Julio López
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El Litoral y el 12 de Octubre
Por Desde Sta Fe - Saturday, Oct. 16, 2004 at 5:54 PM

Veamos lo que el diario El Litoral de Santa Fe dice acerca del "día de la raza"...

Edición vespertina de diario El Litoral del dia viernes 15 de octubre de 2004 :



Polémicas en torno del Día de la Raza

Cada vez que se celebra el 12 de octubre reaparece la polémica acerca del carácter y contenido del descubrimiento de América y de la posterior conquista y colonización. Ello ocurre porque algunas de las supuestas verdades consagradas no conforman a todos o porque, como bien lo planteara Max Weber, la historia concebida como relación entre el pasado y el presente se renueva permanentemente y, por lo tanto, las verdades siempre están puestas en tela de juicio.

Que esto sea así no quiere decir que cualquier crítica a una verdad oficial resulte válida o deba aprobarse a libro cerrado. El debate y la polémica deben de estar siempre abiertos, y toda verdad en el campo de las ciencias sociales -y también en las ciencias duras- es siempre provisoria y para legitimarse necesita fundamentarse con seriedad.

Retornando a la polémica, hay que decir que la celebración del 12 de octubre como "Día de la Raza" fue institucionalizada por el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen para afirmar la identidad hispanoamericana frente a la identidad anglosajona en su variante inglesa y, muy en particular, norteamericana.

Antes del nazismo, el concepto de raza no generaba el rechazo que provoca en la actualidad. Por el contrario, la idea gozaba entonces de una abierta aceptación en estrecha sintonía con el paradigma positivista vigente en esos años. Hoy, a decir verdad, en el contexto de un mundo globalizado que tiende hacia el multiculturalismo y la integración, esta idea de "raza" es un tanto anacrónica y carece de la dimensión histórica que tuvo en su momento.

Pero las impugnaciones al "Día de la Raza" provienen hoy básicamente de quienes cuestionan la conquista y la colonización españolas o europea en general. Diferentes variantes premodernas de tipo indigenista, tercermundista, nacionalista, fascista y marxista elemental impugnan el "descubrimiento" de América, en tanto esto habría sido el punto de inicio de un proceso de aniquilamiento de las comunidades precolombinas.

"Masacre", "genocidio", "exterminio" son algunos de los adjetivos que se le atribuyen a la conquista, y a partir de esta descripción de los hechos se arriba a algunas conclusiones más o menos delirantes que cuestionan globalmente el proceso histórico.

América, como entidad histórico-cultural no existió antes de la conquista. En ese sentido, el "encuentro" entre dos culturas o civilizaciones es real, por más que a continuación el encuentro haya derivado en conquista y colonización. Es verdad que los procesos colonizadores fueron particularmente violentos y la pulsión por la riqueza constituía una de las características centrales de los conquistadores. Es verdad que España y Portugal eran entonces grandes potencias que iniciarían en esos años una larga y sostenida decadencia signada por el oscurantismo religioso y la barbarie medieval. Pero no es menos cierto que la historia de América se empezó a escribir a partir de su "descubrimiento" en las condiciones históricas descriptas.

Antes de la llegada de los españoles, en estas tierras existían diferentes comunidades, algunas más desarrolladas que otras, algunas más explotadoras que otras. Es bueno saber al respecto que a las guerras y la explotación no las inventaron los europeos, ya las practicaban a niveles salvajes las comunidades precolombinas, al punto de que la conquista pudo realizarse gracias a la capacidad de los españoles para aprovechar las feroces rencillas internas y sordos resentimientos entre tribus dominantes y parcialidades sometidas.

Tampoco es serio históricamente hablar del derecho de los habitantes "originales" a la propiedad de estas tierras. En rigor, el continente americano fue poblado por sucesivas olas migratorias procedentes de otros continentes. Por lo tanto, el equívoco concepto de "aborígenes" sólo refiere a grupos que llegaron antes de los que llegarían después. El hombre, como se sabe, no es originario de América, y cualquiera haya sido su exacto lugar o lugares de génesis, todos cuantos hoy pueblan la Tierra descienden de ellos y son, por lo tanto, parientes más cercanos de lo que están dispuestos a reconocer.

Entre tanto, la propiedad como derecho funciona en términos jurídicos cuando existe un orden político instituido que la sanciona como tal, pero en términos culturales la historia de la humanidad es la historia de los desplazamientos, las conquistas y los aniquilamientos de diferentes pueblos.

No es agradable decirlo, pero la historia de la humanidad está manchada de sangre; la civilización aparece en el mundo, dirá Marx, chorreando sangre y lodo, y de los "beneficios" de ese espectáculo truculento no se salvaron los europeos, quienes también guerrearon duramente entre sí. Allí, como en toda la geografía del planeta, los más fuertes, voluntariosos o inteligentes aniquilaron o sometieron a los más débiles.

Walter Benjamin sostenía que todo proceso civilizatorio incluye su cuota de barbarie. La conquista y colonización de América no fue la excepción, pero sería necio negar los niveles de progreso que incluyó este proceso. Es más, lo que hoy reconocemos como América es el producto histórico de este despliegue a lo largo de más de cinco siglos en los que abundaron las injusticias pero también los esfuerzos constructivos, la innovación transformadora, el desarrollo de una lengua común que facilita las comunicaciones y los intercambios, las ansias de libertad y progreso con sus correspondientes realizaciones.

En síntesis, se trata de aceptar la historia como fue y no como nos hubiera gustado que fuera desde una perspectiva actual, que pretende juzgar los hechos del siglo XV con el rasero moral del siglo XXI. América hoy está abierta a múltiples desafíos, acechanzas e ilusiones. El futuro también está cargado de interrogantes y no hay razones para suponer que la combinación de progreso y barbarie se haya superado por completo. En todo caso, corresponde advertir acerca del peligro que representa el regreso de las viejas barbaries y apostar a que los valores humanitarios sintetizados por los hombres, a lo largo de milenios de historia, puedan impulsarse hacia su máxima expresión.


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