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EE.UU.: UNA AMENAZA PARA LA HUMANIDAD
Por Martin Guédez - Sunday, Feb. 13, 2005 at 12:15 PM
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Un alerta para todos ante la amenaza que EE.UU., representa para el planeta y la humanidad toda.

EE.UU.: UNA AMENAZA PARA LA HUMANIDAD, por Martín Guédez (*)

Jamás la humanidad en su conjunto había enfrentado una situación tal de peligro. No se trata sólo de que un reducido grupo de plutócratas haya concentrado una monumental cantidad de riqueza y poder mientras de otro lado miles de millones de personas viven en los límites infrahumanos de la miseria, ya de por sí una bomba de tiempo y una situación moralmente inaceptable.

El sistema capitalista neoliberal aplica con determinación fundamentalista la tesis de que el Estado no sólo debe servirle fielmente a sus intereses sino que debe actuar contra los miles de millones de personas excluidas por la globalización. Esta determinación se manifiesta no sólo en el ámbito directamente económico sino que se expresa en el atropello a todas las formas de cultura e identidad que son aplastadas por el peso homogenizador de la cultura global. Enfrentamos la realidad de la posible extinción de la diversidad cultural.

El mayor patrimonio que posee la humanidad es su diversidad, sin embargo esta diversidad es contraria a los fines de uniformidad sociocultural necesarios para alcanzar los fines de un mercado homogéneo. La diversidad cultural es poco rentable y un dolor de cabeza para la macro producción y el sistema globalizado de mercado. Hay que producir en masa y por tanto se requiere de mercados uniformes, mercados que consuman un determinado refresco o una marca determinada de comida basura.

De este atropello científicamente organizado no escapan millones de trabajadores de los propios países avanzados, -económicamente hablando- quienes sufren de la llamada “flexibilización de contratos” que arbitrariamente borra siglos de conquistas laborales. De la avalancha no escapa nadie y eso es de primordial importancia para los movimientos sociales de los países desarrollados.

No mejor suerte corresponde a la tierra, a esa única y contaminada nave espacial –como la llama acertadamente el periodista Walter Martínez-, la cual sufre dolores de muerte en su biodiversidad, los ecosistemas, y en fin, toda la riqueza de que ha dispuesto el hombre a lo largo de milenios y que hoy yace al servicio de intereses privados. El agua, y pronto el aire mismo, son presas de la ambición capitalista. No hay cultura más derrochadora y consumista que la promovida por este salvaje capitalismo neoliberal.

Enfrentamos peligros reales y concretos que amenazan nuestro patrimonio social, cultural y ambiental. En esta oportunidad, estos peligros aunque terminarán siendo calificados como naturales no tienen su origen en la naturaleza sino en los desbocados poderes económicos mundiales. Esta especie de nueva plutocracia cuya filosofía existencial está reñida con los más caros valores de la humanidad y exaltan el consumo, la competencia, la avaricia y el egoísmo, con ceguera y crueldad infinitas.

Al menos tres ejemplos acabamos de sufrir en estos mismos días: El tsunami que arrasó con países enteros cobrando miles de vidas, la muerte absurda, -la muerte siempre lo es pero en este caso más aún- de cientos de muchachos en una discoteca en Buenos Aires a la cual se le habían colocado cadenas y candados a las puertas, -las mismas por las que debieron salir las víctimas- para impedir “coleados”. Y la terrible vaguada que arrasó con viviendas, sueños y esperanzas de miles de compatriotas venezolanos y está llevando a una muerte absurda a otros cientos o miles más en otras regiones del país. Ante esto no tiene nada de particular que los medios del terror acusen a la naturaleza o la mala suerte, pero la verdad siempre será otra que la anunciada por los falsimedios. La verdad es que el planeta está crujiendo, está clamando a gritos que no aguanta más este sistema suicida de explotación.

El siglo XXI exhibe una nueva forma de imperialismo, acaso la más degradada y degradante. Una forma en la cual los estados nacionales renuncian al interés público y se expresan sólo a través de un mega poder militar que todo lo aplasta y destruye.

Hemos asistido a la expresión más grosera de este superpoder militar, colocado por encima de todo el sistema jurídico internacional, con las invasiones a Afganistán, Iraq, el golpe de estado y secuestro en Haití, el criminal bloqueo a Cuba y la incansable acción de saboteo contra la esperanza del pueblo bolivariano por construir una nación de justicia y equidad. La igualdad entre las naciones, tal como reza en la Carta Constitutiva de la ONU, ha sido violada impunemente. El artículo 3 de esta Constitución dice por ejemplo: “rechazar el uso de la fuerza contra la integridad territorial de estados soberanos”. De modo que, los atropellos antes reseñados eliminaron de un plumazo el sistema de equilibrios que la ONU debería garantizar.

La potencia militar más grande de la historia está gobernada por una suerte de fundamentalismo religioso que, con las mismas sinrazones con las que se decidían las cruzadas en la edad media hoy decide atacar sin distinción a cualquier país que posea los nuevos lugares santos: petróleo, gas o el agua misma. Para ordenar semejante atropello se ha inventado una nueva forma de intervención imperialista: “la guerra preventiva”, es decir, no te ataco porque me atacas sino porque decido que algún día podrías hacerlo. ¿Habrase visto mayor desfachatez?

Para los EE.UU., y su gobierno fundamentalista dirigido por un club de plutócratas todopoderosos la única ley internacional aceptable es la que ellos dictan. Toda oposición al atropello recibirá el calificativo de terrorismo y será suficiente para ser incluido en algún eje del mal. Importa poco que exista una diferenciación importante entre terrorismo y resistencia legítima históricamente aceptada. De conformidad con esta nueva definición los más grandes terroristas de la historia serían: George Washington, Simón Bolívar, Viriato por oponerse a la invasión romana de la península ibérica o el mismísimo Jesucristo.

De esta forma la nación responsable de los actos más atroces de terrorismo deviene en luchadora por la democracia y la justicia, al mejor modo de Supermán, Batman o Popeye, y los patriotas que luchan por la soberanía y la libertad de sus pueblos en criminales terroristas. Habría que puntualizar que las ropitas de supermanes se las encasquetan para sus tropelías a mercenarios, o como ellos llaman eufemísticamente “contratistas civiles”.

En el patio trasero del imperio éste sigue hostigando y amenazando a Cuba y Venezuela. La agenda del Calígula de nuevo cuño contempla la eliminación del ejemplo de dignidad del noble pueblo cubano y una operación quirúrgica sobre la patria de Bolívar. En su pretensión inocultable de llevar la guerra a cualquier lugar del planeta, el imperio ha diseñado una modalidad particular para América Latina considerada su predio. El Plan Colombia es una muestra de ello, con el pretexto de combatir el narcoterrorismo han instalado una fuerza militar considerable en ese país y abierto una base militar en el puerto de Manta en Ecuador. Desde allí se planifican futuras intervenciones en los países de la región. Bajo la consigna de que en la llamada “triple frontera” hay terroristas islámicos, Argentina, Brasil y Paraguay viven bajo la constante amenaza de intervención.

Bueno, para luego es tarde, ha llegado la hora de que la humanidad toda, la pobre y la rica, la desarrollada y la aplastada, la especie humana consciente le de un parado a este monstruo o asistiremos al derrumbe generalizado de toda la civilización.


(*) Sociólogo, historiador y Coordinador de la Red de Información Alternativa, Simón Bolívar (REDIAL)

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