BOLIVIA EN LA ENCRUCIJADA.
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Monday, Jan. 24, 2005 at 9:46 PM
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La lucha de clases en Bolivia en una
nueva fase |
La revolución obrera
y campesina es la única alternativa |
Autor : Demian
Marcos Fecha : ( 24-Enero-2005 ) Categoria : Bolivia
|
i bien
en el último tramo del 2004 logró, aunque precariamente, disimular
su debilidad y tirar para adelante la crisis política, el presidente
Mesa empezó el 2005 con Bolivia paralizada por la lucha de obreros y
campesinos, a pesar de sus amenazas de renunciar si se producían
incidentes y de su confianza en el apoyo de las clases medias.
El 30 de diciembre, un día antes de la fiesta de año
nuevo, el gobierno dispuso un aumento en los combustibles, gasolina
y diesel, en una escala que va desde el 10 al 23%. Al mismo tiempo,
la patronal de Santa Cruz de la Sierra, la zona más rica del país
con el 27% del PBI y el 52% de las exportaciones, con inmensos
recursos de petróleo y gas, se subió al caballo de la lucha de las
masas “oponiéndose” al alza en los combustibles y pidiendo la
renuncia de Mesa, pero dirigiendo la lucha hacia su propio interés
de clase: la “autonomía” de Santa Cruz.
Intenta así
meter una cuña entre los trabajadores y campesinos bolivianos,
dividirlos, y desviar los verdaderos objetivos que el proceso
revolucionario está planteando urgentemente a la vanguardia obrera y
campesina. Atomizando a la única fuerza social viva de Bolivia, la
burguesía cruceña quiere llevar a cabo, no un reclamo histórico de
las masas populares -imposible de solucionar bajo este sistema- sino
la regeneración de su poder social, salvarse a sí misma como clase
explotadora e instaurar la dictadura abierta de la oligarquía
petrolera.
La lucha de masas marca el camino
“El fin de las subvenciones y el aumento de
precios de los carburantes habían sido exigidos por el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial como requisitos para
facilitar apoyo crediticio a las anémicas finanzas públicas.
Anualmente, el Estado boliviano pagaba un subsidio a las petroleras
extranjeras de alrededor de 80 millones de dólares, monto que ahora
deberá ser abonado por los consumidores.” (Econoticias,
6/1/05)
Inmediatamente, esta medida electrificó la
bronca de la clase trabajadora y de las capas oprimidas bolivianas
que se lanzaron a la calle con sus organizaciones, formando
asambleas en las barriadas, principalmente en el Alto y Santa Cruz,
la cuarta y la segunda ciudad en cantidad de pobladores del país.
Haciéndose eco del resurgimiento de la bronca popular, las Fejuves,
la COB y otras organizaciones gremiales e incluso patronales como en
Santa Cruz, lanzaron una huelga general e indefinida a partir del
lunes 10, que doblegó en la practica parte de los planes de Mesa y
el imperialismo.
Mesa se permitió esta “audacia”, no
sólo por la presión del imperialismo, sino también por una visión
totalmente distorsionada de la correlación de clases actual. Pensó
que el referendo sobre los hidrocarburos fue un “triunfo rotundo” y
una mordaza a los pedidos de obreros y campesinos, que de la mano de
las tramoyas legales era posible descarrillar los reclamos de las
masas. Se ha equivocado: cada nueva coyuntura de la lucha de clases,
planteará una y otra vez los objetivos que la revolución boliviana
todavía no ha alcanzado.
Si con los resultados de las
elecciones municipales en la mano, pensó en celebrar el supuesto
desprestigio de las alternativas de izquierda, y con el avance de
los “independientes” -en realidad, viejos políticos burgueses que no
pueden utilizar sus partidos tradicionales por estar totalmente
desacreditados-, se auguraba un 2005 en paz social, se ha
equivocado: con una abstención de casi el 40%, lo que demostraron
las elecciones es por un lado la división de la clase dominante y el
descrédito de sus partidos tradicionales, y por otro, la falta de
una herramienta política por parte de obreros y campesinos que los
agrupe y cohesione para presentar batalla en todos los campos de
lucha.
El “impasse” en la lucha de masas dio un giro
copernicano con esta huelga, demostrando el equilibrio inestable de
la política boliviana. Tan brusco el cambio, que Evo Morales, otrora
aliado de Mesa, pidió que se recorte el mandato de Mesa y nuevas
elecciones.
Al compás de la lucha contra el
“gasolinazo” y su consecuencia lógica, el aumento en los precios de
los productos básicos, las consignas por la nacionalización de los
hidrocarburos y la renuncia de Mesa ganaron la calle.
En el Alto, la ciudad más pobre y combativa de
Bolivia, las Fejuves y organizaciones gremiales y de campesinos
entablaron una huelga indefinida a partir del lunes 12 “contra del
alza de los carburantes, por expulsión de Aguas del Illimani por
haber prestado un deficiente servicio en El Alto, rechazo a la
inmunidad de los súbditos estadounidenses, la instalación de gas a
domicilio, encarcelamiento del ex presidente Gonzalo Sánchez de
Lozada y sus colaboradores por genocidio”. La Paz estuvo bloqueada y
aislada por los cortes de ruta.
Bastaron solamente
tres días de huelga general e indefinida, con bloqueos y cortes de
ruta para que el gobierno de Mesa cediera, parcialmente, a las
demandas populares. Una movilización de 50 mil obreros y campesinos
alteños encabezada por la Fejuve y la Central Obrera Regional,
marchó a La Paz festejando el resultado de la presión popular: al
débil y ajetreado gobierno Mesa no lo quedó otra opción que
reincidir el contrato de Aguas de Illimani, subsidiaria de la
francesa Lyonnaise des Eaux. Como en 2000 en Cochabamba, cuando se
expulsó a la trasnacional Bechtel-Aguas de Tunarí, solo es posible
avanzar y presionar a los capitalistas luchando en las calles.
Sin embargo, lo que busca el gobierno con esta medida
es intentar desinflar las luchas que lo tienen acorralado. La lucha
de clases le impuso esta medida para nada congruente con los
intereses que defiende el presidente Mesa. En este sentido, el
levantamiento de las medidas de fuerza por parte de la Fejuve y la
COR, repiten en pequeña escala los mismos errores que se vienen
sucediendo desde la caída del Goñi, aunque la situación de obreros
fabriles que no cobran si no trabajan y un alto porcentaje de los
trabajadores cuentapropistas que tampoco pueden entrar en huelga,
amaine el contenido “político” del levantamiento. Pero en el fondo
es una cuestión de perspectivas, la pregunta es después de Mesa
¿Qué?
Según el dirigente de la Fejuve de El Alto,
Abel Mamani, “Con la expulsión de Aguas del Illimani hemos ganado
una batalla, ahora nos toca formar una empresa del agua
autogestionaria, horizontal y con participación de los ciudadanos
para beneficiar a los sectores más empobrecidos; además debemos
seguir luchando hasta derrotar a este sistema"”
Por
otra parte, la unidad en la lucha de los diferentes sectores obreros
y populares aseguran la fuerza necesaria para imponerle al gobierno
que la caída del contrato de la trasnacional se convierta en un paso
directo hacia el control y gestión del servicio por parte de los
trabajadores y usuarios, que en vez de lucrar a expensas de los
explotados se ponga en practica un funcionamiento que se atenga a
las necesidades populares. Las luchas obreras y campesinas que
vienen sacudiendo a Bolivia demuestran precisamente que los
trabajadores y campesinos pueden controlar su propio destino. Es el
camino señalado por la insurrección de Octubre.
En el
mejor de los casos, el levantamiento de las medidas de fuerza es un
poco de oxigeno para un enfermo asfixiado por las contradicciones de
la clase a la que sirve y por la enorme presión que esta imponiendo
desde abajo la clase explotada, y por las presiones a las que está
sometido tanto el gobierno de Mesa como las Fejuves y las
organizaciones populares. No hay margen para asegurar una “paz
social” duradera. La debilidad del gobierno de Mesa es palpable y se
profundiza, pero hace falta una alternativa propia de los
trabajadores y campesinos que termine con el régimen actual.
“Las demandas pendientes de El Alto serán analizadas
por comisiones que serán conformadas de inmediato por funcionarios
de gobierno y dirigentes cívicos y laborales, según dijo Abel
Mamani, presidente de la Fejuve, quien aseguró que el "cuarto
intermedio" sólo era una pausa y que la huelga sería retomada si no
eran atendidas las demandas de El Alto” (Econoticias,14/1/05)
El aumento de los combustibles, que afecta
directamente el ya vapuleado poder adquisitivo de las masas, todavía
no está anulado y Mesa afirmó que es “irreversible”. Hay que
imponerle la anulación por el camino de la huelga general y de la
lucha. La solución apunta directamente a la nacionalización bajo
control obrero y popular de los hidrocarburos.
El
Alto y Santa Cruz: dos caras del mismo proceso
Mientras El Alto se ha convertido en la
vanguardia de las luchas obreras y populares, en el epicentro de la
revolución, Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más rica del país,
donde también existieron huelgas y movilizaciones, muestra una
dinámica política propia, cuya diferencia radica en el contenido
político de clase del movimiento.
Un país destrozado
por el saqueo imperialista, donde la cuestión nacional-indígena es
imposible de resolver bajo el dominio del capital y se presenta como
una herida abierta en la sociedad boliviana, inevitablemente
desencadenará fuerzas centrífugas que amenazan con desmembrar el
país gracias a la manipulación descarada por parte de la burguesía
de la cuestión de las “autonomías”, cuya voz cantante de un tiempo a
esta parte es la burguesía cruceña. En Tarija y en Santa Cruz se
formaron “comités cívicos” que bregan por una Asamblea Constituyente
o un referendo para permitir la autonomía de esos departamentos, los
más ricos en petróleo y gas.
El “Comité Pro Santa
Cruz”, compuesto de organizaciones patronales, gremiales y vecinales
ahora se aboca a una “huelga de hambre”.
“En Santa
Cruz, el departamento más próspero y grande de Bolivia, se realizó
la semana pasada un paro total de dos días en protesta por el alza
de los combustibles, que se cree que va a afectar negativamente a la
competitividad de la industria y la agricultura de la región. El
ayuno también fue secundado por grupos de estudiantes universitarios
y obreros de fábricas que apoyan las reivindicaciones planteadas por
la organización cívica. Las medidas de presión cuentan con el apoyo
de las patronales Cámara Agropecuaria del Oriente, Cámara de
Industria, Comercio, Servicios y Turismo y la Asociación de
Productores de Oleaginosas. Adicionalmente, el Comité Cívico informó
de que han reunido 493.000 firmas para solicitar a la Corte Nacional
Electoral la convocatoria de un referéndum sobre autonomías
departamentales en abril próximo.”(EFE, 17/1/05)
Según el líder del Comité Cívico, Rubén Costas su
región reclamó, por medio de una paro general entre martes y
miércoles, "contra el desgobierno, el caos y la anarquía impuestas
desde los centros de privilegio", en alusión a los reclamos sociales
en La Paz y El Alto oídos por Mesa. En medio de pedidos de autonomía
regional, exigió soluciones a la crisis económica y que no se siga
gobernando a espaldas del pueblo. (La semana digital,
15/1/05)
En boca de la burguesía y de los sectores
explotadores, la “autonomía” esconde el frío y calculado interés de
clase capitalista, diametralmente opuesto a lo que entienden
históricamente las masas por “autonomía”, una mejora sensible tanto
material como espiritual de los sectores oprimidos.
El gobierno de Mesa tiene serios inconvenientes para
contener y encauzar a los trabajadores, que a pesar de no contar con
una dirección consciente y revolucionaria, no cesan de luchar por
transformar su situación de miseria a la que están confinados tanto
obreros como campesinos. La división de la clase dominante torna
imposible volver a la vieja y cómoda hegemonía sobre trabajadores y
oprimidos. Un gobierno débil y raquítico obligado a ceder
parcialmente a los reclamos populares, incentiva a la patronal
cruceña a “tomar” una reclamo histórico que revela la opresión de
los pueblos indígenas cultural y socialmente, para una vez en sus
manos, esconder la opresión de clase, disfrazarla, y a la vez
intentar recrearse una base social después del pavoroso Octubre.
El 21 de enero, en medio de una manifestación, el
vocero de la patronal convocó para el próximo viernes a “un cabildo
abierto para formar el primer gobierno autónomo de Santa Cruz”.
"La institucionalidad cruceña -dijo- ha decidido
continuar con la determinación trascendental para nuestro futuro, de
convocar al segundo cabildo de este siglo, a realizarse el próximo
28 de enero, para poner a consideración del pueblo cruceño la
conformación del primer gobierno provisional autónomo del
departamento".
Costa agregó que el gobierno que
apruebe el cabildo, dentro de una semana, "entrará en funcionamiento
en forma inmediata, dando así inicio a una nueva época en la
historia de Santa Cruz y de la República" boliviana. (El
Tribuno, 23/1/05)
No se puede caer en esta
trampa. No se puede esconder que por más legitimo que se considere
el reclamo de autonomía por parte de las comunidades indígenas
secularmente oprimidas, en la situación actual de polarización
social entre las clases, la patronal cruceña aprovecha esa consigna
y la toma en su propio beneficio. Está haciendo todo lo posible para
adormecer y dividir a los trabajadores, poniéndolos unos contra
otros y embolsarse fabulosos beneficios, no permitiendo el reparto
de las riquezas de esta privilegiada región (con grandes recursos
forestales y agroindustriales además de los hidrocarburos).
La burguesía cruceña, y en menor medida la clase
dominante en Tarija, hace rato que vienen insistiendo en la
“descentralización” del Estado. Eso no puede significar más que la
desmembración del país y la división de los trabajadores y
campesinos pobres, y en su lugar no sobrevendría sobre la tierra la
emancipación nacional de los pueblos originarios ni su
autodeterminación, sino la sujeción de las masas a un aparato
represivo “autónomo” que mantendría en la miseria ignominiosa a los
trabajadores. Y por otro lado, la “autonomía” de Santa Cruz es su
traspaso abierto a la orbita directa del imperialismo.
Nadie duda de la existencia de un sentimiento genuino
en los trabajadores, campesinos y jóvenes, que honestamente
identifican la “autonomía” con una mejora de sus condiciones
materiales, para acabar con años de desprecio a su cultura y lengua.
Pero este reclamo es progresivo en la medida que atente contra el
principal enemigo, los capitalistas, y sirva para movilizar y
unificar a las masas en su lucha por la emancipación social de los
explotados.
El problema de la autonomía no radica en
sí misma, sino en quien será la clase económica y socialmente
dominante el “día después”, a dónde irán los frutos del trabajo
social, quién se enriquece con la exportación del petróleo, quiénes
tendrán la propiedad de la tierra.
El capitalismo en
Bolivia está herido de muerte, y con él su instrumento de opresión,
el Estado burgués. Pero no va a caer solo, y en su decadencia
amenaza con multiplicarse en varios estados explotadores que
continúen desangrando al proletariado. La única alternativa real
para los pueblos originarios, para el desarrollo de su cultura y el
respeto a sus derechos democráticos, pasa precisamente por la
revolución socialista, por un gobierno obrero y campesino armado de
un programa de transición al socialismo, un gobierno de la
aplastante mayoría del país sin necesidad de oprimir y explotar,
donde las palancas fundamentales de la economía estén al servicio de
obreros y campesinos, y no para asegurar y reproducir la existencia
de una clase social que sólo nos traerá explotación y hambre.
A los intentos de la burguesía cruceña en particular,
y de la clase dominante en general, los trabajadores y campesinos
pobres deben oponerle la unidad de clase en su lucha por transformar
la sociedad.
Mesa se tambalea y amenaza: hay que
voltearlo.
El gobierno de Mesa debilitado por la
lucha de clases, pretende ahora combinar el garrote y la zanahoria.
Mediante un decreto, el gobierno habilitó la intervención de las
Fuerzas Armadas en los conflictos internos, “cuando los mecanismos
de negociación y la acción preventiva de la Policía Boliviana hayan
sido rebasados, y bajo instrucción precisa del Presidente de la
República.”
Este “decreto” no hace otra cosa que
poner sobre el tapete la debilidad del gobierno y, en esta
situación, el inestable dominio de los opresores. Haciendo
intervenir a las Fuerzas Armadas y firmar sus reclamos, quiere
aparecer como un hombre “fuerte” y dispuesto a llegar hasta las
últimas consecuencias, por decirlo de alguna manera, es un aspirante
a caricatura de “Bonaparte”. Según Bolivia.com “Los militares, desde
los sucesos del 2003, exigieron al Gobierno la aprobación de este
decreto, para evitar que el total de la responsabilidad de su
accionar en tiempos de conflicto recaiga exclusivamente en sus
efectivos.”
En está situación explosiva, Mesa llama a
la “unidad nacional” pero deja sentado que la cuestión de las
autonomías debe dirimirse en una Asamblea Constituyente, se habla de
la supuesta presencia del derrocado Lozada atizando a la reacción
cruceña, de los planes de renuncia de Mesa y de convocar a
elecciones, y corren los infaltables rumores sobre un golpe de
Estado. El problema no es saber qué grado de verdad o mentira existe
en lo que se “filtra” en la prensa burguesa, sino que en la medida
en que los trabajadores no entren en la lucha de manera
independiente y con sus propios objetivos, el capitalismo buscará
cualquier hendija para mantenerse “vivo”.
Sin ningún
tipo de apoyo social, con el odio de obreros y campesinos, ahora con
la “oposición” de Evo Morales, sin poder de despegarse de la
patronal imperialista y sin tener la fuerza suficiente para
disciplinar los apetitos de la burguesía cruceña, Mesa es un
equilibrista a punto de caer.
Pero el destino y las
aspiraciones de los trabajadores y campesinos dependen de que lado
caiga: el gobierno no puede reconstruir la dominación de la
burguesía más que con una dictadura sobre los trabajadores, a partir
de una derrota en la lucha por terminar con el hambre y la miseria.
Creer que la situación actual puede mantenerse
indefinidamente es una utopía. El problema es qué hacer después de
Mesa, porque mantener a los trabajadores y campesinos en un estado
de lucha constante, sin ninguna alternativa que plantee la cuestión
del poder, de quién manda en la sociedad boliviana, es un peligro
constante porque esa unidad que las masas exhiben en la lucha, en
las huelgas, movilizaciones y cortes de rutas, ante una coyuntura
decisiva como en Octubre, tiende a desgajarse y dispersarse de
acuerdo a la política de las organizaciones y direcciones que
encabezan cada sector.
Si Mesa no cae, y con él todo
el bendito régimen burgués, la razón no está en la debilidad de las
masas populares ni en la fortaleza de la burguesía, sino que radica
en la situación política actual de los trabajadores. Agrupados en
diferentes organizaciones políticas, sindicales, vecinales, cada una
con una concepción distinta y que muta en cuestión de días, sin un
programa claro y orientándose empíricamente ante cada nueva
coyuntura, impiden por el momento que se abra paso una salida
colectiva, que plantee el control democrático de la sociedad por
obreros y campesinos, la nacionalización de las palancas
fundamentales de la economía capitalista bajo control obrero y
popular y todas las medidas sentidas por las masas populares, desde
salariales hasta los problemas barriales. Forjar este programa de
transición al socialismo es la apremiante tarea de los trabajadores
y campesinos que están en la vanguardia de la lucha de clases.
Los problemas políticos que obreros y campesinos
bolivianos tienen ante sí, radican en gran parte en la ausencia de
una organización política revolucionaria. La lucha de clases está
avanzando hacia un punto de no retorno. La gran experiencia de lucha
que están acumulando los trabajadores es la materia prima que
posibilitará superar la situación actual.
La única
alternativa es la revolución socialista
La lucha
contra el “gasolinazo” apunta directamente a la propiedad privada de
los hidrocarburos, y a dar solución al saqueo imperialista que sufre
el pueblo boliviano. La lucha contra los planes reaccionarios de la
patronal cruceña debe encontrar a los obreros y campesinos pobres en
la misma trinchera, contra sus patrones y contra el sistema que
perpetúa su miseria. La revolución de los explotados, encabezada por
la clase obrera unida con los campesinos pobres, para poner todas
las palancas productivas que hoy están en las manos de pocos al
servicio de la mayoría obrera y campesina, para darle una solución
revolucionaria y verdaderamente democrática al cuestión indígena, es
el único antídoto para una futura dictadura sangrienta y la
desmembración del país. No hay otra salida a la barbarie del
capitalismo.
En la nueva fase vertiginosa de la lucha
de clases, no se le puede dar respiro a Mesa en vistas de las
“instituciones” o de la “preservación” de la democracia capitalista.
Son estas “instituciones” y esta “democracia” meros elementos para
garantizar la propiedad de los capitalistas y para mantener en la
opresión al pueblo, y han llevado a la miseria a los trabajadores.
La diferencia entre Mesa y la burguesia cruceña reside en las
diferentes estrategias de la clase dominante para mantener la
explotación y sus privilegios. Mesa no representa la ”democracia”
sino el intento desesperado de la burguesía por amordazar y derrotar
a los trabajadores evitando provocar un estallido revolucionario,
tratando de que las cosas “se arreglen con el tiempo”. La patronal
cruceña no representa ni la “autonomía” ni la “autodeterminación” de
los pueblos indígenas, sino el rostro más feo y reaccionario de una
patronal dispuesta a todo para mantener sus privilegios.
La situación está imponiendo un frente único de las
organizaciones de masas, sindicatos, Fejuves, estudiantiles y
campesinas para desbaratar los planes reaccionarios y avanzar con la
derrota del “gasolinazo” y por la nacionalización bajo control
obrero de los hidrocarburos. Un frente único que oponga tanto a los
planes de “autonomía” como a la continuidad del régimen capitalista
la unidad de trabajadores y campesinos sobre toda consideración que
esconda que al verdadero enemigo: el capitalismo y el imperialismo.
Las bases obreras de la COB, las bases populares de las Fejuves y de
las organizaciones en lucha deben votar y hacer cumplir los planes
de lucha, que propongan desde abajo un programa de salida obrera y
popular a la crisis capitalista. Que sirva como un dique para
enfrentar a la patronal imperialista y a la patronal cruceña, y
retome el camino de Octubre.
Ese seria un enorme paso
adelante, aunque no agotaría los problemas del proletariado
boliviano. Pero en la lucha y por la lucha, poniendo en práctica los
programas y concepciones de las organizaciones de masas, los
elementos más avanzados que están en las fabricas, en los campos y
en las universidades avanzarán con pasos de gigantes hacia las
tareas planteadas por el proceso revolucionario.
Este
frente único no puede quedarse solamente en acuerdos de cúpulas de
las organizaciones, sino extender asambleas obreras y populares por
todo el país que le sirvan de asidero. Es el momento de prepararnos,
de sacar las conclusiones de Octubre, de fomentar, organizar y
generalizar organismos que sirvan de base para una futura democracia
obrera, que voten un plan de lucha para derribar a Mesa y al régimen
burgués.
Tanto las Fejuves, la COB, como otras
organizaciones de masas, tienen una responsabilidad enorme. La
experiencia demuestra que fue, es y será un error darle una tregua
al gobierno cuando la correlación de fuerzas es favorable a los
explotados, que la única forma de garantizar el triunfo es agrupando
a los trabajadores y campesinos independientemente de la burguesía
“opositora”. En sí mismas, las treguas develan no tanto la cobardía
personal de los dirigentes sino la falta de un programa
revolucionario para hacer avanzar a Bolivia por medio de la lucha de
clases.
La consigna de la Asamblea Constituyente
-como insistimos desde el inicio del proceso revolucionario- resultó
ser totalmente inicua e incluso reaccionaria. Ahora para todos está
claro que la burguesía se abraza a ella, no sirve ni sirvió para
otra cosa que para oscurecer los verdaderos objetivos de la lucha de
clases, dándole una tregua que la burguesía está aprovechando.
Por otra parte las diferencias entre obreros o
campesinos cruceños, collas y aymaras son artificialmente impulsadas
por el imperialismo, los terratenientes y los empresarios que, ante
el temor a la unidad de los explotados, las utilizan para poder
seguir manteniendo la explotación y sus ganancias. La diferencia
fundamental es entre explotadores y explotados, allí radica la base
del sistema capitalista, y de ella se desprenden dos opciones para
el futuro de Bolivia: o la revolución obrera y campesina o una
despiadada contrarrevolución capitalista.
Todos los
trabajadores y campesinos pobres del mundo, conscientes de que la
lucha de nuestros hermanos de clase bolivianos es nuestra lucha,
confiamos plenamente en su capacidad revolucionaria para transformar
la sociedad, como inicio de la revolución socialista andina,
latinoamericana e internacional.
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