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La Tercera Internacional
oficialmente está enterrada. Ha desaparecido del escenario de la historia
de la forma más indigna y despreciable posible de concebir. A toda prisa,
sin consultar a los partidos adheridos a ella, por no hablar de las bases
en todo el mundo, sin ningún tipo de discusión ni decisión democrática,
Stalin ha abandonado pérfidamente a la Comintern debido a la presión del
imperialismo estadounidense.
Para comprender cómo esta
organización, que despertó el terror y el odio de todo el mundo
capitalista, a petición del capitalismo ha tenido un final tan poco
glorioso, es necesario volver brevemente al tormentoso ascenso y al aún
más tortuoso declive de la Internacional. El decreto de su disolución sólo
fue un reconocimiento de lo que desde hacía tiempo ya era conocido por
muchos; que la Internacional Comunista como un factor activo hacia el
socialismo mundial estaba muerta y que se había apartado definitivamente
de sus objetivos y propósitos iniciales. Su fallecimiento ya fue
pronosticado y previsto por adelantado.
La Tercera Internacional surgió a
partir del colapso del capitalismo en la pasada guerra (Primera Guerra
Mundial). La Revolución Rusa desató una oleada de entusiasmo
revolucionario en las filas de la clase obrera de todo el mundo. Para las
masas, cansadas de la guerra, desilusionadas y amargadas, llegó como un
mensaje de esperanza, de inspiración y de valor. Mostraba la salida del
caos en que el capitalismo había sumido a la sociedad. Nació como una
consecuencia directa de la traición y derrumbamiento de la Segunda
Internacional, que apoyó a las clases dominantes en la Primera Guerra
Mundial y que, de forma aún más traidora, saboteó y destruyó las
revoluciones que estallaron al final de la anterior guerra mundial. Las
revoluciones en Alemania, Austria, Hungría y los acontecimientos
revolucionarios en Italia, Francia e incluso Inglaterra, demostraron la
crisis del capitalismo. El fantasma de la revolución socialista se cernía
sobre toda Europa. Las memorias y escritos de casi todos los políticos
burgueses de esa época testimonian la desesperación, la falta de confianza
de la burguesía frente a la revolución, el reconocimiento del hecho de que
habían perdido el control de la situación.
La socialdemocracia salvó al
capitalismo. Las poderosas burocracias de los sindicatos y los partidos
socialistas se colocaron a la cabeza de los levantamientos de las masas y
las desviaron por cauces seguros. En Alemania, Noske y Schideman,
conspiraron con los Junkers (oficiales prusianos, el ala más reaccionaria
del ejército alemán) y los capitalistas para destruir la revolución. Los
soviets de obreros, soldados y campesinos, marineros e incluso
estudiantes, que surgieron de la revolución de noviembre de 1918 tenían el
poder en sus manos. Los socialdemócratas devolvieron el poder a los
capitalistas. Gradual, lenta y pacíficamente, tal y como lo decían sus
concepciones teóricas, llegarían a transformar el capitalismo en
socialismo. En Italia, en 1920, los trabajadores habían tomado las
fábricas. En vez de dirigir a los trabajadores hacia la toma del poder, el
partido socialista les pidió no siguieran adelante con procedimientos
"inconstitucionales". Y así fue en toda Europa. Los resultados de este
programa son ahora evidentes. La peor tiranía y la guerra más sangrienta
de la historia del capitalismo.
Pero precisamente debido al
colapso del socialismo internacional en la Internacional Socialista, que
había traicionado al marxismo, se formó la Tercera Internacional. Desde el
comienzo de la pasada guerra (I GM), Lenin, valientemente, hizo un
llamamiento para la formación de la Tercera Internacional. La Tercera
Internacional se constituyó formalmente en marzo de 1919. Los fines y
proyectos que declaraba tener eran la destrucción del capitalismo mundial
y la construcción de una serie de repúblicas socialistas soviéticas unidas
y federadas con la URSS, a la que no se concebía como una entidad
independiente, sino simplemente como la base de la revolución mundial. Su
destino estaría determinado por el desarrollo de la revolución
mundial.
La formación de la Tercera
Internacional llevó rápidamente a la creación de fuertes partidos
comunistas en los países más importantes del mundo. En Alemania, Francia,
Checoslovaquia y otros países se formaron partidos comunistas que
agrupaban a las masas. En Gran Bretaña se formó un pequeño partido
comunista con una considerable influencia. El éxito de la revolución
mundial en el siguiente período parecía asegurado por el desarrollo de los
acontecimientos. Los partidos comunistas en Europa crecían constantemente
en número e influencia, a costa de la socialdemocracia.
La pasada guerra (I GM) no había
conseguido resolver ninguno de los problemas del capitalismo mundial. De
hecho, los había agravado. El capitalismo se había roto por su "eslabón
más débil", como lo expresó Lenin. Los intentos de destruir a la joven
república soviética con las guerras de intervención fracasaron por
completo. El capitalismo alemán, el más poderoso de Europa, se encontró
privado de sus recursos, de parte de su territorio, endeudado por el pago
de las compensaciones de guerra y en general, estaba en una situación
insostenible. Los imperialismos francés y británico, "vencedores" en la
última guerra mundial no se encontraban, en lo fundamental, en una
posición mucho mejor.
Alentadas por la revolución rusa,
las masas de los países coloniales y semicoloniales se estaban levantando
y preparándose para la rebelión. En los países imperialistas las masas
estaban inquietas y descontentas, además la posición económica del
imperialismo anglo-francés había empeorado considerablemente frente al
capitalismo japonés y estadounidense.
En este contexto internacional,
se desató la crisis en Alemania de 1923. Alemania, con su enorme capacidad
productiva, se encontraba paralizada por las restricciones que le imponía
el tratado de Versalles y se había transformado en el eslabón más débil en
la cadena del capitalismo mundial. El impago de Alemania de los plazos de
pago de las compensaciones por la guerra, tuvo como resultado la invasión
del Rhur por parte de los capitalistas franceses. Esto contribuyó a
completar el colapso de la economía alemana y la burguesía alemana se
dispuso a descargar todo el peso de la crisis sobre los hombros de la
clase trabajadora y las capas medias. El marco se devaluó frente a la
libra, en enero su valor pasó de 20 a 40, en julio a 5 millones y a 47
millones a finales de agosto. Las masas alemanas indignadas giraron hacia
el comunismo. Como declaró Brandler, entonces dirigente de la
Internacional Comunista, en la reunión del Comité Ejecutivo de la
Comintern:
"Había síntomas de un movimiento
revolucionario en ascenso. Temporalmente, tuvimos a la mayoría de los
trabajadores detrás nuestra y en esta situación creímos que, en
circunstancias favorables, podríamos pasar inmediatamente al
ataque…"
Pero desgraciadamente la
dirección de la Internacional no estuvo a la altura de las circunstancias
y no aprovechó la oportunidad que se le presentó. La victoria de la
revolución habría conducido inevitablemente al triunfo de la revolución en
toda Europa. Pero, como había sucedido en Rusia en 1917, y volvió a
suceder en Alemania en 1923, sectores de la dirección se mostraron
vacilantes. Stalin, con su oportunismo orgánico, ordenó que se "evitase"
que el partido alemán emprendiera cualquier acción. El resultado fue la
pérdida de una oportunidad favorable para la toma del poder en Alemania y
la derrota que sufrieron los comunistas en este país. Por razones
similares también fracasó la revolución en Bulgaria.
Pero las derrotas de la
revolución en Europa, debido a los fallos de dirección, tuvieron
inevitablemente graves consecuencias. Como había escrito Lenin cuando
planteó en 1917 la necesidad de prepararse para la insurrección en
Rusia:
"El triunfo de la revolución rusa
y mundial depende de dos o tres días de lucha".
El fracaso de la revolución
mundial y el aislamiento de la Unión Soviética, junto a su atraso, el
cansancio y la apatía de las masas soviéticas que habían pasado por años
de guerra, privaciones y sufrimientos terribles durante la guerra civil y
la intervención extranjera, su desilusión y desmoralización ante el
fracaso de sus esperanzas de ayuda por parte de los trabajadores de
Europa; todo esto fortaleció, inevitablemente, a la reacción dentro de la
misma URSS.
En ese momento, representando
quizás de forma inconsciente los intereses de la burocracia conservadora y
reaccionaria que comenzaba a elevarse por encima de las masas soviéticas,
por primera vez en 1924, Stalin apareció con la teoría utópica y
antileninista del socialismo en un solo país. Esta "teoría" procedía
directamente de la derrota que había sufrido la revolución alemana.
Indicaba un alejamiento de los principios del internacionalismo
revolucionario sobre el que se había basado la revolución rusa y sobre el
cual se fundó la Internacional Comunista.
Stalin, en el funeral de Lenin en
enero de 1924, dejándose llevar por la costumbre habito de seguir las
tradiciones de la revolución rusa, declaró lo siguiente: "Al dejarnos, el
camarada Lenin nos ha dejado la fidelidad a la Internacional Comunista. Te
juramos camarada Lenin, dedicar nuestras vidas a la ampliación y
fortalecimiento de la unión de los trabajadores de todo el mundo y a la
Internacional Comunista". En ese momento, él no tenía la menor idea de
adonde llevaría a la Unión Soviética y a la Comintern la teoría del
socialismo en un solo país.
La historia de la Internacional
Comunista desde esos días ha estado estrechamente unida a la política
fluctuante de la burocracia de la URSS. Lenin había unido insistentemente
el destino de la Unión Soviética con el de la clase obrera mundial, y
principalmente, con su vanguardia, la Internacional Comunista.
Hasta el juramento del Ejército
Rojo comprometía a los soldados rojos a mantener su lealtad hacia la clase
obrera internacional. Claro que el Ejército Rojo no era una fuerza
"nacional" independiente, era un instrumento más de la revolución mundial.
Evidentemente, Stalin desde hace tiempo ha cambiado todo esto.
Trotsky, junto con Lenin, que en
sus últimos años de vida veía con alarma la situación que se estaba
creando en la URSS, ya había comenzado la lucha contra la burocratización
del Partido Bolchevique y del Estado soviético en 1923. Lenin ya había
advertido de los peligros de degeneración que amenazaban al estado
soviético.
En un contexto de auge de la
reacción, tanto nacional como internacionalmente, la lucha entre los
internacionalistas y los thermidorianos entró en una etapa aguda. Trotsky,
en alianza con Lenin, pedía la restauración total de la democracia en el
seno del Partido Bolchevique y los soviets. Con este objetivo Lenin pidió
el relevo de Stalin del puesto de secretario general del partido, ya que
éste se había convertido en el punto focal alrededor del cual cristalizaba
la burocracia. Tras la muerte de Lenin, Zinoviev, Kámenev y Stalin —la
"troika"—, consiguieron que el Comité Central tomara una decisión que no
recogía los consejos de Lenin y comenzaron una campaña contra las ideas de
Lenin que estaba defendiendo Trotsky, en esta campaña "la troika" recurrió
a leyendas e invenciones espurias sobre el "trotskismo".
El destino de la Internacional
Comunista estaba unido al destino del Partido Bolchevique de la Unión
Soviética, que a través de su prestigio y experiencia era de forma natural
la fuerza dominante en la Internacional. La transición desde la política
de la revolución mundial a la del socialismo en un solo país representaba
un profundo giro a la derecha de la Internacional Comunista.
En Rusia, Zinoviev y Kámenev se
vieron obligados a oponerse a la política antimarxistta que por entonces
desarrollaba Stalin. Formaron una alianza con Trotsky y sus seguidores.
Stalin, junto con Bujarin, se opuso a la política de industrialización en
Rusia a través de una serie de planes quinquenales que había propuesto la
Oposición de Izquierdas dirigida por Trotsky, Stalin respondió en el
plenario del Comité Central en abril de 1927 con su famoso aforismo: "el
intento de construir la planta hidroeléctrica de Dnioporstroy para
nosotros sería lo mismo que comprar un gramófono al mujik en lugar de una
vaca".
Todavía a finales de 1927,
durante la preparación de XV Congreso del partido, cuya tarea era expulsar
a la Oposición de Izquierdas, Molotov dijo repetidamente: "No tenemos que
caer en las ilusiones de los campesinos pobres sobre la colectivización en
masa. No es posible en las circunstancias actuales". En el interior de
Rusia la política fue la de permitir un pleno desarrollo de los kulaks
(campesinos ricos) y a los nepistas (capitalistas urbanos). Esta
política está perfectamente reflejada en la consigna acuñada por Bujarin,
con el pleno apoyo de Stalin, dirigida hacia el campesinado:
"¡Enriqueceos!"
La política de la Internacional
Comunista giraba aún más a la derecha con la preocupación de Stalin por
encontrar aliados para "la defensa de la Unión Soviética de un ataque". La
Internacional Comunista ya se estaba quedando reducida al papel de guardia
fronterizo. Los desacuerdos dentro del Partido Bolchevique y de la
Internacional aparecieron con la cuestión de la revolución china y la
situación en Gran Bretaña. En China, durante 1925-1927, la revolución
estaba provocando el levantamiento de millones de personas en Asia. La
Internacional Comunista, en lugar de confiar en los trabajadores y los
campesinos para llevar adelante la revolución, como fue la política
leninista en Rusia, prefirió confiar en los capitalistas y generales
chinos. La Oposición de Izquierdas advirtió de las consecuencias que
tendría esta política. El Partido Comunista Chino era el único partido
obrero en China y tenía una influencia dominante entre la clase obrera; el
campesinado miraba el ejemplo de Rusia que les demostraba una salida a los
siglos de sufrimiento que habían sufrido en manos de los terratenientes a
través de la ocupación de tierras. Pero la IC se negó tenazmente a tomar
el camino de la independencia de la clase obrera, camino en el que siempre
había insistido Lenin como un requisito previo para una política comunista
con relación a las revoluciones democrático-burguesas y anti-imperialistas
en oriente.
Mientras tanto, en Gran Bretaña
se seguía una política similar, aquí las masas estaban en medio de un
proceso de intensa radicalización. Como una forma de hacer frente a una
invasión contra la Unión Soviética, los sindicatos rusos hicieron un pacto
con el secretario general del Consejo Sindical del TUC. En Gran Bretaña
existía una tendencia hacia acontecimientos revolucionarios y se puede ver
en el hecho de que un millón de militantes, la cuarta parte de la
militancia sindical, estaban organizados en el Movimiento
Minoritario(1). Trotsky analizó la situación en Inglaterra y
pronosticó el estallido de la huelga general. La tarea del Partido
Comunista y de la IC tendría que haber sido preparar a los trabajadores
para la inevitabilidad de una traición por parte de la dirección sindical.
En su lugar, sembraron ilusiones en las mentes de los trabajadores,
especialmente cuando los burócratas sindicales se escudaron en el acuerdo
con los sindicatos rusos y que utilizaron como una capa. Tras la traición
de la huelga general por parte la burocracia sindical, Trotsky exigió que
los sindicatos rusos rompieran relaciones con el TUC. Stalin y la IC se
negaron.
Después de utilizar durante el
tiempo necesario el Comité Anglo-Ruso, más de un año después de la huelga
general, la burocracia sindical rompió las relaciones. La IC gritó a los
cuatro vientos que la habían traicionado. Pero mientras tanto, el joven
Partido Comunista de Gran Bretaña, que debería haber aumentado su
militancia a pasos agigantados gracias a estos grandes acontecimientos, se
quedó paralizado y desorientado con la política de la Internacional, quedó
totalmente desacreditado y su influencia entre las masas se
debilitó.
Estas nuevas derrotas de la IC,
consecuencia directa de la política de Stalin y la burocracia, a primera
vista, paradójicamente, aumentaron el poder de la burocracia dentro de la
Unión Soviética. Las masas soviéticas estaban cada vez más desmoralizadas
y desilusionadas con estas nuevas derrotas del proletariado internacional
y su moral seguía disminuyendo. Las derrotas, que habían sido una
consecuencia directa de la política de Stalin y la burocracia,
fortalecieron aún mas la posición de ésta en la Unión Soviética. La
Oposición de Izquierdas, dirigida por Trotsky, que había analizado y
previsto correctamente estos procesos, fue expulsada en esta época del
Partido Bolchevique y de la Internacional.
Los resultados internos de la
política de Stalin, comenzaron a dar su fruto en el alarmante crecimiento
de la fuerza e influencia de los kulaks y los nepistas. La Unión
Soviética se encontraba al borde del desastre. Aterrorizados, Stalin y la
burocracia se vieron obligados a adoptar una caricatura de la misma
política por lo cual habían expulsado a Trotsky y sus seguidores. En Rusia
se pusieron en práctica los Planes Quinquenales contra los que Stalin
había luchado tan enérgicamente. Gracias a la producción planificada la
Unión Soviética consiguió sus grandes éxitos y sobre las que actualmente
se basa la URSS para su participación en la guerra.
Mientras tanto, el giro interno
hacia la izquierda provocado por el terror, se reflejó en un giro
aterrorizado hacia la izquierda a nivel internacional. Stalin se había
pillado los dedos en sus intentos de apoyarse en elementos capitalistas en
China y de conciliación con la socialdemocracia. Ahora, bruscamente, llevó
a la internacional en la dirección contraria. La Internacional, violando
sus estatutos, llevaba cuatro años sin celebrar un congreso. Se convocó un
nuevo congreso el que se presentó oficialmente el programa del socialismo
en un solo país como programa de la Internacional Comunista. También
proclamó el final de la estabilidad capitalista y el comienzo de lo que se
llamó el "tercer período". Este "tercer período" su suponía que
desembocaría en el colapso final del capitalismo mundial. Al mismo tiempo,
la socialdemocracia, según la una vez famosa (pero ahora enterrada) teoría
de Stalin, se había transformado en el "socialfascismo". Ya no era posible
llegar a un acuerdo con los "socialfascistas", que constituían el
principal peligro al que se enfrentaba la clase obrera y había que
destruirlo.
Fue precisamente en este período
cuando la depresión sin precedentes de 1929-1933 afectó a todo el mundo.
En particular, golpeó a Alemania. Los trabajadores alemanes se encontraron
en una situación de degradación y miseria, y las clases medias estaban
arruinadas. Las cifras de desempleo en Alemania aumentaban constantemente
hasta que alcanzaron los 8 millones de parados. La clase media, al no
recibir nada de la revolución de 1918 y desengañada con el fracaso de los
comunistas en 1923 que no consiguieron tomar el poder, presa de la
angustia y la desesperación, comenzó a buscar una solución a sus problemas
en una dirección distinta. Ayudados y financiados por los capitalistas,
los fascistas comenzaron a asegurarse una base de masas en Alemania. En
las elecciones de septiembre de 1930 consiguieron cerca de 6 millones y
medio de votos.
A pesar de su expulsión de la IC,
Trotsky y sus seguidores todavía se consideraban parte de ella y pedían
insistentemente que se les permitiera volver a sus filas. Al mismo tiempo,
sometieron a una dura crítica la teoría suicida adoptada por la
Internacional Comunista. En su lugar, defendían el regreso a la política
leninista realista del frente único como único medio de ganar a las masas
para la acción y a través de su propia experiencia, al
comunismo.
Con la victoria de Hitler en las
elecciones, Trotsky dio la señal de alarma. En un folleto titulado: El
giro de la Internacional Comunista. La situación en Alemania, lanzó la
señal de salida para la campaña que durante tres años llevado adelante la
Oposición de Izquierdas de la Comintern, así es como se consideraban los
trotskistas. En Alemania, Francia, EEUU, Inglaterra, en la lejana
Sudáfrica y en todos los países donde tenían grupos, los trotskistas
llevaron a cabo una campaña para exigir que el Partido Comunista Alemán
emprendiera una campaña a favor del frente único con los socialdemócratas
para evitar que Hitler llegara al poder.
Bajos las instrucciones directas
y el asesoramiento de Stalin y la IC, el Partido Comunista Alemán denunció
esta política como "contrarrevolucionaria y socialfascista". Lucharon
insistentemente contra la socialdemocracia a la que consideraban el
"principal enemigo" de la clase obrera y planteaban que no existía ninguna
diferencia entre democracia y fascismo. En septiembre de 1930, Rote
Fahne (Bandera Roja), el órgano del Partido Comunista Alemán
proclamaba lo siguiente: "Anoche fue el gran día de Herr Hitler, pero la
victoria electoral de los nazis es el principio del fin".
Durante estos años la IC continuó
con su funesto rumbo. Cuando Hitler organizó un referéndum en 1931 para
derribar al gobierno Socialdemócrata de Prusia, ante la insistencia
directa de Stalin y la IC, los comunistas alemanes votaron con los nazis
en contra de los socialdemócratas. Todavía en mayo de 1932, el Daily
Worker británico acusaba de esta manera a los trotskistas por su
política en Alemania:
"Resulta significativo que
Trotsky haya salido en defensa del frente único entre los partidos
comunistas y socialdemócratas en contra del fascismo. En un momento como
el actual no se podría haber dado una dirección de clase más perjudicial y
contrarrevolucionaria".
Mientras tanto, Trotsky había
escrito cuatro folletos, docenas de artículos y manifiestos, en todas
partes los trotskistas aprovechaban cualquier oportunidad para presionar a
la IC para que ésta cambiara de política. En enero de 1933 Hitler pudo
tomar el poder sin la más mínima oposición organizada en un país que
contaba con la clase obrera más organizada y con el Partido Comunista más
fuerte, exceptuando el de Rusia. Por primera vez en la historia, la
reacción pudo conquistar el poder sin ninguna resistencia por parte de la
clase trabajadora. El Partido Comunista Alemán contaba con 6 millones de
seguidores, la socialdemocracia con 8 millones. Juntos eran la fuerza más
poderosa de Alemania.
El Partido Comunista Alemán se
condenó para siempre con esta traición. Pero la IC estaba lejos de
reconocer la naturaleza de la catástrofe. En su lugar, apoyó solemnemente
la política del Partido Comunista Alemán y de la Internacional después de
considerarla perfectamente correcta.
Una organización que no puede
aprender de las lecciones de la historia está condenada. Como fuerza en la
lucha por el socialismo mundial la IC estaba muerta. La Oposición
Internacional de Izquierdas rompió con ella y proclamó la necesidad de una
nueva Internacional. Pero lo que era evidente para la vanguardia que había
abandonado cualquier intento de reformar la IC, no era tan evidente para
las masas. Sólo podrían aprenderlo a través de los grandes
acontecimientos.
La IC continuó aplicando esta
política errónea hasta 1934. Cuando los fascistas franceses, animados por
los éxitos del fascismo en Austria y Alemania encabezaron manifestaciones
armadas para derribar el gobierno liberal y el parlamento, el Partido
Comunista dio la orden de manifestarse junto a ellos. Pero ahora el
peligro que Hitler representaba para la Unión Soviética era evidente para
todo el mundo. Stalin y la burocracia estaban aterrorizados. Stalin,
desdeñoso y cínico con la capacidad de la IC como instrumento de la
revolución mundial, la convirtió aún más abiertamente en un instrumento de
la política exterior soviética. Una organización en la sociedad de clases
que deja de representar a la clase obrera, inevitablemente, cae bajo la
presión e influencia de la burguesía, Stalin en busca de aliados giró
hacia las burguesía de Gran Bretaña y Francia. La política del Frente
Popular se inició y se aprobó en el último congreso de la Internacional
celebrado en 1935. Esta política de coalición con los capitalistas
liberales estaba en contra de la política por la que había luchado Lenin
durante toda su vida. Representaba una nueva etapa en la degeneración de
la IC y del primer estado obrero.
Con el ascenso de Hitler, de
nuevo gracias a la política de Stalin, se afianzó aún más la burocracia en
la Unión Soviética. Las casta burocrática se ha elevado cada vez más por
encima de las masas soviéticas y ha aumentado su poder. Pero esta
degeneración progresiva ha sufrido también cambios cualitativos. De ser
simplemente incapaz de asegurar otra cosa que no fuera la derrota de la
clase obrera mundial, el estalinismo se ha opuesto a la revolución
proletaria en otros países. Los Procesos de Moscú, el asesinato de los
viejos Bolcheviques, las purgas, el asesinato y el exilio de decenas de
miles de la flor y nata de los trabajadores comunistas rusos, completaron
la contrarrevolución estalinista dentro de la Unión Soviética.
Los acontecimientos en Francia y
España están todavía frescos en la cabeza de todo revolucionario. La IC
jugó el papel principal en la destrucción de una revolución que podría
haber triunfado. En realidad, se ha revelado como la vanguardia
combatiente de la contrarrevolución. Las derrotas de la clase obrera
mundial condujeron, inevitablemente, a la guerra mundial. Irónicamente, la
guerra se inició con un pacto entre Hitler y Stalin. Así, Stalin asestó un
nuevo golpe a la clase obrera mundial y a la IC. Después dio un nuevo
vuelco y emprendió una campaña por la paz en interés de Hitler, con un
habilidoso disfraz de política "revolucionaria". Como Trotsky dijo en su
predicción del pacto Stalin-Hitler en un artículo escrito en marzo de
1933:
"El rasgo fundamental de la
política internacional de Stalin en los últimos años ha sido el siguiente:
comercia con los movimientos de clase obrera cómo comercia con el
petróleo, el manganeso y otras mercancías. En esta frase no hay un ápice
de exageración. Stalin trata a las secciones de la IC en los diferentes
países y a la lucha de liberación de las naciones oprimidas como si fueran
calderilla en las negociaciones con las potencias imperialistas… cuando
tiene que apoyar a China contra Japón, somete al proletariado chino al
Kuomintang. ¿Qué haría en el caso de un pacto con Hitler? Por cierto,
Hitler no tiene ninguna necesidad particular de conseguir la ayuda de
Stalin para estrangular al Partido Comunista Alemán. La situación
insignificante en la que se encuentra el partido es la consecuencia de
toda su política anterior. Pero es muy probable que Stalin llegue a un
acuerdo para cortar cualquier ayuda para el trabajo clandestino en
Alemania. Esta es una de las concesiones secundarias que tendría que
realizar y, sin duda, estará bastante dispuesto. También podemos estar
seguros de que la campaña ruidosa, histérica y hueca contra el fascismo
que lleva adelante la IC desde hace unos años, va a silenciarse de una
forma hábil y solapada".
La política de Stalin y el
"cadáver corrupto" de la Comintern se arruinó irremediablemente cuando los
nazis invadieron la Unión Soviética. La IC tuvo que dar un giro de ciento
ochenta grados y convertirse de nuevo en el felpudo del imperialismo
británico y Roosevelt. Pero con el aumento de la dependencia de Stalin del
imperialismo estadounidense y británico, también aumentaba la presión de
los "aliados" capitalistas. El imperialismo estadounidense,
particularmente, ha pedido la disolución de la Comintern como garantía
final frente al peligro de la revolución social en Europa después de la
caída de Hitler.
Ya se ha terminado esta
prolongada agonía. Stalin ha disuelto la degenerada Comintern. Al hacerlo,
ha proclamado abiertamente su cambio de campo, al de la contrarrevolución
capitalista en lo que concierne al resto del mundo. Sin embargo, los
imperialistas que obligaron a Stalin a este intercambio a cambio de
concesiones y negocios por su parte, no han comprendido las consecuencias
que esto tendrá.
De ninguna manera van a poder
abortar las nuevas revoluciones que estallarán por todo el mundo. En menos
de dos décadas desde que comenzó su degeneración, la Comintern ha
arruinado muchas situaciones favorables para la revolución en muchos
países. Las décadas venideras serán testigo de muchas revoluciones que
llevarán al colapso y la desintegración del capitalismo.
La época de entreguerras, aunque
fue una época de convulsiones violentas, pronto será considerada como una
época tranquila en comparación con el período venidero. En un ambiente de
insurrecciones y tormentas sociales, se volverá a construir un verdadero
instrumento de la revolución mundial. Durante las últimas décadas los
obreros, excepto en Rusia, han carecido de un partido y dirección
bolcheviques. Volverán los magníficos días de la Internacional Comunista
de 1917-1923.
El crecimiento del apoyo
internacional a las ideas del marxismo, basadas en las tradiciones del
bolchevismo, la rica experiencia del pasado, aprendiendo de las derrotas
de la clase obrera, una vez más llevará a los oprimidos hasta el
derrocamiento del capitalismo y el establecimiento de una república
socialista mundial.
Junio 1943
-
Movimiento Minoritario: Ala de
izquierdas de los sindicatos británicos impulsada por el Partido
Comunista en los años veinte.
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