviven
superpuestas y yuxtapuestas estas formas, pertenecientes a distintas
generaciones. No hay forma de organizar, a priori, la validez de todos estos
recursos. Son cada una de las prácticas y las intervenciones las que van
definiendo, caso por caso, su pertinencia. De esta manera, la asamblea va
produciendo las hibridaciones, las configuraciones intergeneracionales que
mejor se adapten al desarrollo mismo de la experiencia asamblearia.
.: El
“devenir minoritario”
de las asambleas
Cualquiera
puede empezar una asamblea. Las asambleas parten de ser un cúmulo de soledades
que dejan de ser soledades cuando se organizan a sí mismas para hacer algo. Esa
es la condición mínima de cualquier organización autónoma. Las asambleas
barriales se organizan a partir de gente que vive cerca. Pero también existen
otras formas de asociarse con otros. Por ejemplo, según los lugares donde uno
trabaja, o donde uno estudia, etc. o según las cosas que uno le gustan
(intereses éticos, estéticos, etc.) La cuestión es que la suma de todas estas
organizaciones no componen una totalidad. Uno puede vivir en un barrio,
trabajar en otro y estudiar en otro. Por lo tanto, más que una idea de
sectorización del campo social se podría pensar en un entramado de redes
superpuestas, una multiplicidad de planos donde lo más frecuente sea que cada
uno de nosotros participemos en varios, experimentando diversas formas de
asociación, pensamiento y construcción colectiva.
.:
Sobre las intervenciones de los partidos políticos en las asambleas
Hay una
alteración en las formas de intervención de los partidos políticos a partir del
surgimiento de las asambleas, así como lo hubo luego de la emergencia de los
movimientos piqueteros. Proponemos elaborar algunas hipótesis sobre esta
alteración, sobre las configuraciones específicas que la lógica partidaria
adopta en el medio asambleario.
Asambleas
y partidos funcionan con lógicas diferentes. Los partidos buscan (o dicen)
representar a cierta cantidad de
individuos (una clase, un sector, toda la sociedad) y, en litigio con los otros
partidos, ocupar (vía elecciones, vía golpe, vía revolución) el Estado y desde
ahí definir la organización de la sociedad en general. En las asambleas no hay
representación sino presentación. Lo que hace que una asamblea exista y funcione
es que sea participativa (no representativa). Y tampoco busca ocupar el Estado
y desde ahí organizar la sociedad “en general” sino autoorganizar las
relaciones dentro de colectivo singular y las relaciones con otras asambleas.
Entonces,
las relaciones entre partidos y asambleas se pueden dar de dos maneras:
• o los
partidos representan y conducen a las asambleas, orientándolas hacia la
ocupación del Estado
• o las
asambleas absorben las estructuras partidarias (o al menos parte de ellas)
obligándolas a funcionar bajo la lógica participativa
Esta
última opción termina siendo mucho más efectiva que la de intentar construir
espacios “puros”, expulsando a los partidos, ya que ahorra el tiempo y la
energía de la confrontación y además, permite que las asambleas puedan
apropiarse de ideas y saberes de los partidos, reinscribiéndolos bajo su propia
lógica.
También es
más difícil de producir en concreto: ¿cómo se hace para que cada militante
partidario funcione con lógica asamblearia? ¿Cómo se hace que el militante
partidario que llevamos dentro (que es en general, la forma dominante de la
politización, por lo tanto su forma espontánea en “condiciones normales”)
funcione con lógica asamblearia?
Por ahora,
la clave sería absorber más que enfrentar.
Un problema
adicional: los partidos de izquierda, hasta el surgimiento de todas estas
formas de autoorganización (asambleas, movimientos autónomos de desocupados,
tomas de fábricas, etc.), se concebían a sí mismos mayoritariamente como
“partidos de masas”. La idea era que la ocupación del Estado (y el subsiguiente
cambio social) se volvería posible acumulando la mayor cantidad de personas
posibles dentro del partido. “Acumular” era la práctica militante básica. La
participación en cualquier espacio social estaba orientada por esta tarea. Pero
creemos que actualmente se ha operado un desplazamiento: del “partido de masas”
al “partido de cuadros”. No se trataría ya de absorber la totalidad del
movimiento sino de hegemonizarlo, es decir, disputar la dirección del movimiento
y lograr que éste adopte el programa elaborado por el partido. De este modo,
los partidos pasan a concebir a las asambleas como “organismos” donde “las
masas” eligen democráticamente uno u otro programa, una u otra dirección. Lo
que queda excluida de esta concepción es la posibilidad de que las asambleas
sean sitios de elaboración, además de lugares donde uno puede elegir
entre propuestas elaboradas exteriormente. Porque si las asambleas producen sus
propias orientaciones, son imposibles de ser direccionalizadas desde su
exterior.
.:
Sobre la relación asambleas/Estado
Un breve
relevamiento de las diversas posiciones ensayadas hasta el momento por las
asambleas ante el Estado:
01. El exigitorio
Una serie de tácticas que se
organizan no ya para peticionar sino para exigir que el Estado realice
determinadas acciones.
02. El control de gestión
De manera fragmentaria, algunas
asambleas comienzan a pensar en mecanismos de control de la gestión, no sólo de
los organismos del Estado, sino también de las empresas privatizadas.
03. La reabsorción
Sostenida en la pregunta “¿cómo
volver a hacer habitable la representación?”, esta posición busca una
reformulación del sistema representativo (pensada algunas veces en términos de
reforma política, otra en recambio de dirigentes y a veces por la vía de
fundación de nuevos partidos políticos) de manera que vuelva a tener capacidad
de alojar a quienes hoy construyen espacios de autoorganización.
04. La prescripción de una distancia
La insistencia en la consigna “que
se vayan todos”, más que una exigencia, tiene el valor de sostener la distancia
que separa a las asambleas del campo de la representación.
05. La utilización como recurso
Algunas asambleas ensayan tácticas
que consisten en la elaboración de proyectos autónomos pero no descartan la
“utilización” de ciertos recursos estatales, que se vuelven disponibles a
partir de la lucha o el aprovechamiento de intersticios y resquebrajamientos en
la lógica estatal. (Un poco a la manera en la que los movimientos de
desocupados autónomos hacen uso de los planes trabajar para sostener sus
experiencias de construcción de nuevas formas de vida social).
.: Después de las
asambleas
Se nos
ocurren varios “después” posibles. No tanto como predicciones sino como presencias
actuales de proyectos que hoy circulan en las asambleas. Sin pretender ser
exhaustivos, podemos pensar en cuatro:
01. Disolución
Las asambleas, o su gran mayoría,
desaparecen. Pero queda una memoria latente, una experiencia de masas sobre
autogestión, autoorganización disponible como recurso para ser empleada en
situaciones futuras.
02. Mutación
Las asambleas se redefinen a partir
de su actividad principal: compra comunitaria, biblioteca popular, publicación
barrial, espacio de diálogo, etc. De alguna manera, esto es lo que está
sucediendo en muchas asambleas, que encuentran en cierta actividad su “potencia
específica” y delimitan de esta manera su campo de acción, concentrándose en la
intensidad y no tanto en la extensión. De producirse tal delimitación, la
asamblea muta, se convierte en otra cosa: un espacio de autogestión local que
se sostiene en una tarea específica.
03. La asamblea como espacio de
iniciativas populares
La asamblea se convierte en un
centro de intercambio y elaboración de propuestas, en un nudo de una red de
experiencias barriales de autogestión. La idea sería que lo que hoy por hoy son
las comisiones se autonomizan de la asamblea, dejan de ser “partes” para ser
proyectos en sí mismos. Y la asamblea se convierte en el lugar donde uno va a
encontrarse con otros para proponer o inventar actividades o para informarse
sobre las ya existentes. La asamblea ya no sería la generadora de estas prácticas
sino un espacio de socialización, de intercambio de información sobre los
espacios del barrio que desarrollan estas iniciativas.
04. Reabsorción en el lazo
representativo
Esta posibilidad está presente
tanto dentro de las asambleas como desde fuera de ellas, en los partidos, los
medios de comunicación y en el Estado. En palabras de un funcionario del Estado
nacional “toda esta gente que participa de las asambleas lo que tiene que hacer
es organizarse en partidos que defiendan sus intereses”. Las formas de retorno
al campo de la representación son variadas: las asambleas se podrían convertir
en instancias fiscalizadoras o de control de la acción del Estado y de las
empresas privatizadas o se podrían fundar nuevos partidos políticos surgidos
“desde el corazón” de las asambleas. Esta sería la única de las posibilidades
con las que seríamos abiertamente críticos. Queremos explicar porqué:
Si pensamos a las asambleas como la
negación de la representación, estas reabsorciones serían la cancelación
de la experiencia asamblearia, es decir, la negación de la negación de la
representación. La negación de la negación no nos devuelve, por supuesto al
punto de partida, la representación original, sino que produce una síntesis, la
“representación reformada”, que posiblemente sea aún más efectiva en su forma
de dominación y pasivización de los representados. No a pesar, sino justamente
a causa de la incorporación de ciertos mecanismos asamblearios o de democracia
directa. Probablemente, sea una representación más habitable que la que tenemos
(¿teníamos?). Pero, en todo caso, la
ruptura queda cancelada. Esa representación reformada no será la mutación de
las asambleas sino las huellas de su desaparición. Y los que sigamos intentando
ser fieles al 19y20 y a la experiencia asamblearia tendremos que inventar
nuevas rupturas.
© gradocero.
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