Julio López
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EL VIRUS IDIOTA. A propósito de anarquismo y autonomismo, ayer y hoy. (El Aromo n° 20)
Por RAZÓN Y REVOLUCIÓN, Organización Cultural - Monday, Jun. 13, 2005 at 2:55 PM

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El virus idiota

A propósito de anarquismo y autonomismo, ayer y hoy.

Por Eduardo Sartelli
Historiador, director del CEICS y autor de La plaza es nuestra


“La libertad sin socialismo es privilegio e injusticia”
Bakunin

“Sólo lo mío me preocupa”
Stirner


En la actualidad, una de las corrientes políticas más populares en el seno de las masas movilizadas, es la que se conoce como “autonomismo”, aunque suele responder también a “anti-capitalismo”, “anti-globalización” o “anarquismo”. Mientras la expresión “anti-capitalismo” no significa nada, igual que “anti-globalización”,1 la denominación de “anarquismo” esconde una estafa política y una mentira histórica. Toni Negri, John Holloway, Paolo Virno, toda la caterva que desciende de Foucault, el autonomismo de las asambleas populares argentinas del 2002, las agrupaciones estudiantiles “independientes” y los MTD, gustan de coquetear con una trayectoria de lucha que les queda grande y a la que envilecen al mentarla como propia.
En efecto, tras la reivindicación del anarquismo y, por ende, la cosecha de su historia de luchas, el autonomismo contemporáneo hace pasar un programa político, una estrategia y una metodología completamente enemigas del movimiento libertario en su mejor época. El anarquismo argentino de comienzos del siglo XX, igual que el de la Guerra civil española, se construyeron, en realidad, contra el autonomismo. Mal puede éste, reivindicar hoy una herencia que combatió acerbamente en su momento.

Una prosapia lamentable

Es propio de las corrientes autonomistas reivindicar la ausencia de organización y el rechazo de la política y los partidos políticos. “Horizontalismo” y “apoliticismo” serían los ingredientes básicos del pastel “democrático”: nadie determina a nadie, no existe representación alguna, no se construye ningún funcionariado permanente ni, mucho menos, burocracia alguna. El resultado obvio, es que toda reunión de personas que se dé una dirección política, termina alienando la libertad de sus miembros, es decir, constituyendo una dictadura. Ningún objetivo de largo plazo puede figurar en la agenda del autonomismo y todo programa elaborado con antelación a la reunión de los miembros del colectivo, resulta sospechoso de manipulación. Todo debe brotar de “allí mismo”, puesto que todo acuerdo previo puede ser visto como “aparateo” de cúpulas. Las iniciativas individuales deben ser privilegiadas ante toda acción colectiva y, en principio, no existe ninguna política concreta que no pueda expresarse y llevarse adelante. La autonomía de los participantes en tanto individuos aparece como la preocupación más importante, mayor aún que la de organizarse contra el poder existente. De hecho, el autonomismo se niega a constituirse en poder y declara que todo intento en ese sentido sólo puede dar por resultado la creación de una nueva dictadura. Estas tonterías filosóficas elementales son esgrimidas como la última novedad del pensamiento humano. Son, sin embargo, tan viejas al menos como el capitalismo y, ciertamente, más viejas que el marxismo.
El autonomismo es el nombre actual de una de las dos corrientes que han conformado históricamente el anarquismo: el anarquismo anti-organizador o individualista, cuyo primer representante moderno fue Max Stirner, pero que hunde sus raíces en el liberalismo de la tradición inglesa, en particular, John Locke. De hecho, pensadores como Bentham y Mill no resultan ajenos al panteón anarquista individualista. Stirner, un predecesor poco conocido de Nietzche (y a través suyo de Weber, Foucault, Negri y Holloway), se hizo famoso con El único y su propiedad, texto en el cual hacía gala de un individualismo extremo con el que pretendía superar el “humanismo” de los hegelianos de izquierda (Bauer, Hess, Feüerbach). El egoísmo aparecía en su discurso como una negación de toda fantasmagoría fetichizada que viniera a reemplazar a Dios. No existe otro que yo mismo, no hay más ley que mi voluntad ni más derecho a la propiedad que la que cada uno pueda poseer. La libertad consistía, consecuentemente, en el dominio de los demás y toda forma de democracia social implicaba la subordinación de los fuertes a los débiles. El camino que lleva al superhombre nietzcheano es fácil de recorrer. El que lleva al nazismo, también.2
En todos los casos, se trata de la fetichización del individuo, que aparece desgajado de toda contextura histórico-social, constituyente de la sociedad y no constituido. Es el individuo asocial de las “robinsonadas”, que Marx criticaba en la economía burguesa. Como tal, una fantasmagoría que no tiene nada que envidiarle a Dios, la Humanidad, la Moral y otros aparecidos por el estilo. Consecuencia lógica de esta concepción es la externalización de las relaciones sociales y las instituciones por ellas constituidas: el Estado, la sociedad misma, son externos al individuo, que parece poder existir al margen. La única forma de llegar a esta conclusión es a través de un subjetivismo extremo, según el cual basta con que el individuo niegue la realidad que le disgusta, para que ésta deje de existir al menos para él. Como no podía ser de otro modo, el resultado es la construcción de una nueva moral, de corte elitista, subjetiva e individualista que sólo puede dar lugar a dos estrategias políticas: el terrorismo o el mesianismo pasivo.
Una segunda corriente del anarquismo, que tiene afinidades con el socialismo, entronca con Kropotkin y se la conoce como anarquista organizadora o anarco-sindicalismo. El punto de partida de esta variante es el reconocimiento del carácter social del individuo, de donde se deduce la necesidad de construir una entidad supra-individual que preserve la libertad individual. Como en Marx, en esta corriente, la sociedad es el presupuesto de la libertad y no su enemiga. Como el socialismo, el anarquismo organizador se presenta ante la sociedad con una alternativa de organización social. Este experimento político tuvo en la Argentina uno de sus desarrollos más importantes. Sin embargo, debió batallar duramente en sus propias filas antes de ver la luz y protagonizar una de las páginas más gloriosas de la historia del anarquismo mundial.

La lucha del anarquismo contra el autonomismo3

En la Argentina de fines del siglo XIX, las tendencias organizadoras del anarquismo debieron librar un largo combate contra el autonomismo, originalmente dominante. A comienzos de los '90, esa corriente, protagonizada sobre todo por intelectuales, se autodenominaba “anarco-comunismo” y editaba el periódico El Perseguido (EP). La tendencia organizadora, por el contrario, se conoció como “anarco-socialismo”, de influencia italiana y cuyo núcleo duro se encontraba entre los obreros de La Boca. El Perseguido rechazaba todo tipo de organización, lo que lo enfrentaba permanentemente con la presión que ejercía el desarrollo de huelgas y sindicatos. Los organizadores, por el contrario, defendían la formación de sociedades de “resistencia” y la acción huelguística. Según EP, los sindicatos sólo servían para adaptarse al capitalismo y eran perniciosos para la lucha anarquista. Frente a ellos, reivindicaban los grupos “de afinidad”: dedicadas casi con exclusividad a la propaganda oral y escrita, eran asociaciones momentáneas, que se formaban para realizar un fin concreto y debían disolverse luego. Coherentemente, EP se opuso a la formación de la primera federación obrera de nuestro país, la Federación de Trabajadores de la Región Argentina: el autonomismo que combatió a la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados (ANT) durante el 2002, inició su vida de la misma manera, 110 años antes.
Entre los defensores de la tendencia organizadora se encontraba Errico Malatesta, que en su paso por Buenos Aires había bregado por esa corriente. De hecho, su influencia persistió a su partida, sintetizada en la constitución del grupo que editó La questione sociale. A este periódico se sumarían El obrero panadero y El oprimido, defensores todos de la tendencia pro-sindical. Se reforzaría aún más con la oleada huelguística de 1895-96 y con el crecimiento del socialismo, decidido impulsor de la organización obrera. A esta tendencia general que calaba cada vez más en el seno del anarquismo, EP respondía con la defensa del terrorismo individual, en especial, con la apología de la dinamita como instrumento de lucha “anti-burgués”. Según el grupo Los dinamiteros, “es preciso que conquistemos la libertad y para eso es necesaria la dinamita, pues la fuerza de ésta contrarresta la fuerza que emplean nuestros opresores”. Este tipo de declaraciones eran ampliamente elogiadas por EP, igual que se reivindicaba a los terroristas más famosos, como Ravachol, el francés Vaillant o el catalán Pallás. Estupideces como éstas, bastante bien retratadas en la figura del anarquista de Germinal, de Emile Zola, no pasaban, en Argentina, de palabrerío vacío, razón por la cual la tendencia organizadora acusaba a su enemiga de charlatanería inútil. El alejamiento que provocaba en los obreros esta prédica terrorista impulsó aún más a los organizadores hacia los sindicatos. Cuando el ciclo de huelgas terminó, en 1896, la corriente pro-sindical iba a alumbrar a su vocero privilegiado por los próximos cien años: La Protesta.
Efectivamente, surgido del seno de la corriente organizadora, La Protesta Humana (LPH), como se la conoció al principio, sería el núcleo centralizador del anarquismo argentino que protagonizaría las heroicas luchas de comienzos del siglo XX. Junto con Ciencia Social, una publicación de carácter teórico, LPH acaparó la defensa de la organización y la acción sindical. Por las páginas de ambos desfilaban las mejores plumas del anarquismo mundial: Pietro Gori, Errico Malatesta, Eliseé Reclus, Piotr Kropotkin, Anselmo Lorenzo y Sebastián Faure. LPH va a ser tajante en sus definiciones. Ante la pregunta de un lector acerca de si los anarquistas debían formar un “partido”, responde:

“Creemos que por el mero hecho de ser anarquistas, somos un partido, ya que por tal se entiende la coligación de individuos que siguen una misma opinión, o sea, que tienen un ideal común y contribuyen a realizarlo. Un partido puede ser autoritario o antiautoritario, estar organizado o no estarlo.”(LPH, 2/1/1898)

Con este tipo de declaraciones, LPH se ganó la acusación de “socialista”. De hecho, el anarco-sindicalismo no era más que un partido socialista extra-parlamentario. Actuando en consonancia con esta declaración, LPH llamaba a reconocer la “importancia de la organización profesional”, algo que hace explícitamente en sus páginas, en las que da un lugar cada vez más importante a la vida y la lucha de los obreros argentinos. Este desarrollo de LPH va a ser impugnado por un nuevo vocero de la corriente anarco-individualista, Germinal, que comenzó a editarse en Buenos Aires y Rosario a fines de 1897. Adelantándose a los autonomistas actuales, los de Germinal acusarán a LPH de “socialismo estatal”, de desvalorizar la lucha “espontánea” del pueblo y de constituirse en una “élite” de “elegidos”, una “aristocracia de los talentosos”. Cuestionaban, además, su derecho a “dirigir” y “organizar”, porque deformaría la iniciativa revolucionaria de las masas. Según Germinal, en lugar de organizadores debe haber “propagandistas” que actúen espontánea e inesperadamente en todas partes, lo que dificultará el accionar de la policía. Había que estimular las huelgas violentas, la destrucción de materias primas y el incendio de fábricas. De abierto tono stirneriano, Germinal elogiaba el egoísmo como factor de progreso y consideraba el altruismo como una forma de salvar a los débiles de la necesaria “selección”. La “ayuda mutua” era, entonces, repudiable, porque los fuertes y talentosos no tenían por qué frenar su avance para ayudar a los más débiles. Al igual que con Stirner, el anarco-individualismo sólo confiaba en una sociedad basada en la posesión de los medios de producción por el individuo, es decir, una posición abiertamente pequeño-burguesa. Los anarquistas organizadores del Grupo Libertario de Buenos Aires contestaron a barbaridades como éstas, que tendrían un futuro promisorio bajo el nazismo, lo siguiente:

“El individualismo, en el sentido de repudiar cualquier cooperación ajena y demoler la teoría de la sociabilidad por autoritaria, el aislamiento completo de todos los miembros de la especie, para su mayor independencia; el exterminio de los seres débiles y homogeneización del género humano en una sola raza y nivel físico e intelectual […] todo eso, en fin, constituye un enloquecimiento tan pronunciado que en verdad esteriliza cualquier propósito de educación popular.”

La llegada a la Argentina de Pietro Gori consolidó aún más a la tendencia organizadora, aunque el debate entre ambas corrientes no terminó allí. Por el contrario, hacia fin de siglo un nuevo periódico, El Rebelde, tomó la posta dejada por Germinal. El siguiente párrafo los pinta de cuerpo entero:

“Como táctica no aceptamos ninguna organización con programa mínimo ni máximo, es decir, no nos queremos ligar a determinadas líneas de conducta, porque estamos suficientemente convencidos de que el individuo debe ser libre de sus facultades, lo que dentro de esa organización con tantos compromisos no lo puede ser, rindiéndose, al contrario, como instrumento ciego al movimiento organizado.”

Para esta época, sin embargo, un nuevo período de la lucha de clases volvía a colocar la acción del proletariado en la primera plana de los periódicos, volcando decididamente su fuerza a favor de los defensores de la organización. A partir de allí, y hasta al menos 1922, La Protesta y el movimiento anarco-sindicalista dominarían el panorama e imprimirían una página enorme en la historia del movimiento obrero argentino. No fue sino después, sin embargo, de extirpar el cáncer stirno-nietzcheano de su propio cuerpo.

Libertad, autonomía e individualismo

Lo propio del anarco-individualismo y de su hijo nacido anciano, el autonomismo, es la concepción del individuo como última realidad y como totalidad autosuficiente. Como tal no es más que la reificación del individuo propia del pensamiento burgués. La idea de que el egoísmo es la forma más adecuada de lograr el mejor resultado social no es más que una burda extensión del análisis de Adam Smith sobre la racionalidad del mercado capitalista. El autonomismo no es, entonces, más que la conclusión lógica de la cosmovisión liberal del mundo, el producto más destilado de los brebajes más ilusorios de la revolución burguesa. De otra manera, no puede comprenderse esa demanda de “autonomía” para el individuo sin renegar de la producción social. Si la producción de la vida es social, el individuo no puede autodeterminarse, ni mucho menos darse sus propias leyes. La utopía autonomista sólo puede realizarse al estilo Robinson Crusoe. Como tal cosa es imposible, porque Robinson no puede ser Robinson sin todo el desarrollo de la sociedad humana corporizada en el capitalismo inglés, el autonomismo se rebela como un imposible. Surge así la variante “anarquista” por el “estilo de vida”: ciertos comportamientos (ser vegetariano, usar drogas, abstenerse de votar, tener costumbres sexuales no habituales, etc.) transforman al fulano en cuestión en un “resistente” interno. Se impone la “body politics”: hacer “política” con el cuerpo, mediante “transformaciones” en el aspecto (aros, argollas y otros utensilios por el estilo) o en la estructura física (amputación del pene, moldeado con la grasa corporal, etc.). Dentro de ese “estilo de vida”, el anarco-individualista promueve una “moral” que prohíbe alzar la voz, tener pronunciamientos fuertes y definiciones claras. Todo es válido, por lo tanto, toda opinión lo es. Imposibilitado de tomar alguna resolución, todo es duda. El ignorante es, entonces, superior al sabio, el cobarde al valiente, el pusilánime al decidido. Como ser consecuente al extremo con esta política resulta imposible, el reino del autonomismo es el dominio de la incoherencia, la banalidad y el oportunismo más miserable.
En sus relaciones, los autonomistas hacen gala de su concepción burguesa, es decir, negativa, de la libertad: mi libertad llega hasta donde comienza la libertad ajena. O como decía hace un siglo El Rebelde: “Haz lo que quieras sin perjudicar el 'haz lo que quieras' del vecino”. Sin embargo, dado que el individuo no existe sin la sociedad, ésta es la precondición de su libertad. Esa es la razón por la que no todos somos socialistas, pero todos reconocemos tarde o temprano el valor del amor o de la amistad. Incapaz de tales relaciones, el autonomista no puede ser otra cosa que un cínico ególatra, un perro de hortelano, un santón ridículo y engreído. Pero lo peor no es eso, que a lo sumo esteriliza la vida de más de un individuo inteligente y de buena voluntad. Lo peor es que su supuesto “radicalismo” se convierte en un obstáculo al desarrollo del poder de los oprimidos. El autonomista no sólo es burgués por su concepción del mundo, sino porque su accionar sólo sirve a la clase dominante.
El autonomismo, hoy como ayer, se nutre de la ignorancia de compañeros cansados de la expropiación política permanente en que se basa la política burguesa. No es extraño que haya tenido su corto verano en la Argentina post-Proceso militar. Frente a ello, sólo cabe recuperar la historia de la lucha obrera y socialista. Muchos de esos compañeros confunden, sin quererlo, su ignorancia con la de la clase. El proletariado ya resolvió estos problemas hace mucho tiempo: hay que evitar la soberbia de creer que la lucha comienza cuando uno llega. Callarse un poco, escuchar y, sobre todo, tratar de aprender de más de trescientos años de lucha de clases, es un consejo elemental. El autonomismo se nutre de esta infancia del proceso revolucionario para plantear una política conservadora. Puede creerse que corporiza la mayor radicalidad posible, pero todas sus “propuestas” son absorbibles por el capital, que transforma en moda cualquier cosa y escucha cualquier opinión que no pretenda transformarse en ley. Por esa vía, el autonomismo se transforma en un virus parásito que se conforma con habitar eternamente la misma estructura sin animarse nunca a destruirla. Un virus que se divierte en molestar a quiénes intentan construir. Un virus idiota.



Notas:

1Los señores feudales, los esclavistas del sur de Estados Unidos, la China del modo de producción asiático o los indígenas de las pampas argentinas y el oeste americano, también eran “anti-capitalistas”. Por su parte, están (o estuvieron) en contra de la expansión capitalista, de la “globalización”, todos los mencionados anteriormente más todas las burguesías débiles del mundo y los sindicatos nacionalistas, sin hablar de más de una secta religiosa, como los amish.
2Marx y Engels criticaron estas posiciones en La sagrada familia y La ideología alemana. Un excelente trabajo que reúne y examina las polémicas en el seno de la izquierda hegeliana es el de Sydney Hook, La génesis del pensamiento filosófico de Marx, Barral, Barcelona, 1974.
3Toda la información y las citas de este acápite han sido tomadas del excelente libro de Iaacov Oved: El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, Siglo XXI, México, 1978, de lectura imprescindible para todo interesado en estos temas.

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¿Donde se consigue El Aromo?
Por RAZÓN Y REVOLUCIÓN, Organización Cultural - Monday, Jun. 13, 2005 at 3:00 PM

Se consigue en librerías de calle Corrientes, y en Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1551), los viernes y sábados de 19 a 22hs.

http://www.razonyrevolucion.org.ar

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rescato unos párrafos
Por todo el poder a los soviets - Monday, Jun. 13, 2005 at 3:41 PM

"El autonomismo, hoy como ayer, se nutre de la ignorancia de compañeros cansados de la expropiación política permanente en que se basa la política burguesa"... de los partidos de izquierda.

Si el autonomismo tuvo palabra en las asambleas populares del 2002 ha sido por la intervención autoritaria (burguesa) de los principales partidos de izquierda en ellas, que aun están muy lejos de hacer una autocrítica de ese periodo.

De manera que, viniendo de un leninista que no hace ninguna autocrítica, la crítica al autonomismo como la razón del atraso del movimiento popular es medio hipócrita.


"Callarse un poco, escuchar y, sobre todo, tratar de aprender de más de trescientos años de lucha de clases, es un consejo elemental"

Es un buen consejo, sin duda, que deberían empezar por seguir los leninistas, que creen que con lo dicho y hecho por Lenin y Trotsky se acaba todo. Aprender que el bolchevismo no sirvió para emancipar al proletariado sino para crear otra dictadura contra el proletariado. Darse cuenta del papel nefasto de la III Internacional de Lenin y Trotsky en la revolución inglesa, alemana e italiana (y por lo tanto su complicidad con el surgimiento del nazismo y el fascismo), y del carácter totalmente oportunista y reaccionario de su campaña contra la izquierda comunista y la auto-organización de las masas en esos países. Evaluar el stalinismo como consecuencia necesaria del leninismo, y no como "monstruosa deformación burocrática".

Hay mucha, muchísima tela para cortar con estos temas. Muchas conclusiones para sacar. El autonomismo -a mi juicio- sacó conclusiones equivocadas, pero la mayoría de los leninistas ni siquiera han intentado sacar conclusiones por sí mismos, aceptan acríticamente las de Trotsky.


De ahí esta "crítica" de Sartelli que no sirve para esclarecer nada, porque es incorrecta, superficial y no está destinada a explicar qué es el autonomismo ni porqué existe. Lo relaciona al liberalismo y al anarco-individualismo, y ni siquiera menciona la Internacional Situacionista. Sinceramente, el artículo de Sartelli no me deja nada nuevo, más que un trabajo de investigación y polémica parece un berrinche por lo que pasó en la asamblea de Historia.

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...
Por ^--^ - Monday, Jun. 13, 2005 at 4:31 PM

Vos sos el que no tiene una idea correcta de por qué existe el "autonomismo" que pudimos conocer en las asambleas populares del 2001.
Y tiene razón Sartelli en señalar que el autonomismo del 2000 reproduce la ola de "independentismo de izquierda" que vino con Alfonsín. Su destino seguramente será el mismo: combatir el desarrollo de la verdadera izquierda marxista, hasta su propia desintegración.
Ambos, el "independentismo" del los 80 y el autonomismo del 2000, son expresiones cuya mayor figuración se dio y se da exclusivamente en la pequeña burguesía, y especialmente en el estudiantado. Fuera de eso, son minoritarios o inexistentes en el seno de la clase obrera, y NO es casualidad.

Es verdad que hay expresiones del movimento piquetero que se dicen autónomas, como los MTDs, pero lo cierto es que su doctrina autónoma queda en una minoría de cuadros dirigentes y en las bases no pasa de ser una forma de tibio cooperativismo.
Es decir que por el lado de arriba estas expresiones "autonomistas" expresan el rechazo hacia la izquierda marxista, pero es un rechazo que expresa una resistencia a girar decididamente a la izquierda (haciendo gala de un bien conocido pragmatismo antiprogramático). No constituyen un intento de superar a la izquierda sino que, al contrario, en una situación que gira a la izquierda y pudre las viejas condiciones de militancia social de estos cuadros, el "autonomismo" de muchos MTDs no es más que la expresión de un deseo mezquino de "no quedar pegados" a la izquierda.

No es un caso único: todos conocemos la multitud de casos de individuos que habiendo militado en un partido cuya línea se demuestra errónea (o algo peor) no se resignan a integrar las filas de quienes adviertieron este error de antemano y lo denunciaron sistematicamente. Así es como, por ejemplo, el morenismo y sus hilachas vienen acercando sus posiciones a las del PO, que los ha criticado históricamente, pero en vez de pasarse al PO dan lugar a 20 pequeñas organizaciones en las que la doctrina no es más que una excusa para preservar la "autonomía" (!) de un aparato particular. Lo mismo puede decirse de tantos elementos que militan en el "autonomismo" y provienen del peronismo, el stalinismo y la centroizquierda (pero muy difícilmente del trotskismo!). Esta similitud entre la lógica que ha dado lugar a tantas pequeñas sectas de izquierda y a los movimientos "autonomistas", de ningún modo es casual. No todo stalinista, peronista o centroizquierdista frustrado, tiene las pelotas y la honestidad de admitir que su error fue SUYO, de SU opción partidaria, y no de la forma de organización partidista en general. Se trata, en definitiva, de la típica actitud de quien desea que el mundo entero muera si él debe morir (o, al menos, que el mundo sea el que ha vivido equivado, y no él). Tampoco es una casualidad que los MTDs hayan tenido origen en la movida de un curita y una socióloga "independiente" bienpensante y folclóricamente compasiva con los pobres. ¿Y esa es la búsqueda d superar la expropación burguesa de la polìtica?

Por el lado de las bases, por abajo, el autonomismo expresa no un rechazo a la izquierda marxista, sino las limitaciones lógicas de un giro de las masas a la izquierda, que recién se inicia.

Pero nada de esto sería importante (y Sartelli exagera la importancia y el peso del "autonomismo") si no fuera porque todos los que formaron parte de los partidos del orden, una vez que estos se han desquiciado y desprestigiado, encuentran en el "autonomismo" la única herramienta viable para que el giro de las masas a la izquierda no pueda fructificar y llevar a la construcción de uno o más poderosos partidos revolucionarios de izquierda. No es casual que la centroizquierda (y algunas "izquierdas" extremadamente conciliadoras, y algunas sectas izquierdistas parasitarias) se hayan aliado de modo sistemático del "autonomismo" para combatir a los partidos relevantes de izquierda (es decir: aquellos que representaron una perspectiva y un factor de organización para las luchas), no siempre del modo "democrático" que gustan predicar.

Quizá la parte más valiosa del escrito de Sartelli es aquella donde "La Protesta" reconoce que el anarquismo es también un partido, a lo sumo un partido socialista extraparlamentario. Si los "autonomistas" dejan de ser un instrumento de contención de un régimen burgués que no las tiene todas consigo y por eso debe apelar a recursos "por izquierda" contra el crecimiento de la izquierda real, eso es lo mejor que podrán llegar a ser: un partido de izquierda más, tan valioso como demuestren ser su programa y su método.

Y, por último, no veo que SoB pueda censurar la superficialidad de Sartelli, ya que su propio comentario es no sólo superficial, sino que nada explica y en todo caso no pasa de la cantinela insustancial que ya todos conocemos, sin moverse un milímetro de ahí.

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en pocas líneas...
Por todo el poder a los soviets - Monday, Jun. 13, 2005 at 4:58 PM

1) Los partidos no tienen ninguna autocrítica que hacerse sobre su intervención en las asambleas.

2) El autonomismo no se explica por el fracaso del leninismo, sino porque son pequebús individualistas, masas atrasadas e idiotas útiles de la clase dominante.

3) El rechazo a los partidos de izquierda es el rechazo a girar a la izquierda.

4) Todos los que no son troskistas (más bien dicho, todos los que no sean altamiristas) o no tienen huevos, o son reaccionarios, o entran en crisis.

5) El autonomismo es un instrumento de contención del régimen burgués, pero de alguna extraña manera los partidos de izquierda con su electoralismo/parlamentarismo, su verticalismo y su desprecio a la teoría marxista no.

6) Todo el que critica por superficial a alguien que sea del mismo palo de Xor, es superficial.

7) Lo que dice Xor es siempre original y jamás se convierte en una cantinela.

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Bastante bien
Por ^--^ - Monday, Jun. 13, 2005 at 5:13 PM

En general, captaste la idea. Aún de un modo unilateral, todos los puntos menos dos -o tres, si contamos un tontito exabrupto- se acercan bastante a las ideas correctas (es decir: a los hechos).

Lo del desprecio de la izquierda por la teoría marxista no es más que una afirmación arbitraria de tu parte. Nada la justifica de un modo general, especialmente viniendo de alguien que en estos últimos tiempos se destaca por haber hecho papel picado con la teoría marxista.

Lo realmente tonto y que sólo se basa en tu percepción subjetiva, es la idea de que el anarquismo antes y al autonomismo ahora expresan el fracaso del leninismo. Ya que vas a repetir siempre las mismas boludeces, al menos podrías siquiera intentar alguna clase de argumento que no pase sólo por tu subjetividad, sino por los hechos históricos.

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a confesión de partes...
Por todo el poder a los soviets - Monday, Jun. 13, 2005 at 5:54 PM

relevo de pruebas. ¿Para qué seguirla?

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Los autonomistas son un invento...
Por a - Monday, Jun. 13, 2005 at 7:04 PM

de ciertas corrientes de izquierda absolutamente incapaces de comprender la aparicion de amplios sectores que no se conforman con las explicaciones ceñidas a los textos sagrados y que concientemente trabajan para re-elaborar, re-semantizar, re-significar y construir herramientas de analisis adecuadas a nuevas realidades. Por que todo cambió en la sociedad de clases, desde las formas de dominacion y control, hasta la organizacion del trabajo. El arco que tan despectivamente caracteriza Sartelli como "autonomista", ligandolo al pensamiento de Stirner..! es amplio, variado y heterogeneo. Entre nosotros tenemos mas diferencias que aquellas que podamos tener con la izquierda estatalista y son muy pocos los que reniegan de la necesidad de organizar el contrapoder: mas al contrario todos ponemos el acento en la concrecion de redes materiales y cooperantes que enfrenten con exito al mando del capital. El tema es que partimos de algunas premisas:
1) Solo somos responsables de nuestras propias conciencias. Los maestritos explicadores no tienen cabida en la sociedad capitalista actual donde se expande incontenible el Intelecto General.
2) Tal como demuestran las ultimas experiencias la capacidad autogestiva y de autoorganizacion de la Multitud cuando se decide a enfrentar al Capital supera con creces las expectativas mas calenturientas de los Altamiras, Ripoll y cia, que cuando emergen desde abajo de la cama solo atinan a intentar copar y aparatear lo mas posible experiencias por las que nunca movieron un solo dedo. (El tal Altamira publico un libro donde la unica conclusion posible es que al 19 y 20 lo organizó y dirigió....el partido obrero...!!!
3) El que firma con simbolos demuestra su absoluto desden por la gente, al afirmar que los "autonomos" combatieron a la "izquierda en las asambleas..Gruesisimo error, la que resiste y combate a la representacion en cualquiera de sus formas es la gente misma. No fueron autonomos los que a piña limpia obligaron a bajar las banderas del PO frente al Congreso el 19/12/2001. Y tampoco parecian autonomos los familiares de Crogmanon que putearon hasta cansarse al PO en la marcha en repudio a la excarcelacion de Chaban. El latiguillo favorito de simbolito para estos casos es la "despolitizacion" de las "masas"...Parece que las "masas" solo se politizan cuando votan al PO. Y este es otro tema: La participacion electoral de la izquierda en todas y cada una de las elecciones es sencillamente la correa de transmision del poder burgues al interior del movimiento que se autonomiza del capital justamente negando la representatividad. Pareciera que no advierten (o no pueden hacerlo) la increible densidad politica y la formidable capacidad de ruptura que tiene nuestra consigna, elaborada colectivamente al calor del 19 y 20.
Que Se Vayan Todos, Que No Quede Uno Solo

Ustedes tambien.

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¡Chin-pum!
Por Leonardo Mir - Monday, Jun. 13, 2005 at 7:05 PM
leonardomir@msn.com

Topo, entre nosotros, ahora que nadie nos ve ni nos escucha, decí la verdad, ¿no te sentiste un poquito identificado en la descripción que hace Sartelli de los autonomistas? Seme sincero, no sentiste que te subía la sangre y se te calentaban los cachetes cuando Sartelli describía a los anarcos anti partido. Viste cuando Sartelli escribe: " los sindicatos sólo servían para adaptarse al capitalismo y eran perniciosos para la lucha", me hizo acordad a vos... Y me asusté un poco en la parte que cuenta como esa tendencia "respondía con la defensa del terrorismo individual, en especial, con la apología de la dinamita como instrumento de lucha 'anti-burgués'".
Aunque a decir verdad ya lo venía pensando hace unos días, y se me ocurrió cual podría ser tu nuevo nick, a ver que te parece: "Unabomb".


De veras Juan, me preocupás. Hace no mucho tiempo me recomendabas leer una críticas hacia el trotsquismo escrita por Santucho. Después me recomendaste unos textos de un grupo neo-estalinista (Sexta Tesis). Después te fuiste al P.O. (Partido Obrero) y ahora sos "consejista" (me maldigo por haber posteado el texto del consejista gallego), antipartido y antisindicato. Realmente sos demasiado voluble, Topo.


Un consejo: desconfiá de tus primeras impresiones. Permitite poner en duda tus enamoramientos repentinos. Probá autocriticarte de vez en cuando. Aprendé a decir "me equivoqué", a volver sobre tus pasos. Reprimí esa tendencia a "quemar las naves" que te imposibilita reconocer que te extralimitaste. No te apresures tanto en sacar conclusiones sin haber ido antes hasta el fondo de la cuestión.
No tenés necesidad de responder sobre todas las cosas, de saber absolutamente de todo.
Tené un poco de paciencia.



Solo un comentario sobre algo que escribiste más arriba: Vos sostenés la tesis de que el estalinismo es la continuación natural del leninismo y no que sea, en cambio, una deformación monstruosa de éste. Está, lo podemos discutir, pero, ¿qué necesidad tenés de afirmar que Lenin actuó en forma asociada ("cómplice") a Stalin? ¿Qué pruebas argüís para ello? ¿En dónde se halla la demostración de tu acusación?

Además, si Lenin hubiera sido cómplice de Stalin, ¿Porqué Stalin lo hizo envenenar? Y si no lo envenenó, ¿porqué actuó deliberadamente para impedir su cura? Y si tampoco acordás con esto, ¿porqué Lenin escribió su "testamento" contra Stalin y ofreció a Trotsky una alianza en contra de aquél? Sí, sí, también podés negar todo esto y decir que sólo son suposiciones. Pero lo que no son suposiciones es que o bien Lenin y Stalin encarnaron intereses distintos o bien, adoptando una posición objetivista mecánica (idealista) ni Lenin ni Stalin tuvieron influencia alguna en toda la historia de la revolución rusa (ya vez que estoy leyendo los textos que me recomendaste), y, en este caso, no tendrías nada que reprocharle a ninguno de ellos.

En cualquier caso, me parece que acá estás manifestando ese apresuramiento que te comentaba más arriba, esa volubilidad que te lleva ahora a lastrarte acríticamente toda la cantinela antipartido, antisindical y antileninista consejista.

Ahora sos un ANTILENINISTA. ¡Ahí está!

 

Bueno. Acá tenés una buena oportunidad para demostrar que no sos simplemente un diletante, un aventurerista, o un francotirador. Hacé la prueba, por una vez no quieras tener la última palabra. Llamate a silencio, medita un tiempito, estudiá un poco el tema antes de contestar. No va a pasarte nada malo. Tranquilo.

 

Saludos.
 

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razón y revolución?
Por manupa - Monday, Jun. 13, 2005 at 7:10 PM

¿como puede ser que se tomen en serio los disparates que escriben estos delirantes?
¿estos son los intelectuales universitarios?
otro motivo más para mantenerse lejos de la academia.

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www.anarquistfaq.org (inglés)
Por pepiripipi - Monday, Jun. 13, 2005 at 9:47 PM

http://www.alasbarricadas.org/ateneo/modules/wikimod/index.php?page=FAQAnarquista
(castellano)
preguntas frecuentes sobre anarquismo (rincipiantes...)

no tienen idea, atacan muñecos de trapo que ustedes msmos arman en su cabeza

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pésimo, Leonardo
Por todo el poder a los soviets - Monday, Jun. 13, 2005 at 11:04 PM

Vos sabés que tenés los medios para hacerme estas preguntas personalmente. Si realmente querés saber la respuesta, hace las preguntas por los canales adecuados, porque lo que vos proponés no es ya de caracter político sino personal, y ni en pedo voy a discutirlo acá, y menos en ese tono de "juicio público" que vos proponés.


Lo único que voy a contestarte es que yo no dije que Lenin fuera cómplice de Stalin. Lenin fue autor junto el resto del partido de todas las medidas anti-obreras y anti-populares tomadas desde 1917 hasta su muerte, y eso incluye también su papel CONTRARREVOLUCIONARIO en la III Internacional, subordinando la revolución mundial a la protección de la URSS, incluyendo en la Intercom a partidos centristas por la masa de obreros que tenían y excluyendo mediante el aparateo, el ultimatismo y la calumnia a los partidos verdaderamente revolucionarios.

De todo eso fue cómplice Lenin. Pero cómplice de Stalin no.

Y si resulté anti-leninista es porque no se puede estar de los dos lados del mostrador. O se es marxista o se es leninista.

Lo demás que planteás, te repito, no es este el lugar donde hablarlo. Me extraña vos que sos un tipo que me dobla en edad y no te des cuenta de eso.

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Lenin o Peron
Por Zorrito - Tuesday, Jun. 14, 2005 at 12:13 AM

Epa!, que paso?. Perdiste la linea Leonardito, te tocan a tu "dios" estatista de Lenin y te pones loquito...

Pareces los peronistas y Peron.

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che leonardo
Por favor - Tuesday, Jun. 14, 2005 at 12:50 AM

hablá con este pibe, si querés te paso el tel. de un psicólogo para que le pases... de en serio, esta de mal en peor, si lo conocés personalmente fijate que podés hacer...

pd. te mando de saludo un brest-litovsk y un par de putschs (verdaderamente revolucionarios)

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burro
Por Jota - Tuesday, Jun. 14, 2005 at 11:23 AM

Cuánta ignorancia destila este Sartelli. Así que la FORA y la Protesta eran anarcosindicalistas? Ponete a leer antes de escribir borrico trotskista

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Burro
Por Jota - Tuesday, Jun. 14, 2005 at 11:24 AM

Cuánta ignorancia destila este Sartelli. Así que la FORA y la Protesta eran anarcosindicalistas? Ponete a leer antes de escribir borrico trotskista

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Lo inmanejable del tiempo
Por Profe J. - Tuesday, Jun. 14, 2005 at 10:31 PM
profesor_j@yahoo.com http://clajadep.lahaine.org

Poder, contrapoder y no poder (5): Lo inmanejable del tiempo

La experiencia boliviana nos enseña que no siempre querer es poder. No basta el deseo, la voluntad y la disposición subjetiva, llamados, discursos, consignas y convocatorias, para que el curso de los acontecimientos se adecue a nuestros pensamientos o propósitos. No es sumando voluntades detrás de un
objetivo, tipo profetas o sectas, que vamos a ampliar el pensamiento inicial para hacerlo hegemónico.

La tradición autoritaria de algunos seguidores equivocados de una de las interpretaciones del marxismo nos había convencido de la necesidad de
un instrumento de organización de personas que se desplegase llegando al máximo de otras para implementar el deseo, la voluntad y la disposición subjetiva de ese sujeto, llamado intelectual colectivo, nicho depositario de la verdad
objetiva.
Marx había dicho que la clase se transforma en partido. No recuerdo que haya dicho que un montón de intelectuales o líderes deban apropiarse de lo
que llaman conciencia proletaria o realidad obrera y luego vayan detrás de los trabajadores a concientizarlos de su propia realidad, que está mucho
más presente en los cuerpos, el inconsciente y el bolsillo de ellos que de los
burócratas administradores de los demás.

En los prolegómenos de la formación de la clase obrera, hasta la primera revolución socialista en parte de un estado, esto es, en regiones de los
territorios controlados por el estado ruso, el capital necesitaba multitudes rodeando las fábricas y demás centros productivos, donde se concentraba
la formación de la plusvalía, base de la ganancia, motor del desarrollo de las fuerzas productivas en esta fase del patriarcado y de la propiedad. Hoy
la plusvalía proviene de una red múltiple que envuelve ya no sólo a los trabajadores directos de la transformación, sino aún a los desempleados,
obligados a buscar alternativas de sobrevivencia, alternativas que continúan activando el mercado y, por lo tanto, la realización de la mercancía.
En ese sentido Negri habla del obrero social, lo que no quiere decir, por favor, que somos seguidores de ese autor, que representa una de las tantas maneras
de interpretar el marxismo, aunque muy útil en muchos aspectos, por lo que recomendamos su lectura y estudio, así como de otras variantes de esa forma de
pensamiento.

Si la clase obrera, siguiendo a Marx, lo que no significa tampoco que somos seguidores a ultranza de este gran teórico y luchador por la un nivel superior organiza su propio partido, y si, siguiendo ese
raciocinio, a emancipación de los trabajadores es obra de los propios tyrabajadores, no parece razonable la instalación de destacamentos que dirijan esa lucha, sino más bien debe ser una actividad autónoma, propia de ellos. Si la concientización ha fallado, como se ha visto desde la revolución
cultural que no ha dejado nada, habrá que comprender la importancia del autoconocimiento y
de la autoconciencia. Transferir conciencia ya es un acto autoritario.
Sumarse a conversar, discutir y actuar juntos es otra cosa, en cuanto partamos de la base que allí surge un nuevo pensamiento, un pensamiento y una acción
derivados de si mismos, de la autocomprensión racional de la realidad concreta, inmediata.

Mucho se ha discutido acerca de la necesidad de comprender los mecanismos del
capitalismo para que se instale la conciencia de las causas de la situación,
como que al comprenderlas se pueda establecer la conciencia del cambio:
Son esos los motivos que nos tienen de esta manera, por lo tanto, hay que cambiarlos, sacarlos de allí, para que cese su determinación. Si podemos
compartir esas nociones, bienvenidas sean, pero de allí a erigir como objetivo
la dirección del aparato del estado para desde allí administrar cambios que nunca llegarán, a no ser algunas medidas democráticas, como mejoramiento de la educación y la salud (que lo mismo hacen Suecia y otros países dirigidos por el empresariado y sus representantes), hay una cierta desviación que se
hace necesario dilucidar.

Los procesos tienen su tiempo, eso es obvio, así en una etapa de expansión cpitalista, el estado que sea tendrá que someterse o adecuarse a ello,
como sucedió con China, por poner un ejemplo bien actual, o como sucedió en la propia Rusia después de la NEP orientada por Lenin. El realismo se
impone. La
contradicción interna en esos estados no puede asegurar una
continuidad.
Trosky, dirigente y autor vinculado a otra versión del marxismo,
cuestionó en
Stalin, otro más, el desarrollo del socialismo en un solo país,
alegando que la
revolución debía ser permanente, esto es, lanzarse contra el resto de
los
estados evitando llegar a lo que vino de la coexistencia pacífica, los
acuerdos
de Yalta y negociaciones diversas de reparto del mundo. De hecho, esa
lucha por
los estados, por más que se enunciase y empujase, no consiguió
modificar la
situación, menos aún con la inmediata instalación de bases de
sustentación
sistémica en países claves como Alemania, Japón e Israel, encargados de
rearticular el ordenamiento y la estabilidad capitalistas en sus
respectivas
regiones. El campo socialista y luego los no alineados, fueron la
respuesta a
esas readecuaciones del capital, pero las luchas de liberación nacional
fueron
desviadas todas hacia el objetivo de la acumulación necesaria con el
pretexto
de que posteriormente estarían las condiciones de avanzar hacia el
socialismo.

Nuestro continente de Abbya Yala ha empezado a quebrar esas lógicas,
tanto la
de la continuidad del capital como de la necesidad de asaltar los
estados para
combatirlo. Desde abajo irrumpe por todas partes el fenómeno de la
emancipación
con autonomía, desde las multitudes que derriban gobiernos hasta la
instalación
de prácticas de autoorganización y relaciones internas de una nueva
sociabilidad.

La contención de ello y la vieja necesidad de la burocracia de
izquierda de
administrar los estados, hace que sectores de esa tradición se agrupen
en Attac
y convoquen al Forro de Porto Alegre, donde se intenta llegar a un
nuevo
programa de control estatal conservando la unicidad del mundo, negando
la
diversidad, instrumentalizándola. Los resultados están a la vista: en
vez de
avanzar las luchas populares que venían en Brasil y Argentina, se
reorientaron
hacia las elecciones. Lula y Kirchner son hijos putativos de esa
estrategia que
tiene dos ejes centrales: por una parte la contención de la autonomía y
autoorganización social y, por la otra, la restauración de la
estabilidad del
capital.

Dicho y hecho, ya nadie tiene dudas, ahora, de la nítida vocación
neoliberal de
ambos. Los destacamentos hoy afilan estacas de otras maneras, saliendo
a la
calle por distintos motivos para sumar conciencia opositora y luego ser
la
alternativa. Muchos de ellos insistieron en dar una tregua a los
gobernantes,
para luego denunciarlos. Pero una importante cantidad de gente y
agrupaciones
no cayó en la trampa y siguen como el viejo topo construyendo nuevas
formas de
vida en barrios y campos.

El estado está en dispersión, hay una tendencia a la explosión social
indudable
y sobre ello aspiran a situarse los que vendrán con el nuevo estado,
por eso el
capital apoya a esos candidatos. Hay un encuentro en los hechos entre
esas dos
dinámicas. La estatista de izquierda y la estatista de derecha, ambas
funcionales a la continuidad capitalista.

¿De donde proviene esa voluntad estatista?

Simplemente de la racionalidad instrumental, esto es, la creencia de
que la
razón es hoy capaz de entender y administrar los acontecimientos en
curso. El
estado es la razón hecha instrumento político, la cristalización de las
convenciones, el contrato social, que justamente por el control de los
aparatos
de fuerza e ideológicos (tampoco somos seguidores de Gramsci, por
favor, aunque
estimulamos su lectura, siendo mejores las interpretaciones de sus
escritos
hechas por Anderson y otros que las de Palmiro Togliatti), permitiría
la lucha
contra la burguesía y acabar con ella. Como eso nunca ha sucedido,
partimos de
la base de que esos estados han resultado funcionales al capital, no
por otro
motivo se dice que se trata de capitalismo de estado, cuestión que
podemos
profundizar en otro momento, bastando por ahora remitir a los escritos
de
Castoriadis, otro autor que interpreta el marxismo, creemos que con
mucha
propiedad. En ellos se explica el carácter de la burocracia y sus
intereses.

En la época actual de aquella red del capital que hablábamos más
arriba, que se
extiende hasta lo más profundo de nuestros cuerpos, al controlar un
estado y
adecuarlo a las necesidades de las relaciones económicas internas y
externas,
se reproducen las relaciones capitalistas, aunque sean rotas en parte
al inicio
luego se las traerá de vuelta paulatinamente, formando y remodelando
las
conciencias. Recordamos que el Che se negaba a los incentivos
económicos
priorizando por los incentivos morales, lo que no es posible saber hoy
si
habría resultado, dada la fuerte exigencia de las relaciones
mercantiles. Lo
que tenemos claro es que la revolución cultural no funcionó, y más
control
estatal que ése difícil de encontrar. Se dice que Stalin se desvió, o
sea,
condujo la máquina a donde no debía, pero ello no es más que una
argucia, pues
no había otra forma, ya que las que vinieron posteriormente lo hicieron
peor,
hasta que Gorvachov entregó la oreja y se lo comió la historia, triste
destino
de una lucha que fue asumida con decisión, esperanza y coraje por un
pueblo.
Como la lucha de los pueblos de los territorios controlados por el
estado
boliviano, cuya esperanza está en la rebeldía de las comunidades y no
en los
líderes que aspiran a dirigir el estado.

Es hora de que el ejercicio de la razón sea reconocido al sujeto
emancipatorio.
Hay mucha arrogancia en eso de ir a educar o concientizar. Los nuevos
sujetos
sociales que vienen desde todas partes no hacen mucho caso de estas
discusiones, lo que es bueno.
Ese sujeto es inmanejable, toma su propio tiempo, es autónomo, o sea,
sigue
mejor a Marx que muchos otros, o mejor, no lo sigue, sino que Marx lo
vio.
Constituye sus propias maneras de autoorganización y asume la
emancipación en
sus propias manos. Ya no hay más representación. Al viejo intelectual
colectivo, tome las formas que tome, no le queda más remedio que
plegarse a
esas iniciativas, supeditarse a ellas, aprender de ellas y contribuir
al
desarrollo de otras experiencias autónomas también, estimulando entre
ellas la
horizontalidad, la cooperación y el apoyo mutuo, hasta morir y diluirse
en
ellas.

Seguimos.

Profesor J
profesor_j@yahoo.com
http://clajadep.lahaine.org

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