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CENTROIZQUIERDA, NACIONALISMO Y SOCIALISMO
Por reenvío edi - Friday, Mar. 04, 2005 at 11:27 AM

El ascenso de varios gobiernos de centroizquierda refleja el fracaso económico, el retroceso político y el rechazo popular al neoliberalismo. Pero cada proceso expresa realidades distintas.



Claudio Katz
27/2/2005

Lula asumió sin fisuras
institucionales en un marco de recesión y desmovilización social. Kirchner
arribó al concluir el descalabro político creado por una depresión rodeada
de sublevaciones. Tabaré sigue el modelo político del PT en un cuadro
económico semejante a la Argentina y ensayos similares enfrentan en Bolivia
con la amenaza de balcanización.

El nacionalismo de Chávez es sustancialmente distinto porque se apoya en la
ventaja petrolera para desplazar a los viejos partidos, hacer reformas y
confrontar con la derecha. Además, estrecha relaciones con Cuba y encabeza
una fuerte polarización político-social. Su proyecto del ALBA no es
compartido por la centroizquierda, porque las clases dominantes de cada país
tienen mayores negocios con las metrópolis que con sus vecinos. La
constitución de Petrosur choca con la privatización del petróleo en el Cono
Sur y al Bansur le falta un club de deudores.

Es incorrecto considerar que Lula y Kirchner encabezan 'gobiernos en
disputa'. Arbitran entre grupos capitalistas con modelos de ortodoxia
socio-liberal o heterodoxia excluyente en desmedro de los intereses
populares. Tanto el PT como el peronismo han perdido su originalidad
contestataria. En Venezuela la disyuntiva es radicalizar o congelar el
proceso bolivariano.

Ciertos enfoques sugieren que el imperialismo norteamericano es invencible e
ignoran que su hegemonía no es un dato nuevo para la región. Tampoco
registran los efectos contradictorios de la desaparición de la URSS y
tienden a evaluar la correlación de fuerzas considerando más las relaciones
entre los gobiernos que la lucha social.

La izquierda puede retomar el legado de los 70 si reconstituye su proyecto
socialista. Las dificultades no derivan de la adversidad externa sino de las
políticas implementadas en cada país. Es vital comprender porqué los
proyectos de capitalismo regional autónomo son menos viables que en el
pasado. La batalla por conquistas a escala local debe formar parte de una
propuesta antiimperialista radical.

Centroizquierda, nacionalismo y socialismo

Los nuevos gobiernos de Sudamérica comparten la crítica al neoliberalismo,
cuestionan las privatizaciones descontroladas, la apertura excesiva y la
desigualdad social. También proponen erigir formas de capitalismo más
productivas y autónomas con mayores regulaciones del estado. Pero su llegada
ha creado dos interrogantes: ¿Conforman un bloque común? ¿Facilitarán el
acceso del pueblo al poder?

Los fracasos del neoliberalismo

Lula y Kirchner llegan al gobierno porque el neoliberalismo no logró
revertir el retroceso de Latinoamérica en el mercado mundial. Esta pérdida
de posiciones se verifica en el estancamiento de la inversión y del PBI per
capita y es muy visible en comparación a China o el Sudeste Asiático.

Los ciclos de prosperidad continúan sujetos a la afluencia de capitales
financieros y a los precios de las exportaciones. Por eso los beneficios que
obtuvieron los capitalistas durante los 90 fueron inestables. Además, la
reducción de los costos salariales no compensó el estrechamiento de los
mercados internos y la caída del poder adquisitivo afectó la acumulación.

También la apertura deterioró la competitividad y agravó las desventajas de
los empresarios latinoamericanos frente a sus concurrentes. Muchos
capitalistas lucraron con el endeudamiento público, pero el descontrol de
este pasivo ha reducido la autonomía de la política fiscal o monetaria
requerida para contrarrestar las fases recesivas.

El neoliberalismo no doblegó la lucha social. Las clases dominantes no
lograron victorias comparables a las obtenidas en décadas anteriores. Al
contrario han enfrentado sublevaciones que condujeron al derrocamiento de
varios presidentes del área Andina y el Cono Sur.

La acción directa en el agro (Perú), la irrupción indigenista (Ecuador), la
presión callejera (Argentina), el clima insurrecional (Bolivia), las
ocupaciones de tierra (Brasil), el despertar político (Uruguay), las
movilizaciones antiimperialistas (Chile) y las batallas contra el golpismo
(Venezuela) jalonaron el nuevo ciclo de rebeldía que prevalece en la región.

Las clases dominantes han perdido la confianza que exhibieron en los 90 y
sus principales exponentes se han retirado del escenario (Menen, Fujimori,
Salinas, C. A. Pérez, Lozada). Junto a ellos se desmoronó la identificación
neoliberal de la corrupción con el estatismo. La continuada malversación de
fondos públicos durante la última década confirmó que la corrupción es un
rasgo de todos las regímenes que intermedian en los grandes de los negocios
capitalistas.

El neoliberalismo ha perdido en América Latina el impulso que parece
recobrar en Europa. En ambas regiones arremetió primero el thatcherismo y
luego el social-liberalismo. Pero los efectos de la desregulación comercial
y la flexibilización laboral han sido diferentes en un polo central y una
zona periférica de la economía mundial. El mismo atropello a las conquistas
populares que en Europa provocó pérdidas de conquistas sociales, en
Latinoamérica precipitó catástrofes de gran envergadura. Por eso la
intensidad de la reacción popular ha sido también superior en una región de
economías muy vulnerables y sistemas políticos muy inestables.

Caracterización y comportamientos

Con Lula y Kirchner cambia el marco político del régimen que desde hace
décadas manejan las clases dominantes. Los empresarios y banqueros que
lucraron con la desregulación ahora acompañan el giro intervencionista.
Especialmente los sectores más afectados por el fracaso de los 90 buscan
acaparar los subsidios y frenar la concurrencia foránea.

La alianza dominante de financistas, industriales y agroexportadores que
maneja el poder ya no conforma la clásica burguesía nacional de los años 60.
Reforzaron su integración al circuito financiero internacional (como
tomadores de crédito y acreedores de los estados), consolidaron su perfil
exportador en desmedro de los mercados internos y manejan fuertes
inversiones fuera de sus países.

Pero esta mayor transnacionalización no ha extinguido sus raíces locales. Al
preservar sus principales actividades en la zona, las clases dominantes
sudamericanas se mantienen como sector diferenciado y rival de las
corporaciones extra-regionales. Conforman el principal cimiento de los
nuevos gobiernos y orientan el comportamiento crecientemente conservador de
sus funcionarios.

Lula y Kirchner evitan la demagogia populista y eluden conflictos con el
Departamento de Estado, porque sintonizan con los grandes capitalistas de la
región. Esta cautela explica porqué negocian los mandatos de la OMC y las
versiones aligeradas del ALCA, renunciando a gestar un real bloque aduanero.
Implementan el ajuste fiscal, cumplen con las existencias del FMI y
descartan un frente de deudores.

Los nuevos presidentes se han negado a participar en la ocupación
imperialista de Irak, pero muy pocos mandatarios del mundo acompañan a Bush
en esta cruzada. En cambio han enviado las tropas a Haití que el Pentágono
necesitaba para liberar efectivos del Caribe y afrontar la guerra en el
mundo árabe. Lula, Kirchner y Tabaré colaboran con la formación de un
gobierno títere que legitime el golpe contra Aristide, regule el tráfico de
drogas y controle la emigración masiva hacia Miami. Qué las tropas
latinoamericanas actúen bajo el disfraz de la ONU no modifica el servicio
que prestan a los Estados Unidos. Una contribución humanitaria no requería
gendarmes, sino campañas de solidaridad e iniciativas para anular la deuda
de ese empobrecido país.

Los gobiernos de centroizquierda desarrollan un trabajo de ablande de los
movimientos rebeldes en la región. Este papel cumplieron los emisarios de
Lula y Kirchner durante la debacle boliviana del 2003. Intervinieron en
pleno alzamiento popular para favorecer la constitución del gobierno
continuista que asegura la privatización del petróleo. Otros presidentes de
origen progresista han cumplido esta labor reaccionaria sin necesidad de
ayuda externa. Es el caso de Gutiérrez, en Ecuador, que prometió soberanía y
gobierna con represión y privatizaciones.

Brasil y Argentina

Los nuevos presidentes emergieron en diferentes condiciones. Lula asumió en
la fase final de una crisis económica que acentuó la desigualdad urbana y la
miseria rural que padece Brasil. Kirchner llegó al gobierno cuándo culminaba
la mayor depresión de la historia argentina. Este desplome incluyó el
desmoronamiento del sistema financiero, la confiscación de los depósitos y
un nivel de pobreza, hambre y desempleo nunca vistos.

Lula se ha ganado los elogios de Wall Street porque mantiene el modelo
neoliberal de F.H.Cardoso. Recurre a los mismos argumentos que su antecesor
('ganar la confianza de los mercados para atraer inversiones') para reforzar
las atribuciones de los financistas que manejan el Banco Central. También
asegura los beneficios de los banqueros con un inédito superávit fiscal del
4,5% del PBI y la tasa de interés más elevada de las últimas dos décadas.
Con estos mecanismos garantiza pagos a los acreedores que duplican los
gastos sociales.

Kirchner evitó este continuismo puro porque debió reconstituir el maltrecho
circuito de la acumulación. Adoptó políticas más heterodoxas para recomponer
los beneficios de todos los capitalistas, orientando la distribución de las
pérdidas. Aprovechó el rebote del ciclo económico para combinar el ajuste
fiscal con múltiples subvenciones y reestableció el equilibrio entre los
grupos ganadores (bancos y privatizadoras) y perdedores (exportadores,
industriales) de la convertibilidad.

Como afrontó un colapso muy superior al registrado en Brasil, Kirchner debió
seleccionar acreedores privilegiados y penalizados, dispuso compensaciones y
puniciones financieras y ahora negocia tarifas y regulaciones con las
compañías privatizadas. Se ha embarcado en un proceso de reconstitución del
capital que Lula pudo soslayar. Pero ambos gobiernos defienden la
rentabilidad empresaria a costa de los trabajadores.

El presidente brasileño ya impuso una reforma previsional regresiva,
mantiene paralizada la reforma agraria y acentúa el deterioro del salario
real. Su partido frena la lucha de los sindicatos y logró reducir el nivel
de movilización popular. En cambio Kirchner enfrenta un panorama social
mucho más complejo, porque asumió en un clima de rebelión popular. Ha
buscado desactivar la protesta mediante la cooptación (conversión de
luchadores en funcionarios), el desgaste (hostilidad mediática y aislamiento
de sectores más combativos) y la criminalización (decenas de presos, miles
de procesados).

Kirchner logró diluir el ímpetu de las cacerolas y los piquetes, pero no
eliminar la presencia de las movilizaciones como telón de fondo de la
política argentina. Desarrolla una gestión conservadora, pero disimula mucho
más que su colega brasileño los nexos de continuidad con el pasado
neoliberal.

Mientras que el ascenso de Lula se consumó sin fisuras institucionales,
Kirchner llegó sorpresivamente a la presidencia al cabo de una tormentosa
secuencia de renuncias y mandatos improvisados. Lo que en Brasil fue un
recambio gubernamental sin sobresaltos, en Argentina ha sido un delicado
operativo de restauración de la credibilidad del estado frente al masivo
cuestionamiento del régimen político ('que se vayan todos')

Lula está coronando la transformación del PT en un partido clásico del
sistema burgués. Se desprendió de su pasado izquierdista e incorporó a esa
organización a la alternancia bipartidista. Financia con la prebendas a un
ejército de funcionarios que convalidó la expulsión de los diputados
opuestos a la reforma provisional.

Esta misma transformación de un movimiento popular en apéndice de la
dominación capitalista afectó al peronismo hace ya mucho tiempo. Por eso
Kirchner renueva por enésima vez al partido que garantiza la gobernabilidad
de la clase dominante. Pero recurre a una duplicidad infrecuente para
encubrir el clientelismo con gestos favorables a los derechos humanos, la
independencia de la justicia y la depuración de la corrupción.

Uruguay y Bolivia

Por la magnitud del descalabro económico, el caso uruguayo se asemeja a la
Argentina. Pero la menor intensidad de la lucha social y la mayor
estabilidad del sistema político lo equiparan con Brasil.

Aunque el PBI y la inversión se desmoronaron, la crisis no se 'argentinizó'
en la República Oriental. El Frente Amplio logró asegurar la continuidad
institucional, evitando los desbordes y el vacío político. Ahora los futuros
ministros se aprestan a introducir la orientación económica ortodoxa de
Lula. Prometen mantener el pago de la deuda, el sistema impositivo
regresivo, los privilegios del paraíso bancario y el enorme superávit fiscal
impuesto para evitar el default de la deuda.

Esta evolución se explica en parte por el debilitamiento de la resistencia
social afectada por el desempleo, la emigración y el envejecimiento
demográfico. Pero también influye la tradición histórica de un país que no
conoció insurrecciones populares, ni rupturas institucionales
significativas, bajo el gobierno de arraigados partidos.

El Frente Amplio llega ahora al gobierno con fuertes compromisos de
mantenimiento del status quo y un proyecto vaciado de contenido
transformador. El mensaje oficial propaga que un 'país chico no puede actuar
solo', como si los cambios progresistas fueran patrimonio exclusivo de las
grandes naciones. Este discurso justifica la impotencia y chocará con la
expectativa creada por el triunfo de la coalición. La implantación social,
la hegemonía cultural y la organización popular del FA no congenian
fácilmente con el falso realismo político que promueve la dirigencia.

En Bolivia la centroizquierda (Evo Morales) no gobierna directamente, pero
sostiene al tambaleante presidente Mesa y trabaja para sustituirlo en la
elección del 2007. Pero este cronograma no concuerda con el ritmo del mayor
descalabro regional, ni con la frágil gestión de una clase dominante que
carece de recursos económicos, instrumentos políticos y mediaciones
institucionales para encarrilar la crisis.

El desplazamiento del eje productivo desde el Oriente minero hacia el
Occidente petrolero acentúa la debacle económica. Si el cierre de los
socavones masificó el desempleo, el intento de erradicar la coca devastó al
campesinado. Esta pauperización acentúa la tendencia hacia la desintegración
del país, que alientan los empresarios de Santa Cruz para apropiarse la
renta petrolea. Su ambición choca con la demanda popular que provocó la
caída de Lozada en el 2003: nacionalizar los hidrocarburos para
industrializarlos localmente.

En Bolivia permanece muy viva la extraordinaria tradición de alzamientos
populares. Por eso Mesa ha recurrido a un plebiscito tramposo que buscó
disfrazar la continuidad de la privatización energética con promesas de
nacionalización. El sostén de Evo Morales le permitió sugerir que se avanza
hacia la estatización, cuándo en realidad contempla mantener los contratos
por varias décadas.

Para intentar gobernar como Lula la centroizquierda debería desactivar la
rebelión y conquistar la confianza de la clase dominante. Los proyectos
moderados y los candidatos digeribles que promueve el MAS apuntan hacia ese
objetivo. Pero la integridad territorial de Bolivia está amenazada por una
tendencia balcanizadora, que coexiste con la perspectiva siempre latente de
una nueva insurrección popular. Es improbable que en estas condiciones
funcione la receta desmovilizadora que se aplica en el resto del Cono Sur.

El proceso bolivariano

¿Forma parte Chávez de la misma oleada centroizquierdista? La prensa
internacional habitualmente contrasta su 'populismo' con el rumbo
'modernizador' de los restantes gobiernos, porque son muy significativas las
diferencias que lo separan de Lula y Kirchner.

Chávez no preservó la continuidad institucional que predominó en Brasil y
Uruguay, ni recompuso los partidos tradicionales como en Argentina. Emergió
de una sublevación popular (el 'caracazo' de 1989) y de una revuelta militar
(1992) que condujeron a un gran éxito electoral (1998). Comenzó otorgando
concesiones sociales y aprobando una constitución muy avanzada. Su gobierno
se ha radicalizado junto a las movilizaciones populares para enfrentar las
conspiraciones de la derecha. Esta dinámica lo distingue del resto de los
gobiernos centroizquierdistas, porque reaccionó contra los empresarios
(diciembre 2001), los golpistas (abril 2002), el establishment petrolero
(diciembre 2002) y el desafío del referéndum (agosto 2004). Se pueden
computar numerosas diferencias que separan el proceso venezolano del resto
de Sudamérica.

Chávez concretó el desplazamiento de los viejos partidos de la clase
dominante que perdieron su tradicional control del estado. Se apoya en los
sectores populares y no es visto como socio o aliado por ningún sector
capitalista. No se limita a prometer cambios, sino que ha iniciado
verdaderas reformas con la distribución de tierras, los créditos a las
cooperativas y la extensión de los servicios educativos y sanitarios al
conjunto de la población.

Chávez reedita un proceso nacionalista en la tradición de Cárdenas, Perón,
Torrijos o Velazco Alvarado. Este curso es una excepción en el marco actual
de amoldamiento centroizquierdista al imperialismo. Es probable que las
peculiaridades del ejército (escasa relación con el Pentágono, influencia de
la izquierda guerrillera) y la gravitación del petróleo estatal (fortaleza
de la burocracia, conflictos latentes con el comprador norteamericano, menor
gravitación del sector privado) expliquen esta reaparición del nacionalismo.
Su perfil antiimperialista lo sitúa en las antípodas de cualquier dictadura
latinoamericana. Chávez tiene muchos parecidos con Perón, pero ninguno con
Videla.

Las semejanzas con el justicialismo de los años 50 se verifican también en
las conquistas sociales y el reciclaje con fines asistenciales de una renta
natural. Recepta el mismo tipo de apoyo popular y rechazo burgués que
predominaba en la Argentina. Si Perón se apoyaba en una clase obrera
sindicalizada, Chávez se sostiene en la organización barrial de los
trabajadores precarios.

También la confrontación con la derecha distingue a Chávez de sus colegas
sudamericanos. Propinó varias derrotas a la oposición, que no cesará de
conspirar mientras perciba amenazas a sus privilegios. Buscan remover a
Chávez o forzarlo a una involución conservadora (como tuvo el PRI mexicano)
para restaurar la estratificación socio-racial.

Estados Unidos maneja los hilos de cualquier golpe y de las provocaciones
terroristas que se preparan desde Colombia. Pero al Departamento de Estado
le falta un Pinochet y por eso recurre a los 'amigos de la OEA' para socavar
a Chávez. Mientras las palomas de la Casa Blanca rodean al presidente, los
halcones preparan una nueva arremetida.

Bush no puede actuar con mayor descaro mientras afronte el pantano militar
de Medio Oriente. No se atreve a equiparar a Chávez con Saddam, pero tampoco
logra domesticarlo como a Khadaffi. Estados Unidos necesita el petróleo
venezolano y debe lidiar con la estrategia bolivariana de intervenir
activamente en la OPEP y reorientar las ventas de crudo hacia China y
Latinoamérica.

Las tensiones con el imperialismo se agravan, además, porque Chávez ha
establecido vínculos muy estrechos con Cuba, que desafían el embargo y
auxilian a la isla con suministros petroleros y acciones diplomáticas.
Venezuela no envió tropas a Haití, ni se adapta a las exigencias comerciales
de Washington. Además, el país está muy sensibilizado por una presencia
solidaria de los numerosos médicos y alfabetizadores cubanos. Esta relación
con Cuba distingue a Chávez de Perón, porque no se nutre de la ideología
reaccionaria que absorbió el caudillo argentino, sino que parte de una
interpretación del bolivarismo afín a la izquierda y abierta al socialismo.

Venezuela está políticamente fracturada en dos bandos separados por el
ingreso, la cultura y la tonalidad de la piel. La oligarquía busca
contrarrestar la irrupción de los excluidos con la manipulación de la clase
media. La batalla se dirime cotidianamente en las calles en una disputa por
el poder de convocatoria, que no se observa en ningún otro país de la
región.

Chávez ha demostrado gran capacidad para sumar adeptos y despertar las
energías de los militantes contra el manejo derechista de los medios de
comunicación. El clima del país presenta puntos de contacto con Nicaragua en
los 80 o con la efervescencia militar-popular que rodeó a la revolución de
los claveles en Portugal.

Es cierto que el control estatal de una gran renta petrolera brinda a
Venezuela un espacio para reformas sociales que no existe en otros países.
Utilizando este recurso el gobierno actúa con cierto desahogo, elevando el
gasto público del 24% del PBI (1999) al 34% (2004) y afrontando con pocas
dificultades el endeudamiento externo.

Las peculiaridades del proceso venezolano explican su vitalidad en
comparación a los gobiernos de centroizquierda. Pero estas mismas
singularidades crean serios interrogantes sobre el alcance continental del
proyecto bolivariano.

¿'Un bloque regionalista'?

Las convocatorias regionalistas que lanzó Chávez no tuvieron gran recepción
entre sus colegas de centroizquierda. Ninguno insinuó la menor intención de
resistir el ALCA construyendo el ALBA. Pueden compartir su retórica
latinoamericanista, pero no la decisión de avanzar en proyectos de
integración antiimperialista.

Chávez ha propuesto tres iniciativas: asociar las empresas petroleras en un
ente común (Petrosur), conformar un banco regional con las reservas ya
acumuladas en todos los países (Bansur) y reforzar los acuerdos comerciales
para constituir una asociación común (del Can-Mercorsur al Comersur).

En cierta medida estas iniciativas brindan cobertura a los negocios que ya
entrelazan a varios grupos capitalistas. Pero de estos convenios no surge la
integración autónoma que ambiciona Chávez. Este objetivo requeriría
implementar transformaciones, que ningún gobierno centroizquierdista está
dispuesto a llevar a cabo.

Para que Petrosur revierta la sumisión energética de la región habría que
reestatizar el petróleo de Argentina y Bolivia, porque no tiene sentido
integrar ese organismo a las compañías privadas extranjeras. Pero es
evidente que Kirchner y Mesa mantienen alianzas estratégicas con Repsol para
preservar la privatización del sector. La creación de Enarsa, sin recursos,
ni pozos, no contribuye a la integración real. Y tampoco facilita ese
proceso que Petrobrás compre los activos de una corporación argentina (Perez
Companc) o que PDVSA se asocie con Enarsa para adquirir estaciones de
servicio. Estos negocios no alteran el patrón rentista y depredador que rige
al negocio petrolero en el sur del continente. Si Petrosur se constituye en
este marco quizás sirva para apuntalar los beneficios de algunos
contratistas y proveedores. Pero no aportará la base energética que necesita
la región para desenvolver una industrialización favorable a la mayoría
popular.

Las reservas para constituir un banco regional están disponibles, pero la
custodia del FMI impide su manejo autónomo. Sobran las divisas, pero falta
soberanía. Para crear el verdadero Bansur habría que concertar primero un
'club de deudores' que revierta la ingerencia del Fondo y la hemorragia de
los pagos. Esta propuesta -tan debatida en los 80- no figura actualmente en
la agenda actual de ningún gobierno.

Las tratativas para avanzar en mayores acuerdos comerciales enfrentan la
contrapresión de los acuerdos bilaterales que propicia Estados Unidos. Estos
convenios influyen significativamente sobre las clases dominantes, que
mantienen con las metrópolis más negocios que con sus vecinos de Sudamérica.
Las dificultades del Mercosur reflejan esta contradicción.

Dentro de esta asociación persisten las divergencias aduaneras y el arancel
común continúa perforado por más de 800 excepciones. Mientas que en la Unión
Europea las exportaciones entre países miembros superan el 50 % de las
ventas totales, en el Mercosur no llegan al 11%. Brasil no cumple el rol
económico de Alemania y Argentina no juega el papel político que tiene
Francia en el viejo continente.

La integración es vital para contrarrestar la tendencia hacia la fractura
territorial que corroe a varios países (Oriente de Bolivia, sur de Ecuador).
Pero las clases capitalistas tienen otras prioridades. No es cierto que 'las
burguesías nacionales sobrevivientes del neoliberalismo de los 90 se
orientan a conformar un bloque común' (1). La mayor transnacionalización de
este sector ha reducido su inclinación integracionista y por eso resisten el
regionalismo de Chávez. Las cumbres presidenciales -que se repiten junto a
nuevos llamados a forjar la Comunidad Sudamericana- carecen de correlato
práctico.

Lo que sí prospera en la región son los negocios de las empresas
transnacionales que operan en varios países y buscan movilidad del capital
para abaratar costos salariales, racionalizar subsidios y maximizar los
beneficios de las rebajas aduaneras. Este tipo de integración no beneficia a
ningún pueblo.

La expectativa chavista de contagiar el espíritu bolivariano a los gobiernos
de centroizquierda choca con un obstáculo estructural: las clases dominantes
de la región preservan la conformación centrípeta que históricamente bloqueó
su asociación. Ningún argumento oficial, ni presión popular contrapesa este
condicionamiento. El sueño de Bolívar y San Martín no podrá concretarse
mientras estos grupos capitalistas manejen el poder.

'¿Gobiernos en disputa?'

Ciertos analistas consideran que la alternativa regionalista podría
igualmente avanzar si convergen los procesos nacionalistas y de
centroizquierda. Vinculan esta posibilidad a que Lula y Kirchner se afiancen
y luego radicalicen sus gestiones. Por eso apoyan o participan en estas
administraciones. Los argumentos que exponen para justificar esta actitud
son muy semejantes en Brasil y Argentina (2). Estos planteos abren el debate
sobre el segundo problema de la etapa: ¿Facilitan los gobiernos de
centroizquierda el acceso del pueblo al poder?

Es común escuchar que Lula y Kirchner encabezan 'gobiernos en disputa'. Pero
esta caracterización confunde los choques entre grupos empresarios -que
afectan a cualquier gobierno capitalista- con la presencia de intereses
populares en esas confrontaciones. Estas aspiraciones no figuran en los
roces entre industriales y banqueros que dividen al equipo de Lula (Mantega
versus Palocci) o en los desacuerdos sobre los subsidios que fracturan al
gabinete de Kirchner (Lavagna contra De Vido).

Esta variedad de choques es consecuencia del carácter competitivo del
capitalismo y afecta a todos los gobiernos latinoamericanos. El caso de Lula
es particularmente revelador porque el presidente no es víctima de un
entorno derechista, sino que él mismo ha optado por seguir los pasos de Tony
Blair y Felipe González. Su origen popular y la base obrera del PT no han
contrarrestado esta involución. Ya no puede atribuir su continuismo a la
'herencia recibida', ni argumentar que comanda una 'breve transición'.

Algunos piensan que este conservadurismo es una táctica de Lula porque
'llegó al gobierno sin conquistar el poder'. Pero esta distinción tendría
sentido si el presidente alentara, protagonizara o aunque sea proclamara su
oposición a la clase dominante. El control administrativo del estado podría
ser un paso hacia el manejo efectivo de la economía si existiera la
intención de transformar el status quo. Pero Lula ya es un hombre de
confianza de los grupos capitalistas, que también guían la gestión de
Kirchner.

Notas:
1) Esta tesis sugiere: Mermet Rolando. 'Bolivarismo revolucionario y unidad
suramericana' Questión, septiembre 2004, Caracas.
2) Algunos exponentes de estas posturas son en Brasil: Betto Frei. 'Ahora
Lula conquistar el poder'. Página 12, 20-9-04, Pomar Valter. 'La gauche a
l´heure du choix'. Inprecor 497, septembre 2004, Pont Raul y Rosseto Miguel.
'Ideias'. Agencia Carta Mayor, 3-5-04, Sader Emir. 'Brasil y Lula desde un
enfoque de izquierda' Propuesta, 10-6-04, -Articulacao de Esquerda e
Democracia Socialista. 'Carta aos Petistas'. Democracia Socialista , n 9,
janeiro -fevereiro 2005. 'Editorial', Correio da ciuadania. 'Un nouveaux
parti socialiste'. Inprecor 497, septiembre 2004. En Argentina: Tumini
Humberto. En marcha 14-10-04, Rudnik Isaac. '¿Quién confronta con el FMI'?'.
Desde los barrios, 12-12-04. En Uruguay: Huidobro Eleuterio Fernández. 'O
estamos fritos' Página 12, 25-1-05.

* Claudio Katz es economista, investigador del Conicet y profesor de la UBA.
Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).


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miope
Por Claudio - Friday, Mar. 04, 2005 at 5:45 PM

Este Claudio es miope como todos los troscos
Veamos cosas gruesas
No hay un solo imperialismo
Hay varios y DISPUTAN ENTRE SI,por la dominaciòn de
nuestros paises.
En la historia argentina,dominò el imperialismo ingles,
pero siempre tuvo una parte el imperialismo alemàn y
los yankees.
Con Peron se instala un gobierno nacionalista burgues
antiyanke.Peron nunca fue pro norteamericano
Posiblemente porque era algo pro-aleman,pero
cuando desaparece el estado nazi,Peron comienza a
trabajar con la urss y con inglaterra,contra los EEUU.
Con el golpe del 55 viene un gobierno pro-yankee
cuyo momento culminante es ONGANIA ,diez años
despues.
A Ongania lo bajan los Rusos,y esto culmina con la
Dictadura de Videla y Viola,que es el punto culminante
de un gobierno pro.sovietico en argentina,o cree Katz
que el pc apoyo a Videla por un error politico local
Lo apoyo porque era un tema del imperialismo Ruso
Desaparecida la URSS,las empresas de la urss en argen
tina fueron controladas por el aparato del imperialismo
Ruso
y Actualmente el`pais esta disputado por el imperialismo Norteamericano,que es el dominante por
lo financiero,el imperialismo Ruso,que tiene empresas
de produccion y cuadros politicos,el imperialismo Chino
que tiene cuadros politicos en el Gobierno y en el
Banco Nacion,y en forma menor por el imperialismo
aleman y el frances y el Italiano.
Si no ves la disputa interimperialista no entendes la
politica argentin
El mundo marcha hacia una simplificacion,durante la
segunda guerra de golpe se simplfico,FASCISMO POR
UN LADO,ANTIFASCISMO POR EL OTRO
esto de explica la genialidad de STALIN,de aliarse con
EEUU para derrotar al enemigo principal y salvar a toda
la humanidad
En argentina no entendieron que la alianza era para la
guerra,y derrotados los nazis,fueron a la union demo
cratica contra Peron
HOY a los trtoscos les pasa lo mismo,no ven que
en 10 o veinte años,la guerra sera entre EEUU inglete
rra por un lado y europa y china por el otro,por eso
en forma de disputa aparecen gobiernos que intentan
enfrentar a EEUU,como no cambian la estructura
interna de los dependientes paises, estan condenados
al fracaso,pero no aparece integracion de la izquierda
con las masas que se les pueda oponer en forma
indepandiente.
Fijate pibe,que en argentina hay 27 partidos que se
dicen Trosquistas,mas partidos que militantes
Y sus dirigentes llevan 50 años dirigiendo sus partiditos
Asi no se puede ir a ningun lado,los obreros ven eso
y siguen siendo PERONISTAS
nO te podes explicar a nestor K. sin explicarte el aisla
miento de las sectas de izquierda.

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ah eso si
Por . - Friday, Mar. 04, 2005 at 8:55 PM

ninguno va a terminar con la guerra contra la drogas

es que con los states o sin los states, hay que mantener el quo (narcos de mierdA)

el dia que se haga una reforma agraria enserio, de la soja ni noticias

agrega un comentario


Mas facil
Por Realista - Saturday, Mar. 05, 2005 at 3:24 PM

Cuantos imperialismos se disputan el poder en la
Argentina y todos tienen politicos a su servicio.
Este es un pais en donde es mas facil comprase un Diputado en el Congreso que una Puta en Palemo Viejo.

agrega un comentario


Hazme reír
Por ^--^ - Saturday, Mar. 05, 2005 at 3:32 PM

Jaja un chino dicièndole "miope" a Katz porque es trotsko. Naaaaa.
Claudio sabe bien que hay varias potencias imperialistas, lo que es indiscutible es 1) que actualmente la hegemonía yankee es completa y 2) que la Argentina, más allá de que dé cabida a algunos negocios con otros países imperialistas y que existan incluso fracciones burguesas que tengan roces con el imperialismo yankee (de todos modos, no son las más influyentes, al contrario) está claremente alineada con los yankees, y a eso no hay vuelta que darle.
Sólo un chino puede hablar de miopías ajenas y seguir levantando la tesis del "imperislimos ruso" y la ingerencia "imperialista" de la URSS en la historia política argentina. Tanta indigencia intelectual no merece ser ni siquiera discutida. Más bien da lástima y a la vez hace reír.
Como dice el tango: cualquier cacatua sueña con la pintsa de Carlos Gardel.

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cualquier cacatúa trosca sueña con la pinta de Gardel:
Por I.S - Saturday, Mar. 05, 2005 at 3:41 PM

sigan soñando, perdedores

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Stalin = Hitler
Por socialismo o barbarie - Sunday, Mar. 06, 2005 at 12:35 AM

Al chino se la hago simple:

Muerte a todos los imperialismos, burgueses y "socialistas".

Y, de paso, a cagar con todos los que buscan "burgueses industrialistas" y "alas patrióticas" del ejército. Social-patriotas y burgueses, un solo corazón.

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