versión para imprimir - envía este articulo por e-mail |
A 30 AÑOS DE LA MAYOR DERROTA DEL IMPERIALISMO YANKY.
Por EL MILITANTE -
Friday, Jul. 08, 2005 at 11:17 PM
La epopeya del heroico pueblo vietnamita.
A 30 años de la derrota imperialista Tras treinta años de guerra, el 30 abril de
1975 las tropas del ejército norvietnamita entraban en Saigón. Concluía
así la lucha heroica del pueblo vietnamita contra el imperialismo francés
primero y la posterior ocupación imperialista norteamericana. Se
reunificaba el país y se completaba la expropiación de los terratenientes
y capitalistas. Esta victoria histórica, cuyas lecciones han estado
presentes durante tres décadas en la política mundial, tuvieron un prólogo
muy desconocido en Occidente, que pudo haber ahorrado muchos de los
sufrimientos padecidos por el pueblo vietnamita. Las enseñanzas de la revolución en Indochina
y Vietnam deben ser estudiadas con todo rigor y profundidad pues
constituyen una escuela de primer orden para las nuevas generaciones de
revolucionarios. Hoy, cuando el imperialismo estadounidense
está empantanado en Iraq, es vital sacar conclusiones de aquel proceso. El
imperialismo sufría en Vietnam una de sus más duras derrotas porque la
voluntad de resistencia de las masas desposeídas no pudo ser quebrada.
Luchando por su liberación nacional, luchaban también por la liberación
social, por la tierra y contra el terrateniente, por acabar con el
capitalismo. Esta es la primera lección que la resistencia iraquí debería
sacar para volver a derrotar al coloso. Ésa fue la clave del éxito
vietnamita. primera parte De Indochina a Vietnam Indochina era una de las partes más ricas
del inmenso imperio colonial francés. Su conquista había comenzado en 1859
y concluyó en 1888. Representaba un seis por ciento del territorio
colonial, pero sus 24 millones englobaba a un tercio de sus habitantes.
Antes de la Segunda Guerra Mundial figuraba entre los principales
exportadoras mundiales de arroz Indochina se dividía en cinco territorios.
Vietnam estaba configurado por la colonia de Cochinchina al sur, la
semicolonia de Tonkin al norte y el protectorado de Annam en el medio.
Camboya y Laos también eran protectorados que completaban Indochina. Los
annamitas (vietnamitas) constituían la mayoría de la población. La colonia
era fundamentalmente campesina, si bien una incipiente clase obrera se va
a ir desarrollando especialmente en el sur, la Cochinchina. En las
primeras décadas del siglo XX, entre el campesinado y los sectores
populares, se va desarrollar un amplio movimiento anticolonial, vinculado
a la lucha por la posesión de la tierra. La insurrección más destacada fue
la rebelión de Yen-Bay, encabezada por los comunistas en 1930. El poder
colonial estaba compuesto por unos 8.000 funcionarios y una élite de
terratenientes colaboracionistas, que aplicaron una tremenda política
represiva a través de su temida policía política, la
Sûreté. Las libertades democráticas quedaban
restringidas a 5.000 funcionarios y 8.000 colonos blancos. No hubo nunca
ningún atisbo de apertura o autogobierno, por lo que por fuerza la
oposición se mantenía en la clandestinidad. La oposición se va expresar
minoritariamente en un partido nacionalista burgués, el Partido Nacional
de Vietnam, y mayoritariamente en torno al Partido Comunista de
Indochina. Desde sus inicios la lucha contra la
dominación colonial tuvo un marcado carácter de clase. No era extraño.
Desde 1900 el imperialismo francés insertó la economía de su colonia en el
mercado mundial sobre la base de la explotación brutal de los indochinos.
Se apropió de gran parte de las tierras para entregárselas a los
empresarios franceses para el desarrollo de minas y plantaciones. Con el
objetivo de obtener mano de obra para la incipiente industria, la
administración colonial multiplicó los impuestos sobre la cosecha del
campesinado, forzándoles a abandonar una tierra que hasta entonces les
garantizaba la subsistencia. Para garantizar el poder colonial en aldeas y
pueblos se utilizó a los terratenientes autóctonos que vieron reforzado su
poder a la vez que crecía la desigualdad social y el odio del campesino
hacia ellos. Esta minoría terrateniente, francesa y
vietnamita, acaparaba cada vez más tierras. En los años treinta, 6.200
propietarios controlaban el 45% de los arrozales en el sur. En el norte,
el 2% poseía el 40% de la tierra. Los herederos de esta clase de
terratenientes se convirtieron en los funcionarios de la administración
colonial. En este contexto, la lucha por la liberación
del yugo francés tenía que estar inevitablemente unida a la lucha contra
la débil y corrupta burguesía vietnamita. El comunismo indochino No es de extrañar por las razones
anteriormente señaladas que el Partido Comunista Indochino se desarrollase
como una fuerza de masas. La revolución de 1917 iluminó a los oprimidos de
todo el mundo, incluso ante una minoría de hijos de terratenientes y
mandarines su efecto fue claro. En un país con un 80% de analfabetos, el
acceso a las ideas revolucionarias sólo podía ser cosa de capas
privilegiadas. Algunos de ellos sensibles a la pobreza de su pueblo y al
desprecio racista francés giraron hacia la izquierda y abrazaron el
marxismo. Tal fue el caso de Nguyen Ai Quoc, más conocido por su
pseudónimo de Ho Chi Minh (aquel que ilumina). Hijo de un médico
anticolonialista, emigró a Francia donde se afilió al Partido Socialista,
del que pasó en 1920 al recién creado Partido Comunista Francés. Viajó a
Moscú y pasó a trabajar para la Internacional Comunista. Participó en la
revolución china de 1925, donde organizó a los primeros cuadros del
comunismo vietnamita. Tras la derrota en China pasará a la URSS y seguirá
trabajando para la Internacional Comunista en Tailandia. Sus seguidores
permanecieron en el sur de China y en mayo de 1929 formarían el Partido
Comunista Indochino. Sin embargo, este Partido Comunista
Indochino nació lastrado por el progresivo proceso de degeneración
burocrática que padeció el Estado soviético y el conjunto de la
Internacional después de la muerte de Lenin. La Internacional Comunista
creada como herramienta para la extensión de la revolución socialista en
el mundo, lo que a su vez suponía la única garantía para el avance del
socialismo en la URSS, se había ido convirtiendo en un mero instrumento de
la política exterior de la burocracia estalinista. El fracaso de la
revolución en occidente, especialmente en Alemania en 1918 y 1923 había
agudizado el aislamiento del joven Estado obrero soviético, atenazado
también por la catástrofe económica después de tres años de guerra contra
la contrarrevolución y la atomización del proletariado soviético. En esas
condiciones objetivas la democracia obrera fue eliminada sistemáticamente
dentro del Partido Bolchevique y en el conjunto de los órganos de poder
soviéticos, los sóviets. La burocracia estalinista consolido su posición
después de expropiar el poder político a la clase obrera y eliminar
físicamente a miles de comunistas, incluidos todos los camaradas de armas
de Lenin en 1917, que se opusieron a este rumbo termidoriano. Las purgas
no se limitaron a la URSS, se extendieron al conjunto de la Internacional
y las secciones comunistas nacionales. En ese proceso los teóricos de la
burocracia crearon un nuevo programa para justificar la defensa de sus
posiciones. Con la teoría del socialismo en un solo país se abandonó la
política leninista de la revolución internacional sometiendo al conjunto
del movimiento comunista de todo el mundo a los intereses que la
burocracia de Moscú tenía en cada momento determinado. Los múltiples
errores de Stalin llevaron al desastre al comunismo chino en 1926/1927,
aislando aún más a la URSS y paradójicamente fortaleciendo a la propia
burocracia. El error fundamental de la burocracia estalinista en China fue
abandonar todas las enseñanzas de Lenin respecto a la posición de los
comunistas en la revolución colonial, y sustituirlas por el gastado
programa menchevique de colaboración de clases. Desde Moscú se impuso a
los comunistas chinos una alianza política con la supuesta burguesía
progresista china, representada en el Kuomintang de Chiang Kai-shek. De
esta manera se reproducía el viejo esquema reformista que consideraba una
quimera la lucha por la revolución socialista en los países atrasados, de
manera que el papel del proletariado y de sus organizaciones debería
limitarse a prestar apoyo a la burguesía nacional para garantizar el
desarrollo de la "democracia capitalista" posponiendo la lucha por el
socialismo a un horizonte incierto. Estas tesis fueron refutadas por Lenin
y Trotsky precisamente con el triunfo de la revolución socialista en
octubre de 1917, pero ahora volvían a ser desempolvadas por los epígonos
estalinistas. Después de que el Partido Comunista Chino se
disolviese en el Kuomintang, éste les pagó con la represión y el
exterminio. Lejos de sacar conclusiones, la Internacional comunista
profundizó en esta política y los partidos comunistas de los países
coloniales incorporaron a sus programas las alianzas con una supuesta
burguesía nacional progresista como estrategia para la "liberación
nacional". Así, abandonando el programa leninista de vincular la
liberación nacional a la social se abrazaba la teoría etapista de
alcanzar primero la liberación nacional de la mano de la burguesía y
aplazar la lucha por el socialismo. La idea de la existencia de una clase
capitalista progresista era tan equivocada en Indochina como en China.
Como ya hemos explicado, salvo una pequeña minoría, el grueso de los
capitalistas eran los sostenedores del orden colonial y aunque hubiesen
preferido librarse de Francia, el miedo a las reivindicaciones sociales de
obreros y campesinos les echaban en brazos de la metrópoli. Sin embargo ni
Ho Chi Minh, ni el resto de la dirección se movería un ápice de las
directrices marcadas desde Moscú. La línea de colaboración con la burguesía no
era patrimonio de los partidos comunistas en los países coloniales.
También en Europa se desarrolló la estrategia del frente populismo,
alianzas con partidos burgueses en nombre de la lucha contra el fascismo.
En la metrópoli el frente popular llega el poder en 1936. La formación de
este gobierno con participación del Partido Comunista francés animaría la
lucha de clases en las colonias. Sin embargo, la alianza con la burguesía
va a ser una mordaza. Al igual que en España, los socialistas y comunistas
franceses aceptaron la existencia de las colonias, claves para el
mantenimiento del capitalismo francés. El ministro de las colonias
francesas, miembro del Partido Socialista lo señaló claramente: "el orden
francés debe reinar en Indochina y en todas partes". De hecho los
sindicatos siguieron prohibidos en la colonia y dirigentes comunistas como
Nguyen Van Tao se pudrían en prisión . Ésta vergonzosa traición no fue contestada
por el Partido Comunista Indochino. Supeditándose a Stalin (en esos
momentos aliado con el capitalismo francés e inglés) abandono las
consignas "abajo el imperialismo" o "confiscación de tierras". La nefasta política de la IC bajo control de
la burocracia estalinista y del PCI provocó el desarrollo de una
importante oposición que pronto se unió a Trotsky en su lucha
internacional por recuperar las genuinas ideas de Marx y Lenin. Esta
oposición registró un importante crecimiento, especialmente entre la clase
obrera del sur, ganando al grupo comunista organizado en torno al
periódico La Lutte (La Lucha). Llegaron a ganar algunas elecciones
locales y jugaron un papel crucial en la huelga general de 1938. El avance
trotskista fue tan serio que Ho tuvo que llegar a acuerdos con ellos.
Incluso en las elecciones al Consejo Colonial Cochinchino (organismo con
escasos poderes elegido con sufragio restringido) tres candidatos
trotskistas fueron elegidos con un 80% del voto, derrotando a los
candidatos del Partido Comunista Indochino y de la burguesía.
Especialmente carismático y querido será su dirigente Ta Thu Thau. La
militancia trotskista llegará a varios miles, ganando a importantes
sectores del Partido Comunista. Este proceso será cortado con el estallido
de la Segunda Guerra Mundial que afectará decisivamente al futuro de
Indochina. La Segunda Guerra Mundial y la revolución de
1945 En 1940 el imperialismo japonés invade
Indochina. Los comunistas, diezmados por la represión francesa anterior,
no tenían fuerzas para oponerse a la maquinaria militar japonesa. Las
tropas y funcionarios coloniales van a colaborar con Japón mientras en la
Francia ocupada se instala el gobierno fascista de Petain. La represión
contra el Partido Comunista Indochino y los trotskistas será implacable.
Sus dirigentes irán directamente al campo de concentración de Poulo
Cóndor. Ho Chi Minh regresará a Vietnam en 1941 para
reorganizar la lucha contra Japón y por la independencia. En mayo, formará
la Liga por la Independencia de Vietnam (Vietminh), una
organización frentepopulista, dirigida por un núcleo duro de unos 3.000
comunistas, que pretende agrupar a obreros, campesinos, capitalistas y
terratenientes contra el dominio colonial. Todo cambia en 1945. Los aliados ocupan
Francia y De Gaulle, en alianza con el Partido Comunista Francés, toma el
poder. La posibilidad de acabar con el capitalismo en Francia se vuelve a
aplazar a consecuencia de la política frentepopulista del PCF, dictada en
este caso tras los acuerdos de Stalin con EEUU y Gran Bretaña sellados en
Yalta. Las autoridades coloniales francesas por su parte, establecen
conversaciones secretas con el Vietminh para buscar un acuerdo que
garantice la preponderancia francesa en la región, pero Japón reacciona
virulentamente y el 9 de marzo de 1945 toma el control directo de la
colonia tras encarcelar a las autoridades y colonos franceses. Ante este escenario, el Vietminh se
integrará en el bloque de los aliados, al lado de Estados Unidos, la URSS,
China y Francia, y se desarrolla rápidamente, especialmente al norte, en
Tonkin. Para estimular este proceso, Francia anuncia el 24 de marzo un
nuevo estatuto para Indochina cuando sea liberada: cada uno de los países
(Vietnam, Laos, Camboya) será autónomo y Francia ejercerá de árbitro. De
Gaulle, miope ante el movimiento de liberación nacional que se
desarrollaba, esperaba ser acogido como liberador cuando Japón fuese
derrotado. Pero estas reformas llegan tarde y son insuficientes. Incluso
Bao-Dai el emperador títere del protectorado de Annam , reflejando la
presión popular, reclama la independencia al igual que el rey de Camboya,
Sihanouk. En estos meses se .va a producir un hecho terrible. El delta del
río Mekong, en el sur, constituía la reserva de arroz de Vietnam. La
utilización de todas las vías de transporte por parte del ejército japonés
cerró la llegada de arroz al norte. De los 10 millones de habitantes murió
un millón durante la hambruna de 1945. El Vietminh salió enormemente fortalecido de
la lucha contra la hambruna: orientando a los campesinos contra el pago de
impuestos (en 1943 suponían el equivalente a cuatro veces más de trabajo
que 1935) y el asalto de almacenes, se ganaron su confianza. Así, se
dotaron de una amplia base de masas. Desde entonces el Vietminh siempre
iba a ser más fuerte en el norte. La utilización de las armas atómicas en
Hiroshima y Nagasaki aceleró la rendición de Japón. En Indochina se
produce un vacío de poder. Los únicos con capacidad para llenarlo son los
comunistas. Como ocurrió en tantas ocasiones, la guerra
trajo de la mano la revolución. Las unidades del Vietminh avanzaron hacia
Hanoi y pronto, el 19 de agosto, 200.000 personas encabezadas por Ho Chi
Minh toman el palacio, el ayuntamiento, los barracones de la policía...,
toman el poder. El proceso no se dio sólo en el Norte. En el
Sur, especialmente en Saigón, se extienden los comités del pueblo
(organismos similares a los sóviets), los campesinos toman las tierras y
los obreros las fábricas. La posibilidad de avanzar hacia un genuino
régimen de democracia obrera está abierta, sólo hace falta unificar los
comités en un poder obrero único. En Hanoi, el 2 de septiembre, ante medio
millón de personas, Ho Chi Minh proclama la independencia. Nace la
República Democrática de Vietnam (RDVN). La revolución derrotada. El lastre del
estalinismo Desgraciadamente, el Partido Comunista
Indochino y Moscú tenían otros planes. Siguiendo sus tesis etapistas, la
dirección comunista ingresa en una coalición de partidos, el Frente
Nacional Unido, junto a partidos nacionalistas burgueses. El gobierno de
la recién nacida república democrática de Vietnam cuenta con participación
del partido derechista Quoc Dan Dang y el emperador Bao-Dai es nombrado
¡asesor político supremo! Rápidamente la acción del gobierno se
orientará a calmar la situación en el Sur. Nguyen Van Tao, dirigente del
PCI lo dice alto y claro. "Aquellos que inciten a los campesinos a tomar
el control serán severamente castigados... nuestro gobierno, repito, es un
gobierno democrático y de clase media, a pesar de que haya comunistas
ahora en el poder". En Saigón el movimiento desconfía, en agosto
se celebran manifestaciones de masas. Los trabajadores y campesinos del
sur no se fían de que haya que permanecer de brazos cruzados esperando que
el Vietminh negocie la independencia con los franceses. Los trotskistas
participan con pancartas que rezan: "armas para el pueblo", "formación de
comités populares", "fábricas bajo control obrero", "tierra para los
campesinos". Ngo Van Xuyet, dirigente trotskista, describe la situación:
"de este primer despertar de las masas, que habían estado siempre ‘atadas
y amordazadas’, emanaba una tensión eléctrica en medio de una calma
inusual, la calma que precede a la tormenta. (...) Pero Roosevelt,
Churchill y Stalin habían decidido nuestro destino en Yalta y Postdam. No
iban a lanzar nuestros cuerpos y nuestras almas a un futuro en el que no
había mañana. Ante la inminente llegada de las tropas británicas, y ante
la amenaza del retorno del viejo régimen colonial (el general Cedile,
enviado especial de la ‘nueva Francia’ ya estaba en el palacio de Saigón
de gobernador general), todos decidimos buscar y conseguir armas; todos
vivíamos en la misma atmósfera eléctrica" (Jonathan Neale, La otra
historia de la guerra de Vietnam, pág. 37)*. Efectivamente la clase obrera creó milicias
para defender la revolución. En Saigón se formó la guardia obrera dirigida
por los trotskistas. La respuesta del PCI fue clara y amenazante:
"aquellos que inciten al pueblo a tomar las armas serán considerados
provocadores y saboteadores, enemigos de la independencia nacional (...)
nuestras libertades democráticas están garantizadas por nuestros aliados
democráticos". Pero ¿quiénes eran estos supuestos aliados democráticos? La
ceguera política de la dirección del Vietminh se convierte en un obstáculo
decisivo para el avance de la revolución. Pensar que Estados Unidos o Gran
Bretaña iban a ayudarles en su lucha contra Francia era tanto como no
entender nada. Evidentemente, en 1945 Francia era más
importante que Vietnam para Estados Unidos. De Gaulle planteó al embajador
americano: "¿A dónde queréis llegar? ¿Queréis que nos convirtamos, por
ejemplo, en uno de los Estados federados bajo la égida rusa? Los rusos
están avanzando deprisa, como bien sabéis. Cuando caiga Alemania, estarán
sobre nosotros. Si la gente de aquí se da cuenta de que estáis en contra
de nosotros en Indochina, la decepción será mayúscula, y nadie sabe qué
consecuencias puede tener" (Ibíd., pág. 135). Para poner la guinda al pastel, Stalin
estaba de acuerdo en que Indochina siguiera siendo francesa. Meses antes,
el mundo ya había sido dividido entre la burocracia soviética y el
imperialismo. Como Francia no tenía tropas ni recursos, se habían puesto
de acuerdo en que tropas inglesas tomarían el sur a los japoneses y China
jugaría el mismo papel en el norte de Vietnam. La dirección del PCI, bajo la presión de
Moscú, aceptó estos planes. Así pues, cuando el 12 de septiembre
comenzaron a llegar las tropas británicas (en su mayoría gurkas
nepalíes) bajo el mando del general Gracey, el Vietminh organizó la
recepción cediendo sus locales al ejército imperialista británico con la
consigna "bienvenidos los aliados". Por cierto, un ejército enviado, no
por el conservador Churchill, sino por el nuevo gobierno
laborista. En esta atmósfera de confraternización con
las tropas imperialistas, los comités del pueblo aumentan sus recelos y
denuncian esta colaboración. El 14 de septiembre, el jefe de la policía
del Vietminh, simpatizante del Partido Comunista de Indochina reprime la
reunión donde se celebraba la asamblea de comités y detiene a sus
dirigentes. ¡La política de colaboración con la burguesía nacional había
dado paso a la colaboración con la burguesía imperialista! Pese a todo, Saigón se levanta contra los
ocupantes. El día 22 las tropas británicas habían ocupado los edificios
principales, entre ellos la cárcel, donde liberan a los franceses y
declaran la ley marcial. Inmediatamente detienen al gobierno vietnamita y
arrestan a sus líderes. Cínicamente el general Gracey señala: "a mi
llegada, el Vietminh me dio la bienvenida, rápidamente le di una patada".
Muchos comunistas, descontentos con su dirección, se unen a los
trotskistas y controlan los suburbios obreros durante varios días. Los
británicos tienen que recurrir a los soldados japoneses prisioneros para
sofocar la sublevación. El ambiente es tremendo: muchos soldados rasos
japoneses se niegan a intervenir y se pasan a los sublevados. Las tropas
británicas, mayoritariamente indios y nepalíes podrían haber sido
contagiadas. Sin embargo, la dirección Vietminh negocia un alto el fuego
en octubre. En un nuevo ejemplo de ceguera política, dan orden de no
atacar a británicos y japoneses, sólo a los franceses. Finalmente la
insurrección es aplastada, y también el sueño de independencia que apenas
había durado un mes. La represión es brutal, oficialmente 2.700 muertos
vietnamitas, en la realidad muchos más. El Vietminh se retira hacia sus posiciones
fuertes en el norte. También los trotskistas de La Lutte se
preparan para continuar la acción militar contra los franceses. Una nueva
página negra del estalinismo se va a escribir. La experiencia de Saigón
convence a los líderes del PCI, hostigados por la burocracia de Moscú, de
la necesidad de eliminar a la oposición trotskista. Ho Chi Minh crea las
llamadas "brigadas honorables", cuya labor será asesinar a los dirigentes
trotskistas, muchos de ellos recién liberados del campo de concentración
japonés de Poulo Cóndor. Entre los asesinados se encuentran Tran Van Thach
y Ta Thu Thau. Éste se hallaba en el norte. Fue juzgado tres veces por los
comités del pueblo. Su popularidad era tan grande que en las tres
ocasiones fue liberado. El jefe del Vietminh en el sur, Tran Van Giau, da
finalmente orden de asesinarle. La vileza de éstos crímenes continuó hasta
años después. En 1946, Ho Chi Minh, ante las preguntas de Daniel Guerin en
París, responderá cínicamente: "Thau fue un gran patriota y debemos
llorarle... todos los que no sigan la línea que he trazado serán
descartados"*. De la derrota de la revolución a la
guerrilla Una vez que las tropas francesas
restablecieron el orden colonial sobre Cochinchina, el sur de Laos, y el
sur de Annam, el Vietminh se lanzó a la lucha guerrillera. En el norte,
las tropas chinas mantenían una convivencia forzada con el Vietminh, a la
espera de poder sustituir a Ho Chi Minh por dirigentes burgueses
prochinos. En este período un nuevo giro nacionalista y hacia la derecha
se produce en la dirección estalinista. El 11 de noviembre de 1945 en el
órgano de expresión del Vietminh, el diario La República de Hanoi,
se podía leer: "Queriendo demostrar que los comunistas, en su condición de
militantes de vanguardia de la raza, son siempre capaces de sufrir los
mayores sacrificios por la liberación nacional, y están dispuestos a poner
los intereses de la patria por encima de los de su clase y a sacrificar
los intereses de su partido para servir a los de su raza; (...) a fin de
eliminar cualquier malentendido en el interior y en el exterior que pueda
poner trabas a la liberación de nuestro país; el comité ejecutivo central
del Partido Comunista Indochino, reunido en sesión el 11 de noviembre de
1945 ha decidido la voluntaria disolución del Partido Comunista Indochino"
(Jean Lacouture, Los comunistas en el mundo asiático. En
Historia General del Socialismo; de 1945 a nuestros días, Tomo 1,
pág. 201). Mientras, Francia animada por sus éxitos
militares trataba de hacer algunas maniobras tramposas que consolidasen su
dominio. En enero de 1946, concede la autonomía a la Camboya del rey
Shihanouk y da un nuevo estatuto político a Cochinchina, la zona económica
decisiva por su caucho, arroz y comercio. También, con el objetivo de
volver al norte, controlado por los chinos y el Vietminh, Francia alcanza
en febrero un acuerdo con la China de Chiang Kai-shek para sustituir sus
tropas por soldados franceses. Increíblemente Ho Chi Minh acepta todas
estas maniobras de los imperialistas galos. Harto de los abusos chinos en
el norte considera que lo mejor es negociar con los franceses para
librarse de ellos. El 6 de marzo de 1946 se llega al acuerdo con el
general Leclerc. A cambio de la entrada de tropas francesas en el norte se
reconocía la República de Vietnam como "estado libre" que formaba parte de
la Federación Indochina y por supuesto de la Unión Francesa. Sobre el destino para el nuevo estatuto de
Cochinchina, Francia se comprometía a hacer un referéndum sobre su futura
unidad o no con el "Estado libre". En realidad era un triunfo diplomático
francés, alejaba a los chinos del norte y aunque, no proclamada
solemnemente, su autoridad se aceptaba en toda Indochina. ¿Como era posible que Ho Chi Minh y el
Vietminh aceptasen semejante claudicación? La respuesta sólo podía venir
de fuera de Vietnam. Efectivamente, Moscú había dado el visto bueno a las
negociaciones. Fiel a sus compromisos para el reparto del mundo los
partidos comunistas bajo su influencia no debían suponer ningún obstáculo
en los acuerdos geoestratégicos de la burocracia estalinista. Para empezar
en la propia Europa occidental. En Francia había un gobierno de
concentración nacional apoyado por el PCF con ministros comunistas.
Ministros que en aras de la estabilidad capitalista aceptaban el
colonialismo y daban el plácet a los acuerdos que mantenían a Francia como
potencia imperialista. Un informe del Partido Comunista Francés aconsejaba
a los comunistas vietnamitas que se asegurasen que su lucha "cumplía con
los requisitos de la política soviética" advirtiendo que aventuras
prematuras "podrían no estar en la línea de las perspectivas soviéticas".
El viceprimer ministro francés y dirigente del PCF, Thorez, resaltó: "El
PCF, en ninguna circunstancia deseaba que se le considerase el liquidador
final de la posición francesa en Indochina y deseaba ardientemente ver la
bandera francesa en todos los rincones de la Unión Francesa" (Jim Hesman,
Vietnam 1945, la revolución descarrilada). Lo mismo ocurrió en
Italia cuando el PCI, siguiendo directrices de Moscú, renunció a tomar el
poder. Sin embargo, a pesar de la tremenda
degeneración política de sus direcciones estalinistas, estos partidos
representaban a la clase obrera y este tipo de componendas contra natura
estaban llamadas a romperse. En primer lugar en Vietnam, donde los
acuerdos de marzo de 1946 fueron duramente contestados. Ho Chi Minh fue
acusado incluso por los nacionalistas de derechas de "vender la patria a
sus camaradas comunistas franceses". En una reunión de masas en Hanoi, Ho
Chi Minh tuvo que declarar: "juro que no os hemos vendido a los
franceses". A pesar de los esfuerzos de Ho, que en septiembre ratificó y
desarrolló el acuerdo de marzo, este no tardó en saltar por los
aires. En 1945 y 1946 los parlamentarios del PCF
votaron a favor de los presupuestos con una partida especial para las
tropas en Vietnam. Además de la oposición interna en el Vietminh, un
sector importante entre los franceses de Indochina veía con desconfianza
los acuerdos. La burguesía colonial y local era consciente de que por muy
moderados que fuesen los dirigentes del Vietminh podían ser desbordados
por sus seguidores. Además, parecía evidente que de celebrarse un
referéndum en Cochinchina, sería ganado mayoritariamente por los
partidarios de unir todo Vietnam. Entre tensiones continuas, los franceses
violaron el acuerdo después de no lograr dividir al gobierno Vietminh. En
noviembre de 1946 las tropas francesas bombardearon el puerto de Haiphong
asesinando a 6.000 personas según cifras oficiales. Mientras Ho Chi Minh
solicita patéticamente la ayuda de las potencias aliadas y del Papa, el
PCF en Francia felicita al ejército francés por los bombardeos. Tres
semanas después, el 19 de diciembre, el Vietminh contraatacará en Hanoi
intentando expulsar a las tropas francesas. Siete años de guerra. Sentando las bases
para la derrota francesa El imperialismo francés expulsará al
gobierno vietminh de Hanoi. Quedan por delante siete años de guerra de
guerrillas. El Vietminh, reducido en un primer momento a un gobierno
fantasma, vagando por las regiones altas y medias del país, va a ir
ensanchando sus apoyos con cada vez más guerrilleros bajo su control y a
partir de 1950 contando con importantes unidades de combate. En enero de
ese año el ejército popular chino de Mao, tras derrotar a Chiang Kai-shek,
alcanzaba la frontera con Vietnam. La guerra contra los franceses iba a
cambiar de rumbo. Hacia 1947 el ejército francés integrado por
75.000 hombres controlaba las grandes ciudades de Annam y Tonkin. Mientras
trataba de machacar a los guerrilleros, Francia buscaba un interlocutor
con el que montar un gobierne títere vietnamita que combatiese a los
comunistas. Socialistas y comunistas franceses recelaban de las
implicaciones de esa vía y preferían volver a negociar con Ho Chi Minh.
Finalmente la burguesía francesa impuso la línea dura, rechazando todos
los llamados de Ho Chi Minh a negociar y consiguió en el viejo emperador
de Annam, Bao-Dai, el títere que buscaba, ¡Sí, el mismo individuo que Ho
había nombrado como su asesor político en 1945! Cercados por la lógica imperialista, Ho y el
Vietminh van a sacar conclusiones de la nueva situación. Se trata de
resistir, continuar la guerra para desgastar al gobierno francés en el
interior de la metrópoli. Tras varios meses de negociaciones entre Bao-Dai
y Francia, aquel accedió finalmente a la farsa propuesta. En junio de 1948
se firmó un primer acuerdo que se cerró definitivamente en abril de 1949.
Se reconocía la unidad de Cochinchina, Annam y Tonkin en un solo Vietnam.
Se creaba la República de Vietnam, gobernada por el emperador Bao-Dai (sin
duda una curiosa república, a cuyo frente se situó el monarca), como un
Estado títere del imperialismo francés cuyo único objetivo era tratar de
dotar de una base autóctona a la lucha contra el comunismo, la verdadera
preocupación del imperialismo francés y norteamericano. Cuando se crea
este falso Vietnam independiente la gran preocupación para las potencias
occidentales se llama Mao. Shangai había caído en abril y Chiang Kai-shek
se ha refugiado en Taiwán. El objetivo es evitar que el avance comunista
se propague en Vietnam y que el Vietminh pueda recibir apoyo
chino. La nueva República de Vietnam, al igual que
los Estados asociados de Camboya y Laos se enmarcaban dentro de la Unión
francesa bajo el concepto de soberanía limitada. Todos los intentos de
Bao-Dai y el ejército francés, apoyados desde junio de 1950 por Estados
Unidos, de estabilizar la situación política en el país se estrellaron
contra la voluntad de resistencia del pueblo vietnamita. El gobierno de la República Democrática de
Vietnam controlado por el Vietminh, fue consolidando los territorios bajo
su control. Las circunstancias habían empujado a Ho hacia la izquierda.
Los hechos, siempre tercos, habían demostrado lo absurdo de tener como
aliados a los terratenientes y la burguesía "patriótica". Esta no había
dudado en pasarse a Francia ante el miedo al comunismo. La base de masas
del Vietminh y del recién formado Lao Dang (Partido del Trabajo
Vietnamita), a diferencia de épocas anteriores cuando eran mayoritarias
las capas medias y los intelectuales, está cada vez más formada por
campesinos sin tierra y trabajadores. El Vietminh aplicará la reforma
agraria en las zonas que controla. Así, posiblemente sin ser plenamente
consciente de ello, estaban sentando bases firmes para derrotar al
imperialismo occidental. El partido organizaba a los campesinos sin tierra
para llevar a los terratenientes ante reuniones del pueblo, humillarles y
hacerles pedir perdón y por supuesto confiscarles las tierras. El poder
del viejo orden en las zonas rurales se había roto definitivamente en el
norte. Se había solidificado de forma definitiva la alianza entre los
oprimidos, el Vietminh y Ho Chi Min. A principios de los 50, el gobierno de la
RDVN controlaba la Alta Región de Tonkin, el Than Hoa al norte, amplias
zonas en el centro del país e incluso zonas de la Cochinchina en el
extremo sur. Además, el 16 de enero de 1950 recibió el reconocimiento de
la China comunista y el 30 el de la URSS y los países de Europa del Este.
A estas alturas el PCF también muestra su apoyo. De Gaulle, tras utilizar
a los comunistas para estabilizar la nueva Francia capitalista que surgió
tras la Segunda Guerra Mundial, les agradeció sus servicios con una patada
en el culo, expulsándoles del gobierno. Desde 1950, el Vietminh, que hasta entonces
había estado a la defensiva, va a pasar a la ofensiva contra el ejército
colonial. En las zonas que controla va a conseguir, en siete años, la
erradicación casi plena del analfabetismo; consigue que el 50% de las
tierras cultivadas produzcan en régimen de cooperativas y se inicia un
cierto proceso de industrialización. Una parte de las armas ligeras
utilizadas por los guerrilleros serán producidas en sus
fábricas. A principios de 1954, el mítico general
comunista Giap cuenta con 6 divisiones y 40 batallones dotados de eficaz y
moderno armamento. Además, el Vietminh desarrolla una importante política
hacia el exterior que le dota de la simpatía de buena parte del movimiento
obrero mundial. Dien-Bien-Phu, ganando la
guerra... El poder colonial francés cada vez lo tenía
peor. Contaba con 120.000 soldados europeos y africanos y con unas pocas
decenas de miles de soldados vietnamitas. Trataba de formar un ejército
con estos últimos, pero era incapaz de resolver una pequeña contradicción.
¿Qué vietnamita iba a querer morir por los intereses franceses? El germen
de un nacionalismo anticomunista, pero cada vez más antifrancés se
incubaba en la propia administración de Bao-Dai. Estos sectores pronto van
a mirar hacia EEUU, que a estas alturas está sufragando el 80% del
esfuerzo bélico francés. En cualquier caso, el otro quebradero de
cabeza del colonialismo estaba en el interior de la metrópoli. La opinión
pública francesa cada vez encontraba menos sentido a esta guerra. Cuando
la propia Federación Indochina, símbolo del viejo imperio, había sido
formalmente desmantelada en octubre de 1950, nadie entendía ya para qué ir
a combatir a 10.000 kilómetros a defender un régimen impopular. El
gobierno Bao-Dai era percibido como lo que era, un gobierno corrupto, que
ni siquiera había convocado unas elecciones, y donde cualquier mínima
reivindicación democrática era duramente reprimida. Los propios
nacionalistas vietnamitas de derechas querían acabar con Bao-Dai,
convencidos de que su gobierno era ineficaz y un obstáculo para derrotar
al Vietminh. El gobierno francés, sabedor de esta
coyuntura y temeroso de que el triunfo de estos sectores llevase aparejado
la pérdida de su dominio en beneficio de EEUU, comenzó a pensar en
negociar una paz honrosa y quitarse de encima la patata caliente. Estos
planes se aceleran desde que en 1952 su ejército va de retroceso en
retroceso frente al empuje guerrillero. De hecho ya se había visto obligado a
conceder la independencia a Camboya a finales de 1953. Sin embargo, como
siempre ocurre en la tradición militar de las potencias imperialistas, la
clase dominante francesa pensó que una paz digna debía venir de una
posición fuerte en el tablero militar. En éste, las cosas iban mal y
fueron peor. Incluso en Laos había progresado el Vietminh. En algunas
zonas se había implantado un régimen similar al suyo, el Pathet
Lao. Francia no quería negociar directamente con
Ho Chi Min. Quería el marco de una conferencia internacional donde Moscú
pudiera moderar a éste. Confiaba en que a cambio de concesiones
económicas, China y la URSS convencieran a Ho para llegar a un acuerdo con
Bao-Dai. A la vez que renunciaba a un encuentro
bilateral, el ejército francés organizó una operación militar con el
objetivo de cerrar Laos a las tropas Vietminh. Esperaban dar una lección a
las tropas del entonces ministro de Defensa de la RDVN, el general Giap.
Los franceses atrincheraron 18.000 hombres en el campamento montañoso de
Dien-Bien-Phu. El plan era sencillo; atraer al enemigo, derrotarlo y
cortar definitivamente su expansión a Laos. Pero el gato se convirtió en
ratón. Giap movió astutamente 33 batallones de infantería, 6 regimientos
de artillería y uno de ingenieros. Sin darse cuenta los franceses estaban
rodeados por 50.000 guerrilleros, además de otros 20.000 repartidos a lo
largo de las líneas de comunicación. El 13 de marzo de 1954 comenzó el
asalto. Los franceses aguantaron durante dos meses, pero el 7 de mayo se
consumaba el desastre; rendición incondicional. Un testigo presencial de
la batalla lo describió así: "Salían correctamente formados, hombres con
la mejor disciplina de Saint-Cyr. Incluso sus botas relucían al brillo del
Sol, como indican las ordenanzas. No se alteraban sus formaciones con la
marcha. Las armas automáticas respondían al catálogo de última hora en el
mercado. Parecía un ejército al que había de pasar revista un general
recién llegado. Después, se hicieron cargo de la plaza los vencedores:
eran hombres desarrapados. Casi desnudos. Sucios, por supuesto. La
suciedad era su único signo de uniformidad. Hombres famélicos, con armas
inconcebibles. Nadie podía imaginar que estos, y no los perfectamente
disciplinados hombres de Francia, eran los vencedores" (Pablo J. de
Irazazábal, USA: El síndrome de Vietnam, pág. 10). La historia cambiaba definitivamente. Un
ejército de campesinos en alpargatas derrotaba a una de las primeras
potencias occidentales, representada por algunas de las brigadas más
laureadas durante la segunda guerra mundial. El sacrificio heroico del
pueblo vietnamita y su tenacidad en la lucha se convirtió en una fuerza
imparable. 20 años después se repetirían las mismas
escenas. ... Ginebra. Perdiendo la
paz Las negociaciones para la paz habían
comenzado en Ginebra en abril de 1954. Además de Francia y los tres
Estados indochinos (Laos, Camboya y Vietnam, éste con delegaciones de
Bao-Dai y el Vietminh) participaron EEUU, la URSS, China y Gran Bretaña.
Las noticias que llegaron de Dien-Bien-Phu aceleraron todo el proceso. El
resultado de esta batalla reforzaba seriamente la posición del Vietminh en
la mesa negociadora. El único punto de apoyo que le quedaba a Francia y
Bao-Dai era agitar con el espectro de una intervención militar
norteamericana. Los acontecimientos previos a Dien-Bien-Phu habían
desatado la fiebre intervencionista en Washington. El almirante Radford,
jefe de la Junta de Jefes del Estado Mayor, propuso el envío de aviones
para tirar bombas atómicas contra el Vietminh. Ante la requisición de que
esto podría provocar la respuesta china, el mismo almirante contestó que
se haría lo mismo sobre Pekín. Fue en esas fechas cuando el secretario de
Estado, John Foster Dulles, creó la llamada teoría del dominó, que
el presidente Eisenhower hizo suya el 7 de abril: "Si cae Indochina,
caerán Birmania, Tailandia, Malasia e Indonesia; la India será sitiada por
el comunismo y amenazadas Australia, Japón, Nueva Zelanda, Filipinas y
Formosa (Taiwán)". Nixon, su vicepresidente, le ratificó: "si los
franceses se retiran de Indochina, EEUU se verá obligado a enviar tropas"
(Íbid., pág. 8). China y la URSS no querían más problemas con
el imperialismo norteamericano. La antileninista teoría de la
"coexistencia pacífica" empezaba a perfilarse. Era la enésima teorización
para justificar el abandono de la extensión de la revolución socialista y
se podría resumir como "tú no te metas en mi casa y yo no me meteré en la
tuya". EEUU, la URSS y China acababan de llegar a un acuerdo para la
partición de Corea tras tres años de guerra y no querían que el asunto
vietnamita lo entorpeciera. Así pues, presionaron al Vietminh para que
llegase a un acuerdo con Francia. Como ocurrió en 1945, la política de los
dirigentes estalinistas chinos y soviéticos estaba induciendo al Vietminh
a perder una oportunidad histórica. Tras Dien-Bien-Phu era el momento de
pasar a la ofensiva y alcanzar la independencia a través de la liquidación
del capitalismo en todo Vietnam estableciendo el poder de los obreros y
campesinos. Francia estaba en crisis, el desastre militar había provocado
la caída del gobierno Laniel y elecciones anticipadas. En la colonia la
desmoralización aumentaba. El Vietminh contaba con 60.000 activistas en el
Sur. En realidad, ya nadie ponía en duda que Vietnam sería independiente,
el debate era si sería o no comunista. El propio Eisenhower reconocería
más tarde "jamás he hablado ni me he carteado con nadie con un mínimo de
conocimiento de los temas indochinos que no creyera que si las elecciones
se hubieran celebrado durante los combates, posiblemente el 80% de la
población hubiera votado a Ho Chi Minh" (Jonathan Neale, Op. Cit.,
pág. 43). Finalmente, el 21 de julio se acordó el cese
de las hostilidades en todos los frentes: las fuerzas de la RDVN
evacuarían Laos y Camboya y en Vietnam las tropas de la RDVN y de la Unión
Francesa se reagruparían a ambos lados del paralelo 17. En el plano
político se proclamaba por primera vez a escala internacional la unidad e
independencia de Vietnam. El paralelo 17 no se constituía formalmente como
frontera, aunque el mando de la zona norte quedaba en manos de la RDVN y
el de la zona sur en manos de la Unión Francesa. Ambas zonas harían
consultas a partir de 1955 para que antes de julio de 1956 hubiese
elecciones generales de las que saliera un gobierno para todo Vietnam.
EEUU no se adhirió a estos acuerdos si bien señaló cínicamente que no los
entorpecería. Posteriormente se supo que el 29 de
septiembre, Francia y EEUU firmaron en Washington un acuerdo secreto por
el que se comprometían a apoyar un gobierno fuerte anticomunista en el
Sur. En la práctica dos cosas quedaban claras pese a lo firmado: una era
la definitiva salida de Francia de Vietnam; la otra, la división
fraudulenta de Vietnam en dos países distintos para mantener la influencia
imperialista. Una estrategia que los imperialistas franceses y británicos
habían adoptado recurrentemente en Asia Central, China, Oriente Medio y
África ante el avance de la lucha de liberación nacional en sus
colonias. En octubre de 1954, tras siete años de lucha
en la selva, el gobierno de Ho Chi Minh volvía a instalarse en Hanoi. La
dirección estalinista del Vietminh, a pesar de los errores ya analizados,
había ganado la guerra, pero sin embargo había perdido la paz .Después de
nueve años de guerra y un millón de muertos se volvía casi al punto de
partida de 1945. El imperialismo seguía presente, el sufrimiento del
pueblo vietnamita no había terminado. Es cierto que los franceses habían
sido expulsados, pero como había señalado el presidente Nixon, era la hora
de los norteamericanos. *
*
* * segunda parte EEUU humillado. Una derrota para la
historia La política imperialista dividió el cuerpo
vivo de Vietnam. Estaban naciendo dos países irreconciliables, al sur del
paralelo 17 una dictadura capitalista baluarte de los intereses
imperialistas en la zona. Al norte, un régimen que había roto con el
capitalismo, con una economía planificada, que a pesar de haberse creado a
imagen y semejanza de los regímenes burocráticos imperantes en la URSS y
China, se había ganado el derecho de ser un referente para los
trabajadores y campesinos del sur y del conjunto de la zona. Esta
contradicción entre los dos sistemas, difícilmente soluble, tardaría
veinte años en ser definitivamente resuelta. El nuevo gobierno Diem Tras los acuerdos de Ginebra, conforme a lo
previsto, el ejército Vietminh se retiró de Camboya y en Vietnam y Laos
cada parte se reagrupó en las zonas asignadas. En el Sur, Bao-Dai era un títere quemado. La
inutilidad y corrupción de su gobierno le había enfrentado con su propia
base social. El influjo francés también estaba finiquitado. Un sector de
la burguesía y terratenientes consideraban Ginebra una claudicación ante
los comunistas y confiaban sólo en los EEUU para volver a poner las cosas
en su sitio. Por otra parte los imperialistas de EEUU buscaban un hombre
de su entera confianza para manejar el país, y lo encontraron en la figura
del primer ministro Diem. En octubre Washington decidió concederle ayuda
directa, pasando por encima de Francia. El ejército survietnamita, amenazado con el
corte de créditos si no apoyaba a Diem, decidió abandonar a Bao-Dai y la
línea profrancesa. Finalmente la propia Francia enfrentada a la
insurrección argelina decidió retirar las tropas que le quedaban en el
Sur. De esta manera, los norteamericanos se hacían con el control total
del Sur. Francia y Bao-Dai no eran eficaces en la lucha anticomunista. La
lucha la debían protagonizar ellos y el Sudeste Asiático les pertenecía:
en septiembre de 1954 los norteamericanos impulsan la creación de la
Organización del Tratado del Sudeste Asiático, un equivalente regional de
la OTAN, al que se adhirieron Australia, Nueva Zelanda, Tailandia,
Filipinas y Pakistán, cuyo objetivo era apuntalar la dominación
capitalista amenazada por el avance de la revolución. El supuestamente nacionalista antifrancés
Diem se convirtió rápidamente en un títere de la gran superpotencia. Este
hecho ponía en evidencia una vez más que no hay liberación nacional real
sobre bases capitalistas. La burguesía nacional de los países ex
coloniales es una clase débil y dependiente, totalmente subordinada al
imperialismo. Plantear cualquier alianza política con ellos es una postura
antimarxista condenada de antemano al fracaso. Apoyado por los americanos, Diem consolidó
su poder. Se hizo una base social entre los empresarios urbanos
(mayoritariamente chinos) y, sobre todo, los 900.000 refugiados que
procedentes del Norte habían llegado al Sur tras los acuerdos de Ginebra.
En su mayoría eran católicos como Diem, gentes que habían colaborado con
la administración colonial. En octubre de 1955 Diem organizó un
referéndum de dudosa limpieza para expulsar al emperador Bao-Dai. El 26 de
octubre se proclamaba la nueva república que inmediatamente fue reconocida
por Washington, París y Londres. Animado por esto convocó elecciones a una
Asamblea Nacional que ganó sin mucha oposición y con evidente
manipulación. La primera decisión de dicha Asamblea fue repudiar los
acuerdos de Ginebra sobre elecciones libres que debían realizarse en julio
de 1956 en las dos zonas de Vietnam. Evidentemente sabían que esas
elecciones las ganaría Ho Chi Minh. Vietnam del Norte En el Norte, la aceleración de la reforma
agraria en 1955 fue un fracaso. Inspirada en el modelo chino, se trató de
incrementar la colectivización de la tierra, pero la falta de medios y
recursos llevó a abusos sobre muchos campesinos que se sublevaron en Nghe
Thim, la provincia revolucionaria por excelencia. Pudieron contarse
millares de víctimas, muchas de las cuales habían participado 25 años
antes en los sóviets rurales. Ho Chi Minh cambió el rumbo, se dejó a un
lado la colectivización acelerada que, sin los medios adecuados, le
enajenaba el apoyo de muchos campesinos y la economía norvietnamita empezó
a desarrollarse. Pero esta crisis en el Norte sirvió para animar al
régimen survietnamita que en este momento se permitía hablar de que iba a
liberar el norte de la dictadura comunista. Concentrado en sus problemas
internos, el Vietminh si cumplió con Ginebra. De los 60.000 activistas
políticos que tenían en el Sur, 45.000 fueron trasladados al Norte. De los
100.000 soldados, todos menos 10.000 regresaron, llevándose el armamento
más moderno. Esos 10.000 se escondieron en la selva. "Estas unidades
vivían en la selva profunda, escondiéndose de la gente como si fueran
tigres. (...) No tenían ni bases ni campamentos (...) se trasladaban
continuamente, evitando el contacto con todo el mundo" (Jonathan Neale,
Op. Cit., pág. 45). Realmente los dirigentes del Norte nunca
pensaron que se llegarían a celebrar elecciones tal como establecía el
acuerdo de Ginebra. Si lo hubieran creído no hubieran retirado a sus
militares. Un desertor dijo a sus interrogadores "tenían la certeza de que
las elecciones nunca se celebrarían, pero este tema nunca se discutía en
los niveles más bajos para no diezmar la moral y para no contradecir las
afirmaciones públicas del Partido de que los Acuerdos de Ginebra habían
supuesto una gran victoria para el Partido" (Ibíd., pág.
45). En el fondo, dejar las cosas como estaban
entraba en la lógica de la coexistencia pacífica que ya Jrushchov
empezaba a teorizar. Sin embargo una cosa eran los acuerdos y
estrategias por arriba y otra muy distinta lo que acontecía sobre el
terreno. El gobierno del Sur era una dictadura policial y Diem tenía sus
razones para actuar brutalmente. La guerra estaba muy reciente, y dejar
actuar a los comunistas en el Sur, con un referente estabilizado en el
Norte, era un riesgo que el imperialismo y sus cipayos no podían
correr. Si Diem no acababa con ellos hubiesen avanzado hasta hacer
peligrar su régimen. Represión capitalista y respuesta
popular Como en toda dictadura que se precie, en las
elecciones de marzo de 1956 sólo se podían presentar partidos
anticomunistas. Aún así seis parlamentarios de izquierdas fueron elegidos.
Uno se titulaba representante de la oposición. Tomó posesión de su escaño
pero rápidamente fue encarcelado. Los americanos confiaban que con su
ayuda económica, reorganizando un fuerte ejército y una poderosa policía
podrían estabilizar a Diem como a Syngman Rhee en Corea del
Sur. Sin embargo algo fallaba en la ecuación. Los
campesinos y trabajadores survietnamitas odiaban al nuevo régimen. No
habían combatido siete años contra los franceses para que el viejo dominio
de los terratenientes volviese. Durante la guerra en las zonas del Sur
controladas por el Vietminh si bien no se había procedido a una reforma
agraria integral, sí se habían suavizado los impuestos y de las tierras
comunales se habían alquilado muchas más hectáreas a los campesinos pobres
que a los terratenientes. Con el gobierno de Diem se volvió a la vieja
explotación. Es verdad que los asesores americanos le recomendaron
realizar una reforma agraria para aliviar la tensión social, una
estrategia aplicada con cierto éxito en Japón, Corea y Filipinas. Sin
embargo en Vietnam del Sur los vietnamitas que apoyaban al gobierno
basaban su riqueza en la tierra. La burguesía industrial solía ser
francesa o china y en todo caso la de base vietnamita era al mismo tiempo
terrateniente y no estaba dispuesta a perder sus tierras. Hubo siete
planes de reforma agraria y todos fueron una farsa. Los propios servicios
de información americanos lo reconocían: "Diem, en vez de redistribuir la
tierra a los pobres ha revertido a favor de los terratenientes. El 15% de
la población posee un 75% del suelo". Además, el trigo en pocos años
perdió un 30% de su valor. La represión anticomunista se hizo
asfixiante. Todos aquellos que se movilizaron exigiendo las elecciones
previstas en Ginebra fueron encarcelados. Se calcula en unos 100.000 los
detenidos y en unos 12.000 los ejecutados. Por ejemplo en la provincia de
Tay Ninh el 90% de las células comunistas habían sido aniquiladas para
finales de 1956. Los comunistas de los pueblos del sur
empezaron a presionar a sus dirigentes para reanudar la lucha, pero la
respuesta era siempre negativa. La línea estratégica general venía marcada
por la coexistencia pacífica. Pero Diem les ofrecía cárcel y muerte, no
pacifismo. La paciencia se estaba acabando, también la sumisión a la línea
oficial de Hanoi. Ho Chi Minh intentó repetidas veces que la
situación no estallase, y en 1958 ofreció por dos veces conversaciones a
Saigón para normalizar relaciones entre los dos Estados. Finalmente la situación se hizo insostenible
en el Sur. Le Van Chan, cuadro comunista del Sur describe muy bien cual
era el panorama: "...a finales de 1959, cuando si no tenías una pistola no
podías mantener la cabeza sobre los hombros (...) los miembros del Partido
no podían encontrar resguardo y seguridad en ningún lugar. Casi todos
fueron encarcelados o asesinados (...) los comités de algunos pueblos, que
habían tenido entre 400 y 500 miembros durante la resistencia antifrancesa
y 100 o 200 en 1954, se quedaron con 10, e incluso esos 10 tuvieron que
irse a la selva para sobrevivir. Ante tal actividad del gobierno Diem, la
demanda de actividad armada por parte de los miembros del Partido crecía
cada día (...) los miembros del Partido sentían que ya no era posible
hablar de lucha política mientras se enfrentaban a las balas del gobierno.
Y sin embargo, a pesar de la amargura que había en el partido y de la
rabia hacia el Comité Central, el Comité Regional, el Comité de Zona y el
Comité Local, los miembros del Partido no fueron capaces de romper con la
organización que los estaba asesinando. (...) No obstante, algunos
individuos (jóvenes que se acababan de alistar) se enfadaron tanto que
cogieron las armas que el Partido había escondido y salieron de la selva
para matar a los funcionarios que les estaban haciendo la vida imposible a
ellos o a sus familias (...) Algunos de esos individuos sentían tanta
rabia que se dejaban capturar sólo para mostrarle al partido su
resentimiento" (Ibíd., pág. 50). La presión hacia el partido en el Norte cada
vez va a ser mayor. El asesinato de los agentes gubernamentales de Diem
fue aumentando mes a mes, como señala el mismo Van Chan: "El Comité
Central seguía defendiendo la lucha política. Si la hubieran mantenido
¿dónde hubieran encontrado los cuadros para llevarla
adelante?". Al fin, el cambio de
estrategia Desde marzo de 1958 los antiguos
guerrilleros que no se habían trasladado al Norte después de Ginebra
empezaron a reagruparse y organizar algunos núcleos de combate. El III Congreso del Lao Dong (Partido del
Trabajo) se reunió en Hanoi en septiembre de 1959. Le Duan, uno de sus
dirigentes, había estado de gira por el Sur. A su regreso solicitó al
Congreso ayuda para los guerrilleros de Cochinchina. El Congreso se
clausuró con la decisión de hacer de la "liberación del Sur" una tarea tan
importante como la "construcción del socialismo en el Norte". Le Duan, el
abogado defensor de los guerrilleros del Sur, fue elegido Secretario
General. Con seis años de retraso, el cambio de estrategia estaba
decidido. Durante las celebraciones del año nuevo
vietnamita en enero de 1960, los guerrilleros lanzaron una ofensiva en
toda regla para aniquilar a la policía secreta y a los jefes locales. En
el delta del Mekong, en la provincia de Ben Tre, se organizó un genuino
levantamiento popular a modo de prueba. El historiador Gabriel Koldo
señala: "Masas prácticamente desarmadas tomaron en poco tiempo gran parte
de la provincia; la tierra fue distribuida durante la revuelta. La fórmula
funcionó en todas partes, y pronto dio al Partido una amplia presencia y
poder a pesar de la capacidad del ARVN (el ejército de la República de
Diem) de recuperar rápidamente los edificios públicos. En pocos meses el
poder cambió de manos en Vietnam". El ejemplo de Ben Tre se extendió como la
pólvora. El campesino pobre volvía a tener un referente en quien confiar.
La fase definitiva de la guerra por la liberación nacional y social había
comenzado. La preocupación aumentaba en Saigón y
Washington. La efervescencia política crecía en el Sur. Un sector de la
burguesía pidió la liberalización y democratización del régimen: se daban
cuenta de que la represión radicalizaba la insurrección. El 11 de
noviembre de 1960, una semana después de la elección de Kennedy, estos
sectores organizaron un golpe de estado fallido. Diem empezaba a ser una
pieza molesta y prescindible para el imperialismo
norteamericano. Además de la inestabilidad en Vietnam del
Sur, en Laos se complicaba la situación. Desde Ginebra gobernaba en el
país una coalición de la derecha con el ejército del Vietminh en aquel
país, el Pathet Lao (Frente Patriótico). La derecha tomó el poder y quiso
liquidar al Pathet. Estos reanudaron la lucha armada. Un nuevo foco de
preocupación para Washington. Tras golpes y contragolpes, la guerra civil
era un hecho en Laos. El 20 de diciembre de 1960 en la selva de V.
Minh, extremo sur de la zona sur, se creó el Frente Nacional de Liberación
de Vietnam del Sur (FNL). Su programa abogaba por sustituir a Diem por un
régimen democrático que llevase una política de independencia y no
alineamiento y que tendiese a reunificar la patria. Un programa moderado
que no contemplaba el socialismo. Una semana después Ho Chi Minh daba la
orden de crear una vía a través de cordilleras y selvas para abastecer al
Sur. El Vietminh pasa a llamarse VietCong, ya que Cong tenía
un significado ambiguo, se utilizaba para hablar tanto de comunidad, en
general, como de comunismo en particular. A pesar de su programa moderado y etapista,
que parecía un calco del de Ho en los años 40, la realidad obligaba al FNL
a aplicar una política revolucionaria en las zonas que controlaba. La
fusión de la lucha por la unidad nacional con la lucha anticapitalista se
convertiría en una fuerza que nadie podría detener. Un analista del gobierno de EEUU, Douglas
Pike, en su libro VietCong, señalaba lo siguiente: "En los 2.561
pueblos de Vietnam del Sur, el Frente Nacional de Liberación creó una
multitud de organizaciones sociopolíticas de nivel nacional en un país
donde las organizaciones de masas eran casi inexistentes. Aparte del FNL,
nunca había existido un partido político de masas en Vietnam del Sur (...)
Lo que más me llamó la atención del FNL fue su sentido integral: primero
como revolución social, y luego como guerra. El objetivo de este vasto
esfuerzo de organización era reestructurar el orden social de las aldeas e
instruirlas para controlarse a sí mismas" (citado en Howard Zinn, La
otra historia de los EEUU, pág. 425). En los tres primeros meses de 1961, Kennedy
mandó hacer un examen del régimen de Diem. Lo que el informe señalaba era
muy significativo: en 1960 los comunistas habían destruido 284
puentes, 4.000 oficiales survietnamitas habían muerto en combate, los
terroristas (curiosa coincidencia con el lenguaje de nuestros días cuando
se habla de la resistencia iraquí) atacaban Saigón con impunidad, era
imposible reclutar nuevos soldados; los funcionarios de Diem habían
encarcelado en un solo pueblo a 1.500 personas, de las cuales 1.200 no
presentaban evidencia de delito alguno. Las fuerzas del Vietcong en
Vietnam del Sur se habían duplicado y alcanzaban ya los 9.000 hombres de
plena dedicación guerrillera. El control comunista sobre el delta del
Mekong era absoluto. Kennedy, la implicación militar
norteamericana Con Kennedy recién elegido presidente de los
EEUU (20 de enero de 1961), en la primavera el Vietcong lanzó una nueva
ofensiva. Kennedy temía implicarse más en Vietnam sin haber estabilizado
antes Laos. Sin embargo, su estrepitoso fracaso en la invasión de Cuba,
con la derrota a manos del pueblo cubano en Bahía Cochinos, le convenció:
ya no se podía retroceder en ninguna parte del mundo. Kennedy envió a Vietnam a su vicepresidente
Lyndon B. Johnson para cerciorarse de la situación. El informe que éste
redactó a su vuelta era claro: enviar más ayuda militar, dar un lavado de
cara al régimen de Diem, cada día más impopular, y realizar una reforma
agraria que minara el apoyo campesino al Vietcong. En junio Kennedy y Jrushchov llegaron a un
acuerdo sobre Laos por el que se constituyó un nuevo gobierno de Unidad
Nacional. Pero la situación en Vietnam tenía su propia
dinámica. Los consejos americanos sentaron mal a Diem y el periódico
gubernamental Dan Viet se despachaba sin miramientos: "La
democracia de los EEUU nos arrojará en manos del comunismo. No puedo
delegar funciones por la sencilla razón de que no confío en nadie". Diem
empezaba a sentar las bases de su fin. En cualquier caso Kennedy empezó a enviar
cada vez más militares. Ya en mayo de 1961 mandó 400 miembros de las
fuerzas especiales, violando claramente los acuerdos de Ginebra. En enero
de 1962 ya eran 2.646 militares y 11.300 a finales de ese mismo año.
Sorprendentemente, hoy algunos repiten el mito de que Kennedy estaba
tratando de salir de Vietnam y por eso lo asesinaron. Ningún dato objetivo
corrobora dicha tesis, más bien al contrario. Con él se inició la
presencia militar masiva estadounidense, si bien siempre engañó a su
pueblo, ocultando estos envíos y camuflándolos como consejeros o
asesores. A pesar de los apoyos americanos, el
Vietcong aumentaba su influencia. En 1962 los efectivos del FNL se
calculaban entre 250.000 y 300.000. Diem trató de aislar las fuerzas
guerrilleras de la población campesina, lanzando la llamada guerra
especial. Se idearon aldeas estratégicas donde concentrar a la población,
unas 700 con cerca de 8 millones de habitantes, donde los campesinos
acabaron sintiéndose prisioneros en su propio pueblo. Nada se logró, salvo
deteriorar aún más la imagen de Diem que en abril de 1961 había vuelto a
arrasar en unas elecciones a todas luces fraudulentas. La histórica ruta
de aprovisionamiento del Norte al Sur aprobada por Ho y que llevaría su
nombre, ruta Ho Chi Minh, estaba dando sus frutos. Incluso en este momento la dirección del FNL
seguía manteniendo un programa etapista y moderado. Aprovechando los
acuerdos sobre Laos, plantearon una solución similar para Vietnam, es
decir un gobierno de Unidad Nacional, entre la derecha y ellos. Nadie
atendió esta propuesta. La burguesía sabía, quizá mejor que la propia
dirección del FNL, que sus bases estaban luchando contra el capitalismo.
Un gobierno de ese tipo no hubiese podido frenarles, así que ¿para qué
darles cancha en el gobierno con el riesgo de facilitarles la tarea? La
única salvación para la oligarquía vietnamita y los imperialistas era
aplastarles. Así pues, la intervención militar
norteamericana fue en aumento: en 1963 eran ya 23.300 los "consejeros"
norteamericanos desplazados en Vietnam. El presidente Kennedy ahora
presentado como poco menos que pacifista lo tenía muy claro tan pronto
como en 1956: "Vietnam representa la piedra angular del mundo libre en el
Sureste Asiático. Es nuestra prole. No podemos abandonarlo, no podemos
ignorar sus necesidades" (Discurso ante el Senado). La caída de Diem El rechazo a Diem iba en aumento. En febrero
de 1962 se había producido otra intentona golpista fracasada contra él. En
mayo los budistas se manifestaron contra el dominio católico en el
gobierno y la represión a su culto. El 11 de junio un bonzo de más de 70
años se abrasó vivo en una calle de Saigón. Las imágenes conmocionaron a
medio mundo. Varios siguieron su ejemplo en los siguientes meses. Como
consecuencia los militares budistas serían a partir de ese momento un
riesgo para el presidente. Mientras, en la embajada americana cundía el
nerviosismo, entendían que estos enfrentamientos sólo beneficiaban a los
comunistas. El nuevo embajador de EEUU lo tenía claro:
Diem era un obstáculo para derrotar al comunismo y había que deshacerse de
él. Además, como ocurriera en ocasiones anteriores, el antiguo títere del
imperialismo, harto de la ingerencia y chulería americana, desarrolló
algunos puntos de vista independientes y se enfrentó a la llegada de más
tropas norteamericanas. Diem quería dinero y armas, no soldados. En su
desafío a los norteamericanos, llegó a enviar a su hermano Nhu para
contactar con Hanoi y sondear la posibilidad de abrir negociaciones para
una posible unificación del país. Finalmente el embajador norteamericano
organizó un golpe de Estado el 1 de noviembre de 1963. Diem y su hermano
huyeron pero un pelotón de soldados los reconoció y los
ametralló. Las discrepancias en el corazón del
imperialismo también se pusieron de manifiesto tras la caída de Diem. El
Pentágono no había visto con buenos ojos el golpe cocido entre la
camarilla de Kennedy y la CIA. El general Harkins, en Saigón, habló claro:
"en resumidas cuentas, para bien o para mal hemos apoyado a Diem durante
ocho años largos y duros. Me parece incongruente derribarlo ahora,
patearlo y deshacernos de él". A finales de ese mes, Kennedy fue asesinado
y Johnson es nombrado presidente. La situación se complicaba aún
más. El general que sucedió a Diem al frente del
país, Duong Van Minh, estaba muy vinculado a los budistas y se orientó
hacia la formación de un gobierno que abriera negociaciones con el Norte.
Pero estos planes contaban con el rechazo del Pentágono, que en esta
ocasión interviene con rapidez para organizar un nuevo golpe de Estado el
30 de enero de 1964 y sustituir a Van Minh por el general
Khanh. Sin embargo la historia volverá a repetirse.
El apoyo al Vietcong no hace más que crecer, y el propio general Khanh
llega a la conclusión de que la única salida viable es un gobierno de
Unidad Nacional con el FNL. Se produce un intercambio de mensajes y en uno
de ellos Huynh Tan Phat, miembro del Comité Central del FNL responde de
manera significativa: "Apruebo de corazón tu resuelta declaración en
contra de la intervención americana y te felicito por haberla hecho. Has
afirmado muy claramente que EEUU debe dejar que los survietnamitas
solucionen los problemas de Vietnam del Sur. En tu reciente conferencia de
prensa tu actitud fue igual de clara (...) El camino que has decidido es
difícil (...) en la consecución de este objetivo, puedes estar seguro de
que cuentas también con nuestro apoyo. Enero 1965" (Jonathan Neale, Op.
Cit., pág. 75). Los americanos al tener conocimiento de esta
correspondencia orquestaron un mes después otro golpe que tumbó a Khanh.
Con la sabiduría de analizar las cosas una vez sucedidas, algunos
comentaristas "democráticos" han señalado el error que supuso que EEUU no
apostase por la vía de un acuerdo. En realidad no existe tal error. Un
gobierno de unidad nacional, por mucho que Hanoi, Moscú, Pekín y la
dirección del FNL se hubiera empeñado, hubiese sufrido las presiones de
los trabajadores y los campesinos que vinculaban, correctamente, la unidad
de Vietnam a mejorar sus niveles de vida. Un gobierno así hubiese tenido
que ir a elecciones que sin lugar a dudas hubiesen ganado los comunistas.
Un gobierno así habría tenido que atender las demandas de sus bases y se
hubiera visto obligado a romper con el capitalismo. Llegados a este punto,
los EEUU estaban en un callejón con sólo dos salidas posibles: aplastar el
peligro comunista o perder la guerra, no había término medio posible,
menos aún teniendo en cuenta el contexto internacional y en particular en
el Sudeste Asiático. Al hecho de que un régimen como el cubano se había
consolidado a escasos kilómetros de Florida, se sumaba que, en el Sudeste
Asiático, Washington veía peligrar Indonesia. Baste recordar que a finales
de 1965 un golpe orquestado por la CIA aniquiló al Partido Comunista de
Indonesia. La CIA calculó entre 250.000 y 500.000 los comunistas
indonesios asesinados. Como dijo Einsenhower: "¿Qué creéis que provocó el
derrocamiento del presidente Sukarno en Indonesia? (...) Bien os puedo
decir una cosa: la presencia de 450.000 soldados de EEUU en Vietnam del
Sur (...) tuvo muchísimo que ver con ello" (Ibíd., pág
83). Hacia la guerra total. Incidente en el golfo
de Tonkin En todo caso
el derrocamiento de Khan ocurría en junio de 1965 y ya un año antes, los
EEUU habían optado decididamente por involucrarse totalmente con el
objetivo de derrotar por las armas a Hanoi. El Secretario de
Defensa, McNamara, había volado a Vietnam en diciembre de 1963 y a su
regreso su informe no dejaba lugar a la duda: “Los progresos realizados
por el Vietcong han sido grandes durante el tiempo trascurridos desde el
golpe de estado (se refiere al que derrocó a Diem en noviembre de 1963), y
me atrevo a afirmar que, desde junio, la situación ha ido en realidad
empeorando en las zonas rurales en un grado mucho mayor del que suponemos,
pues, por desgracia, dependemos exclusivamente de informes vietnamitas muy
distorsionados...La situación es muy inquietante. Si no pueden modificarse
las tendencias actuales, dentro de los dos o tres meses próximos la
situación desembocará, en el mejor de los casos, en una neutralización, y,
más probablemente, en un Estado dominado por los comunistas” (Pablo J. de
Irazazábal, pág. 26). Esta información
acabó por decidir el siguiente paso en la guerra, el ataque directo a
Vietnam del Norte. Desde el 1 de febrero de 1964 comenzaron las
operaciones encubiertas en Vietnam del Norte, bajo el nombre operación
Plan 34-A, igualmente ocultadas al pueblo americano. El punto de
inflexión se produjo en los cuatro primeros días de agosto, en plena
campaña electoral norteamericana. Johnson y McNamara informaron a la
opinión pública que se había producido un ataque de torpederos
norvietnamitas contra destructores americanos: “mientras estaban llevando
a cabo una misión rutinaria en aguas internacionales, el destructor
estadounidense Maddox sufrió un ataque no provocado”. Posteriormente quedó
demostrado que el gobierno había mentido. Si es que en algún momento se
llegó a producir dicho ataque lo que era evidente es que el destructor no
estaba haciendo una misión rutinaria, sino que su actuación se enmarcaba
dentro de la operación Plan 34-A, en concreto de espionaje
electrónico no en aguas internacionales sino en aguas norvietnamitas. Era la excusa
necesitada ante la opinión pública americana para justificar una
implicación masiva. Mentiras, mentiras y más mentiras, nada nuevo en la
historia de las guerras, exactamente igual que la excusa de las armas de
destrucción masiva en Iraq, esgrimida por el Sr. Bush para justificar la
intervención imperialista contra Iraq. Una resolución,
preparada meses antes, fue aprobada casi unánimemente en la cámara. Daba a
Johnson el poder para tomar las medidas militares que considerase
convenientes. Ni siquiera hubo una declaración de guerra como exigía la
Constitución. Las medidas tomadas por Johnson no dejaban lugar a la duda:
bombardeos masivos sobre Vietnam del Norte y envío progresivo de soldados
a Vietnam del Sur, hasta llegar al punto álgido en febrero de 1969 de
543.054 hombres. El
horror A pesar de que
en campaña Johnson se había mostrado contrario al envío de tropas, tras el
incidente de Tonkin organizado desde el Pentágono y su victoria electoral
el 2 de noviembre de 1964 cambió de opinión. Los bombardeos sobre
Vietnam del Norte comenzaron en marzo de 1965, y se extendieron a Vietnam
del Sur, Laos y Camboya hasta el final de la guerra. La operación
Trueno Rodante se puso en marcha el día 3. Los temibles B-52
empezaron a descargar su mortífera carga sobre todo en Vietnam del Norte.
La estrategia militar norteamericana era clara: frenar la guerra en el Sur
destrozando el Norte, poner de rodillas al régimen de Hanoi para que este
frenase al FNL. Los generales
americanos estaban convencidos que sería cosa de unas pocas semanas, pero
nada más lejos de la realidad: en los tres primeros años serán arrojadas
sobre Vietnam del Norte 634.000 toneladas de bombas, más que las caídas en
Europa durante toda la Segunda Guerra Mundial. Durante los ocho años de
intervención norteamericana se lanzaron más de ocho millones de toneladas
con una fuerza explosiva 640 veces superior a la bomba atómica de
Hiroshima. Con la misma cínica tranquilidad que en nuestros días, los
imperialistas norteamericanos aseguraban que sólo bombardeaban objetivos
militares, industrias e infraestructuras. La realidad por supuesto fue muy
distinta. Los norvietnamitas
no se rindieron en las tres semanas previstas. Recibieron ayuda militar
china y soviética y cavaron una inmensa red de refugios donde reconstruir
parte de la industria, así que los objetivos de los bombardeos pasaron a
ser todo bicho viviente. Se trataba, como recientemente en Yugoslavia, de
sembrar el terror y la desmoralización entre la población civil para
romper su capacidad de resistencia y que presionasen a sus dirigentes.
Evidentemente nada de eso ocurrió. El asesinato indiscriminado de miles de
civiles tuvo el efecto contrario, unir a la población en la lucha contra
el agresor imperialista. Muchos son los testimonios que dan fe de la
brutalidad de los ataques aéreos. La práctica normal era la siguiente:
vuelo de reconocimiento, bombas y ametrallamiento desde el aire por si
quedaba alguien vivo. En el Norte los bombardeos no respetaron ni
hospitales, ni escuelas ni iglesias. En 1967, habían sido destruidas 391
escuelas, 95 instituciones sanitarias, 8 iglesias y 30 pagodas. Al fin y
al cabo con la cantidad de bombas lanzadas, los objetivos militares fueron
destruidos enseguida. La resistencia a los
bombardeos tuvo un calado popular. Además de las defensas antiaéreas
suministradas por Moscú, toda la población se implicó. Un piloto de un
bombardero F-105 describía la situación: “Si bajaba, me iba a enfrentar al
intenso fuego de las pequeñas armas, de las automáticas y hasta de los
revólveres; y ni se te ocurra pensar que un revólver no puede tumbar a un
gran pájaro si se le da en el lugar adecuado. Cuando suena la trompeta y
miles de personas se tumban sobre sus espaldas y disparan sus armas
personales de bajo calibre hacia el aire, pobre del que tenga la mala
fortuna de pasar por ahí” (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 90). Un
informe de la CIA señaló que la operación Trueno Rodante fue la más
ruinosa de la historia. De hecho, EEUU perdió durante toda la guerra 3.719
aviones y 4.869 helicópteros, de ellos 4.320 sólo en el delta del Mekong.
Cuando toda la
brutalidad convencional no fue suficiente se generalizó el uso de napalm,
Agente Naranja y otros herbicidas y defoliantes para destruir los refugios
guerrilleros en el Sur. También las bombas de fragmentación. Se devastó un
tercio del total de bosques y selvas del país. También 32.000 soldados
norteamericanos fueron infectados y muchos de ellos acabaron demandando a
su ejército ante los tribunales. La
implicación masiva A mediados de 1965
parecía claro que Vietnam del Norte no se iba a rendir. Como hemos visto,
EEUU organizó un golpe contra el general Khann por el temor a que
negociase por su cuenta. Tras este golpe sus sustitutos fueron lo más
degenerado de las élites vietnamitas. El general Nguyen Van Thieu se
proclamó presidente y el mariscal Nguyen Cao Ky vicepresidente. Ambos eran
una pareja de elementos corruptos involucrados en el tráfico de heroína,
pero apoyaban acríticamente los bombardeos en el Norte y el envío masivo
de tropas al Sur. Si en enero de 1965
eran 23.000 los soldados norteamericanos desplazados, en diciembre la
cifra alcanzaba los 180.000. En su inmensa mayoría soldados de reemplazo,
hijos de trabajadores, carne de cañón al servicio del capital. El 80% de
los que entraron en combate durante la guerra procedían de la clase
obrera, un 20% eran hijos de trabajadores de cuello blanco. Al frente de
ellos se situó un auténtico troglodita, el general William Westmoreland.
Muchos llegaron a Vietnam pensando que les iban a recibir como
libertadores, como en la Europa de la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al
cabo era lo que les enseñaban en los campos de entrenamiento y lo que
repetía metódicamente el Estado norteamericano, sus instituciones y los
medios de comunicación. El choque con la realidad era brutal. Nadie los
quería allí. Aunque solo iban durante un año para evitar problemas en el
interior de los EEUU, tanta rotación se convirtió en un problema desde el
punto de vista militar. Las primeras
operaciones tenían como objetivo cortar las relaciones del FNL con el
Norte. Se dieron duras batallas en los accesos a la ruta Ho Chi Minh, los
marines entran por primera vez en acción el 18 de agosto de 1965. Pronto
se hizo evidente para todos que el Vietcong tenía un importante apoyo
popular. Así pues se trataba de aplicar la misma lógica que en los
bombardeos en el Norte. En enero de 1966 Westmoreland lanza la operación
El Machacador (hasta Johnson le pide que suavice el nombre de cara
a la opinión pública) . Esta operación es
una auténtica guerra de exterminio, daba igual que el objetivo fuera civil
o guerrillero. McNamara está convencido de que el FNL no podría soportar
un ritmo brutal de bajas. Se trataba de crear el terror masivo e
indiscriminado. Los reclutas serán entrenados para ello: “La primera vez
que patrullamos fuimos donde unos marines habían hecho una emboscada a un
grupo de vietcongs (...) Después tenía que darle patadas a un
muerto en un lado de la cabeza hasta que parte de su cerebro empezara a
salirse por el otro. Yo le dije (...) ¿qué me estás diciendo? Entonces no
entendía la lógica. Lo entendí más tarde (...) Eran hombres serios y
dedicados a lo que hacían. Me estaban enseñando a no romperme en pedazos.
Yo vi cómo les pasó a otros. Vi a tíos que se suicidaban (...). Ellos
querían enseñarle a un novato exactamente lo que se iba a encontrar”
(Ibíd., pág. 99). La brutalidad como
método. McNamara exigía cifras, no había olvidado su puesto de contable en
la Ford y trasmitía todo lo aprendido allí a la guerra. Lo principal tras
cada combate era el cómputo de los muertos, si no se cazaba guerrilleros,
valían igual los civiles que al fin y al cabo los apoyaban. La presión
sobre los oficiales era muy fuerte. Muchos comprendían que la única forma
de promoción era dar parte con buenas cifras de muertos. Los soldados
veían enemigos por todas partes. En este
contexto, los elementos más psicópatas florecían en cada compañía
convirtiéndose poco a poco en el modelo a seguir. Las salvajadas, violaciones, asesinatos de
campesinos indefensos no eran excesos individuales. Al igual que hoy con
las torturas en Abu Ghraib, estos métodos salvajes eran tolerados,
impulsados y premiados por el mando. El teniente de marines Caputo llegó a
Danang en 1965, su testimonio es esclarecedor: “La estrategia de desgaste
del general Westmoreland afectó a nuestra actitud. Nuestra misión no era
la de ganar terreno o conquistar posiciones, sino sencillamente matar:
matar a comunistas y matar al máximo posible (...). La victoria era un
cómputo alto; la derrota, un porcentaje bajo; y la guerra era un tema de
aritmética (...) esto llevó a prácticas como el cómputo de civiles como si
fueran del Vietcong (...) Así no es sorprendente que algunos hombres
acabaran despreciando la vida humana y disfrutando de quitársela a
otros”(Ibíd., pág. 105). Finalmente este
horror suministró una visión distorsionada de la evolución de la guerra al
alto mando. Muchos oficiales hinchaban las cifras reales para complacer a
sus superiores. Las cuentas no le salían a McNamara. Al final se puso de
moda cortar las orejas de los muertos para evitar falsificaciones.
Centenares
de miles de héroes Todo este
salvajismo era impotente: las redes de la guerrilla en aldeas y ciudades,
reflejando su apoyo social, la convertían en un enemigo difícilmente
abatible. Durante la guerra el ejército norteamericano y su aliado
survietnamita realizaron dos millones de operaciones de búsqueda y
destrucción. Sólo en el 1% de los casos llegaron a tomar contacto con el
enemigo. Además la ruta Ho Chi Minh seguía funcionando. Durante 1965,
100.000 combatientes pasaron del Norte al Sur. En 1967 el Vietcong podía
oponer 250.000 soldados a los 450.000 norteamericanos y al millón
survietnamita. Durante la lucha
contra Francia se cavaron cientos de kilómetros de túneles que comunicaban
las aldeas unas con otras. Los guerrilleros vivían en esos túneles,
pasadizos con un ancho máximo de 150 cm de diámetro. Entre pasadizos se
construían habitaciones más amplias para dormir, cocinar, almacenar
armas...Incluso se hacían representaciones teatrales con actores llegados
del Norte, para subir la moral de la tropa. Algunas representaciones se
hacían en los tremendos cráteres generados por los bombardeos de los B-52.
Las condiciones de vida eran inhumanas, la resistencia sobrehumana. El
100% de los vietcongs capturados tenían parásitos o gusanos intestinales,
el 50% convivía con la malaria. La capacidad de
inventiva para hacer frente a un enemigo muy superior en tecnología y
armas no tenía límites. Las latas de Coca-Cola abandonadas por los marines
se convertían en granadas. Los morteros y cohetes USA que no estallaban
eran reconvertidos en minas. Trampas que pronto carcomieron la moral del
enemigo. Según las fuentes se calcula entre un 10% y un 25% de las bajas
norteamericanas las causadas por este tipo de armamento artesanal, que
provocaron más de 10.000 amputados. Las bajas
norteamericanas cada vez se hacían más insostenibles. En enero de 1967 se
lanzó la operación Cedar Falls a cien kilómetros de Saigón. Las
imágenes brutales de la destrucción de un pueblo llegaron a Occidente
conmoviendo a millones de personas. Los movimientos de protesta en EEUU
empiezan a cobrar fuerza. La presión aumenta
sobre Westmoreland. Había prometido una guerra corta y estaba metido en un
avispero. En estas circunstancias, los mandos militares norteamericanos
preparan la mayor operación de toda la guerra, la operación Junction
City. El objetivo es el cuartel general vietcong, cerca de Camboya al
final de la ruta Ho Chi Minh. Tras cuatro meses de duro cuerpo a cuerpo,
de febrero a mayo de 1967, el saldo final es de 2.800 guerrilleros y 280
soldados norteamericanos muertos. Un fracaso rotundo para los militares
norteamericanos pues el mando vietcong no es capturado. Se ha replegado a
Camboya. Cada día más bajas,
cada día más presión en EE.UU. En noviembre, en un solo combate en la
colina 875 en Taicto mueren 280 soldados, los mismos que en cuatro meses.
La cosa va de mal en peor. Los norteamericanos tienen que utilizar tropas
de sus aliados de Corea, Filipinas, Australia y Tailandia. Se recrudece la
estrategia de bombardeos indiscriminados. En 1967 se lanzan el doble de
bombas en el Sur que en el Norte de Vietnam. La utilización masiva de
napalm para arrasar la selva en la que se esconde el Vietcong se convierte
en su contrario. Una eficaz arma de propaganda norvietnamita para
desenmascarar a la bestia imperialista y sus crímenes entre la clase
obrera occidental. Truong Nhu Tang era dirigente del FNL, recordaba así
los bombardeos de los B-52: “Una experiencia de terror psicológico en
estado puro, en la que nos hundimos día sí y día no durante años (...)
desde un kilómetro, la onda expansiva dejaba a sus víctimas sin sentido.
Un golpe a medio kilómetro hacía caer las paredes de cualquier búnker no
reforzado, enterrando vivos a los que se habían refugiado en su interior
(...) Volvíamos horas más tarde para encontrar, como ocurrió muchas veces,
que no había quedado nada (...) No era sólo que las cosas quedaran
destruidas, de alguna forma increíble habían dejado de existir (...) El
terror era total. Uno perdía el control de las funciones corporales
mientras la mente gritaba órdenes de escapar incomprensibles”.
La magnitud de la
destrucción amenazaba con hacer mella en la moral guerrillera. Para
evitarlo, el general Giap se va a jugar una carta arriesgada. La
ofensiva del Tet El Tet era el
primer día del año nuevo vietnamita y durante la mayoría de los años de
guerra lo habitual era que la guerrilla suspendiese las actividades.
Parecía que en 1968 sucedería lo mismo, pero en esta ocasión no fue así.
El ejército norvietnamita organizó un acto de distracción masiva en Khe
Shan, en la zona desmilitarizada entre el Norte y el Sur. Los
norteamericanos concentraron su atención allí. Para desconcierto de
los mandos militares norteamericanos, decenas de miles de vietcongs se
lanzaron al asalto de 36 capitales de provincia, Saigón, Hue, Pleiku,
Dalat... Tomaban el control de varias y ajusticiaban a 3.000
colaboracionistas. Giap se la jugaba, el desgaste de las bombas y
represión americana estaba pesando en la moral de los guerrilleros. Había
que sacarlos de los túneles. Era la hora de la insurrección urbana, el
asalto final. 100.000 hombres entraron en acción. Un grupo especial asaltó
la Embajada americana en Saigón, tomaron el control de una parte, Hue fue
tomada en su totalidad, Ben Tre también. En EEUU nadie salía
de su asombro. Johnson había despedido 1967 afirmando ante sus
conciudadanos que el final estaba cerca. Lo que veían en sus pantallas los
norteamericanos no cuadraba muy bien con esta idea. Además, la férrea
censura informativa a duras penas se mantenía. Cientos de fotógrafos y
periodistas que llevaban siguiendo el conflicto durante años estaban
hartos de mentiras. La oposición a la guerra que ya se extendía por todo
EEUU les estaba contagiando. Escenas brutales
dieron la vuelta al mundo, la famosa escena del jefe policial
survietnamita metiendo un tiro en la sien a un guerrillero proviene de
esos días en Saigón. Los periódicos publicaban las declaraciones de un
oficial americano en la reconquista de Ben Tre: “era necesario destruir la
ciudad para salvarla”. Las embajadas de
Filipinas y Corea fueron asaltadas. El aeropuerto de Saigón y el cuartel
general del ejército del Sur también. Sin embargo, el esperado
levantamiento popular en la ciudad no terminó de cuajar. Eso hizo
imposible la victoria. La superioridad en tanques y blindados permitió al
ejército americano frenar la ofensiva. Las 36 ciudades tomadas fueron
recuperadas al cabo de unos días. La defensa vietcong
de Hue fue heroica. En esta ciudad se sitúa la parte final de la magnífica
película de Kubrick La chaqueta metálica. No fue recuperada hasta
principios de marzo. Allí, en la vieja ciudadela imperial, resistía el
alto mando vietcong. Cada metro cuadrado recuperado por el ejército
norteamericano le costó un muerto. La aviación usó napalm contra una zona
urbana. La ciudad tenía 17.000 casas, 10.000 fueron destruidas.
Desde el punto de
vista militar la ofensiva fue un desastre. El Vietcong fue despedazado.
45.000 muertos, 6.000 prisioneros. Además, el Tet, provocó 800.000
desplazados que perdieron su hogar. Sin embargo, esta
indiscutible derrota se había convertido en una incuestionable victoria
política. Norteamérica se sentía más vulnerable, el asalto a su embajada
era un símbolo y todo un shock para millones de norteamericanos que
aún confiaban en las mentiras de su presidente. Hablaremos más adelante
del movimiento contra la guerra, pero un hecho casi increíble se produjo
en Washington, aparecieron banderas vietcongs en manifestaciones en sus
calles. ¿Por qué fracasó la
insurrección urbana con la que contaba Giap cuando lanzó la ofensiva?
Algunos testimonios de la época ofrecen respuestas. Tran Baah Dong era
responsable de los comunistas clandestinos en Saigón y afirmó que la
organización del FNL allí había sido “un éxito maravilloso con los
intelectuales, los estudiantes, los budistas, todos, excepto entre los
trabajadores entre los que la organización se encontraba en una situación
peor que mala” (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 120). Tras estas
declaraciones hechas en 1974 fue destituido y humillado en público por la
dirección del partido Ya hemos señalado
que el FNL, a semejanza del Vietminh anteriormente, tenía una concepción
etapista y frentepopulista. A pesar de que la realidad era tozuda
insistían en agrupar a todas las clases sociales en la lucha por la unión
del país, lo que incluía a la llamada “burguesía progresista”. Así pues a
cambio del apoyo puntual de algunos empresarios (evidentemente, por las
razones ya explicadas, la débil burguesía vietnamita era un mero títere
del imperialismo) los dirigentes del Vietcong no hicieron esfuerzos
sistemáticos para organizar a los trabajadores del Sur. Buena parte de los
sindicatos y huelgas en el Sur no fueron dirigidas por ellos. El apoyo
entre los campesinos del Sur al Vietcong estaba garantizado, entre otras
cosas, por la reforma agraria impulsada en el Norte que actuaba como un
poderoso imán. Pero la orientación del Vietcong no fue basarse en la clase
obrera organizada, ni estimular sus organizaciones clasistas. Al fin y al
cabo, la contradicción evidente entre capital y trabajo se hubiera
extendido al interior del FNL, rompiendo así su línea frentepopulista Su
modelo era muy similar al empleado por Mao en la guerra campesina que
libró contra Chiang Kai-shek. Este factor explica la debilidad del
Vietcong entre los trabajadores urbanos. Si se hubiesen
logrado manifestaciones de cientos de miles en Saigón, el ejército
norteamericano difícilmente hubiese podido reprimirlas, menos con el
ambiente existente en sus filas del que nos ocuparemos más adelante.
En la concepción de
la dirección del FNL esta posibilidad no estaba presente. Sus cuadros
estaban educados en una dura y larga lucha militar. Por tanto, la
insurrección para ellos era una acción militar más, en el que la gente
apoyaría al ejército guerrillero. Por tanto no es casual que la ofensiva
se hiciera fuerte en ciudades más pequeñas y cercanas al campo, como Hue o
Ben Tre. La
guerra se traslada a Norteamérica La ofensiva
del Tet convenció a un sector de la administración americana que la
victoria en la guerra era inalcanzable. Westmoreland reclamó 200.000
soldados más, pero la respuesta del nuevo secretario de Defensa, Clifford,
fue negativa y, como McNamara en Defensa, Westmoreland acabó siendo
sustituido. Johnson, en pleno
año electoral, anunció el 31 de marzo que no se presentaría y que daría
orden de cesar los bombardeos sobre la mitad de Vietnam del Norte. El 3 de
abril, Ho Chi Minh aceptaba negociar, decisión tomada sin consultar a
Moscú y Pekín. Aunque en el terreno los combates continuaban encarnizados,
algo estaba cambiando, ¿por qué? En sus memorias,
Henry Kissinger, el secretario de Estado que Nixon colocó tras su victoria
electoral en 1969, da algunas de las claves: “Cuando asumimos nuestras
funciones, más de medio millón de norteamericanos luchaban en una guerra a
16.000 kilómetros de la patria. Su número todavía seguía aumentando según
un programa establecido por nuestros predecesores. Nos encontrábamos sin
ningún plan para la retirada. 31.000 ya habían muerto. Cualesquiera que
fueran nuestros objetivos originales en esa guerra, para 1969 nuestra
credibilidad en el exterior, la confianza en nuestros compromisos y
nuestra cohesión interna se hallaban en peligro a causa de una guerra que
se libraba tan lejos de Norteamérica como lo permite nuestro planeta.
Nuestra participación había empezado abiertamente, con el apoyo casi
unánime del Congreso, del público y de los medios. Pero para 1969 nuestro
país estaba escindido por la protesta y la zozobra, que a veces tomaba
formas violentas y feroces. La tolerancia cívica en la que debe vivir una
sociedad democrática se había perdido. Ningún gobierno puede funcionar sin
un mínimo de confianza popular. Todo esto se disipaba ante la severidad de
nuestras alternativas y el encono creciente de nuestra controversia
doméstica. “En el último año de
la administración Johnson, los comunistas lanzaron una ofensiva en todo el
territorio. Pocos estudiosos del tema cuestionan hoy que la misma fue
derrotada de forma masiva. Pero su magnitud y el sacrificio que demandó la
convirtieron en una victoria psicológica. Bajo el impacto de la ofensiva
del Tet, primero limitamos y después cesamos nuestros bombardeos en
Vietnam del Norte a cambio de nada, excepto la iniciación de negociaciones
que nuestro adversario obstaculizó de inmediato. Declinaba el apoyo del
público a una guerra que no solamente parecía imposible ganar, sino
también terminar. “Y en nuestro país,
la oposición crecía. La misma se componía de muchos ramales: pacifistas
sinceros que detestaban ver a su país involucrado en matanzas a miles de
kilómetros de distancia; pragmáticos que no lograban vislumbrar ninguna
salida razonable; aislacionistas que deseaban poner fin a las
intervenciones de Norteamérica en ultramar; idealistas que consideraban
incompatibles nuestros valores morales con los horrores de una guerra
llevada por primera vez a sus hogares por la televisión. Y esos grupos
eran incitados por una pequeña minoría que expresaba el rencor incipiente
de los años 70 con tácticas de choque obscenas y violentas y manifestaban
su aversión a Norteamérica, su sistema y su maldad. “Todos esos grupos
se habían combinado para provocar el más áspero caos en la Convención
Demócrata de 1968, la violencia en las universidades y la confusión y
desmoralización de los grupos dirigentes que habían animado a las grandes
iniciativas norteamericanas de posguerra en política exterior” (Pablo J.
de Irazazábal, pág 29). Aquí están
condensadas las claves del proceso. Desde el punto de vista militar era
muy difícil que un ejército de campesinos mucho peor armado derrotase a la
maquinaria bélica más impresionante de la historia. Sin embargo sus
heroicos sacrificios, su capacidad de resistencia y su audacia estaban
conmoviendo a los trabajadores del mundo entero y también de EEUU. En
pleno corazón del imperialismo un movimiento de oposición a la guerra
estaba creciendo imparable, poniendo en peligro no ya la continuidad de la
guerra, sino como señala Kissinger “la cohesión interna”, es decir, las
propias bases de la dominación capitalista. No era la primera
vez en la historia que esto sucedía (recordemos el temor de la burguesía
inglesa a que se crease un sóviet en Londres si continuaba la agresión al
naciente Estado soviético en 1918/1919), ni será la última, ya veremos
como se desarrolla el conflicto en Iraq. La guerra es, en muchas
ocasiones, la partera de la revolución. El
movimiento contra la guerra El movimiento contra
la guerra se había ido conformando con los años. Había comenzado como un
movimiento pequeño vinculado a la lucha por los derechos civiles que
también marcaron esa década. Desde 1965 en varias universidades se
empezaron a celebrar reuniones al final de las clases entre profesores y
estudiantes para oponerse a la guerra. En abril los
Estudiantes por una Sociedad Democrática convocaron una manifestación en
la capital que dejó a todo el mundo sorprendido por la asistencia: más de
25.000 personas. Nadie lo esperaba;
doce años atrás las brutalidades en la guerra de Corea habían pasado sin
apenas oposición interna. Aquellos eran los 50, los años de la cruzada
anticomunista, cuando haber salido a la calle contra la guerra hubiese
conllevado tener problemas en los estudios o el trabajo. Doce años después
algo estaba cambiando. En octubre del mismo año 100.000 personas marchaban
por todo el país. Un profundo cambio en la actitud y la conciencia de
cientos de miles de jóvenes, trabajadores y ciudadanos norteamericanos se
estaba gestando. Los soldados eran enviados a Vietnam sólo durante un año
para evitar protestas, pero como el número de bajas crecía mes tras mes,
el descontento se generalizó. Como en toda guerra, los hijos de los ricos
se libraban del reclutamiento. El 80% de los muertos eran hijos de
obreros. Además predominaban los negros, que constituían un tercio de la
infantería que entraba en combate cuando sólo eran el 10% de la población.
No era de extrañar que la lucha contra la guerra conectase con la de los
negros por sus derechos democráticos. Figuras de esa comunidad como el
boxeador Casius Clay (Mohamed Alí), se negaron a ser reclutadas. Martín
Luther King, quien no quería aparecer claramente opuesto a la guerra, pues
confiaba en ganar a un sector de liberales para que le financiasen y poder
cambiar el rumbo del Partido Demócrata, se vio forzado por sus bases a
posicionarse claramente en contra, lo que tuvo un tremendo impacto: “Esta
locura debe cesar de alguna manera. Debemos parar ahora. Hablo como un
hijo del Señor y hermano de los pobres que sufren en Vietnam (...) hablo
por los pobres de América que están pagando el doble precio de las
esperanzas destruidas en casa y la muerte y la corrupción en Vietnam (...)
La gran iniciativa de esta guerra es nuestra. La iniciativa para detenerla
debe ser nuestra (...) Los negros están muriendo en porcentajes
extraordinariamente altos en comparación al resto de la población (...)
para garantizar libertades en el Sudeste Asiático que no han encontrado en
el Sudeste de Georgia ni en Harlem Este” (abril de 1967, Howard Zinn, pág.
435). Para evitar más
tensiones en casa los oficiales fueron sacando progresivamente a los
negros del combate. En 1965 el 25% de los muertos en combate eran negros,
en 1968 el 13% y en 1972 el 7,6%. Aunque el movimiento
contra la guerra estuvo dirigido por capas medias, intelectuales,
estudiantes, el sentimiento contra la guerra era mayoritario entre la
clase obrera. La desgracia fue que los que le dieron el tono nunca
conectaron con la clase. Los prejuicios sobre una clase obrera
aburguesada, con el coco comido por los medios tras la cruzada
anticomunista de los 50 estaba demasiado presente. Así el movimiento nunca
llegó a lo que hubiese hecho caer a un gobierno americano, un movimiento
huelguístico que hubiese podido desembocar en una huelga general. Jonathan Neale,
profesor participante de aquellos movimientos, lo describe así en su libro
La otra historia de la guerra de Vietnam: “En una pequeña
concentración estudiantil en Knoxville, en 1969, un refugiado que había
participado en la revuelta de los trabajadores húngaros de 1956 tomó la
palabra. Sugirió que fuéramos a las fábricas de Oak Bridge y
distribuyéramos panfletos contra la guerra entre los obreros. Lo miramos
como si estuviera loco. La idea de distribuir panfletos nos asustaba.
Estábamos seguros —y nos equivocábamos— de que los trabajadores estaban a
favor de la guerra. Cuando ese trabajador sugirió que compráramos en los
comercios locales para apoyar a los pequeños comerciantes, eso ya estuvo
más en nuestra onda. “Evidentemente no
todos los estudiantes despreciaban a los trabajadores (...) el problema
era político. El anticomunismo había conseguido fracturar el socialismo
entre la clase trabajadora sindicada (...) muchas personas (...) pensaban:
“Yo soy un revolucionario”. Pero no pensaban que esto supusiera trabajar
en los sindicatos o que los trabajadores estadounidenses pudieran cambiar
el mundo” (Jonathan Neale, Op. Cit., pág. 160). Un estudio de la
Universidad de Michigan acababa con el mito de que sólo jóvenes y
estudiantes estaban contra la guerra. En junio de 1966, el 27% de las
personas con educación universitaria estaban a favor de una retirada
inmediata de Vietnam por un 41% entre la gente sin estudios
universitarios. En 1970 los porcentajes eran 47% y 61%
respectivamente. La marea avanzaba en
una sola dirección. En agosto de 1965, el 61% de la población pensaba que
la intervención en Vietnam era acertada, en mayo de 1971 era justo al
revés, el 61% lo consideraban erróneo. El 15 de abril de
1967, 300.000 personas toman Nueva York. En octubre otra manifestación de
masas tomó Washington con el objetivo de llegar hasta el Pentágono. Y en
este contexto de protesta abierta tuvo lugar la ofensiva del Tet. Unos
meses antes, Johnson había expresado ante un grupo de colaboradores que le
querían convencer de un plan para bombardear Hanoi y Haiphong la
contradicción que el imperialismo no podía resolver: “Tengo otro problema
para vuestro ordenador. ¿Podéis introducirle cuanto tardarían 500.000
americanos furiosos en trepar al muro de la Casa Blanca de ahí fuera y
linchar al presidente si hiciera algo así?”. La
elección de Nixon En marzo de
1968, Johnson anunció que no se presentaría. La cuestión de la guerra
marcaba toda la vida política americana. Había sido derrotado en las
primarias demócratas del estado de Wisconsin. Quien aparecía como figura
emergente de estos era Robert Francis Kennedy, que años atrás había
declarado en Saigón que los norteamericanos no se irían de allí sin la
victoria. Ahora, reflejando el ambiente social y la ofensiva del Tet,
declaraba el 8 de febrero: “Es hora de que EEUU descarte sus ilusiones
sobre Vietnam y renuncie a la idea de que la guerra en esa región responde
a sus intereses nacionales, y que anticipe un arreglo que dé al Vietcong
la oportunidad de participar en la vida política de su país”. El 7 de
marzo decía “la intención de EEUU en Vietnam es inmoral e intolerable”
(Pablo J. de Irazazábal, pág. 28). Robert Kennedy se
estaba presentando como el candidato de la paz y ganando las primarias del
Partido Demócrata. Fue asesinado en junio, dos meses después del asesinato
de Luther King. El Congreso Demócrata de Chicago en agosto estuvo centrado
en la cuestión de Vietnam. Miles de manifestantes lo cercaron a pesar de
la fuerte represión policial. Sin embargo, el candidato elegido fue Hubert
Humphrey, partidario de la guerra. Así que las elecciones las ganó el
republicano Nixon, que se había presentado prometiendo un plan secreto
para resolver el conflicto. Era el mismo que siendo vicepresidente de
Eisenhower había asegurado que si los franceses se iban de Indochina los
norteamericanos les sustituirían. Al poco de llegar a
la Casa Blanca, una nueva brutalidad conmocionó al mundo. Se filtraron las
noticias y fotos de lo sucedido un año antes en una remota aldea
vietnamita, Mai Lay. Era marzo de 1968, la compañía Charlie tenía
orden de tomar la aldea. El capitán Medina reunió a sus hombres y les
ordenó matar a todos los habitantes. Un fusilero de la compañía recordó
después: “¿Te das cuenta de lo que suponía asesinar a 500 personas en
cuestión de horas? Es igual que la cámara de gas (...) Y así es como fue
(...) los juntábamos yo y dos tíos más, poníamos los M-16 en automático, y
los abatíamos”. La visión de aquella
matanza, aderezada con los detalles que hablaban de violaciones en grupo,
del frío asesinato de 500 mujeres, niños y ancianos, empujaron a más gente
a la lucha contra la guerra. El hecho de que
fuese una masacre ordenada por los oficiales y tapada durante un año por
el alto mando indignó más a la gente. Sólo un militar, el teniente Calley,
fue condenado y estuvo en la cárcel ¡4 meses y medio!. La sociedad
norteamericana aprendía algo nuevo cada día sobre el tipo de gentes que la
dirigían. Cada día entendían mejor el tipo de guerra por la democracia y
la libertad que sus soldados libraban en un lugar que pocos podrían
señalar en un mapa. Entendían lo que un coronel americano dijo a la prensa
al comienzo de 1971: “Cada unidad del tamaño de una brigada tiene sus Mai
Lay ocultos en alguna parte”. Así pues el
movimiento contra la guerra seguía creciendo. En noviembre de 1969,
500.000 personas se manifestaron en Washington. Algunos hablaron de la
mayor manifestación de la historia de EEUU. Las
negociaciones de París. La operación ‘Fénix’ y Camboya El 13 de mayo
de 1968 se iniciaron las negociaciones para la paz en París. Tras varios
tiras y aflojas el 18 de enero de 1969 se abrió la conferencia
cuatripartita con representación de EEUU, el gobierno survietnamita, el
gobierno de Hanoi y el FNL. Rápidamente se llegó
a un dialogo de sordos. Nixon había tenido mucho que ver en ello. En los
mítines de la campaña electoral daba su total y patriótico apoyo al
gobierno de Johnson para que negociase lo que quisiera, y sin embargo por
detrás, negociaba en secreto con el régimen de Thieu instándole a no
llegar a ningún acuerdo. Al fin y al cabo los norteamericanos querían irse
de Vietnam pero no salir derrotados. Una contradicción de difícil
solución. El 8 de junio el FNL se transformó en gobierno revolucionario
provisional de Vietnam del Sur. Rápidamente fue reconocido por China y la
URSS. Ante el fracaso de la conferencia cuatripartita, Nixon propuso a
Hanoi una negociación secreta entre Kissinger y Le Duc Tho. Ho Chi Minh
había muerto el 3 de septiembre de 1969 pero su sucesor Le Duan no cambió
el curso de la negociación. En diciembre los americanos informaron a Hanoi
que retirarían lentamente sus tropas. Este iba a ser el plan de Nixon:
vietnamizar la guerra, dando apoyo material y económico al sur,
pero no más tropas. Lo que se guardó de señalar a Hanoi fue otra parte de
su estrategia: la operación Fénix, que trataba de debilitar al
Vietcong antes de llegar a una retirada total, para que el gobierno de
Vietnam del Sur se pudiera mantener. Fénix fue un
programa secreto organizado por William Colby, jefe de posición de la CIA
en Saigón y posteriormente director de toda la CIA. Se trataba de
asesinar a cualquier sospechoso de colaborar con el Vietcong. Como eso era
difícil de saber, los asesinatos fueron cada vez más indiscriminados. Fue
también una oportunidad para la venganza de los terratenientes escondidos
en las ciudades. Los soldados del ejército de EEUU también colaboraron con
los agentes de la CIA y la policía survietnamita. Iban a un pueblo y
reunían a los sospechosos, los agentes de la CIA se los llevaban y los
asesinaban o internaban en campos de tortura. Se calcula entre más de
30.000 y 40.000 los asesinados de esta manera. Lógicamente muchos eran
dirigentes o militantes del Vietcong, pero otros muchos no. El resultado
fue aumentar el odio al ocupante y al régimen títere de Thieu. Es verdad
que tras el Tet el FNL pasó verdaderas dificultades. Cuando en 1975 se
ganó la guerra en muchos pueblos no se pudo ni formar un comité
comunista. La otra forma de
debilitar al Vietcong fue atacar Camboya. Allí en la frontera, tenían su
santuario los dirigentes comunistas. La guerra de Vietnam se extendía a
toda Indochina. Camboya se había
mantenido relativamente neutral, desde la Conferencia de Ginebra en 1954,
con el príncipe Sihanouk como jefe de Estado. En mayo de 1965 Camboya
rompió relaciones con EEUU y reconoció al FNL. Sin embargo, con el inicio
de las negociaciones de paz en Paris, temeroso de una victoria comunista,
el régimen camboyano había tratado de reestablecer relaciones con
Washington haciendo la vista gorda ante los bombardeos que la aviación
americana había iniciado en su territorio contra el Vietcong. La derecha se hizo
de nuevo con el gobierno en Phnom Penh, con el primer ministro general Lon
Nol. Recelosos de Shihanouk y con el apoyo norteamericano le derrocaron en
marzo de 1970; Lon Nol inmediatamente prohibió a los vietnamitas usar su
territorio y Shihanouk se refugió en Pekín. El Khmer Rojo, la
guerrilla maoísta, estaba enfrentado a Shihanouk desde 1962, pero ahora
montaron con él un gobierno de Unión Nacional en el exilio, amparado por
Pekín. Las guerrillas camboyana y vietnamita se extendieron por Camboya.
El intento de echar al Vietcong de Camboya se convirtió en otro
extraordinario fracaso norteamericano. Mao llamó a todos los pueblos del
mundo a unirse a Camboya contra el imperialismo. EEUU y sus aliados
survietnamitas invadieron Camboya. Si Nixon había mantenido en secreto los
bombardeos, la invasión la tuvo que anunciar por televisión. El ambiente
de oposición en EEUU volvió a crecer. Nixon había vuelto a mentir. Además,
las operaciones para cortar la ruta Ho Chi Minh, como las realizadas
anteriormente en Laos, fueron un fracaso. Ante las noticias de
la extensión de la guerra a Camboya, las huelgas y ocupación en las
universidades se extendieron. Dos días después del anuncio de Nixon, 2.000
personas incendiaron el edificio del Cuerpo de Entrenamiento de los
Oficiales de reserva en Kent (Ohio). Al día siguiente los estudiantes
tomaron el campus. La policía entró sin miramientos reprimiendo la
ocupación y cuatro jóvenes fueron asesinados. La gente respondió
indignada: se calcula en más de 4 millones de estudiantes los que salieron
a las calles y ocuparon 1.350 universidades. En 536 se declaró la huelga.
Los estudiantes de 400 colegios se declararon en huelga en señal de
protesta. Fue la mayor huelga general estudiantil en la historia de EEUU.
Durante aquel curso escolar de 1969/1970, el FBI contabilizó 1.785
manifestaciones estudiantiles. Ronald Reagan, gobernador de California,
cerró todo el sistema universitario. El sindicato de los funcionarios
estatales, de condado y municipales se declaró contra la guerra. Nixon sintió pánico.
Anunció que las tropas norteamericanas estarían fuera de Camboya antes de
junio. Pero los acontecimientos de Kent estaban radicalizando el
movimiento. Muchos ya no pensaban que el sistema se podía reformar porque
era básicamente válido. Y lo más peligroso, ese ambiente se estaba
trasladando a las tropas. Los
soldados se movilizan La imagen de
veteranos de guerra en las manifestaciones contra la intervención en
Vietnam nos es habitual a todos. El cine las ha reproducido en numerosas
ocasiones. Algunas de forma fiel y reflejando experiencias reales, como la
del sargento Ron Kovic en Nacido el 4 de julio de Oliver
Stone. Efectivamente estos
veteranos tuvieron mucho impacto en la sociedad americana. Su
participación rompía con las calumnias del gobierno que acusaba a los
manifestantes de facilitar la muerte de sus compatriotas en Vietnam.
Muchos volvían a casa y empezaban a entender muchas cosas. Veían el
abandono del gobierno, la falta de ayudas y el desprecio. La buena
infraestructura de transporte y evacuación minimizó el número de muertos.
Los 58.000 que al final sufrió el ejército norteamericano hubiesen sido
200.000 en cualquier guerra anterior. Pero multiplicó el número de
lisiados que a su vuelta eran una acusación permanente contra la guerra.
Se formó una combativa Asociación de Veteranos contra la guerra de
Vietnam, que jugó un papel significativo en el movimiento. Pero lo que es más
desconocido y más importante es la importante revuelta interna que sufrió
el ejército norteamericano desde 1968. Pronto empezaron a
aparecer publicaciones de soldados, distribuidas en los cuarteles, que se
oponían a la guerra. Algunos pertenecían a partidos de la izquierda que,
correctamente, hacían trabajo político en el ejército en vez de llamar a
la deserción. Pero la mayoría se fueron extendiendo espontáneamente. Llegó
a haber unas 300 durante toda la guerra. Junto a la oposición a la guerra
expresaban un claro resentimiento hacia el salvajismo de la vida militar.
Estos periódicos se extendían por las bases americanas en todo el
mundo. Los brutales campos
de entrenamiento tan bien reflejados por Kubrick en La chaqueta
metálica, fueron suavizándose progresivamente. Era el efecto de las
masivas deserciones que se estaban produciendo: entre 1968 y 1975, 93.000
soldados desertaron. La tasa de deserción triplicó las de la guerra de
Corea. En 1971 representaban 73 por mil en el ejército y 65 por mil en los
marines. 206.000 personas fueron denunciadas por negarse a ser
reclutadas. Pero también en el
propio Vietnam la revuelta se extendía. El periódico francés Le
Monde informó: “Una imagen común es la del soldado negro con el puño
izquierdo cerrado en desafío a una guerra que nunca ha considerado propia”
(Howard Zinn, pág. 444). El nacionalismo
negro se había contagiado al ejército. En 1966, dos tercios de los
soldados negros volvían a alistarse al acabar el servicio. Era una buena
salida profesional para una sociedad racista. En 1970 el porcentaje había
caído al 13%. En total 563.000
soldados fueron licenciados “sin honores”, lo cual indicaba que esos
soldados no habían mostrado una obediencia sumisa hacia los mandos. Hasta ahora habíamos
repasado las muestras de brutalidad del ejército americano en Vietnam. Sin
embargo, el desarrollo de la guerra y del movimiento contra ella fue
provocando una reacción. Unos buscaron
evadirse. Al principio los mandos fomentaron el uso de marihuana porque
tranquilizaba a los hombres, pero después se pasó a la heroína. El tráfico
era organizado por los propios ministros survietnamitas. Según informes
del Pentágono un tercio de los soldados la había probado en Vietnam. Su
aparición como fenómeno social en EEUU se explica por estas cifras:
100.000 toxicómanos fueron el saldo de la guerra. Otros, además de
evadirse, expresaron su protesta de una curiosa manera: matando
oficiales, práctica que recibió el nombre de fragging. Aquellos
oficiales que se empeñaban en misiones arriesgadas o trataban mal a los
soldados empezaron a ser eliminados por sus hombres. Hubo mil intentos de
fragging según cifras oficiales, cien con éxito. Pero estos datos
minimizan la realidad, pues sólo están contabilizados los atentados con
explosivos y no con pistolas. Había
recompensas por la cabeza de los oficiales más odiados. Por el
responsable de la acción conocida como la colina de la hamburguesa
(bautizada así porque los soldados quedaron como carne picada y llevada al
cine por John Irvin) se ofrecían 500 dólares... Esto era un cáncer
para el ejército. Como dijo el capitán Steimberg “Una vez que un oficial
es intimidado por la amenaza del fragging deja de serle útil al
ejército porque ya no puede llevar a cabo las órdenes” (Jonathan Neale,
pág. 188). En las negociaciones
de París el FNL había hecho público que no dispararían a unidades que no
les atacasen. Muchos soldados norteamericanos empezaron a llevar
brazaletes rojos para señalar al Frente que no tenían intención de
disparar. Aunque el ejército empezó a retirarse desde 1971, los
fraggings aumentaron. Nadie quería ser el último en morir por los
intereses del capitalismo americano. Incluso entre los oficiales empezó a
calar el ambiente antiguerra. En navidades de 1972 se produjeron
bombardeos salvajes contra Hanoi, para debilitar al gobierno norvietnamita
en las negociaciones. Eran bombardeos con el único objetivo de matar
civiles. Muchos pilotos de B-52 se plantaron y se negaron a llevar a cabo
semejantes misiones. Los hechos eran
gravísimos. En junio de 1971 el coronel Robert Henil lo describía así:
“Según todos los indicadores concebibles, la parte del ejército que aún
está en Vietnam se encuentra en un estado cercano al colapso, las unidades
evitan o se han negado a entrar en combate, están asesinando a sus
oficiales y suboficiales, están drogados y desanimados cuando no cerca del
amotinamiento. En el resto de lugares la situación es igual de
grave.... “Todos los hechos
anteriores (...) indican que las condiciones generales entre las fuerzas
americanas en Vietnam sólo han sido superadas en este siglo por los
motines de Nievlle del ejército francés y el colapso de los ejércitos
zaristas en 1916 y 1917” (Jonathan Neale, pág. 191). La burguesía
norteamericana sacó las lecciones de todo esto. El ejército se convirtió
en profesional tras Vietnam. Nunca más debía haber conexión entre un
ejército y su pueblo. Hacia
el final. La baza china Las
negociaciones se desarrollaron durante años sin avances y sobre el terreno
las operaciones militares norteamericanas fracasaban. En marzo y abril de
1971 una nueva ofensiva para cortar la ruta Ho Chi Minh en el centro de
Laos había servido de muy poco. La presión para la vuelta de las tropas
era asfixiante. Así pues, Washington se jugó una baza sorpresa. La baza
china. En julio de 1971 Kissinger voló a Pekín y llegó a una alianza de
hecho con Mao. EEUU se convertiría en su aliado contra la URSS a cambio de
que Pekín presionase a Hanoi para llegar a un acuerdo. ¿A qué respondía
semejante traición del régimen maoísta? Hemos visto como desde 1950 el
apoyo chino había sido fundamental para la resistencia vietnamita. Sin
embargo, el régimen de Mao, era sustancialmente un régimen calcado al de
la URSS. Un régimen estalinista, donde la democracia obrera no existía, y
donde su política exterior poco tenía que ver con el genuino
internacionalismo leninista. Pronto, los intereses de la casta burocrática
que dominaba en Pekín colisionaron con los de la burocracia soviética.
Procesos similares se habían producido en otros países, como en
Yugoslavia, cuando Tito harto de la injerencia de la burocracia rusa había
roto con Moscú en 1948. En lugar de impulsar
una Federación chino-soviética que hubiese supuesto un avance sin
precedentes en el desarrollo mundial, desde 1960 se enfrentaron
permanentemente, hasta el punto de llegar a escaramuzas militares
fronterizas. Este enfrentamiento pronto se trasladó al conjunto del
movimiento comunista. Algunos quisieron ver en China un verdadero espíritu
leninista internacionalista frente a los manejos de la URSS. Curiosamente
esta lucha llevó a una carrera por la hegemonía en los movimientos
internacionales que durante años benefició enormemente a Hanoi. Ho Chi
Minh se presentó durante muchos años como el abanderado de la unidad en el
campo comunista. El prestigio de cada burocracia estaba en juego lo que,
unido al riesgo de una victoria americana en la frontera china, llevó a
que tanto chinos como soviéticos apoyaran el esfuerzo bélico de Vietnam
del Norte y el Vietcong. Pero estos apoyos siempre fueron motivos de
disputas. K.S. Karol, describe la situación de las siguiente forma: “Ya en
marzo de 1965, Juslov y Ponomarev anunciaron triunfalmente a la delegación
del Partido Comunista Italiano una información de sus militares referente
al bloqueo por parte de los chinos de los convoyes destinados a Vietnam.
Aquella campaña susurrada provocó, poco después, puntualizaciones
enérgicas de Pekín; en ellas acusaba a Moscú de no haber utilizado
deliberadamente los trenes especiales colocados a su disposición. Fueran
cuales fuesen las razones, el caso era que la mayor parte del material
soviético se llevaba hasta Haiphong por vía marítima, con lo que rodeaba
el territorio chino (...) durante la primavera (1966) los chinos se
declararon convencidos de que la URSS utilizaba su ayuda para presionar a
los vietnamitas, para obligarles a hacer concesiones, y de hecho a
capitular”25 (K. S. Karol,
La segunda revolución china, págs. 444-445). Como vemos, las
recriminaciones eran recíprocas, los dirigentes chinos y soviéticos
peleaban por una cuestión de prestigio. La traición de Mao en 1971, al
llegar a un acuerdo con Kissinger, eliminaba de un golpe las ilusiones de
aquellos que veían en Pekín un referente frente a la decadente burocracia
soviética. Esta disputa benefició a Hanoi, que pudo oscilar entre uno y
otro y tener una voz propia. Cuando China les abandonó, contaron con más
material y apoyo soviético. La baza china, que luego se repitió
vergonzosamente en Angola y Mozambique, tampoco les había servido de nada
a Nixon y Kissinger. El
acuerdo de París Con los chinos
mirando a otra parte, Nixon reinició los bombardeos indiscriminados contra
Vietnam del Norte en 1972. Quería arrancar a cualquier precio un acuerdo a
Hanoi. Fue entonces cuando los pilotos empezaron a rebelarse en un número
preocupante. Hanoi también se la
jugó. Para acelerar las negociaciones y tener una posición de fuerza lanzó
una importante ofensiva en mayo de 1972. Era su respuesta a las presiones
chinas tras el acuerdo Mao-Kissinger. La ofensiva de Pascua fracasó. Los
blindados norvietnamitas llegaron a cien kilómetros de Saigón y se libró
una dura batalla en Queng Tri cerca de la frontera. Sin embargo, el
Vietcong apenas pudo intervenir; nunca había llegado a recuperarse de la
ofensiva del Tet, y la operación Fénix estaba pasando una dura
factura. En esta situación,
sin que ningún bando pudiera avanzar definitivamente, y con el
imperialismo cada vez más desgastado en casa, se acercaba la firma de la
paz.. En julio la paz parecía al alcance de la mano. Pero el gobierno de
Thieu se negó. No quería reconocer al FNL como parte igual. Desesperado
(ya sólo quedaban 40.000 soldados americanos en Vietnam del Sur), Nixon
volvió a ordenar bombardeos indiscriminados de Hanoi y Haiphong. Tras
éstos se llegó al acuerdo. Era el 27 de enero de 1973. Se acordó la
retirada en 60 días de las tropas americanas que todavía permanecían en el
Sur y la liberación de los soldados presos. Se abrían negociaciones entre
el gobierno de Saigón y el Vietcong para organizar un Consejo de Concordia
y Reconciliación que prepararía una consulta electoral. Todo bajo
supervisión internacional. A cambio de comprometerse de no derribar al
gobierno del Sur, el gobierno del Norte recibiría 5.000 millones de
dólares de EEUU. Los soldados
americanos salieron en el plazo previsto. Era la mayor derrota de su
historia. Las negociaciones acordadas entre el FNL y el gobierno de Thieu
empezaron en marzo. La paz se mantuvo durante unos meses pero, al igual
que en 1954, los acuerdos eran inaplicables sobre el terreno.
El gobierno del Sur
logró mantenerse dos años. Realmente no tenía por qué ser así. Cualquiera
se daba cuenta de que había habido unos ganadores, Hanoi y el Vietcong, y
unos perdedores, el imperialismo y sus títeres en Saigón. Si se mantuvo
dos años fue porque Hanoi se empeñó en mantener el acuerdo. Posiblemente
desconfiaba de sus propias fuerzas tras tantos sacrificios, también temía
la reacción china o la posible vuelta a los bombardeos si lo rompía. Una vez más, no
había salida intermedia. El gobierno de Thieu y el Vietcong representaban
dos modelos sociales irreconciliables. Thieu lo entendió pronto. A los
pocos días de los acuerdos declaró: “Si los comunistas entran en vuestros
pueblos deberíais dispararles inmediatamente en la cabeza”. Los americanos
continuaron financiando a la policía survietnamita. La prensa
norteamericana reconoció la existencia de 20.000 “consejeros civiles”
después de la retirada de las tropas, y que la operación Fénix,
rebautizada como Programa F-6, estaba todavía en pleno apogeo. Al
fin Saigón El recuerdo de
los acuerdos de Ginebra estaba muy presente entre los militantes del
Vietcong y no iban a permitir que, después de haber expulsado a los
americanos, Thieu los masacrase como había hecho Diem. Así pues
continuaron la lucha. En mayo de 1974 tras la conquista de nuevas
posiciones militares por parte del FNL, Saigón suspendió las
negociaciones. A Hanoi nunca llegaron los 5.000 millones prometidos. Igual
que los acuerdos de Ginebra, los de París eran inaplicables.
Si en Laos se
constituyó en abril de 1974 un nuevo gobierno de coalición, en Camboya los
khmers rojos, muy fortalecidos, se negaron a algo similar y continuaron la
lucha. A pesar de los miopes cálculos americanos, que creían que Thieu
“había quitado la iniciativa a los comunistas”, todo empujaba hacia el
reinicio de la guerra abierta. El 10 de marzo de 1975, el ejército
norvietnamita lanzó la ofensiva en el puente de Ban Me Thuot, al noroeste
de Hue. Se pudo comprobar lo que era el gobierno de Vietnam del Sur sin
los soldados americanos. El régimen se desmoronó. El ejército
survietnamita desertó en masa. Era un ejército de quintas que no le veía
sentido a morir por un gobierno corrupto y dictatorial. Hue cayó
rápidamente. La estampida se generalizó. Todos aquellos que habían
participado en la represión anticomunista huyeron hacia los faldones
americanos.
No hubo resistencia.
El gobierno había tratado de agrupar a la población amenazando con un
supuesto baño de sangre a manos de los comunistas Esto no ocurrió, la
guerrilla vietcong controló las aldeas y confraternizó con sus habitantes.
Los tanques del Norte enfilaron hacia Saigón. Thieu dimitió el 21 de
abril. Su sucesor firmó la rendición incondicional. Era el 30 de abril de
1975. Una
victoria ejemplar, una lucha heroica Han pasado 30
años de la derrota más humillante del imperialismo norteamericano, el
aniversario ha pasado prácticamente desapercibido en Occidente. Apenas un
par de minutos en los telediarios y un par de páginas en algún periódico.
¿Olvido, casualidad...? Nada de eso. Incluso en un alarde de cinismo
algunos cuestionan el resultado final: “Hoy sabemos, en cambio, que había
mucho más de nacionalismo puro y duro que de marxismo en aquella contienda
(...). En el tránsito de 1975 a 2005, cabe preguntarse si, de verdad,
Washington perdió la guerra vietnamita” (editorial de El País, 3 de
mayo de 2005). La burguesía se siente fuerte y cree que el peligro
comunista es un recuerdo de la historia. Aprovechan la caída del
estalinismo para reinventar el pasado, que en manos de los historiadores y
comentaristas burgueses se ha vuelto impredecible. Ha sido un silencio
consciente. El imperialismo no conmemora derrotas. Más allá de
tonterías como la de El País, Vietnam y sus efectos han tenido un
largo recorrido en la historia. “El yanqui necesita jarabe vietnamita” se
sigue oyendo en muchas manifestaciones. Desde entonces las intervenciones
terrestres norteamericanas han sido pocas. Han utilizado otros medios:
financiación de mercenarios (Nicaragua), guerra aérea (Yugoslavia)...
Ningún gobierno quería pasar por lo que pasaron Johnson y Nixon, una
guerra prolongada, con un fuerte desgaste en bajas propias y la un fuerte
movimiento de oposición en casa. Tuvo que acontecer el 11-S para que la
burguesía norteamericana empezara a cambiar la psicología de su población,
contraria a implicarse en intervenciones militares en suelo extranjero con
soldados de tierra. Luego han venido Afganistán e Iraq. A pesar de todo,
la sombra de Vietnam es alargada. La oposición masiva en todo el mundo,
incluido en EEUU, a la guerra de Iraq fue incluso antes de su comienzo,
una diferencia con lo que aconteció en Vietnam durante el primer período
de la intervención imperialista. De hecho, la movilización de millones de
trabajadores y jóvenes contra el imperialismo norteamericano ha supuesto
un cambio formidable en toda la situación política mundial. El pueblo vietnamita
obtuvo una magnífica victoria. La economía planificada se extendió a todo
el país. Rompieron con el capitalismo y consiguieron su liberación
nacional. Cualquier persona consciente debe apoyar incondicionalmente
estas conquistas, que sentaron las bases para poder recuperar un país
arrasado por la destrucción sembrada por millones de bombas imperialistas,
un país en el que murieron por la guerra entre dos y cinco millones, según
las fuentes. Los acontecimientos
posteriores también han demostrado los límites de un Estado obrero como el
vietnamita, dónde estaba ausente la democracia obrera y las deformaciones
burocráticas, a imagen y semejanza de la URSS, impedían el avance hacia el
socialismo. Desgraciadamente, los límites de una economía planificada sin
la participación consciente de los trabajadores, sin una democracia obrera
genuina, volvieron a quedar de manifiesto. Vietnam no ha sido ajeno a lo
acontecido en el mundo desde 1989 tras el colapso de la URSS y de los
otros Estados obreros deformados de Europa del Este. Hoy es desde las
filas del propio PCV desde donde se abandera una progresiva vuelta al
mercado como en China o la URSS. Pero en el caso de Vietnam, como en los
países anteriormente mencionados, la restauración del capitalismo supondrá
una pesadilla para las masas. El control burocrático fue un freno, primero
en Camboya, donde la toma del poder por la guerrilla del Khmer Rojo dio
origen a uno de los regímenes más despreciables de la historia, que
suministró “argumentos” a todos aquellos reaccionarios que utilizan el
estalinismo y sus derivados para manchar las ideas del genuino comunismo.
Si Pol Pot —el líder del Khmer Rojo— se mantuvo fue porque los
enfrentamientos entre la URSS y China continuaron en el tiempo. Vietnam se
convirtió en aliado de la URSS y Camboya de China. Finalmente Vietnam
invadió Camboya y expulsó a Pol Pot en 1979. China respondió invadiendo
Vietnam y fue derrotada. No es objeto de este artículo analizar estas
luchas. Simplemente las mencionamos como reflejo del límite del
estalinismo, de lo lejos que puede llegar la antimarxista teoría del
socialismo en un solo país. Pero nosotros no nos
quedamos con eso. Nos quedamos con la valentía, abnegación y sacrificio de
millones de oprimidos que lo dieron todo por cambiar su situación y con
ello el mundo. Su ejemplo inspirará a generaciones de revolucionarios
durante siglos. La guerra de Vietnam fue una de las más claras
demostraciones de la barbarie imperialista, pero también una de las más
bellas gestas que la humanidad haya protagonizado en el siglo XX. En el
siglo que comienza el imperialismo vuelve a estar cuestionado a escala
planetaria. EEUU no tiene contrapeso en el mundo. Lo único que le puede
hacer frente es la lucha de los oprimidos. Pensaron que Iraq era pan
comido. Volvieron a equivocarse. Llevan dos años empantanados en una nueva
guerra. Sí, en una genuina guerra por la liberación nacional del pueblo
iraquí. La victoria vietnamita se gestó porque mientras luchaban por
expulsar al imperialismo, luchaban por una vida mejor, por la tierra y
contra el capitalismo. La historia es terca: no hay genuina liberación
nacional sin liberación social. El que el Vietcong, a pesar de muchos
errores en la política de su dirección, fuese claramente identificado con
la revolución y el socialismo ayudó a ganar la simpatía internacional del
movimiento obrero y a acelerar la acción contra la guerra en todo el
mundo. Esa es la tarea que la resistencia iraquí tiene por delante:
dotarse de un programa socialista, la mejor garantía para la
victoria. — Bibliografía
utilizada —
Jonathan
Neale, La otra historia de la
guerra de Vietnam. Ed. De intervención cultural / El Viejo Topo,
2003. —
Pablo J. Irazazábal, USA: El
síndrome Vietnam. Cuadernos del Mundo Actual, Historia 16,
1994. —
Howard Zinn, La otra historia de
los EEUU. Ed. Hiru, 1999. —
Ngo Van, Memoria Escueta. De
Cochinchina a Vietnam. Ed. Octaedro. 2004. —
Jacques Pouchepadass y Pierre Brodeux, El socialismo en el mundo hindú y el
sudeste asiático; en Historia
general del socialismo; de 1918 a 1945, tomo 2. Destino, 1986.
—
Jean Lacouture, Los comunistas en
el mundo asiático; en Historia general del socialismo; de
1945 a nuestros días, tomo1. Destino, 1986. —
Jim Hesman, Vietnam 1945. La
revolución descarrilada. Publicado por primera vez en la revista
marxista sudafricana Inqaba Ya
Basabenzi. Septiembre 1986. —
Philippe
Devillers, De Indochina a
Vietnam. Cuadernos de Historia 16, 1985. —
K. S. Karol, La Segunda
Revolución China. Seix Barral, Biblioteca Breve, 1977. —
François Derivery, Guerra y
Represión: la hecatombe vietnamita;
en El Libro negro del
capitalismo. Txalaparta 2002. —
Historia del Comunismo: Aventura y
Ocaso del gran mito del siglo XX. 2 Vols. El Mundo.
Guerra y
revolución en Vietnam