Lenin solía decir que la política
es economía concentrada. La piedra angular del materialismo histórico es
que, en última instancia, la viabilidad de cualquier sistema
socioeconómico depende de su capacidad de desarrollar los medios de
producción. Marx ya lo explicó en la Introducción a la crítica de la
economía política, donde explica la relación entre las fuerzas
productivas y la "superestructura": "En la producción social de su
existencia, los hombres contraen determinadas relaciones de producción que
corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales... el modo de producción de la vida material
determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general.
No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, el ser social es lo que determina su conciencia" (Marx,
Introducción a la crítica de la economía política. Miguel
Castellote Editor. Madrid. 1976, pp. 64-65).
El marxismo no tiene nada en
común con esa caricatura que afirma que Marx y Engels "reducían todo a
economía". Marx y Engels respondieron en muchas ocasiones a este
disparate, como se puede comprobar en el siguiente extracto de una carta
de Engels a José Bloch: "Según la concepción materialista de la historia,
el factor que en última instancia determina la historia es la
producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado
nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor
económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una
frase vacua, abstracta y absurda" (Engels, Obras Escogidas de Marx y
Engels. Editorial Progreso. Moscú. 1978, p. 514. Subrayado en el
original).
El materialismo histórico no
tiene nada que ver con el fatalismo. Nuestro destino no está
predeterminado por las leyes económicas, ni los hombres y mujeres son
títeres de "fuerzas históricas" ciegas. Pero tampoco son agentes
completamente libres, capaces conformar su destino sin tener en cuenta las
condiciones existentes impuestas por el nivel de desarrollo de la
economía, la ciencia y la técnica, que, en última instancia, determina la
viabilidad de un sistema socioeconómico. Citemos de nuevo a Engels: "Los
hombres hacen su historia, cualesquiera que sean los rumbos de ésta, al
perseguir cada cual sus fines propios propuestos conscientemente; y la
resultante de estas numerosas voluntades, proyectadas en diversas
direcciones, y de su múltiple influencia sobre el mundo exterior, es
precisamente la Historia" (Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana. Ibíd, p. 385).
El marxismo no reduce la Historia a
economía. No elimina el factor subjetivo —la
actividad consciente de hombres y mujeres conformando su destino—. En
realidad, Marx explicaba que, aunque el desarrollo de las fuerzas
productivas era decisivo en última instancia, eso no significa en absoluto
que la relación entre la base económica y la "superestructura" sea
automática y mecánica. Tampoco es un proceso de una sola dirección. La
superestructura política, ideológica, diplomática e incluso religiosa,
interactúa dialécticamente en la base económica y afecta a su
desarrollo.
Engels, escribió una maravillosa
carta a Conrad Schmidt en octubre de 1890, en ella señala que en el
desarrollo de las fuerzas productivas pueden influir muchos tipos de
factores: "La producción es, en última instancia, lo decisivo. Pero cuando
el comercio de productos se independiza de la producción propiamente
dicha, obedece a su propia dinámica, que aunque sometida en términos
generales a la dinámica de la producción, se rige, en sus aspectos
particulares y dentro de esa dependencia general, por sus propias leyes
contenidas en la naturaleza misma de este nuevo factor. La dinámica del
comercio de productos tiene sus propias fases y reacciona a la vez sobre
la dinámica de la producción". Y cita, "el descubrimiento de América fue
debido a la sed de oro, que antes había impulsado a los portugueses a
recorrer el continente africano". Lo último se podría englobar en la
categoría de accidente histórico, y por lo tanto, imprevisible.
Pero tuvo consecuencias muy profundas en el desarrollo del capitalismo.
Igualmente, como explica Engels, la conquista de la India por los
portugueses, holandeses e ingleses tuvo también resultados completamente
imprevistos. Intentaban importar mercancías de la India, y nadie en ese
momento soñaba con exportar mercancías allí. Pero con la conquista militar
crearon las condiciones para el desarrollo de un mercado en la India: "lo
que creó y desarrolló la gran industria fue la necesidad de
exportar a esos países" (Marx y Engels, Selected
Correspondence, pp. 778-9, en la edición inglesa).
De este modo, elementos externos
al funcionamiento normal del ciclo capitalista pueden modificarlo
profundamente. Las guerras, las conquistas militares, los descubrimientos
científicos, incluso los accidentes juegan su papel. Lo mismo ocurre con
el Estado, como explica Engels en la misma carta: "La sociedad crea
ciertas funciones comunes, de las que no puede prescindir. Las personas
nombradas para ellas forman una nueva rama de la división del trabajo
dentro de la sociedad. De este modo, asumen también
intereses especiales, opuestos a los de sus mandantes, se independizan
frente a ellos y ya tenemos ahí el Estado. Luego, ocurre algo parecido a
lo que sucede con el comercio de mercancías, y más tarde con el comercio
de dinero: la nueva potencia independiente tiene que seguir, en términos
generales, al movimiento de la producción, pero reacciona también, a su
vez, sobre las condiciones y la marcha de ésta, gracias a la independencia
relativa a ella inherente, es decir, a la que se le ha transferido y que
luego ha ido desarrollándose poco a poco. En un juego de acciones entre
dos fuerzas desiguales: de una parte, el movimiento económico, y de otra,
el nuevo poder político, que aspira a la mayor independencia posible y
que, una vez instaurado, goza también de movimiento propio. El movimiento
económico se impone siempre, en términos generales, pero se halla también
sujeto a las repercusiones del movimiento político creado por él mismo y
dotado de una relativa independencia: el movimiento del poder estatal, de
una parte, y de otra el de la oposición, creada al mismo tiempo que aquel"
(Ibíd, p. 840).
En la misma carta Engels explica
que incluso la religión y otras manifestaciones ideológicas, juegan un
papel importante en el desarrollo de la sociedad, e incluso en la
economía: "Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún
más alto en el aire: la religión, la filosofía, etc., éstas tienen un
fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la
historia se encuentra y acepta. Estas diversas ideas falsas acerca de la
naturaleza, el carácter del hombre mismo, los espíritus, las fuerzas
mágicas, etc., se basan siempre en factores económicos de aspecto
negativo; el incipiente desarrollo económico del periodo prehistórico
tiene por complemento, y también en parte por condición, e incluso por
causa, las falsas ideas acerca de la naturaleza. Y aunque las necesidades
económicas habían sido y lo siguieron siendo cada vez más, el acicate
principal del conocimiento progresivo de la naturaleza, sería, no
obstante, una pedantería querer buscar a todas estas necedades primitivas
una explicación económica. La historia de las ciencias es la historia de
la gradual superación de estas necedades, o bien de su sustitución por
otras nuevas, aunque menos absurdas. Los hombres que se cuidan de esto
pertenecen, a su vez, a órbitas especiales de la división del trabajo y
creen laborar en un campo independiente. Y en cuanto forman un grupo
independiente dentro de la división social del trabajo, sus producciones,
sin exceptuar sus errores, influyen sobre todo el desarrollo social,
incluso el económico. Pero, a pesar de todo, también ellos se hallan bajo
la influencia dominante del desarrollo económico" (Ibíd, pp.
482-3). Qué diferencia entre estas afirmaciones tan cuidadosas y precisas
de Engels, con la vulgar caricatura del "marxismo" mecánico que intenta
reducir la riqueza de la dialéctica a una fórmula simple y
estéril.
El ciclo
capitalista
Si se miran los doscientos años
de historia del capitalismo, enseguida es evidente que el ciclo
boom/recesión (el ciclo económico) es algo normal en el desarrollo
capitalista. Siempre ha existido y siempre existirá, hasta que el sistema
capitalista desaparezca de la escena histórica. Pero, aquí no se agota la
cuestión de las peculiaridades del desarrollo capitalista. Un nuevo examen
de la historia demuestra que, además del ciclo normal de boom/recesión,
hay periodos más largos que tienen sus propias características. Aunque
fecha y duración exactas de cada periodo puede ser un tema de discusión,
en líneas generales, es posible establecer la existencia de varios
periodos de este estilo. Para tal propósito tomemos los siguientes
periodos: 1848-79, 1880-93; 1894-1914; 1915-39 y 1940-74.
Cada uno de estos periodos de
desarrollo capitalista ha tenido un carácter diferente de los demás. Por
ejemplo, el largo periodo de casi veinte años antes de la Primera Guerra
Mundial, al igual que el periodo 1948-74, se caracterizaron por un gran
desarrollo de las fuerzas productivas. Esto dejó su sello en todo el
periodo, y afectó a las relaciones entre las clases y a la conciencia de
cada clase. A consecuencia del crecimiento económico, pleno empleo y
mejora del nivel de vida en los países capitalistas desarrollados, hubo un
largo periodo de relativa paz social. Por supuesto hubo excepciones, en
particular, la Revolución Rusa de 1905. De la misma manera, los
acontecimientos revolucionarios franceses de 1968 ocurrieron en el punto
máximo del auge económico de la posguerra. Pero esta no fue la imagen
generalizada, en general, fue el periodo clásico del reformismo, y no
de la revolución.
Debemos recordar, que este largo
periodo de auge económico fue la razón objetiva para la degeneración
reformista y nacionalista de todos los partidos de la Segunda
Internacional antes de 1914. Basándose en esto y de una forma
completamente empírica, los dirigentes de la Segunda Internacional
imaginaron que el capitalismo había solucionado sus problemas. Bernstein,
sólo fue el primero en decir que la clase obrera ya no existía, que las
crisis eran cosas del pasado, y que ya no era necesaria la revolución.
Este era el sueño de los reformistas que creían ser grandes realistas:
pacífica, gradualmente, a través de reformas sería posible transformar la
sociedad. Todas aquellas ilusiones terminaron en sangre, obscenidad y el
gas venenoso de la primera gran carnicería imperialista. La Primera Guerra
Mundial (1914-18) abrió un periodo completamente nuevo, radicalmente
diferente al anterior. El periodo entre guerras estuvo caracterizado no
por la paz y la estabilidad, sino por la guerra, la revolución y la
contrarrevolución. Empezando con la Revolución Rusa de 1917, fue un
periodo de lucha de clases tormentoso, que cambió decididamente la opinión
de la clase, y acabó violentamente con las viejas ilusiones. Sacudió las
organizaciones de masas, provocando escisión tras escisión y abrió enormes
posibilidades para el desarrollo del marxismo.
En los debates dentro de la
Internacional Comunista a principios de los años veinte, se discutía
intensamente la cuestión del ciclo económico. Los ultraizquierdistas
defendían la idea de que existía la crisis final del capitalismo.
Sostenían que el capitalismo colapsaría debido a sus propias
contradicciones. Lenin y Trotsky, por el contrario, decían que no existe
"la crisis final del capitalismo", en el sentido de un colapso automático
del sistema. Si se le deja a su merced, el sistema capitalista siempre
encontrará una salida, aunque con un coste terrible para la clase obrera y
la civilización humana. A menos que, y hasta que el capitalismo no sea
derrocado por la clase obrera, éste siempre encontrará salida incluso a la
crisis más profunda. El destino de la sociedad no se decide mecánicamente
por el juego ciego de las fuerzas económicas, sino por la lucha de clases,
en la cual, la organización, la conciencia y la dirección juegan un papel
tan decisivo como la guerra entre las naciones.
Nikolái Dmítrievich Kondrátiev,
era el director del Instituto de Investigaciones Económicas de Moscú a
principios de los años veinte. Fue un economista dotado y original con
destino trágico. Como muchos intelectuales destacados que surgieron en los
primeros años del poder soviético, terminó su vida en un campo de trabajo
de Stalin. La naturaleza trágica de su muerte, y la naturaleza arriesgada
y original de su hipótesis, han rodeado su nombre de un aura casi mística.
En algunos círculos es visto como un gran gurú, y su teoría de las
ondas largas sirve para explicar (además de predecir) periodos
históricos amplios.
Sus teorías aparecieron al inicio
de los años veinte, primero en una serie de artículos y después salieron a
la superficie en el Tercer congreso de la Internacional Comunista en 1922.
En 1924, publicó un artículo titulado El concepto dinámico y
estadístico y las fluctuaciones económicas en el que incluye sus tesis
básicas. Al año siguiente resumió sus ideas en un libro. Pero esta vez el
clima en la Unión Soviética había cambiado. El ascenso de la burocracia
estalinista significaba que todo aquel que no siguiera servilmente los
dictados de la dirección, corría el peligro de caer en desgracia. Mientras
que en 1922, Trotsky respondía a Kondrátiev con argumentos, el régimen de
Stalin utilizaba otros métodos para liquidar las diferencias. Kondrátiev
fue silenciado, destituido de su cargo y cayó en la oscuridad. Después, a
finales de 1930, cuando Stalin utilizaba ya los métodos que luego se
convertirían en las infames purgas, arrestaron de repente a Kondrátiev y
le acusaron de dirigir el inexistente Partido de Trabajadores y
Campesinos. El cargo era absurdo, sin ni siquiera un juicio farsa,
enviaron a Kondrátiev a Siberia donde murió en circunstancias todavía sin
clarificar.
En el último periodo, las teorías
de Kondrátiev han disfrutado de renovada popularidad entre economistas
burgueses y algunos que se consideran marxistas. Es una de esas ironías en
la que es rica la historia, que los economistas burgueses utilicen las
ideas de Kondrátiev para justificar que el sistema capitalista puede
continuar existiendo indefinidamente a tavés de una serie interminable de
ondas largas, en las cuales a los largos periodos descendentes les
siguen automáticamente largos periodos ascendentes y así continuamente.
Parece una versión económica de la "máquina de movimiento perpetuo", que
durante siglos muchas personas intentaron descubrir pero sin ningún
resultado.
Ante todo, hay que dejar claro
que Kondrátiev no era un marxista. Su conversión al comunismo era
reciente, da fe de ello su presencia en el Gobierno Provisional de
Kerensky, donde fue ministro de Alimentación. Por supuesto, esto de
ninguna manera invalida las opiniones de Kondrátiev, ni le desacredita
como persona. Todo lo contrario, después se pasaría directamente al lado
de la Revolución de Octubre. Pero sí sirve para mostrar lo alejado que
estaba del marxismo y lo superficial que era su comprensión de las ideas y
el método marxista, y por eso los absurdos esfuerzos de muchos que
intentan presentarle como un gran economista marxista que desarrolló las
teorías de Marx.
Kondrátiev era lo que después se
describiría como un profesor rojo. Pertenecía a esa categoría
descrita por Trotsky como simpatizantes, es decir, aquellos
intelectuales que se adhirieron a la Revolución de Octubre y al
bolchevismo, sin haber absorbido las ideas y métodos fundamentales del
marxismo. Hubo muchos como él. La revolución atrajo a todo lo mejor de la
antigua intelectualidad. Estos hombres y mujeres se dedicaron sinceramente
a la causa del socialismo, pero carecían de los años necesarios de
experiencia y de la formación teórica que les permitiera adquirir una
verdadera comprensión marxista. Resulta inevitable que con ellos trajeran
la pesada maleta de la ideología y la perspectiva burguesa. Ninguno
comprendía la dialéctica. La mayoría a menudo intentaba enmascarar su
ausencia de método filosófico recurriendo a métodos de razonamiento
formalistas. El formalismo quizá sea el rasgo más característico de la
psicología de los simpatizantes, bien sea en el arte, la literatura, la
táctica militar o la economía.
El formalismo es una
característica del pensamiento burgués, y sobre todo de los intelectuales
formados en la universidad. Es la base de la lógica formal. Este método
consiste en la elaboración de una hipótesis más o menos arbitraria, basada
en un puñado de datos seleccionados y después se intenta justificar la
hipótesis con una nueva aportación de cualquier dato que pueda
corroborarla. Este método es conocido por los estudiantes de posgraduado
que tienen que defender una tesis doctoral. El aspecto positivo de este
método es que a menudo arroja nuevas e interesantes ideas o iluminan las
teorías ya existentes. Pero el aspecto negativo, es que pueden llevar a
conclusiones equivocadas y arbitrarias, lo que identificamos como
sofistería. Por cada tesis doctoral que lleva a nuevo descubrimiento, hay
cien que se pueden arrojar al cubo de basura.
Hegel dijo que "lo que debe
motivar a todo aquel relacionado con la ciencia es el deseo de alcanzar
una comprensión racional, y no simplemente la acumulación de una gran
cantidad de datos". Más allá de los hechos y las cifras existe un proceso
más profundo. Kondrátiev intentó comprender estos procesos, pero su método
le impedía sacar las conclusiones correctas de la información de la que
disponía. Y como veremos, incluso la información utilizada, no demostraba
en absoluto su tesis básica. La forma en la cual Kondrátiev desarrolló la
teoría de las "ondas largas", es muy típica del método universitario.
Embarcó a su Instituto en una serie de estudios sobre la economía mundial
durante y después de la Primera Guerra Mundial. Basándose en estos datos
limitados, Kondrátiev llegó en primer lugar a la conclusión de la
existencia de los ciclos económicos largos, su método se podría describir
como estadístico, y es muy característico de los economistas burgueses que
buscan dar una impresión de rigor científico a su trabajo. Sin embargo,
todo aquel que tenga algunos conocimientos del tema, sabrá que estos
modelos al ser sometidos a la prueba de la práctica, con frecuencia fallan
estrepitosamente.
El gran mérito de la obra de
Kondrátiev fue demostrar más allá de toda duda que, aparte del ciclo
normal de boom/recesión (el ciclo comercial o ciclo económico), que es la
característica fundamental del capitalismo y que ya fue descrito
ampliamente incluso por economistas burgueses como Schumpeter, en la
historia del capitalismo existen periodos históricos más amplios. En el
desarrollo del capitalismo existen, como ya hemos señalado, periodos
diferentes, y cada "ciclo" tiende a ser diferente de los demás. Esta es
una observación importante. Pero Kondrátiev fue más allá, y afirmó que
estos periodos tenían un carácter cíclico —recurrente y repetitivo—, y que
se explicarían en términos estrictamente económicos, relacionados con el
ciclo repetido de inversión. En su artículo titulado Los ciclos
económicos largos, decía que, además del ciclo comercial normal de
siete a once años, existían ciclos largos, con una duración media de
cincuenta años. Llegó a la conclusión de que el sistema capitalista
experimenta "ondas largas", y cada fase descendente es seguida por otra
ascendente que puede durar décadas. Trotsky rebatió esta última
afirmación. Y de vez en cuando se pone de moda (como en la actualidad) sin
ninguna base, hechos o teoría sólidos.
Marx y Kondrátiev
Kondrátiev basó su teoría en una
analogía con el análisis de Marx del ciclo comercial —el ciclo normal de
boom/recesión—. Pero no hay relación entre los dos. La teoría de Marx del
ciclo capitalista viene explicada con gran detalle en el tercer volumen de
El capital, en él explica todo el proceso y el mecanismo concreto.
En comparación, la teoría de Kondrátiev es una hipótesis muy floja, basada
en unos cuantos hechos seleccionados arbitrariamente adecuados para el
caso. La existencia del ciclo boom/recesión está muy bien documentada, e
incluso los economistas burgueses se han visto obligados a reconocerlo.
Por otro lado, mientras que hay ciertamente indicios que sugieren la
existencia de periodos históricos más amplios del capitalismo, la
existencia de las "ondas largas" en el sentido utilizado por Kondrátiev
nunca se ha demostrado y ha permanecido en el reino de la especulación
durante tres generaciones.
Kondrátiev introdujo algunas
modificaciones al análisis económico de Marx. Toma la idea de Marx de que
el ciclo medio del capitalismo está determinado por la reinversión
periódica del capital fijo (en los tiempos de Marx aproximadamente cada
diez años); pero introduce una idea propia: que hay una graduación en la
longitud del ciclo, en el periodo productivo y en la cantidad de inversión
en diferentes tipos de capital constante (maquinaria, planta, etc.). Esto
es lo que escribe: "La base material de los ciclos largos es la
depreciación, la reposición y el incremento del fondo de capital básico,
la producción del cual requiere una enorme inversión y para materializarse
requiere un tiempo largo. El capital constante básico consiste en grandes
instalaciones industriales, ferrocarriles, canales, grandes explotaciones
agrícolas, etc... La formación de trabajadores cualificados también
pertenece a esta categoría" (Kondrátiev, Segundo artículo, p. 60 en
la edición inglesa).
"La reposición y el incremento de
este fondo no es un proceso continuo, se realiza a saltos, y éstos se
reflejan en los ciclos largos de actividad económica. El periodo de
aumento de la producción de estos bienes de capital corresponde con la
fase ascendente. La tendencia ascendente de los elementos de la actividad
económica, con respecto al nivel de equilibrio del tercer orden existe, de
acuerdo con el esquema anterior, en el periodo prolongado de ascenso, que
se ve interrumpido por fluctuaciones de menor duración. Por otro lado, en
el periodo de declive lento de este proceso, comienza un movimiento de los
elementos económicos hacia el nivel de equilibrio y puede descender
incluso por debajo de ese nivel. Debemos insistir en que el nivel de
equilibrio cambia durante el proceso de fluctuaciones cíclicas y
generalmente se desplaza hacia su nivel más alto" (Ibíd, p.
61).
Una vez establecido el vínculo
entre los ciclos largos y el ciclo de reinversión en bienes de capital,
Kondrátiev aún tiene que demostrar por qué este proceso de desarrolla a
saltos, en lugar de ser un proceso permanente de aumento del fondo de
inversión. Para hacer esto, tiene que recurrir a las teorías de otro
economista burgués, Tugan Baranovsky. Las inversiones a gran escala
presuponen la existencia de grandes cantidades de capital disponible en
forma de crédito. Kondrátiev especifica las condiciones que deben existir
para el inicio de una "onda larga":
"1) Una elevada intensidad de
ahorro [por ejemplo, una elevada propensión a ahorrar].
2) La disponibilidad de grandes
sumas de capital a través del crédito, con bajos tipos de
interés.
3) La acumulación de lo último a
disposición de grupos poderosos de empresarios y financieros.
4) Un nivel bajo de precios para
estimular el ahorro y la inversión de capital a largo plazo"
(Kondrátiev, Tercer
artículo, p. 38 en la edición inglesa).
La inversión en la fase
ascendente, con el tiempo tropieza con ciertos límites, como son un tipo
de interés alto y la escasez de capital. De esta forma, el final del
ascenso y el principio del descenso, se explican estrictamente en la misma
línea que los economistas burgueses, por ejemplo, con la teoría monetaria
de la sobreinversión.
Sin embargo, la teoría no explica
la razón para la fase ascendente del ciclo largo. Ni como señala Garvy,
explica adecuadamente las razones para la transición de la fase ascendente
a la descendente. En su tercer artículo, el mismo Kondrátiev admite que
"la fase ascendente no es una necesidad absoluta" (Ibíd, p.
38).
Aunque admitió que la misma
existencia de las "ondas largas" era sólo una "probabilidad", Kondrátiev
intentó demostrar que tenían una importancia fundamental para el conjunto
de la economía. Esto, a pesar de que en su primer artículo no intentaba
demostrar la existencia de una relación definida entre las "ondas largas"
y el capitalismo. "Carecemos de los datos suficientes para afirmar, que
las oscilaciones cíclicas del mismo carácter son también típicos de los
sistemas no capitalistas. Si estuvieran vinculadas a la economía
capitalista, podríamos afirmar que el colapso del sistema conllevaría la
desaparición de las ‘ondas largas" (Kondrátiev, Primer artículo, p.
65 en la edición inglesa).
Los problemas de las
estadísticas
Claramente, la caracterización de
los periodos amplios de desarrollo capitalista, depende de la
disponibilidad de suficientes datos estadísticos. En el primer periodo (el
siglo XVIII) resulta problemático. Sólo en Inglaterra, disponemos de
estadísticas más o menos adecuadas desde finales del siglo XVIII y los
primeros años del XIX. El economista inglés, Jevons, elaboró un índice del
periodo 1782-1865. Después se publicó un nuevo índice que abarcaba el
periodo 1789-1850 en The Review of Economic Statistics (Vol 5,
1923). Sauerbach elaboró estadísticas del periodo posterior a 1846. Pero
la situación de las estadísticas en Gran Bretaña, como señaló Marx, era
infinitamente mejor que en cualquier otro país. En Francia, por ejemplo,
no existe índice de precios hasta la década de los sesenta del siglo
XVIII. Y Francia era el país capitalista desarrollado que seguía a Gran
Bretaña, hasta que fue desplazado por Alemania y EEUU a finales del siglo
XIX. La situación en EEUU es algo mejor: existen índices económicos desde
finales del siglo XVIII. Pero por regla general, los datos son incompletos
y poco fiables hasta la segunda mitad del siglo XIX. Por lo tanto,
cualquier conclusión que se extraiga de ellos tiene un carácter muy
condicional.
Basándose en datos muy limitados,
Kondrátiev hizo la siguiente generalización: "La rama ascendente del
primer ciclo abarca el periodo 1789-1814, es decir, veinticinco años; su
descenso empieza en 1814, para terminar en 1849, durando, por tanto,
treinta y cinco años. El circuito completo del movimiento de los precios
comprende, por consiguiente, sesenta años.
"La rama ascendente del segundo
ciclo empieza en 1849 y termina en 1873, durando por tanto veinticuatro
años. El momento del cambio de dirección en el curso de los precios no es
el mismo en los Estados Unidos que en Inglaterra y Francia; en los Estados
Unidos, el máximo nivel de los precios corresponde al año 1866; pero esto
encuentra su explicación en la guerra civil y no contradice la unidad de
imagen que ofrece el curso del ciclo en ambos continentes. El descenso del
segundo ciclo empieza en 1873, para terminar en 1896; durando, pues,
veintitrés años. El circuito del movimiento de los precios comprende
cuarenta y siete años.
"El ascenso del tercer ciclo
empieza en 1896 y termina en 1920; es decir, tiene una duración de
veinticuatro años. El descenso comienza, según todos los datos, en el año
1920" (Kondrátiev, Los ciclos económicos largos, p. 41
Madrid, Akal Editor. 1979).
Incluso aquí vemos como
Kondrátiev para explicar el movimiento de precios en EEUU, tiene que tener
en cuenta factores externos (no económicos) —la Guerra Civil—. Pero
considera que no es un fenómeno esencial, que distorsiona sólo
parcialmente sus resultados, y que sólo produce una divergencia entre el
ciclo de Europa y el de EEUU. No menciona los efectos evidentes de las
Guerras Napoleónicas en los precios y el comercio. Estas guerras y sus
consecuencias, influyeron profundamente no sólo en los precios y el
comercio, sino también en los salarios y el empleo. Menciona sólo de
pasada que las guerras están relacionadas con las depresiones agrícolas.
Pero no profundiza en ello, ni lo explica. Para Kondrátiev, la Primera
Guerra Mundial y la Revolución de Octubre no cuentan a la hora de
determinar sus "ondas largas". Realmente, como intentaremos demostrar, sí
tuvieron un efecto fundamental en la vida económica de Europa y del
mundo.
En otra parte de su artículo,
Kondrátiev cita estadísticas similares de los tipos de interés y los
salarios, así como el consumo de algodón en Francia, la producción de lana
y azúcar en EEUU y otros datos que respaldan su hipótesis de las "ondas
largas". Dice que la innovación tecnológica ocurre normalmente en periodos
de descenso, cuando no existe la posibilidad de aplicarlos y que después,
encuentran salida en la fase ascendente. También dice que "durante la fase
ascendente de las "ondas largas", es decir, durante la alta tensión en el
crecimiento de la vida económica, se producen, por regla general, la
mayoría de las guerras y revoluciones importantes" (Ibíd, p.
57).
Más tarde, Kondrátiev revisó las
fechas de sus ciclos y quedaron de la siguiente forma:
·1790 a
1810-17: fase ascendente (primer ciclo largo).
·1810-17 a
1844-51: fase descendente.
·1844-51 a
1870-75: fase ascendente.
·1870-75 a
1890-96: fase descendente.
·1890-96 a
1914-20: fase ascendente.
Los contemporáneos de Kondrátiev
ya demostraron la arbitrariedad de estos periodos, George Garvy resumió
estas críticas en su extenso artículo La teoría de los ciclos largos de
Kondrátiev (The Review of Economic Statistics, Vol. XXV, 4,
noviembre 1943) al cual debo las fuentes utilizadas en el presente
artículo.
El problema es que Kondrátiev
intentó realizar una amplia generalización histórica con datos muy
limitados. Varios economistas soviéticos en su momento comentaron este
problema. También, es evidente que Kondrátiev utilizó selectivamente los
datos disponibles, y sólo utilizó aquellas estadísticas que corroboraban
su tesis, mientras que desechó las demás. Utilizó 25 series estadísticas
diferentes, en su primer artículo menciona seis de ellas, los resultados
dieron un resultado negativo (el consumo francés de grano, café, azúcar y
algodón; la producción de EEUU de lana y azúcar), y añadió que "en algunos
otros casos" era completamente imposible detectar las "ondas largas". En
el mismo artículo de Voprosy Konyunktury, donde apareció su primer
artículo, encontramos otras series estadísticas que no demuestran la
existencia de los ciclos largos. El propio Kondrátiev admite que al menos
en once casos (diez de ellos cantidades físicas) el resultado es
negativo.
Los críticos soviéticos de
Kondrátiev
De entre los economistas
soviéticos que criticaron la teoría de Kondrátiev, la refutación más
contundente procede de Oparin. Uno de los aspectos más interesantes del
trabajo de Oparin, fue su intento de aplicar las series de Kondrátiev a
los años de fase descendente de la tercera "onda larga" (después de la
Primera Guerra Mundial). Los resultados obtenidos eran bastante diferentes
a los de Kondrátiev. Oparin concluyó que "el método matemático formal
[...] utilizado por el profesor Kondrátiev resulta poco útil para
investigar la normalidad teórica de las series analizadas" (ver reseña de
Oparin del primer artículo de Kondrátiev publicado en Ekonomícheskoye
Obozréniye, nov. 1925, pp. 255-8).
Incluso antes de Oparin, Bazárov,
ya había señalado el principal defecto del método de Kondrátiev. Y es que
éste reducía al mínimo común denominador, la suma de ecuaciones basadas en
las fluctuaciones del ciclo económico, así siempre sería posible deducir
la existencia de una "onda larga", porque el resultado era una parábola
abruptamente ascendente. Bastaba con excluir aquellas desviaciones que no
se adaptan a la "onda larga", o hacer uso de aquellas desviaciones que
demostraban la existencia de una "onda larga".
Otros economistas soviéticos —L.
Eventov (en Voprosy Ekonómiki, nº1, 1929) y V. Bogdánov (en Pod
Znameni Marxisma, junio 1928)—, también llamaron la atención sobre
otros problemas metodológicos de la teoría de Kondrátiev, este caso, el
problema de cómo relacionar el "desarrollo secular" a largo plazo con el
ciclo comercial normal.
Pero fue Oparin quien criticó con
más dureza a Kondrátiev. Un análisis cuidadoso de las fuentes estadísticas
de Kondrátiev, revelaba contradicciones flagrantes. Oparin comprendió
enseguida la dificultad de encontrar suficientes estadísticas que
permitieran establecer más allá de la duda razonable, la existencia de
procesos económicos a largo plazo, pero sí criticó a Kondrátiev por no
haber utilizado toda la información estadística disponible. Por ejemplo,
utiliza las cifras del precio del plomo inglés, pero no los precios
mundiales del mismo metal. Como observa correctamente Oparin, el precio de
mercancías como el plomo, se decide en el mercado mundial. Es más, si
aceptamos la existencia de "ondas largas", éstas deben afectar al
funcionamiento de toda la economía mundial. Tanto si las fluctuaciones de
"onda larga" del precio del plomo afectaban a los precios mundiales, o si
la "onda larga" era sólo un fenómeno británico, contradicen la conclusión
de Kondrátiev. En realidad, Kondrátiev analizó varias series de precios,
pero no le daban el resultado deseado.
Aparte de Oparin, la crítica más
fulminante a Kondrátiev fue de A. Gerzstein en su artículo ¿Existen las
ondas largas en la vida económica? (publicado en Mirovoye
Jozyaistvo i Mirovaya Polítika, vol. III, 1928). El artículo de
Gerzstein es el más interesante porque sigue paso a paso a Kondrátiev y
sus ciclos largos, para demostrar las contradicciones internas de su
hipótesis. Analizando los periodos de 1790-1844 (primer ciclo de
Kondrátiev) y 1844-51 a 1890-96 (segundo ciclo), y utilizando los
principales datos de EEUU y Gran Bretaña, demuestra que: el periodo
1815-40, el cual Kondrátiev representa como un periodo descendente, en
realidad fue un periodo de desarrollo económico sin precedentes. Fue
precisamente el periodo de la Revolución Industrial. A su vez, estaba
íntimamente relacionado con un acontecimiento no económico, el final de
las Guerras Napoleónicas. Esto permitió la recuperación del comercio
internacional y un comercio relativamente más libre, provocando una
abrupta caída de los precios agrarios y una depresión agrícola, pero al
mismo tiempo, proporcionó una poderoso estímulo al desarrollo industrial.
De este modo, una depresión agrícola y una caída de los precios agrarios
en un contexto histórico concreto de ascenso del capitalismo, no se puede
citar como prueba de una fase económica descendente, más bien lo
contrario. La caída del precio del trigo, fue precisamente la condición
previa para un auge sin precedentes del capitalismo.
Se puede ver el mismo error en el
segundo ciclo de Kondrátiev, lo describe como una fase de declive, cuando
realmente fue un periodo de rápida industrialización en EEUU y Alemania.
Sólo en el caso de Gran Bretaña parece justificarse el argumento de
Kondrátiev. La industria británica en este periodo experimentó una tasa de
crecimiento más lenta. Sin embargo, como señala correctamente Gerzstein,
sólo era la expresión de la pérdida de posición de Gran Bretaña con
relación al creciente poder de sus nuevos competidores —Alemania y EEUU— y
en menor grado, el ascenso de otras economías capitalistas. Gran Bretaña
en este periodo estaba perdiendo su preeminencia como la potencia
industrial más grande del mundo y perdía mercados para la exportación,
sobre todo de maquinaria. Pero presentar esta situación como un periodo de
declive general es totalmente falso.
Gerzstein, también encuentra
fallos en el tratamiento que Kondrátiev hace del periodo 1890-14. A pesar
del aumento general de los precios en este periodo, encuentra muchas
pruebas de una disminución general del crecimiento de las fuerzas
productivas, comparado con las décadas anteriores. Así que, si es cuestión
de establecer tendencias seculares de "onda larga", incluso es
cuestionable que este periodo de ascenso económico se pueda considerar un
fenómeno de "onda larga" (que por definición debe relacionarse con la fase
previa de "onda larga"). El hecho de que se concentre en los precios
agrarios y las depresiones agrícolas, como una prueba de la existencia de
las "ondas largas", es engañoso, como demuestra el ejemplo de la
Revolución Industrial. La crisis de la agricultura está relacionada con el
ciclo económico general, pero tiene sus propias leyes, relacionadas en con
el declive a largo plazo de la agricultura con relación a la industria
bajo el capitalismo, y en parte, relacionada con fenómenos políticos no
económicos, como es el intento de la burguesía (particularmente en
Francia, pero no sólo allí) para mantener al campesinado como un
contrapeso de la clase obrera. En cualquier caso, es evidente que la
comprensión del desarrollo del capitalismo se debería basar en un análisis
completo de las estadísticas económicas, en particular, las industriales,
y no en los precios agrícolas.
Uno de los problemas más serios
del método de Kondrátiev, es su dependencia del movimiento de los
precios en general. Las variaciones de los precios, además pueden
verse influenciadas por toda una serie de fenómenos: el aumento de la
productividad del trabajo, el cambio tecnológico, el aumento del comercio
mundial, las guerras, malas cosechas, aumento de la producción de oro,
etc., De este modo, la caída del nivel de precios que comenzó a principios
del siglo XIX, fue el resultado del incremento de la productividad del
trabajo, producto de la Revolución Industrial, y el creciente uso de
maquinaria y nuevas técnicas de producción. Basándose en el censo de la
manufactura estadounidense, Guberman, demuestra que los únicos casos que
indican la tendencia contraria antes de la Primera Guerra Mundial (en
1830, 1870 y 1897) estaba originado por los aumentos poco comunes de la
producción de oro, que hasta hace bastante poco era un factor clave del
movimiento de los precios.
El ciclo de
inversión
Es obvio que establecer sólo la
existencia de oscilaciones a largo plazo no bastaría para demostrar la
existencia de ciclos largos, en el sentido que dice Kondrátiev. En
realidad, la única forma de hacerlo sería demostrando el mecanismo
preciso a través del cual un ciclo genera el siguiente. Debe existir
alguna clase de regulador interno. Mientras no se clarifique este punto,
toda la idea de las ondas económicas largas se reduce a una
mistificación del proceso histórico. Kondrátiev intenta resolver el
misterio haciendo referencia al proceso de inversión e innovación durante
largos periodos. Dice que determinados inventos y técnicas tenían que
esperar largos periodos de tiempo —tanto como veinte años— antes de ser
puestos en práctica en la forma de nuevas máquinas y fábricas, sólo debido
a la ausencia de capital. De esta forma, para él los ciclos largos eran
básicamente ciclos de reinversión.
Desgraciadamente, esta solución
aparentemente elegante, guarda poca relación con el funcionamiento en la
práctica del sistema capitalista. En realidad, la renovación de capital
es un proceso continuo. No hay ninguna prueba de que la inversión a
gran escala ocurra durante largos periodos de tiempo y de una forma
regular. Tampoco se puede demostrar, que los nuevos inventos aparezcan
principalmente en periodos descendentes, como dice Kondrátiev, quien ni
siquiera intenta justificar este argumento. En realidad, es muy difícil
establecer una regla relacionada con el momento en que los individuos
realizan descubrimientos científicos. Se realizan descubrimientos en todo
momento: en booms y en crisis económicas; en tiempos de paz y en tiempo de
guerra. Además, se producen en diferentes momentos y en países diferentes.
Intentar establecer una regla general para esto es prácticamente
imposible. Sería como intentar fijar las posiciones de las moléculas
individuales en un gas. Pero en cualquier caso, lo que importa en
economía, no es la fecha en la que aparece tal o cual invento en la mente
del inventor, sino cuando entra en el proceso de producción. Por utilizar
una expresión filosófica, antes de que exista es sólo una posibilidad
abstracta. Sólo cuando se aplica a la producción se convierte en
real y por lo tanto en algo material adecuado para el terreno de la
investigación económica.
Kondrátiev enfoca la cuestión de
la inversión no desde un punto de vista económico, sino técnico. En
concreto, no presta suficiente atención a la cuestión clave de la
depreciación, que tiene un aspecto tanto físico (desgaste) como "moral"
(obsolescencia). Ya en los años veinte Gerzstein señaló que la vida de los
bienes de inversión era de entre cinco años (herramientas) y cien años
(edificios). En el periodo actual, su vida es aún menor. Las plantas de
tecnología informática punta, cuesta construirlas entre uno y dos mil
millones de dólares, y quedan obsoletas tres o cinco años después. Además,
es tan enorme la variedad de bienes de inversión, que el proceso de
inversión debe tener un carácter más o menos continuo, aunque a lo
largo del tiempo, tendrá mayor o menor intensidad reflejando la tasa de
beneficio y las fluctuaciones generales de la economía de mercado. Es
difícil pensar que este proceso se pueda expresar como una regla
matemática precisa y verificable. Bogdánov, se preguntaba cuánto tiempo
sería necesario para reemplazar el Canal de Suez o el ferrocarril del
Pacífico.
Kondrátiev no demostró que la
inversión en "bienes de inversión básicos" tenga lugar a intervalos
regulares de una duración entre 48 y 60 años. Esta postura no se puede
demostrar porque no guarda relación alguna con el funcionamiento real
del sistema capitalista. En realidad, la sustitución de maquinaria y
edificios ocurre en todo momento, en diferentes épocas y velocidades en
cada rama de la producción. Como señala Garvy: "Incluso si el proceso de
inversión fuera discontinuo, la reinversión sería continua, ya que depende
no sólo del desgaste real, sino también del grado de obsolescencia, el
coste de mantenimiento, el tipo de interés, salarios, progreso
tecnológico, y la tasa de utilización". No existe absolutamente ninguna
razón para que los bienes de inversión se agoten simultáneamente en
intervalos regulares de aproximadamente medio siglo.
Kondrátiev decía que la
aplicación de los nuevos inventos dependía de un proceso previo de
acumulación de un fondo de inversión. Este concepto lo toma prestado de
Tugan-Baranovsky. Resulta paradójico que Kondrátiev, en uno de sus primero
artículos, criticara la idea de Tugan-Baranovsky de la existencia de un
"fondo libre de préstamo", y después convirtiera esta misma idea en una de
las piedras angulares de su teoría de la "onda larga". En su libro sobre
Tugan-Baranovsky escribe lo siguiente: "Una de las ideas básicas de la
teoría de los ciclos de Tugan-Baranovsky no se puede aceptar sin más: la
teoría de la acumulación de capital libre y no invertido. ¿Cuándo ha
existido este tipo de capital?" (N. D. Kondrátiev, M. I.
Tugan-Baranovsky. Petrogrado, 1923. En el original en
inglés).
Gerzstein también decía que la
ausencia de un fondo de inversión no era lo que limitaba la expansión
económica, sino la imposibilidad de obtener una ganancia suficiente del
capital prestado para inversión. En la fase máxima del periodo de
expansión, los inversores son más reticentes a arriesgar su capital en
nuevas inversiones, en su lugar, prefieren invertir en el mercado de bonos
o en otro tipo de inversión que genere unos beneficios fijos. Oparin
demuestra con relación a las estadísticas del Banco de Ahorros francés,
que los supuestos ciclos largos de ahorro son sólo una ilusión. Hay muchos
factores que afectan al ahorro —no sólo económicos—. Demuestra que los
balances del Banco de Ahorros de Francia, muestran una curva continua
ascendente, excepto en dos ocasiones: una fue el periodo de
turbulencia social y política entre la revolución de 1848 y el golpe de
estado de Luis Bonaparte (1848-50) y la Guerra Franco Prusiana (1870-71),
cuando los inversores retiraron sus fondos. Por último, hubo una caída en
los balances del Banco en los años que precedieron inmediatamente a la
Primera Guerra Mundial, reflejaba el crecimiento de los bancos comerciales
que cada vez acaparaban una proporción mayor de los ahorros. Por esta y
otras razones, la idea de un "fondo libre de préstamo" para la inversión
es muy débil. Pero esta es la piedra angular de la teoría de los ciclos
largos de Kondrátiev. Si esto falla, también desaparece la explicación de
la fuerza motriz de los ciclos largos.
Una vez más, Kondrátiev utilizó
sólo aquellas estadísticas que apoyaban sus tesis e ignoró aquellas otras
que arrojaban un resultado diferente. Por ejemplo, las estadísticas
relacionadas con la producción y el consumo, dan un resultado totalmente
diferente a los de Kondrátiev. A parte de las siete series de estadísticas
francesas relacionadas con las cantidades físicas mencionadas por él, sólo
dos sugieren la existencia de ciclos largos, y de éstas una (la tierra
utilizada para el cultivo de avena) es contradictoria. Pretende haber
descubierto la existencia de dos ciclos largos y medio, pero sólo cuatro
de las veinticinco series estudiadas por él cubre ese periodo; otras
cuatro cubren dos ciclos; las restantes sólo cubren un ciclo o ciclo y
medio. Incluso en aquellas cifras que corresponden con su tesis, se pueden
hacer objeciones debido a la estrechez del campo (por ejemplo los precios)
y los datos, incluso las tendencias en algunos casos son inciertas. En las
muy pocas ocasiones en que Kondrátiev cita los datos relacionados con la
producción física (por ejemplo la producción de lingotes de hierro en
Inglaterra), los resultados apenas corroboraran su teoría. Si hubiera sido
más riguroso en el uso de las estadísticas, los resultados obtenidos
habrían sido muy diferentes.
La conclusión es ineludible: la
evidencia empírica de la tesis de Kondrátiev es muy débil. Garvy concluye:
"Aunque la hipótesis de las oscilaciones cíclicas de larga duración, sobre
las que se superponen movimientos cíclicos más cortos, debe ser
descartada, la idea de que la economía capitalista ha pasado por varias
etapas sucesivas de desenvolvimiento, caracterizadas por diferentes ritmos
de crecimiento y de expansión geográfica, merece atención. El análisis
actual ganaría, probablemente, en precisión y significado si se basara
sobre una distinción mejor articulada entre las diferentes fases de la
economía capitalista. La ‘curva de evolución capitalista’ sería un cuadro
más complicado que una simple curva y, ciertamente, más irregular que los
ciclos largos de Kondrátiev. Sustituiríamos la hipótesis de las
oscilaciones periódicas largas por el estudio de las sucesivas etapas de
nuestro actual sistema económico, de su creciente alcance geográfico y de
sus cambiantes relaciones con las esferas no capitalistas. Esto nos
alejaría de la construcción de modelos abstractos de secuencias
temporales, llevándonos al estudio de la dinámica efectiva de nuestro
sistema económico" (G. Garvy, La teoría de los ciclos largos de
Kondrátiev, pp. 140-1. Akal Ed. Madrid, 1979).
Trotsky y
Kondrátiev
Los críticos soviéticos de
Kondrátiev aquí mencionados, arrojaron serias dudas, tanto sobre las
estadísticas como sobre la metodología, pero al final era también una
crítica poco satisfactoria, porque estaba hecha desde el mismo punto de
vista económico bastante estrecho, que es la principal debilidad del
propio Kondrátiev. Las críticas de Kondrátiev procedían de profesores
rojos, y sus críticas también eran abstractas y académicas. Pasaban al
otro extremo y "negaban" las tesis de Kondrátiev sencillamente colocando
un menos donde antes había un signo más. La teoría de Kondrátiev al menos
poseía cierta audacia e imaginación.
En 1923, en su brillante ensayo
La curva de desarrollo capitalista, publicado en Vestnik
Sotsialistícheskoi Akademii, Vol. IV, Trotsky llama la atención
sobre las tesis de Kondrátiev. A diferencia de las críticas de los
profesores rojos, el artículo de Trotsky responde a Kondrátiev
desde un punto de vista dialéctico y marxista. Al no disponer de los datos
suficientes para elaborar una teoría sólida, Kondrátiev insistió en el
carácter condicional de su hipótesis. Dijo que la existencia de ciclos
largos era "al menos muy probable", y por ese motivo Trotsky recomendó la
necesidad de realizar un estudio más serio antes de elaborar cualquier
generalización. Sin embargo, las diferencias entre Trotsky y Kondrátiev no
eran sólo una cuestión de estadísticas, sino una diferencia fundamental
de método.
La razón por la cual Trotsky
mostró interés en la teoría de Kondrátiev, estaba relacionada con los
debates de la Internacional Comunista de la época. La oleada de
revoluciones que había seguido a la Revolución Rusa había amainado. La
última oportunidad de romper el aislamiento de la República Soviética
llegó en 1923, cuando una grave crisis económica y la ocupación del Ruhr
por el imperialismo francés, creó una situación revolucionaria. Incluso
los fascistas predecían que los comunistas tomarían el poder. Pero la
oportunidad se perdió debido a los dirigentes del Partido Comunista
Alemán, que siguieron los consejos equivocados de Stalin y Zinóviev.
Trotsky sacó la conclusión de que la derrota de la revolución daría un
respiro temporal al capitalismo. Y fue esta la condición política
necesaria para que el capitalismo experimentara un nuevo boom, y durante
un tiempo consiguió una relativa estabilidad. En respuesta a los
ultraizquierdistas que negaban que el capitalismo pudiera recuperarse,
Lenin y Trotsky respondía que, a menos que el capitalismo fuera derrocado
por la clase obrera, éste siempre encontraría una salida, incluso a la
crisis más profunda.
Trotsky comentó de nuevo esta
idea en un discurso ante el Tercer Congreso de la Comintern. Su forma de
abordar la cuestión del "equilibrio", era radicalmente diferente a la de
Kondrátiev. Mientras que, daba la bienvenida a la contribución de
Kondrátiev a los debates mencionados en la Internacional Comunista,
Trotsky advirtió que era incorrecto hacer generalizaciones históricas a
priori, es decir, construcciones simplemente intelectuales, y no como
resultado de una concienzuda investigación. "Las conquistas que se pueden
obtener por este camino, estarán determinadas por los resultados de la
propia investigación, que debe ser más sistemática, más ordenada que las
incursiones emprendidas hasta ahora en el terreno del materialismo
histórico". Probablemente, Trotsky aquí no se refería sólo a Kondrátiev,
sino también a Bujarin.
En su discurso Trotsky dijo: "El
equilibrio capitalista es un fenómeno complicado; el régimen capitalista
construye ese equilibrio, lo rompe, lo reconstruye y lo rompe otra vez,
ensanchando, de paso, los límites de su dominio. En el dominio económico,
las crisis y las recrudescencias de la actividad constituyen las rupturas
y restablecimientos del equilibrio... El capitalismo tiene, pues, un
equilibrio inestable que, de vez en vez, se rompe y se compone" (L.
Trotsky, La situación económica mundial y las nuevas tareas de la
Internacional, p. 25. Ediciones El Siglo, Buenos Aires,
1973).
Aquí Trotsky polemiza contra
aquellos "marxistas" mecánicos que hablaban de la "crisis final del
capitalismo". Alude a un artículo aparecido en el London Times
relacionado con el comercio exterior británico: "En enero de este año, el
London Times publicó una tabla de estadísticas que abarca un
periodo de 138 años... En este intervalo, se han completado 16 ciclos; es
decir, 16 crisis y 16 periodos de prosperidad. Cada ciclo cubre
aproximadamente casi nueve años... Si analizamos más de cerca la curva de
desarrollo encontramos que está dividida en cinco segmentos, cinco
periodos distintos. Desde 1781 a 1851 el desarrollo es muy lento; apenas
se observa movimiento... Después de la revolución de 1848, que ensanchó
los límites del mercado europeo, asistimos a una vuelta brusca. Desde 1851
a 1873 la curva de desarrollo sube rápidamente... y en 1873, las fuerzas
productivas desarrolladas chocan con los límites del mercado. Se produce
un pánico financiero. Desde 1873 y hasta 1894 presenciamos un
estancamiento del mercado británico.... seguido por otro boom que duró
hasta 1913... Por último, comienza el quinto periodo en 1914, es decir, la
destrucción de la economía capitalista" (Ibíd, p. 57).
Trotsky estaba dispuesto a
admitir la existencia de oscilaciones a largo plazo del desarrollo
económico, pero negaba que estos periodos tuvieran un carácter
cíclico. Más bien eran el resultado de una concatenación de
circunstancias particulares, algunas de las cuales no tenían un carácter
económico. Por lo tanto, no estaba justificada la utilización del término
"ciclos largos" —menos aún "ondas largas"—. Consideraba que el mismo
concepto de ciclo era estéril. En su lugar, planteó una concepción
totalmente diferente, resumida en un gráfico que presenta el proceso de
desarrollo histórico como una serie de fases, que comprendía tanto curvas
ascendentes como descendentes de diferente duración y calidad. Esta
opinión era compartida por muchos economistas soviéticos como Oparin,
Gerzstein, Gúberman y Novojilov.
La curva de desarrollo
capitalista de Trotsky está basada en las
cifras antes mencionadas del comercio exterior británico, y es una
refutación del método de Kondrátiev. Trotsky explica en su artículo, algo
que para un marxista debería ser obvio, que el desarrollo del capitalismo
no se puede reducir a una cuestión de ciclos económicos. Aunque en última
instancia, el elemento decisivo en el proceso histórico es el desarrollo
de las fuerzas productivas, hay muchos otros elementos que condicionan de
forma decisiva el proceso. Los más obvios son las guerras y las
revoluciones, pero hay muchos más. La tecnología, la política e incluso la
religión pueden afectar a la economía de una forma importante. La relación
entre la "base" económica y la "superestructura" legal, política e
ideológica está lejos de ser un asunto de sentido único. La
"superestructura" puede modificarse, desorganizarse, distorsionarse y
afecta a la "base" económica de muchas formas. La ecuación es compleja y
dialéctica, no sencilla y mecánica. Si se comete un error en este punto,
necesariamente lleva a conclusiones incorrectas. El propósito del artículo
de Trotsky era explicar lo compleja y contradictoria que es la relación
entre la "base" y la "superestructura". Si no fuera así, la historia sería
un asunto sencillo.
¿Cómo comprenden los marxistas el
proceso histórico? Engels, en la introducción a La lucha de clases en
Francia, plantea la posición básica del materialismo histórico. Y
sirve de punto de partida para el análisis de Trotsky. Explica que el
carácter de cada época viene determinado por toda una serie de elementos:
no sólo el papel de las fuerzas internas en el sistema productivo, sino
también factores externos como la apertura de nuevos países y continentes
al capitalismo, el descubrimiento de nuevos recursos materiales, y también
factores "superestructurales" como las guerras y las revoluciones. Todos
estos factores influyen dialécticamente para producir un mosaico rico y
complejo de acontecimientos al que llamamos historia.
¿Existe el ‘equilibrio’ en el
capitalismo?
En las teorías de Kondrátiev está
implícita la idea de que hay una clase de estado natural de equilibrio en
el capitalismo. El equilibrio se ve alterado por las crisis económicas,
pero con el tiempo éstas se superan y de nuevo se restaura el equilibrio,
hasta que de nuevo lo interrumpe otra crisis, y así continuamente. Esta
idea no la inventó Kondrátiev, sino que es una idea de finales del siglo
XIX el destacado economista burgués Alfred Marshall. Esta idea ha
disfrutado estos últimos años de renovada popularidad, porque incluye la
noción de que el mercado se autorregula. La "mano oculta" del mercado al
final regula todo. Por lo tanto, no es necesario interferir en las fuerzas
del mercado. Cualquier reforma social, intervención estatal, legislación,
salarios mínimos, sindicatos... no es necesario, sino que es perjudicial,
porque distorsionan el mecanismo del mercado e impiden su auténtica
función, que es alcanzar su famoso estado de equilibrio, en el cual
precios, salarios y empleo estarán en su nivel "natural", y todo será lo
mejor de lo mejor en el mejor de los mundos capitalistas.
El punto central de la teoría del
equilibrio, es la noción de que en un mercado competitivo la oferta y la
demanda, con el tiempo se equilibran entre sí. Pero toda la historia de
las crisis capitalistas demuestra precisamente lo contrario. Esta idea es
tan vieja como David Ricardo, quien escribió "ningún hombre produce con la
idea de consumir o vender, y nunca vende sino es con la intención de
comprar alguna otra mercancía que pueda serle inmediatamente útil o que
pueda contribuir a la futura producción...". A su vez Ricardo tomó la idea
del "necio Say", como le llamaba Marx. Desde entonces, la Ley de
Say ha estado presente de una u otra forma en la economía burguesa. La
intención es evidente: "demostrar" que la sobreproducción es imposible.
Como decía Marx, una ficción económica.
Kondrátiev no sólo aceptó la
teoría de Marshall, sino que en realidad intentó generalizar la noción de
equilibrio a todos los aspectos de la actividad económica. Y escribe: "La
oleada de fluctuaciones son procesos de alternativas perturbaciones del
equilibrio del sistema capitalista; desviaciones crecientes o
descendentes de los niveles de equilibrio" (Segundo artículo, p. 58
en la edición original en inglés. El subrayado es nuestro).
Las implicaciones reaccionarias
de esta teoría son evidentes. Aquí tenemos las bases teóricas del
thatcherismo, reaganismo y todas las variantes posteriores. Aunque todas
estas ideas están muy lejos de la postura de Kondrátiev, ya que él no
defendía las conclusiones reaccionarias que se derivaban de esta idea,
pero sí defendió las posiciones ortodoxas de Marshall. Lo que nos interesa
no es qué conclusiones se extraen de la teoría, sino la corrección de
la propia teoría. En realidad, la teoría de equilibrio es otro ejemplo
de una suposición arbitraria, que no se basa en hechos. Es un
intento descarado de explicar las crisis económicas y justificar la
anarquía de la producción capitalista, basándose en que "a largo plazo" el
mercado alcanzará el equilibrio. Como decía irónicamente Keynes: "A largo
plazo todos estaremos muertos". El toque de difuntos para la teoría del
equilibrio y la economía marshalliana clásica llegó en 1929 y con la Gran
Depresión.
El error de Kondrátiev es que
trataba el sistema capitalista como un sistema lineal simple, como es el
caso de un péndulo. Pero el paralelismo tiene un gran defecto, porque el
sistema capitalista no tiene un "equilibrio natural". Se mueve
caóticamente a través de crisis, guerras y revoluciones que no se pueden
predecir por anticipado, porque el sistema no es un sistema lineal sino
caótico.
La diferencia entre Trotsky y
Kondrátiev no era secundaria o de énfasis, sino una diferencia fundamental
de perspectiva y método. Es la diferencia entre la dialéctica marxista
revolucionaria y las abstracciones inertes, el modo formalista de
pensamiento de los profesores universitarios (incluso de los "rojos").
También tenía implicaciones prácticas profundas, y se pueden comprobar en
la actitud tan diferente de ambos ante la etapa que atravesó el
capitalismo mundial en los años veinte. Trotsky no aceptaba la opinión de
Kondrátiev de que después de la recesión de 1920-21, el capitalismo
restablecería de nuevo el equilibrio. A parte de la devastación causada
por la guerra y la ruina de Alemania, estaba el desequilibrio entre el
campo y la ciudad, y entre los diferentes sectores de la producción. En el
plano internacional la contradicción entre Europa y EEUU cada vez era
mayor, y en particular, entre EEUU y Gran Bretaña. Trotsky pronosticó que
la recuperación económica tendría un carácter superficial y especulativo,
y que conduciría a una profunda depresión. No descartaba la posibilidad
teórica de un nuevo periodo de auge económico, pero sólo a costa de un
terrible de sufrimiento de las masas europeas.
En una discusión la economía
mundial celebrada en enero de 1926, en la que participó Trotsky junto con
varios expertos soviéticos, incluido Kondrátiev, Trotsky insistió en la
situación turbulenta del sistema financiero internacional y en que Europa
lo que experimentaba en ese momento eran convulsiones espasmódicas
continuas, y no una recuperación cíclica. "Cuando un organismo vivo se
encuentra en situaciones imposibles", escribiría después Trotsky, "su
latido cardiaco se vuelve irregular". Y explicaba que el boom económico en
EEUU en gran parte lo había conseguido a expensas de Europa. En lugar de
estabilización y equilibrio, Europa se enfrentaría a nuevo shocks que
situarían los acontecimientos revolucionarios en el orden del día. Estas
predicciones fueron confirmadas brillantemente por los acontecimientos
posteriores.
La guerra y el ciclo
económico
El eslabón mas débil de la línea
argumental de Kondrátiev es la forma de tratar las guerras, las
revoluciones y la innovación bajo el capitalismo. Afirma sin más, que las
guerras y las revoluciones, suelen suceder en la fase ascendente de la
"ola", mientras que las innovaciones tecnológicas suelen aparecer en la
fase descendente. En su obra, Kondrátiev menciona las guerras y
revoluciones, y elabora una lista o cronología de acontecimientos, que de
algún modo, aparecen en la fase expansiva de la ola, y sigue el mismo
método para elaborar la lista de inventos que son el producto de la fase
descendente. En ningún momento, da una razón coherente para hacer estas
afirmaciones.
Como ya hemos visto, Kondrátiev
decía que las guerras y las revoluciones aparecen en la fase ascendente de
las "ondas largas", "en periodos de alta tensión de crecimiento de la
actividad económica". Hasta cierto punto, este argumento de Kondrátiev iba
dirigido contra esos toscos "marxistas" defensores de que la revolución
sólo podía venir de la pobreza de las masas. A esto Trotsky respondió que
la miseria por sí sola no era suficiente para originar una revolución: si
ese fuera el caso, las masas siempre estarían en rebelión. La relación
entre las condiciones económicas y la revolución es una cuestión compleja.
Pero ¿es correcto afirmar que las guerras y las revoluciones ocurren
invariablemente en periodos de auge económico?
No es difícil demostrar la falta
de solidez de esta hipótesis. Después de examinar las fechas, Oparin
encontró que, si se elimina un periodo de aproximadamente cinco o siete
años de cualquiera de estos periodos de cambio, entonces la distribución
de acontecimientos como las revoluciones y las guerras (por no hablar de
acontecimientos más triviales) era algo uniforme en todos los "ciclos
largos". Además no hay razón aparente para que no sea así, y Kondrátiev
proporcionó ninguna.
Según Kondrátiev, los años
1789-1809 se suponía que formaban parte de la fase expansiva de una "onda
larga", seguida por un relativo estancamiento, de 1809 a 1849, cuando
comenzó otra expansión que duró hasta 1873. Después siguió otra recesión
hasta 1896. Según este esquema, la fase ascendente de la tercera "onda
larga" sería desde 1896 a 1920, y la profunda recesión de 1920-21 se
explicaría como una expresión del inicio de una fase descendente. En la
práctica, la recesión de 1920-21 tenía una explicación diferente, como
veremos después. ¿Cómo se adapta este esquema con la frecuencia de las
guerras y revoluciones? Aquí una vez más, la selección de Kondrátiev de
datos es bastante arbitraria. Por ejemplo, enumera cuidadosamente las seis
coaliciones contra Napoleón, pero omite la guerra de 1812 entre Gran
Bretaña y EEUU. Evéntov señala que la lista de guerras y revoluciones de
Kondrátiev coloca la insurrección de Herzegovina al mismo nivel que la
Revolución Francesa o la Guerra Civil americana. Las grave crisis de 1857
y la depresión de la década de los noventa del siglo XIX marcan un punto
de inflexión de dos ciclos largos. La Guerra Franco Prusiana tuvo lugar en
el pico de un ciclo, como ocurrió con la Comuna de París. Pero el caso de
las revoluciones de 1848 no está claro. Ocurrió en la curva ascendente,
entonces tendría que haber ocurrido en el mismo inicio. Ya que los años
previos estuvieron marcados por una recesión profunda, y la psicología de
los trabajadores todavía estaba marcada predominantemente por lo último y
no por el auge.
La contradicción más obvia es
que, según Kondrátiev, el periodo de 1914-20 marcó el comienzo de una fase
descendente de una "onda larga". En esta fase, la revolución se supone no
estaba en el orden del día. Son precisamente los años que siguieron a 1917
que estuvieron caracterizados por revoluciones y movimientos
revolucionarios, no sólo en Rusia, también en Alemania, Francia, Gran
Bretaña, España, Italia, Hungría, Estonia, Bulgaria, por hablar sólo de
los países capitalistas desarrollados. Si la mayoría de estos movimientos
no triunfaron, la razón no se puede encontrar en los caprichos del ciclo
económico sino en el fracaso de la dirección. La Internacional Comunista
se fundó en 1919. Los partidos comunistas eran jóvenes e inexpertos y
cometieron muchos errores. Como explicó Trotsky en Lecciones de
Octubre (1923), esto fue lo que impidió repetir el éxito del Partido
Bolchevique. Por supuesto, las condiciones objetivas (incluida el ciclo
económico) ejercen una poderosa influencia en la psicología de todas las
clases, abonan el terreno para la lucha, y crean las condiciones que son
más o menos favorables. Pero en última instancia, el factor subjetivo es
decisivo. En Hungría, el gobierno burgués del conde Karolyi entregaba el
poder al Partido Comunista sin ninguna lucha. Los comunistas húngaros
tenían unas condiciones favorables para llevar adelante la revolución,
pero fracasaron. Este fracaso no tuvo nada que ver con las circunstancias
económicas y sí en cambio con la política equivocada de Bela Kun y otros
dirigentes del Partido Comunista.
No es posible explicar un
fenómeno complejo como las guerras y las revoluciones, con esta clase de
reduccionismo económico. Las contradicciones que llevaron al
conflicto entre las naciones o entre las clases, se podían detectar en
cualquier etapa del ciclo. Pero como observó correctamente Oparin,
alcanzan su punto más crítico en la transición de un periodo o ciclo a
otro. Sin embargo, esto sencillamente significa que las condiciones
objetivas han madurado para el comienzo del conflicto. La marcha de los
acontecimientos está determinada por una interrelación compleja de
fenómenos políticos, militares, diplomáticos, religiosos y psicológicos
—que trascienden la escena económica y la determinan de forma
decisiva—.
Tomemos un ejemplo más reciente:
la guerra de Kosovo. ¿Fue el resultado de un fenómeno de "onda larga"? No,
fue el resultado de varios factores complejos, como el desatamiento de la
cuestión nacional en los Balcanes después del colapso del estalinismo y
los cálculos estratégicos del imperialismo USA. ¿Aquí se agota la
cuestión? En absoluto. La cuestión nacional en los Balcanes tiene una
larga historia que sin duda condicionó el comportamiento de Milosevic y
los demás participantes. Otro factor decisivo fue la turbulencia en la
vecina Albania. De haber triunfado la revolución de 1997 en Albania (y no
hay razones objetivas para que no ocurriera, aparte de la ausencia de un
partido y dirección), toda la región habría entrado en el camino de la
revolución. Pero el fracaso de la revolución en el sur abrió la puerta al
imperialismo, salvó al capitalismo, y preparó el camino para futuras
convulsiones. Berisha y su camarilla reaccionaria pudieron reagruparse en
el norte, y allí jugó la carta del chovinismo albanés para intentar
desestabilizar la situación y retomar el control.
Esto tuvo consecuencias fatales
para Kosovo. El ELK recibió una gran cantidad de armas de grupos
simpatizantes a través de las fronteras, y esto estimuló su agresividad.
Todos estos acontecimientos prepararon el desenlace final. Incluso la
religión jugó un papel (no decisivo) al atizar el odio entre serbios y
kosovares. Si nos remontamos un poco más allá, la ruptura de Yugoslavia,
en gran parte, fue un producto de las intrigas del imperialismo alemán, su
vieja política de Drang nach Osten (Empuje hacia el Este) y su sed
de retomar las viejas colonias en Europa del Este y los Balcanes. Este fue
el factor principal y el origen de todo el caos en los Balcanes. Pero los
imperialistas alemanes no podían prever los resultados de su política.
Tampoco los estadounidenses podían anticipar los resultados de
Rambouillet, ellos imaginaban que la simple amenaza de un bombardeo
obligaría a Milosevic a rendirse. Cometieron un error y entraron en una
guerra que podría haberles costado caro de no haber sido por la ayuda a
última hora de Boris Yeltsin.
Napoleón dijo una vez que la
guerra es la ecuación más complicada. Basta con enumerar unos cuantos
elementos del conflicto de Kosovo, para ver la equivocación que supone
intentar reducir todo a una "función económica". Las causas de la guerra
de Kosovo no fueron sólo económicas (excepto los cálculos económicos
presentes siempre en las guerras) sino estratégicas. Fue una
guerra para decidir quién controla los Balcanes. Y no debemos olvidar
la importancia histórica de los Balcanes para el imperialismo mundial, y
siempre ha sido más estratégica que económica (debido a la posición
estratégica de los Balcanes con relación a Europa y Asia, Oriente Medio,
Rusia, el Mediterráneo, el Canal de Suez, etc.). Esta vez no fue
diferente. La caída de la Unión Soviética, que hasta ahora tenía una de
sus principales esferas de influencia en los Balcanes, ha dejado un vacío
que ha permitido, como siempre, la entrada de las potencias extranjeras
interesadas en acaparar esferas de interés y manipular a los pequeños
estados balcánicos. A decir verdad, la reciente guerra en parte fue el
resultado de un cálculo equivocado de Clinton, que estuvo mal aconsejado
por sus oficiales sobre la situación real en Belgrado. Accidentes, malos
cálculos, errores... todos jugaron un papel en la historia. En otras
condiciones, es posible que la guerra de Kosovo nunca hubiera ocurrido. A
la inversa, su resultado habría sido menos favorable para la OTAN si Moscú
no hubiera traicionado a Belgrado, algo que tampoco se podía prever por
adelantado.
La Primera Guerra
Mundial
Tomemos otro ejemplo de la
relación entre la guerra y la economía. Tanto la Primera como la Segunda
Guerra Mundial, se desarrollaron de una forma imprevista, conformaron el
orden mundial que las siguió, y tuvieron un efecto decisivo a la hora
de determinar el carácter del ciclo económico. En 1914, los
capitalistas encuentran una salida al callejón sin salida del sistema a
través de la guerra. Pero, la guerra no es simplemente el reflejo de los
problemas económicos. La Primera Guerra Mundial surgió de los antagonismos
y tensiones que existían entre las diferentes potencias imperialistas, y
que se habían acumulado en el periodo anterior. En los años previos a
1914, una crisis internacional siguió a la otra. Cualquiera de estos
shocks habría conducido a la guerra. Fue un simple accidente, el
asesinato del príncipe heredero austriaco, lo que desencadenó todo. Hegel
decía que la necesidad se expresa a través del accidente. Otro factor fue
el desarrollo de la lucha de clases en diferentes países. En vísperas de
la Primera Guerra Mundial, en el periodo de 1912-14 hubo un gran auge de
las luchas revolucionarias, no sólo en Rusia, también en Gran Bretaña,
Irlanda, Francia, España y otros países. La insurrección revolucionaria de
1912-14 realmente puso fin a un largo periodo de paz social, incluso antes
de la guerra. Pero todo se detuvo con el estallido de las hostilidades y
la movilización general. La Rusia zarista se decidió a intervenir en la
guerra —a pesar de su inherente debilidad—, por el temor a la revolución.
Aquí una vez más, los factores económicos sólo jugaron un papel
indirecto.
La Primera Guerra Mundial estalló
después de un largo periodo de crecimiento económico, la Revolución Rusa
en parte fue el resultado de la guerra. Pero es difícil relacionar estos
acontecimientos con un esquema más amplio de cosas como el que describe
Kondrátiev. Es increíble su audacia, pero ésta por sí sola no es una
ciencia. Es necesario explicar con detalle cuáles son los mecanismos que
desencadenan el proceso. Y los mecanismos del proceso que llevaron a la
Primera Guerra Mundial son evidentes, y son los mismos que desencadenaron
la Revolución Rusa. ¿Pero cuáles son los mecanismos del proceso descrito
por Kondrátiev? No los explica, y por lo tanto son simples afirmaciones
que podemos aceptar o no.
La situación económica que
emergió de la guerra estuvo determinada, en gran parte, por los términos
impuestos a Alemania, por parte el imperialismo francés y británico en el
Tratado de Versalles. Las monstruosas reparaciones de guerra impuestas a
Alemania, en la práctica, impidieron cualquier perspectiva de recuperación
en la economía más grande de Europa. Sin una recuperación en Alemania, no
se podía dar ninguna recuperación económica general en Europa. Este hecho
elemental, lo explica John Meynard Keynes en su clásica obra Las
consecuencias económicas de la paz. Una vez más, el factor decisivo no
fue el ciclo capitalista de inversión, sino la política de rapiña del
imperialismo. Otro factor fue la decisión de los imperialistas de aplastar
a la Rusia soviética. Deliberadamente, excluyeron dos de las economías
clave de Europa —Alemania y Rusia— y crearon las condiciones para nuevas
convulsiones económicas. Por supuesto, esto no anula el ciclo capitalista
normal, que continuó funcionando durante todo el periodo, pero tuvo un
gran efecto en determinar el carácter del periodo de
entreguerras.
El periodo tormentoso que siguió
a la Revolución Bolchevique, que duró aproximadamente desde 1917 a 1923, y
fue un periodo de revolución en un país tras otro, en el cual la clase
obrera pudo tomar el poder en Italia, Alemania o Hungría. Pero en cada
caso, la revolución fue traicionada por los dirigentes socialdemócratas.
Esto creó la condición política previa para un nuevo equilibrio (aunque
frágil y temporal). Fue incluso un boom temporal acompañado por las mismas
viejas ilusiones de que el capitalismo había resuelto sus problemas. Vemos
que, incluso en un periodo de descenso general, hay periodos de
recuperación y boom económico. Pero estos son sólo respiros temporales que
preceden a un nuevo y más profundo declive. De la misma forma, que un
hombre agonizante experimenta periodos de lucidez y aparente recuperación,
y que hacen creer a los que le rodean que se salvará.
El periodo de entreguerras, fue
un periodo de agitación social y política. La oleada de revoluciones que
se extendió por Europa después de 1917, ocurrió en un boom económico. Esto
no invalida la afirmación de Kondrátiev, ya que el se refiere no al ciclo
comercial, sino a las "ondas largas". Pero eso lo que demuestra, es que la
relación entre la revolución y los procesos económicos, es compleja. En
realidad, hubo más de una razón para estas revoluciones. Los elementos
principales fueron la influencia de la Revolución Rusa, y la inmadurez e
inexperiencia de los jóvenes Partidos Comunistas. Trotsky trata esta
cuestión en Lecciones de Octubre, y explica el papel clave del
factor subjetivo en la revolución.
En la Primera Guerra Mundial, se
adaptó la producción a las necesidades del frente, el comercio aumentó.
EEUU en particular, fortaleció su posición frente a las otras grandes
potencias (como ocurrió en la siguiente guerra mundial). La guerra llevó a
la crisis de 1920-21, y ésta en parte estuvo originada por la reentrada de
Gran Bretaña y Francia en el comercio mundial. Pero también reflejaba el
colapso de la demanda en Europa, debido a la reducción del nivel de vida
de las masas, sobre todo en Alemania. En todas partes, los capitalistas
intentaron poner la carga de la crisis sobre los hombros de la clase
obrera. En Gran Bretaña, los empresarios intentaron reducir los salarios,
y esto llevó a tremendas luchas obreras. La recesión no duró mucho.
También fue el resultado de la inflación en tiempos de guerra (el gasto en
armas es inflacionario por naturaleza), y exprimió al sistema. Después de
la recesión llegó el boom que duró hasta 1929, y que tuvo un carácter
boyante, sobre todo en EEUU, que ya era el principal país capitalista,
arrebatando a Gran Bretaña la supremacía mundial. Tan profunda era la
contradicción entre los dos, que a mediados de los años veinte, Trotsky
pensaba que la guerra entre ambos era imposible.
La guerra destruyó la cohesión interna y
la estabilidad de los principales estados europeos. En primer lugar
Alemania, que experimentó agitaciones revolucionarias en 1918, 1919, 1920,
1921 y 1923. Después, el movimiento pasó por un periodo de reflujo. En
parte fue el resultado del agotamiento de la clase obrera que había
perdido confianza en el Partido Comunista, debido al fracaso de éste
último en dirigir la revolución de 1923. La derrota de la revolución, creó
las condiciones políticas para el boom económico que restauraría el
relativo equilibrio durante unos cuantos años, antes del crash de 1929, y
que abrió una nueva fase de declive más convulsiva. Los diez años que
precedieron a la Segunda Guerra Mundial, fueron años de horrible colapso
económico y la depresión mundial más profunda vista hasta entonces. Este
fue precisamente un periodo violento de lucha de clases en un país tras
otro: España (1931-37), Alemania (1930-33), Austria (1934), Francia
(1936). En Gran Bretaña vimos la formación del ILP, una escisión por la
izquierda del Partido Laborista y una oleada de huelgas no oficiales. En
EEUU hubo una oleada de radicalización con las huelgas de los camioneros y
la creación del CIO. Fue un periodo de revolución y contrarrevolución. Si
triunfó la contrarrevolución, no fue un producto de las "ondas largas",
sino el fruto del fracaso de la dirección proletaria. Trotsky lo explica
perfectamente en su artículo Clase, partido y dirección. Decía que
la clase obrera española podía haber hecho no una revolución, sino diez,
pero todas sus organizaciones la habían traicionado: socialistas,
comunistas, anarquistas y el POUM. El fracaso
de la revolución no fue económico, sino el fracaso del factor
subjetivo.
Si consideramos el periodo de
entreguerras, no todo fueron crisis y revoluciones. También hubo un
periodo de estabilidad, entre 1923 y 1929, acompañado por las ilusión en
que el capitalismo había solucionado todos sus problemas. Políticamente,
este periodo se caracterizó por una serie de gobiernos socialdemócratas en
Europa. Hay ciertos paralelismos entre ese fenómeno y la situación acutal,
ahora en la mayoría de Europa Occidental hay gobiernos socialdemócratas.
Después llegó el crash de 1929, y un nuevo periodo de inestabilidad social
y política a escala mundial.
Con cierto retraso, la recesión
que comenzó en EEUU, alcanzó a Europa. El crash financiero se expresó en
el colapso del Kredit Anstallt Bank de Austria, seguido por un colapso aún
más profundo de Alemania y Gran Bretaña. Sin embargo, la velocidad con que
se extendió la crisis económica al resto del mundo fue desigual. Francia,
donde la clase dominante se apoyó deliberadamente en las capas más
atrasadas (debido al temor al desarrollo del proletariado y después del
shock de la Comuna de París), sólo entró en crisis en 1933-34, cuando EEUU
ya comenzaba a recuperarse.
La recesión tuvo consecuencias
muy profundas, creó tensiones sociales insoportables y crisis en Austria,
Alemania, España, Francia y Gran Bretaña. Fue un periodo de revolución
y contrarrevolución, que llevó a la Segunda Guerra Mundial. Pero una
vez más, como en el periodo de 1917-23, la debilidad del factor subjetivo
fue decisiva. Trotsky, no se basó en una "onda larga", sino en las
derrotas del proletariado —sobre todo en España—, para predecir la
inevitabilidad de una nueva guerra mundial.
Oparin realizó un estudio
concienzudo de los mismos datos estadísticos utilizados por Kondrátiev, y
llegó a la conclusión contraria, las guerras y revoluciones se producen
con mayor frecuencia en el momento en que cambia el ciclo de la
economía. Esta es una observación muy interesante y se aproxima más
que la hipótesis de Kondrátiev. Trotsky, diría algo similar después,
señaló que ni los booms ni las recesiones por sí mismos originan las
revoluciones, sino que son los cambios repentinos en las circunstancias
económicas (que puede ser el cambio de boom a recesión y viceversa) los
que sacan a la sociedad de su letargo y obligan a hombres y mujeres a
reconsiderar críticamente sus costumbres e ideas.
Los efectos económicos de la
Segunda Guerra Mundial
La tesis de Kondrátiev quedó otra
vez en evidencia en la Segunda Guerra Mundial. Ésta ocurrió no en un
periodo ascendente, sino precisamente después de la depresión más profunda
de la historia; no fue el resultado de las contradicciones de un periodo
de expansión, sino del callejón sin salida al que llevó el colapso
económico. La contradicción central fue la crisis del capitalismo alemán.
El poderoso potencial industrial de Alemania estaba cercado y bloqueado
debido al tratado impuesto por Francia y Gran Bretaña después de la
Primera Guerra Mundial. El fracaso de la revolución alemana —resultado
directo de la política equivocada primero de los socialdemócratas y
después de los estalinistas— llevó al ascenso de Hitler. Los nazis
intentaron resolver las dificultades alemanas introduciendo la economía de
guerra ("armas antes que mantequilla"). Pero en 1938 ésta había alcanzado
sus límites. Hitler estaba obligado a ir a la guerra o enfrentarse al
colapso económico y su caída. Lo único que podría haber evitado la Segunda
Guerra Mundial, hubiera sido la victoria de la Revolución
Española.
Tratar todos estos procesos con
detalle sería demasiado largo, basta con decir que la línea de desarrollo
histórico que hemos trazado aquí, no tiene nada que ver con el esquema
formalista de Kondrátiev. La historia no obedece al determinismo
económico, sino a la dialéctica. Los procesos económicos proporcionan el
campo de batalla donde se libra la lucha de clases. La lucha de clases, la
revolución y la contrarrevolución, y también las guerras entre las
naciones y la diplomacia, tienen sus propias leyes inmanentes, y en ella,
el factor subjetivo, las cualidades personales, la inteligencia y la
capacidad de la dirección, juegan un papel decisivo. Y estos factores a su
vez, condicionan las condiciones económicas. La relación entre todos estos
factores es extraordinariamente complicada y contradictoria. No se puede
reducir a una simple fórmula, como hizo Kondrátiev.
Lo que ocurrió después de la
Segunda Guerra Mundial no lo podía haber previsto ni el más grande de los
genios. Fue diferente a la situación que Trotsky había adelantado en 1938.
Trotsky predijo, correctamente, que la guerra finalizaría en revolución.
Hubo revoluciones, incluso durante la guerra, en Italia, Grecia,
Dinamarca, incluso en Gran Bretaña, hubo un proceso profundo de
radicalización y el deseo de un cambio fundamental de la sociedad. Los
soldados regresaban de la guerra y expresaban su deseo de cambio, en Gran
Bretaña se expresó con el voto masivo al Partido Laborista. En Alemania,
el ambiente de radicalización se expresó en que el SPD inscribió en su
programa la consigna de los estados socialistas unidos de Europa. En
Francia e Italia, hubo movimientos revolucionarios que podrían haber
terminado con la toma del poder. Lo mismo ocurrió en Grecia.
En los debates en la
Internacional Comunista, a los que nos hemos referido, Lenin y Trotsky
habían pronosticado teóricamente, que si los trabajadores no tomaban el
poder, el capitalismo podría experimentar un nuevo avance importante. En
ese momento, ellos no pensaban que fuera lo más probable, por eso hablaban
de una posibilidad teórica. Si la Internacional Comunista y los Partidos
Comunistas se hubieran mantenido firmes en una política leninista, toda la
situación habría sido diferente. Pero la degeneración estalinista de la IC
llevó a la revolución a la derrota, primero en China, y después en
Alemania, y lo más desastroso de todo, en España. Después de la guerra,
siguiendo las instrucciones de Moscú, los dirigentes comunistas evitaron
la revolución en Francia, Italia y Grecia. En Gran Bretaña la oleada de
radicalización se había extendido a la clase obrera y las fuerzas armadas,
pero fue canalizada por los dirigentes laboristas en las líneas del
reformismo y salvaron al sistema capitalista. Los dirigentes
socialdemócratas alemanes jugaron después un papel similar.
Esta fue la condición política
para el nuevo periodo de auge —un periodo nuevo y completamente diferente
a la década de los treinta—. Fue un auge colosal de las fuerzas
productivas, al menos en los países capitalistas desarrollados, una
impresionante espiral ascendente de los medios de producción, pleno empleo
en EEUU, Europa Occidental, Japón y que tuvo un profundo efecto en la
conciencia de la clase obrera y las organizaciones de masas. La cuestión
es: ¿cuáles fueron las razones para este largo auge? ¿Fue una
manifestación de las "ondas largas" de Kondrátiev? ¿O fueron otras las
causas?
La respuesta a esta cuestión hace
tiempo que la proporcionó Ted Grant en uno de sus escritos económicos más
importantes: ¿Habrá una recesión?, escrito en pleno apogeo del auge
de la posguerra, a finales de los años cincuenta. En la primera parte de
este trabajo, explica los diferentes factores que, combinados, produjeron
una espiral ascendente que duró aproximadamente dos décadas. Habría que
decir aquí que la guerra por sí sola jugó un papel económico —y no
secundario—. Al originar una masiva destrucción de los medios de
producción, una guerra, desde el punto de vista económico, tiene una
función similar a la recesión. La tremenda destrucción de fábricas,
puentes, ferrocarriles y carreteras es, por supuesto, trágica desde el
punto de vista humano, pero desde el punto de vista de la economía
capitalista es algo bueno porque, una vez terminan las hostilidades, crea
nuevos mercados. Las carteras de pedidos están completas, las fábricas
funcionan a plena capacidad, y los contratistas buscan afanosamente
mercados.
Según las Naciones Unidas, la
reconstrucción de la posguerra no terminó hasta 1958, y por sí sola fue un
poderoso impulso del auge económico. De la misma forma, la aparición de
toda una serie de nuevas industrias, resultado de la innovación militar
por parte de los beligerantes, proporcionó nuevos campos de inversión
tecnológica en química, plástico, radio, televisión, radar, energía
nuclear, acero especializado y otros campos. Los elementos de la
nacionalización y "planificación" introducidos durante la guerra,
realmente debido a la necesidad militar, fueron el punto de partida del
"capitalismo dirigido" y la economía keynesiana que muchos gobiernos
occidentales pusieron en práctica a partir de 1945. Como ya anticipamos
los marxistas, la aplicación de medidas keynesianas no fue el motor
principal del boom (como imaginaban no sólo los socialdemócratas sino
también algunos "marxistas" como Ernest Mandel y Tony Cliff). Eso jugó un
papel secundario, y sólo a costa de producir colosales distorsiones e
inflación que desde entonces ha exprimido el sistema con consecuencias
penosas.
El keynesianismo representaba el
temor a la revolución en Occidente. La oleada de revoluciones que comenzó
a principios de 1943 (Italia), aterrorizó a la burguesía occidental que no
dudó en realizar concesiones a la clase obrera. Por otro lado, la victoria
de la Unión Soviética en la guerra y el avance del Ejército Rojo al
corazón de Europa, obligó a los imperialistas estadounidenses a sostener
al capitalismo europeo con grandes préstamos y ayudas (Plan Marshall).
Este fue otro ingrediente de la recuperación económica. Como siempre, las
reformas son el subproducto de la revolución. Una vez más, la economía no
se puede separar de la política y la lucha de clases.
El factor principal fue el
crecimiento del comercio mundial —un factor que ha durado hasta la
actualidad—. Sin embargo, el orden económico mundial establecido después
de 1945 no tiene nada que ver con una "onda larga". Fue la consecuencia
directa del equilibrio internacional de fuerzas que emergió de la guerra:
la dominación de todo el mundo por dos potencias poderosas: por un lado el
imperialismo USA y por el otro la Rusia estalinista. El aplastante dominio
económico de EEUU es evidente en el hecho de que, en 1945, dos tercios de
todas las reservas mundiales de oro disponibles se encontraban en Fort
Knox. A diferencia de Europa y Japón, cuya base productiva quedó
pulverizada por la guerra, el poder nuclear proporcionó a EEUU una
hegemonía total sobre el mundo occidental. Esto permitió a Washington
imponer su voluntad en todo el mundo capitalista después de
1945.
Lo que es evidente es que esta
peculiar concatenación de circunstancias, que impulsaron al mundo
capitalista de la posguerra, no fue el resultado de una "onda larga". La
combinación tremendamente compleja de elementos, que conformaron la
economía mundial de la posguerra, no se podían haber previsto por
adelantado, y no fueron el resultado de un esquema preordenado de cosas,
sino de una interrelación inmensamente complicada de factores, no sólo
económicos, sino también militares y políticos.
Las ‘ondas largas’
hoy
En los últimos años, las teorías
de Kondrátiev han estado de moda entre todo tipo de economistas burgueses.
El economista burgués austriaco, Joseph Schumpeter, en su clásico estudio,
Los ciclos económicos, fue el primero en acuñar la expresión
"ciclos" para hacer referencia a los ciclos económicos largos de cincuenta
años. Sin embargo, la mayoría de los economistas las rechazan como bobadas
o en el mejor de los casos, las consideran una excentricidad. Hoy en día,
se pueden encontrar artículos significativos en periódicos económicos
respetables en los cuales no sólo aceptan la teoría de la "onda larga",
sino que hablan de ella con un temor reverencial.
La razón no es difícil de
comprender. La economía burguesa oficial está en crisis. La autoridad que
disfrutaban en otro tiempo los economistas universitarios la han perdido
en los últimos veinte años. Los responsables de tomar importantes
decisiones comerciales que implican grandes sumas de dinero, al mirarles,
apenas disimulan su desprecio. ¿Y por qué no? Los economistas fueron
incapaces de predecir la última recesión, y ocurrió lo mismo con el boom
actual. Ahora predicen que el boom continuará para siempre. ¿Quién les
cree? Probablemente no mucha gente, porque no muchos se molestan en leer
lo que dicen. Los hombres de negocios de vez en cuando les consultan, pero
esto se debe a la ausencia de una alternativa más
satisfactoria.
En la búsqueda de alguna nueva
idea, algunos de los pródigos miran hacia Kondrátiev, ¡y se les abre el
cielo! Aquí está lo que necesitaban: ¡una teoría general que les
proporciona la clave del pasado, el presente y el futuro! Mejor aún, una
que da al sistema capitalista una larga vida, basada en el principio de
que "todo lo que baja tiene que subir" Los partidarios burgueses de la
teoría de la "onda larga", la han abrazado con el fervor de los nuevos
conversos. La teoría que les permitiría realizar predicciones exactas del
comportamiento de la bolsa. Por desgracia, el movimiento de la bolsa no se
puede predecir con total seguridad. Siempre hay chalados (sobre todo en
EEUU, que se ha especializado en producir este tipo de personas) que han
disfrutado de una notoriedad temporal, al hacer predicciones económicas
espectaculares, aunque la mayoría estén equivocadas. Hay que recordar el
caso de Joseph Granville, que pronosticó una crisis bursátil en 1981 y el
caso más reciente del Long Term Capital Management que sufrió pérdidas
espectaculares en 1998 cuando se retiró del mercado debido al colapso del
rublo ruso. Esta empresa se basaba en una supuesta fórmula de dos
economistas, Robert Merton y Myron Scholes, que irónicamente ganaron el
Premio Nóbel por su importante "descubrimiento". Este descubrimiento fue
utilizado por John Meriwether, el Director Ejecutivo de LTCM, para
convencer a los inversores de que no podían perder. Al final, la empresa
perdió cientos de millones de dólares y tuvo que ser rescatada por la
Fed.
En los años ochenta un hombre
llamado Robert Prechter, popularizó la teoría de las ondas de
Elliott, basada en las ideas de Kondrátiev. La versión de Elliott de
la teoría de la onda, afirma que el mercado se mueve siguiendo un patrón
predecible.
Por supuesto que no es nada malo
intentar adivinar el movimiento de la economía y equivocarse. El problema
es que la teoría de la "onda larga" (y su variante, las ondas de Elliott)
no sólo pretende adivinar, sino que intenta predecir con total seguridad
el comportamiento de la economía durante décadas y siglos. Kondrátiev al
menos, intentó dar una visión audaz de la historia económica, y nos
proporciona un campo de investigación, en cambio, los epígonos burgueses
de Kondrátiev intentan desarrollar una seudo ciencia, y han reducido todo
al absurdo.
Como era de prever, donde la
"onda larga" causa más furor es en EEUU. En el Bank Credit Analyst
(28/6/95) podemos leer: "La economía USA está embarcada en la tercera
expansión de "onda larga" del siglo XX. La fuerzas motrices clave son el
gasto de capital tecnológico y el crecimiento del comercio mundial". El
artículo concluye: "Otros mercados más graves del siglo (los años treinta
y setenta) ocurrieron durante "ondas largas" descendentes. La experiencia
de los años sesenta sugiere que las correcciones bursátiles serán efímeras
y las valoraciones elevadas hasta el final de su serie histórica de varios
años". Esta es una predicción histórica general (y carece de cualquier
base científica).
El periódico publica varias
gráficas interesantes, una de ellas relacionada con las tendencias
históricas de la productividad. Esta "demuestra que el crecimiento de la
productividad ha seguido aumentando hasta superar la media de los ciclos
anteriores —particularmente en la manufactura—. [En realidad, casi todo el
crecimiento de la productividad se ha limitado a un sector —la tecnología
de la información y específicamente a la fabricación de ordenadores—. Ver
La lucha de clases y el ciclo económico]. La producción por
hombre/hora en la manufactura, es el 5,5% superior a la media de los
ciclos pasados, ajustada por el hecho de la producción ha caído poco del
nivel histórico. Las empresas han disminuido su impulso por estimular
la eficiencia y reducir los costes" (p. 28. El subrayado es
nuestro).
Como hemos demostrado en
documentos anteriores, este boom ha sido a expensas de la clase obrera. La
tasa de explotación ha aumentado enormemente en todos los países, porque
los capitalistas intenta extraer hasta la última gota de plusvalía de sus
trabajadores. La búsqueda de plusvalía es la base de todos los auges
económicos y de la producción capitalista en general. Pero en este boom la
presión sobre la clase obrera ha sido mayor que en el pasado. No ocurrió
lo mismo en los años sesenta, entonces los trabajadores sentían los
beneficios del boom. El sentimiento ahora es bastante diferente. El
malestar creciente se refleja en el hecho de que Al Gore ni siquiera pueda
ganar unas elecciones en un boom. Este hecho es un síntoma de la debilidad
subyacente de todo el sistema. Esto no se puede negar su importancia con
referencias a los ciclos largos. Los economistas más serios como Michael
J. Mandel (no guarda relación con Ernest) ahora predicen que el boom de
Internet está preparando el camino para una depresión de Internet en un
futuro previsible. Ha elaborado una serie de evidencias para respaldar su
teoría, que es completamente probable, a pesar de los teóricos de la "onda
larga".
Ernest Mandel y
Kondrátiev
Ernest Mandel, que por costumbre
capitulaba ante cada tendencia de moda en la economía burguesa, también se
agarró a Kondrátiev, para intentar reconciliar sus teorías con las de Marx
y Trotsky, mientras intentaba cubrir los rastros, sobre todo en su libro
Late Capitalism (Londres, 1975). Después de capitular ante el
keynesianismo y cada una de las teorías burguesas de moda, era algo típico
de Mandel flirtear con las ideas de Kondrátiev, mientras que al mismo
tiempo intentaba mantener una distancia de seguridad con ellos. Esta
trampa de "nadar entre dos aguas" siempre fue la costumbre de Mandel, y
expresa adecuadamente la naturaleza ecléctica de su método. De esta forma,
en sus escritos sobre Kondrátiev dice: "La historia internacional del
capitalismo aparece así no sólo como una sucesión de ciclos industriales
distribuidos cada siete o diez años, sino también como una sucesión de
periodos más largos, de alrededor de cincuenta años. Hemos conocido
cuatro, hasta el presente" (Mandel, Las ‘ondas largas’ en la historia
del capitalismo, p. 158. Madrid, Akal Ed., 1979).
Después de leer estas líneas es
evidente que Mandel está de acuerdo con Kondrátiev. Esta impresión
es aún más profunda cuando seguimos leyendo: "De esta forma, los
indicadores más representativos parecen ser los de la producción
industrial en su conjunto y la evolución del volumen del comercio
internacional (o del comercio internacional por habitante). El primero
explica la tendencia a largo plazo de la producción
capitalista; el segundo, el ritmo de expansión del mercado
mundial. Y en lo que concierne a estos indicadores, la verificación
empírica de las ‘ondas largas’ desde la crisis de 1847 es totalmente
posible" (Ibíd., p. 186. Subrayado en el original).
En otra parte leemos: "este ciclo
de al menos cinco "ondas largas" no se puede atribuir sólo al azar, ni
tampoco sólo a factores externos" (Ibíd., p. 185. El subrayado
es nuestro). El lector observará que esta postura es exactamente la
contraria a la de Trotsky, que insistía en la importancia de "factores
externos" (guerras, revoluciones, etc.) a la hora de configurar estos
periodos más amplios. Un poco después, sin pestañear, Mandel dice
exactamente lo contrario: "Trotsky adelanta dos argumentos
centrales contra las tesis de Kondrátiev: en primer lugar, la analogía
entre las ‘ondas largas’ y los ciclos largos es incorrecta; es decir, que
estas ‘ondas largas’ carecen de la ‘necesidad natural’ que tienen los
ciclos clásicos. En segundo lugar, mientras el ciclo clásico se explica en
última instancia por la dinámica interna de la producción capitalista,
para explicarlo, la ‘onda larga’ requiere ‘un estudio más concreto de la
curva del capitalismo y de la totalidad de relaciones entre lo último y
todos los aspectos de la vida social" (Ibíd., p. 170).
Ya hemos dicho que no "muchos",
sino poquísimos economistas soviéticos compartieron las ideas de
Kondrátiev en los años veinte, aunque unos cuantos estaban de acuerdo con
la postura de Trotsky contra Kondrátiev. Pero por qué dejar que los hechos
estropeen una buena historia, como dicen los periodistas. Se puede estar
de acuerdo con la teoría de Kondrátiev de las "ondas largas" o se puede
estar de acuerdo con Trotsky, pero no con ambos.
La razón del interés de Mandel en
Kondrátiev es evidente. Mandel era incapaz de explicar las razones del
largo auge de la posguerra. Sus escritos económicos revelan el abandono
del marxismo en favor del keynesianismo y otras teorías burguesas de moda.
Después aparece Kondrátiev con sus "ondas largas" y soluciona el problema.
La gran ventaja de las teorías formalistas es que sustituyen la necesidad
de pensar. Mandel utilizó la tesis de Kondrátiev para explicar el
largo auge de la posguerra en el capitalismo. Igualmente, la utilizó para
"explicar" la subsiguiente crisis que comenzó en 1973-74.
Por desgracia, si tu dices A,
también debes decir B, C y D. Una teoría equivocada, tarde o temprano en
la práctica conduce al desastre. Mandel no avisó que la razón por la cual
muchos economistas burgueses son tan entusiastas con las "ondas largas" de
Kondrátiev, es que si esta teoría es correcta, no hay razón evidente por
la cuál el sistema capitalista no pueda existir indefinidamente, pasando
de un ciclo a otro. Si hay una fase descendente, no hay porque
preocuparse, ya que con el tiempo vendrá una larga fase ascendente.
Además, ya que no se puede hacer nada, la clase obrera no tiene otra
alternativa sino apretarse el cinturón y esperar pasivamente tiempos
mejores que llegarán con la siguiente ola. Las conclusiones reaccionarias
que se extraen de esta concepción realmente no requieren ninguna
explicación. En pocas palabras, rodeando una dificultad teórica, Mandel
llega a una posición peor: a una que implicaría el abandono de la posición
marxista.
El intento de "casar" a Trotsky
con Kondrátiev es bastante cómico. Trotsky nunca aceptó la teoría de
Kondrátiev de las "ondas largas". Todo lo contrario, explicó con todo
detalle que la existencia de estas ondas —en el sentido dado por
Kondrátiev— era imposible. No es imposible predecir con precisión
el carácter o frecuencia de cada época. La gráfica elaborada por Trotsky
en 1923 es muy irregular y refleja no ciclos largos, sino periodos
históricos distintos.
Desde un punto de vista teórico,
la noción de los ciclos largos no tiene nada en común con el marxismo.
Pero ¡no importa!, Mandel asegura que las "ondas largas" se pueden
verificar fácilmente a través de la evidencia empírica. Pero si era tan
fácil demostrar la existencia de las "ondas largas", ¿por qué durante
largo tiempo ha existido tanta controversia sobre el tema? Sólo es otro
ejemplo del método utilizado por Mandel, afirmar una opinión como si
fuera un hecho indiscutible, y ¡espera que nadie note la
diferencia!
En su libro, Mandel califica la
crítica de Garvy a Kondrátiev, de "sin sentido", "imprecisa" y
"simplemente semántica". Cuando en realidad, el estudio de Garvy es muy
riguroso y está bien documentado, algo que no se puede decir del escrito
de Mandel, que, por ejemplo, se olvida de mencionar la cuestión crucial
del equilibrio capitalista —el punto central de la teoría de las "ondas
largas"—. Las diferencias de Trotsky con Kondrátiev no tenían una
naturaleza semántica, y se centraban en la cuestión del
equilibrio, algo que Mandel o bien no ha comprendido, o peor
aún, ignora deliberadamente. La diferencia entre el término de Kondrátiev,
"ciclo", y los "periodos" de Trotsky no es una sutileza
lingüística, es una diferencia fundamental entre dos formas
incompatibles de interpretar la historia económica y la lucha de
clases.
El objetivo de Mandel en su libro
es introducir elementos no marxistas en su "análisis" del capitalismo.
Intentar estar de acuerdo al mismo tiempo, con Trotsky y Kondrátiev, es lo
mismo que estar de acuerdo con Charles Darwin y con el Primer Libro del
Génesis. Insiste en el papel de la caída de la tasa de beneficios en la
crisis del capitalismo, pero después intenta "mejorar" a Marx, y atribuye
ésta a factores como la creación del crédito y la política monetaria. Esto
no es marxismo sino keynesianismo. Marx explicó que la causa principal de
la tendencia de la tasa de beneficio era el aumento de la composición
orgánica de capital. Y hoy podemos verlo con claridad en las colosales
sumas de dinero invertidas en ordenadores y la constante actualización de
la tecnología de la información.
La razón para que Mandel insista
en estos otros elementos, es que quiere establecer un vínculo entre la
teoría de los ciclos largos de Kondrátiev y la insistencia de Trotsky en
que el desarrollo social y económico se ve afectado fundamentalmente por
"condiciones externas". Pero las "condiciones externas" que Trotsky tenía
en mente, no eran factores como el crédito (es una parte del mecanismo
interno del ciclo comercial normal) o la política monetaria
(indirectamente también es un reflejo del mismo proceso), sino a
factores no económicos como son las guerras y las revoluciones.
Incluso el examen más superficial de La curva de desarrollo
capitalista demostrará que Trotsky negó específicamente que los
periodos descritos por Kondrátiev tuvieran un carácter cíclico. Así que
Mandel está de acuerdo con Kondrátiev y en desacuerdo con Trotsky. Por
supuesto tiene toda la libertad para hacerlo, pero lo que no puede hacer
es intentar aceptar sin más todas las ideas e intentar encubrirlo con
gimnasia mental.
Mandel dice que el capitalismo ha
experimentado "tres revoluciones tecnológicas generales", y las
especifica: el uso de la máquina de vapor en 1848 (?); la introducción de
la electricidad y el motor de combustión de la ultima década del siglo
XIX; y por último, los aparatos electrónicos y la energía nuclear (!)
después de los años cuarenta. Añade además, que cada una de estas
revoluciones tecnológicas ha estado precedida de un proceso de
"superacumulación" de capital: en este proceso "una parte del capital
acumulado sólo se puede invertir obteniendo una tasa insuficiente de
beneficios (?), una tasa que progresivamente se reduce".
Mandel se saca a Marx de la
chistera y menciona de pasada la caída de la tasa de beneficios. Pero lo
hace de la misma forma chapucera, no aclara que sólo es una tendencia, que
antes de manifestarse, transcurren periodos enteros en los que no se
manifiesta. Lo presenta como una ley absoluta, y eso nunca lo hizo Marx.
En realidad, la llamada superacumulación de capital no tiene nada que ver
con Marx. Es sólo la forma en que Mandel plagia y rebautiza
la idea del "fondo de inversión". Como es habitual en Mandel, no hay ni un
solo pensamiento original, sólo ideas no marxistas ataviadas con
fraseología "marxista" y presentadas como propias.
Cuando este proceso misterioso de
la "super acumulación" —las leyes del movimiento, origen y naturaleza que
son tan desconocidas para los mortales— se ha completado, de repente
aparece una revolución tecnológica, como un conejo del sombrero de un
mago; excepto que aquí el lugar del último lo ocupan una combinación de
(inexplicables) "factores detonantes", que mágicamente eleva la tasa de
beneficio una vez más, e incorpora el nuevo proceso en la producción y así
genera una gran oscilación ascendente de inversión y actividad económica.
Pero entonces Mandel continúa: "Exactamente por el mismo proceso [el mismo
proceso y no otro, pero tenemos que descubrir en que consiste este "mismo
proceso"] la generalización de nuevas fuentes de energía [?] y nuevas
máquinas, debe llevar ... a una nueva desinversión y la reaparición de
capital inactivo..." (Mandel, Op. Cit., p. 159 en la edición
española).
La tasa de beneficio cae por la
elevada composición orgánica de capital (la elevada ratio de capital
constante con relación al capital variable, o la relación entre el trabajo
vivo y el muerto) y la consiguiente reducción de la tasa de valor. Después
sigue una contracción de la actividad económica. Esta es la parte
descendente de la "onda larga". Pero este proceso conduce a una nueva fase
de "superacumulación", resultado del crecimiento del capital inactivo que
lleva (a la larga) a una nueva ola ascendente..., y así
sucesivamente.
Este elegante modelo económico
suprime todas las contradicciones, o mejor aún, las supera y las
trasciende, de la misma forma en que el absoluto de Hegel
trasciende a todas las contradicciones de este mundo —y del próximo—. Y
como sucede con el absoluto de Hegel, el milagro se ha conseguido
dentro de la mente. En realidad, Mandel mezcla todo. Confunde el ciclo
comercial normal —las leyes las describe con gran detalle Marx—, con las
"ondas largas" de Kondrátiev, y lo único que hace es reafirmar, de una
forma superficial y confusa, lo que escribió Marx con relación a la
tendencia a la caída de la tasa de beneficio y al ciclo comercial, y lo
aplica donde no se puede aplicar, es decir, a un ciclo de cincuenta años.
Intenta aplicar los métodos de Kondrátiev al último periodo del
capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial y llega a los siguientes
resultados:
· Desde el
final del siglo XVIII a 1823: crecimiento acelerado.
· 1824 a
1847: desaceleración del crecimiento.
· 1848 a
1873: aceleración del crecimiento.
· 1874 a
1893: desaceleración del crecimiento.
· 1894 a
1913: aceleración del crecimiento.
· 1914 a
1939: desaceleración del crecimiento.
· 1940 a
1940-48: (depende de los países) a 1966, aceleración del
crecimiento.
De acuerdo con Mandel, en la
actualidad habríamos entrado en la segunda fase de una "onda larga", que
comenzó con la Segunda Guerra Mundial, caracterizada por la desaceleración
de la acumulación de capital". (Ibíd., p. 122 en la edición
inglesa). El problema, es que esta afirmación no corresponde con los
hechos conocidos. Si, como pretende Mandel, el periodo de 1940-45 a 1966
fue la fase ascendente de una "onda larga", entonces la fase descendente
habría comenzado en 1966, lo que evidentemente no es verdad. El auge
económico de la posguerra continuó hasta la llamada crisis del petróleo de
1973-74. Desde entonces, el sistema capitalista no ha recuperado los
niveles de crecimiento, productividad, rentabilidad, empleo y crecimiento
del nivel de vida del periodo de 1948-73. En EEUU, los últimos cinco años
han estado cerca de estas cifras, pero en Europa y Japón no ha sido el
caso, y está por ver cuanto durará el boom en EEUU. Al contrario de las
pretensiones optimistas de los partidarios del nuevo paradigma
económico, el boom actual no representa una tendencia secular, sino
que tiene un carácter frágil e inestable, y puede acabar en una seria
recesión.
La cuestión de las "ondas largas"
resumida
Al día de hoy, todavía no hay un
consenso claro sobre la naturaleza exacta de estos ciclos largos, incluso
entre los partidarios de la teoría. Al principio citamos una serie
posible, que coincide con la teoría original de Kondrátiev: 1848-79;
1880-93; 1894-1914; 1915-39; 1940-74. Sin embargo, hay otras alternativas
propuestas, como son: 1820-70; 1870-1913; 1913-50: 1950-73 y 1973-94.
Estas diferencias subrayan la naturaleza arbitraria de la hipótesis. Los
protagonistas de la teoría de la "onda larga" no se ponen de acuerdo entre
ellos.
Es obvia la existencia de
desarrollo capitalista distintos y en momentos diferentes. Hoy en día, los
datos existentes nos permiten realizar un estudio más serio de la historia
económica del capitalismo. En la ciencia, a veces ocurre que una hipótesis
incorrecta te conduce a resultados importantes que sirven para el progreso
de nuestro conocimiento y comprensión. La teoría del big-bang en la
cosmología es uno de esos casos. En contraste con el modelo teórico
abstracto de Kondrátiev, un enfoque más empírico demuestra la existencia
de una serie de ciclos desiguales —como pronosticó
Trotsky—.
Un estudio reciente hace el
siguiente comentario: "Las distintas fases no se inician por decisiones
colectivas planificadas, ideas innovadoras o cambios en la ideología de la
política económica interna o internacional. Las transiciones de una
fase a otra, normalmente, están determinadas por algún tipo de accidente
histórico o sacudida del sistema" (A. Maddison, Phases of Economic
development, p. 59. El subrayado es nuestro).
Esto es exactamente lo que decía
Trotsky en La curva de desarrollo capitalista. El motivo por el
cual las fases históricas de desarrollo capitalista tienen una duración
irregular, es precisamente porque están determinadas por la interrelación
de fuerzas complejas —con carácter no exclusivamente económico—. La
transición de un periodo a otro se caracteriza por cambios bruscos y
repentinos. Los cambios más violentos son las guerras y las revoluciones,
que representan una ruptura profunda con el pasado e interrumpen el
movimiento y la dirección de la sociedad, creando las condiciones para un
nuevo paso adelante —o una regresión—. La línea de la historia,
contrariamente a los prejuicios de los evolucionistas liberales, conoce
periodos de descenso y ascenso. El punto en que un sistema socioeconómico
determinado agota su potencial de desarrollo de los medios de producción,
es donde empieza su declive y decadencia. Este declive podría tener una
duración larga, y se podría ver interrumpido por periodos de recuperación,
pero la línea general seguirá siendo descendente.
Desde un punto de vista
histórico, el sistema capitalista ha jugado un papel revolucionario. En
toda la historia de la humanidad, nunca se había producido un desarrollo
similar de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica, tan
espectacular y casi milagroso. El primer periodo de la acumulación
primitiva de capital, empieza aproximadamente en el siglo XIII, el momento
en que las sociedades urbanas se formaban alrededor de los gremios urbanos
y las universidades se convirtieron en centros de aprendizaje. Esta es la
fase embrionaria del capitalismo, cuando la naciente burguesía luchaba por
reafirmar sus derechos frente al orden feudal prevaleciente. Sin embargo,
el verdadero periodo de ascenso capitalista comienza con la Reforma
protestante y el Renacimiento, el descubrimiento de América y el periodo
del capitalismo mercantil en los siglos XVII y XVIII. A partir de
entonces, la gráfica de desarrollo económico demuestra una tendencia
ascendente. El periodo naciente del capitalismo, está lleno de
revoluciones: la revolución holandesa y la Guerra Campesina en Alemania en
el siglo XVI; la Revolución Inglesa en el siglo XVII y la Revolución
Francesa en el siglo XVIII. La invención de la máquina de vapor y la
revolución industrial inician un periodo de crecimiento económico
tormentoso, la extensión del capitalismo a Europa y a todo el mundo. El
ascenso de los estados nacionales en Europa, acompañado por guerras,
representa la consolidación del capitalismo y la división del mundo entre
las principales potencias capitalistas, y con ello el desarrollo del
imperialismo. Las contradicciones entre las potencias imperialistas con el
tiempo llevaron a la Primera Guerra Mundial.
Incluso el estudio más
superficial del periodo anterior a la Primera guerra Mundial, demostrará
la interrelación entre los factores económicos y los no económicos a la
hora de conformar cada periodo. Al periodo de 1789 a 1815, le dio forma la
Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas. Estos acontecimientos
tuvieron profundos efectos económicos, que surgieron del Sistema
Continental de Napoleón y del consiguiente bloqueo de Europa por la armada
británica. Estos acontecimientos también tuvieron repercusiones en América
y Asia. Sólo cambió la situación en 1820, lo que permitió la normalización
del comercio, que junto con el progreso tecnológico caracterizó la
revolución industrial en Gran Bretaña, y preparó el camino para un
crecimiento económico importante. La expansión de 1820 a 1870,
principalmente ocurrió en Europa que contaba con el 63% del crecimiento de
la producción mundial, y a destacar, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica y
Holanda. Pero fuera de Europa, el crecimiento fue escaso. No había llegado
todavía la época del mercado mundial. Gran Bretaña tenía una aplastante
superioridad en todos los campos. Su fortaleza industrial se reflejó en el
declive del campesinado y el ascenso del proletariado industrial. En 1870
su sector agrario empleaba sólo a una cuarta parte de la
población.
Maddison dice que con las
evidencias disponibles, después de 1789 el crecimiento fue más acelerado.
Aquí también, el nuevo periodo estuvo marcado por la guerra y la
revolución (la guerra Franco Prusiana y la Comuna de París). El nuevo
elemento decisivo en la ecuación es la pérdida del monopolio británico y
el poder industrial, y el ascenso de Alemania y EEUU (la abolición de los
Estados esclavistas como resultado de la Guerra Civil Americana y la
unificación de Alemania que se consiguió a través de la guerra). Este
periodo también se caracterizó por una nueva etapa en las revoluciones
industriales, en particular los ferrocarriles, pero también con otros
inventos que mejoraron las comunicaciones y unieron todo el mundo en un
solo mercado capitalista mundial (barcos a vapor y telégrafo).
Es evidente que esta expansión
del comercio mundial fue uno de los factores clave de este auge, como ya
había pronosticado Marx. El capitalismo abrió nuevos mercados, y de esta
forma consiguió un campo de operaciones mayor. En el siglo XVIII el
proteccionismo era la norma. Pero el ascenso del capitalismo industrial en
Gran Bretaña y la demanda de nuevos mercados cambió todo. No hay que
olvidar que al principio del periodo de desarrollo capitalista —cuando la
industria aún estaba en su infancia— todos los Estados capitalistas eran
proteccionistas. Sólo cuando el desarrollo de sus industrias chocaba con
las escasas posibilidades del mercado local, comenzaron a defender el
libre comercio. Por razones obvias, el primero en entrar en este camino
fue Gran Bretaña. Entre 1846 y 1860, Gran Bretaña eliminó todas las
barreras arancelarias y restricciones comerciales. Esta medida no se
consiguió fácilmente, costó una larga y dura batalla, entre los
manufactureros y los intereses de la tierra representados por el Partido
Tory. Además, los otros países capitalistas mantenían medidas
proteccionistas hasta que sus industrias fueron lo suficientemente fuertes
para resistir al libre comercio. Con frecuencia, los que intentan imponer
los "beneficios" de la globalización a las débiles economías de África,
Asia y América Latina, olvidan este pequeño detalle.
Gran Bretaña impuso el libre
comercio en sus colonias y semicolonias, por ejemplo, en Turquía,
Tailandia (Siam) y China, la "persuasión" de los británicos a los chinos
sobre los beneficios de la liberalización comercial, les obligó a comer
opio. En Alemania, los acuerdos de la unión aduanera (Zollverein)
de 1834, acabaron con las fronteras entre los Estados alemanes. En 1860,
el Tratado Cobden-Chevlier eliminó las restricciones cuantitativas
francesas y redujo las barreras arancelarias. Después llegaron los
tratados comerciales franceses con Bélgica, el Zollverein, Italia, Suiza,
España y otros países.
Los ferrocarriles, el telégrafo,
los barcos a vapor y la apertura del Canal de Suez, estimularon el
comercio mundial, que como ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial,
se convirtió en el principal motor del crecimiento económico mundial.
En este periodo, el comercio mundial aumentó cuatro veces más que la
producción mundial, y con ella un enorme desarrollo de la
división mundial del trabajo. Aquí reside el secreto del colosal
crecimiento que caracterizó el capitalismo hasta la Primera Guerra
Mundial. Maddison calculó (no compartida por otros economistas de "onda
larga") la gráfica de desarrollo económico, y ésta sube significativamente
después de 1870 y continua, con interrupciones, hasta 1913.
Para el conjunto del mundo,
durante el periodo anterior a la Primera Guerra Mundial, el crecimiento
per cápita del PIB fue el segundo más grande de la historia —superado sólo
por el auge de 1948-74—. Sólo el gasto en ferrocarriles fue mayor que
cualquier otra inversión de la historia, incluido el boom actual de la
tecnología de la información (TI). La longitud de líneas
ferroviarias de un total de 36 países pasó de 191.000 kilómetros a casi un
millón entre 1870 y 1913. Hasta cierto punto, el desarrollo del comercio
mundial de ese periodo, fue mayor que en la fase actual de la
globalización. El periodo de 1870 a 1913, estuvo caracterizado por una
masiva inmigración internacional, salieron 17,5 millones de personas de
Europa a EEUU, Canadá, Australia, Argentina, etc., Al otro lado del
planeta, un gran número de indios y chinos se trasladaron a Ceilán,
Birmania, Tailandia, Indonesia y Singapur.
Sin embargo, sería incorrecto
presentar este periodo como un desarrollo suave e ininterrumpido. El
desarrollo de varios estados capitalistas poderosos, todos en lucha por
los mercados, colonias y esferas de influencia, llevó a la aparición de
nuevas contradicciones y al surgimiento del imperialismo —la fase más
elevada del capitalismo monopolista analizada por Lenin en su obra clásica
El imperialismo, fase superior del capitalismo—. Lenin explica que
una de las características esenciales del imperialismo es la exportación
de capital. En el periodo previo a la Primera Guerra Mundial, hubo un
masivo flujo internacional de capital, en particular de Gran Bretaña, que
dejó la mitad de sus ahorros en el extranjero. Pero Francia, EEUU y
Alemania rápidamente alcanzaron a Gran Bretaña y esto tuvo consecuencias
explosivas. El Tratado de Berlín (1870), dividió oficialmente al mundo
entre las principales potencias europeas. Al final de este periodo, no
sólo Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania tenían colonias,
también Rusia, Italia y EEUU.
Antes de 1914, los activos
exteriores británicos equivalían a 1,5 veces su PIB; los activos franceses
superaban el 15% de su PIB; los alemanes un 40% de su PIB y los de EEUU
sólo el 10%. Estas cifras dan una idea bastante aproximada de la
distribución del poder económico mundial antes de la Primera Guerra
Mundial. Durante un tiempo los capitalistas podían coexistir
pacíficamente, gracias a la expansión general del comercio y la producción
mundial que les daba algo a todos. Pero el desequilibrio era tan grande
que no podía durar mucho. En particular, el poder militar e industrial de
Alemania —el recién llegado a la escena— no correspondía con su posición
como potencia económica mundial.
Como hemos visto, el periodo de
entreguerras fue complemente diferente al anterior. Como Maddison lo
describe: "Fue una época perturbada por la guerra, la depresión y la
política de mendigar al vecino. Fue una era desapacible, y el potencial de
crecimiento se vio frustrado por toda una serie de desastres" (Op.
Cit., p. 65). Pero el mismo autor considera que el periodo es tan
complejo que sería inútil o casi imposible considerarlo como uno solo. Él
lo divide en tres periodos separados: 1913-29; 1929-38 y
1944-49.
No es posible entender el
desarrollo económico a menos que, tengamos en cuenta los efectos de la
guerra en la que una parte importante de Europa quedó devastada y murieron
3,3 millones de personas del Este de Europa. Maddison dice lo siguiente:
"La división de la vieja región [Europa] llevó a la aparición de nuevas
barreras arancelarias, desvarató los transportes tradicionales, y creó
muchos problemas de ajuste ante las nuevas condiciones del mercado.
Polonia tuvo que adaptar su economía nacional a tres monedas y zonas
fiscales diferentes" (Ibíd., p. 66). "La mayoría de los países de
Europa Occidental sufrieron una bajada del PIB debido a la guerra, esto
dañó profundamente los niveles de vida en Bélgica, Francia y Austria. El
PIB que Europa Occicental tenía en 1913, no lo recuperó hasta 1924;
durante una década, el producto per cápita estuvo por debajo de los
niveles anteriores a la guerra. Una gran parte de los recursos se desvió
al consumo y a la inversión con fines bélicos. Las fuerzas armadas
sufrieron 5,4 millones de muertes (incluidos dos millones en Alemania, 1,3
millones en Francia, y 750.000 en Gran Bretaña). A parte del dolor
infringido a las familias de las víctimas, muchos de los supervivientes
sufrían heridas o padecían los efectos del gas venenoso" (Ibíd., p.
68).
"El impacto destructivo de la
guerra en Occidente se concentró en una estrecha franja de territorio en
Bélgica y el norte de Francia (...) Francia perdió dos tercios de sus
inversiones en el extranjero debido a las deudas (principalmente con
Rusia) y a la inflación. Alemania tuvo que vender sus pequeños activos en
el extranjero para hacer frente al pago de las reparaciones de guerra. La
marina mercante británica sufrió grandes pérdidas" (Ibíd., p.
68).
El boom temporal que siguió a la
recesión de 1920-21 tenía muchas similitudes con el boom actual. Ese boom
terminó con la recesión de 1929, que acabó con la ilusión de que los
buenos tiempos durarían para siempre. El impacto de la depresión
posterior, fue incluso mayor que la destrucción de la guerra. "El orden
económico internacional y las aspiraciones de la política económica
nacional se vieron afectados por la depresión. Muchos países abandonaron
el patrón oro. El mercado internacional de capital colapsó y la
liberalización comercial se terminó. EEUU adoptó una medida desafortunada
al implantar la legislación arancelaria Smoot-Hawley en 1929-30. Esto hizo
estallar una oleada de represalias en todo el mundo. Gran Bretaña
introdujo la preferencia imperial en 1932. Francia, Japón y Holanda
aplicaron medidas similares en sus imperios. Peor aún, fueron las
restricciones al comercio e intercambio exterior que adoptó Alemania. Y en
cierta forma, Francia, Italia, Japón, Holanda, Europa del Este y América
Latina, lo copiaron. El volumen del comercio mundial cayó en más de una
cuarta parte, hasta 1950 no se recuperó el nivel de 1929. La deuda general
y el pago de las reparaciones conllevó una masiva huida de capitales de
Europa a EEUU".
Lo que convirtió la recesión de
los años treinta en una profunda depresión, fue la contracción del
comercio mundial debido a la política proteccionista y las devaluaciones
competitivas. Esto es lo que dio al periodo previo a la Segunda Guerra
Mundial un carácter radicalmente diferente al periodo anterior a la
Primera Guerra Mundial. Pero incluso durante este periodo, el ciclo
boom/recesión continuó funcionando. En 1938, la economía USA comenzaba a
salir de la recesión. Pero lo que transformó completamente la situación y
marcó la transición de un nuevo periodo histórico, fue el estallido de la
Segunda Guerra Mundial. La guerra —consecuencia de las contradicciones
insoportables del capitalismo mundial— costó 55 millones de vidas (27
millones rusas), la destrucción masiva de las fuerzas productivas y llevó
a la raza humana al borde del barbarismo. Bélgica, Francia, Italia y
Holanda sufrieron inmensos daños. Gran Bretaña también sufrió los
bombardeos. Pero nada comparado con la destrucción catastrófica de las
fuerzas productivas en la URSS, Europa del Este, Yugoslavia y
Alemania.
Sin embargo, desde un punto de
vista estrictamente económico, la guerra sirvió de estímulo. Engels
explicó hace tiempo que durante la guerra el funcionamiento normal del
sistema capitalista se paraliza temporalmente. La respuesta a los
defensores de la "economía de libre mercado" es la siguiente: cuando ellos
se enfrentaron a una amenaza seria y se hundieron en una lucha a vida o
muerte, la clase dominante británica y estadounidense, no dejó las cosas a
merced de la "mano invisible" del mercado. Todo lo contrario, recurrieron
a la centralización, nacionalización, e incluso a medidas de planificación
parcial. Por supuesto que basándose en el capitalismo, esta planificación
nunca puede ser completa. Pero ¿por qué lo hicieron? La respuesta es
clara: porque obtienen mejores resultados. Las cifras hablan por sí
solas, la producción USA en este periodo casi se dobló, consiguió una tasa
anual de crecimiento de casi el 13 por ciento. Toda la capacidad
inutilizada (inutilizada porque no era rentable para los capitalistas) se
utilizó para la guerra.
El plan de Hitler era conseguir
por medios violentos una redivisión del mundo que beneficiara a Alemania.
Esto significaba una lucha con las antiguas potencias imperialistas Gran
Bretaña y Francia, y sobre todo con la Unión Soviética. La esclavización
de Europa del Este y Ucrania era el eje de su plan. Y no podía conseguirlo
sin pulverizar y desmembrar la URSS. Todo lo demás era simplemente una
expresión del sueño imperialista de dominio alemán. El nazismo con su
delirio racista e ilusiones de superioridad nacional era sólo la esencia
destilada del imperialismo, disfrazado bajo la densa capa de superstición
medieval y el misticismo, servido con un lenguaje que apelaba a la
mentalidad del pequeño burgués que se enfrenta a la ruina económica ante
la crisis del capitalismo.
Al menos durante la guerra,
Hitler materializó el viejo sueño del imperialismo alemán: reorganizar
Europa bajo control alemán. El Reich controlaba un vasto territorio que
incluía toda la industria y riqueza de Europa, y una régimen militar
formidable que habría derrotado fácilmente a las fuerzas de Gran Bretaña y
Francia. Pero Hitler fue derrotado por la Unión Soviética en el combate
más tremendo de la historia militar. La victoria de la Unión Soviética en
la guerra, y la división de Europa en dos bloques completamente
antagónicos, transformó la situación mundial y alteró los cálculos de Gran
Bretaña y EEUU. El resultado fue totalmente diferente al de la Primera
Guerra Mundial, aunque el grado de destrucción de Europa y otras partes
del mundo (China, Japón, etc.,) fue mucho mayor. Los Aliados lanzaron dos
millones de toneladas de bombas en el continente, la mayoría sobre
Alemania. El capital social de Europa estaba en ruinas. La situación en la
URSS y Europa del Este aún era peor. Los submarinos habían hundido a la
mayor parte de la marina mercante y la mayoría del ganado había muerto.
Además, Gran Bretaña estaba endeudada con EEUU y la
Commonwealth.
Con menos destrucción en Europa,
la Primera Guerra Mundial llevó a un largo periodo de depresión económica.
¿Por qué no ocurrió lo mismo después de 1945? ¿Era consecuencia de una
"onda larga" predeterminada? En absoluto. Fue el resultado del Plan
Marshall que EEUU extendió a Europa, no por razones económicas, sino por
temor a la revolución y al "comunismo". El acuerdo de la posguerra y el
largo auge económico que la siguió (las razones ya las hemos dado), no
fue resultado de consideraciones económicas, sino políticas, militares,
estratégicas y diplomáticas. Paradójicamente, cuando acabó la guerra,
y empezando por EEUU la producción y el PIB cayeron, éste último una
cuarta parte desde 1944 a 1947, al abandonar la economía de guerra y
desmovilizar el ejército. La situación sólo cambió con el boom mundial que
resultó del Plan Marshall, la reconstrucción europea y después el boom de
la guerra de Corea.
Durante toda una generación,
después de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo mundial experimentó
—quizá por última vez— un largo periodo de crecimiento masivo y sostenido,
acompañado por el aumento de la productividad, salarios y niveles de vida
en los países capitalistas desarrollados. Estas fueron las bases objetivas
para la relativa estabilidad de las relaciones entre las clases, y también
entre los estados nacionales en el periodo de la posguerra. En EEUU la
productividad laboral creció un 2,5% anual, comparado con el 1,9% del auge
de 1870-1913. La tasa de crecimiento en EEUU fue dos veces mayor que la
Gran Bretaña en el siglo posterior a 1820.
Fueron unos resultados
impresionantes. Además, si tomamos la tasa de progreso económico de este
periodo, vemos la verdad literal de lo que escribieron Marx y Engels sobre
el verdadero papel revolucionario del capitalismo al desarrollar las
fuerzas productivas, y como de esta forma sentaba las bases para un orden
superior de la sociedad humana. Si tomamos el periodo de 1913 a 1950 vemos
que el crecimiento de la productividad en EEUU fue del 1,6% anual, que ya
era cinco veces más rápido que el periodo de 1870 a 1913. Pero esta tasa
se aceleró aún más en el auge de 1950-1974. Después cayó y llevamos veinte
años prácticamente de estancamiento.
La época de declive
capitalista
El desarrollo del capitalismo no
es un sistema cerrado en el cual un proceso físico simplemente se repite,
sino que evoluciona. Igual que en la vida de un hombre o mujer podemos ver
etapas definidas que no se repiten, podemos ver fases similares en la vida
de los diferentes sistemas históricos. La república romana entró en una
fase de expansión vigorosa, marcada por las guerras de conquista.
Probablemente el principio del fin coincidió con el final de las Guerras
Púnicas que llevó a la destrucción del rival más formidable de Roma.
Después siguió un periodo de gran inestabilidad y guerras civiles en la
última república, que llevó a la imposición del dominio de los
emperadores, empezando por Augusto. El imperio alcanzó su punto máximo en
el desarrollo de la siguiente generación, y después entró en un largo
periodo de declive, que duró tres siglos. Sin embargo, este declive no
siguió una línea recta. Hubo periodos de recuperación y brillantez, que,
sin embargo, sencillamente pavimentaron el camino para un nuevo declive y
decadencia. Se podrían hacer paralelismos con la línea de desarrollo del
feudalismo en Europa Occidental, con las monarquías absolutas que ocuparon
el lugar de los emperadores.
Por supuesto, cada sistema
socioeconómico tiene sus propias peculiaridades y el proceso no sigue un
camino idéntico en todos ellos. Las leyes que gobiernan el desarrollo de
la sociedad esclavista no son las mismas que las del feudalismo. Y el
capitalismo tiene leyes que son radicalmente diferentes a ambos. Pero ese
no es el tema. La cuestión es que el desarrollo social no procede según
los mecanismos de un sistema cerrado sencillo, en ciclos que se repiten
sin fin. La única excepción posible sería lo que Marx llamó el modelo
asiático de producción, basado en el bajo nivel de desarrollo de la
producción (una económica agrícola de subsistencia) junto con una gran
burocracia estatal, como era el caso en la antigua China. Pero el
capitalismo no es comparable en absoluto a este sistema.
Incluso desde sus inicios hace
300 años, el sistema capitalista ha jugado un papel revolucionario en el
desarrollo de las fuerzas productivas. Alcanzó su apogeo en el siglo XIX,
cuando jugó un papel relativamente progresista al desarrollar a un nivel
sin precedentes, la industria, la ciencia y la tecnología. Las dos guerras
mundiales y el periodo de crisis y depresión entre las dos guerras, fueron
la ilustración gráfica de que las fuerzas productivas habían superado los
estrechos límites de la propiedad privada y el estado nacional. La
Revolución de Octubre demostró como se podían resolver estas
contradicciones.
La cuestión central es la
naturaleza del auge de la posguerra. ¿Representó un nuevo periodo de
renacimiento capitalista? ¿O quizá fue la prueba que el capitalismo está
destinado hasta el fin del mundo a pasar por estas fases ascendentes y
descendentes, entre la prosperidad y la depresión? ¿O fue un respiro
temporal que preparó el camino para un nuevo declive más terrible? Desde
un punto de vista marxista, el sistema capitalista hace tiempo que dejó de
jugar un papel relativamente progresista. El callejón sin salida se
expresa en el hecho de que, incluso en un boom como el actual, el número
de parados y subempleados sea de 1.000 millones de personas, de acuerdo
con las cifras de la ONU.
El futuro del mundo se puede ver
en la situación difícil de los países capitalistas subdesarrollados de
Asia, África, y América Latina. Incluso en el apogeo del boom, padecen la
pobreza, la deuda, el hambre y el analfabetismo. Incluso aquellos países
subdesarrollados que han experimentado crecimiento económico, las masas
han experimentado una caída de su nivel de vida. Por ejemplo, la tasa de
crecimiento de Perú en 1998 subió un 0,3%, y en los primeros nueve meses
de 1999 subió un 2,1%. Un ritmo más rápido que el resto de América Latina.
Según Business Week (29/11/99): "Para la mayoría de los peruanos,
las cifras positivas del PIB se contradicen con la realidad, los
ciudadanos se sienten como en una profunda recesión, y las empresas se
cuestionan la veracidad de las cifras gubernamentales". Todo esto confirma
que el capitalismo se encuentra en un largo declive que se manifiesta de
muchas formas diferentes.
La prolongación de la agonía del
capitalismo, amenaza con socavar la cultura y la civilización humana, o
incluso el futuro de la humanidad. La tecnología que puede ser una amenaza
para la existencia de nuestras especies (la guerra química y biológica,
ingeniería genética, energía nuclear…) está en manos de multinacionales
irresponsables; la destrucción del planeta por la sed de beneficios de los
monopolios; la degradación del medio ambiente —el aire que respiramos, el
agua que bebemos, la comida que comemos— se lleva a cabo en nombre del
beneficio. Las desenfrenadas actividades del imperialismo provocan una
guerra tras otras. Todos estos fenómenos —tomados en su conjunto— ponen un
gran signo de interrogación no sólo sobre el futuro de un sistema
socioeconómico que ha logrado sobrevivir a sí mismo, sino también sobre el
futuro de nuestro planeta.
Los años setenta fueron una
década de revolución. Empezando con el derrocamiento de los coroneles
griegos, la revolución portuguesa de 1974-75 y el inicio de movimientos
revolucionarios en Europa. No sólo en Grecia y Portugal, también en
Italia, España, Francia, Chipre y Gran Bretaña. Esto también afectó a las
organizaciones de masas del proletariado. Por primera vez desde la guerra,
surgieron corrientes de masas de izquierda y semicentristas. Los
dirigentes de los partidos socialistas de España, Grecia, Italia y Francia
comenzaron a hablar de marxismo. En Portugal, Mario Soares, hablaba de la
dictadura del proletariado y el periódico socialista La Republica
editaba artículos de Trotsky. En Gran Bretaña, el viejo ala de derechas
del Partido Laborista fue vomitada del partido y sustituida por el ala
izquierda. Por supuesto, la fraseología de izquierdas de la mayoría de los
dirigentes era sólo demagogia, adoptada por la presión de la base, y no
tenían ninguna intención seria de ponerla en práctica. Cuando llegaron al
poder, aquellos que hacían discursos radicales se transformaron en
"hombres de Estado" y "realistas". Como siempre, los reformistas de
izquierda y los centristas, abandonaron sus posturas radicales y
capitularon ante la burguesía.
En este periodo, las capas más
avanzadas de la clase comenzaron a sacar conclusiones revolucionarias. En
varios países —como España e Italia—, existían los ingredientes de una
situación prerrevolucionaria. En Portugal, la clase obrera tuvo el poder
en sus manos. The Times de Londres, publicó una editorial titulada:
El capitalismo en Portugal está muerto. Sólo la política de los
dirigentes comunitas y socialistas salvó a los capitalistas. El proceso se
cortó con el boom de los años ochenta y el péndulo se inclinó a la
derecha.
Ahora hemos entrado en una nueva
situación. El periodo de largo auge es historia pasada. Eso no quiere
decir que el capitalismo colapsará inmediatamente, o que no se pueda
desarrollar. Eso significa que el capitalismo ya no es capaz de
desarrollar los medios de producción como lo hizo en el pasado. Si se
examinan los índices económicos desde 1974, es obvio que el sistema
capitalista no ha recuperado el nivel de crecimiento, rentabilidad,
inversión y empleo del periodo anterior. Hasta hace poco la tasa de
crecimiento de los países capitalistas más desarrollados ha sido muy
pobre. Ahora una tasa del 2-3% es un triunfo, y es aproximadamente la
mitad del periodo de auge. El caso de Japón es peor, en el periodo de
auge, Japón era uno de los principales motores de la economía mundial,
consiguió tasas de crecimiento que llegaron a superar el 10%. En la década
pasada, Japón ha estado hundida en la recesión sin apenas
crecimiento.
Que se ha alcanzado un punto
decisivo se comprueba por la reaparición del desempleo de masas orgánico
en la mayoría de los países capitalistas avanzados. Durante el auge de la
posguerra, el paro prácticamente no existía. Por primera vez en la
historia del capitalismo había pleno empleo. Pero ya no. Los capitalistas
son incapaces de utilizar todo el potencial de las fuerzas productivas, y
por lo tanto, el sistema capitalista está jugando un papel reaccionario
que impide el desarrollo de la sociedad.
Eso tampoco significa que no sea
capaz de desarrollar las fuerzas productivas. En booms como el actual,
vemos que aún es capaz de desarrollar ciertas ramas de la producción en
determinados países y por un tiempo limitado. Pero incluso en el boom
actual hay un millón de personas paradas en Gran Bretaña —una cifra
inimaginable hace treinta años—. Lo mismo ocurre en Francia, Alemania y la
mayoría de países, y puede ser peor, porque todo sugiere que las cifras
oficiales subestiman el verdadero nivel de subempleo. Si aceptamos las
cifras oficiales, la tasa de desempleo en 1984-93 era el 6,8% en Europa
occidental comparada con el 2,4% en el periodo de 1948-74. Sin embargo, en
Alemania y Francia hasta hace poco la cifra era del 10%. En Europa del sur
la media es del 12,2%, y en España era más del 20%. Es verdad que el
desempleo ha descendido, pero el pleno empleo todavía se encuentra en un
futuro lejano. La nueva generación se ve obligada a aceptar empleos mal
pagados, o contratos basura. Pero incluso este trabajo precario
desaparecerá ante los primeros síntomas de recesión.
El boom actual en EEUU parece
representar un cambio decisivo en esta situación. Pero como ya hemos
explicado, no durará para siempre. Por debajo de la superficie hay todo
tipo de contradicciones. Los representantes serios del capital están cada
vez más alarmados por los desequilibrios, sobre todo los de la economía
USA. El escenario, es en realidad, mucho más parecido al boom de los años
veinte, que al principio del auge de la posguerra. El colapso del boom
actual desembocará en un periodo turbulento de crisis con consecuencias de
gran alcance para todo el mundo.
Aparte de las convulsiones
económicas, sociales y políticas que resultarán de esto, la lucha de
clases recuperará nuevos brios. Las viejas incertidumbres desaparecerán y
de nuevo se volverá a cuestionar esta sociedad. En un país tras otro, en
un continente tras otro, la revolución socialista aparecerá en el orden
del día; que triunfe o no, estará determinado por varios factores, entre
ellos la calidad de la dirección del proletariado —el factor subjetivo—.
Ahora preparamos nuestras energías para esos futuros
acontecimientos.
El factor
subjetivo
El auge económico del capitalismo
en Occidente, fue una de las principales razones por las cuales el
capitalismo mundial se salvó después de la Segunda Guerra Mundial. Si nos
preguntamos por qué las fuerzas genuinas del marxismo han retrocedido
durante un periodo histórico, hay varias respuestas. Pero la razón
fundamental para la debilidad del marxismo en todo este periodo, hay que
buscarla en la situación objetiva. Este largo periodo de auge duró desde
1948 a 1974-75. De la misma forma que el largo auge anterior a la Primera
Guerra Mundial originó la degeneración reformista y nacionalista de las
organizaciones obreras de masas, el auge de la posguerra fue la razón
principal para el aislamiento de las verdaderas fuerzas del
marxismo.
También hubo otro factor poderoso
que no se podía prever: el fortalecimiento del esatlinismo en ese periodo.
Las monstruosas distorsiones del estalinismo en Rusia, Europa del Este o
China, pusieron enormes obstáculos para el desarrollo del marxismo. No
debemos olvidar que el principal obstáculo ante nosotros, fue precisamente
el estalinismo, los Partidos comunistas en Occidente eran bloques
tremendos que frenaban el desarrollo de la clase obrera. En la mayoría de
los países, cualquier joven radicalizado rápidamente entraba en los
Partidos Comunistas, a pesar de que ya no jugasen un papel revolucionario.
Por otro lado, la existencia de una caricatura del socialismo, monstruosa
y totalitaria, también repelía a los trabajadores de Europa Occidental y
EEUU.
El colapso del estalinismo y la
traición monstruosa de la vieja burocracia de la Unión Soviética que se ha
pasado al capitalismo —una traición incluso más monstruosa y repulsiva que
las acciones de los líderes de la Segunda Internacional en 1914— ha
llevado al colapso de su poder e influencia. Con un retraso de medio
siglo, el estalinismo se ha revelado como una aberración histórica
temporal. El análisis y las predicciones de Trotsky —en su obra de 1936
La revolución traicionada— se han visto brillantemente confirmadas
por la historia. La base comunista de jóvenes y trabajadores está mucho
más abierta a las ideas del marxismo leninismo (trotskismo) que en el
pasado. Este es un hecho de importancia para el futuro.
Pero no basta con referirnos a
los factores objetivos para analizar la debilidad del marxismo en todo ese
periodo. Como siempre, el factor subjetivo juega un papel crucial. León
Trotsky, en vida, jugó un tremendo papel, defendiendo las genuinas ideas
del marxismo-leninismo y reconstruyendo las fuerzas del bolchevismo
leninismo en condiciones muy difíciles. Pero después de la muerte de
Trotsky, los llamados dirigentes de la Cuarta Internacional demostraron
ser incapaces para seguir esta tarea. Cometieron errores inimaginables y
destrozaron la Cuarta Internacional antes de que pudiera desarrollar una
base seria. Aquellos que no son capaces de, al menos, defender las
conquistas del pasado, nunca construirán nada serio en el futuro. Hoy
tenemos las ideas de Trotsky —ideas que mantienen su fuerza y vitalidad
original—, con esta base podremos reagrupar y regenerar las fuerzas las
fuerzas del genuino marxismo.
Las contradicciones se han ido
acumulando: la desigualdad y la insolente arrogancia de los empresarios;
la presión hasta conseguir la última onza de plusvalía del sudor y sistema
nervioso de los trabajadores; la prolongación de la jornada laboral; la
presión despiadada que causado estrés y problemas nerviosos; la falta de
seguridad en el trabajo; el ataque a los derechos sindicales; la
concentración sin precedentes del capital y el creciente poder de los
monopolios y empresas; el aumento de los niveles de deuda; la reducción
del gasto público; los ataques al sistema del bienestar, vivienda y
sanidad; la presión fiscal sobre los más pobres y la reducción de los
impuestos a los ricos: Todas estas cosas preparan una poderosa reacción
para un futuro no demasiado lejano.
Por supuesto, mientras dure el
boom, los capitalistas tienen margen de maniobra. Mientras las familias
sienten que aumentan sus ingresos, y los trabajadores pueden mejorar sus
niveles de vida aún a costa de endeudarse, están dispuestos a tolerar
muchas cosas. Están dispuestos a sacrificar su tiempo, fuerza, salud, vida
familiar y felicidad. En la sociedad, las ilusiones son algo muy poderoso
y durante algún tiempo pueden triunfar sobre la realidad. Pero la realidad
siempre se impone.
El boom de los años veinte, como
ya hemos dicho, tuvo muchas similitudes con el boom actual. Un crecimiento
impresionante en EEUU basado en la nueva tecnología, en particular el
automóvil, nuevos métodos de producción (fordismo), un boom bursátil, un
ambiente general de optimismo salvaje y un sentimiento de que los buenos
tiempos durarían para siempre. Y mientras el carnaval de hacer dinero
continúa, la ilusión se puede mantener, arraiga en la mente de todas las
clases —desde los estrategas del capital y los políticos, a los hombres y
mujeres de la calle—. Pero una vez el boom colapsa, este proceso se vuelve
en su contrario.
El capitalismo no es eterno, ni
es un sistema socioeconómico bendecido por Dios. A los hombres y mujeres
siempre les cuesta imaginar que pueden vivir, trabajar, pensar y actuar de
manera diferente a como lo hacen. Toda la historia demuestra lo fácil que
es cambiar la forma de vivir, pensar, trabajar y actuar. La historia
humana no es otra cosa que la cronología de estas transformaciones. Hoy
nos escandalizamos de que los humanos aceptaran el canibalismo, la
esclavitud o la servidumbre. Nuestros ancestros lo hicieron y habrían
encontrado nuestra cultura —la cultura del capitalismo— igual de ajena e
incompresible.
El capitalismo ni es eterno, ni
es inmutable. En realidad, es menos inmutable que otros sistemas
socioeconómicos de la historia. Igual que un organismo vivo, cambia,
evoluciona y por lo tanto, pasa a través de etapas más o menos
perceptibles. Hace tiempo superó su turbulenta infancia, su confianza y
madurez optimista, ahora todo eso es cosa del pasado. Ha entrado en una
fase de decadencia terminal, que puede durar algún tiempo —igual que el
declive del Imperio Romano duró un tiempo largo—. Y las consecuencias
negativas de esto caerán sobre los hombros de la humanidad. En esta fase
del capitalismo, los periodos de crecimiento no mejorarán las
contradicciones, sino que las exacerbará a un grado enésimo. Y las fases
descendentes amenazarán al mundo con terribles catástrofes.
Es natural que los capitalistas y
su mediocre tribu de economistas profesionales y aduladores a sueldo, no
se puedan reconciliar con esta perspectiva. Vieron la caída de la Unión
Soviética como una prueba de que su sistema era el único posible. Soñaban
con un nuevo orden mundial basado en la paz y la abundancia. Imaginaban
que el boom actual suponía el retorno a los días felices de su juventud y
la eliminación de todas las crisis.
El desarrollo de las fuerzas
productivas bajo el capitalismo es la condición previa para la verdadera
emancipación de la humanidad. Después de conquistar el planeta, los
desiertos, polos y océanos, la raza humana puede alcanzar las estrellas
con sus manos. La condición previa es que la tremenda capacidad productiva
construida bajo el capitalismo en su búsqueda anárquica del beneficio, se
ponga bajo el control consciente de la sociedad. Los descubrimientos
fantásticos de la ciencia y la tecnología se deben utilizar de una forma
racional y planificada para servir a las necesidades de la humanidad, no
en beneficio de unos pocos.
No creemos que Kondrátiev
estuviera en lo correcto al afirmar que las innovaciones tecnológicas se
producen en la fase descendente del capitalismo. Pero es verdad que la
preparación de la vanguardia proletaria, la creación y formación de
cuadros, ocurre en todo momento y es particularmente necesaria en un
periodo de "descenso" del movimiento obrero. En una guerra, con frecuencia
hay periodos de calma entre dos batallas. La calma es engañosa. Es
simplemente el preludio de una nueva batalla. Los ejércitos serios no se
duermen en la calma, se entrenan, limpian las armas, consiguen nuevos
reclutas, mejoran sus líneas de comunicación y apoyo logístico, en
definitiva, se preparan para la siguiente batalla.
En una retrospectiva histórica,
la caída del estalinismo será vista sólo como un episodio: la anticipación
de una caída aún más estrepitosa, la del capitalismo. Incluso en el curso
de este boom, se ha preparado un nuevo periodo de la historia del
capitalismo. Un periodo de crisis convulsivas sin precedentes en todo el
mundo que hará sonar el toque de difuntos por el alma de un sistema
decadente de opresión y explotación y situará en el orden del día la
transformación socialista de la sociedad y la creación de un nuevo orden
mundial socialista.
14 de noviembre de 2000