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MoNeY, MoNeY al CaLor de Kirchner
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico -
Wednesday, Jun. 01, 2005 at 3:31 AM
correo@colectivonph.com.ar
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El método asambleario y la
acción directa se va abriendo camino contra la verticalidad del gobierno de
partidos y los viejos sindicatos. En los barrios y los cortes de ruta, en
escuelas y hospitales, las universidades y los muelles. En las Asambleas de Quito
y los Cabildos Abiertos del Alto en Bolivia. En Caleta Olivia y en el Conurbano
Bonaerense de
Argentina. Entre los blancos y negros, los indígenas y mestizos.
En el estado y la actividad privada, los servicios y la industria. Con el
obrero okupa y el vendedor ambulante, los artistas y las putas. En el campo y
la ciudad, en astilleros y el transporte. Entre la juventud y los adultos, los
desocupados y los ocupados. Entre los viejos y los chicos, los sexos y los
géneros. Sean estudiantes y analfabetos, precarios y registrados. Donde nace la
asamblea muere un poco el patrón y el estado. Cuando las asambleas decidan
sobre el destino social de la vida se habrá terminado con el capitalismo. Colectivo Nuevo Proyecto Histórico http://www.colectivonph.com.ar La
Soberanía Asamblearia: Registrados
y precarios, estatales y privados, okupas y sin salario. (Primicia para Indymedia) "Pero se ha de recordar, Martín
Fierro. “La ley nos burla y el Estado no hay deberes del señor”. Estrofa de
La internacional. Dedicada a
la Comuna de París, 1871. “Estados Unidos
tiene centros de detención clandestinos como tuvo la Argentina”. Reed Brody, Human Rights Watch, “El poder come miedo (…) El miedo distrae
y desvía la atención (…) en realidad, el poder se mira al espejo y
nos asusta contando lo que vio. Peligro, peligro, grita el peligroso”. Eduardo
Galeano, 11/4/05. Señales y Rumbos: 1.- UN VIAJE DE IDA PARA LA MULTITUD.
DESTINO FINAL: PRECARIADO Y PRISIÓN. 2.- ESTUDIANTES: DE CASA A
LA ESCUELA, Y DE LA ESCUELA A LA ASAMBLEA Y EL PIQUETE. 3.- MONEY, MONEY AL CALOR DE
KIRCHNER. 4.- VIEJO Y NUEVO
SINDICALISMO. 5.- LA AUTONOMÍA SE EXPANDE
CONTRA LAS JERARQUÍAS, EL CAPITAL Y EL ESTADO.
A la memoria de Mariana Márquez, madre de Liz,
asesinada en Cromañón. A Gabriel
Roser del MUP preso político de Kirchner. A las presas
y presos de la Legislatura capital-parlamentaria. A los que
luchan y a los muertos que lucharon. A los
rebeldes procesados por la justicia mercantil. A todas y
todos los que construyen en el mundo entero el cambio social anticapitalista. 3.- MONEY, MONEY AL CALOR DE
KIRCHNER. “Como Presidente y militante de toda una
vida tomé la causa de los derechos humanos como una causa propia y de todos los
argentinos”. Presidente Néstor Kirchner, 26/5/05. "Estamos
de acuerdo en que queremos una economía capitalista”. Senadora
Cristina de Kirchner, 30/5/05. “El gobierno tiene mucho que ver con esta
nueva realidad empresaria. El presidente tiene razón, nuestros balances
reflejan que nos está yendo mucho mejor. Pero por eso mismo pedimos más”. Héctor
Méndez, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), 22/5/2005. Por
cierto que resulta una obviedad decir que siguen existiendo los patrones. Pero
el empresariado argento como una clase con protagonismo autónomo en el mundo de
los negocios universales es una especie en extinción. La mayor productora de
cemento nativa, Loma
Negra, de Amalia Lacroce de Fortabat fue vendida al grupo
industrial Camargo Correa. La siderúrgica Acindar de la familia Acevedo pierde el control de la
firma a manos de su capitalizadora brasilera la empresa Belgo Mineira. Pecom energía,
la principal petrolera argentina privada de Goyo Pérez Companc fue engullida
por la estatal Petrobras de Brasil. El propio vicepresidente del Brasil se sacó
el gusto de quedarse con una de las joyas textiles argentina: la fábrica de
toallas Grafa.
Si le quedaba alguna cuota de honor burgués a los grupos económicos argentinos,
terminó triturado bajo la humillación de caer bajo las fauces de otra burguesía
latina: la brasilera. Mientras tanto, el posfordismo del trabajo inmaterial,
sigue impertérrito, empleando más personas en el comercio que en la industria. El apetito del trabajo
pasado posfordista, se satisface, con la presente acumulación originaria de
capital que toca su límite; luego de descargar, básicamente, sobre el espinazo
y las neuronas de los nuevos operarios industriales, los obreros de la
construcción y todo el precariado, un nuevo ciclo de acumulación primitiva de
capitales a gran escala. Un obrar humano que sostiene, con trabajo vivo y
salarios miserables en su forma de capital circulante; al cadavérico trabajo
muerto, y capital fijo, preeminente del posfordismo. La subordinación real del
trabajo en el capital, va yuxtapuesta, y es dominante, sobre la subordinación
industrial formal del trabajo en el capital. Aún hoy, después de tres años y
medio de devaluación de los ingresos; del patrón industrializador, keynesiano y
peronista no hay noticias, y no las habrá. Lo mejor para el capital ya pasó.
La fuerza de trabajo con su lucha frena la profundización de la expoliación.
Según el INDEC, ahora la industria emplea a 1.871.000 personas y la construcción a
1.100.000; pero las palmas se la lleva el comercio con 2.851.000 trabajadores. Por
lo tanto, desagregadamente, se mantiene el modelo posfordista donde el capital
le otorga preeminencia a la distribución del empleo en la esfera de la
reproducción y no de la producción de valor. A la oferta y no a la demanda. A
la circulación y no al consumo. Posfordismo crudo y puro. Con Kirchner los dueños
de la Argentina de los ´90 desaparecen uno tras otro, ocupando su lugar, otro
bloque de poder. Como antes con Menem feneció el nuevo poder económico de los
´80 de Alfonsín. Arrasados por la competencia, los grandes burgueses de
cabotaje se desprenden de sus firmas, y fugan lo que reciben por sus ventas a
los paraísos fiscales. Otros se transforman en empleados de las mega
corporaciones mundiales, gerenciando las que fueran sus industrias. Y los más
inquietos por la cuestión social distraen unos milloncitos montando ONG´s de
todo tipo, para financiar, la caridad burguesa. La pequeña y mediana burguesía nacional no es menos
explotadora que su hermana mayor en decadencia. Ellas fueron las responsables
de crear el 93 por ciento de los puestos de 2003 y 2004. Y también son las
culpables de que estos trabajos sean precarios y en negro en un 70 por ciento. Las
firmas más grandes tienen un mayor componente de trabajo muerto como
tecnología, una mayor inclusión del trabajo de las generaciones anteriores como
maquinaria y capital fijo. Vale decir: mayor es la empresa, menor es el trabajo
vivo. Y menor es la firma, mayor es el trabajo vivo. En las firmas más grandes
queda acantonado lo que resta del 25 por ciento de la fuerza obrera
sindicalizada con leyes protectorias fordistas y mejores sueldos. Mientras que
en las empresas más pequeñas el posfordismo es cruel. Sus trabajadores están
desindicalizados, contratados a tiempo fijo y con
sueldos de pobreza. Al margen de las
fantasiosas alianzas de clase con la burguesía nacional para enfrentar al
imperio, difundidas por el nacionalismo popular de estas pampas; la pequeña
burguesía es tan despiadada con sus empleados como la patronal grande y
mediana. Cuando una clase
encuentra su representación se hace estado. Y cuando una clase entra al
Congreso delega su voz en los diputados. Cuando la pequeña burguesía tiene
alguna propuesta frentepopulista lo hace hablar a Carlos Heller de Credicoop o
al legislador Héctor Polino. Este diputado nacional, el último primero de mayo,
llamó a los trabajadores a preparar la salida de la crisis apostando a la
industria nacional y la PyMEs. ¡Todo un verdadero insulto para cualquier
trabajador clasista en su día! Pero aún así, en pleno siglo XXI, ¿Es posible una alianza con una fracción
de los patrones que beneficie a los trabajadores?
La respuesta, clara y terminante es no. Veamos por que. Los empresarios, unos
bajo la plusvalía relativa del posfordismo, mantienen su dotación de personal
aumentando la explotación de manera más intensa con nueva tecnología, mientras
van despidiendo paulatinamente asalariados registrados y empleando por
temporadas trabajadores precarios. La otra patronal, la de las PyMEs, bajo la
plusvalía absoluta neo-fordista, incrementa su ganancia extendiendo las
jornadas, bajando los sueldos, y tomando casi todo el nuevo personal en negro. Entre 1998 y el 2003, el
43 por ciento de los despidos fueron hechos por las grandes empresas. A partir
de la devaluación estas firmas tomaron pocas personas, manteniendo en vigencia el
patrón posfordista de incrementar la plusvalía con menos puestos, y hostigar a
sus empleados a producir más, con una mejor tecnología. La máquina comanda el
trabajo vivo, desequilibra el sistema nerviosos del trabajador de manera cada
vez más intensa y lo transforma en un vigilante del proceso robotizado a cambio
de succionar su creatividad y lenguaje, su capacidad cognitiva y afectiva. En
cambio desde la pesificación, las PyMEs explotaron a 1.515.000 nuevos
empleados, contra 119.000 de las grandes empresas. Del total de 1.634.000 puestos creados, sólo 514.000 fueron
empleos registrados, el resto, son todos precarios. En números redondos: por
cada puesto en las grandes firmas fueron creados nueve en las pequeñas y
medianas. Por cada tres empleos estables, hay siete inestables. Después del crecimiento
record del PBI por tres años, el mismo, es apenas el del ´99. Mientras que los
ingresos promedio son un 27 por ciento menores que bajo el menemismo. El año
pasado el salario real apenas recuperó un tres por ciento. A este ritmo haría
falta otra década para equiparar los sueldos con los del fin del siglo veinte.
No hace falta leer a Bakunin y a Marx, para comprobar, que la riqueza de la que
gozan unos pocos es producto de la pobreza que padecen las mayorías. Para ponerlo blanco sobre negro: de los empleos miserables
surgidos entre 2003 y 2004, el 92,7 por ciento fueron creados por las PyMEs, y
el 7,2 restante por la gran burguesía. El 31,4 por ciento está blanco y el 68,5
en negro. Por lo visto ninguna alianza puede surgir entre los trabajadores y
los patrones, sean pequeños, medianos y grandes. La nueva composición técnica del trabajo, va dejando lugar, al
nacimiento de un nuevo sujeto social: el precariado. Una porción de la clase
trabajadora que tiende a ser la mayoritaria, con potencialidad anticapitalista
de transformarse en un sujeto organizado políticamente más allá del sindicato
que ya no los representa. El nuevo tipo de trabajo posfordista los hace
materialmente infieles al estado y a cualquier partido que aspire a conducir la
sociedad salarial. Y profundiza el odio de clase hacia el patrón que los
condena a una vida desdichada, y a la desafiliación de las pautas fordistas de
la ciudadanía keynesiana, en pleno pasaje, del estado de bienestar al estado
criminal. Entretanto, el gobierno suscribe más deuda
pública, nuevos pagarés sociales por el orden los 6.000 millones de pesos,
sobre el trabajo futuro pauperizado de los argentinos. De lo contrario, no puede levantar los viejos títulos
que emitió para salvar al capitalismo en el 2001. Un rescate de la clase
patronal a costa del mayor excedente de explotación en los últimos 30 años, y
una ganancia para la cúpula empresaria del orden de los 40.000 millones de
dólares. En
cambio, el sistema financiero y el estado dicen que no tienen 140 millones de
pesos para la renovación del capital tecnológico de las empresas recuperadas. El
estado sale a rescatar los Boden 2005 y los préstamos garantizados en manos de
las AFJP y los bancos. El gobierno hace lo que se llama “roll over”.
Traducción: paga lo que debe hoy a costa de deber más mañana. Cancela deuda vieja tomando más deuda nueva. Como el
gobierno nacional y popular del “capitalismo en serio” no fue capaz de
renacionalizar, ni siquiera, el sistema jubilatorio; sigue jugando a la
timba con la patria financiera como en las épocas de Cavallo. Según
la encuesta del mes de marzo de la consultora Fara y Asociados, soplan otros
vientos diferentes a los de la década pasada. Cuatro de cada cinco habitantes
del área metropolitana y de los cordones bonaerenses quieren reestatizar las
empresas que fueron privatizas durante los´90. Mientras tanto, a la línea Belgrano de cargas hace dos años que nadie
la quiera comprar. Los franceses venden la mayoría de Edenor; Aguas Argentinas
se quiere ir de la provincia de Santa Fé; y el ferrocarril Sarmiento está
quebrado igual que el Mitre, ambos en manos de TBA, que pidió su convocatoria
de acreedores. Surge una óptima posibilidad para quebrar el péndulo macabro
entre capitalismo privado y capitalismo estatal y, que se abra paso, el
imaginario de los servicios públicos no mercantiles. Ni privados, ni
estatales. Públicos y gratuitos. Una nueva forma de propiedad más acorde a la
multitud de singularidades del común; que usaría la energía, rutas, puertos y
el transporte, como parte de una completa urdimbre social antilucrativa, de la
que formaría parte, todo la sociedad hacedora. Donde quede abolido el sistema de intercambio y el
estado, y reine la administración comunal y gratuita. Con el uso concreto y
gratuito del trabajo, sobre el uso abstracto y dinerario del trabajo. Una nueva forma de
autogobierno, producción, distribución y consumo anticapitalista. En
la Argentina y en el mundo, siempre, la economía mercantil fue una máquina de
generar defaults (cesación de pagos). El capital financiero estira la burbuja
del valor del trabajo, que siempre termina explotando porque la masa de
capitales crece más rápido que el valor del trabajo. La
diferencia actual, es que durante el ciclo posfordista las bancarrotas se
producen cada vez más seguido. La dominancia del trabajo muerto y maquínico
acelera la caída del trabajo vivo socialmente necesario para que todo el
sistema capitalista funcione. La composición orgánica del capital aumenta: más
máquinas y materia prima y menos salarios.
Crece
el capital fijo más rápido que el circulante, pero como el plusvalor es creado
por los asalariados disminuye la tasa general de ganancia. Hay un aumento
absoluto de capitales y una tasa de ganancia en disminución. Este es “El misterio en torno a cuya solución gira
toda la economía política desde Adam Smith” (Marx). Esta caída en la tasa
de ganancia es lo que obliga a los empresarios a tecnificarse y aumentar la tan
pregonada productividad a costa de expoliar más intensamente a los trabajadores
con nuevos dispositivos tecnológicos. Así, por un tiempo, el empresario
particular, hasta que sus competidores incluyan también los avances técnicos,
venderá sus mercancías por arriba del valor medio del mercado. Cuando la tasa
media de ganancia es tan baja como a fines del 2001 necesitará más
productividad del plustrabajo: aumentar la jornada laboral, bajar salarios,
devaluar la moneda, ganar nuevos mercados y usar nueva tecnología. Y así una
vez más el ciclo comienza como en enero de 2002. Enfrentando el capital la
pauperización de los hacedores y el aumento absoluto de desempleados que no
volverán jamás al trabajo registrado. Como los ciclos son cada vez más cortos, el
empleo es cada vez más precario. Los
patrones con la misma velocidad que tomaron nuevos puestos cuando se lanza una
nueva acumulación originaria, ante la primera desaceleración económica estancan
los ingresos, y cuando la depresión se instala, se deshacen de los trabajadores
que exprimieron por migajas. Despidiéndolos con el mínimo costo posible que
tiene un empleo informal. Por eso el trabajo en negro es dominante. Por eso la
estabilidad laboral quedó en el pasado. En esa necesidad de mejorar la tecnología para
expandir el capital o morir, está la respuesta ante la desesperación del estado
argentino para salir del default. La primera etapa de la contratendencia del
capital iniciada en 2002, luego de la desvalorización abrupta del capital ha
terminado. La nueva acumulación originaria, a costa de una tasa descomunal de
ganancia en proporción a capitales exiguos, ha tocado su límite. El esfuerzo de
la mayoría de los trabajadores ha sido enorme, sus privaciones
inconmensurables, su miseria recurrente. La fuerza de trabajo se revela y exige una mayor
retribución del capital circulante en su forma salarial. Si los empleados
ganan, el capital sufre la caída de su tasa de ganancia y la masa necesaria de
acumulación tiende a equiparar a la masa de ganancia. Cuanto mayor sea el
recupero de plusvalía por los asalariados, menor es la tasa de ganancia
empresaria. Y si la misma desciende por debajo de la acumulación de capital, el
patrón sobreacumula un capital que carece de la valorización necesaria al
enfrentarse a la indisciplina del trabajo.
Cae
el rédito empresario que se sostenía con el subconsumo de sus empleados al
iniciar la primera fase de explotación de la contratendencia, la tasa de
ganancia disminuye, y si la antagonía obrera prosigue, se presenta la crisis
económica del capital en una escala mayor que la crisis precedente. La nueva acumulación
había llevado a subemplear y precarizar más a los trabajadores, el ejército de
reserva se transforma en millones de incapacitas a tiempo completo, y el
capital pierde la legitimidad social de su viejo imaginario del trabajo digno;
producto del hambre, el desempleo, y la inseguridad que provoca la precariedad
de la vida sometida al universo mercantil.
Por otro lado, las inversiones futuras
provenientes del extranjero no vienen a hacer beneficencia a favor de los capitalistas
y el estado. Sino a apropiarse de una cuota de plusvalor social. El capital que llega en su forma monetaria viene a
obtener una ganancia extra por encima de la tasa media mundial. El surplus de
capitales de los países imperiales centrales encuentra una forma de valorizarse
extra muros. Cuanto menor es el desarrollo relativo del país que recibe los
créditos, mayor es la tasa de ganancia de los que prestan. Cuando se desvuelven
las inversiones, en forma de retorno de utilidades y pagos en efectivo de la
deuda externa pública y privada, los capitales que desembarcaron en Argentina
retornan incrementados. Habiéndose apoderado de una cuota del plusvalor
argentino, que de otro modo no podían obtener, por la mera competencia de sus
productos y servicios. El capitalismo “casino” no es autónomo. Cada dólar y yuan, yen
y euro prestado, mantiene su valor, en última instancia, por la fuerza del
hacer de la multitud. Si el capital que se invierte (que obtendrá su incremento
por la fuerza del hacer disciplinada por los estados, y será devuelto en su
forma fetichisada como dinero) mengua por la lucha obrera; entonces, se
desvaloriza el capital-dinero y se producen las crisis financieras. Sin trabajadores
sometidos, el ciclo económico se atasca. Con empleados insumisos la economía dineraria
encuentra su límite rápidamente. Con la multitud autoorganizada con un
imaginario anticapitalista nacido en su seno, se pone en disputa el
mantenimiento, o el derrumbe, de todo el sistema. Cada
unidad de medida dineraria del capital-monetario amasado con las jornadas de
otros trabajadores, que recibe el estado y los empresarios en la Argentina,
será devuelta tantas veces como el equivalente a su grado medio de
subdesarrollo posfordista, en comparación, a la tasa media de ganancia de los
países donde el posfordismo está más avanzado. Pueden ser dos, tres, diez, o
más jornadas de trabajo argentino que se devuelven en moneda, por cada jornada
de trabajo que se recibió en su forma dineraria. Sin dinero como valor de cambio universal del
trabajo no hay capitalismo. Es por esto, que con la utilización del trabajo
concreto que realiza la multitud para su propio uso y consumo se termina con el
trabajo pago, la acumulación de ese trabajo como capital, los créditos que
prolongan la agonía del sistema a costa de más trabajo muerto, y el desempleo
de más trabajo vivo. No falta trabajo en el mundo, al contrario,
¡Hay de sobra! Y sobra porque los empresarios no pueden subordinar a
su ganancia y dominio todo el trabajo disponible. Bajo la inclusión de la
multitud en la mercancía en la economía posfordista como tendencia dominante
del capital (lo que se entiende por subsunción real del trabajo en el capital),
sin desempleo y precarización hay desvalorización del capital posfordista. Y
con pleno empleo y trabajo registrado no hay posfordismo ni capitalismo. Sin mercado no hay capital. Y sin un desarrollo
ampliado del mercado no hay expansión de las ganancias. Sin dinero no hay
intercambio, y sin intercambio no hay capitalistas. Donde siga gobernando el
dinero, el trabajo pago y la compraventa, continuarán las deudas financieras,
el subconsumo de masas y la pobreza estructural. El dinero y las finanzas no son un subproducto del
capital, sino su natural consecuencia. El desarrollo de los burgos y las letras
de cambio nacieron juntas. Los déficit crónicos no son daños colaterales de las
economías que se basan en el dinero, sino la natural consecuencia de la guerra
social entre el capital y el trabajo. El crédito estira la crisis pero no la
resuelve. La composición orgánica del capital aumenta, dejando más trabajo vivo
afuera. El plusvalor humano desciende al igual que la tasa de ganancia y hay un
surplus de capitales que se desvalorizan mientras juegan en la tómbola
financiera, especulando, que los estados capitalistas disciplinarán, como sea,
a la fuerza de trabajo para que el colapso no se presente. Queda claro: sin
trabajo humano el capitalista no es nada. En cambio, sin patrones y salarios,
monedas y finanzas, mercados y estados, el trabajo pasa a ser de todos y para
todos. Pasa a ser autogobernable por sus creadoras y hacedores para que ellos y
ellas determinen, social y personalmente, que hacer con él, según le
plazca. El
desarrollo capitalista con cada modificación en el modo de producción acelera
todo el ciclo mercantil. Por más que sigan existiendo millones de trabajadores
en condiciones decimonónicas y fordistas, aumenta como tendencia global, la composición
orgánica del capital. Se incrementa el capital constante y disminuye el capital
variable. Aumenta el capital fijo y bajan los salarios. Se tiende a hacer cada
vez menos valioso el trabajo vivo y así se exacerba la desvalorización del
capital como trabajo muerto. Pero
la devaluación de los ingresos de la fuerza de trabajo desempleada, empleada y
jubilada: en su forma de planes sociales, salarios y pensiones; una típica
forma contrarrestante para aumentar la tasa de ganancia, una herramienta
desesperada contratendencial luego del derrumbe del 2001, se topa cada vez más
con su opuesto: la lucha de la fuerza viva de trabajo. Buscando
un efecto mediático, la Corte Suprema de Justicia sacó un fallo de
actualización de haberes que beneficia a 1.000 jubilados. Mientras que en el
país hay cuatro
millones de jubilados y pensionados que ganan en promedio 350$, mientras la línea de pobreza está en 772$. La antagonía piquetera no para, y no tolera más el escaso valor de 150$ que tienen los planes sociales. Una suma que no alcanza para cubrir ni la mitad de
la línea de indigencia en 352$. Lo repetimos. Unos pocos pesos que están bien lejos de la
canasta total de bienes y servicios, que no llega a la línea de pobreza; ni
siquiera, a la de indigencia. ¡Sino que es menor a la m-i-t-a-d de la línea de
i-n-d-i-g-e-n-c-i-a! Los empleados registrados están hartos de la explotación laboral con jornadas de 12, 14 y hasta
16 horas, que le reduce al mínimo todos los placeres: el sueño y el estudio, el
sexo y las amistades, la crianza de los hijos y el deporte, la práctica política
y los paseos, el arte y el ocio. Y del precariado carente de seguridad social y previsional que nunca se podrá jubilar,
con semanas laborales de siete días sobre siete, y ganando en promedio la mitad de los empleados
formales. Jubilados,
desocupados, empleados registrados y precarios; todos ellos, coordinando su
resistencia con los obreros okupas y los vendedores ambulantes, los estudiantes
y asambleístas vecinales, le están poniendo límites a la voracidad del capital.
Una voracidad que no tiene más límites que aquella que le imponga la marea
multitudinaria del trabajo, la creación y la imaginación, el arte y la palabra,
y el asambleismo en todas sus formas antagonistas. La latinoamericanización de la
pobreza y la muerte de la Argentina como una sociedad de “clase media” son
contundentes. A valores de hoy: si en 1974 cada 10 asalariados, 8 ganaban
1.700$, en el 2005: sólo 3 de cada 10 ganan esa suma. El 53 por ciento de la
población es pobre. Son 17.7 millones de argentinos en la miseria. Por cada punto
porcentual que sube la canasta básica total (CBT) que mide la línea de pobreza,
caen en esta condición 188 mil personas. De Enero a
marzo inclusive, hay 700 mil nuevos pobres producto de la inflación. El 30% de
la población económicamente activa tiene problemas de empleo. El 65% de los
asalariados privados registrados gana menos que el costo de la CBT y el ingreso
promedio de todas las familias no supera los 551$. El
capital precisa para que no decaiga la tasa de ganancia ampliarse y ganar más
mercados. Ahí radica la disputa mayor entre las clases dominantes con el Brasil
en el Mercosur; con Estados Unidos en el ALCA; Francia, Reino Unido, Italia y
Alemania en la Unión Europea; India, China y Japón en Asia; y en el resto de
los bloques comerciales del mundo. Está en juego quien se queda con el
excedente de ganancia posfordista. Para
expandir el capital en Argentina se requiere un aluvión de inversiones
millonarias en tecnología. Este es el fin capitalista más importante para la
salida del estado de cesación de pagos. Regularizar el pago de la deuda externa
con los acreedores privados, locales y extranjeros, para contraer nueva deuda
que amplié la relación social capitalista mas allá de las fronteras argentinas.
Dando una nueva vuelta de tuerca a las privaciones de los productores del
presente, y condenando al trabajo futuro a ser consumido en la insaciable timba
financiera. Generando un excedente productivo y prolongando la agonía
capitalista, mientras un tercio del país sigue en la indigencia, se consolidan
las legiones de parados a tiempo perpetuo, los precarios superan a los
registrados, y los salarios condenen a la pobreza permanente a la mayoría de
los empleados. Mas
tecnología y menos obreros. Con menos trabajadores se produce más y a menor precio,
pero se tiene menos consumidores locales a quien venderles. Van juntas para el
mantenimiento de una economía asalariada: la excedencia de empleados y el
trabajo con jornales indigentes para hacer competitiva las exportaciones. La
carrera devaluatoria con Brasil cada mes tiene un piso más bajo para el valor
de la fuerza de trabajo Argentina. Arrancaron juntos hace un año con tres pesos
o reales por dólar, y ahora un dólar vale 2,40 reales. Mientras Kirchner
sostiene el dólar para que no se desplome a esos valores y no se reduzca la
renta de los grupos exportadores y el superávit fiscal para el pago de la deuda
externa. El
dólar alto sólo cierra con bajos salarios. Se concentra el grueso del consumo
popular en lo que resta de los asalariados fordistas registrados que vienen
perdiendo poder de compra con cada nueva crisis. Este modelo nacional y popular
tiene consecuencias nefastas para la mayoría de la multitud: para los
desempleados la tortura social del hambre, para el precariado el subconsumo
calórico, para las empresas recuperadas ser tercerizadoras del mercado y para
los piqueteros la subindigencia. La tan pregonada economía “progre” de
Duhalde-Lavagna-Kirchner, es peor que la de Cavallo. En los ´90, la brecha entre el 10 % más rico y el 10 %
más pobre de los argentinos era de 20 veces. Hoy supera las 27 veces. La
pobreza y la indigencia durante el neoliberalismo de Menem era, un 96 y un 300
por ciento menor, que en “El país en serio” de Kirchner. El trabajo no
registrado es un 60 por ciento más alto que durante la segunda década infame.
El 90 por ciento, del 50 por ciento de los argentinos que trabajan en negro,
son pobres. El 43 % de la población económicamente activa gana menos de 323
pesos (107 dólares) y por lo tanto son indigentes. El ingreso promedio de la
misma población resulta de 648 pesos (216 dólares) y por lo tanto son pobres.
No olvidemos que la línea de indigencia ronda los 400$ y la línea de pobreza
los 800$. Eso
sí, los capitalistas no se cansan de ganar. Desde la devaluación
pa hacer bien el trabajo,
que el fuego, pa calentar
debe ir siempre por abajo."
oprime y sangra al productor,
Nos da derechos irrisorios,