Julio López
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aporte al debate
Por gsi - Tuesday, Mar. 22, 2005 at 9:57 PM
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aportesa al debate internacional del Trotskismo Principista

CONTRIBUCIÓN AL DEBATE DE LA CONFERENCIA INTERNACIONAL

DEL TROTSKISMO PRINCIPISTA.



Introducción:

Saludamos el enorme esfuerzo de las organizaciones abocadas al debate. Todo intento genuino por el reagrupamiento obrero internacional resulta auspicioso en una etapa de dispersión de las fuerzas revolucionarias. Lo dicho, no implica por nuestra parte, suscribir el conjunto de los puntos programáticos de principio, que son base de la convocatoria.

Estamos de acuerdo en que los revolucionarios requieren de un debate fraternal. Por ello, fraternalmente, pero sin hacer la más mínima concesión teórica, pasamos a exponer nuestras diferencias y coincidencias, punto por punto.



Sobre los puntos 1 y 2:

Coincidimos en que toda la gama del revisionismo ha hecho suyas (dado que la gran mayoría provienen de las usinas de la burguesía) las teorías acerca de que el capitalismo habría encontrado la forma de superar las crisis y ‘desarrollar ilimitadamente’ las fuerzas productivas. Estamos en contra de toda tesis que postule un capitalismo exento de crisis. La crisis es un acontecimiento, no solo posible, sino inevitable, bajo el capitalismo. Al contrario de cómo lo pensaba el reformismo de principios de siglo, las crisis, lejos de atenuarse progresivamente, se hacen cada vez mayores. Pero hasta aquí vamos. Si la clase revolucionaria, el proletariado, no da una salida, es también inevitable que el capitalismo vuelva a acumular, con el consecuente desarrollo de las fuerzas de producción, que, adelantándonos a objeciones, por supuesto, incluyen al hombre. A menos que la humanidad no quede completamente destruida en un conflicto nuclear, perezca en medio de la catástrofe ecológica subsiguiente, o degenere hacia nuevas formas clasistas de esclavitud, el capitalismo retomaría su curso.

Cuando hacia finales de la ‘guerra fría’ preguntaron a Brezezinski (el mayor estratega de la destrucción del bloque comunista) que pasaría si los EEUU y la URSS descargaran recíprocamente sus arsenales uno sobre el otro ¿Sería el fin? Este contestó que tal conclusión respondía a un punto de vista ‘egocéntrico’ .... ‘si el mundo no resultaba destruido, todavía quedarían otras naciones’ con lo que daba por entendido que la película capitalista volvería a comenzar.



La historia del capitalismo no se divide en una etapa ‘premonopolista’ en que este desarrollaba las fuerzas de producción y otra ‘imperialista’ en que estas se hallan definitivamente estancadas.

Lenin, que de teoría sobre el imperialismo entendía algo más que nosotros, lo explicó del siguiente modo:

‘Sería un error creer que esta tendencia a la descomposición excluye el rápido

crecimiento del capitalismo. No.... en su conjunto el capitalismo crece con

una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento

no solo es, en general, cada vez más desigual, sino que esta desigualdad

también se manifiesta, en particular, en la descomposición de los países

de mayor capital (Inglaterra).’

(Imperialismo etapa superior del capitalismo)



Es un error creer que esta posibilidad no estaba contemplada en la elaboración de Marx. Si bien este no pudo asistir a la aparición de los grandes monopolios internacionales, que caracterizan la etapa imperialista, previó la siguiente dinámica:

‘En la vida práctica se encuentra no solamente la competencia, el monopolio

su antagonista, sino también la síntesis, que no es una fórmula, sino,

un movimiento. El monopolio produce la competencia. La competencia

produce el monopolio. Los monopolios se hacen la competencia, los

competidores se hacen monopolistas. Si los monopolios restringen la

competencia entre ellos mediante asociaciones parciales, la competencia

se acrecienta entre los obreros y cuanto más aumenta la masa de proletarios

frente a los monopolistas de una nación, tanto más se hace desenfrenada la

competencia entre los monopolios de diferentes naciones. La síntesis resulta

que el monopolio no puede sostenerse mas que pasando continuamente

por la lucha de la competencia.’

(Miseria de la filosofía)

La realidad posterior a Marx confirmó el movimiento perpetuo previsto por este. La dinámica de los monopolios, oscila entre la competencia y los acuerdos para restringirla, hasta el momento en que estos acuerdos se rompen y dan lugar a una nueva fase encarnizada de competencia. Si la competencia por el reparto del plusvalor arrancado a los proletarios del mundo ya no puede ser dirimida por medios económicos, los monopolios asociados a diferentes superestructuras estatales, van a la guerra. Tal es la esencia del imperialismo expuesta por Lenin. Como sabemos, si bajo el imperialismo hay competencia, está presente el ‘fuego sagrado’ que conduce al aumento de la productividad y el desarrollo de las fuerzas de producción. ‘El capitalismo como un todo crece más que nunca’, pero su crecimiento es desigual, convulsivo, morbido.

Por lo que hemos expuesto, así como estamos en contra de las ‘teorías del crecimiento ilimitado’,es decir, sin crisis en que el capitalismo se aproxime a la muerte (que, dejamos sentado, solo puede sobrevenir por la acción conciente del proletariado y no por un colapso automático) estamos en contra de las ‘teorías estancacionistas’ que afirman la existencia de una ‘crisis crónica y terminal’ iniciada hacia fines del ciclo de crecimiento 1895-1914 con la aparición de la primer guerra interimperialista.

Lo que hemos expuesto se halla corroborado, no solo por la teoría marxista, sino por el curso de desarrollo del capitalismo, empíricamente verificable, del siglo veinte y comienzos del veintiuno. El capitalismo comenzó a salir de la crisis iniciada hacia 1917 en las postrimerías de la Segunda guerra mundial y luego de un periodo de intenso desarrollo, que superó con creces todo ritmo de crecimiento anterior, se precipitó en una nueva crisis, que llega hasta nuestros días. Lejos de haberse superado, esta crisis se insinúa peligrosamente hacia la deflación mundial. Esta dinámica no puede ser negada, ni disuelta en la definición del imperialismo como etapa de ‘crisis-guerras-revoluciones’.

Coincidimos en caracterizar a la etapa imperialista como de ‘crisis, guerras y revoluciones’ pero como se encargó de señalar Lenin, también de intervalos ‘semipacíficos-semiviolentos’ entre cada confrontación mundial, que codificó en diez o veinte años. A este respecto sería importante investigar por que el intervalo ‘semipacífico-semiviolento’ que transcurre desde la última guerra mundial ya dura más de medio siglo y cuales son las perspectivas de su alcance. Numerosos analistas coinciden en que no existe hipótesis de conflicto mundial, sino en diez o veinte años, tiempo que llevaría la consolidación de una nueva potencia alternativa a los EEUU. Todos parten del supuesto (correcto) que una hegemonía imperial única no puede sostenerse en el tiempo. La propia estrategia del imperialismo norteamericano, como es de público conocimiento, apunta a consolidar la victoria de la ‘guerra fría’ en un imperio que dure un máximo de 50 años. Son perfectamente conscientes de que, tarde o temprano serán desplazados por un rival.

Sobre si la teoría del imperialismo equivale a una teoría del estancamiento permanente de las fuerzas de producción, es conveniente que los integrantes del colectivo se expresen en forma precisa, dadas las importantes implicancias políticas del asunto. De reconocerse que el capitalismo imperialista no es la historia de una ‘crisis crónica’, se caerían las caracterizaciones de ‘situación revolucionaria o pre-revolucionaria permanente’ con que se construyeron la abrumadora mayoría de las organizaciones de izquierda.

Coincidimos en que el capitalismo ha agotado su rol progresista, siempre y cuando por ‘progresista’ entendamos revolucionario. Las dos tareas básicas del capitalismo, la estructuración del mercado mundial y la formación de la clase revolucionaria en condiciones de derrocarlo, están lo suficientemente maduras desde hace mucho tiempo. Pero esta madurez se refiere al plano estructural, en absoluto implica la inminencia de la revolución. Ello no significa que desde la aparición del imperialismo, el capitalismo haya retraído la historia al punto de partida. Muy por el contrario, ha repetidamente destruido y desarrollado, para luego volver a destruir, en una sucesión siempre creciente, en que cada crisis amenaza con liquidar a la sociedad integra.

En la actualidad, los rasgos parasitarios y destructivos del imperialismo, operando sobre una larga crisis en la acumulación capitalista, iniciada a comienzos de los setenta, marchan hacia su máxima expresión. Creemos que difícilmente el capitalismo pueda salir de ella sin que medie una agudización de la misma, en que los conflictos de reparto entre las principales potencias del planeta avancen hacia su máxima expresión: la confrontación directa. Con ello, no estamos pronosticando la inminencia de la Tercer Guerra Mundial. Los marxistas no somos oráculos que pronostican eventos a fecha fija. No somos sectas que predicen en fin del mundo al cabo de cada milenio, aconsejando a los devotos expiar sus pecados por el temor al castigo divino. Mucho menos pronosticamos ‘la revolución’. La crisis y la guerra son condiciones necesarias, aunque no suficientes para la revolución. Solo marcamos una tendencia, inevitable como tal, en razón de la lógica interna del sistema. Por ello, consideramos excesiva la expresión de que nos vemos confrontados a una tarea ‘contra reloj’. Estamos en contra de las organizaciones seudorevolucionarias que creen contar con ‘todo el tiempo del mundo’ como excusa para eludir las tareas concretas que tenemos por delante, pero no de ello sacamos la conclusión de que es preciso ‘quemar etapas’, ni fabricar ‘recetas rápidas’ para la revolución. Los tiempos estarán marcados por las posibilidades objetivas que analizaremos en concreto y por la eficacia con que encaremos el trabajo de reorganización de las fuerzas revolucionarias, sobre bases teóricas y políticas firmes, así como sobre una práctica de inserción real en el movimiento obrero mundial, sin la cual, la mejor de las teorías, o las más revolucionarias declaraciones no serán más que papel mojado. Es el único camino, para que los sanos intentos de hoy no terminen reeditando los fracasos del pasado.



Sobre el punto 3:

Coincidimos en la generalidad del punto. Nuestro objetivo principal en el caso de los países dependientes, semicoloniales y coloniales enfrentados en guerra con el imperialismo, es lograr la victoria del país oprimido, que nunca rebasará los límites de la independencia formal en tanto la guerra nacional emancipadora no trascienda a la revolución social. Creemos que si la lucha de las masas logra la expulsión del imperialismo, esto brindará un gran impulso a la lucha de clases, pero infinitamente menor al de una revolución roja. Por ello nuestro objeto es intervenir para lograr la derrota del imperialismo impulsando la revolución proletaria. Ninguna alianza política de conciliación de clases. Solo un episódico frente militar que será roto toda vez que fuerzas burguesas y pequeñoburguesas traten de impedir la movilización revolucionaria del proletariado. Creemos que esto está contemplado dentro del punto, aunque se lo debe precisar más. Con respecto a los países imperialistas, nuestra obligación no solo es llamar a la clase obrera a luchar por romper la subordinación a la burocracia sindical y la burguesía. Es preciso agitar abiertamente que estamos por la derrota del imperialismo y por el triunfo del país oprimido. Tomar distancia del pacifismo pequeñoburgués partidario de la esquilmación ‘pacífica’ del mundo, que se contenta (más aún ante la amenaza de que el conflicto se les meta fronteras adentro mediante la excrecencias terroristas) con el retiro de las tropas. Queremos que ‘regresen los muchachos’ pero en bolsas de plástico, con más razón cuando se trata de criminales mercenarios. Es nuestro deber agitar esta política abiertamente. Nuestras organizaciones no tienen puestos parlamentarios o cargos sindicales que preservar, no aspiran al estatus o reconocimiento de los medios universitarios, y si los tuvieran deberían ser sacrificados en aras de una agitación revolucionaria. No debemos temer, ni al sentido común del obrero medio, ni a los prejuicios de la intelectualidad acomodaticia a los que permanentemente se adaptan los aparatos burocráticos que se dicen ‘revolucionarios’ ‘trotskistas’ etc. mientras son incapaces de hablar abiertamente a las masas. Recordemos que como decía Marx, los comunistas no esconden jamás sus objetivos. Como decía Trotski: quien oculta su comunismo a las masas deja de ser comunista. ¡La verdad es siempre revolucionaria¡ Estamos cansados de observar organizaciones del cepo de la Cuarta Internacional que permanentemente han escamoteado los objetivos revolucionarios tras de formulaciones ambiguas: ‘Fuera el imperialismo’ ‘Retorno de las tropas’ ‘No a la guerra’ etc. Estamos cansados de observar como muchas corrientes han criticado (En el papel) estas capitulaciones, para constatar, al momento de investigar su intervención concreta, que dicen exactamente lo mismo. Es preciso combatir de raíz el doble discurso imperante.



Respecto del punto 4:

Estamos a favor de luchar por una Europa unida socialista y llamar a enfrentar los gobiernos y las instituciones monárquicas, donde estas existan. Estamos totalmente a favor de ‘boicotear’ las elecciones al parlamento europeo. No vemos razón para considerar ‘utópica’ una Europa unida capitalista. Si bien esta ‘unificación’ está más que en pañales y atraviesa enormes dificultades, no hay razón para considerarla imposible. Nuevamente, es preciso no cerrar puertas, dado que la astucia de la historia desbarata las más ‘geniales’ predicciones. Es preciso contemplar múltiples cursos de desarrollo, para no tener que inventar excusas cuando la dura realidad da al traste con las predicciones.



Respecto del punto 5:

Coincidimos en que no hay razón para considerar que la política de ‘Frente único antimperialista’ elaborada por la Tercera Internacional, representara algún tipo de capitulación oportunista ‘de principio’. Si representa un esquema ‘etapista’ colocado en una situación mundial en que la ‘revolución socialista’ llevaba a remolque la ‘revolución democrática’ y no al inverso. La táctica de FUA apuntaba a convertir a procesos de ‘revolución democrática’ (es decir antifeudal- ojo- no ‘primera fase de la revolución socialista’ como sostiene el revisionismo autotitulado trotskista) en estados aliados a la URSS. También promover el paso a ‘estado obrero’ de países carentes de desarrollo capitalista, como efectivamente ocurrió con Mongolia. Un estado en el que había más mulas que proletarios, pasó, bajo la influencia de la URSS a convertirse en el segundo estado obrero de la historia. Nada de lo dicho implica que no hayan existido extralimitaciones o embrionarias desviaciones en la implementación de la táctica, cuestión que no discutiremos ahora. El punto es que, efectivamente, el curso de la lucha de clases y el propio desarrollo del capitalismo, tornaron perimida a esta orientación. Las tesis de la revolución permanente, hicieron consciente desde el punto de vista teórico que en todos aquellos países donde el proletariado está en condiciones de dotarse de objetivos independientes, estos entran tempranamente en contradicción con los objetivos de la burguesía y solo el proletariado podrá resolver plenamente las tareas democráticas. Al decir de Trotski: ‘La revolución democrática pasa por la dictadura del proletariado’. Por consiguiente, la alianza política con la burguesía por la independencia nacional, se convierte en capitulación. El ‘frente único’ con la burguesía o pequeñoburguesía, se torna en alianza policlasista para toda una etapa histórica y no es lo que debe ser, cuando ello corresponde: una eventual unidad en la lucha (no declamativa) contra el enemigo común. Demás está decir que en el mundo actual, en países que otrora fueran colonias sin desarrollo capitalista alguno, y hoy son países con burguesías consolidadas y proletariados inmensos -ni que hablar de países como Argentina, Venezuela o Brasil- un Frente único antiimperialista es una verdadera aberración. En todos estos países, nuestro objetivo, es un gobierno revolucionario de la clase trabajadora surgido de la insurrección triunfante contra la burguesía. La ruptura con el imperialismo, pasa por este gobierno. No vemos como semejante cosa pueda ser objetivo de un frente único antiimperialista. En todos los países sometidos al imperialismo, semejante frente, no es otra cosa que una variante de ‘Frente popular’. No sería muy diferente a la ‘unidad Latinoamericana’ que promueven varios gobiernos de Sudamérica, o las alianzas populistas del nacionalismo burgués, la socialdemocracia y el estalinismo. El FUA propuesto por ciertas organizaciones de izquierda no sería más que una variante esperpéntrica y risueña de un serio proyecto burgués. Sin querer extendernos mucho en el asunto, creemos que la proposición de Trotski acerca del ‘carácter dual’ del Frente popular en los países atrasados, está históricamente desfasada. El ‘Frente popular’ no tiene una ‘faceta progresiva’ cuando está dirigida contra el imperialismo, y una ‘reaccionaria’ cuando está dirigida contra los trabajadores. El ‘Frente popular’ en los países sometidos al imperialismo, sean dependientes, semicoloniales o coloniales, es tan o más reaccionario que en los países imperialistas.



Sobre el punto 6:

Entendemos que la ‘denuncia’ a las direcciones del movimiento de masas de Irak van en el sentido de que las masas de esos países no son concientes de lo expuesto en nuestro punto5. No podría ser de otra manera, puesto que de lo contrario, no las seguirían, sino vendrían con nosotros. El punto es: ¿Que entendemos por ‘denuncia’?. La denuncia puede pasar por el extenso folleto de propaganda, donde a través de una explicación sujeta a infinidad de determinaciones, demostramos el rol capitulador de estas direcciones, cuestión que sería accesible para muy pocos (partiendo de que, además deberíamos dominar una docena de dialectos árabes) o por la agitación de consignas que promuevan la experiencia de las masas, para lo cual, además de estar en el teatro de operaciones con las armas en la mano, deberíamos contar con todo un trabajo de inserción previa. Aún en este caso, deberíamos operar sobre un contexto en que las masas en su accionar diverjan fuertemente de las indicaciones de su dirección. Es totalmente cierto que la casta de Sadám entregó las posiciones sin lucha, se negó sistemáticamente a armar a las masas y que una vanguardia surgida de ellas, fue la que, espontáneamente, dio pelea al invasor. Pero no menos cierto es que después del colapso, las fuerzas baasistas se dividieron en un sector que capituló en toda la línea e incluso fue cooptado y reposicionado por los imperialistas, y otro que pasó a la resistencia. No es menos cierto que las fuerzas nacionalistas organizadas en la ‘Alianza patriótica’ y los ‘Comunistas antimperialistas’ opuestos al PC proyankee, lideran la resistencia. No es menos cierto que los clérigos pro iraníes impulsan y frenan la lucha negociando sus propios intereses. En este contexto, ‘denunciar’ es algo difícil de concretizar en algo que escape a la propaganda destinada a acumular fuerzas homeopáticamente. Por ejemplo: en su momento, estuvimos en contra de toda la izquierda que en el marco de la campaña contra Serbia gritaba ‘Abajo Bush- Abajo Milosevic’. Estuvimos en contra de los gritos de ‘Abajo Bush - Abajo Saddam’ expresiones que solo podían poner en un plano de igualdad a las asimétricas fuerzas contendientes. Pero hoy sería inoportuno gritar ‘Abajo los líderes de la resistencia’. La ‘denuncia’ solo podría pasar por mostrar claramente la diversidad de los objetivos que estas persiguen con la dictadura de los trabajadores y mostrar a cada paso, como sus intereses obstan la puesta en pié de la organización democrática y revolucionaria de las masas y la satisfacción de sus necesidades, cuestión tampoco fácil, dado que, varias fuerzas políticas apuntan a canalizar, en oposición a la ‘Constituyente imperial’, al pueblo de asalariados, campesinos y combatientes de la resistencia, hacia formas consejistas, por supuesto, limitando la lucha al horizonte del ‘estado democrático’. Lamentablemente, la absoluta falta de inserción de fuerzas trotskistas en la región nos impide incidir objetivamente en estos procesos, lo que, por supuesto, nos lleva a preguntarnos, una vez más, por que ocurre tal cosa. Irak es un país con profundas tradiciones comunistas, que , como muchos otros, asistió a insurrecciones proletarias de masa en que la toma del poder estaba al alcance de la mano, que fueron entregadas por el estalinismo, ante la absoluta ausencia de oposición genuinamente revolucionaria. ¿Será acaso por que el autotitulado trotskismo se pasó la vida esperando la revolución espontánea?



Sobre el punto7:

Estamos de acuerdo con el criterio de ‘denunciar’ en el sentido propagandístico antes explicado, a la dirección palestina. También en combatir la política contrarrevolucionaria de ‘dos estados’. Por supuesto estamos por la destrucción del estado de Israel. Pero no estamos de acuerdo en proponer un ‘estado democrático’ bajo un ‘gobierno obrero campesino’ etc. Un gobierno ‘obrero campesino’ en el sentido planteado universalmente por Trotski es sinónimo de estado obrero. Una cosa es utilizar terminología accesible a las masas (aunque siendo muy preciso en el contenido) y otra es engañarnos a nosotros mismos con lo del ‘estado democrático’. No existe tal estado. Jamás fue visto ni por hombre ni por bestia. La formulación utilizada, parece mas bien un intento de conciliar la vieja política morenista de las ‘fases o etapas’ con la verdad científica. Desde un punto de vista estricto, el pueblo palestino posee el derecho democrático a su autodeterminación, que implica reapropiarse del territorio usurpado y constituir un estado nacional. No ocurre así con la población judía. Para que ello acontezca, el pueblo palestino, con el apoyo del proletariado mundial, debería derrotar a todo el imperialismo en la región. En ese sentido, el pueblo palestino merece nuestro incondicional apoyo y la puesta en pié de un ‘estado democrático’ es decir burgués (Lenin –‘El Estado y la revolución’) representaría un cambio incompleto, pero progresivo.

Pero tal suceso no acabaría con el conflicto en el territorio. Bajo la égida de la burguesía palestina, los términos tenderían a invertirse, el estado burgués palestino se convertiría en opresor de la minoría judía. ¿Pasaríamos entonces a pelear por los derechos democráticos de la minoría judía oprimida? Esta es la objeción que en su momento Nahuel Moreno contestó con un clásico ‘después veremos’.

Por esta razón, pese a estar indudablemente del lado del pueblo palestino en su heroica resistencia al opresor, desde un primer momento y con toda claridad, estamos por un estado obrero, construido sobre la derrota de la burguesía judía y palestina y la expulsión del imperialismo en la región, en este caso, apuntando a una federación de estados obreros u socialistas. Lo del estado ‘democrático, laico y no racista’ es una utopía que en la realidad sería ‘democrático burgués-confesional y racista’ más aún con las actuales direcciones del movimiento palestino. No encaja en absoluto con el ‘Gobierno Obrero campesino’ que no sería otra cosa que una fachada populista, bajo semejante estado.



Sobre el punto 8:

En el mismo sentido que en los puntos 6 y 7 estamos de acuerdo con la denuncia. Agregaríamos, sobre todo en el caso de Bolivia, donde existen fuertes tradiciones de lucha en el movimiento obrero, que es indispensable pelear denodamente contra el ‘horizonte democrático’ con que la COB autolimita la lucha del proletariado. No vamos a entrar aquí en toda la discusión sobre la condición estructural del proletariado boliviano, sobre todo minero, ni sobre los cambios que se han operado, a lo largo de décadas, en las concepciones de la vanguardia. Lo que decimos es que es preciso luchar dentro y fuera de la COB por volver a poner en primer plano el objetivo de la dictadura proletaria.



Sobre el punto 9:

Ratificamos la defensa de los ‘estados obreros burocratizados’ sin detenernos a polemizar sobre la definición de los mismos. Ratificamos la defensa de toda formación social no capitalista respecto de la restauración capitalista. En esas formaciones peleamos por una revolución proletaria que lleve a los trabajadores al poder y vuelva a poner las formas de propiedad devenidas de la expropiación, en transición al socialismo. En el caso de China, consideramos que ya es un estado capitalista, lo que cambia el eje de las tareas a la expropiación política y económica de la nueva clase dominante.



Sobre los puntos 10 y 11:

Consideramos que son esencialmente correctos por fuera de la alusión a la ‘entrega’ de la ‘revolución argentina’. Si estamos de acuerdo en que Fidel vino a desempeñar una tarea de reforzamiento del gobierno burgués argentino, mortalmente enemiga de toda perspectiva socialista.



Sobre los puntos 12 :

No creemos que lo ocurrido en Argentina haya puesto al rojo vivo cual debe ser el eje de un programa en una situación pre revolucionaria o revolucionaria. Por la razón de que no existió tal situación. Mas bien parece una peligrosa aproximación a la teoría morenista de los ochenta, respecto de que puede existir una situación revolucionaria, no solo sin partido bolche, sino sin la participación consistente del proletariado en el levantamiento de masas. La clase media argentina no es el campesinado chino protagonizando una revolución agraria, secundada por un proletariado diezmado y desarticulado, pero comprometido en la insurrección. Con la existencia de una ‘crisis de alturas’ y ‘movilización ‘ciudadana’ no basta. Como sabemos, la abrumadora mayoría del proletariado permaneció pasivo y no mostró síntomas de sobrepasar con sus acciones a ninguna burocracia sindical o partido del régimen. El 20 de diciembre la clase obrera activa e incluso la mayoría de los millones de desocupados, permanecieron pasivos, por lo demás, en el primer caso, trabajando. Como se demostró luego, las manifestaciones de trabajadores estatales que se venían dando no tuvieron generalización. La mayoría de los combatientes antigubernamentales estaban constituidos por una vanguardia espontáneamente convocada de jóvenes , ex militantes de partidos, alguna avanzada piquetera y pocos elementos de asalariados urbanos y clase media empobrecida. El componente proletario en el conjunto de las acciones de masa, que se dieron en torno a esta fecha fue esencialmente de desocupados que si bien mostraron una disposición inicial a atacar la gran propiedad capitalista, con algunos elementos de organización previa y destellos de conciencia, rápidamente derivaron al saqueo de comercios medios y pequeños ante la imposibilidad de enfrentar la seguridad dispuesta por las grandes cadenas y el despliegue policial. Todo lo expuesto no basta para configurar una situación revolucionaria o pre-revolucionaria. Si alguna tendencia en ese sentido existió se apagó antes de constituir cualquiera de esas situaciones.

Estamos de acuerdo en que la situación potenció formas de organización que existían previamente como los grupos piqueteros, las fábricas tomadas y algunas internas combativas. Pero ninguna de estas expresiones eran, ni pasaron a ser, órganos de insurrección popular. El más genuino producto fueron las asambleas populares, con epicentro en la capital federal y nutrida participación de la clase media baja. Como sabemos, estos organismos en que la propia burguesía advirtió síntomas peligrosos (como potencial canal de expresión del rechazo a la ‘clase política’) decayeron, a lo que contribuyó el accionar infatuado de la izquierda local que los convirtió en carne de presa, despedazándolos o aparateándolos para que ‘votaran’ la política democratista y ‘transicional’ emanada de los respectivos C.C. Esta práctica también se extendió a las otras manifestaciones de organización mencionadas.

En los momentos más calientes de la lucha era preciso seguir el curso de las consignas populares, intentando estar solo un paso delante de ellas mediante la propaganda. ‘Abajo Cavallo’ ‘Abajo de la Rúa’ ‘Abajo el estado de sitio’ marcaban el camino. Frente unido de las organizaciones de lucha para arrancar las reivindicaciones elementales de las masas. Por supuesto, como bien lo señalan los camaradas, extensión y coordinación de los movimientos piqueteros, las fábricas recuperadas, las comisiones antiburocráticas y las asambleas populares. Pero el objetivo de poder, no podía más que asumir una forma propagandística: Por un gobierno revolucionario surgido del abatimiento del estado democrático burgués’. Para llegar a el, habría sido necesario que los organismos de independencia de clase se masificaran. Que la clase obrera se lanzara a la huelga, poniendo a la orden del día el armamento para la insurrección. Justamente lo que no ocurrió y no precisamente por la desastrosa política de la izquierda (que solo contribuyó a desactivar cualquier tendencia embrionaria) sino, por que no podía ocurrir.

Sin la existencia de conciencia dentro de la espontaneidad. Sin la existencia de una tenaz labor de educación de la vanguardia (y por vanguardia entendemos decenas de miles de proletarios), como bien lo había explicado Trotski al combatir el mito de la espontaneidad del Febrero ruso, no solo no hay revolución, sino, siquiera, dualidad de poder.

No compartimos el llamado del COTP-CI a un gobierno de la ANT + autodefensa. La ANT o cualquier otro foro obrero ligado a la izquierda era y es aún un organismo de la clase, pero marginal a la clase. Menos aún un soviet. No había, ni hay, en su estado actual, ninguna posibilidad de que este organismo se plante como una alternativa a las direcciones tradicionales del movimiento obrero. Menos aún cuando estamos en presencia de una mesa para los acuerdos de las burocracias partidarias que la componen, bajo una ficción de democracia obrera. La democracia obrera no es solo un método de votación (y en este caso ni eso, por que si opinas en contra, te rajan) sino una tendencia consciente de los proletarios al comunismo. Poco de eso hay, cuando el objetivo central son planes y bolsas+ Asamblea Constituyente o Gobierno de trabajadores (votado). Por otra parte sería bastante difícil convencer a Pitrola, Ibarra, Castells etc. y la base que les responde, por que tienen en sus manos su pedazo de pan, de la necesidad de armar a la ANT. Por el contrario, los palos y cachiporras son para los compañeros, como lamentablemente hemos tenido ocasión de comprobar.



Sobre los puntos 13 y 14 tenemos acuerdo general.

En lo que se refiere a los sindicatos, demás está decir que para convertirlos en herramientas al servicio de la revolución hay que eliminar a la burocracia. Este proceso no se operará por medios pacíficos, sino a través del enfrentamiento directo con sus bandas y contra el apoyo que el estado burgués les brindará.

Esto no podrá lograrse más que ganando sectores de masa a organismos para la acción directa y una extensa vanguardia al partido. Nos parece que esta tarea de penetración en el proletariado está más que en pañales y no se logrará solamente gritando desde afuera o criticando tal o cual ‘traición’ de la izquierda, sino, construyendo, en un trabajo de largo plazo, al partido, en las organizaciones de la clase obrera. No hay ninguna maniobra, ni golpe de efecto, que pueda acelerar este proceso.

Respecto del terrorismo individual o elitista, estamos de acuerdo en que no es un método que reemplace los que le son propios a la clase obrera. Pero creemos que existen acciones de vanguardia que representando el interés y las decisiones de masa ‘asumen la forma de terrorismo’. Por ejemplo, no condenamos las acciones de martirio de los palestinos, en tanto surgen de la tendencia a la insurrección. Si creemos que tales acciones deben ser ennoblecidas por los principios del socialismo y que en realidad mucho mas útil sería que los jóvenes heroicos que se sacrifican, pusieran toda su abnegación en la lucha mancomunada de un proletariado debidamente armado y consciente de sus intereses de clase.

Respecto del terrorismo burgués y pequeñoburgués, que dio lugar a atentados carniceros como el 11S o el de Atocha, juntamente con nuestra denuncia acerca del carácter de clase de estas acciones, nos negamos a sumarnos a la campaña de repudio generalizado, como en Argentina hicieron varias personalidades con ropaje marxista. No repudiamos, sino denunciamos al imperialismo, como el promotor de tales masacres. Incluso tales acciones fanáticas, no pueden ser independizadas de la materialidad de la opresión. Entre los ‘martires’ no hay ningún jeque, sino elementos de la pequeño burguesía desesperada y fanatizada por la constante violación de su territorio y su cultura.



Sobre el punto 15:

Coincidimos en la defensa de la autodeterminación democrática de los pueblos oprimidos. Esencialmente de su derecho a la separación. Pero consideramos que esta cuestión adquiere una gran complejidad ante la enorme cantidad de reivindicaciones nacionales que salieron a la luz después del colapso de Europa del Este y la URSS. Sería muy importante profundizar en estas cuestiones, puesto que detrás de ciertas reivindicaciones nacionales, muchas veces se mueven fuerzas imperialistas, que cambian el signo de la cuestión. No creemos que sea el caso de Chechenia, aunque no podemos extendernos sobre un tópico que amerita un libro.



Sobre el punto 16:

No tenemos un concepto claro del ‘leninismo trotskismo’. Mas bien nos parece una peligrosa aproximación a la afirmación de Stalin de que ‘El leninismo es el marxismo de nuestro tiempo’. Si creemos en el legado integral de Marx Engels Lenin Trotski, dado que todos aportaron grandemente a la política revolucionaria y a la ciencia inaugurada por el primero. Reivindicamos la esencia del legado de la Tercera Internacional hasta su Cuarto Congreso. En cuanto al programa fundacional de la Cuarta Internacional, reivindicamos su línea de principios. No su interpretación literal, la proyección extempórea de sus caracterizaciones, o la revisión que aplica a la metodología de uso de las consignas transicionales. En sentido originario, convalidado por Trotski hasta por lo menos 1936, tales consignas operan sobre una situación revolucionaria en curso. Su objeto no es parir la insurrección a partir de cualquier situación previa, sino, operar sobre la misma situación revolucionaria, o en su efectiva inminencia, proponiendo a las masas los objetivos a imponer por la vía drástica a la burguesía. Se tornan contraproducentes en etapas contrarrevolucionarias o etapas no revolucionarias, tal como el propio Trotski lo había advertido. Los problemas que acarrea su aplicación en situaciones ‘no revolucionarias’ fueron absueltos por la mayoría de las organizaciones ‘Trotskistas’ decretando la ‘situación revolucionaria permanente’ urbi et orbi. Tal procedimiento nos parece una aberración.

En lo que respecta a la actitud respecto de las corrientes que se dicen defensoras de los intereses obreros, no llamamos a cualquiera, ni en cualquier momento a ‘romper con la burguesía’. Eso puede hacerse cuando las direcciones se hallan al frente de masas revolucionarias. Caso contrario, lejos de ‘desenmascararlos’ terminamos embelleciéndolos. En el caso de luchas reivindicativas ocurre lo mismo. No llamamos a Moyano a lanzar el paro general, sino en la medida que exista un poderoso ascenso obrero que apunte en ese sentido (naturalmente partiendo del supuesto que seamos una minoría en los sindicatos, pero con algún peso como para ‘desenmascarar’ efectivamente a alguien).

En otro respecto, siempre ‘golpeamos juntos’ y ‘marchamos separados’ evitando ‘marchar juntos’ y ‘ser golpeados por separado’ como ocurre con la mayoría de la izquierda local.



Sobre los puntos 17 y 18 tenemos acuerdo. Pero en cuanto a la lista de ‘Internacionales trotskistas’ nos parece que se han quedado cortos, sin olvidar que existen a nivel mundial una infinidad de sellos, que sin tener tanto cartel, reproducen en pequeño la política de los aparatos de origen.

Coincidimos en que, de lo que se trata, es hablar menos de la ‘revolución que se viene’ y luchar más por la independencia política de la clase obrera.



Sobre el punto 19:

Estamos en todo de acuerdo. Hay que hacerlo realidad. Es la mejor forma de generar una nueva práctica revolucionaria que atraerá compañeros, que en su inmensa mayoría, rompen con las corrientes citadas, a consecuencia de la brutal burocracia y actitudes florentinas que campean, no solo en los sellos mayores, sino en toda clase organizaciones menores, se digan o no partidos.

Aclaramos que la fraternalidad en la discusión invoca un trato paciente y amable expurgado de términos apresurados como ‘traidor’ ‘contrarrevolucionario’ etc. ante cualquier diferencia política.

La confrontación política no está señalada por los gritos ni las actitudes histéricas, mucho menos por comportamientos intemperantes. En el momento de dispersión que atravesamos, debemos ser suaves en el trato entre compañeros. La bravura hay que demostrarla frente al estado burgués, no entre compañeros. Nada de lo dicho implica conciliación, sino la más importante de las recomendaciones: prudencia.



Sobre los puntos 20 y 21:



El remate de la declaración de principios, también termina como comenzó, es decir, sugiriendo que si no cambiamos la historia hoy, esta se tomará la revancha mandándonos al cementerio, más temprano que tarde. En otros ritmos coincidimos con el fondo de la cuestión. Si el signo de la dispersión de los revolucionarios no es revertido, el capitalismo imperialista tendrá las manos libres para hacernos pagar, mucho más caro aún, el costo de su crisis. No es bueno seguir desperdiciando el tiempo. Pero aún en este caso el tiempo es relativo, se mide por la consecuencia teórica y política, no por el calendario o cualquier ‘éxito’ momentáneo.

Como explicamos antes, existe una tendencia profunda a la agudización de la crisis actual. Ella someterá a la fuerza de trabajo a una brutal superexplotación, pondrá al rojo vivo las guerras neocolonialistas y los conflictos interimperialistas. No se puede descartar, en algún punto de la historia, la posibilidad de un enfrentamiento directo devastador.



Pero lo importante es mirar desde que punto partimos para volver a escalar hacia el olimpo dominante.



La tonante expresión de Trotski acerca de la ‘crisis en la dirección proletaria’ es un hecho vigente y real. De no ser así, nada de lo que hemos hablado hasta aquí, tendría sentido y estaríamos discutiendo la toma del poder en uno o muchos puntos del globo.

Pero como había explicado Lenin ,toda verdad, lo es, puesta en sus límites, más allá de los cuales se torna falsa. Ello ocurre con lo que muchas organizaciones hacen de la imponente expresión de Trotski..

Si nos remitimos a ‘absolutizarla’, corremos el riesgo de convertirla en una banal tautología, dado que resulta del todo obvio que una clase sin dirección revolucionaria no puede emanciparse. Con la fuerza no basta, se precisa de inteligencia. No alcanza con millones de brazos es necesario un cerebro. Todo eso no explica más de lo que afirma.

El problema es captar su sentido concreto en cada etapa. Cuando Trotski formuló su diagnóstico, el proletariado venía de un ascenso revolucionario gigantesco. Venía de vivir la única situación revolucionaria mundial que existió en toda su historia. Tan grande fue la ola, que llegó a constituirse la única internacional revolucionaria con influencia de masas.

Pero el proletariado sufrió tremendas derrotas que afectaron duramente al primer estado obrero. La Internacional siguió el curso degenerativo de ese estado y a comienzos de los treinta ya estaba definitivamente perdida para dirigir la revolución mundial. Ese fue el nudo de la ‘crisis de dirección revolucionaria del proletariado’: El colapso de la Tercera Internacional. Un acontecimiento capaz de moldear el curso de la historia.

Su contracara, fue la debilidad de las nacientes fuerzas de la Cuarta Internacional que nunca llegaron a elevarse a las alturas de la influencia de masa. Discutir el por que, no viene al caso ahora. Si las causas fueron objetivas, subjetivas, o una combinación de ambas. Lo importante es retener el crudo diagnóstico de 1938 y más importante aún, es ver que, desde entonces, han pasado más de sesenta años, y los años no pasan en vano.

Numerosos epígonos cuartainternacionalistas nos han venido con el cuento de que la larga postguerra que llega hasta el actual, ha sido la ‘etapa más revolucionaria de la historia’, pese a reconocer que las numerosas revoluciones (en sentido sociológico) que se dieron, fueron estranguladas, o nunca llegaron a una ‘genuina’ dictadura del proletariado y a lo sumo, dieron lugar a monstruosos regímenes estalinistas.

Estos regímenes, en su caída, a manos de la democracia capitalista, fueron repudiados por la propia clase obrera que distinguir entre ambos, escupió al rostro del socialismo. Escupió al rostro del único ‘socialismo real’ que conocía, ¡y no tuvo el pudor de hacerlo en la etapa más revolucionaria de la historia¡

Nos han venido con el cuento de una ‘clase obrera invicta’, capaz de autoregenerar su predisposición revolucionaria sin interrupción, con independencia de las derrotas acumuladas.

Sin embargo, la dura realidad es que son estas derrotas acumuladas, la sustancia que llena el hiato , desde la bancarrota de’ Octubre’, hasta hoy. Como Trotski había explicado, una derrota estratégica, no puede provenir solamente del combate directo en campo abierto, puede provenir de una acumulación de derrotas parciales o un conjunto de batallas no dadas, también de una combinación entre ambas.

¿No habrían de incidir en la conciencia del proletariado?. La verdad es exactamente inversa. Si la ‘crisis de dirección revolucionaria’ era un hecho en 1938, hoy es infinitamente más profunda, precisamente por que se ha convertido en una ‘crisis de la conciencia proletaria y su dirección revolucionaria’ como dos caras de una misma moneda.

El socialismo no es ya el prospecto de millones de proletarios, que una casta falsaria puede usurpar, sino la imagen de un fracaso.

Esta crisis, no se soluciona únicamente lanzando consignas apropiadas en los momentos críticos, sino volviendo a labrar una vanguardia de decenas de miles de hombres y mujeres con conciencia de clase y voluntad revolucionaria, construcción que implica una tenaz labor de propaganda y organización en todas las largas etapas previas a la revolución.

No importa saber de antemano si la historia nos brindará el tiempo suficiente. Es el único camino.

Lenin había enseñado que las masas en lucha ‘gravitan’ hacia la idea socialista. Tenemos confianza en que la clase obrera volverá a levantarse y si es echada por tierra, cobrará nuevas fuerzas para volver a combatir. Pero el problema es que la ‘idea socialista’ no siempre gravita hacia las masas. Muchas veces, más allá de las sanas intenciones, se pierde por los vericuetos de si misma, acabando embelesada con su propia fatuidad.

Estamos muy lejos de aquellos que piensan instalar el socialismo en la mente de las masas, antes que construirlo al compás de su lucha. Pero también tomamos distancia de aquellos que absolutizan la ‘crisis de dirección’ como si esta no tuviera raíces en el mundo material y pudiera solucionarse por el sencillo acto de reemplazar a los malos por los buenos dirigentes, una conciencia falsa por una verdadera, con la simpleza que se cambia la camisa, total las masas son siempre revolucionarias.



Respecto de la alusión a ‘las culpas’. No somos afectos a discutir en el campo de la moral abstracta. Indudablemente, existe una correspondencia lógica entre la conciencia de las masas y sus actos. Pero de todos sus actos, no solamente los revolucionarios. Así como también con la elección o tolerancia hacia sus dirigentes. Pero también existe su opuesto, siguiendo la lógica de la contradicción. El problema no pasa por echarle ‘la culpa’ a las masas o ‘la culpa’ a las direcciones. Por que entre ambas se entabla una dialéctica. Si lo medimos por el rasero de la conciencia, es indudable que las direcciones son responsables (‘culpables’) en relación a las masas, del mismo modo que no es culpable quien ignora, sino quien sabe y no enseña (y al mismo tiempo sabe aprender). En todos los momentos de la historia en que las masas rompen con el yugo y se levantan, se insurreccionan, se arman, la responsabilidad se concentra en la dirección, y el resultado, moldeará toda la etapa subsiguiente. A quien en esas instancias le eche la culpa a las masas, se le debe marcar la cara, como lo que es, un sofista infame. Pero quien en las largas etapas de estabilidad social, le eche la culpa a la dirección, es un inepto que no sabe mirar la realidad cara a cara. Ponerse a repartir culpas, no es más que un recurso fácil para eludir la propia responsabilidad.

El gran problema pasa por determinar la responsabilidad de las direcciones en relación a las tareas que enfrentan. Las direcciones contrarrevolucionarias hacen sus deberes con pulcritud en toda situación. No puede decirse lo mismo de las revolucionarias. Muchas veces estas confunden la revolución con la contrarrevolución. Es decir la mano derecha con la izquierda, como pudo verse en la puntada final de la restauración capitalista en Europa del Este y la URSS. Esta encontró a un ‘Trotskismo’ esperanzado con la ‘Revolución política espontánea’ como si la conciencia de las masas hubiera permanecido en el freezer de las ideas, desde 1917. Otras veces ven revoluciones donde estas no existen. Ej: La revolución ‘Kirchnerista’ del MST argentino. Otras tantas ven ‘situaciones revolucionarias’ en que las masas proletarias hierven de insurrección, pero se ven paralizadas por ‘mitos urbanos’ sobre ‘hordas de saqueadores’. ¿Qué es todo esto sino ‘culpa’ de las direcciones? Por supuesto, cuando se ven recriminadas, todas estas direcciones alzan la voz, alegando que se ignora ‘lo objetivo’ que se ignora ‘la lucha’ , que se le echa ‘la culpa’ a las masas. Como si ‘lo objetivo’, ‘la lucha’ pudiera analizarse al margen de la conciencia imperante en las masas o las circunstanciales vanguardias.

Lenin se encargó de explicar muy bien esta cuestión, cuando en ‘Que Hacer’ respondió a quienes criticaban a los socialdemócratas rusos por no ver el ‘elemento objetivo’ por ignorar la lucha. Respondió que aún en este caso, nunca se estaría en presencia de aminoramiento del ‘elemento objetivo’ sino del ‘elemento conciente’, de la conciencia sobre la situación y las tareas que se desprenden. En esto consiste hoy, la ‘crisis de dirección proletaria’ como parte de la vasta crisis en la conciencia del proletariado y raíz de su marginalidad e impotencia.

Los revolucionarios, y nos incluimos por cierto, no estamos siquiera en condiciones de evaluar correctamente la correlación mundial de fuerzas entre las clases básicas. Nos resistimos a reconocer el abismo existente entre la conciencia proletaria y la revolución socialista. Es el fruto de nuestra pasión. Pero del resultado de esta evaluación depende, en gran medida, todo lo demás.



Grupo Socialista Internacionalista

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