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AuTogobierno: Un Mundo PosEstatal. (4º parte)
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico -
Thursday, Mar. 03, 2005 at 2:18 AM
correo@colectivonph.com.ar
::
4) Autogobierno: un mundo posestatal. (Cuarta Parte) En simultáneo para Indymedia, kaos
[en-la] red, y Clajadep-La Haine. 15.- Pero el
internacionalismo de la Comunidad Sudamericana de Naciones no es sinónimo de
internacionalismo de la multitud. ¿Qué pasaría, en cambio, si el corredor
bioceánico, las pampas argentinas, el gas boliviano, el petróleo venezolano,
sea por caso; alimentase una libre circulación y uso del hacer de la multitud,
en vez de transformarse en una nueva quimera capitalista? En un inflado ABC o
un Bandum berreta. En Chiapas hay buen café, pero sobre todo hay una ética del
hacer que no quiere perecer triturada, por el invierno mas crudamente mercantil
que domina el mundo, al ampliar el intercambio de lo que hace en los caracoles
con empresas dominadas por el lucro capitalista. Una tensión que afrontan los
zapatistas entre: no condenarse al autoconsumo, y disponer de un excedente que
no sea utilizada para una acumulación originaria de capital que demuela todo lo
hasta aquí tan arduamente conquistado. 16.- ¿Que
pasaría si lo que excede de la creatividad autodeterminada de cada nodo de la
resistencia, pudiera disponer, de los sobrantes que tengan otros nodos
anticapitalistas? Si los bienes materiales se complementasen, sin mediarse por
la moneda, con los bienes inmateriales de cada zona liberada en América Latina
y el mundo entero. Si una basta zona pública y no estatal, mundial pero no
globalizada por el capitalismo, se abasteciera recíprocamente a partir de lo
que produce cada nodo productivo y cada talento, cada obrar intelectual y
manual, cada sueño insumiso y cada pensamiento. Si fueran parte, en cada una de
sus partes, de un mundo de muchos mundos en continua expansión. Y como tal, el
mejor mecanismo de defensa que preserva y prolonga las nuevas relaciones
sociales anticapitalistas de cada territorio emancipado. 17.- Si la
palabra solidaridad tiene algún sentido superior a la hipócrita caridad
burguesa, es a partir de un hacer, un imaginario, y una voluntad reflexiva en
común. Una biopolítica anticapitalista, es decir, el reencuentro de la vida con
la política mas allá de lo político estatal; la fraternidad entre oprimidos con
la antagonía a los opresores; la riqueza social con el fin del mercado. Una
nueva relación social entre la naturaleza y la humanidad rebelde, entre la
palabra y los cuerpos, el hacer y el pensar, las manos y el cerebro, entre los
afectos con la ética. Un proyecto universal anticapitalista entre los cuerpos
de la multitud como cerebro colectivo del intelecto general de masas. IV.- Precariado,
clase obrera y multitud. Cambia, todo
cambia, dice la canción. En la Argentina de hoy los patrones no están en condiciones
ni de echar un boletero del ferrocarril, que los trabajadores, van al paro.
Mientras que en la década pasada los empresarios los despedían como perros. Los
empleados de las comunicaciones toman las empresas y logran que los
capitalistas no profundicen la precariedad, congelen los salarios, y sigan con
los despidos. En cambio durante el menemismo militarizaban sus oficinas ante la
toma de los edificios. Los docentes y
trabajadores del subte se ganaron el derecho de proseguir el conflicto sindical
violando la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo.
Todos estos comportamientos jalonan una larga lucha social y producen valiosas
enseñanzas en el aprendizaje de la multitud. Para no remontarnos muy lejos
diremos que, son parte, de un nuevo humus social. Una rica tierra abonada, que
sedimentó, desde las últimas luchas del obrero fordista durante las
privatizaciones; las primeras escaramuzas de los piqueteros ante la ampliación
del posfordismo, se profundiza luego de la tempestad del 19 y 20, y se expanden
en los últimos tres años. :: La multitud es una clase social posfordista.
Que se reorganiza desde la desorganización impuesta por el estado y los
empresarios, que fragmentaron y enflaquecieron a la clase obrera fabril, que
era la manera privilegiada de trabajo bajo el capitalismo fordista. La antagonía
de la multitud como clase, no posee un lugar privilegiado para el desarrollo de
su antagonía contra el capital. Cuando ridículamente se quiere congelar el 19 y
20 como una revuelta de caceroleros y piqueteros, de ahorristas e indigentes;
no se puede, o no se quiere, percibir el latido constituyente de un conjunto de
formas de la multitud que eclosionaron en el 2001. Cuando se
dijo: “asambleas de clase media”, a la Nueva Clase y sus escribientes no le
convenía percatarse, que la clase media de hoy, tiene cada vez menos puntos de
contacto con la pequeña burguesía del siglo XX.
Una clase no se determina exclusivamente a partir de su ubicación en la
producción y de cuánto gana. Sino que una clase se constituye, deconstruye y
reconstruye de manera permanente. El capitalismo es un lazo social que está
vivo, justamente, porque vampiriza al trabajo vivo; tanto en la producción como
en la reproducción mercantil, tanto en la circulación del capital como en el
consumo. La multitud es
una clase social posfordista. Que se reorganiza desde la desorganización
impuesta por el estado y los empresarios, que fragmentaron y enflaquecieron a
la clase obrera fabril, que era la manera privilegiada de trabajo bajo el
capitalismo fordista. :: Hoy, Las Clases Medias Argentinas son
Básicamente Asalariadas y Autoexplotadas. El nuevo
obrero social, determina donde y como, con quien y para que se organiza. La clase
de la multitud se completa confrontando a otra clase; antagonizando a la clase
de los patrones, a la clase de los capitalistas. Una clase no se define
únicamente desde su posición objetiva en la producción, sino además en la
reproducción y circulación del capital. Una clase también es sus pautas de
consumo, sueños y deseos. Una clase se define acorde a su individuación, su
hacerse clase, su subjetividad. Por supuesto sabiendo quien la exprime, cuanto
trabaja y para que trabaja. Teniendo claro contra quien lucha y para que
lucha. La clase
creadora está en una incesante constitución, desarticulación y reelaboración.
Un comportamiento tan cambiante como la composición orgánica del capital que la
subsume. Hoy, las clases medias argentinas son básicamente asalariadas y
autoexplotadas. Y por mas que se autoperciban como clase media, están mas cerca de ser calificadas de nuevos asalariados y
productores sociales del capitalismo del precariado. :: Un apartado especial se merecen muchos dirigentes de
la izquierda cuando desembarcan en las funciones estatales. Se comportan como
cualquier patrón, estableciendo el mismo grado de precariedad y jerarquías, y
en algunos casos aún peores, que cualquier burgués. Aún mas, no tienen empacho
de hablar de autonomía, si les sirve, para sus fines de “representantes”
autonomistas, como una “mercancía” más, de la “oferta” política y forma de
“acumulación” de su “capital” político. a) Se puede
ser precario y estar registrado. Cobrar bajo recibo y ser despedido en unos
meses. b) Y se puede
trabajar durante años en un mismo lugar y ser un informal. Cobrando sin recibo
de sueldo hasta ser despedido. c) Precario y
en negro, no siempre son sinónimos. Como estable y en blanco tampoco. d) Se puede
ser un contratado, tanto en la actividad privada como en el estado. El trabajo
en negro, la evasión impositiva, y el abandono de la seguridad social, no es
patrimonio exclusivo de los empresarios particulares. Sino que también se
naturaliza en el poder ejecutivo, legislaturas, hospitales, CGPs, sindicatos y
universidades. e) En el medio
se dan otras figuras híbridas como el trabajador registrado que cobra en blanco
sólo el salario mínimo, y el resto, en negro. f) O como el
caso del profesional en situación de dependencia obligado a facturar por sus
servicios como si fuera un cuentapropista. Cuando en realidad, resulta, un
empleado que tiene todas las obligaciones de la dependencia hacia el patrón y
ninguno de sus derechos sociales. g) Un apartado
especial se merecen muchos dirigentes de la izquierda cuando desembarcan en las
funciones estatales. Se comportan como cualquier patrón, estableciendo el mismo
grado de precariedad y jerarquías, y en algunos casos aún peores, que cualquier
burgués. Dividiendo el trabajo entre las “tareas administrativas” de los
soldados-militantes, y “las tareas políticas” reservadas a los
generales-dirigentes. Se reproduce la dicotomía empleado-empleador,
dirigido-dirigente, ser económico y ser político, bajo el manto rojo del
discurso de izquierda. Aún mas, no tienen empacho de hablar de autonomía, si
les sirve, para sus fines de “representantes” autonomistas, como una
“mercancía” más, de la “oferta” política y forma de “acumulación” de su
“capital” político. Si el estado es el capitalista ideal, el político de izquierda
hecho empleador de sus colaboradores, resulta el ideal del patrón, para
demostrar, como el estado es una forma más del capital que somete a todos a su
lógica. Los empresarios y los viejos partidos se relamen, viendo como todo lo
que pregonan los dirigentes de la izquierda sobre la defensa del trabajo
“digno”, se va al tacho de la basura, cuando arriban al estado. La clase media
argentina en los últimos treinta años descendió de ser, el 60 por ciento, al 20
por ciento de la población. La nueva composición técnica de la clase media
trastoca su viejo ser social y su vetusto hacer político, por mas renegatorio
que sea en su decir-[se] económicamente de clase media. Las jóvenes
generaciones de la multitud son herederas de los triunfos y derrotas de la
vieja clase trabajadora. Pero la porción de ella que lucha, no está infecta, de
hipotecas ideológicas, nostalgias populistas, terror inmovilizante hacia los
militares y mackartismo anticapitalista. En el
capitalismo posfordista no hay fracción privilegiada de la multitud como sujeto
por antonomasia del cambio antisistémico. Si bien en los últimos años el
trabajador excedentario lleva la delantera. a) Reparemos
en que, los empleados dedicados al mercado del software, superan, tres a uno, a
los operarios automotrices. Para el 2004 había 30.000 trabajadores de la
industria informática contra 10.000 obreros ocupados en forma directa por las
terminales de autos. b) El
conflicto de clase se desliza zigzagueante por toda la superficie social. ¡Si
sabrán de eso los vendedores ambulantes y artesanos, prostitutas y
limpiacoches; malabaristas todos, del sustento diario, que hacen de su fábrica
el mismísimo terreno social! Una labor que unifica mercado y sociedad, con
trabajo y espacio público. c) Sólo en la
Capital Federal, había registrados para el 2002, nueve mil cirujas. d) Buscando
ampliar el volumen social de la antagonía de clase contra el capital, los
propios Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD) saben que su valiente
lucha y la construcción de lazos solidarios entre sus integrantes; por sí
solos, no son las únicas experiencias que cuentan para poder vencer al
capitalismo. :: eS LA PALANCA AUTÓNOMA DEL MOVIMIENTO COOPERANTE DEL TRABAJADOR INMATERIAL
QUIEN DESESTABILIZA LA LOZA BUROCRÁTICA COMO EXCRECENCIA INTOLERABLE, QUE
BLOQUEA LA COLABORACIÓN, DEL INTELECTO GENERAL DE MASAS COMO FUERZA DEL HACER. El desafío de
una nueva izquierda autónoma es no pasar de ser (como hace parte de la vieja
izquierda) los apologistas, aún hoy, del obrero con mameluco manchado de grasa
como excluyente sujeto de la revolución. A creer, ahora, que el piqueterismo
todo lo puede. Ni la clase obrera industrial ni los desocupados, ni uno ni
otros, pueden cargar con tamaña responsabilidad de “salvar” a una sociedad del
trabajo que debe auto-emanciparse en cada una de las formas que adopta la
multitud como clase productora de valor. De lo contrario, no habrá liberación
social posible. El propio
capital, que es la contracara del trabajo, reunifica, repotencia y resignifica,
las luchas de los que era la clase obrera de cuellos azules y manos callosas;
con los empleados de cuello blanco del trabajo intelectual del capitalismo
hegemónicamente fordista. Hoy, ciruja y telefónico, desocupada y empleado
público, docente y matricero, enfermero y obrera okupa, teletrabajador y
campesina, periodista y artesano, programador y petrolero, repositor y
motoquera, publicista y cadete, vendedora ambulante y ferroviario; componen algunos
de los tonos de la paleta multicolor de las singularidades múltiples del nuevo
universo del trabajo. Con y sin empleo, con y sin salario, con o sin patrón a
la vista. Ganando mas y ganando menos, sindicalizados y desagremiados. Todos
son expoliados y desempleados por el capital como relación social explotadora y
represiva. Todos necesitan emanciparse de los patrones y el estado para ganar
una nueva vida; y todos juntos, pueden lograrlo. La fuerza de
trabajo no incluida totalmente en el capital, que produce plusvalor de una
manera absoluta con mucho trabajo intensivo y, en menor medida, plusvalor
relativo con escaso trabajo maquínico; todavía, fantasea con el estado como un
instrumento de lo popular en manos de una “clase política” remozada. En cambio,
la unificación del trabajo en el capital del productor dominado por la
plusvalía relativa; atado al trabajo muerto de la máquina, la computadora, el
tractor robotizado y la línea de producción informatizada; facilita que esa
porción de la multitud sea mas proclive al anticapitalismo sin escalas. La
propia constitución de la relación de su hacer, absorbidos plenamente en la
ganancia de los capitalistas, los hace mas propensos al cinismo político. El
trabajador del general intellect, del trabajo inmaterial en todas sus
variedades: cognitivo, imaginativo y afectivo, comprueba; que entre la máquina
que los domina al servicio del capital y el estado que ordena todo el proceso
social, entre el yugo empresario y su emancipación personal, no hay nada mas
que la antagonía directa al patrón, el mercado, el salario y los gobiernos. La
máquina, como trabajo de la inteligencia acumulada, esa aliada fabulosa para
eximir a la especie humana de la rutina del empleo, hoy, bajo dominio de los
capitalistas, es la herramienta mas odiada. Mientras sirva para producir mas
ganancias para los empresarios (incrementando la intensidad del trabajo y
trastornando el cuerpo y la psiquis del empleado) la tecnología, transforma
cada vez mas a la persona en un animal mutante biotecnológico. Un trabajo que
humaniza a la máquina. El ser humano como biomáquina. El trabajo vivo
subordinado al trabajo muerto. Lo presente dominado por el pasado. La potencia
subyugada por el poder. El trabajo comandado por el capital. La vida subsumida
a la muerte. La energía personal y social, la biopolítica, bajo las órdenes del
biopoder. Un hacer que da vida al robot, robotizando a la vida; en vez de
emancipar el ser humano, utilizando a la máquina, a los fines de su liberación
social del trabajo. Los resabios
del trabajo del obrero masa de producción indiferenciada, básicamente
acantonados en la manufactura y el pequeño taller; es donde la separación entre
el hacer y la ganancia del patrón, conserva mas analogías, con la absorción
parcial del trabajo en la mercancía y su separación formal del mercado como
vínculo social. Una separación que se proyecta, por un lado, entre el obrero y
el patrón, y por el otro, el estado y el mercado. Un dominio que se asienta en
el productor, y su delimitación, entre tiempo de trabajo y tiempo libre, entre
la fábrica y su vida personal. Entre esfera privada y pública, entre
representado y representante, gobernado y gobernante, obrero y patrón, pueblo y
estado. En cambio, el
obrero social polifuncional dominado realmente por el capital, y no formalmente
como el obrero masa; comprueba en su propia carne la cada vez mas escasa
separación entre su trabajo y el capital, y entre este y el estado. Vive para
trabajar y no trabaja para vivir. Toda la jornada se le transforma en un único tiempo
de trabajo. Se levanta para trabajar, pasa su día trabajando, y tiene
pesadillas con el trabajo. No por casualidad los conflictos más agudos, de
noviembre y diciembre de 2004, son básicamente de hacedores absorbidos por el
capital. De trabajadores de producción inmaterial, de los servicios públicos, y
del trabajo afectivo y cognitivo. Empleados públicos y choferes de larga
distancia, ferroviarios y subtes, docentes y telefónicos. Aquí los sindicatos
vuelven a un primer plano porque son empujados por sus bases. Y las bases son
nada menos que el trabajo cooperante subordinado al capital de manera
competitiva. Ya no es la loza burocrática, como en la época fordista del
trabajador calificado, la que puede impedir las luchas, manteniendo, la
separación de las diferentes actividades de la producción. Inversamente, es la
palanca autónoma del movimiento cooperante del trabajador inmaterial quien
desestabiliza la loza burocrática como excrecencia intolerable, que bloquea la
colaboración, del intelecto general de masas como fuerza del hacer. El enemigo
desequilibrante del capital resulta el valor excedente que produce la multitud
y no puede ser acumulado. Por mucho y
desbordante en el caso del trabajador inmaterial. Por poco e infravaluable en
el desempleado sin salario. Uno produce un valor potencial inacumulable, el
otro, ningún valor acumulable para empresarios privados. :: ¿Por qué cuanto mas fácil
es explicar la plusvalía, cuanto más concreta, formal y palpable se vuelve, resulta
más difícil combatirla; y cuando más difícil es explicarla, cuanto más
abstracta, real e incorpórea, es más fácil combatirla? La clase
obrera industrial de las grandes empresas posfordistas, alimenta sin cesar, la
nueva acumulación originaria pos devaluación. Transformando prácticamente todo
su hacer en ganancia acumulable. Por lo tanto les permite a los patrones
otorgar aumentos selectivos de salarios para prevenir las huelgas. Toda esta
mezcla, material y subjetiva, objetiva y humana (entre nueva acumulación y
recupero de la tasa de ganancia, entre el salario obrero y el lucro empresario,
entre el capital y el trabajo) explica porqué, por el momento, esta parte de la
multitud no antagoniza con la misma intensidad, con que lo hace, el productor posfordista
del trabajo inmaterial. Cuando la productividad aumente para evitar el descenso
de la tasa de ganancia, vale decir, la plusvalía relativa del trabajo vivo se
incremente y recobre su primacía el trabajo muerto presionando a la baja a los
salarios, la intensificación del trabajo humano, detonará, la antagonía obrera
contra la patronal. Cincuenta por
ciento de empleados en negro, veinticinco por ciento de autoempleados, y
treinta por ciento de desocupados y subempleados; desquician la representación
de la mercancía, fuerza de trabajo, como forma política del capital. Dislocando
la representación del trabajo como representación sindical y estatal. ¿Por qué
cuanto mas fácil es explicar la plusvalía, cuanto más concreta, formal y
palpable se vuelve, resulta más difícil combatirla; y cuando más difícil es
explicarla, cuanto más abstracta, real e incorpórea, es más fácil combatirla? 1) En cuanto
al padecimiento de ser un animal social productor de plustrabajo en beneficio
de la clase de los capitalistas, dueños de pequeñas empresas; unos cuantos
obreros en cada unos de los talleres, comprueban su empobrecimiento, en los dos
últimos años. Entre tanto, su patrón incrementa su confort, se toma vacaciones
cuando quiere, y cambia el auto y la casa. Los trabajadores producen cosas
corpóreas: máquinas herramientas y envases plásticos, conservas y caños
galvanizados, galletitas y bulones, gabinetes para computadoras y muebles. Por
lo tanto, el producto de su trabajo, se ve y se toca. Contrariamente,
ocho mil trabajadores telefónicos nunca les verán las caras a los verdaderos
dueños de las empresas. No producen objetos, no se materializa en cosas su
expoliación, y el trabajo excedente parece invisible. Pero vigilando y animando
con su hacer inmaterial, aportando su lenguaje como técnica humana y su
dedicación polifuncional sobre el lenguaje acumulado en el hardware y el
software, sobreintensifica el estrés, de su sistema nervioso. De este modo,
produciendo plusvalía relativa, su fuerza psíquica colapsa más fácilmente que
la del obrero manual productor de plusvalía absoluta. Se transforma en un
operador de la tecnología, la fibra óptica y las computadoras, y su trabajo
como fuerza nerviosa resulta la contraparte de la objetividad instrumental de
la máquina. Una herramienta de tortura social del empresario, que le extrae su
energía vital al obrero, para lucrar con el trabajo vivo inmaterial. :: La Línea Roja de los
Conflictos por Venir, Es la Línea de Excedencia del Trabajo. 2) En cambio, con
relación a combatir la explotación, si el patrón no se fuga, y un puñado de
operarios de una pequeña fábrica aspiran a okuparla para ponerla bajo su
gestión directa; necesitan, algo más que sus propias fuerzas para sostener la
toma. Mientras que
cientos, y mejor aún miles de empleados, son un contrapoder, un pequeño
ejército popular, cuando se apropian de los edificios y se enfrentan a los
gerentes que administran las sociedades anónimas multinacionales. Lo que iguala
a ambas expropiaciones, la de un taller o de la Telefónica, es que unos y
otros, necesitan construir lazos sociales con su comunidad para poder ganar los
conflictos y resistir los embates del estado. Sólo de esta manera, las
okupaciones con orientación anticapitalista y no meramente cooperativistas,
tienen oportunidad de defenderse, cuando no se está, en un estado
insurreccional como el del 19 y 20. El sentido común no está de un lado y
la clase obrera de otro. Sino que la propia clase obrera padece, crea,
modifica, y demuele el sentido común. Un insoportable sentido común que ella
misma soporta y sostiene, del cual es parte, y que puede abolirlo apelando a su
buen sentido. Un contra-sentido, o sentido contrario, al sentido común
mercantil. La línea roja de los conflictos por
venir, es la línea de excedencia del trabajo. Para decirlo de otra manera: la
profundización del combate anticapitalista, detona en un caso, ante un
desempleo estructural, permanente y sistémico, en función de un trabajo
inacumulable por improductivo. Y por el otro, ante una mayor precarización,
polifunción y despidos, realizando un trabajo inacumulable para el capital por
hiperproductivo. :: Excedencia No es Sólo Pobreza,
sino También Riqueza. ¿Pero que significa ser la escoria o
excedente del trabajo inmaterial? Una potencia imposible de ser medida
totalmente en el tiempo, y por consiguiente, incuantificable en dinero. Por lo
tanto, no acumulable completamente. Su opuesto complementario es la sobra y
excedencia del trabajo de los desocupados. Que con su potencia improductiva no
acumulable de manera directa por el capital, si bien todavía son presa del
mercado en su conjunto, día a día incrementan el valor de los vínculos de los
desempleados. Autovalorando lo social y desvalorizando a fracciones completas
de capitalistas privados. :: En la Argentina la
mayoría de los trabajadores de la actividad privada, el 58 por ciento, son sub
expoliados y sobre explotados. Excedentes no son únicamente los
indigentes que le sobran y descarta el capitalismo. No son simplemente los
inempleables por un salario. Excedente es también el trabajo hiperproductivo.
Excedencia no es solo pobreza, sino también riqueza. Excedencia es potencia. Al
capital cada día le sobran más de las dos cosas. No puede acumular toda la
riqueza del trabajo y para no desvalorizar el capital puesto en juego, y poder
seguir midiendo en tiempo y moneda la fuerza viva del hacer, expulsa a los
empleados sobrantes. El capital hace agua cuando el trabajo está muy por encima
de su capacidad de acumulación de valor y también cuando está muy por debajo.
Al capital le sobran asalariados. Es mucha potencia la que debe descartar para
no colapsar. Por eso el posfordismo mantiene sobreocupados y subocupados a los
que ganan un salario, y desemplea al resto. Por eso precariza a la mayoría y
tiene en estado de infortunio latente a toda la multitud. En la actividad privada Argentina hay: a) 2,7 millones de trabajadores
plenos que trabajan en promedio 36 horas a la semana. b) 760 mil son subempleados a
225 pesos por mes (75 dólares). Laboran en promedio 19 horas semanales, y el 82
por ciento está en negro. c) 3 millones están sobreocupados. Con jornadas promedio de 59 horas
por semana. Y el 56 por ciento está empleado bajo las órdenes de la benemérita
pequeña burguesía del capitalismo nacional. Es decir, estamos ante un capitalismo
de castas laborales. A esto también es a lo que llamamos posfordismo. La
mayoría, el 58 por ciento, son sub expoliados y sobre explotados; y el
resto, tiene un empleo con jornada completa.
Entre el trabajo inmaterial y el
desempleo, está la clase obrera de las PyMEs. Los asalariados subsumidos
parcialmente por el capital que producen ganancias. El colchón que suaviza el
estado de excedencia y evita, con su trabajo intensivo, que cada tallerista se
transforme en un ser humano descartable. Pero que producto de su penuria
asalariada sin fin, mira con menos recelo a los desocupados, a los empleados
reapropiadores, y las huelgas con okupaciones como la de los telefónicos. Como
obrero e integrante de las múltiples expresiones singulares del trabajo, para
emanciparse de su patrón, precisa destruir el sentido común capitalista en su
conjunto. Reencontrándose como integrante de la clase de la multitud con los
empleados del general intellect y con los desocupados. Encarnación del trabajo
excedente que se le escapa a la acumulación del capital por invaluable y
excesivo, o por escaso y desvalorizante.
En el combate
telefónico para algunos fue sorprendente ver en la misma lucha a empleadas “fashion”
junto a operarios con camisa de trabajo. A estudiantes universitarios y
profesionales recién recibidos, con operadores de varias décadas. Las luchas
constituyen a las clases. La autonomía del trabajo, la independencia de clase,
la antagonía al capital constituye a la multitud. No la condiciona su mera
posición objetiva en la producción, el lugar que ocupen en la reproducción
social, ni cómo se vistan y que consumen. Si el
posfordismo es, entre otras cosas, el reinado de la multitud que implica y desborda al trabajador
asalariado; Si la sociedad toda de la producción, reproducción y circulación
del capital queda atrapada en la mercancía al mismo tiempo que la excede; Si la
fábrica ha sido desbordada como lugar privilegiado de la producción de ganancia
privada y el conflicto de clase; Si cada vez se difumina mas la línea que
divide tiempo de trabajo con tiempo de vida, entonces, el conflicto de clase
está en todos lados y existe todo el tiempo. En el barrio y la fábrica; en la
escuela y los campos; en el piquete y la asamblea; en la facultad y en el arte;
en el ciberespacio y el estado; en el corte de ruta y la toma de empresas. En
el escrache a los torturadores de ayer y en el escrache a los asesinos del
gatillo fácil de hoy. En la memoria histórica de los caídos por luchar en los
’70, en las víctimas asesinadas desde 1983, y en la lucha del presente, como
ejercicio anticipatorio de la memoria del mañana, por los caídos bajo el hambre
capitalista de hoy. :: Un registro de la insumisión que rebasa el
papel del intelectual y la artista comprometida con su pueblo de las décadas
del ’60 y ’70. Que disuelve la vieja frontera entre observador y observado,
entre sujeto analizante y objeto de estudio, entre cronista político y
militante social. No existen
capitalistas buenos y capitalistas malos. Como no hay muertos honrosos del
pasado y sacrificios menos trascendentes del presente. Los presos políticos de
hace tres décadas fueron tan presos del sistema capitalista, como los nuevos
presos políticos del posfordismo. Ahora no son militantes guerrilleros,
delegados de coordinadoras fabriles clasistas, ni cuadros sindicales
revolucionarios. Sino prostitutas que para trabajar se dejan regentear por
algún policía; vendedores ambulantes que tienen grabado en su piel las heridas
del conflicto de clase infringidas en el territorio urbano como la gran fábrica
social de plusvalor; las hay travestis y mendigos adolescentes; piqueteras y
limpiacoches; repartidores de comida y motoqueros; niños explotados sexualmente
y cartoneras. Si el capital
busca transformar todo en mercancía, toda antagonía contra el capital
autovalora a la multitud y desvaloriza a los patrones. Si la educación y la
salud, el lenguaje y las ideas, el universo simbólico y deseante; tienden a
transformarse en valor, toda insubordinación discursiva y afectiva (todo acto
de contracultura y contrainformación, toda expresión artística contra el
imaginario y el discurso dominante del poder, todas las redes inmateriales que
tejen los cuerpos resilientes) resultan dispositivos afectantes contra el
capital, y efectivas formas de resistencia. Todas y cada una de ellas,
constituyen un muestrario de las distintas maneras de combatir al capitalismo.
Ni mas ni menos valioso que cualquier conflicto gremial. Si el capital no pudo
arrasar la resistencia después del argentinazo, la masacre del Puente
Pueyrredón, y los crímenes en el boliche Cromañón; es, entre otras razones,
porque ella no se recluye y acantona en las empresas y el estado que
invisibiliza y reabsorbe las luchas. No queda oculta detrás de los muros
patronales sino que se desliza por todo el territorio social del espacio
público. Una insubordinación que resulta acompañada -o directamente
protagonizada- por cronistas de su propia resistencia; por una red de videístas
contraculturales en estado de rebelión; fotógrafos y periodistas independientes
que aborrecen de las leyes heterónomas del capital; revistas y radios
comunitarias insurrectas; TVs piqueteras y páginas digitales insumisas. Medios
en lucha y en medio de la lucha. Medios de lucha y para la lucha. No son
únicamente observadores implicados con la realidad combatiente de la multitud,
lo que no sería poco, sino que ellos mismos son la multitud que actúa con sus
imágenes tiernas y candentes, y sus voces y palabras, crudas y bellas. Una
multitud que, mostrándose y mostrando se autoprotege. Y recíprocamente,
colabora con el cuidado de todos aquellos que expresan su hartazgo y vocación
de cambio de todas las formas posibles. Un registro de la insumisión que rebasa
el papel del intelectual y la artista comprometida con su pueblo de las décadas
del ’60 y ’70. Que disuelve la vieja frontera entre observador y observado,
entre sujeto analizante y objeto de estudio, entre cronista político y
militante social. Los cambios de
raíz, las revoluciones, las transformaciones antisistémicas no las realizan
únicamente los militantes históricos. Del mismo modo que los conflictos
económicos no los ganan solamente los viejos activistas sindicales. Media
Argentina está en la pobreza. Medio país está con los dientes apretados
habitando el malestar de la cultura capitalista. Medio país con su solidaridad
activa, o su pasividad; protegen o toleran, a cada uno y una, de los que no se
resignan y siguen construyendo el cambio social. :: Cualquier atisbo represivo se catapulta como una bola
de fuego contra las murallas del sistema en su conjunto. Atacando a “lo
político” estatal, como técnica policial y social, que censura y reprime, empadrona
y encarcela, clienteliza y asesina, a la multitud. Se está
coagulando una nueva subjetividad donde palpita la democracia absoluta, y por
lo tanto, la democracia antipatronal. Donde se borronea la separación ente
instrumentos de trabajo y fuerza de trabajo. Donde cada lucha de la multitud,
por mas fragmentada que sea, se dispara como una flecha envenenada al corazón
del Leviatán. Donde cada conflicto resulta reenviado al plano político estatal,
como garante de la dominación, que debe ser abolido. Cualquier atisbo represivo
se catapulta como una bola de fuego contra las murallas del sistema en su
conjunto. Sea que provenga de la antagonía entre salario y capital; entre el
libre control de la natalidad y el dominio sobre el cuerpo que alimenta al poder;
una muestra artística subversiva y la censura previa o posterior del estado.
Sea contra los recortes del capital y la mayor recuperación de plusvalor social
(como subsidio y salario indirecto, de los planes asistenciales y un mayor
presupuesto para salud y educación). Un antagonía irreductible y constituyente,
entre la sociedad hacedora de la multitud y la forma estado
capital-parlamentaria. Entre la excedencia del trabajo y el poder que busca
gobernar la vida. Lo político estatal como técnica policial que censura y
reprime, empadrona y encarcela, clienteliza y asesina, a la multitud. Zanahoria y
palo, ONG y jaula, ambulancia y morgue. Hoy el capital ya no puede separar nítidamente la
política social de la política penal. La política de cooptación de la violencia
organizada del estado. Para decirlo de otro modo, resulta complementario: a) El mercado laboral precarizado
posfordista y el trabajador social difuso, con las migajas de asistencialismo
arrancadas al estado a costa de la vida de los nuevos mártires. b) Arrojar al calabozo las vidas que
le estorban al capital para continuar su ciclo de negocios, con la policía de
gatillo fácil que elimina sumariamente el excedente humano que le sobra al
gobierno.