Julio López
está desaparecido
hace 6424 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Carácter estratégico de la Campaña por las 6 horas
Por MAR - EPI "Dario Santillán" - Tuesday, Nov. 23, 2004 at 12:23 PM

Lo que sigue, es una contestación al artículo de El militante, firmado por el Aníbal Montoya, del 15-11-04, difundido por correo electrónico. En el mismo se efectúa, a su vez, un largo comentario crítico a la nota de Jorge Sanmartino difundida por la misma vía y titulada "Haciendo historia", en la que éste formula, con motivo del acto de la Federación de Box del 29-10, todo un planteo teórico-político en torno a la campaña por las 6 horas. Casi no necesito aclarar que estoy sustancialmente de acuerdo, más allá de pequeños matices de lenguaje, con el planteo del compañero Sanmartino. De cualquier modo, mi nota no pretende hacer la apología de dicha nota, ni reinterpretar lo que allí se dice, sino contestar, de la manera más profunda y sintética que me sea posible, el artículo del compañero Montoya y señalar lo que creo son sus errores teórico-políticos. Lo hago, sobre todo, en homenaje a la altura crítica de ese artículo, lo que no es escaso mérito en un medio en que todavía prevalece, en la izquierda "orgánica", la lucha sectaria, "partido contra partido", que, en mi opinión, es un obstáculo mayúsculo a la construcción de un movimiento obrero revolucionario. Noblesse oblige, la nota de El militante hace honor al pensamiento crítico, que precisamente no abunda por nuestras pampas.

Sindicalismo y acción corporativa

La nota comentada reitera, al principio y al final, su acuerdo básico y su apoyo con la campaña emprendida por el Movimiento por la Jornada Legal de 6 hs. y Aumento General de Salarios. Sin embargo, lo somete a condiciones tales que, de aceptarse, terminarían desvirtuando forma y sustancia de la misma.

Montoya rechaza que toda lucha gremial o sindical sea corporativa. Y define la acción corporativa como "aquella que moviliza a un sector de los trabajadores por reivindicaciones propias, o exigiendo privilegios exclusivos, sacrificando o perjudicando los intereses del conjunto del resto de los trabajadores en una empresa, en una rama productiva o a nivel nacional". Lo que sucede precisamente en cualquier lucha gremial de carácter local o parcial, en una empresa o una rama entera de la producción -y cualquiera sea el nivel de conciencia con que vayan a ella los trabajadores involucrados- es que entra en competencia objetiva no sólo con el resto de los trabajadores, que no están, en el mismo momento, en condiciones de librar lucha semejante, sino -sobre todo en nuestro país- con la enorme masa de desocupados que presionan sobre el mercado de trabajo. Aún cuando la lucha en cuestión pueda servir de ejemplo -y tal vez por eso mismo- para que otros trabajadores, en otros establecimientos o ramas, se lancen a su vez a la pelea reivindicativa, la misma será siempre corporativa, como lo fue la de los trabajadores de Metrovías por la restitución de las 6 horas por insalubridad y la conquista de la misma jornada para la totalidad de los empleados o lo es la lucha piquetera por la elevación de las asignaciones a $ 350 y su universalización para todos los desocupados. Sólo que esta última tiene la particularidad de presionar sobre el salario mínimo realmente existente en toda la economía y, por lo tanto, puede tener proyección política. (Para precisar más la categorización: no toda lucha económica es simultáneamente una lucha corporativa. Pero -y en esto no polemizo con El militante, que no sostiene semejante estupidez- tampoco toda lucha económica es a su vez una lucha política. La única lucha que cumple esa doble condición es aquella en que, al menos una parte sustancial del conjunto de los trabajadores -por lo menos en una formación sociohistórica, una "nación"- ocupados o desocupados, regulares o "en negro", libra en función de las necesidades e intereses comunes de toda la clase trabajadora. Y esta última, sin dudarlo, no es una lucha corporativa: es una verdadera y concreta lucha de clases, que puede llevar -o no- a una lucha revolucionaria.)

Ciertamente, las luchas parciales de sectores obreros son "acciones progresivas [aunque no siempre: que lo sean o no depende de la totalidad de las circunstancias históricas], que cualquier luchador obrero debe apoyar incondicionalmente", a pesar de su carácter corporativo. El artículo de Sanmartino nunca dice lo contrario. Simplemente señala los límites de la lucha sindical en función de una estrategia revolucionaria, de clase. Tampoco "parece decir" Sanmartino que "la situación del capitalismo argentino condena a una derrota casi segura [a la luchas sindicales], renunciando a ellas de antemano", ni pretende sólo "agitar" sobre "reivindicaciones más generales". Por cierto, la lucha de los trabajadores, sea corporativa o política, se libra siempre "por sus necesidades básicas más inmediatas". Y esa es "la única manera" de que ellos se pongan en movimiento y puedan ver, "sobre la base de su experiencia, los límites que tiene el capitalismo para satisfacer dichas demandas". Pero "nuestra obligación" en el curso de esas luchas no es "plantear consignas de transición al socialismo", sino favorecer la comprensión de que tales necesidades no pueden satisfacerse en el orden actual, y que para hacerlo se necesita derribar a éste.[1]

Que las luchas gremiales aisladas entre sí, o aún coordinadas entre diversos gremios, es una lucha corporativa, no es un descubrimiento "neomarxista" o "posmoderno". Hay una ya larga tradición teórico-práctica del marxismo que así lo reconoce. De tal modo, por ejemplo, en el contexto de la Europa revolucionaria de fines de la década de 1910 y principios de la de 1920, señalaba Antonio Gramsci:



Los sindicatos... son el tipo de organización proletaria específico del período de la historia dominado por el capital. En cierto sentido, se puede sostener que éste es parte integrante de la sociedad capitalista, y tiene una función que es inherente al régimen de la propiedad privada...[2]



Por lo que: "La acción sindical se revela así absolutamente incapaz para superar, en su dominio y con sus medios, a la sociedad capitalista; se revela incapaz de conducir al proletariado a su emancipación..."[3], puesto que organiza "a los obreros, no como productores, sino como asalariados, es decir, como criaturas del régimen capitalista de propiedad privada, como vendedores de la mercancía trabajo".[4]

Si el sindicato organiza a los trabajadores en cuanto vendedores de su fuerza de trabajo en el mercado capitalista, los obreros "que conservan una psicología puramente sindical... son llevados a no ver otras cuestiones que las de su categoría laboral, a pretender que éstas se resuelvan sin tener en cuenta el interés de la comunidad"[5], que es lo que, precisamente, define la acción corporativa.



Contra las tesis, bastante difundidas en ese entonces, del "sindicalismo revolucionario" de George Sorel, decía Gramsci:



... si el sindicato no puede dar más que "pan y manteca" a los obreros, si el sindicato sólo puede, en un régimen burgués, asegurar un mercado salarial estable y puede eliminar algunos de sus riesgos más peligrosos para la integridad física y moral del obrero [añado: en el mejor de los casos], es evidente que la práctica reformista ha obtenido estos resultados mejor que la seudorrevolucionaria. Si se exige de un instrumento más de lo que puede dar, si se hace creer que un instrumento puede dar más de lo que permite su naturaleza, se cometen tan sólo despropósitos, se explica una noción puramente demagógica.[6]



Desprestigio y "decadencia" de los sindicatos y la influencia del ciclo económico

El artículo de Sanmartino habla de decadencia de los sindicatos "como instrumentos de lucha". Se refiere, a mi entender, a los instrumentos de lucha de la clase obrera considerada en su conjunto y al vacío de militancia en que, por distintas razones, objetivas y subjetivas (disminución radical de los trabajadores sindicalizados, insólita abundancia de trabajo irregular, precarizado, "en negro", etc., todas las cuales inciden en el desprestigio, tanto de las direcciones como de las propias organizaciones sindicales) han caído los sindicatos. Pero no "vaticina" la "decadencia de la lucha sindical". En mi caso (y supongo que también en el de Sanmartino, que lo ha analizado en otros lugares), estoy de acuerdo con El militante en que, en la fase de ascenso del ciclo económico, los trabajadores sindicalizados ven la oportunidad de acentuar la presión corporativa a fin de participar en algo en el crecimiento de la "torta" económica, y presionan a las organizaciones sindicales para que así lo hagan. Ciertamente, las más "rápidas" en percibir esa presión son las direcciones burocráticas tradicionales (como lo indicaba Gramsci). Como lo reconoce el compañero Montoya: "Para no perder completamente el control sobre los trabajadores, estos mismos burócratas se verán obligados a encabezar luchas, mejor o peor organizadas". Eso explica el crecimiento de las luchas de los sindicatos estatales, Luz y Fuerza, etc. El carácter meramente corporativo de esos reclamos se hace así evidente.

Hoy por hoy, las luchas sindicales están creciendo, sin que por ello hayan alcanzado la generalización que, en otros momentos de ascenso del ciclo -como bien lo indica el artículo de Sanmartino- se verificó en el pasado. La barrera que impide esa generalización está clara: la inmensa fuerza de trabajo desempleada. Como dice Sanmartino (parágrafo VI de su artículo): "Es posible y deseable que en el 2005 el descenso de los niveles de crecimiento se choque con la fuerza laboral movilizada. Pero hoy por hoy los sindicatos no han tenido demasiados problemas para controlar el movimiento de bases".



Frente único sindical y "lucha antiburocrática"


Es indudable que, como dice Montoya, "cuando la clase obrera se mueve, indefectiblemente, siempre tiende a hacerlo y expresarse a través de sus organizaciones tradicionales de masas, comenzando por los sindicatos". De la nada, nada se crea. El mismo compañero reconoce (refiriéndose a las fábricas recuperadas y al movimiento piquetero) que "la experiencia nos enseña que estas formas de lucha en sí y por sí mismas también revelan sus límites si permanecen aisladas del conjunto de la clase obrera... y si no empalman con un movimiento poderoso de los trabajadores en la perspectiva del socialismo inevitablemente tienden a ubicarse y adaptarse dentro de las estructuras que ofrece el sistema capitalista". Pero Montoya excluye a las "organizaciones tradicionales" de los trabajadores -los sindicatos- de esa posibilidad de "ubicación y adaptación" y propugna que todos los luchadores sociales -piqueteros, trabajadores autogestionarios y sindicalizados y no sindicalizados- confluyan en un "frente único sindical" que tenga por principal objetivo "desalojar a los burócratas sindicales de las estructuras sindicales de las empresas y los sindicatos".



El anacronismo del planteo salta a la vista. Hace por lo menos un siglo que las "sociedades de resistencia" anarquistas y las "asociaciones" sindicales socialistas dejaron de inscribir formalmente en sus estatutos el objetivo primigenio de "derrocar el orden burgués" y construir una sociedad igualitaria. Es decir, dejaron de ser, explícitamente, instrumentos de lucha de la clase. La "experiencia" nos marca los límites de la lucha piquetera y de los trabajadores de las empresas recuperadas. Pero, ¿no nos dice nada acerca de los sindicatos? Ya que lo tengo a mano, recurro de nuevo a Gramsci, en su artículo del semanario Ordine Nuovo, titulado "Sindicatos y consejos": “El sindicato no puede ser instrumento de renovación radical de la sociedad: puede ofrecer al proletariado viejos burócratas, expertos técnicos en cuestiones industriales de índole general, no puede ser la base del poder proletario.” [Ibíd., p. 76]

Desde sus orígenes,

La elección de los líderes sindicales nunca ocurrió según criterios de calificación industrial, sino de calificación meramente jurídica, burocrática o demagógica. Y cuanto más se agrandaron las organizaciones, cuanto más frecuente fue su intervención en la lucha de clases, cuanto más extendida y profunda fue su acción, tanto más necesario se hizo reducir el cargo dirigente a cargo puramente administrativo y contable, tanto más la capacidad técnico-industrial pasó a ser un no-valor y predominó la capacidad burocrática y comercial. Se fue constituyendo así una verdadera casta de funcionarios y periodistas sindicales, con una psicología de cuerpo, absolutamente en contraste con la psicología de los obreros, [que] ha terminado por asumir, frente a la masa obrera, la misma posición de la burocracia gubernamental frente al Estado parlamentario: es la burocracia la que reina y gobierna.[7]



Si trasladamos a nuestra realidad esas observaciones, comprendemos fácilmente que la famosa "burocracia sindical" no nació de un repollo, no es un invento "argentino y peronista", como el dulce de leche. Es el resultado del desarrollo de tendencias históricas implícitas en la relación social obrero-patronal dentro del marco de la dominación capitalista. Las contratendencias (la subjetividad y la acción correspondiente) destinadas a contrarrestarla y superarla no pueden nacer de la misma estructura que posibilita el desarrollo de aquélla. La burocracia sindical no puede ser derrotada por la lucha intrasindical. Los militantes de izquierda que actúan en el ámbito sindical deberían tener en cuenta esto para no pagar por el pito más que lo que el pito vale.

Para contribuir al desarrollo de una verdadera conciencia de clase (es decir, la conciencia de las necesidades comunes y el interés común a todos los trabajadores) y posibilitar así que "la emancipación de los trabajadores sea obra de los trabajadores mismos" se necesita participar en la gestación de otro instrumento (¿Cuál? ¿Un partido, un movimiento sociopolítico? En mi opinión, esta es una cuestión aún no saldada, ni por la teoría ni por la historia, que ni pienso abordar aquí) que interactúe estrechamente con el movimiento real del mundo del trabajo frente al mundo del capital.

Si esto es así, el objetivo supuestamente prioritario de la "lucha contra la burocracia sindical" se convierte en minúsculo y abstracto frente a las necesidades de los trabajadores. A la enorme mayoría de ellos no les va ni les viene la pelea por los cargos sindicales: percibe que sólo se trata de una mera lucha por posiciones de poder dentro de una organización que (y esto aún no lo percibe esa mayoría) es una institución más de la dominación capitalista. (Lo que no impide que, en la lucha gremial corporativa, se desarrollen embriones -individuales- de conciencia de clase, como efectivamente ha sucedido en la lucha de subterráneos de Buenos Aires, y que eso se traduzca en intentos de una verdadera organización de clase, con objetivos de clase.) No es la burocracia sindical -al menos no sólo ni principalmente- la que garantiza la pasividad y el sometimiento de los trabajadores. Es el conjunto de las relaciones sociales capitalistas, las representaciones ideológicas que interactúan con las primeras y las "necesidades" imaginarias (históricas) que son determinadas y que determinan a ambas.



La "nueva estructura de clase" y la campaña por las seis horas


Suponemos que cuando el compañero Sanmartino habla de "nueva estructura de clase" se refiere al lento proceso de recomposición de la conciencia de clase, en el marco de la fragmentación, dispersión y exclusión del "obrero colectivo" que caracteriza al "capitalismo tardío". Nada que ver con lo que imagina a su vez el compañero Montoya. Y, efectivamente, ese marco es una absoluta novedad histórica y carece de antecedentes similares en la historia precedente del capitalismo. (No voy a abundar aquí en las consideraciones estructurales, económicosociales, que abonan ese acerto.)

Es teniendo presente ese marco en que deben precisarse los objetivos generales y concretos, que respondan a necesidades generales y concretas del mundo del trabajo, que den impulso a ese proceso de recomposición de la conciencia de clase, sin la cual no habrá lucha de los trabajadores por su emancipación, no habrá conciencia revolucionaria. (A esta última se accede cuando los trabajadores en su conjunto, con conciencia de clase básica y casi "naturalmente" reformista, experimentan la imposibilidad de cumplir sus objetivos de clase en el marco del capitalismo.)

Es la intuición más o menos consciente de la realidad así descrita la que impulsa el movimiento por las seis horas. No se trata de una reivindicación más, equivalente a otras mucho más urgentes. Es la que tiende a cubrir la necesidad de trabajo genuino de los desocupados, y así lo han comprendido fácilmente una gran parte de los movimientos piqueteros. No es precisamente el desempleo de masas el que actuará "como un grillete" a la reivindicación general. Admito, sin embargo, que el objetivo (no "la consigna") resulta aún difícil de comprender a la gran masa de los trabajadores ocupados, cuyas "preocupaciones inmediatas" pasan, como lo dice Montoya, por las reivindicaciones que él mismo señala. Por eso, precisamente, la necesidad de una campaña que, sobre la base de la propaganda activa y la experiencia concreta, tienda a transformar la conciencia de los trabajadores, a desarrollar la conciencia proletaria, a hacer comprender a los trabajadores ocupados -particularmente a los sindicalizados- que el objetivo tiende a cubrir gran parte de las necesidades actuales de toda la clase.

Pero lo grave no es la actual incomprensión de la masa de los trabajadores ocupados. Lo grave es la incomprensión mayor de muchos activistas y militantes que se dicen de izquierda, la que, en la medida en que no se supere, probablemente no habrá movimiento de las seis horas, no habrá recuperación de la conciencia de clase (y, por lo tanto, no habrá clase) ni adquisición masiva de una conciencia revolucionaria.

Así como el sectarismo es el cáncer de pulmón de la izquierda orgánica, el sindicalerismo corporativo es el H.I.V. de la militancia de izquierda en los sindicatos.


Lucha política y "consignas"


El compañero de El militante parece reducir la lucha política de la clase obrera a una cuestión de "consignas". Así, señala que la "agitación" (?) por la reducción de la jornada laboral debe ser "completada con otras consignas" que afecten "de una manera directa las bases de la acumulación capitalista". (De más está decir que las "consignas" no afectan nada: lo único que puede afectar al capitalismo es la lucha concreta y general de toda la clase.) Dice el compañero que "hay otras consignas [(¡y dale!] que pueden jugar ese rol de una manera mucho más importante". Y señala como ejemplo "la nacionalización de la banca, los monopolios, las grandes empresas y los latifundios sin indemnización y bajo control obrero".





A los trabajadores, cuyas "preocupaciones inmediatas" son las que señala Montoya, no
se les mueve ni un pelo (o ni un músculo, si se trata de algún pelado), ante la agitación de consignas como esas. Les resultan por completo abstractas, por más arraigada "tradición programática de izquierda" -o precisamente por eso- que ellas signifiquen y aunque se le pongan ante la cara mil volantes que las contengan.

Distinta es la propaganda que tienda a hacer comprender a los trabajadores la vinculación de un objetivo general con sus intereses inmediatos, con sus necesidades más urgentes y sentidas. Y que se vinculan con su propio trabajo -o no trabajo-. Esto es, con su vida misma.



M.A.R. – EPI “Darío Santillán” (por ahora)





--------------------------------------------------------------------------------

[1] "... en el fondo de toda convulsión revolucionaria debe existir alguna necesidad social cuya satisfacción impiden las instituciones envejecidas. Es posible que esta necesidad no se haga sentir todavía lo bastante profundamente y lo bastante generalizadamente como para asegurar su éxito inmediato, pero cualquier intento de sofocarla violentamente logrará tan solo hacerla irrumpir con mayor fuerza hasta romper sus grillos..." (K. Marx, Revolución y contrarrevolución en Alemania).

[2] GRAMSCI, Antonio, "Sindicatos y consejos", en Escritos periodísticos del Ordine Nuovo (1919-1920); Buenos Aires, Tesis 11 grupo editor, 1991; p. 75.

[3] "Los sindicatos y la dictadura", en op. cit., p. 81.

[4] "Sindicalismo y consejos", en ibíd., p. 85.

[5] "El ejemplo de Rusia", en ibíd., p. 95.

[6] "Sindicalismo y consejos", en ibíd., p. 87.

[7] "Los sindicatos y la dictadura", en Ibid., p. 81.

agrega un comentario