LA VERDAD SOBRE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Por EL MILITANTE -
Wednesday, Apr. 20, 2005 at 5:00 AM
EL MILITANTE -
Versíon para imprimir | |
| |
La verdad sobre la Segunda Guerra
Mundial |
Sesenta aniversario
del día D |
Autor : Alan Woods Fecha :
( 18-Abril-2005 ) Categoria : Historia
|
n
junio de 2004 se cumplieron sesenta años del día que, en una mañana
desapacible de tormenta, las tropas aliadas desembarcaron en las
playas de Normandía. Este fue el Día D, la tan largamente aplazada
invasión de Europa. Una semana después de las celebraciones
oficiales visité Normandía con algunos amigos y compañeros. Hoy las
mismas playas están plácidas y tranquilas. Paseando por las playas
durante un brillante y soleado día de junio era difícil imaginar las
terribles escenas del caos y carnicería que se vivieron hace sesenta
años, cuando ni siquiera la mitad de los hombres consiguieron salir
de la Playa de Omaha porque antes fueron derribados por el fuego
asesino de las armas alemanas. La historia del Día D se ha
contado en muchas ocasiones. A la opinión pública ha llegado una
impresión conmovedora a través de películas como El día más largo y,
más recientemente, Salvar al soldado Ryan. Las recientes
celebraciones, acompañadas por toda una serie de documentales de
televisión, han reavivado las historias sobre la heroica invasión de
Francia, el terrible coste de vidas humanas, el sacrificio y el
valor. Todo esto es cierto, pero no nos cuenta toda la historia.
Los cementerios militares, con sus interminables hileras de
cruces, proporcionan una información detallada pero no pueden decir
todo lo ocurrido. El cementerio estadounidense es como un jardín
maravillosamente cuidado, con música de fondo de campanas que tocan
melodías como El himno de batalla de la república y ancianos
engalanados con medallas que lloran por los compañeros y la juventud
que perdieron. Hay una cosa curiosa que me llamó la atención.
Las cruces del cementerio norteamericano sólo ponen la fecha de la
muerte. No hay fecha de nacimiento. Parece que los soldados nunca
nacieron, sólo murieron. Para que fuera ésta su única función en la
vida. Murieron para que los demás puedan vivir en paz y democracia.
En cualquier caso esa es la leyenda oficial. La verdad sobre la
guerra es algo diferente. Pero en aniversarios como éste lo último
que se busca es la verdad. Las celebraciones oficiales del Día D
fueron como una elaborada pieza teatral. Como en el teatro, todo
estuvo cuidadosamente ensayado y orquestado. Este año el papel de
empresario lo jugó habilidosamente Jacques Chirac y el gobierno
francés. Como se podría esperar lo hicieron con gran brillantez. Los
pueblos y las ciudades estaban todos cubiertos con banderas de los
aliados y placas con frases como: “Bienvenidos libertadores” y
“Gracias”. Todo muy conmovedor. Sí, conmovedor, pero también un
poco sorprendente. Después de todo se trataba del sesenta
aniversario. En el cincuenta aniversario, que es una fecha más
lógica para las celebraciones, el escenario fue bastante diferente.
Las celebraciones entonces fueron a una escala mucho menor. Las
celebraciones oficiales prácticamente se limitaron a un puñado de
dignatarios. Muchos de ellos fueron acordonados para separarles del
público. ¿Cuál es la diferencia en esta ocasión? Claramente está
más en juego que la memoria histórica. Tiene más que ver con
nuestros propios tiempos y el hecho de que, después del
enfrentamiento entre Europa y EEUU con relación a Iraq, los
gobiernos europeos, y Francia en primer lugar, estaban ansiosos por
reparar los puentes rotos. Molesto por las críticas norteamericanas
de “ingratitud”, el gobierno francés está intentando demostrar su
compromiso sincero con la Alianza del Atlántico Norte. El
aniversario del Día D fue la excusa perfecta. Muchos antiguos
soldados estadounidenses que visitaron Francia durante las últimas
semanas sin duda quedaron sinceramente conmovidos ante la bienvenida
que recibieron de la población francesa normal, que a su vez era
sincera en su deseo de prestar un tributo a los soldados que
arriesgaron todo luchando una guerra sangrienta contra el fascismo.
Cuando los hombres y mujeres corrientes hablaban de su deseo de
vivir en paz y libertad, sin duda eran sinceros. Pero las palabras y
los hechos de la población corriente es una cosa y los de sus
gobiernos y clases dominantes es otra bien distinta.
La debilidad de Alemania
La
invasión a través del Canal en el verano de 1944 fue sin duda una
hazaña inmensa de planificación militar, que necesitó de unos
recursos y mano de obra colosales. Los alemanes habían fortificado
la línea costera con búnkeres y artillería, un enorme sistema
defensivo conocido como Muro Atlántico. A pesar de los duros
bombardeos las fuerzas alemanas mantenían una fuerza considerable.
Me sorprendió ver que, incluso hoy, varios búnkeres alemanes (con
algunas armas dentro aún) se mantienen en pie, desafiando el tiempo
como si fueran grotescos castillos arruinados rodeados de los
cráteres provocados por las bombas. Pero la historia de la
guerra demuestra que las murallas y los búnkeres son poco útiles si
no hay fuerzas serias para defenderlos. En 1940 Francia se sentía
segura detrás de las defensas supuestamente inquebrantables de la
Línea Maginot, hasta que el ejército alemán las rodeó. El comandante
alemán Rundstedt se quejó a sus colegas más cercanos de que la
muralla no era otra cosa que una gigantesca mentira, un “muro
propagandístico”. Creía que se debía atacar duramente a los
invasores mientras que éstos aún estaban en las playas y empujarlos
al mar. Esto requería blindados móviles y no unas defensas
estáticas. Desgraciadamente, Rundstedt sabía que sus fuerzas eran
reducidas y en general de pobre calidad: “La mayoría de las
tropas estacionadas en Francia eran chicos desentrenados o alemanes
de la etnia Volksdeutscheg procedente de Europa del Este. Incluso
había prisioneros de guerra soviéticos ¾ armenios, georgianos, cosacos y
otros grupos que odiaban a los rusos y querían ver libre su patria
de comunismo ¾ . El
armamento de las divisiones costeras era también de segunda fila, la
mayoría fabricado en el extranjero y obsoleto”. (M. Veranov. The
Third Reich at War, p. 490). Alarmado ante la perspectiva de una
invasión aliada de Francia, Hitler envió a su general más famoso, el
legendario mariscal Erwin Rommel ¾
antiguo comandante de las Afrikakorps ¾ , para asegurar las defensas
costeras. El alto mando alemán esperaba beneficiarse de la
experiencia de Rommel y de su sólido conocimiento técnico, también
esperaba que su presencia calmaría a la opinión pública alemana y
preocuparía a los aliados. Pero Rommel se quedó conmocionado al ver
la relativa debilidad de las defensas alemanas y particularmente por
la ausencia de fuerzas efectivas de lucha. “Rommel se quedó
consternado ante lo que encontró. Quedó conmocionado por la ausencia
de un plan estratégico global, al principio descartó la idea de la
Muralla Atlántica catalogándola de producto de la imaginación de
Hitler, la llamó Babia (Wolkenkucksheim). Inspeccionó las tropas y
vio que apenas eran las adecuadas, desechó a la Armada y la fuerza
aérea por ser casi inútiles. El Luftwaffe podría reunir a no más de
300 aviones de combate útiles frente a los miles de aviones
británicos y estadounidenses que se esperaba surcaran los cielos
cuando empezara la invasión de las playas, la Armada sólo tenía un
puñado de barcos. Dada la manifiesta debilidad de las fuerzas
alemanas, Rommel no encontró otra alternativa que centrar las
fuerzas en detener a los invasores al borde del agua. Por su
experiencia en el norte de África, estaba convencido de que los
aviones de combate y bombarderos aliados descartarían cualquier
movimiento a gran escala de las tropas alemanas ya que esperarían
contraatacar contra una cabeza de playa establecida”. (Ibíd., pág.
490). La única posibilidad para los alemanes era detener la
invasión en las playas. Como demuestran las líneas anteriores, esta
táctica estaba determinada por la debilidad y no por la fortaleza.
Los alemanes concentraron sus mejores fuerzas para este propósito,
con resultados letales. Cerca de Saint Laurent, todavía se puede ver
dentro de un búnker un poderoso cañón antitanque de 88 milímetros.
Desde esta posición estratégica, con un alcance que abarcaba toda la
Playa de Omaha, es fácil imaginar el efecto devastador de estas
armas, combinado con el fuego incesante de las ametralladoras
apuntando hacia la orilla, destruyendo los tanques y asesinando a un
montón de soldados. Era tal la intensidad del fuego alemán que
un comandante naval desembarcó prematuramente 29 tanques Sherman,
supuestamente anfibios, demasiado lejos de las aguas en calma y
cerca de la playa, 27 de estos tanques fueron directamente al fondo
del mar con todas sus tripulaciones. Esto dejó a los hombres del
Regimiento 116 sin los tanques vitales para cubrirles cuando
estuvieran en la playa. Sólo el primer día murieron, desaparecieron
o cayeron heridos más de 2.000 soldados estadounidenses y
británicos. A pesar de las enormes pérdidas sufridas en las
playas de Normandía una vez desembarcaron las fuerzas británicas y
estadounidenses el resultado era una conclusión inevitable. Las
fuerzas alemanas eran demasiado débiles para ofrecer una resistencia
efectiva. La razón de esta lamentable situación está clara. Hitler
había estado agotando las reservas estacionadas en Francia para
hacer frente a las enorme pérdidas que había tenido en el frente
ruso.
Intrigas imperialistas
El
desembarco de Normandía fue una operación militar impresionante y
costosa, pero no se puede comparar con la escala de la ofensiva del
Ejército Rojo en el Este. Esto era algo obvio para cualquiera que
tuviera el más mínimo conocimiento del desarrollo de la guerra,
incluidos los comandantes aliados y los gobiernos a los que
representaban. En agosto de 1942 el Estado Mayor Conjunto de EEUU
elaboró un documento que decía lo siguiente: “En la II Guerra
Mundial Rusia ocupa una posición dominante y es el factor decisivo
si se busca la derrota del Eje en Europa. Mientras que en Sicilia
las fuerzas de Gran Bretaña y EEUU se están enfrentando a dos
divisiones alemanas, el frente ruso está recibiendo la atención de
aproximadamente 200 divisiones alemanas. Cada vez que los aliados
abren un segundo frente en el continente, éste será un frente
secundario por que Rusia continuará centrando todas las fuerzas. Sin
Rusia en la guerra, el Eje no puede ser derrotado en Europa y la
posición de las Naciones Unidas se ha vuelto precaria”. (Citado en
V. Sipols. The Road to Great Victory, p. 133). Estas palabras
expresan con certeza la verdadera situación que existía en el
momento del desembarco del Día D. Pero una versión completamente
diferente de la guerra (y falsa) es la que normalmente se han
encargado de cultivar continuamente los medios de comunicación. La
realidad es que la guerra contra Hitler en Europa fue una lucha
principalmente encabezada por la URSS y el Ejército Rojo. Durante la
mayor parte de la guerra los británicos y los estadounidenses
permanecieron como simples espectadores. Después de la invasión de
la Unión Soviética en el verano de 1941, Moscú reiteradamente pidió
la apertura de un segundo frente contra Alemania. Pero Churchill no
se apresuró en complacerle. La razón no era tanto militar como
política. La política y la táctica de la clase dominante
británica y estadounidense en la Segunda Guerra Mundial no estaban
en absoluto dictadas por el amor a la democracia y el odio al
fascismo, como la propaganda oficial quiere hacernos creer, sino que
estaban dictadas por sus intereses de clase. Cuando Hitler invadió
la URSS en 1941, la clase dominante británica calculaba que Alemania
derrotaría a la Unión Soviética, que en este proceso Alemania
quedaría tan debilitada que permitiría matar dos pájaros de un tiro.
Es probable que los estrategas de Washington pensaran de una forma
más o menos similar. Pero los planes tanto de los círculos
dominantes británicos como estadounidenses resultaron ser totalmente
defectuosos. En lugar de ser derrotada por la Alemania nazi, la
Unión Soviética luchó e infligió una derrota decisiva a los
ejércitos de Hitler. La causa de esta extraordinaria victoria no
podrá ser admitida nunca por los defensores del capitalismo, pero es
una realidad patente. La existencia de una economía nacionalizada y
planificada dio a la URSS una enorme ventaja en la guerra. A pesar
de la política criminal de Stalin, que al inicio de la guerra casi
lleva a la URSS al colapso, la Unión Soviética fue capaz de
recuperarse y reconstruir su capacidad industrial y militar.
Sólo en 1943, la URSS fabricó 130.000 piezas de artillería,
24.000 tanques, armas autopropulsadas y 29.900 aviones de combate.
Los nazis, con todos los ingentes recursos de Europa tras ellos,
también aumentaron la producción, fabricaron 73.000 piezas de
artillería, 10.700 tanques y armas de asalto y 19.300 aviones de
combate. (Ver V. Sipols. Ibíd., pág. 132). Estas cifras hablan por
sí solas. La URSS, movilizando el inmenso poder de una economía
planificada consiguió producir más que el poderoso Wehrmacht. Ese es
el secreto de su éxito. Había otra razón para la formidable
capacidad de lucha del Ejército Rojo. Hace mucho tiempo Napoleón
insistía en la importancia decisiva de la moral en la guerra. La
clase obrera soviética estaba luchando para defender lo que quedaba
de las conquistas de la Revolución de Octubre. A pesar de los
monstruosos crímenes de Stalin y la burocracia, la economía
nacionalizada representaba una conquista histórica enorme, comparada
con la barbarie del fascismo ¾
la esencia destilada del imperialismo y el capital
monopolista ¾ , ésta era
una conquista por la que merecía la pena luchar y morir. La clase
obrera de la URSS hizo esto a una escala espantosa. El verdadero
punto de inflexión de la guerra fue la contraofensiva soviética de
1942, culminando con la Batalla de Stalingrado y más tarde en la aún
más decisiva Batalla de Kursk. Después de una feroz batalla que duró
una semana, la resistencia alemana colapsó. Para furia de Hitler,
que había ordenado al Sexto Ejército “luchar hasta la muerte”, el
general Paulus se rindió ante el ejército soviético. Incluso
Churchill, el rabioso anticomunista, tuvo que admitir que el
Ejército Rojo había “desgarrado los intestinos del ejército alemán”
en Stalingrado. Este fue un golpe devastador para el ejército
alemán. Aunque no están disponibles las cifras exactas, parece que
la mitad de los 250.000 hombres del Sexto Ejército murieron en
combate, o de frío, hambre o enfermedad. Unos 35.000 consiguieron
salvarse, pero de los 90.000 que se rindieron apenas 6.000
regresaron a Alemania. La victoria rusa les costó 750.000 muertos,
heridos o desaparecidos. El cuadro acumulativo fue incluso más
negro. En sólo seis meses de lucha, desde mediados de noviembre de
1942, el Wehrmacht había perdido 1.250.000 hombres, 5.000 aviones,
9.000 tanques y 20.000 piezas de artillería. Más de cien divisiones
fueron destruidas o dejaron de existir como unidades efectivas de
lucha. Martín Gilbert escribe lo siguiente: “En las primeras
semanas de 1943 el renacido Ejército Rojo parecía sufrir ataques por
todas partes. La Operación Estrella fue un masivo avance soviético
hacia el oeste del río Don. El 14 de febrero los rusos capturaron
Kharkov y más al sur se estaban aproximando hacia el río Dnieper”.
(M. Gilbert. Second World War). Mucho más que el desembarco de
Normandía, la batalla de Kursk en julio de 1943 fue la batalla más
decisiva de la Segunda Guerra Mundial. El ejército alemán perdió más
de 400 tanques en esta lucha épica. Después de este golpe
devastador, los ejércitos rusos comenzaron a empujar hacia atrás a
los alemanes, de nuevo hacia el frente occidental. Fue la mayor
ofensiva militar de toda la historia. Inmediatamente encendió las
luces de alarma en Londres y Washington. La verdadera razón del
desembarco de Normandía fue que si los británicos y estadounidenses
no abrían inmediatamente un segundo frente en Francia se habrían
encontrado con el Ejército Rojo en el Canal.
La
razón del conflicto Churchill-Roosevelt
Ya en ese
momento los círculos dominantes de Gran Bretaña y EEUU estaban
preparándose para el inminente conflicto entre occidente y la URSS.
La verdadera razón por la qué se dieron prisa en abrir el segundo
frente en 1944 fue detener el avance del Ejército Rojo. George
Marshall expresó la esperanza de que Alemania “facilitaría nuestra
entrada en el país para repeler a los rusos”. (Ibíd., Pág. 135).
Las diferencias entre Churchill y Roosevel sobre la cuestión del
Día D tenían un carácter político y no militar. Churchill quería
confinar la guerra de los aliados en el Mediterráneo, en parte con
un ojo en el Canal de Suez y la ruta hacia la India británica, y en
parte también porque contemplaba la posibilidad de invadir los
Balcanes para bloquear allí el avance del Ejército Rojo. En otras
palabras, sus cálculos se basaban exclusivamente en los intereses
estratégicos del imperialismo británico y la necesidad de defender
el imperio británico. Además, Churchill todavía tenía la esperanza
de que Rusia y Alemania quedaría exhaustos y que el frente oriental
quedaría en tablas. Los intereses del imperialismo
estadounidense y británico en este aspecto eran totalmente
contradictorios. Washington, mientras formalmente era un aliado de
Londres, en todo momento tenía el objetivo de utilizar la guerra
para debilitar la posición británica en el mundo y particularmente
romper su dominio completo de India y África. Al mismo tiempo,
estaba preocupado por detener el avance del Ejército Rojo y
conseguir el control de la debilitada Europa después de la guerra.
Eso explica la prisa de los estadounidenses para abrir un segundo
frente en Europa y la falta de entusiasmo de Churchill en ello.
Harry Kopkinks, el principal representante diplomático de Churchill,
se quejó de que las tácticas dilatorias de Churchill habían
“alargado el cronometraje de la guerra”. En agosto de 1943
Churchill y Roosevelt se reunieron en Québec en medio de una
poderosa ofensiva soviética. Las victorias soviéticas en Stalingrado
y Kursky obligaron a los británicos y norteamericanos a actuar. El
inexorable avance soviético obligó a Churchill a reconsiderar su
posición. De mala gana, Churchill cedió ante las insistentes
demandas del presidente estadounidense. Incluso así, la apertura del
segundo frente se retrasó hasta la primavera de 1944. Durante
toda la guerra la conducta de los imperialistas británicos y
estadounidenses estuvo dictada no por la necesidad de derrotar al
fascismo y defender la democracia, sino por las consideraciones
cínicas de la política de las grandes potencias. Las divisiones
entre Londres y Washington surgieron porque los intereses del
imperialismo británico y norteamericano eran diferentes e incluso
antagónicos. El imperialismo norteamericano no quería que Hitler
venciera porque eso habría creado un poderoso rival para EEUU en
Europa. Por otro lado, EEUU tenía interés en debilitar al
imperialismo británico y a su imperio, porque quería sustituir a
Gran Bretaña como primera potencia mundial después de la derrota de
Alemania y Japón. La decisión de abrir un segundo frente en
Italia estaba dictada principalmente por el temor a que, después del
derrocamiento de Mussolini en 1943, los comunistas italianos
llegaran al poder. El objetivo principal de los británicos y
estadounidenses era impedir que los comunistas italianos tomaran el
poder. Así que cuando el Ejército Rojo arrojó todo su peso sobre el
Wehrmacht en la batalla de Kursk, los británicos y estadounidenses
estaban cruzando las playas de Sicilia. En vano Mussolini pidió a
Hitler que le enviara refuerzos ya que toda la atención de éste
último se centraba en el frente ruso. La atención de Churchill
se centraba en el Mediterráneo, esta decisión estaba determinada por
consideraciones e intereses estratégicos del imperialismo británico
y su imperio. Sin embargo, desde finales de 1943 quedó claro para
los estadounidenses que la URSS estaba ganando la guerra en el
frente oriental y si no hacían algo el Ejército Rojo dominaría
Europa. Por eso Roosevelt insistió en la apertura del segundo frente
en Francia. Por otro lado Churchill constantemente lo retrasaba.
Esto provocó serias fricciones entre Londres y Washington, un
artículo publicado recientemente trata esta cuestión: “El
desembarco de Normandía estuvo precedido de una cantidad
considerable de maniobras políticas entre los aliados. Hubo muchos
desencuentros ante la cuestión del momento de llevarlo a cabo, los
nombramientos de los mandos y dónde se tendrían que producir
exactamente los desembarcos. La apertura del segundo frente se
pospuso un largo período de tiempo (inicialmente estaba previsto
para 1942) y fue una particular fuente de tensión entre los aliados.
Stalin en 1942 presionó a los aliados occidentales para que
iniciaran el ‘segundo frente’. Churchill defendía su retraso hasta
poder garantizar la victoria, prefería atacar primero Italia y el
norte de África”.
(http://encyclopedia.thefreedictionary.com/Battle%20of%20Normandy).
Las preocupaciones de los imperialistas se expresaron
abiertamente en una reunión de los Estados Mayores Conjuntos
británico y norteamericano que se celebró en El Cairo el 25 de
noviembre de 1943. Dijeron que “la campaña rusa había triunfado a
pesar de todas las esperanzas y expectativas [es decir, las
esperanzas de los rusos y las expectativas de sus “aliados”] y su
avance victorioso continúa”. Pero Churchill continuaba defendiendo
posponer la Operación Overlord.
Conflictos con
Stalin
Se decidió que la fecha de la invasión
sería el 1 de mayo, pero una anotación incluida en las actas de la
reunión decía: “No debemos considerar, sin embargo, ‘Overlord’ como
una fecha fija ya que el eje de toda nuestra estrategia puede
también cambiar. En realidad, la fuerza alemana en Francia durante
la próxima primavera podría, como objetivo a gran escala, ser algo
que haga completamente imposible Overlord”. Sería “inevitable
paralizar la acción en otros escenarios”. (Public Record Office.
Prem 3/136/5, vol. 2, pp. 77-8). ¿A qué otros escenarios hace
referencia aquí? La respuesta se encuentra en otra anotación
titulada: Entrada en la guerra de Turquía. En ella se decía que si
Turquía declaraba la guerra a Alemania eso iniciaría las
hostilidades en los Balcanes e “implicaría el aplazamiento de
‘Overlord’ hasta una fecha que podría ser el 15 de julio”. (Ibíd.,
pp. 106-7). En otras palabras, Churchill todavía estaba
concentrándose en el Mediterráneo y los Balcanes. Al referirse a
esto, George Marshall dijo al Estado Mayor estadounidense que “los
británicos podrían descartar ‘Overlod’ para entrar en los Balcanes”.
(John Ehrman. Grand Strategy. Vol. V. Agosto 1943-septiembre 1944.
pág. 117). La discusión sobre el segundo frente continuó en
Teherán, donde Stalin se reunió con Churchill y Roosevelt el 28 de
noviembre de 1943. Al día siguiente tuvo lugar el siguiente
intercambio entre Stalin y Churchill: “Stalin: Si fuera posible,
sería bueno emprender la Operación Overlord durante el mes de mayo,
el 10, 15 o 20. Churchill: No puede comprometerme a eso.
Stalin: Si Overlord se emprendiera en agosto, como dijo
Churchill ayer, esa operación no llevaría a nada a causa del mal
tiempo que hace en esa época. Abril y mayo son los meses más
adecuados para Overlord. Churchill: [...] No creo que se deban
abandonar y considerar insuficientes la mayoría de las posibles
operaciones en el Mediterráneo simplemente por evitar un retraso de
Overlord de dos o tres meses. Stalin: Las operaciones en el
Mediterráneo de las que habla Churchill en realidad son sólo
distracciones”. (The Teheran Conference. Pág. 97). Eso era
absolutamente correcto. Las operaciones en el Mediterráneo eran una
nimiedad comparadas con las batallas del frente oriental. Para
empeorar las cosas, las fuerzas británicas y estadounidenses en
Italia, aunque tenían una superioridad considerable sobre el
ejército alemán, avanzaban lentamente permitiendo al Wehrmacht mover
sus fuerzas desde Italia al frente ruso. El 6 de noviembre de 1943
Molotov tuvo que señalar que la Unión Soviética “estaba disgustada
por el hecho de que las operaciones en Italia se habían suspendido”
permitiendo con esto la transferencia de tropas al frente oriental.
“Es verdad que nuestras fuerzas están ganando terreno, pero lo están
haciendo a costa de muchas pérdidas”. (Citado por Sipols., Pág.
161). La lentitud del avance aliado en Italia no era una
casualidad. Es de conocimiento común que las fuerzas británicas y
norteamericanas podían haber tomado Roma sin batalla alguna después
de meses en Montecassino. Organizaron un desembarco en Anzio, más
allá de la costa de Montecassino y si hubieran avanzado rápidamente
hacia Roma podrían haber cercado a las tropas alemanas que se
encontraban atrincheradas en la Abadía de Montecassino. En cambio
malgastaron un tiempo precioso en construir su cabeza de puente
sobre la playa. Esto permitió reagruparse al ejército alemán y
construir una línea defensiva que básicamente contuvo a las tropas
aliadas en la playa de Anzio. Una vez ocurrido esto, no les quedó
otra alternativa que luchar a su manera a través de las formidables
líneas de defensa alemanas en Montecassino. Los aliados perdieron un
gran número de soldados y se quedaron empantanados durante meses.
Es evidente que los británicos y estadounidenses estaban
preocupados porque los partisanos llegaran al poder antes de la
llegada de las tropas aliadas. Pensaban que era mejor dejar a los
nazis luchar contra los partisanos y de este modo debilitar las
fuerzas de la resistencia. Así que, mientras los aliados luchaban
contra los alemanes en Italia, había un acuerdo tácito no declarado
entre las dos partes para detener al enemigo de clase común, en este
caso la clase obrera italiana. Sin embargo, regresando a la
cuestión del segundo frente, estaba claro que Roosevelt defendía una
posición diferente a la de Churchill. Los norteamericanos tenían sus
propias razones para querer satisfacer la demanda de la URSS de
abrir el segundo frente en Europa. Ellos estaban implicados en una
guerra sangrienta con Japón en el Pacífico, donde sus tropas habían
capturado una por una las islas tan duramente defendidas. Se dieron
cuenta de que desafiar a los poderosos ejércitos de tierra de Japón
en Asia sería una tarea formidable, a menos que el Ejército Rojo
lanzara una ofensiva contra los japoneses en China, Manchuria y
Corea. Stalin dejó claro que el Ejército Rojo atacaría a los
japoneses sólo después de que el ejército alemán fuera derrotado.
Esta era una razón de peso para que Roosevelt estuviera de acuerdo
con la exigencia rusa de iniciar Overlord y hacer caso omiso de las
objeciones británicas.
Los temores de Londres y
Washington
El rápido avance del Ejército Rojo en
Europa al final obligó a Churchill a cambiar de idea con relación a
Overlord. De una posición de inactividad supina en Europa, los
aliados se dieron prisa para entrar en acción. El temor del avance
soviético ahora era el principal factor en las ecuaciones tanto de
Londres como de Washington. Tan preocupados estaban los
imperialistas que elaboraron un nuevo plan, la Operación Rankin, que
implicaba un desembarco de urgencia en Alemania si ésta colapsaba o
se rendía. Estaban decididos a llegar a Berlín antes que el Ejército
Rojo. “Deberíamos llegar hasta Berlín [...]”. Roosevelt se dirigió a
los jefes del Estado Mayor en El Cairo en los siguientes términos:
“Los soviéticos podrían entonces tomar el territorio hasta el este y
Estados Unidos tendría Berlín”. (FRUS. The Conferences at Cairo and
Teheran. 1943. p. 254). A pesar de los éxitos del Ejército Rojo,
Hitler todavía tenía a su disposición unas fuerzas considerables. El
Wehrmacht seguía siendo una formidable maquinaria de lucha, con más
de diez millones de hombres, más de seis millones y medio de los
cuales estaban en el campo de batalla. Pero lo que nunca estuvo
claro en occidente es que dos tercios de éstos se concentraban en el
frente ruso. La única contribución de los británicos y
estadounidenses fueron las campañas de bombardeos que devastaron
ciudades alemanas como Hamburgo asesinando un gran número de
civiles, pero que fracasaron completamente en destruir el espíritu
de lucha alemán o detener la producción bélica. Las fuerzas
alemanas del frente oriental tenían 54.000 armas y morteros, más de
5.000 tanques y armas de asalto y 3.000 aviones de combate. A pesar
de los bombardeos aliados, las industrias bélicas de Hitler
aumentaron su producción en 1944. Fabricaron 148.200 armas, frente a
73.700 de 1943. La producción de tanques y armas de asalto pasó de
10.700 a 18.300 y los aviones de combate de 19.300 a 34.100. El
Ejército Rojo lanzó una amplia ofensiva a finales de diciembre de
1943 que arrastró todo a su paso. Después de liberar Ucrania,
hicieron retroceder a las fuerzas alemanas a través de Europa
oriental. El hecho es que tanto Roosevelt como Churchill (por no
mencionar a Hitler) habían subestimado a la Unión Soviética. En el
caso de que los aliados se encontraran con el Ejército Rojo, no en
Berlín sino en el interior de Alemania, y si no hubieran lanzado
Overlord cuando lo hicieron, se habían encontrado con las tropas
soviéticas en el Canal de la Mancha. Por eso el desembarco del Día D
se realizó ese día. Pero incluso después del desembarco de
Normandía de junio de 1944, el frente oriental siguió siendo el
frente de guerra más importante en Europa. Los ejércitos británico y
estadounidense llegaron a las fronteras de Alemania pero se
detuvieron allí. Por otro lado, el avance del Ejército Rojo fue el
más espectacular de toda la historia bélica. En diciembre de 1944 el
Alto Mando alemán decidió lanzar una contraofensiva en las Ardenas
(la Batalla de Bulge), con el objetivo de aislar a las tropas
estadounidenses y británicas en Bélgica y Holanda de las principales
fuerzas aliadas. El objetivo de esta ofensiva era más político que
militar. Hitler esperaba obligar a los británicos y estadounidenses
a firmar una paz por separado. Pero las fuerzas alemanas en el
frente occidental eran demasiado débiles para infligir un golpe
decisivo porque la mayoría estaba concentrada en el principal teatro
de operaciones en el este. El Wehrmacht avanzó unos noventa
kilómetros antes de ser detenido. Churchill escribió a Stalin
el 6 de enero de 1945: “La batalla en occidente es muy dura
y, en cualquier momento, el mando supremo podría tomar decisiones
importantes. Usted sabe por su propia experiencia lo difícil que es
la situación cuando hay que defender un frente muy amplio después de
perder temporalmente la iniciativa. Es el gran deseo del general
Eisenhower y necesita saber a grandes rasgos cual es su plan, ya que
obviamente afecta a las más decisiones importantes tanto suyas como
nuestras [...] Le agradecería que me dijera si podemos contar con
una importante ofensiva rusa en el frente de Vistula o en cualquier
otra parte durante el mes de enero [...] Considero la cuestión
urgente”. (Correspondence between the Chairman of the Council of
Ministers of the U.S.S.R. and the Presidents of the United States
and the Prime Ministers of Great Britain during the Great Patriotic
War of 1941-45. Vol. 1, Moscú. 1957. p. 294). Las fuerzas
soviéticas avanzaron el 12 de enero, haciendo retroceder al ejército
alemán hasta un frente más amplio. Los imperialistas británicos y
estadounidenses se encontraban en una situación difícil. Por un
lado, como demuestra la carta de Churchill, dependían de la fuerza
militar de la URSS para derrotar a Hitler. Por otro lado, estaban
aterrorizados de la revolución en Europa del Este y el rápido avance
del Ejército Rojo y el poder de la URSS. Detrás de las líneas
alemanas en el frente oriental, muchos miles de trabajadores y
campesinos soviéticos estaban realizando una guerra de guerrillas
heroica y desesperada. La noche del 19 de junio de 1944 más de diez
mil cargas de demolición colocadas por los guerrilleros soviéticos
dañaron sin posibilidad de reparación inmediata toda la red
ferroviaria alemana al oeste de Minsk. Las dos noches siguientes
estallaron otras cuarenta mil cargas en las líneas ferroviarias
entre Vitebsk y Orsha, y Polotsk y Molodechno. Líneas esenciales
para los refuerzos alemanes, las que unían Brest-Litovsk y Pinsk
también fueron atacadas, mientras que 140.00 guerrilleros
soviéticos, al oeste de Vitebsk y al sur de Polotsk, atacaban las
formaciones militares alemanas. Martin Gilbert escribe lo
siguiente: “Todo esto, sin embargo, sólo era el preludio de la
mañana del 22 de junio cuando el Ejército Rojo abrió su ofensiva de
verano. Con el nombre codificado de Operación Bagration, por el
general zarista, comenzó en el tercer aniversario de la invasión de
Hitler de Rusia, con una fuerza más grande que la de Hitler en 1941.
En total participaron 1.700.000 tropas soviéticas, apoyadas por
2.715 tanques, 1.355 armas autopropulsadas, 24.000 piezas de
artillería y 2.306 lanzacohetes, apoyadas por el aire con seis mil
aviones y por tierra con 70.000 camiones, además de cien trenes de
suministros diarios. En una semana, rompieron dos mil millas del
frente alemán y éstos tuvieron que retroceder hacia Bobruisk,
Stolbtsy, Minsk y Grodno, su posición en Rusia occidental quedó rota
para siempre. En una semana, murieron 38.000 soldados alemanes y
116.000 fueron tomados prisioneros. Los alemanes también perdieron
dos mil tanques, diez mil armas pesadas y 57.000 vehículos. El Grupo
Militar Alemán del Norte, sobre el que dependía casi todo, fue roto
en dos segmentos, uno se retiró hacia los estados bálticos y el otro
hacia Prusia oriental”. (M. Gilbert. Second World War. Pág. 544).
Las operaciones ofensivas en el frente occidental se reanudaron
en febrero. En realidad, las fuerzas británicas y estadounidenses se
encontraron con poca resistencia seria porque la gran mayoría de las
fuerzas efectivas de lucha de Hitler estaban en el frente oriental.
Esto permitió a las fuerzas británicas y norteamericanas avanzar a
lo largo del Rin. Eisenhower, el comandante supremo de la Fuerza
Expedicionaria Aliada en Europa, admitió que no se encontraron con
una oposición seria. Las dos divisiones estadounidenses que hicieron
el asalto sufrieron sólo un tercio de bajas”. (Dwight D. Eisenhower,
crusade in Europe. Nueva York, 1948, p. 389. El subrayado es mío)
El espíritu de lucha del ejército alemán quedó roto. Una media
de 10.000 soldados alemanes se rendía diariamente a los británicos y
estadounidenses. Pero en el frente oriental continuaban luchando
desesperadamente. La razón hay que buscarla en la política de
Stalin. Con Lenin y Trotsky los bolcheviques llevaron a cabo una
política internacionalista. Durante la sangrienta guerra civil que
siguió a la Revolución de Octubre, la Rusia soviética fue invadida
por veintiún ejércitos de intervención extranjeros. En determinado
momento el poder soviético quedó reducido a la zona que rodea Moscú
y Petrogrado, poco más que el territorio del antiguo Muscovy. Pero
la revolución consiguió derrotar a los imperialistas. La razón es
que los bolcheviques hicieron propaganda internacionalista entre las
tropas imperialistas. El resultado fueron motines en cada uno de
los ejércitos intervencionistas. El primer ministro británico Lloyd
George dijo que los soldados británicos tenían que retirarse de
Murmansk porque estaban “infectados con la propaganda bolchevique”.
En contraste, Stalin aplicaba una política nacionalista. No intentó
ganar a los soldados alemanes normales para que se volvieran contra
la SS nazi. En realidad, la política de Stalin era: “el único alemán
bueno es el alemán muerto”. Esto garantizó que el ejército alemán en
el frente oriental luchara hasta las últimas consecuencias,
provocando unas terribles bajas al ejército soviético. El
problema de Londres y Washington era que el Ejército Rojo estaba
extendiéndose por Europa como una ola irresistible. En sólo doce
días las tropas soviéticas avanzaron 500 kilómetros, es decir, 25-30
kilómetros diarios. El ejército alemán perdió 300.000 hombres y
100.000 fueron hechos prisioneros. En el momento en que las fuerzas
británicas y norteamericanas se habían recuperado de la Batalla de
Bulge y reiniciaron su avance el 8 de febrero, el Ejército Rojo
estaba sólo a 60 kilómetros de Berlín, mientras que los británicos y
los estadounidenses estaban aún a 500 kilómetros de distancia. A
principios de abril las fuerzas nazis fueron expulsadas de Polonia.
El 13 de abril las fuerzas soviéticas entraron en Viena. Los
dirigentes nazis sabían que habían perdido la guerra, pero un sector
de ellos esperaba una ruptura de la alianza entre la URSS, los
británicos y estadounidenses. La idea era entregar occidente y
mantener la lucha con los rusos en el este. Esto no era algo tan
imposible como puede parecer. Empezaron las negociaciones en Suiza
entre la Inteligencia Norteamericana en Europa, representada por
Allen Dulles, y el representante del Estado Mayor alemán en Italia,
el general de la SS Wolff, para tratar la rendición alemana en
Italia. Al tener conocimiento de estas negociaciones, los rusos
insistieron en su derecho a estar presentes en cualquier
negociación. Estaban preocupados ¾
con razón ¾ porque
sospechaban que el objetivo de esta rendición sería transferir las
tropas alemanas de Italia al frente oriental, para frenar el avance
del Ejército Rojo, de este modo permitiría a las fuerzas británicas
y estadounidenses avanzar más hacia el este. Churchill
escribió a Stalin con un aire de lastimosa
inocencia
| |
ARGENTINA.ELMILITANTE.ORG