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Palabra y silencio de Dios
Por José Pablo Feinmann - Sunday, Oct. 09, 2005 at 10:21 AM

Bush tiene una relación tan cercana con Dios como yo con mi perro. Qué fácil es mentir. Yo no tengo perro. Pero la mentira tiene dos partes. Que Bush, dice la primera, tiene una relación cercana con Dios. Yo confesé mi patraña. No tengo perro. ¿Confesará Bush la suya? ¿Dirá: no tengo Dios?

No. Con total honestidad dirá: tengo Dios, estoy más que cercano a él, esa cercanía me permite hablar con El, hablar con El me permite representarlo en la Tierra y, sobre todo, ejecutar sus mandatos.
Ha cometido, además, un parricidio. Dijo que él tiene un padre terrenal y otro divino y obedece al divino. Un republicano que niega a su padre. Pero no desde cualquier rincón, desde cualquier esquina sino desde la esquina de Dios, en la que él lo ha encontrado, se ha puesto a un centímetro de su aliento y escucha sus palabras. Desde ahí hasta un republicano puede secundarizar a su padre. “Papá, ni me hables. Yo hablo con Dios.”
Señalar que Dios está en una esquina lleva a establecer, a poner sobre el tapete una frase fundamental de la relación Bush-Dios. Esquina tienen los cuadriláteros. En ellos hay peleas. Hay box. Que Dios esté en una esquina significa que está en la de Bush, dispuesto a pelear.
Bush lo dijo: Dios no es neutral. Está en una esquina: la del texano brutal que transformó el mundo en un ring. En esta pelea apocalíptica, Dios ha elegido. Bush también. Se trata de una mutua elección: Bush eligió a Dios y Dios lo eligió a él. Siempre, claro, según Bush. Porque Dios, que sepamos, no ha dicho nada, siguiendo esa tradición tan suya de perseverar en el silencio.

Dios y los asesinos seriales

También los asesinos seriales suelen, con gran asiduidad, decir que hablan con Dios y realizan su obra. No sería raro que Jack el Destripador asesinara en Whitechapel siguiendo sugerencias divinas. Acaso Dios, según él, le haya indicado terminar con esas pérfidas prostitutas. Nunca lo sabremos. Porque Jack el Destripador se hundió en el anonimato y no apareció más. Como Dios. Desde la Biblia que mucho no se sabe de Él. Ahora, de pirados que han decidido encarnarlo la Historia está llena. Como de asesinos seriales. Son purificadores. Dicen tener una misión divina y matan a quienes se oponen a ella porque Dios... no es neutral. Los que son neutrales a Dios corren serio peligro. Para Jack the Ripper las prostitutas de Whitechapel eran neutrales a Dios porque eran neutrales a sus valores. Olvidándolo, se entregaban al placer pérfido y mercantilista. Alguien debía castigarlas. Porque el asesino serial sabe que Dios es demasiado grande para tareas pequeñas y sucias. Por consiguiente aquí está él para asumir esa santa misión. Que Dios le ha encomendado.

“Dios me habla, yo actúo”

El Dios no neutral de Bush, el que ha desplazado a su propio y primer padre, no sólo es neutral. Tanto está del lado de Bush que le habla. Le dice: “George, invade Afganistán”. Acaso George le advierta: “Tendré que matar mucha gente”. Acaso Dios le diga: “Es necesario”. Acaso Bush desmienta todo esto. Sabe que no suena muy racional a los oídos de los no señalados por el poder divino. Lo niega. Pero, aquí sí, miente.
Qué fácil es mentir, se dice. Le confesé a la prensa que no hablo con Dios y se lo han creído. Qué tontos. ¿Cómo pueden creer algo así? ¿Cómo yo no voy a hablar con Dios? La verdad es ésta: Dios le dijo a Bush qué tiene que hacer. Invadir Afganistán, invadir Irak y luego llevar la democracia y la libertad a esos territorios barbáricos.
Bush ha puesto de moda a los viejos monarcas. A los que decían gobernar por derecho divino y a Luis XVI le cortaron la cabeza por decir eso. ¡Qué no le habrían hecho si además hubiera dicho que hablaba con Dios! Porque Luis XVI nunca dijo que Dios le había dicho que gobernaba por derecho divino sino que ese derecho le fue sido otorgado por los hombres. Por los partidarios de la monarquía. Quienes, como Torquemada, usaron a Dios para validar sus acciones. Tal como Bush.
La misión de Bush es sencilla. Tiene un formidable comandante en jefe, un brillante estratega. Si gobierna el Universo, ¿cómo no habría de resolver una guerra?

El silencio de Dios

El genio sueco Ingmar Bergman debiera estar muy contento. Se le hizo. Todas sus películas tematizaron el silencio de Dios. También Woody Allen, que solía decir: “Es cierto (como dijo Einstein): Dios no juega a los dados con el Universo. Juega a las escondidas”. Se acabó. Se acabó la tragedia del silencio de Dios. Dios, por fin, ha roto su silencio. Dios, por fin, habla.
Con Bush.
El resto es silencio.

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