Julio López
está desaparecido
hace 6423 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Ver este artículo sin comentarios

VOCES TRAS LAS REJAS. Las mujeres detenidas en Caleta Olivia y la Legislatura
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:20 PM

Presas es el título de este cuadernillo editado por el Colectivo Situaciones y lavaca que reproducimos íntegramente en nuestra página, alentando su difusión por los medios que cada quien quiera y pueda.

Podrán encontrarse así con los testimonios de Carmen, Margarita y Marcela, las detenidas por manifestar frente a la Legislatura porteña, recluídas desde junio en el penal de Ezeiza. Desde la comisaría en donde están prisioneras desde setiembre, hablan Elsa, Selva y Marcela, mujeres que fueron acusadas por reclamar trabajo en Caleta Olivia, la tierra en donde mandan las multinacionales petroleras. El trabajo está precedido por un texto titulado Agujero Negro, donde se intenta reflexionar sobre lo que ésta situación nos refleja.





.

agrega un comentario


Agujero Negro
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:22 PM

Estoy aquí pero no me encuentro.
Me siento perdida.
Aquí el espacio es pequeño.
Sé que estoy viva, pero de a poco muero.
Mi corazón se quiebra con cada recuerdo.
Aquí no es ningún lugar.

Carmen
Cárcel de Ezeiza
4/9/04

I.
Si hablamos de un agujero -negro- es para nombrar ese sitio en el que ciertos cuerpos caen en la inexistencia social (fuera del consumo y las garantías legales). Si el agujero es negro es porque impide ver: chupa, atrae, aterroriza; de tan siniestro, pareciera como si no tuviera interior. Porque lo que pasa del otro lado se convierte en otra cosa, se descualifica de un modo feroz, como en una pedagogía trunca, pervertida, que trabaja descomponiendo. El agujero negro es el nombre que en cada momento toma la fábrica de lo insoportable, de los nuevos umbrales de lo intolerable.

El agujero negro no es sólo un lugar, es también una dinámica. Si funciona es porque su procedimiento es percibido por todos: difunde un sentimiento turbador de miedo, horror, rechazo.

Existe también una historia reciente de los agujeros negros: los desaparecidos y la vida destruida de tantos trabajadores de empresas públicas o de las industrias y talleres afectadas por la economía neoliberal de la dictadura primero y de la democracia luego, los jóvenes asesinados, víctimas del gatillo fácil policial. El agujero va cambiando, pero siempre está allí.

Y procede por anticipación: se adelanta a nuestras percepciones. Nos sorprende. Nos mantiene en estado de alerta constante. De manera que cuando creemos que sabemos conjurar un modo del agujero negro, ya tenemos que atender a su metamorfosis, a sus nuevas apariciones. Y entonces, un aspecto fundamental de nuestras vidas consiste en comprender por dónde avanza la grieta de la inexistencia: buena parte de la politización actual pasa por aprender a escapar o a enfrentar este avance de la muerte social organizada produciendo nombres, textos y testimonios para elaborar colectivamente el nuevo horror: "desaparecido", "desocupado", "víctima del gatillo fácil"...

La historia de las resistencias -de todo tipo- nos ayuda a comprender las invariantes de este juego de luces y sombras. Si de un lado su existencia es constante; de otro, es variable: sus mecanismos cambian, sus velocidades y lenguajes se adecuan a las circunstancias. Siguiendo sus líneas de avance se puede reconstruir el modo en que se rearticula en un lenguaje policial, parapolicial, jurídico y judicial, económico, mediático, burocrático.

Al punto en que se vuelve evidente que la oscuridad es una sombra, es decir, efecto de un juego de luces y visibilidades. Un juego de luces y sombras de amplia escala social: la tierra se desnivela. Hay territorios altos y bajos. Hay centros en la periferia y periferia en los centros. Cada quien es peligroso para otros y, a su vez, está en peligro frente a otros. Cada quien participa a su modo en el juego. Pero hay quienes quedan del lado de la sombra total, los que caen en el agujero. Esos a quienes el estado puede secuestrar, desaparecer, a quienes los policiales o los escuadrones de la muerte pueden aniquilar, a quienes la operatoria del mercado puede condenar a la inexistencia más brutal.

Las luces del centro oscurecen las periferias. Las luces de las periferias ocultan sus márgenes. Las calles, los barrios, los pueblos, los lugares de trabajo se tornan sitios de fractura, en donde la noche irrumpe como desde abajo, secuestrando biografías, años de trabajo, expectativas, familias, futuros...

Sus mallas de selección son enormes, al punto que entran en ellas poblaciones enteras: en el mismo momento en que el presidente Kirchner pide perdón en nombre del estado argentino por las desapariciones de los ´70 y habla en nombre de las Madres de Plaza de Mayo y los movimientos populares, se consolidan las zonas bajas, oscuras, el agujero negro más grande que jamás pudiéramos haber soñado. El "setentismo" retórico forma parte de la "luminosidad" actual, en la medida en que elimina de su registro la dimensión política de la guerra social en curso.

¿Cómo se constituyen estos momentos "luminosos", esa organización de la visibilidad social que condena a tantas y a tantos a las sombras?, ¿cómo fue que se pudo decir "por algo será" o "roban pero hacen?, ¿cómo funciona este nuevo juego de luces (hecha de soja, petróleo y "setentismo") forjado a partir de la recomposición post 19 y 20?

Contra quienes están convencidos de que aquellos días -del 2001- fueron los de una locura colectiva, irracional y, por tanto, inefectiva, tal vez quepa preguntarse si el funcionamiento del juego de luces y sombras no debe su fisonomía actual precisamente al desenlace de aquellos sucesos. Como si esas jornadas hubieran terminado de constatar un "fin de juego", momento en que los habitantes de las sombras tomaron la ciudad para decir "¡que se vayan todos!".

Asistimos ahora a la actualización de una nueva distribución de visibilidades. Decir que no pasó nada, que nada ha cambiado, sería desconocer la variabilidad del agujero. El discurso de la "inseguridad" ha reorganizado las percepciones: si antes se hablaba de "sitios peligrosos" por los que convenía no pasar -zonas rojas o bajas- ahora, al contrario, lo que se zonifica son los "sitios seguros". La geografía del desierto, de las sombras, es finalmente aceptada. Y los dispositivos actuales de control son precisamente los modos de gestión de la guerra social.

Tal vez sea redundante insistir sobre el hecho de que en el actual juego de luces y sombras se ha aniquilado, de facto, al espacio público. En la yuxtaposición de lo visible y lo invisible, sólo hay lugar para los discursos mediáticos -institucionales, empresariales- y la parodia cultural y democrática. De modo que la retórica de los derechos humanos y sociales convive sin mayores tensiones con la gestión hiper-jerárquica de las ligaduras sociales (tratamiento policial, parapolicial, penal, patoteril de las vidas).

La emergencia de un nuevo juego de visibilidades luego de las jornadas de diciembre del 2001 ha tomado mucho -sobre todo a nivel narrativo- de los movimientos, pero no ha ido a fondo (lo que tal vez sea más responsabilidad de los propios movimientos) en el desarme de toda esta urdimbre violenta que está funcionando (a modo de un auténtico fascismo postmoderno) como forma de acallar el fenómeno más importante de las últimas décadas por revertir esta lógica del agujero negro: la difusión de prácticas asamblearias constructoras de un nuevo espacio público en barrios, calles, fábricas, esquinas.


II
Barrios, pueblos, cárceles, institutos, calles conforman un gran corredor, una serie discontinua de momentos cuyas variables son de concentración y de desconcentración. Más que agujeros negros hay un ennegrecimiento de zonas enteras de la existencia.

El agujero negro, entonces, es realidad variable pero constante. Variable en sus modos, constante en el tiempo. Él mismo es síntoma evidente de una cadena de explotación social vigente y de la carencia de una democracia con base en la imaginación política de los pobres: de su potencial productivo y público.

El agujero negro actual es seguramente el más vasto de todos los que hemos conocido. Tiene las dimensiones de la guerra social en curso. Su economía interna es la de la producción de la inexistencia humana, con sus zonas baldías y sus áreas de concentración.

La prisión -nexo moderno entre los discursos jurídicos y las prácticas disciplinarias- expresa fabulosamente bien esta variación actual del agujero negro. Se trata de uno de los casilleros más brutales de este mundo sombrío. Carmen, una de las presas de "la Legislatura", detenida sin condena en Ezeiza, dice que las primeras 24hs en su pabellón ("el cachibache") fueron más duras, para ella, que cualquiera de sus experiencias callejeras.
La prisión está allí, esperando a los pibes de los barrios, desde su juventud primera. Los habitantes del agujero negro pasan invariablemente por ella. Sitio de pruebas, de endurecimiento, de intensificación al límite de la violencia. Fábrica de un lenguaje, un estilo, un código que circula, luego, en los barrios. La cárcel concentra la calle, la calle anticipa la cárcel: ésta es la oscuridad del agujero, el agujero en la oscuridad.

Parece ser que hubo una época en que la prisión formaba parte de un funcionamiento legal relativamente eficaz. No tanto que la cárcel regenerara: fue desde siempre el sitio en el que se recluía a los "delincuentes", pero también -y al mismo tiempo- una fábrica de la figura misma del "delincuente". Un sitio donde conocer, producir, usufructuar y controlar redes delictivas. Y aún así, se suponía que la cárcel servía para castigar a quienes no comprendían el sistema de la obediencia a la norma: un lugar en el que se sometía a las personas "falladas" a una pedagogía extrema, como un curso intensivo, una violenta -y dudosa- re-normalización. Así, parece, fue alguna vez la cosa.

Pero las cárceles ya no están pobladas de "delincuentes". La propia operatoria que podía ordenar qué ilegalidad es legal y cuál no lo es ya no posee el estatuto universal, activo y productivo de la ley. Y sin ley, ya no hay -propiamente hablando- delincuencia. Cuando los poderes de mando (social, político, económico, "institucional") no hacen sino empujar en función de su propia voluntad de dominio, la "legalidad" se acomoda -momento a momento- a sus propias necesidades. La legalidad va surgiendo como efecto secundario de un sinnúmero de operaciones económicas o políticas. La prisión -como depósito de chicos, de pobres- se ha vuelto un depósito de perdedores, de víctimas menores de operaciones mayores del mercado. La vigencia del término "delincuente" ya no expresa una realidad legal, sino un modo político (penal-policial) de tratar a los habitantes del agujero negro.

El discurso penal se va adecuando a este juego, donde los negocios que se organizan en las fortalezas y se efectúan en los sitios valorizables, van dejando "sobras", "víctimas", "perdedores" de todo rango. No se trata ya del "preso político" de antaño, sino de una nueva prisión (una nueva prisión política) en donde lo político sólo emerge cuando se reconstruyen todos los mecanismos de producción de estos modernos "chivos expiatorios".

Cuando le preguntamos a Carmen si se sentía una "presa política", ella responde con toda ironía: "No. Me siento una estúpida, me manifesté por un derecho y quedé acá": ¿qué quiere decir esta respuesta? Uno está tentado de recordarle, como si ella lo hubiera olvidado, su propia historia, su experiencia de organización, de lucha. Pero no, no es la de ella una respuesta amnésica: sabe perfectamente por qué está allí: que le armaron "una cama". Será Marcela, otra de las chicas presas de "la Legislatura", quien va a entregarnos la clave para comprender la lucidez de Carmen. Ante la misma pregunta -¿te considerás presa política?- ella responde: "No. Me siento una rehén política". Ellas han quedado secuestradas. Su estadía en la prisión se lee como una captura que se comprende mejor cuando se reconstruye la trama de negocios y poderes reales que están en juego antes que por un cálculo de delitos y derechos. De allí la sensación de que con más astucia la prisión se podría haber evitado.

A su vez, las presas de Caleta Olivia se perciben como presas o rehenes políticas en la medida en que -a diferencia de los "presos sociales"- están allí por haber dirigido un reclamo al estado. La diferencia, en su experiencia, está dada por la acción colectiva y el destino público de su acción: un pueblo que lucha por desbordar las restricciones impuestas por la cadena de explotación; por evitar, por salir, por resistir al agujero negro.

El preso "político" de décadas pasadas era una pieza capturada por el bando contrario. Entre fuerzas que se cohesionaban ideológicamente, la tarea represiva consistía en quebrar la conciencia política del capturado para derrotarlo: la lucha contra el preso era contra su conciencia y contra la conciencia colectiva expresada en su organización. En cambio, el "rehén político" actual -por momentos más cercano al preso social que al viejo preso político- ya no extrae su fuerza de resistencia de esa relación entre conciencia y partido, sino de saberse un preso inmediatamente comunitario, situación que se expresa en la relación con su familia, sus hijos, sus compañeros, su red más inmediata (más o menos extensa) de recursos y afectos. De allí que se lo intente quebrar en el terreno de su constitución comunitaria, amputándolo a través del bloqueo de sus vínculos esenciales. Como si aquello que hace unas décadas se jugaba en el terreno de la conciencia ideológica se desplegase ahora sobre el suelo de una afectividad que se valoriza, se politiza, a partir de acciones, ideas y formas organizativas inmediatamente ligadas a la producción de la existencia individual y colectiva.

III
Las familias de las víctimas se han convertido en el rostro y la expresión del dolor. En ellos se lee el testimonio de quienes caen en el agujero y, por lo mismo, constituyen -incluso a su pesar- una primer instancia de simbolización, de politización del agujero. Ya las Madres, Abuelas e Hijos de los desaparecidos habían recorrido este camino. De alguna manera los familiares articulan un dolor social que los profesionales de los medios no saben o no pueden reconducir. Es como si la politización post 19 y 20 requiriese una publicación, una apertura de la propia intimidad, una politización de ese sufrimiento que, cuando existía el espacio público, no hubiésemos dudado en llamar mundo "privado".

Las familias, los "propios protagonistas", expresan el drama actual. Ellos mismos recrean la polaridad social en juego. A partir del secuestro fatal de Axel Blumberg, por ejemplo, se ha dado consistencia a una percepción que exige reforzar los mecanismos actuales de las sombras y las luces. Este nuevo fascismo no se inventa de un día para el otro, ni se construye meramente de "arriba hacia abajo". Al contrario: no hace sino contraer, formalizar y desplegar a partir de nuevas imágenes, nombres y palabras el modo en que se vienen gestionando los vínculos en todo el territorio de las sombras. Blumberg padre no hace sino explicitar una declaración de guerra (entre quienes "tienen porvenir" y quienes "ya no lo tienen") al tiempo que pretende reorganizar un estado monolítico y disciplinado capaz de llevarla a cabo, en alianza con los medios, el aparato jurídico-penal y el discurso de la "inseguridad".

Pero también están los familiares de los casos del gatillo fácil, o de Kosteki y Santillán o de quienes murieron asesinados durante los días 19 y 20, que prolongan -con su dolor- la línea de resistencia.
Las presas -de "la Legislatura" y de Caleta Olivia- y sus compañera/os se encuentran en este exacto momento en que puede surgir un nuevo estatuto del testimonio. Se trata -como decíamos antes- de los nuevos "chivos expiatorios". Aquellos que están lo suficientemente débiles como para ser objeto de manipulación, pero a la vez lo suficientemente conectados con el cotidiano de lo social como para que cunda el ejemplo.

Las presas, entonces -alterando el juego de visibilidades- están en el justo punto en que un nuevo testimonio político puede articularse. Punto que ilumina, de un lado, una compleja cadena de explotación social vigente y, de otro, la emergencia de un principio cooperativo rastreable en las resistencias y sólo posible en la medida en que estas resistencias sean capaces de producir, en sí mismas, nuevos modos de vivir lo común.

Testimonio también de una institucionalidad anacrónica y desfalleciente que intenta (re)construirse a fuerza de la penalización de su lenguaje y de sus actos, duplicando la cadena de la explotación y esforzándose por encauzar los "desórdenes inaceptables" para el "país en serio", es decir, aquel en el que la trama "legal" vuelva a ser garantía de la articulación con los capitales depredadores de experiencias, recursos, bienes colectivos.

En este cuaderno se encontrará a un grupo heterogéneo de mujeres que hablan de "ellas", pero también -y al mismo tiempo- de los "demás". Porque los cuerpos caídos, condenados a la inexistencia, son también los de los jóvenes (considerados "peligrosos" por definición), los migrantes (sospechados, eternamente, de traer el germen de lo extraño, de la degradación), los chicos -por si acaso- y los viejos -cuyas vidas "improductivas" ya no merecen ser "financiadas".

Aquí, sin embargo, el testimonio es de las mujeres. Si algo se pretende es indagar -precisamente- en la relación entre el cuerpo de las mujeres y las prácticas actuales de exterminio. En este cruce en el que estamos insistiendo entre cadenas de explotación y líneas de resistencia se pone en evidencia el lugar de la mujer, de esa potencia afectiva capaz de trazar un esquema opuesto al de la fuerza bruta policial, de la guerra y el narco: el gesto del cuerpo que alimenta y protege, que impone el cuidado, la visibilidad y la consideración para los condenados y la confianza en lo que puede cada quien. Lo que se juega en esta batalla es, nada menos, que un auténtico dilema entre una política de la atención y los cuidados versus otra -dominante- de la guerra.

La presencia femenina en estos agujeros negros revela, entonces, su presencia en la calle, en las luchas, en el cuidado, en el tejido de redes protagonizando la resistencia a la grieta de inexistencia. Como si en su capacidad de generar existencia humana, los propios atributos domésticos lejos de quedar reducidos a una intimidad esclavizada efectuaran una repolitización de todo el campo de lo social, alterando incluso, los códigos de inteligibilidad del poder.

Esta historia la cuentan las presas de la Legislatura porteña y las de Caleta Olivia. Agregamos también el testimonio de la Ammar (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) - Capital, organización que acompaña a las presas. El cuerpo de la mujer y los modos de su exterminio: esta dimensión del agujero negro es la que proponemos recorrer a partir de su palabra, de su testimonio -que no es meramente la palabra del protagonista, sino la palabra implicada, que surge de las intimidades de esa historia-, de cartas y entrevistas, y que se complementa con fragmentos del discurso "legal", y de una serie de coberturas periodísticas que han sido las primeras en acercar estos testimonios.

10 de diciembre de 2004




éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.



agrega un comentario


Voces/Carmen.
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:23 PM

Testimonio de Carmen Infran, integrante de Ammar Capital presa en el penal de Ezeiza





“Callate la boca, quietita y al suelo”


Entrar en el penal de Ezeiza no fue difícil para nosotros. Pero cuando se está entrando se presiente de modo difuso algo de lo que debe ser entrar para quedarse. Sin embargo uno sale. Carmen todavía no. Y cuando entró no sabía que era para quedarse. Está ya hace cinco meses. Y aún sin sentencia, tiene para un tiempo más. Cuando la trajeron para la entrevista se la veía feliz, y mantuvo ese ánimo durante toda la conversación. Lo primero que dijo fue: “Ustedes traen el olor de afuera, hace cuánto que no lo sentía”. Se la ve muy fuerte, lúcida e irónica. Pero también frágil, sensible, reflexiva. Ella está desde el principio en “el cachivache”, un pabellón excedido en tres veces su capacidad.
Marcela y Margarita, las otras dos presas de “la Legislatura” están en otros pabellones: la primera en el de maternidad, porque su beba de casi dos años la visita los fines de semana; Margarita, en el pabellón de tercera edad.
Carmen está sola, pero se las arregla. Se ríe mucho, pero no disimula su drama. Se ríe de sí misma mientras nos cuenta tramos de su vida, de la que nos habló largo rato, como sabiendo que sus historias merecen salir a la luz: porque con ella habla una verdad de época y porque pocas veces podremos escucharla tan bien narrada. Cuando termina la entrevista nos agradece por la mañana que pasamos. El agradecimiento, claro, es nuestro.


¿Cómo se organizaron para la manifestación frente a la Legislatura?
Yo me montaba en mi bicicleta rosa, iba por todas partes, diciendo que había que apoyar para que no cambien el Código. Siempre tuve una buena relación con todas las chicas. Me decían: “Carmen te vamos a apoyar”. Yo no quería que me apoyaran, simplemente que fueran a la marcha porque ellas recién comenzaban y nosotros ya habíamos pasado todo lo de la dictadura, lo de los 21 días...

¿Qué era los 21 días?
Ibamos 21 días detenidas al Instituto San Miguel por prostitución, por el famoso artículo 71. Varias veces corté el pastito del Instituto con la mano. Yo era pendejita en ese tiempo. Nos levantaban a las cuatro y media de la mañana, vestíamos uniforme gris. Eso fue desde el año 78 hasta el 80 y pico. Muchas veces también paré en el Departamento Central de Policía, pero era otra cosa, porque teníamos cocina. Era mejor estar en el Departamento Central porque ahí recibíamos bolsos, cocinábamos, teníamos radio. Era preferible ir ahí que al Instituto

¿Muchas veces te agarraron
por los 21 días?
Sí. Muchas veces me iba gracias al Día de la Virgen, el Día de Perón o por alguna apelación de un abogado. La prostitución está probada si te encuentran con un cliente haciendo todo. Porque el hecho de que yo esté estacionada en una esquina no quiere decir nada. Aunque a mí me han llevado presa con la carne, los huevos, los changuitos, con la perra, comiendo con amigas. Entraban y “vamos, vamos, vamos” y te tenés que ir. Ahí sí nos golpeaban, teníamos que limpiar el pasillo mientras nos tiraban de los pelos.Tenía un comisario que le encantaba como hacía las tortas fritas. Si un día llovía, le cocinaba las tortas fritas y me iba en libertad. Era chica, estaba entre los 18 y 20 años.



¿Cuándo empezaste a militar
en Ammar?
Lo empezamos cinco de nosotras, hace casi dieciseis años atrás en un bar de Constitución. No existía la señora Reynaga ni la Sonia. Era un grupo de chicas que nos encontrábamos con una abogada y dos antropólogas y nos explicaban los derechos. Un día hubo un problema muy grande en la comisaría 50, habían golpeado mucho a las pibas. Yo fui a buscar a las abogadas y a las antropólogas. Empecé a militar en ese momento, después me retiré porque no iba con la idea de sindicalizarme.

¿Por qué?
Yo acepto la parte que me toca, el laburo que hice toda mi vida siempre me gustó. Cuando toqué la calle –voy a parecer una maniática loca del sexo– me gustó el ambiente, conocer a las chicas. Lo tomé como parte de mi vida y de un trabajo: llego a las seis y me retiro a las seis. Fue una manera de subsistir un poco mejor, de darle todo a mi hijo. Yo sé que con otro trabajo normal también lo iba a tener, pero uno quiere las cosas un poquito más rápido. Fue la vía más rápida y me fue muy bien, nunca me robaron, nunca me golpearon, tuve la suerte de no pescarme ningún tipo de enfermedad. Así llegué a prostituirme. Amo mi trabajo, lo que estoy haciendo. Y, si puedo, seguiré discutiendo los derechos de todas, para que nadie siga siendo explotada y explicarle a las pibas que el cuerpo de cada una de ellas es el que manda.
¿Por qué empezaste a ser prostituta?
Cuando empecé no fue porque me gustaba. Comencé porque tenía una cara bonita, porque calzaba buenos zapatos, porque podía tener buenas cadenas de oro, buen auto. Yo no tenía todo lo que él tenía: casa, autos, hoteles, buena conversación. Me dijo: “es un ratito”. Así comencé a prostituirme en una esquina. Y ese señor se llevaba hasta mil pesos algún que otro viernes: la negrita era bonita. Hoy ya tengo 55 años. Después me largó porque hay un tiempo que ya no servís más. Y aprendí a trabajar con esos señores explotadores que se llevaron casi toda mi vida, y las raíces de los árboles donde me paraban. Hoy amo mi trabajo y lo necesito, pero ya pasó ese tiempo. Es bueno que las chicas hoy elijan, que no que lleguen por explotación, porque las obligan.

¿Fuiste a la reunión que se hacía en el espacio de Autoconvocados contra el Código?
Nunca fui porque se hacían a las seis de la tarde y yo todos los días “firmo la planilla” a esa hora pero las apoyaba y convocaba a las chicas que me seguían. Cuando dije: “vamos a comprar las banderas, todas pusieron un peso, dos pesos, tres pesos...” Y les decía: “júntense detrás de la bandera para que no les pase nada”. Yo me separé de la bandera y acá estoy. Cuando me hicieron las preguntas por la bandera yo alcancé a escuchar que nos habían dicho que habíamos abusado de una insignia patria y no es así. Era una bandera argentina de diez metros que la compramos entre las chicas y la cosimos entre todas.

¿Creías que la bandera argentina te iba a proteger?
Sí. La tomaba como una protección. Estábamos tomando café en Flores, viendo lo que sucedía en la Legislatura y decidimos ir pero detrás de la bandera. No sé si fue por protección o por vieja astuta, porque ya veía que todo estaba mal. Fue un desastre, de repente miraba para atrás y unas tenían la cara asustada, otras se habían ido al micro y se sentaron allí a tomar mate. Otras quedamos ahí, cerca de la puerta del subte y en una de esas vimos que agarraban a un chico a patadas los vigilantes, se metieron algunas de las chicas, les decían “hijos de puta”. Lo mismo que diría cualquiera porque al chico le estaban dando con todo. Ese fue todo el bochinche que hicimos.

¿Cómo fue exactamente la situación en la Legislatura?
Cuando nosotros llegamos ya estaban las puertas cerradas, ya estaba el fuego encendido, ya estaban las mangueras, ya la gente estaba dispersándose totalmente, huyendo para todos lados. Llegamos entre las doce y media del mediodía y la una menos cuarto. Veníamos desde la iglesia Metodista de Flores, en dos micros de chicas de Ammar, todas de Flores.

Es tu zona.
Claro, la cual extraño mucho. La marcha comenzó a las diez de la mañana y yo fui detenida a las 18 y 45. Estábamos caminando, algunas estaban en un restaurante, tratábamos de juntarnos, queríamos ver qué había pasado, los destrozos. Nos quedamos como turistas, viendo lo que había pasado. En ningún momento fuimos a destruir, ni entramos a la Legislatura. No hicimos coacción de ninguna puerta. Solamente gritos. Si fuimos a una manifestación es obvio que gritemos, pero nada más. No hicimos ningún daño al gobierno ni a nadie.

¿Cómo te detuvieron?
Cuando nos decidíamos a irnos, aunque no tengo muy ubicado el lugar. Teníamos que ir hasta Moreno y Balcarce porque ahí estaba el micro, bajamos por una calle paralela a la Legislatura, hicimos una, dos, tres cuadras... Y ahí fuimos detenidas.

¿Por policías de uniforme?
Policías sin uniforme. Yo iba caminado con mi compañera, entramos a comprar un paquete de cigarros y un paquete de pastillas a un kiosko. Ya mis compañeras daban vueltas hacia el micro y de repente alguien me agarró de atrás. Lo primero que pensé: “me roban”. Pero yo lo único que tenía era un celular en la mano y mi compañera una cartera. Al ser agarrada de atrás hice un movimiento lógico que me volteó y cuando me di vuelta me dijeron: “callate la boca, quietita y al suelo”.
Eran tres hombres y una mujer los que me detuvieron. Me tomaron de atrás muy fuertemente. Uno me dijo: “al suelo”. Le dije: “está bien, somos simplemente prostitutas, no tomen represalias”.

¿Te diste cuenta enseguida que eran policías?
Al momento que me dijeron: “al suelo y calladita la boca”... Esas palabras las conozco desde la cuna. Lo único que recuerdo de ese momento es un edificio lleno de pilares. Ahí nos sentaron y ahí nos quedamos. Cinco minutos después nos llevaron dentro de un carro azul. Preguntamos dos veces para qué nos llevaban: “por averiguación de antecedentes”. Pasaron varias horas hasta que me enteré que estábamos en el Complejo Federal, en el barrio de Lugano.

¿Conocías a algún policía de los que las detuvieron?
De los que nos detuvieron no. Pero sí conocía a uno de los que estaban en la manifestación: Formoso, que era de la comisaría 50. Estaba ahí, me acerqué a saludarlo porque realmente entre él y nosotras había una amistad de diez años: entre prostituta, esquina, patrullero y policía. En este momento es sargento.

¿Estaba de uniforme?
Estaba de civil. Nos acercamos a saludarlo y esos agentes que nos detuvieron estaban con él. Al menos uno de ellos estaba con él.
Vos hiciste denuncias muy fuertes contra la 50...
Me manifesté contra esta comisaría toda la vida. Y es que ya había tenido varias veces detenciones injustas en Flores.

Incluso Ammar Capital presentó una denuncia contra esa comisaría ante el fiscal Lanusse...
Los dos Ammar, tanto la de Elena Reynaga como la de Sonia Sánchez, siempre han estado presentando denuncias por apremios, por detenciones injustificadas. Yo personalmente nunca tuve problemas con Formoso. Durante la protesta, nos acercamos mi compañera y yo, un poco diciendo: “lo vamos a saludar, total ya ganamos, somos libres, no nos llevan más”. Le hicimos una broma así y dos cuadras después fuimos detenidas. Era el único policía que conocíamos en esa manifestación llena de vigilantes.

¿Por qué crees que Formoso estaba en la Legislatura siendo él de Flores?
Pienso que debe estar asignado en otra comisaría, ya no está más en la 50, nuestras denuncias vaciaron esa comisaría.

¿Estaría allí por una cuestión de jurisdicción o porque las conocía?
Eso no lo puedo garantizar, si estaba por casualidad o si estaba trabajando. Sé que era el único que nos conocía a las dos. A los demás agentes no los conocía. Cuando nos detienen ni siquiera me le rebelé. A mí una averiguación de antecedentes no me iba a asustar. Toda mi vida estuve presa por averiguación de antecedentes. Estuvimos en Lugano dos días: en el suelo, sin comida, sin poder cambiarnos, sin poder bañarnos. Por eso cuando llegamos acá esto para nosotros era un palacio. Allá, lo único que me dejaron pasar fue un poncho marrón, un paquete de cigarrillos, una gaseosa y un sándwich de milanesa. En 72 horas, y a pesar de que habían traído colchones, mercaderías de todo tipo, fue eso sólo lo que dejaron pasar. Inclusive me enteré que alguien se acercó con una bandeja de sandwiches y los vigilantes, gozando, dijeron que era atención de la casa. Hasta que llegamos a los Tribunales teníamos fe de que nos íbamos.

¿Cómo las recibió la jueza?
Si estuvo ahí en algún momento no me di cuenta, no supe que era ella. Porque yo pasé por todos hombres. Me hicieron las preguntas preliminares: dónde estaba ubicada, qué hice, qué no hice. Nos levantaron la incomunicación y a Ezeiza. Llegamos acá a las 3 de la mañana.

¿Qué fantasías tenías en el camino hacia aquí?
La única fantasía que tenía era la del miedo, lo único que se me cruzaba. El miedo cuando pasas por los pasillos de abajo. No entendés el maltrato del servicio penitenciario, por qué sos revisada así, por qué te cortan el rostro ante cualquier pregunta estúpida. El abrir la puerta y ver a todas las detenidas, no entendés qué pasa. Las caras de todas son de desconfianza. Es como en el nacimiento: en 24 horas tenés que aprender a hablar, comer, conocer, bañarte, tomar; con quién tenés que hablar, cuáles son los códigos. Es muy difícil, da mucho miedo.

¿Cómo te sentiste cuando
te desnudaron?
Fue una vejación. Si hasta yendo a un ginecólogo te sentís un poquito incómoda. Pienso que lo más horrible que hay es que te revisen las partes... Que cada tres horas o cuando vas a cualquier lado dentro de este complejo, tengas que mostrar tu cola. Yo ya voy canchera, me bajo y chau. Pero los primeros días, a pesar de ser prostituta, es una parte que te da vergüenza: “desnúdese, agáchese, abrase...” Es lo que más me está costando pilotear acá dentro.

En esas 72 horas, ¿qué pensaron?
En esas horas discutimos todo lo que había pasado. Los pibes pedían sus abogados, veíamos retirar los menores. Yo seguía creyendo que estaba por averiguación de antecedentes, que iba a cumplir diez horas y me iba a ir. Yo sabía que no teníamos nada. Quizá yo me manifestaba un poco más, pero sabía que mi compañera no había hecho nada, pensando en sus hijos, con sus miedos. Pensábamos que íbamos a salir en libertad, como si hubiéramos pasado por una ebriedad, que nos habían detenido porque no teníamos documento o porque no le gustó nuestra cara a un vigilante. Pero nunca que iba a llegar acá por coacción, privación ilegítima de la libertad, destrucción de autos, elementos públicos. Por la dentadura del señor comisario, que ni siquiera sé quién es, por el bendito leoncito que dicen que falta en la Legislatura.

¿Cuándo te anunciaron los cargos?
Al otro día, el anuncio fue por los diarios y la televisión, decían que las personas detenidas en la Legislatura teníamos un pedido de diez a quince años de prisión.

¿No vino un policía, un juez, nadie, a decírtelo?
No. Salí de los tribunales con la palabra del secretario de que esto iba a ser un trámite de diez días para que la jueza se tomara su tiempo para resolver qué iba a hacer con nosotros. Pasaron los diez días, nos llamaron y nos notificaron que la señora jueza nos bajaba la preventiva. Tampoco sabía en ese momento qué era la dichosa preventiva. Ahí me enteré que tenía que comerme entre ocho meses y un año hasta que llegara el juicio. Cuando llegué acá no sabía de qué estaba acusada.

¿Tus abogados tampoco
te lo dijeron?
En ese momento era un lío porque el primer abogado que tuvimos fue Zamudio, que nos dijo que estaba acostumbrado, que siempre sacaba a los vendedores ambulantes. Conversaciones comunes de calabozo. Cuando él vino le firmamos el poder. Él me dijo: “en diez días se van”. Hace una semana llevaba 135 días. Ahora dejé de contar porque ya sé que me quedo.

¿Los acusan por las imágenes que se vieron en televisión?
No, de las de la televisión no hay ninguna. Somos unos tarados que estamos detenidos porque se les ocurrió a ellos. De los de la televisión, radios y revistas no hay ninguno. De eso no tengo dudas.

¿Quieren endilgarte el rol
de organizadora?
Eso parece. En su momento esto va a ser un bolillero. De todos los detenidos, tres o cuatro vamos pagar. Uno de los rasgos más locos es que a algunos le adjudican el rol de organizador por tener teléfono celular. Yo te puedo hablar de lo nuestro: ninguna de nosotras es organizadora. Éramos un conjunto de personas que nos juntamos para que no revocaran el Código de Convivencia, para no volver más a los 21 días, para que pudiéramos seguir trabajando en la calle, para que se buscara una solución lógica. Después de todo es el trabajo nuestro, no queremos volver a las coimas policiales... Seguir trabajando como corresponde, pelear porque nos pusieran una libreta sanitaria, pagar un impuesto, no ser explotada, que cada una sea libre de decidir si quiere pararse en una esquina sin policías, sin cafiolos. Al cortarse el Código de Convivencia se acaba el derecho a trabajar como uno quiere, y pasamos a estar en saunas, hoteles, departamentos privados, a que te llevan afuera, te tiran en un rancho, te tenés que acostar con cincuenta monos y el que levanta la plata es el chabón, vos no ves una moneda. En un departamento privado, de un pase de 30 pesos, las pibas se llevan siete pesos. ¿Quién se lleva la plata mi amor? El que maneja la institución y todo lo que viene detrás de ella.

¿Por qué te parece que estás acá?
No sé porque me pusieron acá. Tal vez porque somos un par de estúpidas que estamos detenidas por algo que no hicimos. Estamos presas por haber gritado un par de pelotudeces, igual que las que se gritan en una cancha. Fui a manifestarme, a acompañar y terminé presa acá, privada de mi libertad. Yo y mi compañera. A los demás yo no los conocía, nos conocimos en el calabozo. Y con los chicos ni siquiera nos conocemos. Ni siquiera conocía a los legisladores, porque nunca entré. Yo hacía el aguante desde afuera…y acá estoy. Hubiera preferido hacer un secuestro express y en cuatro años me voy a la calle. Toda la vida me cuidé de caer en un penal y vengo a caer pelotudamente ahora...

¿Cómo fue el pabellón de ingreso en Ezeiza?
Fue una odisea. Al final, te tiran ahí, se llama carne acá dentro. Abrieron esa puerta y vos ves que están todas asomando la cabeza por la cucheta. Se levantan algunas, que estaban en la cocina y siempre te preguntan por qué venís. Margarita que es más chiquita se escondía detrás de mí, Marcela también iba detrás. Me decía: “¿qué nos va a pasar acá?”. Se viene una de las que hoy es mi compañera y nos pregunta de dónde venimos. “Somos de la Legislatura”. “Ah, qué bueno, las vimos por la tele. Yo te vi”. “¿Cómo que me viste?”. Me quería bañar, el olor ya no lo aguantábamos, era totalmente nauseabundo el olor que teníamos. Enseguida corrieron los toallones, el shampú. Pasamos por la ducha que fue uno de los placeres más grandes que he vivido desde ese momento. Cuando salimos de la ducha ya corría el mate, empezamos a escuchar lo que pasaba, las otras internas nos contaban. En el ingreso no tenés televisión. O sea que las que salían al pasillo, se comunicaban con las otras y decían: “llegaron las piqueteras”.
Tratamos -Marcela con su llanto, Margarita que se descomponía- de salir, yo contenía el grupo. El penal tiene mil detenidos. Llegamos a compartir el vaso para tomar y lavar la dentadura entre tres. Una vez una jefa me dijo: “yo estoy igual que ustedes”. Ellas se sienten tan presas como nosotros, pero hay una diferencia: nosotros somos detenidas porque tenemos que pagar a la sociedad, ellas porque trabajan. Yo le dije: “usted se baña en su casa, viene con olor a perfume, entre al baño y mire las condiciones”. Nosotras tenemos cuatro recuentos por día, si en uno entra la patota y chau... Te llevaron por más que grites.
¿Qué es el recuento?
Recuentan las personas por si faltan algunas, porque este penal hace un año tuvo dos fugas. Recuentan a las 8, a las 16 y a las 20 horas.

¿Cómo es la situación
del recuento?
Te dicen: “señoras al baño”, y ahí empiezan. Es muy feo.

¿Cuántas chicas convivían en el pabellón de ingreso?
Éramos setenta chicas en ese lugar, en ese pabellón de veintiocho camas. Yo hasta ahora sigo durmiendo en el piso, me dicen perro chico porque duermo en el piso. Acá aprendés a convivir con los bichos, roedores, las bolsas de nylon, los mickey mouse. Yo escuchaba que decían vienen los mickey mouse y entonces me enteré que eran los ratones. Aprendí a comer en una tapa, en un plato, con la mano, sin cubiertos, sin un vaso. Hoy estar sentada en una silla de éstas es un placer. Hace un mes atrás yo lloraba, hoy ya no lloro, estoy más dura. Me dí cuenta que acá puede venir cualquiera sin haber hecho nada. Y hay que acostumbrarse a los códigos, a la palabra “señora”, al “por favor” para todo. Eso no se te puede olvidar nunca porque te puede costar un tubo de cuatro días. Y si viene mi libertad en abril, pago tres meses más de prisión por un tubo.

¿Qué es un tubo?
Algo un poco más grande que un armario, donde entra una cama y sólo tu cuerpo, donde hay una mirilla para que pase el plato. Te sacan sólo una hora por día, orinas y defecas ahí. No se puede tener el cuerpo controlado, no se ordena el cuerpo a ese sistema, el del tubo. Te visitan todos los bichos, los micky mouse, las cucarachas. Y si caíste con mal concepto dentro del tubo, obviamente la policía hace su trabajo: un par de patadas en el orto. Y estás negada de cualquier pedido.

¿Lo pasaste o te lo contaron?
Lo veo. El máximo para estar ahí dentro es de treinta días. Hoy acaba de salir una compañera mía por un tubo de cuatro días. Acá el que maneja el tubo es el servicio penitenciario. Mientras yo no esté procesada estoy amparada por los Tribunales, cuando sea condenada soy de ellos, ya no pertenezco más a nadie. Ellos pueden mandarme donde quieran, a la Pampa, al Sur, a Neuquen.

¿Es cierto que te ofreciste
a ir al tubo?
Estábamos con el problema del agua, que se había cortado en todo el penal. Sale una de las chicas de hablar con la jefa que le dice: “si no controlas a tus compañeras, la que vas a pagar con el tubo sos vos”. Entonces, me acerco a la reja porque soy la que tengo los antecedentes menos pesados. Y le digo: “señora, usted tiene demasiada ansiedad de tubo, si quiere un tubo lléveme a mí”.

¿Cómo es la comida acá?
Te la manejas vos. Yo no estoy comiendo casi nada del Penal. Me manejo yo, así que vivo de huevo y aprendí a hacer el arroz arañado.

¿Qué te parece que fue más duro y difícil para vos, aprender los códigos de la calle o los de acá?
Los de acá. Es muy grande la diferencia. Acá no te podés equivocar porque fuiste.

¿Los códigos hay que aprendérselos para tratar a las carceleras o a las compañeras?
Hay que aprender todos los códigos, los de éste lado de la reja y los de aquel lado de la reja. No te podés equivocar acá adentro. Tenés que cuidarte mucho con las puras sangre, las altas. Es muy jodido.

¿Cuáles fueron las cosas que más te costaron incorporar?
Que todo el tiempo tenés que agachar la cabeza, que por todo tenés que estar pidiendo por favor, que por más que vos hablés bien es difícil que los del servicio te den al menos una sonrisa, una palabra amable. Yo sé que pueden estar cansadas pero eso no les da derecho a que te traten como la última basura. O que de repente te digan: “está muy bien que estés acá porque tenés que pagarle a la sociedad, estás acá depositada porque le debés algo a la sociedad, a la comunidad y a la justicia”. Pero por eso no te pueden tratar como la peor mierda...
Es difícil tener que aprender a no meterte, a no mirar al otro. Acá sos ciega, sorda, muda. Acá hay un problema y tenés que decir: “agárrense de las manos...” (canta). Una pelea no es tu pelea, no corre el embrollo. Nada de eso. Hay que tratar de reírse, jugar, hacer chistes, hacer comentarios televisivos, nada más.

¿Alguien te explicó todo esto?
No. Eso lo aprendí sola acá adentro.

¿Todos los días entran nuevas
mujeres?
Sí. Todos los días de Dios. Llegar al pabellón te cuesta dos meses de ingreso, de adaptación. Yo caí en uno de los peores pabellones. Lo llaman Cachivache, es de mala conducta. Acá tenés que aprender muy duramente. Tuve que aprender en 24 horas lo básico, si vas a tomar algo: “discúlpeme,¿me lo presta?”, porque si lo tocaste y no lo pediste, cobraste. No podés negar un huevo, no podés negar una taza de azúcar, no podés negar los cigarrillos. No intentes tener una heladera, porque no es tuya, es del pueblo. No podés poner límites en eso. Porque si no vienen y te dicen: si no la prestás baja a pañol. Pañol es el depósito de las cosas que no usas.

¿Y los libros?
Eso no lo tocan, ni siquiera en las requisas. Puedo estar y entrar con los libros tranquilamente.
¿Sentís que tenés algo en común con las demás presas?
En común tengo algunas cosas: participaciones, conversaciones. Lo que de repente me cuesta entender es por qué a una pibita que entró a los 19 años y se fue a los 23, le da lo mismo caer de nuevo. Ahora tiene 23 años, es hermosa. Yo lloro todas las noches mirando la pared, mirando mi libertad, y la otra que vuelve. Es una criatura y le importa tres carajos volver con una causa de cinco años. Es una criatura que todavía tenés ganas de que saque el pie de la cama, le pongas las medias, le alcances la leche, es una chiquilina. A ella le estoy tratando de ayudar a escribir, tenemos que tratar de ver cómo saca eso, es enferma, drogadicta. No sé si escribe muy lindo, pero expresa cosas muy fuertes: le pide perdón a su familia, ruega por su madre de noche, se levanta llorando por la madre, porque está sola, y explica cómo cae en el pozo y cómo la sociedad no le da una oportunidad. Como ella hay un montón de pibas.

¿Qué diferencias hay entre el primer pabellón y el actual?
En el primer pabellón el 50% de las que estábamos allí adentro éramos nuevas. Y lo que primaba era el miedo de lo que ibas a encontrar en el más allá -y el más allá es la otra reja, de la cual escuchás los gritos, las peleas, ves que salen apuñaladas a la enfermería... La diferencia es que de este lado estás en el jardín de infantes y del otro estás en primer grado. Es como un cambio de colegio, tenés que adaptarte a las nuevas compañeras.

¿No crees que la sociedad le debe algo a esa chica de 19 años que volvió?
Sí, la sociedad le debe, porque podría hacer algo, llevarla a un lugar especializado o tratar de reincorporarla cuando sale. Porque acá te tiran y cuando te vas salís ya no tenés nada: ¿a que volvés? Salís desnuda, sin plata y no podés trabajar. Te metes en la villa, se cruzó un tarado, le robaste y sonaste. Acá no te reintegran para nada. Acá te endurecen el pensamiento, te endurecen el corazón. Si yo salgo quiero la plata, porque ya me quitaron ocho meses. No veo a mi hijo que se está privando de cosas por mi ausencia. Me privaron a mí de todo, de todas las posibilidades. Acá todo el tiempo ves injusticias.

¿Y afuera?
Afuera tenés que aprender a defenderte, pero de acá salís peor, mucho más dura. También aprendés algunas cosas: a apreciar la comidas y otras cosas de las que acá estás privada. A mí antes me daba lo mismo tirar media milanesa y un huevo, pero ya no lo voy a hacer porque acá he pasado hambre, he deseado cosas. Hay cosas que me faltan, busco los olores y no están. ¿Cómo podés concebir que al pabellón lleven polenta siendo que vimos pasar las bandejas con asado, chorizos, pollo?


¿Qué dice tu hijo?
Es un tema que casi no lo quiero tocar. Va a cumplir 18 años, y es la primera vez que me separé de él. Odio al maldito chabón que me puso acá adentro. ¿Por qué hoy mi hijo tiene que estar pidiendo un plato de comida? Toda mi vida puse el cuerpo para darle cosas a mi hijo. Nunca le permití que le faltara nada y ahora lo llamo por teléfono y más de una vez tiene que ir a golpear una puerta para comer.

¿Te consideras una presa política?
No me considero una presa política, me considero una estúpida. Me considero una persona que fue a manifestar por sus derechos y terminó acá adentro. No conozco más allá de mis narices. ¿Querés que te diga más? En mi vida pasé por el cuartito oscuro, no sé ni votar siquiera. Así que, ¿de qué presa política me hablas? No soy organizadora ni sindicalista. Simplemente fui a manifestar por mis derechos, porque sabía que iban a cometer una injusticia al derogar el código. Fui a manifestar para que no volviera el tiempo atrás, ni una Noche de los Lápices, ni un 19 y 20 de diciembre cuando mataron a tantos pibes. Para no calentar más calabozos.

El hecho de que te llamaran ¨la piquetera¨ ¿te juega a favor o en contra?
Me juega divertido. Quizás habló un poco más porque sé que tengo una presión más fuerte de afuera. Eso con las internas, y con la guardia también. Yo juego con otros códigos, no los de las presas comunes. Con las chicas tengo buen entendimiento ya que cuando te ponés a hablar te das cuenta que son buenas personas, tienen un gran corazón. Pero hay que ver a qué las llevó la vida a cada una de ellas.

¿Qué es un rancho?
Son dos camas cuchetas que las cerrás con cortinas y ahí te juntas con tus compañeras para que las demás no te vean. Ahí comés, dormís, haces el amor, miras TV, jugás a las cartas, todo. Ahí se comparte todo, lo bueno, lo malo, la risa, el llanto, todo. El rancho es una cosa muy importante acá adentro. Es tu vida, tu casa. Esas dos camas cerradas por una frazada son tu vida. Anoche luego de que terminaron de bailar, de joder, de transportarse a otro mundo, me puse a escribirle algo a mi hijo. Anoche fue la primera vez que escuché nítido el sonido del tren. El silencio también tiene sus ruidos. En el silencio, escuchás a una que llora, a otra que llama a su madre, a su hijo. Todas soñando. Y vos empezás a conocer los sueños, la respiración de cada una de ellas.

¿Soñas?
Yo no duermo. Recién me duermo a las cuatro y media de la mañana. Me cuesta dormir, me cuesta conciliar el sueño. Escribo y leo mucho a la noche.

¿Antes escribías?
Ahora le escribo mucho a mis amigas. Cuando estoy muy mal trato de escribir. Le escribo mucho a mi hijo. A veces, alguna se levanta medio dormida, se pone al lado mío, de repente nos reímos, de repente lloramos, de repente vemos a la celadora espiando por la ventanilla, preguntando qué hacemos... Estoy tomando a la escritura como un escape.




éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.










agrega un comentario


Voces/Marcela y Margarita.
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:25 PM

Testimonio de Marcela Sanagua, presa con su hija de 18 meses y Margarita Meira, vendedora ambulante





“¿Qué haría en mi lugar?”

Entre “el cachivache”, donde esta recluida Carmen, y la unidad carcelaria donde fueron destinadas Margarita Meira y Marcela Sanagua, no hay más de veinte cuadras. Están cerca y, sin embargo, tienen prohibido verse. Esa distancia que la cárcel vuelve absoluta es la que fue atravesada por la poderosa cercanía que dan las palabras. Margarita y Marcela ingresaron al pequeño cuarto de visitas –donde se hizo la entrevista- acompañadas por Araceli, que venía a upa de Marcela: su hija de casi dos años la acompaña en sus días de encierro. Mientras la mamá denuncia injusticias y maltrato, la beba se prende a la teta, con mentirosa indiferencia. Sólo interrumpe la succión sacudida por el tono de voz de la verborrágica Margarita, la vendedora ambulante que relata todo lo que –dice- no puede contar adentro.


Margarita: Los organismos de derechos humanos deberían comentar esto hacia fuera, porque aparentemente el menemismo sigue manejando acá adentro el poder. Estamos viviendo esta injusticia. Cuando uno comete un delito está preso sabiendo lo que hizo, pero cuando uno no tiene nada que ver en el tema... Esto es político. Alguien dijo “hay que meter presa a Margarita porque habla mucho y punto”. Yo lo tomo así. Por televisión veía a este mafioso socio de Astiz, asesino de la ESMA, diciendo que yo era la mafiosa.

¿Quién decía eso?
Margarita: Un diputado que era radical y ahora está en las filas del macrismo, Enríquez. Este diputado me robó el comedor de los chicos y de esto está todo el barrio de testigo. El es socio de Astiz, y nombró -cuando era subsecretario del Gobierno de la Ciudad- al represor Norberto Varela, que mató a tantos compañeros en la ESMA. Me enteré hace poco, cuando él lo nombró como policía municipal y salía a reprimir vendedores ambulantes.
A este señor Varela, cuando yo lo escracho, lo sacan pero sigue Enríquez. Y Enríquez me tiene bronca, me roba un comedor, me hace denuncias, me lleva a la justicia. Es diputado de la ciudad, tiene micrófonos. Esto es una pseudodemocracia, un hombre de la dictadura puede ser diputado de la ciudad. ¿Qué puede legislar ese hombre?
Cuando se va Varela, porque De la Rúa se ve obligado a echarlo, queda Enríquez y sale a apretar vendedores para sacarnos plata. Había un grupo trucho de Franja Morada, de la Facultad, que los habían puesto para reprimir vendedores.

¿Cómo fue el día de la Legislatura?
Margarita: Nosotros armamos a un grupo para defender a los vendedores ambulantes, porque el sindicato –Sivara- responde a la CGT, no defiende a los compañeros, sólo los junta para hacer política y sacarle plata. Pero nunca para defendernos. Estamos enfrentados a los mafiosos de los gremios, también estuvimos enfrentados a los funcionarios que los avalaban. Yo como hace doce años me quedé sin trabajo me fui a vender. Mucho sacrificio para poder subsistir y mantener a mis hijos. Yo estoy operada de cáncer de pulmón. Dos o tres meses antes del problema de la legislatura me empecé a sentir mal, me hice chequeos y salió que tengo un corazón grande por lo cual no puedo levantar un bolso. Entonces, el día de la Legislatura me instalé en un bar de enfrente, con mi marido y otro compañero y les dije que me iba a quedar ahí porque no podía hacerme problemas. A las dos de la tarde salimos para encontrarnos con el abogado, quedamos en encontrarnos por si hacía falta, y caminamos. Salimos del barcito que está justo enfrente, dimos la vuelta por el monumento y cuando llegamos a Bolívar y la Diagonal vimos que les estaban pegando a la gente.
Me indigné mucho, mi marido me pidió que no me metiera por mi salud. El abogado me mira como diciendo: “¿lo defendemos?”. Bueno, dije yo. Los seguimos, lo llevaban arrastrando, eran como cinco o seis de la Brigada. Lo llevaron corriendo todo por Bolívar, para el lado de Belgrano. Yo iba preguntando si habían visto a un hombre que lo llevaban arrastrando. Todos me decían: “siga, siga”. Cuando llegamos a la esquina del Nacional Buenos Aires había tres chicos muy jóvenes, que yo en mi locura no me había dado cuenta que eran tres compañeros vendedores. Y cuando les pregunto por ese hombre y me señalan enfrente, la policía los rodea –policías que estaban todos de civil- y los ponen contra la pared con este otro señor. Les pedimos con el abogado que se identifiques, pero no les pudimos sacar ni una palabra. El abogado me da un papel y un lápiz y yo les tomo el nombre a los tres chicos y a este señor. Miramos para ver dónde estábamos ubicados y nos dirigimos a la Comisaría Segunda. Cuando llegamos ahí eran las dos y media, nos tuvieron como hasta las cuatro de la tarde y no nos querían tomar la denuncia por apremios ilegales. Cuando nos dimos cuenta de que no nos querían tomar la denuncia, vimos entrar a Enríquez. Iba como quien llevaba plata para pagar algo, porque lo recibió todo el mundo muy contento. Entonces me dice el abogado: “acá no nos van a tomar declaración, primero lo van a atender a Enríquez”. Así que vamos al Ministerio de Justicia a hacer la denuncia. Salimos de ahí, nos sentamos en un bar a redactar la denuncia, nos tomamos un taxi y nos fuimos al Ministerio de Justicia. Deben haber sido las cinco de la tarde porque habían bajado la cortina. Nos metimos por una puerta de personal. Nos dijeron que en el tercer piso podíamos presentarla si teníamos la denuncia por escrito y salimos. Ya como a las seis de la tarde, caminábamos por Sarmiento al 300 hasta Plaza de Mayo para volver al lugar a ver si los compañeros nos estaban esperando. Porque nos llamaban al celular del abogado para decirnos que había tres compañeros más detenidos. Cuando llegamos a la esquina de Perú y Diagonal, decidimos tomar el subte e irnos porque había un grupito de compañeros nada más. Cuando bajamos la escalera del subte, ya habíamos pasado el molinete, nos rodean como cincuenta de la brigada, todos de civil. Dos de ellos son reconocidos por los compañeros porque nosotros vendemos en la calle. “Identifíquense”, nos dicen. Nos pareció una especie de cargada, si vendemos en la calle y nos conocemos todos, saben hasta donde vivimos. Intentamos sacar los documentos y nos dicen: “vamos para arriba”. Cuando subimos había varios periodistas de canal 9, y lo primero que hacen es ponernos el micrófono. Nos preguntan: “¿a ustedes les parece lo que hicieron?”. Entonces yo le digo: “todo eso fue provocado por los diputados, quisieron sancionar una ley a espaldas del pueblo, cerraron las puertas y el pueblo reaccionó”. Me dice: “¡Ah, así que a usted le parece bien!”.
Entonces me empujaron, me empezaron a golpear, me tiraron el celular, nos gasearon, y nos dijeron que era para identificarnos. Yo todavía le dije a los chicos que no se hicieran problemas, que enseguida nos dejan. En ese momento no reaccioné que el tema era político, a pesar de que hace años que le vengo diciendo a mis hijos que un día voy a terminar presa porque denuncio a mucha gente, estoy denunciando al que mató a mi hija, que es el que vende la droga a gente muy conocida. Siempre dije que me iban a meter presa, pero cuando a uno le toca es como que no se acuerda. Ahí conocí a Marcela y a Carmen, en Lugano. Dijimos que en diez horas nos íbamos. La policía no nos dejó llamar por teléfono, no pudimos hacer ni una llamada. Totalmente ilegal. Mi marido vio por televisión cuando me detienen.
Le preguntábamos a la policía y nos decían: “ya se van, ya se van”. Nos tuvieron 24 horas y el sábado a la tarde nos llevaron a declarar. Después caí en la cuenta –porque acá lo que uno tiene es tiempo– que esa sesión se armó ese viernes porque esa jueza estaba de turno, que es del menemismo, de Macri. Estaba todo armado. Ellos tienen tiempo y plata para armar las cosas. Nosotros tenemos que trabajar.
Al abogado le dicen que íbamos a quedarnos en Tribunales hasta que la jueza evalúe la causa. Y ni bien se retiraron nuestros abogados, nos tiraron dentro del camión para traernos hasta acá. Llegamos un domingo a las seis de la mañana. Nunca entran a esa hora, justo cambio de guardia. ¿Cómo puede la justicia mentirle tan alevosamente a los abogados?
El domingo mi marido va a llevar comida a Tribunales y ahí se entera que estábamos acá. Nosotras estábamos con lo puesto. Tres días con lo puesto. Se viene con todo para acá y no lo dejan entrar porque dicen que no es día de visita. Vuelve el lunes, el martes, recién el miércoles lo dejan entrar. Si no fuera por las compañeras que nos prestaron shampoo, la toalla, eran cuatro días con la mugre, durmiendo en el suelo. Esto es gravísimo.

¿Cómo vivieron la llegada
al pabellón
Marcela: Lo vivimos mal. Nunca me imaginé que iba a estar en un lugar así por no hacer nada. Cuando llegué a la Legislatura eran la una y pico. Nosotros estuvimos en la marcha ese día, con todos los compañeros y las compañeras, a algunos conozco y a otros no conozco. Estuvimos ahí hasta las seis que es cuando me detienen. Ya nos íbamos cuando todo pasa.

¿Recordás que estabas haciendo en ese momento?
Marcela: Sí. Estuvimos en el monumento de la Legislatura, éramos veinte con una bandera grande de diez metros. No había lugar para que nos pusiéramos en otro lado, eso estaba lleno de gente. Como teníamos una bandera de diez metros nos tapaba casi a todas. Cuando veíamos que se armaba lío nos manteníamos ahí porque había gente que corría y gente que no. Los de la brigada estaban cerca del subte, todos vestidos de civil, en ningún momento tenían algo que los identificara. En ningún momento, ni siquiera cuando me detienen, dijeron quiénes eran ni de dónde. Eran como esas personas que te van a raptar, que no sabés si te van a tirar por ahí. Vi a un pibe jovencito en la manifestación, vi a cuatro vestidos de civil que lo querían bajar al subte para pegarle. Eran cuatro contra un jovencito para pegarle. Cuando veo eso, les digo: “eh ¿qué estan haciendo? Si van a pelear es mano a mano. Ustedes son cuatro y el pibe es uno solo”. Cuando yo grité eso, todos los compañeros se les fueron al humo a los cuatro que estaban de civil.

¿Conocías a alguno de los
policías de civil?
Marcela: A uno sí lo conozco. Hay otro que recuerdo bien de ese día por la forma en que me agarraron a mí. Si me los ponen en una mesa de reconocimiento los identifico perfectamente, tanto al que me puso acá como al de la Brigada que me agarró. A mi compañera que es grandota la agarraron fuerte con los dos brazos y la bajaron al piso, se le hizo un hematoma gris y estuvo bastantes días pidiendo médico por lo que tenía en el pecho. A mi la que me agarra es una petisa de rulitos que estaba en la Brigada. Cuando ella me va a agarrar, le digo: “eh, ¿qué hacés?” Porque si alguien desconocido me agarra de un brazo, yo no lo voy a dejar. “¿Usted viene con esta señora?”, me pregunta por mi compañera. Sí, le digo. “Usted también quédese acá”. Traté de salir, le pregunté qué hacían, quiénes eran, qué querían. En ningún momento dijeron el nombre, ni si eran policías, ni si no lo eran. Pero nos dimos cuenta. Ellos dicen que la gente agrede pero son ellos los que empiezan a agredir, faltan el respeto. Acá la Justicia no existe. Presidente no tendría que haber, cada cual se tendría que mandar sólo. Porque si justicia le llaman a esto... Yo respeto si me respetan. Ellos pensaran que estamos solas pero están muy equivocados, ni ellos saben toda la gente que tenemos alrededor. Hasta hay gente de afuera que está acá en Buenos Aires por nuestro caso. Yo quiero justicia, porque la jueza tiene trece videos y en uno solo aparezco caminando. Ella nos metió presas porque sí, no tiene pruebas. Si fuera por las pruebas, yo y los otros ya tendríamos que estar afuera.
Lo que me gustaría que sepa la jueza de mi parte es que si fuera una persona más justa no hubiera hecho lo que hizo. O si tuviera hijos. Si tiene hijos algún día le puede pasar a ella. Porque en esta vida es así. Hoy me tocó a mi. Todo lo que hacés mal lo pagás en vida. Yo espero que se haga justicia y pague todo lo que tiene que pagar, también el de la Brigada que me detuvo. Adelante de los jueces, de todos, los voy a señalar. Voy a decir cómo nos detuvieron, cómo le pegaban a los que estaban en el piso. Yo me muevo con la verdad. Pensé que me iban a secuestrar. Lo único que espero es justicia. Nos dicen presos políticos y en realidad somos rehenes políticos. Porque eso que hicieron de agarrar a cualquiera es de rehenes políticos. Como a ellos no les da la pasta para poder agarrar realmente a los que rompieron, porque saben que no los pueden tocar, agarraron a quince perejiles para meternos acá adentro.

¿Cómo fueron los primeros momentos acá en la cárcel?
Marcela: Nunca estuve en un lugar así, no me hallo ni nunca me voy a hallar. No soy para estar acá. Quiero estar en mi casa con mis hijos. Son cosas rotundamente feas, para nada lindas. Cuando salga, siempre me va a quedar el recuerdo de lo que viví acá en todo este tiempo. Las cosas que vimos, cosas que compartimos. Donde estamos ahora, gracias a Dios, es un lindo lugar, comparado con “la Tres”, que es donde está mi compañera Carmen. Pero yo no quiero estar acá. Me siento encerrada, estoy recontra encerrada.
Margarita: Uno no puede hablar sueltamente acá. A mi me dolió mucho cuando la detienen a Marcela porque la jueza sabe que estaba amamantando a su beba y en ningún momento hizo que venga. Se le tuvo que exigir a la jueza. ¿Dónde están los derechos del niño? Después de treinta días de mucha lucha, logramos que ella esté con su bebé. Al principio la beba no la reconoció, ese es un trauma irreversible. Y hay otro tema, nos mezclaron con ladronas, asesinas, con todo el mundo. Estás rodeada de gente que no es de tu misma forma. No podés hablar, donde erraste un poquito... cuesta. A veces nos sentábamos las tres y no podíamos hablar. En una oportunidad le dije a mi marido que si no me sacaba de “la Tres” me tiraba por la ventana, no se podía seguir viviendo allá.

Cuando estaban en el pabellón de ingreso y entraban al “cachivache” ¿con qué fantaseaban?
Margarita: Estaba muy asustada.
Marcela: No sabés con qué te vas a encontrar. Por la tele yo escuchaba de las cárceles de Ezeiza, pero nunca me hacía la idea de tener que llegar al lugar que llegué y cómo llegué. No sabés con qué te vas a encontrar.
Margarita: Cuando llegamos nos pusieron en un lugar aislado, la jueza dio la orden de que nos aislaran del resto de la gente, nos mandaron a pabellones de resguardo, donde están los infanticidas porque si los agarran los otros presos los matan. En un momento la jueza dice que salgamos, y supuestamente nos íbamos en libertad. Cuando empiezan a entregarnos nuestras cosas, nos devuelven el bombo y le digo: “ahora me voy a hacer piquetes”. “Sí, piquetes a Ezeiza”, me contestan. Y de cabeza nos fuimos a “la Tres”. Cuarenta días estuvimos ahí. Tuvimos casi un motín. Son momentos muy duros, porque no te abren las puertas, podés tener un infarto y no te abren la puerta.
Marcela: Por suerte se calmó todo un poco.

¿Qué se te pasa por la cabeza
ante algo así?
Margarita: Yo, que tengo un problema delicado de corazón, que me pongo nerviosa, me oprime el pulmón y me agarra dolores fuertes, traté de relajarme porque si llamás nadie te da bola. Y pensás, ¿cómo se arregla esto? Hay lugar para cuarenta y éramos casi sesenta. Hay una sola ducha, dos inodoros y dos piletas que se chorrean todo, vivís adentro del agua.
Marcela: Es de terror, no te olvidas de nada. Cuando estábamos en “la Tres”, Margarita pidió que vengan del ministerio a ver cómo funcionaba todo, los baños, las luces, las ventanas. Todo lo que pusieron fue porque hablamos. En “la Tres” los ratones más chiquitos se paran en dos patas y te saludan. Yo a los bichos les tengo terror, pero ellas ya están acostumbradas.
Margarita: Cuando entramos éramos “las piqueteras” y acá les tienen bronca porque a veces los familiares se retrasan al llegar los días de visita. Le echaban la culpa a los cortes de ruta. Lo primero que hice fue investigar, y resulta que estaban enojados con los piquetes de Blumberg. Entonces les dijimos que no teníamos nada que ver, que estamos en contra de eso.
Marcela: Nosotras les dijimos que no estábamos de acuerdo con lo que Blumberg quería. Yo sé que lo que le pasó al hijo está mal. Pero yo, que de política no sé nada, me doy cuenta que esas leyes son peores. Las leyes que él hizo votar salieron, pero hay más secuestros. La gente tiene más bronca, tienen más odio. Yo lo entiendo porque a mi me llegan a tocar a mi hijo o a mi hija y soy capaz de matar.
Margarita: Se hizo una ley con más caja para la policía. Eso es lo que nosotros no queríamos que se vote en la Legislatura.

¿Ustedes vieron a la
jueza alguna vez?
Marcela: Era tanta la angustia que tenía que la verdad es que no me fijé, no me acuerdo de su cara. El secretario de la jueza me dice: “Sanagua, así no se puede protestar, no se puede hacer una manifestación”. Entonces yo le digo: “Con todo respeto, usted que sabe cómo se hace una manifestación, una protesta, ¿qué haría en mi lugar?” Yo en ningún momento rompí nada. Sí fui a la manifestación porque soy ser humano. Nadie se va a ocupar de nosotras si no lo hacemos nosotras mismas. Entonces, yo sí fui a la manifestación, yo vi quién rompía y quien no, pero no lo voy a decir, no es mi función. Como ellos tienen la picardía para hacer tantas cosas, que tengan la picardía de ir a buscar a los que rompieron las cosas en serio. Yo en ningún momento rompí nada. Sí estuve mirando, porque ciega no soy. ¿Sabés el cascote que le cayó a mi compañera al lado? Sé de qué ventana, puedo ir perfectamente a marcarlo. Parece que ellos tienen derecho a agredir y nosotros que somos el pueblo tenemos que dejar que nos humillen. No es así, nosotros tenemos los mismos derechos. Todos queremos estar bien y queremos recibir lo mismo. Yo en temas de política me considero ignorante. Pero más ignorante son ellos porque supuestamente son los que hacen justicia.

¿Cómo empezaste a militar?
Marcela: Antes no era de ir mucho a las marchas. Pero mi compañera Carmen me decía: dale, vení. En eso también tiene razón. Decía: todas tenemos que luchar por los derechos de todas. Y siempre somos las mismas.
Ese día de la Legislatura era la tercera vez que participaba en una marcha, pero nunca había pasado lo que pasó ese día. Obviamente, no te voy a mentir, veía que rompían y no me ponía triste. Si no te lo digo, te miento, yo no soporto a las personas hipócritas. A una manifestación vas a gritar las cosas como son, y nadie escucha. Iban a votar la minoría de edad para chicos desde 14 años: ¿dónde los van a poner? ¿acá, en “la Tres”? ¿en un correccional? Los chicos de ahí salen un desastre. No tendrían que ir a un correccional, tendrían que ir a un lugar donde les enseñen, porque de ese lugar salen lastimados, golpeados, toqueteados, violados por las propias personas que los cuidan. Las cosas acá están muy mal hechas. Yo ya no tengo miedo del odio que les tengo. Una vez le dije a una: “¿te pensás que porque lleves uniforme puesto me vas a humillar a mi? Vos figurás por la chapa que llevás, pero de adentro no sos nada”. Ni ser humano, ni mamá, ni mujer, ni nada. Cuando se saca el uniforme, ¿qué es? Una común y cualquiera.




éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


Fuera de cuadro/Sonia Sánchez.
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:26 PM

Conversación con la referente de Ammar Capital, organización que trabaja con mujeres en estado de prostitución





"La culpa que te generan estas personas que viven de tu sexo es muy fuerte"

Entrevista a Sonia Sánchez, de Ammar Capital*

El problema de "tomar la imagen", es lo que queda "fuera de cuadro", lo que habitualmente llamaríamos contexto. Y algo de esto sucede con los sucesos de "la Legislatura", que se juegan su sentido entre la anécdota urbana y el titular periodístico del día en que los gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación decidieron "aplicar el código penal". Entre ambos relatos-recuadros, sin embargo, existe la posibilidad de una narración que incorpore el "fuera de cuadro", en un relato-testimonio que, a diferencia de los otros dos, tiene la potencia de acercarnos la voz de quienes participaron de aquellas manifestaciones. No se trata, aquí, sin embargo, de elegir el relato verdadero entre otros posibles sino de percibir lo que el testimonio de estas mujeres (de Ammar Capital) logra: inscribir la anécdota y la decisión de los gobiernos en una cadena de acontecimientos, en una trama de experiencia, de la que brota una historia política real: la de una larga lucha contra la explotación y por afirmar modos de existencia diferentes.


¿Cómo fueron los primeros tiempos de la organización de Ammar?
Ammar nació en el año 1994, a partir del diálogo con unas antropólogas que empezaron a instalar los temas de nuestros derechos a la salud, a la libertad. Primero se reunían en los bares, pero como en todos los bares no somos bienvenidas las mujeres en situación de prostitución, fueron a tocar las puertas de la Asociación de Trabajadores del Estado. A principios de 1995, la CTA abrió las puertas a este grupo de mujeres para que sigamos luchando por nuestros derechos. Nos habíamos reunido no solamente por la situación de nuestra salud, sino por nuestra libertad, ya que en ese entonces existían los edictos policiales y nos daban 21 días de cárcel. También nos opusimos a las zonas rojas. Nosotras decíamos que no era posible que nos encerraran como animales. Se fue generando como una bola de nieve. El primer trabajo fue hacer conocer la organización a las compañeras que estaban en la calle, a nuestras pares. Fue hacerles saber que se podía luchar por nuestros derechos, que teníamos derechos; porque en realidad en ese entonces no sabíamos que teníamos derechos. Luego comenzamos a trabajar en salud. Esto fue en el año 1998. A través del Ministerio de Salud y el programa Lusida, se presentó un proyecto para trabajar en la prevención de las ETS (Enfermedades de Trasmisión Sexual), y el VIH-Sida.
Pero nos fuimos dando cuenta, cuando hacíamos talleres informales y participativos con nuestras pares en las calles, que no podíamos hablarle a nuestras compañeras solamente de la prevención del VIH, de qué es el SIDA, de qué son las ETS, de cómo colocar correctamente el preservativo. ¿Cómo una le puede hablar a una mujer que se cuide del VIH, cuando esta mujer tiene su autoestima baja, cuando está sufriendo violencia intrafamiliar, cuando está sufriendo violencia institucional?
En las cabezas de nuestras compañeras estaban otras necesidades: cómo llegar a fin de mes, cómo llevar plata a su casa, cómo mantener a sus niños. Por eso, después de un tiempo nos dimos cuenta de que había que darle otra vuelta más a los talleres. Empezamos a focalizar más fuertemente en el trabajo social.
Por aquel entonces, también comenzamos a viajar al interior del país y a trasmitir nuestra experiencia. Al comenzar a dar a conocer a nuestra organización, empezamos a debatir el tema de la libertad. Se logró la derogación de los edictos policiales en la Capital en el año 1998 y paralelamente salió este proyecto de viajar al interior del país. Ahí comenzamos nosotras a sentirnos libres. Ése fue un año de primavera, porque en ese año a ninguna nos llevaban detenidas, no nos hacían actas, ni nada por el estilo.

Recordando las cosas por las que luchaban y cómo fueron ustedes mismas tomando conciencia. ¿Cómo ves ese recorrido?
El habernos organizado, el estar entre pares y entre gente comprometida en la causa, fue un proceso muy rico de aprendizajes, de enseñanzas. Aprendimos que teníamos derechos. Por ejemplo muchas de nosotras hemos sufrido mucho maltrato. La policía nos subía al patrullero porque supuestamente estábamos haciendo cosas malas. En realidad cuando nos unimos y comenzamos a tratar el tema de género, de nuestra identidad, nos dimos cuenta que estaba mal eso que hacía la policía, que la policía no nos tenía que subir de los pelos al patrullero, que teníamos derecho a la apelación, que teníamos derecho a la salud, que teníamos derecho a exigir usar profilácticos.
Nosotras, hasta ese entonces, negábamos que teníamos hijos, porque cuando íbamos 21 días detenidas, a veces los jueces nos sacaban a nuestros hijos porque decían: "si esta mujer es prostituta y está detenida ¿quién atiende a los hijos?". Todavía en la actualidad hay compañeras que niegan tener hijos, para que no se los saquen, porque en el interior del país van hasta 30 días detenidas.
La organización nos abre la cabeza, nos abre otro mundo, porque la prostitución es pobreza, la prostitución es explotación. Cuando una persona está en situación de explotación, está en situación de extrema vulnerabilidad. Vos podés estar de distintas maneras en la prostitución. Yo no he tenido un fiolo que me haya explotado, pero sí me explotó el sistema. El sistema al no otorgarle trabajo a mis padres me llevó a pararme en una esquina. Hasta el día de hoy estoy trabajando mucho la culpa en mi persona. Muchas veces me digo: "qué feo lo que he hecho, el estar parada en una esquina, el haberme acostado con otros hombres". Es una culpa tan grande… pero cuando vos te organizás, ves que en realidad no sos culpable sino víctima de muchas cosas, de personas, del Estado, de políticos. Vos te das cuenta de todo esto sólo cuando estás organizada y cuando te reunís con gente que te enseña y no que está buscando sacar rédito de lo tuyo.

En algún encuentro te escuchamos hablar de los traumas que produce la prostitución ¿Cómo lo viven las compañeras?
Es muy grande. ¿Cómo trabajás las culpas cuando tantos años viviste a los golpes? El trabajo se basa mucho en la confianza y el diálogo entre pares. Ammar funcionó como organización porque es entre pares. Sólo una par que haya podido salir medianamente bien, sin egoísmo, sin resentimiento, y haya podido sobrellevar todo esto puede ayudar a otra. También con la colaboración de técnicas o técnicos.
La culpa que te generan estas personas que viven de tu sexo es muy fuerte. Te hacen sentir tan sucia, tan culpable. En realidad sos un objeto, no sos una persona, porque el tiempo que te estás prostituyendo, ya sean años, un día u horas, esas horas vos sos un objeto.
Recuerdo cuando hacíamos unos talleres en un lugar llamado Espacio de Mujer. Yo coordinaba estos talleres entre pares… ¡era audaz!... Primero nos juntamos quince, después veinte. Llegamos a ser cincuenta mujeres, entre ellas maridos que golpeaban a las propias compañeras.
En un taller que hice y que fue muy fuerte, la propuesta era que teníamos que vernos como mujer, porque habíamos hecho la pregunta sobre qué es una mujer, y muchas no supimos responderlo. Entonces llevé muchos espejitos y los repartí. Hicimos un silencio absoluto y dije que nos miráramos todas en esos espejos, que viéramos sólo lo que estaba en esos espejos y desde ahí empezáramos a mirar lo que está dentro. Eso fue tan grande, que creo que todas las que estábamos allí empezamos a ver lo que era una mujer, a reconocernos como mujeres.
Surgió mucho dolor. Salió toda la mierda que nos hacían sentir los fiolos y el Estado. Saltaron las violaciones. Empezamos a vernos nosotras, porque cuando estamos prostituyéndonos no tenemos tiempo de vernos como mujeres. Somos objetos que nos tenemos que pintar los labios, los ojos, ponernos un pantalón ajustado o una pollera larga o una pollera corta, ver cómo tenés el pelo, o reírte como un payaso. Sos eso, sos una máscara y nunca jamás el fiolo te va a decir: "vamos a hablar". Antes nunca habíamos tenido un espacio de mujer, porque cuando nos organizamos primero luchamos por la libertad, luego seguimos con nuestra salud, cómo utilizar correctamente el preservativo para no contagiarnos de VIH y de las ETS, pero no tocábamos el género, la identidad. Fue y es necesario el empoderamiento en nuestros derechos, no sólo los derechos humanos, sino también sexuales y reproductivos. Como mujeres es importante enseñar esto a nuestras compañeras. Cómo cuidarse, que tomen sus decisiones, que puedan decidir ellas cuántos hijos tener, cuándo tenerlos sin que el hombre se lo diga. Que empiecen a usar el profiláctico y que lo usen con sus compañeros. La mayoría de nosotras nos cuidamos en la calle con nuestros clientes, pero no nos cuidamos con nuestras parejas. "Porque se va a enojar mi marido si yo le digo que se ponga un preservativo". "Mi marido me mata si yo le digo que se ponga un preservativo". Nuestro trabajo se focaliza en este tipo de problemáticas, en que las mujeres seamos sujetas de derechos y que empecemos a vivir la libertad en su máxima expresión.

¿Qué significó la constitución de Ammar Capital?
El 20 de marzo del 2002 armamos Ammar Capital. Ahí comenzamos un quiebre muy grande con Ammar Nacional, porque a nosotras nos interesa la mujer, y en esos talleres que recién comentaba, comenzamos a llamar las cosas por su nombre. Por ejemplo las compañeras decían que cuando llegan a su casa y están cansadas, y tu marido te obliga a tener sexo… ¿qué es eso?... Entonces saltó que éramos violadas por nuestros propios maridos, fueron muy fuertes las cosas que salieron en esos talleres. Eso nos ayudó a fortalecernos como mujeres, y a nombrar las cosas por su nombre. A partir de allí también empezamos a decir y a reflexionar: ¿la prostitución es un trabajo? ¿no es un trabajo? ¿la prostitución qué es? Las compañeras decían: "yo no quiero pararme en la esquina, quiero trabajo".
Fue un proceso de fortalecimiento muy grande. Uno de nuestros objetivos como organización, es el empoderamiento o la sensibilización de nosotras, como mujeres, sentirnos sujetas de derechos. ¿Por qué? Porque la prostitución a nosotras nos robó esa identidad, dejamos de ser sujetas de derechos y pasamos a ser objetos, entonces como organización trabajamos para revertirlo. Trabajamos mucho por la no violencia, por el fortalecimiento de nuestras pares como sujetas de derechos. Que como mujeres tengamos la libertad de elegir, que podamos decir no, decir sí, que elijamos hasta cómo llamarnos, cómo organizarnos y no que nos vengan a imponer.
Es muy importante la organización como herramienta para las personas vulnerables. Hoy lo que están haciendo algunos políticos con nosotras es romper la organización, porque saben que organizadas vamos a tener fuerzas, que organizadas vamos a fortalecernos como sujetas de derechos y eso a ellos no les conviene. Les conviene que sigamos siendo mujeres aplastadas, que sigamos siendo objetos. Por eso para nosotras la organización es fantástica, es una herramienta que la vamos a seguir cuidando sea como sea, para que nos siga fortaleciendo como personas.
Nosotras vamos construyendo nuestra identidad de mujer y desde allí comenzamos a luchar por nuestros derechos. También queremos capacitarnos para vivir como otra ciudadana más, como una vecina más. Queremos estar incluidas en la sociedad, ya que de hecho hoy no lo estamos. A pesar de que votamos, seguimos siendo excluidas del sistema. Somos rehenes de los políticos, de la policía, de fiolos. Es decir, todo el mundo nos usa…. ¿hasta cuándo? ¿hasta cuándo? Si nosotras primero no somos prostitutas. Somos primero mujeres, sujetas de derecho, y después somos tías, sobrinas, amantes, madres…a lo último somos mujeres en situación de prostitución.

¿Cómo vivieron el debate del Código de Convivencia?
Fue muy fuerte, porque nos rememoró todo lo que habíamos pasado: la cárcel, las coimas. Nos hace revivir de nuevo las violaciones, el ir detenidas. El sólo pensar lo que nos hacían en el año 1978 cuando estaban los militares y cuando nos llevaban detenidas al Asilo San Miguel… Yo recuerdo que en esa época, estando en el asilo, un día les dije: "¡no, basta!", porque nos levantaban a las 6 de la mañana y nos hacían baldear con agua fría en pleno invierno. Me llevaron a un pabellón aislada, completamente aislada, y la verdad es que no aguanté. Todavía hoy tengo bronca de no haber sido fuerte, pero no aguanté el aislamiento. Te torturan psicológicamente, estás sin comida, sin nada de tomar, sin luz, con mucho frío y completamente aislada. No lo soporté. Por eso no queremos volver a esto.
El Código Contravencional es volver otra vez a eso, es penalizar la pobreza. La prostitución callejera es pobreza, es falta de educación. Nosotras hicimos un trabajo que visualizaba que el 90 por ciento de nuestras compañeras son analfabetas, el resto son alfabetas pero sin terminar la secundaria No se soluciona con cárcel la prostitución. Se soluciona con políticas sociales, de inclusión social.
Nosotras por ejemplo en estos momentos estamos llevando adelante en nuestra ONG dos microemprendimientos. Ahora yo pregunto ¿cómo vamos a hacer cuando se lleven a alguna compañera detenida? ¿cómo se va a mantener este microemprendimiento?... No podemos decir que aquella mujer está parada en la esquina porque se le da la gana. No, ella está allí porque el sistema la empuja, el sistema se lo está imponiendo. Por eso también pregunto ¿hasta cuándo van a ser hipócritas?
Nosotras hemos votado a algunos políticos para que estén en la banca, es cierto, y ellos nos están traicionando, porque están legislando sólo para los ricos, están haciendo una sociedad para muy pocos. Los demás, toda la gente pobre, estamos excluidas, y cada vez más excluidas. ¡Ah! ¿no quieren ver una mujer en situación de prostitución parada en una esquina? Bueno, abran escuelas, capaciten laboralmente a las mujeres, abran talleres. Porque la cárcel no sólo no nos educa. También naturaliza en nosotras la violencia física y psíquica.
El Código es volver otra vez al pasado. Nosotras pedimos capacitación laboral para luego tener un trabajo. Porque la mayoría al haber sido explotada no ha trabajado en nada. No estás capacitada, no sabes utilizar nada, porque lo único que sabes utilizar son tus genitales. Por eso pedimos capacitación laboral. ¿Tanto le cuesta a los legisladores?
Lo que sucede es que esto es un gran negocio, porque la prostitución deja millones de dólares, mientras hay prostitutas que se mueren de hambre y en la pobreza absoluta. Al no tener educación, ni una persona que la ayude, el explotador le saca todo el dinero.
Ahora, vuelven a fomentar esto: los abusos, las coimas. Por eso cuando yo digo que la prostitución es el gran negocio para muchos y muchas, lo es, menos para la mujer que está involucrada. Claro que los "machistas" no lo van a querer terminar. Si Mauricio Macri cuando estaba haciendo su campaña había dicho que estaba mal administrada la prostitución. Muy bien, entonces ya dio el primer paso para comenzar a administrarla. El segundo fiolo va a ser él. El primero es la policía, pero el segundo fiolo va a ser el señor Mauricio Macri. Seguimos manteniendo a los grandes fiolos ¿me entiendes? políticos, policía… ¿hasta cuándo? …

Vos hablabas de mujeres en estado de prostitución. ¿Cómo analizan ustedes esta diferencia entre trabajadora sexual o mujeres en estado de prostitución? ¿Cómo fue ese proceso?
Yo entré a la organización en el 2000, porque hasta el 2000 yo miraba pelotudeces en la televisión. Un día dije: "basta, yo quiero hacer otra cosa" Yo no sabía ni qué era la organización Ammar, pero me involucré y desde ese día no dejé. En un principio me llamaba la atención que decían: "compañera, compañero" y un día dije: ¿qué es compañero, qué quiere decir? hasta que lo fui sintiendo y comprendiendo.
Después comenzó el tema de la sindicalización. Cuando empezamos a organizar Ammar Córdoba, Ammar Chaco, Ammar La Plata, Ammar Rosario, empezó el tema de la sindicalización. La CTA planteó que las prostitutas se tienen que sindicalizar. Yo recuerdo que nos decían en las reuniones: "nosotros abrimos las puertas y ayudamos a las organizaciones más vulnerables, tenemos vendedores ambulantes, cartoneros y tenemos a las trabajadoras sexuales". El tema era sindicalizar.
Empezamos el debate. En ese entonces además hubo una elección y se armó Ammar Capital para trabajar en Ciudad de Buenos Aires. En la CTA nos decían siempre: "ustedes son trabajadoras". Tanto nos decían que nos metieron en la cabeza que éramos trabajadoras, que esto es un trabajo. Algunas lo reconocieron como un trabajo. Y otras como yo, no me da vergüenza decirlo, me mentía a mí misma. Yo a donde iba decía: "soy trabajadora sexual", pero era para no pronunciar "soy prostituta". Porque la palabra duele, la palabra estigmatiza y la palabra "prostituta" te hace recordar lo que vos estás haciendo realmente. No es tan suave como "trabajadora", que oculta y tapa otras cosas.
Nosotras cuando organizamos Ammar Capital, recibíamos mucho hostigamiento desde la CTA y mucha presión. Hemos tenido muchas reuniones con Víctor De Genaro y con otras personas de la CTA, junto con Ammar Nacional y compañeras del interior de cada Ammar, por el tema de la sindicalización. En realidad las dirigentas de Ammar Capital no queríamos tomar la decisión por todas las representadas nuestras, queríamos que se conozcan las consecuencias, que las compañeras lo supieran. Pero esto no lo querían ni la CTA, ni Ammar Nacional.
Nosotras al ser Ammar Capital éramos autónomas (porque luchamos para que cada Ammar fuera autónoma y no dependiera de Ammar Nacional). Entonces al ser autónomas nosotras podíamos organizar los encuentros que queríamos, tomar nuestras propias decisiones. Eso no les gustó y era más la presión que teníamos, de ser sí o sí trabajadoras. Organizamos un encuentro en el que reunimos a 120 compañeras para hablar sobre sindicalización. Allí participó Fabio Basteiro y otra compañera de la CTA Nacional. Nosotras invitamos a Diana Maffía para que hable de género. Nuestra intención era que nuestras compañeras hicieran todas las preguntas que tenían. ¿Qué es un sindicato? ¿Qué es una asociación? ¿Qué otras formas de asociación hay? Que conocieran que puede haber miles de formas de organizarse. La cosa es organizarse, es agruparse para tener un fin. Pero no que hubiera una sola forma, como nos querían hacer creer la CTA y Ammar Nacional.
Nosotras como representantes de Ammar Capital, no podíamos decidir desde la comisión directiva que nos reconozcamos como trabajadoras, porque es todo un tema. Yo me puedo reconocer, pero hay muchas compañeras en Capital Federal. Si vos estás representando a alguien tenés que convocar, tenés que preguntar, ver qué quieren tus compañeras. Una vez que hablás con tus compañeras sabes qué es lo que quieren. Y sucede que muchas compañeras dicen por ejemplo: "Hoy salí y tengo que llegar a casa antes de que llegue mi marido" o "Mis hijos no saben que yo ejerzo la prostitución". Además hay muchas chicas jóvenes que están en situación de prostitución y si las sindicalizás ya la estás marcando. Nosotras creemos que hay una posibilidad de revertir esta situación. En ese encuentro, nuestras compañeras dijeron "no". Logramos realizar un solo encuentro porque después fue tal la presión que nos echaron de la CTA.
La prostitución es un comercio muy brutal, entonces vas a sindicalizar un comercio brutal, vas a blanquear al proxenetismo, blanqueas la explotación sexual. Nosotras decimos "no" a eso. El proxenetismo está penalizado en la Argentina, y si vos te sindicalizás lo estás blanqueando y también estás apoyando a la explotación. ¿De qué se sostiene un sindicato? De las afiliaciones. Por lo tanto cuanto más prostitutas, más trabajadoras sexuales allá en la calle o en lugares cerrados, más se va a reproducir esta realidad. Los sindicatos se sostienen de las afiliadas. Nosotras no fuimos obsecuentes con ellos y nos armaron un Ammar Capital paralelo, que es el Ammar Capital sindicato. Pero ahí aprendieron ellos y nosotras, que nosotras podemos tomar nuestras propias decisiones, que nadie nos va a imponer cómo nos llamamos, cómo nos organizamos, cómo decidimos organizarnos, porque ya estamos dejando a los fiolos. Lo que nos interesa es el fortalecimiento como personas sujetas de derechos y no la actividad que realizamos. Estamos en este crecimiento, por eso es un crecimiento personal y organizativo.
Nosotras tenemos que sentir libertad interior para decidir qué diablos queremos ser. Aquella que quiere seguir parada en la esquina, la respetamos. Pero que también nos respeten a quienes no sentimos deseos de hacerlo.
La mayoría de nosotras cuando salimos a la calle, salimos tapadas, porque por la discriminación que se sufre, vos podés ser fuerte en algunos lados, pero no en toda la vida social. Entonces mientes en tu casa, a tus familiares, en la escuela de tus niños. Por eso digo que somos mujeres NN ante la sociedad, no existimos. Somos mujeres sin rostro. Y ya queremos dejar de ser mujeres sin rostro. Eso es lo que hace nuestra ONG. Fortalecer la autoestima, la identidad. Para dejar de ser NN.

Esta lucha contra la reformulación del Código les trajo un costo muy alto como organización y humanamente con la detención de dos compañeras.
El costo de luchar por nuestros derechos es muy grande como organización. Nosotras empezamos a organizarnos contra el Código desde febrero, a través de reuniones, con distintas marchas. Nosotras incentivamos mucho a nuestras compañeras, les trasmitimos cuales son sus derechos, y que nadie tiene que salir a reclamar por sus derechos sino que es un trabajo de cada una, cada una tenemos que luchar por lo nuestro. Si vos sos libres podés estudiar, por ejemplo. La libertad es todo.
Tal vez íbamos demasiado tranquilas a las marchas. Eso lo estamos trabajando como organización. Nunca pensamos que íbamos a pagar este costo con la cárcel. El 16 de julio, luego de la marcha a la legislatura, a las 18:30 horas estábamos subiendo al micro y empezamos a preguntarnos dónde está Carmen Ifrán y dónde está Marcela Sanagua. Faltaban esas dos compañeras. A las dos horas nos enteramos que estaban detenidas en la Dirección de Investigaciones y los abogados nos decían: la jueza dijo que salen mañana, antes de las 24 horas. Pasaron 24 horas, pasaron 48 horas y ya hace más de un mes que están detenidas.
Nosotras como organización empezamos a sentir culpa. Que Carmen y Marcela estén detenidas porque vayan a luchar por sus derechos, es muy fuerte. Sabemos lo que están padeciendo y ésta es una detención muy injusta, muy selectiva. ¡Qué raro que metan presos a vendedores ambulantes y a mujeres en situación de prostitución! ¿no es muy selectivo eso? Y el dolor que están padeciendo ¿quién lo paga? No hay dinero que pueda reparar esta injusticia. Han dejado a sus hijos menores de edad, sus nietos, sus casas, sus cosas, siendo inocentes.
Ésta no es la forma de construir una sociedad para todas y todos. Además ellos están provocando la inseguridad. Lo que han hecho es eso. Pedir mano dura, y poner en la sociedad que nosotras, las travestis, las mujeres en situación de prostitución, los cartoneros, somos los que estamos provocando la inseguridad, y los que no queremos vivir en democracia. En realidad no es así. Nosotras estamos aplicando políticas de inserción social. Microemprendimientos, cursos de alfabetización, de capacitación, de educación. Distribuimos cajas de mercadería, preservativos. Formamos promotoras de salud. Son políticas sociales. Pero lo que nos quieren dar estos legisladores y legisladoras es cárcel. Ya nos están aplicando el Código, porque en realidad lo que están haciendo, es criminalizar la protesta social. Nos están queriendo meter miedo, para desmovilizarnos, pero seguiremos tomando las calles. No es como dice el señor Ibarra, que la gente es violenta, que no quiere vivir en democracia.
Nosotras queremos vivir en democracia, pero ésta es una pseudo democracia. Si ellos no quieren ver a las mujeres en situación de prostitución paradas en una esquina, que legislen para insertarnos en la sociedad.
Nosotras estamos pagando el costo, porque el hecho de que injustamente hayan detenido a dos compañeras generó mucho miedo. Pero igualmente creo que no vamos a perder la libertad que obtuvimos a partir del año '98. Porque ahora hemos aprendido nosotras a saber cuáles son nuestros derechos, que somos ciudadanas plenas, con muchos derechos violados, pero ciudadanas… por lo tanto también podemos vivir en esta ciudad.


* Esta entrevista fue realizada por Claudia Korol y Roxana Longo, del equipo de Educación Popular de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo.



éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


Fuera de cuadro/Sonia Sánchez.
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:28 PM

Conversación con la referente de Ammar Capital, organización que trabaja con mujeres en estado de prostitución





"La culpa que te generan estas personas que viven de tu sexo es muy fuerte"

Entrevista a Sonia Sánchez, de Ammar Capital*

El problema de "tomar la imagen", es lo que queda "fuera de cuadro", lo que habitualmente llamaríamos contexto. Y algo de esto sucede con los sucesos de "la Legislatura", que se juegan su sentido entre la anécdota urbana y el titular periodístico del día en que los gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación decidieron "aplicar el código penal". Entre ambos relatos-recuadros, sin embargo, existe la posibilidad de una narración que incorpore el "fuera de cuadro", en un relato-testimonio que, a diferencia de los otros dos, tiene la potencia de acercarnos la voz de quienes participaron de aquellas manifestaciones. No se trata, aquí, sin embargo, de elegir el relato verdadero entre otros posibles sino de percibir lo que el testimonio de estas mujeres (de Ammar Capital) logra: inscribir la anécdota y la decisión de los gobiernos en una cadena de acontecimientos, en una trama de experiencia, de la que brota una historia política real: la de una larga lucha contra la explotación y por afirmar modos de existencia diferentes.


¿Cómo fueron los primeros tiempos de la organización de Ammar?
Ammar nació en el año 1994, a partir del diálogo con unas antropólogas que empezaron a instalar los temas de nuestros derechos a la salud, a la libertad. Primero se reunían en los bares, pero como en todos los bares no somos bienvenidas las mujeres en situación de prostitución, fueron a tocar las puertas de la Asociación de Trabajadores del Estado. A principios de 1995, la CTA abrió las puertas a este grupo de mujeres para que sigamos luchando por nuestros derechos. Nos habíamos reunido no solamente por la situación de nuestra salud, sino por nuestra libertad, ya que en ese entonces existían los edictos policiales y nos daban 21 días de cárcel. También nos opusimos a las zonas rojas. Nosotras decíamos que no era posible que nos encerraran como animales. Se fue generando como una bola de nieve. El primer trabajo fue hacer conocer la organización a las compañeras que estaban en la calle, a nuestras pares. Fue hacerles saber que se podía luchar por nuestros derechos, que teníamos derechos; porque en realidad en ese entonces no sabíamos que teníamos derechos. Luego comenzamos a trabajar en salud. Esto fue en el año 1998. A través del Ministerio de Salud y el programa Lusida, se presentó un proyecto para trabajar en la prevención de las ETS (Enfermedades de Trasmisión Sexual), y el VIH-Sida.
Pero nos fuimos dando cuenta, cuando hacíamos talleres informales y participativos con nuestras pares en las calles, que no podíamos hablarle a nuestras compañeras solamente de la prevención del VIH, de qué es el SIDA, de qué son las ETS, de cómo colocar correctamente el preservativo. ¿Cómo una le puede hablar a una mujer que se cuide del VIH, cuando esta mujer tiene su autoestima baja, cuando está sufriendo violencia intrafamiliar, cuando está sufriendo violencia institucional?
En las cabezas de nuestras compañeras estaban otras necesidades: cómo llegar a fin de mes, cómo llevar plata a su casa, cómo mantener a sus niños. Por eso, después de un tiempo nos dimos cuenta de que había que darle otra vuelta más a los talleres. Empezamos a focalizar más fuertemente en el trabajo social.
Por aquel entonces, también comenzamos a viajar al interior del país y a trasmitir nuestra experiencia. Al comenzar a dar a conocer a nuestra organización, empezamos a debatir el tema de la libertad. Se logró la derogación de los edictos policiales en la Capital en el año 1998 y paralelamente salió este proyecto de viajar al interior del país. Ahí comenzamos nosotras a sentirnos libres. Ése fue un año de primavera, porque en ese año a ninguna nos llevaban detenidas, no nos hacían actas, ni nada por el estilo.

Recordando las cosas por las que luchaban y cómo fueron ustedes mismas tomando conciencia. ¿Cómo ves ese recorrido?
El habernos organizado, el estar entre pares y entre gente comprometida en la causa, fue un proceso muy rico de aprendizajes, de enseñanzas. Aprendimos que teníamos derechos. Por ejemplo muchas de nosotras hemos sufrido mucho maltrato. La policía nos subía al patrullero porque supuestamente estábamos haciendo cosas malas. En realidad cuando nos unimos y comenzamos a tratar el tema de género, de nuestra identidad, nos dimos cuenta que estaba mal eso que hacía la policía, que la policía no nos tenía que subir de los pelos al patrullero, que teníamos derecho a la apelación, que teníamos derecho a la salud, que teníamos derecho a exigir usar profilácticos.
Nosotras, hasta ese entonces, negábamos que teníamos hijos, porque cuando íbamos 21 días detenidas, a veces los jueces nos sacaban a nuestros hijos porque decían: "si esta mujer es prostituta y está detenida ¿quién atiende a los hijos?". Todavía en la actualidad hay compañeras que niegan tener hijos, para que no se los saquen, porque en el interior del país van hasta 30 días detenidas.
La organización nos abre la cabeza, nos abre otro mundo, porque la prostitución es pobreza, la prostitución es explotación. Cuando una persona está en situación de explotación, está en situación de extrema vulnerabilidad. Vos podés estar de distintas maneras en la prostitución. Yo no he tenido un fiolo que me haya explotado, pero sí me explotó el sistema. El sistema al no otorgarle trabajo a mis padres me llevó a pararme en una esquina. Hasta el día de hoy estoy trabajando mucho la culpa en mi persona. Muchas veces me digo: "qué feo lo que he hecho, el estar parada en una esquina, el haberme acostado con otros hombres". Es una culpa tan grande… pero cuando vos te organizás, ves que en realidad no sos culpable sino víctima de muchas cosas, de personas, del Estado, de políticos. Vos te das cuenta de todo esto sólo cuando estás organizada y cuando te reunís con gente que te enseña y no que está buscando sacar rédito de lo tuyo.

En algún encuentro te escuchamos hablar de los traumas que produce la prostitución ¿Cómo lo viven las compañeras?
Es muy grande. ¿Cómo trabajás las culpas cuando tantos años viviste a los golpes? El trabajo se basa mucho en la confianza y el diálogo entre pares. Ammar funcionó como organización porque es entre pares. Sólo una par que haya podido salir medianamente bien, sin egoísmo, sin resentimiento, y haya podido sobrellevar todo esto puede ayudar a otra. También con la colaboración de técnicas o técnicos.
La culpa que te generan estas personas que viven de tu sexo es muy fuerte. Te hacen sentir tan sucia, tan culpable. En realidad sos un objeto, no sos una persona, porque el tiempo que te estás prostituyendo, ya sean años, un día u horas, esas horas vos sos un objeto.
Recuerdo cuando hacíamos unos talleres en un lugar llamado Espacio de Mujer. Yo coordinaba estos talleres entre pares… ¡era audaz!... Primero nos juntamos quince, después veinte. Llegamos a ser cincuenta mujeres, entre ellas maridos que golpeaban a las propias compañeras.
En un taller que hice y que fue muy fuerte, la propuesta era que teníamos que vernos como mujer, porque habíamos hecho la pregunta sobre qué es una mujer, y muchas no supimos responderlo. Entonces llevé muchos espejitos y los repartí. Hicimos un silencio absoluto y dije que nos miráramos todas en esos espejos, que viéramos sólo lo que estaba en esos espejos y desde ahí empezáramos a mirar lo que está dentro. Eso fue tan grande, que creo que todas las que estábamos allí empezamos a ver lo que era una mujer, a reconocernos como mujeres.
Surgió mucho dolor. Salió toda la mierda que nos hacían sentir los fiolos y el Estado. Saltaron las violaciones. Empezamos a vernos nosotras, porque cuando estamos prostituyéndonos no tenemos tiempo de vernos como mujeres. Somos objetos que nos tenemos que pintar los labios, los ojos, ponernos un pantalón ajustado o una pollera larga o una pollera corta, ver cómo tenés el pelo, o reírte como un payaso. Sos eso, sos una máscara y nunca jamás el fiolo te va a decir: "vamos a hablar". Antes nunca habíamos tenido un espacio de mujer, porque cuando nos organizamos primero luchamos por la libertad, luego seguimos con nuestra salud, cómo utilizar correctamente el preservativo para no contagiarnos de VIH y de las ETS, pero no tocábamos el género, la identidad. Fue y es necesario el empoderamiento en nuestros derechos, no sólo los derechos humanos, sino también sexuales y reproductivos. Como mujeres es importante enseñar esto a nuestras compañeras. Cómo cuidarse, que tomen sus decisiones, que puedan decidir ellas cuántos hijos tener, cuándo tenerlos sin que el hombre se lo diga. Que empiecen a usar el profiláctico y que lo usen con sus compañeros. La mayoría de nosotras nos cuidamos en la calle con nuestros clientes, pero no nos cuidamos con nuestras parejas. "Porque se va a enojar mi marido si yo le digo que se ponga un preservativo". "Mi marido me mata si yo le digo que se ponga un preservativo". Nuestro trabajo se focaliza en este tipo de problemáticas, en que las mujeres seamos sujetas de derechos y que empecemos a vivir la libertad en su máxima expresión.

¿Qué significó la constitución de Ammar Capital?
El 20 de marzo del 2002 armamos Ammar Capital. Ahí comenzamos un quiebre muy grande con Ammar Nacional, porque a nosotras nos interesa la mujer, y en esos talleres que recién comentaba, comenzamos a llamar las cosas por su nombre. Por ejemplo las compañeras decían que cuando llegan a su casa y están cansadas, y tu marido te obliga a tener sexo… ¿qué es eso?... Entonces saltó que éramos violadas por nuestros propios maridos, fueron muy fuertes las cosas que salieron en esos talleres. Eso nos ayudó a fortalecernos como mujeres, y a nombrar las cosas por su nombre. A partir de allí también empezamos a decir y a reflexionar: ¿la prostitución es un trabajo? ¿no es un trabajo? ¿la prostitución qué es? Las compañeras decían: "yo no quiero pararme en la esquina, quiero trabajo".
Fue un proceso de fortalecimiento muy grande. Uno de nuestros objetivos como organización, es el empoderamiento o la sensibilización de nosotras, como mujeres, sentirnos sujetas de derechos. ¿Por qué? Porque la prostitución a nosotras nos robó esa identidad, dejamos de ser sujetas de derechos y pasamos a ser objetos, entonces como organización trabajamos para revertirlo. Trabajamos mucho por la no violencia, por el fortalecimiento de nuestras pares como sujetas de derechos. Que como mujeres tengamos la libertad de elegir, que podamos decir no, decir sí, que elijamos hasta cómo llamarnos, cómo organizarnos y no que nos vengan a imponer.
Es muy importante la organización como herramienta para las personas vulnerables. Hoy lo que están haciendo algunos políticos con nosotras es romper la organización, porque saben que organizadas vamos a tener fuerzas, que organizadas vamos a fortalecernos como sujetas de derechos y eso a ellos no les conviene. Les conviene que sigamos siendo mujeres aplastadas, que sigamos siendo objetos. Por eso para nosotras la organización es fantástica, es una herramienta que la vamos a seguir cuidando sea como sea, para que nos siga fortaleciendo como personas.
Nosotras vamos construyendo nuestra identidad de mujer y desde allí comenzamos a luchar por nuestros derechos. También queremos capacitarnos para vivir como otra ciudadana más, como una vecina más. Queremos estar incluidas en la sociedad, ya que de hecho hoy no lo estamos. A pesar de que votamos, seguimos siendo excluidas del sistema. Somos rehenes de los políticos, de la policía, de fiolos. Es decir, todo el mundo nos usa…. ¿hasta cuándo? ¿hasta cuándo? Si nosotras primero no somos prostitutas. Somos primero mujeres, sujetas de derecho, y después somos tías, sobrinas, amantes, madres…a lo último somos mujeres en situación de prostitución.

¿Cómo vivieron el debate del Código de Convivencia?
Fue muy fuerte, porque nos rememoró todo lo que habíamos pasado: la cárcel, las coimas. Nos hace revivir de nuevo las violaciones, el ir detenidas. El sólo pensar lo que nos hacían en el año 1978 cuando estaban los militares y cuando nos llevaban detenidas al Asilo San Miguel… Yo recuerdo que en esa época, estando en el asilo, un día les dije: "¡no, basta!", porque nos levantaban a las 6 de la mañana y nos hacían baldear con agua fría en pleno invierno. Me llevaron a un pabellón aislada, completamente aislada, y la verdad es que no aguanté. Todavía hoy tengo bronca de no haber sido fuerte, pero no aguanté el aislamiento. Te torturan psicológicamente, estás sin comida, sin nada de tomar, sin luz, con mucho frío y completamente aislada. No lo soporté. Por eso no queremos volver a esto.
El Código Contravencional es volver otra vez a eso, es penalizar la pobreza. La prostitución callejera es pobreza, es falta de educación. Nosotras hicimos un trabajo que visualizaba que el 90 por ciento de nuestras compañeras son analfabetas, el resto son alfabetas pero sin terminar la secundaria No se soluciona con cárcel la prostitución. Se soluciona con políticas sociales, de inclusión social.
Nosotras por ejemplo en estos momentos estamos llevando adelante en nuestra ONG dos microemprendimientos. Ahora yo pregunto ¿cómo vamos a hacer cuando se lleven a alguna compañera detenida? ¿cómo se va a mantener este microemprendimiento?... No podemos decir que aquella mujer está parada en la esquina porque se le da la gana. No, ella está allí porque el sistema la empuja, el sistema se lo está imponiendo. Por eso también pregunto ¿hasta cuándo van a ser hipócritas?
Nosotras hemos votado a algunos políticos para que estén en la banca, es cierto, y ellos nos están traicionando, porque están legislando sólo para los ricos, están haciendo una sociedad para muy pocos. Los demás, toda la gente pobre, estamos excluidas, y cada vez más excluidas. ¡Ah! ¿no quieren ver una mujer en situación de prostitución parada en una esquina? Bueno, abran escuelas, capaciten laboralmente a las mujeres, abran talleres. Porque la cárcel no sólo no nos educa. También naturaliza en nosotras la violencia física y psíquica.
El Código es volver otra vez al pasado. Nosotras pedimos capacitación laboral para luego tener un trabajo. Porque la mayoría al haber sido explotada no ha trabajado en nada. No estás capacitada, no sabes utilizar nada, porque lo único que sabes utilizar son tus genitales. Por eso pedimos capacitación laboral. ¿Tanto le cuesta a los legisladores?
Lo que sucede es que esto es un gran negocio, porque la prostitución deja millones de dólares, mientras hay prostitutas que se mueren de hambre y en la pobreza absoluta. Al no tener educación, ni una persona que la ayude, el explotador le saca todo el dinero.
Ahora, vuelven a fomentar esto: los abusos, las coimas. Por eso cuando yo digo que la prostitución es el gran negocio para muchos y muchas, lo es, menos para la mujer que está involucrada. Claro que los "machistas" no lo van a querer terminar. Si Mauricio Macri cuando estaba haciendo su campaña había dicho que estaba mal administrada la prostitución. Muy bien, entonces ya dio el primer paso para comenzar a administrarla. El segundo fiolo va a ser él. El primero es la policía, pero el segundo fiolo va a ser el señor Mauricio Macri. Seguimos manteniendo a los grandes fiolos ¿me entiendes? políticos, policía… ¿hasta cuándo? …

Vos hablabas de mujeres en estado de prostitución. ¿Cómo analizan ustedes esta diferencia entre trabajadora sexual o mujeres en estado de prostitución? ¿Cómo fue ese proceso?
Yo entré a la organización en el 2000, porque hasta el 2000 yo miraba pelotudeces en la televisión. Un día dije: "basta, yo quiero hacer otra cosa" Yo no sabía ni qué era la organización Ammar, pero me involucré y desde ese día no dejé. En un principio me llamaba la atención que decían: "compañera, compañero" y un día dije: ¿qué es compañero, qué quiere decir? hasta que lo fui sintiendo y comprendiendo.
Después comenzó el tema de la sindicalización. Cuando empezamos a organizar Ammar Córdoba, Ammar Chaco, Ammar La Plata, Ammar Rosario, empezó el tema de la sindicalización. La CTA planteó que las prostitutas se tienen que sindicalizar. Yo recuerdo que nos decían en las reuniones: "nosotros abrimos las puertas y ayudamos a las organizaciones más vulnerables, tenemos vendedores ambulantes, cartoneros y tenemos a las trabajadoras sexuales". El tema era sindicalizar.
Empezamos el debate. En ese entonces además hubo una elección y se armó Ammar Capital para trabajar en Ciudad de Buenos Aires. En la CTA nos decían siempre: "ustedes son trabajadoras". Tanto nos decían que nos metieron en la cabeza que éramos trabajadoras, que esto es un trabajo. Algunas lo reconocieron como un trabajo. Y otras como yo, no me da vergüenza decirlo, me mentía a mí misma. Yo a donde iba decía: "soy trabajadora sexual", pero era para no pronunciar "soy prostituta". Porque la palabra duele, la palabra estigmatiza y la palabra "prostituta" te hace recordar lo que vos estás haciendo realmente. No es tan suave como "trabajadora", que oculta y tapa otras cosas.
Nosotras cuando organizamos Ammar Capital, recibíamos mucho hostigamiento desde la CTA y mucha presión. Hemos tenido muchas reuniones con Víctor De Genaro y con otras personas de la CTA, junto con Ammar Nacional y compañeras del interior de cada Ammar, por el tema de la sindicalización. En realidad las dirigentas de Ammar Capital no queríamos tomar la decisión por todas las representadas nuestras, queríamos que se conozcan las consecuencias, que las compañeras lo supieran. Pero esto no lo querían ni la CTA, ni Ammar Nacional.
Nosotras al ser Ammar Capital éramos autónomas (porque luchamos para que cada Ammar fuera autónoma y no dependiera de Ammar Nacional). Entonces al ser autónomas nosotras podíamos organizar los encuentros que queríamos, tomar nuestras propias decisiones. Eso no les gustó y era más la presión que teníamos, de ser sí o sí trabajadoras. Organizamos un encuentro en el que reunimos a 120 compañeras para hablar sobre sindicalización. Allí participó Fabio Basteiro y otra compañera de la CTA Nacional. Nosotras invitamos a Diana Maffía para que hable de género. Nuestra intención era que nuestras compañeras hicieran todas las preguntas que tenían. ¿Qué es un sindicato? ¿Qué es una asociación? ¿Qué otras formas de asociación hay? Que conocieran que puede haber miles de formas de organizarse. La cosa es organizarse, es agruparse para tener un fin. Pero no que hubiera una sola forma, como nos querían hacer creer la CTA y Ammar Nacional.
Nosotras como representantes de Ammar Capital, no podíamos decidir desde la comisión directiva que nos reconozcamos como trabajadoras, porque es todo un tema. Yo me puedo reconocer, pero hay muchas compañeras en Capital Federal. Si vos estás representando a alguien tenés que convocar, tenés que preguntar, ver qué quieren tus compañeras. Una vez que hablás con tus compañeras sabes qué es lo que quieren. Y sucede que muchas compañeras dicen por ejemplo: "Hoy salí y tengo que llegar a casa antes de que llegue mi marido" o "Mis hijos no saben que yo ejerzo la prostitución". Además hay muchas chicas jóvenes que están en situación de prostitución y si las sindicalizás ya la estás marcando. Nosotras creemos que hay una posibilidad de revertir esta situación. En ese encuentro, nuestras compañeras dijeron "no". Logramos realizar un solo encuentro porque después fue tal la presión que nos echaron de la CTA.
La prostitución es un comercio muy brutal, entonces vas a sindicalizar un comercio brutal, vas a blanquear al proxenetismo, blanqueas la explotación sexual. Nosotras decimos "no" a eso. El proxenetismo está penalizado en la Argentina, y si vos te sindicalizás lo estás blanqueando y también estás apoyando a la explotación. ¿De qué se sostiene un sindicato? De las afiliaciones. Por lo tanto cuanto más prostitutas, más trabajadoras sexuales allá en la calle o en lugares cerrados, más se va a reproducir esta realidad. Los sindicatos se sostienen de las afiliadas. Nosotras no fuimos obsecuentes con ellos y nos armaron un Ammar Capital paralelo, que es el Ammar Capital sindicato. Pero ahí aprendieron ellos y nosotras, que nosotras podemos tomar nuestras propias decisiones, que nadie nos va a imponer cómo nos llamamos, cómo nos organizamos, cómo decidimos organizarnos, porque ya estamos dejando a los fiolos. Lo que nos interesa es el fortalecimiento como personas sujetas de derechos y no la actividad que realizamos. Estamos en este crecimiento, por eso es un crecimiento personal y organizativo.
Nosotras tenemos que sentir libertad interior para decidir qué diablos queremos ser. Aquella que quiere seguir parada en la esquina, la respetamos. Pero que también nos respeten a quienes no sentimos deseos de hacerlo.
La mayoría de nosotras cuando salimos a la calle, salimos tapadas, porque por la discriminación que se sufre, vos podés ser fuerte en algunos lados, pero no en toda la vida social. Entonces mientes en tu casa, a tus familiares, en la escuela de tus niños. Por eso digo que somos mujeres NN ante la sociedad, no existimos. Somos mujeres sin rostro. Y ya queremos dejar de ser mujeres sin rostro. Eso es lo que hace nuestra ONG. Fortalecer la autoestima, la identidad. Para dejar de ser NN.

Esta lucha contra la reformulación del Código les trajo un costo muy alto como organización y humanamente con la detención de dos compañeras.
El costo de luchar por nuestros derechos es muy grande como organización. Nosotras empezamos a organizarnos contra el Código desde febrero, a través de reuniones, con distintas marchas. Nosotras incentivamos mucho a nuestras compañeras, les trasmitimos cuales son sus derechos, y que nadie tiene que salir a reclamar por sus derechos sino que es un trabajo de cada una, cada una tenemos que luchar por lo nuestro. Si vos sos libres podés estudiar, por ejemplo. La libertad es todo.
Tal vez íbamos demasiado tranquilas a las marchas. Eso lo estamos trabajando como organización. Nunca pensamos que íbamos a pagar este costo con la cárcel. El 16 de julio, luego de la marcha a la legislatura, a las 18:30 horas estábamos subiendo al micro y empezamos a preguntarnos dónde está Carmen Ifrán y dónde está Marcela Sanagua. Faltaban esas dos compañeras. A las dos horas nos enteramos que estaban detenidas en la Dirección de Investigaciones y los abogados nos decían: la jueza dijo que salen mañana, antes de las 24 horas. Pasaron 24 horas, pasaron 48 horas y ya hace más de un mes que están detenidas.
Nosotras como organización empezamos a sentir culpa. Que Carmen y Marcela estén detenidas porque vayan a luchar por sus derechos, es muy fuerte. Sabemos lo que están padeciendo y ésta es una detención muy injusta, muy selectiva. ¡Qué raro que metan presos a vendedores ambulantes y a mujeres en situación de prostitución! ¿no es muy selectivo eso? Y el dolor que están padeciendo ¿quién lo paga? No hay dinero que pueda reparar esta injusticia. Han dejado a sus hijos menores de edad, sus nietos, sus casas, sus cosas, siendo inocentes.
Ésta no es la forma de construir una sociedad para todas y todos. Además ellos están provocando la inseguridad. Lo que han hecho es eso. Pedir mano dura, y poner en la sociedad que nosotras, las travestis, las mujeres en situación de prostitución, los cartoneros, somos los que estamos provocando la inseguridad, y los que no queremos vivir en democracia. En realidad no es así. Nosotras estamos aplicando políticas de inserción social. Microemprendimientos, cursos de alfabetización, de capacitación, de educación. Distribuimos cajas de mercadería, preservativos. Formamos promotoras de salud. Son políticas sociales. Pero lo que nos quieren dar estos legisladores y legisladoras es cárcel. Ya nos están aplicando el Código, porque en realidad lo que están haciendo, es criminalizar la protesta social. Nos están queriendo meter miedo, para desmovilizarnos, pero seguiremos tomando las calles. No es como dice el señor Ibarra, que la gente es violenta, que no quiere vivir en democracia.
Nosotras queremos vivir en democracia, pero ésta es una pseudo democracia. Si ellos no quieren ver a las mujeres en situación de prostitución paradas en una esquina, que legislen para insertarnos en la sociedad.
Nosotras estamos pagando el costo, porque el hecho de que injustamente hayan detenido a dos compañeras generó mucho miedo. Pero igualmente creo que no vamos a perder la libertad que obtuvimos a partir del año '98. Porque ahora hemos aprendido nosotras a saber cuáles son nuestros derechos, que somos ciudadanas plenas, con muchos derechos violados, pero ciudadanas… por lo tanto también podemos vivir en esta ciudad.


* Esta entrevista fue realizada por Claudia Korol y Roxana Longo, del equipo de Educación Popular de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo.



éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


Fuera de cuadro/ Conversación con las integrantes de Ammar Capital
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:29 PM

“La nuestra es una lucha contra el miedo”

En el fondo de la amplia casona de la Iglesia Evangélica Metodista están las mujeres trabajando en sus flamantes máquinas de coser blancas. Hacen toallas con puntillas, bolsas para el pan, delantales de cocina. Una de las mujeres cuenta que con una tela que encontró tirada en la calle y 50 centavos para comprar la argolla de madera, hizo un porta rollos de cocina colgante que vendió a 5 pesos. “No soy contador, pero eso es que da ganancia. ¿No es cierto?” La mujer sonríe y dice que por primera vez en mucho, mucho tiempo, gracias a esa venta se dio un gusto. “El domingo no fui a la plaza”.
La casona queda justo enfrente de la Plaza Flores y esa ubicación estratégica permite que todo el tiempo entren y salgan mujeres que están ahí o en las calles periféricas, prostituyéndose.


Ahora mismo en otro de los salones estamos charlando con Graciela, una de las referentes de la organización que define a sus integrantes como “mujeres en estado de prostitución” y en la mesa hay dos mujeres más, que luego se van y llega otra y otra más. La última en entrar y sumarse a la charla pide a los visitantes que adivinen su edad. “26” dice el único varón, amable. “77” contesta la mujer, orgullosa. Sentada al lado está otra mujer de 32, madre de cuatro hijos, que acaba de llorar y sonreír contando su historia. Empezó a trabajar a los 14 en casa de familia, como empleada doméstica. A los 16 conoció a quien sería su marido, el padre de sus hijos y su proxeneta. Desde entonces se vio obligada a trabajar durante el día como ama de casa y durante la noche como prostituta.
-Hace un tiempo me dije: no doy más. No quiero esto para mi. Dije no. Y me vine a la Capital, con mis hijos y un bolso, con la excusa de traer al médico al más chico que siempre vivía enfermo. Tenía la decisión de dejar todo. Había tomado la decisión y creía que eso era lo más importante. Pero no supe qué hacer. No tenía la información para saber a dónde ir, a quién recurrir. Y me tuve que volver. Con mis hijos, mi bolso, mi decisión y todo. Después, él murió. Y quedé libre.
-¿Podés creer que lo lloró y todo?, dice Graciela.-Ella pensaba que no iba a poder, que sin el tipo no sabía hacer nada.
-Y sí, fueron muchos años. Yo apenas terminé la primaria. Nunca había manejado plata, no sabía ni pagar una cuenta.
Así es charlar con las mujeres de Ammar Capital.
Mujeres que exponen sus lágrimas y heridas para explicar qué hacen y por qué. Como dirá Graciela en un momento de la charla:
-No sé si es justo que nosotras tengamos que hablar todo el tiempo de lo que nos pasa y sentimos. ¿Por qué nosotras estamos como obligadas a exponernos y vos no? A mi también me interesa saber qué te pasa a vos cuando escuchás estas cosas o cosas parecidas charlando con otra gente que te las cuenta. Saber cómo quedás después, si te importa, te quedás enganchado, se te pasa. Y sin embargo no te lo pregunto. Y seguramente nadie te lo pregunta.
Hace una hora que estamos charlando con una Graciela que desconfía del grabador, de las preguntas, de las intenciones. No desconfía, en cambio, ni un poco, de sus respuestas. Como ella misma confiesa “somos así de desconfiadas porque en toda nuestra vida nada nos ha demostrado que podemos ser ingenuas sin consecuencias”.
El primer tramo de la charla será, entonces, sin grabador. Graciela comienza hablando del impacto que fue para todas en general y para su organización en particular que fueran presas Carmen y Marcela. La palabra, en realidad, no es impacto sino dolor. Les duele en el mismo lugar donde les pegaron siempre.
De ese primer tramo, entonces, surgen estas notas:

Sobre la cárcel: “Yo he ido hasta tres o cuatro veces presas el mismo día. Tengo en todo mi cuerpo y en toda mi cabeza cicatrices de los golpes que recibí. Hasta que logramos que se derogara el famoso edicto, nos llevaban cuando y cómo querían. Y nos hacían lo que querían. Ni teníamos idea de que teníamos derechos. ¿Nosotras? ¿Derechos? ¿Qué podemos pedirle a la policía identificación? ¿Qué podemos negarnos a firmar un acta que diga que nos detienen por ebriedad, porque en el mismo día no podían detenerte por dos delitos iguales y te dibujaban el de ebriedad para poder llevarte? Si ni siquiera nos dejaban leerla. Cuando nos lo decía la abogada yo pensé que estaba diciendo cualquiera. Que no sabía qué nos podían hacer a nosotras. Y ahora con esto es como revivir esas épocas. Porque nosotras sabemos, aunque nunca estuvimos presas en un penal, sino en comisarías o correccionales, lo que es la cárcel. La cárcel nos volvió más ignorantes”.

Sobre la represión: “Nuestra prioridad hoy son las detenidas. No podemos dedicarnos como quisiéramos a los talleres, a recorrer la calle repartiendo preservativos y charlando con las compañeras, no podemos llenar los formularios –que ni sabemos cómo hacer con la computadora– para conseguir subsidios para que el emprendimiento del taller de costura sea una salida laboral para las compañeras. Lo hacemos, sí, pero en el tiempo que nos sobra. Porque hacer algo por nuestras presas no sólo te lleva tiempo, te lleva la cabeza entera. Yo puedo estar haciendo otra cosa, pero mi mente está allá, con ellas. Todo lo que habíamos hecho como organización, mal o bien, lo están destruyendo. A las chicas nuevas le dicen: no vayas con las de Ammar Capital que tienen dos presas. Date cuenta lo que es el Estado: estuvo ausente cuando queríamos hacerle notar que hay mujeres que se prostituyen porque no tienen otra opción para alimentar a su familia y cuando lográs organizarte para reclamar, te hace desaparecer.”

Sobre los comienzos de Ammar Capital: “El principio fue decir basta. Así que el comienzo fue muy duro. Nos bancábamos unas a otras, como ahora, charlando y pensando juntas. Fue por el 94 o 95. Veníamos de la calle, sin ningún aprendizaje. No sabíamos para qué servíamos. Ni si servíamos para otra cosa. Eso te da dolor e impotencia. Peleábamos contra la policía sin saber nada. Después, nos dimos cuenta que conocer nuestros derechos cambiaba la situación. Porque antes, si bien siempre fuimos rebeldes, como en el fondo pensábamos que estábamos haciendo algo malo, nos callábamos. Hay mucho silencio en nuestra historia. En realidad, te terminás rebelando de cansada que estás. Tanto atropello, tanta explotación, te agota. Ahí decís basta. A nosotras nos ayudaron mucho una abogada y una psicóloga social con las que charlábamos en un bar de Constitución. Ellas nos abrieron la cabeza, nos acompañaron, nos bancaron mucho en esas primeras épocas. Porque las cosas hay que decirlas como son: así como el Estado estuvo para nosotras siempre ausente, hubo gente muy buena que nos ayudó mucho, sin la cual no hubiésemos podido hacer nada. De a poco, fuimos creciendo. Nos dimos cuenta que decir que no es un derecho, por ejemplo. Que tenés derecho a elegir. Pero después también nos dimos cuenta que si no tenés las herramientas necesarias para hacer otras cosas, es lo mismo que nada. Entonces empezás a tener conciencia de que te corresponden otros derechos que son los que necesitás para hacer otras cosas: educación, salud. También que para conseguirlos es clave la autoestima. Trabajamos mucho en eso.”

Sobre sus comienzos: “Yo vengo de Tucumán. Empecé allá y te imaginás como era. Una provincia que hasta el día de hoy no te respeta ningún derecho. Después vine a la Capital y la luché acá. Cuando caminás la Capital hablando con las chicas te das cuenta que la mayoría fue traída. Las van a buscar a las provincias y terminan paradas en una esquina. Para mí llegar acá también fue duro. Y te imaginás ahora cómo es. Porque si como organización no podés resolver los problemas de la Capital, no tenés con qué cruzar la General Paz.”

Sobre el miedo: “La nuestra es una lucha contra el miedo. Eternamente. Pararse a la noche en una esquina, subirse a un auto, ir quién sabe con quién. Enfrentar al patrullero, bancarte el maltrato, la humillación. Son todas cosas para las que tenés que sacar coraje de donde sea.”

Sobre la prostitución: “Para nosotros no es un trabajo. Es una alternativa para llevar el peso a tu casa. Para poder subsistir. Para nosotras lo más valioso es nuestra familia, nuestros hijos. Ellos sufren a la par de nosotras. Cuando peleamos tanto para que deroguen los edictos era para poder estar más tiempo con nuestros hijos. Eso a nadie le importa, pero a nosotras sí. Porque no sabíamos lo que era vivir en familia, porque teníamos que trabajar para un fiolo, que te decía que te iba a proteger. Nuestra preocupación era ¿quién va a cuidar de nuestros hijos cuando vayamos presas? Fijate ahora, con Marcela. ¿A quién le preocupa que su hija de un año y ocho meses esté presa con ella? ¿Les gusta tenerla ahí, encerrada con su madre? ¿Por qué tiene que conocer una cárcel una niña de un año y ocho meses? Es muy fuerte para nosotras pensar en eso. Y en lo que viene después. Si Marcela va a poder reconstruir su familia, que mal o bien, la construyó, dándole educación, comida, no haciéndole faltar lo básico. El que no la pasó no lo entiende, pero nosotras pasamos por eso. Sabemos lo que significa. Y eran cosas que nosotras creíamos superadas y que nos atrapan otra vez”.

Sobre la desconfianza. “Creer en alguien que nos podía ayudar fue un proceso. No podíamos creer. Fue un proceso de años, te diría. Porque al principio, cuando nos hablaba la abogada de nuestros derechos, la primera reacción era de desconfianza, pero la segunda era decir ¡qué boluda que soy! ¿Cómo me dejé pasar por arriba por la policía? Para nosotras era normal. No nos dábamos cuenta que nos pisoteaban nuestros derechos por ignorancia. Y aceptar eso es fuerte. Aceptar que pasaste toda tu juventud en un calabozo por ignorante es fuerte.”

Sobre los que legislan sobre ellas: “Lo único que escuché es que discutían y discutían en qué calabozo íbamos a estar. Jamás dijeron algo coherente. Hablar, por ejemplo, sobre qué pueden hacer para que tengamos más educación, formación, para apoyarnos. Se mataban entre ellos para ver si las multas eran de 200 o 400 pesos, si nos mandaban a hacer trabajos comunitarios o a la cárcel. ¿Esta gente sabe lo que significan para nosotros 400 pesos? No lo sabe porque no les conviene. Tampoco les conviene que recibamos educación, porque cuando más ignorante sea la gente mejor la pueden manejar. A mi nunca me gustó ir a esas reuniones. A mí me gusta el trabajo en la calle, con las compañeras. Pero no a esas reuniones donde nos decían ¿quién es la presidente? ¿quién es la secretaria? Y nosotras éramos todas iguales. ¿Cómo presidente? ¿Por qué teníamos que poner a alguien arriba para poder conversar sobre nuestros problemas? Con el tiempo aprendí que teníamos que hacerlo y que entre nosotras podíamos seguir trabajando igual. Lo acepté: teníamos que organizarnos”.

Sobre ser mujeres: “Nos cansamos de golpear puertas diciendo que éramos una organización de prostitutas. Y un día, pensando en por qué nadie nos daba respuesta, se me ocurrió que a dónde teníamos que ir era a la Secretaría de la Mujer. Y allí fuimos. Les dijimos: nosotras somos primero mujeres, y después prostitutas. Así que queremos que esta Secretaría nos escuche. Y nos escucharon. Nos hizo muy bien a nosotras hacer eso. Nos abrió todo un camino”.

A esta altura de la charla, en la mesa está Graciela y otra compañera, que prefiere reservar su nombre. Las dos, finalmente, aceptan el grabador. Y siguen hablando así:

Graciela: Yo pienso que organizarnos fue muy importante para nosotras. Antes, por ejemplo, nosotras no podíamos ni comer juntas. Únicamente nos veíamos cuando estábamos detenidas. No podíamos hablar ni a escondidas. Era toda una situación de mierda. No podíamos contarnos nuestras cosas: que no te vayan a escuchar los vigilantes, que no te vaya a escuchar el que te está explotando. Era toda una cosa que traía la otra.

Toda una cadena...
Graciela: Una cadena, es cierto. Por eso yo le decía a la abogada nuestra que tendríamos que haber hecho en bloque un juicio al Estado. Porque ¿a quién ibas a recurrir? Nunca teníamos el respaldo de nadie, ¿entendés? Siempre tenían razón los demás. Éramos esclavas. Y hoy sigue habiendo esclavas. Esto es lo que te despierta esta situación de las presas. Otra vez tenés un bloque en contra. Por eso es que duele remover mierda y esto para nosotras es un retroceso. Creo que para todas. Como organización, como personas, como todo. Es remover, y nosotros querríamos haber enterrado todo. Creo que nos merecíamos empezar una vida.

Mujer: Yo, por ejemplo, de muy chica trabajé en casa de familia. Pero yo dije: eso no lo hago nunca más. Ir a limpiar, nunca más. Y después trabajé en la calle. En todos lados te explotan. A lo primero, siempre pensaba “quiero dejar”, pero decía “¿volver a limpiar?” Es como que te cuesta tomar la decisión. Muchísimo. Hasta que llega un momento en el que uno se da cuenta. Terminás tomando conciencia y tomás la decisión de que no. De que no querés más para vos eso. ¿Y qué otra cosa me quedaba por hacer? Ir a limpiar. ¿Qué otra cosa yo sé hacer? Ir a limpiar. Mirá hasta qué punto yo, en mi caso, tomé fuerza de vuelta para hacer algo que no quería hacer nunca, para poder dejar la calle.
Graciela: Ahora yo les voy a hacer una pregunta a ustedes, porque yo me entré a preocupar. Por ejemplo: hay quienes reconocen esto como un trabajo y nosotras no. Algunas veces me pongo a pensar: ¿todo este quilombo vino por eso? Porque si hubiéramos estado todas juntas, quizás hoy estaríamos en la CTA... No sé, me cuestiono todo eso también. Quizá con la CTA hubiéramos tenido un respaldo y las compañeras ya hubieran salido. Porque yo vi en la televisión como, por ejemplo, cuando quisieron meterlo preso a D’Elía fueron todos como moscas. Eso tiene una repercusión y un poder tremendo. Por ahí me cuestiono también eso. ¿Qué tengo que abrir la boca? Capaz que si estábamos en la CTA a las compañeras no les hubiera pasado nada. Todo eso te cuestionás. También leo una nota que largan por Internet, donde la presidenta de Ammar nacional dice: “Vamos a seguir trabajando para estas compañeras, para que un día se sientan orgullosas como nos sentimos nosotras del trabajo que tenemos”. Obvio, no nos quiere nombrar. Pero dice: “Vamos a trabajar para que algún día recapaciten y sientan orgullo del trabajo y de lo que hacen, como lo sentimos nosotras”. Esto es como que me hubiera pegado la policía más o menos. Porque yo digo: a la mierda, entonces ¿de qué derechos hablamos? Respeto su posición pero ¿hasta cuándo eso de creer que las enfermas somos nosotras? Entonces te cuestionás, porque decís:¿tan equivocadas estamos?, ¿tan orgullosa puede estar ella? Porque si tan orgullosa está, que esta noche venga y se pare a la par mía en la esquina. Porque hace cinco años que no se para en la esquina.

Más que diferencia de palabras, me parece que lo que las separó es una diferencia con respecto a la práctica. Lo que estaban haciendo y no lo que estaban diciendo. Ustedes están dando un testimonio muy pesado, profundo. Cuando dicen: “primero son mujeres”, están yendo muy al fondo de las cosas. Y entonces es un testimonio contra la explotación, que implica contar, hacer pública sus vidas. Debe ser muy desgarrador tener que hacerlo, pero eso –a la vez– es lo que hace que el testimonio tenga tanta fuerza.
Graciela: Nosotras queríamos pelear por lo que creíamos y nada más. Pero todas hemos sido compañeras en una esquina. Cualquiera de ellas se da cuenta que estamos mal. Que tenían que buscar un respaldo para estas compañeras –porque no lo estoy pidiendo para mí– pero no seguir con lo de si esto es un trabajo, un orgullo, o no es orgullo, o qué sé yo. Esto también nos debilita, porque no hay una fuerza, una unión. Entonces ellos están priorizando lo político, y no están priorizando a los que realmente están afectados.

Hablamos de orgullo y de trabajo, pero ¿qué pasaba, por ejemplo, si vos no juntabas la plata?
Mujer: Me pegaban. Me pegaban porque tenía que permanecer hasta la hora que fuera. Tenía que quedarme, no sé, desde las 6 de la tarde hasta el otro día a las 7 de la mañana. Dormía hasta las 10, me levantaba, y tenía que cuidar a mis hijos, hacer mis cosas, limpiar la casa, porque no porque trajera la plata tenía una empleada o alguien que hiciera las cosas o cuidara a mis hijos.
Y de esa plata, ¿cuánta veías vos?
Mujer: Nada. Lo que yo me curraba, que ni se lo curré porque ahora me doy cuenta que era mío. Lo que nunca me avivé fue de ahorrar y guardar plata. Qué sé yo. Una cuando es joven ignora lo que es la plata. Ellos se encargaban de llevarte a lugares de provincia: “te parás acá” , te decían. “Tenés que hacer tanto”.
Yo tengo a mi hija que va a cumplir ahora en estos días 13 años y le hablo de todo esto. Mejor cosa que hablarle a mi hija de todo lo que a mí me pasó, creo que no hay. No me gustaría que nunca pasara por lo mismo. Pero también pensás ¿cómo hacés? Si terminaste en lo mismo, prácticamente, limpiando casas y no te alcanza. A tus hijos ¿cómo los educás? ¿Cómo les das algo mejor? No digo mandarlos a un colegio privado, pero por lo menos que tengan las cosas necesarias como para que puedan estudiar. Bueno, tu vida ya está, ya pasó, pero la de ellos...

Pero ¿cuántos años tenés?
Mujer: 32.

Entonces tu vida no pasó
Mujer: Mi mala vida pasó. Mi mala vida ¿entendés?

Tal vez no estén tan solas: quizás hay personas que serían felices de encontrar con ustedes algo interesante que hacer, porque ustedes tienen algo interesante que hacer y lo crearon sin que nadie las ayude.
Mujer: Y eso es lo más lindo que nos pudo pasar



éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.

agrega un comentario


Caso testigo/Caleta Olivia. Resumen de los hechos, detenidos y acusaciones
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:30 PM







El lugar. Caleta Olivia es una localidad de la Provincia de Santa Cruz que tiene 40 mil habitantes, de los cuales unos 140 están procesados por defender sus derechos en causas abiertas durante 2004.
Los reclamos. El 19 de agosto de 2004 unas 200 personas, en su mayoría mujeres, reclamaron “trabajo genuino” frente a la Municipalidad. El intendente de Caleta Olivia es Fernando Cotillo y el gobernador de la provincia de Santa Cruz, Sergio Acevedo. Unos días después, los manifestantes se trasladaron a la playa de tanques de Terminales Marítimas Patagónicas (Termap), el consorcio de empresas multinacionales que controlan el negocio petrolero de la zona.
La represión. Los manifestantes se habían trasladado ya a la playa de tanques cuando notaron la presencia de una brigada especial antidisturbios de la Gendarmería Nacional, llegada de General Acha, La Pampa, para reforzar a la policía local. La tensión se resolvió con la firma de un acuerdo con la Subsecretaría de Trabajo de la Provincia de Santa Cruz que prometió trabajo a los manifestantes –unos 500 puestos con sueldos entre 500 y 700 pesos– y aseguró que no iba a haber represalias.
Sin embargo, en la noche del tres al cuatro de septiembre, cuando ya habían cerrado los tribunales, se hicieron efectivas las citaciones libradas por Marcelo Bailaque, del Juzgado Provincial de Instrucción Nº1 de Caleta Olivia: 21 órdenes de detención, de las cuales la policía concretó quince. Se llevó a las personas de sus casas a los golpes y sin explicar los motivos, actitud violatoria del Código de Procedimientos.
La acción duró dos días. El desbande fue tal que arriaron a familias enteras. Incluso, a un hombre que terminó en la comisaría con su bebé tras las rejas.
Los presos. Son seis: Elsa Orosco, Selva Sánchez, Marcela Sandra Constancio, Mauricio Perancho, Jorge Federico Mansilla, y Hugo Iglesias. Tres hombres y tres mujeres a las que se los acusa de ser los cerebros intelectuales y organizadores de las protestas.
Las comisarías. Como en Caleta Olivia no hay establecimientos de detención para mujeres, las tres manifestantes están presas en comisarías ordinarias, junto a otros hombres. El maltrato que sufrieron en la comisaría Cuarta fue una de las denuncias que hicieron cuando –el 26 de octubre- las mujeres iniciaron una huelga de hambre a la que poco después se sumaron los hombres detenidos. Exigían mejores condiciones de detención, ayuda financiera y médica para sus familias y el traslado de Mansilla -uno de los detenidos-, quien recibía malos tratos en la seccional Primera de Caleta Olivia, donde fue alojado junto a presos comunes.
Las acusaciones. “Usurpación con impedimento de funciones públicas”, “privación ilegítima de la libertad y daños”, “usurpación” y “entorpecimiento de la actividad económica”. La justicia considera que la sumatoria de estos cargos no permite la excarcelación.
Las pruebas. No hay testigos que individualicen a estas personas entre los participantes de las tomas. De hecho, Mansilla e Iglesias no estuvieron en el momento en que ocurrió todo porque asistían a un curso de capacitación para ingresar a la industria petrolera: habían conseguido sus puestos de trabajo en una manifestación anterior. Se acercaron, después, a solidarizarse, pero estaban ya marcados por su participación en protestas anteriores. Las pruebas en las que se basa el tribunal para tener detenidas a las seis personas son los informes y seguimientos fotográficos (que no son fotos in situ, sino escaneadas de otros lados) realizados por una unidad especial de inteligencia de la zona, que actúa de civil.
La justicia. Los manifestantes llevan ya más de tres meses de detención. Desde que están presos, tanto Bailaque, como el juez de recursos Miguel Angel Meyer, les volvieron a impedir–en dos oportunidades- la libertad. La primera vez le denegaron la excarcelación y la segunda les confirmaron el procesamiento. Si no se logra ninguna otra medida, pueden llegar a estar por lo menos dos años presos, hasta que las causas lleguen a juicio oral. El trámite no parece que vaya a ser rápido. Tanto Bailaque como Cristina Lembeye – a cargo del procesamiento a luchadores sociales en otras localidades de Santa Cruz– son posibles candidatos en el Consejo de Magistratura para ser ascendidos a la Cámara Penal de Caleta Olivia. Si esto se confirma, cuando estos casos lleguen a esta instancia, los jueces no van a poder tratarlas y habrá que llamar a otros. De ser condenados, los seis luchadores podrían pasar hasta 16 años en la cárcel.
Los procesados. Además de los presos, la semana de protesta dejó a unos 40 procesados, acusados de ser partícipes necesarios de los mismos delitos que los detenidos. Tienen causas abiertas –incluso- personas que se acercaron a solidarizarse o familiares y vecinos que les llevaron agua y pan a los manifestantes.




éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


Voces/Elsa, Selva y Marcela. Las mujeres detenidas por pedir trabajo en Caleta Olivia
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:31 PM







“A veces tenemos que decidir si les compramos remedios a nuestros hijos o les damos de comer”

“Hoy hace exactamente tres meses que estamos privadas de nuestra libertad”, dijo Elsa Orosco el viernes 3 de diciembre, antes de iniciar el reportaje, porque con ese dato –sólo aparentemente fáctico- expresaba toda su condición. Con ella estaban Selva Sánchez y Marcela Constancio y las tres aceptaron –sin dudar- perder la única hora diaria que están autorizadas a salir al patio para hacer la entrevista. Los meses pasaron y ellas siguen sin resignarse a ese tiempo sin tiempo que les impone la justicia. El encierro no ha logrado quebrarlas. Las lágrimas de sus ojos no hacen más que confirmar la fortaleza de su convicción. Aseguran que cuando salgan van a volver a luchar porque lo que está en riesgo es todo lo que tienen: el futuro de sus hijos.


¿Por qué salieron a manifestarse?
Elsa: Yo soy una de las personas que está detenida por manifestar delante del Municipio; peticionábamos trabajo, una fuente laboral genuina. Estuvimos ocho días frente al Municipio, sin ninguna clase de respuesta ni de parte de la Comuna ni de la Provincia. El mismo intendente nos dijo que la única forma de conseguir trabajo, hoy por hoy, era que lo dieran las empresas, que era a quienes nosotros teníamos que peticionar. Y fue lo que hicimos. Los 250 compañeros que éramos fuimos a Termap y nos instalamos ahí, pacíficamente, porque en ningún momento hubo ninguna clase de violencia, ninguno de nosotros rompió nada ni agredió a nadie. Nosotros no nos levantamos contra la Gendarmería: fuimos acordonados por los gendarmes que impedían pasar alimentos y abrigos. La gente de Seguridad de Termap nos mojaba con las bombas de agua, y los 250 manifestantes quedamos empapados, de los pies a la cabeza. Y estuvimos así hasta el otro día, cuando se les permitió a nuestros familiares y amigos que nos dieran alguna ropa y bolsas de alimentos. Y fueron ellos los que sufrieron la mayor represión de la Gendarmería; no fuimos los 250 manifestantes sino un grupo de personas que se acercó a solidarizarse: las golpearon, las patearon en el piso, les hicieron de todo. De ahí en más la represión fue muchísimo más dura, parecía un batalla campal”.
Marcela: Yo recibo planes sociales desde hace siete años y ya no los quiero más: quiero trabajo genuino y que no existan más los planes. Tengo seis hijos. Uno de los nenes tiene nueve años y una discapacidad motriz, haciendo integración en una escuela común hace cuatro años. Todo esto implica unos costos que nosotros no podemos cubrir. Las cosas están cada vez más caras y tuvimos que dejar de hacerle algunos tratamientos, porque –además– vivimos lejos del centro. Todos los tratamientos (fonoaudiología, gimnasia, terapia ocupacional) se los hacíamos en Comodoro Rivadavia porque me ayudaba mi familia, pero después mis hermanos se fueron quedando sin trabajo. Además, claro, ellos lo hacían por el sobrino y está todo bien, pero la verdad es que soy yo la que tengo que poder darle esas cosas al chico. Esto fue lo que me hizo movilizar y el hecho de que con los planes nunca voy a poder tener una jubilación.
Selva: Yo salí a protestar por no poder llegar a pagarles los estudios a mis hijos, por no poder anotarlos en un club porque les faltaban las zapatillas o el buzo o la plata para la cuota, por no poder llegar a fin de mes con el pan en la mesa... La mayoría de las veces terminamos dándole una taza de té sin leche por comida. Los chicos míos tienen una enfermedad de la piel y a veces tenemos que decidir si compramos los medicamentos o les damos de comer.

¿Cuándo las detienen?
Elsa: A mí me detienen en la calle, el viernes a la noche. Yo andaba con mis compañeras, con Selva. Después de las manifestaciones y la firma del acta de acuerdo, todas nosotras estuvimos una semana libres, lo cual también es llamativo, porque de última si uno comete un delito que es de público conocimiento la detención tendría que hacerse en el momento, en la Municipalidad o en la planta. Pero no. Yo ya había vuelto a mi casa y estaba a la espera del trabajo, porque según la palabra del intendente íbamos a empezar a cobrar desde el 1º de septiembre y se nos iba a insertar en la fuente laboral lo más rápido que se pudiera.
Selva: Nos arrestaron en la calle, casi llegando a la comisaría. Nos dijeron que estábamos demoradas pero no nos explicaban nada. Lo único que hacían era gritarnos y decirnos barbaridades. Yo les preguntaba:”¿por qué motivo me venís a decir que tengo que ir a la comisaría?, ¿a dónde decís que estoy demorada?” Pero no sabían explicarme nada. Me respondieron: ‘ bueno, ahora te van a elevar un acta¨, y yo en ese momento pensé que en un rato íbamos a volver a casa. Pero cuando la sacan a Elsa dicen: “no, esta chica va a la cuarta”. Es decir, que nos trasladaban a esta comisaría. Desde el momento en que llegamos acá nos tuvieron horas sin saber por qué motivo estábamos demoradas. Después de tres horas nos dijeron que estábamos detenidas e incomunicadas. Yo exigí un abogado y un llamado telefónico, que no me permitían. Les tuve que decir: ´yo no te hago la ficha si vos no me permitís llamar a mi marido y decirle que estoy detenida, porque a mis hijos ya van ocho horas que no los veo, tengo una beba de un año, y no sé cómo están, ni con quién´. Mi marido se vino a enterar a las diez de la noche que yo estaba detenida. Vino acá con un tío, les dijeron que yo estaba detenida e incomunicada, así que lo único que pudieron hacer fue pasarme una manta para taparme. Y a partir de ahí fue una primera semana horrible, con maltratos, golpes a la puerta, insultos todo el tiempo, carcajadas... Los policías se reían y nos gritaban barbaridades, desde el pasillo”.
Marcela: A mí me fueron a buscar a mi casa, donde estaba con los chicos. Llegan, no me muestran ninguna orden de detención, quieren a toda costa que me suba al patrullero. Yo agarré el teléfono y traté de comunicarme con alguien que me dijera qué tenía que hacer. Llegó entonces mi hermano y vinieron también mis vecinos, porque la casa se había llenado de policías. Cuando yo decido venirme a la comisaría, mis vecinos dicen que me van a venir a acompañar. `Vaya con los chicos, señora, allá le dicen lo que tienen que hacer y después se vuelven todos a su casa´. Empezamos entonces a subir a una trafic y ahí se desató el caos: empezaron a pegarle a todo el mundo. Acá en la comisaría recién me notificaron que tenía que quedar detenida.

¿Con quién quedaron a partir de entonces sus hijos?
Elsa: Mis dos chicos están con una amiga mía, Laura, que los está cuidando. Toda la vida hemos estado juntos, y esta es la primera vez que nos separamos, así que no es fácil ni para ellos, ni para mí …Pero confío en que todo se termine, pero no sólo por mí, sino por todos los obreros. Hay que ponerle el pecho para que ellos canalicen las cosas lo mejor posible. Siempre pienso cuál era el camino que les quería señalar para que ellos siguieran como personas, y bueno, desde acá se complica un poco pero tampoco es imposible, cuando se ama como yo los amo a ellos, y como ellos me aman es más fácil, hay más comunicación, estamos siempre cerca.
Marcela: es una situación tan pero tan violenta, que a nosotras hablar de los chicos nos pone re mal. Es tan violento que vengan acá y te los revisen hasta lo último. Parece que la policía quieren hacerles entender que la madre es tan pero tan delincuente que ellos merecen esos malos tratos. Por más que mi familia me diga lo contrario, yo sé que los chicos no están bien, porque la chiquitita me dice “ahora yo me quedo con vos, de acá no me voy “.
Selva: Mis hijos están con el papá y con la abuela. Mi nene no quiere hablar, no tiene ánimos para nada y eso que siempre fue un chico muy alegre, de hablar mucho, y ahora es como si se cerrara totalmente. El otro está tratando día a día de entender, me habla, viene con buen ánimo a verme, ahora este último tiempo ha dejado de llorar porque al principio era todos los días una lágrima. Y la bebé es como si no entendiera nada, viene, me ve, me abraza, se pone contenta, el papá le dice “vamos” y se va. Viene las tres veces por semana, y toma teta, porque no ha dejado de tomar teta, y es lo que día a día me da fuerzas para seguir. Ya hace más o menos un mes que estoy mandándoles cartas y gracias a Dios los siento un poco más cerca, o es mi forma de poder estar un poco más cerca de ellos a través de escribirles, de decirles cosas lindas, que los amo, que ellos son mi vida, que mamá va a salir y va a volver a estar con ellos, que más allá de que no podamos recuperar todo este tiempo, que no hemos estado juntos vamos a hacer lo mejor posible.
Elsa: Yo voy a salir y voy a buscar justicia para esta causa que ellos inventaron, voy a poner los abogados que tenga que poner... Porque yo no quiero que mis hijos sean cobardes, no quiero que el día de mañana digan “voy a hacer lo que el Gobierno dice que tengo que hacer porque mi pensamiento me lo callo”. Y mis hijos saben de mis valores, yo sé que saben, porque ya son grandes, porque lo veo cuando me miran, porque hoy por hoy no me dirían como me dijeron el fin de semana pasado, vos quedate tranquila que no hiciste nada malo, no me darían el gusto que me están dando de que se llevaron unas materias en el colegio y están poniendo toda la fuerza, se quedan hasta las dos o tres de la mañana para estudiar e ir al otro día y decir “no, no me la puedo llevar”.

¿Cómo es el trato en la comisaría?
Selva: En las visitas hacen las requisas, sin pudor, no les importa nada. Incluso a los chicos, los desnudan. Les saca la ropa gente extraña que no son ni su papá ni su mamá. Yo le dije a mi marido que si para verme le quieren quitar la ropa a los chicos, prefiero que no vengan. Durante todos estos años hemos tratado de hacer lo mejor para ellos, de cuidarlos física y psicológicamente, para que hoy por hoy nos tiren todo por la borda.

Las mejoras en las condiciones de detención fue uno de los reclamos de la huelga de hambre que hicieron...
Elsa: Sí, estuvimos 19 días en huelga de hambre, desde el 26 de octubre al 12 de noviembre. Lo más difícil fue tomar la decisión de hacerla.
Marcela: Fue por acumulación, nosotras recibíamos un trato pésimo, nos gritaban “piqueteras putas”. Por eso ya habíamos planteado una denuncia y también por la situación del compañero Jorge Mansilla, que se encontraba solo en la seccional 1º.
Elsa: También fue por el tema de la plata, de un sustento económico para las familias de los detenidos, porque nosotros cuando fuimos a reclamar trabajo era porque lo necesitábamos económicamente, nos detienen y nos quedamos otra vez en la vía.
Conseguimos que los señores funcionarios firmaran un acuerdo y ahora desconocen sus propias firmas. Pero nosotras vamos a seguir la lucha. No podemos quedarnos con que estamos presas y que por eso no podemos hacer nada... Tenemos que seguir peleando, porque nuestras familias, nuestros hijos, siguen presos del lado de afuera porque no tienen un sustento económico. No podemos, porque estamos presas, no seguir peleando.
Yo era el sostén de ese hogar donde vivíamos nosotros tres, yo era la que me levantaba a las 5 de la mañana para ir a trabajar, y aunque yo esté presa mis hijos merecen comer todos los días, como se merecen todas las criaturas de este mundo. Mis hijos, los hijos de Marcela, los hijos de Selva, no deben ir a peticionar nada, es nuestra obligación como padres hacerlo.
Selva: La huelga de hambre era el único medio que nos quedaba. Estando acá adentro no tenemos muchas alternativas de lucha, sabíamos que nos estábamos arriesgando. Nadie quería que lo hiciéramos, pero fue decisión nuestra y la familia tuvo que apoyarnos. Hoy ellos todavía nos plantean de que si llegara a pasar algo no volvamos a hacer una huelga de hambre, porque ellos se preocupan mucho. Yo en mi caso les dije que no, que no lo voy a volver a hacer porque ya puse una vez en riesgo mi salud, y yo tengo que pensar que el día que salga de acá tengo tres hijos a los cuales tengo que cuidar.

¿Cambió la situación luego de la huelga?
Marcela: Después de la huelga, cambió un montón la comida, cambió el trato con nosotras, con nuestras familias.
Elsa: Creo que tuvimos éxito en el reclamo y que, más allá de que estemos presas, podemos pelearla y ganarla todavía. Yo pienso que si nosotros fuéramos unos locos ilógicos, irracionales, delincuentes al cien por cien nadie nos hubiera dado cabida, ni la Justicia ni la política.
Selva: Con el tema de los chicos ha cambiado bastante la requisa, se hace como en forma de juego, para que no se sientan mal ellos.

¿Están detenidas con alguien más?
Marcela: Con una chica que está acá por robo, pero es una piba muy buena, un chica chiquita. Justamente está en la situación que no queremos nosotros para nuestros chicos: la situación de la casa los lleva a los chicos a estar en la calle y a buscar lo primero que se les pasa por ahí para olvidarse de lo que pasa en la casa, se olvidan de que no tienen un plato de comida, entonces eso los lleva a usar drogas, a tomar alcohol y los lleva a ir a robar. Van a robar por una necesidad.

¿Se consideran presas políticas?
Marcela: Desde que nos detuvieron nos consideramos presas políticas. No somos presos sociales, como dicen algunos, porque los presos sociales son los que están presos por robar para comer. Nosotras somos presas políticas porque fuimos a reclamarle a un gobierno. Nosotras somos presas políticas porque fuimos contra el modelo, fuimos a reclamar por un modelo de política que no le va a dar trabajo a nadie, que lo único que le quiere dar es un plan social y un bolsón.
Elsa: Somos presas políticas porque nos arrancaron del pleno derecho social que tenemos y nos metieron en un habitación de dos por dos y nos dijeron: “acá te callás”.
A la política que hoy tiene este país no le gusta que le reclames. Desde el gobierno no pueden salir a decir que Argentina va para adelante cuando acá tenemos 250 familias que se están muriendo de hambre, seamos realistas. No pueden decir que en las negociaciones con las grandes multinacionales nos está yendo bien, si las multinacionales se están llevando todo lo que queda de los recursos que tenemos.

¿Sienten que así como están presas ustedes podría haberle tocado a cualquiera de los 250 que fueron a reclamar?
Marcela: Nosotras estamos presas porque dio la casualidad de que nos encontraron, pero pudo haber sido cualquiera. Si nosotros hubiésemos sobrevivido a ese día donde se arrestó a todos nuestros compañeros, no estaríamos acá. Agarraron al que pasó por ahí, una persona llegó sólo a dejar una bolsita de pan y se fue y hoy esa persona es considerado un instigador. Hay otra que ni siquiera estuvo y sin embargo igual está procesada.

¿Las mujeres están en peor situación laboral?
Marcela: A las mujeres las han mandado a las cooperativas donde no ganás nada, les han ofrecido los microemprendimientos que después se quedan con la parva de lo que producen porque no hay dónde vender la producción.
Elsa: Antes de quedar desocupada yo trabajaba en esa pesquera, que hoy por hoy tiene 600 personas trabajando en negro y en condiciones infrahumanas. Me despidieron por peticionar, en esa empresa donde la mayoría éramos mujeres. Yo he visto cómo hacían trabajar a mujeres con embarazos de ocho o nueve meses, en cámaras frigoríficas, a seis grados bajo cero, sin que le dieran ni siquiera la ropa adecuada.

¿Cómo interpretan el protagonismo de las mujeres en la lucha?
Marcela: Tiene que ver con que de repente hoy son más las mujeres que se la bancan. La mujer está cansada de la violencia familiar y encima la violencia que genera el Estado. Se ha tomado un poco de conciencia de esa situación. Por ejemplo, hay una entrevista donde las chicas que hoy están trabajando dicen que están sacando tanta fuerza que el marido no las va a golpear ahora así como así, se genera otro tipo de independencia.
La autoestima hace que hoy la mujer esté parada en otro lugar, ya no está en “pobrecita de mí que me pegan”, sino que cada vez sale más a reclamar. Sabés que si sos fuerte para criar un chico, como los criaste toda la vida, también sos fuerte para salir a pelear por ellos a los gritos. En las manifestaciones de Caleta las voceras éramos cuatro mujeres y un varón. Y el poder está acostumbrado a pactar con hombres.
Selva: De hecho, anteriormente siempre fue con hombres, los desconcertó que apareciera un grupo de mujeres que, además, éramos más intransigentes. El intendente salió a decir que había un grupo de gente intransigente, que no se podía hablar con ellos, porque no aceptábamos los planes. Pero ni siquiera tuvo él el mínimo intento de hablar con nosotros o por lo menos de ofrecernos algo digno. Nos seguía ofreciendo bolsones, y como nosotros le decíamos que no, él nos decía: “están locas, qué se creen, toda la vida han vivido de un plan y ahora qué se les da por levantar la cabeza”. Qué mentalidad corta la de pensar que porque algunas de nosotras nos pusimos a llorar –porque te duele, tenés hijos enfermos, no tenés obra social, no tenés para darles de comer– íbamos a dejar de pedir lo que merecíamos.
Elsa: Y nos merecemos un trabajo genuino. Nos merecemos que se nos pague una jubilación, que tengamos una obra social para llevar a nuestros hijos, y no hacer una cola inmensa en el hospital para que te den un jarabe porque no lo podés comprar. Nos dan el certificado de pobreza que tenés que exhibir, falta que te pongan un cartel que diga: “soy pobre”.




éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


Fuera de cuadro/Caleta Olivia
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:33 PM







Tierra ¿de nadie?

Cuando comenzó a llegar la información –escasa, ínfima- de los sucesos de Caleta Olivia, circulaba también la siguiente versión: “le hacen esto a Kirchner, en su provincia, los de la izquierda, que no comprenden la naturaleza del cambio político en curso”, como si las historias personales y comunitarias, los dramas existenciales debieran acomodarse a lineamientos abstractos de los análisis políticos para ser tomados en cuenta. Pero “fuera de cuadro” las cosas tienen la fuerza de lo real: todo análisis político que quiera servir para algo deberá hacerse cargo de este nuevo protagonismo social que, lejos de detenerse ante consideraciones formales, avanza con la decisión propia de estar atado inmediatamente a la existencia, que no es –como quieren quienes controlan las representaciones mediáticas- la de una mera sobrevivencia, en un presente empobrecido, sino la de una lucha vital que pugna por una nueva relación entre trabajo y comunidad que no esté articulada por el par indivisible de exclusión- explotación.


Caleta Olivia es una de las bocas de salida de toda la explotación petrolera de la Cuenca del Golfo San Jorge. Esto significa que hasta allí llega el crudo extraído en la Patagonia argentina, desde la Cordillera hasta el Atlántico y desde el sur de la provincia de Chubut hasta el norte de la provincia de Santa Cruz; incluso por debajo del océano, donde crecen las plataformas petroleras submarinas.
La principal multinacional que opera en la zona es Repsol YPF SA, que concentra casi el 50% de la extracción de la Cuenca. La segunda es Brittish Petroleum y Bridas, unidas en Pan American Energy, que se quedó con el 24% de la extracción. Es, además, la tierra de Tecpetrol, el alias petrolero del Grupo Techint. Y la anfitriona de las empresas prestadoras de servicios como Halliburton Argentina SA, Western Atlas, Schlumberger SA, Río Colorado-Servoil, Pride International, BJ Services y San Antonio, entre otras. Nombres, todos, que confluyen en una central operativa bautizada con un nombre de fantasía: Termap.
Terminales Marítimas Patagónicas, Termap, es el consorcio que une a las multinacionales del Golfo San Jorge con el objetivo de compartir los costos de instalar la central a donde el crudo extraído se carga en los buques que lo trasladan hasta el Norte. Es decir, representa la gran manguera succionadora del petróleo de la Patagonia. O los colmillos de Drácula.
Dice la página web de esta empresa:
“Termap S.A. opera desde febrero de 1994 las terminales de Caleta Córdova y Caleta Olivia ubicadas en las provincias de Chubut y Santa Cruz, respectivamente, en la República Argentina. Ambas terminales reciben el crudo de los distintos yacimientos de la cuenca del Golfo San Jorge. El petróleo es almacenado y preparado para ser bombeado a los buques tanques, de hasta 160.000 toneladas de Porte Bruto, que amarran en las monoboyas distantes a 3.500 metros de la costa.”
Los dueños de Termap son los dueños de la Cuenca del Golfo San Jorge: la presidencia la ejerce Brittish Petroleum; la vice, Repsol y el tercer escaño lo ocupa el Grupo Techint. En el directorio hay asientos ocupados por las multinacionales Sipetrol (chilena) y Total Austral (francesa), entre otras.
Mensualmente, Termap S.A. recibe de los productores de la Cuenca del Golfo San Jorge un volumen promedio aproximado de petróleo crudo de 1.250.000 m3.
En septiembre de 2004, el barril de petróleo había alcanzado su cotización récord: cincuenta dólares. En ese mismo momento, el fixture global del estratégico mercado petrolero se completaba con los siguientes datos:

• El huracán Iván había paralizado las instalaciones petroleras en el sudeste de Estados Unidos, que representan el 25 por ciento de la infraestructura petrolera de ese país.
• Un grupo armado, acusado de traficar petróleo, amenazaba al gobierno de Nigeria con librar una “guerra total” a partir del primero de octubre y recomendaba a las grandes compañías petroleras extranjeras que se fueran de la región. El grupo anglo-holandés Shell anunció el cierre de una estación de bombeo que produce 28.000 barriles diarios debido a la inseguridad en la región.

Los dos hechos, producidos en lugares y por razones tan dispares, fueron comentados por el Ministerio de Finanzas de Alemania. Sus portavoces dijeron que, según el FMI, “la economía global estaba en serio riesgo”.
En tanto, en Termap puede constatarse qué lugar ocupa Caleta Olivia en este contexto. Durante la toma, dos enormes buques tanques –el Cabo Tamar y el Ingeniero Silveira– esperaron anclados a dos millas de la costa y “voceros” de las multinacionales petroleras –nunca identificados por la prensa– anunciaban en los diarios que esas compañías estaban “al borde de paralizar la producción en los yacimientos, porque ya no hay capacidad de almacenamiento al estar tomada Termap, por donde sale crudo a los buques.”
Ahora la Gendarmería Nacional custodia que la transfusión de recursos se realice sin sobresaltos. El predio de Termap fue reforzado con alambre de púas y hasta la intendencia de Caleta Olivia tiene vedado el ingreso a la planta. Un concejal declaró a la prensa luego de una reunión con las autoridades de la empresa:
“Termap entiende que el municipio no tiene ningún tipo de injerencia sobre la situación y no permite, ni permitiría, el ingreso de los inspectores municipales para verificar los sistemas de seguridad y el cumplimiento de reglamentaciones de medio ambiente que rigen este el municipio. Es como una tierra de nadie que se gobierna por una empresa dentro de la ciudad.”




éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


Fuera de cuadro/La escalda judicial
Por reenvío lavaca.org - Monday, Dec. 20, 2004 at 4:34 PM







La escalada judicial

“Con el Código Penal en la mano hay que hacerles sentir la autoridad a quienes se están equivocando de camino”.
Aníbal Fernández, Ministro del Interior, octubre de 2003

El discurso judicial que criminaliza la defensa de derechos encuentra su origen en los fallos de primera instancia dictados para perseguir a los integrantes de la Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi, Salta, quienes fueron los primeros en enfrentar a las multinacionales petroleras para exigir puestos de trabajo. En esos fallos, los jueces no se limitaron a procesar a los desocupados, sino que avanzaron sobre las restricciones a su organización: les prohibía expresamente participar de cualquier tipo de reunión convocada por la UTD, en particular, y de manifestaciones públicas, en general.
La lógica de estas restricciones fue ampliada y explicitada en el fallo de la Sala I de la Cámara de Casación Penal cuando tuvo que determinar la apelación presentada por el caso de la docente de Bariloche Marina Schifrin, condenada en primera instancia a tres meses de prisión en suspenso por participar en un corte de ruta en defensa de la escuela pública. En ese fallo, el tribunal debía determinar si la docente había infringido el artículo 194 del Código Penal (“impedir o entorpecer el normal funcionamiento de los transportes por tierra y aire”), la figura con la que se intentaba criminalizar los piquetes. Los abogados de Schifrin habían alegado su derecho a peticionar a las autoridades, establecido en el artículo 14 de la Constitución Nacional, argumento que le permitió a la Cámara razonar de la siguiente manera: “Las quejas o reclamos de los manifestantes podrían seguramente estar guiados por nobles propósitos sociales y humanitarios”, pero las vías elegidas “no son el medio apto para reclamar”.
Así estableció claramente cuál era el límite que intentaba restaurar entre lo legal y lo ilegal:
“Lo que afirma el artículo 22 de la Constitución Nacional es que la única forma legítima y verificable de la expresión soberana del pueblo, es el sufragio. Por medio de éste, el pueblo rechaza o acepta las alternativas que le propone la clase política. Este artículo rechaza la anarquía del populismo y el autoritarismo de derecha o de izquierda, así como cualquier intento de quebrantamiento del sistema constitucional y de las instituciones políticas. Otros tipos de presunta expresión de la voluntad popular, distintos del sufragio (tales como reuniones multitudinarias en plazas o lugares públicos, encuestas, huelgas, lock-outs u otros medios de acción directa, vayan o no acompañadas por las armas, etc.) no reflejan realmente la opinión mayoritaria del pueblo, sino a lo sumo, la de un grupo sedicioso”.
Al justificar esta relectura de los derechos civiles, el tribunal afirmó:
“Desde hace unos años se ha iniciado una forma de protesta social consistente en diarios cortes de ruta y caminos en todo el territorio, a veces espontáneos y circunscriptos localmente y otras organizados a nivel nacional por los grupos denominados “piqueteros”, cuyos dirigentes entienden que el corte de ruta es la manera idónea de llamar la atención de las autoridades acerca de demandas de trabajo, alimentación, educación, salud, etc., cuya legitimidad no está puesta en discusión. Esta forma de expresarse provoca innegable violencia, pues entra en colisión con el derecho de otras personas a transitar libremente, ejercer el comercio, trabajar en libertad, vivir con tranquilidad y seguridad y preservar su propiedad. (...) No parece discutible que comportamientos tales hallan adecuación típica en normas del Código Penal y no debería dudarse que la inacción, la inoperancia o el apartamiento de la ley por parte de quienes estamos obligados a aplicarla constituye una formidable contribución al caos, la anarquía y la destrucción de los derechos”.
Con idéntica lógica y letra se pronunció la Sala II de la Cámara de Casación Penal en el caso de los trabajadores ferroviarios acusados de cortar las vías del tren durante una manifestación de reclamo gremial.
En los hechos, estas doctrinas intentaron darle un marco jurídico-político a las primeras causas que alcanzaron los tribunales de segunda instancia, post 19 y 20 de diciembre. En tanto, en el primer escalón judicial –los juzgados de instrucción penal- se acumulan más de 5.000 procesos abiertos como consecuencia de la protesta social.
Así las cosas, el fallo dictado por la jueza Silvia Ramond en la causa de los detenidos en la protesta frente a la Legislatura porteña contra la sanción del Código Contravencional marcó un punto de inflexión: por primera vez se le aplicaron a los detenidos delitos no excarcelables, forzando figuras jurídicas para retenerlos en prisión. Este fallo fue confirmado por la Sala V de la Cámara de Apelaciones. Los abogados defensores habían argumentado en su apelación que entre las escasas pruebas esgrimidas por la jueza para condenar a los manifestantes estaban los testimonios de los mismos policías que habían efectuado su detención. Sobre este argumento la Cámara razona del siguiente modo: “tal suposición aparece como arbitraria pues carece de sustento alguno. Además, de continuar tal línea de razonamiento, este expediente constituiría una edificación de mentiras”. Acepta como prueba, también, el mero hecho de que los imputados hayan reconocido haber participado de la manifestación. “La presencia en el lugar constituye importante señal en orden a ponderar la participación responsable, ya que es innegable que los presentes pertenecen al círculo de los posible autores”. Y para resumir la aplicación de los delitos que le imputan a los detenidos (coacción agravada, privación ilegítima de la libertad, daños y resistencia a la autoridad), el fallo esgrime: “el descontrol generado fue claro y el objetivo común de los procesados también”.
Poco después, otro combo de delitos fue aplicado por el juez Marcelo Bailaque, del Juzgado Provincial de Instrucción Nº 1 de Caleta Olivia, luego de las protestas en la Municipalidad y Termap. Tres hombres y tres mujeres fueron acusadas de “usurpación con impedimento de funciones públicas”, “privación ilegítima de la libertad y daños”, “usurpación” y “entorpecimiento de la actividad económica”. Esta última es una figura especial del Código Penal y el juez de Caleta tiene el curioso mérito haberla aplicado por primera vez.
El artículo 174, inciso 6, comprende a quien “maliciosamente afectare el normal desenvolvimiento de un establecimiento o explotación comercial, industrial, agropecuaria, minera o destinado a la prestación de servicios; destruyere, dañare, hiciere desaparecer, ocultare o fraudulentamente disminuyere el valor de materias primas, productos de cualquier naturaleza, máquinas, equipos u otros bienes de capital”. Y lo notable es que fue uno de los pocos puntos sobrevivientes de la Ley de Subversión Económica –derogada por presión del FMI-, pensada no para controlar a los trabajadores sino para evitar el vaciamiento y el lock out de los grandes empresarios. Incluido en el capítulo “estafas y otras defraudaciones”, esta peculiar interpretación, es utilizada a favor de quienes deberían ser controlados por la normativa. Lo que, además, deja explicitada la vinculación entre las políticas económicas y las represivas.
Cada uno de los cargos, por sí solo, no alcanza para dejar en prisión a los detenidos: es su sumatoria lo que impide que sean excarcelables, tal como lo determinó no solo Bailaque sino también el juez de Recursos Miguel Angel Meyer quien confirmó el procesamiento con prisión preventiva de los seis como “probables responsables coautores de los delitos”. Tan solo la “probabilidad” alcanza –según los magistrados- para privarlos de su libertad. Todas las argumentaciones con que desestiman los argumentos de los abogados defensores están basadas en informes de la Brigada de Investigaciones.
Hasta aquí, la letra judicial. La música, en cambio, hay que buscarla en la política diseñada por el gobierno de Néstor Kirchner para enfrentar la protesta social. Lo resume este artículo publicado en el diario Página/12 el 26 de octubre de 2003, firmado por el periodista Sergio Moreno. Dice lo siguiente:
“La táctica del Gobierno para finalizar con la protesta piquetera se sostiene en una activa campaña sobre la opinión pública. En la Rosada quieren que la población se entere de que, desde el Estado, se están realizando esfuerzos para reinstalar a los desocupados en la cadena de la economía, en un nuevo puesto de trabajo, producto del keynesiano aporte estatal para la obra pública. El convencimiento de la gente de que la faena marcha de esa forma es crucial, no sólo como propaganda oficial, sino también para avanzar después sobre los piqueteros más intransigentes o, al decir de la Rosada, “ideologizados, esos que protestan contra el ALCA, o el imperialismo, o la guerra en Irak”, chicanean.
Un contertulio de este diario, cotidiano confidente presidencial, ensayó ante Página/12 cómo debería terminar el asunto, según los planes oficiales. “Cuando todo esto ocurra, cuando estén los trabajos y se repartan entre los desocupados, entonces ahí sí vamos a pedirles a los piqueteros que queden dando vueltas que salgan de las rutas y de las calles”, dijo el funcionario.
–¿Y si no lo hacen, qué pasará? – quiso saber este diario.
–Ahí les aplicaremos el Código Penal”.



éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario