Julio López
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El nuevo desorden mundial.
Por EL MILITANTE - Saturday, Oct. 01, 2005 at 11:35 PM
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Ted Grant  

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El nuevo desorden mundial
Las relaciones mundiales en el amanecer del siglo XXI

"El siglo XIX llegó a su fin y en 1914 comenzó la Primera Guerra Mundial; en la actualidad la guerra iniciada en Kosovo, la primera en Europa desde 1945, marca nuestra entrada en el siglo XXI. Representaría entrar en una nueva era de la misma forma que la anterior, y más o menos en el mismo lugar, lo cual posee un valor tremendamente simbólico (...). Los acontecimientos de hoy en día reflejan también el cambio de los actores internacionales (...).

Estados Unidos se ha convertido en la única ‘mega-potencia’, un desequilibrio que puede resultar peligroso".

Dominique Moisi, director del Instituto Francés de Relaciones Internacionales;
aparecido en Financial Times (23/9/99).  

Hace exactamente cien años Kropotkin escribía que la condición normal de Europa era la guerra, medio siglo después esta triste predicción parece cumplirse. En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo experimentó un fuerte período de crecimiento económico, que sentaría las bases objetivas para la relativa estabilidad del período de la posguerra en las relaciones entre las clases y también entre los Estados nacionales.

La razón para que esta "paz" se mantuviera fue el balance de terror existente entre la potente Rusia estalinista por un lado y por el otro el poderoso imperialismo americano. Era la denominada guerra fría, una lucha entre dos sistemas sociales mutuamente contradictorios.

 El cambio del rostro de la guerra 

EEUU y la URSS se dividieron el mundo y crearon lo que parecían ser dos bloques y esferas de influencia inmutables. En aquella época EEUU no se habría atrevido a atacar Yugoslavia o bombardear Irak, ya que habría significado una guerra entre EEUU y la URSS. La guerra fría fue la manifestación de una lucha mundial entre dos sistemas sociales antagónicos; en este período de "paz" no se consiguieron eliminar las contradicciones fundamentales. Al contrario, surgieron otras contradicciones nuevas, como se comprobó en la monstruosa carrera armamentista que devoraba una gran parte de la riqueza generada por la sociedad. La pregunta es: ¿por qué estas contradicciones no llevaron en ese momento a una guerra entre Rusia y Estados Unidos?

Al final de su vida Engels escribió sobre dos fenómenos nuevos en aquella época: el desarrollo del imperialismo y el militarismo. Hasta la Revolución Francesa no existían ejércitos permanentes, los Estados monárquicos del siglo XVIII tenían pequeños ejércitos profesionales. La Revolución Francesa lo cambió todo. Antes lo común era que los generales de los dos ejércitos contendientes llegasen a un acuerdo entre caballeros para evitar una costosa batalla. ¡La guerra era un negocio caro! Este tipo de guerra finalizó con la Guerra de la Independencia americana, cuando, en palabras de Engels, los irregulares coloniales se negaron a bailar el minueto militar con las fuerzas de la Corona inglesa. Y fue la Revolución Francesa la que acabó totalmente con él; por primera vez la Europa feudal y reaccionaria se enfrentaba al espectáculo revolucionario del pueblo en armas.

Generales brillantes y revolucionarios como Lázaro Carnot desarrollaron tácticas y métodos militares totalmente nuevos, en especial el leveè en masse, es decir la movilización del pueblo en su conjunto. Bismarck aprendió esto de la Revolución Francesa. A principios de la década de 1870, Handerbeg escribía las siguientes palabras al rey de Prusia: "Debemos hacer desde arriba lo que los franceses hicieron desde abajo". Los prusianos se basaron en la idea de Carnot del pueblo armado, aunque le imprimieron el espíritu reaccionario del militarismo. Pero la máquina militar prusiana era perfecta y consiguió victorias espectaculares, que permitieron al junker conservador, representado por Bismarck, llevar adelante la tarea históricamente progresista de unificar Alemania, aunque de una forma reaccionaria bajo el dominio de la Prusia feudal y burocrática.

En la década de 1890 el Estado prusiano, siempre imbuido del espíritu militarista y burocrático, había creado un monstruo gigantesco que consumía ingentes cantidades en armamento. Francia y los demás Estados le seguían en esta tendencia. Toda Europa se había transformado en un enorme campo armado. Cuando Engels observó la gran acumulación de nuevas armas de destrucción y de poderío militar en Alemania y en el resto de las potencias, afirmó que este hecho conduciría al colapso del Estado. También creía que esa situación haría imposible una guerra europea. Más tarde la historia demostraría que Engels estaba equivocado. Los antagonismos entre Alemania, Francia, Gran Bretaña, Rusia y el Imperio Austro-Húngaro llevaron a la Primera Guerra Mundial, y en los Balcanes se encendió la mecha. Esa guerra causó la muerte de al menos diez millones de personas y Europa quedó reducida a escombros. La Segunda Guerra Mundial ocasionó 55 millones de muertos y casi la destrucción de la civilización. Aunque Engels se equivocara en ese momento, sí que estaba en lo correcto cuando pronosticó que la guerra se había convertido en algo demasiado costoso. Lo que Engels escribió entonces sobre el gasto militar y el militarismo no es nada comparado con la situación actual. En el último período el gasto mundial en armas ha superado el billón de dólares y desde 1945 no ha estallado ninguna guerra mundial.

La época posterior a 1945 fue un período de "paz" aunque para la mayoría de la población la paz mundial permaneció como un sueño inalcanzable. Durante los últimos cincuenta años en el mundo sólo han existido 17 días de paz. Siempre en algún rincón del planeta ha habido una guerra, fundamentalmente en el mundo colonial. Largas guerras de liberación en Kenia, Argelia, Angola, Mozambique y de-más. Guerras importantes en las que se vieron involucradas las grandes potencias, como fueron las guerras de Corea y Vietnam. Más tarde las guerras en Nicaragua y Afganistán, la del Golfo y, finalmente, la de Kosovo. Esta última fue la primera guerra en Europa en cincuenta años, y marcó un punto de inflexión que tendrá importantes repercusiones y que afectará más allá de los Balcanes.

La cuestión de la guerra es muy concreta. ¿Por qué no hubo una guerra entre las grandes potencias en cincuenta años? La respuesta es clara: el surgimiento de las armas nucleares cambió la naturaleza de la guerra. La burguesía no hace la guerra por diversión, patriotismo, o para salvar a los pobres kosovares, a la pequeña Bélgica o cosas por el estilo. Hace la guerra por beneficios, por mercados, por materias primas y por esferas de influencia.

No hacen guerras para exterminar a los pueblos. Ese no es el único propósito de las guerras imperialistas. Ni siquiera era el propósito de los mongoles al mando de Gengis Kan, a pesar de que exterminaran a muchas personas. Aunque utilizara el terror de masas como un arma de guerra el objetivo de Gengis Kan no era exterminar a toda la población, sino su conquista, esclavización y saqueo.

El propósito de las guerras capitalistas es la captura de nuevos mercados y no el exterminio de las poblaciones. Una guerra nuclear hubiera significado la destrucción total tanto de Rusia como de EEUU, una estupidez desde el punto de vista capitalista. Siempre existirán, no obstante, generales americanos que realicen cálculos aritméticos para demostrar que, a pesar de que una guerra nuclear mataría a decenas de miles de personas en EEUU, por lo demás no habría ningún problema; pero la clase dirigente americana no los toma en serio, sólo basta recordar las palabras del presidente Truman sobre la capacidad mental de los generales americanos al decir que la guerra era un asunto demasiado serio como para dejarlo en sus manos.

Los miles de millones de dólares que en la actualidad se gastan en armas, en especial las principales potencias imperialistas, hacen que el gasto militar de Bismarck e incluso Hitler parezca un juego de niños. Después de la caída del Muro de Berlín se habló mucho en Occidente de los "dividendos de la paz". La perspectiva que se abría era un nuevo orden mundial en el que todo el planeta entraría en un largo período de paz y prosperidad bajo la tutela de EEUU. Pero las cosas han sido un poco diferentes. Aún no estaba seca la tinta del discurso de George Bush cuando estalló la Guerra del Golfo, y ahora Kosovo. Lejos de desarmarse, EEUU continúa armándose hasta los dientes, gastando cada año 804 dólares per cápita en armas, seguido en la lista por Francia con un gasto anual de 642 dólares per capita.

Gran Bretaña, que, a pesar de perder totalmente su hegemonía económica e industrial, aún quiere parecer poderosa, gasta 484 dólares, cifra absurda para un país que perdió su superioridad industrial y que hace mucho tiempo quedó reducida a potencia de segunda fila. La pregunta es ¿cuál es el objetivo de esta demente carrera armamentista? Durante la guerra fría tenía su explicación en el supuesto peligro que representaba la existencia de la URSS. Pero esta excusa ya no vale. La razón "oficial" es la necesidad de sostener la paz y la democracia mundial. Pero los auténticas propósitos del imperialismo están determinados por lo que los alemanes llamaban realpolitik, es decir el egoísmo más cínico y calculado. Es evidente que por consideración a la opinión pública la diplomacia debe presentarlo de la manera más favorable -"misiones humanitarias", "fuerzas pacificadoras", "política exterior ética" y cosas por el estilo-. No hay nada nuevo en esto. El cinismo y el egoísmo siempre han guiado los principios de la diplomacia burguesa. Igual que intentaron calmar a Hitler con la esperanza de que dirigiría su atención al Este y atacaría la Unión Soviética, la clase dominante democrática británica dudó al entregar Checoslovaquia a los nazis igual que un hombre duda al lanzar un hueso a un perro hambriento.

La guerra entre Irán e Irak causó un millón de muertes. Y pasó prácticamente desapercibida porque no afectaba a los intereses vitales de Occidente. En realidad Occidente esperaba que se matasen entre ellos. Gran Bretaña y EEUU suministraron armas a Sadam Hussein hasta que invadió Kuwait.

La actitud de Occidente hacia Ruanda se caracterizó por la misma actitud de cínica indiferencia, mientras EEUU por un lado y Francia por otro enfrentaban a las diferentes etnias armándolas hasta los dientes, en su sorda pugna por el control de los valiosos recursos naturales de la zona. Esto subraya la hipocresía existente en las intervenciones humanitarias del imperialismo en Bosnia, Kosovo y Timor Oriental. En cada uno de los casos es necesario abrirse paso a través de la niebla diplomática para poder ver los auténticos intereses que hay detrás de toda la maniobra y propaganda diplomática.

Detrás de toda la palabrería sobre motivos humanitarios y misiones pacificadoras se esconden motivos egoístas. La guerra de EEUU contra Irak no tiene su origen en la preocupación por la pobre y pequeña Kuwait, ni la Primera Guerra Mundial en el destino de la pobre y pequeña Bélgica. La principal preocupación de esa guerra era la amenaza al suministro de petróleo de EEUU, y la amenaza que representaba el aumento del poder iraquí en esta región tan importante desde el punto de vista estratégico y económico. El bombardeo salvaje de Irak fue un aviso a los pueblos de Oriente Medio y del Golfo: "Si os desviáis de la línea marcada, ya veis lo que os ocurrirá". Casi una década después aún continúa el bombardeo de Irak, a pesar de que Irak no represente ya una amenaza militar seria para EEUU. El bombardeo y el hostigamiento militar se unen a un no menos monstruoso bloqueo económico, que incluye entre otras cosas la prohibición de enviar lápices, evidentemente armas peligrosas en manos de los escolares iraquíes.

El surgimiento del imperialismo americano como única superpotencia mundial es un hecho sin precedentes en la historia. EEUU se ha convertido en la mayor fuerza contrarrevolucionaria jamás vista antes, dispuesta a utilizar cualquier medio a su alcance para derribar gobiernos que no le sean afines. En África, Asia y América Latina apoyan a gangsters y ladrones para luchar contra aquellas fuerzas que amenazan sus intereses estratégicos.

Durante estos cincuenta años las materias primas baratas han jugado un papel importante en el desarrollo del capitalismo occidental. Y no es una cuestión secundaria. El control del petróleo y demás materias primas es un factor importante en la política global de EEUU y del resto de las potencias imperialistas. Por tanto están dispuestos a utilizar los métodos más brutales contra los pueblos coloniales. 

La revolución colonial

Uno de los acontecimientos más impresionantes de esta prolongada "paz" fue la revolución colonial. Ha representado el movimiento más grande desde la caída del Imperio Romano: un movimiento magnífico en el que participaron cientos de millones de esclavos modernos de China, India, Indochina y África. Como movimiento de lucha por la emancipación nacional y social, la historia no conoce nada comparable. Si tratamos de buscar un paralelo sólo hay dos cosas que se puedan parecer: el movimiento de los primeros cristianos, que comenzó como un movimiento revolucionario, y el despertar de la nación árabe en los primeros días del Islam. Pero la revolución colonial fue un movimiento mucho más importante.

En su titánica lucha, estos pueblos sojuzgados y postrados derrotaron al imperialismo. Trotsky, antes de la Segunda Guerra Mundial, ya previó este colosal acontecimiento. Afirmó que llegaría un momento en que el imperialismo no podría seguir sometiendo a las masas coloniales por medios directos, porque se convertiría en un gigantesco desagüe de recursos y energía.

Los imperialistas británicos fueron los primeros en comprenderlo. La entrega de la India no fue fruto de un gesto humanitario. Los británicos tuvieron que dejar la India debido a un movimiento de masas. El imperialismo británico conquistó la India y mantuvo su dominio utilizando tropas indias, por eso pudo mantener el control. No existía una conciencia nacional. La India estaba dividida en pequeños Estados, y resulta paradójico que el imperialismo británico fuera el que creara la conciencia nacional en el pueblo indio. En 1947 el gobierno británico preguntó al general Auchinleck cuánto tiempo podría mantener la India bajo control. Su respuesta fue que tres días. Los británicos se enfrentaron a motines en el ejército, revueltas, huelgas y manifestaciones. Una vez que el pueblo indio adquirió conciencia de nación se levantó contra sus opresores, lo que representó el fin de la historia colonial británica.

En un país tras otro los imperialistas se vieron obligados a abandonar el control militar y burocrático directo de las colonias. En 1958 en Francia De Gaulle aprendió la lección. Llegó al poder con la consigna Algerie Française! (¡Argelia francesa!) pero, una vez en el poder, comprendió que les costaría muy caro sostener una guerra contra el pueblo argelino y decidió la retirada. Esto originó una crisis revolucionaria que podría haber acabado en una revolución de no ser porque el Partido Comunista Francés carecía de una política revolucionaria. Fue la prueba de que la revolución colonial podía afectar también a los países metropolitanos. Lo mismo ocurrió en Portugal en 1974-75, cuando el intento de mantener Angola, Mozambique y Guinea Bissau llevó a la revolución en la misma metrópoli. En 1960 Bélgica se vio obligada a salir del Congo, pero antes sembró a propósito el caos que aún persiste en la actualidad.

Aunque la revolución colonial fue un gran paso adelante, sobre bases capitalistas no representó ninguna solución de los problemas fundamentales de estos países. Después de medio siglo de "independencia" la burguesía no ha resuelto ninguno de los problemas ni de la India ni de Pakistán. La cuestión agraria y la modernización de la sociedad siguen sin resolverse. En la India (y hasta cierto punto en Pakistán) el sistema de castas, esa reliquia del barbarismo, sigue aún vigente. Ni India ni Pakistán han solucionado la cuestión nacional, que está adquiriendo consecuencias explosivas, en especial en Cachemira. Ninguno de estos países atrasados y subdesarrollados es libre a pesar de la trampa que representa su independencia formal, la realidad es que todos estos países están más dominados por el imperialismo que hace medio siglo.

Los recientes acontecimientos en el subcontinente indio revelan la existencia de contradicciones insostenibles. Estas dos potencias nucleares estuvieron al borde de una guerra. Para intentar desviar la atención de las masas paquistaníes, el primer ministro Nawaz Sharif lanzó un órdago desesperado en Cachemira. Quizá quería sacar ventaja de la crisis gubernamental india, pero al final los paquistaníes no sólo fracasaron, sino que los acontecimientos condujeron a un golpe de Estado. Esto en sí mismo es un reflejo del total impasse del capitalismo en ese país. Sobra decir que la cuestión de Cachemira no sólo sigue sin resolverse, sino que será la fuente de futuras guerras.

En todas partes los países ex coloniales padecen la guerra y la inestabilidad, reflejando la imposibilidad de resolver sus problemas bajo el capitalismo que, como bien decía Lenin, es "horror sin fin". En la actualidad en África se libran cuatro o cinco guerras terribles, caracterizadas por la limpieza étnica, el barbarismo e incluso brotes de canibalismo. Algunas de estas guerras se producen en países ricos, como Angola y el Congo. Con su hipocresía característica, los imperialistas levantan las manos y publican artículos con tintes racistas que presentan a los africanos como salvajes. Las guerras en África se muestran como guerras tribales, cuando en la práctica son originadas por la injerencia de las potencias capitalistas, especialmente EEUU y Francia, que luchan por los mercados y materias primas en África. Países como el Congo y Angola poseen una enorme riqueza mineral de gran interés para los imperialistas. El caso del Congo es especialmente revelador: un país rico en potencia, pero hoy reducido a cenizas. Una parte está controlado por los rebeldes y las tropas extranjeras de Zimbabwe, mientras Angola y Namibia junto con EEUU apoyan al gobierno de Kabila, que sólo domina la mitad del país; Uganda y Ruanda están respaldados por Kenia. Todo por el control de las minas de diamantes y minerales.

Nunca el planeta ha estado como ahora dominado por una sola potencia. En sus relaciones con otros países EEUU hace uso de una asombrosa arrogancia. Pero si miramos un poco más de cerca vemos que este coloso tiene pies de barro. Su poder está limitado incluso en el terreno donde parece invencible.

Cuando predijo Trotsky que EEUU emergería victoriosa de la Segunda Guerra Mundial y dominaría el mundo, añadió que tendría dinamita en sus cimientos. Esa es precisamente la situación actual. Hace cien años el imperialismo británico consiguió enormes beneficios económicos de su dominio del mundo. Ahora EEUU ha heredado el papel de Gran Bretaña como policía mundial, pero en lugar de beneficiarse económicamente, en realidad le está suponiendo un enorme coste y tendrá profundos efectos sociales en los mismos EEUU. Las recientes manifestaciones ante la Conferencia de la OMC en Seattle son una ilustración gráfica de este hecho.

La guerra de Vietnam representó un punto de inflexión. Era la primera vez en su historia que EEUU perdía una guerra, y tuvo un efecto electrificante en la conciencia de la clase obrera americana. Se convirtió en un trauma. No debemos olvidar que el imperialismo americano no sólo cayó derrotado en Vietnam, sino en EEUU, donde surgió un movimiento de masas contra la guerra que adquirió connotaciones revolucionarias. El ejército americano en Vietnam también se encontraba desmoralizado. Un general americano llegó a decir que el ambiente entre las tropas sólo era comparable al de Petrogrado en 1917. La potencia imperialista más poderosa de la historia cayó derrotada en la selva de Vietnam a manos de un ejército guerrillero con los pies descalzos. Como hemos explicado en alguna otra ocasión, este histórico acontecimiento tuvo un efecto importante en los militares americanos.

Después de la guerra de Vietnam los marxistas señalamos que el imperialismo americano no intervendría con tropas de tierras en ningún país del mundo, con una excepción importante: Arabia Saudí. En este país, a EEUU no le quedaría más remedio que intervenir debido a la tremenda importancia que representa para la economía americana, aunque en todo caso tomaría el control de las zonas costeras donde se encuentra el petróleo y dejaría el desierto y la arena para los saudíes. En la actualidad seguimos defendiendo esta idea. Arabia Saudí se encuentra en una situación inestable. La deuda pública representa el 10% del PIB. La camarilla dominante, apoyada en la familia real, no puede ya ofrecer concesiones a la población como hacía en el pasado. Las escisiones por arriba se reflejan en las desavenencias existentes en el seno de la familia real que, a su vez, reflejan las tensiones en el seno de la sociedad saudí. El espectro de la revolución se cierne sobre la Península Arábiga. Y no sólo en Arabia Saudí. Debido a las fluctuaciones del precio del petróleo no existe ni un solo régimen burgués estable en todo Oriente Próximo.

La historia de las revoluciones demuestra que no comienzan por abajo sino por arriba, con escisiones en la clase dominante. El famoso sociólogo e historiador francés, Alexis de Tocqueville, trata este proceso con detalle y demuestra lo que ocurre cuando el viejo régimen entra en crisis. Un sector de la clase dominante afirma que sin reformas estallará una revolución, mientras el otro contesta que con reformas estallará una revolución; ambos están en lo correcto. Estas palabras expresan la situación a la que hoy en día se enfrentan los regímenes monárquicos árabes. Estos regímenes al principio eran muy prósperos, muy ricos y aparentemente estables. Arabia Saudí, Bahrein y Kuwait están gobernados por familias reales. Lo mismo ocurre con Jordania y Marruecos, aunque este último no es rico en petróleo. Todas y cada una de estas familias están divididas, lo que representa un síntoma de los acontecimientos y tensiones revolucionarias en estas sociedades.

En todas partes comienza a reaparecer el espectro de la revolución. En Irán, después de veinte años de bárbara reacción bajo el dominio de los mullahs, las masas comienzan a desperezarse. Como siempre el movimiento ha comenzado con los estudiantes y la intelligentsia, el barómetro más sensible de las tensiones subyacentes en el seno de la sociedad.

Las manifestaciones de masas del verano pasado fueron un serio aviso para el régimen, y demuestran que la paciencia de las masas se está agotando. La explosión de los estudiantes representa el principio de una nueva revolución iraní. El movimiento ha amainado a causa de la feroz represión. Pero resurgirá inevitablemente con nuevos y renovados bríos. Los estrategas del capital, con cierto retraso, han llegado a la misma conclusión que los marxistas. En un reciente número de Business News aparecía lo siguiente: "Muchos observadores que presenciaron los últimos disturbios de julio, que enfrentaron a los estudiantes universitarios con la policía y la extrema derecha religiosa, creen que éste fue un aviso de lo que puede ocurrir si el establishment no cede. ‘Es la última oportunidad para que Jatamí lleve adelante una reforma pacífica. Si es derrotado, entonces todo el sistema estará amenazado’, estas son las palabras de Ali Rezar-Alavi Tabar, editor del periódico de Teherán Sobh-e-Emrooz y colaborador importante de Jatamí".

Los acontecimientos revolucionarios de Irán son un anticipo del proceso que tendrá lugar en el Golfo y Oriente Medio durante el próximo período. Estamos ante un acontecimiento importante y decisivo no sólo para Irán, sino también para la revolución mundial. Irán también era un país estratégico en 1979, pero a EEUU no se le ocurrió intervenir para salvar a su aliado el Sha. Observaron impotentemente el derrocamiento del antiguo régimen y el saqueo de su embajada. Si no pudieron intervenir en 1979 cómo hacerlo ahora, frente a una revolución de las masas iraníes que tendría un carácter totalmente diferente: anti-mullah, anticapitalista y antiimperialista.

Una revolución en Irán tendría consecuencias revolucionarias en todo Oriente Próximo. El imperialismo americano se verá obligado a mantener en todas partes una actitud defensiva. Si con toda probabilidad se ven obligados a intervenir en Arabia Saudí, esto provocaría insurrecciones en todos y cada uno de estos países. Ni una sola embajada americana quedaría en pie. Y las repercusiones alcanzarían a Asia, África y América Latina. Por eso los imperialistas americanos, británicos y franceses se están armando hasta los dientes, se preparan para la tormenta, y, a pesar de todo, los límites del poder del imperialismo son bastante evidentes. En los últimos veinte años EEUU sólo ha intervenido en países pequeños y débiles, con la excepción de Irak. En la mayoría de los casos ni siquiera terminaron bien el trabajo, incluso llegaron a sufrir retiradas humillantes como en Líbano y Somalia.

"La intervención en Irak fue la primera de una serie de intervenciones, entre ellas Somalia, Haití, Bosnia, y ahora Kosovo. Ninguna de ellas terminó bien. Somalia acabó en fracaso. La invasión de Haití consiguió derrocar al gobierno pero no sacó a Haití de la miseria. Bosnia que en principio era una intervención a corto plazo, se ha convertido en una intervención permanente. Pero hasta ahora ninguna de estas intervenciones ha obligado a Estados Unidos a enfrentarse a la cuestión clave: ¿cuáles son los límites del poder americano? (Stratfor Global Intelligence Update; The world after Kosovo; 3/5/99).

Esto explica las reticencias del Pentágono a enviar tropas de tierra a Kosovo, prefieren basarse en la fuerza aérea. Los americanos sabían que tendrían numerosas bajas, lo que provocaría efectos importantes en los países de la OTAN. Si hubieran enviado tropas de tierra a Kosovo el resultado de la guerra habría sido diferente. La guerra de Kosovo no ha cambiado la posición en la que se encuentra el Pentágono; mientras las fuerzas aéreas americanas exigen más dinero para perfeccionar su arsenal de armas destructivas. Pero al final el imperialismo americano se verá obligado a emplear tropas terrestres en un país u otro y pagará las consecuencias.

El papel de Alemania 

Uno de los acontecimientos más importantes de los últimos tiempos es la tendencia a la división del mundo en bloques regionales. Después de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba dividida en dos, EEUU dominaba Europa Occidental y el Este estaba dominado por Rusia. Ahora todo ha cambiado. Incluso antes de la caída del estalinismo, el mundo ya estaba dividido en bloques comerciales rivales. El Tratado de Libre Comercio (TLC), dominada por el imperialismo USA, incluye por el norte a Canadá y por el sur a México. En la práctica EEUU considera a todo el continente americano como un asunto privado. Paralelamente Japón quiere crear su propia esfera económica de influencia en Asia, y los capitalistas europeos han formado la Unión Europea.

En el caso de Europa el lanzamiento del euro se interpretó como un movimiento en dirección a la creación de un super-Estado europeo o una federación. Quienes defienden esta idea no comprenden lo que ocurre en realidad. Es verdad que el proceso de integración de la UE ha ido más allá de lo previsto por los marxistas. Pero este proceso tiene un límite, y en cualquier caso no eliminará las contradicciones existentes entre los diferentes Estados nacionales que componen la UE. La realidad es que sólo existe un Estado lo suficientemente fuerte desde el punto de vista económico que puede dominar Europa, y ese es Alemania. Este hecho, que era obvio desde el principio, se ha hecho más evidente después de la caída del muro de Berlín en 1989. Y marcó un cambio decisivo en la historia de Europa y del mundo.

El escritor y político irlandés Conor Cruise O’Brien afirma que el entusiasmo francés y alemán por la integración europea siempre fue una tapadera hipócrita para sus ambiciones nacionales: "El lenguaje del federalismo en los labios de comerciantes y políticos se ha convertido en una lengua codificada que apela a los instintos nacionalistas de países rivales. Los nacionalistas franceses escuchan a su presidente recomendar el federalismo y piensan: ‘Seremos más listos que ellos porque somos más inteligentes y dirigiremos Europa igual de bien que nuestro propio país’. Los nacionalistas alemanes, escuchan el mismo lenguaje de su propio canciller, y piensan: ‘Debemos dominar una Europa federal debido a nuestro tamaño, nuestra fortaleza de carácter y nuestros hábitos nacionales de economía y trabajo duro".

Si echamos una mirada retrospectiva a la historia, es probable que la introducción del euro se pueda ver como el mayor intento de integración europea sobre bases capitalistas, aunque en todos los niveles abundan los conflictos de intereses. La fortaleza alemana reside en la industria, mientras que Francia aún tiene importantes intereses agrícolas, que está decidida a defender, también por razones sociales y políticas. Alemania mira al Este, a sus antiguas colonias, la República Checa, Polonia y los Balcanes. Francia mira al sur, a sus antiguas colonias en el norte de África y a sus vecinos mediterráneos, España e Italia, que al menos potencialmente parecen sus aliados. Gran Bretaña es un caso especial. Después de décadas de declive industrial, su poder e influencia en el mundo han remitido, pero no sus sueños, ilusiones y desilusiones de grandeza. En realidad se ha convertido en una economía rentista, como Francia antes de la guerra, y en un semisatélite de EEUU. Las potencias europeas menores, como siempre, gravitan alrededor de las tres grandes, ahora una y después otra, según los intereses de cada momento. Todos se guían por sus propios intereses nacionales. Grecia mantiene su política con relación a Serbia y Turquía, por ejemplo. Pero la potencia decisiva es Alemania.

La intención original al crear la Unión Europea era sujetar a Alemania y Francia para prevenir una nueva guerra entre estos dos países. Pero la intención de Francia siempre fue la de jugar un papel dominante. Al principio parecía ser así, Alemania aún luchaba por salir de la catastrófica derrota de 1945, pero el tiempo pasó y el poderío industrial alemán dejó a Francia detrás. París se reconfortaba pensando que mientras Alemania era una potencia económica en Europa, Francia seguiría manteniendo el poder supremo político y militar, pero todos sus cálculos fracasaron. Con la unificación, Alemania renació como una superpotencia. Era una utopía pensar que su fuerza no encontraría expresión política y militar, y que la clase dominante alemana se contentaría para siempre con ser la segundona de Francia en la escena mundial.

Con la unificación hemos presenciado el resurgimiento de todos los viejos sueños alemanes de grandeza. En la actualidad Alemania gasta menos que Gran Bretaña y Francia en armamento, 355 dólares per capita, pero tiene un ejército poderoso, una base industrial muy fuerte y una población de 80 millones de personas en el corazón de Europa. Ya ha conseguido por medios económicos lo que no pudo en dos guerras mundiales: unir a Europa bajo hegemonía alemana. Pero la enorme potencia económica no refleja en absoluto su influencia política y militar. Se pudo comprobar durante la crisis de Kosovo cuando por primera vez desde 1945 las tropas alemanas participaron en una intervención militar en otro país europeo. La escala de esta participación fue modesta pero tuvo un significado simbólico importante.

Ya existen síntomas de la impaciencia alemana ante las sospechas que tienen sus vecinos europeos de su papel en Europa. En agosto de 1999 el canciller Schröder decía lo siguiente: "Alemania está muy interesada en que se le considere una gran potencia en Europa (...) Alemania no es mejor ni peor que cualquier otro país. Es un país como cualquier otro". A estas palabras respondió The Economist: "Sí señor Schröder, Alemania no es mejor ni peor que cualquier otro país. Pero es muy grande y se encuentra en el centro de Europa". Estas líneas expresan con admirable claridad la auténtica actitud de Gran Bretaña y Francia con relación a Alemania. Pero nada podrá impedir que Alemania convierta su fuerza económica e industrial en poder político y militar.

Bismarck describió el concepto de "hegemonía" de la siguiente forma: "La relación desigual que se establece entre una gran potencia y otra más o menos pequeña, basada en la igualdad formal o jurídica de todos los Estados participantes, no se basa en el ‘dominante’ y el ‘dominado’, sino en la ‘dirección’ y los ‘seguidores". No es una mala descripción de las aspiraciones alemanas en Europa hoy en día. Eso inevitablemente conducirá a choques con Francia y Gran Bretaña, que no se ven en el papel de "seguidores" de Alemania. La política exterior alemana es la misma que hace cien años. Su historia, su posición geográfica y sus intereses económicos miran hacia el Este, con la esperanza de atraer hacia la UE a sus Estados satélites. Esto hace que entre en conflicto con Francia, ya que la entrada de países como Polonia y Hungría en la UE supondría automáticamente la muerte de la Política Agraria Común (PAC) que beneficia a los agricultores franceses. Por otro lado Gran Bretaña mientras que, en principio, no se opone a la entrada de países que le podrían proporcionar nuevos mercados para sus mercancías, sí se opone a cualquier sugerencia de cambiar el sistema de votación en la UE, ya que supondría la eliminación del derecho a veto. ¿Cómo van a permitir una ampliación de la UE con países pequeños y pobres de Europa del Este que puedan bloquear sus decisiones? A Gran Bretaña, que aporta fondos para el presupuesto de la UE, no le gustaría aumentar su aportación, debido a los subsidios destinados a estos países y que sólo beneficiarían a Alemania.

Es evidente que el debate sobre la ampliación sólo servirá para echar más gasolina a las llamas de la discordia nacional. El nombramiento de Berlín como capital alemana está cargado de simbolismo histórico. Los capitalistas alemanes no han perdido el tiempo para establecerse en Polonia y otros países de Europa del Este; reconstruyen sus antiguas colonias y esferas de influencia según la antigua política alemana de drang nach Osten. La misma política que originó la ruptura de Checoslovaquia. Este tipo de actuaciones se corresponden, evidentemente, con los intereses del imperialismo alemán, que ya ha conseguido dominar económicamente Europa y ahora estira los músculos para convertirse en una potencia militar y política.

Las alianzas y los conflictos temporales originarán todo tipo de acuerdos y bloques, que se crearán y destruirán como los remolinos de un río, pero lo verdaderamente importante es que el antiguo eje entre Francia y Alemania se viene abajo. The Economist lo reflejaba en un reciente artículo: "En todo caso Francia parece estar más preocupada porque Alemania se inclina del lado británico. Francia tiene un sentimiento de traición y ha causado una serie de pequeñas peleas con Alemania desde que Schröder llegó al poder". Lo que importa no son las peleas, sino la confirmación para París de que ya no puede contar con el apoyo de Alemania y que esta última está decidida a seguir su propio destino, con Francia o sin ella.

Al igual que en el período anterior a 1914 se producen maniobras constantes entre Francia, Gran Bretaña y Alemania. En aquella época no estaba claro que Alemania no se uniera a Gran Bretaña contra Francia. Pero el creciente poder de Alemania amenazaba con alterar el equilibrio de fuerzas en Europa, empujando a Gran Bretaña en los brazos de Francia, su antiguo enemigo. La cuestión se resolvió con una Entente cordial, en la que Gran Bretaña y Francia formaron un bloque contra Alemania. Ahora nos enfrentamos a una situación similar. Alguien del Ministerio de Asuntos Exteriores británico dijo en una ocasión: "Las naciones no tienen amigos para siempre; lo único que tienen son intereses permanentes". A pesar de las actuales fricciones entre Gran Bretaña y Francia con relación a la carne de vaca, es inevitable que más tarde o temprano se vean obligados a unirse. Los intereses permanentes de Gran Bretaña en Europa le obligarán a unirse con Francia para contrarrestar el peso de Alemania.

 Alemania y los Balcanes 

Como siempre, las causas de la inestabilidad en los Balcanes hay que buscarlas fuera de los Balcanes. En este caso el punto de partida de la crisis fue el colapso de la URSS y la unificación alemana. Hace exactamente diez años la nueva reunificación de Alemania representó un cambio que desequilibró las fuerzas en Europa. De igual manera, el ascenso de Alemania, como resultado de la unificación alemana en la segunda mitad del siglo XIX, también cambió el balance de fuerzas en Europa y preparó el camino para tres guerras. En ambos casos los Balcanes resultaron afectados de una forma decisiva, y a su vez afectó a la situación general del mundo. Es una ironía de la historia que el siglo XXI comience como lo hizo el siglo XX.

A los europeos la guerra les parecía algo característico de otros continentes. La clase obrera europea había olvidado lo que era la guerra, de la misma forma que ha olvidado lo que son la revolución y la contrarrevolución. Las pesadillas del pasado, el bombardeo de civiles, la limpieza étnica, la locura racial y los campos de concentración, se suponía que eran cosas de otros tiempos. Europa ha despertado bruscamente, la guerra en Kosovo representa un punto de inflexión importante en Europa y en la historia mundial. Significa un cambio fundamental en el balance de fuerzas surgido durante la pasada década, desde el colapso del estalinismo, y de la Unión Soviética.

Con relación a los Balcanes sólo los marxistas, durante los últimos ocho años, hemos mantenido una postura de clase e internacionalista en esta cuestión. ¿Qué representó este conflicto? En primer lugar un cambio decisivo en la situación mundial.

Existe una tendencia a equiparar la inteligencia de la política exterior de Washington con su poderío militar. Sin embargo, cuando consideramos las actuaciones del imperialismo, es difícil detectar una estrategia coherente a largo plazo en relación a los Balcanes; lo que observamos es simplemente la utilización de su aplastante ventaja militar para sojuzgar al mundo e imponer su voluntad a todo gobierno. La objeción principal (quizás la única) al actual gobierno de Yugoslavia es que no estaba dispuesto a aceptar los dictados de Washington.

Los únicos que sabían bien lo que querían en los Balcanes desde el principio, y que siguieron un plan de acuerdo a objetivos muy definidos, fueron los alemanes. Es verdad que existían problemas internos: la eliminación de la autonomía de Kosovo -en sí misma una expresión de las contradicciones del viejo sistema- jugó un papel nefasto y estimuló las tendencias chovinistas que Tito siempre intentó mantener bajo control. Pero, como siempre ocurre, las llamas se avivaron por causas exteriores. Al favorecer la ruptura de Eslovenia y Croacia, Alemania desató fuerzas que nadie pudo controlar. No hay duda de que no previeron las consecuencias de sus actuaciones. La dimisión del ministro de Asuntos Exteriores alemán Genscher fue en la práctica admitir que se habían equivocado.

La intimidación imperialista 

La OTAN sólo es una cobertura para las ambiciones de EEUU. En la cumbre de la OTAN celebrada a principios de 1999, se presentó un nuevo documento estratégico que ampliaba el alcance de las intervenciones de la OTAN. Este documento, además, revisaba las relaciones mundiales que, prácticamente durante 300 años -desde el Tratado de Westfalia en 1648-, se habían mantenido inmutables. Desde ese momento hasta nuestros días se aceptaba que el principio básico de la conducta internacional de los Estados era no interferir en los asuntos internos de los demás. Pero en Kosovo presenciamos cómo a EEUU no le preocupaba lo más mínimo la opinión de los demás, y Yugoslavia era un Estado soberano, alejado del Atlántico Norte y que no representaba una amenaza directa para EEUU.

No parece que EEUU tuviera un plan elaborado con antelación en relación a Kosovo. Posiblemente la guerra haya sido fruto de un error de cálculo. Clinton y el Departamento de Estado creían que el gobierno de Belgrado se rendiría inmediatamente. Pero las cosas no resultaron tan sencillas. El presidente Truman afirmó una vez que los generales americanos no eran capaces de marchar y masticar chicle al mismo tiempo. Sin embargo, en el tema de Kosovo el Pentágono demostró tener más inteligencia que el actual inquilino de la Casa Blanca. Según algunos informes de confianza el Pentágono y el Departamento de Estado tenían opiniones diferentes sobre cómo actuar. El Pentágono estaba preocupado por su aventura yugoslava ante la posibilidad de librar una guerra terrestre.

Es evidente que EEUU no quería entrar en una guerra en los Balcanes, sino estabilidad; pero bajo su control. El problema es que Yugoslavia no actuó de acuerdo con los deseos de EEUU. Para EEUU era esencial vencer en Kosovo para demostrar la seriedad de la OTAN a la hora de cumplir sus objetivos. Madeleine Albright, con toda probabilidad la secretaria de Asuntos Exteriores más obtusa que EEUU haya tenido jamás, hizo todo lo posible para provocar a los yugoslavos. La arrogancia de Washington se pudo ver en el acuerdo de Rambouillet, con un contenido que ningún gobierno soberano del mundo aceptaría.

Este acuerdo era similar al ultimátum que Austria-Hungría dio a Serbia en 1914. Como era de esperar, Bel-grado lo rechazó y comenzó el bombardeo. Pero las cosas comenzaron a ir mal para la OTAN. Belgrado no se rendía y no lograban destruir al ejército yugoslavo; por eso la OTAN bombardeó deliberadamente objetivos civiles: fábricas, casas, puentes, hospitales, escuelas. Querían aterrorizar al pueblo yugoslavo, obligarles a arrodillarse ante el imperialismo americano, al igual que en Irak.

Es verdad que el imperialismo americano posee una potencia militar poderosa y métodos de destrucción terroríficos, pero la propaganda americana exagera de manera sistemática el poder de destrucción de su tecnología militar. Por ejemplo hablan mucho de las "bombas inteligentes", aseguraban que podían bombardear objetivos muy pequeños desde gran altura. Esta propaganda estaba destinada a convencer a la opinión pública americana de que podían ganar una guerra fácilmente, pero si todo lo que decían era verdad, es difícil comprender por qué bombardearon objetivos como la embajada china, o columnas de refugiados kosovares, o el territorio de Estados amigos como Albania y Bulgaria. Estos incidentes demuestran que la supuesta infalibilidad de las llamadas "bombas inteligentes" es una tontería.

Con frecuencia se dice que la primera víctima en una guerra es la verdad. En 1914 los británicos y los franceses realizaron una campaña masiva de propaganda para demonizar a los alemanes; les acusaban de cometer todo tipo de atrocidades en la Bélgica ocupada. Algunas de estas atrocidades eran auténticas pero muchas eran falacias o exageraciones. Lo importante es que utilizaron la propaganda como arma militar, para moldear a la opinión pública y preparar el camino para la carnicería que representó la Primera Guerra Mundial. De la misma forma atribuyeron todo tipo de atrocidades a los serbios. Es verdad que se cometieron algunas contra los albaneses de Kosovo, pero no tantas como se dijeron. La mayoría de estas atrocidades se realizaron después del comienzo de los bombardeos. Y no las realizó el ejército yugoslavo, sino los denominados chetniks, pandillas de paramilitares fascistas serbios. Un fenómeno similar se ha visto en cada guerra en los Balcanes. Tampoco es verdad que este tipo de cosas sea un monopolio exclusivo de los serbios. Croacia expulsó a 300.000 serbios de la tierra que ocupaban desde hace cientos de años. También realizó una campaña de limpieza étnica contra los bosnios musulmanes en Mostar en el año 1993. Occidente se basó en el principio de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo", lo aceptó todo, guardó un silencio cómplice, de la misma forma que ahora callan la limpieza étnica y los asesinatos de civiles serbios a manos del ELK en Kosovo.

En cualquier guerra el estado mayor utiliza el arma de la propaganda como auxiliar de los tanques, aviones y mísiles teledirigidos. Pero la avalancha de propaganda que acompañó a este conflicto desde el primer día hasta el último no tiene precedentes. Durante los bombardeos los dirigentes de la OTAN lanzaron un aluvión de propaganda con el objetivo de convencer a la población de que era una "guerra justa". Para la mayoría de las personas fue imposible tener una visión objetiva de los hechos, y menos aún de la verdad. Aunque no existía entusiasmo a favor de la guerra en Gran Bretaña (o EEUU), la mayoría de las personas la consideraban inevitable. Sin embargo en Italia y Grecia existió una oposición de masas a la guerra, y en Alemania empezaba a desarrollarse un ambiente similar y que tuvo consecuencias serias en el seno del SPD y Los Verdes. Los alemanes, a diferencia de los británicos, no tenían experiencia bélica desde 1945, y tampoco deseaban adquirirla. Para cualquier observador informado era evidente que toda la propaganda era una sarta de mentiras. A los estrategas de la OTAN no les preocupaban las causas humanitarias, sino cómo explicar la negativa a aceptar refugiados en sus propios países. Necesitaban los asesinatos para justificar sus bombardeos y, cuanto más los exagerasen, más podrían justificarlos.

A la OTAN le gusta presentarse como una gran familia feliz de Estados democráticos unidos por la defensa de la paz y la civilización. Después del colapso de la URSS han estado ocupados extendiendo el número de países miembros, y este proceso les lleva directamente a la frontera rusa. Los acontecimientos de Kosovo han demostrado que la OTAN no es un bloque homogéneo. Por ejemplo a finales de abril, la OTAN propuso imponer un embargo de petróleo a Serbia, pero no pudieron ponerlo en práctica a causa de las divisiones internas. El embargo habría originado un conflicto con Rusia porque habría afectado a los petroleros rusos. Con toda seguridad habrían ido acompañados de una escolta naval y con ello de la posibilidad de un conflicto armado. Para que este tipo de operación hubiera sido legal la OTAN habría necesitado la aprobación de la ONU, pero Rusia y China, miembros del Consejo de Seguridad, la habrían bloqueado.

¿Consiguió la OTAN sus objetivos? 

Resulta inevitable que al final de la guerra griten: "ganamos, ganamos, ganamos". ¿Qué otra cosa podrían decir? Tenían que presentar el bombardeo como un éxito a la hora de destruir la maquinaria bélica yugoslava. Decían haber destruido un tercio de los tanques serbios, eso representa cientos de tanques. ¡Y sólo se han contado 13!. "El daño inflingido a las fuerzas terrestres serbias son una minucia comparada con las efusivas conferencias de prensa de Jamie Shea y sus colegas" (The Guardian, 4/7/99).

Al principio de los bombardeos los diplomáticos de la OTAN decían: "La alianza debería perseguir el objetivo militar de dañar o destruir su maquinaria militar. Una vez conseguido este objetivo la OTAN podrá declarar su éxito" (Financial Times, 27/3/99). Su objetivo evidentemente era destruir la capacidad militar serbia. Esto se debía a razones estratégicas, porque la dominación de Serbia es clave para el dominio de todos los Balcanes. Pero a finales de abril era evidente "el fracaso de la campaña en conseguir su objetivo inicial, y con ello el creciente malestar entre los políticos de ambos lados del Atlántico" (Financial Times, 23/4/99).

Aunque la guerra se libraba bajo la hipócrita consigna del derecho de autodeterminación de los albanokosovares, estaba claro que el objetivo era una nueva ruptura de los Balcanes. "La total desintegración de Yugoslavia no puede ser el objetivo de la guerra para la OTAN. La OTAN debe resistir ante la idea de un Kosovo independiente que desestabilizaría toda la región" (Financial Times, 27/3/99).

La intención original de Rambouillet era la ocupación de toda Yugoslavia. En la actualidad EEUU controla una gran parte del territorio de los Balcanes. No sólo Bosnia, que como Kosovo es un protectorado americano; también controla los destinos de Macedonia y Albania. Ahora debe decidir qué hace. Los americanos quieren estabilidad en los Balcanes bajo el control americano, y establecer un protectorado americano. Pero es necesario hacerse varias preguntas: ¿La invasión de Kosovo crea una situación más estable en los Balcanes? La respuesta es no. No contentos con reducir Serbia a cenizas, los imperialistas mantienen un brutal bloqueo económico que empeorará aún más la maltrecha economía, y hará pasar enormes dificultades a la población. No puede darse una recuperación económica en los Balcanes sin la reconstrucción de Serbia. El bloqueo va a tener también consecuencias muy serias para todos los Estados vecinos.

En el horizonte también se cierne el peligro de una nueva guerra en Montenegro, debido a las maquinaciones de Occidente. Aunque con toda probabilidad la OTAN no dará la bienvenida al colapso total de Yugoslavia debido a las repercusiones que tendría para el resto de los Balcanes, sin embargo está buscando puntos de apoyo para debilitar y desestabilizar al gobierno de Belgrado. La presencia de tropas occidentales, tanto en Bosnia como en Kosovo, anima al gobierno de Montenegro a intentar romper la federación yugoslava. El gobierno montenegrino busca las inversiones de Occidente, planea llevar adelante sus propios planes de privatización, quiere introducir su propia moneda vinculada al marco alemán. Sin embargo la secesión de parte de Montenegro conduciría a una nueva guerra que desestabilizaría aún más la zona.

Macedonia es una olla a presión, con una población de 750.000 albaneses, el 23% de la población. "Es difícil imaginar a los albaneses de Macedonia quedarse impasibles. En pocas palabras, si se da rienda suelta a las aspiraciones de la etnia albanesa en Kosovo, podría comenzar de nuevo el proceso de cambio de fronteras, y cambio de pueblos, y con ello la posibilidad de nuevas guerras en la región" (Financial Times, 27/3/99). El desempleo es casi del 40% y sólo sirve para exacerbar aún más los problemas. La presencia de 12.000 soldados de la OTAN es lo único que mantiene la situación tranquila.

En Kosovo el ELK está continuamente atizando la independencia de la región. Tratan de instalarse en el poder, pero es poco probable que tengan éxito porque el imperialismo americano no quiere un Kosovo independiente. Esto significaría la creación de una Gran Albania y tendría consecuencias desastrosas para el resto de la región. El ELK habla ya de una Gran Albania, no sólo con parte de Macedonia, sino también con parte de Grecia. ¡Esto es muy peligroso! Y sólo puede ser el punto de partida de nuevas guerras y catástrofes para los pueblos de los Balcanes.

Croacia se ha mantenido bastante tranquila últimamente, pero después de la muerte de Tudjman el país se enfrenta a nuevos problemas. Franjo Tudjman era otro antiguo estalinista reconvertido en reaccionario nacionalista burgués. Este antiguo "comunista" adoptó los símbolos y el lenguaje de los fascistas croatas de la Ustashi que eran tan crueles que llevaron incluso a los nazis a quejarse de su crueldad. Cuando tenían intereses comunes con Tudjman, los imperialistas americanos participaron de su brutal política de limpieza étnica de serbios y musulmanes bosnios. Pero después de Kosovo los americanos ya han comenzado a distanciarse de Tudjman, entre otras cosas porque éste también persigue su propio interés en la zona. Por ejemplo quería que los bosnios croatas tuvieran su propia identidad política separada.

Los americanos prefieren una Croacia dominada por títeres más complacientes e instalar también un régimen títere en Belgrado. El movimiento hacia el capitalismo no ha traído a las masas nada, excepto nuevas guerras, sufrimiento y miseria. Los trabajadores de Croacia están comenzando a luchar. La historia demuestra que existe una relación entre la guerra y la revolución. Cuando los humos del chovinismo se desvanecen las masas recapacitan sobre su auténtica situación y comienzan a sacar sus propias conclusiones. Su furia se dirige hacia la clase dominante que les ha llevado por el sendero de la muerte, la destrucción y el empobrecimiento. Mientras continúa la guerra, la clase obrera tiene la cabeza baja, pero no para siempre. Tarde o temprano la clase obrera entra en la lucha. En Croacia se han producido grandes huelgas de la clase obrera, de las que poco se ha informado en Occidente. Son un ejemplo del proceso que tendrá lugar en un país balcánico tras otro. Se preparará el terreno para una política de clase y revolucionaria, basada en el objetivo de una federación socialista de los pueblos balcánicos como una salida a esta pesadilla.

Reformismo e imperialismo 

Siempre hay una conexión orgánica entre la política exterior y la interior. Clausewitz lo reflejó en una expresión dialéctica maravillosa: "La guerra es la continuación de la política por otros medios". Es verdad. Los marxistas no tenemos una política para la paz y otra para la guerra. En uno de sus últimos artículos, Los sindicatos en la época de decadencia imperialista, Trotsky explicó que en la actual etapa existe una tendencia orgánica en las cúpulas sindicales a fusionarse con el Estado capitalista. Y ahora podemos presenciarlo. Los dirigentes sindicales y laboristas en un país tras otro se encuentran endeudados con el Estado imperialista en un grado que no conoce precedentes. En el interior actúan como agentes de los grandes bancos y monopolios, mientras que en la arena internacional son los que aplauden con mayor entusiasmo al imperialismo, en especial al americano. Tony Blair fue el más ferviente colaborador de Clinton en la guerra de Kosovo, y George Robertson, su ministro de Exteriores, ahora es el nuevo secretario general de la OTAN. No es casualidad.

El aplastante dominio económico y militar de EEUU también se expresa en las capas más elevadas del movimiento obrero. Los dirigentes reformistas se deslumbran ante ese hecho. ¡Es natural! La pequeña burguesía siempre se impresiona por el poder, en casa o en el exterior. Colvin da Silva, un trotskista ceilandés, lo explicó bastante bien: "Sea cual sea la Biblia de la pequeña burguesía, su Dios siempre es el poder". Esto explica la actitud de Blair y Schröder con relación al imperialismo americano. Es una ley que rige la conducta de los reformistas de derechas, de igual forma que las leyes de Newton y Einstein gobiernan los movimientos de los cuerpos pesados. En casa son incluso más serviles y dependientes de los bancos y monopolios que los políticos burgueses. La razón no es difícil de comprender.

La clase media, debido a su posición intermedia entre la clase obrera y los grandes capitalistas, siempre mira a la clase dominante con una mezcla de temor, envidia y respeto. Se sienten inferiores, y sus sentimientos de inferioridad les produce una poderosa necesidad psicológica de demostrar que son de confianza, y que se puede confiar en ellos para mantener en orden a las masas; son los mejores defensores del orden existente. Eso es lo que explica que los dirigentes reformistas en el poder, siempre sean más serviles de los grandes negocios que los políticos conservadores normales. Tienen menos capacidad de mantener una política independiente. Algunas veces una Administración conservadora cuenta con banqueros, terratenientes y hombres de negocios que pueden tener una política relativamente independiente de los bancos y monopolios, que sacrifican a corto plazo los intereses de uno u otro sector de los grandes negocios, porque es lo mejor para defender los intereses a largo plazo de la clase capitalista en su conjunto. Pero los reformistas son incapaces orgánicamente de este comportamiento. Al igual que el capataz de una fábrica que intimida a los trabajadores de cuyas filas procede y lame las botas del director, los reformistas de derechas no pierden la oportunidad de atacar a los sectores más débiles de la sociedad, mientras que siguen fielmente los dictados de los banqueros y los monopolios. Y en la arena mundial los dirigentes obreros de clase media expresan su lealtad a la OTAN, es decir, al Gran Hermano del otro lado del Atlántico. De vez en cuando surge algún tipo de esquizofrenia política cuando los intereses de sus propios banqueros y monopolistas chocan con los de Washington. Pero la tendencia básica del reformismo de derechas siempre es la misma: la defensa de los grandes negocios, nacional e internacionalmente.

Pero este proceso tiene otra cara. En un determinado momento provoca convulsiones y crisis dentro de las organizaciones obreras de masas, pavimenta el camino para el surgimiento de corrientes de masas de izquierda que abren las puertas del marxismo. Los reformistas de izquierda se harán notar de nuevo. Pero éstos están totalmente despistados y no ofrecen una alternativa seria. Mientras que los de derechas defienden abiertamente los intereses de los grandes negocios y el imperialismo, los de izquierda trata de tomar una postura intermedia, reflejan la naturaleza pequeñoburguesa del reformismo de izquierdas. Y no hay un tema que evidencie más su confusión que la cuestión de la guerra. En sus países aceptan la existencia del capitalismo aunque les gustaría ser más amables con las masas. En la arena de la política mundial aceptan el dominio del imperialismo y los grandes monopolios. En ambos casos se parecen a los vegetarianos que intentan convencer a un tigre para que coma lechuga en lugar de carne. Su bancarrota y utopismo se ven en sus continuos llamamientos a las Naciones Unidas, a las que asignan el papel de árbitro independiente que puede mantener la paz entre las grandes potencias.

Las ‘Naciones Unidas’ y la guerra 

Además de escribir sobre la lucha de clases Carlos Marx pasó mucho tiempo analizando la diplomacia y las relaciones entre las potencias. Trotsky recomendaba encarecidamente a todo trabajador consciente que estudiara diplomacia, para aprender cómo funciona y comprender la realidad oculta detrás de los asuntos diplomáticos. También hoy es nuestro deber exponer las mentiras de la propaganda imperialista y desnudar los intereses egoístas y las manipulaciones cínicas que se esconden detrás de su fraseología. El deber de los marxistas durante la guerra de Kosovo era desenmascarar las mentiras y la hipocresía del imperialismo y sus parásitos en Londres, París y Bonn. Una parte importante de nuestro trabajo es exponer la mentira de las Naciones (des) Unidas como supuesta fuerza pacificadora.

Es necesario aproximarse a la política, sea nacional o internacional, desde un punto de vista de clase. Existen muchos paralelismos entre las guerras de clases y la guerra entre las naciones. Se aplican los mismos principios básicos. Un tratado bien puede ser un contrato entre los trabajadores y los patronos, o entre grupos contrincantes en un momento determinado. ¿Quién puede pensar que sólo con la firma en un pedazo de papel se puede resolver cualquier problema serio? Una vez cambia el equilibrio de fuerzas el tratado se rasga. En una fábrica el contrato se rompe, bien por los trabajadores o lo normal por los patronos. El asunto se decide por una huelga, y decide la parte que es lo suficientemente fuerte para imponer su acuerdo. Lo mismo ocurre con los tratados y acuerdos firmados entre Estados.

Hegel es muy poco popular entre la burguesía y la pequeña burguesía porque no le comprenden. Entre todas las estúpidas críticas a Hegel dicen que fue un precursor del militarismo e incluso de Hitler. Lo que Hegel decía en realidad era que, en la historia, todos los problemas serios se resuelven por medio de la guerra. Es difícil argumentar contra una proposición tan elemental. Toda la historia demuestra que, cuando la clase dominante se enfrenta a los problemas fundamentales de sus intereses básicos, no lo hace con tratados de papel, negociaciones y cosas por el estilo. Van a la guerra.

La idea de que los conflictos entre las naciones se pueden resolver por el arbitraje pacífico es una ilusión, y la historia de la Liga de las Naciones antes de la Segunda Guerra Mundial es una prueba gráfica. La cuestión de las Naciones Unidas surge siempre entre los pacifistas utópicos y los reformistas de izquierda. Pero la historia de todo el período de la posguerra, y en especial de los últimos diez años, demuestra que nadie presta la más mínima atención a la ONU, excepto los reformistas de izquierda, que en toda crisis interna balan como ovejas: "Naciones Unidas, por favor". Tratan de presentarlas como la solución de todas las guerras y problemas. No comprenden el ABC de las relaciones mundiales. No han aprendido nada de toda la historia de los últimos cincuenta años.

Solón de Atenas escribió lo siguiente: "La ley es como una tela de araña. Los pequeños caen presos y los grandes la rompen". Qué profundo conocimiento de la Ley por parte del autor de la Constitución Ateniense. Las Naciones Unidas no pueden resolver nada. Para ser más precisos: la ONU es un fórum de las diferentes potencias imperialistas que, en algunas ocasiones, soluciona asuntos secundarios en los que no están en juego los intereses fundamentales. Los imperialistas americanos alaban a las Naciones Unidas pero, en el momento en que tienen un problema, las ignoran. Lo pudimos ver en la crisis de Kosovo. Los reformistas de izquierda se lamentaban sobre la supuesta legitimidad del bombardeo de Yugoslavia: "El Consejo de Seguridad debe votarlo, las Naciones Unidas deben decidir". Pero la guerra de Kosovo fue una prueba palpable de que cuando los intereses básicos de EEUU están en juego, los principios de la ley internacional les son totalmente indiferentes.

Cuando Trotsky fue a Brest-Litovsk a dirigir las negociaciones con los imperialistas alemanes y austríacos en 1918, intentaba ganar tiempo prolongando las negociaciones. Al mismo tiempo utilizaba la mesa de negociación de una forma revolucionaria e internacionalista, hacía discursos revolucionarios, con el objetivo de golpear a los generales y diplomáticos de Prusia y Habsburgo, y conseguir la solidaridad de los trabajadores alemanes y austríacos. La táctica de Trotsky resultó ser efectiva. Se publicaron sus discursos en los periódicos alemanes y austríacos y sirvieron de instrumento para provocar huelgas y grandes manifestaciones. Pero esta diplomacia tenía sus límites. En cierto momento, en mitad de uno de los discursos de Trotsky, uno de los generales, Hoffmann, puso sus botas sobre la mesa. Trotsky no tenía ninguna duda de que lo único real en esa habitación eran aquellas botas en la mesa. A fin de cuentas toda diplomacia debe estar respaldada por la amenaza de la fuerza.

En el conflicto de Kosovo los intereses vitales del imperialismo estaban en juego. Por lo tanto no se trataba de permitir que decidiera sobre la cuestión el Consejo de Seguridad, donde se habrían encontrado con el veto de Rusia y China. Así que los norteamericanos simplemente lo ignoraron. Siguieron el ejemplo del general Hoffmann y pusieron las botas sobre la mesa. Fueron a la guerra contra Yugoslavia y utilizaron a la OTAN, que en teoría es una alianza occidental pero en la práctica es un bloque militar dominado por los americanos. Aunque EEUU desea mantener la ONU, que en algunas ocasiones es útil como tapadera de sus operaciones (Corea), en la mayoría de las ocasiones la ONU es dejada de lado. En cualquier caso la ONU depende económicamente de EEUU y, con frecuencia, estos recuerdan a la ONU que no olvide quién paga sus deudas. Sería tan utópico pensar que se le va a permitir a la ONU decidir la política internacional de EEUU, como creer que concederán el control de su presupuesto militar a Greenpeace.

Los efectos en Rusia 

El conflicto de Kosovo tuvo un impacto importante en Rusia y las repercusiones todavía se dejan sentir, especialmente en el seno del ejército ruso. Los militares rusos miraban con horror la destrucción de baterías antiaéreas con armas sofisticadas. Diez años de privatización y "economía de mercado" no sólo han llevado a Rusia a la bancarrota, sino que ha supuesto un serio deterioro de la capacidad de lucha del ejército. Los militares no han recibido inversiones en diez años, con toda probabilidad se encuentran ahora diez años por detrás de EEUU, y es evidente que esta situación no les gusta nada.

La inquietud del ejército se pudo ver en el incidente de las tropas rusas entrando en Pristina, y eso fue sólo un episodio. Esto fue un acontecimiento muy peligroso y no planeado por el gobierno de Moscú. Ivanov, el ministro de Exteriores ruso no sabía nada del tema. Parece que los generales rusos decidieron que ya era suficiente.

¿Por qué Yeltsin abandonó Yugoslavia a su suerte? Hizo como Judas por cuarenta piezas de plata. Excepto que la cantidad aquí era algo más considerable (4.400 millones de dólares). Años de economía de mercado han hundido a Rusia en la bancarrota y necesitaba desesperadamente dinero de Occidente para evitar el colpaso. Un año antes Occidente no quería darle dinero, pero ahora temen el colapso de Rusia, temen que todo el programa de reformas se vuelva en su contrario; que los militares puedan tomar el control junto con los comunistas y nacionalistas, recentralizando la economía y renacionalizando todo. El colapso de agosto de 1998 asestó un golpe moral a los reformistas del mercado y la guerra en Kosovo supuso cavar su propia tumba. Moscú está en constante crisis, y ésta ahora está afectando a los centros más sensibles de poder, incluido al ejército que cada vez se separa más de la camarilla pro occidental que ha arruinado y humillado a Rusia.

Llegará un momento en que se producirá un nuevo colapso económico con efectos aún más profundos. Ya se ha producido una reacción masiva contra el mercado, contra la "reforma", contra el capitalismo, contra Occidente y contra EEUU. La crisis de Kosovo actuó de catalizador. Por eso la crisis de Kosovo no fue sólo una crisis, sino un punto de inflexión decisivo para Rusia y para el conjunto de la situación mundial. Lo único que les sostiene es la política de Ziugánov y los dirigentes del Partido Comunista, que les han permitido conseguir una estabilización temporal aunque frágil. Ante la perspectiva de un nuevo colapso, la clase obrera entrará de nuevo en el camino de la lucha con las ideas y tradiciones de 1917 y 1905.

Suceda lo que suceda es inevitable un nuevo conflicto entre EEUU y Rusia. Ambos se están preparando. En Moscú el Estado Mayor ya ha sacado algunas conclusiones: "¡Ayer fue Yugoslavia, mañana seremos nosotros! Por tanto debemos prepararnos y rearmarnos". Y se rearmarán con consecuencias para el futuro de la economía de mercado en Rusia, ya que en esta situación es imposible un programa serio de rearme y recuperación nacional. Los comentaristas occidentales más agudos no se hacen ilusiones con las perspectivas. Temen que todo el programa de reformas se vuelva en su contrario. La única forma de comenzar a solucionar la crisis sería con la restauración de la economía planificada.

Chechenia y el Cáucaso 

La ofensiva en Chechenia ha estado precedida por una serie de explosiones de bombas en Moscú y otras ciudades rusas, que originaron una oleada de pánico entre la población. Rápidamente se culpó a los terroristas chechenos. Hasta el día de hoy ningún grupo checheno las ha reivindicado. La naturaleza de los objetivos también es muy peculiar. En el pasado el terrorismo islámico iba dirigido directamente contra las embajadas americanas, en esta ocasión los objetivos fueron edificios residenciales, la mayoría en las zonas pobres. Los resultados de los bombardeos fueron muy útiles para el Gobierno y Estado Mayor rusos, pero no para Chechenia. Los medios de comunicación alentaron el ambiente de histeria anti-chechena, que sirvió para preparar psicológicamente a las masas para la nueva ofensiva. Parece que con toda probabilidad fue una provocación organizada por un sector de la camarilla dominante. Las muertes de trabajadores normales rusos les trae sin importancia. Fruto de esta situación la guerra es muy popular en Rusia, y el apoyo de Putin en las encuestas ha subido, hasta el punto de que podría ganar holgadamente las elecciones presidenciales.

Occidente mira con fingido horror la actuación del ejército ruso en Chechenia, olvidan que hicieron exactamente lo mismo en Yugoslavia. Pero, mientras los americanos no dudaron en sus amenazas a Belgrado, en esta ocasión son muy cautos. La razón es obvia. No se atreven a desafiar militarmente a Rusia. Además el ejército ruso -que quiere demostrar al mundo que todavía son "maestros en su casa"- no está dispuesto a que se les humille ante el mundo entero. La guerra chechena tiene además la intención de demostrar el poder militar ruso, no sólo en el Cáucaso.

Toda la propaganda anti-rusa destila hipocresía. Les importa igual el destino de los chechenos que el de kurdos o kosovares. Hasta cierto punto el actual conflicto es parte de una lucha más amplia por el control del Cáucaso. Occidente también es responsable de las guerras que plagan esta region. Sobra decir que los marxistas condenamos la tiranización de las pequeñas naciones del Cáucaso y defendemos el derecho de autodeterminación de los chechenos y demás pueblos de la región. Pero aquí no acaba el tema. Los secesionistas chechenos calcularon mal al intentar jugar la carta islámica e intervenir en los Estados vecinos de Daguestán e Ingushetia. Era un trago demasiado amargo para Moscú y la consecuencia es la pérdida de la independencia conquistada. Rusia no puede aceptar la pérdida total del Cáucaso, que significaría la entrada del imperialismo americano en su flanco estratégico más importante del sur. Sobra decir la existencia de enormes reservas de petróleo y minerales. Es evidente que el ejército ruso está preparado para "pacificar" Chechenia, aun a costa de devastar todo el país.

En Asia central ya existe una lucha feroz por la posesión de las riquezas de la región (petróleo, gas natural y otras materias primas). Rusia está constantemente en conflicto con EEUU y Turquía. Se han producido varias guerras y otras tantas se encuentran en preparación. Existe una guerra entre Azerbaiyán y Armenia, en la que esta última está apoyada por Rusia, Irán y Grecia, mientras que Turquía, con el respaldo de EEUU, apoya a Azerbaiyan. Los americanos temen verse involucrados directamente en este conflicto, pero están muy interesados, en particular, en el petróleo de Azerbaiyán y Turkmenistán. En el centro de este conflicto está la lucha por un oleoducto. Los americanos animan a Turquía, que tiene ambiciones en la región; muchos de los pueblos, tanto de Asia Central como del Cáucaso, hablan una legua similar al turco. El azerí es la lengua oficial de Azerbaiyán y es un dialecto del turco, el uzbeko está también muy próximo, lo mismo ocurre con la lengua de Turkmenistán. Turquía es una potencia imperialista mediana que intenta la expansión hacia esta zona y por ello choca con Rusia.

La guerra en Chechenia forma parte de un cuadro más amplio. Rusia comienza a dar marcha atrás en su retirada del Cáucaso, Daguestán y Chechenia. Pero Rusia no puede imponer su voluntad en el norte del Cáucaso sin asegurarse también el control del sur del Cáucaso, y ahí sus intereses chocan con Georgia y Azerbaiyán. Moscú acusa a estos dos países de ayudar a los rebeldes chechenos. Es verdad porque, aparte de facilitar rutas para el movimiento de personas y mercancías, Georgia es el único país que acepta la presencia (aunque discreta) de una misión exterior chechena.

La casta dominante de Georgia y Azerbaiyán tiene claro su deseo de unirse a la OTAN. Los americanos intentan separar estos países de Rusia, lo que representa una amenaza para los intereses de Moscú, y por supuesto no lo consentirán. Georgia y Azerbaiyán ya son miembros, junto con Ucrania, Uzbekistán y Moldavia, del grupo prooccidental GAUUM, que ha surgido como una alianza económica que incluye cooperación en materia de seguridad. Incluso han creado una fuerza conjunta para defender el nuevo oleoducto Bakú-Supsa. El objetivo del oleoducto Bakú-Supsa y del planeado oleoducto que atravesará Georgia y Turquía es crear una ruta para el petróleo de los países de Asia Central fuera del control de Rusia. Esto amenaza económica y estratégicamente a Moscú, que ha respondido a la provocación reafirmando su influencia en la región.

El líder de Georgia, Shevardnadze, el anterior ministro de Asuntos Exteriores de la URSS y compinche de Gorbachov, es un admirador entusiasta de Occidente y no es un secreto su deseo de que Georgia entre en la OTAN. En una entrevista concedida al Financial Times el 25 de octubre, Eduard Shevardnadze declaraba su intención de "llamar con fuerza a la puerta de la OTAN" dentro de cinco años. Esta amenaza directa a los intereses de Moscú provocó la reacción violenta de Rusia, que ha decidido jugar sus propias cartas en la región. Moscú está presionando cada vez más a Tiflis. Además de apoyar a la oposición georgiana, también respalda los movimientos separatistas en Osetia del Sur y Abjazia, que amenazan con separarse de Georgia. Hasta hace poco Moscú tenía tropas en Georgia y su retirada es sólo una medida temporal. Moscú prepara un plato muy picante para Georgia. Shevardnadze ha logrado evitar varios atentados contra su persona, pero la suerte no puede durar siempre.

"Los guardias fronterizos rusos se retiraron de las oficinas de la capital de Georgia, Tiflis, pero dejaron atrás un pequeño regalo: una mina antipersonas. El gesto ruso es un pequeño ejemplo de la campaña rusa para reafirmar su influencia en Georgia y en el resto del Cáucaso. Rusia debe reafirmar su control en el sur del Cáucaso para asegurar su control sobre el norte del Cáucaso y mantener su influencia sobre los recursos de Asia Central. El actual gobierno georgiano es un obstáculo para los objetivos de Rusia (Stratfor Global Intelligence Up-date 29/10/99). Esto no está lejos de la realidad.

Armenia es el principal aliado de Rusia en el sur del Cáucaso. El 27 de octubre un grupo de hombres armados entraron en el Parlamento en Yereván (la capital) y asesinaron al primer ministro y a varios miembros del parlamento. Armenia pidió ayuda inmediata a Rusia y ésta, como es natural respondió. Un día después de los asesinatos el Servicio Federal de Seguridad ruso envió el comando de élite Alpha a Yereván.

Rusia estira sus músculos 

No está claro quién estaba detrás de los asesinatos del parlamento, pero sí es evidente quién ha ganado con ellos. Ahora Armenia está aún más unida a Moscú que antes de la crisis de los asesinatos, y ha intensificado aún más su presión sobre Georgia. Todo esto va más allá de la cuestión de Chechenia y el Cáucaso. Cuando colapsó la Unión Soviética los marxistas afirmamos que Rusia intentaría retomar inevitablemente sus antiguos territorios y esferas de influencia. Los acontecimientos han demostrado que es correcto. Dijimos que Rusia, Bielorrusia y Ucrania se unirían. Ese proceso ya ha comenzado. Existe un movimiento importante en Ucrania favorable a la unión con Rusia. La situación en Ucrania es catastrófica. El flirteo con el capitalismo ha tenido unos resultados aún más desastrosos que en Rusia. The Economist decía lo siguiente al respecto: "La corrupción es rampante, la inversión prácticamente no existe, los servicios públicos son inexistentes. Ucrania está más confusa que cualquier otro país y está lejos de ser aceptado por la UE como candidato". Sectores importantes de la población quieren unirse de nuevo a Rusia, sobre todo en la zona oriental de Ucrania, la occidental se considera más parte de Polonia. La mayoría de los rusos no consideran Ucrania un país separado.

Una unión entre el "corazón eslavo" de la URSS -la Federación Rusa, Ucrania y Bielorrusia- proporcionaría un gran mercado y actuaría de poderoso imán para las otras ex repúblicas soviéticas. En el caso de una recesión mundial el movimiento hacia la reconstitución de algo parecido a la URSS cobraría un poderoso impulso. Las repúblicas de Asia Central estarían dispuestas. Son las que más se beneficiaron en el pasado con la pertenencia a la Unión Soviética, a pesar de los terribles abusos de los que fueron víctimas. El destino de los Estados bálticos dependería entonces exclusivamente del deseo de Moscú, y se podrían ocupar en pocos días. La amenaza a las minorías rusas podría ser la excusa para una intervención. ¿Quién podría evitarlo? La OTAN y la UE se quejarían, pero no moverían ni un dedo. En cualquier caso, y más en el caso de una recesión mundial, el malestar se extendería por el resto de Europa del Este y los Balcanes. Países como Rumanía, Bulgaria y Serbia, donde el movimiento hacia el capitalismo ha terminado en desastre, probablemente querrían dar marcha atrás. La actitud de los polacos, húngaros y checos habría que verla.

Para la mayor parte de la población de Europa del Este y Rusia, el movimiento en dirección al capitalismo ha terminado en desastre. The Economist, un ferviente defensor de la economía de mercado, tiene que admitirlo: "La lista de perdedores es larga. En todas partes el coro sube el tono: la gente que antes nos mangoneaba, la nomenklatura comunista, ahora está arriba. Era el apparatchik más inteligente, el director de fábrica, el que mejor ha cambiado al capitalismo, y el que se ha beneficiado de las privatizaciones. La corrupción se ha extendido en todo el antiguo mundo comunista. El crimen organizado disfruta de escasa oposición policial, judicial y política y se ha extendido por toda la región".

"En las ciudades industriales los profesionales de edad media y las personas con baja educación atraviesan una situación difícil y desdichada. Casi en todas partes los mayores de sesenta años viven en la miseria, sus ahorros y pensiones son patéticas. La vida para el gris intelectual que sirvió al viejo orden es también muy sombría: antes incluso los poetas y los pintores recibían una remuneración mensual y un apartamento gratuito. El desempleo prácticamente no existía (...) Es una ironía que, en la era inmediata al poscomunismo, los trabajadores -los trabajadores de astilleros y los mineros, por ejemplo- que participaron activamente en el derrumbamiento del comunismo, sean con frecuencia los primeros en perder sus empleos".

"Aunque la mayoría de los países del antiguo Pacto de Varsovia están saliendo adelante, el abismo entre los que tienen y los que no se está ampliando. Han aparecido otros abismos entre la metrópolis y la pequeña ciudad, entre el campo y la ciudad. Cuanto más al este vayas peor se encuentra el campo. La vida en los pueblos cada día es más dura. En Polonia, donde el 20% de la población tiene relación con el campo, la entrada en la UE con toda probabilidad supondría la reducción al 5%".

"En casi todos los países ex comunistas, los niveles de cuidados sanitarios se han derrumbado. En algunos la esperanza de vida se ha reducido. En Rusia la edad media de mortalidad es de 58 años, similar a algunas zonas de África; la población (ahora de 147 millones) se ha reducido casi un millón al año" (The Economist, 6/11/99).

La idea de que la economía de mercado solucionaría los problemas de Rusia y Europa del Este ha demostrado su falsedad. Incluso en Alemania del Este se ha extendido la reacción contra el mercado, como se puede comprobar en el aumento de los votos al PDS. Las masas no quieren el régimen burocrático totalitario del estalinismo. Pero tampoco quieren vivir bajo la dictadura de los grandes bancos y monopolios. El advenimiento de una profunda recesión hundirá a todas las economías del Este. Aunque tarde, Occidente se está dando cuenta de la auténtica situación en países como Polonia, donde la clase obrera posee una tradición revolucionaria. Strobe Talbott, uno de los estrategas de Clinton para Europa del Este y Rusia, observa con tristeza lo que han conseguido los polacos: "demasiado shock y poca terapia". El próximo período será testigo de acontecimientos revolucionarios, en particular en Polonia, donde la clase obrera está amargada y ha visto cómo han traicionado todos sus esfuerzos y sacrificios.

¿Un nuevo ‘aislacionismo’? 

"Estados Unidos cabalga como un coloso sobre el mundo. Domina los negocios, el comercio y las comunicaciones; su economía es la más exitosa del mundo, su poderío militar le sigue. Pero a pesar de todo el coloso está indeciso. A pesar de tener mucho po-der, no sabe cómo comportarse" (The Economist, 23/10/99).

El papel de EEUU como policía mundial le costará caro. Todas las contradicciones surgen al mismo tiempo. Como principal nación capitalista EEUU tendrá que pagar la factura. La explotación despiadada del mundo colonial (no sólo en América Latina) durante décadas ha creado una situación explosiva en todos los países. Y afectará directamente a Estados Unidos, que está intentando crear un bloque económico que se extienda desde el Polo Norte hasta más allá del Canal de Panamá. El Tratado de Libre Comercio (TLC) incluye ya a Canadá y México, y quiere expandir su esfera de operaciones para que cubra todo el hemisferio occidental, y así proporcionar a EEUU un mercado colosal para los productos de la industria y agricultura norteamericanas en caso de una recesión mundial. Pero el sueño del imperio se transformará en pesadilla. América Latina está sumergida en una profunda recesión, todos los países están inmersos en una crisis social y política. Al menos en dos países, Venezuela y Colombia, pende un gran signo de interrogación sobre el futuro del capitalismo. Y antes de la llegada de una recesión mundial.

En la votación en el Congreso USA contra el tratado de prohibición de armas nucleares, en el momento en que Clinton intentaba persuadir a India y Pakistán de que lo aceptaran, el sector de derechas de la mayoría republicana se comportó con el mismo aislacionismo que en 1919, momento en que humillaron al presidente Wilson cuando votaron en contra del tratado de paz de Versalles y rechazaron la entrada de EEUU en la Liga de las Naciones. Hoy ha ocurrido lo mismo. ¿Por qué el imperialismo americano continúa pagando sus deudas a un club (ONU) en el que el servicio no es totalmente satisfactorio? La filosofía del Congreso es lo que se podría esperar del típico hombre de negocios americano: una mezcla de miopía, egoísmo, avaricia y provincianismo. Aunque la visión del actual inquilino de la Casa Blanca no es mucho mejor. No existe nada de la visión y perspectivas a largo plazo que caracterizaba a la clase política francesa y británica en política internacional. Sólo cálculos basados en los intereses inmediatos y en la conveniencia. Estas son las cualidades de los gobernantes del país más poderoso del mundo a las puertas del nuevo milenio. Pero las facultades mentales de los principales dirigentes del mundo occidental, en la actualidad, son una medida del grado de decadencia senil del sistema.

La creciente tendencia hacia el aislacionismo en el Congreso no es accidental. Han comenzado a comprender que el papel de policía mundial de EEUU no sólo es una fuente de beneficios potenciales, sino que también acarrea el riesgo de grandes problemas. El tema de Kosovo por suerte para ellos pasó sin la pérdida de una gota de sangre (americana). Pero cuando miran el mundo, éste parece un lugar peligroso e inestable. A pesar de los intentos del Senado de esconder a EEUU en su propio caparazón, la idea del aislacionismo carece de futuro. Al igual que Rusia, China o Japón, EEUU no puede romper la irresistible atracción del mercado mundial. A pesar de todos los recelos y protestas del Congreso, EEUU se verá obligado a intervenir en un conflicto tras otro, con consecuencias impredecibles.

La actitud que seguirá el imperialismo americano en el hemisferio occidental se pudo comprobar en las invasiones de Panamá, Granada y Haití. Con estas intervenciones Washington se arrogó el derecho de intervenir con la fuerza militar en cualquier lugar de su hemisferio. Pero estos países eran débiles en fuerza y armas. Colombia es totalmente diferente. La situación en Colombia está alarmando a Washington, especialmente en el momento en que EEUU devuelve el Canal de Panamá. La guerrilla probablemente controla la mayor parte del campo. Las negociaciones no han llevado a ningún lugar, sólo han servido para fortalecer la posición de la guerrilla. Los americanos no quieren intervenir por tierra y subrepticiamente prestan apoyo al ejército colombiano con "consejeros", con el pretexto de librar una batalla contra la droga. Han entrenado y equipado a varias unidades especiales que están bajo el control de EEUU. Así empezó la implicación americana en Vietnam a principios de los años sesenta.

La situación de Venezuela está preocupando mucho a Washington. El presidente Hugo Chávez ha redactado una nueva constitución, que entre otras cosas prohíbe la privatización de PDVSA, la empresa pública de petróleo, y restringe la entrada de capital extranjero en la industria petrolífera. Este tipo de política choca con los planes de Washington, que quiere la privatización y el control de todas las empresas del Tercer Mundo y su compra a precios de saldo. Chávez disfruta del apoyo de las masas en su "revolución pacífica". La coalición del Polo Patriótico domina la asamblea nacional: 121 de los 131 escaños. Apoyándose en los trabajadores, pobres urbanos y rurales, podría perfectamente barrer el capitalismo de Venezuela. Esto, totalmente probable en el caso de una profunda recesión, es lo que aterroriza a Washington, que intenta presionar a Chávez para asegurarse de que su "revolución pacífica" no derribe los muros del capitalismo.

La opinión de republicanos como George W. Bush es pueril: "EEUU es la potencia militar más poderosa del mundo, nadie en su sano juicio se atrevería a enfrentarse a EEUU en la arena militar, o retarnos en una carrera de armamentos. Por lo tanto EEUU no debería enredarse en operaciones ‘pacificadoras’ o ‘humanitarias’ en el exterior". Algo de sentido común, si tiene esta idea, pero, en última instancia, la diplomacia siempre tiene que estar respaldada por la fuerza. Prescindir de la diplomacia no sería prudente, ya que su misión es conseguir unos objetivos determinados sin la necesidad de recurrir a las armas (siempre caras y peligrosas).

EEUU no puede aislarse del mundo ni de sus crisis y alarmas, ni renunciar a la diplomacia, alianzas y enredos exteriores. Al contrario, su participación tenderá a crecer y convertirse cada vez en más agresiva. Por supuesto que los americanos intentarán evitar involucrarse militarmente pero hasta donde les sea posible. Por ejemplo, si la situación en Colombia se escapa a su control -y parece lo más probable-, con toda probabilidad intentarán incitar a los países vecinos a que intervengan para "mantener el orden". Sin embargo llegará un momento en que la crisis económica y social afecte no sólo a un país, sino a América Latina en su conjunto, y con ello la extensión de la lucha a los países vecinos. De igual forma la participación del imperialismo americano en Vietnam fue una de las razones principales por la que se extendió la guerra a Laos. Tarde o temprano EEUU tendrá que entrar en el conflicto con consecuencias terribles.

Otra de las explicaciones de los sentimientos aislacionistas del Congreso es el déficit comercial de EEUU con el resto del mundo que ha alcanzado niveles récord. En la actualidad toda la economía mundial depende de EEUU para vender sus mercancías. Las importaciones americanas superan en un tercio a las exportaciones. Y desde la recesión en Asia el mercado americano está inundado de importaciones extranjeras baratas. Sólo en los primeros ocho meses de 1999 las importaciones fueron un diez por ciento más elevadas que durante el mismo período de 1998; para contrarrestar esta tendencia, las exportaciones americanas al resto del mundo tendrían que subir un treinta por ciento más que las importaciones, lo que es imposible, y sólo para mantener el déficit en los niveles actuales. La reacción instintiva del Congreso ha sido cerrar las contraventanas.

Ya en 1997 el Congreso rechazó la solicitud del Presidente para que la autoridad fast track negociara los acuerdos comerciales. Como los políticos americanos cada vez son más reticentes a aprobar nuevos movimientos en dirección al libre comercio, la derecha republicana en el Congreso USA hizo todo lo posible por bloquear la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio. Los motivos no son difíciles de comprender: China tiene una gran plusvalía comercial con EEUU y el Congreso está dominado por proteccionistas. Aunque han dado marcha atrás, si el voto hubiera seguido adelante hubiera tenido consecuencias desastrosas entre China y EEUU. Pero los conflictos entre estos dos países no han terminado.

Crece la tensión no sólo entre EEUU, China y Japón, sino también entre EEUU y Europa. EEUU colisiona con Europa debido a la cuestión de la comida genéticamente modificada, las hormonas en la carne, y las bananas. Esto es un aviso de las cosas que vendrán en el futuro. En una reciente encuesta el 46% de los americanos decían que "EEUU debe retrasar la tendencia que existe hacia la globalización porque causa daños a los trabajadores americanos". Eso explica porqué Clinton tuvo que hacer discursos conciliadores en el mismo momento en que se producían las manifestaciones contra la OMC en Seattle. Este ambiente existe, incluso en un momento en que el desempleo en EEUU tiene un nivel muy bajo ¿Qué ocurrirá cuando la economía deje de crecer? Mientras dure el boom el proteccionismo permanecerá disfrazado, aunque ya a principios de año el Congreso votó a favor de la implantación de cuotas al acero extranjero por un margen de dos a uno. Hay que recordar que fue precisamente el proteccionismo lo que convirtió el crash de 1929 en una depresión mundial. En estas condiciones las contradicciones subyacentes, que ya son visibles en la política mundial, se intensificarán.

Europa y EEUU 

"La guerra de la OTAN en Kosovo se ha convertido en el factor del cambio. Para los gobiernos europeos, el poder desplegado por los americanos en la esquina del mapa fue algo espantoso. La mayor parte de su arsenal de armas está obsoleto frente al americano, compuesto de bombas y mísiles de alta precisión. Una vez comenzó, se convirtió en una guerra americana de la Casa Blanca y el Pentágono, en la cual los europeos tenían poca influencia política" (The Economist).

La guerra de Kosovo también marcó un punto de inflexión para Europa. El hecho de que fuera una guerra americana y de que utilizara a la OTAN como cobertura para su propia conveniencia, creó entre los europeos el deseo de desarrollar su propia maquinaria bélica, y no tener que depender de la buena voluntad de EEUU, algo que no se puede dar por sentado en el futuro. La creación de un Mercado Común Europeo fue un intento, por parte de los Estados europeos, de crear un bloque comercial capaz de resistir a las presiones de los gigantes de la economía mundial, EEUU y Japón. Los liliputienses Estados de Europa Occidental se vieron aplastados por el poderoso imperialismo americano y la poderosa Rusia estalinista. Ahora la amenaza del Este se ha reducido, pero todavía se ven obligados a mantenerse juntos debido a la competencia de EEUU y Japón, ambos ocupados en formar sus propios bloques comerciales en América Latina y Asia.

Zbigniew Brzezinsky, consejero de Seguridad Nacional de EEUU bajo el mandato de Jimmy Carter, describe Europa como "en gran medida un protectorado americano, con sus Estados aliados, reminiscencia de antiguos vasallajes y tributos medievales". Toda Europa está reducida al papel de "seguidores" del imperialismo USA. La guerra en Kosovo reveló la humillante dependencia de Europa de EEUU. Pero todo eso puede cambiar en el próximo período.

Las causas subyacentes de los crecientes antagonismos entre Europa y EEUU son el choque de intereses económicos. A pesar de las aparentes relaciones de amistad, las contradicciones entre Europa y EEUU salieron a la luz en las negociaciones de la OMC en Seattle. El tema más inmediato fue la agricultura. EEUU considera -correctamente- que la PAC de la Unión Europea es proteccionista. Europa defiende a sus agricultores y prohíbe la entrada de productos agrícolas americanos; para ello utiliza toda una serie de excusas, como el uso de hormonas y la comida genéticamente modificada. Esta conmovedora preocupación por la salud de los consumidores sería más convincente si no fuera porque los agricultores europeos también participan de toda una serie de prácticas dudosas, como mezclar pienso animal con excrementos y animales muertos. En ambos lados del Atlántico lo que importa es el beneficio. La excusa de cuidar la salud y el bienestar de los consumidores y la seguridad animal en las guerras comerciales juega casi el mismo papel que la consigna del humanitarismo y la "autodeterminación" en Kosovo.

EEUU acusa a la UE de subvencionar a los agricultores -lo que es verdad- pero olvida mencionar las subvenciones que Washington paga a sus propios granjeros: 8.700 millones de dólares en concepto de "ayuda de emergencia" sólo en 1999. Como en los años veinte, la recesión comienza con una crisis de la agricultura, golpeada por precios bajos, sobreproducción y competencia extranjera. Europa y EEUU intentan exportar el desempleo mientras celosamente protegen sus propios intereses. El conflicto de intereses es particularmente agudo entre EEUU y Francia y no sólo en el terreno agrícola. Los dos países tienen un conflicto de intereses en el Tercer Mundo. Francia no acepta la idea de perder sus antiguas esferas de influencia. La pelea por las bananas es un reflejo de esto. Los americanos dicen, no sin motivo, que las bananas de América del Sur y Centroamérica son más baratas y mejores que las importadas del Caribe por la UE. Pero la apertura del mercado europeo a las plantaciones de Centroamérica (propiedad de grandes empresas americanas) arruinaría a los productores caribeños (propiedad de grandes empresas europeas). Y así podríamos continuar.

Las conversaciones de Seattle fracasaron porque Europa y EEUU fueron incapaces de llegar a un acuerdo, lo que sitúa una oscura sombra sobre el futuro de la OMC. Es una cuestión muy seria. Muy pronto casi todos las granjas americanas exportarán materiales genéticamente modificados. ¿Qué ocurrirá entonces? Con toda probabilidad llegarán a algún tipo de acuerdo para evitar una catástrofe en el comercio mundial, principal motor del crecimiento económico desde 1945. Pero esta crisis agrícola demuestra lo frágil que es la base sobre la que se edifica el comercio mundial. La agricultura también llevó casi a la ruptura de la primera ronda de Uruguay. The Economist comentaba con preocupación las consecuencias de la posible ruptura de las conversaciones de Seattle:

"Si eso ocurriera estimularía a los grupos anti-OMC. Los Estados Unidos, la UE y Japón deberían sentirse tentados a hacer algo por la ampliación del comercio. La UE y EEUU deberían redoblar sus esfuerzos para repartir los mercados mediante acuerdos comerciales con preferencia regional, que sólo pueden socavar la aproximación multilateral al comercio. El Congreso tiene el deber de revisar la participación de EEUU en la OMC en el próximo mes de marzo, aunque alguno puede presionar para que se produzca su retirada". (The Economist, 27/11/99).

En el caso de una recesión las grietas que actualmente existen entre Europa y EEUU se convertirían en un abismo. En el pasado fueron el origen de guerras, aunque en las actuales condiciones está descartado. Pero podría convertirse en una amarga guerra comercial, que se podría expresar en conflictos armados en África y Asia por los mercados y las materias primas. Debido a los profundos antagonismos entre los Estados europeos, el proyecto de una fuerza militar europea unificada tiene pocas probabilidades de prosperar. La cuestión que surge inmediatamente es la siguiente: ¿quién la dirigiría? Hablar de un super-Estado europeo sobre bases capitalistas no tiene ningún sentido. Sin un ejército, policía y Estado unificados es imposible unir Europa ni siquiera sobre bases federales. En EEUU por ejemplo los diferentes Estados tienen un grado considerable de autonomía, pero existe un ejército y una fuerza policial federal y un Estado central. Es evidente que la única posibilidad de conseguir este acuerdo en Europa sería bajo el dominio alemán. Pero nunca se podría conseguir por medios pacíficos, sino sólo con los métodos utilizados por Hitler, quien después de todo consiguió unir Europa bajo el tacón de su bota.

Washington mira hacia la UE con ansiedad. Por un lado el surgimiento del sentimiento aislacionista les inclina a quejarse por las molestias que originarían guerras comerciales a través del Atlántico. Pero por otro lado temen las consecuencias de dejar que Europa escape a su control. George Robertson, anterior ministro de Defensa de Blair, ahora al mando de la OTAN, comentaba con inusual ironía la actitud esquizofrénica de los americanos con relación a Europa: "Por un lado dicen ‘vosotros, europeos, podéis soportar más carga’. Y cuando los europeos dicen ‘bien, llevaremos más carga’, entonces responden ‘Esperad un minuto, ¿queréis decir que nos vayamos a casa?".

En la actualidad Europa gasta sólo el 60 por ciento de lo que gasta EEUU en armas. Pero eso podría cambiar. En el próximo período es inevitable que la campaña de rearme general en todos los países europeos se acentúe. François Heisbourg, un experto francés en defensa, afirma que cada gobierno europeo debería gastar al menos el 40 por ciento del total de sus presupuestos de defensa en investigación y desarrollo, reducir el nivel de soldados a no menos del 0,3 por ciento de la población y no reducir el gasto de defensa de su nivel actual. Pero ¿por qué la insistencia en la necesidad de gastar más en investigación y desarrollo? Con toda seguridad no es necesario nuevo y sofisticado armamento para librar guerras en Yugoslavia u Oriente Medio.

"La política alemana ha cambiado después de la guerra de Kosovo. Alemania tiene un interés importante por mantener buenas relaciones con los rusos. Desde un punto de vista geopolítico y financiero, una Rusia hostil es lo último que necesita Alemania. La confrontación entre la OTAN y Rusia con relación a Kosovo fue una experiencia para los alemanes. Durante unos pocos días miraron hacia el abismo y el abismo resultó ser muy negro. Los miembros de la coalición rojiverde en Bonn sospechan tanto de EEUU como de sus aventuras militares. Pasaron el último mes intentando demostrar que podían ser buenos ciudadanos de la OTAN, dejando a un lado su sensibilidad de los años sesenta. Empezaron a desconfiar del liderazgo americano y a preocuparse por sus aventuras militares" (Stratfor Global Intelligence Update: The World after Kosovo. 3/5/99).

Gran Bretaña y Francia, ambos preocupados por el dominio alemán de Europa, se dirigen hacia la formación de una alianza. París intenta convencer a Londres para que se separe de Washington. Las discusiones entre Blair y Chirac en Londres sobre el futuro de la cooperación británica y francesa reflejaron esto. Marcan el comienzo de un proceso que sólo puede finalizar en la formación de una nueva entente entre París y Londres dirigida contra Alemania. Las tensiones en el seno de la UE crecerán. Bajo ciertas condiciones pueden llevar incluso a la ruptura de la UE, aunque no es el resultado más probable. A pesar de todos los conflictos entre ellos, saben que tienen que intentar seguir juntos para protegerse de EEUU y Japón. Es un caso de "o nos ahorcamos juntos o por separado".

Una lucha mundial 

Hace diez años los apologistas del capitalismo hablaban del nuevo orden mundial de paz, prosperidad y estabilidad. En lugar de esto hemos entrado en el período más convulsivo de la historia humana. El libro de Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, tiene una extraordinaria vigencia en nuestros días. ¿Qué decía Lenin sobre el imperialismo? Que el capitalismo monopolista está caracterizado por el dominio del mundo por los grandes monopolios. El proceso de monopolización ha llegado a un extremo no visto antes en la historia. En la actualidad el comercio mundial está dominado por menos de 200 empresas que además determinan la política de los gobiernos.

La escalada militar desde la caída de la Unión Soviética no es una casualidad. No han gastado todo ese dinero por simpatía. Las potencias imperialistas están preparándose seriamente para el período que se nos abre. ¿Cómo si no explicar las cantidades colosales en gastos militares? ¿Cuál es la razón? No pueden utilizar a Rusia y China como un argumento. La respuesta se encuentra en otra parte. La explotación de los pueblos coloniales, el saqueo del Tercer Mundo, producirá inevitablemente un gran movimiento de masas, una nueva edición de la revolución colonial. Y se preparan para eso. Esa es la única explicación para la guerra contra Irak.

Por debajo de la fina capa de barniz de "civilización cristiana" de estas damas y caballeros democráticos de la clase dirigente americana, no habrá nada que les frene en defender sus intereses contra el resto del mundo. No dudarán en infligir daño a los pueblos coloniales. No lo publicaron en la prensa, pero el bombardeo de Irak continuaba al mismo tiempo que la guerra de Kosovo. Todos los días bombardean Irak, asesinan a gente corriente, a pesar de que Irak no representa ningún peligro desde el punto de vista militar. ¿Por qué? Irak está derrotada, no representa una amenaza militar. Es un aviso para los pueblos de Oriente Medio, porque saben que esos regímenes son muy inestables: si desafiáis a EEUU, podéis ver lo que os pasará.

En julio de 1999 escribíamos las siguientes palabras: "Los intentos por parte del imperialismo americano y la OTAN de ampliar su esfera de influencia hacia el este, ha acelerado la formación de nuevos bloques de poder en el mundo. Y la guerra contra Yugoslavia ha acelerado aún más este proceso. En respuesta al peligro de la OTAN, Rusia está preparando otras alianzas militares. Éstas incluyen a China, Ucrania, Moldavia e incluso Yugoslavia. Rusia también está haciendo una alianza en el Cáucaso, donde está en conflicto con la OTAN. Esta postura agresiva y expansionista en la política exterior de la OTAN y EEUU ha tenido sus efectos, en particular sobre Rusia, pero también en otros países. Las fricciones entre Rusia y la OTAN surgidas con relación a Kosovo están originando un significativo realineamiento de fuerzas y relaciones entre las potencias imperialistas" (El nuevo balance de fuerzas después de la guerra de Kosovo, julio 1999).

La característica dominante en las relaciones mundiales al principio del siglo XXI será una vez más la lucha feroz entre EEUU y Rusia. Desde la caída de la Unión Soviética ha continuado la lucha. Se manifiesta en el Cáucaso y Asia Central, en la pugna entre el imperialismo americano con su aliado Turquía por un lado, y por el otro, Rusia, Irán y China. Aquí están los rasgos de una nueva guerra fría, una nueva lucha por la hegemonía global, y una nueva división del mundo en bloques. Es inevitable que Rusia se una con China, que también afronta una situación de inestabilidad. La creciente realización del hegemonismo norteamericano está empujando a Rusia y China. Es probable que la India se una a este bloque.

La unión entre Rusia, China e India contra EEUU corresponde a la lógica de la lucha entre EEUU y China en el Pacífico. No contentos con tener el Atlántico y el Mediterráneo, Washington quiere añadir el Pacífico a su lista de compras, aumentando la carrera de armamento. Por ejemplo Japón ha comprado mísiles de defensa aérea a EEUU, hecho que ha alarmado a China, porque está destinado a socavar su propio sistema de mísiles. Así que tendrán que fabricar nuevos mísiles.

Existen otros muchos ejemplos de la carrera de armamentos en el Pacífico. En primer lugar está la cuestión de Taiwán aún sin resolver, lo que podría conducir a una guerra. Los chinos consideran Taiwán una parte inalienable de China y cualquier movimiento de Taiwán para declarar unilateralmente la independencia el régimen chino lo considerará una provocación intolerable, a causa de los efectos que tendría entre otras minorías nacionales en China (de Tíbet, Mongolia, Sinkiang, etc.). El aumento de las tensiones entre China y EEUU no viene sólo de Taiwán, sino que éstas reflejan un choque más profundo de intereses económicos y estratégicos. Hace diez años, EEUU consideraba a China como un mercado, sólo como un mercado. Señalamos en su momento que si Occidente comenzaba a invertir en China, China construiría fábricas, y éstas producirían mercancías que serían exportadas al mercado mundial, donde competirían con las mercancías americanas. Eso es precisamente lo que ha ocurrido.

Ahora pende un gran interrogante sobre el futuro del capitalismo en China. La economía china atraviesa grandes dificultades. Existe un serio peligro de colapso de la Bolsa china, que podría arruinar a 40 millones de personas. La entrada en la OMC no resolverá nada y sólo podrá empeorar las cosas. A diferencia de Rusia, la burocracia estalinista en China mantiene firmemente el poder. El experimento de la economía de mercado (con más éxito que en Rusia) se mantiene dentro de ciertos límites predeterminados. Está confinado principalmente a zonas costeras como Guandong y Shenzen. Incluso hoy el sector privado sólo aporta un tercio de la producción. El sector decisivo es aún el sector estatal y con la llegada de una recesión el sector privado podría desaparecer. Si la clase obrera no toma el poder, China podría regresar a algún tipo de régimen estalinista (maoísta), acompañado de un movimiento hacia un bloque con Rusia. Fue precisamente el temor a este tipo de acontecimientos lo que convenció al Congreso americano, a regañadientes y a última hora, de retirar sus objeciones a la entrada de China en la OMC. Si no lo hubieran hecho, la humillación de Pekín habría supuesto un golpe mortal para el sector procapitalista.

Sin embargo la entrada de China en la OMC no resolverá nada. Proporcionará un respiro temporal a los reformistas encabezados por el primer ministro Zhu Rongji, pero su victoria no durará mucho. "La inversión en China siempre ha sido un campo minado" (Business Week, 29/11/99), y el acuerdo de la OMC no deja nada claro. El problema es muy simple. La masiva entrada de empresas extranjeras en China arruinará sus industrias públicas, aumentando el desempleo y el malestar social. Esta perspectiva alarma a la burocracia y le hace resistir a una mayor penetración de las grandes empresas multinacionales. El sector "conservador", asociado a gente como el presidente del congreso nacional, Li Peng, tiene muchas armas en sus manos para sabotear a las empresas extranjeras.

El peligro de las convulsiones sociales en China es evidente para los estrategas del capital. Business Week, en un editorial sobre la entrada de China en la OMC, daba la voz de alarma: "Ninguna nación comunista ha logrado con éxito llevar adelante una transformación económica de la magnitud de la que China intenta hacer ahora sin desencadenar una gran agitación política. Y ningún sistema de libre comercio en la historia ha absorbido un país gigante sin sufrir enormes tensiones". Y añade: "Con cien millones de trabajadores emigrantes vagando por sus ciudades, China está jugando a que puede atraer la suficiente inversión extranjera para generar empleos para su pueblo. Pero debe encontrar la fortaleza política para hacerlo completamente. Las apuestas están muy altas. Ostentando las reglas de la OMC puede hacer estragos en el sistema de comercio mundial y socavar todos los esfuerzos de convertirse en un país moderno" (Business Week, 29/11/99).

Otro punto explosivo es Corea: hay acontecimientos revolucionarios en el Sur, mientras Corea del Norte se enfrenta al colapso. El Pentágono habla del peligro de guerra, aunque parece poco probable que Corea del Norte invada el Sur. La verdad es que no sería la primera vez que un régimen totalitario inestable y desesperado emprende este tipo de aventuras. Aunque el Norte está arruinado y hambriento resulta increíble que tenga el quinto ejército más grande del mundo. La situación en Corea del Norte es similar a la de Rumania hace diez años. El país se encuentra en una situación desesperada, el régimen está al borde del colapso. Sin embargo un régimen totalitario puede mantenerse como una olla a presión con una válvula defectuosa. Un minuto antes del derrocamiento de Ceaucescu parecía que todo se encontraba bajo control y al siguiente todo explotó. Lo mismo puede ocurrir en Corea del Norte.

Optimismo revolucionario 

En el amanecer del siglo XXI, el riesgo de una guerra importante entre las naciones industrializadas ha retrocedido. Sin embargo el mundo no es hoy un lugar más pacífico. En la actualidad existen al menos treinta conflictos armados en el planeta, son "guerras pequeñas", casi todas en el Tercer Mundo. El hecho de que sean pequeñas, comparadas con las guerras mundiales del siglo XX, no quiere decir que sean menos horribles para las personas que las sufren. Actualmente hay al menos 50 millones de refugiados en el mundo. Estas guerras son luchas del mayor salvajismo y con armas modernas de destrucción como las minas antipersonas. A pesar de todos los discursos demagógicos de prohibición de estas minas, millones de estas armas diabólicas se almacenan en Angola, Congo y Afganistán. La mayoría de sus víctimas son mujeres y niños. Con frecuencia los niños luchan en estas guerras armados con kalashnikovs.

En el próximo período estas "pequeñas" guerras se convertirán en algo común. En la mayoría de los casos serán guerras por el poder, con una u otra potencia detrás de ellas. En África el imperialismo francés y el americano provocan la lucha por el control de los recursos minerales. Rusia y EEUU están en conflicto en el Cáucaso y en Asia Central. Esto conduce a guerras sangrientas y prolongadas en las que potencias imperialistas rivales utilizan los antagonismos tribales, étnicos y nacionales para sus propios fines. El imperialismo USA, a pesar de todas sus palabras hipócritas sobre el humanitarismo y la democracia, está dispuesto a armar y financiar al peor tipo de lumpemproletariado y dirigirlo contra cualquier régimen que no les guste. El caso más evidente fue Afganistán, donde, detrás de los muyahidines -bandidos y asesinos unidos a señores feudales y mullahs reaccionarios para acabar con el régimen prorruso de Kabul-, se encontraban los norteamericanos. Ahora, después de veinte años de horrible guerra, el país está reducido a sangre. El monstruoso régimen talibán, que quiere regresar al siglo VII, ha hundido al país en el barbarismo. EEUU, Rusia, Pakistán, India, Irán y Arabia Saudí, en mayor o menor grado, continúan apoyando a facciones rivales para sus propios intereses. La única objeción de Washington con el régimen talibán es que no está bajo su control y que proporciona refugio a gente como Osama Bin Laden, un reaccionario dirigente islámico, que al principio apoyaba a la CIA y que ahora se dedica a volar embajadas americanas.

Los países capitalistas avanzados están armados hasta los dientes. En un mundo atormentado por la pobreza, el hambre y el analfabetismo, en el que siete millones de niños mueren cada año víctimas de enfermedades como la diarrea debido a la ausencia de agua potable, se gastan miles de millones de dólares en el desarrollo y producción de armas. Esto no es casualidad. Los imperialistas se están preparando para librar las guerras del siglo XXI, guerras no como las dos Mundiales, sino guerras para aplastar a las pequeñas y atrasadas naciones y asegurar el dominio del imperialismo. Francia se arma para intervenir en sus esferas de influencia en África y Oriente Medio. Alemania se armará para los conflictos en Europa del Este y los Balcanes, y para las posibles confrontaciones con Rusia. Rusia se arma para defender sus fronteras y si es posible recuperar sus antiguos territorios y esferas de influencia en el Este, Sur y Oeste. China se arma para evitar la secesión de las provincias rebeldes, como ya ocurrió en el pasado, y lleva adelante una política agresiva en Asia que podría desembocar en una futura guerra. Con toda probabilidad EEUU tendrá que intervenir en una guerra en Asia. No cabe ninguna duda de que son excelentes noticias para las grandes empresas de armas, que están consiguiendo suculentos beneficios.

Para el observador superficial que desconfía del marxismo y la dialéctica, la actual situación mundial presenta el esbozo de la reacción más negra. El capitalismo y el imperialismo parecen estar firmemente en su puesto. Los demócratas civilizados de Occidente, mientras predican el pacifismo al resto del mundo, están muy ocupados experimentando con armas químicas y bacteriológicas, que incluyen el ánthrax y la peste bubónica (que acabó con un tercio de la población europea durante la Edad Media). Esto supone una amenaza de muerte para la humanidad en el futuro.

Por todas partes guerras, carnicería étnica, barbarismo y locura. Estas son las manifestaciones de la agonía de un sistema que ha sobrevivido a su utilidad histórica y que está corrompido. Las guerras y convulsiones que plagan la humanidad, infligen un terrible sufrimiento y son un síntoma del período capitalista de decadencia senil. Estamos ante la contradicción fundamental que existe entre el potencial colosal de las fuerzas productivas y la camisa de fuerza que representan la propiedad privada y el Estado nacional. De la resolución de esta contradicción depende el destino de la humanidad.

La historia demuestra que existe una relación entre las guerras y las revoluciones. La revolución francesa finalizó en guerra. La revolución rusa fue encendida por una guerra. La guerra es la expresión de las tensiones entre los Estados nacionales, como las revoluciones son la expresión de las tensiones entre las clases. También con frecuencia las guerras son una expresión de las contradicciones internas, que buscan un desagüe en la arena internacional. Pero las guerras también exacerban las tensiones internas y las elevan al enésimo grado. Los efectos revolucionarios de la guerra de Vietnam en EEUU y de las guerras de Angola y Mozambique en Portugal son dos casos que ilustran con toda claridad este punto. En la época en la que hemos entrado veremos nuevos ejemplos.

"Cada acción tiene una reacción igual y contraria". Lo que es correcto en mecánica también lo es en política. El período de semirreacción asociado a las doctrinas de Reagan y Thatcher, y el dominio ilimitado del mercado ("monetarismo") han seguido su curso. En todas partes vemos el principio del rechazo al capitalismo, a su concupiscencia, desigualdad e injusticia. La expresión más gráfica fueron las manifestaciones de Seattle. Representan una nueva oleada revolucionaria en el mundo colonial, que encontrará rápidamente su expresión en EEUU y en otros países capitalistas industrializados y que empequeñecerán las manifestaciones de masas de la guerra del Vietnam. Lo más importante de las manifestaciones de Seattle es su claro contenido anticapitalista. En cambio las manifestaciones contra la guerra de Vietnam tenían un carácter principalmente pacifista. Esto es un importante paso adelante y refleja el cambio en la conciencia.

La reacción contra el capitalismo y la "economía de mercado" toma muchas formas, pero que millones de personas en el mundo están comenzando a cuestionarse el actual orden existente es un hecho que no se puede negar. La afirmación de que el capitalismo ("la economía de libre mercado") es la única forma posible de sociedad y de que hombres y mujeres estamos condenados para siempre a vivir bajo el yugo del capital, ha demostrado su falsedad. Las promesas hechas hace diez años estaban vacías. Asia ha colapsado. América Latina se encuentra en profunda recesión y Rusia es un completo caos.

Debemos estar preparados para profundos y repentinos cambios en la situación de cada país: México, Bolivia, Grecia e incluso Gran Bretaña y Alemania. Se están preparando grandes movimientos y la gran pregunta es ¿cuándo? ¿Cuánto tardarán? Pero esa no es la cuestión. No podemos responder a esta pregunta porque no es una cuestión científica. Sólo podemos decir: debemos aprovechar la tregua actual; es la tregua entre dos batallas, y un ejército serio en esta situación no se dedica a malgastar su precioso tiempo, sino que limpia las armas, cava trincheras, gana nuevos soldados, los entrena, estudia la guerra y se prepara para la nueva ofensiva que sin duda llegará.

Durante la Primera Guerra Mundial Lenin estaba totalmente aislado, en el exilio, sin recursos, y en contacto sólo con un puñado de personas. Era una situación de oscura reacción, de triunfo del militarismo, de la guerra, de la locura, del barbarismo: el fin de la civilización. Pero Lenin fue capaz de detectar los elementos de revolución que estaban madurando lentamente por debajo de la superficie. Con qué gozo saludó la insurrección irlandesa en la Pascua de 1916, la describió como el principio de un período de agitaciones revolucionarias y nacionales. La insurrección de Pascua acabó bañada en sangre a manos del imperialismo. Pero un año después se demostró que el análisis de Lenin era correcto. En vísperas del nuevo milenio los marxistas somos los únicos optimistas en el planeta. Las perspectivas desde un punto de vista capitalista son desalentadoras. Los estrategas serios del capital miran con pavor el futuro. El próximo período será rico en posibilidades revolucionarias, la prueba brillante es la revolución en Indonesia, que aún no ha acabado, y también en Irán, donde se encuentra en sus primeras etapas.

Si echamos la vista atrás en la historia de las revoluciones, vemos que nunca han respetado fronteras. Las revoluciones de 1848 agitaron Europa de arriba abajo. La revolución rusa de 1917, los "diez días que estremecieron al mundo", no sólo tuvo un efecto electrizante en toda Europa, sino también enorme resonancia en Asia. Pero ahora las condiciones para la revolución mundial han madurado, alcanzando un grado sin precedentes. Los acontecimientos en una parte del mundo tienen un efecto inmediato en otras zonas. La llegada de la globalización significa que los conflictos se extenderán rápidamente de un país a otro, de un continente a otro. En la época moderna, una vez que la revolución comience en un país importante, se extenderá más rápidamente que en el pasado. Lo único necesario es una victoria similar a la de Octubre de 1917, en especial en un país clave, y el movimiento se extenderá como una bola de fuego, no de un país a otro sino de un continente a otro. Esta es la época de la revolución mundial. El siglo XXI presenciará un renacer de la lucha de clases que, tarde o temprano, conducirá a la victoria de la clase obrera y al establecimiento de un nuevo orden mundial en lugar del actual caos sangriento. El nombre de ese nuevo orden mundial es el socialismo internacional.

Diciembre de 1999  


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