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Siete tesis críticas anti-bolcheviques para la actualización del comunismo revolucionario.
Por Roi Ferreiro -
Monday, Mar. 21, 2005 at 7:24 PM
Roi Ferreiro, militante del "comunismo de consejos" desarrolla aquí una crítica al leninismo. Más allá de las posibles discrepancias con algunos puntos del escrito, este posee el valor de expresar una explicación de los errores del leninismo mediante la aplicación del materialismo dialéctico.
Siete
tesis críticas anti-bolcheviques para la actualización del comunismo
revolucionario.
Autor: Roi Ferreiro - militante del comunismo consejista.
(Resumido y subrayado por Leonardo Mir).
Roi Ferreiro sostiene que las luchas de las masas se dan en forma
espontánea debido al antagonismo objetivo entre las clases, pero que
el nivel de radicalidad y extensión necesario para la revolución
(la elevación de la lucha de defensiva a ofensiva o de sindical a
política o de reformista a revolucionaria) depende de la actividad
de la vanguardia consciente, y que todos los "errores" y
deformaciones adialécticas se deben a la alienación inducida por el
capitalismo en la teoría revolucionaria a través de una praxis
incorrecta.
La praxis revolucionaria debe ser la crítica-práctica y no la crítica
teórica, su función tiene como fundamento el desarrollo de la
autoactividad del proletariado como clase revolucionaria, no el
desarrollo de su conciencia para adecuarla a los fines
revolucionarios, el comunismo no es un ideal al que la realidad
debería amoldarse, sino un movimiento efectivo de superación del
estado existente
1)
El bolchevismo revolucionario, y su continuador, el trotskismo,
“cayó en un eclecticismo teórico entre el espontaneismo y el
dirigentismo, como consecuencia de unas condiciones sociales cada vez
más alienantes que pesaban sobre el movimiento obrero. El producto
de estas condiciones alienantes de clase, que tuvieron su reflejo en
aquella contradicción interna del trotskismo, se hizo visible a través
de la integración cada vez más profunda del movimiento obrero en el
capitalismo durante el siglo pasado: se trataba, objetivamente, de una
contradicción entre la necesidad de la espontaneidad para impulsar el
autodesarrollo revolucionario del proletariado como clase, y la
predominancia de la sumisión a las direcciones burocráticas
reformistas.
“El trotskismo fue incapaz de situarse por encima de esta
contradicción no sólo, ni fundamentalmente, a causa de su análisis
económico del capitalismo, sino porque no veía una relación directa
entre la decadencia del capitalismo y el desarrollo de la
espontaneidad obrera en un sentido revolucionario.”
Finalmente, “todas las organizaciones trotskistas occidentales o
bien han quedado reducidas a la nada, o se han convertido en grupos
reformistas (…). La cuestión de fondo es que la concepción
bolchevique de la función práctica de la vanguardia revolucionaria
(…) no sirve para fomentar el desarrollo de la autoactividad del
proletariado, sino que esta se ha desarrollado siempre de modo
independiente a las prácticas bolcheviques, que en realidad tendieron
y tienden siempre a llegar tarde respecto del movimiento práctico de
la lucha de clases, en lugar de actuar como vanguardia en acto. Esta
disociación objetiva entre las pretensiones de la vanguardia
autoproclamada, no efectiva, y la dinámica espontánea de masas, sólo
puede tener dos soluciones opuestas sin caer en el eclecticismo:
1ª) la subordinación de la espontaneidad a la dirección
intelectual, de las luchas inmediatas al programa revolucionario, de
las masas al partido. Esta es la teoría bolchevique y es
esencialmente adialéctica y no materialista en las relaciones
concienciales sujeto-objeto (y que conduce en la práctica a la
formación de un capitalismo de Estado totalitario, pero no al
comunismo, oponiéndose a la emancipación proletaria);
2ª) la teoría del comunismo de consejos, que entiende la
espontaneidad como determinada por las condiciones del capitalismo y
la ve como la forma no intelectual de la conciencia proletaria que se
desarrolla a través de las luchas de clases, de modo que la
conciencia intelectual de la vanguardia es solamente el extremo más
avanzado de la propia lucha de clases, y la función de la
vanguardia consiste en la clarificación y elevación de la conciencia
de las masas al nivel intelectual. El comunismo de consejos es la
teoría de la autoliberación efectiva del proletariado.”
Los "errores" entonces, en la concepción materialista leninista
aparecen como simples errores "teóricos", pero en realidad no son sino
la consecuencia lógica de la aplicación de los principios de esta
praxis, de la "construcción del socialismo", y no de los principios de
la emancipación efectiva de los obreros concretos.
El método dialéctico se halla convertido en la fuente de la verdad, en
lugar de considerarlo como dependiente de la conciencia de intereses
del sujeto que lo aplica. Esta concepción del comunismo puede ser
verdadera en el plano de la generalidad, pero sigue siendo abstracta
(y en este sentido, utópica) en el plano de la práctica concreta.
La supresión universal de las clases existentes no lleva,
necesariamente a la supresión del trabajo asalariado ni de la vida
alienada; es el trabajo alienado, apoyado en la vida alienada
de la especie humana el que ha producido en su desarrollo la
división en clases de la sociedad, sólo sobre la base de este modo
de vida alienado, basado en la explotación del trabajo ajeno,
es posible la división política de la sociedad en clases y que se
constituya un poder social (el Estado y las estructuras
económicas de poder) y se presente (en un giro dialéctico) como la
causa y no el efecto del trabajo alienado.
2)
La concepción materialista leninista adialéctica del proceso de
conocimiento, subestima la experiencia, se sitúa fuera de la práctica
social y, por tanto, su praxis no es la del proletariado sino
exclusivamente la del presunto dirigente del proletariado. De ahí
la insistencia en la educación política de la clase obrera que ha de
efectuar un partido revolucionario: esto conlleva el peligro de
confundir las exigencias objetivas del desarrollo subjetivo del
proletariado como clase revolucionaria, para cuyo cumplimiento debe
trabajar la vanguardia (transformándose y desarrollándose así como
vanguardia efectiva), con las exigencias de la lógica subjetiva
particular del individuo, grupo u organización que quiere asumir el
papel de vanguardia.
Por esta vía la teoría revolucionaria no se construye, desarrolla y
actualiza en función de la dinámica social en que se inscribe la
autoactividad del proletariado, con sus luchas, su voluntad y su
conciencia, sino en función de las relaciones particulares del
individuo, grupo u organización "revolucionarios" con esta dinámica
social; o sea, según una lucha, una voluntad y una conciencia que se
desarrollan por cuenta propia, como realidades particulares, y que no
se sujetan al desarrollo de la clase en conjunto sino que, en
realidad, pretenden dirigir este desarrollo según sus propios deseos,
lo cual no sólo es imposible en última instancia, sino, además,
profundamente pernicioso. La tentativa de forzar los acontecimientos,
de forzar pasos adelante, incluso únicamente en el plano de la
evolución de la conciencia intelectual del proletariado, implica
necesariamente la no integración de la conciencia teórica con la
conciencia práctica, que sigue siendo burguesa, reformista.
Como cualquier teoría de trasfondo idealista, el materialismo
leninista no busca fundar sus afirmaciones racionales en las
relaciones dialécticas que conforman el tejido de la praxis social,
sino que toma como punto de partida postulados lógicos supuestamente
demostrados. No parte de la experiencia para llegar al pensamiento,
sino que parte solamente del pensamiento para llegar luego a la
experiencia. Y el que el pensamiento sea supuestamente un resultado
científico de la praxis no obsta para que esta metodología sea
acientífica e idealista, pues la verificación científica teórica
requiere, en el materialismo dialéctico, ir antes de lo concreto a lo
abstracto y después -sólo después- volver de lo abstracto a lo
concreto, en un único procedimiento cada vez [Nota: subrayado
en el original], analítico y sintético a la vez. Este proceso afecta a
todas las premisas, inclusive a las propias leyes y pautas del método
dialéctico y a la concepción de la materia, de modo que podamos ir
accediendo a niveles cada vez mayores de la complejidad de lo real,
que implican no sólo el incremento de conocimientos, sino también la
adecuación o modificación cualitativa de las premisas anteriores según
el conocimiento más profundo de la dinámica de la totalidad concreta.
Las leyes de la dialéctica en el materialismo revolucionario son tan
solo una guía para la acción reflexiva, y están sujetas al desarrollo
critico-práctico del conocimiento, no son un dogma de fe inexpugnable
al que agarrarse para campear el temporal. Vosotros no refrendáis
vuestra postura sobre el papel educador del partido a partir de un
análisis en profundidad, histórico y de totalidad, acerca del
desarrollo de la conciencia de clase en su relación con las
determinaciones materiales procedentes del desarrollo objetivo de la
producción capitalista y de la lucha de clases capital-trabajo. En su
lugar partís, coherentemente con vuestro sistema lógico, de la
afirmación de que la experiencia no produce conciencia.
[Subr. en el orig.] A este respecto, parece que lo que en realidad
queréis decir es que la experiencia no produce pensamiento, pues la
experiencia, en sí, no es otra cosa que una forma de la conciencia que
se sitúa en el plano de lo individual-particular. El pensamiento no es
otra cosa que el establecimiento de relaciones entre unos y otros
elementos o datos de la experiencia acumulada, y tiene su impulso en
la necesidad práctica, con lo que, dialécticamente, el proceso de
experimentación-intelectualización es una unidad en la que la única
mediación es la autoactividad del sujeto consciente que, mediante su
atención y su voluntad, percibe y reflexiona.
La dificultad para entender el desarrollo de la conciencia del
proletariado como clase estriba en que el estado de alienación del
trabajo asalariado conlleva la represión de la voluntad
autodeterminada de l@s obrer@s asalariad@s, y esta sumisión solamente
se sacude a través de las luchas de clases.
De este modo, la lucha produce conciencia, aunque, por
supuesto, esta conciencia puede adoptar diversos niveles de cantidad y
calidad. Fuera de la lucha, la experiencia tiende a ser asimilada de
modo poco o nada consciente, y es solamente con los momentos o
períodos de intensificación del antagonismo de clases cuando esta
experiencia acumulada comienza a sintetizarse racionalmente a los
niveles que correspondan al grado evolutivo alcanzado previamente y a
la capacidad intelectiva conseguida.
Hegel ha descrito bastante bien los distintos niveles que puede
alcanzar la consciencia entre la inmediatez y la totalidad concreta.
Así pues, afirmar que la lucha no produce conciencia es repetir el
viejo mecanicismo leninista que no concibe dialécticamente la relación
entre sujeto y objeto y, de este modo, no puede entender la praxis
revolucionaria más que como algo esencialmente muerto en las masas, lo
que lo lleva, en otra conocida frase de Lenin, a "combatir la
espontaneidad".
3)
La propia lógica dialéctica del capital se ve entonces separada del
desarrollo de la conciencia de clase. No obstante, la lucha de clases
no es sólo la acción de unos cuantos individuos determinados por el
conjunto de los factores económicos y sociales (una acción
particular), sino que es además (como acción universal) la forma
subjetiva del antagonismo objetivo en que se funda del modo de
producción capitalista (la relación universal del capital) y, por
consiguiente, el desarrollo de la conciencia de la clase explotada
se orientará espontáneamente en función del desarrollo del antagonismo
objetivo interno de la producción y acumulación del capital.
Sólo así pueden comprenderse la acción y el pensamiento humanos como
parte de la materialidad real, en contra del concepto metafísico de la
materia que postulaba Lenin.
"no es la conciencia de los hombres la que determina su existencia,
sino, al contrario, es su existencia social la que determina su
conciencia. El marxismo considera que nuestros pensamientos están
determinados por nuestra experiencia social observada a través de los
sentidos o sentida como necesidades corporales directas.
la manera en que el hombre se gana la vida --es decir, la organización
económica de la producción-- sitúa a cada individuo en determinadas
relaciones con sus compañeros, determinando así su pensamiento y su
sensibilidad. Es cierto, claro, que incluso hasta el presente casi
todos los pensamientos de los hombres se han orientado alrededor de
conseguir comida, porque el sustento nunca ha estado asegurado para
todos. El miedo a la necesidad y al hambre ha pesado como una
pesadilla sobre las mentes de los hombres. Pero, en un sistema
socialista, cuando este miedo haya sido disipado, cuando la humanidad
sea la dueña de los medios de subsistencia, y el pensamiento sea libre
y creativo, el sistema de producción continuará también determinando
las ideas y las instituciones.
En el trabajo humano, el lado material, físico y el lado mental son
inseparables; incluso el trabajo más primitivo del salvaje es trabajo
cerebral tanto como trabajo muscular. Sólo porque bajo el capitalismo
la división del trabajo separó estas dos partes en funciones de clases
diferentes, mutilando en consecuencia las capacidades de ambas, los
intelectuales acaban pasando por alto su unidad orgánica y social. De
este modo, podemos entender su visión errónea del marxismo como una
teoría que trata exclusivamente del aspecto material de la vida.»
(Anton Pannekoek, Sociedad y Mente en la Filosofía Marxiana,
artículo de 1937)
En Marx la materia es un tejido de relaciones sensibles, en Lenin es
"lo que es independiente de la conciencia". De este modo, es imposible
llegar a una comprensión revolucionaria de la lucha de clases
siguiendo su interpretación deformante del materialismo histórico. La
utilidad del método de Lenin concibe a un movimiento obrero incapaz
de elevarse por sí mismo más allá del sindicalismo, es decir, que
está aún en su fase de desarrollo histórico inicial, y los partidos
obreros han de luchar todavía contra la concepción sindicalista de la
lucha de clases (que, por cierto, no tiene nada de "espontanea"
más allá de su núcleo elemental como forma de lucha
proletariado-capital, pues la concepción sindicalista de la lucha de
clases, con su forma organizativa, métodos, ideas, etc., es una
resultante de influencias precapitalistas -gremiales- y capitalistas
-el parlamentarismo- en la conciencia acerca de la forma de lucha).
En el contexto actual, en que el viejo movimiento obrero está en
declive en los países occidentales, en el que el reformismo se vuelve
cada vez más inviable a nivel de la práctica inmediata, además de
históricamente, porque el capitalismo está avanzando irreversiblemente
en su decadencia como modo de producción, el método leninista no sirve
más que para mistificar la incapacidad del bolchevismo para impulsar
la lucha revolucionaria del proletariado, planteando los propios
"errores" como un problema circunscrito al poder del refomismo, la
democracia e ideología burguesas, etc. En realidad, el
bolchevismo no puede impulsar o orientar el desarrollo de la lucha de
clases en sentido revolucionario, porque es una teoría de la dirección
del proletariado para la toma del poder por un partido, y no una
teoría del desarrollo de la autoactividad del proletariado para
desarrollar sus capacidades de autodirección. [Subrayado en el
original].
El bolchevismo -la concepción leninista- es incapaz de reconocer la
diferencia radical entre la fase inicial del movimiento obrero
(durante el capitalismo ascendente) y las fases subsiguientes, desde
la primera guerra mundial hasta la década de los 70, y desde los 70 en
adelante (capitalismo en declive). Su visión del desarrollo del
movimiento obrero, en tanto determinado por el desarrollo del propio
capitalismo y por su tendencia a la decadencia como modo de
producción, es estática, y no capta la unidad entre las últimas fases
de desarrollo del capitalismo y el fin de la fase reformista del
movimiento obrero, ni la unidad interna propia de esa fase
reformista entre los objetivos de reformas y la adopción de
determinadas formas de organización: los sindicatos, los partidos
políticos, etc.
Así, el bolchevismo permanece ciego ante la nueva fase de desarrollo
de la lucha de clases en el capitalismo decadente, a sus condiciones y
necesidades de desarrollo, al proceso de la conciencia del
proletariado, y acaba interpretando la situación actual de modo
idéntico a como la trataría una corriente revolucionaria en la fase
histórica general de ascenso del capitalismo: tratando de
reorientar y revivir al viejo movimiento obrero moribundo, al
que ya la propia lucha de clases había casi destruido como
representante histórico de los intereses del proletariado consciente
-a través de las luchas proletarias más avanzadas de los años 20 y de
los 70, combatiéndolo y/o separándose de él, poniendo así de
manifiesto y denunciando su carácter puramente capitalista-, en
lugar de luchar para darle el golpe de gracia y construir un nuevo
movimiento sobre principios y formas de actividad y organización
revolucionarios. [Subrayados en el original].
El bolchevismo no deja de ser, en sus concepciones políticas y
filosóficas, más que un heredero radical de la socialdemocracia
clásica, y su peligro para la propia vanguardia consiste en que
justifica la incapacidad para estimular y orientar efectivamente la
autoactividad del proletariado, mistificándola como su contrario, como
factores independientes de la voluntad de l@s revolucionari@s: el
apego de las masas a sus organizaciones reformistas, la influencia de
la ideología burguesa en el proletariado, incluso los propios
"errores" (eso sí, meramente "tácticos"), de la propia vanguardia. En
definitiva, el argumento final del bolchevismo para justificar
su fracaso es siempre que las circunstancias no son lo suficientemente
favorables a su propia expansión. Pero habría que decir, más
bien, que lo que ocurre es que el propio bolchevismo es incapaz
de ampliar las condiciones favorables, que el dominio de la
burguesía tiende siempre a reducir a un mínimo en la medida en que le
es posible, y, a un nivel más profundo, el problema radica en que
no son las circunstancias las que impiden la expansión del
bolchevismo, sino el bolchevismo el que impide la expansión de las
condiciones favorables. [Subrayados en el original].
4)
Llegamos así la cuestión del "capitalismo de Estado". Por vuestra
fundamentación económica del problema de la transición al socialismo,
se deduce que entendéis las categorías de valor, plusvalor,
intercambio mercantil, trabajo asalariado, etc., como categorías
históricas solamente, y no también, simultáneamente, como
categorías de la dominación de clase. Los modos de producción son
también, en la sociedad de clases, modos de dominación (y en la
sociedad sin clases futura, el modo de producción será, por
consiguiente, un modo de autoliberación). Así, las categorías
económicas, que no son materialmente más que la expresión, en
su forma abstracta, conceptual, de las relaciones económicas
concretas, no sólo están ligadas históricamente a un modo de
producción determinado, para el caso el capitalismo, sino que también
lo están políticamente (y económicamente como fuerzas de dominación de
clase).
La perpetuación del trabajo asalariado, de la plusvalía, etc., y aún
del mercado, implican la supervivencia de la dominación del capital
sobre el trabajo.
Todo esto viene a que vosotros tildáis de pequeñoburguesa la crítica
del capitalismo de Estado de los comunistas de izquierda rusos, que
estaba orientada centralmente no a la cuestión del control o
dominación del Estado "proletario" sobre los sectores económicos no
estatizados plenamente, sino a la cuestión de la supresión de la
autogestión obrera real en las fábricas de la mano de la
camarilla de Lenin. De este modo, escamoteáis la crítica del régimen
soviético bajo Lenin, hasta el punto de convertir sus falsificaciones
teóricas --que, seguramente, Lenin mismo pensaba sinceramente que eran
verdades-- en el referente de la transición universal al socialismo.
En lugar de analizar el proceso necesario para la supresión de las
categorías del capitalismo a partir de su existencia como relaciones
concretas, concebís la transición revolucionaria en el plano económico
como un proceso gradualista por etapas. La idea precede de nuevo a la
práctica y se afirma como constituyente de la praxis en lugar de la
materialidad.
5)
Como corolario de esta lógica, que puede ser muy dialéctica pero poco
materialista en sus premisas efectivas, aludís varias veces a la
rebelión de Kronstadt como ejemplo contrarrevolucionario derivado de
la incomprensión de la teoría revolucionaria. En el fondo, lo que
parecéis argumentar es que esa reivindicación de la democracia
soviética contra el poder bolchevique fue errónea porque no era
"científica" teóricamente, de modo que, como en el razonamiento
lógico-formal idealista, al partir de la teoría leninista tenéis que
llegar de nuevo a la validación del leninismo.
Para vosotros la democracia está subordinada a la conciencia, y con
esta misma lógica adialéctica, al partido. Ciertamente, la democracia
no proporciona la conciencia, pero lo más importante de la revolución
comunista no es la conciencia, sino la liberación de la esclavitud
asalariada. Perdéis totalmente de vista el objetivo final para
centraros en cuestiones de estrategia, y esto mismo se debe a que el
bolchevismo, junto con su método teórico, es en sí mismo meramente una
estrategia para la toma del poder, cuyos principios-fines están
presupuestos por su autoproclamación como "socialista" o "comunista".
Desde el punto de vista dialéctico, ante dos factores necesarios de un
proceso único -la autoemancipación proletaria- no se puede ver a uno
como un medio para el otro sin hacerlo también recíprocamente,
llegando a la comprensión de la verdad -dinámica- de la totalidad.
La autoconciencia proletaria no puede desarrollarse sin la
democracia proletaria,
y, así, tampoco caben confusiones acerca de la supuesta importancia en
sí misma de la defensa de los derechos democráticos formales, o del
supuesto papel positivo de la participación "revolucionaria" en el
parlamentarismo burgués.
Como se puede entrever, no queda aquí lugar para una concepción del
partido como "educador", ni siquiera para los partidos políticos en
sentido estricto. Las corrientes revolucionarias comunistas no tienen
por objetivo "educar" a las masas en la teoría del partido. La
"teoría del partido" no puede ser más que, o bien un desarrollo
más avanzado y completo de la conciencia de las masas, una cosmovisión
intelectual universal e internacional (que parte también, aunque no
sólo, de la experiencia histórica local del movimiento de clase en
cada país o territorio, y en este sentido, es intrínsecamente limitada
nacional e históricamente), o bien una teoría exterior a la
experiencia de las masas, que tiene, por lo tanto, que partir en la
realidad efectiva de una experiencia histórica ajena al movimiento
(ajena por su carácter de clase burgués o pequeñoburgués, ajena por
provenir del movimiento de otro país, etc.).
La función del "partido" tiene que ser, pues, clarificar y aportar
los elementos de conciencia necesarios para acelerar y catalizar
el desarrollo de la autoconciencia de las masas, contrarrestando
los efectos e influencias de las fuerzas y poderes alienantes que lo
bloquean y frenan, lo cual solamente puede realizarse de modo
emancipador como un proceso de autoeducación individual y colectivo a
la vez.
El modelo del partido educador está basado en la división del trabajo
intelectual y manual y, por consiguiente, en una relación social
capitalista, no en su superación. Como con muchas otras
concepciones, el leninismo transforma aquí la necesidad propia de la
sociedad capitalista en una virtud, al ser incapaz de concebir el
desarrollo de la autonomía proletaria a través de la lucha contra el
capital o, aún peor, al concebir el socialismo como idéntico al
capitalismo de Estado + el gobierno del partido obrero revolucionario,
o, en la conocida fórmula trotskista, las nacionalizaciones + la
planificación bajo un gobierno obrero.
6)
En relación con la concepción del régimen socialista y del programa de
transición, pienso que sería necesario aportar una definición más
clara de la cuestión a la luz de la experiencia.
Por mi parte, en primer lugar, yo sostengo que no se deben hacer
distinciones marcadas ni abstractas dentro del proceso económico de
construcción del comunismo. El socialismo debe entenderse
simplemente como la fase limitada del modo de producción comunista, en
la que la distribución se rige por el mismo principio (de cada cual
según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades), pero
adaptado a las restricciones materiales que persisten en las fuerzas
productivas.
Así, la distribución según el tiempo trabajo no es una definición
correcta de la distribución socialista, sino que para serlo
realmente tiene que complementarse con medidas de redistribución para
cumplir la norma "a cada cual según sus necesidades" lo más fielmente
posible dentro de los limites existentes. De ahí que considere parcial
vuestra citación de Marx [Nota: Se refiere a los camaradas del G.P.M.]
en la crítica del programa de Gotha: Marx insiste en la necesidad de
que el derecho sea desigual y no igual, pero habiendo aclarado antes
que el punto de partida será la distribución igual según el tiempo de
trabajo. Lo que Marx viene a proponer es una unidad dialéctica
entre el derecho igual aplicado a la distribución en función de la
producción y el derecho desigual aplicado al consumo según las
condiciones específicas de los individuos, colectivos, etc.
(incapacidades, cargas familiares, peor posición social de partida,
etc).
De este modo, todas las desigualdades que se desarrollaron en el
régimen bolchevique desde los primeros años de la revolución, entre la
burocracia naciente (incluido el propio partido bolchevique) y las
masas, no son justificables sobre la base de la teoría marxiana, sino,
más bien, un ejemplo del carácter capitalista y la corrupción del
bolchevismo a su llegada al poder, Lenin y cia. incluidos.
Evidentemente, las fases políticas de la construcción del comunismo
han de diferenciarse. Pues la economía comunista tiene que
partir de la supresión de la división en clases propia de la
sociedad burguesa (aunque persistan formas no específicamente
capitalistas, como pequeñaburguesía, etc.), ya que de lo
contrario reproduce la esclavitud asalariada y por consiguiente la
posición del proletariado como clase dominada; pero la
política comunista está, además de por su contenido emancipador,
directamente determinada por la lucha de clases entre revolución y
contrarrevolución, con lo cual la naturaleza autoorganizativa
y emancipadora de las nuevas formas políticas, los consejos obreros,
está aún combinada con el carácter represivo de su función estatal
como instrumento de opresión contra la burguesía.
Si bien la economía comunista inicial, una vez establecida, supera el
modo de producción capitalista, el curso político de la revolución
tiene que pasar por la forma transitoria de la dictadura del
proletariado, que se desarrolla durante la transformación de la
economía capitalista en fundamentalmente comunista. Y aún así, hay que
señalar que el fundamento del propio poder del proletariado ha de
ser ya desde el principio la democracia directa y autoorganizativa,
aunque excluya de ella a la burguesía al organizarla a partir de la
estructura de la producción.
La dictadura del proletariado solamente puede desarrollarse sobre la
base de la supresión del trabajo asalariado,
del trabajo alienado, desarrollando nuevas relaciones de
producción desde un principio. Lenin y los bolcheviques, al
suprimir las tentativas de autogestión y perpetuar el trabajo
asalariado en las empresas nacionalizadas estaban, de hecho,
implantando un régimen de capitalismo de Estado, solamente
diferenciado de sus formas occidentales comparables (el fascismo y el
welfare state, posteriores e influenciados en parte por el sistema
ruso) por el grado extremo y totalitario al que llevaron (o más bien,
intentaron llevar) la propiedad, el control y la planificación
estatales, que alcanzarían su apogeo con Stalin..
Estudiando libros sobre la economía soviética uno no se pregunta en
realidad si era o no socialismo, sino, más bien, qué tenía de
diferente del capitalismo a nivel esencial, ya que todas las
categorías efectivas del capital permanecían, con excepción, si se
quiere, de la competencia y el intercambio anárquico, reducidos al
mínimo (o más bien reemplazados por la arbitrariedad estatal), lo cual
no quiere decir, por cierto, que el mercado -el intercambio de
mercancías- no exista, aunque lo haga de una forma no libre.
Tampoco es verdad que el mercado sea absolutamente opuesto a la
planificación, como la producción de mercancías en el capitalismo
convencional no es antagónica con su planificación en función de la
demanda.
Siguiendo la ecuación del capital: trabajo asalariado +
producción de mercancías + plusvalor = producción de capital, o
sea, = a capitalismo.
La aplicación de la ley de la distribución según las necesidades
implica la supresión del valor,
que es la relación o la forma alienada del tiempo de trabajo bajo el
régimen de la apropiación privada (sea ésta formalmente individual o
colectiva -cooperativa o estatal, pues el Estado no es otra cosa
históricamente que el representante de la propiedad privada-), y la
expresión del intercambio en términos de tiempo de trabajo concreto,
de modo que el trabajo materializado sea comúnmente identificable como
única medida de las relaciones económicas del intercambio social.
7)
Por otra parte, en lo que respecta al programa de transición, a
parte de la acertada crítica que hacéis a las pretensiones políticas
de su utilización como sustitutivo del trabajo de agrupamiento de
vanguardia y de la clarificación de la conciencia de las masas, habría
que decir que la propia noción de "transición" incurre en un error
profundo, pues concibe el comienzo de la lucha en el sentido de su
desarrollo revolucionario (y, por tanto, el proceso objetivo que
posibilitaría el desarrollo de un movimiento revolucionario
organizado) como separado de las luchas inmediatas.
Para los trotskistas la lucha revolucionaria se desarrollaría a
partir de un salto cuantitativo en las reivindicaciones,
pero, en realidad, puede verse que todas sus reivindicaciones son
técnicamente realizables en el capitalismo, de modo que, si por una
parte ellos no entienden cómo impulsar evolutivamente la autoactividad
en las luchas inmediatas hacia formas transitorias revolucionarias,
sino que solamente sostienen un programa reivindicativo que les
permitiría dirigirlas a pesar de la conciencia de sí mismas, por
otra parte la difusión de estas reivindicaciones no eleva la
conciencia de las masas en un sentido revolucionario, sino que, más
bien, refuerza sus ilusiones reformistas y conduce a la
integración de los partidos trostkistas en las organizaciones
reformistas integradas en el Estado capitalista (en el Estado
español sobran ejemplos, muchos más o menos recientes, de integración
en el PSOE o IU, como los casos del POR, PRT, etc.).
Por otra parte, los trotskistas definen los objetivos transitorios
que proponen como si fuesen una antesala del socialismo, cuando en
realidad, las nacionalizaciones, el control obrero, la escala móvil de
los salarios, o incluso las reivindicaciones políticas del gobierno
obrero y campesino, los comités de fábrica, etc. -estas dos últimas de
manera deformada o parcial, pero no es menos cierto que dentro de las
ambigüedades de la formulación teórica y práctica del propio
bolchevismo acerca de la democracia y la autogestión obreras-, son
objetivos perfectamente realizables en el capitalismo desde el punto
de vista técnico y, por consiguiente, no sirven tampoco para
clarificar a las masas las medidas necesarias para establecer el
socialismo.
En lugar de orientarse abiertamente a medidas que, según el criterio
del Manifiesto Comunista, tienen por objeto crear una situación de
doble poder, avanzar parcialmente en la transformación revolucionaria,
etc., el programa de transición recoge, 90 años después, lo peor del
Manifiesto (su estatalismo burgués, que sería cuestionable a la luz
del giro de posición de Marx frente al Estado capitalista tras la
Comuna de París) y prescinde de lo mejor.
La experiencia bolchevique, así como la de la socialdemocracia
occidental, demuestra claramente la nocividad de
reivindicaciones transitorias que pretenden hacerse pasar por
realizaciones socialistas cuando, en realidad, son simples
reformas capitalistas. Por lo tanto, a la luz de las experiencias
históricas, ni las nacionalizaciones, ni el control obrero, ni
siquiera el gobierno "obrero" son pasos adelante en la transición
revolucionaria, sino pasos adelante en la estabilización del
capitalismo, incluso aunque puedan tener que establecerse
violentamente debido a la oposición de algunas fracciones burguesas o
pequeñoburguesas (lo mismo que puede ocurrir en la lucha por el poder
entre fracciones burguesas opuestas, como en la guerra civil).
Las "reivindicaciones de transición", pues, tienen que definirse con
precisión. Los comunistas de consejos han hecho una gran aportación,
al ver en las formas de lucha autónomas y salvajes de la clase
obrera el eslabón práctico y organizativo inicial de la lucha
revolucionaria. Lo único válido que queda del programa de
transición trotskista, a mi juicio, es que señala los blancos del
ataque proletario. Pero para no llevar a la derrota de la revolución,
las reivindicaciones tienen que adquirir un fundamento práctico no
capitalista: p.e., formas de propiedad social en régimen de
autogestión obrera, reduciendo el papel de los organismos o burocracia
estatal a la mera supervisión (esto es, a lo mismo a que se nos quiere
reducir a l@s obrer@s con la aplicación del "control obrero" de los
bolcheviques y de los métodos capitalistas de "participación" en la
empresa) y aplicando formas de derecho revolucionarias en el plano
de la propiedad social común de los medios de producción, de la
distribución de la riqueza, del desarrollo de las fuerzas productivas;
construyendo formas embrionarias de consejos obreros en las luchas más
radicales, etc..
Las reivindicaciones que sean económicamente progresivas,
pero que no tengan un carácter específicamente revolucionario, como la
escala móvil de los salarios, o sea, la adecuación de los salarios a
los precios en el mercado (que nada tiene que ver con el
socialismo, en el que, en la producción inmediata, el valor
material o capacidad adquisitiva del tiempo de trabajo aumenta según
crece la riqueza en los bienes a disfrute y aumenta también el tiempo
libre), no constituyen realmente objetivos revolucionarios
transitorios, sino más bien meras reformas de estabilización
del capitalismo que no alteran en nada la naturaleza de la
explotación -y que, en este sentido, no son "progresivas" desde
un punto de vista político-revolucionario-. En cambio, por
ejemplo, el incremento salarial directamente proporcional al
incremento del plusvalor, constituye efectivamente una aplicación
limitada de un principio comunista que viola abiertamente la ley de la
tasa de ganancia, pero que es imprescindible para combatir
la degradación actual del trabajo asalariado mediante la
precarización, la reducción salarial y la extensión de la jornada.
La concepción que yo sostengo, en definitiva, es que la propia
noción de revolución permanente excluye el concepto del "programa de
transición", y que requiere, por el contrario, de un programa
igualmente permanente y unificado, que vaya desde los objetivos
inmediatos hasta los finales, que funda el programa mínimo con el
máximo según el criterio de los contenidos, esto es, del avance sin
retroceso hacia el comunismo, escalando las diversas formas de avance,
desde las más limitadas, como las luchas por aumentos salariales y
reducciones de horas, hasta la expropiación capitalista, y de los
comités de huelga a los consejos obreros y la destrucción del Estado.
Esto significa, en la práctica, que las reivindicaciones u objetivos
transitorios no tienen sentido fuera de una visión integrada de
conjunto del desarrollo de la lucha de clases en sentido
revolucionario, y que el programa revolucionario no es, pues, un
"programa de transición", aunque incluya medidas que se puedan definir
como transitorias a la luz de la dialéctica de la lucha
revolucionaria. Se trata de un programa de enfrentamiento y
combate permanentes contra el poder y la existencia de la
relación del capital, de un programa de lucha revolucionaria
permanente, antagonista, cuyo eje es la autoconstitución del
proletariado como poder político revolucionario, y, por consiguiente,
su autoconstrucción como sujeto político.
El programa revolucionario efectivo tiene, además, que comprender
las formas de organización necesarias para el desarrollo del
movimiento revolucionario real,
realizando un análisis en el plano de sus contenidos y no solamente de
las formas externas (características de composición social o ámbito de
actuación) o de su dirección abstracta (esto es, de su composición
ideológica en el plano burocrático), cosa de la que tienden a
prescindir todos los programas leninistas, verificando con ello su
propio carácter burgués, incapaz de ir más allá de la sociedad
capitalista con sus ideas y relaciones.
«La revolución comunista es la ruptura
más radical con las relaciones de propiedad tradicionales, nada de
extraño tiene que el curso de su desarrollo rompa de la manera
más radical con las ideas tradicionales.»
(Marx/Engels, Manifiesto Comunista)
Las ideas tradicionales del
movimiento obrero son las ideas del reformismo, o sea, las ideas de la
sociedad burguesa y del proletariado como un conjunto particular
de individuos burgueses. Cualquier continuidad en ellas condenará
al movimiento y a la revolución comunista al fracaso o, a lo que es
aún peor, a convertir al movimiento revolucionario abstracto en la
extrema izquierda del capital, a su recuperación y a la liquidación de
los esfuerzos de l@s militantes revolucionari@s.
Ja!
Por BíFido -
Tuesday, Mar. 22, 2005 at 5:03 AM
¿Y por qué no publican alguna de las tantas críticas del bolchevismo a los consejistas, ya que estamos?
(Los consejistas -¿por qué habrá sido- dejaron de existir mucho antes que los bolcheviques).
intento de resumen
Por socialismo o barbarie -
Tuesday, Mar. 22, 2005 at 11:39 AM
Para empezar, por lo que leí, Roi Ferreiro no niega ni la existencia de la vanguardia ni la necesidad de la dictadura del proletariado, sino que critica al bolchevismo como estrategia de toma del poder por un partido y no como estrategia de la emancipación de la humanidad hacia el comunismo.
Básicamente, se está criticando la concepción leninista de la vanguardia revolucionaria, del partido. Roi Ferrero polemiza directamente con el Grupo de Propaganda Marxista y su defensa del leninismo en http://www.nodo50.org/gpm/cis/00.htm
El resumen que yo hago de las tesis de Roi Ferrero es:
1) El bolchevismo y el troskismo cayeron en una mezcla entre espontaneísmo y dirigismo debido a que no supieron calibrar la integración del movimiento obrero al capital en el siglo XX.
Existen dos caminos conocidos para que la lucha espontánea del movimiento obrero se convierta en lucha por el comunismo:
a) la subordinación de la espontaneidad a la dirección intelectual, de las luchas inmediatas al programa revolucionario, de las masas al partido. Esta sería, según Roi Ferrero, la solución bolchevique, y conduciría a la dictadura de partido único, o sea un Estado totalitario.
b) la teoría del comunismo de consejos, que entiende la lucha espontánea como determinada por las condiciones del capitalismo y la ve como la forma no intelectual de la conciencia proletaria que se desarrolla a través de las luchas de clases, de modo que la conciencia intelectual de la vanguardia es solamente el extremo más avanzado de la propia lucha de clases, y la función de la vanguardia consiste en la clarificación y elevación de la conciencia de las masas al nivel intelectual. El comunismo de consejos es la teoría de la autoliberación efectiva del proletariado.”
2) El leninismo se centra excesivamente en el papel de la vanguardia revolucionaria (el partido) y no en la experiencia de las masas. De ahí la necesidad de forjar un partido que eduque a las masas. Esto puede llevar a pensar que el desarrollo del propio partido implica el avance en la conciencia de las masas.
De esta manera la teoría revolucionaria se relaciona "desde afuera" a la experiencia cotidiana de las masas, y éstas últimas deben subordinarse a lo que esta teoría (o sea su portador, el partido) diga. Por lo tanto se prioriza la construcción del partido antes que el avance general del movimiento.
El materialismo leninista no se funda en la praxis social, sino en postulados lógicos presuntamente demostrados. No parte de la experiencia para llegar al pensamiento, sino que parte solamente del pensamiento para llegar luego a la experiencia. Por esto no es dialéctica, ya que el camino dialéctico del conocimiento es concreto-abstracto-concreto.
Uno de los fundamentos del leninismo sería que la sola experiencia no produce conciencia. En realidad debería decir que la sola experiencia no produce pensamiento, pues la experiencia sí produce conciencia (aunque sea en un plano limitado).
"El pensamiento no es otra cosa que el establecimiento de relaciones entre unos y otros elementos o datos de la experiencia acumulada, y tiene su impulso en la necesidad práctica, con lo que, dialécticamente, el proceso de experimentación-intelectualización es una unidad en la que la única mediación es la autoactividad del sujeto consciente que, mediante su atención y su voluntad, percibe y reflexiona. "
La lucha produce conciencia, aunque esta sea limitada y no uniforme. Es solamente con los momentos o períodos de intensificación del antagonismo de clases cuando esta experiencia acumulada comienza a sintetizarse racionalmente a los niveles que correspondan al grado evolutivo alcanzado previamente y a la capacidad intelectiva conseguida.
En resumen, la subestimación que supuestamente hace el leninismo de la experiencia dificulta el análisis del nivel de conciencia de las masas. De ahí la dificultad de los partidos leninistas en su relación con las masas, y su oscilación entre el dirigismo o el espontaneísmo.
3) Supuestamente el leninismo hace una subvaloración de la lucha de clases sin la clase obrera acaudillada por un partido revolucionario. Esto tendría su trasfondo filosófico en que Lenin concebía lo material como lo independiente de la conciencia. O sea, que no incluía al pensamiento en lo material. Mientras que el materialismo dialéctico concibe al pensamiento tan parte de lo material como la acción.
El leninismo se desarrolló a partir de evaluar los límites de la lucha sindical en el joven movimiento obrero ruso. Hoy el viejo movimiento obrero está en declive en los países occidentales, dado que el capitalismo avanza hacia su decadencia como modo de producción, lo cual ha reducido el margen real del reformismo a la nada. El bolchevismo fue concebido para actuar sobre un movimiento obrero en ascenso. Es por eso que no logra convertirse en dirección revolucionaria y no por errores tácticos, traciones, o el poder de la ideología burguesa.
4) Las categorías y conceptos de la economía política como valor, pulsvalor, intercambio mercantil, trabajo asalariado, etc. no pertenecen solamente a una etapa de desarrollo histórico de las fuerzas productivas, sino a un régimen de clase.
La perpetuación del trabajo asalariado, la plusvalía, la forma mercantil de la riqueza, etc. implican la supervivencia del capitalismo, aun cuando se trate de un gobierno revolucionario que planifique la economía.
Lenin suplantó la autogestión obrera de los lugares de trabajo por la economía planificada centralizadamente. Esto en sí mismo preservó el capitalismo.
Ustedes [por el GPM] conciben la transición económica del capitalismo al comunismo como un proceso gradualista por etapas. Esto, otra vez más, no surge del análisis material sino de una idea preconcebida a la cual hay que adaptarse.
5) El GPM alude que la rebelión de Kronstadt como ejemplo contrarrevolucionario al no entender las necesidades que marcaba la teoría revolucionaria (y su único portador era el partido bolchevique).
El GPM además subordina la democracia a la conciencia. Esto implica validar la subordinación de los soviets al partido revolucionario, o sea: avalar la dictadura de partido único.
Este afán por el papel educador del partido hace que se pierda el objetivo buscado con la revolución: la emancipación de la esclavitud asalariada. Se hace un fetiche de la estrategia revolucionaria (que el partido tome el poder y se mantenga en el poder) como si por ese camino se llegara al comunismo.
Pero el comunismo no puede realizarse sin la democracia proletaria. El rol del partido como educador se contradice con la democracia proletaria.
Roi Ferrero critica, por lo tanto, a la "teoría del partido".
Para él, esta teoría no puede tener otro papel que:
a) un desarrollo más avanzado y completo de la conciencia de las masas, una cosmovisión intelectual universal e internacional (que parte también, aunque no sólo, de la experiencia histórica local del movimiento de clase en cada país o territorio, y en este sentido, es intrínsecamente limitada nacional e históricamente)
b) una teoría exterior a la experiencia de las masas, que tiene, por lo tanto, que partir en la realidad efectiva de una experiencia histórica ajena al movimiento (ajena por su carácter de clase burgués o pequeñoburgués, ajena por provenir del movimiento de otro país, etc.).
Roi Ferrero reivindica el papel del partido como catalizador del proceso del desarrollo de autoconciencia de las masas, que combata a la ideología burguesa y demás obstáculos para esa autoconciencia. Pero para que esta tarea se realice de una manera verdaderamente emancipadora debe ser un proceso de aprendizaje colectivo e individual a la vez.
El modelo del partido educador está basado en la división del trabajo intelectual y manual y, por consiguiente, en una relación social capitalista, no en su superación.
6) Roi Ferrero discrepa con el GPM en cuanto a la transición económica del capitalismo al comunismo. Mientras que el GPM dice que debe haber una etapa donde las relaciones de distribución sigan siendo burguesas (de cada cual según su trabajo), Roi Ferrero dice que no se deben anteponer etapas de este tipo, sino partir de la relación de distribución comunista (a cada cual según sus necesidades), aunque limitadas por el desarrollo de las fuerzas productivas.
Considera parcial la cita del GPM a la Crítica al programa de Gotha de Marx (este es el primer texto de Marx en donde se habla de la transición del capitalismo al comunismo, http://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gotha/gotha.htm), debido a que Marx insiste en el remplazo del derecho igual burgués por el derecho desigual.
De este modo -dice Roi Ferrero- todas las desigualdades que se desarrollaron en el régimen bolchevique desde los primeros años de la revolución, entre la burocracia naciente (incluido el propio partido bolchevique) y las masas, no son justificables sobre la base de la teoría marxiana, sino, más bien, un ejemplo del carácter capitalista y la corrupción del bolchevismo a su llegada al poder, Lenin y cia. incluidos.
El curso político de la revolución no debe pasar, por lo tanto, por la construcción de la economía "socialista", sino por la supresión de las clases, la lucha revolucionaria contra la contrarrevolución, y la democracia proletaria.
El carácter dictatorial del régimen de transición sólo tiene su justificativo en la necesidad de extinguir la resistencia de la burguesía derrocada, nada más. Pero esta dictadura no puede ser ejercida por un partido sino por el proletariado en su conjunto a través de sus organismos de democracia directa.
Cuando Lenin y los bolcheviques suprimieron la autogestión obrera por la planificación centralizada y el trabajo asalariado en las empresas nacionalizadas perpetuaron ciertas maneras de dominio capitalista.
7) Aparte de acordar con las críticas del GPM al programa de transición de Trotsky, Roi Ferrero dice que hay un muy grave error en concebir una transición (entendida como salto) entre las luchas cotidianas y la lucha por el poder.
Además, las consignas transicionales del troskismo son perfectamente posibles desde el punto de vista técnico dentro del capitalismo. De ahí que la agitación por estas consignas no sirva para difundir conciencia revolucionaria, sino para reformar la conciencia reformista.
Las consignas de transición no están orientadas a la creación de organismos de doble poder, son simples reformas capitalistas, aún cuando para lograrlas hiciera falta una lucha tremenda contra la burguesía.
El comunismo consejista, en cambio, ve en las huelgas salvajes el eslabón práctico y organizativo inicial de la lucha revolucionaria. Por lo que dice Roi Ferrero, las consignas transicionales no deberían ser "estatización bajo control obrero", sino "expropiación y autogestión obrera", sin aceptar ingerencia de la patronal o del Estado. Sintetizando, Roi Ferrero no habla ya de luchar por el control obrero dentro del capitalismo, sino de crear organismos de PODER obrero que vayan ganándole terreno al capitalismo.
Las reivindicaciones transitorias que Ferrero considera válidas para un avance de la conciencia revolucionaria no son las económicamente progresivas, pues parte de estas son realizables dentro del capitalismo (aunque sea a pesar de la burguesía). Las que propone Ferrero son las que alteren la naturaleza de la explotación, como el incremento proporcional del salario respecto a la plusvalía.
En resumen, para Roi Ferrero la concepción de revolución permamente excluye el programa de transición, sino que debe plasmarse en un programa que funda las reivindicaciones mínimas con los objetivos revolucionarios en un proceso evolutivo.
Por lo tanto, el programa de una organización revolucionaria no puede ser un conjunto de consignas transicionales abstraídas del proceso real de lucha, sino que debe ser un programa de enfrentamiento antagonista permamente subordinado a la constitución del proletariado como sujeto consciente y a los objetivos revolucionarios anticapitalistas.
Asimismo ese programa debe ser flexible en cuanto a las formas de organización necesarias para el desarrollo del movimiento revolucionario real. Esto es, no debe hacer un fetiche de las formas sindicato, partido, soviet, etc. y debe prestar más atención a su contenido.
Por último, Roi Ferrero dice:
"Las ideas tradicionales del movimiento obrero son las ideas del reformismo, o sea, las ideas de la sociedad burguesa y del proletariado como un conjunto particular de individuos burgueses. Cualquier continuidad en ellas condenará al movimiento y a la revolución comunista al fracaso o, a lo que es aún peor, a convertir al movimiento revolucionario abstracto en la extrema izquierda del capital, a su recuperación y a la liquidación de los esfuerzos de l@s militantes revolucionari@s."
Acerca de Roi Ferreiro
Por Roi Ferreiro -
Sunday, Apr. 03, 2005 at 11:45 AM
roiferreiro@mixmail.com
No se como habrá llegado aquí este texto, pero me alegro de que interese. Para cualquiera que desee discutir estas cuestiones puede dirigirse a mi correo (roiferreiro@mixmail.com).
No se compara
Por Gabriel1749 -
Sunday, Feb. 12, 2006 at 12:29 PM
gabriel1749@yahoo.com.ar
1º no se puede calificar al trotskismo como continuador del bolchevismo revolucionario, ya que su continuación efectiva fue el maoísmo.
Por otra parte quién es ese puto para criticar al leninismo y qué hizo para sentirse tan importante como para "renovar". lo unico que renovas es el revisionismo posmoderno, hijo de puta
uy que nivel de respuesta
Por ... -
Sunday, Feb. 12, 2006 at 1:08 PM
bueno, no es de extrañar que este nazi rojo use la palabra "puto" como insulto
....
Por .... -
Sunday, Feb. 12, 2006 at 10:59 PM
los maoistas no son el ejemplo revolucionario...no fueron la sucecion del leninismo....fueron la opresion....lo mismo q el stalinismo....