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VISPERAS
Por Hernán Scandizzo - Friday, May. 28, 2004 at 12:44 AM
herscan@yahoo.com.ar

El 25 de mayo unas 50 personas estaban reunidas en Loma del Tero, uno de los bordes de Esquel. Habían llegado de parajes y ciudades, de la meseta y la cordillera, de El Molle, El Bolsón, Lago Puelo, Vuelta del Río, Gualjaina, Costa del Lepá, Bariloche, Cañadón Grande, Buenos Aires, Costa de Gualjaina. Se reunían con la gente del lugar alrededor de dos fogones. El humo ascendía y se mezclaba con la niebla. No había amanecido aún pero desde el este llegaban algunos destellos de luz.

Se encontraban para celebrar un ngellipun, para comunicarse con los diferentes elementos de la naturaleza, para perpetuar la comunicación del hombre con su entorno, para reafirmar el ser mapuche. Pero esta reafirmación se hacía a 24 horas del inicio de un juicio histórico.

 

Desde la loma se veía la cuadrícula de la ciudad. La luz avanzaba y comenzó la ceremonia. Lentamente la ciudad despertaba mientras un manto de niebla cubría los barrios de Esquel. El ngellipun transcurría. Las banderas mapuche y mapuche tehuelche flameaban en el rewe.

 

El sol ya se había posado sobre los cerros cuando de fondo comenzó a escucharse el silbido de La Trochita que avanzaba con su carga de turistas hacia la estación Nahuelpan. El sonido de la vieja formación ferroviaria se mezclaba con la musicalidad de pifilkas, ñorkines, kulkul y kultrún. Poco después los afafán ahogarían las marchas ejecutadas a unos 600 metros por la banda militar que celebraba el 25 de mayo, el 194 aniversario de la conformación del primer gobierno patrio. La música de la tierra era perturbada por un sonido marcial. La historia del conquistador y el conquistado se repetía esa mañana, pero no se trataba de españoles y criollos sino del estado argentino y los mapuche. La historia se repetía en la larga rutina de 120 años.

 

Pero no había clima de resignación sino de resistencia en Loma del Tero, se hablaba de la lucha de los antiguos lonko y de la fuerza cobrada por quienes hoy se ponen de pie. Se recordó la caída del juez Colabelli y de la entereza de quienes enfrentaron y enfrentarán a la Benetton. Se habló del conflicto que atraviesa hoy la comunidad Motoco Cárdenas, que se resiste a ser usurpada por la Municipalidad de Lago Puelo. Se habló de muchas cosas, pero de una sola: no hay que cambiar de caballo a mitad del río. “Si el Pueblo Mapuche está de pie es porque no piensa arrodillarse”. Las palabras de los lonko de El Molle y Esquel llegaron a las fibras más profundas, lo mismo sucedió con el mensaje de Atilio Curiñanco.

 

Una vez que fueron levantadas del rewe las banderas la gente se trasladó al centro de la ciudad, a la ex Terminal, donde se realizaría la primera reunión del Foro de Políticas Públicas Indígenas. Allí debía determinarse quiénes participarían a nivel provincial y nacional en el diseño de propuestas para ser consensuadas con otros pueblos y luego presentadas al Estado. Pero la actividad convocada por la Comisión de Política Indígena se transformó en una charla informativa sobre la turbia jugada realizada el día anterior por punteros y dirigentes peronistas. Un grupo de hombres y mujeres mapuche de cuestionada trayectoria se había proclamado representantes de su pueblo - con el aval del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas y el gobierno provincial – y se garantizaban la intervención en un Foro al que no habían sido convocados.

 

El efecto K se manifestaba en Chubut de la mano del gobernador Das Neves... pero lo sucedido en el pretendido “I Encuentro de caciques...”  y el debate del 25 será motivo de otra nota. El tema es largo y excede el propósito de esta crónica.

 

Entre charlas, propuestas, discusiones y mates pasó el día.

 

El 26...

 

Otra mañana fría del otoño patagónico, la helada blanqueaba autos, techos, jardines, veredas y calles. El día para algunos transcurriría sin sobresaltos, sin cambios en la rutina. En cambio para otros la jornada comenzó antes de las 6, mucho tiempo antes de que el sol se asome. Esos otros se preparaban para el juicio histórico, un juicio del que hablaban tanto los medios locales como nacionales.

 

Desde poco antes de las 8 un grupo se concentró en torno a la pérgola existente en la plaza San Martín. Había banderas y pancartas, eran los mapuche y no mapuche que acompañarían a Atilio y Rosa hasta el Casino de Suboficiales de la Policía. Había caras de frío y cuerpos que se balanceaban con el inalcanzable objetivo de calentarse.

 

Cerca de las 8.30 abandonaron la plaza y avanzaron por la calle Mitre, algunos caminaban por la vereda otros por el asfalto. Doblaron a la izquierda al llegar al 9 de julio y ahí sí, todos marcharon por la calle, eran unas 30 personas, tal vez más. Eran los primeros en llegar. Enseguida otro grupo los siguió y así se llenó la sala del juicio. Y en las ventanas del edificio colgaron banderas y pancartas.

 

El ‘trámite’ no empezó a las 8.30, como estaba estipulado, pero tampoco mucho más tarde. Leyeron los autos de elevación. Tomaron juramento de decir la verdad a Atilio y Rosa. Acto seguido Rosa comenzó a declarar mientras Atilio esperaba su turno en una sala de 4 por 4, junto a los testigos convocados por ambas partes. Más tarde se produjo un enroque y Rosa tuvo que esperar fuera de la sala del juicio.

 

En la habitación de 4 por 4 se conjugaba la ansiedad y los nervios y se cruzaban miradas desconfiadas. Había ex funcionarios públicos y en ejercicio, agrimensores, terratenientes, administradores de estancia, puesteros, laburantes y el mentado oficial Quijón, número fijo en todo desalojo que se precie... Cerca de 15 personas esperaban sentadas.  Al principio los diálogos eran en voz baja pero con el correr de las horas se dieron con mayor soltura e intensidad. No importaba qué parte los había convocado, sabían que tenían para rato.

 

El primero en pasar fue Ronald Mac Donald, administrador de la Estancia Leleque, que se había mantenido serio y en silencio. Lo siguió un empleado de ese establecimiento de apellido Nahuelquir, que habita el puesto 11 arriba, ubicado frente al cuadro Santa Rosa. Hombre de pocas palabras que se veía muy serio también, se podría decir preocupado. Después los agrimensores. Muy lentamente se reducía el número de testigos.

 

Mientras esto sucedía, Ingrid Iglesias – ex titular de la Delegación Oeste del Instituto Autárquico de Colonización y Fomento Rural – hablaba animadamente y se quejaba porque no la habían llamado primero para declarar siendo la única mujer de la partida. En tanto el uniformado, al servicio de la comunidad, consiguió yerba y mate y convidó a los ocasionales contertulios. El hombre también se animó a la conversación amena y habló de los diferentes destinos donde prestó servicio y de las complicaciones que acarrean los traslados: los muebles se deterioran con tantas mudanzas y los chicos pueden comenzar el ciclo lectivo en una escuela, seguir en otra y concluir en una tercera. También abundó sobre resonantes hechos de sangre acontecidos en la zona y otras anécdotas propias del oficio.

 

Así pasaron cinco horas y media, entre cigarrillos y caminatas en círculo. De eso hablaban los testigos antes de prestar declaración.

 

En la sala del juicio, colmada por el público, se sucedían preguntas y respuestas. El canal local transmitía en directo el reality show de la usurpación. A las 14, cuando finalizó el desfile de testigos, se llamó a un cuarto intermedio hasta las 18, en que las partes realizarían sus alegatos. Pero otra persona se encargará de cronicar eso, mi experiencia de testigo había terminado.

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