Julio López
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Critica a Tarcus
Por Philidor - Monday, Sep. 08, 2003 at 4:58 PM

Critica hacia los pensamientos del señor Horacio Tarcus

El diccionario de Horacio Tarcus debe de ser bastante pobre, yo no gastaría plata en el. Si bien no defiendo a la izquierda me parece que decir que toda ella embrutece los conflictos sociales es una generalización típica de un desinformado antes que de un intelectual. No toda la izquierda tiene tácticas ultraizquierdistas de lucha. El hecho de que ciertas agrupaciones hallan influido en el fracaso de Brukman (por poner un ejemplo) no quiere decir que todas las demás organizaciones usen esas tácticas suicidas típicas de dogmáticos y ultraprincipistas que no saben caracterizar la situación y por lo tanto no saben medir las fuerzas, o bien de gente que tiene intereses foquistas y que hace de las acciones espectaculares su caballito de batalla, lástima que las acciones espectaculares solo sirven para la noticia de la tarde y después pasan a ser una efemérides sin que se halla podido acumular fuerzas de ningún tipo.
En cuanto a que Zamora no tiene un sostén teórico sólido, no se si estoy de acuerdo, creo que si bien Zamora no tiene intenciones (por ahora) de construír un partido Leninista, pienso que sus tácticas con respecto al parlamento burgués y la manera en que se deja manipular y a la vez manipula a los medios es, a mi modo de ver, una táctica muy Leninista (leer al Lenin post 1917). El que crea que no se puede manipular a los medios ignora que los medios son construidos y manejados por humanos que cometen errores y que están inmersos en luchas interburguesas que tenemos que aprovechar.
Que Zamora no tiene una estructura partidaria sólida, es verdad, o por lo menos así lo veo yo, ese es su talón de aquiles.
Después Tarcus dice que el riesgo de Zamora es que se convierta en un personalista (si es que no lo es ya) pero después en el mismo párrafo Tarcus dice que también el riesgo es que Zamora y su discurso se vaya acomodando a la demanda de la gente que lo vota. ¿En qué quedamos Tarcus? O es personalista y se hace lo que el dice o acepta las demandas de la gente o que?.
Por otro lado, decir que es posible un trasvasamiento (de valores) entre Zamora y Macri porque ambos se muestran como ajenos a la corporación política (independientemente de si esto es verdad o no) es un insulto a la capacidad mental de gran parte de los que votaron a Zamora, capacidad mental que seguramente es mucho mas grande que la de Tarcus que se cree muy inteligente pero que no lo es. Tarcus menciona la palabra “acuerdo” (Zamora-Macri) refiriéndose a las cualidades de transparencia, democracia, acto de servicio como si el hecho de que ambos tuvieran esas cualidades (por supuesto que no las tienen) fuese un “acuerdo” en sí, el uso de esta palabra apunta a confundir al lector de la entrevista. Señor Tarcus, es usted el que apunta a confundir y no Zamora, sépalo bien.
Que la crisis de representatividad tiene potencialidades que pueden ser extraordinarias pero que también puede haber otras que son terribles es verdad pero yo apuntaría más a las abstenciones, a los votos en blanco y nulos antes que a la gente que votó por Zamora, hubo pueblos con alto voto bronca en el 2001 que este año salieron a la calle a pedir que venga la gendarmería a reprimir, hubo distritos ultra conchetos de capital federal que en las elecciones de octubre del 2001 se expresaron con el voto bronca (Belgrano con el 30,56%, Barrio Norte con el 29,52%, Recoleta con el 28,83%; al revés en Villa Lugano la cifra fue del 22,84% bastante por debajo del promedio porteño que es de 27,2%) esos distritos son los que hicieron que el cerdo, perdón, perro Murphy gane en capital federal las elecciones presidenciales de este año. Ahí esta la crisis de representatividad en su máxima expresión y no tanto (aunque no eximida del todo) en el voto a Zamora.
Consultado Tarcus sobre que valores encarna Zamora para que pueda llegar a ser atractivo por gente de derecha, responde que la imagen de honestidad y de estar fuera de los negocios es lo atractivo para esa gente. Señor Tarcus, empiezo a dudar de su inteligencia, usted considera que las personas de derecha valoran a alguien que esta fuera de los negocios?. Por otro lado, usted cree que esa gente de derecha por más confundida que pueda estar ideológica o políticamente no vea en el binomio Bullrich-Murphy o en Macri una opción más cercana a su derechismo?. Usted es estúpido o solo intenta confundirnos o ganar plata vendiendo diccionarios?.
Cuando usted dice que hay un punto de contacto entre Macri y Zamora porque la gente supuestamente los “impulsó” para que prestaran “servicios” a la sociedad, dice que la gente hizo una “demanda” de ellos. Eso es totalmente FALSO en el caso de Macri ya que a Macri lo crearon los medios (y el dinero que compró esos medios) mientras que a Zamora no lo crearon los medios en el 2001 (si bien durante el 2002 le dieron mucha pero mucha manija a Zamora) en el 2001 Zamora fue votado masivamente pero no gracias a la televisión y ciertamente no gracias al dinero. Esa es la diferencia con Macri y eso es lo que usted es incapaz de analizar señor Marcus porque se nota que le falta mucha calle además de neuronas.
Es verdad que la mayoría de los votantes en este momento votan por la imagen y no por un programa político, eso es verdad aunque habría que analizar también porque el resto de la izquierda que hizo una campaña a toda máquina (y que también venden imágenes) logró una elección pésima.
Tarcus dice que Zamora no tiene ninguna propuesta para hacer, que su propuesta es hacer lo que la gente decida. Bueno, entonces Zamora TIENE una propuesta que es la de hacer lo que la gente decida, acaso es eso antidemocrático?, no se si es Leninista esa propuesta pero es una propuesta al fin, aunque sinceramente por lo que me han contado no creo que Zamora valla a hacerla realidad, aunque pudiese. Se lo puede acusar de prometer cosas impracticables pero no de no tener propuestas, además cualquiera que halla recibido un volante por la calle de Autodeterminación y Libertad sabe que Zamora si tiene propuestas.
Que las masas hallan apoyado a grandes dictaduras es verdad (y así les fue) pero entonces ya entraríamos a discutir Schopenhauer y Nietzsche.
La gente no sancionó a Zamora por no presentarse a las elecciones presidenciales y por no votar la anulación de las leyes que amparan a los genocidas porque esta desinformada, pero de haber conocido el argumento que Zamora dio para estos actos tampoco lo hubieran sancionado, todo lo contrario, lo hubieran apoyado más aún ya que sus argumentos son de lo más lógicos. En cambio que argumenta usted señor Tarcus para presentarse a las presidenciales?.
La izquierda no esta condenada a la desaparición, cierta izquierda sectaria esta condenada al fracaso pero en sí la izquierda tiene para rato es mentira que los militantes se mueren de viejos y no hay quien los continúe, se nota que el señor Tarcus nunca se molestó en ir a ver un mitín político de izquierda se hubiera percatado de que esta lleno de pendejos. Tarcus, no hable de lo que no sabe.
Tarcus dice: Al inicio del siglo XXI, comunismo y trotskismo no quieren decir nada, son realidades del siglo XX totalmente superadas.
A mi me parece que Zamora utiliza métodos Leninistas y también otros métodos ligados al autonomismo. Lenin escribió que hay que ser flexibles en las tácticas (capítulo X del Infantilismo). Zamora debió aprenderlo de el y el resto de la izquierda envidia a Zamora por su éxito, el MAS recientemente lo llamó un “tapón”, yo creo que el tapón son ellos con sus comportamientos ultraizquierdistas en las pocas asambleas a las que van.
Que una suma de sectarismos hacen uno grande es verdad y no solo en la izquierda se ve esto, también hay grupos de autonomistas (no todos) que son extremadamente sectarios y su unión (si es que fuera posible porque veo que tienen los mismos vicios que la izquierda) daría lugar a un sectarismo gigante (asúmanlo muchachos, las masas no son autonomistas, sino porque creen que gana el PJ?) (y no digo con esto que hay que pasarse al PJ).
En cuanto a que la izquierda fractura los movimientos, es verdad, pero algunos autonomistas y el resto de la gente también lo hacen, me parece que es una endemia nacional.
Con respecto a que es necesario negociar en el momento de mejor relación de fuerzas, es verdad Tarcus, por fin concuerdo en algo con usted y por fin usted concuerda con Lenin, los sectarios y los ultras (sean de la ideología que sean, autonomistas, izquierda, etc.) no entienden esto, pero sectarios y ultras hay en todos lados, no toda la izquierda es sectaria y/o ultra y no todos los autonomistas son sectarios y/o ultras.
Y no toda la izquierda le tiene horror a la palabra negociación, el que usted me diga esto me demuestra que solo conoce una parte de la izquierda, entonces puedo decir que usted NO CONOCE A LA IZQUIERDA y si escribió un diccionario sobre ella seguramente es cualquier cosa y el que lo compre estará tirando el dinero.

Adjunto a continuación el texto con el que intento polemizar.
http://www.lafogata.org/
Tarcus y las elecciones
"La izquierda tiene el cerebro oprimido por el pasado"
Horacio Tarcus, director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda (CEDINCI) analiza las últimas elecciones porteñas y la participación de la izquierda. Cree que "el éxito de Zamora es proporcional a su vacío político" y le encuentra puntos de contacto con el voto a Macri.
Sobre el resto de la izquierda, dice: "Fue más gente a escuchar a Fidel que lo que recolectaron en las urnas." Considera que la izquierda "embrutece los conflictos sociales" al empujarlos a situaciones imposibles, en lugar de buscar soluciones reales. Reconoce la voluntad de los militantes, pero sigue sin encontrar una izquierda "pluralista, democrática, inteligente, que
recupere el sentido común". Un análisis polémico sobre el presente y el futuro.
LAVACA.ORG
Horacio Tarcus acaba de ganar la beca Guggenheim con el proyecto de elaborar un diccionario biográfico de la izquierda argentina. Su meta es terminarlo en un año. Antes de iniciar esa enorme y meticulosa tarea, se tomó un tiempo para analizar qué significó el tercer puesto de Luis Zamora y la pésima elección de la izquierda tradicional en las elecciones porteñas.
El director del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda (CEDINCI), la biblioteca más importante sobre socialismo, anarquismo y marxismo que existe en el país, conoce el paño como pocos y aceptó este diálogo en el que -también meticulosamente- no deja
Militante con cabeza.
-¿En estas elecciones le llegó el "que se vayan todos" a la izquierda?
-Creo que en parte se mantiene abierta la crisis de representatividad que estalló en diciembre de 2001. Ya no hay la efervescencia social, ni el movimiento de asambleas que se suscitó entonces, pero el tercio de
ciudadanos que no fue el domingo a votar habla de que aquello sigue existiendo. Puede ser que para algunos no era imprescindible votar en esta instancia, y sí lo harán en la segunda vuelta.
También que una parte del ausentismo se deba a la falta de depuración de los padrones, pero lo cierto es que el índice de ausencia fue más alto que el esperado. Y también diría que parte del voto a Macri y del voto a
Zamora puede expresar a sectores inmersos en esa crisis de representatividad.
-¿No fueron votos ideológicos?
-No. Por supuesto que no. Se dieron dos cosas: por un lado la virtual licuación de los grandes partidos, el peronismo y el radicalismo. Por otro lado, hubo una desideologización de la política, expresada en el voto
que va a veces a la centro izquierda o a la centro derecha pero no por cuestiones ideológicas. Los discursos de los candidatos, de forma más o menos
consciente, expresan esto. Que Zamora insista en que no es de izquierda es una expresión equívoca, porque él no elaboró un discurso teórico de la post-izquierda.
Entonces, cuando alguien que es una figura emblemática de la izquierda dice que no es de izquierda, invita a la confusión. Se está moviendo sin un sostén teórico sólido, sin una estructura partidaria que lo sostenga,
sin un campo de debate. En cambio, se mueve mucho con el diálogo con la gente.
Suele responder a las preguntas de los periodistas diciendo: "El otro día me paró un señor en la calle y me dijo...". Por un lado eso es bueno porque habla de una persona que está dispuesta a escuchar a la sociedad, pero tiene un riesgo, además del riesgo narcisista y personalista: que el discurso se vaya acomodando a las demandas de las personas que lo votan. Con Macri pasó
algo parecido, tampoco se admite como un representante de la derecha.
-Y ahora Macri convoca a Zamora. ¿Es mero oportunismo, como le dijo Zamora, o expresan algún valor común? ¿El hecho de que los dos se muestren como ajenos a la corporación política los hace ver como parecidos por alguna parte del electorado?
-Creo que se lo puede leer como un síntoma de un trasvasamiento posible.
¿Por qué no? Si hay ciertos acuerdos básicos sobre la transparencia, la democracia, el acto de servicio. Hay un margen de votantes de Zamora que puede votar por Macri o un candidato más a la derecha. La crisis de
representatividad tiene potencialidades que pueden ser extraordinarias pero también puede haber otras que son terribles.
-¿Qué valores encarna Zamora que pueden ser atractivos para un ciudadano de derecha?
-Zamora construyó este apoyo electoral sobre la base de una imagen de honestidad, de transparencia, de confianza, de estar fuera de los negocios y, de algún modo, también había logrado colocarse por fuera de las
internas de la izquierda. Su salida silenciosa y no ostentosa del MST le permitió volver a emerger como una figura independiente, crítica, que escuchaba a los
vecinos y que aparece públicamente por demanda de la propia gente: "La gente lo impulsó".
Ahí hay un punto de contacto con Macri: un empresario que estaba tranquilo, en su casa, con su familia, y es llamado a prestar servicio a la sociedad.
Hay contacto en esa personalización de la política. Y el votante, cada vez elige más por este tipo de imágenes, de identidades, y no por líneas políticas o programas. Se vota una cabeza y ahí vienen los demás. Nadie sabe
quiénes son los ocho legisladores que ingresan con Zamora. Ni siquiera los que seguimos de manera más profesional la vida de la política y de la izquierda.
-¿En un momento donde no se le perdona nada a la clase política, ¿por qué Zamora no tuvo costos electorales por haber dividido su bloque, por haber revertido su posición de no presentarse a elecciones y por haberse
abstenido de votar por la anulación de la Obediencia Debida y el Punto Final?
-Tiene que ver con la misma despolitización que mencionaba. Un típico candidato izquierdista se hubiese visto en la obligación de argumentar ampliamente sobre esto, de escribir, de discutir. Él aprendió a moverse
como un político mediático, a no hablar de esto aún cuando le pasaban la factura en el mismo debate entre candidatos. Lo sacó fuera de la agenda.
Siguió postulando su imagen, la plebiscitó, sigue construyendo con eso.
Y toda esta discusión quedó en el terreno más político-ideológico, entre quienes están al tanto de este tipo de debates. En realidad, yo diría que en el tema de las leyes se abstuvo porque aplicó la lógica de la vieja
izquierda trotskista de la cual proviene. Argumentó que él había presentado una ley más completa, que la había redactado antes, dando a entender que Patricia Walsh se había apropiado de su ley, que hubo una negociación a
la que a él no invitaron.
Es una argumentación pobre, sectaria. Su lógica política sigue siendo la del viejo izquierdista, pero hay una gran habilidad para aparecer como una figura mediática, desideologizada, honesta. Pero no tiene ninguna
Propuesta para hacer. Su propuesta es: "nosotros vamos a hacer lo que la gente quiera hacer, lo que la gene decida". Las propuestas del MAS en los 80, eran exactamente lo mismo.
Pero es casi una paradoja de Russell. Porque vos también sos parte de la asamblea. ¿Qué le proponés a la asamblea, qué quisieras? ¿Que la asamblea vote cualquier cosa? La masa puede ser sumamente voluble. Aún las grandes dictaduras tuvieron apoyos de masas. Esta postura tiene dos problemas.
Por un lado el costado demagógico y, por el otro, que es una forma muy hábil y mediática de esconder que no se tiene qué proponer. El éxito de Zamora es proporcional a su vacío político. La gente no lo sancionó porque creo
que esto se ha naturalizado.
-¿Y por qué se sancionó a los partidos de la izquierda tradicional?
-Excepto Patricio Echegaray, mantuvieron su vieja identidad ideológica, política y organizativa. El número de votos que obtuvieron es inferior a la gente que movilizan. Va más gente a escuchar a Fidel que lo que
recolectaron en las urnas. Esas estructuras ya no organizan, no comunican. ¿Zamora es la solución? Si se trata de meter personas de izquierda en la legislatura
o en el parlamento, es un éxito. Pero me parece que es otra vez como la experiencia del MAS en los 80, un gigante con pies de barro.
Los partidos tradicionales de izquierda no tienen crecimiento, esos viejos militantes de izquierda se van muriendo y sus hijos no continúan esa pauta de comportamiento. Diría que esto, si no tiene un techo político, tiene un techo biológico... Esa izquierda está condenada a la desaparición. Yo creo que el éxito de Zamora se debe a que se corrió de esa franja y le habla
al ciudadano común, en términos democráticos, con un vago discurso autogestionario.
-¿Por qué marca una excepción con Patricio Echegaray?
-Echegaray lleva a cabo una gestión muy curiosa, vinculándose a los grupos de militantes que promovieron la Ley de Unión Civil. En principio resultó muy llamativo que el comunismo, un partido con una estructura tan tradicionalista en cuanto a la sexualidad y la vida cotidiana, un partido tradicionalmente antifeminista, antiminorías sexuales, con una ideología
patriarcal, consiga un diputado y ese diputado se vincule a feministas, a transexuales...
Me parece importante señalarlo y ver todo lo que tiene de positivo. Lo curioso es que este tipo de políticas no tengan correlato con estructuras, pensamientos y programas de organización política. Uno no sabe si es
una iniciativa personal de un diputado, cosa rara en un partido tan centralista y jerarquizado como el Partido Comunista. Sin atreverme a decir que se trata de una política oportunista, porque la verdad es que el giro es
bastante grande, lo que no se ve es congruencia.
-Ese giro tampoco se tradujo en votos. Echegaray quedó afuera.
-Es verdad. Me parece que ese giro no tuvo gran visibilidad. Y para el electorado tradicional del Partido Comunista, por lo menos para gran parte, debe ser un horror. Mientras que para los más jóvenes, que ven esto positivamente y lo alientan, votar a las viejas estructuras no tiene demasiado sentido. Es solo una pequeña brecha, una pequeña lucecita que uno ve en una estructura muy antigua. Solo le podría sumar votos en otros sectores que no lo visibilizan.
-¿La izquierda tiene vocación de crecimiento? ¿O la conquista del poder es una cuestión retórica?
-Hace muchos años que es retórica. Incluso, en términos históricos. El Partido Comunista Argentino la última vez que habrá soñado con tomar el poder fue en los años 20. Después, se transformó en un grupo de apoyo de los
intereses soviéticos en la Argentina. A lo sumo había una intención a formar parte de gobiernos de coalición donde el comunismo podría acceder a algún ministerio o representación parlamentaria. Distinto es la izquierda de los años '60 o '70, ahí sí hay vocación de poder. El trotskismo hace décadas que la perdió.
En el MAS hubo una especie de imaginario insurreccionalista a destiempo, bastante trasnochado. El MAS se derrumbó por esa distancia que había entre ese imaginario insurreccionalista y la realidad. Se derrumbó y se partió en mil pedazos. Hoy hay como una especie de interna trotskista, donde cada una de las fracciones en las que se dividió el MAS y el Partido Obrero pretenden
mostrarse como el camino más correcto de la reconstrucción del verdadero partido de masas. Eso es imposible para el mundo de hoy.
Al inicio del siglo XXI, comunismo y trotskismo no quieren decir nada, son realidades del siglo XX totalmente superadas. Me parece que a la izquierda
tradicional, Zamora la desconcierta porque demuestra una fórmula exitosa, desembarazándose del trotskismo, de la izquierda. Esto incomoda a la izquierda porque le demuestra que es posible un crecimiento. ¿Pero crecimiento a qué precio? Al precio de un gran vacío, de ser un síntoma más de la crisis de representatividad.
-¿No hay otro camino que el vacío político o la fórmulas dogmáticas y arcaicas?
-Ese es el gran dilema y apuesto a que haya otro camino. Pero no veo en este momento, ni siquiera en forma incipiente, la corriente política que comience a acumular en este sentido. Hay muchos que no sabemos qué votar, dónde poner una cantidad de energía militante y vocación política y social. Entre el vacío político de Zamora y el dogmatismo congelado en el tiempo, ¿no es
posible construir una izquierda seria, democrática, pluralista, crítica, inteligente, que recupere el sentido común? Es un espacio vacante y no se vislumbra que vaya a surgir por reformulación de los partidos
tradicionales.
-¿Se equivocó o acertó Zamora al no aceptar aliarse con la Izquierda Unida?
-Desde su lógica de acumulación, acertó claramente. Desde el punto de vista de la recomposición de la izquierda se podría decir que se perdió una oportunidad, como dijo Vilma Ripoll al día siguiente a las elecciones.
Pero yo creo que las alianzas electorales entre grupos de estas características tienen un techo muy bajo.
Uno podría decir que la experiencia de Izquierda Unida es mejor que nada.
Pero no hay voluntad de construir espacios frentistas reales. Son partidos que se unen electoralmente pero siguen jugando una pulseada interna. No necesariamente tienen políticas comunes en el frente de militancia.
Esto tiene una larga tradición, desde el FREPU en el 85. Aquí los frentes son más paródicos que reales y una sumatoria de sectarismos puede formar un sectarismo gigante.
La lógica misma por la que están construidas estas organizaciones, la matriz leninista de pensar la política que tienen tanto el Partido Comunista como las organizaciones trotskistas choca con la idea de un frente. Una izquierda que hace de su diferencia con el grupo de al lado su punto de honor, es difícil que esté dispuesta a luchar codo a codo con otras corrientes.
Tienen una lógica de permanente diferenciación y difícilmente puedan hacer un frente, porque ya bastante le cuesta sostener su propia organización del riesgo de la división permanente.
-¿A qué se debe esa necesidad de diferenciarse con tanta vehemencia?
-Es una mezcla de cosas. Estas organizaciones necesitan
autoreproducirse a toda costa. Los tipos que hoy se siguen definiendo como comunistas, trotskistas, maoístas, tienen una carga sobre sus espaldas gigantesca.
Son como los últimos depositarios de una tradición que se ha muerto en casi todo el mundo, los últimos mohicanos de una batalla que se perdió.
Hoy el mundo es otra cosa y si bien siempre hay luchas sociales y políticas, tienen otra forma, otros sujetos y otra simbología. Creo que estos tipos están sosteniendo una mochila tan pesada, una identidad tan rígida que
-como decía el viejo Marx- les oprime el cerebro. Es el pasado el que les oprime el cerebro. Dentro de esa lógica hay una suerte de disputa imaginaria de un
patrimonio y un poder igualmente imaginarios. Disputan una herencia que ya no existe, ya no hay nada por cobrar.
-La izquierda estuvo más presente en todas las luchas sociales después del 19 y 20 pero eso tampoco se tradujo en votos ¿Por qué?
-Por un lado hay que reconocer esa voluntad militante que los ennoblece: van, ponen el cuerpo cuando les pegan, el esfuerzo, los pocos recursos que tienen, van presos... Pero al mismo tiempo esa lógica política de
fracturar los movimientos los lleva a una intervención muy exterior, muy desde afuera.
Es una lógica que se termina mostrándose improductiva, mezquina e impotente para los propios actores sociales del conflicto, salvo en aquellos casos que son ganados por las organizaciones.
Porque la lógica es intervenir el conflicto, tratar de dirigirlo y ganar la mayor cantidad de dirigentes para, dentro de esa pulseada de la izquierda, decir en su periódico implícita o explícitamente: "nosotros controlamos este conflicto". Además cuando la lógica de los propios actores del conflicto intenta una solución negociada, lo más digna posible dada la relación de fuerzas, la izquierda suele intervenir forzando el conflicto y llevándolo hasta una situación imposible. Creo que esto le hace un enorme daño al conflicto social.
-¿Cómo se evidencia ese daño?
-Le hace un enorme daño no entender que siempre hay una relación de fuerza y que los conflictos no se pueden sostener durante un tiempo muy largo.
Es necesario negociar en el momento de la mejor relación de fuerza, y negociar conquistas. Después hay que volver a una cierta normalidad, para volver a la lucha cuando se recuperen fuerzas y se esté en mejores condiciones.
La lucha del conflicto permanente, que dura semanas, meses, años, la pueden sostener los aparatos pero no los sujetos sociales. Las personas necesitan trabajar, vivir, volver a sus casas. Los únicos que viven en conflicto las 24 horas, en asamblea permanente, en la puerta de la fábrica, en vigilia, son los activistas profesionales. Una izquierda que le tiene horror a la
palabra negociación muy difícilmente pueda llevar adelante un conflicto.
Porque lo impulsa y se sacrifica en el momento heroico de la lucha, pero imposibilita la negociación. Teniendo en cuenta la derrota que se vive, en el retroceso en que estamos, con la desocupación que tenemos, en la crisis
que vivimos, se necesitan conflictos que se resuelvan positivamente.
Aunque no se consiga el cien por ciento de las conquistas.
Hoy los trabajadores no necesitan derrotas heroicas sino victorias parciales. Pero los generales de esta izquierda son los generales de las derrotas heroicas. Yo tengo más confianza en la sensatez de los sujetos
sociales que están dentro de los conflictos que en las líneas que bajan las organizaciones.
Cuando las organizaciones políticas capturan a un dirigente, la sensatez de ese dirigente, su experiencia, su credibilidad, su sentido de la solidaridad, se ven mediatizados por esta influencia. En vez de politizarlo,
lo que hace es aislarlo de sus compañeros. En ese sentido, la intervención de la izquierda es negativa. Pongo en la balanza las dos cosas: ponen el cuerpo heroicamente, se bancan la cana, la represión; pero embrutecen el conflicto.
-La izquierda dice que lo esclarece
-No lo esclarece. Cada uno de estos grupos quiere hacer un emblema de la lucha parcial y cuando este movimiento es derrotado van a hacer la lucha a otro lado. Van los mismos militantes a otro conflicto, hoy se plantan en la
puerta de una fábrica y mañana van a otra. Pero ahí quedan los sujetos sociales. A mi me interesa una izquierda que logre avanzar sobre seguro y ayude a reconstruir a los sujetos sociales en cada conflicto. Que crezca, en todo caso, como resultado de esa construcción. No sobre la base de la captura de los dirigentes.
-Pero si uno habla con los militantes de izquierda dicen que no se trata de captura, sino de construcción, de crecimiento político de los sujetos sociales.
-Una cosa es que un grupo de izquierda intervenga en una asamblea, que es totalmente legítimo, aportando su experiencia, prácticas, habilidades que el ciudadano que participa por primera vez no tiene: capacidad oratoria,
conocimiento para imprimir volantes, distribuirlos. Creo en una izquierda que se pone al servicio de la ciudadanía. Una izquierda que reconozca la crisis de la que se viene. Sobre la base de ese reconocimiento, debe
socializar lo que se tiene para aportar.
Otra cosa es hacer uso de esos saberes, habilidades, experiencias para controlar asambleas. Si el diagnóstico es que se viene de una derrota muy grande, de una crisis de identidad programática, teórica, y se intenta contribuir a una nueva cultura política es distinto. Más que captar, hay que hacer un nuevo tipo de dirigente, no profesional. La izquierda podría promover una construcción social de participación y liderazgo
colectivo.
-¿Para esta nueva izquierda el instrumento seguirá siendo el partido?
-Para nada. La forma está por inventarse, seguramente se apropiará de ciertas formas de los partidos, de formas más movimientistas y más moleculares. Sin duda, no tendrá la identidad rígida de la izquierda del siglo XX.

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