Julio López
está desaparecido
hace 6428 días
versión para imprimir - envía este articulo por e-mail

Reflexiones a partir de Cromañón: "El kichnerismo engatusó al progresismo"
Por reenvío lavaca.org - Wednesday, Aug. 03, 2005 at 7:32 PM

Juan Carlos Volnovich fue el primer psicoanalista convocado por el gobierno para armar un plan de atención a familiares y sobrevivientes de Cromañón. Huyó despavorido, cuenta, ante lo que percibió como un intento perverso de desmovilización a través de la “psicologización” y la “judicialización” de aquella masacre. Alerta sobre el optimismo oficialista, al que le huele “un tufillo fascistoide”, dice que la prensa está peor que en tiempos de Menem y denuncia que el país está viviendo un exterminio de la juventud por la vía de la indiferencia: ¿qué defensas han generado los jóvenes frente a eso?







La cuestión tal vez acompañe buena parte de la historia del futuro: ¿Cómo pensar Cromañón, ese horno venenoso para cientos de jóvenes, eficientemente habilitado y encendido por la corrupción política y empresaria, el Estado y el mercado?
El psicoanalista Juan Carlos Volnovich aceptó conversar con lavaca sobre tal dilema, aportando ideas para sumar a un debate sobre un hecho que simboliza mucho del presente político y social del país.
Para Volnovich, el tema requiere recorrer una breve historia sobre cómo se llegó hasta aquí, a partir de una promesa de sociedad que se rompió.
“El proyecto de la Modernidad instaló la idea de la ciudad, la vida urbana y la concentración de multitudes con la ilusión del pleno empleo para los que están en condiciones, y donde el desempleo era un síntoma de algo que no andaba bien en el sistema”.
Pero algo se empeñaba en no funcionar y empezaron a construirse paredes: “Las personas ‘decentes’, las que tenían trabajo, eran dueñas de la ciudad. Para la escoria, para la basura, se habían armado muros detrás de los cuales se tiraba a aquellos que no tenían empleo, que no estaban integrados. Los manicomios para los locos, las cárceles para los delincuentes, los reformatorios para los desobedientes, orferinatos, asilos. Y la ciudad era de ‘nosotros’, los decentes que teníamos trabajo”.
Desde Michel Foucault, al menos, la descripción de las cosas se aclaró: la sociedad disciplinaba no tanto a “locos”, “delincuentes” o “abandonados” sino a los pobres y a los que no se integraban aceitadamente al sistema. Las cosas no andaban bien, pero siempre se puede estar un poco peor. “Con el neoliberalismo los pobres empiezan a ser tantos que se invierte la situación, de manera que los sectores pobres y marginales se adueñan de la ciudad. Los medios instalan la idea de que por eso hay violencia urbana. Y entonces los muros cambian de lugar y pasan a ser muros donde la gente ‘bien’ se refugia”.
En lugar de encerrar a los pobres, se encerraron los ricos: “Countries, vigilancia privada, coches con vidrios polarizados, shoppings”. En el caso argentino, allí aparecen los sucesos del 2001.
“El 19 y 20 ocurrió algo muy importante y novedoso. Uno puede pensar que hubo antecedentes como el Cordobazo, pero el 2001 fue una experiencia de insurrección de gente que sale a la calle, que se da cuenta del poder que tiene, que no queda subordinada a liderazgos políticos. Fue el ‘que se vayan todos’, una experiencia de democracia directa sin imponer a un líder, como puede haber sido el 17 de octubre, sino que va a autoproclamarse liderando ese momento”.
Según Volnovich, esa experiencia tiene muchos atenuantes: “No hay que idealizarla, pero sí reconocer que a diferencia de muchas otras, esa dejó una marca. Y fue una señal de alarma para los sectores más reaccionarios que dijeron: esto es un peligro. Un peligro para quienes quieren reprimirlo. Esa imagen de la clase media enternecida con el fenónemo de las asambleas, y ofreciéndole mate a los piqueteros. Esa es la señal de alarma para los sectores reaccionarios”.
En el mapa de Volnovich, allí hay que ubicar la aparición de otra ficha: “Contra eso apareció una experiencia también de masas, pero fascistoide, que es Blumberg. Como si alguien hubiera dicho: si lo hacen de un lado, lo hacemos del otro. No digo que haya sido pensado así, pero pasó. Es como Bush: no sé si Bush estuvo involucrado en el atentado a las Torres Gemelas, pero que les sacó un jugo brutal… Del mismo modo, no sé si lo de Blumberg estuvo preparado de algún modo, pero cuando apareció le sacaron un jugo maravilloso, con la imagen de un muchacho puro y decente, y un padre desgarrado”.

De Blumberg a Cromañón

Ese es el territorio en el que se mueve el gobierno de Kirchner: “El gobierno produce toda una política de desmovilización, o de movilización estilo Blumberg. La desmovilización incluye un operativo de prensa para instalar en el imaginario social que los piqueteros fueron buenos hasta ahora, pero ya no. Ahora molestan”.
Llega el 30 de diciembre del 2004, República de Cromañón: “Ese fue, otra vez, el retorno de lo reprimido. La muerte de esos chicos genera una ternura y una sensibilidad, pero también el riesgo de movilización popular con bastante indiferenciación de clases, porque había chicos más ricos, y también más marginales. Y eso es visto como un peligro por el poder”.
¿Por qué? Porque la gente está en la calle, espontáneamente. Razona Volnovich: “Es la gente indignada frente a una injusticia, frente a un hecho tan aberrante, que sale a la calle y puede hasta cambiar un jefe de gobierno, o un jefe de Estado, o un ministro de Economía, lo que sea”.
El gobierno, señala Volnovich, motorizó una nueva estrategia de desmovilización a partir de dos líneas:
· judicializar la protesta.
· psicologizar la protesta.

Volnovich considera que el rechazo a los partidos de izquierda “diciendo que se querían montar sobre esta experiencia para sacar rédito, impidió la politización del fenómeno, y a partir de ahí el único que puede hacer política partidaria es el gobierno”.
Es tema para el debate. Los chicos de las asambleas relacionadas con Cromañón, como los de muchos centros de estudiantes secundarios, hacen un cuestionamiento a los partidos que intentan dirigirlos o dominarlos. No es un discurso del establishment. Es un discurso de una nueva forma de hacer política, más horizontal, asamblearia y alejada de los partidos.
Volnovich: “Los partidos son un desastre, la política que se dan, sus bajadas de línea en distintos movimientos. Pero es distinto a usar ese fantasma para quitarle a Cromañón el carácter político que tiene”.
Un elemento para despolitizar Cromañón, según este análisis, es judicializarlo: “Se grita ‘justicia, justicia’ se judicializa la indignación, como si no hubiera una justicia corrupta. Además, hay que hacer justicia, pero eso no es garantía de nada cuando de lo que se trata es de un hecho político”.
¿Y en qué consiste la psicologización? “En decir que el problema es que a los jóvenes hay que ponerles límites, que el amor maternal de aquí o de allá, que las chicas dejan en guarderías a los bebés… boludeces” define técnicamente Volnovich “que pegan mucho en la gente”.
La trampa principal, de todos modos, parece ser la de la judicialización: “Hay toda una trampa que lleva a pensar que hay que lograr que se haga justicia con Chaban, o que caiga Ibarra. Son reclamos ineludibles. Pero en realidad habría que tomar conciencia de que Cromañón no es más que la punta de un iceberg, la evidencia y el botón de muestra de toda una generación condenada al exterminio”.
A partir de allí, considera Volnovich, aparece un síntoma frecuente en la clase media: “Pueden rasgarse las vestiduras por los chicos que murieron en Cromañón, pero frente a la cantidad de chicos que mueren asesinados, de diversos modos en todo el país, son totalmente indiferentes”.

La premonición de Bulacio
y la Corte “buena”

Hay una situación que permite entender en qué consiste muchas veces eso a lo que ha dado en llamarse Poder Judicial. Volnovich refresca el caso de Walter Bulacio que hace poco tuvo una definición vergonzosa: “Walter es el chico que fue a escuchar a los Redonditos de Ricota, lo secuestró la policía a la salida, lo torturaron, lo mataron. La familia insistió una y otra vez para que la justicia investigara el caso, que finalmente prescribió”. Pasado un tiempo sin avances en la investigación, las causas caducan. Algún jurista criollo debería encarar un ensayo doctrinal al respecto. Sugerencia de título: El poder de los cajones.
Vuelve Volnovich: “La causa prescribió por la acción de los jueces. Se llevó la denuncia a la Corte Interamericana de Derechos Humanos de Costa Rica, cuyas decisiones deben ser aceptadas por el país, que suscribió el Pacto de San José. La Corte dictó una sentencia ejemplar: condenó al Estado argentino por el asesinato de Walter Bulacio, ordenó apartar a los jueces de la causa, pagar 400.000 dólares a la familia, reabrir la causa con la familia como querellante, y otra serie de medidas, empezando por hacer pública esa denuncia para que funcione como símbolo y ejemplo”.
¿Qué pasó a partir de tan ejemplar resolución?
Volnovich: “Nada. La Corte Suprema, no la vieja mala, sino la Corte nueva y buena, con los progres de ahora, no tuvo más remedio que reabrir el caso, pero excluyó a la familia como querellante, con lo cual no hay quien motorice el caso. Tampoco dio ninguna publicidad a esa sentencia. Y el principal imputado, el comisario Espósito, sigue en su casa”.
Moraleja, según el psicoanalista: “Es absolutamente loco pensar que gritando a favor de la justicia por lo de Cromañón se va a conseguir algo, después de que a los que gritan se los acalló antes. Se logran sentencias internacionales que te dan la razón, y aún así no pasa nada”.
Pero entonces, ¿no hay que luchar y exigir justicia? “Hay que hacerlo, pero entendiendo que hay una encerrona, una trampa en esto de pensar que con eso solo estamos en el buen camino. Hay que hacerlo. Pero reducir todo a Chaban…”
¿Y hacia dónde habría que ampliarlo? “Reclamar que la justicia funcione es ineludible, sin dejar de considerar que hasta la Corte progresista se ríe de la justicia. Me parece que hay que trabajar aquellas cuestiones que tiendan a una modificación en el imaginario social que logren que esta indignación por la impunidad se transforme en algo más. El cambio que hay que hacer es colectivo, no se reduce a una sola institución”.
Una novedad que desencierra a los familiares es formar grupos, actuar en conjunto, acompañarse. ¿Por ahí puede haber un camino? Volnovich no se permite esperanzas fáciles: “Estar juntos es fundamental. La experiencia de Madres de Plaza de Mayo, por ejemplo, es muy elocuente. Pero tampoco es garantía de nada. Los grupos fascistas, las sectas, también están juntos y apelan a la comunidad o a lo colectivo”.
Pero entonces, una vieja pregunta: ¿qué hacer? “Creo que hay que tomar conciencia sobre el grado de exposición al cual están sometidos los jóvenes en este país, y eliminar prejuicios que permitan que sólo el gobierno y la derecha hagan política con este caso”.

El ministerio del miedo

Para comprender a qué se refiere, Volnovich cuenta que apenas ocurrió Cromañón fue convocado por el Ministerio de Justicia conducido por Horacio Rosatti: “Él tomó personalmente esto, empezó a llamar a psicólogos para trabajar con los familiares y los sobrevivientes, y apareció una enorme cantidad de dinero que se ha hecho evidente en el grupo de padres que están viviendo de pronto de ese dinero y siendo funcionales, quiérase o no, a la política de Kirchner. A mí me llamaron de allí, directamente el ministro Rosatti, y también de Desarrollo Social, para hacer un proyecto de atención a las víctimas. Me invitaron a un edificio recién reciclado del Ministerio de Justicia, todo blanco, todo vacío y enorme, para destinarlo a eso. Habían convocado a una cantidad de psicólogos. Me sentaron ahí para armar un grupo, muy ágilmente. Había muchos recursos. Me sugirieron que los psicólogos que estaban ahí atendieran a los familiares y víctimas en sus consultorios privados. El Estado les pagaba. Entonces yo dije: ¿Y este lugar? ¿Por qué no acá? Era para que los familiares y sobrevivientes no se encontraran. Para transformar el hecho político en un duelo individual. Que cada uno hiciera su duelo personal ignorando que no hay manera de procesar un duelo individualmente, sino que debe ser de manera colectiva, al menos en este tipo de experiencia”.
-¿Y qué pasó con la propuesta?
-Me escapé. El ministro Rosatti lo está esperando, pero me fui horrorizado porque no podía creer el gran cinismo. Nunca me pasó que nadie viniera a tratar de sobornarme para jugar para el enemigo.
-En plan progresista, el nombre “Volnovich” era uno de los candidatos ideales para dirigir esto.
-Traté de ser muy cortés, amable, mucho gusto, y salí porque había estado ahí, le había visto la cara, era de verdad: esa cosa cínica donde no hay ocultamiento. Y hubo otro proyecto en Desarrollo Social con la misma idea. Las causas nobles son rápidamente convocantes de dinero, tenemos que montarnos en el tren, además hacerlo ante los medios, ayudar a los pobres en el momento de la catástrofe. Como si hubiera un terremoto, y aparece una brigada que ayude en algo digno, y además oportunista, y que haya mucha guita.
-Era de verdad. Aunque esas cosas uno se las atribuía al menemismo.
-El menemismo tenía la honestidad del perverso. Ahora aparece esto. No entiendo la adhesión, la simpatía que le tiene la izquierda a Kirchner. Entiendo que ha tenido algunos gestos. Paga todas las deudas. Pero reforzó la misma línea de todo. La distribución de la riqueza no fue tocada para nada.

Medios capturados: “Peor que con Menem”

Volnovich relató su convocatoria al ministerio de Justicia en un foro donde habían concurrido psicólogos y también sobrevivientes. “La primera reacción de los psicólogos era que me querían comer, como si les escupiera el puchero, y para colmo yo aparecía como en contra de que fuera atendido el dolor y el sufrimiento. Había un muchacho que tenía el hermano muerto, con una posición francamente reaccionaria. Acusaba a los organismos de derechos humanos, y demás, pero cuando salí, me para una chica y me dice: yo soy la novia de ese muchacho y él está con la psicóloga que le puso la comisión de atención a las víctimas. Y yo me doy cuenta de que le están haciendo la cabeza, no sé qué hacer ¿Le tendría que decir que no vaya más, que consulte a alguien de afuera? Por supuesto, no le di ninguna respuesta, porque la propia piba ya la tenía”.

Para Volnovich todo esto representa una política muy abierta de desmovilización. “Que es eficaz, aunque permanentemente tiene rasgaduras porque en cualquier momento se arma: por los jóvenes, las escuelas, los centros de estudiantes… en cualquier momento”.
-Los jóvenes, al menos en determinados casos, parecen estar buscando nuevos modos de actuar y organizarse, alejados de los convencionales.
-Me parece que van a inventar nuevas formas de participación política, de protagonismo político. Lo están haciendo, pese a la tendencia muy grande a la despolitización. Es cierto que los partidos convencionales contribuyeron generosamente a esa despolitización, porque son bastante catastróficos, incluso los de izquierda, o sobre todo los de izquierda. Pero también es cierto que están resistiendo una ofensiva brutal, con operativos de prensa y con los medios que, como nunca, están totalmente capturados. Peor que en la época de Menem, donde había cierta tensión entre la prensa y el gobierno. Ahora, ninguna.
-Como si hubiera un pensamiento único kirchnerista.
-Tal cual. El gran mérito que tuvo fue engatusar a un sector progre, pero repitiendo lo mismo. No se puede creer cómo la gente se enganchó con lo de la ESMA, que está muy bien, pero digamos la verdad: es como matar a un muerto. Es cierto que luchamos para que se deroguen las leyes de impunidad. Pero lo capitaliza Kirchner como si eso no fuera el fruto de muchos años y mucha gente trabajando en eso. y de paso, logra tener acallados a todos los sectores de izquierda más progresista.
-¿Cuál es el diagnóstico para entender que haya ocurrido esto?
-Me parece que cuando el terror se instala, aparece luego una cuestión donde uno se deja engañar, donde las masas siguen a cualquier proyecto desde el lugar del terror. Pasó primero con el menemismo. Con dolor hay que reconocer que tuvo un alto grado de consenso, con efectos desvastadores. Me parece que después del 19 y 20 Kirchner supo capturar ese progresismo en base a algunas medidas sobre derechos humanos. Después de una situación traumática, aparece como una idea salvadora. Yo lo que alerto es sobre ese tufillo fascistoide que pueden tener estos movimientos optimistas y de masas, como lo que estamos viendo ahora.

Jóvenes: matarlos con la indiferencia

¿Por qué puede decirse que hay una generqación condenada al exterminio?
-Los jóvenes en la reorganización neoliberal no tienen lugar. Y grandes multitudes lo saben: no llegan al reparto de bienes materiales, ni simbólicos. Eso genera una especie de situación a veces suicida.

La explicación tiene que ver con una cuestión de esencia del ser humano: “Cuando nace el bebé, está absolutamente a merced de la mamá, de un adulto. Si este adulto no lo alimenta, no lo higieniza ni le da abrigo o cariño, el bebé no vive. Esto supone que el bebé depende de un poder dueño de la vida y de la muerte. Si ese poder desea su muerte, lo único que puede hacer el bebé es ligar su deseo al deseo de muerte del otro. Se identifica. Yo tengo la impresión de que es lo que ocurre cuando la propuesta del poder para las nuevas generaciones es que desaparezcan. No hay lugar para ellos. Los jóvenes no tienen más remedio que identificarse con eso, y ahí parece algo que es cierto, hay un aumento de la violencia. Violencia hacia los demás y hacia sí mismos. Autoagresiva y agresiva, que no es otra cosa que haberse identificado con las representaciones mortíferas que les ofrece el propio poder”.
La situación, de todos modos, no es cerrada: “Los jóvenes también se rebelan, inventan nuevas maneras de cantar presente, de hacerse notar, de decir: queremos vivir. Queremos un lugar en el mundo. Hay experiencias culturales, como el rock, que parece una respuesta de los jóvenes: no dejarse arrasar”.
La comparación que se le ocurre a Volnovich: “Ahora se sabe que hubo muchas más rebeliones de las que se suponía contra los nazis. Pero hubo algo ahí de un poder que decidía que tenían que morir, y los judíos colaboraron. Es lo que se ve en la famosa foto del soldado nazi que está apuntándole a un judío que está cavando la fosa, donde lo iba a enterrar después de matarlo para que no diera mal olor. Yo tengo la impresión de que ahora hay muchos que no están dispuestos a cavar su propia fosa, van a hacer quilombo, van a crear situaciones de reivindicación”.
De todos modos, ¿no es excesivo hablar de exterminio? “Si se ven las pocas chances de conseguir trabajo que tienen los pibes, la exclusión, las pocas oportunidades de los de la clase media de llegar al nivel social y económico que tenían sus padres… Del otro lado, en la calle, en las estaciones de trenes, puede verse la cantidad de pibes que no tienen un lugar en el mundo. No van a ser exterminados en un campo de concentración. Van a ser exterminados ignorándolos. No existen. Quedan fuera del reparto de la riqueza. Los van a matar con la indiferencia”.

Cómo desmentir lo que se está viendo

Sin embargo, hay rebelión, hay reclamo por vivir y por tener un lugar en el mundo. Por inventar situaciones y modos de vida. ¿Es así, o es una ilusión óptica?
Razona Volnovich: “Hay experiencias que dejan marca, experiencias de toma de conciencia colectiva como el 19 y 20 de diciembre, por ejemplo. Y hay otras con las que los partidos y los intelectuales de izquierda nos ilusionamos. Creeemos que son experiencias de masas, pero a veces son situaciones de sincronización afectiva hasta muy fascistoides, donde todos se enternecen por algo pero sin cambiar en absoluto su conciencia. En la Argentina se pudo estudiar el fenómeno de la desmentida, por ejemplo, en la dictadura militar. La gente decía ‘nosotros no sabíamos lo que estaba pasando, no sabíamos que había campos de concentración, desaparecidos y torturados’. Dos minutos después, esa misma persona contaba con lujo de detalles que en el departamento de al lado habían entrado militares rompiendo todo y llevándose a una familia, que había operativos nocturnos, que un primo, que un vecino: todo”.
-Conclusión: ¿sabía o no sabía?
-Sabía, obviamente, el conflicto psíquico se arma al juntarlas dos cosas. La solución es “por algo será”, buscarle una justificación. Eso permite que uno sepa todo, y haga como que no existió. No es que reprimía, no es que negaba, no es que olvidaba: desmentía. Hay algunas experiencias de sincronización emotiva que funcionan así, no dejan marca.
-¿Por ejemplo?
-Pienso en toda esa ternura tan inexplicable en la clase media, donde las personas se horrorizan ante un fenómeno, se indignan, claman justicia, pero salen de eso y son capaces de matar o contribuir a lo mismo que los horroriza. Es muy cotidiano: la clase media va a escuchar a Enrique Pinti, los insulta, les dice todos los detalles, lo aplauden, se van, y listo. O van a escuchar a Silvio Rodríguez y se les cae el corazón. Salen a la calle, hay chicos juntanto basura, y no los ven.
-¿Y en Cromañón?
-Yo creo que no provocó indiferencia. Pegó y pegó en la marca que había dejado abierta la otra experiencia, la del 19 y 20 de diciembre. Sería injusto decir que el reclamo no está presente. El reclamo ha sido pervertido, pero no invisibilizado. Se nota, está permanentemente en los medios.
-Muchos familiares, sin embargo, hablan de cierta frialdad social. Los chicos cuentan que intentan plantear el tema y les responden: “otra vez Cromañón”.
-Puede haber de todo, incluso repetición que tiende a trivializar, a banalizar, a hablar tanto del asunto que se desgasta. El desgaste semántico. Los norteamericanos lo supieron muy bien. Cuando Vientam, antes que tapar u ocultar, decidieron incorporar el tema a la cultura cotidiana, a la televisión, a todo. Se incorporaba de tal forma que uno terminaba no viéndolo, de tan presente.
-Hablábamos antes del kirchnerismo, del optimismo, del país en serio. Luego de creer en esas cosas, aparece Cromañón ¿Puede ser que en mucha gente haya funcionado la culpa después de haber creído en esa situación supuestamente salvadora?
-La culpa es brutal. No sólo por haber creído, por tener conciencia. Por lo menos en la generación mía: ¿qué es lo que quisimos con el país, y qué les estamos dejando a nuestros hijos.... el amor a la patria? Hemos sido cómplices. Hemos sido contribuyentes en la destrucción de un mundo, que además les dejamos a los chicos. Pero no sólo a los chicos pobres, también a los de clase media y a los ricos. Los ricos han tenido tal grado de avaricia, de voracidad en la acumulación de capital, que han construido un país donde no pueden criar a sus hijos tranquilos. ¿Te das cuenta? La gente rica con hijos tiene que armar todo un sistema paranoico de protección, de guardaespaldas, sistemas de seguridad, coches blindados, y que cuanto antes se vayan a estudiar al exterior. En ese sentido lo de Axel Blumberg fue muy interesante. El padre lo que hace es desligarse de la responsabilidad de una clase. Y toda la clase pudiente se identifica con él, con un tipo que no asume la responsabilidad de decir qué hicieron, cómo matan a los chicos por la inseguridad que ellos mismos generaron por voracidad desesperada. Contribuyeron a armar un país donde no hay lugar ni para ellos.
-Los chicos con recursos tienen la posibilidad de salir, viajar, ¿Y el resto?
-Mi impresión es que los chicos tienen un potencial enorme que va por dos lados. Ellos en principio tienen una enorme ventaja con respecto a los adultos en la familarización con las nuevas tecnologías. Incluso los sectores pobres: los pibes de las villas van a los ciber. Y lo otro es las relaciones de género, los pibes y las pibas. En las nuevs generaciones los vínculos entre chicos y chicas tienden a ser más democráticos que los de las generaciones adultas, que han sido mucho más sexistas, de mayor discriminación. No hay que idealizar, porque también hay reorganizaciones fascistoides de los pibes. Una cosa es la autogestión de los chicos, y otra son las bandas, las patotas, las pandillas fascistas con estructuras de poder jerárquico.
-Reproducen el modelo de poder para defenderse y atacar. No deja de ser otro modo de respuesta.
-Pero por eso no hay que idealizar. Uno dice “los jóvenes se juntan y fracasa la política de atomización o fragmentación de la red social” aunque a veces se unen en estructuras fundamentalistas religiosas o bandas mafiosas. Pero también están todos los otros, los que pueden usar a favor las tecnologías y esas formas más democráticas de relacionarse y de actuar, de lograr el nuevo protagonismo del que hablábamos antes, y que viene de las marcas que dejó la experiencia del 19 y 20.





éstas notas pueden ser reproducidas libremente, total o parcialmente (siempre que sea con fines no comerciales), aunque agradeceríamos que citaran la fuente.


agrega un comentario


MUY INTERESANTE!!!!!
Por MIGUEL REVUELTA - Thursday, Aug. 04, 2005 at 1:56 AM
mi_vuelta@yahoo.com.ar

estoy de acuerdo en todo y es la primera vez que alguien es tan claro en este tema.

agrega un comentario


SOLO UNA COSA
Por FERNANDO - Thursday, Jul. 06, 2006 at 2:02 AM

LA REACCION DEL 19 Y 20 POR PARTE DE LA CLASE MEDIA COMO LO DICE LA NOTA SI FUE ESPONTANEA, PERO NO CREO QUE LA GENTE DE CLASE BAJA(REALMENTE NO ME GUSTA LLAMARLA ASI PERO ES PARA QUE SE ENTIENDA A LO QUE ME REFIERO) HAYA SALIDO TAN ESPONTANEAMENTE A SAQUEAR TODO LO QUE ENCONTRABA A SU PASO, Y REALMENTE LO QUE VOLTEO AL GOBIERNO DE DE LA RUA, FUE EL CAOS QUE SE OCUPARON DE MOSTRARNOS, A MI ENTENDER DIGITADOS POR EL QUE DESPUES FUE PRESIDENTE HASTA QUE ASUMIO "K" ..

agrega un comentario