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Bolivia, entre el golpe y el caos
Por JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO* / La Vanguardia - Tuesday, Jun. 07, 2005 at 10:52 AM

LA CRISIS PUEDE DERRIBAR al Estado, pero no a los militares (aunque los esté alcanzando), pues serían los únicos que podrían levantarlo otra vez

Barcelona - 07/06/2005


Uno puede imaginarse el dilema que están viviendo los altos mandos de las fuerzas armadas de Bolivia. Esos jefes saben que el horno regional no está para bollos golpistas. Un golpe de Estado tradicional los condenaría al aislamiento hemisférico, en virtud de la Carta Democrática. Además, no existe el necesario complemento de militaristas civiles que persigan objetivos políticos compatibles con el rol castrense. Los actores civiles más importantes de la oposición, étnicos o cocaleros, son funcionales a la fragmentación del Estado. Esto es, a la implosión de la estructura que corresponde defender a los militares.

Por eso, están asistiendo como espectadores a un notable espectáculo de vacío de poder. Ven a los bloqueadores de caminos que impiden el funcionamiento del país y paralizan sus conexiones con el vecindario. Ven vándalos sueltos en las calles y a la policía impotente para contenerlos. Ven como el Gobierno norteamericano advierte a sus ciudadanos sobre el riesgo de viajar a Bolivia.

Ven a sus instituciones autobloqueadas respecto a una ayuda de la OEA, porque el secretario general de ésta es chileno. Ven que los políticos no han consensuado un marco normativo para la producción y exportación de la riqueza energética yacente.

Ven a los dirigentes del sudeste exigiendo autonomía para gobernarse. Ven a los dirigentes del noroeste entendiendo esa autonomía como separatismo. Ven que Evo Morales busca la revolución perdida, pero con nuevos actores sociales. Por último, ven como el Gobierno, agotados sus recursos para poder gobernar -inclusive el antichilenismo y la renuncia-, cae en la esquizofrenia política: por un lado, el canciller Juan Ignacio Siles dice que "no se ha producido ninguna alteración que justifique una mediación internacional"; por otro, el presidente Carlos Mesa dice que "el país está viviendo una situación de confrontación de altísimo riesgo"...

En tales circunstancias, las fuerzas armadas están siguiendo el primer reflejo de cualquier institución castrense: replegarse sobre sí mismas para mantener la unidad. Así, la crisis general puede derribar al Estado, pero a los militares no, pues serían los únicos que podrían levantarlo otra vez. Sobre esa base, el 19 de mayo el almirante Luis Aranda, comandante en jefe de las fuerzas armadas, declaró la oposición institucional a cualquier manifestación autonomista al margen de la ley y anunció la decisión de controlar las actitudes desintegradoras.

Una semana después cayó sobre Aranda la realidad más temida: el liderazgo del ejército no estaba controlando a los suyos. Ese día, los tenientes coronel Julio César Galindo y Julio Herrera, en representación de un movimiento militar generacional, lanzaron una proclama por radio y televisión. Exigían la renuncia de Mesa, el cierre del Congreso y la nacionalización de los hidrocarburos.

Eso indica que la crisis está alcanzando a las fuerzas armadas. En el terreno de las hipótesis, las opciones actuales de los altos mandos -fuera de castigar a los dos oficiales rebeldes- son, básicamente, tres:

Primera, exhumar el modelo Bordaberry. Esto implica arrastrar a Mesa a un cogobierno dictatorial, como el que existió en el Uruguay de los años 70.

Segunda, dar el golpe de Estado que exigían los oficiales rebeldes. Esta opción privilegia el optimismo de quienes creen posible mantener unidas a las fuerzas armadas y dar un gobierno al país.

Tercera, mantenerse neutrales para evitar un golpe que consumaría la división. Esta opción privilegia un realismo pesimista, según el cual la alternativa real no es el golpe exitoso o el golpe fracasado, sino el caos o la guerra civil.

Hasta el momento, el ejército pasó a retiro a los dos Julios y sigue en sus cuarteles, pero no está claro que tenga una estrategia para actuar, antes o después del diluvio. Tampoco está claro que ambos coroneles aprovechen su protagonismo en el sistema mediático para cosechar laureles electorales según el modelo venezolano de Hugo Chávez. De ser así, habría que clasificarlos como superoptimistas o superingenuos. El país no va a congelar esta crisis hasta las próximas elecciones.

Otro tema candente está vinculado a la posición geopolítica de Bolivia. Una implosión con fragmentación eventual del país no puede ser indiferente para nadie en el Cono Sur de la región. Los gobiernos respectivos, quiéranlo o no, estarían ante opciones diferenciadas, con percepciones de amenazas y de oportunidades.

Las oportunidades estarían del lado de Brasil y Argentina, colindantes con las provincias más prósperas de Bolivia, que buscan su autonomía. Chile y Perú, por su parte, estarían entre los vecinos en riesgo. Un estallido boliviano los pondría ante un menú de posibilidades negativas. Entre ellas, la avalancha de inmigrantes pauperizados y -en especial para Chile- de actos propios de la amenaza asimétrica. Esto es, riesgos de carácter no militar para su seguridad nacional.

Puede asegurarse que Bolivia, hoy, es el mayor desafío para la OEA y el Gobierno de Estados Unidos, en cuanto actor principal del organismo regional.



* escritor chileno, profesor de Relaciones Internacionales

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que bajo nivel nuestros editorialistas, eh?
Por que jodido - Tuesday, Jun. 07, 2005 at 11:34 AM

estos chabones no entienden mucho, parece.

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Todo lo contrario. Entienden perfectamente
Por Golden Boy - Tuesday, Jun. 07, 2005 at 11:54 AM

El diario "La Vanguardia" expresa preocupadamente intereses derechistas afines a la estabilidad capitalista.
Es màs. Para analizar los hechos Bolivianos con la necesaria "distancia objetivizante" le dan la palabra a un escriba Chileno (jajajajja) que, como todos sabemos, odian al pueblo Boliviano.
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