Mayo del 68 en Francia : un anàlisis marxista.
Por EL MILITANTE -
Tuesday, May. 31, 2005 at 9:56 PM
MARXISMO HOY Nº
4 Una alternativa socialista a
la unión Europea
|
..Fundación
Federico Engels |
|
Mayo 1998 |
|
|
30 Aniversario de Mayo del
68 El año de la revolución |
|
El Mayo francés representó una
demostración de la poderosa fuerza revolucionaria que tiene la clase
obrera, que puesta en marcha es capaz de cuestionar el control de la
burguesía en un país capitalista desarrollado. Esta idea fundamental
quedó de manifiesto el 31 de diciembre de 1968 cuando el general De
Gaulle concluía su mensaje de fin de año con un deseo: "Enterremos
finalmente a los diablos que nos han atormentado durante el año que
se acaba". |
Bárbara Areal.
Mayo de 1998 constituye una página amarga de la historia
que la burguesía quiere borrar y no han faltado estómagos agradecidos
dispuestos a hacer el trabajo sucio. Amando de Miguel, afamado sociólogo y
muy querido en los medios de comunicación burgueses, explicó en uno de sus
análisis sociológicos: "Si esta fecha simbólica no hubiera sido más que la
incruenta rebelión de los estudiantes parisinos de Mayo de 1968, no
merecería demasiada atención en la rememoranza de la reciente historia de
las ideas y de los movimientos sociales ... los sucesos todos de 1968
tienen mucho de espectáculo, de representación de teatro en la calle".
No se trata solamente de un espíritu de revancha que dura
ya 30 años, sino de la actitud consciente de evitar que hoy, ningún joven
o trabajador se pueda inspirar en esta experiencia revolucionaria para
sacar conclusiones para el futuro. Porque ahora, aún más que en 1968, el
capitalismo demuestra su bancarrota, su incapacidad para ofrecer una vida
digna a la mayoría de la humanidad. No pretendemos desde estas páginas
limitarnos a un estudio académico o a una descripción cronológica de los
acontecimientos. Queremos aprender de la historia, porque no nos
conformamos con ser meros espectadores, aspiramos a ser parte activa en la
lucha de clases.
El boom de la posguerra, fundamentalmente en los países
capitalistas desarrollados, afectó profundamente el panorama político,
sobre todo a las direcciones de las organizaciones obreras, que quedaron
deslumbradas por los "logros" de la economía de mercado. Con una media de
crecimiento entre el 5 y 6% desde 1948 hasta finales de los 60, el
capitalismo parecía haber superado sus contradicciones. El poderoso SPD
alemán, por ejemplo, eliminó de su programa el socialismo. Parecía que en
los países capitalistas del llamado primer mundo la lucha de clases había
sido superada y la estabilidad política garantizada. Pero no era así. La
clase obrera francesa se encargará de demostrar aquellos que renunciaban
ya a su capacidad revolucionaria cuan equivocados estaban.
Un elemento central que marcará esta época influyendo
decisivamente en la clase obrera europea y norteamericana, será la lucha
de las masas de los países ex-coloniales por liberarse de la opresión
imperialista. Cada manifestación, cada levantamiento popular, cada
revolución en África, Asia y Latinoamérica, era una denuncia de la
sobreexplotación salvaje a la que el imperialismo tenía sometida a la gran
mayoría de la población de estos países. El triunfo de la revolución
cubana en 1959 y en 1962 en Argelia, la resistencia heroica del pueblo
vietnamita, despertará una ola de simpatía entre millones de jóvenes y
trabajadores a escala internacional.
La lucha contra la opresión
imperialista
En México, a pesar de una media de crecimiento de un 7%
desde 1962 a 1968, las desigualdades sociales se profundizaron: el 3% de
la población controlaba el 83% de las riquezas, 10 millones de mexicanos
pasaban hambre. El malestar social estalló expresándose en primer lugar a
través de los estudiantes, que rápidamente ganarán la simpatía de los
trabajadores. El 13 y el 27 de agosto hubo dos manifestaciones de 150.000
y 500.000 personas respectivamente. El movimiento alcanzó un alto grado de
organización como demuestra la constitución del Consejo Nacional de Huelga
que coordinó la lucha estudiantil en todo el país. La respuesta del estado
fue salvaje. La burguesía mexicana y el imperialismo temían que la
situación se les escapara de control, que la lucha avanzara más y más. El
2 de octubre las fuerzas especiales, bajo las órdenes del presidente
Gustavo Díaz Ordaz, intervienen en el mitin de la Plaza de las Tres
Culturas, asesinando a cientos de personas. Nunca se ha podido confirmar
la cifra de víctimas de la Masacre de Tlatelolco, pero si se sabe que el
gobierno enterró secretamente centenares de cuerpos e hizo desaparecer
decenas de cadáveres. Estimaciones independientes han llegado a hablar de
hasta 2.000 víctimas.
La impunidad y la hipocresía de la burguesía mexicana no
parecía conocer límites. Pocos días después de la masacre se inauguraron
en México los Juegos Olímpicos bajo el lema ‘Todo es posible en la paz’.
Efectivamente, el imperialismo sólo tiene una forma de mantener su
control, imponer la paz de los cementerios.
Dos años antes, entre finales de 1965 y principios de
1966, un millón de personas son asesinadas en Indonesia, país en el que el
5 de octubre de 1965 fue proclamado en el poder un Consejo Revolucionario
y donde existía un poderoso Partido Comunista con 3 millones de
afiliados.
Cuando en 1962 el imperialismo francés se retiró de
Argelia tras ocho años de guerra, dejará a sus espaldas un auténtico baño
de sangre: 8.000 aldeas destruidas y un millón de muertos.
La resistencia del pueblo
vietnamita: una inspiración para la juventud y la clase obrera en
occidente
La juventud, en primer lugar, y la clase obrera de los
países desarrollados no asistieron a esta situación como meros
espectadores. La impresionante resistencia del pueblo vietnamita a la
intervención militar del imperialismo estadounidense captó su atención en
todo el mundo. No era para menos. Un ejército de campesinos desharrapados
hizo frente y derrotó al ejercito más poderoso del mundo. R. Francis
Kennedy, dirigente destacado del Partido Demócrata, reconocería que "medio
millón de soldados norteamericanos y 700.000 aliados sudvietnamitas, con
el dominio total del aire, respaldados por enormes cantidades de material
y por los más modernos recursos, son incapaces de afianzar la seguridad,
de al menos, una ciudad ante los asaltos del enemigo, cuyo potencial total
es aproximadamente de 250.000 hombres".
La fuerza del Vietcong no residió en su potencial
militar, ni en la formación de su ejército, sino en la decisión de lucha
de los campesinos pobres a los que el capitalismo no tenía nada que
ofrecer salvo miseria y humillación. Lo que iba a ser una desmostración de
fuerza y dominio del mundo por parte del poderoso imperialismo
estadounidense, se convirtió en uno de los ejemplos históricos más
impresionantes de la capacidad de resistencia de un pueblo pobre y
oprimido. Si bien en 1975 el imperialismo tuvo que reconocer su derrota y
retirarse definitivamente, hizo pagar muy cara al pueblo vietnamita su
"osadía", dejando atrás más de dos millones de muertos, siete millones de
mutilados, el 70% de las poblaciones destruidas e inutilizadas 10 millones
de hectáreas de tierra. Aún hoy, como producto de la utilización de las
armas químicas por parte del ejército USA, se producen todo tipo de
malformaciones en recién nacidos y enormes áreas de tierra siguen siendo
incultivables. Es verdaderamente repugnante e hipócrita, que hoy, en 1998,
el imperialismo USA con el apoyo de varios gobiernos europeos, quiera
utilizar el pretexto de la existencia de armas químicas en Irak para
volver a masacrar al pueblo iraquí.
Estados Unidos, corazón y guardafronteras del
capitalismo, se vio sacudido por un movimiento gigantesco de la juventud
que rechazó la masacre de Vietnam. El movimiento iniciado en 1965 alcanzó
una de sus mayores demostraciones de fuerza en 1968, año en el que los
jóvenes reclutas se vieron arropados por el suficiente apoyo social como
para desertar en masa. Ese año se contabilizaron 2.572 soldados prófugos
acusados, casi 5.000 en fase de instrucción de acusación y 200.000
ausentes sin permiso oficial. Aunque a muchos les pese, en los países
capitalistas desarrollados, donde la clase obrera y la juventud fue
acusada por sociólogos y analistas de todo tipo de ser tolerante con el
sistema, de haber perdido sus señas de identidad como clase beligerante
contra la burguesía debido a un supuesto aburguesamiento, la lucha de
clases seguía existiendo.
En Italia se produjeron ocupaciones universitarias en
1968. Pero no fue sólo la juventud estudiantil la que se movilizó; el
movimiento obrero protagonizó una extensa oleada de huelgas que se reflejó
en las elecciones de mayo de 1968 cuando el Partido Comunista Italiano
junto con el Partido Socialista de Unidad Proletaria, ambos con discursos
muy radicalizados, experimentaron un enorme aumento en sus votos. En 1969,
cuando las aspiraciones de cambio de millones de jóvenes y trabajadores se
vieron frustradas por sus dirigentes, éstos protagonizarán el bautizado
Otoño Caliente, debido a la intensidad de las huelgas obreras y las
numerosas ocupaciones de fábrica.
La lucha obrera parecía no conocer fronteras. Los países
del llamado ‘socialismo real’, en realidad estados obreros burocratizados,
también se vieron afectados. Una lucha impresionante fue la denominada
Primavera de Praga, cuando la clase obrera checoslovaca intentando
establecer un auténtico régimen de democracia obrera, demostrando que la
alternativa al asfixiante régimen burocrático no tenía porque ser el
capitalismo, sino el socialismo basado en la participación activa de los
trabajadores en la gestión de la sociedad. La revolución política de los
obreros y la juventud checa fue aplastada por la intervención militar
soviética. La burocracia de Moscú no sólo temía el triunfo de la
revolución política en Checoslovaquia, sino los efectos que podía tener en
el resto de los llamados países del este.
Hubo también movilizaciones estudiantiles masivas en Río
de Janeiro, Buenos Aires, Montevideo, etc... En el Estado español, a pesar
de la represión, el 1º de Mayo de 1968 también estuvo marcado por la
movilización, con paros, huelgas, concentraciones y manifestaciones; en
Madrid y otras ciudades las universidades fueron cerradas. Aún así, la
dictadura franquista no pudo impedir que circularan de forma clandestina
documentos, panfletos y carteles del Mayo del 68 francés.
Revolución en
Francia
De alguna forma se ha devaluado la palabra revolución,
bien por aquellos que ya la dan por imposible y se consideran realistas,
bien por otros que ven auges revolucionarios allí donde miran. En Francia
al iniciarse el año 1968 se cumplieron diez años de régimen gaulista y las
organizaciones de la izquierda y los sindicatos no tenían entre sus
perspectivas inmediatas movilizaciones generalizadas, ni mucho menos la
posibilidad de una revolución. La burguesía, también deslumbrada por el
auge económico de la postguerra, se hallaba enormemente confiada. Norman
Macrae, el mismo mes de mayo de 1968, declaró lo siguiente en The
Economist: "... la gran ventaja de Francia sobre su vecino al otro lado
del Canal: sus sindicatos son patéticamente débiles".
Los momentos revolucionarios son excepcionales. En la
mayor parte de su existencia la clase, si bien lucha por mejorar sus
condiciones de vida, no se cuestiona el sistema en su conjunto. Sin
embargo a pesar de la apariencia de tranquilidad o conformismo con el
orden de las cosas, los trabajadores y la juventud acumulan experiencia y
elaboran sus propias conclusiones. Tanto entre los analistas de la
burguesía, como entre sectores de activistas del movimiento obrero, hay
cierta tendencia, aunque por razones diferentes, a identificar
mecánicamente la actitud de los dirigentes obreros con el estado de ánimo
y el ambiente entre la clase obrera. El que los trabajadores no respondan
de inmediato a un ataque, o que permitan que sus representantes pacten con
la burguesía acuerdos desfavorables a sus intereses sin una reacción
inmediata, no significa satisfacción ni aprobación. El que no se afilien
masivamente a sus organizaciones debido al desencanto que produce esta
política por parte de sus dirigentes, tampoco significa que halla
abandonado la idea de la lucha. Llegada la hora se pondrá en marcha, sin
poder esperar a que sus organizaciones estén en condiciones de afrontar la
toma del poder o pararse a considerar si sus dirigentes defienden el
programa adecuado.
La juventud es la primera
en salir a la calle
Como en otras experiencias revolucionarias fue la
juventud la que reflejó de forma más rápida las contradicciones de la
sociedad francesa. El 22 de marzo se inician en la universidad de Nanterre
las primeras protestas a raíz de la detención da varios estudiantes
miembros de un comité de solidaridad con Vietnam, acusados de atentados
con explosivos. En respuesta, los estudiantes ocupan la universidad. Pero
el gobierno francés respondió con más represión: el 2 de mayo la policía
interviene para impedir una manifestación de apoyo al movimiento contra la
intervención imperialista en Vietnam, el 3 de mayo la policía vuelve a
intervenir, esta vez para impedir una asamblea de apoyo a Nanterre en La
Sorbona y el 4 de mayo las universidades de Nanterre y La Sorbona son
cerradas.
La represión despierta la solidaridad, el movimiento se
extiende a toda velocidad, los estudiantes de bachillerato se suman a la
movilización. El Barrio Latino se llena de barricadas, los enfrentamientos
con la policía en la noche del 3 al 4 de mayo se saldan con un gran número
de heridos y detenidos. La clase obrera ve con enorme simpatía el
movimiento estudiantil, conectando con el sentimiento de rebelión de la
juventud y no permanece impasible ante la brutalidad policial. Esa misma
noche los vecinos del Barrio Latino ofrecieron refugio en sus casas a los
estudiantes y gritan indignados a la policía, arrojándoles toda clase de
objetos por las ventanas. Todo el malestar acumulado bajo la superficie se
empieza a expresar.
A la cabeza del movimiento no se encontraba la
tradicional UNEF (Unión Nacional de Estudiantes de Francia), que desde
hace ya tiempo mantiene una actitud conservadora y un funcionamiento
burocrático. Con el desarrollo de la lucha surgen nuevas organizaciones
como el Movimiento Veintidós de Marzo. Uno de sus máximos dirigentes fue
Daniel Cohn-Bendit, estudiante de sociología, que se define "visceralmente
anticapitalista, antiautoritario y anticomunista", anarquista. Su discurso
estaba cargado de una severa crítica a las organizaciones obreras, por su
conformismo con el sistema. Cohn-Bendit como otros líderes del movimiento
mantuvieron su rechazo a la política del PCF y a los sindicatos
mayoritarios. Sin embargo se trataba de una crítica que olvidaba el papel
decisivo de la clase obrera en la lucha por el derrocamiento del
capitalismo y que no diferenciaba entre las aspiraciones revolucionarias
de la base de las organizaciones de masas de la izquierda francesa y sus
direcciones reformistas. La confusión ideológica de algunos dirigentes
estudiantiles se puede resumir en las palabras pronunciadas por Daniel
Cohn-Bendit: "no hay ninguna diferencia esencial entre el Este y el Oeste
... la revolución de octubre fue una revolución burguesa sin burguesía".
Lenin explicó hace mucho tiempo como el ultraizquierdismo, el sectarismo,
es el precio que hay que pagar por las capitulaciones del
reformismo.
El PCF se enfrenta al
movimiento estudiantil
Aunque parezca sorprendente, la dirección del Partido
Comunista Francés (PCF), denunció a los estudiantes. El día 3 de mayo el
ejecutivo del PCF publicó una declaración de condena contra la actuación
de izquierdistas que utilizaban como pretexto las carencias
gubernamentales y especulando con el descontento de los estudiantes
intentan bloquear el funcionamiento de las facultades e impedir a la
mayoría de los alumnos trabajar y pasar sus exámenes. En
L'Humanite, periódico diario del PCF, se podía leer que se trataba
de "falsos revolucionarios que es necesario desenmascarar".
Es cierto que la dirección del movimiento estudiantil
reflejaba prejuicios pequeño burgueses, y que su máximo líder atacaba al
PCF. Pero no era tan difícil ver que detrás de las críticas de Daniel
Cohn-Bendit y otros dirigentes estudiantiles, se estaba expresando el
sentimiento de rechazo de un sector importante de la juventud a la
política reformista y al carácter autoritario de los regímenes
estalinistas y no desde un punto de vista procapitalista. Hablamos de
jóvenes que participan en manifestaciones contra las agresiones
imperialistas en Vietnam, en Argelia; que se identifican con el Che, a
quién ven como un revolucionario íntegro y honesto, como un ejemplo a
seguir. Rechazaban el capitalismo, pero la nueva sociedad a la que
aspiraban no tenía nada que ver con los regímenes burocráticos del Este.
¿Cómo debía acercarse el partido a esta situación?
En primer lugar, frente a la represión del estado
burgués, el PCF debía colocarse junto a los estudiantes. En segundo lugar
se trataba de comprender qué estaba poniendo de manifiesto un movimiento
que puso en pie de guerra a la juventud. Esta forma de aproximarse era el
único método para elaborar las consignas y el programa necesario para
llevar la lucha hacia adelante, para elevar su nivel de conciencia y
superar sus prejuicios ofreciendo una perspectiva socialista. Se trataba a
fin de cuentas de ganar una autoridad ante el movimiento demostrando el
carácter revolucionario del partido. Pero el PCF, como se demostró a lo
largo de todo el proceso, no tenía ese carácter. Esto, sumado a la
incapacidad de la dirección de dar una respuesta satisfactoria a quienes
criticaban de una forma honrada el régimen burocrático de la URSS, dió
como resultado una actitud sectaria y de desprecio hacia el movimiento de
la juventud.
No olvidemos que, paralelamente, de enero a agosto de ese
mismo año se desarrolló la Primavera de Praga y Waldeck Rochet, secretario
general del PCF, justificó la brutal intervención militar soviética para
aplastar el movimiento de los trabajadores y jóvenes
checoslovacos.
|
|
La movilización se extiende
a toda la sociedad
El 4 de mayo el sindicato estudiantil UNEF se vió
obligado a reaccionar, y junto con el sindicato de profesores SNEP-Sup
convocan una huelga indefinida hasta la liberación de todos los detenidos.
La represión fue en aumento: el 6 de mayo se cierran todas las facultades
de París y en las manifestaciones atacadas por los CRS (cuerpos
especiales) 739 manifestantes son hospitalizados. El movimiento continuaba
en alza, y la represión lejos de hacerlo retroceder provoca mayor
indignación y decisión en la lucha. Continúan las manifestaciones y
barricadas, cada vez más masivas.
El 11 de mayo el primer ministro, George Pompidou, de
vuelta de su viaje por Asia, reabre la Soborna intentando dar una imagen
de diálogo y vuelta a la normalidad. Pero el movimiento, correctamente,
interpreta esta concesión como un síntoma de debilidad por parte del
gobierno y la lucha sigue en ascenso. A pesar de ello, ninguno de los
grandes sindicatos, Force Ouvriere (fundada en 1947 como una escisión de
la CGT para contrarrestar la influencia del PCF entre la clase obrera),
CFDT (socialcristiano), CGT (vinculado al PCF) y el cristiano CFTC, están
por la labor de vincular el movimiento estudiantil con la clase obrera.
Nuevamente en las páginas de L'Humanite se insiste que la actuación de un
sindicato es fundamentalmente reivindicativa, nunca aventurera. En sus
memorias, Daniel Cohn-Bendit recuerda: "La CGT tenía miedo –había previsto
una demostración para el 14- porque el 13 de mayo era el décimo
aniversario de la subida al poder de De Gaulle: ¡era el desafío! No podías
hacer una manifestación por la seguridad social, nadie se lo creería".
Con todo, la presión del movimiento era demasiado fuerte
y consiguió imponer una convocatoria conjunta para el 13 de mayo de la
CGT, la CFDT y los estudiantes. Nuevamente el movimiento tiene razón, la
convocatoria es un rotundo éxito con una asistencia de medio millón de
personas. El gobierno vuelve a retroceder y libera a los detenidos. De
Gaulle, intentando aparentar calma mantiene su agenda y sale de viaje a
Rumania. Pero los gestos ya no cuentan, el movimiento tiene su propia
dinámica, y entra en una etapa de ascenso. En estos momentos, cuando la
clase se siente fuerte, la capacidad de extraer conclusiones, de aprender,
es enorme; los procesos se desarrollan mucho más rápido que en períodos de
calma. Una de las lecciones más importantes de la experiencia del Mayo del
68 fue que la clase obrera supo hacer una revolución, a pesar de no ser
convocada por sus organizaciones, a pesar de no encontrar una dirección
firme y decidida. Su instinto de clase fue guía suficiente para poner en
tela de juicio el control de la burguesía. La decisión que demostraron los
estudiantes tampoco respondía a que tuvieran una situación mejor en sus
direcciones. Daniel Cohn-Bendit comenta: "No teníamos un objetivo político
inmediato ... no existía organización: ni siquiera el Veintidós de Marzo
era capaz de asumir la situación en tanto que organización".
La revuelta estudiantil era
la antesala de la revolución
El movimiento de los estudiantes no tardó en contagiar a
los trabajadores. En la huelga de la fábrica Sud-Aviation de Nantes,
huelga que se inició con reivindicaciones que se pueden considerar
meramente económicas, como el mantenimiento del salario, reducción de
jornada; los trabajadores, sin ninguna directriz de los partidos o los
sindicatos, ocuparon la fábrica y retuvieron al director y sus
colaboradores. En la fábrica Renault-Billancourt de París confluye una
manifestación estudiantil con los obreros, que unidos y puño en alto
cantan la Internacional. No se trata de ejemplos aislados; con el paso de
los días, de las horas, las huelgas se extenderán a todo el país. El 19 de
mayo se contabilizaban dos millones de huelguistas, el 20 de mayo cinco
millones, el 21 de mayo ocho, y por fin el 28 de mayo son ya 10 millones
de trabajadores en huelga. Las grandes empresas están a la cabeza,
Renault, Michelín, Peugeot, Citroën, las minas, los puertos, el sector del
automóvil, los astilleros, el metro, el gas, la electricidad, ningún
sector de la producción se salva del avance de la lucha. Millones de
trabajadores ocupan las fábricas, instintivamente, hacen temblar uno de
los pilares básicos del sistema capitalista: la sacrosanta propiedad
privada, o lo que es lo mismo, el control por parte de la burguesía de los
medios de producción. Los trabajadores se sienten dueños de las
fábricas.
En varias ciudades surgen comités de barrio para
organizar la lucha. En Nantes la organización de los huelguistas llegó más
lejos que en ninguna otra parte. Los comités de barrio se constituyen en
Comité Central de Huelga de toda la ciudad apoyado por los sindicatos
obreros, de campesinos y estudiantiles. Rápidamente este comité toma en
sus manos la dirección de la ciudad. Consciente del papel que asume, se
instala el 27 de mayo como nueva autoridad municipal en el Ayuntamiento.
Sus tareas serán el control de la actividad económica, emitiendo bonos
equivalentes a una cantidad de alimentos para utilizar en las tiendas, en
las gasolineras sólo se distribuirá combustible a quienes presenten una
autorización del Comité Central de Huelga, organiza el transporte y la
actividad docente, creando guarderías donde los trabajadores en huelga
pueden dejar a sus hijos mientras participan en la lucha. La experiencia
de Nantes es especialmente importante, ya que demostró hasta donde podía
llegar el movimiento, hasta donde podía llegar la clase obrera; capaz de
asumir el control, poniendo al servicio de la mayoría el transporte, los
alimentos, la enseñanza, etc.. Junto con la toma de fábricas, este es uno
de los aspectos centrales del proceso revolucionario, cuando los
trabajadores demuestran que la burguesía, sus instituciones y su Estado ya
no son necesarios para hacer funcionar la sociedad. Podemos ver en este
Comité Central de Huelga un embrión de los soviets de la Rusia
revolucionaria de 1917.
De su propia experiencia la clase obrera rusa sacó la
conclusión de la necesidad de crear sus propios órganos de poder
independientes. Cuando los bolcheviques pudieron llevar a la práctica en
octubre del 1917, la consigna de todo el poder a los soviets, el
derrocamiento del capitalismo en Rusia fue una realidad. A través de los
soviets de obreros, soldados y campesinos existentes en toda Rusia, la
clase obrera se organizó para asumir la tarea de dirigir la sociedad. Esta
fue la base sobre la que los bolcheviques, con Lenin y Trotski a la
cabeza, iniciaron por primera vez en la historia la construcción de una
sociedad socialista. ¿Hasta donde hubiera llegado el proceso de haber
existido una dirección revolucionaria que hubiera propuesto extender la
experiencia de Nantes a todo el país? Con un proletariado mucho más fuerte
que el de Rusia de 1917, mucho más instruida, la derrota de la burguesía
francesa hubiera sido una tarea más sencilla que en entonces.
Las capas medias son
atraídas a la lucha
La fortaleza y la decisión del movimiento irradia tal
fuerza que otros sectores sociales como las capas medias y la pequeña
burguesía, que en otras etapas han sido base de la reacción, se sienten
atraídos y dispuestos a luchar junto con la clase obrera. Los campesinos
organizan manifestaciones de protesta contra la política agrícola
gubernamental. Los intelectuales y artistas participan activamente en el
movimiento: a mediados de mayo los actores habían ocupado el teatro del
Odeón, el festival de cine de Cannes se interrumpió y cinco premios Nobel
franceses, expresaron su apoyo a los estudiantes.
Buena prueba del ambiente social explosivo que vive
Francia será el fracaso estrepitoso del intento de reagrupamiento de
fuerzas por parte de la reacción. Con la llegada de De Gualle el 18 de
mayo a Francia, los llamados comités por la defensa de la República
convocan una manifestación. Sólo acudieron 2.000 personas. Es inútil, las
capas medias, la pequeña burguesía, participan en la movilización, pero al
otro lado de las barricadas.
Los medios de comunicación también fallan. Los
trabajadores de artes gráficas, también en huelga, hacen una aportación
enormemente valiosa: a través de sus comités censuran las mentiras de las
editoriales de la prensa burguesa. Uno de los dirigentes estudiantiles
recuerda su paso por un debate televisivo: "Llegamos a la televisión ...
percibimos enseguida la simpatía de los técnicos, de todo el mundo." En
Mundo Obrero, órgano del PCE, se podía leer en junio de 1968: "Es
significativa la novedad de la hermosa huelga que estos últimos sostienen,
no sólo por mejoras económicas, sino, sobretodo, por un estatuto que
permita lograr que esos medios masivos de información dejen de ser un
omnímodo monopolio del Gobierno, una mayor independencia y objetividad de
la información y también que, al menos una parte de las emisiones y
espectáculos de Radio y Televisión, hoy concebidos para adormecer a las
masas, reflejen problemas del pueblo y respondan a sus necesidades
culturales."
La policía tampoco vive en una burbuja al margen de la
sociedad. Sectores importantes son permeables a la lucha; ellos también
son asalariados y con las calles llenas de manifestantes empiezan a surgir
las simpatías por el movimiento entre sus filas. The Times, en su
editorial del 31 de mayo de ese año, advierte que la policía francesa está
"hirviendo de descontento." No era para menos, el sindicato de la policía
advierte al Gobierno que "los oficiales de policía apreciamos las razones
que inspiran a los huelguistas en demanda de aumentos salariales, y
deploramos el hecho que nosotros no podamos participar, debido a la ley,
de una manera similar en semejante movimiento obrero … Las autoridades
públicas no deberían utilizar sistemáticamente a la policía contra las
actuales luchas obreras." Es una verdadera pesadilla para la burguesía, la
clase obrera está por todas partes. Todos los instrumentos en los que se
apoya la clase dominante, indispensables para su dominio ideológico y
físico, como las fuerzas represivas, se le escapan de las manos. La enorme
maquinaria del estado burgués, que en tiempos "normales" aparece como
omnipotente e invulnerable, sufre grandes fisuras enfrentada al movimiento
de los trabajadores.
Los dirigentes obreros
renuncian a la toma del poder
En pocas semanas se produjo un cambio decisivo de la
situación; no se trataba de una mera revuelta estudiantil, ni de jóvenes
"buscando la playa bajo los adoquines". Es la clase obrera en pie de
guerra, el sector productivo de la sociedad, sin cuyo consentimiento ni
una fábrica funciona, ni los trenes, ni el metro, ni los autobuses, ni la
gasolina se distribuye, ni hay pan, ni se publican periódicos; sin el
consentimiento de la clase obrera el sistema no funciona, y ahora, la
clase obrera francesa comprobaba su propia fuerza en la práctica.
La burguesía sentía que la situación se le había escapado
de las manos. La represión no conseguía atemorizar a los huelguistas y las
concesiones los animaban aún más; las bases tradicionales de la reacción
no respondían, los medios de comunicación, un arma tan útil en tiempos
"normales", estaban fuera de control. La clase dirigente se encontraba
sumida en una profunda desmoralización. Años después el embajador
estadounidense en París recordará como De Gaulle le confesó pocos días
después de volver de Rumania: "Se acabó el juego. En pocos días, los
comunistas estarán en el poder". ¿En aquellas circunstancias, qué podía
hacer la clase dominante? Sólo tenían una posibilidad: recurrir a los
dirigentes reformistas y estalinistas, para intentar salvar al
capitalismo.
El 25 de mayo se iniciaron las negociaciones entre
gobierno, patronal y sindicatos; y el 27 se llegó a un pacto que recibirá
el nombre de Acuerdos de Grenelle. ¿Cómo es posible que mientras la clase
obrera hace la revolución, los dirigentes se reúnan con la burguesía para
ver cómo pueden salvar el capitalismo? El propio PCF reconoció que "el
movimiento se orientaba hacia transformaciones del mundo en que vivimos
más profundas y más decisivas". Pero como Lenin explica en su gran obra
El estado y la revolución: "Quién reconoce solamente la lucha de
clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del
pensamiento burgués y la política burguesa ... marxista sólo es el que
hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento
de la dictadura del proletariado". La lucha de clases es una realidad que
nadie podía negar en en 1968 en Francia, pero reconocer la realidad no es
suficiente, un auténtico partido revolucionario tiene que estar preparado
para intervenir en la lucha y hacer posible la victoria de la clase
obrera. Los dirigentes del PCF carecían de un programa revolucionario
porque hacía tiempo que habían renunciado a basarse en la capacidad de la
clase obrera para acabar con el capitalismo y construir una nueva
sociedad. En medio de esta situación François Mitterand, dirigente de la
Federación de Izquierdas dentro de la que también participaba el PCF,
reprochará al primer ministro Pompidou: "¿Qué ha hecho usted con el
Estado?" La sola idea de que se pusiera en tela de juicio al estado
burgués causa indignación en Miterran, en cuya forma de entender el mundo,
cuestionar el control de la burguesía es casi una blasfemia. Lo cierto es
que si Pompidou le hubiera podido responder sinceramente seguramente le
hubiera explicado que hacía todo lo que podía, pero la clase obrera no
quería ser "razonable".
¿Era posible la toma del
poder?
Con respecto a la dirección del PCF, sus dirigentes
declaran una y otra vez su voluntad de favorecer "...el desarrollo del
movimiento de las masas, en la lucha por el advenimiento de un gobierno
antimonopolista, susceptible de abrir la vía al socialismo". Pero llegado
el momento de la verdad, la hora de la toma del poder, donde la victoria o
la derrota de la revolución depende enteramente de la política del
partido, surgieron todo tipo de justificaciones para renunciar a una
política revolucionaria. Finalmente la dirección del PCF volvió a hacer
recaer la responsabilidad sobre los hombros del movimiento al que acusa de
no estar lo suficientemente maduro para afrontar esta tarea. Waldeck
Rochet, a quien más arriba hacíamos referencia declaró: "...la correlación
de fuerzas no permitía a la clase obrera y a sus aliados tomar el poder
político en mayo, como pretenden ciertos grupos izquierdistas
irresponsables". Y también: "Sin embargo, y esta es otra lección esencial,
lo que ha faltado... la existencia de una verdadera alianza entre la clase
obrera, las capas sociales progresistas y antimonopolistas de las ciudades
y las aldeas". Todas las declaraciones de Rochet contradicen el curso
auténtico de los acontecimientos. ¿Acaso la clase obrera francesa no tenía
la suficiente fuerza para transformar la sociedad? Francamente, si Lenin,
si el partido bolchevique, hubiera aplicado la misma política que la
dirección del PCF, octubre de 1917 nunca hubiera existido, se habría
detenido en febrero de 1917 .
En la Rusia zarista, escenario de la revolución
soviética, la clase obrera era una pequeña minoría dentro de la sociedad,
apenas diez millones de obreros en un país con 150 millones de habitantes.
Una economía enormemente atrasada, con 80 millones de campesinos sin
tierra, con elementos de feudalismo en el campo y un enorme atraso
cultural. No hace falta mucho esfuerzo para ver las enormes diferencias
entre las dos situaciones revolucionarias, en mayo del 68 la clase obrera
era mil veces más fuerte que el joven proletariado ruso de 1917 y la
economía estaba mucho más desarrollada. El único elemento comparativamente
desfavorable para la clase obrera francesa era la falta de una dirección
revolucionaria. De la valoración de W. Rochet se desprende que parte de la
supuesta debilidad de la clase obrera venía determinada por no haber
ganado el apoyo de otros sectores sociales como el campesinado, los
pequeños propietarios o los trabajadores de "cuello blanco". Pero los
propios acontecimientos niegan este análisis. Los campesinos convocaron
movilizaciones al calor de lucha obrera, incluso se dieron experiencias de
confraternización donde los campesinos distribuían comida gratis entre los
piquetes de huelguistas mientras cortaban las carreteras. Los trabajadores
de la banca, de la administración, profesores, catedráticos, científicos,
futbolistas y artistas se sumaron al movimiento. Estos sectores de la
sociedad también sufrían las contradicciones del sistema, eran sensibles a
sus injusticias; y en un momento de auge revolucionario la clase obrera
podía ganar su apoyo. Anteriormente hacíamos referencia al fracaso de la
manifestación reaccionaria de los ‘comités por la defensa de la república’
el 18 de mayo. Ahora bien, este apoyo de las capas medias a la clase
obrera, no es estable ni incondicional; si no ve una decisión clara de
llegar hasta el final, la reacción puede volver a ganarlos.
También es posible que W. Rochet quisiera basarse en la
actitud de otras fuerzas políticas de la izquierdas, que no estaban
dispuestas en absoluto a la transformación social. Nuevamente podemos
recurrir a la experiencia de la Revolución Rusa, donde los bolcheviques no
sólo no eran la única fuerza política, sino que en el inicio del proceso
era la más débil númericamente. Los mencheviques y socialrevolucionarios
eran mayoritarios en los soviets y tenían fuerza e influencia real entre
la clase obrera y el campesinado pobre; participaban en el gobierno
provisional con los representantes de la burguesía e intentaban apuntalar
el orden burgués. Pero la firmeza en las ideas, en el programa, unida a la
explicación paciente basada en la confianza de que la clase obrera a
través de su experiencia comprobaría los límites de la política de
colaboración de clases; permitió a los bolcheviques convertirse en el
partido mayoritario.
Los bolcheviques comprendieron que la única forma de
hacer realidad las aspiraciones de los trabajadores y los campesinos
pobres era la toma del poder, asumir el control de la banca, la industria
y la tierra. La burguesía nunca renunciaría voluntariamente a la fuente de
sus beneficios para atender las demandas de la clase obrera. Sin embargo
el PCF no tenía el lenguaje claro y decidido de los bolcheviques; por el
contrario su discurso no cuestionaba la propiedad privada de los medios de
producción ni la economía de mercado y el socialismo formaba parte de un
futuro indefinido en el tiempo.
La falta de una dirección
revolucionaria permitió a la burguesía recuperar el
control
Con los acuerdos de Grenelle la burguesía concedió
reivindicaciones que habían sido rechazadas durante años, con la esperanza
de enfriar los ánimos: subidas salariales (en el sector ferroviario del
13,5 al 16% de aumento, transporte urbano 12%, gas y electricidad del 12
al 20%, mineros del 12,2 al 14,5%, metalurgia del 10 al 12%, funcionarios
del 13 al 20%, etc..), rebaja de la jornada laboral semanal en una hora,
aumento de los días de vacaciones pagadas de 25 a 26, etc.. A pesar de la
aceptación de estas concesiones por parte de sus dirigentes, la clase
obrera no abandonaría fácilmente las posiciones que había conquistado,
porque el movimiento se sentía con fuerzas para conseguir algo mejor.
El acuerdo fue ampliamente rechazado por la base de los
sindicatos. Las palabras "poder obrero" y "gobierno popular", empezaron a
pronunciarse en las asambleas y las manifestaciones, la situación estaba
madura para extender la experiencia de Nantes por todo el país. Un partido
con un programa auténticamente revolucionario hubiera conectado con el
sentimiento de transformación al que aspiraban las masas, proponiendo la
creación y extensión de comités de huelga locales y regionales,
centralizados en uno estatal e integrados por representantes
democráticamente elegidos en cada centro de trabajo, en cada barrio,
universidad, instituto, pueblo. Estos comités se encargarían de orientar
políticamente la lucha, de organizarla, de extenderla, de editar
propaganda, de las reivindicaciones, de discutir cada uno de los pasos a
dar en cada momento, y de definir una estrategia decidida hacia la
transformación socialista de la sociedad, garantizando que las decisiones
se tomaran de forma democrática después de un debate donde todos pueden
participar.
Una de sus primeras medidas debería ser la introducción
de la reducción de la jornada laboral, para garantizar a los trabajadores
el tiempo necesario para su participación activa en el movimiento.
Inmediatamente los nuevos órganos de poder obrero deberían establecer un
plan de producción para cubrir todas las necesidades sociales: viviendas,
escuelas, universidades, hospitales, centros culturales, polideportivos,
etc.; exigirían mejoras salariales, poniendo en práctica la participación
activa de la clase obrera en la gestión de la economía, en la política, en
todas las decisiones: la sociedad gestionada por y en beneficio de la
mayoría. Si la minoría de privilegiados que controla los monopolios, los
bancos, los medios de producción se hubieran negado a asumir este plan,
serían expropiados; la clase obrera demostraba tener la fuerza suficiente
para llevar a cabo esta tarea. Los pequeños comerciantes y propietarios
serían respetados; voluntariamente y a través de su experiencia podrían
comprobar el avance del nuevo régimen. ¿Cómo hubieran recibido la
experiencia de sus compañeros franceses los obreros y jóvenes portugueses
y españoles bajo horribles dictaduras? Con entusiasmo. Las llamadas a la
solidaridad hubieran tenido un eco extraordinario, no olvidemos que pocos
años después asistiremos a la Revolución de los Claveles en Portugal y a
movilizaciones masivas en el Estado español. La revolución no se habría
detenido en las fronteras de Francia.
Con la capacidad revolucionaria de la clase obrera no es
suficiente para transformar la sociedad. El factor subjetivo, la
existencia de un partido revolucionario de masas es indispensable para la
victoria. Cuando la revolución empieza, la contrarrevolución levanta la
cabeza. La burguesía no renunciará voluntariamente a la sociedad que le
garantiza sus privilegios. La actitud "razonable" de los dirigentes
obreros supuso un respiro para la clase dominante, pero el rechazo masivo
al acuerdo siguió manteniendo la situación en la cuerda floja.
De Gaulle, mucho más consecuente con la defensa de los
intereses de su clase, viajó a Alemania el 29 de mayo, para entrevistarse
con el comandante en jefe de las fuerzas francesas estacionadas en
Alemania general Charle Massu, responsable de la represión sangrienta del
imperialismo francés en Argelia, para sondear la posibilidad de una
intervención armada. La burguesía no estaba segura que una intervención
militar no se resolvería en su contra, puesto que no olvidaban los efectos
que la lucha había tenido en la policía. No en vano Mitterrand afirmó que
"desde el 3 de marzo no hay estado". Pero a pesar de que todas las
condiciones eran enormemente favorables, la clase obrera se encontraba
huérfana. Después de semanas de luchas y ocupaciones de fábricas la única
orientación que recibía de sus direcciones eran llamamientos a la calma,
al pacto, a conformarse con mejoras salariales. Y los días siguieron
pasando y el cansancio empezó a pesar porque no había nuevos pasos
adelante.
El día 28 el gobierno gaullista dimitió y se convocó un
referéndum que De Gaulle convirtió en un auténtico plebiscito. El 29 se
celebró una manifestación en París organizada por la CGT a la que acuden
500.000 personas, a pesar de sus dirigentes, el movimiento todavía
demuestra tener una enorme fuerza. El 30 de mayo las tropas del general
Massu iniciaron maniobras militares en la frontera. La contrarrevolución
siente como va recuperando el terreno perdido y actúa de forma decidida.
De Gaulle y la burguesía, afronta el referéndum en los siguientes
términos: "El caos o yo", hablando de la "amenaza de una dictadura
totalitaria". Frente a esta propaganda la respuesta del PCF sólo
contribuyó a echar un nuevo jarro de agua fría sobre el movimiento. Lejos
de rebatir políticamente los argumentos de la burguesía, intentó competir
con ella en "responsabilidad" y "seriedad"; en su cartel electoral se
podía leer: "Contra la anarquía: por la ley y el orden, votad
comunista".
Los trabajadores estaban definitivamente solos, mientras
sus dirigentes apelaban a la ley y el orden, que bajo el capitalismo
significa el respeto a la propiedad burguesa, a sus instituciones y la
renuncia a cualquier cambio en profundidad. Para las capas medias, si la
conclusión era que todas las movilizaciones de las últimas semanas sólo
habían supuesto y sólo podían traer desorden y anarquía, si la elección es
entre De Gaulle y el PCF para gestionar el capitalismo, no hay dudas de
quién ofrecía más garantías. La contrarrevolución se sentía fuerte.
La situación había sufrido un cambio fundamental y las
capas medias fueron atraídas por la política más decidida de la reacción.
El 30 de mayo la derecha organizó una manifestación en la que participaron
casi un millón de personas. Ahora sí, producto de la política derrotista
de los dirigentes obreros, la situación era desfavorable para la clase
obrera, los análisis acerca de la debilidad del movimiento que hacía pocos
días no coincidían con la realidad empiezan a cuadrar. El 31 de mayo el
PCF y la CGT firman un acuerdo, acompañado de la invitación de volver al
trabajo, eso sí, con la garantía de que no habrá ninguna represalia. El 30
de junio las elecciones legislativas darán una mayoría aplastante al
partido gaullista y sus aliados. Los dirigentes del PCF también
encontrarán una explicación ajena a su responsabilidad: "No cabe duda que,
explotando el miedo y recurriendo al chantaje de la guerra civil, el poder
gaullista obtuvo un éxito electoral el 23 y 30 de junio
pasados".
Para la clase obrera la
lucha no ha acabado
La burguesía tiene un especial interés, como parte de su
campaña permanente de desprestigio de las ideas socialistas, en subrayar
que Mayo del 68 aquello fue un gran error, y como prueba de ello señalan
como han acabado algunos de los dirigentes del movimiento. La verdad es
que en algunas ocasiones se lo han puesto francamente fácil. En una de sus
varias memorias publicadas analizando el período posterior a mayo del 68,
Daniel Cohn-Bendit reconoce: "Todo este período fue a la vez un exilio y
una vida parasitaria. Vivía a costa de las ideas que había representado y
por las que había luchado".
Pero la clase obrera no puede parasitar, tiene que ir a
trabajar para conseguir el salario que necesita para vivir. Y a pesar de
las derrotas no tendrá más remedio que volver a levantar la cabeza y salir
a la lucha. No se trata de una idealización, de una mistificación de la
clase obrera. Se trata de las condiciones en las que le toca vivir bajo
este sistema. En 1969 De Gaulle dimitió producto del fracaso en un
referéndum. En 1973 la coalición de izquierdas, aunque no ganó,
conseguiría el 47% de los votos en las elecciones legislativas. En 1977
habrá dos huelgas generales contra la política antiinflacionista del
Gobierno de la derecha. Desde 1981, elecciones en las que el PSF consiguió
15 millones de votos en la segunda vuelta, hasta 1993 tendremos un
Gobierno de izquierdas con mayoría del PSF, a cuya cabeza estará
Mitterrand, que respetando los márgenes establecidos por el capitalismo
desarrollará una política de ataques a la clase obrera, similar a la del
PSOE en el Estado español, desengañando a sus electores. De 1980 a 1996 la
parte de los salarios en la riqueza producida de Francia pasó del 68,3% al
60%. La flexibilización del mercado laboral, iniciada por el gobierno del
PSF y profundizada por la derecha, supone que actualmente en Francia de un
una población activa de 25 millones de trabajadores, siete millones
carezcan de empleo estable y, más de tres se encuentren en paro.
Tenemos derecho a preguntar a los Mitterrand, a Rochet, a
Carrillo, a Felipe González, incluso a Antonio Gutiérrez y a Cándido
Méndez; a los dirigentes obreros que no se cuestionan el capitalismo: ¿qué
habéis conseguido?, ¿se acabaron las guerras, el paro, el hambre y la
pobreza, la corrupción?, los sacrificios que nos habéis pedido a la clase
obrera y la juventud, que están permitiendo obtener beneficios records a
los empresarios, ¿se traducen en más empleo? Muy por el contrario
asistimos a una política de desmantelamiento del estado del bienestar en
aquellos países en que existe. Todas y cada una de las burguesías
nacionales intentan arrebatar al movimiento obrero conquistas históricas
producto de décadas de lucha. Liberalización del mercado laboral,
privatizaciones, etc.; hoy por hoy es incompatible con el capitalismo el
pleno empleo, el mantenimiento de las pensiones o una sanidad y educación
pública de calidad.
El gobierno de coalición
PSF y PCF
Producto de su política antiobrera el PSF perdió el poder
en 1993 y la derecha obtuvo mayoría absoluta con 487 escaños frente a 63
para el PSF y 26 para el PCF. Desde luego no faltaron quienes basándose en
estos resultados pusieron nuevamente el ‘RIP’ sobre la clase obrera
francesa. Y nuevamente se volvieron a equivocar.
En diciembre de 1995 asistimos a las movilizaciones más
importantes desde Mayo del 68. Millones de trabajadores se enfrentaron a
los ataques del gobierno Juppé. La experiencia de esta lucha se tradujo en
el terreno electoral, y en las legislativas de 1997, la derecha perdió 234
escaños, el PSF y PCF formaron gobierno con 306 escaños.
El líder del PSF, Jospin, si bien durante la campaña
electoral utilizó un lenguaje de izquierdas, y debido a la presión del
movimiento obrero formuló un programa electoral más a la izquierda que el
de años anteriores ya está empezando a plegarse a las presiones de la
burguesía. Sus promesas electorales chocan con las necesidades de los
banqueros y la patronal, con las propias bases del sistema capitalista.
Incluso los pasos adelante que se han dado, como la aprobación por vía
legislativa de la reducción de la jornada laboral a 35 horas semanales
para el año 2000, choca con la resistencia feroz de la clase dominante.
Por eso el borrador del proyecto de ley de reducción de jornada presentado
por la ministra de trabajo del PSF, Martine Aubry, es ambiguo y no refleja
la correlación de fuerza favorable a la clase obrera. A cambio de la
reducción de jornada se propone flexibilidad de horario y calendario
laboral, salvo incentivos económicos en forma de exenciones en el pago a
la seguridad social para los empresarios, no hay medida claras y firmes
destinadas a garantizar que la reducción de jornada obligue a los patronos
a contratar a nuevos trabajadores.
Por su parte la clase obrera francesa parece haber
interpretado la victoria del gobierno de izquierdas como el momento de
recuperar el terreno perdido. Al día siguiente de las elecciones hubo una
manifestación frente a la sede del PSF exigiendo la retirada de las leyes
contra los inmigrantes. Los camioneros volvieron a la carga con una lucha
impresionante. Casi 40.000 personas se manifestaron hace pocos meses
exigiendo una solución que acabe con la pesadilla que está sufriendo el
pueblo argelino. Los parados exigen soluciones ya, contando con el apoyo
del 70% de la sociedad. La vitalidad que ha demostrado y demuestra la
clase obrera francesa es impresionante. El gobierno de coalición tendrá
que decidir, o con la clase obrera, o respetar los intereses de los
poderosos.
El movimiento de los trabajadores sigue aprendiendo de su
experiencia y mantiene una actitud alerta. Producto de las impresionantes
huelgas de 1995 una nueva conciencia ha cristalizado en el movimiento
obrero. Las luchas de los camioneros, las manifestaciones y acciones de
los parados, son el reflejo de una nueva situación que también está
teniendo profundas repercusiones en las organizaciones obreras, afectando
a amplios sectores de su base y traduciéndose en la creación de una
potente corriente de izquierdas en el movimiento sindical. No cabe duda
que las organizaciones tradicionales de la izquierda se transformarán de
abajo a arriba por la acción de los trabajadores, y surgirán oportunidades
extraordinarias para desarrollar una auténtica dirección marxista de
masas. Más tarde o más temprano las contradicciones del capitalismo
volverán a empujar a la mayoría de la población protagonizar más Mayos del
68, no sólo en Francia, en muchos otros países asistiremos a nuevos
procesos revolucionarios que ofrecerán la oportunidad de construir una
nueva sociedad |
|
|
Fundación
Federico Engels
argentina.elmilitante.org