Julio López
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Los archivos secretos del Régimen Juarista
Por fuente: Alejandra Dandan - pagina 12 - Monday, Aug. 30, 2004 at 10:37 AM

Página/12 revela datos sobre los archivos de los espías santiagueños. El seguimiento realizado a integrantes de la Iglesia, militantes y políticos. Se trata de parte de los 40 mil expedientes desclasificados y confiscados por la Justicia federal.

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Ni el entonces cardenal Antonio Quarracino, ni Jorge Casaretto ni Estanislao Karlic sabían aquella mañana del 22 de octubre de 1996 que uno de los asesores clericales trabajaba simultáneamente para los laboriosos servicios de inteligencia santiagueños. Esa mañana, tipeaba prolijamente sus nombres en una vieja máquina de escribir. Llenó dos páginas con “la interna de la Iglesia” y las guardó en la carpeta de espionaje ilegal sobre Gerardo Sueldo, el obispo de Santiago del Estero, cuando todavía faltaban dos años para su sospechosa muerte.

Los archivos “estrictamente confidenciales y secretos” de Santiago del Estero, publicados hoy por primera vez por Página/12, son parte de los 40 mil archivos de espionaje ilegal atesorados desde 1972 por los sucesivos gobiernos que manejaron la provincia. En marzo de este año, la Justicia logró desnudarlos después de un allanamiento al departamento de Informaciones conocido como D-2. Aquel golpe fue uno de los motivos que más tarde argumentaron la intervención federal.

Después del allanamiento, las carpetas quedaron confiscadas por la Justicia federal en el marco de una investigación contra el matrimonio que durante cincuenta años gobernó la provincia: Carlos Arturo Juárez y su mujer, Marina Mercedes Aragonés, La Nina, aquella despampanante jovencita que hacia los ’50 supo conquistarse al abogado, dirigente de la Acción Católica y ya gobernador peronista a costa de cualquier precio, un precio que incluyó en el orden privado la reclusión de la primera mujer de Juárez en un hospicio psiquiátrico y la expulsión y el destierro de sus dos hijas. Y, en el orden público, las persecuciones y la sistematización de la red de espionaje que reportaba todo y a todos, y servía como mecanismo indispensable para sostener un estilo político: el del terror.

Los archivos de los Juárez muestran la dimensión del imperio montado sobre la persecución de los espías. Entre los documentos desclasificados hay nombres de funcionarios del menemismo, menciones sobre “la probable visita de la esposa del gobernador Eduardo Duhalde”, escuchas y anotaciones tomadas por diminutos personajes que perseguían a sus espiados en los funerales, durante antiguas marchas como las del retorno de Perón o en las de los últimos años. Entre ese material, aparecen dos casos paradigmáticos para los santiagueños: el del ex gobernador César Iturre y el del propio obispo Sueldo. Ambos se opusieron abiertamente al juarismo, y terminaron sus vidas con una muerte trágica. Los documentos no demuestran la existencia de un plan urdido para matarlos, pero sí retratan la capacidad efectiva, y en ocasiones grotesca, del metodológico aparato de acoso político manejado a discreción por un Estado nepótico. Uno de esos informes detalla:
“Parte de Informaciones, Santiago del Estero, 12-10-96.

Objeto: Religioso. Iglesia Católica local y nacional. Pastoral Social-Invención-Evolución.
Obispado local: el viernes pasado a partir de las horas 23.00 en el Canal de Cable TN Todo Noticias que llega aquí en directo por el número 27 se presentó en el programa de Santo (Biasati) el obispo local Gerardo Sueldo durante el cual no tuvo reparos en criticar al gobernador Dr. Juárez y relatar a su criterio los diversos enfrentamientos que se agudizaron este año.”

En el caso de Sueldo, desde su llegada a Santiago, sus pasos se transformaron en informes escritos a máquina. Los archivos, según se menciona en el libro Los Juárez, “se los intercambian el subsecretario de Informaciones de la Gobernación, mayor (R) Jorge D’Amico, y el director de Informaciones, Musa Azar. En algunos partes diarios la vida del obispo era central, en otras ocasiones los espías listaban minuciosos seguimientos o analizaban el hacer del religioso. Había lecturas políticas de cada homilía y detallaban los encuentros con otros sacerdotes, catalogados según su ideología”. Cuando los espías vieron a Sueldo por TN, siguieron la entrevista y, como ocurría habitualmente, anotaron fragmentos textualessobre sus consideraciones más críticas. Inmediatamente avanzaron con otro punto, una de las verdaderas obsesiones de Juárez:
“Repercusión social (de la entrevista en TN): en el gran público, escasa. Más bien en sectores católicos con poder adquisitivo y de la ciudad. Diario El Liberal se hizo eco del programa y publica algunas consideraciones el sábado con el título ‘Sueldo criticó a Juárez. El obispo estuvo en un programa nacional’”.
En cierta ocasión, los espías se interesaron por los nombres de Karlic, Casaretto y Quarracino, entonces arzobispo de Buenos Aires. Hacia octubre de 1996 analizaban “el cambio de autoridades que se avecina” en la Comisión de Pastoral, un órgano al que lograron darle una definición política a tono con sus conspiraciones. La Comisión, escribieron, “es el eje político social y religioso de cómo se mostrará la Iglesia con el nuevo cambio”. Un órgano que “desde el punto de vista político nacional, dialoga con el mundo empresario, político y sindical donde también entran los intereses institucionales. Tienen lo propio Mr. Justo Laguna, obispo de Morón, un Emilio Ogenovich (sic) de Mercedes o un progresista como Rafael Rey de Zárate-Campana”.
Ese día sumaron a una “fuente” especial para el informe de dos páginas. Un “asesor clerical” que poco a poco iba instruyéndolos en una teología con características del cine del absurdo. No entendían qué significaba “un Episcopado en transición”, y lo escribieron:
“En esos niveles católicos –detalla otro de los informes–, dicen que podría caerse en noviembre en un –y ahí el problema– ‘Episcopado de transición’: consultado el informante clerical refiere que el término ‘transición’ no es terminante como dice el diccionario: ‘Paso de un estado a otro, estado o fase intermedia, modo de pasar de un razonamiento a otro’. Para el verbo eclesial ‘transición’ quiere decir: ‘Actos preparatorios para interrogantes que se definen de acuerdo con las posturas personales de los obispos y de las líneas pastorales que ellos presenten’”.
Varios años antes de las persecuciones sobre la Iglesia, Carlos Juárez había adelantado alguna de sus razones aunque hasta el momento pocos las tomaron en cuenta. Juárez no estaba en el país sino en un exilio dorado en Madrid. Allí, frente a una máquina de escribir, le dio forma filosófica a la saga que, especialmente durante este último año, apareció ante la opinión publica con rasgos delirantes. Escribió sobre 400 páginas La Hora Crucial en la Argentina, un libro de pocos ejemplares, leído entre amigos, misteriosamente olvidado y catalogado en alguna ocasión como una apología del genocidio de Estado. A comienzos del ‘82, mandó una copia de los originales a Buenos Aires. Uno de sus entrañables colaboradores consiguió una imprenta para la impresión. En uno de los párrafos, en la página 69, el caudillo que aún está detenido escribió su propia Noche y Niebla:
“Dentro del ciego enjuiciamiento inexorable, todo lo que contribuye a vertebrar el sistema recusado: instituciones, legislación, organización, estructuras, y diligencias, debe ser allanado y sustituido sin contemplaciones. A cualquier precio. El fin justificará históricamente los medios, sin distinción alguna. Para lograrlo hay que pagar cualquier precio aun la cuota de sangre si fuera necesaria, y hasta de sangre inocente. Quizá hasta se piense que no sea superflua si sirve para acrecentar el pavor. Quizá hasta se crea que puede ser un holocausto ejemplificador indispensable”.
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“LOS JUAREZ”, VIDA, OBRA Y NEGOCIADOS
Radiografía del poder en Santiago


Extractos del primer capítulo de "Los Juárez", de Alejandra Dandan, Silvina Heguy y Julio Rodríguez, sobre la oscura trayectoria del Tata Juárez y su esposa Nina.



(...) Ya casi nadie la asociaba con la morocha despampanante que, en los años cincuenta, cuando ella era la hija del boticario del pueblo, se paseaba por Santiago del Estero con pantalones ajustados, tacos altos, pestañas postizas y blusa atigrada. Su cuerpo negaba el recuerdo. La mutación había sido de a poco y de manera demoledora. La cintura se le agrandó. La carne se volvió blanda. Los tobillos se ensancharon. Su cara emprendió un camino brutal al envejecimiento. Uno a uno los rasgos fueron cambiando. La boca se volvió finita. Los párpados se le cayeron. Una sombra oscura le cubrió el contorno de los ojos. Pero la nariz y la piel siguieron iguales. Con esmero, cada hora, las cubría con una capa espesa, pastosa, de base color miel. Se aseguraba el rodete. Controlaba la tintura negro azabache. Revisaba su aire remarcadamente español. Le gustaba que le encuentren un aire familiar a Lola Flores, que la vieran parecida a “La Faraona”.
Entre guiños y complicidades masculinas, muchos de los que ahora la comparan con la peor de las arañas, en aquellos años, la llamaban “la gitanita”. Eran los mismos que rumoreaban que ella era la amante del gobernador. Un hombre joven de 33 años, casado, con dos hijos, católico de misa diaria. Ella, de curvas sinuosas. El, austero, con un escudo de la Acción Católica clavado en la solapa. En un acto en el que la Nina vio al gobernador dijo en voz alta:
–A ese negrito me lo adjudico.
Después juntos crearon una leyenda calcada del peronismo. Ella era una maestra que repartía frazadas entre los pobres cuando cruzaron la primera mirada. Hicieron pública la historia oficial en 1973, cuando llegaron como un matrimonio a la gobernación de la provincia.
(...)
Nublada por los efectos del alcohol, desde el agua la señora del gobernador ordenaba que uno por uno se tirara al agua. Horas antes había usado el teléfono para dar la orden de la visita nocturna. Una rutina obligatoria e impuesta.
–No veíamos la hora de que llegue el golpe militar del ’76. Estábamos hartos, queríamos dormir tranquilos. Viéndolo desde el presente parece increíble, pero queríamos que Videla volteara rápido a Isabelita para sacarnos de encima a la Nina –se sinceraba uno de aquellos visitantes nocturnos.
Pero Nina ordenaba.
–A ver, coronel Correa Aldana... –decía a los gritos desde el agua con esa voz aguda que todos imitaron. El militar, como un soldado raso más entre los tantos que tenía a su cargo en el Batallón Ingenieros de Combate 141, obedecía. Respondía como lo hacía con las órdenes que el general Antonio Domingo Bussi le daba desde Tucumán. De mala gana, se sacaba el cinturón con su arma reglamentaria y la billetera del pantalón.
–Teneme esto. Así no se me mojan –decía resignado al más cercano.
El empresario, el intendente de la ciudad, el diputado ya estaban en el agua. Juárez seguía departiendo amistosamente con un matrimonio. Veía la escena desde el quincho sentado en un enorme sillón de cuero negro, mullido, con una copa de champagne en la mano. El único que evitaba los cantos de sirena de Nina era el presidente del Superior Tribunal de Justicia. Vestido con un traje blanco impecable intentaba escaparse por el costado.
–Marianito vení, tirate –le impuso con un grito la primera dama. El hombre de blanco bajó la cabeza y enfiló derecho a la enorme piscina que contenía un caldo de poderosos. El abogado apenas alcanzó a sacarse los zapatos. Se agarró de la escalera y lentamente comenzó a bajar. Fue sumergiéndose de a poco su impecable traje blanco mientras el resto salía, se revolcaba en el barro y se volvía a tirar. En un solo movimiento el abogado metió la cabeza y salió. Chorreaba aguabarro. Fue directo al quincho, se sentó en uno de los mullidos sillones de cuero negro y pidió otra copa de champagne.Pero cuando la temperatura no permitía los baños nocturnos, Nina bailaba. El escenario de las danzas era el salón de fiestas de la residencia. Apretaba su cuerpo al de, después dirían, su amante de turno, mientras le hacía señas con sus ojos a otro de los invitados. Una madrugada ese coqueteo quedó en evidencia. Aquella vez el empresario la separó de su cuerpo y le pegó una cachetada. Juárez miró la escena a varios metros de distancia. Dio vuelta la cara y ordenó:
–Mozo más champagne.
Con el tiempo, el caudillo iba a ocuparse de liquidar física o simbólicamente a los dueños de cada una de esas miradas. Lentamente los fue expulsando de su círculo. Los desterró. Cuando esto sucedió, para ellos Nina ya se había vuelta araña. No dormía. Se balanceaba lenta en vez de caminar. Hacía tiempo había cambiado la ropa ajustada por chaquetones que le tapaban la cadera. Odiaba el negro. Creía que los colores transmitían energía. Había crecido entre pócimas de boticario. Sabía de las alquimias que se producían en las mezclas. De las transformaciones de las sustancias. Vestía de rojo, de violeta y de verde. Olía en francés. Desde los años ochenta estampaba en su ropa el mismo aroma denso y penetrante del perfume First. La fragancia de narcisos y jazmines era definida como “el triunfo de la feminidad”. Ella, vuelta gobernadora, exigía flores en cada habitación que atravesaba. Amaba el verde de las esmeraldas. Se las pedía a sus amantes.
–Yo se las compraba en Ricciardi, la joyería frente a la plaza San Martín, en Buenos Aires. Ahí vendían las más caras, pero me aseguraba de que eran buenas –recordaba veinte años después el empresario que había sido su amante durante años.

Como gobernadora, Nina ya no se mostraba. Usaba anteojos de sol para tapar las pestañas engrosadas con rimmel y los párpados recubiertos con sombras azules oscuras. Odiaba la luz. No quería ser vista. Una única foto se repetía en los despachos de todo los organismos públicos. Una fotocopia color ampliada la mostraba con los brazos gruesos desplegados, el maquillaje recargado y un pañuelo blanco y negro envolviéndole la cabeza. Lo llevaba anudado a un costado con las puntas desplegadas al viento. Había ordenado colgar uno de esos cuadros en la sala de espera de la Gobernación. A la entrada de su despacho. Un cuarto siempre oscuro. Cubierto por unos cortinados dobles de color azul petróleo y suavizados por un paño de voile. Las telas caían sólidas como una barrera desde lo alto de las ventanas coloniales. El despacho era una isla negra y tenebrosa bajo el sol impiadoso de Santiago. Su imagen cobraba tonos de media sombra cuando se sentaba en su escritorio. Una lámpara pequeña de pantalla verde era la única iluminación de la sala (...)

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La caja fuerte del caudillo
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La caja fuerte del c...
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ESCRITURAS, RUBIES Y ORO EN ACTAS NOTARIALES





En esta ocasión, la detención de Nina Juárez duró cuatro meses y tuvo lugar en su casa. Pero la ex gobernadora conoció la cárcel veintiocho años antes, cuando su marido fugó gracias a los contactos con políticos amigos de la dictadura militar y la protección del segundo jefe del I Cuerpo del Ejército, Carlos Olivera Rovere. Ella, en cambio, quedó detenida en Santiago. La acusaban de malversación de fondos públicos, algo que ahora la Intervención Federal intenta también comprobar. En aquella ocasión, el 15 de abril de 1976, la caja fuerte del caudillo se abrió y en un acta notarial, cuyo contenido publica por primera vez Página/12, quedó registrada la arquitectura legal que ocultó por décadas los bienes del ex gobernador.
En las actas hay títulos de propiedad, escrituras y contradocumentos que aparecieron entre relojes con rubíes incrustados, medallas de oro y lapiceras bañadas en metales preciosos. Escritos a máquina en hojas foliadas se mezclan los nombres de parientes, empresarios conocidos a nivel nacional, funcionarios y hasta el del futuro presidente del Supremo Tribunal de Justicia de la provincia. Las pruebas de la existencia de los testaferros, de la doble vida del poder, son las que al comienzo del golpe del ’76 llevaron a Nina al borde del procesamiento. Al poco tiempo, como sucedió hace una semana, a la mujer de Juárez la Justicia la benefició con la excarcelación. En libertad, aquella vez, escondida en el baúl de un auto y con 20 kilos menos, logró fugarse.
Así la dictadura –escriben Dandan, Heguy y Rodríguez– “se metía en los engranajes desde donde bombeaba la vida y la muerte del país de Carlos Juárez. Los filamentos íntimos del régimen. El corazón. Los secretos estaban guardados en un cofre. En la huida, Juárez los había dejado escondidos en la Residencia de Gobernadores de la Provincia, las fortalezas del principado de la avenida Belgrano Sud donde transcurrían sus mil y una noches a dos cuadras de la SIDE: los sótanos donde moraban sus verdugos. (Luciano Benjamín) Menéndez nunca mencionó públicamente los resultados de las seis carillas de tesoros bajo llaves (...). Las páginas foliadas se mantuvieron resguardadas hasta ahora. El Cachorro entregó sólo dos o tres datos a los medios de comunicación, como propaganda política (...).
“Se deja constancia que la totalidad de los elementos inventariados precedentemente son retirados de conformidad por la señora Mercedes Aragonés de Juárez, quedando en poder del Señor Secretario General de la Gobernación Mayor Eugenio del Valle Toledo, la documentación que fuera encontrada en la citada caja de seguridad y que a continuación se detalla: Título de propiedad de Luis Eduardo Ahumada a favor de Marina Mercedes Aragonés escritura Nro. 735 del 14-03-72 Escribanía Jiménez Ciudad.- 2. Reglamentos de Copropiedad escritura 734 del 14-6-72 Escribanía Jiménez Ciudad.- 3. Un título de Propiedad de Luis Ahumada a favor de Mercedes Marina Aragonés escritura 1197, Escribanía Jiménez.- 4. Una carpeta con la leyenda “Maco o Maquito hoy Colonia del Rosario” (los terrenos de su finca), conteniendo un recibo a favor de Mercedes Aragonés de Juárez por 5000 pesos sin aclaración de quien lo otorga (...)
En la Caja de Seguridad guardaba los secretos de las relaciones que había construido durante los años que había vivido en Buenos Aires, los cimientos con los que se había establecido de nuevo en Santiago y las fórmulas con las que había podido ganarle más tarde al candidato de Héctor Cámpora. “Había sucesiones, una copia de sesión de derechos, la mención del traspaso de acciones entre un tal Enrique Iglesias y Nina Aragonés. Un contrato de propiedad del mes de abril de 1965 entre alguien llamado Ventura Gómez, Mercedes Marina Aragonés y su sobrino Jorge Federico Mikelsen Loth.” Y entre otros papeles, detallan, “fotocopias del plano de propiedad de Colonia del Rosario-Maquito, en la zona residencial del Zanjón, los parques de la doble vida del poder, la parte rica de la ciudad, los barrios de la fiesta, de las paredes altas, amuralladas, de los parques que frenan los polvorosos desiertos de la provincia (...)” El barrio donde muchos años después se asentaban los hijos del poder del caudillo. Donde hacían las fiestas, donde muchos decían que había muerto Leyla Bshier.

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Como dos Ave Fénix
Por fuente: Alejandra Dandan - pagina 12 - Monday, Aug. 30, 2004 at 10:37 AM

Como dos Ave Fénix...
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La red de espionaje montada por Nina quedó al desnudo en marzo de este año, cuando los 40 mil expedientes atesorados por el régimen juarista fueron encontrados durante un allanamiento. Ese hallazgo fue uno de los motivos por los que el matrimonio terminó con una orden de arresto domiciliario desde el 1º de abril, el mismo día en que asumió la intervención. A cuatro meses de ese día, la ex gobernadora de Santiago perdió su condición de detenida por una decisión de la Justicia Federal santiagueña. Un tribunal de alzada le dictó la falta de mérito en dos de las tres causas pendientes. Su relación con la Justicia ahora está atada sólo al procesamiento por espionaje ilegal, aunque nadie sabe si prosperará. Los santiagueños están convencidos de que con Carlos Arturo Juárez ocurrirá algo parecido. Detenido por sus vinculaciones con la causa de los desaparecidos durante los años previos al golpe militar, sus abogados procuran la nulidad y pueden lograrla. Ya lo decía hace meses Angel de Jesús Toledo, el único juez federal de Santiago: “Esto es un juzgado federal, se miden tiempos judiciales y políticos”. Después de rumiarlo, pensarlo y razonarlo, Toledo firmó las dos órdenes de detención horas después de que el Congreso nacional diera por aprobada la intervención federal a la provincia. En ese momento, los Juárez se mostraban abatidos y como supuestos cadáveres políticos.

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