La clase imprevista:
La burocracia soviética vista por León Trotsky
Alexei Goussev*
¿Cuál era el sistema que existió en nuestro país bajo el
período "soviético"? Ciertamente es una de las principales preguntas de la
historia y en cierta medida de las otras ciencias sociales. Y no es solamente
una pregunta académica: está muy ligada a la época contemporánea, porque es
imposible comprender las realidades de hoy sin entender las de ayer.
Esta pregunta puede sintetizarse como sigue: ¿En el sistema
"soviético", qué era el sujeto central que impuso determinada vía de desarrollo
del país, vale decir, la burocracia dirigente? ¿Cuáles eran sus relaciones con
los otros grupos sociales? ¿Qué motivos y necesidades determinaban su actividad?
Es imposible estudiar seriamente estos problemas sin conocer
las obras de León Trotsky, uno de los primeros autores que trató de comprender y
analizar la naturaleza del sistema "soviético" y su capa dirigente. Trotsky
consagró muchas obras a este problema, pero sus puntos de vista más generales y
densos sobre la burocracia se exponen en su libro La Revolución traicionada,
publicado hace 60 años.
La burocracia: Características principales
Recordemos las características principales de la burocracia, dadas por
Trotsky en su libro:
1) El nivel superior de la pirámide social en la URSS está ocupado por "la
única capa social privilegiada y dominante, en el sentido pleno de estas
palabras", capa que "no hace directamente un trabajo productivo, sino dirige,
ordena, manda, hace favores y castiga". Según Trotsky, cuenta entre 5 a 6
millones de personas.
2) Esta capa que dirige todo está fuera de cualquier control por parte de las
masas que producen los bienes sociales. La burocracia domina, las masas
trabajadoras "obedecen y guardan silencio".
3) Esta capa mantiene relaciones de desigualdad material en la sociedad. "Las
limusinas para ‘los activistas’, los buenos perfumes para ‘nuestras mujeres’, la
margarina para los obreros, las tiendas de lujo para ‘la nobleza’, la plebe
solamente mira los manjares delicados detrás de las vitrinas". En general, las
condiciones de vida de la clase dirigente son análogas a las de la burguesía:
"Comprende todas las gradaciones: de la pequeña burguesía provincial a la gran
burguesía de las capitales".
4) Esta capa es dirigente no sólo objetivamente; subjetivamente se considera
el amo único de la sociedad. Según Trotsky, tiene "una conciencia específica de
clase dirigente".
5) La dominación de esta capa se mantiene por medio de la represión. Su
prosperidad se basa en "la apropiación enmascarada de los productos del trabajo
ajeno". "La minoría privilegiada, apunta Trotsky, vive a la sombra de la mayoría
desposeída".
6) Hay una lucha social latente entre esta clase dirigente y la mayoría
oprimida de los trabajadores.
Trotsky describe este cuadro: existe una capa social bastante numerosa que
controla la producción y por consiguiente su producto de manera monopólica, que
se apropia de gran parte de este producto (es decir, ejerce una función de
explotación), que está unida por la comprensión de sus intereses materiales
y está enfrentada a la clase de los productores.
¿Cómo llaman los marxistas a la capa que tiene todas estas características?
Sólo hay una respuesta: es la clase social dirigente en el pleno sentido
de la palabra.
Trotsky acerca a los lectores a sacar tal conclusión, pero no lo hace, aunque
observe que en la URSS la burocracia "es algo más que burocracia". "Algo más",
¿pero qué? Trotsky no lo dice. Además, destina un capítulo a refutar una esencia
de clase de la burocracia. Después de haber dicho "a", después de haber
descrito el cuadro de la clase dirigente explotadora, a último momento Trotsky
retrocede y rehusa a decir "b".
El estalinismo y el capitalismo
Trotsky tiene las mismas reticencias cuando trata otra cuestión, cuando
compara el sistema burocrático estalinista con el sistema capitalista.
"Mutatis mutandis, el gobierno soviético ha ocupado con respecto a la
economía el mismo lugar que el capitalista en la empresa", dice Trotsky en el
capítulo II de La Revolución traicionada.
En el capítulo IX dice:
El traspaso de las empresas al Estado cambia la condición del obrero
sólo jurídicamente (subrayado por mí, A.G.); de hecho, está obligado a
vivir en la miseria, trabajando durante algún tiempo determinado por un
salario fijo... Los obreros han perdido toda influencia en la administración
de sus fábricas. En la condición del trabajo por piezas, en medio de su
penosa situación material, de la ausencia de libertad de desplazamiento, del
régimen policial terrible que penetra en la vida cotidiana de cada fábrica,
el obrero difícilmente se siente ‘un trabajador libre’. Ve al jefe en el
funcionario y al patrón en el Estado.
En el mismo capítulo Trotsky apunta que la nacionalización de la propiedad no
liquida una diferencia social entre las capas dirigentes y las capas sometidas:
unas gozan de todos los bienes posibles, mientras las otras viven en la miseria
como antaño y venden su mano de obra. En el capítulo IV dice lo mismo: "La
propiedad estatal de los medios de producción no transforma el estiércol en oro
y no convierte en santo al sweating-system (sistema del sudor)".
Estas tesis parecen muy claramente constatar fenómenos elementales desde el
punto de vista marxista. Porque Marx subrayó siempre que la característica
principal de todo sistema social no es la legislación y "las formas de la
propiedad", cuyo análisis como cosa en sí
misma conduce a una metafísica inútil. El factor decisivo está constituido
por las relaciones sociales reales y sobre todo la actitud de los grupos
sociales hacia el producto excedente de la sociedad.
Un modo de producción puede fundarse sobre diferentes formas de propiedad. El
ejemplo del feudalismo lo muestra bien. La Edad Media se fundó sobre la
propiedad feudal privada de las tierras en los países occidentales y
sobre la propiedad feudal de Estado en los países orientales. Sin
embargo, en los dos casos las relaciones sociales fueron feudales, lo que
los campesinos productores sufrían era la explotación feudal.
En el volumen III de El Capital Marx dice que un rasgo principal de
toda sociedad es "la forma económica específica bajo la cual se extrae
directamente el trabajo gratuito de los productores mismos". En consecuencia, se
trata del rol decisivo de las relaciones entre aquellos que controlan el proceso
y los resultados de la producción y quienes lo ejecutan. "La actitud de los
propietarios de las condiciones de la producción para con los productores mismos
(...) Es aquí donde descubrimos el misterio más profundo, la base oculta de toda
la sociedad."
Hemos dado ya el cuadro descripto por Trotsky de las relaciones entre la capa
dirigente y los productores. Por un lado, "los propietarios de las condiciones
de la producción" reales corporizados en Estado (es decir, la burocracia
organizada) y del otro los propietarios "de jure", en realidad los
trabajadores despojados de derechos, los asalariados a quienes "se extrae el
trabajo gratuito". Sólo es posible sacar de esto una conclusión lógica: entre el
sistema burocrático estalinista y el del capitalismo "clásico" no hay ninguna
diferencia de principios, desde el punto de vista de su naturaleza.
También aquí, después de haber dicho "a", después de haber demostrado una
identidad de principios entre estos dos sistemas, Trotsky no dice "b". Al
contrario, se pronuncia sin vueltas contra la identificación de la sociedad
estalinista como capitalismo de Estado y propone la tesis de la existencia en la
URSS de una forma específica de "Estado obrero", en la que el proletariado sigue
siendo la clase dirigente desde el punto de vista económico y no sufre
explotación aunque esté "políticamente expropiado".
Para respaldar esta tesis, Trotsky invoca la nacionalización de las tierras,
de los medios de producción de transporte y de cambio, así como el monopolio del
comercio exterior, es decir, sostiene el mismo argumento "jurídico" que antes
había refutado de manera convincente (véanse las citas antes mencionadas). En la
página 82 de La Revolución traicionada niega que la propiedad estatal
pueda "transformar el estiércol en oro", pero en la página 218, al contrario,
declara que el solo hecho de la nacionalización es suficiente para que los
trabajadores oprimidos se conviertan en clase dirigente.
Un esquema que borra la realidad
¿Cómo podemos explicar esto? ¿Por qué Trotsky, el publicista, el crítico
despiadado del estalinismo que presenta los hechos que muestran a la burocracia
como una clase dirigente y un explotador colectivo, está contradicho por
Trotsky, el teórico, que trata de analizar los hechos expuestos?
Evidentemente se pueden señalar dos causas principales que le impidieron
superar esta contradicción: una de tipo teórica y la otra política.
En La Revolución traicionada procura refutar teóricamente la tesis de
una esencia de clase de burocracia levantando argumentos bastante débiles
como que "no posee acciones ni títulos". Pero ¿por qué sería obligatorio que la
clase dirigente debiera poseerlas? Es muy claro que la posesión de "acciones y
títulos" en sí misma no tiene importancia alguna: lo que importa es si tal o
cual grupo social se apropia del producto excedente del trabajo de los
productores directos. Si es así, la función de explotación existe,
independientemente de que la distribución del producto apropiado se haga como
resultado de la propiedad de acciones o como remuneración y privilegios de
función. El autor de La Revolución traicionada también es poco
convincente cuando dice que los representantes de la capa dirigente no pueden
dejar su status privilegiado en herencia. Es improbable que Trotsky haya creído
seriamente que los hijos de la elite se convertirían en obreros y campesinos.
En nuestra opinión no es necesario buscar en explicaciones superficiales de
este tipo la negativa de Trotsky a considerar a la burocracia como la clase
social dirigente. Es necesario buscarla en su firme convicción de que la
burocracia no puede convertirse en elemento central de un sistema estable, y
sólo es capaz de "traducir" los intereses de otras clases, aunque fuese
desvirtuándolos.
Ya en los años 20 esta convicción se convirtió para Trotsky en la base de un
esquema de análisis en que los antagonismos sociales en la sociedad "soviética"
eran reducidos a una estricta dicotomía: proletariado-capital privado. En este
esquema no quedaba lugar para ninguna "tercera fuerza". La elevación de la
burocracia fue considerada el resultado de la presión de la pequeño burguesía
rural y urbana sobre el Partido y el Estado. La burocracia fue considerada como
un grupo que se balanceaba entre los intereses de los obreros y de "los nuevos
propietarios", incapaz de servir bien a unos y a otros. Seguramente, tras el
primer golpe serio contra la estabilidad, el régimen de dominación de semejante
grupo inestable "intermedio entre las clases" debería caer y el grupo se
escindiría. Esto fue lo que Trotsky predijo a fines de los años 20.
Sin embargo, los acontecimientos se desarrollaron de otra manera. Después del
durísimo conflicto con el campesinado y la pequeña burguesía, la burocracia no
cayó ni se escindió. Tras lograr fácilmente la capitulación de los poco
numerosos "derechistas" en su seno, comenzó a liquidar la NEP, "los kulaks como
clase" y desplegó la colectivización e industrialización forzada. ¡Todo eso
resultó completamente inesperado para Trotsky y sus partidarios, porque habían
estado seguros de que los "apparatchiks" centristas no serían capaces por
su misma naturaleza!. No es sorprendente que el fracaso de los cálculos
políticos de la oposición trotskista haya aparejado su decadencia catastrófica.
Procurando en vano encontrar una salida, Trotsky envió desde su exilio cartas
y artículos donde afirmaba que sólo se trataba de un giro del aparato que
debería "fracasar inevitablemente mucho antes de obtener cualquier resultado
serio". Incluso cuando el líder de la oposición vio la inconsistencia práctica
de su visión del rol "dependiente" de la burocracia "centrista", continuó
aferrándose obstinadamente a un esquema fracasado. Sus reflexiones teóricas de
la época del "gran viraje" impresionan por su alejamiento de la realidad. Por
ejemplo, a fines de 1928 escribió:
El centrismo es la línea oficial del aparato. El portador de ese
centrismo es un funcionario del partido (...) Los funcionarios no
constituyen una clase. ¿Qué línea de clase representa el centrismo?
Debido a que Trotsky negaba la posibilidad misma de una línea propia de la
burocracia, sacaba la siguiente conclusión:
Los propietarios en ascenso encuentran su expresión, aunque cobarde, en
la fracción de derecha. La línea proletaria está representada por la
oposición. ¿Qué le queda al centrismo? Después de restar los antes
mencionados queda... el campesinado medio.
¡Y escribía todo esto al mismo tiempo que el aparato estalinista conducía la
violenta campaña contra el campesinado medio y preparaba la liquidación de su
formación económica!
Y posteriormente Trotsky continuó esperando una próxima desintegración de la
burocracia en elementos proletarios, burgueses y "los que se harán al lado".
Predijo la caída del poder de los "centristas", primero después del fracaso de
la colectivización completa, y después como resultado de la crisis económica a
fines del primer Plan quinquenal. En su Proyecto de la plataforma de la
oposición de la izquierda internacional sobre la cuestión rusa, redactada en
1931, incluso escribió sobre la posibilidad de una guerra civil cuando los
elementos del aparato del Estado y el Partido se dividieran "en barricadas
opuestas".
A pesar de todas sus predicciones, el régimen estalinista se mantuvo, la
burocracia no solamente reunificó sino incluso reforzó su poder totalitario. No
obstante, Trotsky continuó considerando el sistema burocrático en la URSS como
extremadamente precario. Y en los años 30 creyó que el poder de la burocracia
podía caer en cualquier momento. Por ello decía que no había que considerarla
como una clase. Trotsky expresó este pensamiento más claramente en su artículo
"La URSS en guerra" (septiembre 1939): "¿No nos equivocaríamos si damos el
nombre de nueva clase dirigente a la oligarquía bonapartista algunos años o
incluso algunos meses antes de su caída vergonzosa?"
Entonces, los pronósticos referidos al destino de la burocracia "soviética"
dirigente hechos por Trotsky fueron refutados uno tras otro por los
acontecimientos. Sin embargo, a pesar de todo esto, no quiso cambiar sus
opiniones. Para él la adhesión a un esquema teórico valía más que todo el resto;
pero esa no es la única causa, porque Trotsky era más hombre político que
teórico y prefería generalmente una aproximación "política concreta" a los
problemas antes que un enfoque "sociológico abstracto". Y aquí veremos otra
causa importante de su negativa obstinada a llamar las cosas por su nombre.
La terminología y la política
Si examinamos la historia de la oposición trotskista desde los años 20 hasta
principios de los 30 veremos que la base de toda su estrategia política contaba
con la desintegración del aparato gobernante en la URSS. Para Trotsky, la
alianza de una "tendencia de izquierda" hipotética con la oposición sería la
causa necesaria para una reforma del partido y del Estado: "el bloque con los
centristas (la parte estalinista del aparato: A.G.) es admisible y posible en
principio -escribe a fines de 1928- y más aún, solamente este reagrupamiento en
el partido puede salvar la revolución". Contando con semejante bloque, los
líderes de la oposición procuraban no rechazar a los burócratas "progresivos".
En particular, esta táctica explica una actitud más que equivoca de los líderes
de la oposición ante la lucha de clases de los trabajadores contra el Estado, su
negativa a crear su propio partido, etc.
Incluso después de su exilio de la URSS Trotsky continuaba esperanzado en el
acercamiento con los "centristas". Su aspiración a apoyarse en una parte de la
burocracia dirigente era tan grande que estuvo dispuesto a transigir (bajo
ciertas condiciones) con el Secretario General del Comité Central del PC. La
historia de la consigna "¡Hacer renunciar a Stalin!" es un ejemplo contundente.
En marzo de 1932 Trotsky publicó una carta abierta al Comité Ejecutivo Central
de la URSS, donde llamaba: "Es necesario realizar, al fin, el último consejo
apremiante de Lenin: hacer renunciar a Stalin".
Pero en pocos meses, en el otoño de ese mismo año retrocedía explicándolo de
la siguiente manera: "No se trata de una persona, de Stalin, sino de su fracción
(...) La consigna ‘¡Abajo Stalin!’ puede ser comprendida (y sería
inevitablemente comprendida) como el llamado a un derrocamiento de la fracción
que está hoy en el poder y, en sentido más amplio, del aparato. Nosotros no
queremos derrocar el sistema, sino reformarlo"... Y en su artículo-entrevista de
diciembre de 1932 Trotsky puso los puntos sobre las íes sobre la cuestión de la
actitud para con los estalinistas: "Nosotros estamos dispuestos hoy, como en los
años anteriores, para cooperar enteramente con la fracción actualmente en el
poder. (Pregunta:) ¿Ustedes están por consiguiente de acuerdo, si yo les
comprendo bien, en colaborar con Stalin? (Respuesta:) Sin ninguna duda".
En este período Trotsky vinculaba el posible viraje de una parte de la
burocracia estalinista hacia "la cooperación multiforme" con la oposición con
una próxima catástrofe del régimen, considerada inevitable como hemos dicho ya,
en razón de la "precariedad" de la posición social de la burocracia. Ante esa
situación de inminente catástrofe, los líderes de la oposición consideraban la
alianza con Stalin como el medio de salvar el partido, la propiedad
nacionalizada y la economía planificada frente a la contrarrevolución burguesa.
Sin embargo, la catástrofe no se produjo: la burocracia estaba mucho más
consolidada y fuerte de lo que pensaba Trotsky. El Buró Político no respondió a
sus llamados para asegurar "una cooperación honesta de las fracciones
históricas" en el P.C.
Finalmente, en el otoño de 1933, después de muchas dudas, Trotsky rechaza
enérgicamente la perspectiva utópica de reformar el sistema burocrático con la
participación de los estalinistas y llama a hacer "una revolución política" en
la Unión Soviética.
Pero este cambio de la consigna principal de los trotskistas no significó la
revisión radical de sus puntos de vista sobre la naturaleza de la
burocracia-partido y del Estado, ni un rechazo definitivo de las esperanzas en
una alianza con su tendencia "progresiva". Cuando Trotsky escribía La
Revolución traicionada y aún después, consideraba en teoría a la burocracia
como una formación precaria devorada por sus antagonismos crecientes. En El
Programa de Transición de la IV Internacional (1938), declaró que el aparato
gobernante en la URSS comprendía todas las tendencias políticas, entre las
cuales una era "verdaderamente bolchevique". Trotsky imaginaba a esta última
como minoritaria en la burocracia, pero una minoría bastante importante: no
habla de algunos apparatchiks, sino de la fracción de una capa que
cuenta con 5 a 6 millones de personas. Según Trotsky, esta fracción
"verdaderamente bolchevique" constituía una reserva potencial para la oposición
de izquierda. Además, el líder de la IV Internacional creía admisible la
formación de un "frente unido" con una parte estalinista del aparato en caso de
una tentativa de contrarrevolución capitalista que debía esperarse "en lo
inmediato", como pensaba en 1938.
Es esta orientación política (desde fines de los años 20 a comienzos de los
30) hacia la cooperación y hacia el bloque con los "centristas", es decir, con
la mayoría de la burocracia "soviética" dirigente, y luego (desde 1933) hacia la
alianza con su minoría "verdaderamente bolchevique" y hacia un "frente unido"
con la fracción estalinista dirigente, lo que hay que tener en cuenta en primer
lugar al examinar las ideas de Trotsky sobre la naturaleza de la oligarquía
burocrática y de las relaciones sociales en la URSS, que tienen su expresión más
completa en La Revolución traicionada.
Suponiendo que Trotsky hubiera reconocido a la burocracia "soviética"
totalitaria como clase dirigente explotadora, enemiga encarnizada del
proletariado: ¿Cuáles hubieran sido las consecuencias políticas? En primer
lugar, hubiera sido necesario rechazar la idea de unirse con una parte de esta
clase –la misma tesis de la existencia de una tal "fracción verdaderamente
bolchevique" en el seno de la clase burocrática explotadora parece tan absurda
como por ejemplo suponer su existencia en el seno de la burguesía-. En segundo
lugar, en tal caso la supuesta alianza con los estalinistas para luchar contra
"la contrarrevolución capitalista" sería un "frente popular", noción
desaprobada categóricamente por los trotskistas por tratarse de un bloque de
clases enemigas, en lugar del "frente unido" en el marco de una clase, idea muy
aceptable en la tradición bolchevique-leninista. En pocas palabras, constatar la
esencia de clase de la burocracia hubiera asestado un duro golpe a las bases de
la estrategia política de Trotsky. Naturalmente, no lo quiso.
Así, el problema de determinar la naturaleza de la burocracia que a primera
vista puede parecer un problema terminológico o teórico, era mucho más
importante.
El destino de la burocracia
Es preciso hacer justicia a Trotsky: al final de su vida, comenzó a revisar
su visión de la burocracia estalinista. Lo vemos en su libro Stalin, la
más madura de sus obras, aunque inconclusa. Examinando los acontecimientos
decisivos a fines de los años 20-30, cuando la burocracia monopolizó
completamente el poder y la propiedad, Trotsky considera ya al aparato del
Estado y del Partido como una de las fuerzas sociales principales que luchaban
por disponer del "producto excedente de la nación". Era la aspiración de
controlar absolutamente este producto adicional y no la "presión" del
proletariado o el empuje de la oposición (como Trotsky había pretendido en otro
tiempo), lo que obligó a los apparatchicks a declarar la guerra a
ultranza a los "elementos pequeño-burgueses". En consecuencia, la burocracia no
"expresaba" intereses ajenos, ni oscilaba entre dos polos, sino que se
manifestaba como grupo social consciente según sus propios intereses. Ella se
impuso en la lucha por el poder y los beneficios después de haber abatido a
todos sus opositores. Monopolizó la disposición del producto excedente, es
decir, cumplió con la función de propietaria real de los medios de producción. Y
después de haberlo reconocido, Trotsky ya no pudo ignorar el problema de la
esencia de clase de la burocracia. En efecto, cuando habla de los años 20, dice:
"La esencia del termidor (soviético)... estuvo en la cristalización de nuevas
capas privilegiadas, en el nacimiento de un nuevo substrato para la clase
dirigente en sentido económico (subrayado por mí: A.G.). Hubo dos aspirantes
a interpretar ese rol: la pequeña burguesía y la burocracia misma". Sí el
substrato había alimentado dos aspirantes a interpretar el rol de clase
dirigente, no quedaba más que saber quién vencería: fue la burocracia quien
venció. La conclusión entonces es muy clara: era la burocracia quien se había
convertido en esa clase social dirigente. A decir verdad, después de haber
preparado esta conclusión, Trotsky no la sacó, prefiriendo no concluir
políticamente sus reflexiones, pero había dado un gran paso adelante.
En su artículo "La URSS en guerra" publicado en 1939, dio también un paso en
esta dirección. Creyó posible, en teoría, que "el régimen estalinista fuese la
primera etapa de una nueva sociedad de explotación", aunque también recalcó,
como siempre, que tenía otro punto de vista sobre esto: el sistema "soviético" y
la burocracia que gobernaba era solamente una "recaída episódica" en el proceso
de transformación de una sociedad burguesa en una sociedad socialista. No
obstante, se declaró dispuesto a revisar sus opiniones en ciertas
circunstancias, en caso de que el gobierno burocrático de la URSS superara la
guerra mundial ya comenzada y se propagara a otros países.
Sabemos que todo ha pasado así. La burocracia que, según Trotsky, estaba
privada de cualquier misión histórica, "intermediaria entre las clases", no
autónoma y precaria, "una recaída episódica", logró ni más ni menos que cambiar
radicalmente la estructura social de la URSS mediante la proletarización de
millones de campesinos y pequeños burgueses, realizar una industrialización
fundada en la superexplotación de los trabajadores, transformar el país en gran
potencia militar, soportar la guerra más penosa y exportar las formas de su
dominación a Europa Central y del Este y al Sudeste de Asia.
Después de todo eso ¿habría cambiado Trotsky su visión de la burocracia? Es
difícil decirlo: no sobrevivió a la Segunda Guerra mundial ni a la formación de
un "campo socialista". Pero durante las décadas de posguerra, la mayoría de sus
adeptos políticos continuaron repitiendo literalmente los dogmas teóricos
extraídos de La Revolución traicionada.
Evidentemente, la marcha de la historia ha refutado los puntos principales
del análisis trotskista del sistema social en la URSS. Para constatarlo basta un
hecho: ninguna de las "realizaciones" de la burocracia antes citadas se ajusta
al esquema teórico de Trotsky. Sin embargo, inclusive hoy ciertos eruditos (sin
hablar de los representantes del movimiento trotskista) continúan pretendiendo
que la concepción del autor de La Revolución traicionada y sus
pronósticos sobre el destino de la "casta" dirigente han sido probados por el
fracaso del régimen del PCUS y los acontecimientos que han tenido lugar en la
URSS y en los países del "bloque soviético". Se trata de la predicción de
Trotsky según la cual el poder de la burocracia debía inevitablemente caer por
tierra, sea como resultado de una "revolución política" de las masas de los
trabajadores, o después de un golpe de estado social burgués
contrarrevolucionario. Por ejemplo, el autor de la serie de los libros
apologéticos sobre Trotsky y sobre la oposición trotskista V. Z. Rogovin,
escribe que la variante "contrarrevolucionaria" de los pronósticos de Trotsky
tuvo lugar con un retraso de 50 años, pero era "extremadamente precisa".
¿Dónde está la precisión, y sobre todo, "extrema"?
La esencia de la variante "contrarrevolucionaria" de los pronósticos de
Trotsky estuvo ante todo en sus predicciones de la caída de la burocracia
en tanto capa dirigente. "La burocracia está inseparablemente ligada con la
clase dirigente en el sentido económico (se refiere al proletariado: A.G.),
nutrida de sus raíces sociales, se mantiene y cae con ella (remarcado por
mí: A.G.)". Pero suponiendo que en los países de la ex-Unión Soviética tuvo
lugar una contrarrevolución social y la clase obrera perdió su poder económico y
social, según Trotsky la burocracia dirigente debía caer con ella.
¿Pero realmente cayó, acaso cedió su lugar a la burguesía venida de alguna
parte? Según el Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia, más
del 75% de la "elite política" rusa y más del 61% de la "elite del business"
tienen origen en la Nomenklatura del período "soviético".
En consecuencia, las mismas manos retienen las mismas posiciones
sociales, económicas y políticas dirigentes en la sociedad. El origen de otra
parte de la elite se explica de forma simple. El sociólogo O. Krychtanovskaya
escribió: "Además de la privatización directa (...) cuyo personaje principal era
la parte tecnocrática de la nomenklatura (economistas, banqueros,
profesionales, etc.), se produjo la creación de estructuras comerciales cuasi
espontáneas, que parecen no tener ninguna relación con la nomenklatura. Al
frente de estas estructuras han estado jóvenes cuyas biografías no revelan
relaciones con ese sector. Pero sus grandes éxitos financieros explican
solamente una cosa: aunque no fueran parte de la Nomenklatura, fueron sus
personas de confianza, sus "agentes de trust", dicho de otro modo, sus
plenipotenciarios (remarcado por el autor, A.G.)". Todo esto muestra muy
claramente que no fue algún "partido burgués" (¿cómo hubiera podido aparecer, en
las condiciones de ausencia de la burguesía bajo el régimen totalitario?) el que
tomó el poder y logró utilizar algunos elementos provenientes de la "casta"
antes gobernante como sus servidores. La burocracia misma es la que ha
transformado de manera organizada las formas económicas y políticas de su
dominación, manteniéndose como dueña del sistema.
Así que, a pesar de Trotsky, la burocracia no ha caído.
Ahora bien, ¿se ha realizado el otro aspecto de sus pronósticos, la
predicción de la escisión inminente de una "capa" social dirigente en elementos
proletarios y burgueses y la formación de una fracción "verdaderamente
bolchevique"? De hecho los líderes de los partidos "comunistas" que son diversas
variantes de los restos del PCUS pretenden actualmente jugar un rol de
verdaderos bolcheviques, de defensores de los intereses de la clase obrera. Pero
es poco probable que Trotsky hubiera reconocido "los elementos proletarios" en
Ziuganov y en Ampilov porque la meta de toda su lucha "anticapitalista" es sólo
una restauración del viejo régimen burocrático en su forma estalinista clásica o
"estatista patriótica".
Por último, Trotsky veía la variante "contrarrevolucionaria" de la caída del
poder de la burocracia con colores casi apocalípticos: "El capitalismo sólo
podría ser restaurado en Rusia (lo que es dudoso), en caso de un cruel
golpe de Estado contrarrevolucionario, que produciría diez veces más víctimas
que la Revolución de Octubre y la guerra civil. En el caso de la caída de los
soviets, su lugar sería solamente ocupado por el fascismo ruso, en comparación
con cuyas crueldades los regímenes de Mussolini y Hitler parecerían
instituciones filantrópicas". No es necesario considerar esta predicción como
una exageración fortuita, porque es una consecuencia inevitable de todas las
visiones teóricas de Trotsky sobre la naturaleza de la URSS, ante todo de su
firme convicción de que el sistema burocrático "soviético" servía, a su manera,
a las masas de los trabajadores y aseguraba sus "conquistas sociales". Esta
visión admitía naturalmente que la transición contrarrevolucionaria del
estalinismo al capitalismo debía ser acompañada por el levantamiento de las
masas proletarias para defender el Estado "obrero" y "su" propiedad
nacionalizada. Y solamente un régimen feroz de tipo fascista podría vencer y
aplastar la resistencia poderosa de los obreros contra "la restauración
capitalista".
Por supuesto, Trotsky no hubiera podido suponer que en 1989-1991 la clase
obrera no defendería la nacionalización de la propiedad y el aparato de Estado
"comunista", ni menos que contribuiría, además, activamente a su abolición.
Porque los trabajadores no vieron en el viejo sistema ninguna cosa que
justificara su defensa, la transición a la economía de mercado y la
desnacionalización de la propiedad no condujeron a ninguna lucha sangrienta de
las clases y a ningún régimen fascista o semi-fascista. No fue necesario. Así
que no cabe hablar de la realización de los pronósticos de Trotsky.
Si la burocracia "soviética" no era clase dirigente y, según Trotsky, era
sólo "gendarme" del proceso de la distribución, la restauración del capitalismo
en la URSS demandaría una acumulación originaria del capital. En efecto, los
publicistas rusos contemporáneos utilizan a menudo esta expresión de "la
acumulación originaria del capital". Estos autores la comprenden en general como
el enriquecimiento de tales o cuáles personas, la acumulación del dinero, de los
medios de producción y de otros bienes en las manos de los "nuevos Rusos". Sin
embargo todo esto no tiene ninguna relación con la comprensión científica de la
acumulación originaria del capital descubierta por Marx en El Capital.
Analizando la génesis del capital, Marx subrayó que su supuesta acumulación
inicial es solamente "el proceso histórico de la separación del productor de los
medios de producción". La formación del ejército de asalariados por la supresión
de la propiedad de los productores, es la condición principal para la formación
de una clase dirigente.
¿Es que acaso en los años 90 en los países de la ex-URSS "los restauradores
del capitalismo" tuvieron necesidad de formar una clase de asalariados mediante
la expropiación de los productores? Evidentemente no: esta clase existía ya, los
productores no controlaban los medios de producción, de ninguna manera. No había
nadie a quien expropiar. En consecuencia, en ese momento la acumulación del
capital ya se había producido.
Cuando Trotsky ligaba la acumulación inicial con la dictadura cruel y la
efusión de sangre tenía sin duda razón. Marx escribe también que "el capital
nuevo suda sangre por todos sus poros" y su primer estadio tiene necesidad de un
"régimen sangriento".
El error de Trotsky reside en que él ligaba la acumulación originaria a una
futura contrarrevolución hipotética y no quiso ver cómo se estaba produciendo
bajo sus ojos (con todos sus atributos necesarios, como una tiranía política
monstruosa y masacres masivas). Los millones de campesinos saqueados, muriendo
de hambre y de miseria, los obreros privados de todos los derechos y condenados
a trabajar por encima de sus fuerzas, cuyas tumbas servían de cimientos para
construir los edificios previstos por los planes quinquenales estalinistas, los
innumerables prisioneros del Goulag, etcétera: estas son las verdaderas víctimas
de la acumulación originaria en la URSS. Los poseedores contemporáneos de la
propiedad, no tienen necesidad de acumular el capital. Les basta con
redistribuirlo entre ellos mismos, transformándolo de capital de Estado en
capital privado corporativo. Pero esta operación, que no significa el cambio de
sociedad y de las clases dirigentes, no necesita grandes cataclismos sociales.
No haberlo comprendido, significa no poder comprender la historia "soviética",
ni la actualidad rusa.
Concluimos. La concepción trotskista de la burocracia que sintetizó el
conjunto de puntos de vista teóricos fundamentales y los supuestos políticos de
Trotsky no fueron capaces de explicar las realidades del estalinismo y el curso
de su evolución. Puede decirse lo mismo de otros postulados del análisis
trotskista del sistema social de la URSS: El Estado "obrero", el carácter "postcapitalista"
de las relaciones sociales, el "doble rol" del estalinismo, etc. No obstante,
Trotsky logró sin embargo resolver el problema en otro sentido: este publicista
notable hizo una crítica fulminante de las tesis sobre la construcción del
"socialismo" en la Unión Soviética. Y esto no fue poco en su tiempo.
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