RECORDANDO A JULIO ANTONIO MELLA
Por EL MILITANTE -
Monday, Jan. 31, 2005 at 10:19 PM
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JULIO ANTONIO MELLA |
UN ESBOZO DE
BIOGRAFÍA POLÍTICA |
Autor : David García
Colín Fecha : ( 29-Enero-2005 ) Categoria : Cuba
|
ulio
Antonio Mella nació en Cuba el 25 de marzo de 1903. Su historia es
la de un digno e íntegro representante de las aspiraciones más
profundas del pueblo trabajador de la patria que lo vio nacer. Pero
además de ello Mella fue, y lo sigue siendo aún, un firme pilar en
la construcción y el desarrollo del movimiento marxista de toda
América Latina. Sus ideas y sus acciones, guiadas por los postulados
del marxismo, no sólo lo trasformaron en un hombre que jamás
claudicó ante la persecución, el encarcelamiento y el destierro,
sino que también lo empujaron a jugar un papel en la primera línea
de la lucha de los trabajadores por un vida mejor a la que les
ofrece el capitalismo, ganándose con ello el odio más iracundo de la
burguesía.
Julio Antonio Mella fue cobardemente
asesinado el 10 de enero de 1929 en México. Su vida, aunque fue
corta, fue suficiente como para dejar un gran legado
internacionalista para todos aquellos que, al igual que él, estamos
plenamente convencidos de que solamente mediante la acción conciente
del proletariado latinoamericano guiado por un programa de
independencia de clase podrá ser erradicada la miseria que azota a
nuestras diferentes naciones producto de las garras del imperialismo
y sus degenerados socios locales: los empresarios, banqueros y
terratenientes.
Las ideas que defendió y por las que
murió Mella hoy están más vigentes que nunca. En este nuevo
aniversario de este gran hombre, los trabajadores y jóvenes tenemos
que transformarlo en una oportunidad para recuperar su aporte al
movimiento marxista latinoamericano y emplearlo como un referente
con acciones políticas concretas en el día a día de la lucha de
clases. No puede haber otro homenaje mejor para Mella. El presente
escrito espera ser una contribución en ese sentido.
CONTEXTO HISTÓRICO: CUBA CAMBIA DE AMO
A pesar de haber obtenido su independencia formal
en 1898 mediante un heroico levantamiento revolucionario encabezado
por José Martí, Cuba se liberó del yugo Español para caer en las
garras del naciente imperialismo norteamericano, en una época en que
el capitalismo estaba en el umbral de su etapa imperialista: el
globo terráqueo sería dividido como botín por las potencias
capitalistas. “Cuba fue libre de España, en lo económico” nos dice
Julio Antonio Mella “para sucumbir ante los Estados Unidos. Y, en lo
político pasó del despotismo de los capitanes generales weylerianos
a los presidentes generales machadistas. Ayer, la burguesía española
era la clase dominante. Hoy la embrionaria y fascista burguesía
industrial cubana, perro faldero del imperialismo yanqui”.
El imperialismo condenó a los trabajadores cubanos al
subdesarrollo y a una humillante dependencia nacional; la “Enmienda
Platt” legalizó las bases navales en suelo cubano, como el odiado
centro de torturas y de provocación contrarrevolucionaria en
Guantánamo, y el derecho a la intervención para salvaguardar “la
vida, la propiedad y libertad individual” de la burguesía y sus
intereses. Con el “Tratado de reciprocidad comercial” de 1902 se
condenó a Cuba al subdesarrollo permanente convirtiéndolo en
monoproductor de azúcar. Durante la vigencia de este infame tratado
(30 años) el 80% de las exportaciones e importaciones cubanas
dependerían de Norteamérica, los capitales yanquis pasarían de 50
millones de dólares en 1896 a 1200 en 1923, además, la burguesía
gringa concentraría en sus manos las tres cuartas partes de la
industria azucarera, más de la cuarta parte de las mejores tierras,
el control absoluto de la banca, de las minas, las plantaciones de
tabaco, de la mayor parte de los ferrocarriles, del transporte
urbano, la electricidad, el gas, los teléfonos, etc.
Como complemento necesario de esta absoluta
dependencia, la burguesía cubana estaba absolutamente incapacitada
de jugar algún papel progresista en el terreno de las
reivindicaciones democráticas pendientes: como la candente cuestión
nacional y el problema del campesinado y la tierra. Como explicó
Trotsky a través de la teoría del “desarrollo desigual y combinado”,
y posteriormente en otros términos el mismo Mella, la burguesía
cubana estaba sujetada por una infinidad de lazos, tanto económicos
como políticos, a los terratenientes semifeudales, en virtud de la
producción azucarera de la que dependían sus intereses; como al
imperialismo del que dependían las inversiones y las exportaciones.
Esta oligarquía parasitaria veía en la diversificación de la
producción una amenaza contra sus intereses; por ello era un freno
al desarrollo de las fuerzas productivas.
El carácter
tardío del capitalismo cubano conservó muchas formas de explotación
de carácter precapitalista como la discriminación racial de una
tercera parte de la población de sangre africana, censos y fabelas
feudales, el 50% de la población analfabeta y alta tasa de
mortalidad por enfermedades como paludismo y parasitismo; al mismo
tiempo que se ejercía la peor forma de explotación capitalista que
recordaba la fase de expropiación originaria descrita por Marx:
jornadas agotadoras de 12 horas, sin ningún tipo de seguridad
social, importación de mano de obra semiesclava de Haití y Jamaica
para abaratar aun más la fuerza de trabajo. No obstante, como lo
había presentido el mismo Martí, la clase obrera a principio de
siglo se constituía como el sector clave de la revolución tanto por
su papel en la economía como por su naciente peso político. Como el
mismo Mella comenta: “La solución definitiva, sólo podía venir de
los trabajadores ...La isla es una de las regiones más
industrializadas de la América. Cuenta con grandes masas de
proletarios que están concentrados en los ingenios azucareros y en
algunas ciudades.”
JULIO ANTONIO MELLA: DE
DEMÓCRATA RADICAL A MARXISTA REVOLUCIONARIO
a)
Activista Estudiantil
Es en este escenario donde
nace el gran revolucionario Julio Antonio Mella, un 5 de marzo de
1903 en La Habana. En 1921 ingresa en la carrera de Derecho en la
universidad de La Habana donde jugaría un papel fundamental como
líder estudiantil. Como ha ocurrido varias veces en la historia de
las revoluciones “el proceso molecular de la revolución”, como lo
llamaba Trotsky, comienza a manifestarse como efervescencia en la
juventud estudiantil, “el viento comienza soplando por la copa de
los árboles”. El movimiento estudiantil expresa un proceso mucho más
profundo en la clase obrera. Como se vería en la huelga general de
1923, oleada huelguística de los trabajadores que sería ahogada por
la dictadura de Machado; esos años son de la crisis mundial del
capital y campo de las potentes reverberaciones de la revolución
rusa así como por la inspiración de la revolución mexicana; todo
ello se manifiesta en la personalidad de Mella quien, con tan solo
22 años sería la cabeza de la huelga estudiantil que serviría de
catalizador del movimiento obrero; se convertiría en un
revolucionario marxista y en uno de los fundadores del PC cubano.
Mella es uno de los líderes indiscutibles que funda
en octubre de 1923 la federación de Estudiantes (FEU) cuyas demandas
eran en verdad elementales: democratización y autonomía de la
universidad y destitución y depuración de los profesores
reaccionarios. En esta etapa de su desarrollo revolucionario Mella
veía que la universidad y los estudiantes honrados debían ser un
medio para “revolucionar las conciencias de los hombres de Cuba para
formar una nueva sociedad, libre de los parásitos y de los
malhechores que cuenta la actual”. Sus ideales democráticos estaban
caracterizados por un ardoroso idealismo radical y confianza en la
juventud rebelde: “¡Juventud, Juventud, recuerda que eres un divino
tesoro” decía Mella en un estilo poético “que la humanidad adolorida
sueña por regenerarse por el impulso poderoso de tus sueños y tu
energía! Recuerda, juventud, que la universidad es la fragua donde
se hacen los luchadores del mañana. No claudiques ahora, que eres
joven y no has creado intereses. Lanza nuevamente tu grito de
rebeldía vigorosa. Confunde a los traidores. Desprecia a los
cobardes.”
Pero su idealismo democrático estaba muy
lejos del cobarde y reaccionario liberalismo burgués; ya en esta
etapa inicial, el humanismo y el pensamiento ilustrado se mezclaban
confusamente con la necesidad de una verdadera revolución: “somos
revolucionarios… sinceramente revolucionarios. No aspiramos a
puestos. No queremos cambiar unos hombres por otros. Ansiamos
realizar nuestros ideales. Nuestros ideales que no son la elevación
de unos cuantos, sino la liberación del pueblo esclavo. La historia
nos ha enseñado que la transformación para ser real y justa tiene
que ser destruyendo el sistema económico”. Su lucha se inspira en el
movimiento de masas del pueblo cubano: “(...) enviamos nuestra
adhesión a los protestantes. No habíamos recibido del verdadero
pueblo, del que trabaja, la inspiración divina de las actuaciones
humanas”.
Su visión iba mucho más allá del empirismo
y la estrechez de un simple activista estudiantil, Mella veía como
necesidad del movimiento estudiantil unirse al movimiento obrero
para “preparar la transformación del actual sistema económico,
político y social”. Su pensamiento está a años luz de la cobardía
intelectual que caracteriza a los demócratas burgueses; Mella
desprecia a los intelectuales que ven el movimiento desde sus
escritorios y sin quitarse las pantuflas; esos que “están en las
academias, en las universidades, lo mismo entre los profesores y
rectores que entre los alumnos, y en los puestos de gobierno han
encontrado su mejor habitación. Son como la pulgas en el órgano
auditivo de los perros”. Su instinto antiimperialista estaba unido a
una solidaridad para con los pueblos explotados del mundo, con la
revolución rusa, y sobre todo de Latinoamérica: “Por encima de las
ridículas líneas de las fronteras los hombres renovadores del
continente formamos una gran nación, por eso, un atentado a uno en
el Perú es un atentado a todos en la humanidad”. Este
internacionalismo cada vez más definido y con carácter marxista
sería una de las características más relevantes de Mella.
b) La “Universidad Popular José Martí”
En 1924 Mella funda la “Universidad Popular José
Martí” que incorpora durante casi tres años a alrededor de 500
obreros e imparte gratuitamente sus clases. En un inicio Mella veía
a esta Universidad dentro del marco de su pensamiento ilustrado y
humanista, y como parte de la labor dentro del pueblo que le
correspondía a los estudiantes. Posteriormente como marxista
comprendería las limitaciones de este proyecto en el marco del
capitalismo, pero aún desde el exilio impulsaría ardorosamente a
esta universidad, porque la veía como una escuela de formación de
cuadros revolucionarios para el movimiento comunista, como un
instrumento de propaganda revolucionaria y un medio para estrechar
los vínculos con los trabajadores en la tarea de la revolución
socialista y, particularmente durante la dictadura de Machado, como
una cobertura semilegal para esta tarea. Por esta razón la
Universidad fue clausurada, ilegalizada y reprimida a partir de 1927
por la dictadura de Machado. En su correspondencia Mella dejaría muy
en claro esta tarea, que no tenía que ver con ningún filantropismo
pequeñoburgués: “es una universidad de revolucionarios en un país
donde no había ambiente para crearlos. Va cumpliendo bien su misión.
Si los disuelven y no les permiten hacer la acción entre las masas,
no crean que han perdido algo. La acción de multitudes en el momento
presente me parece muy difícil. Lo más importante es la de la
creación de los núcleos capacitados para acciones futuras”
c) Su paso al marxismo
1924
marca para Mella su paso definitivo al marxismo en virtud de la
influencia del movimiento obrero y de la lectura en inglés (en
castellano apenas se podía conseguir literatura marxista) de las
obras de Lenin. Con la inteligencia y la sensibilidad de un
revolucionario, Mella vio en el movimiento obrero la clave de la
revolución. Es el movimiento obrero la clave fundamental de su paso
al marxismo, como el mismo lo reconoce: “En las últimas huelgas de
los ferroviarios, de los estibadores, y la actual de los ingenios de
azúcar, vemos bien claro el problema. En todas el enemigo, el
patrón, han sido poderosas compañías extranjeras que tratan al
trabajador nativo y extranjero como esclavos, y se burlan de las
leyes de la República que el gobierno no puede hacer cumplir por ser
instrumento de los capitales extranjeros.”
Aunque
nunca abandonó su pasión e idealismo por la causa revolucionaria,
los tintes abstractos, vagos y confusos del humanismo poetizante
serían sustituidos por el pensamiento claro y preciso de la lucha de
clases y los datos concretos de la penetración imperialista en Cuba
y Latinoamérica. Comprendería que “Con literatura no se hace
revolución. Hay que aprender con los números la necesidad, y, lo que
es más bello, la irremediabilidad de la revolución social. Estudiad
lo que posee el capital yanqui y comprenderéis el secreto de su
explotación y su fuerza”.
La ruptura cualitativa con
su pensamiento anterior sería, entre otras muchas cosas el
reconocimiento de la lucha de clases: “Ciudadanos y esclavos,
patricios y plebeyos en la Edad Antigua. Siervos y señores, en la
Edad Media. Nobles, religiosos y burgueses en la edad moderna y
contemporánea, son hoy proletarios en general contra burgueses, en
esta nueva Edad que nace con la revolución rusa” su nacionalismo
antiimperialista lo identificaba con la causa del proletariado y con
la necesidad de la revolución mundial. “Existe el nacionalismo
burgués y el nacionalismo revolucionario; el primero desea una
nación para vivir parasitariamente del resto de la sociedad y de los
mendrugos del capital sajón; el último desea una nación libre para
acabar con los parásitos del interior y los invasores imperialistas
(...) La revolución en las factorías de América para derrocar un
tirano y poner otro disimulado; hay que cambiar junto con los
hombres los sistemas”.
Mella, un joven revolucionario
de 22 años, diría estas bellas palabras que conservan toda su
vigencia y revelan la talla moral e inspiración de un verdadero
revolucionario: “La causa del proletariado es la causa nacional. Él
es la única fuerza capaz de luchar con probabilidades de triunfo por
los ideales de libertad en la época actual. Cuando él se levanta
airado como nuevo Espartaco en los campos y las ciudades, él se
levanta a luchar por los ideales todos del pueblo. Él quiere
destruir al capital extranjero que es enemigo de la nación. Él
anhela establecer un régimen de hombres del pueblo, servido por un
ejercito del pueblo, porque comprende que es la única garantía de
justicia social. Conociendo que el oro corrompe, enloquece y hace
tiranos a los hombres, no quiere cambiar al rico extranjero con el
rico nacional. Sabe que la riqueza en manos de unos cuantos es causa
de abusos y miserias, por eso la pretende socializar según
principios que sólo los profesores fósiles, los estudiantes tontos,
y los burgueses sin cerebro combaten, según los principios
científicos que Carl Marx hizo axiomas teóricos y que Lenin hizo
monumentos magníficos de belleza y justicia (...) he aquí la
realidad vista por nuestros ojos.
“Invitamos a toda
la nueva generación a militar bajo nuestra bandera libertaria de
redención social. (...) Los proletarios son los nuevos libertadores.
Nuestro deber de hombres avanzados es estar en sus filas”. Con los
escasos 3 años que le restaban de vida Mella iría haciendo su
pensamiento marxista más maduro y asimilaría algunos de los
problemas teóricos más difíciles, para acceder a las masas
trabajadoras que lo pondrían al nivel de líderes revolucionarios
latinoamericanos como Mariátegui.
Con estos ideales
lanza la revista marxista “Juventud” y en sus páginas se imprimiría
un memorable artículo “Una tarde bajo la bandera roja” en donde
relata su visita al barco soviético que ancló en 1925 en aguas
cubanas. “Él es el primer Cubano que, ya bajo la dictadura de
Machado, en agosto de 1925, establece contacto directo con
trabajadores soviéticos (...) Desafiando la prohibición y burlando
la vigilancia policíaca, Mella lega a la nave y entrega a la
tripulación una bandera cubana, y recibe de ella, en cambio, una
bandera soviética”.
LA FUNDACIÓN DEL PARTIDO
COMUNISTA CUBANO
“Su nuevo paso no podía ser otro
que ingresar, en 1924, en la Agrupación Comunista de La Habana,
fundada en 1923. Allí conoce más estrechamente al presidente de la
agrupación, el anciano Carlos Baliño, quien fue, junto con Martí,
prestigioso fundador del Partido Revolucionario Cubano en 1892 y
precursor de las ideas marxistas en Cuba. Ello permite a Mella
profundizar sus conocimientos sobre Martí, así como ir
familiarizándose con las luchas y corrientes ideológicas del
movimiento obrero cubano”
Entre su prolífica e
incasable iniciativa Mella funda en ese año la “Liga Anticlerical”
como medio para oponerse a la campaña clerical contra la enseñanza
científica en las escuelas. De mucha más importancia fue la
fundación de la sección cubana de la “Liga Antimperialista de Las
Américas” de la que Mella fue además de fundador, secretario
general; el objetivo de esta liga era servir como un primer paso
para crear la internacional que agrupara en un frente único a los
trabajadores de América contra el imperialismo; Mella entendía que
“Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser
internacionalista. Dejaría de ser revolucionario. Ningún programa de
renovación, ni la destrucción de ninguna tiranía, podría tener lugar
si no hay una acción conjunta de todos los pueblos de la América sin
exceptuar a los Estados Unidos”. Pero el acontecimiento más
importante de la vida revolucionaria de Mella en Cuba fue, sin duda,
la fundación de la Partido Comunista Cubano en agosto de 1925; el
congreso constituyente del partido se celebra ya en la ilegalidad
por la dictadura machadista.
Aun faltaban algunos
años para que la reacción burocrática estalinista comenzara a
manifestarse en los partidos comunistas de América Latina, ahogara
la iniciativa revolucionaria y la democracia interna del partido; y
se impusieran los dogmas que condenarían a la mayoría de los
partidos comunistas a ser simples agencias de la diplomacia
stalinista y seguidores de una inexistente burguesía nacional
“progresista” . Sin duda la fundación del PC Cubano era un paso
trascendental del movimiento obrero y Mella fue elegido, con solo 22
años, miembro del comité central (junto con el anciano Baliño, 5
trabajadores y un intelectual). El programa del PCC fue síntesis de
los cuatro primeros congresos del la III internacional que
reflejaban la política bolchevique que hizo posible el triunfo de la
revolución rusa. Se establecía, además de las tesis básicas del
marxismo, demandas de transición que hicieran posible conectar con
la clase obrera cubana, como: la jornada de ocho horas y no al pago
en vales; el derecho al uso de todas las vías de comunicación
controlados por los monopolios; creación de un impuesto sobre el
capital, la nacionalización de los servicios públicos; además, la
tarea principal de los militantes era la de trabajar en las
organizaciones de masa de los trabajadores: en los sindicatos, en
las bases campesinas, en la juventud; creando células del partido
ahí donde hubiera trabajadores. Hasta su muerte Mella estaría ligado
con el PCC y su programa revolucionario y defendería las tesis del
internacionalismo, el trabajo en las organizaciones de masa de los
trabajadores (independientemente de la dirección de estas
organizaciones), la independencia de clase, etc; tesis todas ellas
que serían enterradas por la burocracia estalinista que condenó al
joven y prometedor PCC al reformismo y la peste burocrática.
Mella es una de las primeras víctimas de terror
machadista es expulsado de la universidad y es encarcelado
indefinidamente por ordenes de Machado junto a varios obreros. Sin
duda hubiera muerto en la cárcel si no hubiera sido por la
movilización de los obreros cubanos y una campaña internacional
aunada a la legendaria huelga de hambre de 18 días llevada adelante
por Mella. Machado se ve obligado a liberar a Mella quien el día de
su liberación afirma en la prensa: “hoy más que nunca tengo fe en
mis ideales. Ellos no son un delito: Ellos son los ideales de toda
una nueva generación, y de todos los espíritus libres del
continente, que ha sabido protestar contra la injusticia, no porque
yo fuese la víctima, sino por los ideales que sustento y defiendo”.
Sin embargo Mella ya no puede permanecer en Cuba. Su vida peligra y
escapa en un barco bananero a Guatemala y de ahí es expulsado a
México.
A pesar de haber tenido que huir al exilio,
Mella siempre mantuvo contacto con el movimiento obrero cubano,
sentiría en lo más hondo la represión y la caída de sus camaradas
ante el terror de la dictadura y trataría de proporcionar
orientación al movimiento y promover la solidaridad
internacionalista ante la represión. “En el panorama mental de la
imaginación puedo ver y comprender las fuerzas revolucionarias del
pueblo cubano con la misma perfección que desde una montaña se
observan los distintos pormenores de una ciudad o un valle. Y os
repito, antiguos hermanos de acción, que hay derecho a tener fe y
estar pletóricos de esperanzas por el porvenir (...) Para el obrero
todo el universo es su patria. Aquí o allá soy el mismo soldado de
un mismo ejército. No porque esté a unos cuantos kilómetros de esas
aguas dejo de ser el compañero estudiante y militante de la lucha
social”.
MELLA EN MÉXICO
a)
Situación del PCM a su llegada
La llegada de
Mella a México coincide con los años dorados del Partido Comunista
Mexicano (1924-1928). Fundado en 1919, y como casi todas las
primeras células de los partidos comunistas surgidos al calor de la
revolución rusa, durante sus primeros 5 años de existencia el PCM
tuvo que pasar por una dura lucha tanto interna como externa contra
el pensamiento pequeñoburgués anarquista y sindicalista del que
había surgido, sobre todo en el interior de la CGT; y, por otro
lado, a la política represiva de la rebelión reaccionaria de De la
Huerta y la del mismo Obregón. Los primeros años son los de una
política ultraizquierdista combinada con prejuicios anarquistas; así
en 1921 el PCM sale de la CGT por pugnas con los anarquistas sin
tomar en cuenta la necesidad de romper políticamente con el
anarquismo y al mismo tiempo permanecer dentro de la CGT para ganar
a la base obrera; estas pugnas y el desbarajuste organizativo
impidieron al PCM influir en mayor medida en el histórico movimiento
inquilinario en Veracruz a principios de 1922. Sin embargo a
principios de 1923 la política sectaria va cediendo paso a la
política bolchevique de trabajo en la organizaciones de masa para
arrebatar desde la base a los trabajadores de la influencia
reformista; comenzaron a surgir pequeños núcleos marxistas en el
interior de la anarquista CGT y sobre todo de la CROM encabezada por
uno de los primeros “charros” mexicanos, Luis N. Morones. De manera
oficial el IV congreso del PCM (1926) llamó a tomar los sindicatos
desde dentro con una política flexible hacia su base obrera e
inflexible en los principios. Con esta política el PCM empezó a
tener influencia significativa entre los sindicatos ferrocarrileros
afiliados a la CROM (sobre todo en la huelgas del 26-27). También
entre el campesinado el PCM empieza a tener una influencia
importante a través de la Liga Nacional Campesina cuyos principales
líderes eran comunistas (Úrsulo Galván, Primo Tapia, entre otros)
sobre todo en Michoacán y Veracruz; también aquí la política
sectaria de rechazo a la pequeña propiedad es sustituido por la
incorporación de esta sentida demanda del campesinado como una
consigna de transición para la unión de obreros y campesinos con la
perspectiva de ganarlos a la revolución socialista y con vistas a la
gradual cooperativización e industrialización del campo bajo un
gobierno obrero. Así a finales de 1928 el PCM se atribuía más de dos
mil miembros y 22 grupos de base (secciones) y presencia en más de
13 estados. La circulación de El Machete aumento de 3.000 en 1927 a
11.500 en 1928.
b) El papel de Mella en el PCM
Mella se incorporó a su llegada a México al PCM
y, muy pronto, a su dirección. Durante lo que le resta de vida
jugaría un importante papel en la creación de plataformas para el
PCM, como una de sus mejores y más inspiradas plumas y, por si fuera
poco, será un incipiente precursor o, por lo menos, el primer brote
de trotskismo en México. Para Mella, México sería, según sus propias
palabras: “Una universidad de pueblos, como en un magno laboratorio
de sociología aprendiendo para el obrero y campesino de Cuba lo que
nunca podría aprender allí”
Mella jugó un
significativo papel al servicio de la clase obrera mexicana: Funda
la “Asociación de Estudiantes proletarios” y dirige su periódico
“Tren Blindado”, a través del cual lanza un llamado a los hijos de
los trabajadores a militar en dicha organización “con el fin de
prestar nuestro contingente a los trabajadores y sus organizaciones,
a estudiar científicamente sus problemas, pues son los de todo
hombre progresista, y a llevar a la práctica nuestras convicciones
cooperando en la lucha activa del proletariado industrial y
campesino”. Mella no veía la lucha estudiantil en si misma, para el
revolucionario cada reivindicación inmediata de los estudiantes es
tan solo “un escalón, para seguir ascendiendo, o un arma más que se
gana al enemigo para la lucha final (...)” (para) “agitar
conciencias jóvenes ganando reductos en el frente educacional contra
los enemigos del pueblo trabajador, y, probar, ante todos los
revolucionarios sinceros, que la emancipación definitiva de la
cultura y sus instituciones no podrá hacerse sino conjuntamente con
los esclavos de la producción moderna”. El trabajo de Mella junto
con muchos otros jóvenes comunistas sirvió para que en 1928 el PCM
contara en su plataforma estudiantil con mas de 1000 miembros.
Continuó con su incansable papel en la Liga
Antimperilista de las Américas, a través del periódico “El
Libertador”, organizando manifestaciones por la liberación de Sacco
y Vanzetti y en apoyo al movimiento sandinista en Nicaragua con la
campaña “Manos fuera de Nicaragua”. Por si no fuera suficiente, el
último año de su vida, organiza, junto con otros exiliados
políticos, la “Asociación Nacional de Emigrados Políticos” y su
periódico mensual “Cuba Libre, Para los trabajadores”; Mella explica
que la organización “Tiene por fin principal reunir en una
organización a todos los que han tenido que salir de Cuba apremiados
por la reacción machadista. Forma también un puente entre los
obreros y estudiantes que aunque han tenido que emigrar por causas
algunas veces distintas, reconocen en el destierro la necesidad de
unificarse en un ideal socialista para independizar a Cuba y mejorar
la situación que existe entre los trabajadores”. También Mella logra
agrupar a delegaciones de emigrados revolucionarios en Paris, Nueva
York, Madrid, Bogotá y México. Para Mella cada lucha es una
oportunidad de lanzar una plataforma para el desarrollo del partido.
En “El Machete” Mella se destaca como excelente
propagandista, en sus páginas explica a los trabajadores en un
lenguaje comprensible el papel del periódico como organizador
colectivo; para elevar la visión de los militantes más allá de su
medio inmediato y proporcionar a los trabajadores una visión general
de su lucha; como una tribuna de denuncia para los proletarios
haciéndole tomar conciencia de su papel contra el capital. Mella
explica que el periódico debe ser “un inmenso fuelle soplando en
todos los lugares donde exista el descontento de la lucha de clases,
para encender la hoguera general”. Mella realiza un esbozo de su más
acariciada obra escrita, una obra sobre José Martí; sobre este
libro, Mella dice: “Tanto lo he pensado, lo he amado, que me parece
un viejo libro leído en la adolescencia”. Desgraciadamente su
prematura muerte no le daría tiempo de escribirlo. Mella es en
verdad, a pesar de su juventud, un puente vivo, a través del anciano
Baliño, entre Martí, el gran libertador con ideas jacobinas y la
colosal tarea que el proletariado tiene ante la historia. Para Mella
es una necesidad reinterpretar a Martí para el provenir pues “no ha
habido otro revolucionario de los fines del siglo pasado que amase
más al continente y que los sirviese mejor con la pluma, la palabra
y la espada”. Martí es una muestra de que “No es necesario para ser
internacionalista odiar al suelo en que se nace, olvidarlo,
despreciarlo y atacarlo. Así afirman estúpidamente las plumas
reaccionarias y mercenarias que somos los internacionalistas de hoy,
los revolucionarios del proletariado. No. Internacionalismo
significa, en primer término, liberación nacional del yugo
extranjero imperialista, y, conjuntamente solidaridad, unión
estrecha con los oprimidos de las demás naciones. ¿Que solamente los
socialistas puros pueden ser internacionalistas? No es nuestra culpa
que el proletariado sea la clase revolucionaria y progresista del
momento actual”. La consigna de Martí “Juntarse, esta es la palabra
del mundo” debe ser seguida concretamente por esta: “¡Proletarios de
todos los países, uníos!”.
c) La Lucha de Mella
contra el oportunismo
Mella jugó un destacado
papel en la lucha teórica contra el oportunismo. A Mella le repulsan
abogados oportunistas como Vicente Lombardo Toledano -uno de los
primeros, junto con Morones, charros mexicanos; quien además de
haber sido miembro del “Partido Laborista”, cara política de los
lideres charros de la CROM, participaría en la preparación mediática
para el asesinato de Trotsky y entregaría (en los años treinta) a la
CTM al gangster Fidel Velásquez y, por si fuera poco, llamó a
posponer la lucha de clases por “motivos patrióticos” durante la
segunda guerra mundial-. Mella fustiga a Toledano por sus intentos
burocráticos de vender la huelga de ferrocarrileros de 1927:
“Toledano no ve que la huelga ferrocarrilera esta en pié y que la
banda de esquiroles organizados por los suyos no ha sido bastante
para romperla definitivamente”. Ridiculiza los intentos de Toledano
por hacerse pasar por “teórico marxista”. Cuando este critica al PCM
de participar en la lucha política, Mella responde indignado “Dónde
te han dicho que el marxismo es apolítico y que no se puede combatir
al imperialismo y la reacción feudal en todos los terrenos?
Combatimos, además, en todos los terrenos también al
colaboracionismo que ustedes practican”. En otro artículo critica
las esperanzas que pone Toledano en que la “Unión Panamericana”, una
especie de OEA de aquellos tiempos, pueda resolver “la cuestión
obrera”,- algo que, por cierto, reproducen muy bien los reformistas
“amigos” de la ONU y del gallinero parlamentario y enemigos del
movimiento de masas-. “Nosotros somos partidarios de trabajar en las
organizaciones susceptibles de revolucionarse, en todos los
organismos que cuentan con masa obrera o campesina o elementos
revolucionarios. Por ejemplo, trabajamos dentro de la CROM para
liberar a la masa proletaria de la dictadura personal de un grupito
de especuladores de la política y explotadores de sus antiguos
compañeros. Pero no estamos dispuestos a trabajar también, por
ejemplo, en las oficinas de la bolsa de Nueva York, para “obtener
mejoras para el proletariado”. Con el mismo tenor ridiculiza el
“evangelio” de Morones sobre los “bancos obreros” que crea ilusiones
entre los lideres obreros que “en vez de aspirar a ser los
directores de la revolución social aspirarán a ser los directores
del ilusorio imperio financiero proletario”.
Quizá su
obra impresa más importante y contundente contra el reformismo fue
“La lucha revolucionaria contra el imperialismo” que escribió contra
la secta estudiantil reformista del Perú llamada “ARPA”. Este
artículo no tiene importancia en cuanto la citada organización sino
por los puntos fundamentales que separa al marxismo del sectarismo,
del reformismo y de la ambigüedad política. De esta organización
critica una “enfermedad” que reproducen muy bien actualmente algunas
sectas que se autodenominan marxistas: el hecho de estar
absolutamente separadas del movimiento real de las masas
trabajadoras, organizando partidos de “tres hombres y un perro”;
esas organizaciones que creen, en palabras de Mella, “que un partido
político continental, organizado en un confortable estudio, sea
realidad por el simple hecho de existir en la imaginación de un
iluso (...) como si por ponerse, para sus reuniones el overol de
mezclilla ya fueran proletarios y dejaran de ser intelectuales
separados de la masa obrera”. La falta de un programa y una teoría
firmes se reflejan, además de la política de chismes e intrigas que
caracteriza a los grupitos sin ideas, en consignas ambiguas que
pueden agradar al pequeñoburgués radical como a la misma burguesía.
Cuando el ARPA dice “Por la unidad de América” Mella aclara que debe
ser la unidad internacional de los trabajadores en la lucha por el
socialismo y no la unidad de América bajo bota imperialista; cuando
el pequeñoburgués llama por la “nacionalización de la tierra y la
industria” el revolucionario contesta “nacionalización en manos del
proletariado triunfante”; cuando el ARPA grita “Por la
internacionalización del Canal de Panamá” señala que, sin más, esta
consigna significa “poner en manos de varias naciones imperialistas
un punto estratégico que no conviene que posea una sola”.
Fustiga la desconfianza orgánica de los intelectuales
pequeñobrugueses en los trabajadores que, incluso, algo muy popular
después de la caída del stalinismo, niegan la existencia de la clase
obrera e “hipertrofian” el papel de sectores que no juegan un papel
fundamental dentro del capitalismo (campesinos, indígenas,
estudiantes). Cita a Lenin en su lucha contra los utópicos
populistas y deduce las consecuencias reaccionarias de dicha
política en la revolución China y el papel reaccionario del
Kuomitang; subraya el hecho de que los campesinos por ser pequeños
propietarios están incapacitados, por sí mismos, a desarrollar una
conciencia socialista sino es con la ayuda de un poderoso partido
comunista con una base de masas dentro del proletariado. Mella
afirma contundente: “para decir que el marxismo (...) es exótico en
América, hay que probar que aquí no existe proletariado; que no hay
imperialismo con las características descritas por todos los
marxistas; que las fuerzas productivas en América son distintas a
las de Asia y Europa, etc. Pero América no es un continente de
Júpiter sino de la tierra”.
Resulta absolutamente
vigente la crítica a los grupos que ven en los indígenas la clave de
la liberación como la dirigencia del EZLN y otras guerrillas
latinoamericanas: “presentan al indio como algo fundamental, por ser
indio, para la lucha antiimperialista y por el socialismo. Porque
son más, infieren que los indios han de ser los de la hegemonía en
la lucha. Porque algunos todavía viven en un estado de comunismo
primitivo, nos hablan de “comunismo incaico autóctono” y de tomar
como base para el movimiento comunista a las comunidades de indios
en un estado todavía bárbaro, sociológicamente hablando. Olvida que
la penetración del imperialismo termina con el problema de la raza
en su concepción clásica, al convertir a los indios, mestizos,
blancos y negros en obreros, es decir, al dar una base económica y
no racial al problema”.
Mella, influido, sin duda, en
la crítica que hace Trotsky sobre los “Frentes Populares”
stalinistas, que condenarían a la revolución China (1927) a una
matanza y posteriormente a la revolución española (1936), la
revolución francesa (1968), etc; critica la referencias ambiguas
sobre un frente en abstracto “que no es más que el frente único a
favor de la burguesía”, sin referir el papel que le corresponde al
proletariado en ese frente, que no es otro que ganar a las masas de
la influencia reformista, la de ganar “la hegemonía y la aplicación
de su dictadura para la realización del socialismo”. Hace referencia
explícita al Segundo Congreso de la Internacional Comunista,
dirigido por Lenin y Trotsky, en el que se señala la necesidad de
apoyar los movimientos de liberación nacional sin perder la
independencia política y sin fusionarse con la burguesía; hay que
ganar a las masas pacientemente al mismo tiempo que se aclara ante
los ojos de los trabajadores el papel traicionero de la burguesía
nacional, pues, como afirma Mella, esto ha sido históricamente
demostrado con “Moncada en Nicaragua, el Kuomitang en China (y) la
nueva política de la pequeña burguesía mexicana”.
Con
una política bolchevique “el partido comunista en México ha estado
apoyando la lucha de la burguesía liberal, democrática y
revolucionaria; contra el imperialismo y sus aliados nacionales
(...) pero en ningún momento ha pretendido dejar a la clase obrera
aislada o entregada a las otras clases para cuando las condiciones
cambien”. Mella comprende perfectamente que en la lucha por reformas
que no trascienden el capitalismo la clase obrera va elevando su
nivel de conciencia: “Todo movimiento revolucionario aunque no lo
quieran sus directores (simples liberales) es un paso hacia el
comunismo, es decir, hacia la emancipación total de las clases
oprimidas” pues en esta lucha los comunistas van ganando influencia
para, según Marx, “tomar el cielo por asalto”. En la lucha por el
comunismo es necesario, además, utilizar “el aparato burgués del
estado para desenmascarar las farsas de la misma democracia
burguesa, para obtener conquistas para el proletariado, no para
aletargarlo, como hacen los reformistas, sino para ponerlo en
mejores condiciones con el fin de vencer en las luchas futuras y en
la “lucha final” de la que nos habla el himno del proletariado”.
Mella subraya hasta el cansancio el carácter internacionalista del
movimiento obrero. Todas estas cuestiones políticas fundamentales
ponen a Mella con sus escasos 26 años de vida muy por encima de
militantes de 70 años de edad cansados de luchar y estragados por el
reformismo.
d) Mella y el trotskismo (Bolchevismo)
Un servicio más que Mella daría a la clase obrera
en México fue la de haber sido el primer brote de oposición
trotskista en México. Y fue de los primeros en sufrir represalias
por sus ideas afines al bolchevismo (trotskismo) dentro del mismo
PCM. En febrero de 1927 Mella asiste como representante de la Liga
Antiimperialista a Bruselas y, después, se hace realidad su ambición
de visitar el país de los soviets participando en el IV Congreso de
la internacional sindical Roja. Es allí donde conoce al todavía
trotskista Andrés Nín “quien le explicó las tesis de la oposición de
izquierda y la lucha que tenía lugar en el seno del Partido
Comunista de la Unión Soviética (PCUS)”. Mella lee la histórica
“Plataforma de la oposición” -escrita por Trotsky y otros destacados
bolcheviques que habían encabezado junto con Lenin la revolución- y
coincide en puntos fundamentales: la necesidad de independencia de
clase con respecto a la burguesía (en su famoso artículo sobre el
ARPA subraya, como vimos, este hecho con respecto a la revolución
china de 1927); la imposibilidad de construir el socialismo en solo
país.
A su regreso Mella escribe un excelente
artículo en “El Machete” (“Cuadros de la Unión soviética”) en donde
habla sobre la democracia obrera implementada por los bolcheviques y
el control que el obrero ruso comienza a tener en su propia vida
desde las propias fábricas; en este artículo Mella cita a Trotsky
(¿A dónde va Rusia?) -ya en este entonces citar a Trotsky era
considerado un sacrilegio por los stalinistas-. De hecho la historia
oficial sobre Mella no menciona que a su regreso dio pasos concretos
para la creación en México de la Oposición de izquierda; “Sin
embargo, algunos testimonios así lo afirman” dice Olivia Gall.
“Concretamente, los de los tres militantes comunistas de la época,
que fueron parte del nacimiento de la oposición de izquierda en el
seno del PCM: Manuel Rodríguez, (...), Felix Ibarra y Bernardo
Claraval”. De hecho, según testimonios recabados por el destacado
historiador marxista, Pierre Broué, Mella fue echado del PCM por sus
ideas trotskistas en septiembre de 1928, pocos meses antes de su
asesinato, ante miembros de la ya estalinisada “Internacional
Comunista”, Mella fue expulsado junto con otros acusado de
trotskismo. Si es esto cierto o no, pues los testimonios al respecto
se contradicen, es seguro que al menos Mella estuvo a punto de ser
expulsado. De acuerdo con Olivia Gall, en la obra citada, Mella pudo
haber sido asesinado por los mismos stalinistas, especialmente por
Vittorio Vidali, agente stalinista y asesino personal de Andrés Nin
en la revolución española, aunque esto quizá sea ya una exageración
pues no parece que en ese punto la stalinización del PCM haya
llegado tan lejos.
A la muerte de Mella todos los
extraordinarios logros que hicieran del PCM el partido comunista más
exitoso de América Latina serían tirados a la basura por el
stalinismo, aunado a la feroz represión de “El Maximato”,. A partir
del giro estúpido y ultraizquierdista, el llamado “tercer periodo”
(en 1928), en donde la paciente labor en las bases de las
organizaciones obreras sería sustituida por la lunática estrategia
de denunciar a todos los partidos reformistas de “socialfascistas”,
política sectaria que prepararía el asenso del nazismo; el PCM, con
apenas dos mil miembros, se lanzó a la aventura de lanzar su propio
bloque electoral (BOC), y tachar a toda reforma, que pudiera servir
como puente para conectar con las masas, como fascista, así se
calificó, por ejemplo, a la Ley Federal del Trabajo de 1931. Las
plataformas de solidaridad de Mella para con la revolución en
Nicaragua fueron tiradas vergonzosamente por la borda; se acusó a
Sandino como traidor a la lucha por la liberación nacional, en vez
de la actitud paciente y firme para con los simpatizantes con
Sandino. Pero los crímenes más bárbaros del stalinismo contra el
comunismo mexicano, del que nunca se recuperaría y que condenarían
al PC a el papel de una secta, dando bandazos periódicos del
ultraizquierdismo al oportunismo más vil de acuerdo con los
caprichos de Stalin, serían: la salida de los sindicatos de masas,
en los que el PCM había tenido sus mas grandes frutos, para formar
su propio sindicato en “las nubes”; la malograda “Confederación
Sindical Unitaria de México”; las criminales expulsiones de todas
las figuras dirigentes (Úrsulo Galván, Manuel Almaza, etc.) de la
prometedora Liga Nacional Campesina, en cuyo seno el PCM tenía su
mayor influencia; el exitoso “El Machete” seria rebajado a un nivel
teórico deplorable y vergonzoso. Y la aun más vergonzosa y criminal
campaña (inclusive organizando atentados terroristas) para el
asesinato de Trotsky, el líder de la revolución rusa y organizador
del ejercito rojo,.
La historia oficial, y muy
probablemente sea la verdad, dice que Mella fue asesinado por un
agente de Machado por la incansable lucha y denuncia contra los
crímenes de la dictadura. Cae asesinado el 10 de enero de 1929 uno
de los más grandes revolucionarios de América Latina, en un momento
en que su pensamiento teórico y labor práctica se elevaban como
meteoro y en el que el movimiento obrero estaba en el umbral de una
nueva y cruenta lucha contra el stalinismo y contra la crisis
mundial capitalista del 1929, en la que, sin duda, Mella hubiera
jugado un papel imprescindible. Sus restos pudieron descansar en paz
después de la revolución cubana en el “memorial Mella” situado
frente a la Universidad de la Habana. Con apenas 26 años de edad
Mella realizó una labor titánica que muchos hombres no lograrían
llevar en varias generaciones.
Mella es una
inspiración para el movimiento estudiantil revolucionario y para el
mismo movimiento obrero de Cuba, de México y de todo el mundo. Su
obra se vio reflejada en la revolución de 1930-33 que derribaría la
dictadura de Machado y, sobre todo, en la heroica huelga general que
derribaría a la dictadura de Batista y obligaría a la guerrilla del
Che y Fidel a tomar el poder y, posteriormente, derribar el
capitalismo en Cuba. Corresponde a los obreros Cubanos, con el apoyo
de sus hermanos mexicanos, “hacer la revolución dentro de la
revolución” e implementar la democracia obrera e impulsar la
revolución continental tan añorada por Mella. Se dice que sus
últimas palabras fueron “muero por la revolución”. Que este
documento sirva para que las nuevas generaciones vivan y mueran para
que el sueño de Mella se vuelva realidad: ¡La Revolución Socialista!
México D. F. Enero 2005
Bibliografía:
Julio
Antonio Mella, Escritos revolucionarios, Siglo Veintiuno,
México, 1978.
Barry Carr, La Izquierda
Mexicana a través del siglo veinte, Era, México, 1996.
Olivia Gall, Trotsky en México, Era,
México, 1991.
Francisco López Segrera, Raíces
históricas de la revolución cubana, Universidad Autónoma de
Sinaloa, México , 1985.
Compilación, Cien años de
lucha de Clases en México; tomo II”, Quinto Sol, México, 1985.
Trotsky y otros, La oposición de izquierdas en la
U.R.S.S., Fontamara, España, 1977.
León Trotsky,
La revolución Traicionada, Fundación Federico Engels, España,
2001.
León Trotsky, ¿A dónde va la URSS?,
Juan Pablos, México, 1976.
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