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Obedecer es ser cómplices
Por Hugo Alberto de Pedro - Friday, Jul. 23, 2004 at 4:39 PM
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Luchar por nuestros derechos ciudadanos es nuestro deber, como desobedecer civilmente es nuestra obligación ante las políticas diseñadas por unos pocos.

Obedecer es ser cómplices

Creo de todo corazón en el lema “El mejor gobierno es el que tiene que gobernar menos”, y me gustaría verlo hacerse efectivo más rápida y sistemáticamente. Bien llevado, finalmente resulta en algo en lo que también creo: “El mejor gobierno es el que no tiene que gobernar en absoluto”. Y cuando los pueblos estén preparados para ello, ése será el tipo de gobierno que tengan. En el mejor de los casos, el gobierno no es más que una conveniencia, pero en su mayoría los gobiernos son inconvenientes y todos han resultado serlo en algún momento.
Henry David Thoreau

por Hugo Alberto de Pedro

Ya llevamos catorce meses de anuncios estruendosos y de promesas en la Argentina desde que Néstor Carlos Kirchner se hizo cargo de la presidencia de la Nación. Algunos de ellos muy importantes y otros que tienen por finalidad entretener a la opinión pública e ir ganando tiempo. Sobre eso sabemos de sobra los argentinos.

A partir y a pesar de haber llegado con el apoyo prestado, por cierto indispensable de Eduardo Duhalde, para muchos -me permito no incluirme- se abría una nueva etapa en la vida de la República; abrigando las esperanzas de que podría diseñarse un nuevo “modelo de democracia representativa”. Vaya esperanza y vaya su representatividad.

Los tiempos son siempre tiranos y son los líderes los que deben disponer todas sus capacidades para corregir errores y establecer rumbos nuevos, indudablemente que no se logra con entretener a una sociedad entera con proyectos de largo plazo sino mediante políticas activas de acción política. Los de largo plazo deberían ser diseñados desde una genuina representación popular, la que no la tenemos ni por casualidad.

Entonces solamente podemos advertir que el proyecto de país se resume al proyecto particular del gobernante de turno, ese que indefectiblemente termina en buscar los caminos hacía la reelección bajo la mendaz oferta que se necesita más tiempo en el poder. Claro que no es una propiedad intelectual de los vernáculos políticos sino que en todos los países sucede algo similar. Con realizar una rápida mirada al contexto mundial podemos sacar nuestras propias conclusiones de cómo está el mundo.

Debemos entonces preguntarnos simplemente ¿Para qué llegan a dónde llegaron?

Si analizamos los cambios fundamentales de ésta gestión presidencial, y otra vez debo recordar que la política mediática tiene sus méritos, no podemos encontrarnos con aquellos que hayan permitido mitigar los problemas de las grandes mayorías que siguen debatiéndose en la pobreza y la desesperación de vida. Más allá que los ingresos a las arcas públicas son apreciables y considerables -mucho más de las esperadas y presupuestadas- ellas no han querido ser puestas al servicio de la sociedad toda. El concepto de “banquero” está más arraigado que el de presidente de la Nación en el caso de Kirchner. Esto ya lo sabíamos de antes y por desgracia no hay cambios en su manera de administrar y gobernar con respecto a la realizada en la provincia de Santa Cruz.

Los tiempos y las necesidades de los políticos son diametralmente opuestos a la de los “ciudadanos no políticos”, nosotros debemos desenvolvernos y luchar diariamente dentro de un marco diseñado desde las estructuras de los primeros que es siempre arbitrario y personalista. Para desgracia de todos, sus acciones tienen por finalidad aumentar su “poder representativo” y es por eso que pierden la calma cuando se reclama participación en las cuestiones públicas. Obvio, que es en esos momentos dónde nos refriegan en las narices que tenemos democracia y un estado de derecho que garantizan todo lo necesario, para agregar a continuación que existe la separación e independencia de los poderes del Estado. Latiguillo tan conocido como depreciado y despreciado.

Podemos advertir que los destrozados frentes que tuvo que hacerse cargo ésta gestión fueron y siguen siendo innumerables, por cierto por demás de conocidos por Kirchner que no puede -ni debe tampoco- hacerse el distraído y menos endilgar a los demás la calidad de “paracaidistas húngaros”, porque él forma parte de esa brigada de políticos hacedores de la actual situación. Nadie puede pensar lo contrario, a menos que no conozca o no recuerde su historial político.

El justicialismo, partido al que pertenece Kirchner, ha gobernado al país por algo más de trece años desde la recuperación de la democracia en el año 1983 y muchos de sus colaboradores han formado parte de los gobiernos -nacionales y provinciales- que se ocuparon más de las cuestiones del poder partidario y la entrega de nuestro futuro, que por llevar adelante proyectos de superación regional, nacional y continental. Ahí también están, para no faltar a la memoria, los radicales que por prácticamente ocho años han ocupado la presidencia de la Nación. Amigos, familiares, financistas, sindicalistas, empresarios y demás especimenes se han aprovechado durante más de veintiún años del esfuerzo de millones. Aunque al momento de tratar con los organismos de crédito internacionales, con las empresas que se han quedado con el patrimonio de todos, con los sindicalistas engordados y entreguistas y con la caterva legislativa confirmamos que cual es la prioridad que tienen, y de última cual es su verdadera pertenencia de “clase”.

Es por eso que no podemos creer cuando desde la máxima autoridad “democrática representativa” se nos pide ayuda, acompañamiento y que realicemos denuncias. Sencillamente porque no quieren ser ayudados solamente desean no ser criticados. Porque exigen que acompañemos “sus” proyectos y no los nuestros, lo que sugiere convertirnos en comparsa amorfa. Tampoco hace falta realizar denuncias porque ellos saben perfectamente en donde están los ilícitos y corrupciones porque son amamantadas desde sus propias entrañas.

Nosotros, ciudadanos comunes e hijos del pueblo, muy flaco favor le haríamos al presente y futuro del país si permitimos que nos sigan engañando muchas veces por conservar nuestros pequeños y efímeros intereses personales. Más allá que nos digan que estamos representados por legisladores municipales, provinciales y nacionales para llevar adelante nuestros mandatos sabemos que es una palmaria mentira, ellos actúan bajo la impronta de los poderes ejecutivos por acción u omisión. Más aberrante e indigno es que después de pedir el favor de nuestros votos nos ignoran y contribuyen a perfeccionar el estado de opresión reinante.

Debemos seguir cuestionando a éste sistema impuesto por las mayorías políticas, porque su perversidad está libre de cualquier duda; los hechos demuestran que es así y no de la forma que nos la quieren presentar.

El Gobierno Nacional sabe que el tiempo juega a su favor y va desgastando a la protesta social. El pueblo también sabe muy bien como plantarse y decir basta.

Luchar por nuestros derechos ciudadanos es nuestro deber, como desobedecer civilmente es nuestra obligación ante las políticas diseñadas por unos pocos.

Obedecer es ser cómplices.



23 de julio del 2004

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