III Congreso de la Lengua Española: dime a quién invitas y te diré quién eres...
Por Rodolfo Hachen -
Sunday, Aug. 15, 2004 at 1:53 AM
congresolenguas@hotmail.com
El “dime con quién andas y te diré quién eres” en la paráfrasis que utilizamos como título de este artículo es fácilmente aplicable a el III Congreso de la Lengua Española organizado por la Real Academia Española y el Instituto Cervantes que tendrá lugar en Rosario del 17 a 20 de noviembre.
Un una nota brindada a Rosario 12 y publicada el domingo 16 de mayo, la Subsecretaria de Cultura de la Nación, Magdalena Faillace, reveló que para este Congreso se decidió no invitar al Premio Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez. Con impunidad y desparpajo, la Subsecretaria evidenció un juego ideológico de poderes que ya todos intuíamos. Lo extraño es advertir que desde la Nación, la Provincia de Santa Fe y la Municipalidad de Rosario se apoya un proyecto político con el que, supuestamente, no se acuerda.
Dime a quién invitas y te diré quién eres...
En torno al III Congreso de la Lengua Española: una mirada al sesgo.*
Toda elección es ideológica y, como decía Borges, toda clasificación es “arbitraria y conjetural”. Cuando hablamos y elegimos las piezas léxicas que emplearemos ponemos en funcionamiento criterios de selección y clasificación que dirán mucho acerca de nosotros mismo. Esto no es, por supuesto, nada nuevo y resulta, en gran medida la clave del psicoanálisis o el análisis del discurso. Así, no es lo mismo referirnos a nuestra pareja como “la doña”, “mi mujer”, “la patrona”, “la bruja”, “mi esposa”, “mi compañera”, etc. ni hablar de “rojo”, de “bermellón” o de “carmín”. Pese al abuso que se ha hecho de la sinonimia, nadie nos podrá hacer creer, en nuestra dolorosa historia, que es lo mismo decir “Proceso de Reorganización Nacional” que “Dictadura Militar”. Esencialmente, los sinónimos no existen de la misma manera que todos no somos iguales. Al respecto, podemos señalar, que en los discursos pretendidamente democráticos, se ha confundido la igualdad de derechos con la homogenización. Tenemos el derecho a no ser iguales y a ser respetados en la diferencia.
Pero más allá de las palabras (si esta proyección fuera posible) están nuestros actos. También ellos nos definen. Nos sirven de carta de presentación. Nos inscriben en el entramado semiótico que la sociedad y la cultura presuponen. De este modo los mecanismos de consolidación de grupos de referencia y de pertenencia se erigen en la base de la dinámica del proceso identitario. Cómo nos vemos, cómo nos ven y cómo creemos que los otros nos ven son los hilos de una urdimbre que lucha por mantener tensa y unida nuestra identidad individual, social, cultural. Los unos y los otros quedan, así, establecidos. De aquí que el “dime con quién andas y te diré quién eres” en la paráfrasis que utilizamos como título de este artículo es fácilmente aplicable a el III Congreso de la Lengua Española organizado por la Real Academia Española y el Instituto Cervantes que tendrá lugar en Rosario del 17 a 20 de noviembre.
Un una nota brindada a Rosario 12 y publicada el domingo 16 de mayo, la Subsecretaria de Cultura de la Nación, Magdalena Faillace, reveló que para este Congreso se decidió no invitar al Premio Nóbel de Literatura Gabriel García Márquez. Con impunidad y desparpajo, la Subsecretaria evidenció un juego ideológico de poderes que ya todos intuíamos. Lo extraño es advertir que desde la Nación, la Provincia de Santa Fe y la Municipalidad de Rosario se apoya un proyecto político con el que, supuestamente, no se acuerda. La Sra. Faillace cree, quizás como todos los otros funcionarios, que decir que su comisión había propuesto al escritor colombiano la exime de responsabilidad en la decisión final y que, atribuyéndole esta negativa a la RAE y a la Academia Argentina de Letras, queda desafectada de toda culpa. Lo que la Subsecretaria no puede entender es que esta selección no es un simple caso de omisión sino una clara postura política que define con claridad a la Real Academia Española, a su accionar y a sus objetivos. Es como suponer que la sangre derramada no nos manchará si cerramos los ojos. Se debe saber que si apoyamos o participamos de un Congreso de esta naturaleza estamos avalando un proyecto político – cultural que prefiere identificarse con Vargas Llosas o Carlos Fuentes y no con Gabriel García Márquez. No hay avestruz, por más honda que entierre su cabeza, que pueda evitar oír los clamores marciales de esta desafortunada elección. Y no es un error, sino una coherencia en la conducta de una institución que no claudica en sus principios monárquicos. En tal sentido, pareciera que no nos queda más que sumarnos, en el mejor de los casos, a la corte o convertirnos en bufones. Nada se puede hacer sin la venia de la Academia y este nuevo “mundial de la lengua” como alguna vez fue el de fútbol, servirá de pantalla para una “Cumbre Iberoamericana” en la que, seguramente, no se discutirá el uso de la H. De aquí, también, la decisión de nuestro Presidente de la Nación de invitar a Bush y no a Fidel Castro.
No hay cara que soporte el gesto de ingenuidad suficiente para sostener que nada tienen que ver en este proyecto los organizadores locales. Y debe quedar claro que el haber desechado de la lista de invitados a una “persona con reconocida trayectoria colaboracionista con la dictadura militar del proceso” no cambia en nada las cosas. Más allá de la loable actitud de la Universidad Nacional de Rosario de, ya que no podía proponer nombres, descartar, al menos, ése, el conflicto pasa por reconocer que tampoco éste fue un “lapsus linguae” sino una nuestra tangible de la ideología reinante. En la misma línea están los temas que se discutirán y las propuesta que se hacen en torno al abordaje de las cuestiones generales de glotopolítica.
Has recorrido muchacha un largo camino...
El presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, que parece no poder dar cuenta de la diferencia que implica nombrar a la lengua como español o castellano, sostiene en una nota publicada este mes en Idiomas y Comunicación, que “España tiene una historia idiomática superior en varios siglos a la hispanoamericana.”. En realidad, no tenemos idea de a qué se refiere porque al igual que en la península Ibérica, en América los pobladores originarios también hacían uso de sus idiomas para comunicarse ante de la llegada de los españoles. Si estuviera haciendo alusión al uso del “español”, debemos aclarar que éste se impuso casi simultáneamente tanto en América como en Europa. El origen del “español” como lengua nacional surge con la consolidación del Estado que implicó la expulsión de los moros, la inquisición, y el casamiento de los reyes de Castilla (Isabel) y Aragón (Fernando) Así la imposición de una lengua regional con carácter de nacional va asociada al avance territorial, a la intolerancia religiosa (expulsión de árabes y judíos) y al poderío bélico. Y será a partir de entonces que llegará en barco, con los mismos fines y atributos, a las costas de América.
La Gramática Castellana de Antonio de Nebrija (primera en su género) fue terminada de imprimir el 18 de agosto de 1492 y enuncia uno de los axiomas glotopolíticos más acertado de todos los tiempo “siempre la lengua fue compañera del imperio” (y recuérdese aquí la Cumbre Iberoamericana y la invitación a Bush)
“El tercero provecho deste mi trabajo puede ser aquel que, cuando en Salamanca de la muestra de aqueste obra a vuestra Real Majestad, i me pregunto que para que podia aprovechar, el mui reverendo padre Obispo de Avila me arrebato la respuesta, i respondiendo por mi dixo: que, después que Vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos publos barbaros i naciones de peregrinas lenguas, i conel vencimniento aquellos ternian necesidad de recebir las leies quel vencedor pone al vencido i con ellas nuestra lengua, entonces por esta mi Arte podrían venir enel conocimiento della...” (Nebrija, A., 1492, Gramática Castellana)
La imposición de la “norma”, de la “ley” ha sido, siempre, el propósito fundamental de las Academias y de este tipo de gramáticas que no han perdido ni solapado, con los años, su intención primera.
Así, en el Esbozo a una Nueva Gramática de la Lengua (1973), abordando la entonación la RAE sostiene:
“El breve examen que haremos aquí de la entonación española refleja los usos que han dominado Madrid dentro de los últimos cincuenta años en el seno de familias burguesas de antiguo abolengo madrileño y en gran parte de los medios universitario y cultos. Dar una idea, por somera que fuese, de la variedad de acento que llena la vasta geografía de habla española habría sido empresa imposible, hoy por hoy, de llevar a cabo y no parece necesario encarecerla.” (RAE, Esbozo a una Nueva Gramática de la Lengua, 1973, pág.102)
Pareciera que los que no gozamos de cierto “abolengo” o quedamos fueras de los ámbitos “cultos” de Madrid debemos conformarnos con alguna nota al pie o, como señala el Dr. Barcia, “dejar de lado los prejuicios y recordar que al Diccionario han sido incorporados casi 6000 americanismos, llegando a sumar más de 12.000, entre ellos 2343 argentinismos; además, se ha aceptado el uso del voseo y del che.” (Idioma y Comunicación, mayo, 2004) Sin duda éste es un claro reconocimiento de que la lengua que hablamos no nos pertenece y que tendríamos que agradecer a la Academia haber “aceptado” lo que hace años venimos diciendo en un gesto de mal paternalismo evidenciado en la dudosa denominación de los “–ismos”. La pregunta sencilla sería: qué puede importarnos a los hablantes de América la venia de la Academia Española si los únicos dueños de una lengua son sus hablantes efectivos. En qué puede ser modificada el habla, por ejemplo de los argentinos, porque la RAE haya aceptado “el uso del voseo y del che”. Y al interrogatorio podría sumarse: qué puede aportar a la realidad latinoamericana un Congreso avalado por esta ideología.
Pese a que el intendente Lifschitz asegura que en España le prometieron que se elevará el nivel académico en este Congreso, nada parece confirmarlo. Como el mismo Barcia lo señala “El de Zacatecas, México, como todo lo que recién inicia, fue un tanto desparejo” y las ponencias “un tanto improvisadas”. En Valladolid nada cambió sustancialmente a punto tal de que ni siquiera se ha podido general un libro con las conclusiones. En tal sentido conviene que se sepa que todo lo invertido (por mucho o poco que fuera) tendrá el fin del silencio y lejos estará de repercutir en la vida cotidiana de los argentinos. Los catedráticos e invitados se reunirán una vez más para regodearse en un narcisismo insostenible y costoso de espaldas a los auténticos problemas de América Latina.
“Yo soy aquél que ayer nomás decía...”
El III Congreso de la Lengua, a través del Instituto Cervantes, propone dos homenajes centrales: a Ernesto Sábato y al Cuarto Centenario de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Lo sorprendente es recordar las opiniones vertidas por Sábato en su ensayo “Sobre el castellano que hablamos” (El escritor y sus fantasmas, 1963). Por entonces, este notable escritor argentino nos decía que al “lenguaje lo hace el pueblo, el pueblo todo” y que pese a que la Academia pretende (desde Nebrija) terminar con la “anarquía” de la lengua, “...los únicos lenguajes que han dejado de ser anárquicos son los muertos”. Así llega a la conclusión de que “la existencia de academias tiene la misma raíz social y psicológica que la policía”
“Cada cierto tiempo nos anuncian que el mejor inglés se habla en Oxford y el mejor castellano en Toledo. Lo que implica algo así como ese Origen Absoluto de Coordenadas que ansiosamente buscaban los físicos anteriores a Einstein. La ciudad de Toledo representaría así la silla absoluta del lenguaje castellano, y los pobres mortales que habitamos en otras regiones del basto imperio estaríamos condenados a farfullar dialectos más o menos monstruosos según nuestras respectivas distancias a la Silla y a la lengua platónica sentada en ella” (Sábato, E., “Sobre el castellano que empleamos” en El escritor y sus fantasmas, 1963)
Sábato mismo sostiene que ni Cervantes hubiera tenido la aprobación de la Academia por su forma de escribir tan apartada, en cierta medida, de la norma que se pretende imponer. El idioma ideal que se esgrime (platónico, si se quiere) lejos está de toda situación comunicativa concreta y de llegar a ser encarnado por los propios españoles imposibilitados de pronunciar “correctamente” palabras como “Atlántico”, “atlético” y hasta “Madrid”. Así que como señala Borges puedo decir que “no he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. (Hablan en voz más alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda)” (Borges, J. L., “Las alarmas del Dr. Américo Castro” en Otras Inquisiciones, 1952)
“Me gustas cuando callas, cuando estás como ausente...”
Pese a que estamos hablando de un Congreso de la Lengua Española, no todas las cosas están dichas y, muchas de las que se dicen, recuerdan los beneficios del silencio. Cuando no se conoce el tema que se presenta y se cuenta con tan poca información (en gran medida adulterada) ocurre lo que sucede. Los voceros son muchos y desautorizados. Hablan en nombre de una corona que nos los reconoce ni los respalda. Discursean apelando a una Academia que los excluye y se embanderan en causas perdidas. Como en los manuales escolares que recuerdan el accionar de 1810, creemos que se han organizado muchas juntas en torno a un rey que las ignora, en nombre de un poder que no las contempla y de una soberanía profanada. Por eso, cuando escuchamos el uso del “nosotros” (en boca de los “representantes” locales) referido a la organización del III Congreso de la Lengua Española, nos preguntamos si es exclusivo o inclusivo, porque, por una extraña lógica del destino, las verdaderas voces de América no han sido incorporadas.
Aún más, ni aquellos que se dicen organizadores podrán acceder al Cónclave de las Luces desde el cual un grupo no muy numeroso de elegidos (por la RAE y la AAL) hablarán de nosotros (los observados) y de lo que sucede afuera poniendo la distancia suficiente para no ser contaminados mientras, el pueblo, mirándolos por alguna pantalla gigante, sigue preguntándose de qué se trata.
*Magíster Rodolfo Raúl Hachén
(UNR, CONICET, Cátedra UNESCO)
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