Julio López
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GLOBAL Y CEFOMAR. DOS NUEVAS EXPROPIACIONES
Por reenvío lavaca.org - Friday, Sep. 30, 2005 at 9:09 AM

La Legislatura porteña expropió dos nuevas empresas. La fábrica de globos Global y Ediciones Marymar que serán autogestionadas por las cooperativas de trabajadores La Nueva Esperanza y Cefomar, respectivamente. Un tercer proyecto, el de la Cooperativa Punta Arenas, pasó para más adelante.


Después de mucho tiempo, las galerías de la Legislatura porteña estaban repletas de público. Trabajadores de decenas de empresas recuperadas colmaron el recinto para festejar las expropiaciones de la fábrica de globos Global y de Marymar Ediciones. Desde ahora, serán legalmente autogestionada por los obreros y pasarán a llamarse –respectivamente- Cooperativa La Nueva Esperanza y Cefomar.
Desde temprano, sobre la calle Perú retumbaban los bombos que aportaron el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas y el Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas por sus Trabajadores. Adentro, la Legislatura lucía extraña. Estaba adornada con globos multicolores que tenían estampados la leyenda “¡Expropiación ya!”. Habían sido fabricados por los obreros de Global, quienes eran los que más relajados se encontraban. Al mediodía supieron que contaban con los votos necesarios para aprobar ley de expropiación temporaria –por dos años- del inmueble, las máquinas y las marcas. De esta manera, se repitió el esquema utilizado en casi todas las expropiaciones de empresas en la Capital Federal, que primero se efectuaron de manera transitoria y, con el tiempo, se convirtieron en definitivas.

Global, que puede producir 100.000 globos diarios, es una empresa literalmente recuperada. Dieciocho obreros –ahora son casi el doble- rescataron las máquinas que sus patrones habían secuestrado y ocultado en un galpón del Talar de Pacheco. Las cargaron en camiones y las llevaron nuevamente a la histórica planta de Marcos Paz 2561, en Villa Devoto. La firma llevaba 60 años en el mercado hasta que un lunes de hace casi dos años amaneció con un cartelito en la puerta que avisaba: “Cerrado hasta nuevo aviso”. Nunca hubo tal nuevo aviso. En un fin de semana, los patrones habían mudado todas las máquinas.
Los trabajadores –a quienes le debían, en promedio, unos 3000 pesos a cada uno, además de aguinaldo, vacaciones y otras yerbas- presentaron una denuncia por vaciamiento. La justicia demoró cuatro meses en allanar el lugar. Luego, el juez decretó la quiebra.
El jueves pasado Emilio Valiente, uno de los miembros de la cooperativa, no se cansaba de inflar globos mientras esperaba que los diputados trataran el proyecto en cuestión. Pero a las 18.30 en punto, se le acabó el aire. Ni siquiera podía seguir haciéndole honor a su apellido. Se puso a llorar de emoción cuando –sin emitir discurso alguno- 32 diputados levantaron la mano y el vicepresidente 1° de la Legislatura anunció que Global había sido expropiada a favor de los trabajadores.
A su lado estaban los trabajadores de Cefomar. Para ellos, el día había comenzado muy temprano. Edith Oviedo y una decena de compañeros recorrieron durante horas despacho por despacho en busca de los votos necesarios para obtener la expropiación. Todos llevaban una vincha celeste y blanca anudada en la nuca que los identificaba. Iban de un piso al otro, como una tromba desesperada.
El panorama para ellos no era tan claro como el de Global. Por eso, se sentaron en la galería del recinto desbordados por la ansiedad. Para conocer su suerte, tuvieron que esperar a que se tratara la nueva legislación de los bingos porteños, que se declararan sitios de interés histórico a los solares donde funcionaba los centros clandestinos de detención El Olimpo y El Atlético y que se realizara un homenaje a Simón Wiesenthal, el cazador de nazis recientemente fallecido. No sólo eso. Cuando comenzaron a discutirse las expropiaciones, se leyó por secretaría una carta de adhesión a los trabajadores de la diputada de Autodeterminación y Libertad Noemí Olivetto, ausente con licencia médica. Los demás bloques, de izquierda a derecha y sin excepción, pidieron la palabra para repudiarla. “Vino a solo 8 sesiones”, la acusaron desde el macrismo. “Dice que está enferma para venir a trabajar acá, pero no para hacer campaña”, le pegaron desde el Interbloque de Izquierda. “Le pido al señor presidente de la Legislatura que le mande un médico y le descuenten el salario”, intervino el ARI. Recién después se aprobó la expropiación de Global. Entonces sí, llegó el turno de Marymar Ediciones. De pronto, un puñado de diputados abandonó sus bancas y los trabajadores comenzaron lentamente a recuperar la calma. Por esa extraña manera de hacer política que tienen los legisladores, varios que no estaban dispuestos a votar a favor de la expropiación se retiraron del recinto para que el proyecto pudiera aprobarse con una cantidad de sufragios menor. De Estrada cantó 26 votos y la editorial pasó a manos de los otroras empleados. “Cefomar, de los trabajadores. Al que no le gusta, se jode, se jode”, estalló la barra.

Luego de treinta años de publicar libros ligados al ámbito de la educación, en 1997 Marymar Ediciones había vendido sus acciones a su mayor proveedor, la Imprenta Gráfica Corín Luna, que luego vació la firma y la abandonó. En octubre de 2002 cuatro trabajadores que sobrevivieron a este proceso –más otros cinco que se asociaron a la cooperativa- se hicieron cargo de la editorial y también de la hipoteca de 150.000 pesos que reclamaba el Banco Francés. Ahora, podrán seguir gestionándola amparados por la ley
Ya eran las 19.30 y aún quedaba por tratarse una tercera ley de expropiación, la de la estación de servicio Santa Rita, ubicada Avenida San Martín y Punta Arenas. En este caso, no sólo los obreros recorrían despachos. También los ex dueños, Antonio Pascale y Luis Laquis, hicieron lobby desde temprano. Ambos estaban sentados a un costado, bien lejos de sus ex empleados. Mientras tanto, Liliana Kusema, presidenta de la Cooperativa de trabajadores, corría por los pasillos a cuanto diputado aparecía. Con una mano agitaba la declaración judicial de la quiebra de los antiguos dueños mientras intentaba explicarle que los otrora patrones abandonaron la estación, dejaron seis meses de salarios impagos y, encima, estaban acusados de adulterar combustible. “En nuestro bloque tenemos dudas, no la vamos a votar”, le explicaba, inmutable, Miguel Talento, legislador kirchnerista.
Cuando De Estrada estaba a punto de llamar a votación, Beatriz Baltroc, del Interbloque de Izquierda anunció que había nuevos elementos para incluir en el expediente y, para votar con mayores elementos, pidió “reserva de secretaría” sobre el proyecto. Ni más, ni menos que una postergación del tratamiento, una manera elegante de evitar perder una votación y darle tiempo de maduración para que Santa Rita también tenga su ley de expropiación.





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