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2 de abril: por un reagrupamiento clasista
Por Socialismo Revolucionario - Tuesday, Mar. 22, 2005 at 1:12 PM
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Enero de 2005

¿Qué hacer en el movimiento obrero hoy?

por Cristina Ponce

Se ha dado un gran paso en el reagrupamiento de la vanguardia obrera en las últimas semanas. Venimos sosteniendo insistentemente la necesidad de constituir un polo clasista en la vanguardia de la clase trabajadora, tomando en cuenta la existencia de incipientes procesos de reorganización y recuperación de sindicatos, como los Sutebas, Soecn (ceramistas de Neuquén), Cuerpo de Delegados del Subte, Ferroviarios de Haedo, etc. Desde que nos constituimos como grupo independiente en mayo del 2004 trabajamos políticamente para ayudar a ese proceso, sobre todo en íntima conexión con sectores importantes del cuerpo de Delegados del Subte y otros activistas y dirigentes obreros ya sea dentro del movimiento nacional por la jornada laboral de 6 horas, como en otros ámbitos gremiales. En nuestros periódicos Socialismo Revolucionario Nº 1 y Nº 2, Carta abierta al Congreso del PTS, artículos sobre el reparto de la jornada laboral aparecidos en Internet, etc., venimos insistiendo en la necesidad y posibilidad de constituir un polo o agrupamiento clasista, antiburocrático y anticapitalista en la clase trabajadora. Fundamentamos el planteo basados en la contradicción establecida entre un incipiente proceso de recuperación sindical asociado a la crisis laboral y salarial y el desprestigio de los dirigentes sindicales de un lado, y la dispersión y atomización de la incidencia de las corrientes antiburocráticas, los activistas y la izquierda del otro.

Los participantes

Después del exitoso acto en la Federación de Box por la jornada laboral de 6 horas, un sector del Cuerpo de Delegados de Subte realizó una convocatoria para constituir un reagrupamiento de la vanguardia obrera. Desde esa propuesta inicial se realizaron cuatro reuniones en la empresa recuperada Bauen donde se ha venido discutiendo con idas y vueltas las perspectivas de este nucleamiento.

Mientras que los compañeros del Subte llevaron propuestas avanzadas para constituir un agrupamiento clasista y antiburocrático, los compañeros del sindicato ceramista de Neuquén vienen haciendo hincapié en que lo importante es la coordinación de las luchas. En la cuarta reunión el espectro de las organizaciones se amplió, ya que se incorporaron los dirigentes y delegados de diversos gremios integrantes del PO. En esta última reunión, además de compañeros independientes de los gremios del Subte, docentes y estatales, aeronáuticos, trabajadores de las universidades nacionales, de la salud y otros, se hicieron presentes compañeros del MTR Cuba, PTS, el MAS y otras corrientes y agrupamientos.

Los debates en curso

La convocatoria a la cuarta reunión surgió como producto de las divergencias que se habían suscitado en la redacción de una convocatoria a un Encuentro para febrero. Mientras los compañeros del MTR hacían hincapié en la constitución de un movimiento de tipo político y social y en el que participen sectores desocupados, los ceramistas, al revés, insistían en un agrupamiento exclusivamente sindical y restringido a un planteo de coordinación y antiburocrático. Los compañeros del Subte sostuvieron en las dos primeras reuniones una propuesta claramente clasista, aunque luego, en pos de un acuerdo con los ceramistas, aceptaron sostener algún acuerdo mínimo, aunque sea una coordinación sin existencia permanente o profundización programática.

El compañero Raúl Godoy, de los ceramistas y militante del PTS, explicó el cambio de perspectiva en el hecho de que se abrió una nueva coyuntura de luchas salariales. No nos olvidemos que su planteo era netamente clasista con motivo del 1º y 2º encuentro por la jornada laboral de 6 horas en agosto.
El MAS volvió a plantear su propuesta inicial de constituir un agrupamiento clasista. Los compañeros del PO también apoyaron la iniciativa y propusieron un reagrupamiento de características clasistas y antiburocráticas, en base al documento firmado por más de 70 organizaciones el 19 y 20 de diciembre, que contenía una delimitación clara del gobierno de Kirchner e incluía aspectos programáticos importantes. Por último el MST, tanto de su fracción Nº 1 como la Nº 2 estuvieron ausentes.

Nuestro balance

El avance en las discusiones comenzó a dar sus frutos. A pesar de quienes miraban con escepticismo cualquier avance, este parece darse lentamente. El resultado es la convocatoria a un encuentro para febrero o marzo donde los debates político-programáticos quedaron abiertos. Es un mérito y un triunfo político indiscutido de los compañeros del Subte, que vinieron insistiendo mediante asados, convocatorias, reuniones, etc.

El PO saludó y apoyó la iniciativa, lo que constituye un cambio político de 180 grados con respecto a la indiferencia e incluso a la denuncia que sistemáticamente viene haciendo sobre la mayoría del cuerpo de delegados del subte. No nos olvidemos que el PO boicotea el movimiento por las 6 horas y en el último conflicto del subte intentó dividir el cuerpo de delegados. El argumento siempre es el mismo: el carácter ‘kirchnerista’ de sus participantes. La realidad, desde luego, estaba en otro lado: la incapacidad del PO de reconocer que no es la ‘dirección piquetera’ del movimiento obrero ni que todo proceso positivo deba darse al interior de la ANT (Asamblea Nacional de Trabajadores- hegemonizada por el Polo Obrero). Ahora, el PO saluda la convocatoria de los ‘kirchneristas’ y los ‘agentes encubiertos de la CTA’, que fueron los protagonistas de las dos convocatorias más progresivas al interior del movimiento obrero. Bien, nunca es tarde para modificar posiciones equivocadas.

La dirección del sindicato ceramista y el PTS, por su parte, han cambiado radicalmente de política, pero para peor. ¿Es verdad que sólo es posible coordinar luchas? ¿La nueva coyuntura desestima un agrupamiento clasista? ¿Debe ser un agrupamiento sin desocupados?

Clasismo, ¿sí o no?

Se puede discutir la conveniencia de constituir un movimiento de tipo clasista. La contradicción está en que los compañeros de la dirección de Zanon y el PTS vienen impulsando al mismo tiempo el periódico Nuestra Lucha, que se define como clasista, antigubernamental, antiburocrático y por la independencia de clase. En su momento se pronunciaron a favor de un movimiento político de trabajadores. ¿Cómo podrían rechazar un agrupamiento clasista junto a los trabajadores del subte, docentes, ferroviarios y otros tantos trabajadores y al mismo tiempo impulsar ellos un periódico obrero clasista?

En segundo lugar los dirigentes del PTS insistieron en la coordinación y resistieron definiciones clasistas y una organización superior. Pero por otro lado han convocado desde su periódico a un ‘frente político de trabajadores’ (La Verdad Obrera Nº 154) a todos los trabajadores, activistas y delegados. ¿Cómo se puede rechazar la conformación de un movimiento clasista junto a los delegados y activistas a los que se convoca por otro lado a un ‘frente político’ por la independencia de clase? Segunda contradicción.

¿Y la coyuntura? Se supone que un planteo clasista hace 7 u 8 meses cuando las ilusiones populares en el gobierno eran mayores sería más equivocado que ahora, cuando una oleada de luchas puede acelerar la experiencia con el gobierno. ¿Cambió la situación o cambió el PTS? ¿Ahora hay menos posibilidades que antes?

El carácter político de la lucha contra la burocracia

¿Se puede encarar una lucha antiburocrática sin que al mismo tiempo ésta sea una lucha política? Y si es así, ¿cómo desestimar que un agrupamiento antiburocrático sea al mismo tiempo político? ¿Y por qué no también social y hasta cultural, un verdadero polo clasista al interior de la clase obrera para disputar las dirección y la política a la burocracia, con comités de base comunes, periódico obrero común, etc.?

La lucha contra la burocracia, hasta el final, es inseparable de las posiciones clasistas. ¿Cómo se podría luchar consecuentemente contra el moyanismo, sin una clara delimitación del gobierno de Kirchner al que le sirve, y sin una clara delimitación de la política de los Techint y Repsol, de la patria devaluacionista a quién Moyano y compañía sirvieron durante estos años, llevando a los trabajadores a marchar detrás de las patronales argentinas? ¿Cómo se podría ofrecer una alternativa a la dirección de la CTA sin desenmascarar su legalismo parlamentarista, sus cabildeos constantes con el gobierno y sus limitaciones centroizquierdistas? Una alternativa a la burocracia se verá inevitablemente obligada a superar el estadio primitivo de la democracia sindical, las asambleas y el voto de la base. Si quiere derrotarla verdaderamente tendrá que “politizar” los métodos democráticos, es decir, dotarlos de una estrategia política. ¿Cómo se puede limitar de antemano un movimiento encabezado por dirigentes clasistas y muchos de ellos socialistas a coordinar luchas, asambleas de base y listas antiburocráticas?

Mientras los trabajadores van retomando lentamente y con dificultades las tradiciones de lucha sindical del pasado, enseñada generación tras generación, lo que se impondrá cada vez más agudamente será una lucha política e ideológica por constituir un movimiento obrero clasista y socialista, frente a los intentos de las diversas alas de la burocracia por fortalecer sus propias perspectivas, ya sean nacionalistas pro capitalistas y pro gubernamentales del peronismo o distribucionistas keynesianas de corrientes como las de la dirección de la CTA. Está claro que, como sucede hoy en el gremio telefónico, la burocracia capitaliza no pocos activistas para sus propias posiciones. En definitiva, las corrientes sindicales impulsadas por la burocracia no son estrictamente “sindicales”, sino profundamente políticas. Esto está claro en la actitud de la CTA, que se colocó en el centro de un reagrupamiento centroizquierdista semi-oficialista, semi-opositor como el Encuentro de Rosario. Además, corrientes burocráticas como el moyanismo en bancarios o la CTA en muchos gremios industriales o de servicios, impulsan en común con la izquierda, listas antiburocráticas, pero no dejan de ser políticamente semi-oficialistas e ideológicamente pro burguesas. Lo mismo ocurre con la CCC en la alimentación o el ARS, donde apoyó, en el segundo, la ley de la industrial naval propiciada por la federación patronal y el gobierno de Kirchner.

Si bien la crisis política más aguda abierta en el 2001 pudo ser contenida y las luchas salariales actuales no son directamente políticas, las huelgas reivindicativas son una gimnasia que prepare nuevos activistas sindicales y luchadores combativos. Pero no necesariamente, ni objetivamente, ni en la mayoría de los casos, la conciencia obrera será clasista o socialista. Le damos enorme importancia a estas incipientes luchas, pero discutimos profundamente como aportar a su estadio de desarrollo y superarlo.

En definitiva, si de lo que se trata es de constituir un nuevo movimiento obrero, de superar el impasse del sindicalismo corporativo del pasado, se requiere un instrumento político adecuado. La tan agitada consigna de “independencia de clase”, si se la piensa bien y no se la repite como una frase sin sentido, sólo puede desplegarse plenamente, desde una perspectiva socialista y no desde la “lucha consecuente”.

No surge necesariamente dicha exigencia de la puja distributiva o de la lucha obrero-patronal en una empresa. Ella nace de la comprensión del carácter irreconciliable de las clases, y del papel del estado en la sociedad capitalista, incluso bajo gobiernos burgueses de izquierda. A esta independencia no se llega solamente con coordinación o solidaridad. Es imprescindible el programa y la educación política de la vanguardia a la cual puede contribuir decididamente una corriente sindical y política clasista.

¿Clasismo es igual a sectarismo?

La definición de clasismo es por definición limitada. Nace de la experiencia del clasismo cordobés de los años ’70. Pero las experiencias clasistas fueron también diversas. Tienen en común el rechazo combinado a la patronal, a la burocracia sindical y al gobierno, y poseen una ideología genéricamente anticapitalista. Su máxima expresión fue el Sitrc-Sitram que se autodefinía “socialista”, aunque no todos lo hacían. Hoy debemos usarlo como definición transicional hacia posiciones socialistas, considerando la independencia de clase como un paso en ese sentido. Se podría decir, en consecuencia, que hoy un núcleo de trabajadores clasistas sería francamente minoritario. Lo era también en los años ’70. Sin embargo no se trata de separar y aislar a los trabajadores clasistas. Se trata de impulsar listas antiburocráticas, frentes únicos y todo tipo de acciones comunes con los más diversos sectores obreros, incluso con sectores burocráticos o semi burocráticos allí donde sea necesario, pero manteniendo un planteo político propio, favoreciendo la más amplia difusión de las ideas clasistas y anticapitalistas en el conjunto de la clase trabajadora, sosteniendo y clarificando las diferencias con el nacionalismo peronista, el distribucionismo burgués y el sindicalismo reformista.

En su momento apoyamos la moción de los delegados del Subte de que el movimiento por las 6 horas no tenga como eje de su agitación la denuncia del gobierno, porque el movimiento debía dialogar con la masa de trabajadores y sumar nuevas organizaciones a la lucha por las 6 horas independientemente de su filiación kirchnerista u opositora. Contra aquellos grupos “izquierdistas” de palabra, sostuvimos que era correcta la misma táctica que Trotsky aplicó en EEUU en los años ’30 llamando ampliamente a todos los sindicatos por una campaña por el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles. Pero sostuvimos también que esta campaña amplia debe ser complementada por una coalición de dirigentes y sindicatos clasistas que puedan oponerse y ser alternativa a las variantes burocráticas de todo tipo.

Aunque parezca que el clasismo es “sectario” y “excluyente”, en realidad es exactamente al revés. Es que el sindicalismo, incluso aunque sea combativo y hasta antiburocrático, no tiene presente en el 99% de los casos, los intereses de conjunto de la clase trabajadora. En parte porque se halla limitado a luchas sectoriales, locales e incluso de empresa, este sindicalismo tiende a defender intereses particulares, sectoriales. Para alcanzar una perspectiva más amplia hacia el conjunto de la clase trabajadora debe tender progresivamente hacia posiciones clasistas, porque es necesario incluir no sólo a los sectores sindicalizados sino también a las amplias franjas proletarias que hoy no están sindicalizadas. Recordemos que el trabajo en negro asciende a 48,5% y que la masa de trabajadores desocupados supera los 2 millones. Un punto de vista clasista posee entonces la virtud de incluir al conjunto de la clase trabajadora, es decir, es una propuesta abarcadora, incluyente y amplia, asegurando un planteo de unificación de clase. Así lo plantea el movimiento por la jornada laboral de 6 horas.

Es este motivo el que exige incluir a los compañeros desocupados. Por supuesto que se puede asegurar el peso de la representación de los trabajadores ocupados, como forma de alentar el reagrupamiento en sectores que vienen rezagados. De ahí a rechazar la participación de los sectores de desocupados, con la justificación de que ‘después nos unimos’ puede caer en un planteo anti-piquetero y reaccionario, reflejando los prejuicios de muchos sectores de las clases medias y el atraso de los propios trabajadores.

Avanzar en el reagrupamiento clasista

Los socialistas debemos ayudar a estructurar el conflicto sobre bases políticas. Esto es superar el estadio estrictamente reivindicativo. Fue justamente la tarea que la izquierda revolucionaria no supo realizar en el pasado. Desde la formación del peronismo tendió a ser una versión muy combativa y muy radicalizada de sindicalismo. Vivió siempre a su vera izquierda y pocas veces logró ser una alternativa política. Si, quizá, las opciones en aquel momento histórico fueron muy limitadas, hoy sobre la crisis histórica de la base obrera con el partido peronista y con los partidos históricos de la burguesía, se abren posibilidades completamente distintas para superarlas. Pero para eso hay que romper con la tradición del sindicalismo.

Al no existir todavía esta herramienta política clasista común, la labor de ejercer atracción y hacerse visibles para los más diversos sectores potencialmente antiburocráticos y militantes de la masa obrera, se hace más difícil. Un agrupamiento clasista permitiría transformar ese potencial en fuerza real. Esto significa constituir un polo mínimamente centralizado, poseer un órgano de difusión, comités de base para agrupar al activismo obrero, realizar campañas en común, organizar a los trabajadores precarizados abandonados por la burocracia, etc. Todo esto sobre la base de tender a la organización unitaria de los distintos elementos de la clase trabajadora, ocupados y desocupados, trabajadores, permanente y contratados.

De los dirigentes sindicales que participaron en los tres encuentros del Bauen, la inmensa mayoría son dirigentes de partido o lo fueron, sobre todo de corrientes trotskistas. Aquellos trabajadores independientes como la mayoría de los delegados de Zanon o del Subte, así como muchos docentes, estatales, ferroviarios, y de otras empresas y gremios, o incluso las organizaciones piqueteras hoy estarían de acuerdo en acordar un programa clasista.

Se trata incluso de una vía por la cual es posible dar pasos en el trabajo común que sienten las bases de un futuro reagrupamiento político, como podría ser un partido de trabajadores sobre bases socialistas revolucionarias o quizá para un reagrupamiento revolucionario que contribuya a superar la dispersión de las fuerza que hoy se definen como socialistas revolucionarias.

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