Julio López
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El exterminio colombiano
Por reenvío lavaca.org - Wednesday, Nov. 24, 2004 at 9:01 AM

En la semana del 7 al 13 de noviembre lavaca.org participó de una serie de charlas en tres universidades norteamericanas (dos en el estado de Nueva York y una en Boston) que nos permitieron conocer a protagonistas de diversas experiencias sociales. Sin duda, la más impactante fue la los colombianos Francisco Ramírez y Oneida Giraldo.

La nueva agenda de los derechos humanos en Latinoamerica (primera nota)







Estamos en el barrio neoyorkino de Queens, sentados en la mesa de un restaurante latino, acobardados por el frio y entusiasmados por la charla, cuando el mozo irrumpe con una torta con tres velitas encendidas. El destinatario es el colombiano Francisco Ramírez, presidente del Sindicato de la Empresa Nacional Minera (Sintraminercol), organización que encabeza una campaña internacional para que se investiguen a las compañías multinacionales que operan en Colombia. Sus compañeros de mesa entonan el happy brirthday y Francisco sopla las velas con una sonrisa amarga que lo obliga a una explicación: no se trata de un festejo tradicional, sino de una manera amable de celebrar que se ha cumplido un mes del atentado del que se salvó gracias a una frase de tango. Un rayo misterioso, dice, le descubrió a tiempo el brillo de la pistola con la que iban a dispararle dos sicarios que lo esperaban en una moto y en la puerta de su casa. Era el séptimo atentado del que había escapado con vida y el número le resultó suficiente. Ese día -10 de octubre- acordó con las organizaciones que denuncian la impunidad de las multinacionales que sería conveniente alejarse un tiempo de la zona de batalla y es por eso que está en los Estados Unidos, haciendo lo único que justifica su sobrevivencia: seguir denunciándolos. La campaña, apoyada por otros sindicatos y organizaciones no gubernamentales de América y Europa, incluye solicitudes a la Organización de Naciones Unidas, al Congreso de Estados Unidos y a los Parlamentos de Gran Bretaña, España, y Canadá para que formen comisiones que determinen si doce empresas - cuyas casas matrices están en esos países y que explotan recursos en Colombia-, tienen responsabilidad en crímenes de lesa humanidad. Las empresas que se pide investigar son las británicas British Petroleum, Angloamerican, B.P Billinton, y Anglogold; las estadounidenses Harken Energy, Oxy, Drumond, Texaco, Scar Air, y Conquistador Mines; y la española Repsol. "No es casual que importantes batallones militares estén situados en epicentros de explotación petrolera y minera, ni que sean esos municipios los que arrojen los más altos índices de asesinatos, masacres y violación a los derechos humanos". Escuchándolo a Francisco se comprende uno de los aspectos más dramáticos de la globalización. No es casual, tampoco, que su interlocutora argentina le cuente la historia de las seis mujeres y hombres detenidos desde septiembre en Caleta Olivia, donde operan British Petroleum y Repsol, entre otras coincidencias.

Dice Francisco: "Para ser precisos, el 74 por ciento de las violaciones a los derechos humanos que ocurren en Colombia tienen lugar en los municipios que son petroleros o mineros. Entre 1996 y 2003, contabilizamos 436 masacres y 6.626 homicidios. En el departamento de Bolívar, hacia 1996, cuando se aprobó el Código de Minas que sacó de allí a los pequeños mineros y permitió la entrada de una multinacional británica, las violaciones a los derechos humanos aumentaron en un mil por ciento y el desplazamiento forzado aumentó en un 1.500 por ciento. El ultimo año, en las zonas que donde los paramilitares han consolidado su poder, no necesitan matar tanta gente. El gobierno ha conseguido también un descenso de los homicidios en las zonas mineras, pero las detenciones arbitrarias pasaron de un promedio anual de 135 a 2.300, en el segundo semestre del año pasado".

Para intentar detener esto que Francisco denomina lisa y llanamente "exterminio" su sindicato ha impulsado, entre otras cosas, seis demandas en tribunales norteamericanos contra las multinacionales que operan en territorio colombiano. Un ejemplo: el año pasado presentaron una contra la empresa Drumond ante la Corte Federal del Estado de Alabama, que fue interpuesta a través del sindicato estadounidense de mineros, en donde se acusa a esa multinacional de violación de los derechos humanos de los trabajadores y pobladores de zonas de extracción de oro, ferroníquel y petróleo. Drumond explota minas de carbón en el norteño departamento colombiano del Cesar, con una producción anual estimada en 18 millones de toneladas. "El año pasado, tres compañeros directivos de la Drumond fueron bajados del bus en el que viajaban. Uno de ellos, Valmore Locarno, fue asesinado delante de todos los trabajadores. Al segundo, Víctor Orcasita, se lo llevaron para torturarlo, y, al día siguiente, apareció muerto. Seis meses después fue asesinado Gustavo Soler, quien había sustituido a Valmore en la presidencia del sindicato. Todos ellos le habían pedido a la empresa autorización para dormir en las instalaciones, porque sabían que se desplegaban operaciones paramilitares en los alrededores. Sin embargo, la compañía se negó, no les brindó protección, y los compañeros fueron asesinados. Creemos que las multinacionales son responsables de una asociación ilícita con grupos irregulares, fundamentalmente con grupos paraestatales y eso es lo que decidimos denunciar en los tribunales donde tienen sus sedes centrales estas empresas, porque sabemos que ya han quebrado la imparcialidad de nuestras justicias locales". Una segunda demanda fue presentada contra la empresa Conquistador Mines "por el caso del sur del departamento de Bolívar, en donde sus abogados recurrieron a procedimientos absolutamente irregulares e ilegales, incluso legislativos, para apoderarse de la mina de oro, lo que ha producido 16 mil desplazados y 350 muertos hasta hoy". Una tercera multinacional demanda es EXXON y la cuarta es la OXI, a la que responsabilizan de prestar sus avionetas en un operativo que culminó con la masacre de una población indígena. Un literal bombardeo en el que murieron 17 personas, entre ellas 7 niños.



Ahora estamos en una de las aulas de la Universidad de Nueva York, rodeados de estudiantes que toman nota de lo que exponen Francisco y su compañera de gira, la abogada Oneida Giraldo. Es ella la que comienza esta clase magistral sobre Colombia y las pestes que la azotan. Dice Oneida: "Los Estados Unidos y las multinacionales tienen en Colombia un interés estratégico para el control regional. El gobierno de los Estados Unidos, el Banco Mundial y el FMI han influido sistemáticamente en nuestros gobiernos durante todo el siglo pasado y, de manera mucho más decidida, en los últimos quince años. El resultado es claro:un pais con una larga trayectoria de conflicto armado cada vez más extremo, frente al cual el Estado no ha implementado, entre otras cosas, ninguna política de protección a los derechos humanos". Oneida ofrece otros resultados: Colombia tiene 45 millones de habitantes, de los cuales el 77 por ciento vive en la pobreza y 18 millones son indigentes. Es el segundo país latinoamericano en niveles de concentración de riqueza y el primero que sufre una situación de lo que podría llamarse una verdadera estampida interna. Hay tres millones y medio de "desplazados", esto es poblaciones enteras que son expulsadas de su territorio por las bandas que se disputan el control de las zonas estratégicas. Oneida está llevando adelante una cruzada denominada Campaña Arauca, una zona de Colombia que resume todos los padecimientos de su país. "Es un verdadero laboratorio de guerra y represión. Es el departamento más militarizado, que cuenta con 30 unidades entre militares, de gendarmería y policiales, todas dispuestas en zonas de operación de la multinacional Oxi". Es la zona, también, donde más dirigentes sindicales fueron asesinados. El último homicidio ocurrió el 5 de agosto de 2004, cuando tres líderes sindicales fueron fusilados a quemarropas.

Oneida cuenta que 15 organizaciones sociales de Arauca decidieron reunirse para iniciar una campaña contra la OXI en particular y la intervención de los Estados Unidos en Colombia en general. Luego enumera los objetivos que se trazaron: impulsar la investigación de las violaciones de derechos políticos, sociales y culturales; divulgar, generar solidaridad y sensibilizar a la opinión pública internacional sobre este tema y asumir la defensa de los casos denunciados. El resultado: Oneida tiene su estudio blindado, sus hijos van y vienen del colegio con custodia y las companías de seguros han declinado de prestarles servicios. "En Colombia los seguros no extienden pólizas ni a defensores de derechos humanos ni a sindicalistas".

Francisco comienza su exposición remontándose a las luchas contra las companías bananeras estadounidenses en esas batallas que tan bien retratara Gabriel García Márquez en Cien años de soledad y que le inspiraron técnicas represivas de ficción que luego los dictadores argentinos se encargarían de transformar en realidad: tirar los cadáveres de los huelguistas al océano, por ejemplo.

Francisco pasa revista a las décadas y las sucesivas barbaries hasta llegar a sus consecuencias actuales: desde fines de los 80 en Colombia se asesina a un dirigente sindical cada seis días. A este marco represivo, en los últimos tiempos, se ha sumado una variante: "la legislación penal se endureció de tal forma que las huelgas y protestas son considerados actos de terrorismo". La criminalización, versión colombiana. "Al mismo tiempo, de los cuatro mil asesinatos de dirigentes sindicales, solo 2 casos fueron condenados por la justicia."

Es entonces cuando Francisco revela la enseñanza que han obtenido de toda esta desesperación: en lugar de perder más tiempo reclamándole al Estado, se han concentrado en denunciar a quienes "financian el exterminio", según sus propias palabras. "Hemos tenido que venir hasta la tierra de origen de estos capitales para demandar a Coca Cola, Brittish Petroleum, Texaco, Oxi. Para demandarlos y denunciarlos públicamente. Hemos ido hablar con los inversionistas, con las iglesias, con los sindicatos y ahora mismo estamos aquí, con ustedes, en esta universidad, para contarles los que nos pasa y agradecerles por ayudarnos a pegarles donde les duele". Francisco se refiere a la propuesta que los alumnos elevaron al Consejo Académico: no renovar el contrato con Coca Cola, empresa que tiene un dispenser en cada piso de cada edificio de esta universidad. Por último, Francisco resume todo lo hecho y todo lo aprendido en una frase: "Los crímenes contra la población colombiana cesarán cuando toquemos los interes económicos de los grupos que financian su exterminio. Mientras no los toquemos, nuestro país se seguirá desangrando. Y no habrá esperanza".



Me despedí de Francisco luego de compartir una entrevista en la radio WBAI, una emisora comunitaria de gran audiencia que se mantiene sin publicidad ni subsidios, solo con el aporte de sus oyentes, desde hace casi cincuenta años. Nada supe de él hasta que una de nuestras anfitrionas en Nueva York me envió por correo la siguiente noticia publicada en el New York Times, el 16 de noviembre, en la sección World Bussines:

"Con lágrimas en sus ojos Mercedes Cuellar, de 80 años, abrazó a su hijo, uno de los más importantes líderes sindicales de Colombia y le dijo adiós. Luego, él tomó el avión que lo llevaría a Miami a un exilio temporal. Como secretario general del sindicato de trabajadores mineros, Francisco Ramírez había sobrevivido a siete atentados, incluyendo uno el pasado 10 de octubre. El todavía está vivo, pero los centenares de compatriotas víctimas de los asesinatos que han azotado este país no han sido tan afortunados".

No sé si el artículo informa tarde o temprano. Es decir, si la noticia corresponde a la decisión que tomó luego del atentado del pasado 10 de octubre o si se refiere a un episodio posterior a nuestro encuentro, ya que Francisco había comentado que estaba próximo su regreso a Colombia. Las dos cosas son posibles, en un periodismo donde hasta el New York Times informa sobre estas cosas cuando quiere y en una Colombia donde los hombres como Francisco estarán siempre en la mira de los sicarios.




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