Bolivia : el poder al alcance de los trabajadores.
Por EL MILITANTE -
Thursday, Jun. 09, 2005 at 9:26 PM
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Bolivia: El poder al alcance de los
trabajadores y campesinos |
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Autor : Jorge Martín Fecha
: ( 09-Junio-2005 ) Categoria : Bolivia
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a
crisis revolucionaria que vive Bolivia desde hace tres semanas ha
alcanzando nuevas cotas. La semana pasada acabó con el parlamento
incapaz de iniciar sus sesiones, hecho pedazos por la guerra de
clases que divide el país. El movimiento revolucionario de los
trabajadores y campesinos ha ganado fuerza, su extensión nacional se
ha ampliado y ha radicalizado sus posiciones políticas, actualmente
desafiando claramente a la democracia burguesa.
Durante el fin de semana la clase dominante recurrió
a uno de sus últimos trucos, utilizó a la Iglesia Católica para
hacer un llamamiento al “diálogo nacional” con la condición de poner
fin a las huelgas, marchas y bloqueos de carreteras. Una posible
base para este “diálogo” se insinuaba que era la dimisión del
presidente Mesa, la disolución del parlamento, la convocatoria de
elecciones anticipadas, el llamamiento simultáneo a convocar
elecciones para una asamblea constituyente y un referéndum sobre la
autonomía de las regiones orientales que está exigiendo la clase
dominante. Mientras tanto, el presidente del Tribunal Supremo se
haría cargo de la presidencia.
Esta supuesta oferta
es un intento claro de descarrilar el movimiento hacia una “salida”
constitucional dentro del marco de la democracia capitalista. Una
concesión aparente hacia el movimiento sería la dimisión de Mesa y
la convocatoria de la asamblea constituyente, mientras que al mismo
tiempo se calma a la oligarquía de Santa Cruz, Tarija y otras
regiones orientales que quieren la autonomía para tener más control
de los recursos de gas natural localizados en lo que ella considera
“sus” regiones.
Esta propuesta tiene sin embargo un
pequeño problema: no recoge la principal reivindicación del
movimiento de masas de trabajadores y campesinos, que en la
actualidad es claramente la nacionalización del gas. Al mismo
tiempo, podemos ver lo peligroso que es el llamamiento a una
asamblea constituyente, que algunos grupos de izquierda defendieron
durante la insurrección de octubre y que ahora es una de las
principales herramientas con las que cuenta la clase dominante para
intentar descarrilar el movimiento revolucionario.
Quizá una maniobra como esa podría haber engañado al
movimiento de masas hace un mes, pero ahora no. Tres semanas de
huelgas, marchas, bloqueos de carreteras y enfrentamientos con la
policía han radicalizado el movimiento y sus reivindicaciones
políticas. Esto se pudo ver claramente en la enorme manifestación
del lunes 6 de mayo. Cientos de miles (medio millón según algunas
fuentes) se reunieron en La Paz en lo que debió ser una de las
manifestaciones más grandes de la convulsionada historia de este
país que cuenta con menos de 9 millones de habitantes. Esta fue una
respuesta decisiva a las alegaciones de Mesa de que sólo eran
algunos “grupos minoritarios de radicales”. Mineros, campesinos,
trabajadores, los habitantes de El Alto -el epicentro de la Bolivia
revolucionaria-, profesores urbanos y rurales, todos los sectores,
convergieron en el centro de La Paz en un masivo cabildo abierto
para debatir y discutir el futuro del movimiento. Algunas de las
consignas que aparecían en las pancartas demostraban el extenso
rechazo no sólo a Mesa y otros políticos burgueses, sino a todo el
sistema de democracia capitalista que es incapaz de garantizar
incluso las condiciones de vida básicas para las masas. “Cierre del
parlamento, colgar a los políticos corruptos”, “burgueses, vuestros
días están contados”, “muerte a la burguesía”, “ya está bien de
trucos parlamentarios”, “trabajadores al poder”, éstas y otras
consignas son las que se podían leer en las pancartas y eran
coreadas como consignas.
Varios líderes se dirigieron
al cabildo abierto. El ambiente era extremadamente militante y
enojado. La reunión de masas rechazó decisivamente cualquier
solución de compromiso y decidió continuar la lucha por la
nacionalización del gas, entendiendo que para conseguirlo era
decisivo dar un golpe decisivo al parlamento burgués.
Zubieta, el dirigente de la federación de mineros,
expresó esto en palabras: “Todas las organizaciones sociales de la
población están encaminándose hacia la proclamación de una asamblea
popular para forjar un nuevo gobierno que resuelva el vacío de
poder. Las petroleras quieren otro payaso en el gobierno para
defender sus intereses, pero nosotros haremos un nuevo gobierno de
personas que surjan hoy de la asamblea popular, con el objetivo de
nacionalizar los hidrocarburos”.
Wilma Plata, la
dirigente de los profesores de La Paz que llevan más de veinte días
de huelga y han decidido abandonar sus reivindicaciones concretas
para concentrar todas las fuerzas en la nacionalización del gas,
también se dirigió a la multitud: “Los trabajadores están moviéndose
hacia el poder político y económico en el país y a construir un
gobierno de obreros y campesinos”.
Mientras todavía
continuaban los discursos, un sector entero de la multitud, mineros
armados con dinamita, estudiantes de la Universidad Pública de El
Alto y otros, en miles, se estaban enfrentando a la policía y al
ejército en un intento de entrar en la plaza del parlamento y cerrar
esta desacreditada institución de la democracia capitalista. Cuando
este día histórico llegaba a su fin, Mesa anunció su dimisión (la
tercera de este año). Por un lado, esto reflejaba su incapacidad de
resolver la situación y, por el otro, era parte de un intento
preparado de dar a la crisis una solución constitucional. Es muy
significativo que cuando la CNN informó en directo de la dimisión de
Mesa, inmediatamente entrevistara al dirigente del MAS, Evo Morales,
que está a favor de una traición constitucional negociada del
movimiento. Está claro que un sector de la clase dominante ve que
ahora la única manera de apaciguar el movimiento es basarse en sus
líderes más moderados. Otro sector, sin embargo, teme la llegada de
Morales al poder y que no sea capaz de contener el movimiento de
trabajadores y campesinos dentro de los límites del capitalismo.
La respuesta a esta maniobra llegó rápida y clara
desde la reunión nacional ampliada de la COB en El Alto: “no habrá
paz en Bolivia mientras los hidrocarburos no sean nacionalizados”,
estas son las palabras del dirigente de la COB Jaime Solares. “No
podemos ceder en la lucha por la nacionalización, esta es una
cuestión de vida o muerte, no podemos retirarnos”.
El
martes 7 la situación política se volvió aún más confusa. La
oligarquía de Santa Cruz, representada por el presidente del
parlamento Vaca Díez, anunció que no se reunirían en La Paz, porque
no era “segura” y propusieron que la reunión del parlamento se
celebrara en Santa Cruz o en Sucre. Mientras tanto Mesa, todavía
hablando como el presidente del país a pesar de su dimisión del día
anterior, hizo un llamamiento a Vaca Díez y al parlamento a que
renunciasen para “evitar una guerra civil”.
En un
sentido tiene razón y puede ver claramente que si él mismo está
desacreditado, también lo está el parlamento formado por todos
aquellos partidos que gobernaban antes de octubre de 2003 y apoyaban
al anterior presidente Sánchez de Lozada, que fueron decididamente
rechazados en la insurrección revolucionaria de octubre. En las
condiciones actuales este parlamento no puede imponerse sobre el
movimiento de masas de trabajadores y campesinos. Pero la oligarquía
ya ha comprendido eso y concebía la idea de que Vaca Díez fuera el
nuevo presidente como parte de “un gobierno civil con fuerte apoyo
militar”, como han explicado los representantes del NFR y el MNR. En
otras palabras, la clase dominante entiende claramente que sólo por
la fuerza pueden mantener su dominio. Su única diferencia con Mesa
es que este último piensa que utilizando la represión contra el
movimiento, en estas condiciones sólo exacerbaría la situación (como
ocurrió con la brutal represión en El Alto en octubre y que llevó
directamente a la caída de Sánchez de Lozada). Y probablemente ambas
partes tengan razón.
El movimiento se está
extendiendo por todo el país y ganando fuerza. La huelga general
indefinida que se ha venido desarrollando en El Alto durante más de
dos semanas, también se ha extendido ahora a La Paz, Oruro y otras
ciudades importantes. Los bloqueos de carreteras afectan a más de 90
puntos importantes de la red de carreteras del país, aislando el
país de sus países vecinos y las regiones entre sí. El movimiento
también ha comenzado decisivamente en Santa Cruz. En esta región,
donde la clase dominante había conseguido algo de apoyo sobre la
base de la demagógica reivindicación de la “autonomía”, los
campesinos y trabajadores han comenzado a manifestarse y organizar
bloqueos de carreteras.
Un punto de inflexión
importante fue el ataque de la semana pasada a una manifestación de
campesinos por parte de las bandas fascistas de la Unión Juvenil
Cruceña, a sueldo de la oligarquía. Ese fue un acontecimiento que
desequilibró la balanza e incluso sectores que anteriormente
apoyaban la reivindicación de la autonomía, ahora se han posicionado
firmemente a favor de la nacionalización de los hidrocarburos. La
Asamblea del Pueblo Guaraní, en Santa Cruz, ha amenazado con
declarar su propia autonomía de Santa Cruz si la oligarquía se
separa de Bolivia. Esto tiene un gran significado porque la
población guaraní vive precisamente en las ricas zonas en gas de la
región.
Al mismo tiempo, en varios lugares, los
trabajadores y los campesinos han emprendido la acción directa de
ocupar y bloquear las instalaciones de gas y los campos de petróleo,
llevando a cabo a través de la acción directa su reivindicación de
nacionalización. En el norte de Santa Cruz, al final de la semana
pasada los campesinos habían cerrado siete campos petroleros y ahora
el movimiento se está extendiendo a otras regiones.
En realidad, la cuestión de quién gobierna el país lo
ha planteado claramente este movimiento revolucionario de masas de
los trabajadores y campesinos. Todas las condiciones están
presentes. Por un lado la clase dominante es débil, está dividida y
teme utilizar la represión. Los trabajadores y los campesinos han
demostrado su voluntad de luchar hasta el final y rechazan
claramente las instituciones burguesas en su conjunto. La única cosa
que parece estar ausente es realmente pasar de las palabras a los
hechos y emprender la acción decisiva de instalar un poder
alternativo, el de los trabajadores y campesinos, y aplastar al
viejo poder capitalista.
La convocatoria de una
asamblea popular tiene una enorme importancia porque es entendida
como un medio de sustituir el gobierno de los capitalistas con un
gobierno de los trabajadores y los campesinos. Sin embargo, esto
debe ser llevado a la práctica. En todas las fábricas, centros de
trabajo, barrios obreros, minas y aldeas campesinas debería haber
reuniones de masas para elegir delegados a una asamblea popular
unificada, a nivel de barrio, local, regional y nacional. Esta sería
la estructura básica de un poder obrero alternativo. En El Alto,
hasta cierto punto, existe ya una estructura de este tipo, un
soviet. Cada día miles se reúnen en los cabildos abiertos en
diferentes distritos para discutir el curso de la lucha.
Trotsky, en su descripción de la huelga
revolucionaria en Rusia de 1905 decía lo siguiente: “El principal
método de lucha aplicado por el soviet fue la huelga general
política. La eficacia revolucionaria de este tipo de huelga reside
en que, aparte de su influencia sobre el capital, desorganiza el
poder del gobierno. Cuanto mayor es la ‘anarquía’ que lleva consigo,
más cercana está la victoria. Tiene que darse, sin embargo, una
condición indispensable: que la anarquía que se produzca no sea
conseguida por métodos anárquicos. La clase que, al suspender
momentáneamente todo trabajo, paraliza el aparato de la producción
y, al mismo tiempo, el aparato centralizado del poder, aislando una
a una las diversas regiones del país y creando un ambiente de
incertidumbre general, tiene que estar suficientemente organizada
para no ser la primera víctima de la anarquía que ella misma ha
suscitado. En la medida en que la huelga destruye la actividad del
gobierno, la organización misma de la huelga se ve empujada a asumir
las funciones de gobierno. Las condiciones de la huelga general, en
tanto que método proletario de lucha, eran las mismas condiciones
que dieron al Soviet de Diputados Obreros su importancia ilimitada”.
(León Trotsky. 1905. Madrid. Fundación Federico Engels. 2005.
p. 232).
En Bolivia la huelga general,
particularmente en El Alto, obliga a los trabajadores y campesinos a
realizar por sí mismos tareas que anteriormente pertenecían al
estado relacionadas con la organización de la vida cotidiana. Ahora
hay miles, probablemente decenas de miles de mineros y campesinos de
diferentes partes del país que han convergido en la ciudad. Estos
son alimentados y cobijados diariamente por las organizaciones de
masas de los trabajadores, campesinos y estudiantes. El orden en El
Alto está garantizado no por la política sino por las asambleas de
masas y las juntas o comités vecinales. Esta estructura debería
hacerse sistemática y extenderse a través del país.
La segunda tarea más importante de la insurrección
para tomar el poder es la ruptura de las fuerzas armadas y
represivas del estado. Está claro que las bases del ejército,
formadas principalmente por soldados normales procedentes de bases
obreras y de los campesinos pobres, pueden ser influenciadas por el
movimiento revolucionario. En La Paz las campesinas gritan
constantemente a los soldados y oficiales de policías que vigilan la
plaza del parlamento: “no te da vergüenza, no tienes corazón y
cerebro, deberías unirtenos y luchar por el futuro de tus hijos”.
Estos llamamientos, combinados con la fuerza del movimiento,
demostrada en la reunión de masas el lunes y en la dinamita de los
mineros enfrentándose con la policía y los soldados, puede, en
determinado momento, romper la cadena de mando dentro de la
estructura del ejército. Además de esto, el ejército, incluida su
casta de oficiales, está dividida por la mitad. Un sector claramente
simpatiza con el movimiento de masas, como se pudo ver en el
pronunciamiento de dos coroneles la semana pasada que se declararon
a favor de la nacionalización de los hidrocarburos y por un
“gobierno popular”. Otro se opone amargamente a la división de país
de promueve ese sector de la clase dominante representada por la
oligarquía de Santa Cruz. Y, finalmente, hay otro sector claramente
reaccionario que estaría a favor de un golpe para “restaurar el
orden”.
La situación dentro de la policía es incluso
más favorable. Un motín de la policía ya jugó un papel importante en
la insurrección de febrero de 2003 y la semana pasada todo un sector
de la policía de La Paz amenazó con amotinarse contra Mesa. Los
manifestantes regularmente combinan los gritos de “fusil, metralla,
el pueblo no se calla” con llamamientos a un “motín policial”.
Las organizaciones obreras correctamente han
combinado los llamamientos a las filas del ejército y la policía
(que necesitan ser organizados sobre una base sistemática) con
ciertos elementos de organizaciones de autodefensa obrera. Aparte de
los mineros armados que ya están participando en las batallas
diarias en la capital, la Confederación de Trabajadores de El Alto
(COR) ha pedido la organización de la autodefensa armada y ha
ofrecido el envío de piquetes de autodefensa a Santa Cruz para
defender a los campesinos de las provocaciones fascistas de la
oligarquía. Una vez más, estas decisiones son muy positivas pero
necesitan ser llevadas a la práctica y coordinarlas nacionalmente.
Finalmente, todos estos preparativos deberían llevar
a la disolución del parlamento y de todas las instituciones
burguesas. El único factor que realmente está ausente en la ecuación
es una dirección revolucionaria que pueda coordinar estas tareas,
plantear las consignas necesarias en cada momento y llevar adelante
el trabajo político necesario para tomar el poder. Esta dirección ya
existe de una forma embrionaria, está formada por los militantes y
dirigentes más avanzados de la COB, de la COR de El Alto, la
federación de mineros, los sindicatos de campesinos, los estudiantes
universitarios, los profesores. Ellos son los que ya están
organizando el movimiento revolucionario. Ir más allá de sus
dirigentes cuando ellos vacilan, empujarlos hacia delante y
sustituirlos por otros. Si esta vanguardia estuviera unificada
nacionalmente basándose en la idea de tomar el poder y llevar a cabo
los pasos necesarios concretos, la revolución boliviana triunfaría.
¡Ni Mesa ni Vaca! ¡No a la solución constitucional!,
¡Nacionalización de los hidrocarburos! ¡Abajo con el parlamento
burgués! ¡Por una asamblea popular basada en delegados elegidos
democráticamente por los trabajadores y los campesinos!
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