snálisis de la situación en Bolivia.
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Frente a la ofensiva reaccionaria de
Mesa, oponer la ofensiva revolucionaria de los obreros y campesinos
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Bolivia
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Autor : Aníbal
Montoya Fecha : ( 11-Marzo-2005 ) Categoria : Bolivia
|
a
situación en Bolivia ha experimentado un cambio dramático en los
últimos días. En medio de un nuevo alza en la lucha de masas contra
la política del gobierno de Mesa, por la expulsión de Aguas de
Illimani (controlada por la multinacional francesa Suez), y por la
nacionalización de los hidrocarburos, la reacción comandada por las
multinacionales y la oligarquía decidió pasar a la ofensiva,
utilizando las instituciones burguesas y sus medios de comunicación,
y la movilización reaccionaria de sectores de la pequeña burguesía.
Bolivia es un país con ingentes recursos en petróleo
y gas, valorados en algo más que 100 mil millones de dólares, 16
veces el total de la deuda externa, y supera en 130 veces la
inversión publica anual. Por cada dólar que invierten las petroleras
imperialistas ganan diez. El 60% de la población vive por debajo de
la línea de la pobreza. El control y usufructo por parte de los
trabajadores y campesinos bolivianos de estos recursos es, por lo
tanto, vital para salir de la pobreza y miseria.
Desde el derrocamiento de Sánchez de Lozada en
octubre del 2003, la clase dominante y el imperialismo se sienten
con una mano atada a la espalda, resultándoles imposible llevar a la
práctica su agenda de gobierno. Cada medida decretada en el último
año por el gobierno de Mesa para depositar la carga de la crisis
sobre las espaldas de los obreros y campesinos bolivianos y asegurar
los negocios de las multinacionales se enfrentó con movilizaciones
de masas que obligaron al gobierno de Mesa a dar marcha atrás,
retrasar, paralizar o llevar a medias la mayoría de estas medidas.
En las últimas semanas, sectores de la oligarquía,
descontentos con la “blandura” de Mesa, amenazaron con secesionarse
de Bolivia, como en Santa Cruz o Tarija (las zona más ricas del país
y donde se concentran los principales yacimientos de petróleo y
gas), exigiendo “autonomía” con plenas competencias.
La dimisión de Mesa
Desde la
semana anterior, las protestas populares convocadas por las Juntas
vecinales, la COB y otras organizaciones campesinas y populares
empezaron a adquirir un carácter muy radicalizado.
Todo esto tenía que ver con la decisión de Mesa de
dar marcha atrás en su promesa de anular el contrato de concesión a
Aguas de Illimani, la empresa que controla el suministro de agua a
las localidades de El Alto y la Paz y, sobre todo, con la aprobación
por el parlamento el pasado 3 de marzo del proyecto de la ley de
hidrocarburos favorable a las transnacionales, que ratificaba los
contratos de las mismas alcanzados durante el mandato de Goñi y
establecía regalías de sólo el 18% sobre los beneficios de las
compañías, frente al 50% exigido por el MAS.
Esta
situación no dejó otra opción al MAS de Evo Morales que anunciar su
incorporación a las movilizaciones, lo que potencialmente empezaba a
dar al movimiento de protesta una amplitud desconocida desde la
caída de Sánchez de Lozada. La clase dominante entró en pánico.
La perspectiva de que el MAS pasara de la mera
oposición parlamentaria a la oposición en la calle es un hecho
altamente significativo. No debemos olvidar que el MAS, enfrentando
el sentir de sus bases y a la COB, fue el principal soporte de Mesa
en el último año, avalando el referéndum tramposo sobre los
hidrocarburos del pasado mes de julio mientras acusaba a la COB y
otras organizaciones populares de ser funcionales a la reacción por
movilizar a los trabajadores y campesinos contra la política
reaccionaria de Mesa.
En este contexto se encuadra la
maniobra de Mesa el domingo de la semana pasada. Este cínico y
astuto político burgués decidió montar un espectáculo grotesco en
torno a su dimisión como presidente de la república. En una clásica
maniobra bonapartista lanzó a la cara del país el siguiente desafío:
“Yo o el caos”.
La pretensión de Mesa era desactivar
la protesta social, criminalizando expresamente a Evo Morales, al
MAS y la COB para concitar el odio de las capas medias contra la
movilización popular, sus dirigentes y sus organizaciones. El otro
objetivo de Mesa con su amenaza de dimisión era disciplinar a los
diferentes sectores de la clase dominante, particularmente a la
oligarquía santacruceña, que con sus provocaciones “autonomistas” no
hacía más que azuzar la inestabilidad social.
Esta
mascarada terminó en un “pacto nacional” en el Parlamento–impulsado
por la Iglesia, las organizaciones empresariales y el imperialismo-
de todos los partidos patronales y oligárquicos (MNR, NFR y MIR) en
torno a 4 puntos: Ratificar la Ley de Hidrocarburos que sanciona la
propiedad privada de estos recursos a cambio de unas regalías del
18% sobre los beneficios de las compañías multinacionales,
elecciones de los prefectos (gobernadores) por sufragio universal,
la celebración de un referéndum sobre las “autonomías” que
conformaría una Bolivia con 8 regiones autónomas para dar
satisfacción a las oligarquías locales, y la convocatoria de una
Asamblea Constituyente para elaborar una nueva Constitución. De esta
manera, utilizaron trucos parlamentarios y legislativos para
revestir con una apariencia democrática la entrega de los recursos
del país a la depredación devoradora de la oligarquía y de las
multinacionales extranjeras.
Con la celebración del
referéndum sobre las “autonomías” la oligarquías santacruceña y
tarijeña pretenden obtener un eslabón legal para gestionar en su
provecho los recursos de esas regiones. Pero además, con ello se
busca un mecanismo constitucional que facilite su secesión del resto
de Bolivia ante la eventualidad de la toma del poder en La Paz por
los obreros y campesinos y así asegurar a las multinacionales
extranjeras que la propiedad de los campos de petróleo y gas
seguirán firmemente en sus manos. El carácter reaccionario de la
consigna de la “autonomía” en este contexto no puede ser más
clamoroso. Sólo un gobierno obrero y campesino podría dar plena
satisfacción a un genuino control y gestión de sus recursos a las
diferentes comunidades que habitan Bolivia mientras se mantiene la
planificación en común de todos los recursos.
La
reacción mide sus fuerzas en la calle
Mesa, en su
declaración al parlamento la noche del 8 de marzo, fue más allá y
llamó a la población a movilizarse el jueves 10 a las principales
plazas del país para que se manifestaran contra el bloqueo de
caminos y carreteras decretado por la COB, el MAS y otras
organizaciones populares, y pidió al fiscal general de la nación
iniciar procesos penales contra quienes participen en los mismos.
Hasta ese momento la reacción no se había atrevido a
sacar a su gente a la calle para enfrentar las protestas de obreros
y campesinos. Ya en la concentración del martes por la noche de
varios cientos de personas que acudieron a vitorear a Mesa en el
palacio presidencial tras la firma del “pacto nacional” gritaban a
todo pulmón: “Mano dura”. Los apaleamientos que hubo el pasado lunes
7 en Cochabamba contra campesinos, trabajadores y estudiantes a
manos de bandas de matones procedentes de los barrios de clase alta
de la ciudad, o el apaleamiento y detención el día miércoles de 104
choferes de autobuses en Santa Cruz a manos de la policía, son sólo
una pequeña muestra de lo que espera a los trabajadores y campesinos
si permiten que la reacción levante cabeza.
Como
respuesta a la provocación de Mesa, el miércoles 9 de marzo la COB,
las federaciones vecinales (FEJUVES), los campesinos de la CSUTCB,
el MAS y otras organizaciones acordaron formar un frente único para
mantener y extender las movilizaciones y bloqueos. Esta fue una
medida correctísima ya que una desmovilización popular decretada por
los dirigentes obreros, campesinos y la izquierda en este contexto,
hubiera tenido consecuencias desmoralizadoras y el efecto de
envalentonar todavía más a la reacción.
Las
concentraciones pro-Mesa del jueves no tuvieron la masividad
esperada, apenas 5.000 personas en La Paz, y cifras similares e
incluso menores en el resto de ciudades importantes. Y eso, a pesar
de que el gobierno, las instituciones oficiales y la principal
confederación empresaria dieron libre asueto a los empleados y
trabajadores durante el horario en el que estaba convocadas las
concentraciones para facilitar la asistencia de la gente y, en
muchos casos, fueron coaccionados para obligarlos a participar. El
grueso de los participantes en estas concentraciones reaccionarias
procedían de los distritos de clase media y alta de las ciudades.
Solamente al sur, en Tarija, las concentraciones adquirieron algo
más de masividad porque oportunamente la oligarquía tarijeña,
imitando a su par santacruceña, reclamó demagógicamente la
“autonomía” para hacerse con una base entre las capas medias y los
sectores más atrasados políticamente de los trabajadores y
campesinos.
En Cochabamba, la concentración
reaccionaria hubo de trasladarse a la tarde porque las
organizaciones populares convocaron una contramarcha en el mismo
lugar y hora en donde estaba anunciada la primera. En La Paz, hubo
algunos enfrentamientos entre trabajadores y campesinos y los que
apoyaban a Mesa.
Por otro lado, los bloqueos se
extendieron en los últimos dos días. Como se comenta en un reporte
de Bolpress.com : “En las últimas horas se incrementó el número de
bloqueos a diferencia del martes. De 24 a 39 aumentaron los puntos
de bloqueo, que se intensificaron en los departamentos de La Paz,
Cochabamba, Santa Cruz y Potosí. (Bolpress.com, 10 de marzo).
Además para el 17 de marzo se ha convocado en el
Chapare un ampliado nacional de las organizaciones en lucha para
delinear un plan de lucha que será ejecutado por todos los sectores
sociales y populares (Econoticiasbolivia.com, 10 de marzo).
Este es el camino, frente a la arremetida de la
reacción responder con una lucha unitaria para fortalecer y aumentar
la moral de los obreros y campesinos y para llevar la
desmoralización y la división al campo de nuestros enemigos.
De hecho, ya aparecieron las primeras divisiones
dentro del campo de la burguesía. Muchos dirigentes del MNR, de la
NFR y del MIR se han desmarcado de Mesa criticando el llamado a
concentrarse en contra de los bloqueos por miedo a que esa medida
pudiera aumentar la polarización de la sociedad y radicalizar a las
masas.
Incluso, ayer mismo la prensa informó que el
gobierno de Mesa aceptaría nuevamente rescindir el contrato a Aguas
de Illimani alcanzando un acuerdo con la compañía para que esta no
presente denuncias por incumplimiento de contrato y entregando la
gestión del agua a un consorcio compuesto por funcionarios y
representantes vecinales de El Alto (La Razón, 10 de marzo).
Mesa, incluso, tuvo que convocar a una reunión a
Morales y Solares ayer jueves a la tarde para intentar alcanzar un
acuerdo para desactivar la protesta social. Pero tras 4 horas de
reunión no se alcanzó ningún acuerdo.
Mesa erró en el
cálculo. Ilusoriamente pensaba que sería fácil engañar a la mayoría
de la población, denunciando a las organizaciones obreras y
populares como lunáticas y “radicales”, soñando con movilizaciones
de cientos de miles arropándolo en las concentraciones de ayer día
jueves. No solamente no movió ni la décima parte de esa cifra sino
que provocó una mayor unidad entre dichas organizaciones y mayor
determinación en la prosecución de la lucha.
Como no
podía ser de otra manera, los apoyos más significativos a favor de
Mesa vinieron de afuera. Kirchner y Lula actuaron como los perros
falderos del imperialismo ofreciendo sin fisuras su apoyo a Mesa.
De esta manera, la pantomima que montó no sirvió para
nada. Las bases sociales de la reacción, particularmente en el
Altiplano y el occidente del país demostraron ser enormemente
débiles.
El problema es que Mesa no puede hacer
ninguna concesión seria en el tema de hidrocarburos porque eso
irritará a las compañías, pero los trabajadores y campesinos no
están dispuestos a aceptar otra cosa que la nacionalización de los
recursos que pertenecen al pueblo. Morales y Solares, dirigentes del
MAS y de la COB respectivamente, no pueden contentarse con simples
migajas para ofrecer a sus bases. Por lo tanto, una agudización en
el enfrentamiento es inevitable.
Falta una
perspectiva revolucionaria para la toma del poder
Después de año y medio, nos encontramos de nuevo
en la misma situación que el 17 de octubre del 2003. El gobierno de
Mesa fue incapaz en todo este tiempo de dar satisfacción a ninguna
de las demandas de los obreros y campesinos bolivianos, como ya
advertimos desde el primer día desde El Militante.
Mesa era un hombre del riñón de Sánchez de Lozada,
como miembro de su gobierno y Vicepresidente de la república, cargos
que tuvo la viveza de abandonar una semana antes del derrocamiento
de Goñi por el movimiento de masas de octubre del 2003.
Sin embargo, careciendo de una real estrategia
revolucionaria y de la perspectiva de la revolución socialista, los
dirigentes del MAS y la COB le entregaron a Mesa el poder que los
trabajadores y campesinos bolivianos empezaban a tocar con sus
manos. No solamente eso, sino que llamaron a los trabajadores,
campesinos y amplios sectores de las capas medias que simpatizaban
con la revolución a confiar en Mesa, dándole una primera tregua de
90 días que luego la dirección del MAS extendió durante más de un
año para que, ilusoriamente, llevara a la práctica la Agenda de
Octubre, cuya demanda principal era la nacionalización de los
hidrocarburos.
Esto fue un error muy grave, como
ahora se demostró. Mesa jamás atenderá los reclamos populares. Sólo
un gobierno obrero y campesino que expropie a las multinacionales y
la oligarquía estará en condiciones de hacerlo.
En la
medida que la lucha del último año no condujo a ningún resultado
decisivo, contándose en innumerables los bloqueos, cortes de ruta y
movilizaciones, muchas de ellas aisladas, descoordinadas y
desconectadas entre sí, esto permitió dar un respiro a la clase
dominante para agrupar a sectores importantes de las clases medias
tras de sí, cansadas de convulsiones, huelgas y movilizaciones, y
necesitadas de “orden” y “mano firme” como se expresó en los últimos
días y en las movilizaciones de masas en Santa Cruz y Tarija a favor
de la “autonomía”.
El peligro a medio plazo es que
esta situación de indefinición se prolongue demasiado en el tiempo,
se extienda el cansancio y el escepticismo entre los obreros y
campesinos en la medida que sus luchas no conduzcan a ninguna salida
y la crisis siga golpeando, debilitándose la lucha popular. Si
llegara ese momento la reacción no dudaría en intentar descargar un
golpe decisivo contra el movimiento de masas al que tomaría con la
guardia baja por medio de un levantamiento militar, basándose en el
apoyo más o menos activo de sectores las capas medias de la
sociedad.
Afortunadamente, todavía estamos lejos de
esa situación. El movimiento de masas está demostrando una
inquebrantable vitalidad y ante el primer intento serio de la
reacción de levantar la cabeza desde la caída de Goñi la respuesta
popular está siendo realmente inspiradora. Si Mesa no se atreve a
reprimir los bloqueos ni las movilizaciones no es por humanismo,
sino porque es consciente que la represión sangrienta del
movimiento, como ocurrió en Octubre del 2003, no haría sino
radicalizar aún más la lucha y provocar una nueva insurrección
popular.
Estamos ahora en un momento decisivo, como
en vísperas del derrocamiento revolucionario de Goñi. Millones de
trabajadores y campesinos debaten qué camino tomar en charlas y
reuniones, en las plazas públicas, en los talleres y empresas y en
las lomas desnudas de los campos. La mayoría miran a sus dirigentes
buscando una orientación. Por eso es importante sacar las lecciones
correctas de la experiencia de los últimos 15 meses.
Reforma o Revolución
La
principal debilidad de la revolución boliviana es la ausencia de una
dirección audaz que, dotada de la táctica, el programa y las
consignas adecuadas dirija las energías revolucionaria de las masas
hacia la toma del poder.
Mientras que los obreros y
campesinos ansían la unidad y así lo demuestran en todas las
movilizaciones, a nivel de las organizaciones dirigentes predomina
la dispersión, las vacilaciones y la ausencia de un objetivo claro.
En líneas generales, en el movimiento está dividido
en un ala reformista representado por la dirección del MAS y un ala
más a la izquierda en la que se encuadra la actual dirección de la
COB y que, al menos en palabras, habla de la necesidad de formar un
gobierno revolucionario obrero-campesino.
Toda la
política del MAS y de Evo Morales en particular se ha estrellado
contra el muro de la realidad. Han sido utilizados por Mesa para dar
una cobertura “por izquierda” a su política, llevando la confusión y
la desorientación a los cuadros honestos del MAS y a gran parte de
sus bases. Finalmente, esto terminó con una crisis en el propio MAS
en donde cristalizó un ala “derecha” dentro de la bancada
parlamentaria cada vez más adicta a Mesa. Ahora Morales, presionado
desde abajo, se unió a la COB y otras organizaciones campesinas y
populares pasando a una oposición activa a Mesa lo que le valió la
crítica del ala derecha de su partido, que no tiene ninguna
influencia en las bases.
Sin embargo, Morales sigue
sin plantear una alternativa por afuera del capitalismo. Incluso en
el tema de los hidrocarburos Morales ya no habla de cancelar los
contratos con las multinacionales sino de exigirles regalías del
50%, que si bien es un paso adelante frente a al 18% que plantea
Mesa, sigue sin poner en cuestión la propiedad efectiva de estos
recursos en manos de las compañías extranjeras.
Por
su parte, los dirigentes de la COB vienen denunciando desde hace
tiempo a Mesa, e impulsando las principales movilizaciones contra su
política. Incluso, Solares (máximo dirigente de la COB) está
hablando de tomar el poder e instalar un gobierno obrero y
campesino.
Esto es totalmente correcto, es lo que
hace falta. Pero Solares debería pasar de las palabras a los hechos.
La COB está utilizando las movilizaciones para presionar a Mesa y
obligarlo a cambiar de política. Pero esto por sí solo es
insuficiente. La experiencia ha demostrado que la lucha por la
nacionalización de los hidrocarburos y para sacar a la mayoría de la
población de la miseria y la pobreza es incompatible con el dominio
de la sociedad por la oligarquía y las transnacionales, que son
quienes dictan su política a Mesa.
De lo que se trata
es de utilizar las movilizaciones para implicar en las mismas a la
mayor cantidad posible de obreros y campesinos que combine las
demandas parciales por salario, empleo, contra la suba de tarifas,
por más impuestos a los ricos, etc con las demandas más generales
por la nacionalización de los hidrocarburos, la reforma agraria, la
nacionalización de los bancos y de los principales sectores
productivos del país. Se trata de elevar el nivel de conciencia de
los trabajadores explicando que sólo la toma del poder por los de
abajo podría solucionar los problemas que tenemos. Al mismo tiempo,
se deberían organizar comités de lucha y asambleas populares en cada
pueblo y ciudad, barrio, lugar de trabajo y comunidad campesina que
sean un cauce de participación consciente de millones en la lucha.
Junto a esto, deberían formarse Comités de autodefensa para defender
nuestras comunidades, barrios y movilizaciones de los ataques de las
bandas reaccionarias y de la policía.
Una verdadera
estrategia revolucionaria para la toma del poder debería basarse en
estos comités y asambleas locales para que se vayan transformando de
organismos de lucha a auténticos organismos de poder obrero en
Bolivia.
Dependiendo del nivel de amplitud, madurez y
conciencia política alcanzado por la lucha de masas, llegado el
momento lo que habría que hacer es convocar a una Asamblea Popular
formada por representantes elegidos en estos organismos de base,
como verdadero órgano representativo del pueblo pobre de Bolivia, y
que sea esta Asamblea Popular la que tome el poder soberano en el
país, como debió hacerse en octubre del 2003.
La
trampa de la Asamblea Constituyente
La Asamblea
Constituyente ha pasado a convertirse en una de las demandas más
importantes en el proceso revolucionario boliviano. Lo realmente
sorprendente es que esta consigna sea defendida casi sin excepción
por todos los grupos y tendencias políticas de Bolivia: desde la
derecha a la izquierda, desde los partidos y políticos patronales e
imperialistas a las organizaciones obreras y campesinas ¿Cómo puede
ser esto? la verdad es que esta consigna fue introducida
artificialmente desde afuera al interior del movimiento
revolucionario. No nació como una necesidad del propio movimiento.
En concreto, la demanda de Asamblea Constituyente no jugó
absolutamente ningún papel para sacar a las masas a la lucha ni para
estimular la movilización insurreccional que derrocó a Goñi. Este es
un hecho que no admite discusión. Es más, esta consigna es tan
inofensiva para la burguesía boliviana y el imperialismo que hasta
Mesa llamó a la convocatoria de tal Asamblea Constituyente para este
mismo año.
Lamentablemente, en la medida que los
dirigentes obreros, campesinos y de la izquierda no hacen más que
insistir en esta consigna como panacea para solucionar los problemas
de las masas, inevitablemente éstas han dado crédito a la misma y
actualmente forma parte de sus banderas de lucha.
Históricamente la convocatoria de una Asamblea
Constituyente se justificaba para conseguir derechos democráticos
para la población: libertad de expresión, derecho de manifestación,
de organización, etc. Todos estos derechos existen ya en Bolivia.
¿Qué papel puede jugar la agitación de la consigna de una Asamblea
Constituyente en esta situación? Solamente el de confundir y
desorientar a las masas de sus verdaderos objetivos revolucionarios.
Con esta consigna lo que se hace es derivar a una solución
parlamentaria lo que sólo se puede resolver de una forma
revolucionaria con las masas en la calle, y como si una nueva
Constitución (que es para lo único que tiene sentido demandar un
organismo de este tipo) pudiera resolver los problemas sociales sin
la expropiación previa de la tierra, los monopolios y los bancos en
poder de la oligarquía, la burguesía nacional y las multinacionales
extranjeras, lo que igualmente nos lleva a la necesidad de la toma
del poder por la clase obrera y los campesinos pobres.
Mesa va a utilizar la convocatoria de la Asamblea
Constituyente para engañar una vez más a las masas como ya hizo con
el referéndum tramposo del gas hace unos meses. Cuando la situación
social esté a punto de desbordarse nuevamente exigirán a las masas
que se detengan y aguarden unos meses a la convocatoria de tal
organismo. Como ocurre actualmente con la Ley de Hidrocarburos, la
oligarquía y Mesa llevan ya más de un año con idas y venidas
parlamentarias retrasando la aprobación definitiva de esta ley. Pero
mientras tanto, las transnacionales siguen explotando los recursos y
llevándose las regalías, mientras que las discusiones parlamentarias
se extienden en el tiempo. Con la Constituyente pasará lo mismo.
Cada nuevo artículo de la ley llevará semanas o meses de
interminables discusiones antes de ser aprobado, mientras se pedirá
a las masas que sean pacientes hasta que todo el articulado sea
discutido o aprobado. Pero mientras tanto, las viejas leyes seguirán
funcionando. Lo que la clase dominante trata es de ganar tiempo,
agotar a las masas con interminables trucos parlamentarios y esperar
la mejor ocasión para dar un golpe decisivo.
Por el
contrario, en Bolivia se da un contexto inmejorable para explicar a
las masas los límites del parlamentarismo burgués, su falsedad, sus
trampas, etc ¿Por qué insistir, entonces, en alternativas
parlamentarias como la Constituyente? El “apoyo” actual a Mesa en el
parlamento es un calco fiel de la representatividad y funcionamiento
de los órganos de la democracia burguesa. Los partidos que hoy lo
dominan formaron la mega coalición goñista que la insurrección de
octubre derribó. Carecen de una base social y de prestigio,
solamente mantenidos por el automatismo de la sociedad burguesa. Es
un reducto de cobardes contrarrevolucionarios, que por ahora no
tienen la fuerza para intentar disciplinar a las masas. Son lacayos
del imperialismo, esta gente no puede seguir al frente de la
sociedad. Hay que derribarlos.
Estamos a favor de la
mas amplia democracia. Pero explicamos que el régimen más
democrático que puede existir es uno basado en la democracia directa
desde abajo a través de asambleas y comités que elijan sus
representantes a una Asamblea Popular nacional; que garantice la
propiedad común de los recursos de la nación y su control
democrático por los trabajadores y campesinos; es decir, un
verdadero régimen de democracia obrera, de democracia socialista,
donde cualquier representante obrero y campesino o funcionario pueda
ser revocado inmediatamente por quienes lo eligieron, y cuyo salario
no sea superior al salario medio de un trabajador calificado, donde
las tareas de administración y gestión sean ejercidas por toda la
población por turnos para evitar el arribismo y la burocratización y
donde no haya un ejército separado del pueblo sino que sea éste
quien tenga las armas a través de milicias obreras y campesinas.
Posiblemente cualquier trabajador o campesino
boliviano de manera intuitiva identifica la Asamblea Constituyente
con la idea del poder obrero. Pero ambas cosas son organismos
totalmente diferentes. Seamos sinceros, la verdad es que algunos
dirigentes, a pesar de su honestidad y entrega a la lucha, se
agarran a esta consigna para ocultar su falta de confianza en la
capacidad revolucionaria de los obreros y campesinos, y en su
carencia de un programa claro y de una estrategia para el triunfo de
la revolución socialista. Esta consigna les permite utilizar una
verborragia revolucionaria sobre la necesidad del poder obrero,
mientras que en la práctica no explican la manera concreta cómo tal
poder debe organizarse y conseguirse. Pero eso, independientemente
de su sinceridad y devoción a la causa, su accionar los lleva a
jugar con la revolución, pero no ayuda al triunfo mismo de la
revolución.
Es urgente, por lo tanto, que los cuadros
revolucionarios dirigentes de Bolivia reexaminen honestamente la
situación y emprendan un cambio de rumbo en dirección hacia las
consignas, las tácticas y la estrategia revolucionaria correctas que
hagan posible en Bolivia el triunfo del poder obrero.
La revolución obrera y campesina es la única
alternativa: para acabar con el hambre, la desocupación y los
salarios de miseria, para terminar con la opresión a los pueblos
originarios, y para cortar de raíz los planes reaccionarios de la
clase dominantes y el imperialismo. Una Bolivia revolucionaria y
socialista tendría un enorme impacto en toda la región, acelerando
el proceso que se está gestando en Perú, Ecuador y en toda
Latinoamérica. El imperialismo norteamericano quedaría paralizado e
incapaz de intervenir porque se enfrentaría a insurrecciones en
todas partes y con un movimiento de masas dentro de sus propias
fronteras. Lo único que hace falta es una dirección audaz armada con
una política y un programa correctos.
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