Galicia : derrota de la derecha.
Por EL MILITANTE -
Friday, Jul. 01, 2005 at 2:47 PM
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GALICIA: DERROTA DEL PP |
La izquierda obtiene
la mayoría absoluta |
Autor : Lucas Picó Fecha :
( 30-Junio-2005 ) Categoria : Europa
|
[En
el momento de publicar este artículo nos llegan las noticias de que
el recuento del voto de los emigrantes gallegos confirma la victoria
de la izquierda, en cualquier caso el análisis de este artículo
sigue siendo totalmente válido]
La derecha ha
sido derrotada en Galicia. Tras 24 años (exceptuando un breve
paréntesis de dos) de gobiernos conservadores, la izquierda ha
obtenido una clara mayoría. El Partido Socialista de Galicia (PSdeG)
y el Bloque Nacionalista Gallego (BNG) consiguen superar el 52% de
votos frente a menos del 45% que obtiene el Partido Popular (PP). En
2001 la derecha aventajaba a la izquierda en casi 6 puntos y cerca
de 85.000 votos. La ventaja ahora de la izquierda es de más de
112.000 votos y 7 puntos porcentuales. El vuelco en la situación es
evidente.
Una nueva derrota para la derecha
El sistema electoral D`Hont y la
sobrerrepresentación de las provincias más rurales y con menor
composición obrera distorsionan la amplitud de la victoria de la
izquierda, pero la realidad es clara para todo el que quiera verla.
Una marea de voto rojo ha atravesado Galicia de punta
a punta. Empezando por las ciudades, ha conseguido llegar también al
interior rural, contagiando a sectores de los pequeños propietarios
agrícolas y ganaderos.
El PSdeG aumentó sus votos en
más del 99% de los municipios gallegos, al tiempo que el PP
retrocedía en el 92% de los 315 existentes.
El número
de diputados que obtiene cada formación, las encuestas previas y las
bravuconadas de Acebes no pueden modificar esta realidad.
Lo que ha ocurrido en Galicia no ha sido más que la
expresión electoral del giro a la izquierda iniciado hace un lustro.
La concatenación de acontecimientos históricos en Galicia de sobra
conocidos, unido al permanente atraso económico del país, ha
provocado este giro. Tras un cuarto de siglo de gobiernos de la
derecha, Galicia sigue siendo de las comunidades más pobres del
Estado. Los salarios se encuentran entre los más bajos y la jornada
laboral entre las más extensas. Un tercio de los trabajadores cobra
menos del salario mínimo interprofesional. El desempleo se ceba
entre la juventud, condenando a 20.000 jóvenes cada año a la
emigración.
Con este escenario -unido a la situación
estatal- la red clientelar y caciquil del PP no podía ser suficiente
para obstaculizar las ansias de cambio y mejora por parte de cientos
de miles de jóvenes y trabajadores gallegos. Y así fue.
Y sin embargo, el puñetazo a la derecha podría haber
sido mucho mayor. La posibilidad de una debacle aún más contundente
del PP estaba implícita en la situación. Esto habría impedido la
injusta distorsión que produce el sistema electoral y que hoy
estemos aún pendientes del recuento del voto de la emigración.
¿Por qué la victoria de la izquierda no fue aún
mayor?
El atraso, el caciquismo, el carreteo de
votos, el envejecimiento de la población, la manipulación de la
iglesia, etc, no explican nada. Todos contamos con esto y conocemos
de sobra la falta de escrúpulos de la derecha. No lo decimos los
marxistas, sino el propio Baltar, cuando habla de la necesidad de
“robar los votos de donde sea”. Esto no es ninguna novedad y no vale
la pena derramar lágrimas. En cualquier proceso electoral este
elemento está presente.
Otro tanto ocurre con la
composición de clase del rural gallego. Evidentemente la existencia
de un porcentaje importante de pequeños propietarios rurales
constituye un aval para la derecha. Esa es, históricamente su base
social. Pero esto no es ninguna novedad en estas elecciones. De
hecho, esta base social está en permanente retroceso. El peso del
sector primario (con ser mucho más elevado que en el resto del
estado) se recorta constantemente, a raíz de la “cuota láctea”, el
despoblamiento del rural (debido a la emigración y a la mortalidad)
y ya antes la crisis de las “vacas locas”.
Según el
Instituto Galego de Estadística, en el primer trimestre de 2005, el
11,6% de la Población Ocupada trabajaba en pesca o agricultura. Y un
porcentaje de ellos (el 16,3%) son asalariados. Casi 9 de cada diez
gallegos activos trabaja en la industria o los servicios. El
porcentaje de población asalariada es absolutamente mayoritario en
Galicia. (1)
Si la izquierda no asestó una derrota
aun mayor a la derecha no fue por el peso del rural (que, en efecto
se movilizó en masa), sino por la incapacidad de los dirigentes del
PSdeG y el BNG de entusiasmar y movilizar a los trabajadores
masivamente, que son la inmensa mayoría del pueblo gallego.
El incremento en la participación en estas elecciones
respecto a las autonómicas del 2001 ha sido de casi 4 puntos
(pasando del 64,2% al 68,1%) y es lo que permitió arrebatarle a la
derecha la mayoría absoluta. La tendencia abstencionista que existía
entre sectores de la clase obrera y la juventud gallega se quebró
parcialmente. Pero sólo parcialmente. En los municipios más
proletarios, donde reside la base social y electoral de la
izquierda, miles de jóvenes y trabajadores no fueron a votar el día
19. En Vigo, la principal ciudad industrial de Galicia, el
incremento en la participación respecto al 2001 creció por encima de
la media (un 5,6%) y la izquierda obtuvo 20 puntos porcentuales más
que la derecha. Pero aun así, hubo casi un 36% de abstención.
En Ferrol, el aumento de la participación fue menor,
reflejando cierto desencanto con el Gobierno central por la reciente
reconversión naval. Ahí la abstención llegó al 38,7%. En otras
ciudades obreras observamos también un mantenimiento muy importante
de abstencionismo (Fene, 36,5%; As Pontes, 36,4%; Arteixo, 44%). En
contraste, muchos de los municipios donde la derecha supera con
creces la mayoría absoluta, tuvieron 10 puntos más de participación
sobre la media.
La derecha, como de costumbre,
moviliza en masa a su electorado. La izquierda tiene dificultades
para hacerlo.
Victoria a pesar de la dirección.
Ni Touriño ni Quintana despertaron entusiasmo
entre la juventud y los trabajadores. Más bien al contrario. La
derecha fue derrotada por el odio que cientos de miles de gallegos
le profesan y no porque la dirección de la izquierda los
conquistara. El estilo bastante soporífero de Touriño y también de
Quintana no ayudaba mucho a movilizar a su electorado.
Pero su estilo no es una característica
únicamente individual. Se desprende directamente del programa y la
práctica política de los partidos que dirigen, de su inserción en el
movimiento obrero, de las presiones que reciben de las diferentes
clases sociales... Un dirigente obrero, armado con una
alternativa real para mejorar las condiciones de vida del pueblo
trabajador gallego, con confianza en la clase, apegado a las
condiciones de vida y a los problemas de los trabajadores, tiene
algo que decir. Habla el lenguaje de los trabajadores. Un dirigente
alejado de todo esto, inserto en la política institucional, en
permanente contacto con la burguesía, que no se cuestiona ni por
asomo el capitalismo, se limita a decir que “es necesario una
regeneración democrática” o que su “compromiso es con Galicia” Este
lenguaje no se distingue mucho del de cualquier candidato burgués .
Una campaña electoral hueca
La
campaña electoral estuvo muy vacía de contenido. El eslogan
electoral del PSOE rezaba: “me muevo”, para después concretar (por
decirlo de alguna manera): “me muevo por Galicia, me muevo por ti”
(¿?). Si el PP no utilizó ese slogan fue únicamente porque se le
ocurrió antes a Touriño.
El BNG anunciaba en los
carteles “una Galicia nueva”, pero no indicaba cuales serían las
novedades. Parece que al bloque le deslumbró el Merchandising del
PSOE con las siglas “ZP” y se decidió a imitarlo: gastaron bastante
dinero en pegatinas y camisetas con una gran “Q” (de Quintana), que
en realidad dejaba indiferente a todos.
En los
mítines, los mensajes eran igual de abstractos: Anxo Quintana afirmó
en el cierre de campaña: “Quero e vou ser o presidente de todos.
Quero facer unha política de integración. Quero unir o país.
Acabouse o tempo da bronca. Acabouse o tempo da crispación. Acabouse
o tempo da sumisión. Comeza o tempo dun Goberno honesto e ao servizo
da xente. Un Goberno que vai pór a Galiza onde lle corresponde,
acarón das outras nacións do Estado”
El anuncio de
Quintana durante la precampaña (que no volvió a repetir) de que tras
las elecciones pactaría con quien hiciera falta [La Voz de Galicia,
22/4/05] habrá espantado hacia el PSOE a más de un votante
potencial. Ahora, en una pirueta de 180 grados, afirma que no
planteará “ni exigencia ni condiciones” al PSOE para gobernar
conjuntamente (Faro de Vigo, 23/6/05).
Por su parte
Touriño, según recogía la prensa, comentaba durante la campaña que
el nuevo gobierno (presidido por él) será «Galego e para todo os
galegos, transparente, sensible aos anhelos e ás inquedanzas da
xente, será un Goberno que escoite, innovador, renovador, eficiente,
colaborador cas Administracións, que loite pola igualdade,
paritario, austero e con autogoberno». También anunciaba que su
fórmula será la de «cambio máis consenso», con dos referentes:
Adolfo Suárez y Felipe González.
Insistimos: si Fraga
fue derrotado fue por el odio y el hartazgo de cientos de miles de
gallegos, no porque la oposición ofreciese nada atractivo.
La alternativa que sí hubiese movilizado
masivamente el voto
Faltaríamos a la verdad si no
señalásemos que ambos candidatos insistieron también en los mítines
en cuestiones sociales. De hecho, esa era la clave para derrotar a
la derecha. La situación social está muy deteriorada, y una
alternativa que garantizase pleno empleo de calidad, vivienda social
y atención sanitaria en condiciones, contaría con el apoyo
entusiasta de miles de trabajadores. Pero no basta con las promesas
en campaña. En primer lugar, en los municipios donde gobiernan
BNG y PSdeG ninguno de estos problemas ha sido resuelto. Una
política municipal al servicio de la clase obrera es la mejor carta
de presentación. El ejemplo del pueblo jornalero andaluz de
Marinaleda corrobora esta afirmación.
Todas las
promesas de los candidatos de la izquierda sobre acabar con la
emigración, con las listas de espera en la sanidad, crear decenas de
miles de puestos de trabajo, etc, que se realizaron en los mítines,
sin ser el punto central de la campaña, chocaban además con dos
obstáculos.
El primero, la propia experiencia de los
trabajadores cuando han sido gobernados por la izquierda
socialdemócrata. Y el segundo, las dudas razonables acerca de donde
saldrá la financiación.
Si la receta mágica consiste
en “adelgazar la administración pública gallega” o en “regalar menos
empanadas que el PP en los mítines” es natural que los trabajadores
reciban estas promesas con sarcasmo.
Una campaña
electoral que sacase a relucir los beneficios milmillonarios de las
empresas radicadas en Galicia, que plantease la expropiación de las
grandes fortunas para utilizarlas en beneficio de la mayoría, sí
sería un programa creíble, si además es aplicado en los municipios
en los que se gobierna. Por supuesto, esta política llevaría a un
enfrentamiento abierto con la burguesía, tanto gallega como del
conjunto del Estado. Algo que, lamentablemente, aterroriza a Touriño
y a Quintana.
Lo arriba explicado es la sencilla
receta para incrementar masivamente el apoyo a la izquierda. Se
trata tan sólo de aplicar una política consecuente en beneficio de
la clase trabajadora y la juventud. Pero en la medida en que hoy el
capitalismo es incapaz de mejorar las condiciones de vida de nuestra
clase, la única forma de ser consecuente es avanzar hacia la
superación del capitalismo, arrebatando, en primer lugar, las
palancas fundamentales de la economía a la escasa decena de familias
que hoy las detentan.
¿Por qué retrocede el BNG?
Ni Touriño ni Quintana motivan demasiado a los
trabajadores; su programa no les entusiasma ni creen que sus vidas
vayan a dar un vuelco radical con una Xunta PSOE-BNG. Pero aun así
saben que la izquierda y la derecha no son lo mismo. Muchos jóvenes
han aprendido también esta lección en los últimos años. Por eso han
desalojado al PP del poder.
Pero si el objetivo era
ese, derrotar a la derecha, y si ni Bloque ni PSOE ofrecían nada
especialmente atractivo, había que ser prácticos. Cientos de miles
optaron por el PSOE como la forma más segura de vencer a Fraga.
El giro hacia la moderación, el perfil cada vez más
institucional y la política municipal totalmente reformista del BNG
han diluido bastante su atractivo entre sectores de la izquierda.
Decenas de miles que se decantaron por ellos frente al PSOE en la
década de los noventa, han vuelto al PSOE, al atenuarse las
diferencias entre ambos.
En palabras del propio
Quintana: "El BNG sólo es rotundamente radical en la defensa de los
intereses de Galicia,(¿?) en todo lo demás es moderado, tirando a
bastante moderado" (Faro de Vigo, 23 de junio de 2005). Ese es el
problema y la causa de su pérdida de atractivo. Una vez más, una
explicación incorrecta. No es esta la valoración que hace la
dirección del Bloque de los resultados electorales.
El balance de urgencia que hacía Anxo Quintana al día
siguiente de las elecciones comenzaba con el rutinario anuncio de la
necesidad de hacer autocrítica. Pero tras esto aseguraba que la
campaña había sido “ejemplar”. Una vez más, culpó a la
“bipolarización estatal de la campaña”, del descenso. Pero lo que
Quintana tendría que explicar es por qué esa “bipolarización” no se
produjo entre PP y BNG y perjudicó, por efecto del “voto útil”, al
PSdeG. Después de todo, desde 1993 el BNG es la segunda fuerza
política en Galicia.
El Bloque ha retrocedido en
estas elecciones casi 35.000 votos, 3,7 puntos porcentuales y un
diputado por cada una de las cuatro provincias. En realidad, tras
los ininterrumpidos y espectaculares avances que tuvo desde mediados
de la década de los ochenta, el BNG ha estado cosechando retroceso
tras retroceso desde 1997. Pocas veces hemos observado una relación
lineal tan nítida entre la combatividad del perfil político y los
resultados electorales. En el caso del Bloque se ha constatado una
relación directa entre su combatividad y sus éxitos electorales. Y
también, en los últimos años, la relación ha sido a la inversa.
No es exacto decir que en general el BNG sea
percibido igual al PSdeG. Entre amplios sectores, especialmente
entre los estudiantes y los jóvenes trabajadores, el Bloque sigue
siendo visto como una organización claramente más combativa que el
PSOE. Pero no es menos cierto que esta distinción se va haciendo más
borrosa.
Parece que tras cada retroceso electoral la
dirección del Bloque saca la conclusión de que hay que moderarse más
(para ganar la base electoral galleguista de la derecha, afirman)
Esa es la mejor receta para desencantar a cada vez más sectores.
O con unos o con otros
Recientemente Carod-Rovira, dirigente de Esquerra
Republicana de Catalunya afirmaba que el retroceso electoral del BNG
era el producto de la ausencia de un partido nacionalista de
derechas en Galicia, que obligaba al Bloque a “algo imposible, a
hacer de izquierda y de derecha”(La Voz de Galicia, 21/6/05)
Omitiendo el detalle de que la política municipal de ERC apenas se
distingue de la de CiU, lo cierto es que Rovira acierta bastante en
su análisis. La dirección del BNG piensa de la siguiente forma:
“Hemos conseguido aglutinar con nosotros a la mayoría del voto de la
izquierda. [en 1993] Este voto está afianzado. Ahora se trata de
ampliar nuestra base electoral arrancando al PP los sectores
galleguistas del rural. Para esto es necesario rebajar nuestro
programa y no aparecer como exaltados ante los paisanos” Y no
ganaron ni un voto de la derecha y sí perdieron miles de la
izquierda.
Los últimos años han sido
extraordinariamente fértiles en acontecimientos políticos. Esto ha
supuesto un auténtica escuela para cientos de miles de gallegos. La
sociedad ha girado a la izquierda. Este es un escenario mucho más
favorable que en otros períodos para una organización combativa y de
izquierdas. Que en este contexto el BNG se desgañite en jurar que es
un partido “moderado” es un auténtico absurdo.
Sólo el socialismo puede resolver nuestros
problemas
¿Y si finalmente la dirección tiene
éxito?¿Si tras varios intentos logran girar tanto a la derecha que
recaban apoyo entre la derecha “galleguista”? Si finalmente el BNG
se trasforma en una “CiU a la gallega” habrá pasado al otro lado de
la barricada. Se convertirá en una organización más de nuestros
enemigos de clase. Pero este escenario sería muy negativo para la
clase obrera gallega. Una organización así renunciaría a su objetivo
de acabar con la explotación que sufre el pueblo trabajador gallego
y se transformaría en un instrumento completamente inútil para
nuestros intereses.
Por supuesto, mucho antes de
llegar allí, la dirección tendría que emplearse a fondo en una lucha
a muerte con los sectores más ligados a la clase dentro de la
coalición, especialmente aquellos vinculados a la CIG.
El 14 de Junio, Quintana prometía en un mitin 100
millones de euros anuales a los empresarios para financiar
proyectos, si era elegido presidente. "Los emprendedores tendrán en
el gobierno el aliado que necesitan", indicó. (Faro de Vigo,
15/6/05) Una vez más, la utópica obsesión por desarrollar una
“burguesía nacional” gallega sale a relucir. Ese camino, el de
intentar satisfacer a dos clases sociales con intereses
irreconciliables, está destinado al fracaso.
Si la
dirección del Bloque se empeña en continuar por esa vía, los choques
internos estarán garantizados. Más tarde o más temprano la coalición
nacionalista sufrirá una aguda división interna en líneas de clase.
Las crisis, luchas intestinas y escisiones se pondrán a la orden del
día. De quién gane la batalla interna, los sectores ligados a la
clase obrera o la pequeña burguesía, dependerá el futuro perfil
ideológico y el carácter de clase del BNG.
Pero
aquellos sectores dentro del Bloque que se niegan a que la coalición
pierda su carácter combativo y de izquierdas necesitan rearmarse
ideológicamente. Para batallar contra los sectores que quieren
convertir al bloque en un partido nacionalista burgués, no basta un
programa de izquierdas confuso. La derecha presentará un programa
completamente acabado, apoyándose en la ideología dominante, el
“realismo”, y la opinión pública burguesa.
La
izquierda no puede ofrecer un programa socialdemócrata para
enfrentarse a la derecha dentro del Bloque, porque sus recetas han
demostrado el más estrepitoso de los fracasos. No es posible mejorar
de forma seria las condiciones de vida de la clase obrera gallega o
de cualquier otro rincón del mundo gestionando de una forma “más
social” los recursos públicos. Schroeder y Blair son la mejor prueba
de lo que provoca la política reformista en nuestra época.
La única alternativa seria para acabar con los
problemas que hoy padecen los jóvenes y los trabajadores es la lucha
por el derrocamiento del capitalismo y su sustitución por un régimen
de democracia obrera, que ponga a disposición de la mayoría los
medios de producción y que garantice el respeto por los derechos
democrático-nacionales del pueblo gallego, incluido el de
autodeterminación. Ese es el programa del que se han de dotar los
militantes revolucionarios del BNG para enfrentarse a la derecha
dentro de la coalición; el programa del marxismo.
Perspectivas para una Xunta del PSdeG-BNG
En el momento de escribir estas líneas, aún no se
sabe quién gobernará finalmente la Junta de Gobierno (Xunta). El
diputado que baila entre PP y PSOE (y que daría la mayoría absoluta
a Fraga o a la coalición PSdeG-BNG) depende del voto de la
emigración gallega. En realidad, sólo un fraude masivo por parte del
PP puede otorgarles el diputado 38. Pero esa posibilidad –la del
fraude electoral con el voto de la diáspora- no es descartable, a
tenor de la experiencia. De hecho viene siendo lo habitual. En
este caso, el fraude habría de ser gigantesco, lo que complica mucho
las aspiraciones de la derecha. Pero no hay ninguna posibilidad
descartable.
Una nueva Xunta del PP abriría una
legislatura enormemente tormentosa. Fraga estaría absolutamente
deslegitimado ante los ojos de la mayor parte de la población. La
conflictividad social aumentaría. Sería una Xunta en crisis
permanente que probablemente acabase en un adelanto electoral. A
esto se uniría la lucha interna dentro del PPdeG por la sucesión de
Fraga, provocando un cóctel explosivo.
Una Xunta
PSdeG-BNG, por el contrario, sería un acontecimiento histórico en
Galicia. Es cierto que ni Quintana ni Touriño provocan entusiasmo,
pero es evidente que tras 25 años de gobierno de la derecha, hay
expectativas creadas en una Xunta de la izquierda. Y no es para
menos. “¿Por qué los habríamos votado si no es para que las cosas
mejoren?” pensarán los trabajadores. Si finalmente gobierna, Touriño
habría conseguido con bastante éxito su objetivo de un “cambio
tranquilo”, sin haber creado grandes ilusiones que ahora supusiesen
una presión irresistible sobre él. Pero evidentemente se espera de
él que mejore un poco las cosas. Que haya más empleo y con salarios
menos indecentes, que los jóvenes puedan trabajar aquí, que se pueda
acceder a una vivienda... en fin, cuestiones muy normales. Pero
estas demandas tan básicas son más de lo que Touriño o Quintana
pueden dar.
El nuevo gobierno de la izquierda tendrá
un margen. La gente le dejará hacer. Habrá algunos cambios, en las
formas, en la reducción del nepotismo, en la cultura...serán cambios
positivos.
Pero pronto el margen llegará a su fin.
Los trabajadores dirán “ahora tenemos un gobierno nuestro, no de los
caciques. Tiene que notarse” Y Touriño y Quintana se enfrentarán con
un problema: la única forma de atender esas demandas es meterle mano
a los beneficios de las grandes fortunas. Ese es el dilema ante el
que pronto se enfrentarán el PSdeG y el BNG: gobernar para unos o
para otros.
Una política pro-burguesa enfrentaría
finalmente a la Xunta con los trabajadores. Esto tendría efectos muy
serios dentro del BNG y la CIG, en primer lugar y también en el
PSOE. El surgimiento de divisiones internas, de corrientes de
izquierdas, especialmente en el BNG, sería la consecuencia
inevitable de frustrar las expectativas creadas entre las masas.
Pero PSdeG y BNG pueden optar por otro camino. La
izquierda gallega tiene, en caso de gobernar, una oportunidad única
de resolver los problemas de la mayoría. Una política
anticapitalista sería apoyada entusiastamente por la mayoría de la
población, que se movilizaría frente a los intentos de la derecha de
derribar a la Xunta. Esa política fijaría en Galicia los ojos y las
ilusiones de los obreros de todo el Estado, que exigirían a la
izquierda que imitase el ejemplo gallego, poniendo en graves
dificultades a los diferentes dirigentes reformistas.
La fuerza de nuestra clase es gigantesca. La
burguesía no podría hacer nada para evitar la nacionalización de las
grandes multinacionales y la banca, si la izquierda llamase a la
juventud y los trabajadores a dar un paso al frente en defensa de
tales medidas. La transición al socialismo podría ser pacífica. La
correlación de fuerzas así lo permite. Una Xunta de izquierdas
tiene la oportunidad de ir en esta dirección. Eso es lo que debe
hacer. Sólo acabando con el capitalismo mediante la transformación
socialista de la sociedad podremos edificar una vida en la que los
problemas y las frustraciones que padecemos los trabajadores
desaparezcan y podamos dedicarnos de lleno a desarrollar todas las
potencialidades del ser humano.
Lucas Picó. 25 de
Junio de 2005. Santiago de Compostela
(1) Existe
una visión distorsionada del peso real del sector primario en
Galicia, que tiende a sobrevalorarlo enormemente. La realidad es que
del total de la Población Activa, sólo el 10,6 se dedica a la
agricultura y pesca. Así mismo, del total de Población Ocupada, el
72,6% es asalariada. El 30% de la Población Ocupada trabaja en la
industria o la construcción. Es cierto que la tasa de actividad (la
población mayor de 16 años inserta en el mercado laboral) es 4
puntos menor en Galicia que en el conjunto del Estado (52,83% en
Galicia frente al 56,9% en el Estado español)pero el peso de los
trabajadores sigue siendo abrumadoramente mayoritario.
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