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El show debe continuar. A cualquier precio.
Por Paranoia Significante - Sunday, Jul. 18, 2004 at 2:33 PM
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Crítica a los productos que circulan por los medios masivos. Este texto está dedicado al resumen del informe de Telenoche Especial transmitido por El noticiero del 13.

PARANOIA SIGNIFICANTE

...Contra la impunidad mediática



El show debe continuar. A cualquier precio.

El noticiero del trece, Canal 13

"Cuatro jinetes contra el Apocalipsis" es el nombre del informe presentado en la última emisión de Telenoche Especial (miércoles 23.30). Como es costumbre, un fragmento del programa fue retransmitido (o propagandizado) al día siguiente en los dos noticieros del canal.

Lo que sigue es una apreciación correspondiente al resumen repetido en ambos noticieros y no al informe en su totalidad, ya que lamentablemente omitimos el programa conducido por la legendaria pareja Mónica Cahen D´Anvers y César Mascetti.

La conductora de El noticiero del trece, Silvia Martínez Cassina, parecía orgullosa de que el trabajo de sus colegas hubiera "emocionado hasta las lágrimas" y adelantaba, para quienes no sabían de qué se trataba, que se vería la historia de cuatro chicos de la calle que fueron buscados a propósito del programa, ya que los mismos habían sido entrevistados por primera vez en el ’99.

La decepción que causó ver el resumen de este informe tal vez se deba adjudicar a las expectativas que se le atribuyen desde la presentación del noticiero. Dada la introducción de la periodista, se podía creer que la emoción a la que hacía mención se debía a que el siguiente fragmento mostraría los obstáculos que debieron sortear distintos chicos para llegar, por fin, a una situación más feliz. No.

Lo que mostraron fue que evidentemente no tienen presente ni futuro digno la mayoría de ellos y que hoy su vida es tanto más miserable que cuando entrevistados por primera vez.

"Show del dolor ajeno" sería más acorde como título para este informe "especial" (o cuanto menos a su resumen, ya que repetimos, no tuvimos oportunidad de "emocionarnos hasta las lágrimas" con la totalidad del programa). ¿O acaso por qué razón era la voz de Catalina Dlugi la que narraba las historias? Por cierto, el tono de su relato no varió respecto a sus comentarios sobre las infidelidades de Beckham o la presentación de la obra Peter Pan.

El resumen fue introducido como "cuatro historias que no permiten la indiferencia" y siguió con dos testimonios de cada uno de los menores: uno en 1999 y otro en 2004.

El Chino confesó a los trece años que jamás había tenido una casa, que su madre había fallecido y que no conocía a otros familiares. A los dieciocho, habiendo pasado la mitad de su vida "encerrado" en institutos de menores, según cuenta la periodista, el mismo chico habla de su soledad y sus miedos: "tengo miedo de no ser nada, como hasta ahora; todavía no soy nada". Con estas palabras terminó la historia número 1.

La siguiente es la de un nene de once años, Rodrigo. Se destacó que cumplió su sueño de viajar en avión (de polizón) y lo llevaron a su casa, de donde volvió a escapar (porque le pegaban) hasta que lo llevaron a un hogar. Luego de contar esto, Rodrigo dice "la historia se ha acabado" y Catalina retoma esta frase para concluir la historia número 2 sobre la imagen del nene: "su historia terminó demasiado rápido. Una lastimadura en la rodilla y una infección no tratada terminó con su vida". Fin de la historia número 2.

Inmediatamente, la periodista sigue: "el caso que más impresiona es el de Lili" [¡¿eh?! ¡¡Ho-la!! ¡La criatura de tu historia anterior se murió! ¿Hay algo más impresionante que eso?]. En el ’99, Lili era una adolescente de 14 años que quería consultar a una psicóloga para que la advierta acerca de cómo cuidarse para no tener hijos ya que empezaría a tener relaciones sexuales. Pero, "cinco años después Telenoche Especial la encontró embarazada de ocho meses. Su marido está preso. Sus otros tres hijos no viven con ella por orden judicial". Actualmente, la aún adolescente dice que "piensa en el futuro y es algo como que me pone una traba y no puedo seguir adelante. Pienso en el día nomás. No me entra en la cabeza porque yo hice esta vida. Cuando era chica para mí era una joda y ahora que voy por el cuarto hijo me pregunto por qué mi vida fue así. No me entra en la cabeza". Fin de la historia 3. Tal vez habría que explicarle a esta chica que todavía sigue siendo chica, que poco probablemente su vida haya sido una joda y que seguramente es ella quien menos responsabilidad tiene de la vida que está llevando.

La cuarta historia corresponde a Ismael, presentado por Catalina como "líder natural que buscaba proteger a sus compañeros del hambre y de los peligros". A los 21, el mismo joven trabaja en el Programa "Sin techo" del gobierno de la ciudad de Buenos Aires; está en pareja con una asistente social con quien tuvo un hijo.

"Ismael es el único que puede mostrar su felicidad", dijo Catalina. Pero no se trata de mostrar. Ismael no es el único que puede mostrarla, sino el único que puede sentirla. Los otros tres chicos, uno en un instituto de menores sin familia y sintiéndose nadie, el otro muerto y la otra en una clínica psiquiátrica, obviamente no son felices. Por eso, Ismael, que tiene trabajo, una familia y puede ayudar a otros, dice que es feliz. Él siente felicidad, y quien la muestra es el informe periodístico; el mismo que muestra la desazón de los otros y hace de eso un show.

Estas historias son lamentables. Pero mucho más lamentable es la falta de compromiso de estos periodistas para quienes la vida de estos pibes pasa únicamente por su aplicabilidad al espectáculo.

Cuando en 1999 el destino de estos cuatro chicos era desalentador, una mínima intervención hubiera cambiado el transcurso de sus vidas; por ende, "los cuatro jinetes contra el Apocalipsis" no hubiera existido, porque historias felices no miden alto en las escalas de rating.

Por acción u omisión todos somos responsables de estas historias, aun los periodistas. Cabe preguntarse si costó más trabajo rastrear a los chicos para volver a entrevistarlos o en el ‘99 hacer por ellos algo más que darles la oportunidad de salir en la tele. Si, como dice Catalina, estas "historias no permiten la indiferencia", es legitimo preguntarse cómo se la contrarresta en este informe, y si la "emoción hasta las lágrimas" se termina cuando finaliza el resumen (cual película romántica) o moviliza acciones tendientes a revertir estas situaciones.

Un periodista con cierto sentido de la responsabilidad no se hubiera animado a mostrar el resultado de su inacción; a menos que sólo pretenda un buen espectáculo. Pero, después de todo, algo hay que agradecerles. Es el hecho de saber que estos chicos existen. Salieron en la tele.

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