Julio López
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QUIEREN MATAR A UN TIGRE. El hipermercado autogestionado de Rosario
Por reenvío lavaca.org - Monday, Aug. 09, 2004 at 11:15 AM

“Qué van a rematar si esto ya tiene dueño”, se preguntó uno de los 35 ex empleados de Hipermercados Tigre, de Rosario, que –en 2002- pusieron nuevamente en marcha el local de Tucumán 1349, perteneciente a la cadena quebrada por su propio dueño – (Francisco Ragunaschi), luego de un proceso de vaciamiento. La justicia decidió la licitación para la venta del lugar, pese a que allí no solo se comercializan productos de unos veinticinco emprendimientos comunitarios, artesanales o cooperativos sino que –además- funciona un centro cultural, una biblioteca y un comedor universitario. Hasta el gobernador de la Provincia, Jorge Obeid, pidió ayer que se declare la ley de expropiación del inmueble y las maquinarias, la misma que el antiguo personal reclama desde que conformó la Cooperativa de Trabajadores en Lucha.

"Qué van a rematar si esto ya tiene dueño", se preguntó uno de los 35 ex empleados de Hipermercados Tigre, de Rosario, que -en 2002- pusieron nuevamente en marcha el local de Tucumán 1349, perteneciente a la cadena quebrada por su propio dueño - (Francisco Ragunaschi), luego de un proceso de vaciamiento. La justicia decidió la licitación para la venta del lugar, pese a que allí no solo se comercializan productos de unos veinticinco emprendimientos comunitarios, artesanales o cooperativos sino que -además- funciona un centro cultural, una biblioteca y un comedor universitario. Hasta el gobernador de la Provincia, Jorge Obeid, pidió ayer que se declare la ley de expropiación del inmueble y las maquinarias, la misma que el antiguo personal reclama desde que conformó la Cooperativa de Trabajadores en Lucha.

Con base en la ciudad de Rosario, la cadena de supermercados Tigre, era una de las más importantes del interior del país: llegó a tener 14 locales comerciales y más de 1000 empleados y a ser incluida entre las 500 empresas que más facturaban en la Argentina. Pionera en la construcción de hipermercados en la región, la firma sumó -en la década del 90-un establecimiento ganadero, un frigorífico y la concesión de las sucursales de la Cooperativa El Hogar Obrero.

Justamente el local que ahora entra en venta había sido la casa central de Supercoop.

La base de la licitación es de 3.200.000 pesos y las acreencias son de 85 millones por lo que -según señalan los trabajadores- la venta del local no servirá más que para pagar a los síndicos, cuyos honorarios rondan justamente ese monto.

La sucursal de la calle Tucumán fue ocupada por los empleados a fines de julio de 2001 cuando representantes de la firma no dejaban de retirar mercadería, maquinarias y muebles de las distintas sucursales así como a transferir vehículos y camiones a otras empresas de la familia.

Para ese momento ya se habían perdido centenares de puestos de trabajo y al personal se le adeudaba seis meses de salarios y dos años de aportes previsionales. Un mes después se decretó la quiebra de Hipermercados Tigre S.A, en convocatoria de acreedores desde 1998. "Tal vez hayamos asistido a una de las peores estafas realizadas en el marco de las facilidades otorgadas por la Ley de Quiebras que el gobierno de Menem sancionó a mediados de los 90", escribió Carlos Ghioldi en Tigre. Crónica de un conflicto en curso

El autor es un ex empleado del supermercado, integrante de la Comisión de Acción Gremial y actual secretario de la Asociación de Empleados de Comercio, una agrupación que tiene 30 mil afiliados y es el segundo sindicato mercantil en importancia del país Ghioldi tiene diez causas abiertas (por usurpación, violencia, turbación, amenazas, desacato a la autoridad...) desde la toma de la sucursal. Es otra víctima de la judicialización de la protesta: según dictaminó la Cámara Penal, además, su condición de delegado gremial agrava sus responsabilidades. Aunque por el absurdo, ese veredicto demuestra una de las peculiaridades del caso de Supermercados Tigre: es uno de los pocos emprendimientos de esta índole en el que los trabajadores son activamente acompañados por una organización sindical. En más de un caso, los propios obreros han denunciado la oposición activa de los gremios que decían representarlos.

Inspirados también en los modelos gremiales anarquistas y sociales de principios del siglo pasado, los integrantes de la cooperativa decidieron fundar un centro cultural en el sótano del local -donde en tiempos del Supercoop funcionaba un teatro- que está a cargo de un grupo de estudiantes de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad de Rosario; una biblioteca y un comedor universitario, donde almuerzan estudiantes y jubilados un menú económico.

"La creación de un centro cultural en un lugar recuperado por los trabajadores es un importante desafío militante por varios motivos: En primer lugar, se trata de rescatar un aspecto o una dimensión que toda lucha posee, la dimensión cultural. Y con esto queremos decir que nunca una lucha es solamente gremial, o solamente política", escribió Ghioldi en su libro. Y, de hecho, todo se ha imbricado en este local que es sede obligada de cuanta manifestación de los nuevos movimientos sociales se organice en Rosario.



Luego de la toma, 80 trabajadores empezaron a idear un emprendimiento productivo. En agosto de 2001 proponen la creación de un " supermercado comunitario", con aportes del Estado, con el argumento que:

Pagar los subsidios por desempleo durante un año para esos trabajadores le costaba al Estado como mínimo 300.000 pesos, sin ello cambiara la situación de fondo de los ex empleados


Poner en funcionamiento maquinarias y herramientas necesitaba de un aporte inicial de menos de 150.000 pesos


A partir del proceso de concentración del sector comercial en manos de cadenas de origen extranjero o con cabecera en Capital Federal, el 80% -si no más- de los productos que se comercializaban en la zona de Rosario era de origen extranjero o de otras regiones.


El propio Estado destina fondos para incentivar la constitución de cooperativas de trabajo y producción artesanal que, en general, naufragan por la ausencia de una boca de expendio donde ofertar sus productos. El acceso a las grandes cadenas de comercialización es casi imposible para las empresas regionales y menos aún para estos emprendimientos sustentados con fondos oficiales.


Una vez presentado, el proyecto logró el aval del Concejo Municipal de Rosario, de la Intendencia, la Cámara de Diputados de la Provincia y de la Nación, del Ministerio de Trabajo de la Nación, de organizaciones de todo tipo -gremiales, políticas, sociales, religiosas- y de 40.000 ciudadanos que firmaron un petitorio. De todos, menos de la justicia que, en febrero de 2002, sacó una escueta resolución que afirmaba: "las leyes no prevén esta alternativa".

Lo que ahora, luego de tres años de lucha, les ha quedado claro a los trabajadores es que el principal obstáculo es la magistrada en lo Civil y Comercial de la 14ª Nominación, María de los Milagros Lotti quien, en una oportunidad, les dijo que "no se reunía con negritos". No es el primer ni el único caso en el que la justicia impide los procesos de recuperación de las fuentes laborales.



La experiencia de Tigre es interesante porque los trabajadores recorrieron un arco de opciones que muchas veces son presentadas como antagónica y que, sin dogmatismos, les permitieron pasar del reclamo al gobierno a la autogestión. No abandonaron la idea de que el Estado debe apoyar estos emprendimientos, pero -dada la negativa judicial- 35 de los ex empleados decidieron conformar la cooperativa y reinaugurar una parte del local por cuenta propia.

El supermercado es una boca de expendio para que la producción regional, o de emprendimientos artesanales, cooperativos o comunitarios, incluidas las tapas para empanadas y las pastas de la fábrica recuperada Mil hojas, de Rosario.

Es lo que Ghioldi define como una "actividad económica de resistencia". Y no es un camino fácil: la falta de experiencia previa, cierta ingenuidad en los manejos con algunos proveedores, los altos costo de los fletes para traer de lejos los productos artesanales, la imposibilidad de competir con los precios de las grandes cadenas; la precaridad de una situación sin definición legal.

Pero avanzan: lograron pagar todos los impuestos y servicios -cosa que no hacía la empresa- y aportar dinero al fondo de lucha que luego reparten en partes iguales: unos 450 pesos mensuales para cada uno, aproximadamente

Desde el principio, aún todavía bajo la patronal, cada decisión implicó muchas discusiones y resistencias hasta que los trabajadores lograron desprenderse del discurso empresarial, concientizar sus derechos, dejar atrás los vicios de cuando eran empleados y entender la libertad -pero también la responsabilidad- que implica hacerse cargo del propio destino.

"Esto tiene una veta, un contenido solidario que no es el que tiene cualquier empresa -explica Ghioldi-. Nosotros no somos partidarios de hablar de empresas recuperadas porque una empresa supone toda una serie de

finalidades que en este caso no están presentes. No es cuestión de confundir

la eficiencia, con criterios empresarios. No estamos de acuerdo con recuperar empresas capitalistas sino con crear trabajos dignos". Por eso, en Tigre, hablan siempre de "la toma".

Es esa filosofía la que hoy, a partir de las 11, van a salir a defender públicamente cuando marchen desde la sede del supermercado hacia la Sindicatura -donde se van a ofrecer los pliegos- con el objetivo de boicotear el proceso licitatorio y exigir la sanción la Ley de Expropiación que hasta el gobernador considera justa.




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