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La dignidad y el viento: Comunidad Mapuche Tehuelche Futa Huau
por ((Ivpress)) •
Saturday, Jul. 05, 2003 at 5:44 PM
ivpressafrica@yahoo.com.ar
Artículo publicado en la revista Caldenia el 26-5-02, página 4.
Thursday June 19, 2003 at 12:41 PM
La dignidad y el viento
A 160 kilómetros al noreste de Esquel, en la meseta chubutense, se levanta la comunidad mapuche tehuelche Futa Huau (Cañadón Grande). Unas veinticinco familias la componen, son las que resistieron los continuos desalojos o las que luego de estos retornaron a su lugar - tras ser condenadas a vivir en los barrios pobres de las ciudades -.
Cuentan sus habitantes que, a pesar del viento y la aridez del suelo, en los últimos años han aumentado las lluvias y las pasturas son mejores. Ellos aseguran que eso se debe a que recuperaron su ancestral forma de vida comunitaria, sus ceremonias y su territorio. Entonces, poco a poco, se restablece el equilibrio entre los diferentes elementos de la naturaleza, los newen.
Historia conocida
La historia de Futa Huau es muy parecida a la de cientos de comunidades originarias. Desde diferentes puntos del Wajmapu (territorio ancestral mapuche) llegaron, a fines del siglo XIX, a su lugar actual. Eran corridos por los ejércitos argentino y chileno, algunos desde la zona del Río Colorado, otros desde Azul (provincia de Buenos Aires) y otros desde la Gulu Mapu (actual Chile).
Poco a poco los alambrados de los terratenientes fueron avanzando y cercenando el espacio comunitario. Al punto que en 1980 Said Bestene – provisto de un comodato transitorio entregado por la provincia - se apropió de la escuela Nº76 levantada dentro de la comunidad y de 1000 ha. pertenecientes a la misma.
Los años pasaron y las familias de Futa Huau reclamaron cada vez con más fuerza. En 1997 ocuparon en Esquel las instalaciones del Instituto Autárquico de Colonización (IAC), los funcionarios se comprometieron a darles soluciones, que no llegaban. En abril de 1998 recuperaron el edificio de la escuela – que Bestene utilizaba como galpón – y en setiembre desalambraron las 1000 ha. Tras estas acciones fueron acusados de usurpación, pero más tarde fueron absueltos.
Caldenia visitó la comunidad, habló con su gente y hoy comparte con sus lectores los testimonios de Alcira Sánchez y su hijo Rubén Antipan, werken (mensajero) de Futa Huau.
“nos hacemos cargo de una lucha”
Rubén Antipan es uno de los nueve hijos de Alcira Sánchez. Tiene poco más de treinta años y conoce bien la diáspora a que son condenados los mapuche en su propio territorio, la vive cotidianamente. Hace un año retornó definitivamente a su comunidad, al quedarse sin trabajo en Esquel, no había motivos para quedarse en la ciudad.
Como el resto de su comunidad está convencido que la lucha llevada adelante en Futa Huau debe permanecer en la memoria de su pueblo y servir de motor para seguir adelante.
“Hicimos todos los trámites y como la justicia no respondía como tenía que responder la comunidad decidió pasar a la acción. Invitamos (en setiembre de 1998) a otras comunidades - estuvieron Vuelta del Río, Costa de Gualjaina, Sierra de Gualjaina, Gualjaina – y nosotros decidimos desalambrar mil hectáreas.
Ahí logramos llegar a un acuerdo con el gobierno y la justicia. Pero tuvo que pasar eso para que respondan. El gobierno nos entregó el edificio de la escuela y la justicia salió a favor de la comunidad, las tierras fueron devueltas legalmente.”
¿Actualmente cómo es la relación con el Estado?
RA: Hoy seguimos exigiéndole que cumpla con los compromisos que tiene con la comunidad, por ejemplo, refaccionar la escuela. La comunidad la recuperó para darle funcionamiento, para que fuera habilitada de vuelta. También exigimos que haya un puesto sanitario. Porque acá, en invierno, es muy difícil llegar hasta Gualjaina si se enferma alguien.
¿A qué distancia están de Gualjaina?
RA: Estamos a 80 kilómetros.
Y el camino en invierno se hace intransitable.
RA: Sí. Han tomado el compromiso de arreglar el camino. Hicieron una parte y no cumplieron con lo que se comprometieron.
Los gobiernos van y vienen y la comunidad sigue exigiendo. Algún día tendrán que cumplir los pedidos que se han hecho.
¿Los niños de la comunidad dónde estudian?
RA: Tienen que ir a la Escuela 137 (en Costa del Chubut), que es un internado. Uno de los pedidos que hemos hecho es que haya un vehículo para trasladar a los niños. Al no tener un vehículo en época invernal es todo un sacrificio, uno no puede ir a visitar cada tanto a los chicos. Salir de a caballo es difícil porque el camino es intransitable.
Si lográramos tener un vehículo podríamos traer a los chicos desde el viernes a la tarde hasta el domingo a la tarde, que uno se haría cargo de ir a dejarlos.
¿Y a qué distancia está el internado de la comunidad?
RA: Está, más o menos, a unos 70 kilómetros.
Pero más allá de las promesas sin cumplir, ¿algo habrá cambiado en la vida de la comunidad desde la recuperación de tierras?
RA: Los procesos son muy lentos, cambiar de la noche a la mañana es difícil. Pero a pesar de lo difícil que está hoy la situación del país, y la nuestra en las comunidades y en las ciudades, nos hacemos cargo de una lucha.
Tenemos que seguir luchando y haciendo cosas. Por ahí salen bien, por ahí no salen tan bien, lo importante es hacer cosas. Y dentro del ámbito comunitario la idea es poner en práctica todo lo que pertenece a la comunidad.
“hasta la puerta tuvimos que recuperar”
Alcira Sánchez nació en Futa Huau hace cuarenta y ocho años. Estudió en la escuela de la comunidad, cuando las paredes del establecimiento eran de barro, y su maestro fue el pampeano José Luis Rosso. Cuando tenía dieciocho años fue desalojada junto a su familia, pero volvió y hoy es kona, denominación que antes recibían los guerreros y en el presente se le da a los miembros más activos de una comunidad.
Cuando los desalojaron, ¿hacia dónde los corrieron?
AS: Nos mandaron a Esquel. Donde estamos nosotros ahora no había ninguna casa, los habían sacado a todos. Quedó escuela y puros ancianos. Y como los ancianos no hablaban Bestene les quitó todo, hasta el agua (les impedía el acceso al arroyo Cañadón Grande).
Hasta el cementerio.
AS: Sí, ese cementerio tiene que estar afuera del alambrado, son todos muertos de la comunidad los que están ahí encerrados.
¿Bestene en qué momento llegó a esta zona?
AS: Llegó como en el ‘70, porque cuando nosotros nos fuimos de acá estaba Mature, pero no tenía cerrado todo esto.
Poco a poco ustedes volvieron y empezaron a reclamar. ¿Por qué decidieron recuperar la escuela?
AS: Porque una hermana (Marcelina Llanquen) decidió volver a su tierra y nosotros la apoyamos. La escuela no era de Bestene fue siempre de los pobladores.
Cuando ocuparon nuevamente la escuela sólo quedaban las paredes.
AS: Las paredes y el techo... Hasta la puerta tenía Bestene en su estancia. La escuela estaba toda sin puertas.
¿Fue sencilla la recuperación?
AS: No, fue brava. Varios tuvieron miedo y se fueron. Yo dije: “Yo no me voy. Si me toca pegarle a los milicos, le voy a pegar. Si nos pegan ellos, les vamos a pegar también nosotros, no los vamos a dejar pegar solamente”. Y me quedé con los chicos. Ya teníamos los garrotes listos.
Nos llenaron de milicos. “¿Qué van a hacer?”, le dijimos, “si no estamos peleando a nadie, estamos reclamando lo justo”.
¿Qué le daba fuerza para luchar?
AS: Muchos años fui piuchen (representaba un newen durante las ceremonias) en este lugar, en la casa de mi tío y en la casa de mi papá, donde hacían kamaruko. De ahí saco la fuerza siempre.
Y ahora que han recuperado la escuela, ¿en qué han cambiado sus vidas?
AS: Cambió mucho. La autoridad no nos molesta, no tiene nada que venir a hacer porque para eso está el jefe de la comunidad (lonko).
El viento sigue soplando y hace sentir aun más el frío. En poco tiempo llegará la nieve y los pobladores deberán quedarse allí, aislados. Pero a pesar de las inclemencias del clima y la aridez del suelo, Futa Huau es la prueba de que cuando la dignidad echa raíz brota a pesar de todo.
Hernán Scandizzo