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"El siglo XIX llegó a su fin y
en 1914 comenzó la Primera Guerra Mundial; en la actualidad la guerra
iniciada en Kosovo, la primera en Europa desde 1945, marca nuestra entrada
en el siglo XXI. Representaría entrar en una nueva era de la misma forma
que la anterior, y más o menos en el mismo lugar, lo cual posee un valor
tremendamente simbólico (...). Los acontecimientos de hoy en día reflejan
también el cambio de los actores internacionales (...).
Estados Unidos se ha
convertido en la única ‘mega-potencia’, un desequilibrio que puede
resultar peligroso".
Dominique Moisi, director
del Instituto Francés de Relaciones Internacionales; aparecido en
Financial Times (23/9/99).
Hace exactamente cien años
Kropotkin escribía que la condición normal de Europa era la guerra, medio
siglo después esta triste predicción parece cumplirse. En el período
posterior a la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo experimentó un
fuerte período de crecimiento económico, que sentaría las bases objetivas
para la relativa estabilidad del período de la posguerra en las relaciones
entre las clases y también entre los Estados nacionales.
La razón para que esta "paz" se
mantuviera fue el balance de terror existente entre la potente Rusia
estalinista por un lado y por el otro el poderoso imperialismo americano.
Era la denominada guerra fría, una lucha entre dos sistemas
sociales mutuamente contradictorios.
El cambio del rostro de
la guerra
EEUU y la URSS se dividieron el
mundo y crearon lo que parecían ser dos bloques y esferas de influencia
inmutables. En aquella época EEUU no se habría atrevido a atacar
Yugoslavia o bombardear Irak, ya que habría significado una guerra entre
EEUU y la URSS. La guerra fría fue la manifestación de una lucha
mundial entre dos sistemas sociales antagónicos; en este período de "paz"
no se consiguieron eliminar las contradicciones fundamentales. Al
contrario, surgieron otras contradicciones nuevas, como se comprobó en la
monstruosa carrera armamentista que devoraba una gran parte de la riqueza
generada por la sociedad. La pregunta es: ¿por qué estas contradicciones
no llevaron en ese momento a una guerra entre Rusia y Estados Unidos?
Al final de su vida Engels
escribió sobre dos fenómenos nuevos en aquella época: el desarrollo del
imperialismo y el militarismo. Hasta la Revolución Francesa no existían
ejércitos permanentes, los Estados monárquicos del siglo XVIII tenían
pequeños ejércitos profesionales. La Revolución Francesa lo cambió todo.
Antes lo común era que los generales de los dos ejércitos contendientes
llegasen a un acuerdo entre caballeros para evitar una costosa batalla.
¡La guerra era un negocio caro! Este tipo de guerra finalizó con la Guerra
de la Independencia americana, cuando, en palabras de Engels, los
irregulares coloniales se negaron a bailar el minueto militar con las
fuerzas de la Corona inglesa. Y fue la Revolución Francesa la que acabó
totalmente con él; por primera vez la Europa feudal y reaccionaria se
enfrentaba al espectáculo revolucionario del pueblo en armas.
Generales brillantes y
revolucionarios como Lázaro Carnot desarrollaron tácticas y métodos
militares totalmente nuevos, en especial el leveè en masse, es
decir la movilización del pueblo en su conjunto. Bismarck aprendió esto de
la Revolución Francesa. A principios de la década de 1870, Handerbeg
escribía las siguientes palabras al rey de Prusia: "Debemos hacer desde
arriba lo que los franceses hicieron desde abajo". Los prusianos se
basaron en la idea de Carnot del pueblo armado, aunque le imprimieron el
espíritu reaccionario del militarismo. Pero la máquina militar prusiana
era perfecta y consiguió victorias espectaculares, que permitieron al
junker conservador, representado por Bismarck, llevar adelante la
tarea históricamente progresista de unificar Alemania, aunque de una forma
reaccionaria bajo el dominio de la Prusia feudal y burocrática.
En la década de 1890 el Estado
prusiano, siempre imbuido del espíritu militarista y burocrático, había
creado un monstruo gigantesco que consumía ingentes cantidades en
armamento. Francia y los demás Estados le seguían en esta tendencia. Toda
Europa se había transformado en un enorme campo armado. Cuando Engels
observó la gran acumulación de nuevas armas de destrucción y de poderío
militar en Alemania y en el resto de las potencias, afirmó que este hecho
conduciría al colapso del Estado. También creía que esa situación haría
imposible una guerra europea. Más tarde la historia demostraría que Engels
estaba equivocado. Los antagonismos entre Alemania, Francia, Gran Bretaña,
Rusia y el Imperio Austro-Húngaro llevaron a la Primera Guerra Mundial, y
en los Balcanes se encendió la mecha. Esa guerra causó la muerte de al
menos diez millones de personas y Europa quedó reducida a escombros. La
Segunda Guerra Mundial ocasionó 55 millones de muertos y casi la
destrucción de la civilización. Aunque Engels se equivocara en ese
momento, sí que estaba en lo correcto cuando pronosticó que la guerra se
había convertido en algo demasiado costoso. Lo que Engels escribió
entonces sobre el gasto militar y el militarismo no es nada comparado con
la situación actual. En el último período el gasto mundial en armas ha
superado el billón de dólares y desde 1945 no ha estallado ninguna guerra
mundial.
La época posterior a 1945 fue un
período de "paz" aunque para la mayoría de la población la paz mundial
permaneció como un sueño inalcanzable. Durante los últimos cincuenta años
en el mundo sólo han existido 17 días de paz. Siempre en algún rincón del
planeta ha habido una guerra, fundamentalmente en el mundo colonial.
Largas guerras de liberación en Kenia, Argelia, Angola, Mozambique y
de-más. Guerras importantes en las que se vieron involucradas las grandes
potencias, como fueron las guerras de Corea y Vietnam. Más tarde las
guerras en Nicaragua y Afganistán, la del Golfo y, finalmente, la de
Kosovo. Esta última fue la primera guerra en Europa en cincuenta años, y
marcó un punto de inflexión que tendrá importantes repercusiones y que
afectará más allá de los Balcanes.
La cuestión de la guerra es muy
concreta. ¿Por qué no hubo una guerra entre las grandes potencias en
cincuenta años? La respuesta es clara: el surgimiento de las armas
nucleares cambió la naturaleza de la guerra. La burguesía no hace la
guerra por diversión, patriotismo, o para salvar a los pobres kosovares, a
la pequeña Bélgica o cosas por el estilo. Hace la guerra por beneficios,
por mercados, por materias primas y por esferas de influencia.
No hacen guerras para exterminar
a los pueblos. Ese no es el único propósito de las guerras imperialistas.
Ni siquiera era el propósito de los mongoles al mando de Gengis Kan, a
pesar de que exterminaran a muchas personas. Aunque utilizara el terror de
masas como un arma de guerra el objetivo de Gengis Kan no era exterminar a
toda la población, sino su conquista, esclavización y saqueo.
El propósito de las guerras
capitalistas es la captura de nuevos mercados y no el exterminio de las
poblaciones. Una guerra nuclear hubiera significado la destrucción total
tanto de Rusia como de EEUU, una estupidez desde el punto de vista
capitalista. Siempre existirán, no obstante, generales americanos que
realicen cálculos aritméticos para demostrar que, a pesar de que una
guerra nuclear mataría a decenas de miles de personas en EEUU, por lo
demás no habría ningún problema; pero la clase dirigente americana no los
toma en serio, sólo basta recordar las palabras del presidente Truman
sobre la capacidad mental de los generales americanos al decir que la
guerra era un asunto demasiado serio como para dejarlo en sus manos.
Los miles de millones de dólares
que en la actualidad se gastan en armas, en especial las principales
potencias imperialistas, hacen que el gasto militar de Bismarck e incluso
Hitler parezca un juego de niños. Después de la caída del Muro de Berlín
se habló mucho en Occidente de los "dividendos de la paz". La perspectiva
que se abría era un nuevo orden mundial en el que todo el planeta entraría
en un largo período de paz y prosperidad bajo la tutela de EEUU. Pero las
cosas han sido un poco diferentes. Aún no estaba seca la tinta del
discurso de George Bush cuando estalló la Guerra del Golfo, y ahora
Kosovo. Lejos de desarmarse, EEUU continúa armándose hasta los dientes,
gastando cada año 804 dólares per cápita en armas, seguido en la lista por
Francia con un gasto anual de 642 dólares per capita.
Gran Bretaña, que, a pesar de
perder totalmente su hegemonía económica e industrial, aún quiere parecer
poderosa, gasta 484 dólares, cifra absurda para un país que perdió su
superioridad industrial y que hace mucho tiempo quedó reducida a potencia
de segunda fila. La pregunta es ¿cuál es el objetivo de esta demente
carrera armamentista? Durante la guerra fría tenía su explicación
en el supuesto peligro que representaba la existencia de la URSS. Pero
esta excusa ya no vale. La razón "oficial" es la necesidad de sostener la
paz y la democracia mundial. Pero los auténticas propósitos del
imperialismo están determinados por lo que los alemanes llamaban
realpolitik, es decir el egoísmo más cínico y calculado. Es
evidente que por consideración a la opinión pública la diplomacia debe
presentarlo de la manera más favorable -"misiones humanitarias", "fuerzas
pacificadoras", "política exterior ética" y cosas por el estilo-. No hay
nada nuevo en esto. El cinismo y el egoísmo siempre han guiado los
principios de la diplomacia burguesa. Igual que intentaron calmar a Hitler
con la esperanza de que dirigiría su atención al Este y atacaría la Unión
Soviética, la clase dominante democrática británica dudó al
entregar Checoslovaquia a los nazis igual que un hombre duda al lanzar un
hueso a un perro hambriento.
La guerra entre Irán e Irak causó
un millón de muertes. Y pasó prácticamente desapercibida porque no
afectaba a los intereses vitales de Occidente. En realidad Occidente
esperaba que se matasen entre ellos. Gran Bretaña y EEUU suministraron
armas a Sadam Hussein hasta que invadió Kuwait.
La actitud de Occidente hacia
Ruanda se caracterizó por la misma actitud de cínica indiferencia,
mientras EEUU por un lado y Francia por otro enfrentaban a las diferentes
etnias armándolas hasta los dientes, en su sorda pugna por el control de
los valiosos recursos naturales de la zona. Esto subraya la hipocresía
existente en las intervenciones humanitarias del imperialismo en
Bosnia, Kosovo y Timor Oriental. En cada uno de los casos es necesario
abrirse paso a través de la niebla diplomática para poder ver los
auténticos intereses que hay detrás de toda la maniobra y propaganda
diplomática.
Detrás de toda la palabrería
sobre motivos humanitarios y misiones pacificadoras se esconden motivos
egoístas. La guerra de EEUU contra Irak no tiene su origen en la
preocupación por la pobre y pequeña Kuwait, ni la Primera Guerra Mundial
en el destino de la pobre y pequeña Bélgica. La principal preocupación de
esa guerra era la amenaza al suministro de petróleo de EEUU, y la amenaza
que representaba el aumento del poder iraquí en esta región tan importante
desde el punto de vista estratégico y económico. El bombardeo salvaje de
Irak fue un aviso a los pueblos de Oriente Medio y del Golfo: "Si os
desviáis de la línea marcada, ya veis lo que os ocurrirá". Casi una década
después aún continúa el bombardeo de Irak, a pesar de que Irak no
represente ya una amenaza militar seria para EEUU. El bombardeo y el
hostigamiento militar se unen a un no menos monstruoso bloqueo económico,
que incluye entre otras cosas la prohibición de enviar lápices,
evidentemente armas peligrosas en manos de los escolares iraquíes.
El surgimiento del imperialismo
americano como única superpotencia mundial es un hecho sin precedentes en
la historia. EEUU se ha convertido en la mayor fuerza
contrarrevolucionaria jamás vista antes, dispuesta a utilizar cualquier
medio a su alcance para derribar gobiernos que no le sean afines. En
África, Asia y América Latina apoyan a gangsters y ladrones para
luchar contra aquellas fuerzas que amenazan sus intereses
estratégicos.
Durante estos cincuenta años las
materias primas baratas han jugado un papel importante en el desarrollo
del capitalismo occidental. Y no es una cuestión secundaria. El control
del petróleo y demás materias primas es un factor importante en la
política global de EEUU y del resto de las potencias imperialistas. Por
tanto están dispuestos a utilizar los métodos más brutales contra los
pueblos coloniales.
La revolución
colonial
Uno de los acontecimientos más
impresionantes de esta prolongada "paz" fue la revolución colonial. Ha
representado el movimiento más grande desde la caída del Imperio Romano:
un movimiento magnífico en el que participaron cientos de millones de
esclavos modernos de China, India, Indochina y África. Como movimiento de
lucha por la emancipación nacional y social, la historia no conoce nada
comparable. Si tratamos de buscar un paralelo sólo hay dos cosas que se
puedan parecer: el movimiento de los primeros cristianos, que comenzó como
un movimiento revolucionario, y el despertar de la nación árabe en los
primeros días del Islam. Pero la revolución colonial fue un movimiento
mucho más importante.
En su titánica lucha, estos
pueblos sojuzgados y postrados derrotaron al imperialismo. Trotsky, antes
de la Segunda Guerra Mundial, ya previó este colosal acontecimiento.
Afirmó que llegaría un momento en que el imperialismo no podría seguir
sometiendo a las masas coloniales por medios directos, porque se
convertiría en un gigantesco desagüe de recursos y energía.
Los imperialistas británicos
fueron los primeros en comprenderlo. La entrega de la India no fue fruto
de un gesto humanitario. Los británicos tuvieron que dejar la India debido
a un movimiento de masas. El imperialismo británico conquistó la India y
mantuvo su dominio utilizando tropas indias, por eso pudo mantener el
control. No existía una conciencia nacional. La India estaba dividida en
pequeños Estados, y resulta paradójico que el imperialismo británico fuera
el que creara la conciencia nacional en el pueblo indio. En 1947 el
gobierno británico preguntó al general Auchinleck cuánto tiempo podría
mantener la India bajo control. Su respuesta fue que tres días. Los
británicos se enfrentaron a motines en el ejército, revueltas, huelgas y
manifestaciones. Una vez que el pueblo indio adquirió conciencia de nación
se levantó contra sus opresores, lo que representó el fin de la historia
colonial británica.
En un país tras otro los
imperialistas se vieron obligados a abandonar el control militar y
burocrático directo de las colonias. En 1958 en Francia De Gaulle aprendió
la lección. Llegó al poder con la consigna Algerie Française!
(¡Argelia francesa!) pero, una vez en el poder, comprendió que les
costaría muy caro sostener una guerra contra el pueblo argelino y decidió
la retirada. Esto originó una crisis revolucionaria que podría haber
acabado en una revolución de no ser porque el Partido Comunista Francés
carecía de una política revolucionaria. Fue la prueba de que la revolución
colonial podía afectar también a los países metropolitanos. Lo mismo
ocurrió en Portugal en 1974-75, cuando el intento de mantener Angola,
Mozambique y Guinea Bissau llevó a la revolución en la misma metrópoli. En
1960 Bélgica se vio obligada a salir del Congo, pero antes sembró a
propósito el caos que aún persiste en la actualidad.
Aunque la revolución colonial fue
un gran paso adelante, sobre bases capitalistas no representó ninguna
solución de los problemas fundamentales de estos países. Después de medio
siglo de "independencia" la burguesía no ha resuelto ninguno de los
problemas ni de la India ni de Pakistán. La cuestión agraria y la
modernización de la sociedad siguen sin resolverse. En la India (y hasta
cierto punto en Pakistán) el sistema de castas, esa reliquia del
barbarismo, sigue aún vigente. Ni India ni Pakistán han solucionado la
cuestión nacional, que está adquiriendo consecuencias explosivas, en
especial en Cachemira. Ninguno de estos países atrasados y
subdesarrollados es libre a pesar de la trampa que representa su
independencia formal, la realidad es que todos estos países están más
dominados por el imperialismo que hace medio siglo.
Los recientes acontecimientos en
el subcontinente indio revelan la existencia de contradicciones
insostenibles. Estas dos potencias nucleares estuvieron al borde de una
guerra. Para intentar desviar la atención de las masas paquistaníes, el
primer ministro Nawaz Sharif lanzó un órdago desesperado en Cachemira.
Quizá quería sacar ventaja de la crisis gubernamental india, pero al final
los paquistaníes no sólo fracasaron, sino que los acontecimientos
condujeron a un golpe de Estado. Esto en sí mismo es un reflejo del total
impasse del capitalismo en ese país. Sobra decir que la cuestión de
Cachemira no sólo sigue sin resolverse, sino que será la fuente de futuras
guerras.
En todas partes los países ex
coloniales padecen la guerra y la inestabilidad, reflejando la
imposibilidad de resolver sus problemas bajo el capitalismo que, como bien
decía Lenin, es "horror sin fin". En la actualidad en África se libran
cuatro o cinco guerras terribles, caracterizadas por la limpieza étnica,
el barbarismo e incluso brotes de canibalismo. Algunas de estas guerras se
producen en países ricos, como Angola y el Congo. Con su hipocresía
característica, los imperialistas levantan las manos y publican artículos
con tintes racistas que presentan a los africanos como salvajes. Las
guerras en África se muestran como guerras tribales, cuando en la práctica
son originadas por la injerencia de las potencias capitalistas,
especialmente EEUU y Francia, que luchan por los mercados y materias
primas en África. Países como el Congo y Angola poseen una enorme riqueza
mineral de gran interés para los imperialistas. El caso del Congo es
especialmente revelador: un país rico en potencia, pero hoy reducido a
cenizas. Una parte está controlado por los rebeldes y las tropas
extranjeras de Zimbabwe, mientras Angola y Namibia junto con EEUU apoyan
al gobierno de Kabila, que sólo domina la mitad del país; Uganda y Ruanda
están respaldados por Kenia. Todo por el control de las minas de diamantes
y minerales.
Nunca el planeta ha estado como
ahora dominado por una sola potencia. En sus relaciones con otros países
EEUU hace uso de una asombrosa arrogancia. Pero si miramos un poco más de
cerca vemos que este coloso tiene pies de barro. Su poder está limitado
incluso en el terreno donde parece invencible.
Cuando predijo Trotsky que EEUU
emergería victoriosa de la Segunda Guerra Mundial y dominaría el mundo,
añadió que tendría dinamita en sus cimientos. Esa es precisamente la
situación actual. Hace cien años el imperialismo británico consiguió
enormes beneficios económicos de su dominio del mundo. Ahora EEUU ha
heredado el papel de Gran Bretaña como policía mundial, pero en lugar de
beneficiarse económicamente, en realidad le está suponiendo un enorme
coste y tendrá profundos efectos sociales en los mismos EEUU. Las
recientes manifestaciones ante la Conferencia de la OMC en Seattle son una
ilustración gráfica de este hecho.
La guerra de Vietnam representó
un punto de inflexión. Era la primera vez en su historia que EEUU perdía
una guerra, y tuvo un efecto electrificante en la conciencia de la clase
obrera americana. Se convirtió en un trauma. No debemos olvidar que el
imperialismo americano no sólo cayó derrotado en Vietnam, sino en EEUU,
donde surgió un movimiento de masas contra la guerra que adquirió
connotaciones revolucionarias. El ejército americano en Vietnam también se
encontraba desmoralizado. Un general americano llegó a decir que el
ambiente entre las tropas sólo era comparable al de Petrogrado en 1917. La
potencia imperialista más poderosa de la historia cayó derrotada en la
selva de Vietnam a manos de un ejército guerrillero con los pies
descalzos. Como hemos explicado en alguna otra ocasión, este histórico
acontecimiento tuvo un efecto importante en los militares americanos.
Después de la guerra de Vietnam
los marxistas señalamos que el imperialismo americano no intervendría con
tropas de tierras en ningún país del mundo, con una excepción importante:
Arabia Saudí. En este país, a EEUU no le quedaría más remedio que
intervenir debido a la tremenda importancia que representa para la
economía americana, aunque en todo caso tomaría el control de las zonas
costeras donde se encuentra el petróleo y dejaría el desierto y la arena
para los saudíes. En la actualidad seguimos defendiendo esta idea. Arabia
Saudí se encuentra en una situación inestable. La deuda pública representa
el 10% del PIB. La camarilla dominante, apoyada en la familia real, no
puede ya ofrecer concesiones a la población como hacía en el pasado. Las
escisiones por arriba se reflejan en las desavenencias existentes en el
seno de la familia real que, a su vez, reflejan las tensiones en el seno
de la sociedad saudí. El espectro de la revolución se cierne sobre la
Península Arábiga. Y no sólo en Arabia Saudí. Debido a las fluctuaciones
del precio del petróleo no existe ni un solo régimen burgués estable en
todo Oriente Próximo.
La historia de las revoluciones
demuestra que no comienzan por abajo sino por arriba, con escisiones en la
clase dominante. El famoso sociólogo e historiador francés, Alexis de
Tocqueville, trata este proceso con detalle y demuestra lo que ocurre
cuando el viejo régimen entra en crisis. Un sector de la clase dominante
afirma que sin reformas estallará una revolución, mientras el otro
contesta que con reformas estallará una revolución; ambos están en lo
correcto. Estas palabras expresan la situación a la que hoy en día se
enfrentan los regímenes monárquicos árabes. Estos regímenes al principio
eran muy prósperos, muy ricos y aparentemente estables. Arabia Saudí,
Bahrein y Kuwait están gobernados por familias reales. Lo mismo ocurre con
Jordania y Marruecos, aunque este último no es rico en petróleo. Todas y
cada una de estas familias están divididas, lo que representa un síntoma
de los acontecimientos y tensiones revolucionarias en estas
sociedades.
En todas partes comienza a
reaparecer el espectro de la revolución. En Irán, después de veinte años
de bárbara reacción bajo el dominio de los mullahs, las masas
comienzan a desperezarse. Como siempre el movimiento ha comenzado con los
estudiantes y la intelligentsia, el barómetro más sensible de las
tensiones subyacentes en el seno de la sociedad.
Las manifestaciones de masas del
verano pasado fueron un serio aviso para el régimen, y demuestran que la
paciencia de las masas se está agotando. La explosión de los estudiantes
representa el principio de una nueva revolución iraní. El movimiento ha
amainado a causa de la feroz represión. Pero resurgirá inevitablemente con
nuevos y renovados bríos. Los estrategas del capital, con cierto retraso,
han llegado a la misma conclusión que los marxistas. En un reciente número
de Business News aparecía lo siguiente: "Muchos observadores que
presenciaron los últimos disturbios de julio, que enfrentaron a los
estudiantes universitarios con la policía y la extrema derecha religiosa,
creen que éste fue un aviso de lo que puede ocurrir si el establishment no
cede. ‘Es la última oportunidad para que Jatamí lleve adelante una reforma
pacífica. Si es derrotado, entonces todo el sistema estará amenazado’,
estas son las palabras de Ali Rezar-Alavi Tabar, editor del periódico de
Teherán Sobh-e-Emrooz y colaborador importante de Jatamí".
Los acontecimientos
revolucionarios de Irán son un anticipo del proceso que tendrá lugar en el
Golfo y Oriente Medio durante el próximo período. Estamos ante un
acontecimiento importante y decisivo no sólo para Irán, sino también para
la revolución mundial. Irán también era un país estratégico en 1979, pero
a EEUU no se le ocurrió intervenir para salvar a su aliado el Sha.
Observaron impotentemente el derrocamiento del antiguo régimen y el saqueo
de su embajada. Si no pudieron intervenir en 1979 cómo hacerlo ahora,
frente a una revolución de las masas iraníes que tendría un carácter
totalmente diferente: anti-mullah, anticapitalista y
antiimperialista.
Una revolución en Irán tendría
consecuencias revolucionarias en todo Oriente Próximo. El imperialismo
americano se verá obligado a mantener en todas partes una actitud
defensiva. Si con toda probabilidad se ven obligados a intervenir en
Arabia Saudí, esto provocaría insurrecciones en todos y cada uno de estos
países. Ni una sola embajada americana quedaría en pie. Y las
repercusiones alcanzarían a Asia, África y América Latina. Por eso los
imperialistas americanos, británicos y franceses se están armando hasta
los dientes, se preparan para la tormenta, y, a pesar de todo, los límites
del poder del imperialismo son bastante evidentes. En los últimos veinte
años EEUU sólo ha intervenido en países pequeños y débiles, con la
excepción de Irak. En la mayoría de los casos ni siquiera terminaron bien
el trabajo, incluso llegaron a sufrir retiradas humillantes como en Líbano
y Somalia.
"La intervención en Irak fue la
primera de una serie de intervenciones, entre ellas Somalia, Haití,
Bosnia, y ahora Kosovo. Ninguna de ellas terminó bien. Somalia acabó en
fracaso. La invasión de Haití consiguió derrocar al gobierno pero no sacó
a Haití de la miseria. Bosnia que en principio era una intervención a
corto plazo, se ha convertido en una intervención permanente. Pero hasta
ahora ninguna de estas intervenciones ha obligado a Estados Unidos a
enfrentarse a la cuestión clave: ¿cuáles son los límites del poder
americano? (Stratfor
Global Intelligence Update; The world after Kosovo; 3/5/99).
Esto explica las reticencias del
Pentágono a enviar tropas de tierra a Kosovo, prefieren basarse en la
fuerza aérea. Los americanos sabían que tendrían numerosas bajas, lo que
provocaría efectos importantes en los países de la OTAN. Si hubieran
enviado tropas de tierra a Kosovo el resultado de la guerra habría sido
diferente. La guerra de Kosovo no ha cambiado la posición en la que se
encuentra el Pentágono; mientras las fuerzas aéreas americanas exigen más
dinero para perfeccionar su arsenal de armas destructivas. Pero al final
el imperialismo americano se verá obligado a emplear tropas terrestres en
un país u otro y pagará las consecuencias.
El papel de
Alemania
Uno de los acontecimientos más
importantes de los últimos tiempos es la tendencia a la división del mundo
en bloques regionales. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba
dividida en dos, EEUU dominaba Europa Occidental y el Este estaba dominado
por Rusia. Ahora todo ha cambiado. Incluso antes de la caída del
estalinismo, el mundo ya estaba dividido en bloques comerciales rivales.
El Tratado de Libre Comercio (TLC), dominada por el imperialismo USA,
incluye por el norte a Canadá y por el sur a México. En la práctica EEUU
considera a todo el continente americano como un asunto privado.
Paralelamente Japón quiere crear su propia esfera económica de influencia
en Asia, y los capitalistas europeos han formado la Unión Europea.
En el caso de Europa el
lanzamiento del euro se interpretó como un movimiento en dirección a la
creación de un super-Estado europeo o una federación. Quienes defienden
esta idea no comprenden lo que ocurre en realidad. Es verdad que el
proceso de integración de la UE ha ido más allá de lo previsto por los
marxistas. Pero este proceso tiene un límite, y en cualquier caso no
eliminará las contradicciones existentes entre los diferentes Estados
nacionales que componen la UE. La realidad es que sólo existe un Estado lo
suficientemente fuerte desde el punto de vista económico que puede dominar
Europa, y ese es Alemania. Este hecho, que era obvio desde el principio,
se ha hecho más evidente después de la caída del muro de Berlín en 1989. Y
marcó un cambio decisivo en la historia de Europa y del mundo.
El escritor y político irlandés
Conor Cruise O’Brien afirma que el entusiasmo francés y alemán por la
integración europea siempre fue una tapadera hipócrita para sus ambiciones
nacionales: "El lenguaje del federalismo en los labios de
comerciantes y políticos se ha convertido en una lengua codificada que
apela a los instintos nacionalistas de países rivales. Los nacionalistas
franceses escuchan a su presidente recomendar el federalismo y piensan:
‘Seremos más listos que ellos porque somos más inteligentes y dirigiremos
Europa igual de bien que nuestro propio país’. Los nacionalistas alemanes,
escuchan el mismo lenguaje de su propio canciller, y piensan: ‘Debemos
dominar una Europa federal debido a nuestro tamaño, nuestra fortaleza de
carácter y nuestros hábitos nacionales de economía y trabajo duro".
Si echamos una mirada
retrospectiva a la historia, es probable que la introducción del euro se
pueda ver como el mayor intento de integración europea sobre bases
capitalistas, aunque en todos los niveles abundan los conflictos de
intereses. La fortaleza alemana reside en la industria, mientras que
Francia aún tiene importantes intereses agrícolas, que está decidida a
defender, también por razones sociales y políticas. Alemania mira al Este,
a sus antiguas colonias, la República Checa, Polonia y los Balcanes.
Francia mira al sur, a sus antiguas colonias en el norte de África y a sus
vecinos mediterráneos, España e Italia, que al menos potencialmente
parecen sus aliados. Gran Bretaña es un caso especial. Después de décadas
de declive industrial, su poder e influencia en el mundo han remitido,
pero no sus sueños, ilusiones y desilusiones de grandeza. En realidad se
ha convertido en una economía rentista, como Francia antes de la guerra, y
en un semisatélite de EEUU. Las potencias europeas menores, como siempre,
gravitan alrededor de las tres grandes, ahora una y después otra, según
los intereses de cada momento. Todos se guían por sus propios intereses
nacionales. Grecia mantiene su política con relación a Serbia y Turquía,
por ejemplo. Pero la potencia decisiva es Alemania.
La intención original al crear la
Unión Europea era sujetar a Alemania y Francia para prevenir una nueva
guerra entre estos dos países. Pero la intención de Francia siempre fue la
de jugar un papel dominante. Al principio parecía ser así, Alemania aún
luchaba por salir de la catastrófica derrota de 1945, pero el tiempo pasó
y el poderío industrial alemán dejó a Francia detrás. París se
reconfortaba pensando que mientras Alemania era una potencia económica en
Europa, Francia seguiría manteniendo el poder supremo político y militar,
pero todos sus cálculos fracasaron. Con la unificación, Alemania renació
como una superpotencia. Era una utopía pensar que su fuerza no encontraría
expresión política y militar, y que la clase dominante alemana se
contentaría para siempre con ser la segundona de Francia en la escena
mundial.
Con la unificación hemos
presenciado el resurgimiento de todos los viejos sueños alemanes de
grandeza. En la actualidad Alemania gasta menos que Gran Bretaña y Francia
en armamento, 355 dólares per capita, pero tiene un ejército
poderoso, una base industrial muy fuerte y una población de 80 millones de
personas en el corazón de Europa. Ya ha conseguido por medios económicos
lo que no pudo en dos guerras mundiales: unir a Europa bajo hegemonía
alemana. Pero la enorme potencia económica no refleja en absoluto su
influencia política y militar. Se pudo comprobar durante la crisis de
Kosovo cuando por primera vez desde 1945 las tropas alemanas participaron
en una intervención militar en otro país europeo. La escala de esta
participación fue modesta pero tuvo un significado simbólico
importante.
Ya existen síntomas de la
impaciencia alemana ante las sospechas que tienen sus vecinos europeos de
su papel en Europa. En agosto de 1999 el canciller Schröder decía lo
siguiente: "Alemania está muy interesada en que se le considere una gran
potencia en Europa (...) Alemania no es mejor ni peor que cualquier otro
país. Es un país como cualquier otro". A estas palabras respondió The
Economist: "Sí señor Schröder, Alemania no es mejor ni peor que
cualquier otro país. Pero es muy grande y se encuentra en el centro de
Europa". Estas líneas expresan con admirable claridad la auténtica actitud
de Gran Bretaña y Francia con relación a Alemania. Pero nada podrá impedir
que Alemania convierta su fuerza económica e industrial en poder político
y militar.
Bismarck describió el concepto de
"hegemonía" de la siguiente forma: "La relación desigual que se establece
entre una gran potencia y otra más o menos pequeña, basada en la igualdad
formal o jurídica de todos los Estados participantes, no se basa en el
‘dominante’ y el ‘dominado’, sino en la ‘dirección’ y los
‘seguidores". No es una mala descripción de las aspiraciones
alemanas en Europa hoy en día. Eso inevitablemente conducirá a choques con
Francia y Gran Bretaña, que no se ven en el papel de "seguidores" de
Alemania. La política exterior alemana es la misma que hace cien años. Su
historia, su posición geográfica y sus intereses económicos miran hacia el
Este, con la esperanza de atraer hacia la UE a sus Estados satélites. Esto
hace que entre en conflicto con Francia, ya que la entrada de países como
Polonia y Hungría en la UE supondría automáticamente la muerte de la
Política Agraria Común (PAC) que beneficia a los agricultores franceses.
Por otro lado Gran Bretaña mientras que, en principio, no se opone a la
entrada de países que le podrían proporcionar nuevos mercados para sus
mercancías, sí se opone a cualquier sugerencia de cambiar el sistema de
votación en la UE, ya que supondría la eliminación del derecho a veto.
¿Cómo van a permitir una ampliación de la UE con países pequeños y pobres
de Europa del Este que puedan bloquear sus decisiones? A Gran Bretaña, que
aporta fondos para el presupuesto de la UE, no le gustaría aumentar su
aportación, debido a los subsidios destinados a estos países y que sólo
beneficiarían a Alemania.
Es evidente que el debate sobre
la ampliación sólo servirá para echar más gasolina a las llamas de la
discordia nacional. El nombramiento de Berlín como capital alemana está
cargado de simbolismo histórico. Los capitalistas alemanes no han perdido
el tiempo para establecerse en Polonia y otros países de Europa del Este;
reconstruyen sus antiguas colonias y esferas de influencia según la
antigua política alemana de drang nach Osten. La misma política que
originó la ruptura de Checoslovaquia. Este tipo de actuaciones se
corresponden, evidentemente, con los intereses del imperialismo alemán,
que ya ha conseguido dominar económicamente Europa y ahora estira los
músculos para convertirse en una potencia militar y política.
Las alianzas y los conflictos
temporales originarán todo tipo de acuerdos y bloques, que se crearán y
destruirán como los remolinos de un río, pero lo verdaderamente importante
es que el antiguo eje entre Francia y Alemania se viene abajo. The
Economist lo reflejaba en un reciente artículo: "En todo caso
Francia parece estar más preocupada porque Alemania se inclina del lado
británico. Francia tiene un sentimiento de traición y ha causado una serie
de pequeñas peleas con Alemania desde que Schröder llegó al poder". Lo que
importa no son las peleas, sino la confirmación para París de que ya no
puede contar con el apoyo de Alemania y que esta última está decidida a
seguir su propio destino, con Francia o sin ella.
Al igual que en el período
anterior a 1914 se producen maniobras constantes entre Francia, Gran
Bretaña y Alemania. En aquella época no estaba claro que Alemania no se
uniera a Gran Bretaña contra Francia. Pero el creciente poder de Alemania
amenazaba con alterar el equilibrio de fuerzas en Europa, empujando a Gran
Bretaña en los brazos de Francia, su antiguo enemigo. La cuestión se
resolvió con una Entente cordial, en la que Gran Bretaña y Francia
formaron un bloque contra Alemania. Ahora nos enfrentamos a una situación
similar. Alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores británico dijo en
una ocasión: "Las naciones no tienen amigos para siempre; lo único que
tienen son intereses permanentes". A pesar de las actuales fricciones
entre Gran Bretaña y Francia con relación a la carne de vaca, es
inevitable que más tarde o temprano se vean obligados a unirse. Los
intereses permanentes de Gran Bretaña en Europa le obligarán a unirse con
Francia para contrarrestar el peso de Alemania.
Alemania y los
Balcanes
Como siempre, las causas de la
inestabilidad en los Balcanes hay que buscarlas fuera de los Balcanes. En
este caso el punto de partida de la crisis fue el colapso de la URSS y la
unificación alemana. Hace exactamente diez años la nueva reunificación de
Alemania representó un cambio que desequilibró las fuerzas en Europa. De
igual manera, el ascenso de Alemania, como resultado de la unificación
alemana en la segunda mitad del siglo XIX, también cambió el balance de
fuerzas en Europa y preparó el camino para tres guerras. En ambos casos
los Balcanes resultaron afectados de una forma decisiva, y a su vez afectó
a la situación general del mundo. Es una ironía de la historia que el
siglo XXI comience como lo hizo el siglo XX.
A los europeos la guerra les
parecía algo característico de otros continentes. La clase obrera europea
había olvidado lo que era la guerra, de la misma forma que ha olvidado lo
que son la revolución y la contrarrevolución. Las pesadillas del pasado,
el bombardeo de civiles, la limpieza étnica, la locura racial y los campos
de concentración, se suponía que eran cosas de otros tiempos. Europa ha
despertado bruscamente, la guerra en Kosovo representa un punto de
inflexión importante en Europa y en la historia mundial. Significa un
cambio fundamental en el balance de fuerzas surgido durante la pasada
década, desde el colapso del estalinismo, y de la Unión Soviética.
Con relación a los Balcanes sólo
los marxistas, durante los últimos ocho años, hemos mantenido una postura
de clase e internacionalista en esta cuestión. ¿Qué representó este
conflicto? En primer lugar un cambio decisivo en la situación
mundial.
Existe una tendencia a equiparar
la inteligencia de la política exterior de Washington con su poderío
militar. Sin embargo, cuando consideramos las actuaciones del
imperialismo, es difícil detectar una estrategia coherente a largo plazo
en relación a los Balcanes; lo que observamos es simplemente la
utilización de su aplastante ventaja militar para sojuzgar al mundo e
imponer su voluntad a todo gobierno. La objeción principal (quizás la
única) al actual gobierno de Yugoslavia es que no estaba dispuesto a
aceptar los dictados de Washington.
Los únicos que sabían bien lo que
querían en los Balcanes desde el principio, y que siguieron un plan de
acuerdo a objetivos muy definidos, fueron los alemanes. Es verdad que
existían problemas internos: la eliminación de la autonomía de Kosovo -en
sí misma una expresión de las contradicciones del viejo sistema- jugó un
papel nefasto y estimuló las tendencias chovinistas que Tito siempre
intentó mantener bajo control. Pero, como siempre ocurre, las llamas se
avivaron por causas exteriores. Al favorecer la ruptura de Eslovenia y
Croacia, Alemania desató fuerzas que nadie pudo controlar. No hay duda de
que no previeron las consecuencias de sus actuaciones. La dimisión del
ministro de Asuntos Exteriores alemán Genscher fue en la práctica admitir
que se habían equivocado.
La intimidación
imperialista
La OTAN sólo es una cobertura
para las ambiciones de EEUU. En la cumbre de la OTAN celebrada a
principios de 1999, se presentó un nuevo documento estratégico que
ampliaba el alcance de las intervenciones de la OTAN. Este documento,
además, revisaba las relaciones mundiales que, prácticamente durante 300
años -desde el Tratado de Westfalia en 1648-, se habían mantenido
inmutables. Desde ese momento hasta nuestros días se aceptaba que el
principio básico de la conducta internacional de los Estados era no
interferir en los asuntos internos de los demás. Pero en Kosovo
presenciamos cómo a EEUU no le preocupaba lo más mínimo la opinión de los
demás, y Yugoslavia era un Estado soberano, alejado del Atlántico Norte y
que no representaba una amenaza directa para EEUU.
No parece que EEUU tuviera un
plan elaborado con antelación en relación a Kosovo. Posiblemente la guerra
haya sido fruto de un error de cálculo. Clinton y el Departamento de
Estado creían que el gobierno de Belgrado se rendiría inmediatamente. Pero
las cosas no resultaron tan sencillas. El presidente Truman afirmó una vez
que los generales americanos no eran capaces de marchar y masticar chicle
al mismo tiempo. Sin embargo, en el tema de Kosovo el Pentágono demostró
tener más inteligencia que el actual inquilino de la Casa Blanca. Según
algunos informes de confianza el Pentágono y el Departamento de Estado
tenían opiniones diferentes sobre cómo actuar. El Pentágono estaba
preocupado por su aventura yugoslava ante la posibilidad de librar una
guerra terrestre.
Es evidente que EEUU no quería
entrar en una guerra en los Balcanes, sino estabilidad; pero bajo su
control. El problema es que Yugoslavia no actuó de acuerdo con los deseos
de EEUU. Para EEUU era esencial vencer en Kosovo para demostrar la
seriedad de la OTAN a la hora de cumplir sus objetivos. Madeleine
Albright, con toda probabilidad la secretaria de Asuntos Exteriores más
obtusa que EEUU haya tenido jamás, hizo todo lo posible para provocar a
los yugoslavos. La arrogancia de Washington se pudo ver en el acuerdo de
Rambouillet, con un contenido que ningún gobierno soberano del mundo
aceptaría.
Este acuerdo era similar al
ultimátum que Austria-Hungría dio a Serbia en 1914. Como era de esperar,
Bel-grado lo rechazó y comenzó el bombardeo. Pero las cosas comenzaron a
ir mal para la OTAN. Belgrado no se rendía y no lograban destruir al
ejército yugoslavo; por eso la OTAN bombardeó deliberadamente objetivos
civiles: fábricas, casas, puentes, hospitales, escuelas. Querían
aterrorizar al pueblo yugoslavo, obligarles a arrodillarse ante el
imperialismo americano, al igual que en Irak.
Es verdad que el imperialismo
americano posee una potencia militar poderosa y métodos de destrucción
terroríficos, pero la propaganda americana exagera de manera sistemática
el poder de destrucción de su tecnología militar. Por ejemplo hablan mucho
de las "bombas inteligentes", aseguraban que podían bombardear objetivos
muy pequeños desde gran altura. Esta propaganda estaba destinada a
convencer a la opinión pública americana de que podían ganar una guerra
fácilmente, pero si todo lo que decían era verdad, es difícil comprender
por qué bombardearon objetivos como la embajada china, o columnas de
refugiados kosovares, o el territorio de Estados amigos como Albania y
Bulgaria. Estos incidentes demuestran que la supuesta infalibilidad de las
llamadas "bombas inteligentes" es una tontería.
Con frecuencia se dice que la
primera víctima en una guerra es la verdad. En 1914 los británicos y los
franceses realizaron una campaña masiva de propaganda para demonizar a los
alemanes; les acusaban de cometer todo tipo de atrocidades en la Bélgica
ocupada. Algunas de estas atrocidades eran auténticas pero muchas eran
falacias o exageraciones. Lo importante es que utilizaron la propaganda
como arma militar, para moldear a la opinión pública y preparar el camino
para la carnicería que representó la Primera Guerra Mundial. De la misma
forma atribuyeron todo tipo de atrocidades a los serbios. Es verdad que se
cometieron algunas contra los albaneses de Kosovo, pero no tantas como se
dijeron. La mayoría de estas atrocidades se realizaron después del
comienzo de los bombardeos. Y no las realizó el ejército yugoslavo, sino
los denominados chetniks, pandillas de paramilitares fascistas
serbios. Un fenómeno similar se ha visto en cada guerra en los Balcanes.
Tampoco es verdad que este tipo de cosas sea un monopolio exclusivo de los
serbios. Croacia expulsó a 300.000 serbios de la tierra que ocupaban desde
hace cientos de años. También realizó una campaña de limpieza étnica
contra los bosnios musulmanes en Mostar en el año 1993. Occidente se basó
en el principio de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", lo aceptó
todo, guardó un silencio cómplice, de la misma forma que ahora callan la
limpieza étnica y los asesinatos de civiles serbios a manos del ELK en
Kosovo.
En cualquier guerra el estado
mayor utiliza el arma de la propaganda como auxiliar de los tanques,
aviones y mísiles teledirigidos. Pero la avalancha de propaganda que
acompañó a este conflicto desde el primer día hasta el último no tiene
precedentes. Durante los bombardeos los dirigentes de la OTAN lanzaron un
aluvión de propaganda con el objetivo de convencer a la población de que
era una "guerra justa". Para la mayoría de las personas fue imposible
tener una visión objetiva de los hechos, y menos aún de la verdad. Aunque
no existía entusiasmo a favor de la guerra en Gran Bretaña (o EEUU), la
mayoría de las personas la consideraban inevitable. Sin embargo en Italia
y Grecia existió una oposición de masas a la guerra, y en Alemania
empezaba a desarrollarse un ambiente similar y que tuvo consecuencias
serias en el seno del SPD y Los Verdes. Los alemanes, a diferencia de los
británicos, no tenían experiencia bélica desde 1945, y tampoco deseaban
adquirirla. Para cualquier observador informado era evidente que toda la
propaganda era una sarta de mentiras. A los estrategas de la OTAN no les
preocupaban las causas humanitarias, sino cómo explicar la negativa a
aceptar refugiados en sus propios países. Necesitaban los asesinatos para
justificar sus bombardeos y, cuanto más los exagerasen, más podrían
justificarlos.
A la OTAN le gusta presentarse
como una gran familia feliz de Estados democráticos unidos por la defensa
de la paz y la civilización. Después del colapso de la URSS han estado
ocupados extendiendo el número de países miembros, y este proceso les
lleva directamente a la frontera rusa. Los acontecimientos de Kosovo han
demostrado que la OTAN no es un bloque homogéneo. Por ejemplo a finales de
abril, la OTAN propuso imponer un embargo de petróleo a Serbia, pero no
pudieron ponerlo en práctica a causa de las divisiones internas. El
embargo habría originado un conflicto con Rusia porque habría afectado a
los petroleros rusos. Con toda seguridad habrían ido acompañados de una
escolta naval y con ello de la posibilidad de un conflicto armado. Para
que este tipo de operación hubiera sido legal la OTAN habría
necesitado la aprobación de la ONU, pero Rusia y China, miembros del
Consejo de Seguridad, la habrían bloqueado.
¿Consiguió la OTAN sus
objetivos?
Resulta inevitable que al final
de la guerra griten: "ganamos, ganamos, ganamos". ¿Qué otra cosa podrían
decir? Tenían que presentar el bombardeo como un éxito a la hora de
destruir la maquinaria bélica yugoslava. Decían haber destruido un tercio
de los tanques serbios, eso representa cientos de tanques. ¡Y sólo se han
contado 13!. "El daño inflingido a las fuerzas terrestres serbias son una
minucia comparada con las efusivas conferencias de prensa de Jamie Shea y
sus colegas" (The Guardian, 4/7/99).
Al principio de los bombardeos
los diplomáticos de la OTAN decían: "La alianza debería perseguir el
objetivo militar de dañar o destruir su maquinaria militar. Una vez
conseguido este objetivo la OTAN podrá declarar su éxito" (Financial
Times, 27/3/99). Su objetivo evidentemente era destruir la capacidad
militar serbia. Esto se debía a razones estratégicas, porque la dominación
de Serbia es clave para el dominio de todos los Balcanes. Pero a finales
de abril era evidente "el fracaso de la campaña en conseguir su objetivo
inicial, y con ello el creciente malestar entre los políticos de ambos
lados del Atlántico" (Financial Times, 23/4/99).
Aunque la guerra se libraba bajo
la hipócrita consigna del derecho de autodeterminación de los
albanokosovares, estaba claro que el objetivo era una nueva ruptura de los
Balcanes. "La total desintegración de Yugoslavia no puede ser el objetivo
de la guerra para la OTAN. La OTAN debe resistir ante la idea de un Kosovo
independiente que desestabilizaría toda la región" (Financial
Times, 27/3/99).
La intención original de
Rambouillet era la ocupación de toda Yugoslavia. En la actualidad EEUU
controla una gran parte del territorio de los Balcanes. No sólo Bosnia,
que como Kosovo es un protectorado americano; también controla los
destinos de Macedonia y Albania. Ahora debe decidir qué hace. Los
americanos quieren estabilidad en los Balcanes bajo el control americano,
y establecer un protectorado americano. Pero es necesario hacerse varias
preguntas: ¿La invasión de Kosovo crea una situación más estable en los
Balcanes? La respuesta es no. No contentos con reducir Serbia a cenizas,
los imperialistas mantienen un brutal bloqueo económico que empeorará aún
más la maltrecha economía, y hará pasar enormes dificultades a la
población. No puede darse una recuperación económica en los Balcanes sin
la reconstrucción de Serbia. El bloqueo va a tener también consecuencias
muy serias para todos los Estados vecinos.
En el horizonte también se cierne
el peligro de una nueva guerra en Montenegro, debido a las maquinaciones
de Occidente. Aunque con toda probabilidad la OTAN no dará la bienvenida
al colapso total de Yugoslavia debido a las repercusiones que tendría para
el resto de los Balcanes, sin embargo está buscando puntos de apoyo para
debilitar y desestabilizar al gobierno de Belgrado. La presencia de tropas
occidentales, tanto en Bosnia como en Kosovo, anima al gobierno de
Montenegro a intentar romper la federación yugoslava. El gobierno
montenegrino busca las inversiones de Occidente, planea llevar adelante
sus propios planes de privatización, quiere introducir su propia moneda
vinculada al marco alemán. Sin embargo la secesión de parte de Montenegro
conduciría a una nueva guerra que desestabilizaría aún más la zona.
Macedonia es una olla a presión,
con una población de 750.000 albaneses, el 23% de la población. "Es
difícil imaginar a los albaneses de Macedonia quedarse impasibles. En
pocas palabras, si se da rienda suelta a las aspiraciones de la etnia
albanesa en Kosovo, podría comenzar de nuevo el proceso de cambio de
fronteras, y cambio de pueblos, y con ello la posibilidad de nuevas
guerras en la región" (Financial Times, 27/3/99). El desempleo es
casi del 40% y sólo sirve para exacerbar aún más los problemas. La
presencia de 12.000 soldados de la OTAN es lo único que mantiene la
situación tranquila.
En Kosovo el ELK está
continuamente atizando la independencia de la región. Tratan de instalarse
en el poder, pero es poco probable que tengan éxito porque el imperialismo
americano no quiere un Kosovo independiente. Esto significaría la creación
de una Gran Albania y tendría consecuencias desastrosas para el resto de
la región. El ELK habla ya de una Gran Albania, no sólo con parte de
Macedonia, sino también con parte de Grecia. ¡Esto es muy peligroso! Y
sólo puede ser el punto de partida de nuevas guerras y catástrofes para
los pueblos de los Balcanes.
Croacia se ha mantenido bastante
tranquila últimamente, pero después de la muerte de Tudjman el país se
enfrenta a nuevos problemas. Franjo Tudjman era otro antiguo estalinista
reconvertido en reaccionario nacionalista burgués. Este antiguo
"comunista" adoptó los símbolos y el lenguaje de los fascistas croatas de
la Ustashi que eran tan crueles que llevaron incluso a los nazis a
quejarse de su crueldad. Cuando tenían intereses comunes con Tudjman, los
imperialistas americanos participaron de su brutal política de limpieza
étnica de serbios y musulmanes bosnios. Pero después de Kosovo los
americanos ya han comenzado a distanciarse de Tudjman, entre otras cosas
porque éste también persigue su propio interés en la zona. Por ejemplo
quería que los bosnios croatas tuvieran su propia identidad política
separada.
Los americanos prefieren una
Croacia dominada por títeres más complacientes e instalar también un
régimen títere en Belgrado. El movimiento hacia el capitalismo no ha
traído a las masas nada, excepto nuevas guerras, sufrimiento y miseria.
Los trabajadores de Croacia están comenzando a luchar. La historia
demuestra que existe una relación entre la guerra y la revolución. Cuando
los humos del chovinismo se desvanecen las masas recapacitan sobre su
auténtica situación y comienzan a sacar sus propias conclusiones. Su furia
se dirige hacia la clase dominante que les ha llevado por el sendero de la
muerte, la destrucción y el empobrecimiento. Mientras continúa la guerra,
la clase obrera tiene la cabeza baja, pero no para siempre. Tarde o
temprano la clase obrera entra en la lucha. En Croacia se han producido
grandes huelgas de la clase obrera, de las que poco se ha informado en
Occidente. Son un ejemplo del proceso que tendrá lugar en un país
balcánico tras otro. Se preparará el terreno para una política de clase y
revolucionaria, basada en el objetivo de una federación socialista de los
pueblos balcánicos como una salida a esta pesadilla.
Reformismo e
imperialismo
Siempre hay una conexión orgánica
entre la política exterior y la interior. Clausewitz lo reflejó en una
expresión dialéctica maravillosa: "La guerra es la continuación de la
política por otros medios". Es verdad. Los marxistas no tenemos una
política para la paz y otra para la guerra. En uno de sus últimos
artículos, Los sindicatos en la época de decadencia imperialista,
Trotsky explicó que en la actual etapa existe una tendencia orgánica en
las cúpulas sindicales a fusionarse con el Estado capitalista. Y ahora
podemos presenciarlo. Los dirigentes sindicales y laboristas en un país
tras otro se encuentran endeudados con el Estado imperialista en un grado
que no conoce precedentes. En el interior actúan como agentes de los
grandes bancos y monopolios, mientras que en la arena internacional son
los que aplauden con mayor entusiasmo al imperialismo, en especial al
americano. Tony Blair fue el más ferviente colaborador de Clinton en la
guerra de Kosovo, y George Robertson, su ministro de Exteriores, ahora es
el nuevo secretario general de la OTAN. No es casualidad.
El aplastante dominio económico y
militar de EEUU también se expresa en las capas más elevadas del
movimiento obrero. Los dirigentes reformistas se deslumbran ante ese
hecho. ¡Es natural! La pequeña burguesía siempre se impresiona por el
poder, en casa o en el exterior. Colvin da Silva, un trotskista ceilandés,
lo explicó bastante bien: "Sea cual sea la Biblia de la pequeña burguesía,
su Dios siempre es el poder". Esto explica la actitud de Blair y Schröder
con relación al imperialismo americano. Es una ley que rige la conducta de
los reformistas de derechas, de igual forma que las leyes de Newton y
Einstein gobiernan los movimientos de los cuerpos pesados. En casa son
incluso más serviles y dependientes de los bancos y monopolios que los
políticos burgueses. La razón no es difícil de comprender.
La clase media, debido a su
posición intermedia entre la clase obrera y los grandes capitalistas,
siempre mira a la clase dominante con una mezcla de temor, envidia y
respeto. Se sienten inferiores, y sus sentimientos de inferioridad les
produce una poderosa necesidad psicológica de demostrar que son de
confianza, y que se puede confiar en ellos para mantener en orden a las
masas; son los mejores defensores del orden existente. Eso es lo que
explica que los dirigentes reformistas en el poder, siempre sean más
serviles de los grandes negocios que los políticos conservadores normales.
Tienen menos capacidad de mantener una política independiente. Algunas
veces una Administración conservadora cuenta con banqueros, terratenientes
y hombres de negocios que pueden tener una política relativamente
independiente de los bancos y monopolios, que sacrifican a corto plazo los
intereses de uno u otro sector de los grandes negocios, porque es lo mejor
para defender los intereses a largo plazo de la clase capitalista en su
conjunto. Pero los reformistas son incapaces orgánicamente de este
comportamiento. Al igual que el capataz de una fábrica que intimida a los
trabajadores de cuyas filas procede y lame las botas del director, los
reformistas de derechas no pierden la oportunidad de atacar a los sectores
más débiles de la sociedad, mientras que siguen fielmente los dictados de
los banqueros y los monopolios. Y en la arena mundial los dirigentes
obreros de clase media expresan su lealtad a la OTAN, es decir, al Gran
Hermano del otro lado del Atlántico. De vez en cuando surge algún tipo de
esquizofrenia política cuando los intereses de sus propios banqueros y
monopolistas chocan con los de Washington. Pero la tendencia básica del
reformismo de derechas siempre es la misma: la defensa de los grandes
negocios, nacional e internacionalmente.
Pero este proceso tiene otra
cara. En un determinado momento provoca convulsiones y crisis dentro de
las organizaciones obreras de masas, pavimenta el camino para el
surgimiento de corrientes de masas de izquierda que abren las puertas del
marxismo. Los reformistas de izquierda se harán notar de nuevo. Pero éstos
están totalmente despistados y no ofrecen una alternativa seria. Mientras
que los de derechas defienden abiertamente los intereses de los grandes
negocios y el imperialismo, los de izquierda trata de tomar una postura
intermedia, reflejan la naturaleza pequeñoburguesa del reformismo de
izquierdas. Y no hay un tema que evidencie más su confusión que la
cuestión de la guerra. En sus países aceptan la existencia del capitalismo
aunque les gustaría ser más amables con las masas. En la arena de la
política mundial aceptan el dominio del imperialismo y los grandes
monopolios. En ambos casos se parecen a los vegetarianos que intentan
convencer a un tigre para que coma lechuga en lugar de carne. Su
bancarrota y utopismo se ven en sus continuos llamamientos a las Naciones
Unidas, a las que asignan el papel de árbitro independiente que puede
mantener la paz entre las grandes potencias.
Las ‘Naciones Unidas’ y la
guerra
Además de escribir sobre la lucha
de clases Carlos Marx pasó mucho tiempo analizando la diplomacia y las
relaciones entre las potencias. Trotsky recomendaba encarecidamente a todo
trabajador consciente que estudiara diplomacia, para aprender cómo
funciona y comprender la realidad oculta detrás de los asuntos
diplomáticos. También hoy es nuestro deber exponer las mentiras de la
propaganda imperialista y desnudar los intereses egoístas y las
manipulaciones cínicas que se esconden detrás de su fraseología. El deber
de los marxistas durante la guerra de Kosovo era desenmascarar las
mentiras y la hipocresía del imperialismo y sus parásitos en Londres,
París y Bonn. Una parte importante de nuestro trabajo es exponer la
mentira de las Naciones (des) Unidas como supuesta fuerza
pacificadora.
Es necesario aproximarse a la
política, sea nacional o internacional, desde un punto de vista de clase.
Existen muchos paralelismos entre las guerras de clases y la guerra entre
las naciones. Se aplican los mismos principios básicos. Un tratado bien
puede ser un contrato entre los trabajadores y los patronos, o entre
grupos contrincantes en un momento determinado. ¿Quién puede pensar que
sólo con la firma en un pedazo de papel se puede resolver cualquier
problema serio? Una vez cambia el equilibrio de fuerzas el tratado se
rasga. En una fábrica el contrato se rompe, bien por los trabajadores o lo
normal por los patronos. El asunto se decide por una huelga, y decide la
parte que es lo suficientemente fuerte para imponer su acuerdo. Lo mismo
ocurre con los tratados y acuerdos firmados entre Estados.
Hegel es muy poco popular entre
la burguesía y la pequeña burguesía porque no le comprenden. Entre todas
las estúpidas críticas a Hegel dicen que fue un precursor del militarismo
e incluso de Hitler. Lo que Hegel decía en realidad era que, en la
historia, todos los problemas serios se resuelven por medio de la guerra.
Es difícil argumentar contra una proposición tan elemental. Toda la
historia demuestra que, cuando la clase dominante se enfrenta a los
problemas fundamentales de sus intereses básicos, no lo hace con tratados
de papel, negociaciones y cosas por el estilo. Van a la guerra.
La idea de que los conflictos
entre las naciones se pueden resolver por el arbitraje pacífico es una
ilusión, y la historia de la Liga de las Naciones antes de la Segunda
Guerra Mundial es una prueba gráfica. La cuestión de las Naciones Unidas
surge siempre entre los pacifistas utópicos y los reformistas de
izquierda. Pero la historia de todo el período de la posguerra, y
en especial de los últimos diez años, demuestra que nadie presta la más
mínima atención a la ONU, excepto los reformistas de izquierda, que en
toda crisis interna balan como ovejas: "Naciones Unidas, por favor".
Tratan de presentarlas como la solución de todas las guerras y problemas.
No comprenden el ABC de las relaciones mundiales. No han aprendido nada de
toda la historia de los últimos cincuenta años.
Solón de Atenas escribió lo
siguiente: "La ley es como una tela de araña. Los pequeños caen presos y
los grandes la rompen". Qué profundo conocimiento de la Ley por parte del
autor de la Constitución Ateniense. Las Naciones Unidas no pueden resolver
nada. Para ser más precisos: la ONU es un fórum de las diferentes
potencias imperialistas que, en algunas ocasiones, soluciona asuntos
secundarios en los que no están en juego los intereses fundamentales. Los
imperialistas americanos alaban a las Naciones Unidas pero, en el momento
en que tienen un problema, las ignoran. Lo pudimos ver en la crisis de
Kosovo. Los reformistas de izquierda se lamentaban sobre la supuesta
legitimidad del bombardeo de Yugoslavia: "El Consejo de Seguridad debe
votarlo, las Naciones Unidas deben decidir". Pero la guerra de Kosovo fue
una prueba palpable de que cuando los intereses básicos de EEUU están en
juego, los principios de la ley internacional les son totalmente
indiferentes.
Cuando Trotsky fue a
Brest-Litovsk a dirigir las negociaciones con los imperialistas alemanes y
austríacos en 1918, intentaba ganar tiempo prolongando las negociaciones.
Al mismo tiempo utilizaba la mesa de negociación de una forma
revolucionaria e internacionalista, hacía discursos revolucionarios, con
el objetivo de golpear a los generales y diplomáticos de Prusia y
Habsburgo, y conseguir la solidaridad de los trabajadores alemanes y
austríacos. La táctica de Trotsky resultó ser efectiva. Se publicaron sus
discursos en los periódicos alemanes y austríacos y sirvieron de
instrumento para provocar huelgas y grandes manifestaciones. Pero esta
diplomacia tenía sus límites. En cierto momento, en mitad de uno de los
discursos de Trotsky, uno de los generales, Hoffmann, puso sus botas sobre
la mesa. Trotsky no tenía ninguna duda de que lo único real en esa
habitación eran aquellas botas en la mesa. A fin de cuentas toda
diplomacia debe estar respaldada por la amenaza de la fuerza.
En el conflicto de Kosovo los
intereses vitales del imperialismo estaban en juego. Por lo tanto no se
trataba de permitir que decidiera sobre la cuestión el Consejo de
Seguridad, donde se habrían encontrado con el veto de Rusia y China. Así
que los norteamericanos simplemente lo ignoraron. Siguieron el ejemplo del
general Hoffmann y pusieron las botas sobre la mesa. Fueron a la guerra
contra Yugoslavia y utilizaron a la OTAN, que en teoría es una alianza
occidental pero en la práctica es un bloque militar dominado por los
americanos. Aunque EEUU desea mantener la ONU, que en algunas ocasiones es
útil como tapadera de sus operaciones (Corea), en la mayoría de las
ocasiones la ONU es dejada de lado. En cualquier caso la ONU depende
económicamente de EEUU y, con frecuencia, estos recuerdan a la ONU que no
olvide quién paga sus deudas. Sería tan utópico pensar que se le va a
permitir a la ONU decidir la política internacional de EEUU, como creer
que concederán el control de su presupuesto militar a Greenpeace.
Los efectos en
Rusia
El conflicto de Kosovo tuvo un
impacto importante en Rusia y las repercusiones todavía se dejan sentir,
especialmente en el seno del ejército ruso. Los militares rusos miraban
con horror la destrucción de baterías antiaéreas con armas sofisticadas.
Diez años de privatización y "economía de mercado" no sólo han llevado a
Rusia a la bancarrota, sino que ha supuesto un serio deterioro de la
capacidad de lucha del ejército. Los militares no han recibido inversiones
en diez años, con toda probabilidad se encuentran ahora diez años por
detrás de EEUU, y es evidente que esta situación no les gusta nada.
La inquietud del ejército se pudo
ver en el incidente de las tropas rusas entrando en Pristina, y eso fue
sólo un episodio. Esto fue un acontecimiento muy peligroso y no planeado
por el gobierno de Moscú. Ivanov, el ministro de Exteriores ruso no sabía
nada del tema. Parece que los generales rusos decidieron que ya era
suficiente.
¿Por qué Yeltsin abandonó
Yugoslavia a su suerte? Hizo como Judas por cuarenta piezas de plata.
Excepto que la cantidad aquí era algo más considerable (4.400 millones de
dólares). Años de economía de mercado han hundido a Rusia en la bancarrota
y necesitaba desesperadamente dinero de Occidente para evitar el colpaso.
Un año antes Occidente no quería darle dinero, pero ahora temen el colapso
de Rusia, temen que todo el programa de reformas se vuelva en su
contrario; que los militares puedan tomar el control junto con los
comunistas y nacionalistas, recentralizando la economía y renacionalizando
todo. El colapso de agosto de 1998 asestó un golpe moral a los reformistas
del mercado y la guerra en Kosovo supuso cavar su propia tumba. Moscú está
en constante crisis, y ésta ahora está afectando a los centros más
sensibles de poder, incluido al ejército que cada vez se separa más de la
camarilla pro occidental que ha arruinado y humillado a Rusia.
Llegará un momento en que se
producirá un nuevo colapso económico con efectos aún más profundos. Ya se
ha producido una reacción masiva contra el mercado, contra la "reforma",
contra el capitalismo, contra Occidente y contra EEUU. La crisis de Kosovo
actuó de catalizador. Por eso la crisis de Kosovo no fue sólo una crisis,
sino un punto de inflexión decisivo para Rusia y para el conjunto de la
situación mundial. Lo único que les sostiene es la política de Ziugánov y
los dirigentes del Partido Comunista, que les han permitido conseguir una
estabilización temporal aunque frágil. Ante la perspectiva de un nuevo
colapso, la clase obrera entrará de nuevo en el camino de la lucha con las
ideas y tradiciones de 1917 y 1905.
Suceda lo que suceda es
inevitable un nuevo conflicto entre EEUU y Rusia. Ambos se están
preparando. En Moscú el Estado Mayor ya ha sacado algunas conclusiones:
"¡Ayer fue Yugoslavia, mañana seremos nosotros! Por tanto debemos
prepararnos y rearmarnos". Y se rearmarán con consecuencias para el futuro
de la economía de mercado en Rusia, ya que en esta situación es imposible
un programa serio de rearme y recuperación nacional. Los comentaristas
occidentales más agudos no se hacen ilusiones con las perspectivas. Temen
que todo el programa de reformas se vuelva en su contrario. La única forma
de comenzar a solucionar la crisis sería con la restauración de la
economía planificada.
Chechenia y el
Cáucaso
La ofensiva en Chechenia ha
estado precedida por una serie de explosiones de bombas en Moscú y otras
ciudades rusas, que originaron una oleada de pánico entre la población.
Rápidamente se culpó a los terroristas chechenos. Hasta el día de hoy
ningún grupo checheno las ha reivindicado. La naturaleza de los objetivos
también es muy peculiar. En el pasado el terrorismo islámico iba dirigido
directamente contra las embajadas americanas, en esta ocasión los
objetivos fueron edificios residenciales, la mayoría en las zonas pobres.
Los resultados de los bombardeos fueron muy útiles para el Gobierno y
Estado Mayor rusos, pero no para Chechenia. Los medios de comunicación
alentaron el ambiente de histeria anti-chechena, que sirvió para preparar
psicológicamente a las masas para la nueva ofensiva. Parece que con toda
probabilidad fue una provocación organizada por un sector de la camarilla
dominante. Las muertes de trabajadores normales rusos les trae sin
importancia. Fruto de esta situación la guerra es muy popular en Rusia, y
el apoyo de Putin en las encuestas ha subido, hasta el punto de que podría
ganar holgadamente las elecciones presidenciales.
Occidente mira con fingido horror
la actuación del ejército ruso en Chechenia, olvidan que hicieron
exactamente lo mismo en Yugoslavia. Pero, mientras los americanos no
dudaron en sus amenazas a Belgrado, en esta ocasión son muy cautos. La
razón es obvia. No se atreven a desafiar militarmente a Rusia. Además el
ejército ruso -que quiere demostrar al mundo que todavía son "maestros en
su casa"- no está dispuesto a que se les humille ante el mundo entero. La
guerra chechena tiene además la intención de demostrar el poder militar
ruso, no sólo en el Cáucaso.
Toda la propaganda anti-rusa
destila hipocresía. Les importa igual el destino de los chechenos que el
de kurdos o kosovares. Hasta cierto punto el actual conflicto es parte de
una lucha más amplia por el control del Cáucaso. Occidente también es
responsable de las guerras que plagan esta region. Sobra decir que los
marxistas condenamos la tiranización de las pequeñas naciones del Cáucaso
y defendemos el derecho de autodeterminación de los chechenos y demás
pueblos de la región. Pero aquí no acaba el tema. Los secesionistas
chechenos calcularon mal al intentar jugar la carta islámica e intervenir
en los Estados vecinos de Daguestán e Ingushetia. Era un trago demasiado
amargo para Moscú y la consecuencia es la pérdida de la independencia
conquistada. Rusia no puede aceptar la pérdida total del Cáucaso, que
significaría la entrada del imperialismo americano en su flanco
estratégico más importante del sur. Sobra decir la existencia de enormes
reservas de petróleo y minerales. Es evidente que el ejército ruso está
preparado para "pacificar" Chechenia, aun a costa de devastar todo el
país.
En Asia central ya existe una
lucha feroz por la posesión de las riquezas de la región (petróleo, gas
natural y otras materias primas). Rusia está constantemente en conflicto
con EEUU y Turquía. Se han producido varias guerras y otras tantas se
encuentran en preparación. Existe una guerra entre Azerbaiyán y Armenia,
en la que esta última está apoyada por Rusia, Irán y Grecia, mientras que
Turquía, con el respaldo de EEUU, apoya a Azerbaiyan. Los americanos temen
verse involucrados directamente en este conflicto, pero están muy
interesados, en particular, en el petróleo de Azerbaiyán y Turkmenistán.
En el centro de este conflicto está la lucha por un oleoducto. Los
americanos animan a Turquía, que tiene ambiciones en la región; muchos de
los pueblos, tanto de Asia Central como del Cáucaso, hablan una legua
similar al turco. El azerí es la lengua oficial de Azerbaiyán y es un
dialecto del turco, el uzbeko está también muy próximo, lo mismo ocurre
con la lengua de Turkmenistán. Turquía es una potencia imperialista
mediana que intenta la expansión hacia esta zona y por ello choca con
Rusia.
La guerra en Chechenia forma
parte de un cuadro más amplio. Rusia comienza a dar marcha atrás en su
retirada del Cáucaso, Daguestán y Chechenia. Pero Rusia no puede imponer
su voluntad en el norte del Cáucaso sin asegurarse también el control del
sur del Cáucaso, y ahí sus intereses chocan con Georgia y Azerbaiyán.
Moscú acusa a estos dos países de ayudar a los rebeldes chechenos. Es
verdad porque, aparte de facilitar rutas para el movimiento de personas y
mercancías, Georgia es el único país que acepta la presencia (aunque
discreta) de una misión exterior chechena.
La casta dominante de Georgia y
Azerbaiyán tiene claro su deseo de unirse a la OTAN. Los americanos
intentan separar estos países de Rusia, lo que representa una amenaza para
los intereses de Moscú, y por supuesto no lo consentirán. Georgia y
Azerbaiyán ya son miembros, junto con Ucrania, Uzbekistán y Moldavia, del
grupo prooccidental GAUUM, que ha surgido como una alianza económica que
incluye cooperación en materia de seguridad. Incluso han creado una fuerza
conjunta para defender el nuevo oleoducto Bakú-Supsa. El objetivo del
oleoducto Bakú-Supsa y del planeado oleoducto que atravesará Georgia y
Turquía es crear una ruta para el petróleo de los países de Asia Central
fuera del control de Rusia. Esto amenaza económica y estratégicamente a
Moscú, que ha respondido a la provocación reafirmando su influencia en la
región.
El líder de Georgia,
Shevardnadze, el anterior ministro de Asuntos Exteriores de la URSS y
compinche de Gorbachov, es un admirador entusiasta de Occidente y no es un
secreto su deseo de que Georgia entre en la OTAN. En una entrevista
concedida al Financial Times el 25 de octubre, Eduard Shevardnadze
declaraba su intención de "llamar con fuerza a la puerta de la OTAN"
dentro de cinco años. Esta amenaza directa a los intereses de Moscú
provocó la reacción violenta de Rusia, que ha decidido jugar sus propias
cartas en la región. Moscú está presionando cada vez más a Tiflis. Además
de apoyar a la oposición georgiana, también respalda los movimientos
separatistas en Osetia del Sur y Abjazia, que amenazan con separarse de
Georgia. Hasta hace poco Moscú tenía tropas en Georgia y su retirada es
sólo una medida temporal. Moscú prepara un plato muy picante para Georgia.
Shevardnadze ha logrado evitar varios atentados contra su persona, pero la
suerte no puede durar siempre.
"Los guardias fronterizos rusos
se retiraron de las oficinas de la capital de Georgia, Tiflis, pero
dejaron atrás un pequeño regalo: una mina antipersonas. El gesto ruso es
un pequeño ejemplo de la campaña rusa para reafirmar su influencia en
Georgia y en el resto del Cáucaso. Rusia debe reafirmar su control en el
sur del Cáucaso para asegurar su control sobre el norte del Cáucaso y
mantener su influencia sobre los recursos de Asia Central. El actual
gobierno georgiano es un obstáculo para los objetivos de Rusia
(Stratfor Global Intelligence Up-date 29/10/99). Esto no está
lejos de la realidad.
Armenia es el principal aliado de
Rusia en el sur del Cáucaso. El 27 de octubre un grupo de hombres armados
entraron en el Parlamento en Yereván (la capital) y asesinaron al primer
ministro y a varios miembros del parlamento. Armenia pidió ayuda inmediata
a Rusia y ésta, como es natural respondió. Un día después de los
asesinatos el Servicio Federal de Seguridad ruso envió el comando de élite
Alpha a Yereván.
Rusia estira sus
músculos
No está claro quién estaba detrás
de los asesinatos del parlamento, pero sí es evidente quién ha ganado con
ellos. Ahora Armenia está aún más unida a Moscú que antes de la crisis de
los asesinatos, y ha intensificado aún más su presión sobre Georgia. Todo
esto va más allá de la cuestión de Chechenia y el Cáucaso. Cuando colapsó
la Unión Soviética los marxistas afirmamos que Rusia intentaría retomar
inevitablemente sus antiguos territorios y esferas de influencia. Los
acontecimientos han demostrado que es correcto. Dijimos que Rusia,
Bielorrusia y Ucrania se unirían. Ese proceso ya ha comenzado. Existe un
movimiento importante en Ucrania favorable a la unión con Rusia. La
situación en Ucrania es catastrófica. El flirteo con el capitalismo ha
tenido unos resultados aún más desastrosos que en Rusia. The
Economist decía lo siguiente al respecto: "La corrupción es rampante,
la inversión prácticamente no existe, los servicios públicos son
inexistentes. Ucrania está más confusa que cualquier otro país y está
lejos de ser aceptado por la UE como candidato". Sectores importantes de
la población quieren unirse de nuevo a Rusia, sobre todo en la zona
oriental de Ucrania, la occidental se considera más parte de Polonia. La
mayoría de los rusos no consideran Ucrania un país separado.
Una unión entre el "corazón
eslavo" de la URSS -la Federación Rusa, Ucrania y Bielorrusia-
proporcionaría un gran mercado y actuaría de poderoso imán para las otras
ex repúblicas soviéticas. En el caso de una recesión mundial el movimiento
hacia la reconstitución de algo parecido a la URSS cobraría un poderoso
impulso. Las repúblicas de Asia Central estarían dispuestas. Son las que
más se beneficiaron en el pasado con la pertenencia a la Unión Soviética,
a pesar de los terribles abusos de los que fueron víctimas. El destino de
los Estados bálticos dependería entonces exclusivamente del deseo de
Moscú, y se podrían ocupar en pocos días. La amenaza a las minorías rusas
podría ser la excusa para una intervención. ¿Quién podría evitarlo? La
OTAN y la UE se quejarían, pero no moverían ni un dedo. En cualquier caso,
y más en el caso de una recesión mundial, el malestar se extendería por el
resto de Europa del Este y los Balcanes. Países como Rumanía, Bulgaria y
Serbia, donde el movimiento hacia el capitalismo ha terminado en desastre,
probablemente querrían dar marcha atrás. La actitud de los polacos,
húngaros y checos habría que verla.
Para la mayor parte de la
población de Europa del Este y Rusia, el movimiento en dirección al
capitalismo ha terminado en desastre. The Economist, un ferviente
defensor de la economía de mercado, tiene que admitirlo: "La lista de
perdedores es larga. En todas partes el coro sube el tono: la gente que
antes nos mangoneaba, la nomenklatura comunista, ahora está
arriba. Era el apparatchik más inteligente, el director de fábrica,
el que mejor ha cambiado al capitalismo, y el que se ha beneficiado de las
privatizaciones. La corrupción se ha extendido en todo el antiguo mundo
comunista. El crimen organizado disfruta de escasa oposición policial,
judicial y política y se ha extendido por toda la región".
"En las ciudades industriales los
profesionales de edad media y las personas con baja educación atraviesan
una situación difícil y desdichada. Casi en todas partes los mayores de
sesenta años viven en la miseria, sus ahorros y pensiones son patéticas.
La vida para el gris intelectual que sirvió al viejo orden es también muy
sombría: antes incluso los poetas y los pintores recibían una remuneración
mensual y un apartamento gratuito. El desempleo prácticamente no existía
(...) Es una ironía que, en la era inmediata al poscomunismo, los
trabajadores -los trabajadores de astilleros y los mineros, por ejemplo-
que participaron activamente en el derrumbamiento del comunismo, sean con
frecuencia los primeros en perder sus empleos".
"Aunque la mayoría de los países
del antiguo Pacto de Varsovia están saliendo adelante, el abismo entre los
que tienen y los que no se está ampliando. Han aparecido otros abismos
entre la metrópolis y la pequeña ciudad, entre el campo y la ciudad.
Cuanto más al este vayas peor se encuentra el campo. La vida en los
pueblos cada día es más dura. En Polonia, donde el 20% de la población
tiene relación con el campo, la entrada en la UE con toda probabilidad
supondría la reducción al 5%".
"En casi todos los países ex
comunistas, los niveles de cuidados sanitarios se han derrumbado. En
algunos la esperanza de vida se ha reducido. En Rusia la edad media de
mortalidad es de 58 años, similar a algunas zonas de África; la población
(ahora de 147 millones) se ha reducido casi un millón al año" (The
Economist, 6/11/99).
La idea de que la economía de
mercado solucionaría los problemas de Rusia y Europa del Este ha
demostrado su falsedad. Incluso en Alemania del Este se ha extendido la
reacción contra el mercado, como se puede comprobar en el aumento de los
votos al PDS. Las masas no quieren el régimen burocrático totalitario del
estalinismo. Pero tampoco quieren vivir bajo la dictadura de los grandes
bancos y monopolios. El advenimiento de una profunda recesión hundirá a
todas las economías del Este. Aunque tarde, Occidente se está dando cuenta
de la auténtica situación en países como Polonia, donde la clase obrera
posee una tradición revolucionaria. Strobe Talbott, uno de los estrategas
de Clinton para Europa del Este y Rusia, observa con tristeza lo que han
conseguido los polacos: "demasiado shock y poca terapia". El
próximo período será testigo de acontecimientos revolucionarios, en
particular en Polonia, donde la clase obrera está amargada y ha visto cómo
han traicionado todos sus esfuerzos y sacrificios.
¿Un nuevo
‘aislacionismo’?
"Estados Unidos cabalga como un
coloso sobre el mundo. Domina los negocios, el comercio y las
comunicaciones; su economía es la más exitosa del mundo, su poderío
militar le sigue. Pero a pesar de todo el coloso está indeciso. A pesar de
tener mucho po-der, no sabe cómo comportarse" (The Economist,
23/10/99).
El papel de EEUU como policía
mundial le costará caro. Todas las contradicciones surgen al mismo tiempo.
Como principal nación capitalista EEUU tendrá que pagar la factura. La
explotación despiadada del mundo colonial (no sólo en América Latina)
durante décadas ha creado una situación explosiva en todos los países. Y
afectará directamente a Estados Unidos, que está intentando crear un
bloque económico que se extienda desde el Polo Norte hasta más allá del
Canal de Panamá. El Tratado de Libre Comercio (TLC) incluye ya a Canadá y
México, y quiere expandir su esfera de operaciones para que cubra todo el
hemisferio occidental, y así proporcionar a EEUU un mercado colosal para
los productos de la industria y agricultura norteamericanas en caso de una
recesión mundial. Pero el sueño del imperio se transformará en pesadilla.
América Latina está sumergida en una profunda recesión, todos los países
están inmersos en una crisis social y política. Al menos en dos países,
Venezuela y Colombia, pende un gran signo de interrogación sobre el futuro
del capitalismo. Y antes de la llegada de una recesión mundial.
En la votación en el Congreso USA
contra el tratado de prohibición de armas nucleares, en el momento en que
Clinton intentaba persuadir a India y Pakistán de que lo aceptaran, el
sector de derechas de la mayoría republicana se comportó con el mismo
aislacionismo que en 1919, momento en que humillaron al presidente Wilson
cuando votaron en contra del tratado de paz de Versalles y rechazaron la
entrada de EEUU en la Liga de las Naciones. Hoy ha ocurrido lo mismo. ¿Por
qué el imperialismo americano continúa pagando sus deudas a un club (ONU)
en el que el servicio no es totalmente satisfactorio? La filosofía del
Congreso es lo que se podría esperar del típico hombre de negocios
americano: una mezcla de miopía, egoísmo, avaricia y provincianismo.
Aunque la visión del actual inquilino de la Casa Blanca no es mucho mejor.
No existe nada de la visión y perspectivas a largo plazo que caracterizaba
a la clase política francesa y británica en política internacional. Sólo
cálculos basados en los intereses inmediatos y en la conveniencia. Estas
son las cualidades de los gobernantes del país más poderoso del mundo a
las puertas del nuevo milenio. Pero las facultades mentales de los
principales dirigentes del mundo occidental, en la actualidad, son una
medida del grado de decadencia senil del sistema.
La creciente tendencia hacia el
aislacionismo en el Congreso no es accidental. Han comenzado a comprender
que el papel de policía mundial de EEUU no sólo es una fuente de
beneficios potenciales, sino que también acarrea el riesgo de grandes
problemas. El tema de Kosovo por suerte para ellos pasó sin la pérdida de
una gota de sangre (americana). Pero cuando miran el mundo, éste parece un
lugar peligroso e inestable. A pesar de los intentos del Senado de
esconder a EEUU en su propio caparazón, la idea del aislacionismo carece
de futuro. Al igual que Rusia, China o Japón, EEUU no puede romper la
irresistible atracción del mercado mundial. A pesar de todos los recelos y
protestas del Congreso, EEUU se verá obligado a intervenir en un conflicto
tras otro, con consecuencias impredecibles.
La actitud que seguirá el
imperialismo americano en el hemisferio occidental se pudo comprobar en
las invasiones de Panamá, Granada y Haití. Con estas intervenciones
Washington se arrogó el derecho de intervenir con la fuerza militar en
cualquier lugar de su hemisferio. Pero estos países eran débiles en
fuerza y armas. Colombia es totalmente diferente. La situación en Colombia
está alarmando a Washington, especialmente en el momento en que EEUU
devuelve el Canal de Panamá. La guerrilla probablemente controla la mayor
parte del campo. Las negociaciones no han llevado a ningún lugar, sólo han
servido para fortalecer la posición de la guerrilla. Los americanos no
quieren intervenir por tierra y subrepticiamente prestan apoyo al ejército
colombiano con "consejeros", con el pretexto de librar una batalla contra
la droga. Han entrenado y equipado a varias unidades especiales que están
bajo el control de EEUU. Así empezó la implicación americana en Vietnam a
principios de los años sesenta.
La situación de Venezuela está
preocupando mucho a Washington. El presidente Hugo Chávez ha redactado una
nueva constitución, que entre otras cosas prohíbe la privatización de
PDVSA, la empresa pública de petróleo, y restringe la entrada de capital
extranjero en la industria petrolífera. Este tipo de política choca con
los planes de Washington, que quiere la privatización y el control de
todas las empresas del Tercer Mundo y su compra a precios de saldo. Chávez
disfruta del apoyo de las masas en su "revolución pacífica". La coalición
del Polo Patriótico domina la asamblea nacional: 121 de los 131 escaños.
Apoyándose en los trabajadores, pobres urbanos y rurales, podría
perfectamente barrer el capitalismo de Venezuela. Esto, totalmente
probable en el caso de una profunda recesión, es lo que aterroriza a
Washington, que intenta presionar a Chávez para asegurarse de que su
"revolución pacífica" no derribe los muros del capitalismo.
La opinión de republicanos como
George W. Bush es pueril: "EEUU es la potencia militar más poderosa del
mundo, nadie en su sano juicio se atrevería a enfrentarse a EEUU en la
arena militar, o retarnos en una carrera de armamentos. Por lo tanto EEUU
no debería enredarse en operaciones ‘pacificadoras’ o ‘humanitarias’ en el
exterior". Algo de sentido común, si tiene esta idea, pero, en
última instancia, la diplomacia siempre tiene que estar respaldada por la
fuerza. Prescindir de la diplomacia no sería prudente, ya que su misión es
conseguir unos objetivos determinados sin la necesidad de recurrir a las
armas (siempre caras y peligrosas).
EEUU no puede aislarse del mundo
ni de sus crisis y alarmas, ni renunciar a la diplomacia, alianzas y
enredos exteriores. Al contrario, su participación tenderá a crecer y
convertirse cada vez en más agresiva. Por supuesto que los americanos
intentarán evitar involucrarse militarmente pero hasta donde les sea
posible. Por ejemplo, si la situación en Colombia se escapa a su control
-y parece lo más probable-, con toda probabilidad intentarán incitar a los
países vecinos a que intervengan para "mantener el orden". Sin embargo
llegará un momento en que la crisis económica y social afecte no sólo a un
país, sino a América Latina en su conjunto, y con ello la extensión de la
lucha a los países vecinos. De igual forma la participación del
imperialismo americano en Vietnam fue una de las razones principales por
la que se extendió la guerra a Laos. Tarde o temprano EEUU tendrá que
entrar en el conflicto con consecuencias terribles.
Otra de las explicaciones de los
sentimientos aislacionistas del Congreso es el déficit comercial de EEUU
con el resto del mundo que ha alcanzado niveles récord. En la actualidad
toda la economía mundial depende de EEUU para vender sus mercancías. Las
importaciones americanas superan en un tercio a las exportaciones. Y desde
la recesión en Asia el mercado americano está inundado de importaciones
extranjeras baratas. Sólo en los primeros ocho meses de 1999 las
importaciones fueron un diez por ciento más elevadas que durante el mismo
período de 1998; para contrarrestar esta tendencia, las exportaciones
americanas al resto del mundo tendrían que subir un treinta por ciento más
que las importaciones, lo que es imposible, y sólo para mantener el
déficit en los niveles actuales. La reacción instintiva del Congreso ha
sido cerrar las contraventanas.
Ya en 1997 el Congreso rechazó la
solicitud del Presidente para que la autoridad fast track negociara
los acuerdos comerciales. Como los políticos americanos cada vez son más
reticentes a aprobar nuevos movimientos en dirección al libre comercio, la
derecha republicana en el Congreso USA hizo todo lo posible por bloquear
la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio. Los motivos
no son difíciles de comprender: China tiene una gran plusvalía comercial
con EEUU y el Congreso está dominado por proteccionistas. Aunque han dado
marcha atrás, si el voto hubiera seguido adelante hubiera tenido
consecuencias desastrosas entre China y EEUU. Pero los conflictos entre
estos dos países no han terminado.
Crece la tensión no sólo entre
EEUU, China y Japón, sino también entre EEUU y Europa. EEUU colisiona con
Europa debido a la cuestión de la comida genéticamente modificada, las
hormonas en la carne, y las bananas. Esto es un aviso de las cosas que
vendrán en el futuro. En una reciente encuesta el 46% de los americanos
decían que "EEUU debe retrasar la tendencia que existe hacia la
globalización porque causa daños a los trabajadores americanos". Eso
explica porqué Clinton tuvo que hacer discursos conciliadores en el mismo
momento en que se producían las manifestaciones contra la OMC en Seattle.
Este ambiente existe, incluso en un momento en que el desempleo en EEUU
tiene un nivel muy bajo ¿Qué ocurrirá cuando la economía deje de crecer?
Mientras dure el boom el proteccionismo permanecerá disfrazado, aunque ya
a principios de año el Congreso votó a favor de la implantación de cuotas
al acero extranjero por un margen de dos a uno. Hay que recordar que fue
precisamente el proteccionismo lo que convirtió el crash de 1929 en
una depresión mundial. En estas condiciones las contradicciones
subyacentes, que ya son visibles en la política mundial, se
intensificarán.
Europa y EEUU
"La guerra de la OTAN en Kosovo
se ha convertido en el factor del cambio. Para los gobiernos europeos, el
poder desplegado por los americanos en la esquina del mapa fue algo
espantoso. La mayor parte de su arsenal de armas está obsoleto frente al
americano, compuesto de bombas y mísiles de alta precisión. Una vez
comenzó, se convirtió en una guerra americana de la Casa Blanca y el
Pentágono, en la cual los europeos tenían poca influencia política"
(The Economist).
La guerra de Kosovo también marcó
un punto de inflexión para Europa. El hecho de que fuera una guerra
americana y de que utilizara a la OTAN como cobertura para su propia
conveniencia, creó entre los europeos el deseo de desarrollar su propia
maquinaria bélica, y no tener que depender de la buena voluntad de EEUU,
algo que no se puede dar por sentado en el futuro. La creación de un
Mercado Común Europeo fue un intento, por parte de los Estados europeos,
de crear un bloque comercial capaz de resistir a las presiones de los
gigantes de la economía mundial, EEUU y Japón. Los liliputienses Estados
de Europa Occidental se vieron aplastados por el poderoso imperialismo
americano y la poderosa Rusia estalinista. Ahora la amenaza del Este se ha
reducido, pero todavía se ven obligados a mantenerse juntos debido a la
competencia de EEUU y Japón, ambos ocupados en formar sus propios bloques
comerciales en América Latina y Asia.
Zbigniew Brzezinsky, consejero de
Seguridad Nacional de EEUU bajo el mandato de Jimmy Carter, describe
Europa como "en gran medida un protectorado americano, con sus Estados
aliados, reminiscencia de antiguos vasallajes y tributos medievales". Toda
Europa está reducida al papel de "seguidores" del imperialismo USA. La
guerra en Kosovo reveló la humillante dependencia de Europa de EEUU. Pero
todo eso puede cambiar en el próximo período.
Las causas subyacentes de los
crecientes antagonismos entre Europa y EEUU son el choque de intereses
económicos. A pesar de las aparentes relaciones de amistad, las
contradicciones entre Europa y EEUU salieron a la luz en las negociaciones
de la OMC en Seattle. El tema más inmediato fue la agricultura. EEUU
considera -correctamente- que la PAC de la Unión Europea es
proteccionista. Europa defiende a sus agricultores y prohíbe la entrada de
productos agrícolas americanos; para ello utiliza toda una serie de
excusas, como el uso de hormonas y la comida genéticamente modificada.
Esta conmovedora preocupación por la salud de los consumidores sería más
convincente si no fuera porque los agricultores europeos también
participan de toda una serie de prácticas dudosas, como mezclar pienso
animal con excrementos y animales muertos. En ambos lados del Atlántico lo
que importa es el beneficio. La excusa de cuidar la salud y el bienestar
de los consumidores y la seguridad animal en las guerras comerciales juega
casi el mismo papel que la consigna del humanitarismo y la
"autodeterminación" en Kosovo.
EEUU acusa a la UE de
subvencionar a los agricultores -lo que es verdad- pero olvida mencionar
las subvenciones que Washington paga a sus propios granjeros: 8.700
millones de dólares en concepto de "ayuda de emergencia" sólo en 1999.
Como en los años veinte, la recesión comienza con una crisis de la
agricultura, golpeada por precios bajos, sobreproducción y competencia
extranjera. Europa y EEUU intentan exportar el desempleo mientras
celosamente protegen sus propios intereses. El conflicto de intereses es
particularmente agudo entre EEUU y Francia y no sólo en el terreno
agrícola. Los dos países tienen un conflicto de intereses en el Tercer
Mundo. Francia no acepta la idea de perder sus antiguas esferas de
influencia. La pelea por las bananas es un reflejo de esto. Los americanos
dicen, no sin motivo, que las bananas de América del Sur y Centroamérica
son más baratas y mejores que las importadas del Caribe por la UE. Pero la
apertura del mercado europeo a las plantaciones de Centroamérica
(propiedad de grandes empresas americanas) arruinaría a los productores
caribeños (propiedad de grandes empresas europeas). Y así podríamos
continuar.
Las conversaciones de Seattle
fracasaron porque Europa y EEUU fueron incapaces de llegar a un acuerdo,
lo que sitúa una oscura sombra sobre el futuro de la OMC. Es una cuestión
muy seria. Muy pronto casi todos las granjas americanas exportarán
materiales genéticamente modificados. ¿Qué ocurrirá entonces? Con toda
probabilidad llegarán a algún tipo de acuerdo para evitar una catástrofe
en el comercio mundial, principal motor del crecimiento económico desde
1945. Pero esta crisis agrícola demuestra lo frágil que es la base sobre
la que se edifica el comercio mundial. La agricultura también llevó casi a
la ruptura de la primera ronda de Uruguay. The Economist
comentaba con preocupación las consecuencias de la posible ruptura de las
conversaciones de Seattle:
"Si eso ocurriera estimularía a
los grupos anti-OMC. Los Estados Unidos, la UE y Japón deberían sentirse
tentados a hacer algo por la ampliación del comercio. La UE y EEUU
deberían redoblar sus esfuerzos para repartir los mercados mediante
acuerdos comerciales con preferencia regional, que sólo pueden socavar la
aproximación multilateral al comercio. El Congreso tiene el deber de
revisar la participación de EEUU en la OMC en el próximo mes de marzo,
aunque alguno puede presionar para que se produzca su retirada". (The
Economist, 27/11/99).
En el caso de una recesión las
grietas que actualmente existen entre Europa y EEUU se convertirían en un
abismo. En el pasado fueron el origen de guerras, aunque en las actuales
condiciones está descartado. Pero podría convertirse en una amarga guerra
comercial, que se podría expresar en conflictos armados en África y Asia
por los mercados y las materias primas. Debido a los profundos
antagonismos entre los Estados europeos, el proyecto de una fuerza militar
europea unificada tiene pocas probabilidades de prosperar. La cuestión que
surge inmediatamente es la siguiente: ¿quién la dirigiría? Hablar de un
super-Estado europeo sobre bases capitalistas no tiene ningún sentido. Sin
un ejército, policía y Estado unificados es imposible unir Europa ni
siquiera sobre bases federales. En EEUU por ejemplo los diferentes Estados
tienen un grado considerable de autonomía, pero existe un ejército y una
fuerza policial federal y un Estado central. Es evidente que la única
posibilidad de conseguir este acuerdo en Europa sería bajo el dominio
alemán. Pero nunca se podría conseguir por medios pacíficos, sino sólo con
los métodos utilizados por Hitler, quien después de todo consiguió unir
Europa bajo el tacón de su bota.
Washington mira hacia la UE con
ansiedad. Por un lado el surgimiento del sentimiento aislacionista les
inclina a quejarse por las molestias que originarían guerras comerciales a
través del Atlántico. Pero por otro lado temen las consecuencias de dejar
que Europa escape a su control. George Robertson, anterior ministro de
Defensa de Blair, ahora al mando de la OTAN, comentaba con inusual ironía
la actitud esquizofrénica de los americanos con relación a Europa: "Por un
lado dicen ‘vosotros, europeos, podéis soportar más carga’. Y cuando los
europeos dicen ‘bien, llevaremos más carga’, entonces responden ‘Esperad
un minuto, ¿queréis decir que nos vayamos a casa?".
En la actualidad Europa gasta
sólo el 60 por ciento de lo que gasta EEUU en armas. Pero eso podría
cambiar. En el próximo período es inevitable que la campaña de rearme
general en todos los países europeos se acentúe. François Heisbourg, un
experto francés en defensa, afirma que cada gobierno europeo debería
gastar al menos el 40 por ciento del total de sus presupuestos de defensa
en investigación y desarrollo, reducir el nivel de soldados a no menos del
0,3 por ciento de la población y no reducir el gasto de defensa de
su nivel actual. Pero ¿por qué la insistencia en la necesidad de gastar
más en investigación y desarrollo? Con toda seguridad no es necesario
nuevo y sofisticado armamento para librar guerras en Yugoslavia u Oriente
Medio.
"La política alemana ha cambiado
después de la guerra de Kosovo. Alemania tiene un interés importante por
mantener buenas relaciones con los rusos. Desde un punto de vista
geopolítico y financiero, una Rusia hostil es lo último que necesita
Alemania. La confrontación entre la OTAN y Rusia con relación a Kosovo fue
una experiencia para los alemanes. Durante unos pocos días miraron hacia
el abismo y el abismo resultó ser muy negro. Los miembros de la coalición
rojiverde en Bonn sospechan tanto de EEUU como de sus aventuras militares.
Pasaron el último mes intentando demostrar que podían ser buenos
ciudadanos de la OTAN, dejando a un lado su sensibilidad de los años
sesenta. Empezaron a desconfiar del liderazgo americano y a preocuparse
por sus aventuras militares" (Stratfor Global Intelligence Update: The
World after Kosovo. 3/5/99).
Gran Bretaña y Francia, ambos
preocupados por el dominio alemán de Europa, se dirigen hacia la formación
de una alianza. París intenta convencer a Londres para que se separe de
Washington. Las discusiones entre Blair y Chirac en Londres sobre el
futuro de la cooperación británica y francesa reflejaron esto. Marcan el
comienzo de un proceso que sólo puede finalizar en la formación de una
nueva entente entre París y Londres dirigida contra Alemania. Las
tensiones en el seno de la UE crecerán. Bajo ciertas condiciones pueden
llevar incluso a la ruptura de la UE, aunque no es el resultado más
probable. A pesar de todos los conflictos entre ellos, saben que tienen
que intentar seguir juntos para protegerse de EEUU y Japón. Es un caso de
"o nos ahorcamos juntos o por separado".
Una lucha
mundial
Hace diez años los apologistas
del capitalismo hablaban del nuevo orden mundial de paz, prosperidad y
estabilidad. En lugar de esto hemos entrado en el período más convulsivo
de la historia humana. El libro de Lenin, El imperialismo, fase
superior del capitalismo, tiene una extraordinaria vigencia en
nuestros días. ¿Qué decía Lenin sobre el imperialismo? Que el capitalismo
monopolista está caracterizado por el dominio del mundo por los grandes
monopolios. El proceso de monopolización ha llegado a un extremo no visto
antes en la historia. En la actualidad el comercio mundial está dominado
por menos de 200 empresas que además determinan la política de los
gobiernos.
La escalada militar desde la
caída de la Unión Soviética no es una casualidad. No han gastado todo ese
dinero por simpatía. Las potencias imperialistas están preparándose
seriamente para el período que se nos abre. ¿Cómo si no explicar las
cantidades colosales en gastos militares? ¿Cuál es la razón? No pueden
utilizar a Rusia y China como un argumento. La respuesta se encuentra en
otra parte. La explotación de los pueblos coloniales, el saqueo del Tercer
Mundo, producirá inevitablemente un gran movimiento de masas, una nueva
edición de la revolución colonial. Y se preparan para eso. Esa es la única
explicación para la guerra contra Irak.
Por debajo de la fina capa de
barniz de "civilización cristiana" de estas damas y caballeros
democráticos de la clase dirigente americana, no habrá nada que les frene
en defender sus intereses contra el resto del mundo. No dudarán en
infligir daño a los pueblos coloniales. No lo publicaron en la prensa,
pero el bombardeo de Irak continuaba al mismo tiempo que la guerra de
Kosovo. Todos los días bombardean Irak, asesinan a gente corriente, a
pesar de que Irak no representa ningún peligro desde el punto de vista
militar. ¿Por qué? Irak está derrotada, no representa una amenaza militar.
Es un aviso para los pueblos de Oriente Medio, porque saben que esos
regímenes son muy inestables: si desafiáis a EEUU, podéis ver lo que os
pasará.
En julio de 1999 escribíamos las
siguientes palabras: "Los intentos por parte del imperialismo americano y
la OTAN de ampliar su esfera de influencia hacia el este, ha acelerado la
formación de nuevos bloques de poder en el mundo. Y la guerra contra
Yugoslavia ha acelerado aún más este proceso. En respuesta al peligro de
la OTAN, Rusia está preparando otras alianzas militares. Éstas incluyen a
China, Ucrania, Moldavia e incluso Yugoslavia. Rusia también está haciendo
una alianza en el Cáucaso, donde está en conflicto con la OTAN. Esta
postura agresiva y expansionista en la política exterior de la OTAN y EEUU
ha tenido sus efectos, en particular sobre Rusia, pero también en otros
países. Las fricciones entre Rusia y la OTAN surgidas con relación a
Kosovo están originando un significativo realineamiento de fuerzas y
relaciones entre las potencias imperialistas" (El nuevo balance de
fuerzas después de la guerra de Kosovo, julio 1999).
La característica dominante en
las relaciones mundiales al principio del siglo XXI será una vez más la
lucha feroz entre EEUU y Rusia. Desde la caída de la Unión Soviética ha
continuado la lucha. Se manifiesta en el Cáucaso y Asia Central, en la
pugna entre el imperialismo americano con su aliado Turquía por un lado, y
por el otro, Rusia, Irán y China. Aquí están los rasgos de una nueva
guerra fría, una nueva lucha por la hegemonía global, y una nueva
división del mundo en bloques. Es inevitable que Rusia se una con China,
que también afronta una situación de inestabilidad. La creciente
realización del hegemonismo norteamericano está empujando a Rusia y China.
Es probable que la India se una a este bloque.
La unión entre Rusia, China e
India contra EEUU corresponde a la lógica de la lucha entre EEUU y China
en el Pacífico. No contentos con tener el Atlántico y el Mediterráneo,
Washington quiere añadir el Pacífico a su lista de compras, aumentando la
carrera de armamento. Por ejemplo Japón ha comprado mísiles de defensa
aérea a EEUU, hecho que ha alarmado a China, porque está destinado a
socavar su propio sistema de mísiles. Así que tendrán que fabricar nuevos
mísiles.
Existen otros muchos ejemplos de
la carrera de armamentos en el Pacífico. En primer lugar está la cuestión
de Taiwán aún sin resolver, lo que podría conducir a una guerra. Los
chinos consideran Taiwán una parte inalienable de China y cualquier
movimiento de Taiwán para declarar unilateralmente la independencia el
régimen chino lo considerará una provocación intolerable, a causa de los
efectos que tendría entre otras minorías nacionales en China (de Tíbet,
Mongolia, Sinkiang, etc.). El aumento de las tensiones entre China y EEUU
no viene sólo de Taiwán, sino que éstas reflejan un choque más profundo de
intereses económicos y estratégicos. Hace diez años, EEUU consideraba a
China como un mercado, sólo como un mercado. Señalamos en su momento que
si Occidente comenzaba a invertir en China, China construiría fábricas, y
éstas producirían mercancías que serían exportadas al mercado mundial,
donde competirían con las mercancías americanas. Eso es precisamente lo
que ha ocurrido.
Ahora pende un gran interrogante
sobre el futuro del capitalismo en China. La economía china atraviesa
grandes dificultades. Existe un serio peligro de colapso de la Bolsa
china, que podría arruinar a 40 millones de personas. La entrada en la OMC
no resolverá nada y sólo podrá empeorar las cosas. A diferencia de Rusia,
la burocracia estalinista en China mantiene firmemente el poder. El
experimento de la economía de mercado (con más éxito que en Rusia) se
mantiene dentro de ciertos límites predeterminados. Está confinado
principalmente a zonas costeras como Guandong y Shenzen. Incluso hoy el
sector privado sólo aporta un tercio de la producción. El sector decisivo
es aún el sector estatal y con la llegada de una recesión el sector
privado podría desaparecer. Si la clase obrera no toma el poder, China
podría regresar a algún tipo de régimen estalinista (maoísta), acompañado
de un movimiento hacia un bloque con Rusia. Fue precisamente el temor a
este tipo de acontecimientos lo que convenció al Congreso americano, a
regañadientes y a última hora, de retirar sus objeciones a la entrada de
China en la OMC. Si no lo hubieran hecho, la humillación de Pekín habría
supuesto un golpe mortal para el sector procapitalista.
Sin embargo la entrada de China
en la OMC no resolverá nada. Proporcionará un respiro temporal a los
reformistas encabezados por el primer ministro Zhu Rongji, pero su
victoria no durará mucho. "La inversión en China siempre ha sido un campo
minado" (Business Week, 29/11/99), y el acuerdo de la OMC no deja
nada claro. El problema es muy simple. La masiva entrada de empresas
extranjeras en China arruinará sus industrias públicas, aumentando el
desempleo y el malestar social. Esta perspectiva alarma a la burocracia y
le hace resistir a una mayor penetración de las grandes empresas
multinacionales. El sector "conservador", asociado a gente como el
presidente del congreso nacional, Li Peng, tiene muchas armas en sus manos
para sabotear a las empresas extranjeras.
El peligro de las convulsiones
sociales en China es evidente para los estrategas del capital. Business
Week, en un editorial sobre la entrada de China en la OMC, daba la voz
de alarma: "Ninguna nación comunista ha logrado con éxito llevar adelante
una transformación económica de la magnitud de la que China intenta hacer
ahora sin desencadenar una gran agitación política. Y ningún sistema de
libre comercio en la historia ha absorbido un país gigante sin sufrir
enormes tensiones". Y añade: "Con cien millones de trabajadores emigrantes
vagando por sus ciudades, China está jugando a que puede atraer la
suficiente inversión extranjera para generar empleos para su pueblo. Pero
debe encontrar la fortaleza política para hacerlo completamente. Las
apuestas están muy altas. Ostentando las reglas de la OMC puede hacer
estragos en el sistema de comercio mundial y socavar todos los esfuerzos
de convertirse en un país moderno" (Business Week, 29/11/99).
Otro punto explosivo es Corea:
hay acontecimientos revolucionarios en el Sur, mientras Corea del Norte se
enfrenta al colapso. El Pentágono habla del peligro de guerra, aunque
parece poco probable que Corea del Norte invada el Sur. La verdad es que
no sería la primera vez que un régimen totalitario inestable y desesperado
emprende este tipo de aventuras. Aunque el Norte está arruinado y
hambriento resulta increíble que tenga el quinto ejército más grande del
mundo. La situación en Corea del Norte es similar a la de Rumania hace
diez años. El país se encuentra en una situación desesperada, el régimen
está al borde del colapso. Sin embargo un régimen totalitario puede
mantenerse como una olla a presión con una válvula defectuosa. Un minuto
antes del derrocamiento de Ceaucescu parecía que todo se encontraba bajo
control y al siguiente todo explotó. Lo mismo puede ocurrir en Corea del
Norte.
Optimismo
revolucionario
En el amanecer del siglo XXI, el
riesgo de una guerra importante entre las naciones industrializadas ha
retrocedido. Sin embargo el mundo no es hoy un lugar más pacífico. En la
actualidad existen al menos treinta conflictos armados en el planeta, son
"guerras pequeñas", casi todas en el Tercer Mundo. El hecho de que sean
pequeñas, comparadas con las guerras mundiales del siglo XX, no quiere
decir que sean menos horribles para las personas que las sufren.
Actualmente hay al menos 50 millones de refugiados en el mundo. Estas
guerras son luchas del mayor salvajismo y con armas modernas de
destrucción como las minas antipersonas. A pesar de todos los discursos
demagógicos de prohibición de estas minas, millones de estas armas
diabólicas se almacenan en Angola, Congo y Afganistán. La mayoría de sus
víctimas son mujeres y niños. Con frecuencia los niños luchan en estas
guerras armados con kalashnikovs.
En el próximo período estas
"pequeñas" guerras se convertirán en algo común. En la mayoría de los
casos serán guerras por el poder, con una u otra potencia detrás de ellas.
En África el imperialismo francés y el americano provocan la lucha por el
control de los recursos minerales. Rusia y EEUU están en conflicto en el
Cáucaso y en Asia Central. Esto conduce a guerras sangrientas y
prolongadas en las que potencias imperialistas rivales utilizan los
antagonismos tribales, étnicos y nacionales para sus propios fines. El
imperialismo USA, a pesar de todas sus palabras hipócritas sobre el
humanitarismo y la democracia, está dispuesto a armar y financiar al peor
tipo de lumpemproletariado y dirigirlo contra cualquier régimen que no les
guste. El caso más evidente fue Afganistán, donde, detrás de los
muyahidines -bandidos y asesinos unidos a señores feudales y
mullahs reaccionarios para acabar con el régimen prorruso de
Kabul-, se encontraban los norteamericanos. Ahora, después de veinte años
de horrible guerra, el país está reducido a sangre. El monstruoso régimen
talibán, que quiere regresar al siglo VII, ha hundido al país en el
barbarismo. EEUU, Rusia, Pakistán, India, Irán y Arabia Saudí, en mayor o
menor grado, continúan apoyando a facciones rivales para sus propios
intereses. La única objeción de Washington con el régimen talibán es que
no está bajo su control y que proporciona refugio a gente como Osama Bin
Laden, un reaccionario dirigente islámico, que al principio apoyaba a la
CIA y que ahora se dedica a volar embajadas americanas.
Los países capitalistas avanzados
están armados hasta los dientes. En un mundo atormentado por la pobreza,
el hambre y el analfabetismo, en el que siete millones de niños mueren
cada año víctimas de enfermedades como la diarrea debido a la ausencia de
agua potable, se gastan miles de millones de dólares en el desarrollo y
producción de armas. Esto no es casualidad. Los imperialistas se están
preparando para librar las guerras del siglo XXI, guerras no como las dos
Mundiales, sino guerras para aplastar a las pequeñas y atrasadas naciones
y asegurar el dominio del imperialismo. Francia se arma para intervenir en
sus esferas de influencia en África y Oriente Medio. Alemania se armará
para los conflictos en Europa del Este y los Balcanes, y para las posibles
confrontaciones con Rusia. Rusia se arma para defender sus fronteras y si
es posible recuperar sus antiguos territorios y esferas de influencia en
el Este, Sur y Oeste. China se arma para evitar la secesión de las
provincias rebeldes, como ya ocurrió en el pasado, y lleva adelante una
política agresiva en Asia que podría desembocar en una futura guerra. Con
toda probabilidad EEUU tendrá que intervenir en una guerra en Asia. No
cabe ninguna duda de que son excelentes noticias para las grandes empresas
de armas, que están consiguiendo suculentos beneficios.
Para el observador superficial
que desconfía del marxismo y la dialéctica, la actual situación mundial
presenta el esbozo de la reacción más negra. El capitalismo y el
imperialismo parecen estar firmemente en su puesto. Los demócratas
civilizados de Occidente, mientras predican el pacifismo al resto del
mundo, están muy ocupados experimentando con armas químicas y
bacteriológicas, que incluyen el ánthrax y la peste bubónica (que acabó
con un tercio de la población europea durante la Edad Media). Esto supone
una amenaza de muerte para la humanidad en el futuro.
Por todas partes guerras,
carnicería étnica, barbarismo y locura. Estas son las manifestaciones de
la agonía de un sistema que ha sobrevivido a su utilidad histórica y que
está corrompido. Las guerras y convulsiones que plagan la humanidad,
infligen un terrible sufrimiento y son un síntoma del período capitalista
de decadencia senil. Estamos ante la contradicción fundamental que existe
entre el potencial colosal de las fuerzas productivas y la camisa de
fuerza que representan la propiedad privada y el Estado nacional. De la
resolución de esta contradicción depende el destino de la humanidad.
La historia demuestra que existe
una relación entre las guerras y las revoluciones. La revolución francesa
finalizó en guerra. La revolución rusa fue encendida por una guerra. La
guerra es la expresión de las tensiones entre los Estados nacionales, como
las revoluciones son la expresión de las tensiones entre las clases.
También con frecuencia las guerras son una expresión de las
contradicciones internas, que buscan un desagüe en la arena internacional.
Pero las guerras también exacerban las tensiones internas y las elevan al
enésimo grado. Los efectos revolucionarios de la guerra de Vietnam en EEUU
y de las guerras de Angola y Mozambique en Portugal son dos casos que
ilustran con toda claridad este punto. En la época en la que hemos entrado
veremos nuevos ejemplos.
"Cada acción tiene una reacción
igual y contraria". Lo que es correcto en mecánica también lo es en
política. El período de semirreacción asociado a las doctrinas de Reagan y
Thatcher, y el dominio ilimitado del mercado ("monetarismo") han seguido
su curso. En todas partes vemos el principio del rechazo al capitalismo, a
su concupiscencia, desigualdad e injusticia. La expresión más gráfica
fueron las manifestaciones de Seattle. Representan una nueva oleada
revolucionaria en el mundo colonial, que encontrará rápidamente su
expresión en EEUU y en otros países capitalistas industrializados y que
empequeñecerán las manifestaciones de masas de la guerra del Vietnam. Lo
más importante de las manifestaciones de Seattle es su claro contenido
anticapitalista. En cambio las manifestaciones contra la guerra de Vietnam
tenían un carácter principalmente pacifista. Esto es un importante paso
adelante y refleja el cambio en la conciencia.
La reacción contra el capitalismo
y la "economía de mercado" toma muchas formas, pero que millones de
personas en el mundo están comenzando a cuestionarse el actual orden
existente es un hecho que no se puede negar. La afirmación de que el
capitalismo ("la economía de libre mercado") es la única forma posible de
sociedad y de que hombres y mujeres estamos condenados para siempre a
vivir bajo el yugo del capital, ha demostrado su falsedad. Las promesas
hechas hace diez años estaban vacías. Asia ha colapsado. América Latina se
encuentra en profunda recesión y Rusia es un completo caos.
Debemos estar preparados para
profundos y repentinos cambios en la situación de cada país: México,
Bolivia, Grecia e incluso Gran Bretaña y Alemania. Se están preparando
grandes movimientos y la gran pregunta es ¿cuándo? ¿Cuánto tardarán? Pero
esa no es la cuestión. No podemos responder a esta pregunta porque no es
una cuestión científica. Sólo podemos decir: debemos aprovechar la tregua
actual; es la tregua entre dos batallas, y un ejército serio en esta
situación no se dedica a malgastar su precioso tiempo, sino que limpia las
armas, cava trincheras, gana nuevos soldados, los entrena, estudia la
guerra y se prepara para la nueva ofensiva que sin duda llegará.
Durante la Primera Guerra Mundial
Lenin estaba totalmente aislado, en el exilio, sin recursos, y en contacto
sólo con un puñado de personas. Era una situación de oscura reacción, de
triunfo del militarismo, de la guerra, de la locura, del barbarismo: el
fin de la civilización. Pero Lenin fue capaz de detectar los elementos de
revolución que estaban madurando lentamente por debajo de la superficie.
Con qué gozo saludó la insurrección irlandesa en la Pascua de 1916, la
describió como el principio de un período de agitaciones revolucionarias y
nacionales. La insurrección de Pascua acabó bañada en sangre a manos del
imperialismo. Pero un año después se demostró que el análisis de Lenin era
correcto. En vísperas del nuevo milenio los marxistas somos los únicos
optimistas en el planeta. Las perspectivas desde un punto de vista
capitalista son desalentadoras. Los estrategas serios del capital miran
con pavor el futuro. El próximo período será rico en posibilidades
revolucionarias, la prueba brillante es la revolución en Indonesia, que
aún no ha acabado, y también en Irán, donde se encuentra en sus primeras
etapas.
Si echamos la vista atrás en la
historia de las revoluciones, vemos que nunca han respetado fronteras. Las
revoluciones de 1848 agitaron Europa de arriba abajo. La revolución rusa
de 1917, los "diez días que estremecieron al mundo", no sólo tuvo un
efecto electrizante en toda Europa, sino también enorme resonancia en
Asia. Pero ahora las condiciones para la revolución mundial han madurado,
alcanzando un grado sin precedentes. Los acontecimientos en una parte del
mundo tienen un efecto inmediato en otras zonas. La llegada de la
globalización significa que los conflictos se extenderán rápidamente de un
país a otro, de un continente a otro. En la época moderna, una vez que la
revolución comience en un país importante, se extenderá más rápidamente
que en el pasado. Lo único necesario es una victoria similar a la de
Octubre de 1917, en especial en un país clave, y el movimiento se
extenderá como una bola de fuego, no de un país a otro sino de un
continente a otro. Esta es la época de la revolución mundial. El siglo XXI
presenciará un renacer de la lucha de clases que, tarde o temprano,
conducirá a la victoria de la clase obrera y al establecimiento de un
nuevo orden mundial en lugar del actual caos sangriento. El nombre de ese
nuevo orden mundial es el socialismo internacional.
Diciembre de 1999
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