Julio López
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Quieren vender las tierras de la comunidad mbyá guaraní Jeji de Misiones
Por re: Grito Misionero - Thursday, Nov. 06, 2003 at 12:09 AM

Las tierras que Papel Misionero intenta vender en El Soberbio pertenecen a la comunidad Jeji. Los indígenas ya estaban en ese lugar cuando el gobierno de Puerta privatizó la empresa, indiferente ante el derecho de los paisanos.

¡Cuidado, que se vienen por más!

La aldea Jeji (Palmito) está ubicada en el límite oriental con Brasil, 42 kilómetros al NE de la ciudad de El Soberbio. Los paisanos se radicaron allí hace muchos años, cuando las tierras aún eran fiscales.

Desoyendo los permanentes reclamos del indio, en la oscuridad de los despachos de la última Dictadura, una gran superficie de lo que hoy se conoce como Reserva de Biosfera Yaboty, fue “otorgada” a varios entes oficiales. Una empresa celulósica de capitales mixtos, que estaba intervenida por los dictadores de entonces, Papel Misionero (PM), recibió el regalo de 10.397 hectáreas de bellísimos montes.


La fuerza de la ambición



Cuando en 1997 PM fue alcanzada por la turbia ola de las privatizaciones del neoliberalismo misionero, las selvas fueron vendidas y, como parte de ellas, la comunidad aborigen.

Dos años antes de rematar PM a precio de banana, en 1995, el gobierno puertista había declarado esos bosques –considerados por la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones de “extraordinaria diversidad y riqueza florística”- como Reserva Natural y Cultural, la primera y única del sistema provincial de áreas protegidas.

El gobierno, pudiendo haber aprovechado aquel proceso de privatización para dar cumplimiento a la Constitución Nacional y convenios internacionales que ordenan la devolución de los territorios a sus verdaderos dueños, los guaraníes, no lo hizo. Aún ante esa ocasión que se les brindó, la ambición fue más fuerte.



¡Inversores, abstenerse!

Los autores políticos de aquella privatización desatinada, descansan hoy sobre los beneficios del despilfarro de los 90. La venta de las “Selvas de Palmito” fueron para ellos un negociado más, de tantos.

El título de “propiedad” del Cuartel Guaraní está –en estos momentos- en una inmobiliaria porteña, esperando un interesado “dispuesto” a pagar el precio de 1.500.000 dólares por los bosques y la esperanza de Jeji. ¿Quién estará “dispuesto” a prestarse a semejante ignominia?

Los actuales gobernantes, herederos de este acto de injusticia que registrará la historia, tienen ahora otra oportunidad para repararlo. ¿Sabrán utilizarla? ¿Escucharán el grito de los pueblos originarios?

En cadena, una vez más y no será la última, las organizaciones sociales, ambientalistas e indigenistas estamos pidiendo que los posibles inversores se abstengan de adquirir estos bosques, mientras damos tiempo a la cordura y la reflexión de la sociedad.



Claudio Salvador







La tierra es de Jeji



Jeji espera. Juvenil Sosa, su cacique, sostiene que “... antes, Ñande Ru pe –Nuestro Padre- estaba de tierra hasta los topes y nosotros podíamos vivir en ellas... Nos íbamos de un lugar a otro; nos mudábamos más allá nuevamente, a otro lugar; cuando mermaba la caza, cuando faltaba la miel”.

Hubo un tiempo en que esto fue así... Ahora ya no podemos trasladarnos a otros bosques, por causa de las distancias, irnos a través de los bosques.

Por esas cosas estamos reclamando, nosotros. Es que, sin remedio, nos acostumbramos, nosotros los Mbya escogidos (y bienamados, porãngue’i) a los bosques interminables, después de haber vivido en ellos, hasta ahora.

Solamente en los bosques llevamos una existencia apacible; nos acostumbramos a vivir en los bosques. Y nuestros hijos también así viven más apaciblemente, y las enfermedades no nos llegan casi nunca. Si están los bosques, si los vientos sagrados soplan por aquí, siempre vivimos en forma excelente.

¿Sabés por qué nosotros pedimos por una gran extensión de tierras? Pues porque ya no tenemos sitios en donde cazar, ni en donde pescar, ni en donde recoger la miel. Hasta los frutos de los bosques faltan todos. Por todo esto. Para que pueda sobrar un poco, para nuestros hijos, para nuestros elegidos nietos.

¿Qué comíamos en los tiempos antiguos, nosotros? Pues comíamos los frutos del guavira, del ivaporu, del guaporeiti; la roja fruta del pindo. De esas clases de frutas solíamos comer, con todos nuestros nietos. Y queremos que ahora nuestros nietos sigan sabiendo qué es lo que comíamos.

Y Hasta aquí nomás yo haré escuchar mi palabra, mis compatriotas... para vuestro conocimiento, para vuestra reflexión.”



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