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Un comedor para pobres cada 30 días
Por COLECTIVO NUEVO PROYECTO HISTORICO - Friday, Oct. 07, 2005 at 8:45 AM
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En el "Pais en Serio" se abre un comedor social cada 30 días, mientras tanto se sigue con la compra de votos y la magia de la propaganda...

Cada vez hay más comedores comunitarios. Y día a día, sostienen los expertos, crece la demanda de quienes más necesitan ayuda para cubrir sus necesidades de alimento.

Sólo contando los registrados en Rutas Solidarias, sitio de la Red que lidera Juan Carr, hasta la fecha suman 321. Durante el estallido de la última crisis "estábamos en un comedor cada diez días. Esto fue en 2001. Ahora, cada dos semanas o cada mes aparece un comedor nuevo", señala Carr.

La misma percepción de que la crisis todavía no terminó tiene Susana Molina, que fundó hace "tres años y seis meses" el comedor Corazón Valiente del barrio La Juanita en La Matanza. "Cada vez viene más gente. Cuando empecé, eran 35 chicos. Hoy son 132", dice."La demanda sólo mermó el año pasado pero hace cuatro meses volvió a crecer".

Estandarización de la pobreza. Las últimas cifras del Indec mostraron que hay 15 millones de argentinos que no cubren sus necesidades esenciales de vestimenta, transporte, educación y salud, de los cuales 5,3 millones no tienen siquiera para alimentarse. Una medición que para los primeros seis meses de 2005 reportó una mejora respecto de los últimos seis meses de 2004 medidos por el Instituto, pero que igualmente reveló que la situación todavía es muy grave.

"La Argentina está mejor pero rara. Hay una pobreza que se está estandarizando, consolidando. Esta afirmación nos genera una angustia. Si una persona pobre es una catástrofe para un país, 15 millones son 15 millones de catástrofes", advierte Carr.

Héctor Toty Flores, integrante del MTD La Matanza y gerente de la cooperativa La Juanita que ahora exporta guardapolvos a Japón, sabe de comedores ya que organizó uno en el 2002, antes de que progresara el trabajo cooperativo.

"Es muy fuerte tener que llevar a los chicos a un comedor común porque un hijo que no puede compartir la mesa con su familia está impotente. Hoy hay miles de niños que ven un país que no les presenta ninguna posibilidad de futuro. Y lo peor que puede pasar es que el tema se vaya naturalizando", advierte.

Comer en casa. A la urgencia de la crisis extrema la respuesta inmediata fue la del comedor. Sin embargo, lejos de ser una solución definitiva, los expertos ven con preocupación que, a cuatro años del estallido de la crisis, todavía el fenómeno no presente una tendencia declinante.

"No podemos negar que haya números que mejoran. La cultura de la solidaridad sigue creciendo. Pero al mismo tiempo es cierto que sigue siendo una participación emocional. Antes había hambre, ahora por suerte hay una respuesta, el comedor. Pero estamos tratando de lograr que haya al menos un comedor que desaparezca. El siguiente paso del proceso tendría que ser que los chicos vuelvan a comer en su casa. Ese paso, significaría una transformación que todavía no vemos cerca", señala Carr.

Crisis alimentaria. Ese avance que desea Carr, sin embargo, no depende exclusivamente de la mejora de los ingresos de la población: "La crisis alimentaria argentina tiene raíces bastante más hondas. Si para la década pasada el país tenía sólo problemas en la distribución, es decir en el acceso a los alimentos; ahora existe una crisis en ciernes respecto a la sustentabilidad de su producción (el caso de la merluza, por ejemplo) y de la comensalidad, es decir de cómo comemos nuestros alimentos y los valores que les asociamos", explica Patricia Aguirre, antropóloga alimentaria, docente e investigadora de la Universidad de San Martín.

Aguirre, que contribuyó con su trabajo a la propuesta del Plan Fénix, reconoce que algunos comedores han generado logros importantes en lo social pero otros, señala, provocaron exactamente lo contrario.

Todo tiene que ver con todo. "La alimentación es un fenómeno que no se arregla con comedores, con educación, con mayor ingreso, o con la madre cocinando en casa. Se arregla con eso pero se necesita mucho más. Dar soluciones rápidas al problema alimentario en realidad es operar sólo una pequeña parte de lo que llamamos el área de consumo", sostiene Aguirre.

Como todo se interrelaciona, ejemplifica Aguirre, las prácticas sustentables de la producción de alimentos o la disponibilidad de los mismos en el mercado terminan por influir en los precios a los que se los ofrece. Por eso, en su propuesta al Fénix, Aguirre sostiene que la mejor política es la que "favorece la autonomía de los comensales", es decir, que la gente tenga suficientes ingresos y educación para comprar y elegir sus alimentos.

Signo de la crisis. Experiencias de comedores autogestionados como los que llevó adelante Toty Flores en lo peor de la crisis es uno de los casos con resolución positiva. Aún así, Flores insiste en que ellos siempre estuvieron en contra de esta solución: "Nunca nos gustó. Apenas tuvimos una posibilidad de hacer otra cosa, la hicimos. Los merenderos, como un espacio para dar comida cumplen un rol en una crisis pero no para el futuro. Son un signo de la crisis económica. A partir del trabajo en la cooperativa fue que nos empezamos a sostener y no los necesitamos más".

Pero no todos los comedores alcanzan a aquellos que están en necesidad de alimentos."El indigente no tiene garantizada la comida diaria. Pero como tiene una terrible característica que es la de ser invisible, porque en la vida cotidiana no lo vemos, porque una persona que está en la iglesia o que pide en la calle de alguna forma llegó. De ahí que en esta estandarización del indigente no logramos ni siquiera que lleguen a nosotros. Tenemos que encontrar al cura, al rabino, a las maestras. Tenemos que buscar al intermediario entre la superpobreza y nosotros porque ese indigente se quedó. Está como apagado. Y tiene razones para estarlo", agrega Carr.

La comida del microcentro. Inocencia C. es uno de los casos en los que el comedor muchas veces no llega a quien más lo necesita: "El año pasado abrieron uno delante de mi casa, pero sólo duró cuatro meses y no pude ir a otro porque no había ninguno cerca"

Se quedó sin trabajo a fines del 2001 y tiene 7 hijos para cuidar ella sola. Hoy, como todas las noches, espera pacientemente frente a un bar del microcentro del que su vecina le contó que se puede conseguir carne.

"Hace dos años que vengo. Por ahora, aunque tengo algunas changas no veo otra salida". Rodeada por las torres vidriadas, Inocencia separa de las bolsas negras de la basura pan, carne y otras cosas para comer. En la esquina la esperan sus hijos para volver juntos a cenar a casa.

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