En memoria de la Comuna de Parìs.
Por EL MILITANTE -
Friday, May. 27, 2005 at 11:47 PM
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Lecciones de la Comuna de París |
El primer intento de
Estado Obrero |
Autor : Greg Oxley Fecha :
( 08-Mayo-2001 ) Categoria : Internacional
|
a
Comuna de París de 1871 fue uno de los episodios más grandes e
inspiradores de la historia de la clase obrera. Fue un gran
movimiento revolucionario en el que los trabajadores de París
reemplazaron el Estado capitalista por sus propios órganos de
gobierno y mantuvieron el poder político hasta su caída en la última
semana de mayo. Los trabajadores parisinos lucharon, en condiciones
extremadamente difíciles, para poner fin a la explotación y la
opresión, para reorganizar la sociedad sobre bases completamente
nuevas. Hoy en día, para los socialistas es importante aprender las
lecciones de estos importantes acontecimientos. Veinte años
antes del advenimiento de la Comuna, tras la derrota de la
insurrección obrera en junio de 1848, el golpe militar del 2 de
diciembre de 1851 llevó al poder al emperador Napoleón III. Al
principio, el nuevo régimen bonapartista parecía inquebrantable. Los
trabajadores fueron derrotados y sus organizaciones prohibidas. A
finales de la década de los sesenta, sin embargo, el fin del auge
económico y la recuperación del movimiento obrero debilitaron
seriamente al régimen. Se hacía evidente que sólo podría sobrevivir
algún tiempo en base a una nueva guerra. En agosto de 1870 los
ejércitos de Napoleón III marcharon contra Bismarck. La guerra,
según Napoleón III, permitiría a Francia conquistar nuevos
territorios, debilitar a los enemigos internos y poner fin a la
crisis financiera e industrial que asolaba el país. Guerra y
revolución No obstante, ocurre con frecuencia que la guerra
conduce a la revolución y no es una relación casual. Una guerra
aparta a la clase obrera de su rutina diaria, las masas examinan más
detenidamente las acciones del Estado, de los generales, de los
políticos y de la prensa en un grado infinitamente superior que en
tiempos de paz. Eso es así particularmente en el caso en una
derrota. El intento de Napoleón III de invadir Alemania fue su
perdición. El 2 de septiembre, cerca Sedan -en la frontera oriental
de Francia- el ejército de Bismarck capturó al emperador junto a
100.000 soldados. En París, las masas tomaron las calles de la
capital para exigir el fin del imperio y la proclamación de una
nueva república democrática. La llamada oposición republicana
estaba aterrorizada por este movimiento de las masas, pero a pesar
de todo, el 4 de septiembre se vieron obligados a declarar la
república. Se formó un nuevo "gobierno de defensa nacional" cuya
figura clave era el general Trochu. También estaba en el gobierno,
Jules Favre, un representante típico del republicanismo capitalista
que declaró públicamente que no cederían a los prusianos "ni una
sola pulgada del territorio, ni una sola piedra de nuestra
fortaleza". Las tropas alemanas rápidamente rodearon París y
establecieron un cerco sobre la ciudad. El pueblo apoyó inicialmente
al nuevo gobierno en nombre de la "unidad" contra un enemigo
extranjero. Sin embargo, esta unidad tardó poco en romperse. A
pesar de las declaraciones públicas, el Gobierno de Defensa Nacional
no creía que fuera posible defender París. Fuera del ejército
regular, una milicia formada por 200.000 personas -la Guardia
Nacional- estaba decidida a defender París, pero los trabajadores
armados dentro de París eran una amenaza mayor para los intereses de
clase de los capitalistas franceses que el ejército extranjero que
estaba a las puertas de la ciudad. El gobierno decidió que lo mejor
sería capitular ante Bismarck tan pronto como fuera posible. Sin
embargo, el fervor patriótico de los parisinos y de la Guardia
Nacional impidieron al gobierno decirlo públicamente. Trochu quería
ganar tiempo y contaba con los efectos sociales y económicos
causados por el asedio para romper la resistencia de los
trabajadores parisinos. Mientras tanto el gobierno empezó a negociar
en secreto con Bismarck. Según pasaban las semanas aumentaba la
hostilidad hacia el gobierno. Comenzaron a circular rumores sobre
las negociaciones con Bismarck. La caída de Metz el 8 de octubre fue
la chispa que provocó una nueva manifestación de masas. El día 31
varios contingentes de la Guardia Nacional encabezados por los
Blanquistas atacaron y ocuparon temporalmente la Asamblea Nacional.
En ese momento, los trabajadores aún no estaban preparados para
actuar contra el gobierno y por eso la insurrección quedó aislada.
Blanqui huyó y Flourens, el valeroso comandante de los batallones de
Elleville, fue encarcelado. En París el hambre y la pobreza
producto del asedio estaban provocando consecuencias desastrosas y
cada vez era mayor la necesidad de romper el cerco. El intento de
salir y tomar Buzenval, el 19 de enero, acabó en otra derrota.
Trochu dimitió y fue sustituido por Vinoy que en su primer discurso
pidió a los parisinos que no "tuvieran ilusiones" en la posibilidad
de derrotar a los prusianos. Quedaba en evidencia que el gobierno
intentaba capitular. Los clubs políticos y los Comités de Vigilancia
pidieron armas a la Guardia Nacional y marcharon hacia el Hôtel de
Ville. Otros destacamentos fueron a la prisión a liberar a Flourens.
La presión desde abajo obligó a los demócratas de clase media de la
Alianza Republicana a exigir un "gobierno popular" que organizara la
resistencia efectiva contra los prusianos. Sin embargo, cuando la
Guardia Nacional llegó al Hôtel de Ville, Chaudry, representante del
gobierno, gritó furioso a los delegados de la Alianza y eso bastó
para que los republicanos se dispersaran. Los guardias bretones,
leales al gobierno, atacaron a los Guardias Nacionales y a los
manifestantes que intentaban oponerse a esta traición. Y los
Guardias Nacionales tuvieron que retirarse. Este primer choque
armado con el gobierno marcó el final de la Alianza Republicana a
pesar de que el movimiento contra el gobierno amainó temporalmente.
A partir del 27 de enero de 1871 el Gobierno de Defensa Nacional
pudo seguir con sus planes de capitulación ideados desde el
principio del asedio. París y la Asamblea Nacional
Las zonas rurales de Francia estaban a favor de la paz y los
votos del campesinado en las elecciones de la Asamblea Nacional de
febrero dieron la mayoría a los candidatos conservadores y
monárquicos. La Asamblea nombró jefe de gobierno a un empedernido
reaccionario: Adolphe Thiers. El choque entre París y la mayoría
"rural" de la Asamblea era inevitable. La contrarrevolución abierta
levantó cabeza, espoleando, a su vez, a la revolución. Los soldados
prusianos estaban a punto de entrar en la capital y esto dio nuevos
bríos a las protestas. Los trabajadores y los sectores más pobres de
la población apoyaban las manifestaciones armadas de la Guardia
Nacional, denunciaban a Thiers y a los monárquicos como traidores y
defendían una "lucha a muerte" por la defensa de la república. Los
acontecimientos del 31 de octubre y el 22 de enero representaban un
pequeño anticipo del nuevo camino que emprendería el movimiento.
Toda la clase obrera parisina, ahora sí, estaba preparada para la
rebelión. La reaccionaria Asamblea Nacional provocaba
constantemente a los parisinos, a los que calificaba de criminales y
asesinos. Suspendió la paga, de por sí muy baja, de los Guardias
Nacionales, a menos que demostraran que eran "incapaces de
trabajar". El cerco dejó a muchos trabajadores desempleados y
prestar servicio en la Guardia Nacional era la única alternativa al
hambre. El gobierno obligó a pagar en 48 horas todos los alquileres
atrasados y las deudas, esto representaba una amenaza inmediata de
bancarrota para los pequeños comerciantes. París se vio privada de
su estatus como capital de Francia, transferida a Versalles. Estas
medidas y muchas otras golpearon a los sectores más pobres de la
sociedad pero también provocaron la radicalización de la clase media
parisina, cuya única esperanza de salvación real ahora era el
derrocamiento revolucionario de Thiers y la Asamblea Nacional.
Transformación de la Guardia Nacional La rendición a
los prusianos y la amenaza de la restauración monárquica transformó
la Guardia Nacional. Se eligió el "Comité Central de la Federación
de Guardias Nacionales" que representaba a 215 batallones, equipados
con 2.000 cañones y 450.000 armas de fuego. Aprobaron nuevos
estatutos en los que se declaraba "el derecho absoluto de los
Guardias Nacionales a elegir sus dirigentes y revocarlos tan pronto
como perdieran la confianza de sus electores". En esencia, el Comité
Central y sus correspondientes estructuras en cada batallón fueron
precursores de los soviets de trabajadores y soldados, que
aparecieron en Rusia durante las revoluciones de 1905 y 1917. La
nueva dirección de la Guardia Nacional tuvo que poner a prueba su
autoridad con rapidez. Cuando el ejército prusiano entró en París,
decena de miles de parisinos armados se reunieron con la intención
de atacar al invasor. El Comité Central intervino para evitar una
lucha desigual para la que no estaban preparados. El éxito del
Comité Central asentó firmemente su autoridad y se lo reconoció como
la dirección del pueblo. A Clément Thomas, el comandante nombrado
por el gobierno, no le quedó otra alternativa que dimitir. Las
fuerzas prusianas ocuparon parte de la ciudad durante dos días y
después se retiraron. Thiers había prometido a los Rurales de la
Asamblea restaurar la monarquía. Su tarea inmediata era poner fin a
la situación de "doble poder" en París. Los cañones bajo la
dirección de la Guardia Nacional, y en particular los de Montmartre,
posición desde la que se dominaba la ciudad, eran toda una amenaza a
la "ley y el orden" capitalistas. A las 3 de la madrugada del 18 de
marzo, el gobierno envió a 20.000 soldados regulares a tomar estos
cañones que estaban al mando del general Lecomte. Los tomaron sin
apenas dificultad. Sin embargo, la expedición partió sin tener en
cuenta la necesidad de llevar los medios necesarios para transportar
los cañones. A las 7 de la madrugada todavía no habían llegado los
aparejos. Las tropas se encontraron rodeadas por una multitud de
trabajadores incluidos mujeres y niños, en ese momento entró en
acción la Guardia Nacional. La multitud desarmada, los Guardias
Nacionales y los hombres de Lacomte se lanzaron acusaciones mutuas
en medio de una densa reunión. Algunos soldados empezaron a
confraternizar con los Guardias Nacionales. Lecomte ordenó a sus
hombres disparar a la multitud. Nadie disparó. Los soldados y los
guardias nacionales se aplaudían mutuamente y se abrazaban. Aparte
de un breve intercambio de fuego en la plaza Pigalle, el ejército se
desmoronó ante los Guardias Nacionales sin ofrecer la menor
resistencia. Lecomte y Clément Thomas, el ex comandante de la
Guardia Nacional que había disparado a los trabajadores en 1848,
fueron arrestados. Soldados furiosos los ejecutaron poco después.
Thiers no había previsto la deserción de sus tropas. Presa del
pánico, huyó de París y ordenó al ejército y a los servicios civiles
abandonar la ciudad y los fuertes circundantes. Quería salvar lo que
quedaba del ejército y evitar el contagio del París revolucionario.
El viejo aparato del Estado estaba fuera de juego y la Guardia
Nacional tomó los puntos estratégicos de la ciudad sin encontrar
ninguna resistencia. El día 18 de marzo por la tarde, se formó un
nuevo gobierno revolucionario basado en el poder armado de la
Guardia Nacional. Gobierno revolucionario La primera
disyuntiva a la que se enfrentó el Comité Central fue qué hacer con
el poder. ¡No tenían "mandato legal" para gobernar! Después de mucha
discusión, estuvieron de acuerdo en quedarse en el Hôtel de Ville
durante "unos cuantos días" durante los cuales se organizarían
elecciones municipales (comunales). Al grito de "¡viva la Comuna!"
los miembros del Comité Central expresaban el deseo de delegar el
poder cuanto antes. La cuestión inmediata sobre la que decidir era
qué hacer con Thiers y el ejército, en retirada hacia Versalles.
Eudes y Duval propusieron que la Guardia Nacional los persiguiera
para acabar con lo que quedaba de las fuerzas de Thiers. Sus
llamamientos cayeron en saco roto. La mayoría del Comité Central
eran hombres muy moderados, sin el temperamento ni las ideas
necesarias para las tareas que les había impuesto la historia.
El Comité Central inició las negociaciones con los antiguos
alcaldes y con varios "conciliadores" para fijar la fecha de las
elecciones. Esto centró su atención hasta que finalmente se
celebraron el 26 de marzo. Thiers utilizó este valioso tiempo.
Comenzó una campaña de propaganda y mentiras contra París, dirigida
a las provincias, y, con la ayuda de Bismarck, reforzó la cantidad
de armas, de soldados y su moral para preparar un nuevo ataque sobre
París. La recién elegida Comuna sustituyó la dirección de la
Guardia Nacional por un gobierno oficial del París revolucionario.
El gobierno estaba formado por personas relacionadas con el
movimiento revolucionario de una u otra forma. La mayoría se podrían
describir como "republicanos de izquierda", empapados de la
nostalgia idealizada del régimen jacobino de la Revolución Francesa.
De sus 90 miembros, 25 eran trabajadores, 13 pertenecían al Comité
Central de la Guardia Nacional y 15 a la Asociación Internacional de
Trabajadores. Los blanquistas, hombres enérgicos siempre dispuestos
a medidas extremas y dramáticas pero con ideas políticas muy vagas,
y los internacionalistas eran una cuarta parte de la Comuna. El
propio Blanqui estaba en una prisión provincial. Los pocos
reaccionarios electos abandonaron sus puestos con distintos
pretextos. Otros fueron arrestados cuando se descubrieron sus
nombres en los archivos de la policía y fueron identificados como
antiguos espías del régimen imperial. Construyendo una nueva
sociedad La Comuna eliminó todos los privilegios de los
funcionarios estatales, congeló los alquileres, los talleres
abandonados pasaron a estar controlados por los trabajadores, aprobó
medidas para limitar el trabajo nocturno, garantizar la subsistencia
de los pobres y los enfermos. La Comuna declaró que su objetivo era
poner fin a "la anarquía y la competencia ruinosa entre los
trabajadores por el beneficio de los capitalistas" y la
"diseminación de los ideales socialistas". La Guardia Nacional
estaba abierta a toda la población y organizada, como ya hemos
visto, en líneas estrictamente democráticas. Se ilegalizaron los
ejércitos "separados y aparte del pueblo". Se requisaron los
edificios públicos para aquellos que no tenían un techo bajo el que
cobijarse. La educación pública era para todos, lo mismo ocurría con
los teatros, los centros de cultura y aprendizaje. A los
trabajadores extranjeros se los trataba como hermanos y hermanas,
como soldados de la "república universal del trabajo internacional".
Se celebraban reuniones día y noche, en ellas miles de hombres y
mujeres normales debatían sobre todos y cada uno de los aspectos de
la vida social y sobre cómo organizar la sociedad en interés del
bien común. El carácter social y político de esa sociedad, que
poco a poco tomaba forma bajo el escudo de la Guardia Nacional y la
Comuna, era incuestionablemente socialista. La ausencia de cualquier
precedente histórico, la ausencia de una dirección y un programa
claro, combinado con la dislocación social y económica de una ciudad
asediada, necesariamente suponía que los trabajadores caminasen a
tientas a la hora de ocuparse de los requerimientos concretos que
implicaba la organización de la nueva sociedad. Se ha escrito mucho
sobre la incoherencia, la pérdida de tiempo y energía, sobre los
errores del pueblo parisino en las diez semanas que estuvo en el
poder dentro de los muros de una ciudad asediada. La mayoría son
verdad. Los comuneros cometieron muchos errores. Marx y Engels
fueron muy críticos con los comuneros por no tomar el control del
Banco de Francia, que seguía pagando millones de francos a Thiers
para armarse contra París. Sin embargo, la mayoría de las
iniciativas importantes tomadas por los trabajadores apuntaban en
dirección a la completa emancipación social y económica de la
población asalariada como clase. Ante todo, a la Comuna le faltó
tiempo. El camino hacia el socialismo fue cortado por el regreso del
ejército de Versalles y el terrible baño de sangre que puso fin a la
Comuna. El aplastamiento de la Comuna Sin duda, la
Comuna subestimó la amenaza que representaba Versalles, ni intentó
atacar ni tampoco se preparó seriamente para su defensa. A partir
del 27 de marzo comenzaron los intercambios ocasionales de disparos
entre las posiciones del ejército de Versalles y las murallas que
rodeaban París. El 2 de abril, un destacamento de comuneros que se
dirigía a Courbevoie fue atacado y tuvo que regresar. Los
prisioneros capturados por las fuerzas de Thiers fueron fusilados.
Al día siguiente, debido a la presión de la Guardia Nacional, la
Comuna lanzó una ofensiva contra Versalles. Sin embargo, a pesar del
entusiasmo de los batallones de comuneros, éstos carecían de
preparación política y militar serias -se pensaba ingenuamente que,
como el 18 de marzo, el ejército de Versalles se pasaría a la Comuna
al ver la Guardia Nacional- lo que los condenó al fracaso. Esta
derrota no sólo provocó muertos y heridos, entre ellos Flourens y
Duval, asesinados cuando fueron capturados por el ejército de
Versalles, el optimismo fatalista de las primeras semanas dio lugar
a un sentimiento de peligro inminente y derrota, lo que acentuó las
divisiones y la rivalidad entre los mandos militares. El
ejército de Versalles entró en París el 21 de mayo de 1871. En el
Hôtel de la Ville, los comuneros no consiguieron organizar una
estrategia militar seria y, en el momento decisivo, la Comuna
sencillamente dejó de existir, dejando toda la responsabilidad en
manos del Comité de Seguridad Pública, completamente ineficaz. A los
Guardias Nacionales se les permitió ir a luchar a sus localidades;
esta decisión junto con la ausencia de un mando centralizado,
impidió el aglutinamiento de una fuerza comunera seria capaz de
ofrecer resistencia al empuje de las tropas de Versalles. Los
comuneros lucharon con tremendo valor y finalmente el 28 de mayo
fueron derrotados. Las fuerzas de Thiers provocaron una terrible
carnicería en la que murieron más de 30.000 hombres, mujeres y
niños, en las semanas siguientes asesinaron aproximadamente a otras
20.000 personas. Los escuadrones de fusilamiento continuaron
trabajando durante el mes de junio, asesinando a todo aquel
sospechoso de haber cooperado con la Comuna. Marx y Engels
siguieron de cerca los acontecimientos de la Comuna y sacaron muchas
lecciones del primer intento de construir un Estado obrero. Sus
conclusiones se pueden encontrar en los escritos publicados bajo el
título “La guerra civil en Francia” con una notable introducción de
Engels. Antes del 18 de marzo declararon que, debido a las
circunstancias desfavorables, la toma del poder representaba "una
locura desesperada". Sin embargo, los acontecimientos del 18 de
marzo pusieron el poder en manos de los trabajadores. De forma
abrupta, la clase obrera de París no sólo tuvo que luchar por
mejoras inmediatas, sino por una "república universal" que pusiera
fin a la explotación, a las divisiones de clase, al militarismo
reaccionario y a los antagonismos sociales. En la Francia moderna,
como en todos los países industrializados del mundo, las condiciones
materiales para la consecución de estos grandes objetivos hoy son
incomparablemente más favorables que en 1871. Ahora nuestro deber es
crear una base firme para conseguir la sociedad por la que lucharon
y murieron los hombres y mujeres de la Comuna.
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