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PrOgresismO, perOnismO, tranSversaLes, naciOnalismO pOpular y la izQuierda SiStémica
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico - Tuesday, Aug. 03, 2004 at 5:47 AM
nuevproyhist@hotmail.com

El capital te exprime, te encarcela y te mata. El estado te observa, te somete y te asesina. Por la absolución de MARTIN OGANDO y SERGIO SALGADO. Dirigentes estudiantiles de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

¿Hay posibilidad de una nueva dictadura militar en la Argentina? ¿Kirchner es de derecha? ¿Se acabó el movimiento mundial anticapitalista? ¿La acción directa es un comportamiento autónomo? ¿El sistema político global está mas fuerte o mas débil? ¿El capital-parlamentario es un nuevo genocidio silenciado? ¿Quiénes sostienen el capitalismo? ¿Cuál es el rol de la policía en el posfordismo? ¿La seguridad de la multitud es una seguridad antiestatal? ¿Avanza el poder constituyente?

 

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
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nuevproyhist@hotmail.com


Segundo envío:

Progresismo, peronismo, transversales, nacionalismo popular y la izquierda sistémica

Parte del material: Capital-Parlamentario, posfascismo y anticapitalismo

(primicia para Indymedia)

  

"Con la resistencia no alcanza,
sin contraataque, no hay victoria".

Jhon William Cooke.

"La fuerza principal de cohesión en las organizaciones

es el pensamiento. Si las instituciones estatales

sabían, las instituciones fluidas se definen por su

capacidad de pensar".

Ignacio Lewkowicz.

"Patria es Humanidad"

José Martí.

 

 

Nota para las compañeras y compañeros: publicaremos por partes en indymedia todo el material. La mayoría de las cifras se redondean para facilitar su lectura.

 

Trazos y devenires:
1) La acción directa y el orden capitalista.
2) Progresismo, peronismo, transversales, nacionalismo popular y la izquierda sistémica.
3) Cruje el sistema político.
4) El estado burocrático policial revisita a Thomas Hobbes.
5) Capital-parlamentario y endeudamiento. La guerra imperial como biopoder.
6) El coro variopinto que sostiene el sistema.
7) Con Kirchner estamos peor.
8) Delito, mercancía y Capital-criminal.
9) Acción y potencia. Seguridad y movimiento. La multitud contra el estado.
10) Insubordinación contra la policía como administrador del excedente social.
11) Desvalorización del capital, inseguridad y trabajo posfordista. La guerra como anomalía ordenadora.
12) La nueva derecha.
13) La multitud constituyente y la canalización estatal.

 

 

 

A la resistencia Irakí. A las mujeres y varones, niños y ancianos, jóvenes
y adultos, a quienes les debemos desde hace un año que el imperio no pueda
afianzar, por medio de la guerra, su dominio global. A la resistencia
mundial, que con su lucha, en cada rincón del planeta debilita la invasión contra Irak.

 

 

 

2) Progresismo, peronismo, transversales, nacionalismo popular y la izquierda sistémica.

 

"Las falsas luchas espectaculares entre las formas rivales del poder

separado son, al mismo tiempo, reales, en cuanto expresan el desarrollo

desigual y conflictivo del sistema, los intereses relativamente

contradictorios de las clases o subdivisiones de clases que aceptan

el sistema, y definen la participación que les cabe en su poder".

(...) "La única base actual de la ilusión leninista reside entre

las diversas tendencias trotskistas, donde la identificación del proyecto

proletario con una organización jerárquica de la ideología sobrevive

inquebrantablemente a la experiencia de todos sus resultados".

Guy Debord.

 

El Foro Social Mundial ya no es lo que fue. Las quintacolumnas del capital pululan en el movimiento alter-globalizador. El forismo como culto espectacular, el ejército de ONG's reformistas y los intelectuales del progresismo 'hard' o el autonomismo 'soft', con mucha prensa y poco escrúpulo, desfiguran las prácticas anticapitalistas.

Esta no es ingenuidad ni confusión. Sino una clara voluntad de desviar el instinto antagonista. El progresismo es el neoliberalismo por otros medios.

Mientras millones no pidan o consientan el absolutismo posmoderno, las dictaduras no tienen destino. Hasta acá, hay que reconocer, que contra todos los pronósticos y antecedentes de países como Argentina, con 50 años de tradición golpista, o del pueblo español con 40 años de franquismo en su haber, y ante momentos de descomposición como los de 2001, o durante la conmoción aterrorizadora del 11 M de este año en Atocha, ni aún así, tamaños traumas sociales gatillaron los viejos reflejos tiránicos.

Entre tanto, la cara amable de la progresía juega con cartas marcadas. La delgada línea entre reformismo y autocracia queda definida por el hilo rojo de la sangre autoorganizada de la fuerza de trabajo. La resistencia, creatividad e iniciativa de los productores de valor, dependerá al mismo tiempo, de su capacidad para cerrarle el paso al despotismo y de la constitución de lo que nunca ha sido.

Este pasaje entre tiempos capital-parlamentario, posfascismo y anticapitalismo no resultan una dinámica por etapas. En la era de la subsunción real del trabajo en el capital, de la sociedad en el mercado, del hacer bajo el comando directo del estado del capital, el conflicto social emerge como antagonía directa contra el poder político. Todo desmoronamiento del viejo mundo del "welfare state", la economía keynesiana, la ciudadanía fordista y la insubstancialidad del estado-nación, ponen a la orden del día ambos caminos a la vez: el refuerzo de lo decrépito por medios mas violentos o la consolidación expansiva de lo nuevo. Y cuanto mas cerca estemos de esta disyuntiva, mas pronunciadas serán las diferencias irreductibles entre capital-posfascista y autonomía-anticapitalista. Entre el estado y la multitud, entre totalitarismo-posfordista y la antagonía de un cambio social radical.

El poder es una relación comunitaria y no una cosa. El estado es un sujetador social, no un aparato neutral. Las formas políticas son parte de los procesos sociales. No van a quedar de un lado los patronos y sus gobiernos, y del otro, todos los productores y los desheredados. Sino que de producirse la tentación abiertamente autoritaria será impulsada y sostenida por la actual relación de poder. Que es lo mismo que decir que será apoyada por los empresarios y por millones de asalariados e indigentes que no entienden su existencia sino como esclavos del dinero. Una servidumbre que en momentos decisivos del cambio antisistémico se vuelve mas voluntaria que obligatoria. En el otro extremo, rompiendo el vinculo de sometimiento y dependencia capitalista, habrá otros millones de la multitud que los combatan mientras, que al mismo tiempo que resisten, intentan alumbrar un inédito proyecto civilizatorio.

Moviéndose entre los pliegues de esta atadura social llamada mercado, que perpetúa la prehistoria humana, está el progresismo. Desgarrando y desorganizando por dentro a los movimientos. Intentando cerrar con todas sus fuerzas y recursos la radicalización de las luchas.

Actúan como mediación entre la insubordinación y el poder. Ganan la confianza de los activistas para cooptarlos.

Funcionan como una plataforma móvil. Cuando se sienten seguros se encierran en sus palacios. Cuando perciben la debilidad de la forma representativa de dominio bajan la planchada a la conquista del autogobierno que los acosa. Un puente levadizo del que descienden un ejército civil de funcionarios, sindicalistas, periodistas, académicos y aún dirigentes de nuevos movimientos sociales, dispuestos a corroer y sofrenar las prácticas insumisas y la imaginación antiestatal.

El último 24 de marzo, dando testimonio que la historia no se olvida, se movilizan 70.000 personas a Plaza de Mayo. El mismo día, en el acto oficialista que entregó la ESMA para transformarla en museo de la memoria, se iza en sus dependencias la bandera con el rostro del Che. En Argentina se queman comisarias luego del accionar de los nuevos malditos mejores policías. Ha sido detectada, por buena parte de la sociedad, a las fuerzas militares y policiales como el núcleo duro de la muerte capitalista. Despreciado los militares y combatida la policía por la acción directa, el otrora reaseguro criminal, consentido por millones el 24 de marzo de 1976, se torna inútil

La representación del poder capitalista es como una cebolla recubierta por numerosas capas. Mientras los insumisos van desnudando al rey, aparecen nuevos escuderos de su majestad. Recordando viejos cónclaves de tahúres peronistas variopintos en los '90, muchos de ellos funcionarios menemistas y ahora conversos a la centroizquierda como su amo Néstor, el lunes 21 de junio en Parque Norte, se intentó reeditar como farsa, "La hora de los pueblos".

Según lo ordene la coyuntura, usando la imagen del abuelo Fidel, las barbas de Lula y las boinas bolivarianas de fondo, los transversales y la CTA se permutan. Practican el oficio de la componenda con ministros que regentean "al uso nostro" algún MTD. Usando, como Patria Libre o el MP20, sin ningún remordimiento para perpetuar la nueva alianza "nacional y popular" simbología guevarista. Inclusive, con el viejo conocido Luis Farinello, no se privan de hablar de imperialismo y liberación. Mientras, nos aleccionan, de que están para defender a un gobierno donde "Se han dado los primeros pasos para combatir el modelo neoconservador" y ayudan al presidente a luchar "Contra la oligarquía y por el no pago de la deuda externa". Para su desgracia la realidad es bien distinta. Con la devaluación Duhalde-Kirchner la distribución de la riqueza es la mas inequitativa en tres décadas, aumentó en un 20 por ciento la deuda externa, y se pagó en efectivo sumas record en el último año. ¡Gracias D'Elía! ¡Gracias transversales! ¡Gracias nacionales y populares!

Pero el pacto duró muy poco. No llegó a una semana. En la víspera de cumplirse dos años de la emboscada contra el movimiento de movimientos Aníbal Verón, un dirigente social es asesinado en el barrio porteño de La Boca. No importa si lo asesinó un sicario a sueldo de la patota bonaerense, o cualquier facción del PJ con la colaboración de la inacción de la policía. Lo que importa es que en cualesquiera de sus variantes lo mató el sistema político imperante.

Partidos estatalistas y fuerzas de seguridad comparten objetivos y beneficios consustanciales. Los políticos sistémicos nunca se desprenderán de los guardianes armados del orden capitalista. Al contrario, los militarizarán cada vez mas. Saben, como mandatarios del poder, que los necesitan para disciplinar a los que luchan, para garantizar la recaudación de la caja partidaria y las fortunas personales de sus dirigentes.

En La Boca murió un militante. Y el corresponsable político de su asesinato es su máximo referente: Luis D'Elía. Las alianzas con el PJ, una dirigencia feudalizada como en los '70, siempre terminan mal. Estos embusteros no respetan los pactos. No tienen códigos. Al lado de ellos, Al Capone, era un buen samaritano. Cuando está en juego los intereses del capital, la perdurabilidad del estado y sus negocios personales son capaces de cualquier cosa.

Los dirigentes acuerdan, mientras los que mueren son sus activistas. El 1º de mayo de 1974, un partido capitalista de masas como el justicialismo, con el 62 por ciento de los votos y bajo el mando del general Perón, fue capaz de echar de la Plaza de Mayo a los Montoneros. Legitimando de este modo su posterior exterminio. Un partido que tuvo en Menem un presidente peronista que indultó genocidas, y no tuvo empacho de abrazarce con el almirante Isaac Rojas, es capaz de cualquier tropelía.

Imaginemos lo que puede acontecer con un gobernador como Felipe Solá, que en el 2003, tuvo menos de 3 votos de cada 10 del total del padrón de la provincia de Bueno Aires. Y un presidente débil como K, cuyo caudal propio, fue de dos votos cada diez. Un gobierno que no disponía -hasta ‘la rosca’ de Parque Norte- de ninguna fuerza social que estuviera dispuesto a sostenerlo abiertamente en las calles.

Así son estos dirigentes, hoy son capaces de decir una cosa y mañana hacer la absoluta contraria. El peronismo es ducho en esto de tirarse con cadáveres en la mesa para luego negociar. Un juego macabro que siempre trata como simples piezas de su ajedrez personal a los militantes de las organizaciones de las clases subalternas.

Hace 30 años el PeJota aniquiló a sus "formaciones especiales" y ahora ya empezó a fagocitarse a los propios piqueteros oficialistas. El estado es un dispositivo de poder en permanente actitud latente de criminalidad. Y el bipartidismo que dominó la escena política en las últimas dos décadas es una parte orgánica de su funcionamiento. Cuando ejerce la eliminación consiente de sus opositores, mata a los solidarios y a los rebeldes. Atiendan comedores o corten rutas. Abran bibliotecas comunitarias o se instalen en asentamientos. Trabajen en bloqueras de autoconstrucción o aíslen puentes. Instituyan asambleas en el espacio público u ocupen predios improductivos.

Con los partidos del sistema no hay alianza que valga. Son maquinarias carcomidas hasta el tuétano por la corrupción y el doble discurso. Combaten a quienes temen, y desprecian y traicionan a quienes terminan pactando con ellos. Esperan la primera oportunidad para deshacerse de cualquier compromiso sólido con cualquier organización popular que pueda disputarle su poder.

Desgastan, cooptan y neutralizan, mientras toleran a regañadientes, comedores solidarios, asambleas barriales y fábricas recuperadas. Pero aborrecen profundamente estas formas de autodeterminación. No soportan que la multitud se pueda autoorganizar. Saben que esa práctica constituye un veneno que va matando poco a poco la representación. Por lo tanto, tras el fracaso de De la Rúa y Duhalde, que no pudieron barrer las experiencias que se erigen por fuera de su partido, mientras demonizan a los mas consecuentes, van asesinando, según lo ordene la coyuntura, a los propios militantes de sus aliados de ocasión.

En una semana tuvimos dos crímenes políticos más. Uno, el de Diego Lucena en Isidro Casanova, cuya familia desarrolla su trabajo social en la FTC. El otro del "Oso" Martín Cisneros,

militante de la FTV-CTA de La Boca. Uno opositor, el otro oficialista, pero los dos fueron masacrados. Un mismo estado, el mismo verdugo, sus instituciones policiales y el partido patronal gobernante se manejan con total impunidad. Sólo la resistencia de la multitud puede frenarlos. D'Elía está comprobando que pactar con una porción de las huestes del partido del orden significa abrir las puertas del averno. Negociar con el PJ es lo mismo que dejar huellas en la arena, al poco tiempo no queda ningún rastro.

El pronto agotamiento del modelo posdevaluador y la desvalorización del capital maquínico acelera todo el ciclo social. El posfordismo altera a tal extremo el ritmo político, que los contubernios de los caudillos adaptados al estado keynesiano y fordista, quedan desfasados a la velocidad de la luz. Vivimos una era mundial de incertidumbre, de puebladas, insurrecciones y autonomía. Nada es para siempre. Mucho menos las promesas de una organización pendenciera como el PJ.

La única unidad con los dirigentes piqueteros, sociales y partidarios, que confesaron estar dispuestos a defender a K "Con las armas en la mano" contra todo lo que se le ponga enfrente, es la unidad contra las ejecuciones estatales y para estatales en cualquiera de sus formas. Pero ¡Cuidado! en esta hora amarga de la muerte de "El Oso" Cisneros, mientras no abandonen a K y sostengan el capitalismo, a la nueva resistencia que se cuenta por cientos de miles en el país y por millones en el planeta, entre unos y otros, entre organizaciones populares capitalistas y la multitud anticapitalista no los puede unir la fraternidad, sino circunstancialmente el pavor represivo.

Nunca es el perro faldero el que se sale con la suya. A D'Elía, que se apresta a transformar a la FTV en la tropa kirchnerista en la interna del PJ y despejarle la calle de luchadores, le tocó ser mordido por su propio dueño.

Esperar que las formas represivas adopten exclusivamente las camisas pardas, la triple A y los Falcon verde, es aceptar una lectura fosilizada de la historia. Hoy la muerte proviene del estado democrático parlamentario con funcionarios de saco y corbata. Como aquel infausto 19 y 20 de diciembre. Es más, no hubo en 30 años un solo enfrentamiento de magnitud, de pobres contra pobres, que no haya sido impulsado por un sector del poder para dirimir quién conduce la movilización popular en el espacio público.

No esperemos ver la constitución de un clásico partido fascista blandiendo cruces svásticas. El capitalismo mata con nuevas formas. Donde la vida de 380.000 jóvenes bonaerenses entre 14 y 21 años, que no trabajan ni estudian, no tienen mas destino que el delito, la cárcel o la muerte, es un gesto de enorme nobleza humana, que por el momento, aquellos que son empujados a perder su dignidad no se transformen por docenas en matones a sueldo. En una sociedad fordista descompuesta y una sociedad dualizada posfordista que no termina de consolidarse, debemos agradecer a las organizaciones piqueteras opositoras, que la otrora fuerza social de asalto del fascismo, compuesta por los desclasados de la "lumpenburguesía y el lumpenproletariado" no termine de consolidarse.

San Luis fue el primer ensayo post 19y20, donde además de la participación directa de la policía en la represión, el estado opone pobres clientelizados contra pobres por ingresos y sectores medios de todo tipo.

El asesinato de Lucena o Cisneros no es sólo gatillo fácil. No es mero control difuso del pasaje del estado de bienestar al estado policial. Son crímenes focalizados. Una variable mas de control político. Una manera de disciplinar violentamente la antagonía que serpentea por el territorio. El mayor dolor por la muerte de cualquier militante popular, no nos impide olvidarnos quién y porqué se los asesina. Crepita el sistema político, y cuanto mas vulnerable se sienta mas violento se pondrá. El PJ no está dispuesto a cambiar en nada la injusticia social reinante. Peor aún, su rol es profundizarla para garantizar la opulencia de la clase empresaria, nativa y extranjera. Entre De la Rúa y Kirchner la distribución de la riqueza, entre el 10 por ciento mas pobre y el 10 por ciento mas rico pasó de 28 a 50 veces. Así es compañeros, ¡Esto es el progresismo transversal PeJotista!

No escucharon, ni escucharán, el hartazgo expresado después del 19 y 20. No hay espacio para la confusión. Los desobedientes, los hastiados de tanto abuso, los que dicen ¡Basta!, no son los funcionales a la derecha. Acá los únicos funcionales a la derecha son todas las organizaciones sociales y partidarias que tienen al capitalismo como su única meta. Centroizquierda y derecha, conservadores y progresistas, se unen, mas allá de todos sus matices, cuando el orden social injusto que construyeron está puesto en juego.

Un país mercantil normal, es un país cada vez mas violento contra las mayorías. Aquellas organizaciones que reivindican esta civilización del trabajo asalariado, comandada por el estado, colaboran con su sádico juego de dominación y muerte.

La misma comisaría que hizo de La Boca una zona liberada, permitiendo el 24 de abril la golpiza de la patota del dirigente peronista Juan Manuel Palacios, titular de la Unión Tranviaria Automotor (UTA), e integrante de la CGT, contra el dirigente Ariel Basteiro, de la central "oficialista con culpa CTA"; ésta misma dependencia policial, fue la que ahora brindó cobertura para el homicidio de Martín Cisneros. En abril se denunció al comisario de La Boca ante la subsecretaría de Protección Civil, comprometiéndose su titular a separar de sus funciones a su titular Cayetano Greco. No fue así. El 25 de junio, el mismo funcionario policial fue el encargado de dejar operar a los sicarios de Cisneros.

Cuando de defender la integridad física de los militantes sociales se trata, la palabra del estado no vale nada. Hace 40 días el propio D'Elía había presentado una denuncia contra el que a la postre fue el asesino de "El Oso". Juan Carlos Duarte, su victimario, había amenazado de muerte y asaltado el comedor donde trabajaba Martín Cisneros. De igual modo, otra vez el estado, por intermedio del poder judicial demostró que no se puede esperar ninguna protección y justicia. El poder capitalista es uno, funcionalmente dividido en judicatura, legislatura y ejecutivo. Pero cuando de desamparar a los activistas se trata, aún de aquellos oficialistas y estatistas como Cisneros, no conoce fisuras y hace valer su poder, su complicidad y su desatención criminal contra los compañeros solidarios. Militantes populares a los que considera como meros objetos de control y disciplina social. Transformándolos en verdaderas presas de la arbitrariedad de la nobleza de estado.

Nuevos centinelas esperan su turno para frenar el contrapoder y la insurrección que se dirige a desactivar el núcleo de la matrix: el control de la vida en el territorio por parte del mercado y el estado. Un biopoder biopolítico, o dicho de otra forma, a un mismo tiempo, el campo de reproducción y circulación de la mercancía y su representación política. Un dispositivo de poder social sobre la multitud que antagoniza contra el trabajo asalariado y contra la producción de valor que no está tarifada directamente por un patrón sino por todo el mercado. Una fuerza viva del hacer que confronta con la relación de producción trabajo-salario-ganancia-capital y hacer-dinero-autovalorización del mercado-acumulación privada. Un anudamiento comunitario, cuya expresión política del conflicto social enfrenta a la multitud contra el estado y el mercado de los empresarios.

Cubriéndole las espaldas a K, entra en escena un nacionalismo popular decadente. Un nacionalismo que si alguna vez lo tuvo, perdió hace tiempo, su componente revolucionario. Ahora quedó circunscripto a un mero patrioterismo adornado de oropeles antiimperialistas, bombas de humo y movilizaciones pactadas con el gobierno. Ínterin, se presta a jugar a dúo con una partidocracia recauchutada que los aborrece. Ambos inundan la atmósfera de lucha con los vahos putrefactos de un neo-populismo autoritario.

Tenemos otros laderos 'críticos' que hoy financian centros por la cooperación. Y ayer sostuvieron la convertibilidad de Cavallo hasta el último minuto. En tanto ahora son los mas fervientes devaluadores del salario. Con tal de salvar el capitalismo son capaces de cualquier cosa, aún de recitar como un mantra el "¿Qué hacer? de Lenin" y de acantonar al movimiento piquetero en una organización sindical de los desocupados. Glorifican a los excluidos del salario como el privilegiado sujeto político, cuando para ellos, hace pocos años atrás, eran meros "lumpenes".

En tanto que estas representaciones esperan su oportunidad, al tiempo que los mantos de la cebolla son arrancados uno por uno por la multitud, son sostenedores, mas o menos disimulados, de los gobiernos de turno. Los dirigentes de esta izquierda teatral pueden convocar a mil marchas, como lo hicieron por dos décadas, que siempre van a extremar los cuidados de no poner en tela de juicio el centro neurálgico de la expoliación humana. No sea que Credicoop se funda como El Hogar Obrero, o su potencial alianza con la pequeño burguesía, que paga salarios promedio de 400 pesos, se quiebre. Lo que busca el Partido ¿Comunista? a toda costa, es evitar la profundización de la antagonía social contra el empleo tarifado. ¡Toda una paradoja de una organización que se autoproclama destacamento de vanguardia de la clase obrera!

Los pañuelos, gorros y pecheras en escalas industriales, y las prolijas banderas rojas desplegadas por la voluntad inquebrantable de la mayoría de sus militantes, no nos debe impedir comprender el rol de esta izquierda sistémica, que también entiende a la política, en última instancia, como delegación.

Son parte del espectáculo del mercado electoral por "izquierda". Con la misma impostura que en los 60 sus máximos dirigentes abandonaron al Che en Bolivia, y en los 70 nos decían que Videla era un general democrático, desde los '80 con el retorno del sufragio, ocupan el espacio de la izquierda capitalista. ¿Pero cómo es eso? ¿Cómo pueden ser capitalistas y de izquierda? Son capitalistas porque su máxima utopía es el socialismo. Es decir, una gestión social del capital conducida por sus dirigentes como los nuevos burócratas estatales. Se preparan para ser la nueva clase dominante. Por su puesto que nos hablarán del etapismo, la correlación de fuerzas y la necesaria postergación de las esperanzas, como lo hicieron en la URSS, durante 70 años antes de su desintegración estrepitosa. Obviamente atacarán de ultraizquierdista a todo aquello que se mueva mas allá del estado y el mercado socialista. Pero como enseña la experiencia de los que nos precedieron, entre capitalismo y anticapitalismo no hay transición. Toda la experiencia histórica así lo demuestra.

En el borde ideológico, no así económico, y mas cerca de acariciar el magma de la relación de poder y la revolución social, se ubican la mayoría de los dirigentes trotskistas. En la mejor coyuntura histórica que conoció la Argentina en los últimos veinte años para abolir la condena salarial, ahora, de la mano de Bonasso y la CTA, van por una campaña por las 6 horas laborales para todos. Un rejunte de trotskistas varios, mas el PC y el progresismo de "K", queriendo disimular la dignidad humana con las vestiduras del trabajo genuino que sólo enriquece a los patrones.

¡En vez de luchar por desterrar el sometimiento por un jornal, reclaman 6 horas de esclavitud para todos! Para ellos parece que las lecciones de las luchas anticapitalistas terminaron con el programa de transición. Por lo visto no hay lugar para la creatividad de una nueva e indispensable estrategia del cambio social. Flaco favor le hacen al movimiento de movimientos antisistémico aquellos que no quieren aceptar que el modo de producción dominante, sin dejar de ser el capitalismo, ha mutado completamente desde la década del '40 del siglo pasado.

Evidentemente, para eso, tendrían que replantearse la utilidad histórica del pleno empleo socialista como modo para terminar con el mercado y el salario, y el rol de los partidos como organizaciones que prefiguran, o no, una sociedad sin clase dominante y clases dominadas. Pero es mucho el riesgo que entraña esta ruptura. Eso pondría en cuestión a las propias organizaciones que conducen con puño de hierro, como los burócratas sindicales peronistas, hace varias décadas.

El desempleo es responsabilidad del trabajo asalariado, el sobreempleo y la subocupación también. No constituyen daños colaterales y efectos no deseados de la economía salarial, conforman sus naturales consecuencias. Las burbujas especulativas del capital financiero, si bien elastizan el valor del trabajo, no son autónomos de él. La usura bancaria no es la criatura deforme de la industria, sino su consecuencia. El capital especulativo, en definitiva, sólo mantiene su valor sobre la base del empleo por dinero. La moneda no es independiente del trabajo asalariado que forma el capital, sino, que resulta su valor de cambio universal. El capital no es una cosa, es una relación social que gobierna al empleado en beneficio del empresario bajo el comando del estado. No es una lucha anticapitalista aquella que no termine con la subordinación de la potencia que autovalora el capital: tanto el trabajo asalariado, como el hacer sin salario productor de valor. Esta última es una capacidad transable en dinero, y por ello, creadora de ganancia acumulable de manera estatal y privada.

Al igual que los (in)justicialistas y los neo-stalinistas, estos conductores tiemblan ante la autoorganización de la multitud de potencias. Pero lo quieran o no, es la constitución material y real de la energía hacedora, con un 22 por ciento de la fuerza viva de trabajo autoexprimida, y que no realiza sus funciones en ninguna empresa capitalista, la que provoca una nueva subjetividad.

Una nueva clase productora de valor heredera de la vieja clase media. Una multitud que se rearticula a lo largo de un circuito de producción-reproducción en nuevas posiciones biopolíticas. Autoempleados del valor-afecto, ofreciendo sus servicios de todo tipo, desde personales a sociales. Profesionales tercerizados sin ingresos fijo que facturan sus saberes a las empresas privadas o al estado. Los "brainworkers", como los publicistas, artistas y diseñadores de sitios web, que hacen de su cerebro, ideas, emociones y capacidad simbólica su instrumento productivo. Los ocupados que trabajan por internet desde sus hogares. Los microemprendedores del "e-comerce y e-business" o comercio electrónico. Las redes de hacedores que conectan a diferentes cuentapropistas. Empleados ‘ad-honorem’ pagando el derecho de piso para ingresar a una empresa y así terminar siendo tratados como un completo estropajo.

También están los provenientes de los despojos del obrero masa de los ’90 y del fin de la primera ola posfordista de la convertibilidad. Cartoneros, la gestión obrera directa y economías solidarias piqueteras. Sean autoexpoliados o cooperativistas. Todos quedan incluidos en la circulación capitalista, asimismo que excluidos de un trabajo directo asalariado bajo patrón. Todos reproducen el mercado. Tengan o no un sueldo. Estos sujetos sociales componen una multiplicidad de productores de ganancia, una multitud de singularidades que reproduce al capital en su conjunto. Excluidos del salario pero no del valor, terminan reincluidos en el mercado mediados por nuevas formas de producción. Expulsados de la ciudadanía fordista, la famosa exclusión, los torna irrepresentable. Como era de esperar, cuando se rebelaron, tuvieron que crear una institución por fuera y mas allá, no sólo de los sindicatos y partidos que se tornaron inservibles, sino, de las empresas y el estado que son sus directos contendientes.

Desfondada su vieja identidad y sin derechos sociales, organizan su éxodo obligatorio y voluntario. Una nueva composición técnica del trabajo, depara, una nueva composición política. La asamblea se constituye, por lo tanto, en la institución con posibilidades de reorganizar la autodeterminación del trabajo a partir de una común-unión de objetivos.

Como el trabajo lo inviste todo, como el capital subsume lo social, se alumbra la época del trabajador social. Un trabajador móvil y difuso. La vida en comunidad, la sociedad productiva en su conjunto, la multitud de potencias, conforman al nuevo trabajador social. La sociedad se vuelve mercancía. La multitud se transforma en rehén del plusvalor y la ganancia, al circular socialmente lo producido en el lazo social por excelencia del capitalismo: el mercado.

Es su propia precaria materialidad diseminada en el territorio, y sin patrón a la vista, lo que los lleva a comprender que los sindicalistas son superfluos para luchar contra el mercado. La compraventa de bienes, saberes y emociones, esta ligazón comunitaria resulta su directo antagonista. Pero donde falta un patrón sobra mercado y estado. Obligándolos a desactivar esta urdimbre comercial que los asfixia, mientras enfrenta al gobierno como su garante sistémico.

Este nuevo sujeto compone, poco mas o menos, una cuarta parte de la población. Ningún empresario particular les paga un salario, no tienen aguinaldo ni vacaciones pagas. Si se accidentan ningún jefe paga por ello y si no aportan por su cuenta no tendrán jubilación. Son el ingrediente por excelencia del moderno reticulado bio-político posfordista. Son el paradigma de la subordinación del trabajo en el capital. Su vida económica se desenvuelve por fuera de los muros de la empresa, o en su interior pero sin patrón, al mismo tiempo que su existencia está integrada al gobierno patronal en su conjunto. Sociedad, gobierno y capital conforman un todo. Por consiguiente, para ellos, el conflicto es eminentemente político. Porque su función social subordinada en lo económico es lo que mantiene con vida, gracias al plusvalor que producen, al sistema político del capital que los domina.

Para estos trabajadores, la resolución de la antagonía social contra el capital, como su directo adversario político, excede la fábrica y el gremio, y torna innecesario la conformación del partido. Para ellos no solamente no hay necesidad, sino posibilidad, de transición etapista en su lucha contra el capital.

¿Adónde agremiarse? ¿Conquién? ¿Para qué? Una parte de la tonalidad clasista de la multitud en las asambleas populares, se explica, por esta nueva forma de producción. Una fuerza laboral mucho mas extendida posdevaluación. Si no se rebelan, sostienen y padecen el patronazgo del mercado que los exprime. Este los emplea pero no los inscribe como a los asalariados registrados. Si no toman la empresa o una porción de territorio no hay empresario que los deposita en ningún establecimiento. La disputa es contra una forma colectiva de organización social que los comanda, por ello, es un combate político.

El capitalismo es un sistema que los hace prescindibles en las plantillas de las empresas, pero que no deja de explotar su creatividad humana. Este comportamiento de la clase patronal mas tecnificada, que elimina salarios pero no la explotación, es una de las características fundamentales de aquello que llamamos posfordismo.

La multitud, con su creatividad ontológica, ya encontró el antídoto a la desestructuración y desorganización que le impusieron los capitalistas con la exclusión sistémica del trabajo por una paga. Es en la asamblea donde se reunifica el sujeto social, con el sujeto económico potenciándolo como sujeto político. Una singularidad integral que el capitalismo separa continuamente para perpetuarse como gobernante de la comunidad.

Pero a éste, nada menor 22 por ciento, agregémosle el 50 por ciento de los asalariados en negro. Desde los '90 los gremios los abandonaron facilitando su flexibilización. Producto de una precarización consentida por la corporación, se favoreció, su desconfianza en los sindicalistas. Ahora, al no estar registrados, los gremios dejan de ser una forma útil para organizarse en su disputa contra los patrones. Entre ellos, los empresarios y el estado, no hay nada mas que la autoorganización.

El sujeto que prueba la autodeterminación difícilmente acepte supervisores de ningún tipo, y menos aún, de aquellos partidos que vienen a querer conducirlo haciendo de su autoconvocatoria una fuerza expropiada. Un cuerpo autogobernado no resulta administrable por ningún sujeto externo a su práctica. Por eso, no pueden permitir que los partidos le cercenen el autodominio que están conquistando en forma directa contra el capital y el estado. Esta nueva clase expoliada es la pura expresión del hacer. No tolera a ninguna forma representativa de dominio. Saben que cualquier forma de poder delegativo jamás soportará que sé autonomicen completamente de su tutela.

Entre tanto las organizaciones de izquierda se disputan el rol de partido de vanguardia. Se pelean por conducir, no sólo, pero fundamentalmente, a la clase obrera industrial. Pero la fuerza productiva formadora de capital excede ampliamente a los empleados fabriles y aún a los asalariados privados, en el pasado fordista hegemonicamente en blanco, en cambio ahora, registrados escasamente en un 25 por ciento. El nuevo sujeto histórico en la era posfordista del capital es la multitud con su capacidad de formación de valor. Una poder hacer concreto y potencial. Por lo tanto, una clase ocupada y desocupada. Un productor que trabaja de cualquier cosa y de cualquier forma o perece. Un creador de la ganancia del capital. Un hacedor para el mercado, cobre o no, un sueldo. Pero que con un 22 por ciento de autoexplotados, 50 por ciento de precarios al filo de recurrentes despidos y 19 por ciento de desempleados, resultan inconducibles por sindicatos y partidos.

Ocho de cada diez puestos creados el último año son en negro. Aquí no hay clasismo gremial, ni vanguardia partidaria de la clase obrera que valga. Así la multitud se torna irrepresentable. Si los partidos de izquierda no cambian están en problemas, y lo saben. Pero como aspiran a ser los nuevos gerentes del estado, estiman, que con adornar su proyecto con un poco de decoración autogestiva saldarán sus cuentas con la democracia asamblearia.

En la peor debacle para la economía salarial serán tolerados por el capital como sus representantes. Como hoy lo son los ministros marxistas del PT de Lula que integran el poder ejecutivo nacional brasileño. Dirigentes provenientes del Partido Comunista y fracciones del trotskismo, cómplices, de un gobierno capitalista.

Si el precio a pagar por los empresarios, para perpetuar la democracia indirecta y la economía dineraria, es tolerar un poco de fanfarria roja, pagará rabioso, pero resignado el precio de la ocupación del estado por los dirigentes proveniente de la izquierda partidaria. De modo, que resulta una forma de gestión que no pondrá en disputa los significantes mas preciados del sistema mercantil: la clase trabajadora asalariada, la moneda como valor de cambio universal, los partidos como sustituto de la autonomía social y el estado como forma de la mercancía. Una ‘nomenclatura’ que aleje toda posibilidad de la república del valor de uso y la gratuidad, de la abundancia contra la escasez y del gobierno asambleario contra la representación.

La crisis de la economía-mundo es tan profunda, que aún el otrora "demonio socialista" de Evo Morales y el MAS, ahora se transforma en la apuesta del imperio. Los empresarios del mundo entero necesitan que este dirigente social y partidario refrene la insubordinación de las mayorías bolivianas, conduzca a las masas a la urnas y las lleve a una nueva frustración como Toledo en Perú, Lula en Brasil, Gutiérrez en Ecuador y Kirchner en Argentina.

Pero volvamos a los progresistas. Estos conforman un reticulado capitalista universal que lloriquea por la matanza iraquí, la hambruna en Sudán y el genocidio palestino. Pero con tal de no ver puesto en juego el sistema dominante, no dudará en congraciarse, silenciosa o abiertamente, con los gobiernos mientras se socavan las libertades. Y en caso de insurrecciones de la multitud, operarán para cerrar las fisuras de la matrix y prestarse como una nueva clase dirigente canalizadora de la autodeterminación del nuevo sujeto político. En la Argentina, post 19 y 20, esto lo vivimos de manera palmaria. En el 2004 en Santiago del Estero y en San Luis está pasando otro tanto.  

El capital y todo su arsenal, de Bush a Berlusconi, pasando por Zapatero y Kirchner, hasta Klein y ATTAC; se reparten las funciones de dominio. Actúan asesinando, criminalizando y debilitando; reprimiendo, judicializando y metabolizando; desviando, conteniendo y neutralizando, la potencia anticapitalista de la marea multitudinaria que tiende a desbordarlos.  

Los tiempos se aceleran al ritmo de la desvalorización del trabajo muerto hiper-tecnológico, la sobreexplotación del trabajo vivo precarizado, la eliminación expansiva del salario y la pobreza endémica para la mayoría. El estancamiento del imperio en Irak y las masivas movilizaciones contra la guerra, los levantamientos destituyentes y la incertidumbre por el futuro cercano, es un reto, no sólo para los movimientos, sino para el propio capital.

Las multitudes en el mundo ya han demostrado poder de veto y capacidad destituyente. Pero aún tienen vacante la conformación de una nueva organización social instituyente.

En el laboratorio social argentino, y mas aún en el peruano, ecuatoriano y boliviano, la multitud está ante la imperiosa necesidad de institucionalizar el poder constituyente. La democracia absoluta del común, la república asamblearia.

 

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.

3 de agosto de 2004

 

PrOgresismO, perOnismO, tranSversaLes, naciOnalismO pOpular y la izQuierda SiStémica

 

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