No al pacto UIA-CGT.
Por EL MILITANTE -
Friday, Mar. 04, 2005 at 11:20 PM
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El Militante nº 12
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Ningún pacto social UIA-CGT para frenar
la lucha por el salario |
Los trabajadores del
Subte señalan el camino a seguir (Editorial EM nº12) |
Autor : El Militante Fecha
: ( 01-Marzo-2005 ) Categoria : Editorial
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malestar profundo de millones de trabajadores por los bajos
salarios, las largas jornadas de trabajo y la carestía de la vida,
sofocado durante años por la crisis y el miedo al desempleo, está
saliendo a la luz con una fuerza incontenible.
Al
calor de la recuperación coyuntural de la economía y del aumento
exorbitante de las ganancias empresariales, los trabajadores
empiezan a salir a la lucha para exigir su parte, como lo demuestra
el número de huelgas durante el 2004, el doble que en el 2003.
Tras la crisis del 2001-2002, los capitalistas
pudieron recomponer sus ganancias sobre la base de la reducción o
congelamiento de los salarios, al alargamiento de la jornada de
trabajo y al aumento de los precios de sus mercaderías. Así, los
salarios nominales se redujeron un 15% en promedio en los últimos 3
años, mientras que los precios "según cifras oficiales" aumentaron
un 55%, los alimentos básicos un 80%, y el vestido y el calzado un
87%. El trabajo "en negro" escaló hasta el 48% de los asalariados, y
la jornada laboral se alargó a las 9 horas en promedio.
Mientras que la línea de la pobreza quedó
cuantificada en un ingreso por debajo de los $745, el ingreso
promedio de los trabajadores argentinos está en los $645. El 42,8%
de la población activa (6,4 millones de personas) viven con ingresos
por debajo del nivel de la indigencia ($323) y el 60% de los
trabajadores tiene ingresos inferiores a la canasta de la pobreza.
Un pacto social para frenar las luchas
Al calor de la lucha reivindicativa de los
trabajadores el gobierno de Kirchner está impulsando un acuerdo
entre la Unión Industrial Argentina (UIA), la principal asociación
empresaria, y la CGT para que se ponga un límite a las luchas de los
trabajadores por aumento de salarios.
Estas
tratativas se aceleraron en las últimas semanas tras la
extraordinaria victoria obtenida por los trabajadores del
Subterráneo de Buenos Aires que, en conjunto, consiguieron un
aumento del 44% en la masa salarial, tras 4 meses de lucha. No sin
razón, la burguesía argentina y el gobierno temen que la lucha del
Subte se transforme en un caso testigo.
Por primera
vez en años, son los trabajadores quienes están tomando la
iniciativa y son los capitalistas los que aparecen a la defensiva,
demostrándose la poderosa correlación de fuerzas que existe a favor
de los trabajadores para avanzar en la conquista de mejoras
laborales. Por esa razón, la patronal quiere atar a su carro a los
dirigentes de la CGT para que sean ellos quienes se pongan al frente
para abortar la generalización y profundización de las luchas.
Pero también aquí las cosas cambiaron en los últimos
años. La autoridad de la burocracia sindical es la más baja en toda
su historia. La burocracia de la CGT, con Moyano a la cabeza, es
consciente de que ya no se pueden permitir traicionar abiertamente
las luchas o aparecer del lado de la patronal de manera tan
descarada como en el pasado, porque saben que los trabajadores
pasarían por encima de sus cabezas, debilitando aún más su
influencia en la base, fortaleciéndose las modestas pero
significativas posiciones con que empiezan a contar las corrientes
clasistas y de izquierda dentro de los sindicatos. Así, en
conflictos como telefónicos, Subte y otros se han recuperado
instancias democráticas de lucha mediante asambleas de base, en
abierto desafío a la burocracioa sindical. Esto explica el discurso
más ofensivo de Moyano exigiendo un aumento del salario mínimo a
$745 y saliendo públicamente a defender los recientes conflictos de
recolectores de residuos, telefónicos y, en mucha menor medida, el
del Subte.
Ellos necesitan recuperar cierta autoridad
ante los trabajadores, precisamente para poder limitar el alcance y
la extensión de las luchas que se den a futuro. Por eso tienen menos
margen de maniobra para firmar acuerdos con la patronal que sean
vistos como un paso atrás por los trabajadores. De ahí que no esté
nada claro que finalmente la UIA y la CGT alcancen un acuerdo sobre
los salarios.
Los salarios no crean la inflación
La UIA pretende que los aumentos salariales se
vinculen a la productividad; es decir, a la sobreexplotación de los
trabajadores, como si el actual grado de explotación que sufrimos
les pareciera insuficiente a estos vampiros. Ellos afirman que
aumentos salariales por encima del 13% provocarían un aumento de los
precios, que causarían inflación. Este verso de la economía política
burguesa tiene una larga data. Es falso que el aumento de los
salarios tienda a provocar un aumento de los precios. Toda la
historia económica demuestra lo contrario: que los aumentos
salariales tienden a producirse después de que aumentan los
precios, como ocurre actualmente en la Argentina.
El
aumento del salario no implica aumento de los precios, sino una
disminución de las ganancias empresariales, manteniéndose igual la
tasa de explotación. No olvidemos que las ganancias empresariales
son el trabajo no pagado al obrero. Por lo tanto, aquí los obreros
no hacen sino recuperar una parte de lo que les roban. Son los
empresarios quienes suben los precios para mantener sus ganancias o
acrecentarlas. Esta es toda la verdad del asunto.
La
virtud de la lucha del Subte es que ha instalado en la cabeza de
miles de trabajadores la idea de que se puede y se debe luchar por
salarios dignos equivalentes, no a la canasta de la pobreza como
pretenden los dirigentes de la CGT, sino a la canasta familiar
estimada en $1.600. Hay que denunciar que lo escandaloso no es que
los trabajadores pretendan ganar sueldos de $1.600 sino que
trabajemos por salarios de hambre de $500 ó $600. Incluso, en un
informe del Ministerio de Trabajo de agosto del 2003, se reconocía
que para recuperar el poder adquisitivo perdido en los últimos 30
años, los salarios promedio deberían ser de $1.570 (Clarín, 2
septiembre 2003). Como afirmaba uno de los dirigentes de los
trabajadores del Subte, Beto Pianelli: "Los trabajadores tenemos
derecho a que nuestros hijos accedan a la cultura, a la recreación,
al arte, al deporte. Eso, hoy, sólo queda para los hijos de los
empresarios" (Agencia Walsh). En este marco se instala también
la lucha por la reducción de la jornada laboral y contra el empleo
"en negro". Los trabajadores debemos tener tiempo suficiente para
descansar, para estar con la familia y para disfrutar del ocio.
Ningún pacto social UIA-CGT
Los
trabajadores debemos rechazar cualquier acuerdo entre la UIA y la
CGT para contener nuestras luchas por mejores salarios y menos horas
de trabajo. La UIA pretende que los trabajadores nos conformemos con
los aumentos no remunerativos decretados por el gobierno en los
últimos dos años y que fueron otorgados para intentar desactivar
infructuosamente las protestas obreras. Pero estos aumentos tampoco
alcanzaron para recuperar el poder adquisitivo perdido ni
beneficiaron a todos los trabajadores, particularmente a los que
laburan "en negro" y a los empleados públicos.
Lo que
la CGT y la CTA deberían hacer es ponerse a la cabeza de los
reclamos laborales, generalizando y extendiendo las luchas,
exigiendo salarios en promedio equivalentes a la canasta familiar
($1.600), por un salario mínimo de $800, que se cumpla la jornada
laboral máxima de 8 horas en la perspectiva de su reducción a 6
horas para repartir el trabajo y terminar con la desocupación, y por
trabajo digno o un subsidio de desempleo mínimo de $500 para todos
los desocupados sin prestación, más los adicionales por ayuda
familiar. Lo sindicatos deberían hacer un relevamiento para
identificar a todas las empresas con trabajadores "en negro" y
llevar una lucha unificada en todas estas empresas hasta conseguir
el blanqueo de todos los trabajadores bajo convenio. No es con mesas
de negociación como avanzaremos en nuestros derechos sino con la
lucha y la movilización masiva como lo están demostrando ya miles de
trabajadores.
Los gremialistas combativos y de
izquierda, además de agitar las empresas contra un pacto social y
exigir a los dirigentes de la CGT y la CTA un plan de lucha por
estos reclamos, deberían avanzar en la constitución de una
corriente sindical clasista para llevar este debate al seno de
la clase trabajadora, aumentar sus puntos de apoyo en los sindicatos
y empresas, y estar así en las mejores condiciones para presentarse
como una alternativa a las actuales direcciones burocráticas.
Por último, debemos avanzar en la conformación de una
herramienta política de masas que explique a los trabajadores los
límites de la lucha sindical para dar la lucha política contra los
partidos patronales e impulsar la lucha por el socialismo.
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