Julio López
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Telefonicas : Movida peronista ?
Por solo la verdad es revolucionaria - Sunday, Dec. 05, 2004 at 8:58 PM

Algunas personas que conocen la historia y las practicas del PJ tienen una version del conflicto de los telefonicos en la cual la mano del gobierno estaba muy presente y donde detras de ese conflicto laboral, intereses estatales estan presentes.



Podemos estar de acuerdo con esa version y no despreciar la lucha de los trabajadores, pero eso significa el regreso en fuerza a nivel sindical y laboral de la vieja estructura peronista.

Se dice que Eso era una clasica movida peronista. El primer dia, vino Bonaso a visitarlos, despues Moyano... Ademas en la reunion del Trabajo, solamente los delegados de la CGT et CTA pudieron entrar.
Se dice que eso es parte del brazo de hierro de K con las privatizadas y contra la derecha. "si ustedes rompen las bolas con su pedido de aumento de tarifas, nosotros vamos a apoyar huelgas para aumento", una prueba de eso seria el no desalojo de los centros, se dice que si no habia un apoyo del gobierno, hubieran sido desalojado el primer dia.

A ver y a discutir.

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pero la carne podrida no
Por white wolf - Sunday, Dec. 05, 2004 at 9:26 PM

1) El estado de movilización de los telefónicos, tiene poco que ver con algún supuesto apoyo del gobierno.
Desde el 2001 que el gremio esta activo, primero por el tema de los pasantes, y desde el año pasado con las huelgas y tomas, donde se logró un aumento nada despreciable. Es uno de los gremios del sector privado más movilizado y los partidos de izquierda han ganado influencia en él en los ultimos años.
la aparición de bonasso y la burocracia ligada al Gobierno, no invalida la movilización, pero posiblemente si indique que un conflicto así no se puede ningunear.
2) no es lo mismo reprimir en la puna y en Santa cruz, que reprimir en Corrientes y Esmerlda. El gobierno sabe que, pese a que la economía crece, el horno no esta para bollos.

Solo verdad es revolucionaria, pero hablar boludeces al pedo no. presenta algo que demuestre tus argumentos, porque tus lineas parecen el divague del tipico revolucionario de Café.

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A white wolf
Por Solo la verdad es revolucionaria - Sunday, Dec. 05, 2004 at 10:34 PM

Tu repuesta es tipicamente una repuesta de esa izquierda argentina que se siente siempre atacada y que termina para insultar.

1) no dije que la tesis de la "movida peronista" era totalmente exacta, pero hay interogaciones, esa tesis tiene una base historica, la actuacion del PJ en la luchas sindicales, y eso es una mierda pero no se puede negarlo.

2) el secretario adjunto del gremio de Bs As de los telefonicos, el FOETRA, es de la CTA

3) dices "los partidos de izquierda han ganado influencia en él en los ultimos años", eso es real en el subte pero no en telefonica-com donde la izquierda no tiene la influencia que tiene en el subte, encima sus delegados (1, 2... ?) no pudieron entrar a negociar.

4 ) no dije que es el gobierno que impulso la mobilizacion pero pudo utilizarla despues para su estrategia.

5) dices "no es lo mismo reprimir en la puna y en Santa cruz, que reprimir en Corrientes y Esmerlda", acordate que la primer represion de K fue en el subte, en CAPITAL FEDERAL, en el CENTRO. sin hablar de plaza de mayo o de la legislatura...

Buenop me voy a tomar un cafe a tu salud !!!!(y jodete).


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La política laboral: los sindicalistas no culpan al Gobierno
Por LA NACION - Monday, Dec. 06, 2004 at 2:19 PM

Cada vez hay más conflictos gremiales


En noviembre se registró el índice más elevado del año; los gremios del sector público y de servicios fueron los más combativos.

Un trabajo del Centro de Estudios Nueva Mayoría revela que en el gobierno de Kirchner el promedio es de 16 protestas mensuales
A la Casa Rosada no le molestan los reclamos.





El nivel de conflictividad laboral creció en noviembre, con 21 protestas, respecto de los tres meses anteriores. Y aunque en el resumen del año los gremios del sector público siguen siendo en promedio los que más medidas de fuerza tomaron, el mes último el porcentaje de protestas fue equiparado por el de los de servicios.

Por caso, tanto los estatales, docentes, judiciales y bancarios fueron igualados por los camioneros, telefónicos, ferroviarios, los choferes de colectivos y petroleros. Cada sector tuvo el 47,5 por ciento de conflictividad, mientras que el 5 por ciento restante correspondió a protestas de gremios industriales (ver infografía).

La estadística nacional, realizada por el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, que dirige Rosendo Fraga, reflejó que los reclamos son fundamentalmente de aumentos salariales. Aunque entre agosto y octubre los conflictos habían bajado, en noviembre volvieron a subir. Pero antes, junio, por caso, fue el mes más complicado del año, con 30 casos.

Dicho por sus propios protagonistas a LA NACION, el sindicalismo no planteó paros "ideológicos" a este Gobierno. La relación de Kirchner con la CGT es muy buena, sobre todo a partir del diálogo que tiene con Hugo Moyano, formalizado como principal líder. Lo mismo ocurre con la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), del estatal Víctor De Gennaro.

¿Pero entonces por qué aumentan los conflictos? Es que las demandas responden a cuestiones puntuales y que tienen principalmente como destinatarios a los empresarios, algo que a Kirchner no le molesta. Para los empresarios, una buena gestión política debe estar sustentada en no generar divisiones. Pero los dirigentes sindicales se sienten identificados con las posturas del Presidente cuando critica "al neoliberalismo", a los organismos internacionales de crédito y su posición de "soberanía nacional" frente al pago de la deuda externa, su enfrentamiento con los concesionarios de servicios públicos. "Nos sentimos alentados por el Presidente", llegó a arriesgar un importante dirigente de la CGT.

Cuestión de códigos

Otro concepto importante que manejan los gremialistas es que "Kirchner es peronista y conoce los códigos. Lo apoyamos, pero él sabe que si tenemos que protestar, lo hacemos", agregó una fuente a LA NACION. Sobre todo, si el conflicto no apunta contra el Presidente.

O por lo menos eso es lo que creen en el Gobierno. Un vocero señaló, al referirse a la protesta de los telefónicos, que finalmente quedó laudada ayer: "Son las empresas las que deberán responder si este conflicto se prolonga y los servicios perjudican a la gente".

Por supuesto que el propio ministro de Trabajo, Carlos Tomada, tomó cartas en el asunto y quiere soluciones. Pero, según dijeron a LA NACION, se garantizó el compromiso sindical de que no se afectará el servicio y se sigue citando a los empresarios para que hagan una propuesta salarial "responsable".

Otro ejemplo de lucha sindical ajena al Gobierno es el del propio Moyano. Con su hijo Pablo a la cabeza de las protestas, los camioneros paralizaron la recolección de residuos en reclamo de que los municipios bonaerenses no reemplacen a los afiliados por personal municipal que gana mucho menos, según dicen.

En muchos casos, el gremio defiende a los actuales concesionarios. Pero, como sea, es otra cuestión que a Kirchner no lo perturba.

Otros gremios de servicios que simpatizan con Kirchner pero no se privan de parar si es necesario son los choferes de colectivos de la UTA (Unión Tranviarios Automotor), de Juan Manuel Palacios, como los ferroviarios de la Unión Ferroviaria, de José Pedraza, y de La Fraternidad, de Omar Maturano. Y en esos casos también los ataques apuntan contra las patronales del automotor y los concesionarios de líneas de trenes.

Lo mismo pasa con las protestas de La Bancaria, de Juan José Zanola, contra las entidades del sector que el Presidente castigó severamente. Y hasta el interminable conflicto de los empleados judiciales ahora derivó en un fuerte cuestionamiento de los aliados de Julio Piumato a la Corte Suprema, que suspendió el aumento salarial que había dispuesto el Consejo de la Magistratura.

En el caso de los trabajadores incluidos en la Unión Personal Civil de la Nación (UPCN), de Andrés Rodríguez; en la CGT; en la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), de Pablo Micheli, y en la CTA, reclaman fuertemente al Estado, que es su patrón.

Allí, la falta de un aumento salarial generalizado lleva mucho tiempo de postergación o, en todo caso, fue otorgado hasta un cupo determinado y que generó, según UPCN, problemas de escalafón y desigualdades.

Pero también allí Kirchner negocia directamente con sus dirigentes o con la CGT, que mantiene ese reclamo en forma permanente.

Así las cosas, después del encuentro de la semana última con Hugo Moyano y con José Luis Lingeri en la Casa Rosada, el Presidente habría dado media palabra para que antes de fin de año se concrete una recomposición de sueldos de los estatales y privados.

Sin embargo, un importante dirigente de la CGT dijo que "a Kirchner le falta política salarial y laboral, son todos parches para el sector público", y no se descarta que desde el Frente de Gremios Estatales "se nacionalice el conflicto".

El titular de la Ctera, Hugo Yasky, consideró lógico que sigan los reclamos del sector. "Es que ya no se habla de una mejora salarial, sino de recuperar lo que perdieron los docentes", describió.

A la falta de actualización de Kirchner, sumó las "penurias" que, según él, arrastran "los ajustes de Domingo Cavallo y la pérdida salarial del 30% que provocó la devaluación dispuesta por Eduardo Duhalde cuando llegó a la presidencia".

Por Luis Laugé
De la Redacción de LA NACION

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De Pagina12
Por yo - Monday, Dec. 06, 2004 at 4:36 PM

OPINION. LA VUELTA DEL CONFLICTO SOCIAL Y LAS PERIPECIAS INTERNAS
El Palacio y la calle

El paro activo de Foetra, un indicio de cómo cambian los tiempos. Una
caracterización del conflicto que puede ser una inflexión respecto de los
’90. Los virajes en la opinión colectiva. Los protagonistas y su relación
con las centrales obreras. Qué hizo el Gobierno y qué las empresas. Lo que
puede venir.


¿Qué rescatará, si algo rescata, de la crónica de la semana que pasó la
memoria histórica, o tan siquiera el manual Kapelusz del año 2020? ¿El
conflicto de los trabajadores de Foetra o las rencillas internas del
Gobierno que hoy se niegan pero que las hubo, las hubo? Al cronista,
máxime si es populista, le tienta postular que lo que ocurre en la calle
es más perdurable que lo que se cocina en Palacio. Es verdad que las
cuitas palaciegas son de temer si escalan en exceso, más aún si la espiral
asciende en medio de una crisis, en una instancia de definiciones.
Suponiendo (esperando) que los intríngulis entre protagonistas hayan
cedido ante el sentido común, vale la pena centrar la mirada en dos hechos
que son contemporáneos y que condicionarán a la Argentina del siglo XXI:
el conflicto social y el canje de la deuda. Vamos por partes.
El paro de los telefónicos, coronado por un éxito redondo en la
negociación, puede llegar a ser un punto de inflexión. Las privatizadas de
servicios, las de comunicaciones en especial, tienen un contenido
simbólico infrecuente que la opinión pública porteña registró con
velocidad. Instrumento impar de constitución de ciudadanía, de expresión e
intervención de los “vecinos”, las radios registraron esa tendencia
inequívoca. Una mayoría aplastante se puso, sin cortapisas, del lado de
los trabajadores, desoyendo las agorerías de las empresas y de unos
cuantos comunicadores.
El descrédito de las telefónicas que “se llevaron todo”, explotan a su
personal y no representan en nada al bien común es un subproducto virtuoso
de las jornadas de diciembre de 2001, de las que algunos creen que no
quedó nada porque no sobrevivió todo. El punto es remarcable porque la
privatización de los teléfonos fue en los ’90, también apelando a Doña
Rosa, el caballo de Troya del desguace del Estado y el cambio de paradigma
ideológico de la Argentina. Cambio que, valga recordarlo, contó con
fenomenales consensos e incluso con la revalidación electoral de Carlos
Menem, el único argentino reelecto presidente tras romper su contrato
electoral a voz en cuello. Los pueblos aprenden o escarmientan con sus
devaneos, lo que no significa que la experiencia los inocule contra el
error. Pero sí es ostensible que hoy las privatizadas no son percibidas
como las portadoras del progreso, sino como un adversario a doblegar por
porciones muy mayoritarias de la población.
En ese contexto novedoso, nimbado por un nuevo sentido común, se instaló
la huelga de servicios públicos. En los ’90 su desenlace hubiera sido muy
otro, así aconteció en la Argentina y en la Inglaterra de Margaret
Thatcher.
Desagreguemos, a vuela pluma, algunas de las características salientes del
conflicto reseñadas por sus protagonistas. Las hay proclives a ser
repetidas, las hay muy propias, ajenas a la media estadística. A ver:
u Se trata de un conflicto de trabajadores formales en pos de
reivindicaciones salariales, clásico en ese aspecto sí que muy olvidado en
los años más recientes. El conflicto de formales es un salto de calidad,
pues su avance mejora la distribución del ingreso y engrosa las arcas
fiscales. Algo que, tarde piaste, hasta reconocen industriales nacionales
que no las han tenido todas consigo pero que son lo que hay.
u No fue un paro defensivo para evitar desbaratamiento de conquistas como
fueron las luchas (en general derrotadas) de los ’90, sino exigiendo
mejoras de sueldos. No ya recuperación sino mejoras, algo largamente
sojuzgado.
u También se bregó por la recategorización laboral, un giro de campana
respecto de la precarización de los ‘90. Regularizar la situación de los
“contratados”, de los trabajadores “fuera de convenio”, cuyo número se
potenció en el pasado, fue otro reclamo central. Se trata del espinazo de
la política laboral que, con cierta simplicidad, se emparenta con el
menemismo que ni la inventó ni fue el único que la aplicó.
Des-sindicalizar, un artilugio que se justificó con un discurso
individualista que prendió mucho, fue un rebusque para debilitar el peso
de los trabajadores.
u El paro activo tuvo un inusual grado de masividad y participación, tal
vez facilitado por tratarse de un sindicato de empresa, caracterizado por
mayor cercanía entre los gremialistas y su base y una gran homogeneidad.
Esa condición, útil mas no suficiente, propició una intensa gimnasia de
plenarios y asambleas. Tanto los funcionarios del Ministerio de Trabajo
como integrantes de las centrales obreras consultados por este diario
subrayaron (y se sorprendieron por) la magnitud de la participación de
trabajadores jóvenes. Se habían fogueado en un conflicto anterior,
referido al status de los pasantes.
u Un dato diferencial, acaso único, es que Foetra tiene en su conducción a
un sindicalista de la CGT y a otro de la CTA. Osvaldo Iadarola, el
secretario general, es peronista, proviene del MTA, aliado de Hugo Moyano.
Claudio Marín es un fundador de la Central de Trabajadores Argentinos, de
izquierda no peronista, que integra el consejo directivo de la Central, en
un lugar no dominante, tributario de la preeminencia que conservan en su
interior los gremios del Estado.
Participantes de las tratativas aseguran que negociando “fueron uno” y que
no respondieron a los estereotipos que suelen atribuirse a sus orígenes.
Iadarola reivindicó en un discurso a los trabajadores asesinados y
desaparecidos durante la dictadura. Un reconocimiento que aún tiene sus
contradictores en la CGT. Sin ir más lejos, en estos días la CGT rehusó
participar en un acto de homenaje a los laburantes víctimas del gobierno
militar.
Marín se mostró como un negociador dúctil y apto para dialogar. Su
emergencia pone en primer nivel de visibilidad pública a un dirigente de
la CTA formado en el sector privado. No es el primero que se hace ver en
los últimos tiempos. La formación del Consejo del salario permitió que se
destacara un trabajador de Firestone, dirigente de la CTA.
De resultas de esta convivencia única, si el conflicto persistía mañana la
CGT y CTA hubieran manifestado juntas, sin renegar de sus enormes
diferencias pero aunadas en la acción.
u Con centrales telefónicas tomadas y la palabra “colapso” revoloteando,
los conductores del conflicto se apañaron para que éste no fuera un paro
contra los usuarios. Las medidas de fuerza en servicios públicos alientan
una dialéctica compleja, que también se patentiza en las acciones de los
movimientos de desocupados, siempre imputados de cerrarle el paso a “la
gente”. En este caso, en parte por la suspicacia colectiva respecto de las
empresas y en parte por muñeca de la dirigencia, no se activó el
antagonismo entre trabajadores y usuarios. Algo peliagudo de conseguir,
pues remite a un equilibrio muy inestable. Nadie garantiza que, por
ejemplo, esta unidad entre usuarios y trabajadores se mantenga incólume si
escala el conflicto en el subte porteño.
Tono de época
El Gobierno estuvo presente en el conflicto y muy pendiente de su final.
En la esperada cumbre Kirchner-Lavagna, el Presidente seguía atendiendo su
celular siguiendo minuto a minuto las negociaciones. Y Kirchner hizo una
definición potente en medio de las tratativas cuando prometió que el
Gobierno no iba a ser neutral. Carlos Tomada les hizo saber esa intención,
de cuerpo presente, a los popes de las telefónicas que habían hurtado su
cuerpo a las oficinas del Ministerio de Trabajo.
Aunque muy distante de la época en que otro gobierno peronista cerraba al
ramal que paraba, el oficialismo no bailó en una pata con todo el
desarrollo de los hechos. En la lectura oficial hay prevención por el
eventual efecto contagio que se propague. No por el conflicto, que
Kirchner y Tomada juzgan inherente y funcional al crecimiento, sino por el
método de la toma. En reparticiones oficiales se pensó que “los muchachos”
llegaron demasiado rápido a esa metodología, que tiene sus riesgos. Tan
así es que el Gobierno aspira a que el moño del acuerdo firmado que
sacralice un 20 por ciento de aumento se suscriba con los edificios
desocupados, a modo de ejemplo.
Sin represión, con un Estado activo y presente, con un aumento de
porcentaje inesperado que seguramente hasta excedió las expectativas de
los propios sindicalistas, la huelga de Foetra es un caso piloto que
incidirá sobre las conciencias, sobre otros actores, sobre otras empresas.
Pocas patronales querrán remedar la perdidosa táctica de las telefónicas,
cuya pereza los indujo a no registrar los cambios de época. Lo suyo fue
mera repetición: apoltronarse en los criterios de los ’90, no discutir,
negar la política laboral y ceñirla al interior de la empresa. Así les
fue. Les queda una carta riesgosa, que es reclamar aumento de tarifas
basados en la suba de los costos. En el Gobierno piensan que no tendrán la
osadía. Habrá que esperar.
Un conflicto tan agudo siempre está al borde de desmadrarse y éste pudo
tenerun final menos aceitado, que desembocara en una mala moraleja. No fue
así, lo que permite atisbar la punta de un nuevo escenario. Claro que los
trabajadores están fragmentados, que muchos de ellos tienen menos poder
relativo que los de Foetra, que muchos laboran en negro, que tantos están
desocupados. La fragmentación fue estrategia de la reconversión del país y
desbaratarla no será cosa de niños.
Nada está asegurado para el futuro, salvo que éste no ha de ser una
réplica lineal del pasado. Todo dependerá de la aptitud de los
protagonistas, de los dirigentes, las bases, los gobernantes, la sociedad
civil.
Nada está escrito del manual Kapelusz de 2020, ningún porvenir formidable
está garantido. Pero tampoco está impreso de modo indeleble que las cosas
han de ser tan ominosas como en los estertores del siglo XX. Al fin y al
cabo los manuales de historia se forjan en esa extraña, dialéctica
intersección entre el palacio y la calle por usar una vez más la
formidable síntesis que acuñó Miguel Bonasso.

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lo que no dicen, dice mucho de ellos
Por aguanten los trabajadores! - Monday, Dec. 06, 2004 at 5:09 PM

Ni La Nación ni Página/12 suelen dar importancia a la lucha entre los trabajadores organizados democráticamente y sus direcciones burocráticas. Para el de La Nación directamente no existe nadie más que Moyano y De Gennaro, la impresión que da el artículo (y esa es precisamente la idea) es que el sindicalismo es todo cuestión de arreglos, de "códigos" y de mafias.

Pero las luchas se vienen llevando adelante no solo contra la patronal, sino a pesar de la burocracia sindical, que hace todo lo posible por traicionar los conflictos (ver la CTA en el caso de los estatales y los docentes) o conseguir aumentos negociados (Moyano mendigándole a Kirchner que aumente por decreto) con tal de que no haya lucha.

En suma: lo que no quieren ni pueden ver la derecha y el progresismo es que los trabajadores ocupados están luchando cada vez más como sujeto y no como objeto, y que no hay nada mas ideológico que el planteo de la democracia sindical.

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