Julio López
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LA HISTORIA ZAPATISTA EN PRIMERA PERSONA. Gloria Muñoz Ramírez en la Argentina
Por reenvío lavaca.org - Friday, Apr. 08, 2005 at 5:35 PM

Gloria Muñoz Ramírez tenía 26 años en 1994 y empezaba su carrera en el periodismo, cuando decidió compartir la intimidad de las comunidades zapatistas. Diez años después resumió esa experiencia en un libro: El fuego y la palabra, editado aquí por Tinta Limón. Con ese testimonio llega ahora a la Argentina y a partir del domingo 10 de abril y durante un largo y trajinado mes, recorrerá escenarios y movimientos sociales con la finalidad de hablar y escuchar.



El fuego y la palabra es -explica Gloria- "un libro muy zapatista" porque está hecho "por muchas manos entrelazadas". En efecto, detrás de la pluma de la reportera, que por nueve años guardó un "silencio mediático" para contar esta historia lejos del vértigo del diario, están las voces de miles de indígenas, las imágenes de 22 fotógrafos, los trazos de dos artistas del boom gráfico oaxaqueño, los pintores Domi y Antonio Ramírez, y el trabajo de muchos más.

Así la presenta el subcomandante Marcos, en el prólogo del libro:



"Una mujer de profesión periodista acabó, no sin dificultades, por brincar el complicado y espeso muro del escepticismo zapatista y se quedó a vivir en las comunidades indígenas rebeldes. Desde entonces compartió con los compañeros el sueño y el desvelo, las alegrías y las tristezas, los alimentos y sus ausencias, las persecuciones y los reposos, las muertes y las vidas. Poco a poco los compañeros y compañeras la fueron aceptando y haciéndola parte de su cotidianeidad. No voy a contar su historia. Entre otras cosas, porque ella ha preferido contar la historia de un movimiento, el zapatista, y no la propia.

El nombre de esta persona es Gloria Muñoz Ramírez. Durante el período que va de 1994 a 1996 trabajó para el periódico mexicano Punto, para la agencia de noticias alemana DPA, para el periódico norteamericano La Opinión y para el diario mexicano La Jornada. En 1995, en la mañana del 9 de febrero y junto con Hermann Bellinghausen, realizó para La Jornada la que pudo haber sido la última entrevista con el Subcomandante Insurgente Marcos. En 1997 dejó su trabajo, su familia, sus amigos (además de cosas que sólo ella sabe), y se vino a vivir a las comunidades zapatistas. Durante estos 7 años no publicó nada, pero siguió escribiendo y su olfato periodístico no la abandonó. Claro que la periodista ya no lo era, o ya no sólo era periodista. Gloria fue aprendiendo a tener otra mirada, la que está alejada del deslumbramiento que producen los reflectores, del barullo de los templetes, del atropellado andar detrás de la nota, de la lucha por la exclusiva. La mirada que se aprende en las montañas del sureste mexicano. Con paciencia digna de una bordadora, fue recopilando fragmentos de la realidad de adentro y de afuera del zapatismo".



El libro

Así presenta el subcomandante Marcos El fuego y la palabra:

"El libro tiene tres partes. En una aparecen entrevistas a compañeros bases de apoyo, comités y soldados insurgentes. En ellas los compañeros y compañeras hablan algo de los 10 años previos al alzamiento. Debo decirles que no se trata de una imagen global, sino de retazos de una memoria que todavía debe esperar a unirse y presentarse.

Sin embargo, estos pedazos ayudan mucho a entender lo que viene después, o sea la segunda parte. Ésta contiene una especie de bitácora de las acciones públicas del zapatismo, desde el inicio de la guerra en la madrugada del primero de enero de 1994, hasta el nacimiento de los Caracoles y la creación de las Juntas de Buen Gobierno. Se trata, a mi manera de ver, del más completo recorrido de lo que ha sido el accionar público del EZLN. En este periplo, el lector podrá encontrar muchas cosas, pero una salta a la vista: el ser consecuente de un movimiento. En la tercera parte aparece una entrevista a yo. Me la mandaron por escrito y hube de contestar frente a una grabadorita. Yo siempre he pensado que el "rewind" de las grabadoras es "recordar", así que en esa parte trato de hacer un balance de los 10 años, además de reflexionar sobre otras cosas. Cuando respondía, solo frente a la grabadora, afuera llovía y una de las Juntas de Buen Gobierno daba "el grito de independencia". Fue la madrugada del 16 de septiembre del 2003.

Creo que las tres partes se ligan muy bien. No sólo porque es la misma pluma la que las dibuja. También porque contienen una mirada que ayuda a mirar, a mirarnos. Estoy seguro de que, como Gloria, muchos y muchas, al mirarnos, se mirarán a sí mismos. Y también estoy seguro de que ella, y con ella muchos y muchas, se sabrán mejores. Y de eso se trata todo esto, de ser mejores".



Para celebrar la visita de Gloria Muñoz Ramírez, anticipamos este fragmento de la tercera parte del libro El fuego y la palabra, donde el Subcomandante Insurgente Marcos, jefe militar y vocero del movimiento rebelde, hace el balance de una década de lucha y resistencia zapatista:



Hay un tiempo para pedir, otro para exigir y otro para ejercer

"El 17 de noviembre de 2003 se cumplen veinte años de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se fundó en algún lugar de la Selva Lacandona. El primero de enero de 2004 se cumplen diez años de lucha pública, de resistencia, creatividad y paradojas de un movimiento que el primero de enero de 1994 llegó para quedarse. Es momento de festejos y recuentos, de mirar para atrás, de hacer un balance, hablar de aciertos y errores, estrategias y sorpresas. Es momento, pues, de reflexionar sobre lo andado.

Hace veinte años que cientos de pueblos rebeldes, cientos de miles de indígenas, se mantienen en la lucha. Los primeros diez años fueron de clandestinidad, tejiendo un trabajo político persona por persona, familia por familia, comunidad por comunidad. Cómo fueron posibles esos diez años sin que nadie se enterara. Cómo se consigue guardar un secreto que incluye a miles y miles de indígenas rebeldes. Veinte años después, sigue pendiente el recuento de la dosis cotidiana de heroísmo y decisión de esos pueblos primeros, una historia que sólo se puede imaginar si se toma en cuenta que todo lo que siguió, y lo que falta, es posible por la existencia y resistencia de ese núcleo duro, ese grupo que cumple veinte y diez de fuego y de palabra.

El Subcomandante Insurgente Marcos, jefe militar y vocero del movimiento rebelde, hace el balance de una década de lucha y resistencia zapatista. En la primera entrevista concedida desde la Marcha del Color de la Tierra, accede a responder a las preguntas que la revista Rebeldía y el periódico La Jornada, en el marco de esta publicación, le hicieron llegar a las montañas del sureste mexicano.

Marcos atiende la sugerencia y no contesta por escrito. Toma la palabra frente a una grabadora y solo, frente a un micrófono, habla sin pausas. Éstas serán, imaginamos, preguntas que responde sin pasamontañas y sin más testigos que la lluvia y los cohetes que de pronto se escuchan a lo lejos.

El Sub recuerda el inicio de la guerra, habla de esos doce primeros días, de los enfrentamientos iniciales y, más adelante, se refiere por primera vez en una entrevista al Subcomandante Insurgente Pedro y a su caída en combate la madrugada del primero de enero de 1994.



Inicio y motivos de la guerra, los recuerdos, los enfrentamientos

Ahora, a nueve años y nueve meses -estamos en septiembre de 2003, siempre hay que insistir en marcar la fecha porque luego cambian las circunstancias-, nosotros seguimos viendo la guerra que se inició el primero de enero de 1994, y que aún mantenemos, como una guerra que se llevó a cabo por la desesperación, pero que entonces vimos necesaria. Nueve años y nueve meses después, seguimos viendo que fue necesaria.

Pensamos que si no hubiera iniciado la guerra, si no hubiera iniciado el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, muchas cosas en beneficio de los pueblos indios y del pueblo de México, incluso del mundo, no se habrían dado de la forma en que se han dado.

Por un lado, el recuerdo de esos días de combates y enfrentamientos, de esos inicios, es un recuerdo doloroso. Recordamos, pues, a nuestros compañeros caídos en esos primeros días, a los compañeros que cayeron en Ocosingo, en Las Margaritas, en Altamirano. Compañeros que compartieron con nosotros muchos años previos a ese primero de enero, preparándose y pensando cómo iba a ser ese inicio de la guerra y qué iba a pasar después. Compañeros con los que compartimos muchas cosas, entre ellos, recuerdo al compañero Sub Pedro, que era entonces el jefe del Estado Mayor y segundo al mando del ezln. Él muere en Las Margaritas en las primeras horas del primero de enero. Recuerdo también al comandante Hugo o señor Ik, como le decíamos, que muere en Ocosingo, en los combates contra el ejército federal en esa plaza. De los compañeros insurgentes de Materiales de Guerra, recordamos a Álvaro y Fredy, que también cayeron en combate en Ocosingo… recordamos a compañeros milicianos que caen en uno y en otro lado.

Está también el recuerdo de la respuesta brutal -falta de todo honor militar- del ejército federal, que no se dirigió sólo a combatir a nuestras tropas, que para eso estábamos, sino que empezó a liquidar civiles y a darlos como si fueran bajas nuestras, disparando sin ton ni son, para todos lados, sobre todo en la que fue aquella masacre en Ocosingo, en esos primeros días. Recuerdo, pues, esa falta de honor militar que exhibió el ejército federal desde entonces, y que luego repetiría a lo largo de estos diez años de guerra discontinua que hemos sostenido contra ellos. Nos hemos encontrado (y ese el recuerdo que tenemos de los federales) con esa falta de honor militar a la hora de pelear y con las tretas sucias a las que recurre para tratar de elevar su deteriorado prestigio.

Por el lado nuestro, recordamos a nuestros combatientes, no sólo los caídos, sino a los que siguen en pie de lucha, destacadamente a las compañeras insurgentas, que se revelaron en muchos casos como mejores combatientes que los varones. Está también la actitud y la firmeza de nuestros compañeros comandantes, los miembros del Comité Clandestino Revolucionario Indígena -la inmensa mayoría de ellos marchó al frente en los combates junto con nosotros y nuestras tropas, y demostraron lo que pocos demuestran hoy en las organizaciones: que el dirigente debe estar junto con su gente, no al margen de ella, o aparte de ella o atrás de ella. Eso es lo que ahora recordamos.

La lectura que hacemos nueve años y nueve meses después de ese inicio de la guerra es, en resumen, que fue una guerra desesperada pero necesaria -tanto- para los pueblos indios de Chiapas y de México que hasta ese entonces permanecían en el olvido, como decíamos nosotros, en el rincón más olvidado de la patria. Y era la única forma para que cambiaran las cosas, no sólo respecto a la forma en cómo los veía el gobierno federal sino también la sociedad mexicana, incluso la sociedad internacional.

El inicio de la guerra representa para nosotros el dolor pero también la esperanza. Según la lectura que hacemos ahora eso es lo que marcó y permitió todo lo que ha pasado después. Estos más de nueve años no habrían sido posibles en su éxito sin esas primeras horas del levantamiento armado.

La lectura que hacemos, aparte de la interna, de ese inicio de la guerra, es también algo que va a marcar hasta hoy la historia pública del ezln. Y es que vemos que, aparte de los enfrentamientos entre el ezln y el Ejército federal, hay otro enfrentamiento que no es propiamente agresivo, entre el ezln y lo que nosotros llamamos la sociedad civil. Desde los primeros minutos del inicio del alzamiento se da este encuentro y, de alguna forma, comienza a aventar al ejército federal, una de las partes, como algo completamente exterior al conflicto.

Si se revisan las fotos de aquel primero de enero de 1994, se ve la convivencia, esa relación casi promiscua entre las tropas zapatistas y la sociedad civil. Lo que yo tengo ahora en mi memoria visual, es esa sorpresa de los civiles rodeando a los insurgentes, la sorpresa de verlos y también la sorpresa y el azoro que había en nosotros, en nuestras miradas y en nuestros rostros, al encontrarnos con esa gente. No había camaradería pero tampoco había agresividad en unos y otros. Como que unos y otros estábamos convencidos de que el otro no era el enemigo.

Esto va a marcar desde un principio lo que va a ser la relación a lo largo de todos estos años de encuentros, desencuentros y reencuentros entre el ezln y la sociedad civil. Es importante señalar, en esta lectura que estamos tratando de hacer, que desde el principio se da este encuentro y desde el principio el gobierno y el Ejército empiezan a quedar al margen. Están, sí, como una fuerza agresiva contra la que se combate, pero que poco o nada va a tener que ver en lo que se va a construir -no en lo que se va a destruir- a lo largo de estos casi diez años. Es esa relación de sorpresa, primero de azoro: Ah, ¡aquí estás!, de uno y otro lado, zapatistas y civiles, a partir de ese primero de enero de 1994.

Esto va a ser importante -lo digo, lo repito- porque durante todos los días de combate, la actitud de la sociedad civil respecto a los insurgentes es tratar de saber quiénes son, cómo son, qué piensan, qué quieren. Tratar de entender qué los había llevado a tomar esa decisión. Mientras que la actitud del gobierno federal y del ejército federal era aniquilarlos, aplastarlos, destruirlos, desaparecerlos. Y digamos que nosotros, después de los primeros combates en los que se tomaron las cabeceras, estábamos más ocupados en combatir, en permitir el repliegue de nuestras tropas y en sobrevivir.

Se supone que en una guerra los civiles aparecen como refugiados o como víctimas, y en este caso no eran una cosa ni otra, aunque, claro, hay casos en los que sí ocurrió así, que hubo refugiados y desplazados en aquellos días. Pero en la mayoría de los casos ahí andaban, al menos en las cabeceras que tomamos, en las plazas en las que combatimos, en las plazas en las que nos movimos, donde hubo combates, donde hubo presencia. La mayoría de la población civil no huía ante la presencia de nuestras tropas.

Entonces, desde las primeras horas de esta guerra que ya va para diez años, se da este encuentro y se desplaza desde ese entonces el lugar que siempre han querido pelear el gobierno federal y sus tropas, el lugar preponderante. Yo creo que ha sido determinante para muchas cosas que han ido apareciendo después.

Hay otra cosa, la forma de tomar las decisiones de los zapatistas, o sea construir las cosas desde abajo, no decidirlas desde arriba. Es eso lo que nos da la fuerza y la confianza de que estamos haciendo bien a la hora de que empezamos la guerra. Es una de las dudas que suele cargar, entre muchas más, un combatiente: si está bien lo que está haciendo. Nosotros teníamos muchas dudas, si íbamos a poder, si teníamos la capacidad, cuál iba a ser la respuesta de la gente, cuál iba a ser la respuesta del ejército enemigo, cuál iba a ser la respuesta de los medios. Muchas dudas teníamos, pero no teníamos la duda de la legitimidad de lo que estábamos haciendo. No me refiero a la decisión personal de cada combatiente -que pesa y mucho- de decidirse a pelear hasta la muerte para conseguir algo. No, me refiero a lo que significa estar llevando a cabo la acción con un respaldo colectivo, en este caso de decenas de miles de indígenas y miles de combatientes.



Diez años: el fuego y la palabra, consolidar la autonomía

Más que dividir en grandes etapas este periodo, nosotros distinguiríamos tres grandes ejes a lo largo de estos casi diez años. El que nosotros llamaríamos el eje de fuego, que se refiere a las acciones militares, los preparativos, los combates, los movimientos propiamente militares. El eje de la palabra, que se refiere a encuentros, diálogos, comunicados, donde está la palabra o el silencio, es decir, la ausencia de palabra. El tercer eje sería la columna vertebral y se refiere al proceso organizativo o a la forma en que se va desarrollando la organización de los pueblos zapatistas. Esos tres ejes, el eje del fuego y el eje de la palabra, articulados por el eje de los pueblos, de su proceso organizativo, son lo que marca los diez años de vida pública del ezln. El eje del fuego o el eje de la palabra, aparecen con mayor o menor intensidad, en determinados periodos con mayor o menor duración también, y con mayor o menor incidencia en la vida del ezln y de su entorno, o en la vida nacional o en el mundo. Pero los dos ejes siempre tienen que ver y están determinados por la estructura que van adquiriendo los pueblos, que no sólo son el sostén del ezln, sino, como lo hemos dicho muchas veces, son el camino por el que anda el ezln. El ritmo de su paso, el intervalo entre un paso y otro, la velocidad, tiene que ver, tanto en el fuego como en la palabra, con el proceso organizativo de los pueblos. En algunos casos es el fuego, quiero decir la parte militar, preparativos de combate, movilizaciones, maniobras, combates propiamente dichos, acciones de avance o de repliegue, los más importantes o los que aparecen más visibles. En otros casos es preponderante la palabra, o los silencios que se construyen en entorno a la palabra, en este caso para decir callando, como decimos nosotros. A lo largo de estos casi diez años se marca uno y otro eje, pero siempre tienen que ver con la manera en que los pueblos se están organizando.

No es lo mismo cómo están organizadas las bases de apoyo del ezln para la guerra, a cómo se organizan para dialogar con el gobierno o con la sociedad civil, o para resistir, o para construir la autonomía, o para construir formas de gobierno, o para relacionarse con otros movimientos, o con otras organizaciones, o con gente que no es movimiento ni tiene organización.

En este caso, los pueblos, las bases de apoyo zapatista, adoptan formas que se van construyendo, que no vienen en ningún libro ni en ningún manual, ni, por supuesto, les hemos dicho nosotros. Son formas de organización que tienen que ver mucho con su experiencia, y no me refiero sólo a su experiencia ancestral e histórica que viene de tantos siglos de resistencia, sino de la experiencia que han construido ya organizados como zapatistas.

En ese sentido, 1994 está marcado fundamentalmente, a mi manera de ver, por el eje de fuego; no sólo por el inicio de la guerra y los combates a lo largo de enero, sino también porque todo ese año se caracterizó por movilizaciones militares, tanto del gobierno como nuestras. Y la parte de la palabra estaba más incipiente, más como tanteando.

Las grandes movilizaciones militares son las de enero de 1994 y diciembre de ese mismo año, cuando se da la ruptura del cerco. Ambas implican grandes movilizaciones de miles de combatientes.

A lo largo de ese año, si recuerdan, cuando hay apariciones públicas del ezln siempre se hace énfasis o se marca el aspecto militar. Hay desfiles y despliegues militares para insistir en que somos un ejército.

Por la parte de la palabra se dan encuentros importantes, pero a la vista de los diez años se ven como esfuerzos incipientes, comparados con lo que va a haber después.

Está, por ejemplo, el diálogo de Catedral, que más que un diálogo con el gobierno era un diálogo con la sociedad civil. Es, pues, la continuación de ese encuentro sorpresivo que hay entre el EZLN y los civiles, del que hablaba el primero de enero de 1994, pero durante el diálogo de Catedral se da en forma más acabada, porque más que dialogar con el gobierno, el ezln se dedicó a hablar con la gente, en este caso, a través de los medios de comunicación. Se dieron muchas entrevistas, hubo encuentros, etcétera, donde el ezln trataba de decir: esto soy. Pero todavía seguía faltando la pregunta: y tú quién eres, claro, refiriéndose a la sociedad civil.

En la Convención Nacional Democrática se insiste todavía en la parte de esto soy yo. El ezln se había dado cuenta que al gobierno no le interesaba acabar con el conflicto sino mantenerlo en un límite que le permitiera acabar el sexenio, aunque, finalmente, no lo pudo acabar bien por las rupturas internas que provocaron el asesinato de Colosio y luego el de Ruiz Massieu… Pero bueno, en la parte de la palabra, eso fue lo que también pasó, la cnd.

Al mismo tiempo en 1994 el ezln empieza a tratar de conocer y definir un perfil de lo que es la clase política con la que se está encontrando también. Aparte del encuentro con la sociedad civil, se dan los primeros encuentros con partidos políticos o con líderes políticos, todavía tanteando bien de qué se trata.

De cualquier forma, aún con el diálogo, la cnd y los encuentros con la clase política, veo que el 94 está marcado por la línea de fuego.

1995 sigue la línea de fuego, marcada por la traición del gobierno de Zedillo al diálogo que apenas se estaba iniciando con él. Se da la ofensiva militar contra la posiciones del ezln en la Selva Lacandona, se dan enfrentamientos, caen compañeros, caen soldados enemigos y se da esa gran movilización militar, la militarización que hasta ahora no sólo se mantiene sino que se ha incrementado a lo largo de estos años.

Todo 1995 es eso, está marcado por eso. Se inicia, pues, el diálogo con Zedillo pero todavía marcado por la amenaza militar, en este caso del gobierno federal, porque el ezln hace en agosto una consulta previa a la entrada más en forma a lo que va a ser el diálogo de San Andrés: la primera consulta nacional e internacional, donde se pregunta sobre el futuro del ezln.

El ezln está haciendo eso, la consulta, porque está pensando que si le va a entrar al diálogo es porque le va a entrar en serio. En la consulta buena parte de la gente, un millón doscientos mil, dicen que sí hay que convertirse en fuerza política. Entonces el ezln tiene que entrar al diálogo con esa perspectiva, pero aún está el problema de la palabra muy abajo. Durante 1995 sigue siendo preponderante la línea de fuego, aunque la consulta implicó un acercamiento más acabado que la Convención Nacional Democrática en 1994. En 1995 el ezln recibe varios golpes.

Luego llegamos a 1996. El ezln comienza a construir la palabra en forma más acabada, como arma pero también como punto de encuentro. En 1996 son el Foro Nacional Indígena que después se va a constituir en Congreso Nacional Indígena, es el Foro de la Reforma del Estado, es el Encuentro Continental e Intercontinental. Gracias a las comunidades zapatistas, pero también a estos encuentros, el ezln empieza a preguntar tú quién eres y a obtener respuestas de parte de la sociedad civil. Comienza a ser más preponderante el eje de la palabra.

En 1997 el ezln va respondiendo a esta nueva forma organizativa de las comunidades, que avanzan cada vez más, y lanza otra vez una iniciativa de diálogo. Esta vez ya no pone comisiones sino un gran contingente, que es la marcha de los 1111, que recorre gran parte de la República para llegar a la ciudad de México, con el fin de exigir el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés.

Desde esa fecha, el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, que es el horizonte de la guerra zapatista, se convierte en un eje muy importante de las movilizaciones del ezln. Sin embargo, para tratar de echar atrás ese avance y ante las derrotas que está teniendo el régimen, se reactivan los grupos paramilitares, adquieren más y más beligerancia y, finalmente, en diciembre de 1997, con Acteal, el año toma forma definitiva por la línea de fuego. Y esa herida, esa cicatriz, va a durar hasta nuestros días.

1998 es sobre todo línea de fuego. El ezln y sobre todo las comunidades resienten una ofensiva brutal de parte del gobierno, los ataques a los municipios autónomos, choques, enfrentamientos con bajas de ambas partes en varias regiones del movimiento zapatista, enfrentamientos de miles de bases de apoyo contra columnas del ejército federal para impedir nuevos asentamientos militares. En fin, todo eso define que 1998 se marque como línea de fuego.

En 1999, el ezln trata, como siempre trata, de voltear la tortilla. Vuelve a insistir en la palabra porque está encontrando respuestas a la pregunta de quién eres del lado de la sociedad civil, pero también de la clase política. Ya se empieza a ver, a definirse, el talante de la clase política que va a ser definitivo en el 2001 y 2002.

En 1999 se lanza la Consulta Nacional por los Derechos y la Cultura Indígenas, y los pueblos zapatistas dan una muestra de fortaleza al poder mandar a 2 500 varones y 2 500 mujeres a recorrer toda la República. La Consulta Nacional representa un esfuerzo organizativo no sólo del ezln, que ya llevábamos muchos años organizados, sino de mucha gente que no tiene organización y que se organiza no sólo para la consulta, sino para recibir a los delegados, transportarlos, preparar actividades de información y propiamente la consulta. Toda esta movilización le da al ezln, además de un apoyo fundamental para la ley sobre los Derechos y la Cultura Indígenas, un termómetro cabal de la relación que ha estado construyendo durante todo ese tiempo con la sociedad civil. Por ahí debe haber algunos datos en Rebeldía del esfuerzo organizativo que significó para la sociedad civil esa consulta.

Para nosotros 1999 es una respuesta al gobierno federal y a la política agresiva que había llevado en 1998, es una respuesta a los poderes de la Unión sobre la importancia de la ley indígena, pero, sobre todo, es una respuesta al ezln de un gran sector de la sociedad que estaba esperando construir una relación política con nosotros.

En el año 2000, ante el periodo electoral, el ezln se repliega y usa otra vez el eje de la palabra, pero ahora con el silencio. Se dan las elecciones, la derrota del pri, el ascenso de Fox y el ezln saca la carta. Después de valorar la Consulta Nacional y los encuentros que tuvo con diversos sectores sociales en el año 2000, lanza la Marcha del Color de la Tierra.

En la Marcha del Color de la Tierra, el ezln empieza a tratar de acercarse más a esa sociedad que percibe a partir de la Consulta de 1999, esa sociedad que tiene interés en construir algo nuevo, que es también lo que quieren los zapatistas. Y también el ezln se está haciendo una pregunta fundamental sobre la clase política mexicana -si tiene caso o no seguir construyendo una relación así. Se da la marcha con todos los actos que no voy a repetir aquí.

El ezln, después de que se da la votación en el Senado, en el Congreso de la Unión, obtiene una respuesta definitiva sobre la clase política mexicana.

El 2002 se dedica entonces a la preparación de lo que va a ser esa interlocución con la sociedad civil, y a construir, en los hechos, lo que ha venido demandando durante tanto tiempo.

En el 2003, ahora que se anuncia la construcción de las Juntas de Buen Gobierno, se avanza en la autonomía indígena y el EZLN ya se presenta como una alternativa no sólo en la palabra, sino también en la práctica. No estoy hablando de un ejemplo a seguir ni de una guía para la acción, sino como un referente. El ezln tiene un perfil político práctico que ofrecer a la hora que dialoga con otros. Un referente político-práctico, civil y pacífico, porque el referente que teníamos era el de una organización armada, el de que había que organizarse y levantarse en armas:

La creación de las Juntas de Buen Gobierno y los municipios autónomos significan ya otra alternativa, otra opción o referente para la sociedad.

A lo largo de todos esos años, desde 1994 al 2003, pero más marcadamente en 1996 y 1997, el ezln empieza a construir una relación con el mundo, con personas y movimientos a nivel internacional, una relación que tiene sus subes y bajas pero que va a ser importante para este proceso de construcción de un referente civil y pacífico, alternativo. Una especie de ensayo de otro mundo posible que es el que se está tratando de construir en las comunidades indígenas.

Eso es más o menos, a grandes rasgos, lo que puedo señalar de esos tres ejes: el eje del fuego y el de la palabra, dependiendo de la columna vertebral que es el eje de la organización de los pueblos. Y es a partir de ahí que se construye una relación con la sociedad civil, con sus propias características, y donde se da el proceso al que nos llevaron ellos, los políticos, en 2001, con el rechazo al reconocimiento de los derechos y la cultura indígenas".




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