Julio López
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- 2da. parte: La AuToNoMíA Se ExPaNde ConTra Las JeRaRquÍaS, EL CaPiTaL y EL EsTaDo -
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico - Monday, Jun. 06, 2005 at 6:18 AM
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Colectivo Nuevo Proyecto Histórico

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La Soberanía Asamblearia:

Registrados y precarios, estatales y privados, okupas y sin salario.

(Primicia para Indymedia)

 

 

Señales y Rumbos:

 

1.- UN VIAJE DE IDA PARA LA MULTITUD. DESTINO FINAL: PRECARIADO Y PRISIÓN.

 

2.- ESTUDIANTES: DE CASA A LA ESCUELA, Y DE LA ESCUELA A LA ASAMBLEA Y EL PIQUETE.

 

3.- MONEY, MONEY AL CALOR DE KIRCHNER.

 

4.- VIEJO Y NUEVO SINDICALISMO.

 

5.- LA AUTONOMÍA SE EXPANDE CONTRA LAS JERARQUÍAS, EL CAPITAL Y EL ESTADO. 

 

 

 

A la memoria de Mariana Márquez, madre de Liz, asesinada en Cromañón.

 A Gabriel Roser del MUP preso político de Kirchner.

 A las presas y presos de la Legislatura capital-parlamentaria.

 A los que luchan y a los muertos que lucharon.

 A los rebeldes procesados por la justicia mercantil.

 A todas y todos los que construyen en el mundo entero el cambio social anticapitalista.

 

 

 

 

5.- LA AUTONOMÍA SE EXPANDE CONTRA LAS JERARQUÍAS, EL CAPITAL Y EL ESTADO. (2da. Parte)

 

 

La consecuencia es un atributo humano que requiere permanente muestras de coherencia. No basta con lo que se fue. Ahí está el ejemplo de Lula. El obrero metalúrgico que luchó contra los militares y ahora es un dócil discípulo de Washington. Tampoco basta llegar con un movimiento social antisistémico al poder y no demoler el estado. De nada le sirve a la multitud que sus representantes tomen posesión de las funciones gubernamentales y se apoltronen. Entendamos sino, si esta no fue la gran carencia, que facilitó la posterior traición, de Gutiérrez hacia la CONAIE en Ecuador. Y de la CONAIE que confió, que desde el estado y sin asambleas, sin abolir el trabajo capitalista, se pueda cambiar la sociedad.

 

Si la multitud es un concepto de clase, ella, está integrada por diferentes realidades laborales. En la Argentina de los ´70, la clase obrera automotriz, la aristocracia del fordismo, trabajaba en tres turnos en fábricas donde había miles de operarios. En 1974 en la sucursal Pacheco de la Ford había 7.500 obreros. Tres décadas después, solamente queda el 23 por ciento: 1.700.

 

La General Motors recién habilitó el segundo turno en septiembre de 2004. ¿Acaso tomó miles de empleados aprovechando la baratura de los salarios posdevaluación? No. Apenas si ocupó 400 nuevos operarios. ¿Por lo menos los escasos nuevos puestos tuvieron la estabilidad de los ´70 con contratos por tiempo indefinido? No, tampoco. De los 400 cargos sólo 80 fueron puestos efectivos, los restantes 320 son precarios. ¿Será tal vez que los puestos basura son una modalidad que mantiene en el tiempo el trabajo aunque sea de manera inestable? Menos que menos. Apenas ocho meses después General Motors amagó con desmantelar el segundo turno. Sólo la amenaza de paro de sus operarios abrió un impasse por tres meses.

 

La burguesía automotriz no es tonta. Sabe que tiene que plebiscitarse el gobierno de Kirchner, su gobierno. Y si sus trabajadores luchan conviene, si con esto alcanza para contenerlos, mantener los contratos. Esperan a que pase octubre aguardando si las mayorías aceptan, o no, el rumbo genocida implementado por el peronismo. Llegado ese momento los patrones verán que hacen. De todos modos, como siempre, los obreros tienen la última palabra acerca del destino de sus vidas, y con ella, la del capitalismo. 

 

El autismo social de la crema del capital: la Asociación Empresaria Argentina (AEA) y el presidente Kirchner, es digna de Luis XVI.

 

a)     Pero hay que reconocer que no mienten cuando apelan a un país normal. Para ellos un país en serio es aquel en que la fuerza de trabajo es dócil, delega su soberanía en el político, baja la cabeza cuando falla la justicia, confía en los viejos sindicatos, y se asusta ante las homilías del cardenal Bergoglio. Un viejo país fordista que no volverá jamás. Un país sin cartoneros y travestis, con maestras y profesores venerados por sus alumnos (a-lumno=sin luz, suena feo ¿no?).

 

b)     Un país sin piqueteros, con viejas chismosas y viejos maldicientes que viven pegados a Radio 10. Con encargados de edificio que veneran a Víctor Santa María, mientras hacen de alcahuetes de la policía alertando a las comisarías sobre las reuniones de los raritos y zurditos del barrio. Un país donde el saber sólo venga envasado en libros y no fluya por la internet.

 

c)     Donde el docente universitario sea el “summun” del conocimiento y que los desheredados no generen su saber emancipador. Donde el pueblo arrodillado ante el sentido común que emana del señor televisor, se consuele con los consejos del reportero bien pensante que adora el orden capitalista y la seguridad policial. Con los medios masivos de comunicación inmovilizando a los lectores, radioescuchas y teleplateas, con una nueva ola de delitos aterrorizantes, justo, justo, cada vez que la lucha de clases recrudece. Haciéndolos sentir tan poca cosa, tan expuestos, que sólo el orden castrense les permita volver a dormir, a costa, de que los pobres vivan sus sueños mortuorios como sus propias pesadillas funerarias.

 

d)     Donde “la gente” sea lo opuesto a la multitud. Donde la política sólo se haga en el estado y las instituciones del capital. Pues bien, ese país está en bancarrota. Su crisis de sentido es brutal. Su imaginario está más próximo a la ideología, como falsa conciencia, que a un proyecto de sociedad. ¿Qué todavía hay millones que creen en él? ¿Qué tienen su ideal desfondado pero no pueden creer que ese país se acabó? Así es. Aún en plenas jornadas revolucionarias millones se quedarán mirando la TV. Y otros llegarán a defender el capitalismo con todo lo que tengan a mano, no sea cosa, que se termine de enterrar las veinte verdades de su universo decrépito.

 

El presente con su materialidad y subjetividad, la realidad, desborda la imaginería nostálgica de la sociedad keynesiana del estado de “bienestar” capitalista. El posfordismo avanza, y mientras lo gerencia Kirchner a decretazo limpio, su gobierno va articulando todo un frente opositor. Quiere destruir a los piqueteros sacándoles los planes sociales ganados en las rutas bajo el frío, la lluvia, el calor, y las balas de los políticos. Quiera acelerar la muerte por inanición y encarcelar el excedente de la fuerza de trabajo que les sobra a los patrones.

 

Sólo en la Provincia de Buenos Aires, en el 2004, se detuvieron 307 personas por día. Entre el 2003 y 2005, el país normal de Kirchner aumentó progresivamente los detenidos que terminan recluidos en las prisiones. En el 2003 eran detenidos 88.140 argentinos, mientras lo liberados fueron 29.161 (el 33 por ciento). En el 2004, se apresaron 112.349 personas y se liberaron 34.073 (el 30 por ciento de los presos). En lo que va del 2005 la proyección indica que habrá más de 130.000 arrestados. Y por los 8.106 liberados en el primer trimestre, el porcentaje que recupera la libertad vuelve a descender a sólo el 24 por ciento.

 

Digámoslo más rotundamente: en el 2003 cada 10 detenidos quedan presos menos de siete; en el 2004 siete; y en el 2005 van camino a ser ocho. Por lo tanto, es mentira el discurso fascistoide que los detenidos entran por una puerta y salen por la otra.

 

Sólo en Buenos Aires, hay 25.000 detenidos en cárceles y comisarías. El 80 por ciento son pobres que cometieron delitos de pobres: crímenes contra la propiedad. Cada 100, casi 70, son delitos contra la propiedad privada, robos y hurtos de mercancías. Tipologías delictuales características de las sociedades capitalistas de la escasez posfordista para las mayorías. “Al trabajo atípico se le contrapone, como Jano, la policía posmoderna, la encarcelación preventiva y la privatización de la represión. El perfil del preso argentino es un calco de la nueva figura del trabajador posfordista: varón, pobre con empleo precario o intermitente, soltero, tiene entre 18 y 34 años, con educación formal (primaria), además sólo el 4% es extranjero. El 46% tenía un trabajo a tiempo parcial; el 19% un trabajo a tiempo completo y sólo el 35% estaba desocupado. Casi un 60% tenía un oficio o profesión. El 81 % no participó en alteraciones al orden público nunca. El 8% de las mujeres detenidas tenían hijos con ella. El 72% de los condenados no era reincidente.”  Colectivo NPH, La Nueva Clase Obrera Argentina, 8/5/2005.

 

Las cárceles son depósitos, campos de concentración, y manicomios al mismo tiempo. El 90 por ciento está “guardado” sin sentencia firme. En los primeros meses del 2005, en la lista de muertes sumarias para controlar la ecología carcelaria, hay que anotar a 49 humanos que le tocó abandonar el mundo contra su voluntad mientras se hacinaban en las cárceles bonaerenses subhumanas. Para el resto el estado de excedencia le reserva “la pepa posfordista”. Vivir como zombis para poder tolerar el infierno humano con barrotes. En Buenos Aires se reparten por mes 269.544 ansiolíticos y antidepresivos. Diez pastillas por cada preso. En el resto de las cárceles federales las cosas no van mejor. En el año 1993 se los falopeaban con 4 pastillas por cada preso, en el 2005, son 9 por cada uno. Asesinado o empastillado, son las respuestas del estado del capital para los que se revelan en las cárceles de la indigencia mercantil. Crecimiento del PBI y estado de excedencia se potencian. Genocidio por hambre y prisiones se abrazan, arrullados bajo el peronismo en marcha que se autoproclama sin ningún pudor: el gobierno paladín de los derechos humanos.

 

A los piqueteros desasalariados, se les suman la lucha por el salario de los empleados estatales. Que junto con los jubilados son los que más perdieron con la pesificación. También están los empleados de los servicios públicos privatizados, las 150 empresas recuperadas con 15.000 empleados, los indígenas que pelean por su autonomía, los  movimientos campesinos que procuran una demanda tan elemental, y que la brutalidad del capitalismo ha tornado inaplazable, como la soberanía alimentaria. Y todas las luchas de las nuevas figuras del trabajo posfordista: los cartoneros, trabajadores sexuales, fleteros, vendedores ambulantes y delincuentes.

 

Al ser la circulación del capital el modo en que producción y reproducción del valor se realiza, en la etapa del domino absoluto del trabajo en el capital, del trabajo territorial en la mercancía, del barrio como fábrica social; es obvio, que aquellos encargados de autovalorar el capital en la superficie social sean los nuevos sujetos que enfrenten al mercado como sistema; y al estado como el representante capitalista colectivo que los somete y los condena. Sean empresas alternativas de colectivos y fleteros enfrentados a Moyano y a la Cámara patronal de los transportistas, vendedoras callejeras y 10.000 cartoneros sólo en la Capital de la Argentina; todos ellos, son nuevos desafíos para cualquier estrategia de panóptico social a gran escala.

 

El mundo del trabajo en sus diferentes variedades va tejiendo sus contrapoderes. Las expresiones mas avanzadas ya no luchan únicamente por un mejor sueldo, sino que, como los empleados de subterráneos, cuando sus compañeras y compañeros de otras empresas son reprimidos, paran sus actividades por solidaridad de clase. 

 

La lucha autónoma del trabajo inmaterial: como el servicio de camilleros en los hospitales, el cognitariado de los laboratorios, y el trabajo afectivo de las enfermeras; demuestra, que la nueva clase obrera no necesita producir bulones y acero para ser parte de la nueva clase revolucionaria de la multitud.

 

Trabajadoras y trabajadores sexuales, vendedores de productos populares en el espacio público, y recolectores de residuos reciclables; perseguidos y encarcelados como las presas y presos de la Legislatura porteña, constata, que su antagonía al estado del capital es tan desequilibrante a la gobernabilidad posfordista, como las viejas luchas del operario fordista de la industria de los ´70.

 

Una clase revolucionaria es aquella que, oponiéndose a valorizar el capital a costa de sus privaciones, destruye su circuito de acumulación. La circulación, como forma por excelencia de la subordinación del trabajo en la mercancía, torna a las nuevas figuras del general intellect distribuido en toda la trama geográfica, en tan peligrosamente antisistémico como el obrero industrial de antaño. ¿Qué queremos decir con esto? ¿Qué no hay mas proletarios industriales, o que sus luchas son innecesarias? No, no estamos diciendo eso. Una vez más lo repetimos: el trabajo industrial perdura, y el fordismo sigue existiendo. Pero la fábrica ha dejado de ser el lugar central, y el proletariado industrial la figura social por excelencia, de la antagonía de clase. El trabajo fabril es una forma, y sólo una, de las variantes productoras de plusvalor y ganancia privada capitalista. Ni más ni menos relevante que aquellas funciones de la multitud que ejerce su trabajo en la esfera de la circulación del capital. Todos reproducen la sociedad capitalista. Y obviamente, si se unieran en su antagonía a los patrones y el estado, todo sería más fácil para poder derrotarlos. Por cierto, que sin los obreros industriales no se podrá vencer. Pero la lucha de clases no espera a nadie. Una clase revolucionaria se constituye con los que pelean y tiene conciencia de su pelea y objetivos anticapitalistas.  Más allá del lugar que ocupen en la producción, reproducción y consumo capitalista.

 

Plan de lucha sí, y una lucha hecha plan también. Plan como imaginario de los actores en lucha que buscan su concreción. Planificar la lucha, organizarla sin desautonomizarla. Ponderar los puntos más débiles de la matrix y antagonizar sobre ellos. Atascar las iniciativas del gobierno para evitar la profundización del posfordismo. Desde esa perspectiva será más fácil saber: contra quién, cómo, con quién y, para qué se lucha.

 

Todo en uno: Batalla sindical y nueva sociedad. Reclamo puntual y contrapoder. Demanda inmediata y fines mediatos. El sujeto social como agente económico y sujeto colectivo. Fin de la delegación de la soberanía corporal y espiritual en personajes y organismos exteriores al conflicto. Unificación de la acción, el discurso y el imaginario por los propios actores. Formas organizativas más allá del sindicato y el partido. Formas políticas más allá de la democracia parlamentaria y más cercana al autogobierno. Contra el poder del capital y el estado, un contra-poder de la multitud asamblearia. El sujeto social como protagonista económico y político del nuevo poder constituyente del trabajo. Una república anticapitalista y comunal. La democracia directa en gestación.

 

El fin del trabajo alienado y competitivo dando paso al trabajo vocacional y cooperante. El fin de la compraventa del hacer humano, preanunciando el reinado del uso y consumo sin valor monetario de todo los haceres y servicios producidos. Para la multitud todo, para el capital nada.

Fin de la mercancía y comienzo de un nuevo mundo. Contra el desorden del gobierno, el orden nuevo del autogobierno. Contra lo político estatal como gobierno sobre el trabajo, la política asamblearia como autonomía de la multitud. Contra la máquina que se come el trabajo del hombre para escupir pobreza y capital, la tecnología al servicio del trabajo para que exista la abundancia y el tiempo libre. Robótica, redes virtuales y maquinarias, para las manos y el cerebro de la multitud, contra el trabajo esclavo y la esclavitud del desempleo capitalista.

Una vida poshumana del capital. El mínimo de trabajo socialmente necesario para reproducir la existencia material, y el máximo tiempo emancipado del trabajo para edificar una nueva civilización. Menos trabajo obligatorio y más tiempo de ocio. El fin del capitalismo implica, menos tiempo de producción como carga para no morirse de hambre, y más tiempo excedente para uso personal y social.

 

No hay democracia directa donde exista el capital como relación social que tarifa la vida. Ni hay anticapitalismo donde la mayoría no pueda actuar políticamente construyendo la sociedad porque continúa produciendo plusvalor, y delega su autosoberanía, en el poder de una nueva clase dominante hecha estado. El anticapitalismo no es sólo un más allá del capitalismo, sino también, un más allá del socialismo como gestión estatal del capital. El anticapitalismo es el fin de todo estado, la oferta y la demanda, los representantes políticos y los empresarios, la moneda y el mercado. 

5 de Junio de 2005.

 

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico.

 

 

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