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Se Va Aguas “ArGenTinas” ¿Y Ahora Qué?... ProPiedad Pública NO EsTaTaL
Por Colectivo Nuevo Proyecto Histórico -
Monday, Sep. 26, 2005 at 4:09 AM
correo@colectivonph.com.ar (Casilla de correo válida)
• ¿La tutela estatal sofoca la organización de lo público? • ¿Es lo mismo propiedad autogestiva que propiedad estatal? • ¿Puede existir un servicio público donde su uso sea gratuito?
Colectivo Nuevo Proyecto Histórico http://www.colectivonph.com.ar Se Va Aguas
“Argentinas”… ¿Y Ahora Qué? ·
Aguas y Transportes,
Energía y Peajes, Correo y Telecomunicaciones, Puertos y Aeropuertos,
Carreteras y Elevadores: ¿Se puede superar la dicotomía de medios productivos
privados versus medios productivos estatales? ·
¿Tiene algo de pública una empresa mixta? Es decir,
una forma de propiedad compuesta por empresas privadas y empresas estatales. ·
A la propiedad privada: ¿Qué se le opone? ¿La
propiedad estatal o la propiedad comunitaria? ·
¿Podemos crear un tipo de propiedad comunal donde
no participe el Estado? ·
¿La tutela estatal sofoca la organización de lo
público? ·
¿Es lo mismo propiedad autogestiva que propiedad
estatal? ·
¿Puede existir un servicio público donde su uso sea
gratuito? Colectivo Nuevo Proyecto
Histórico (NPH) Conectate con: Indymedia http://www.argentina.indymedia.org Prensa De Frente Clajadep-la
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Hommodolars la haine kaos [en-la] red Okupazión Auditorio Che Guevara http://www.okupache.espora.org *Servicio Público
NoEstatal
Izquierda, Estado, la
ilusión estatal y otras fantasías
sociológicas:
Un fantasma recorre la Argentina: el fantasma de Lord Keynes. Pero no vive en las viejas mansiones del pensamiento populista o en los
ideólogos neocepalinos sino que asienta sus reales en la misma izquierda.
Existe una
neoizquierda diríamos "lasalleana" posmoderna. Se ubica tanto en
organizaciones vetustas como en intelectuales "progres" con prensa.
Es producto de varios factores. Una de las constantes de los últimos
movimientos sociales (y no sólo: basta ver los sindicatos fordistas o el
neokeynesianismo de último minuto de Kirchner) ha sido volverse hacia el Estado
como solución a los problemas planteados o como palanca de Arquímedes.
Pareciera que
nada podemos pensar sin tener al Estado como horizonte último. Más allá de los límites que
expresan las reivindicaciones que se dirigen a un Estado que está, por otra parte, en el corazón del
dispositivo denunciado (explotación, privatizaciones, flexibilidad,
desreglamentación, violencia monetaria, precarización,
"Capital-Parlamentarismo"), lo que más nos interesa aquí es la
postura de la izquierda radical.
Dejemos por un
momento al reformismo de centro-izquierda (los restos del naufragio del
FREPASO). Esa izquierda no se contenta ya con apoyar un Estado capitalista
moribundo, sino que procede a una verdadera rehabilitación de su papel (en
nuestro caso con la participación fervorosa en candidaturas presidenciales). Ya
se trate de fuerzas sindicales (CTA) o de sus teóricos y periodistas (Naomi
Klein et altri), asistimos a la emergencia y normalización de una teoría del
Estado que intenta buscarle un nuevo espacio en el seno del capitalismo agónico
argentino.
Se trata de
defender una visión del Estado contra la anarquía de las masas, una
civilización contra la barbarie. En suma, volver a un buen Estado
social-populista (la ilusión de una primavera a lo Cámpora de 1973, de un nuevo
Bandung "tercermundista" y latino con Lula, Chávez, Kirchner y el
abuelo Fidel en el fondo) frente al Estado liberal "mínimo" y elitista.
La civilización del trabajo asalariado digno contra la del paro y la exclusión.
La relación de
fuerza permanente no tendría que ejercerse contra el capital con el fin de
abolir el Estado y el trabajo asalariado. Se trata más bien de situarse en el
interior de la relación capital/trabajo con el fin de modificarla en favor del
poder estatal (que tendría un componente técnico neutro, hegeliano).
La confianza
ciega en ese poder, que niega toda autonomía y toda subjetividad propia al
movimiento colectivo de los explotados (trabajadores flexibilizados,
asalariados intermitentes y precarios de todos los géneros, con o sin papeles,
mujeres, jubilados y pensionados), es uno de los fundamentos: no se trata de atacar al enemigo
en el corazón (y destruirlo), sino de mejorar la situación presente
mediante la intervención de un dispositivo mediador, universal y teóricamente
neutro (¿qué es si no un mediador?) el Estado.
No hay que acabar con esa
civilización del trabajo (asalariado, por supuesto), ni con ese Estado protector de derechos
"universales" del hombre (mortalmente criticado por Marx), horizonte
insuperable de las luchas contemporáneas, sino más bien controlarlos y
defenderlos.
Pues el
Estado, no sólo es visto, como el mediador indispensable (nada de democracia
directa o de antagonismo de clases en su interior) sino que también es
presentado como el posible representante de los intereses de los ciudadanos
genéricos, incluidos trabajadores y precarios.
O, en la
visión más extrema, como un medio instrumental para propaganda y agitación de
masas, un lugar que merece la pena disputar.
Todo esto
significa olvidar demasiado deprisa el papel lógico-histórico del Estado tanto
en el desarrollo del capitalismo (orientación de la producción) y de su reforzamiento,
como en la represión de los movimientos sociales, como en la coronación del
"Capital-Parlamentarismo".
Como cada vez más
personas escapan al control directo del capital debido la restricción del
trabajo asalariado (posfordismo), el Estado se encarga a la vez de
calmar a esa masa de precarios por un sistema de subsidios limitados (en el Tercer Mundo los planes de Jefes de Familia;
en el Primer Mundo el subsidio por desempleo) y de reprimirlos preventivamente: video-vigilancia, multiplicación de policías
paralelas (agentes municipales, vigilantes, grandes hermanos, controladores,
trabajadores sociales... a menudo antiguos desocupados, ingeniería social),
fichaje sin contemplaciones (informatización del DNI, identificación de los
sin-papeles, de los desempleados, interconexión de los registros de las fuerzas
de seguridad y los impuestos, base de datos financieros).
Creer que el
Estado es neutro y puede servir indirectamente o coyunturalmente a los
dominados es uno de los mitos sostenido por la vieja izquierda y el progresismo
intelectual.
Esta es la pregunta cuando hablamos “desde adentro”. En esa lógica de un Estado árbitro hegeliano de
conflictos y garante de los derechos sociales que lógicamente se origina antes
de la guerra civil entre clases. Los animadores del movimiento social de las
huelgas de noviembre-diciembre de 1995, y ahora con los precarios en huelga, en Francia se encontraron ante la siguiente alternativa
parecida a la nuestra: constituirse en sujeto autónomo para reivindicar y construir
por la fuerza del movimiento colectivo nuevos proyectos e instituciones de
poder por fuera, o mendigar una vez más al Estado las migajas del pastel del
capital, amenazando con no
trabajar si los magros derechos ligados a ese trabajo (como la jubilación) iban
a la baja.
El interés del
análisis de ese movimiento reside en que siendo el Estado mismo el patrón (el
capitalista colectivo ideal, Engels), las contradicciones aparecen más
claramente. La mayor parte del tiempo, la justificación política de los huelguistas
franceses fue: el “derecho a...”.
Acantonarse en reivindicaciones expresadas en términos de derechos (al trabajo digno, a la sanidad, a la educación, a la jubilación
según la escala móvil), significa protegerse ilusamente bajo la capa del Estado
“Capital-Parlamentario”, que consiente en firmar hoy algo que no tendrá dudas
en violar mañana con la arrogancia y el cinismo que le caracterizan.
Frente a esta
lógica de los derechos mendigados y garantizados por el enemigo y su
instrumento central, ¿no podría a la
inversa oponerse la lógica constituyente de la apropiación directa y colectiva
de las condiciones de vida (alimento, techo, transporte) y, sobre todo, de la producción y de la vida social comunitaria? ¿no
es esto la autonomía, la liberación de los trabajadores por los trabajadores
mismos?
Frente a esta
tentativa inconsciente de embellecer o emparchar al Estado
"Capital-Parlamentario" y de suplicarle que sea lo que no puede ser, ¿no hay lugar para otros horizontes?
Tomemos un caso paradigmático: la cuestión de las
concesiones ferroviarias cuestionadas a fin del 2002 en Argentina. La reivindicación principal era la defensa del
servicio público tal y como éste debía ser. Ahora bien, el problema es que
limitarse de golpe a pensar el servicio público en el cepo estatal, significa
de hecho autoprohibirse
la posibilidad de pensar verdaderamente la noción de servicio público
democrático desde la autonomía.
Porque, ¿qué significa un medio de transporte en el que la
forma dinero selecciona a los individuos que pueden desplazarse y los separa en
clases, donde el tiempo y la rápida ganancia se convierte en el criterio
principal de organización de la red ferroviaria? La
izquierda clásica repitió la fórmula: "Es preciso recordar que el
transporte debe ser un servicio público, que no puede estar regido por las
reglas del beneficio privado. Por eso, frente a la situación actual, creemos
que se impone exigir que el Estado se haga cargo de toda empresa que despida,
suspenda o afecte el servicio. Y actuar en consecuencia, en todos los órdenes,
para que los colectivos circulen, los compañeros trabajen, no se rebajen los
salarios y el boleto no aumente".
Esto es del
PO, no del FREPASO, pero vale para cualquiera de las orgas clásicas o los
intelectuales herbívoros.
Una postura autónoma sería la de la gratuidad total,
que pone en cuestión la mercantilización del transporte. A condición de que sea total -y no reservada
simplemente a los pobres, jubilados o desempleados-, la gratuidad podría poner
en cuestión esencialmente a las concesiones y, sobre todo superar, la cuestión
del estatuto de los ferroviarios. Superando la supuesta neutralidad del Estado
y hasta la valorización de un sector del capital. Sin embargo, mientras que no
se cuestione el conjunto de la función patronal (estatal o privada) de la red
ferroviaria, esa reivindicación no podrá turbar el orden capitalista en la
materia (una
ciudad plenamente capitalista francesa como Compiégne ha declarado gratuito el
transporte de autobús para conseguir más asistencia de consumidores al
centro de la ciudad).
El otro punto,
que podría conducir a una ruptura, concierne a la organización misma de los transportes
colectivos desde sus propios trabajadores. Nunca se les ocurre a los asalariados la posibilidad de apoderarse de la
empresa en la que trabajan prohibiendo el acceso a los cuadros (Nueva Clase) y
los pequeños jefes para ponerla en autogestión. Y experiencias de ese tipo ya
ha habido; sin remontarse a los consejos obreros o a la España revolucionaria:
en Francia en 1944 en la fábrica Renault, por ejemplo.
También en
barrios del Gran Buenos Aires existieron experimentos autónomos de transporte
popular (cooperativo). Esa falta de audacia se explica, por una parte, por el
papel de los sindicatos fordistas, y, por otra, por decenios de derrotas que
permiten considerar el mantenimiento de lo adquirido como una victoria en
detrimento de la imaginación revolucionaria sobre otras formas de actuar (la
acción directa, el sabotaje) y de funcionar en la empresa.
Y aquí sigue
siendo clave la responsabilidad de la vieja izquierda. Rara vez se interroga la
noción de servicio público desde lo autónomo y se deja espacio a la idea de que el servicio público puede ser una empresa
autogestionada por los trabajadores y los usuarios
mismos con el fin de ligar producción y uso de esa producción, apropiarse desde
el valor de uso de la multitud.
Del mismo
modo, la gratuidad, al tratarse teóricamente como un "derecho a"
(derecho a desplazarse libremente), se pone menos en práctica... En la
práctica, los trabajadores delegan en los sindicatos reconocidos y mimados
desde el mando del capital (incluso si la asamblea general se impone como modo
de organización de la huelga...) que negocian con una dirección escogida por el
Estado, en el marco fijado por un Estado sometido él mismo a las leyes del
mercado posfordista.
Ya se trate de
la cuestión del poder en la empresa o de la cuestión del uso real de los bienes
y los servicios producidos por la empresa, el desarrollo de un movimiento social que
se acantona en el marco estatal sin superarlo, corre pues el riesgo de
desembocar en el impasse del 2003: hacer abandonar al Estado algunos proyectos, pero
sin cuestionar esencialmente su papel en el proceso de reproducción ampliada,
ni su terreno por excelencia (que es el del capital).
Insertándose
en una lógica de reivindicaciones y luego de negociaciones con el Estado, los
trabajadores llegan a obtener entonces lo que planteaban al principio como
objetivos máximos: el abandono de algunas medidas ciertamente nefastas, pero
decididas en un contexto general sobre el cual se niegan a tener conciencia
alguna.
Aquí ya no
interesan las condiciones del trabajo asalariado, ni tampoco sus fines, ni el
trabajo como mercancía, ni el valor de cambio, el productivismo posfordista (y
su corolario natural, el consumo posmoderno), ni el dinero como mediador de las
relaciones sociales, ni las condiciones de producción de la riqueza a escala
internacional. Y todo esto a un precio muy alto: el refuerzo de la ilusión estatal
sobre cada uno.
Esa es una manera muy hábil de rehabilitar al Estado
confiriéndole un papel de redistribuidor de riqueza y de locus neutro, de
mediador entre la sociedad civil y el interés general. Ausencia de
cuestionamiento radical (hasta la raíz) de las bases del sistema capitalista
(trabajo-mercancía, dinero, Estado), uso retórico de fraseología vagamente
marxista, kautskismo gris en la concepción entre sujeto y organización: tal
podría ser una definición de la izquierda argentina modelo 2003.
7 de agosto de 2003 – 26
de septiembre de 2005.
* Servicio Público No Estatal: Extraído de
Masa y Poder XXXII: Kirchner y la organización del área autónoma.
Propiedad Pública No estatal: verso horizontal funcional al poder economico
Por Luis Zamora dixit -
Monday, Sep. 26, 2005 at 9:38 AM
Propiedad Pública No estatal: verso horizontal funcional al poder economico.= REFORMISMO
el verdadero cambio revolucionario se llama
:REESTATIZACION BAJO CONTROL POPULAR
POR LA REESTATIZACION BAJO CONTROL POPULAR
Por mst -
Monday, Sep. 26, 2005 at 9:44 AM
POR LA REESTATIZACION BAJO CONTROL POPULAR
En capital vote Patricia Walsh - Agustin Vanella
en Pcia vote Vilma Ripoll y Mario Cafiero
las listas de la unica izquierda que se unio con el diverso .
MST/UNITE
Mas allá del exabrupto del trosko
Por Roberto -
Monday, Sep. 26, 2005 at 4:41 PM
Mas allá del exabrupto del trosko, creo que es verdad que eso de la propiedad publica no estatal, es una forma muy "anarco" de ser funcional a la privatización de lo público.
propiedad estatal=propiedad privada
Por a ver cuando se avivan -
Monday, Sep. 26, 2005 at 10:40 PM
pero bueno, si son estatistas hasta la médula...
diferencia entre propiedad estatal y propiedad común
Por comunista antibolchevique -
Monday, Sep. 26, 2005 at 10:49 PM
Este debate tiene casi 100 años...
La socialdemocracia (antes de "renegarse") concebía al socialismo como un capitalismo dirigido desde el Estado. El bolchevismo llevó a la práctica el programa de la socialdemocracia con la misma concepción de socialismo y sus herederos de hoy lo repiten al pie de la letra, so pecar de "revisionistas".
La socialización - Anton Pannekoek (1919)
http://members.fortunecity.com/cica/clasicos/pannekoek/socializacion.htm
Propiedad pública y propiedad común - Anton Pannekoek (1947)http://members.fortunecity.com/cica/clasicos/pannekoek/propiedad.htm