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En respuesta Katz
Por Patria Libre - Thursday, Mar. 10, 2005 at 2:48 PM

Nacionalismo y socialismo. O el arte de hacer posible lo necesario



Nacionalismo y socialismo. O el arte de hacer posible lo necesario
Daniel Ezcurra - Miembro de la dirección nacional de la Corriente Patria Libre y Coodinador de la Cátedra Bolivariana d la UPMPM.

En un artículo publicado en Argenpress el compañero Claudio Katz analiza la situación latinaomericana y emprende un ataque contra todo lo que supone el freno principal para el desarrollo del proceso revolucionario en el continente: el nacionalismo, la centroizquierda y los gobiernos como los de Lula, Kirchner, el Frente Amplio y también el del presidente Chávez si no cumple con determinadas condiciones.
Creemos interesante confrontar ideas no con el autor del articulo sino con el esquema de análisis que condensa las tradicionales tesis de la vieja izquierda actualizadas al debate sobre la etapa presente. Principlamente porque el corazón del texto se centra en uno de los temas más trascendentes de la actual situación: la caracterización de gobiernos como los antes mencionados y la actitud de las organizaciones populares y de izquierda frente a los mismos.

Katz es categórico, los gobiernos como los de Lula, Kirchner (y el Frente Amplio que " acaba de llegar al gobierno y se encamina por el rumbo de Lula") son antipopulares porque "ya demostraron su nítido interés por favorecer los negocios empresarios a costa de las reformas sociales", por lo tanto "resulta inadmisibleŠ la participación de militantes combativos en ambos gobiernosŠAceptar cargos implica asumir directamente la responsabilidad de ejecutar esas (impopulares) políticas".
Entonces ¿cuál es el camino a seguir para las organizaciones populares?, la respuesta llega - no menos categórica- en el último párrafo al final de largas páginas de crítica: "Lo central es reafirmar su terreno de acción junto a los oprimidos, sin involucrarse en las preocupaciones de los empresarios. El desafío es renovar el proyecto socialista y no discutir qué tipo de capitalismo le conviene a cada país". Como el artículo carece de precisiones acerca de cómo concretar esta estrategia, tomaremos como desarrollo táctico algo que propone para la Argentina: "resistir los atropellos del gobierno, denunciar sus maniobras y construir un polo de izquierda".
En apretada síntesis esta es la propuesta de una buena parte de la izquierda argentina para la etapa: todo capitalismo es igual de malo, por lo que no hay que involucrarse en las "luchas interburguesas", a las que hay que oponer un hipotéticamente renovado socialismo al que que se llegará con una táctica defensista de resistir, denunciar y sostener y concentrar la identidad de izquierda.
A pesar de la estimulante reivindicación de Katz del general Perón como "un líder popular derrocado, perseguido y exiliado por los militares" o de la tardía y superficial adhesión de una parte de la izquierda a la revolución bolivariana, podemos rastrear la matriz de este pensamiento en las posiciones políticas de la izquierda tradicional en la Argentina de 1945, o en el México del general Lazaro Cárdenas, o en la Bolivia del mayor Villarroel, o en el Perú de Velazco Alvarado o sin ir más lejos en la Venezuela del golpe al presidente Chávez. Y aquí nos introducimos en lo que da sustancia a este debate.

El autor reconoce que "el ascenso del nacionalismo y la centroizquierda han cambiado el clima intelectual de Sudamérica. Ya no se discute solo cuánto avanzó el neoliberalismo, sino también cómo puede ser enfrentado y derrotado". Es decir que analiza que la llegada de los gobiernos en cuestión, son la manifestación de un cambio en la correlación de fuerzas regional a favor de las mayorías populares, pero a la vez no les concede ningún mérito pues "Lula y Kirchner son variantes de una dominación capitalista afectada por la pérdida de iniciativa patronal, que generó la crisis del neoliberalismo". Es decir que estas administraciones reflejarían por un lado el impacto de la resistencia popular en la estrategia de dominación neoliberal y por otro la imposibilidad de esa resistencia para transformarse en alternativa política autónoma antisistema.
En este punto del análisis Katz deduce su posicionamiento político echando mano, correctamente, a la experiencia histórica: "avanzar exige superar las limitaciones que frustraron a otros ensayos nacionalistas", pues "la experiencia demuestra que las conquistas congeladas se diluyen. Si el procesoŠ (habla para el caso venezolano) es frenado volverá a repetirse lo ocurrido con el PRI o el peronismo, que involucionaron desde el poder hasta convertirse en opciones de las clases dominantes. El camino opuesto siguió la revolución cubana".
Aquí aparecen dos de los déficit recurrentes de la izquierda dogmática: en primer lugar la formal asimilación de la existencia de una doble contradicción en nuestros países, es decir, la que enfrenta a imperio y Nación junto a la compartida con los países centrales entre burguesía y proletariado. La enseñanza fundamental de la revolución cubana (renovada hoy por la revolución bolivariana) que la izquierda debe buscar, no está en el final del proceso sino justamente al principio: en la necesidad de conformar una alianza de clases con todos los agredidos por el enemigo principal, que tenga una identidad que refleje la historia de lucha de esa sociedad y que ponga en el centro de la escena la contradicción imperio o Nación. Por supuesto que toda búsqueda consecuente de liberación nacional terminará en la social (y no como una seguidilla de etapas sino como un proceso de revolución permanente), pero suplantar las correlaciones de fuerzas, la experiencia histórica concreta, las identidades y las alianzas necesarias por el reduccionismo ideológico, es adoptar una postura testimonial en tanto falta de una estrategia real de poder; y la política testimonial es una de las caras del reformismo.
En segundo lugar tenemos la falta de autocrítica. En las nueve páginas de argumentos del artículo sobre la incapacidad del nacionalismo (que es lo que en nuestro caso nos interesa) para transformar la realidad, no aparece ninguna mención al lamentable papel representado por distintos sectores de la izquierda en variados momentos de la historia latinoamericana del siglo XX frente al desafío de comprender y actuar en el marco de diferentes procesos nacionales como los arriba mencionados. Repetir los esquemas que llevaron a organizaciones de izquierda a festejar junto a la rosca minera el linchamiento del presidente Villarroel en la Bolivia de 1946, o a marchar codo con codo junto a la oligarquía argentina en 1945 no pareciera ser el camino que lleve a "renovar el proyecto socialista".

Este análisis concediendo terreno al economicismo analiza como hechos automáticos los cambios macroeconómicos, "La explosión de pobreza se ha frenado por el cambio del ciclo. Este giro repite lo ocurrido a principios de los 90, cuándo el debut de la convertibilidad cortó la inercia inflacionaria". Es decir que la aparición de la convertibilidad y su ruptura nada tienen que ver con cambios al interior de las alianzas del bloque de poder que a su vez tampoco remiten a los efectos de la lucha de clases, porque como ya se nos explicara antes no hay que "involucrarse en las preocupaciones de los empresarios". Siguiendo este método se entiende como la izquierda tradicional no encuentra "ninguna prueba de rechazo del establishment al gobierno de Kirchner. Los capitalistas (retengamos la indiferenciación) están agradecidos con el mandatario que les permitió recuperar dinero y poder". En síntesis y en propias palabras del autor; "Obviamente 'Lula es diferente a F.H.Cardoso' y 'Kirchner no es igual a Menen o De la Rúa'. Pero esta caracterización solo constata que ningún presidente reproduce al anterior. El régimen político burgués funciona con alternancias para que cada gobierno se adapte a las necesidades cambiantes de la clase capitalista". En buen romance; Menem y Kirchner representan lo mismo. Por supuesto que debemos abstenernos de pedirle las peras de analizar las contradicciones principales de las secundarias al olmo de este método para explicar la realidad.

El comienzo del artículo reconfirma la visión del signo igual que comparten Menem y Kirchner o Cardozo y Lula pues son "gobiernos (que) refuerzan los mecanismos estatales de regulación", para luego pasar a hacerse una pregunta fundamental: "lo importante es dilucidar a quién beneficia esta ingerencia". Aquí es obvio que si no pueden verse (pues no interesan para la política revolucionaria) los cambios de hegemonía en el bloque dominante y las posibilidades de acumulación que ello pudiese brindar a los sectores populares en tanto reflejos de un cambio en la correlación de fuerzas, la respuesta llega diáfana: beneficia a "los capitalistas" y no a los "trabajadores". Y esto es así porque "los nuevos presidentes simplemente debutan con proclamas antiliberales y luego perpetúan el status quo". Desde esta generalización económica (los gobiernos capitalistas son malos para los trabajadores) el autor (y la izquierda tradicional) llega a otra generalidad esta vez ideológica: "la radicalización anticapitalista y la perspectiva socialista constituyen la única certeza de bienestar y progreso". ¿Y la mediación política?, ¿y la construcción de un bloque que debilite al campo enemigo?, ¿y, en definitiva, la estrategia de transformación?. Se resuelven con más ideologismo.
Esta línea argumental bicromática que acepta como única respuesta política posible para la etapa la implementación del socialismo, lleva al autor al grosero error político de equiparar alzamientos populares, luchas antimperialistas y la busqueda conciente de cambio de sistema como si se tratara de términos intercambiables. A la pregunta"¿el proyecto socialista ha quedado sepultado?", el economista responde que "la continuidad del impulso popular a la sublevación contradice ese repliegue. La secuencia de levantamientos que conmocionó a varios países (Ecuador, Bolivia, Argentina) en los últimos años, revela que existe la disposición y la necesidad de encarar transformaciones antiimperialistas radicales, para revertir la degradación que sufre Latinoamérica". Pero claroŠ si las contradicciones principales y secundarias no pueden aplicarse a la Argentina actual, si Menem y Kirchner son iguales en tanto "capitalistas", ¿por qué una asamblea post 19 y 20´ no puede representar el germen de un soviet o una explosión contra el hambre la toma del palacio de invierno?.
Si se toma por buena esta asimilación de distintos niveles de conciencia y organización del campo popular, de lucha social con lucha política y de éstas con la búsqueda revolucionaria, se comprende mejor porque no se encuentra respuesta a que "las clases populares conquistan las calles durante las huelgas, los enfrentamientos y las movilizaciones, pero entregan su destino al enemigo cuándo deben definir el rumbo político de sus países". Mejor expresado, se entiende porque la izquierda tradicional las encuentre en " los errores (o traiciones) que predominan en el campo de los luchadores", es decir en "los ensayos de la centroizquierda y las apuestas del nacionalismo" y no en su propia incapacidad para trazar una estrategia de poder real en nuestros países.

Este tipo de pensamiento sostiene implacablemente en el campo del testimonio las mismas banderas de igualdad y emancipación que renuncia a levantar efectivamente en la realidad cuando ésta se niega a entrar en sus moldes. Y como de aquellos polvos estos lodos, la subestimación de los procesos nacionales desde el siglo pasado hasta hoy, con todas sus especificidades, lleva al camino de la impotencia política. Y la impotencia política ha sido, para la izquierda de la que hablamos, la contracara necesaria de su falta de arraigo de masas.
La idea de que una política revolucionaria significa la confrontación absoluta con el sistema sin contemplaciones de tiempo y espacio y sin herramientas ni mediaciones transicionales, ocupa el terreno de las necesarias consideraciones morales pero dificilmente sirva para la acción política. Confrontado con ese problema el pensamiento que representa el artículo termina por morderse la cola. Nos dice que aceptar la necesidad de discriminar las contradicciones principales de las secundarias "sólo tiene sentido si se postula una estrategia socialista", pero como al plantear cualquier programa político inmediato que no sea el socialismo la izquierda "abandona su identidad y renuncia a sus banderas de igualdad y emancipación", la conclusión es sencilla: "por este camino la izquierda sepulta su futuro". Es decir, burguesía por un lado, proletarios por el otro y al que no le guste o es un traidor o un defensor del status quo.
Sin ánimo de entrar en una "guerra de citas" traemos una reflexión de Fidel Castro sobre este tema que sintetiza "la enseñanza" de la revolución cubana: " Nuestro programa cuando el Moncada no era un programa socialista, pero era el máximo programa social y revolucionario que en aquel momento nuestro pueblo podía plantearse. Ahora, un camino de la revolución significa precisamente el propósito de ir aprovechando cada coyuntura y cada posibilidad de avanzarŠ un revolucionario verdadero siempre busca un áximo de cambio social, pero buscar un máximo de cambio social no significa que en cualquier instante se puede proponer el máximo, sino que en determinado instante y en consideración del nivel de desarrollo de la conciencia y de las correlaciones de fuerzas, se puede proponer un objetivo determinado y una vez logrado ese objetivo proponerse otro objetivo más hacia adelante. El revolucionario no tiene compromisos como para quedarse en el camino".
O dicho de forma "más clásica" "Sólo se puede vencer a un enemigo más poderoso poniendo en tensión todas las fuerzas y aprovechando obligatoriamente con el mayor celo, minuciosidad, prudencia y habilidad la menor 'fisura' entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre la burguesía de los distintos países, entre los diferentes grupos o categorías de la burguesía en el interior de cada país: hay que aprovechar asimismo las menores posibilidades de lograr un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicionalŠ El que no ha demostrado en la práctica, durante un lapso bastante considerable y en situaciones políticas bastante variadas, su habilidad para aplicar esta verdad en la vida, no ha aprendido todavía a ayudar a la clase revolucionaria en su lucha por liberar de los explotadores a toda la humanidad trabajadora" (V. Lenin).
Como vemos, un mirada muy lejana de las simplificaciones políticas en las que incurre el pensamiento representado por el artículo.

También es interesante detenerse en la reivindicación de la revolución bolivariana que ensaya el autor. El reconocimiento, que compartimos, sobre que Venezuela "articula la resistencia antiimperialista de la región" porque se está "procesando una transformación democrática radical de las instituciones del estado" fruto de que "Las ambiciosas reformas sociales que propugna Chávez requieren mayor radicalización política" lo que a su vez "ha generado hasta ahora cierta dinámica antiimperialista de radicalización que opone a las clases opresoras y oprimidas", dificilmente pueda conciliarse con el esquema de análisis bipolar que propone su artículo: Es decir que, en sus propias palabras, estaría apoyando, (por supuesto que en Venezuela y no aquí), un proceso que comienza como la ruptura sólo política con el bipartidismo por parte de un militar nacionalista (burgués) que concentrará las expectativas de cambio de las mayorías hastíadas con escasos niveles de conciencia y organización popular, accediendo al gobierno a través de elecciones, con un programa capitalista donde el socialismo brilla por su ausencia.
Aquí se nos plantean algunos interrogantes: ¿Las FF.AA armadas, uno de los polos que sostienen a Chávez estarán por el socialismo?. ¿La deuda externa que paga Venezuela será de naturaleza distinta a la que paga la Argentina?, ¿Que Chávez hable de la construcción de un capitalismo nacional, implante una identidad patriótica, se diga seguidor del General Perón y socio político de Kirchner no le sugiere nada?.
Según nuestra óptica: Chávez es fruto de la crisis económica y política del neoliberalismo que encontró, en Venezuela, salida en un lider militar nacionalista revolucionario (burgues para Katz) que lidera la conformación de una alianza entre los sectores populares más desposeídos y una fracción de la burguesía nacional (que se refleja en el grueso del ejército) relegada por el neoliberalismo de Carlos Andres Perez y compañia que se aprestaban a fines de los 90´a entregar al capital transnacional "La joya" de la abuela venezolana: Lo que estuvo en juego en esa lucha "interburguesa" fue y es el dominio del aparato del Estado y fundamentalmente de la renta petrolera (que representa un 80% de las exportaciones y más del 60% del PBI). Una vez más: ese es el comienzo de un proyecto transformador.
La historia y el presente latinoamericanos siguen demostrando la vigencia de las alianzas de clase para enfrentar al imperialismo y al capital monopólico transnacionalizado desde un proyecto antiimperialista que busque la liberación nacional, para lo que, en un punto de la maduración del desarrollo de la lucha de clases, deberá radicalizar el proceso hacia formas de organización social y propiedad sostenidas por un poder popular revolucionario. El compañero Katz, al contrario de la izquierda en Venezuela y repitiendo viejos errores históricos, sostiene que esa acumulación de fuerzas no se logrará dentro del proceso; organizando y elevando los niveles de conciencia desde la misma experiencia de las masas y participando de su identidad política, sino combatiendolo implacablemente desde la vereda de enfrente desplegando la bandera de la pureza clasista.
Y llega a esa conclusión interpretando este complejo panorama desde un mirador donde todos "los capitalistas" son lo mismo, donde el ALCA y el Mercosur serían equivalentes en tanto herramientas de "la" burguesía, donde se confunde explosiones populares con organización revolucionaria, lucha social con autoconciencia anticapitalista y fundamentalmente porque entiende que la contradicción principal para un país dependiente en este contexto es socialismo vs capitalismo.

Demás está decir que no compartimos ni analítica, ni histórica ni prácticamente esa lectura. Desde nuestra interpretación el gobierno de Kirchner abre una puerta a un cambio de correlación de fuerzas a favor de las mayorías, en tanto surge de un movimiento de masas (resistencia neoliberal - 19 y 20 de diciembre) que profundiza la brecha con las herramientas de dominación política del neoliberalismo. Una de las principales diferencias con el chavismo es que por las especificidades del proceso político de nuestro país, el embate del campo popular no rompe la identidad tradicional, sino que produce al interior del peronismo (en tanto catalizador y vehículo de las principales fracciones de la burguesía) una realineación (crisis de representatividad / cambio de hegemonía en el bloque de poder) que lleva al surgimiento de un presidente, sin peso propio dentro del PJ, que se plantea construir una alianza entre las fracciones de la burguesía menos trasnacionaliazadas con intereses en el mercado interno y regional y los sectores populares, con base política dentro del PJ y (lo que es fundamental) más allá de él, para avanzar en un proyecto (nacional) que dispute con el capital financiero internacional y los sectores más concentrados la conducción económica de la etapa que se abre.
No cabe ninguna duda que este proceso tiene final abierto, nuestros enemigos históricos son poderosos y agresivos a pesar de la crisis del neoliberalismo (y justamente como producto de ella), pero entendemos que (como lo demuestra con su diversidad la realidad latinoamericana) existe el espacio para seguir avanzando en la construcción de sociedades con mayores grados de independencia económica, soberanía política y justicia social. Esa posibilidad concreta en la Argentina actual pasa por construir fuerza política transformadora que apuntale y profundice el proyecto nacional y popular que hoy encarna el presidente Kircher.
Para ello no dudamos en "ir aprovechando cada coyuntura y cada posibilidad de avanzar" sintiéndonos continuadores de lo que consideramos el verdadero nucleo del "legado revolucionario de la generación precedente": la voluntad inclaudicable de convertirse en opción de poder desechando la resignación que implica la acción testimonial. Estamos ante un nuevo desafío que necesita del concurso de todos aquellos dispuestos a transformar la realidad. Confiamos en que la firmeza, convicción y valentía desplegada en la resistencia al neoliberalismo encuentre los canales para superar los errores y limitaciones que se desprenden del análisis concreto de nuestro pasado historico. Solo así podremos hacer posible lo necesario.

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el arte de la traicion es el de uds
Por paisano con ojos - Thursday, Mar. 10, 2005 at 3:07 PM

patria libre de pais hablan con lo de gobierno popular,cual es el mismo que tiene cientos de luchadores/as presos por pedir trabajo,el que realizara la cumbre de las americas ,el que sige pagando la deuda a costa del hambre,el que avala el modelo de agricultura sojera,el que sigue transando con las privatizadas.

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Otra vez queremos estar atras???
Por Efe - Thursday, Mar. 10, 2005 at 3:30 PM

1- “....Desde nuestra interpretación el gobierno de Kirchner abre una puerta a un cambio de correlación de fuerzas a favor de las mayorías, en tanto surge de un movimiento de masas”...eh?, Kirchner es el legado del 19 y 20 de diciembre??, o es la respuesta por parte de las clases dominantes para poder sostener su poder?. Es decir, nadie puede creer que el 19 y 20 de diciembre, y las perspectivas abiertas luego de este acontecimiento, tengan alguna característica socialista, pero tampoco nadie puede decirnos que el ascenso de Kirchner sea el resultado de ese proceso...si mal no confundo, Kirchner esta en el poder por diversos manejos políticos hechos por el Pj, en realidad la línea de Duhalde, esta el pingüino como podría haber estado Reutemann, todos sabemos que Kirchner gano la elección por el apoyo del aparato duhaldista....Y, sin duda, todos sus discursos y prácticas se inscriben en la lógica de poder crear una base de sustento propia, en este sentido se entiende la necesidad de acercarse a sectores más “progres” (Bonnaso, Bielsa, Ceballos, etc.), pero siempre manteniendo a los representantes de quien lo llevo al poder (Los Fernandez, Lavagna, etc.)...Ahora, las acciones que emprende el gobierno nacional de ningún modo pueden asociarse con alguna característica “popular”, lo único que tiene de popular es que aumento la cantidad de “planes trabajar”, que más que popular es populista y clientelista... Es decir, todos sabemos que la renegociación de la deuda y la salida del default no representa ningún beneficio para las clases sociales más oprimidas...a ver, es real que hubo una quita de la deuda...pero en algún momento el gobierno de Kirchner se pregunto si esa deuda es legitima??????, es más, sin pedirle un acto TAN REVOLUCIONARIO, realmente se sentó y dijo debemos esto, esto no es nuestro, acá nos están cagando, lo que realmente debemos es tanto...NO!!!...le dijeron nos deben tanto y él fue y ya....Es que el gobierno nacional representa la continuidad histórica, sigue siendo la misma clase la que nos explota, sólo que el discurso de Kirchner es un poco más maquillado, para no ponerse a todos en su contra...
2- De ninguna manera se pude apoyar al gobierno de Kirchner “hasta que la correlatividad de fuerzas nos sea favorable”, porque nunca nos van a ser favorables si apoyamos a las clases antagónicas....la revolución mexicana es un ejemplo perfecto para esta situación....la pequeña burguesía terminó asesinando a los lideres campesinos..porque ellos esperaban tener la correlatividad favorable....es un locura....todos sabemos que en estos días es poco probable construir un sistema socialista, y es más, probablemente no se lo conveniente, pero lo de apoyar a las clases antagónicas es un suicidio político, porque cuando Kirchner ya este más asentado en el poder y con la suficiente base de poder, va a mandar a la mierda a los sectores más progresistas de sus gobierno...la historia nos enseño eso, habría que escucharla....




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Uy Dio
Por . - Thursday, Mar. 10, 2005 at 3:58 PM

Uy Dio...
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La nota original de Claudio Katz, Economistas de Izquierda: Kirchner, Lula,Tabare, Chavez
Por JS- MST en Izquierda Unida - Thursday, Mar. 10, 2005 at 5:45 PM



CENTROIZQUIERDA, NACIONALISMO Y SOCIALISMO
Claudio Katz
* Claudio Katz es economista, investigador del CONICET y profesor de la UBA. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda). 27/2/2005

El ascenso de varios gobiernos de centroizquierda refleja el fracaso económico, el retroceso político y el rechazo popular al neoliberalismo. Pero cada proceso expresa realidades distintas. Lula asumió sin fisuras institucionales en un marco de recesión y desmovilización social. Kirchner arribó al concluir el descalabro político creado por una depresión rodeada de sublevaciones. Tabaré sigue el modelo político del PT en un cuadro económico semejante a la Argentina y ensayos similares enfrentan en Bolivia con la amenaza de balcanización.

El nacionalismo de Chávez es sustancialmente distinto porque se apoya en la ventaja petrolera para desplazar a los viejos partidos, hacer reformas y confrontar con la derecha. Además, estrecha relaciones con Cuba y encabeza una fuerte polarización político-social. Su proyecto del ALBA no es compartido por la centroizquierda, porque las clases dominantes de cada país tienen mayores negocios con las metrópolis que con sus vecinos. La constitución de Petrosur choca con la privatización del petróleo en el Cono Sur y al Bansur le falta un club de deudores.

Es incorrecto considerar que Lula y Kirchner encabezan 'gobiernos en disputa'. Arbitran entre grupos capitalistas con modelos de ortodoxia socio-liberal o heterodoxia excluyente en desmedro de los intereses populares. Tanto el PT como el peronismo han perdido su originalidad contestataria. En Venezuela la disyuntiva es radicalizar o congelar el proceso bolivariano.

Ciertos enfoques sugieren que el imperialismo norteamericano es invencible e ignoran que su hegemonía no es un dato nuevo para la región. Tampoco registran los efectos contradictorios de la desaparición de la URSS y tienden a evaluar la correlación de fuerzas considerando más las relaciones entre los gobiernos que la lucha social.

La izquierda puede retomar el legado de los 70 si reconstituye su proyecto socialista. Las dificultades no derivan de la adversidad externa sino de las políticas implementadas en cada país. Es vital comprender porqué los proyectos de capitalismo regional autónomo son menos viables que en el pasado. La batalla por conquistas a escala local debe formar parte de una propuesta antiimperialista radical.

Centroizquierda, nacionalismo y socialismo

Los nuevos gobiernos de Sudamérica comparten la crítica al neoliberalismo, cuestionan las privatizaciones descontroladas, la apertura excesiva y la desigualdad social. También proponen erigir formas de capitalismo más productivas y autónomas con mayores regulaciones del estado. Pero su llegada ha creado dos interrogantes: ¿Conforman un bloque común? ¿Facilitarán el acceso del pueblo al poder?

Los fracasos del neoliberalismo

Lula y Kirchner llegan al gobierno porque el neoliberalismo no logró revertir el retroceso de Latinoamérica en el mercado mundial. Esta pérdida de posiciones se verifica en el estancamiento de la inversión y del PBI per capita y es muy visible en comparación a China o el Sudeste Asiático.

Los ciclos de prosperidad continúan sujetos a la afluencia de capitales financieros y a los precios de las exportaciones. Por eso los beneficios que obtuvieron los capitalistas durante los 90 fueron inestables. Además, la reducción de los costos salariales no compensó el estrechamiento de los mercados internos y la caída del poder adquisitivo afectó la acumulación.

También la apertura deterioró la competitividad y agravó las desventajas de los empresarios latinoamericanos frente a sus concurrentes. Muchos capitalistas lucraron con el endeudamiento público, pero el descontrol de este pasivo ha reducido la autonomía de la política fiscal o monetaria requerida para contrarrestar las fases recesivas.

El neoliberalismo no doblegó la lucha social. Las clases dominantes no lograron victorias comparables a las obtenidas en décadas anteriores. Al contrario han enfrentado sublevaciones que condujeron al derrocamiento de varios presidentes del área Andina y el Cono Sur.

La acción directa en el agro (Perú), la irrupción indigenista (Ecuador), la presión callejera (Argentina), el clima insurrecional (Bolivia), las ocupaciones de tierra (Brasil), el despertar político (Uruguay), las movilizaciones antiimperialistas (Chile) y las batallas contra el golpismo (Venezuela) jalonaron el nuevo ciclo de rebeldía que prevalece en la región.

Las clases dominantes han perdido la confianza que exhibieron en los 90 y sus principales exponentes se han retirado del escenario (Menen, Fujimori, Salinas, C. A. Pérez, Lozada). Junto a ellos se desmoronó la identificación neoliberal de la corrupción con el estatismo. La continuada malversación de fondos públicos durante la última década confirmó que la corrupción es un rasgo de todos las regímenes que intermedian en los grandes de los negocios capitalistas.

El neoliberalismo ha perdido en América Latina el impulso que parece recobrar en Europa. En ambas regiones arremetió primero el thatcherismo y luego el social-liberalismo. Pero los efectos de la desregulación comercial y la flexibilización laboral han sido diferentes en un polo central y una zona periférica de la economía mundial. El mismo atropello a las conquistas populares que en Europa provocó pérdidas de conquistas sociales, en Latinoamérica precipitó catástrofes de gran envergadura. Por eso la intensidad de la reacción popular ha sido también superior en una región de economías muy vulnerables y sistemas políticos muy inestables.

Caracterización y comportamientos

Con Lula y Kirchner cambia el marco político del régimen que desde hace décadas manejan las clases dominantes. Los empresarios y banqueros que lucraron con la desregulación ahora acompañan el giro intervencionista. Especialmente los sectores más afectados por el fracaso de los 90 buscan acaparar los subsidios y frenar la concurrencia foránea.

La alianza dominante de financistas, industriales y agroexportadores que maneja el poder ya no conforma la clásica burguesía nacional de los años 60. Reforzaron su integración al circuito financiero internacional (como tomadores de crédito y acreedores de los estados), consolidaron su perfil exportador en desmedro de los mercados internos y manejan fuertes inversiones fuera de sus países.

Pero esta mayor transnacionalización no ha extinguido sus raíces locales. Al preservar sus principales actividades en la zona, las clases dominantes sudamericanas se mantienen como sector diferenciado y rival de las corporaciones extra-regionales. Conforman el principal cimiento de los nuevos gobiernos y orientan el comportamiento crecientemente conservador de sus funcionarios.

Lula y Kirchner evitan la demagogia populista y eluden conflictos con el Departamento de Estado, porque sintonizan con los grandes capitalistas de la región. Esta cautela explica porqué negocian los mandatos de la OMC y las versiones aligeradas del ALCA, renunciando a gestar un real bloque aduanero. Implementan el ajuste fiscal, cumplen con las existencias del FMI y descartan un frente de deudores.

Los nuevos presidentes se han negado a participar en la ocupación imperialista de Irak, pero muy pocos mandatarios del mundo acompañan a Bush en esta cruzada. En cambio han enviado las tropas a Haití que el Pentágono necesitaba para liberar efectivos del Caribe y afrontar la guerra en el mundo árabe. Lula, Kirchner y Tabaré colaboran con la formación de un gobierno títere que legitime el golpe contra Aristide, regule el tráfico de drogas y controle la emigración masiva hacia Miami. Qué las tropas latinoamericanas actúen bajo el disfraz de la ONU no modifica el servicio que prestan a los Estados Unidos. Una contribución humanitaria no requería gendarmes, sino campañas de solidaridad e iniciativas para anular la deuda de ese empobrecido país.

Los gobiernos de centroizquierda desarrollan un trabajo de ablande de los movimientos rebeldes en la región. Este papel cumplieron los emisarios de Lula y Kirchner durante la debacle boliviana del 2003. Intervinieron en pleno alzamiento popular para favorecer la constitución del gobierno continuista que asegura la privatización del petróleo. Otros presidentes de origen progresista han cumplido esta labor reaccionaria sin necesidad de ayuda externa. Es el caso de Gutiérrez, en Ecuador, que prometió soberanía y gobierna con represión y privatizaciones.

Brasil y Argentina

Los nuevos presidentes emergieron en diferentes condiciones. Lula asumió en la fase final de una crisis económica que acentuó la desigualdad urbana y la miseria rural que padece Brasil. Kirchner llegó al gobierno cuándo culminaba la mayor depresión de la historia argentina. Este desplome incluyó el desmoronamiento del sistema financiero, la confiscación de los depósitos y un nivel de pobreza, hambre y desempleo nunca vistos.

Lula se ha ganado los elogios de Wall Street porque mantiene el modelo neoliberal de F.H.Cardoso. Recurre a los mismos argumentos que su antecesor ('ganar la confianza de los mercados para atraer inversiones') para reforzar las atribuciones de los financistas que manejan el Banco Central. También asegura los beneficios de los banqueros con un inédito superávit fiscal del 4,5% del PBI y la tasa de interés más elevada de las últimas dos décadas. Con estos mecanismos garantiza pagos a los acreedores que duplican los gastos sociales.

Kirchner evitó este continuismo puro porque debió reconstituir el maltrecho circuito de la acumulación. Adoptó políticas más heterodoxas para recomponer los beneficios de todos los capitalistas, orientando la distribución de las pérdidas. Aprovechó el rebote del ciclo económico para combinar el ajuste fiscal con múltiples subvenciones y reestableció el equilibrio entre los grupos ganadores (bancos y privatizadoras) y perdedores (exportadores, industriales) de la convertibilidad.

Como afrontó un colapso muy superior al registrado en Brasil, Kirchner debió seleccionar acreedores privilegiados y penalizados, dispuso compensaciones y puniciones financieras y ahora negocia tarifas y regulaciones con las compañías privatizadas. Se ha embarcado en un proceso de reconstitución del capital que Lula pudo soslayar. Pero ambos gobiernos defienden la rentabilidad empresaria a costa de los trabajadores.

El presidente brasileño ya impuso una reforma previsional regresiva, mantiene paralizada la reforma agraria y acentúa el deterioro del salario real. Su partido frena la lucha de los sindicatos y logró reducir el nivel de movilización popular. En cambio Kirchner enfrenta un panorama social mucho más complejo, porque asumió en un clima de rebelión popular. Ha buscado desactivar la protesta mediante la cooptación (conversión de luchadores en funcionarios), el desgaste (hostilidad mediática y aislamiento de sectores más combativos) y la criminalización (decenas de presos, miles de procesados).

Kirchner logró diluir el ímpetu de las cacerolas y los piquetes, pero no eliminar la presencia de las movilizaciones como telón de fondo de la política argentina. Desarrolla una gestión conservadora, pero disimula mucho más que su colega brasileño los nexos de continuidad con el pasado neoliberal.

Mientras que el ascenso de Lula se consumó sin fisuras institucionales, Kirchner llegó sorpresivamente a la presidencia al cabo de una tormentosa secuencia de renuncias y mandatos improvisados. Lo que en Brasil fue un recambio gubernamental sin sobresaltos, en Argentina ha sido un delicado operativo de restauración de la credibilidad del estado frente al masivo cuestionamiento del régimen político ('que se vayan todos')

Lula está coronando la transformación del PT en un partido clásico del sistema burgués. Se desprendió de su pasado izquierdista e incorporó a esa organización a la alternancia bipartidista. Financia con la prebendas a un ejército de funcionarios que convalidó la expulsión de los diputados opuestos a la reforma provisional.

Esta misma transformación de un movimiento popular en apéndice de la dominación capitalista afectó al peronismo hace ya mucho tiempo. Por eso Kirchner renueva por enésima vez al partido que garantiza la gobernabilidad de la clase dominante. Pero recurre a una duplicidad infrecuente para encubrir el clientelismo con gestos favorables a los derechos humanos, la independencia de la justicia y la depuración de la corrupción.

Uruguay y Bolivia

Por la magnitud del descalabro económico, el caso uruguayo se asemeja a la Argentina. Pero la menor intensidad de la lucha social y la mayor estabilidad del sistema político lo equiparan con Brasil.

Aunque el PBI y la inversión se desmoronaron, la crisis no se 'argentinizó' en la República Oriental. El Frente Amplio logró asegurar la continuidad institucional, evitando los desbordes y el vacío político. Ahora los futuros ministros se aprestan a introducir la orientación económica ortodoxa de Lula. Prometen mantener el pago de la deuda, el sistema impositivo regresivo, los privilegios del paraíso bancario y el enorme superávit fiscal impuesto para evitar el default de la deuda.

Esta evolución se explica en parte por el debilitamiento de la resistencia social afectada por el desempleo, la emigración y el envejecimiento demográfico. Pero también influye la tradición histórica de un país que no conoció insurrecciones populares, ni rupturas institucionales significativas, bajo el gobierno de arraigados partidos.

El Frente Amplio llega ahora al gobierno con fuertes compromisos de mantenimiento del status quo y un proyecto vaciado de contenido transformador. El mensaje oficial propaga que un 'país chico no puede actuar solo', como si los cambios progresistas fueran patrimonio exclusivo de las grandes naciones. Este discurso justifica la impotencia y chocará con la expectativa creada por el triunfo de la coalición. La implantación social, la hegemonía cultural y la organización popular del FA no congenian fácilmente con el falso realismo político que promueve la dirigencia.

En Bolivia la centroizquierda (Evo Morales) no gobierna directamente, pero sostiene al tambaleante presidente Mesa y trabaja para sustituirlo en la elección del 2007. Pero este cronograma no concuerda con el ritmo del mayor descalabro regional, ni con la frágil gestión de una clase dominante que carece de recursos económicos, instrumentos políticos y mediaciones institucionales para encarrilar la crisis.

El desplazamiento del eje productivo desde el Oriente minero hacia el Occidente petrolero acentúa la debacle económica. Si el cierre de los socavones masificó el desempleo, el intento de erradicar la coca devastó al campesinado. Esta pauperización acentúa la tendencia hacia la desintegración del país, que alientan los empresarios de Santa Cruz para apropiarse la renta petrolea. Su ambición choca con la demanda popular que provocó la caída de Lozada en el 2003: nacionalizar los hidrocarburos para industrializarlos localmente.

En Bolivia permanece muy viva la extraordinaria tradición de alzamientos populares. Por eso Mesa ha recurrido a un plebiscito tramposo que buscó disfrazar la continuidad de la privatización energética con promesas de nacionalización. El sostén de Evo Morales le permitió sugerir que se avanza hacia la estatización, cuándo en realidad contempla mantener los contratos por varias décadas.

Para intentar gobernar como Lula la centroizquierda debería desactivar la rebelión y conquistar la confianza de la clase dominante. Los proyectos moderados y los candidatos digeribles que promueve el MAS apuntan hacia ese objetivo. Pero la integridad territorial de Bolivia está amenazada por una tendencia balcanizadora, que coexiste con la perspectiva siempre latente de una nueva insurrección popular. Es improbable que en estas condiciones funcione la receta desmovilizadora que se aplica en el resto del Cono Sur.

El proceso bolivariano

¿Forma parte Chávez de la misma oleada centroizquierdista? La prensa internacional habitualmente contrasta su 'populismo' con el rumbo 'modernizador' de los restantes gobiernos, porque son muy significativas las diferencias que lo separan de Lula y Kirchner.

Chávez no preservó la continuidad institucional que predominó en Brasil y Uruguay, ni recompuso los partidos tradicionales como en Argentina. Emergió de una sublevación popular (el 'caracazo' de 1989) y de una revuelta militar (1992) que condujeron a un gran éxito electoral (1998). Comenzó otorgando concesiones sociales y aprobando una constitución muy avanzada. Su gobierno se ha radicalizado junto a las movilizaciones populares para enfrentar las conspiraciones de la derecha. Esta dinámica lo distingue del resto de los gobiernos centroizquierdistas, porque reaccionó contra los empresarios (diciembre 2001), los golpistas (abril 2002), el establishment petrolero (diciembre 2002) y el desafío del referéndum (agosto 2004). Se pueden computar numerosas diferencias que separan el proceso venezolano del resto de Sudamérica.

Chávez concretó el desplazamiento de los viejos partidos de la clase dominante que perdieron su tradicional control del estado. Se apoya en los sectores populares y no es visto como socio o aliado por ningún sector capitalista. No se limita a prometer cambios, sino que ha iniciado verdaderas reformas con la distribución de tierras, los créditos a las cooperativas y la extensión de los servicios educativos y sanitarios al conjunto de la población.

Chávez reedita un proceso nacionalista en la tradición de Cárdenas, Perón, Torrijos o Velazco Alvarado. Este curso es una excepción en el marco actual de amoldamiento centroizquierdista al imperialismo. Es probable que las peculiaridades del ejército (escasa relación con el Pentágono, influencia de la izquierda guerrillera) y la gravitación del petróleo estatal (fortaleza de la burocracia, conflictos latentes con el comprador norteamericano, menor gravitación del sector privado) expliquen esta reaparición del nacionalismo. Su perfil antiimperialista lo sitúa en las antípodas de cualquier dictadura latinoamericana. Chávez tiene muchos parecidos con Perón, pero ninguno con Videla.

Las semejanzas con el justicialismo de los años 50 se verifican también en las conquistas sociales y el reciclaje con fines asistenciales de una renta natural. Recepta el mismo tipo de apoyo popular y rechazo burgués que predominaba en la Argentina. Si Perón se apoyaba en una clase obrera sindicalizada, Chávez se sostiene en la organización barrial de los trabajadores precarios.

También la confrontación con la derecha distingue a Chávez de sus colegas sudamericanos. Propinó varias derrotas a la oposición, que no cesará de conspirar mientras perciba amenazas a sus privilegios. Buscan remover a Chávez o forzarlo a una involución conservadora (como tuvo el PRI mexicano) para restaurar la estratificación socio-racial.

Estados Unidos maneja los hilos de cualquier golpe y de las provocaciones terroristas que se preparan desde Colombia. Pero al Departamento de Estado le falta un Pinochet y por eso recurre a los 'amigos de la OEA' para socavar a Chávez. Mientras las palomas de la Casa Blanca rodean al presidente, los halcones preparan una nueva arremetida.

Bush no puede actuar con mayor descaro mientras afronte el pantano militar de Medio Oriente. No se atreve a equiparar a Chávez con Saddam, pero tampoco logra domesticarlo como a Khadaffi. Estados Unidos necesita el petróleo venezolano y debe lidiar con la estrategia bolivariana de intervenir activamente en la OPEP y reorientar las ventas de crudo hacia China y Latinoamérica.

Las tensiones con el imperialismo se agravan, además, porque Chávez ha establecido vínculos muy estrechos con Cuba, que desafían el embargo y auxilian a la isla con suministros petroleros y acciones diplomáticas. Venezuela no envió tropas a Haití, ni se adapta a las exigencias comerciales de Washington. Además, el país está muy sensibilizado por una presencia solidaria de los numerosos médicos y alfabetizadores cubanos. Esta relación con Cuba distingue a Chávez de Perón, porque no se nutre de la ideología reaccionaria que absorbió el caudillo argentino, sino que parte de una interpretación del bolivarismo afín a la izquierda y abierta al socialismo.

Venezuela está políticamente fracturada en dos bandos separados por el ingreso, la cultura y la tonalidad de la piel. La oligarquía busca contrarrestar la irrupción de los excluidos con la manipulación de la clase media. La batalla se dirime cotidianamente en las calles en una disputa por el poder de convocatoria, que no se observa en ningún otro país de la región.

Chávez ha demostrado gran capacidad para sumar adeptos y despertar las energías de los militantes contra el manejo derechista de los medios de comunicación. El clima del país presenta puntos de contacto con Nicaragua en los 80 o con la efervescencia militar-popular que rodeó a la revolución de los claveles en Portugal.

Es cierto que el control estatal de una gran renta petrolera brinda a Venezuela un espacio para reformas sociales que no existe en otros países. Utilizando este recurso el gobierno actúa con cierto desahogo, elevando el gasto público del 24% del PBI (1999) al 34% (2004) y afrontando con pocas dificultades el endeudamiento externo.

Las peculiaridades del proceso venezolano explican su vitalidad en comparación a los gobiernos de centroizquierda. Pero estas mismas singularidades crean serios interrogantes sobre el alcance continental del proyecto bolivariano.

¿'Un bloque regionalista'?

Las convocatorias regionalistas que lanzó Chávez no tuvieron gran recepción entre sus colegas de centroizquierda. Ninguno insinuó la menor intención de resistir el ALCA construyendo el ALBA. Pueden compartir su retórica latinoamericanista, pero no la decisión de avanzar en proyectos de integración antiimperialista.

Chávez ha propuesto tres iniciativas: asociar las empresas petroleras en un ente común (Petrosur), conformar un banco regional con las reservas ya acumuladas en todos los países (Bansur) y reforzar los acuerdos comerciales para constituir una asociación común (del Can-Mercorsur al Comersur).

En cierta medida estas iniciativas brindan cobertura a los negocios que ya entrelazan a varios grupos capitalistas. Pero de estos convenios no surge la integración autónoma que ambiciona Chávez. Este objetivo requeriría implementar transformaciones, que ningún gobierno centroizquierdista está dispuesto a llevar a cabo.

Para que Petrosur revierta la sumisión energética de la región habría que reestatizar el petróleo de Argentina y Bolivia, porque no tiene sentido integrar ese organismo a las compañías privadas extranjeras. Pero es evidente que Kirchner y Mesa mantienen alianzas estratégicas con Repsol para preservar la privatización del sector. La creación de Enarsa, sin recursos, ni pozos, no contribuye a la integración real. Y tampoco facilita ese proceso que Petrobrás compre los activos de una corporación argentina (Perez Companc) o que PDVSA se asocie con Enarsa para adquirir estaciones de servicio. Estos negocios no alteran el patrón rentista y depredador que rige al negocio petrolero en el sur del continente. Si Petrosur se constituye en este marco quizás sirva para apuntalar los beneficios de algunos contratistas y proveedores. Pero no aportará la base energética que necesita la región para desenvolver una industrialización favorable a la mayoría popular.

Las reservas para constituir un banco regional están disponibles, pero la custodia del FMI impide su manejo autónomo. Sobran las divisas, pero falta soberanía. Para crear el verdadero Bansur habría que concertar primero un 'club de deudores' que revierta la ingerencia del Fondo y la hemorragia de los pagos. Esta propuesta -tan debatida en los 80- no figura actualmente en la agenda actual de ningún gobierno.

Las tratativas para avanzar en mayores acuerdos comerciales enfrentan la contrapresión de los acuerdos bilaterales que propicia Estados Unidos. Estos convenios influyen significativamente sobre las clases dominantes, que mantienen con las metrópolis más negocios que con sus vecinos de Sudamérica. Las dificultades del Mercosur reflejan esta contradicción.

Dentro de esta asociación persisten las divergencias aduaneras y el arancel común continúa perforado por más de 800 excepciones. Mientas que en la Unión Europea las exportaciones entre países miembros superan el 50 % de las ventas totales, en el Mercosur no llegan al 11%. Brasil no cumple el rol económico de Alemania y Argentina no juega el papel político que tiene Francia en el viejo continente.

La integración es vital para contrarrestar la tendencia hacia la fractura territorial que corroe a varios países (Oriente de Bolivia, sur de Ecuador). Pero las clases capitalistas tienen otras prioridades. No es cierto que 'las burguesías nacionales sobrevivientes del neoliberalismo de los 90 se orientan a conformar un bloque común' (1). La mayor transnacionalización de este sector ha reducido su inclinación integracionista y por eso resisten el regionalismo de Chávez. Las cumbres presidenciales -que se repiten junto a nuevos llamados a forjar la Comunidad Sudamericana- carecen de correlato práctico.

Lo que sí prospera en la región son los negocios de las empresas transnacionales que operan en varios países y buscan movilidad del capital para abaratar costos salariales, racionalizar subsidios y maximizar los beneficios de las rebajas aduaneras. Este tipo de integración no beneficia a ningún pueblo.

La expectativa chavista de contagiar el espíritu bolivariano a los gobiernos de centroizquierda choca con un obstáculo estructural: las clases dominantes de la región preservan la conformación centrípeta que históricamente bloqueó su asociación. Ningún argumento oficial, ni presión popular contrapesa este condicionamiento. El sueño de Bolívar y San Martín no podrá concretarse mientras estos grupos capitalistas manejen el poder.

'¿Gobiernos en disputa?'

Ciertos analistas consideran que la alternativa regionalista podría igualmente avanzar si convergen los procesos nacionalistas y de centroizquierda. Vinculan esta posibilidad a que Lula y Kirchner se afiancen y luego radicalicen sus gestiones. Por eso apoyan o participan en estas administraciones. Los argumentos que exponen para justificar esta actitud son muy semejantes en Brasil y Argentina (2). Estos planteos abren el debate sobre el segundo problema de la etapa: ¿Facilitan los gobiernos de centroizquierda el acceso del pueblo al poder?

Es común escuchar que Lula y Kirchner encabezan 'gobiernos en disputa'. Pero esta caracterización confunde los choques entre grupos empresarios -que afectan a cualquier gobierno capitalista- con la presencia de intereses populares en esas confrontaciones. Estas aspiraciones no figuran en los roces entre industriales y banqueros que dividen al equipo de Lula (Mantega versus Palocci) o en los desacuerdos sobre los subsidios que fracturan al gabinete de Kirchner (Lavagna contra De Vido).

Esta variedad de choques es consecuencia del carácter competitivo del capitalismo y afecta a todos los gobiernos latinoamericanos. El caso de Lula es particularmente revelador porque el presidente no es víctima de un entorno derechista, sino que él mismo ha optado por seguir los pasos de Tony Blair y Felipe González. Su origen popular y la base obrera del PT no han contrarrestado esta involución. Ya no puede atribuir su continuismo a la 'herencia recibida', ni argumentar que comanda una 'breve transición'.

Algunos piensan que este conservadurismo es una táctica de Lula porque 'llegó al gobierno sin conquistar el poder'. Pero esta distinción tendría sentido si el presidente alentara, protagonizara o aunque sea proclamara su oposición a la clase dominante. El control administrativo del estado podría ser un paso hacia el manejo efectivo de la economía si existiera la intención de transformar el status quo. Pero Lula ya es un hombre de confianza de los grupos capitalistas, que también guían la gestión de Kirchner.

Notas:
1) Esta tesis sugiere: Mermet Rolando. 'Bolivarismo revolucionario y unidad suramericana' Questión, septiembre 2004, Caracas.
2) Algunos exponentes de estas posturas son en Brasil: Betto Frei. 'Ahora Lula conquistar el poder'. Página 12, 20-9-04, Pomar Valter. 'La gauche a l´heure du choix'. Inprecor 497, septembre 2004, Pont Raul y Rosseto Miguel. 'Ideias'. Agencia Carta Mayor, 3-5-04, Sader Emir. 'Brasil y Lula desde un enfoque de izquierda' Propuesta, 10-6-04, -Articulacao de Esquerda e Democracia Socialista. 'Carta aos Petistas'. Democracia Socialista , n 9, janeiro -fevereiro 2005. 'Editorial', Correio da ciuadania. 'Un nouveaux parti socialiste'. Inprecor 497, septiembre 2004. En Argentina: Tumini Humberto. En marcha 14-10-04, Rudnik Isaac. '¿Quién confronta con el FMI'?'. Desde los barrios, 12-12-04. En Uruguay: Huidobro Eleuterio Fernández. 'O estamos fritos' Página 12, 25-1-05.



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Nada mas
Por y - Friday, Mar. 11, 2005 at 10:44 AM

Primero ezcurra deberia dejar de vivir del estado, o lejor dicho, de todos los boludos que pagamos los impuestos... despues, quizas puede responderle a Katz

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Primero vos
Por Uno que trabaja con Ezcurra - Friday, Mar. 11, 2005 at 10:54 AM

Primero deberìas dejar de decir boludeces porque Ezcurra no vive del estado sino de su laburo privado y si viviera del estado poprque trabajara en el no tendria nada de malo ni lo inhibiria de opinar.

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Uno... ¿Vos sos boludo?
Por Juantxo - Friday, Mar. 11, 2005 at 11:42 AM

Che, hermano, ahora resulta que los trabajadores estatales están descalificados para tener opinión política? ¿O sólo pueden hacerlo los que comulgan con tus ideas políticas?
Con todo respeto, andate a cagar...

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Perdón... era para y
Por Juantxo - Friday, Mar. 11, 2005 at 11:45 AM

Perdón, Uno, el mensaje era para el anterior a vos

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