ECUADOR :GUTIERREZ ES MÀS DE LO MISMO
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Friday, Apr. 22, 2005 at 3:03 PM
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Ecuador: La rebelión popular derroca a
Lucio Gutiérrez |
Alfredo Palacio es
más de lo mismo |
Autor : Miriam
Municio Fecha : ( 21-Abril-2005 ) Categoria : Internacional
|
tro
país latinoamericano se ha puesto en pie de guerra en las últimas
semanas. Tras las recientes movilizaciones en Bolivia contra el
presidente Carlos Mesa por su política de ataques a los
trabajadores, de privatización y de connivencia con las
multinacionales del petróleo que saquean los recursos del país,
ahora le ha tocado el turno a Ecuador. Lucio Gutiérrez, elegido con
el 55,5% de los votos en noviembre de 2002, ha caído frente al
movimiento de las masas trabajadoras y campesinas. Suspendido en el
aire durante meses, con una representación de cinco escaños en el
parlamento (de los cien que lo componen), con un ridículo 7% de
apoyo popular entre los 13 millones de ecuatorianos que habitan el
país, enfrentado a sectores de la oligarquía ecuatoriana, a sectores
de las capas medias y, lo más determinante en toda la situación, a
las masas pobres que han salido a la calle masivamente al grito de
“Fuera Lucio”, su caída no es más que la crónica de una muerte
anunciada.
La explosión social del 2000 lo dio a
conocer y lo llevó a ser popular entre los sectores más
desfavorecidos. La adopción por parte del entonces presidente, J.
Mahuad, de la dolarización de la economía ecuatoriana a finales de
1999 y de todo un paquete de medidas que significaban un
empobrecimiento aún mayor de la población (más del 60% ya en la
pobreza) culminó con la insurrección popular del 21 de enero de
2000, al frente de la cual se encontraba la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que derrocó al
gobierno de Mahuad. Sin embargo, debido a la falta de una política
revolucionaria consecuente y a pesar de tener el poder en sus manos
los dirigentes de este movimiento plantearon que no era el momento
de terminar con el capitalismo y transformar la sociedad y
permitieron a la burguesía hacerse nuevamente con el control. El
coronel Lucio Gutiérrez, se dio a conocer entonces por negarse a
reprimir a los trabajadores y campesinos y ponerse del lado del
descontento popular. Una vez que las aguas volvieron a su cauce fue
encarcelado. Fruto de la presión de la movilización, y previa
renuncia a su carrera militar, fue liberado. Fue entonces cuando
junto a otros oficiales forma un partido político, “Sociedad
Patriótica 21 de enero”, para presentarse a las presidenciales del
2002.
Estos son los antecedentes que permiten
entender la actitud que tuvieron en esas elecciones las masas pobres
hacia Lucio Gutiérrez. Un personaje que no era del todo fiable para
la burguesía ya que en una nueva oleada de la lucha de clases podría
optar por basarse en las capas populares y retar a quienes llevan
siglos gobernando para el beneficio de unos pocos. No muy lejos
tienen el ejemplo de Hugo Chávez. Sin embargo, rápidamente, Lucio
Gutiérrez se decantó por ser un fiel y sumiso aliado del
imperialismo norteamericano. En el 2003 pactó con el FMI un programa
de ajuste brutal: congelación salarial hasta el 2007, 120.000
despidos en el sector público, no reconocimiento del derecho de
huelga en el sector público, el aumento del precio del gas en un
375%, privatización del sector eléctrico, petrolero, teléfonos,
agua, etc. Las huelgas en distintos sectores han estado presentes
durante todo su mandato y en las elecciones municipales de octubre
de 2004 sufrió un fuerte revés electoral con un escaso 5% de los
votos. A diferencia de Chávez, Gutiérrez entró rápidamente en el
redil capitalista cavando su propia tumba.
Las
maniobras de Lucio Gutiérrez
Tras las elecciones
municipales la debilidad de Lucio Gutiérrez se hace más evidente.
Con el fin de evitar una moción de censura, se alía con dos de los
partidos burgueses tradicionales, el partido Renovador Institucional
Acción Nacional (PRIAN) y el Partido Rodolsista Ecuatoriano (PRE)
del ex presidente Abdalá Bucaram, que tuvo que salir huyendo del
país en 1997 por corrupto, ante la indignación popular. El precio
que impone el PRE a Gutiérrez es un cambio en la Corte Suprema de
Justicia (CSJ). El 8 de diciembre se cambian 27 de los 31 jueces que
forman la institución, siendo el nuevo presidente del CSJ un amigo
de Bucaram, que no tarda en actuar. La jugada se completa el 31 de
marzo cuando se anuncia la anulación de los juicios penales contra
los ex - presidentes Abdalá Bucaram y Gustavo Noboa (del PRIAN),
abriendo la puerta de su retorno al país e, incluso, a que se puedan
presentar en las presidenciales de 2006.
El 26 de
enero y el 16 de febrero se producen manifestaciones de 100.000
personas en Quito y Guayaquil, las dos principales ciudades del
país, que muestran el tremendo malestar que se vive. Al frente de
éstas se encuentran el alcalde de Quito, Paco Moncayo, de la
socialdemócrata Izquierda Democrática (ID) y el de Guayaquil, Jaime
Nebot, del derechista Partido Social Cristiano. Mientras los
manifestantes exigen claramente la salida de Gutiérrez, los alcaldes
insisten una y otra vez: “No queremos que se vaya. Sólo queremos que
rectifique”. Su objetivo es bien distinto al de los manifestantes.
En realidad, estos alcaldes tratan de apoyarse en un movimiento
fuerte en la calle para defender su posición y sus privilegios.
Quieren hacer fuerza para negociar con el presidente su cuota de
influencia en la judicatura que se ha visto mermada o eliminada, con
el cambio de jueces en el CSJ, en beneficio de otros sectores de la
burguesía ecuatoriana. Los trabajadores y campesinos ecuatorianos no
pueden confiar lo más mínimo en estos dirigentes, sus intereses en
esta lucha no son los mismos.
Vuelve Bucaram:
estalla la indignación
Pero la llegada al país de
Bucaram, a principios de abril, cambia el ambiente de forma radical.
La respuesta popular no se hace esperar. Una vez más, la grosería
política, el desprecio de la burguesía a los explotados desata la
indignación de las masas ante la manipulación e impunidad de los
poderosos. El 5 de abril se dan las primeras movilizaciones, sobre
todo, en la capital. 3.000 manifestantes al grito de “Fuera Lucio”
van a la sede del Congreso donde son reprimidos contundentemente y
hay más de 100 afectados por los gases lacrimógenos. Se forma la
Asamblea Ciudadana de Quito, presidida por el Alcalde, Paco Moncayo,
y autoridades de seis provincias, todos ellos de ID y del partido
Pachakutik (brazo político de los indígenas de la CONAIE). El 11 de
abril se anuncia un paro en la provincia de Pichincha, donde se
encuentra Quito. A partir del 12 de abril se llama a la huelga
general indefinida. El Alcalde de Quito está dispuesto a desconvocar
el paro si en la reunión del congreso se llega a un acuerdo.
Estos dirigentes, que quieren limitar la lucha a la
cuestión de la Corte Suprema y volver a la tranquilidad lo antes
posible, serán sobrepasados por el propio movimiento en los días
posteriores. La CONAIE se suma a la movilización el 13 de abril. El
presidente, intentando frenar un movimiento que teme se le vaya de
las manos, envía un proyecto de ley al Congreso para cambiar el CSJ.
Ya es demasiado tarde. Y es que la vuelta de Bucaram no ha sido más
que el accidente que ha hecho estallar el malestar y la frustración
acumulada por la población en un país marcado por la grave situación
económica y donde la miseria crece al lado de la opulencia y la
corrupción.
“Que se vayan todos”
El rechazo al gobierno de Lucio Gutiérrez no se
puede explicar sólo por su actuación con la CSJ, sino por su
política de ataques sociales y alianza con el imperialismo. El grito
de guerra es “Que se vayan todos”, además de “Fuera Lucio”, lo que
refleja el rechazo a todos los políticos burgueses y la falta de
confianza en un sistema, el capitalista, que es fuente de abusos,
corrupción y miseria.
La visita en marzo del director
general del FMI, Rodrigo Rato, a Ecuador no fue ningún detalle. Al
día siguiente hubo una movilización de decenas de miles de personas
en Quito para rechazar sus planes (despido de 5.000 empleados
públicos, recorte del gasto social, eliminación de subsidios y la
apertura de los sectores petrolero y energético al capital privado).
Todo esto en un país en el que el 20% de la población más rica,
absorbe el 60% del Producto Interior Bruto, mientras que el 25% más
pobre recibe el 4% del PIB; en el que los índices de desempleo y
subempleo alcanzan el 46% de la población activa, o en el que el 45%
de la población no dispone de agua potable.
Tras esta
visita y cediendo a las presiones de Rato, Lucio Gutiérrez, envió al
parlamento, con carácter de urgencia, un dardo envenenado para
campesinos y trabajadores: la Ley Orgánica de Racionalización
Económica del Estado, más conocida como “Ley Topo”. Un nuevo ataque
salvaje que pretende privatizar la seguridad social, las eléctricas,
flexibilizar el mercado laboral y la entrega de pozos petroleros muy
rentables del Estado a las multinacionales.
Estado
de emergencia frente al aumento de las protestas.
El 13 de abril es una fecha clave. En Quito se
paraliza el transporte público, los centros educativos y las
oficinas municipales. A lo largo del día se van extendiendo las
protestas y pasado el mediodía se registraban 46 marchas de protesta
por todo el país: Pichincha, Carchi, Imbabura, Chimborazo, Azuay...
Sin embargo, es por la tarde y por la noche cuando se percibe la
fuerza real de la movilización. La emisora Radio la Luna, en Quito,
hace llamamientos a salir a las calles y da voz al pueblo. Miles y
miles de personas se juntan para llegar a las instalaciones de la
CSJ y, a pesar de la fuerte represión con decenas de heridos y
detenidos, unos cuantos centenares van hasta la casa de Lucio
Gutiérrez a gritarle “Lucio fuera” y “El pueblo unido jamás será
vencido”. La altanería y falta de conexión con la realidad del
presidente queda en evidencia cuando califica de “forajidos” a los
manifestantes. Es evidente que quiere mostrar una posición de
firmeza para amedrentar a los que protestan. Además, se siente
seguro porque esa misma semana ha recibido el apoyo del jefe de
Estado mayor de las Fuerzas Armadas de EEUU. Las protestas continúan
en los días siguientes y se van radicalizando.
El
viernes 15 de abril se produce un punto de inflexión. Ante el
ascenso de la movilización, el presidente rodeado de militares
(aunque con alguna ausencia significativa, que hace pensar en las
primeras divisiones en el ejército) anuncia a través de la
televisión el estado de emergencia “con el objeto de paralizar o
neutralizar la movilización social que amenaza con desbordarse y
terminar con la presidencia”, se recortan los derechos de reunión,
manifestación, se permite a las autoridades registrar las casas sin
orden judicial, etc. A la vez anuncia la disolución de la Corte
Suprema de Justicia. Con esta medida intenta calmar los ánimos de
sus opositores en el parlamento, de los sectores de la burguesía
descontentos con su actuación y, por otra parte, busca aterrorizar a
los sectores populares que se vienen manifestando
ininterrumpidamente durante toda la semana y si es necesario,
reprimir en sangre su protesta. De hecho, ya ha empezado a organizar
grupos de choque como el grupo “Cero corrupción”, al estilo de las
bandas fascistas, para provocar enfrentamientos y justificar la
intervención del ejército e, incluso, un golpe militar. En los
alrededores de Radio la Luna un grupo de unos 40 provocadores
intenta atacar las instalaciones, pero la intervención de miles de
personas contra ellos lo impide.
Miles y miles de
manifestantes salen a las calles desafiando el estado de emergencia,
el ejército no actúa y en menos de 20 horas se anuncia el
levantamiento del estado de excepción y la celebración de una sesión
extraordinaria del congreso para el domingo 17 de abril para que el
congreso ratifique el cese del CSJ (lo cual no quiere decir que se
vuelva a reabrir el caso de los ex presidentes corruptos).
Es evidente que el presidente sale derrotado en esta
pulseada. Al retroceder dio un mayor impulso al movimiento popular
que, además, percibe más nítidamente la debilidad del gobierno.
Sectores de las fuerzas armadas estaban incómodos por la actuación
del presidente, la embajadora de EEUU en Ecuador tuvo que llamar a
la prudencia y al diálogo al presidente al igual que la Conferencia
Episcopal Ecuatoriana y, el vicepresidente, Alfredo Palacio, salió
públicamente criticando el estado de emergencia. La burguesía ya
estaba buscando recambio a un presidente que olía a cadáver
político. El vicepresidente, que durante el último año se había ido
distanciando de Gutiérrez, y que ahora le exigía que reconociera
“los errores cometidos o corre el riesgo de enfrentar una disolución
de la nación”, podía ser una buena opción.
Lucio
huye. Alfredo Palacio más de lo mismo.
Lucio
Gutiérrez se encierra en el Palacio presidencial de Carondelet y
sigue minimizando el movimiento y negándose a ver la realidad: “creo
que tenemos más de 2 millones de habitantes (en la capital), y creo
que las marchas no han sobrepasado las 10.000, las 20.000 personas,
con lo cual el 1% de las personas es el que está activamente
manifestándose” y “en el resto del país la situación está
completamente tranquila… mientras aquí dicen Lucio fuera, allá dicen
Lucio reelección”.
Mientras tanto, lejos de amainar,
las protestas continúan. A las cinco de la tarde del 19 de abril más
50.000 personas bajan por las calles de Quito hacia el centro
histórico, pero 4.000 efectivos policiales los esperan y empieza la
represión. Cae el primer muerto de esta explosión social, un
camarógrafo chileno que se asfixia por los gases lacrimógenos. Al
día siguiente una mujer será asesinada a manos de la policía. En dos
días hay más de 180 heridos y decenas de detenidos. En un último
intento, a la desesperada, Gutiérrez le pide a Bucaram que abandone
el país. El 20 de abril por la mañana hay convocadas manifestaciones
de estudiantes de secundaria y universitarios. El ambiente se va
caldeando y la situación se hace incontrolable. Finalmente, varios
manifestantes consiguen entrar en el interior del congreso que se ha
visto obligado por la presión del movimiento popular, a cesar a
Lucio Gutiérrez. La plaza donde se encuentra el congreso se llena
para celebrar la marcha de Lucio, pero la indignación sigue siendo
muy fuerte y numerosos grupos de gente se agolpan en el aeropuerto
desde donde saben que huirá el hasta esa tarde presidente. Las
últimas noticias hablan de que ha pedido asilo en Brasil,
rápidamente la gente ha rodeado la embajada brasileña en Quito en
señal de protesta.
Mientras, en un intento por
controlar la situación, el congreso nombraba como nuevo presidente
al hasta entonces vicepresidente, Alfredo Palacio. Como dice el
refrán son “los mismos perros con distintos collares”. Sus primeras
declaraciones han sido “hoy han terminado la dictadura, la
inmoralidad, la prepotencia, el terror y el miedo. Aquí no va haber
perdón ni olvido”. Sin embargo, los gritos contra él tampoco se han
hecho esperar. Palacio no es más que otro representante de los
capitalistas cuyos intereses nada tienen que ver con los de los
trabajadores y campesinos pobres de Ecuador. Estamos asistiendo a
una nueva maniobra dilatoria de la burguesía para mantener el poder
en sus manos.
Es necesaria una alternativa
revolucionaria
Las masas ecuatorianas han ganado
el primer asalto de esta lucha. Sin embargo, el objetivo no era
únicamente echar a Lucio Gutiérrez del gobierno sino terminar con el
sistema que él encarnaba. Por eso es fundamental continuar con la
movilización hasta que se vayan todos los políticos burgueses.
Para ello es necesario que el movimiento se enfrente
a la burguesía con un programa independiente, en el que se plante
junto al castigo a los corruptos y a los responsables de las muertes
de estos días, reivindicaciones contra las políticas de ajuste y por
mejoras concretas de las condiciones de vida de las masas: no a la
privatización de los recursos naturales, no a la “Ley Topo”, no a
los despidos, etc. y explicando que la única forma consecuente de
defender y conseguir esto es rompiendo con el capitalismo y
defendiendo una política auténticamente revolucionaria que pasaría
por la necesidad de expropiar a los grandes capitalistas,
latifundistas y a la banca para poner todos esos recursos bajo
control democrático de los trabajadores y campesinos ecuatorianos
para poder hacer frente a las verdaderas necesidades sociales.
En los barrios populares de Quito se planteó, durante
el estado de emergencia, la formación de asambleas barriales para
designar delegados que los representaran en una asamblea o cabildo
general. Poner en marcha esas asambleas barriales y extenderlas a
nivel local, provincial y nacional es clave para mantener la
movilización y ampliarla a más capas, darle un carácter unificado y
coordinado en todo el país. Éste tiene que ser el camino para
construir una alternativa de poder obrero al poder de la burguesía.
La última palabra aún no está dicha.
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