Venezuela debe avanzar hacia el socialismo.
Por EL MILITANTE -
Sunday, Jun. 26, 2005 at 10:50 PM
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Venezuela: El carácter socialista de la
revolución pasa al primer plano del debate |
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Autor : William
Sanabria Fecha : ( 22-Junio-2005 ) Categoria : Venezuela
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capitalismo ha fracasado. Viva, pues, el socialismo”. “No existe una
tercera vía entre el capitalismo y el socialismo. Debo hacer una
autocrítica: nosotros mismos intentamos esa supuesta tercera vía y
debemos decir que no existe. Es un desastre, peor aún, una farsa”.
Estas frases, pronunciadas por el presidente venezolano Chávez, y su
propuesta de que la revolución venezolana avance hacia el
socialismo, un nuevo socialismo “del siglo XXI”, abriendo un debate
en el seno del propio movimiento revolucionario sobre las
características concretas que debe tener ese socialismo y los medios
para construirlo, está electrizando y movilizando a centenares de
miles de jóvenes, trabajadores y campesinos venezolanos. Por primera
vez en mucho tiempo, el socialismo no aparece ante los ojos de las
masas como una utopía sino como una posibilidad real por la que
luchar.
Desde la victoria en el referéndum del 15 de
agosto, cuando un 60% de los votantes, casi 9 millones de
venezolanos, -el mayor número de votos, con muchísima diferencia,
que haya recibido nunca presidente alguno de este país- decidieron
ratificar a Hugo Chávez en la jefatura del Estado. Las principales
características que definen la situación en Venezuela se pueden
resumir en una creciente radicalización e incremento de la
organización y participación de las masas, el debilitamiento
acelerado de las fuerzas de la oposición contrarrevolucionaria y el
fortalecimiento innegable del apoyo al proceso revolucionario y al
propio Chávez.
Tras la nueva victoria arrolladora en
las elecciones a alcaldes y gobernadores del 31 de octubre pasado
(que puso al frente de 21 de los 23 estados del país a gobernadores
que se declaran chavistas, y un porcentaje similar en las alcaldías)
los últimos sondeos realizados hace un par de semanas por la
encuestadora privada Datanálisis, cuyos vínculos con la oposición
son notorios, otorgan a Chávez un nivel récord de apoyo: el 70%.
Avance en la conciencia y organización de las
masas
La victoria en el referéndum no fue el
resultado de una mera movilización electoral de las masas sino la
culminación de un proceso consciente, masivo y organizado de
participación de los trabajadores, los campesinos y los pobres de
las ciudades. Más de tres millones de personas que nunca se habían
inscrito en el censo porque no se sentían representados por ningún
partido se inscribieron para ratificar a Chávez. El ambiente
extraordinariamente crítico con muchos dirigentes locales,
regionales y nacionales que se declaran revolucionarios pero han
hecho lo contrario de lo que las masas esperaban (y el propio Chávez
defiende), no se convirtió en decepción y frustración, sino que
empujó a las bases revolucionarias a tomar ellas mismas en sus manos
la tarea de organizar la batalla para ganar el referéndum.
Cientos de miles de personas se organizaron en
patrullas en cada manzana, bloque y empresa, etc. Estas patrullas a
su vez se organizaban en Unidades de Batalla Electoral (UBE) en cada
parroquia (barrio). A pesar del intento de los sectores reformistas
-los que quieren que la revolución no sobrepase los límites del
capitalismo- y burocráticos de la dirección por coartar la
participación desde abajo y controlar las UBEs, en muchas de ellas
las bases impusieron sus decisiones desde abajo. Después del
referéndum, muchas UBEs no se han disuelto sino que se han
convertido en Unidades de Batalla Social para luchar por
reivindicaciones concretas en cada barrio. El intento de los
sectores reformistas y burocráticos de la dirección por controlarlas
y limitar su autonomía sólo ha tenido éxito parcialmente puesto que
en bastantes casos, ya sea como UBES ya como Asambleas populares,
muchas siguen funcionando y planteando la profundización de la
revolución. Para millones de venezolanos el 15 de agosto no fue el
final de la lucha sino el principio. Esta idea se resume en la
consigna lanzada por el propio Chávez de hacer “la revolución dentro
de la revolución”.
La revolución debe llegar hasta
el final
Para las masas esto significa que la
revolución debe abordar una transformación económica definitiva del
país, sustituir el aparato burocrático estatal, las estructuras del
estado burgués, por un nuevo aparato surgido de abajo y basado en el
control de las asambleas sobre los representantes y resolver así los
problemas concretos que siguen existiendo: acabar con el desempleo y
la economía informal, erradicar el déficit habitacional (1,8
millones de personas sin vivienda o con viviendas de baja calidad),
seguir adelante con los planes sociales, las Misiones, que por
primera vez han llevado sanidad y educación a millones de
venezolanos que nunca habían tenido acceso a ella.
Las Misiones constituyen uno de los principales
logros hasta ahora del proceso revolucionario. Los ingresos del
estado, sobre todo de la petrolera estatal PDVSA, se destina
directamente a financiar las Misiones pero éstas se han organizado
en la gran mayoría de casos al margen de la estructura del estado,
mediante la participación de las propias comunidades, el
voluntariado y el sacrificio militante de las bases revolucionarias.
La Misión Barrio Adentro ha instalado más de 15.000 médicos cubanos
en las zonas más empobrecidas, abriendo miles de consultorios y
clínicas populares en zonas donde antes no existía ningún tipo de
asistencia sanitaria. Las Misiones Robinson I y Robinson II han
alfabetizado a más de un millón y medio de personas y tienen como
objetivo que, en breve, Venezuela se convierta en la segunda nación
latinoamericana, tras Cuba, que logre erradicar el analfabetismo. La
Misión Ribas ha abierto el acceso a la educación secundaria a
centenares de miles de personas, sobre todo adultos que abandonaron
sus estudios y la Misión Sucre está permitiendo el acceso a la
educación superior a los sectores más pobres, tradicionalmente
excluidos de la misma. Además, se ha creado la Universidad
Bolivariana, que tiene como objetivo desarrollar un nuevo modelo de
educación, insertado en la sociedad y basado en una concepción
solidaria y comprometida con las luchas y problemas sociales.
Estas medidas han sido complementadas con otras como
una red de mercados públicos populares (Mercal), cuyo objetivo es
luchar contra la especulación y el desabastecimiento vendiendo
productos a precios más bajos; la Misión Vuelvan Caras, que forma a
desempleados y luego orienta proyectos para que éstos se incorporen
al mundo laboral a través de cooperativas o microempresas que ellos
mismos crean; una red de bancos públicos que suministran
micro-créditos para construcción y compra de viviendas,
cooperativas, etc.
Lucha entre reforma o
revolución
Muchas de estas medidas han supuesto
un paso adelante y han incrementado aún más el apoyo a Chávez,
aunque al mismo tiempo están haciendo emerger numerosas
contradicciones. En muchos casos la financiación empieza a resultar
ya insuficiente para las necesidades y las expectativas crecientes
de las masas. Los salarios de los trabajadores de las Misiones se
cobran con retraso y tanto la cuantía de éstos como los derechos
laborales son inferiores a los de cualquier otro trabajador. Muchos
empresarios han disfrazado sus empresas como cooperativas buscando
ayuda pública, mientras se aprovechan de la ausencia de sindicatos
para incrementar la explotación de la mano de obra. A principios de
abril se graduaron los primeros 300.000 alumnos de la Misión Vuelvan
Caras, pero el objetivo no estará conseguido hasta que encuentren un
trabajo digno que les permita sobrevivir.
Las
esperanzas de las masas chocan con la crisis del capitalismo y el
sabotaje de los empresarios. La utilización de la capacidad
productiva instalada está en un 54% y la inversión privada es
ridícula, alrededor de un 10% del PIB, a pesar de que PDVSA y el
propio gobierno también están dando ayuda a los empresarios, y las
tasas de interés son negativas (16% frente a una inflación del 19%).
Los deseos de las masas de tomar el control de las
Misiones, extenderlas, mejorarlas y corregir deficiencias, empieza a
chocar cada vez más claramente con sectores de la burocracia del
Estado, que impiden la participación de los trabajadores y
estudiantes en la dirección de las Misiones. Los reformistas y la
burocracia controlan la mayor parte de las instituciones. No
obstante, la lucha de clases se está expresando en los
enfrentamientos cada vez más abiertos que se producen dentro del
propio aparato del Estado, en el que existen sectores
revolucionarios o bajo la influencia directa del movimiento
revolucionario. Sin embargo, aunque la burguesía no tiene el control
directo de muchas instituciones en estos momentos, éstas no han sido
sustituidas todavía por una nueva institucionalidad revolucionaria
basada en el movimiento obrero y los demás sectores explotados. Esta
es una de las principales amenazas que enfrenta la revolución.
Otro aspecto que decidirá el futuro de la revolución
es el choque de las esperanzas de las masas de una transformación
económica -y los planes de Chávez, intentando darles respuesta- con
los límites del sistema capitalista.
Los sectores
procapitalistas y reformistas que existen en la dirección del
movimiento bolivariano, tras la victoria del 15 de agosto, esperaban
llegar a algún acuerdo con el imperialismo, abrir una negociación
con los empresarios y utilizar los ingresos del petróleo para
impulsar una política de apoyo del estado a la inversión privada.
Estos sectores controlan o tienen una posición determinante en la
mayor parte de los ministerios económicos (Planificación, Finanzas,
Energía y Minas, etc.) y al menos una parte de sus propuestas se
está aplicando.
Un sector importante del
imperialismo, tras su derrota clara en el referéndum comprendió que
no existían condiciones a corto plazo para intentar un nuevo golpe o
un fraude. Este sector impuso inicialmente una táctica que consistía
en reconocer la victoria de Chávez e intentar apoyarse en esos
sectores reformistas para frenar la revolución mientras preparaban
el terreno para volver a la ofensiva a mediano plazo.
Su problema es que, aunque los sectores reformistas
controlan más o menos directamente bastantes resortes de poder, su
política es absolutamente minoritaria dentro del movimiento
bolivariano y choca con los anhelos de las bases, cuya participación
y conciencia siguen avanzando y sacando conclusiones cada vez más
radicales. El propio Chávez, a pesar de los intentos de los sectores
pro-burgueses por aislarlo de las masas, mantiene un profundo
vínculo con éstas y sigue reflejando sus aspiraciones. Su discurso
revolucionario -y varias de las medidas que ha impulsado- están
estimulando aún más al movimiento revolucionario. Desde el inicio
del proceso, el presidente, y en general la dirección del
movimiento, están sometidos a presiones de clase diferentes pero en
cada momento decisivo la presión que ha tendido a expresar Chávez -y
cada vez más fielmente- es la de abajo. Esto ha sido decisivo para
que el imperialismo se haya convencido de que su única alternativa
es eliminarlo y aplastar la revolución, como puedan y en cuanto
puedan.
El imperialismo y la contrarrevolución
En las filas del imperialismo y la burguesía
crece la inquietud. El gobierno estadounidense ha intensificado
nuevamente la agresividad de sus ataques contra Chávez y la
revolución venezolana. En el Estado español, el grupo Prisa (Cadena
Ser, El País...), con importantes intereses en toda Latinoamérica,
se ha sumado a esta campaña. Los capitalistas combinan su control
todavía hegemónico de la economía venezolana -lo que les permite
seguir saboteándola- con la presión diplomática internacional y la
campaña de desprestigio y aislamiento contra Chávez y la revolución.
Intentan cambiar lo antes posible la correlación de fuerzas y pasar
nuevamente a la ofensiva para derrocar a Chávez y derrotar la
revolución, ya sea con el asesinato de Chávez, un golpe de Estado o
una intervención más o menos indirecta del imperialismo, provocando
un conflicto desde la vecina Colombia, utilizando al gobierno ultra
reaccionario de Uribe. Mientras la prensa silencia la carrera
armamentística del gobierno de Uribe en la frontera
colombo-venezolana, los movimientos amenazantes de tropas
estadounidenses (como las recientes maniobras no notificadas al
gobierno venezolano de los marines en la isla de Curaçao), la
actuación permanente y creciente de paramilitares y los servicios
secretos colombianos en Venezuela, presenta como “amenazas a la paz”
cualquier medida defensiva tomada por Chávez, como la compra de
fusiles para organizar el adiestramiento de los reservistas
(millares de trabajadores que se han apuntado para aprender el
manejo de las armas) o la propuesta de crear Unidades de Defensa
Popular en prevención de cualquier posible intervención imperialista
contra la revolución.
El problema fundamental del
imperialismo es que el apoyo a la revolución en Venezuela no
retrocede, aumenta, y en todo el continente la movilización de la
clase obrera y los sectores populares sigue creciendo, como han
vuelto a demostrar los acontecimientos en Bolivia. Es más, por
primera vez desde el inicio de la revolución venezolana, la clase
obrera -animada por la victoria del 15 de agosto y las propias
declaraciones de Chávez- entra con sus propias aspiraciones y
propuestas en escena.
Por ello, hoy por hoy, debido a
la enorme debilidad de la contrarrevolución en Venezuela y el auge
revolucionario que se vive en todo el continente, el eje central de
actuación de la contrarrevolución se está centrando en el sabotaje
económico, mediante una verdadera huelga de inversiones y de la fuga
masiva de capitales, que se ha triplicado en los últimos años.
Tratan de minar, de ese modo, la base social de apoyo a Chávez,
preparando el terreno para un desenlace más violento en el futuro.
La clase obrera da un paso al frente
Empresas abandonadas por sus empresarios y que
fueron ocupadas por los trabajadores, como Venepal y CNV, han sido
expropiadas por el gobierno, que mantiene la propiedad del 51% de
las mismas y entrega su gestión a los trabajadores organizados en
cooperativa. Chávez ha presentado estas acciones no como una
excepción, sino como un modelo a seguir cuando los capitalistas
saboteen o abandonen sus empresas. Chávez habla de “cogestión” pero
en un contexto de ascenso revolucionario como el actual podría
derivar en el control obrero.
En la industria pesada
del Estado Bolívar, donde se concentran los batallones pesados de la
clase obrera venezolana, así como en la empresa con más trabajadores
del país, la eléctrica estatal CADAFE, se ha lanzado también la
“cogestión”. El director que Chávez nombró para la empresa pública
ALCASA es uno de los dirigentes del sector más a la izquierda del
chavismo y fue designado precisamente para ensayar allí la
cogestión, como primer paso para su extensión hacia las otras
empresas públicas. Esta cogestión, en la práctica, tiene elementos
de control obrero, con asambleas regulares en la entrada de la
fábrica donde se eligen comisiones de trabajo que rinden cuentas y
discuten todos los aspectos relacionados con la gestión de la
empresa (salarios y condiciones, organización del trabajo,
licitaciones, etc.). En varios casos, los gerentes elegidos son
trabajadores que han decidido mantener los mismos salarios que
tenían en su puesto de trabajo.
Chávez ha planteado
en las empresas privadas una cogestión empresarios - trabajadores.
Esto encierra un peligro para la clase obrera en la medida que se
corresponsabilice a los trabajadores de la finalidad última que
tiene una empresa privada: la obtención de beneficio. Aun así, en un
contexto en el que la clase obrera está a la ofensiva y los
capitalistas no invierten, incluso esta propuesta contradictoria,
probablemente produzca una agudización de la lucha de clases.
En la eléctrica estatal CADAFE el intento de los
trabajadores de participar decisivamente en la gestión de la empresa
ha chocado con la gerencia, controlada en este caso no por
revolucionarios sino por reformistas. Ello ha provocado una
creciente movilización de los trabajadores, que incluso se ha
reflejado en discursos y medidas contradictorias en el seno del
gobierno. El debate sobre la “cogestión” y el control obrero está
llegando a PDVSA, donde el control obrero fue una realidad en varios
centros de producción durante la lucha contra el paro patronal de
diciembre de 2002. Sin embargo, la ausencia en aquel momento de una
organización revolucionaria que agrupase a la vanguardia obrera y
defendiese, extendiese y generalizase aquella experiencia fue
decisiva para la desarticulación de los embriones de organismos
revolucionarios que habían surgido. El resultado es que se ha
formado una nueva tecnoburocracia y vemos como el sabotaje de la
producción (cierre temporal del centro de producción en Amuay,
abandono del mantenimiento de pozos, etc.), la corrupción y la mala
gestión han vuelto a la empresa de la que depende más del 50% del
presupuesto nacional venezolano, y amenazan con minar el futuro
inmediato del proceso revolucionario. Esto ya está provocando una
reorganización y radicalización de los sectores revolucionarios de
la industria petrolera para luchar por introducir y recuperar el
control obrero en PDVSA.
En hospitales públicos, en
la educación, en las Misiones, etc. se suscita el mismo debate. Los
trabajadores (y estudiantes en el caso de la educación) quieren
participar en la elección de las autoridades y en la gestión de los
centros. En la central sindical surgida de este proceso
revolucionario, la UNT, también vemos extenderse la lucha entre
reforma y revolución. Día a día nuevos sindicatos que se crean desde
abajo o que rompen con la CTV se incorporan a la UNT. Ésta ha
arrebatado los sectores más combativos y decisivos de la clase
obrera venezolana a la burocracia golpista de la CTV, como ha
demostrado de forma palmaria el último 1º de Mayo. La marcha de unos
pocos centenares de burócratas y activistas de los partidos
contrarrevolucionarios de oposición en apoyo a la CTV contrastaba
con los centenares de miles de trabajadores que volvían a lanzarse,
como un imparable tsunami rojo, por las principales avenidas de
Caracas en apoyo al “nuevo socialismo” y la “cogestión”.
El desenlace no está decidido
La lucha que se está desarrollando en todos los
ámbitos es, en estos momentos, la lucha entre la reforma y la
revolución en el interior del movimiento bolivariano. En las
elecciones internas a candidatos del Movimiento Quinta República
(MVR) para las elecciones a concejales y juntas barriales, numerosas
candidaturas surgidas desde la base, o al menos con un contenido
crítico y más a la izquierda, se imponen. El aparato burocrático
intenta impedir que la voluntad mayoritaria de las bases se exprese.
En la UNT hemos visto a sectores burocráticos sumarse al proceso
revolucionario por presión de las bases, en parte distorsionándolo e
intentando así frenar la radicalización de los trabajadores y de los
sectores más a la izquierda del sindicato, que buscan un programa y
una estrategia socialista que permita a la clase obrera ponerse al
frente de este proceso revolucionario y llevarlo hasta el final.
Este ala izquierda tiende a nuclearse en torno a los
dirigentes que aparecen como más honestos y con una tradición de
lucha y una trayectoria política más revolucionaria. Pero el punto
central es que los activistas obreros revolucionarios de la UNT se
doten de un programa, un método y unos análisis genuinamente
marxistas y elaboren un programa de transición al socialismo que les
permita agrupar a toda la izquierda del movimiento bolivariano y
hacer real y palpable, dándole un contenido revolucionario concreto,
el socialismo. Los marxistas de la Corriente Marxista Revolucionaria
- El Militante estamos participando en este sector de izquierda con
nuestras propias alternativas, impulsando la creación de una
Tendencia de Izquierda Socialista en la UNT en torno a un programa
genuinamente marxista.
De cómo se salde esta lucha en
los próximos meses o, incluso, años dependerá el futuro de la
revolución. Los reformistas, al menos los más inteligentes, no se
atreven en estos momentos a oponerse al discurso socialista de
Chávez pero sí plantean que ese socialismo debe mantener el
capitalismo, no tocar la propiedad de la banca y las grandes
empresas, etc. La presión de las masas y, en particular, de la clase
obrera va precisamente en el sentido contrario y cada vez son más
los trabajadores que intuyen que la principal amenaza a la
revolución es que no tomemos el control de los principales medios de
producción, que estos sigan en manos capitalistas y no se resuelvan
los problemas económicos y sociales de las masas. Si esto ocurre
existe el peligro de que la contrarrevolución pueda volver a
movilizar a su base, hoy dividida y neutralizada, con manipulaciones
y engaños y sectores amplios de las masas, hoy movilizados y
esperanzados, puedan ver frustrados sus anhelos. Esto anunciaría una
nueva ofensiva contrarrevolucionaria, como vimos en otros procesos
revolucionarios: Chile, Nicaragua.
Por lo tanto, hay
que completar la revolución bolivariana y dotar a ese socialismo del
siglo XXI del que habla Chávez de un contenido concreto: la
nacionalización de los medios de producción fundamentales y de la
Banca bajo control obrero. Ese es el requisito para la planificación
de la economía en función de los intereses de la mayoría de la
sociedad.
El viento de la lucha de clases, en
Venezuela y en todo el continente, sigue soplando en la dirección
más favorable para el avance de la revolución, y el socialismo es,
por primera vez en mucho tiempo, una posibilidad real al alcance de
nuestras manos. La lucha no ha terminado y la victoria depende única
y exclusivamente de que los revolucionarios sepamos aprovechar esta
oportunidad y armar a las masas con las ideas, el programa y el
método del genuino marxismo.
William Sanabria
Dirigente de la Corriente Marxista Revolucionaria
(CMR) y miembro del Comité de Redacción de El Topo
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